Sunday, August 28, 2016

Miami estrena proyecto literario (por Rodolfo Martínez Sotomayor)


 
 
 
 Fotos/ Rodolfo Martínez Sotomayor
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Es agradable ver nacer un nuevo ciclo de lecturas en el centro cultural de la ciudad, Art Emporium. Con la coordinación de Anna Sotelo, y la participación de los poetas, Juan Carlos Valls, Joaquín Gálvez, Legna Rodriguez Iglesias, Efraín Riverón y Denis Fortún. El tiempo preciso, variedad de tonos, estilos, y sentido estético de la poesía. Un éxito, no sólo por la asistencia del público que abarrotó la sala, también por la calidad en el nivel de la propuesta, por la atinada selección de todo lo leído.

Al inaugurar el evento, Anna Sotelo, citó a la escritora y filósofa española María Zambrano cuando escribió: “Una ciudad sin escritores queda vaciada de su esencia de ciudad, y aparece como un complejo aglomerado, como algo que puede cambiarse, transmutarse o desaparecer sin que su vacío se note”. Con la búsqueda de nuevos espacios como este, Sotelo trazaba de esta forma, su objetivo. La dueña del local, Vivian Pérez, además de agradecer a todos los presentes, anunció que se encontraba en conversaciones con la ciudad, para la ampliación del proyecto, el cual llevará el nombre de su padre "Leopoldo Fernández"; el reconocido actor cubano exiliado y ya fallecido, creador del inolvidable personaje "Tres patines".

XXI International Ballet Festival of Miami



Friday, August 26, 2016

Los Signos de Waldo en la Arena (por Angel Antonio Moreno)

 
 Fotos/Ulises Regueiro
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Agradecemos a Waldo González López el poemario Trazo estos signos en la arena (Ediciones Baquiana, Miami, 2015). Y no es agradecimiento diplomático por la amistad desde “la tierra más hermosa que ojos humanos vieron”. Es respuesta sincera a la pregunta que cualquier autor puede hacer a sus lectores. Y todo libro de buena poesía, como este, merece ser leído más de una vez. 

Y me pregunto en qué tiempo el amigo Waldo dispuso de tanto para legarnos, hasta ahora, una veintena de poemarios, seis libros de ensayos y/o crítica literaria; antologías de poesía y teatro promocionando talentos jóvenes en Cuba; sin desdeñar el ejercicio del periodismo cultural, además de graduarse en las prestigiosas Escuela Nacional de Teatro y licenciarse en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de La Habana, respectivamente. Bien merecido tiene el otorgamiento de la honrosa ‘Distinción por la Cultura Nacional’.

Y está con nosotros este poeta cubano-miamense diciéndonos que ‘La gente que prefiero es estupenda: / desdeña como yo la sucia envidia, / detesta la vileza y la perfidia, / prefiere caminar mi limpia senda…’

En este volumen palpita el infaltable amor, los relojes que nunca podrán encasillar el tiempo; la vida (simple y llanamente) o la muerte (llanamente y simple) ‘como palomas suicidas en su último vuelo’. Y hasta ‘fantasmas que no quieren / abandonar la casa del pecho’. Y ‘el soplo de eternidad y la sed’.

Para los poetas los ardides sugerenciales-metafóricos son herramientas que insuflan capacidades de develar signos. Por eso en la lectura de la poesía se impone el uso de la imaginación como estrategia de primera mano.

Leamos, por ejemplo “Muerte del Rey” en el que ‘la luz descubre una imagen / jamás olvidada, / donde relumbran, entre el cieno / los falsos tesoros / hallados alguna vez, / su brillo instantáneo, / perecedero, que anuncia / la ansiada muerte del rey / y sus sueños devastadores’.

En páginas siguientes topamos con “Sueno con serpientes”, en el que el poeta reconoce que ‘Hay un sueño salido de la llama / que reinvento al chocar con mi enemigo, / traidorzuelo que nunca va conmigo, / pues lo arrojo a morir en una cama’.

Simplemente, más que presentar el libro, alerto a los amigos poetas y lectores para que no desperdicien la oportunidad que hoy nos dan Waldo, la Editorial Baquiana y la Art Emporium Gallery.
 Foto/Mayra Hernández
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(Palabras leídas por Angel Antonio Moreno en la presentación del poemario Trazo estos signos en la arena, de Waldo González López, en Art Emporium Gallery. Miami, 710 SW, 13 Ave., Miami, 33135, el domingo 7 de Agosto, de 2016, cuando también leyera las suyas la poeta Maricel Mayor Marsán.)


Thursday, August 25, 2016

Liderazgo familiar y competencias para la crianza de los hijos (por Christina Balinotti)


Nota del blog: Sección semanal dedicada a la familia por la Dra. Christina Balinotti (https://www.facebook.com/christina.balinotti), quien ha aceptado la invitación a compartir cada jueves, un tema relacionado con su proyecto Universidad de la Familia. Este programa académico comenzará a funcionar próximamente en Miami, con un programa extenso de 45 semanas, en la Humboldt International University.

El texto de esta semana es un resumen de la conferencia Liderazgo familiar y competencias para la crianza de los hijos, ofrecida por la autora en la Convención Internacional de la Universidad Humboldt, el 8 de julio en el Hotel Double Tree del Centro de Convenciones del Aeropuerto International de Miami. Este acto constituyó la presentación oficial del programa UNIVERSIDAD DE LA FAMILIA, AHORA SÍ!

Los libros de la Dra. Christina Balinotti se pueden adquirir en Amazon en este enlace.


Vivimos en sociedades del hiperdesarrollo tecnológico y del subdesarrollo familiar. Un mundo donde aprendemos de todo menos a ser padres. A educar hijos con valores y límites. A decir no más a menudo. Disciplinar.

Hay que criarlo en libertad, se dijo. No exigirle. Que dicte sus propias reglas e imponga sus deseos. Un error bien intencionado cuyas consecuencias pagamos diariamente; niños y adolescentes que huyen, cometen suicidio, masacran o se drogan.

La ausencia de la madre en el hogar y el debilitamiento de la autoridad paterna se han convertido en un problema central de la realidad cotidiana que amenaza destruir la institución familiar. Solos frente a una computadora, nuestros hijos crecen en el vacío. En consecuencia, no crecen.

En este punto y, para comprender las raíces del problema, se impone una descripción sucinta del momento histórico convulso que nos ha tocado en suerte compartir. Un momento denominado por destacados sociólogos, Posmodernidad y cuyo punto de expresión máxima tuvo lugar en 1989 con la caída del muro de Berlín. Para entender la Posmodernidad debemos conocer, en principio, la Modernidad (siglos XVI a XIX), vale decir, la etapa anterior. De acuerdo con el fenomenólogo francés, Jean-Françoise Lyotard en su texto Misiva sobre la Historia Universal, la Modernidad se caracterizó por la irrupción en la civilización occidental de 4 grandes relatos Históricos cuyo denominador común fue el sentido teleológico y la promesa de un mundo mejor para la humanidad. Un estado de plenitud, sin injusticias ni padecimientos y con prosperidad económica para todos. Decir, teleológico, implica decir que, dichos relatos, contenían en sí mismos un destino marcado para el hombre, el cual, inexorablemente, se cumpliría. El pensamiento moderno, por lo tanto, brindaba al hombre la seguridad de vivir en un mundo ordenado y duradero donde la felicidad estaba garantizada. Los 4 grandes relatos de la Modernidad, son los siguientes:
• El relato cristiano, a través del cual se alcanza la plenitud en el reino de los cielos.
• El relato iluminista. La plenitud se alcanza a través de la razón.
• El relato Marxista. El proletariado, derrota a la burguesía y establece un estado de plenitud mediante una sociedad sin clases.
• El relato Capitalista, basado en la economía, promete la prosperidad económica para todos.

Según Lyotard estos relatos no se han cumplido. La historia ha fallado en su promesa de solucionar los problemas acuciantes del hombre moderno. En consecuencia, se exaltan los pequeños relatos y verdades individuales que convergen, sin basamento moral ni religioso y sin un fin predeterminado. Se pierde el norte. El suelo firme. Sobreviene el desencanto, la confusión. Si antes, el hombre, recorría un camino cuyo destino final avizoraba cierto, hoy se encuentra frente a una encrucijada de sendas múltiples. ¿Cuál elegir? Debido a esta destrucción de los ideales planteados por la Modernidad, las relaciones humanas se transforman en breves, caóticas y transitorias. Los vínculos se escapan como el agua entre las manos. De acuerdo con el filósofo polaco Zygmunt Bauman, la posmodernidad es una época líquida en contraposición a la solidez de la era anterior. El individuo posmoderno, se amolda a las circunstancias como el agua al recipiente que la contiene. No lo guían principios ni valores morales. Siempre listo a romper compromisos, prefiere la soledad consigo mismo que las relaciones con los demás. Fiel a su propia verdad, encuentra en la justicia un acto de decisión personal. Narcisismo, exaltación de la imagen física y del hago lo que me da la gana. Ausencia de valores y grandes contradicciones acompañan la época y resultan en conductas de violencia interpersonal. Se habla, en teoría, de libertad, multiculturalismo y respeto por las diferencias, etnias, minorías. Sin embargo, más salvajes que nunca, discriminamos, cualquier idea, persona o circunstancia que no coincida con nuestras creencias u opiniones personales.

La familia es la primera en sentir el impacto de esta filosofía caleidoscópica, hedonista y fragmentaria, donde no existe espacio para el diálogo. Donde hemos renunciado a un proyecto colectivo en aras del proyecto individual. El no hables con los extraños -señala Bauman- se ha convertido de una frase de protección infantil a una coraza de protección adulta “Donde no reinan las palabras reina Babel” comenta el filósofo argentino Santiago Kovadoff recordando que, la Torre de Babel no terminó de construirse porque la gente fue incapaz de reconocer al otro, como el igual. El semejante. 

En este clima candente, entra en escena la revolución informática y la globalización. A través de esta última, el mundo se vuelca hacia una estrecha interdependencia entre los países del Globo. La creciente unidad planetaria se manifiesta en la interconectividad económica, tecnológica, política y cultural. Gracias a la revolución en las comunicaciones, lo que sucede en un remoto pueblito de China se conoce de manera instantánea en cada punto del Planeta.

Es fácil comprender, ahora, porqué dicha red de interacción global con sus multinacionales y sus sociedades de consumo no se han preocupado por globalizar ciertos valores y principios. Las grandes filosofías de la vida. Aquellas que fomentan las relaciones humanas más allá de las relaciones comerciales; ayudar al prójimo, criar a los hijos, cuidar el medio ambiente. Si algo se ha globalizado, en este sentido, es la violencia urbana y la incomunicación. Estamos solos en medio de un mundo eficientemente comunicado que, no obstante, nos aísla sin remedio. Al decir del filósofo argentino Santiago Kovadoff “Vivimos en un mundo de profundo silencio, lleno de sonidos verbales”. Un gran ruido que nada dice. Que nos aturde y sumerge en la indiferencia y la anomia. Decidimos cortar los lazos humanos y enchufar nuestros oídos con aparatos y celulares. Para no compartir ni escuchar. Para estar solos. Para no ser “Yo y mis circunstancias” como afirma Ortega y Gasset, sino yo solo. Insular y apartado. Esclavo de mi celular y de mi Facebook. Trauma individual que el escritor Alvin Toffler anticipó en su libro “El Shock” del futuro.

Las diferentes formas de familias desarrolladas a lo largo de los siglos, se entienden solo dentro de un contexto determinado. Histórico o prehistórico. Para comprender sus diferentes organizaciones debemos acudir a la comprensión de dichos encuadres. En ellos encontraremos todas las respuestas a las problemáticas familiares de cada época en particular.

Además, como todo tiene que ver con todo, y es, en la ciencia, donde nacen los paradigmas o modelos de vida, que luego abrazará la sociedad en su conjunto, diremos que el modelo Moderno surgió a instancias de la Física Newtoniana y del pensamiento cartesiano. Un mundo dominado por la razón y el positivismo. En contraposición, nuestra era posmoderna, se basa en la física de la relatividad y la Física cuántica. Todo es relativo entonces. Los hechos cotidianos son determinados por el punto de vista del observador y no por verdades universales.

El Muro de Berlín cayó. Unos pocos le siguieron. Otros, son a diario denunciados. Sin embargo, la única muralla que permanece inexpugnable y aceptada es aquella que construimos entre los seres humanos.

Desilusionados de la religión y la política buscamos abrigo en las posesiones materiales, en el consumismo. En el sexo desligado del amor. Sin fe, sin Dios y en ausencia de líderes ejemplares renunciamos a la espiritualidad, a la moral y a ser padres. La autoridad en el hogar ha pasado de moda. Los hijos dictan sus propias leyes y nosotros, los padres, las cumplimos. Confundimos la libertad de expresión con libertad para hacer lo que viene en gana. Los divorciados nos sentimos culpables y pensamos que la forma de subsanar las cosas es dejar hacer. No sea cosa que el nene se ofenda y solicite al juez cambiar de padres, como ocurrió hace unos años en los Estados Unidos.

Necesitamos, por lo pronto, un cambio de creencias culturales. Un cambio de costumbres que provoque el replanteamiento de lo vivido hasta el momento. Que reconstruya el sentido de la palabra familia. Empezar de nuevo. Como se dice en inglés, back to basics (volver a lo básico). Compartimos una época de grandes transformaciones civilizatorias. Este es el momento. No sea cosa que el ritmo acelerado del progreso posmoderno nos deje a la intemperie en materia de familia.

La situación que planteo es, de alguna manera, comparable con la revolución copernicana ocurrida en pleno Renacimiento donde se pasó de la teoría geocéntrica a la heliocéntrica propuesta por Copérnico. La Tierra dejó de ser, por entonces, el centro del sistema planetario. El Sol ocupa ahora dicho lugar. El tema fue tan revolucionario que, aún hoy, cuando hablamos de cambios drásticos. De cambios en 360 grados, hablamos de un cambio copernicano. El significado de la palabra planeta fue replanteado, en consecuencia. De un astro errante, como indica su etimología, a un astro que gira alrededor del Sol. En nuestra época, la revolución propuesta debe ser una revolución de valores e ideales, moral, ética y efectiva. Un cambio copernicano que replantee la posición de nuestros hijos en el cosmos social. De astros errantes y perdidos en el espacio cibernético a estrellas que giran ordenadamente en torno al eje de la familia. En la esperanza de sanar a un mundo en el cual no existe una herencia cultural benéfica que transmitir. No hay permanencia ni huella. Cada cual vive su propia vida como le viene en gana sin importar a quien perjudican en el camino. Recuerda, los analfabetos del futuro no serán aquellos que sepan leer o escribir sino aquellos no sepan cooperar y contribuir. Por la competencia logramos el éxito personal. A través de la cooperación una vida compartida. Enseñar la colaboración mutua, los buenos tratos sociales, valores y principios que sostienen nuestro espíritu y que hoy desfallecen frente al hombre robotizado de nuestra época.

Este es el mundo en el cual la familia posmoderna se desarrolla o mejor dicho involuciona a estadios culturales superados o, tal vez, nunca transitados. Es aquí donde comienza mi propuesta de cambio. En este punto inexcusable donde se cruza lo que somos con lo que deberíamos ser.

La primera pregunta que aquí cabe, es la siguiente: ¿Cuánto tiempo podemos continuar negando esta situación? Nuestra sociedad tiene muchos hijos y un problema que necesita solución. Siguiendo el pensamiento disruptivo de Luke Williams, he llegado a pensar lo impensable. Un centro de estudios académicos para aprender a ser padres, con el fin de evitar la destrucción de algo hermoso: la familia. Una universidad donde aprender a criar hijos más seguros. Hijos que necesitan, desde el punto de vista psicológico, una mamá y un papá cercano. Cantidad no solo calidad. Para salir de este modelo que no tiene en cuenta la injerencia y el peso de la estructura familiar en su proyección cultural, política y social. Debemos pensar a nuestros jóvenes de hoy como los científicos y presidentes del mañana. Aquellos que utilizaran lo que nosotros le enseñamos para salvar al mundo o destruirlo.

Fíjense que los expertos en el desarrollo de las naciones afirman que para que una nación mantenga la vigencia de sus instituciones democráticas y la economía puede reinvertir el sobrante, deben existir en la base social, principios y valores que solo se pueden aprender en el seno de la familia. Hoy por hoy, una institución desinformada y a la deriva. Para cualquier trabajo o profesión necesitamos obtener una licencia. Demostrar que dominamos una serie de conocimientos básicos. Capacitarnos. Obtener un título. Mientras en médico estudia largos años antes de atender su primer paciente o el abogado memoriza tratados y leyes para implementar justicia, nosotros tenemos hijos como si sólo bastara con las ganas. Y como vimos, la cultura no ayuda. Uno entiende los problemas cuando habla de ellos, dijo alguna vez Ortega y Gasset. Por lo tanto, debemos hablar de esta cuestión para entendernos como individuos y como sociedad. Hablar de la ignorancia que padecemos en materia de parentalidad. De la indiferencia social frente a la falta de padres en el hogar. Problema que nos golpea con sus consecuencias de violencia juvenil diaria. Ojos que no ven, corazón que no siente, la negación de esta situación opera como mecanismo de defensa que nos impide tomar conciencia y dejar de señalar afuera lo que sólo encontraremos en nosotros, los padres. 

Por esta razón agradezco a HIU en la persona de su decano, Dr. Javier Gracia, la magnífica oportunidad que me ofrece de incorporar, como experiencia piloto, mi proyecto UNIVERSIDAD DE LA FAMILIA, AHORA SÍ y, además, por contribuir al despertar de una nueva conciencia social en el campo de la educación familiar. Actitud encomiable dentro de una cultura que sólo promueve el desarrollo económico. El éxito y la competencia laboral. Cursos y seminarios para ser mejores negociadores. Ganar mucho dinero, mientras nuestros hijos se quedan en caso bajo la tutela de una computadora navegando mundos virtuales que no sabemos a dónde los conducen. Y digamos la verdad, el dinero es necesario pero hay que saber equilibrar las cosas. Priorizar. 

Sin duda, tenemos mucho camino por recorrer hasta comprender, acabadamente, la magnitud de este problema. No obstante hoy, ponemos la primera piedra. Hemos comenzado. Dejamos una marca en el Universo, como dijera Steve Jobs. ¿Cuál sería, sino, el objetivo de nuestro paso por la Tierra? Es así que, impulsada por la preocupación en estas cuestiones, surgió en mi mente y en mi corazón, mucho tiempo atrás, una preocupación desesperada al observar el rumbo educacional que la sociedad ha tomado. Una suerte de concientización lenta que adquirió forma en mis declaraciones televisivas y radiales, seminarios, cursos y, al cabo cristalizó, en mi 4to libro De Madres a Hijas, el ABC de la Familia, publicado en 2015, (inglés y español), desarrollado, con posterioridad e, in extenso, en el opúsculo Universidad de la familia, Ahora SÍ. (2016) 

UNIVERSIDAD DE LA FAMILIA, AHORA SÍ es un programa extenso dirigido al desarrollo de habilidades y competencias que se requieren para la crianza de los hijos y la formación de una familia. La malla curricular, que he diseñado, se compone de 45 semanas de duración, 15 módulos de 3 semanas de duración cada uno y 3 niveles correlativos entre sí. 

¿Qué hace de este programa un proyecto especial? ¿Cuál es su secreto ingrediente?

Las características singulares y únicas que determinan el proyecto son las siguientes:
• Primer proyecto académico de esta índole en los Estados Unidos.
• Primer programa académico de Orientación laica en Latinoamérica.
• Primer programa en el mundo que contextualiza a la familia en el campo de la Historia.
• Acento en el desarrollo neuropsicológico del niño.

El grupo de facilitadores pioneros que impartirán el programa, se compone de profesionales, altamente capacitados en sus respectivas competencias y a la vez, conscientes del problema aquí expuesto. Amigos reunidos bajo un mismo sentimiento e idéntico fervor. A todos ellos, les doy las gracias por su compromiso. 

Carlos Cabezas (ex-sacerdote y Teólogo) Cecilia Alegría, (Master en periodismo FIU, consejera de parejas) Belsay Henning (Master en ciencias de la Educación, NOVA) Joaquín Estrada Montalván (historiador) Elaine King, CFP (Fundadora Family and Money Matters Institute, experta certificada en planificación financiera) Vilma Petrash (Profesora adjunta de Ciencias Sociales MDC).


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Bibliografía

Balinotti, Christina (2015) De Madres a Hijas, el ABC de la Familia. Editorial Alexandria Library. USA. Págs. 13 a 24.
Lyotard, Jean- Françoise. (2009) La posmodernidad:( Explicada a los niños). Editorial Gedisa. Capítulo IV
Bauman, Zygmund. (2015) Modernidad Líquida (Spanish edition) Fondo de cultura económica. México. (Traducción), Mirta Rosenberg y Jaime Arrambide Squirru.
Toffler, Alvin. (1995) El “Shock” del futuro. Editorial Plaza & Janes.
Ortega y Gasset, José. (1910). Yo soy yo y mi circunstancia. Y sino la salva a ella no me salvo yo. Editorial Pandelovega. España.


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Christina A. Balinotti: Escritora, Personalidad de Televisión y Radio. Experta en temas de Cultura y Psicología. Mujer de la Semana 2015 CNN Español. Pionera del Movimiento y Organización Femenidad Holística.

https://www.facebook.com/christina.balinotti
https://www.youtube.com/user/christina5679

(Miami) Invitan al estreno del documental "Arístides y sus tres orillas"


El documental, realizado por el cineasta Ubaldo Medina, que aborda la vida y obra del  caricaturista Arístides Pumariega, se estrenará el próximo 3 de septiembre a las 6:00 de la tarde en CubaOcho Museum & Performing Arts Center, en 1465 S.W. 8th St., Miami, FL 33135. 

Chirimango en Camagüey

 
Fotos/Orlando Seguí Aguilar/Adelante
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Raúl García Morejón se encontraba chapeando en su patio, al escuchar la caída del fruto quedó muy sorprendido cuando notó el fenómeno. El árbol de mango de la clase moros, “había dado a luz” algo muy poco común.

¨Al inicio cuando lo recogí lo primero que vi fue una chirimolla, pero lo dudé porque en esta época escasean y no era la mata además, pero cuando lo tuve en mis manos sinceramente no sabía qué era si un mango o una chirimolla. Cuando salí a contárselo a mi mujer y mis amigos no me creían hasta que les enseñé el fruto¨. Y es que hay que verlo para creerlo, pues un caso como esto no se ve todos los días. (Leer texto completo en Adelante)

Wednesday, August 24, 2016

Dos poemas de Rodrigo de la Luz






El Vampiro

¿En que parte del cuello
prefieres la mordida del vampiro ?

¿En que parte prohibida?
¿En que parte, en que diminuto espacio
quieres sentir el ultraje y el insulto?

Te fumaste tu suerte.
Arropaste una errática existencia
guiado por caballos percherones.

Ahora el vampiro reclama tú cuello
trémulante en la luz de la tiniebla :

La extracción será suave, silenciosa;
no afectará tús ojos ni el cerebro…

Algo pesado tintinea por los aires.
Se advierten los colmillos,
largos como infinitas carreteras.

No habrá hacha, alfileres, bisturí,
será un boquete en sumo delicado.

Algo discreto, una abertura, un orificio,
un agujero perfecto para la succión y la oquedad.

El hoyo quedará,
solo tú entenderas de que se trata.

Nadie podrá advertirlo.

Unicamente en la tumba del difunto
se encontrarán las cruces y los ajos
reclamando su voz hacia la luz.


Vuela

Vuela, aunque caigas después
cargada de metáforas, de fábulas.

No te hundas en las flores del hastío.
No bajes los peldaños alargados.

Vuela, no hagas caso al odioso
que frenaba tus alas con monedas.

Aunque luego te sientas inconforme
como un sordo
delante de una orquesta, vuela.

Vuela libre de espasmos y de arpegios.

Intentalo.
Persiste, persevera,
aunque luego te caigas al vacio.

Vuela.


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 Del libro inédito  Los destellos finales

Recuerdos de la Biblioteca Diocesana de Camagüey, 1997-2000. (Por Carlos A. Peón-Casas)


En el año 1997, hice mis pininos en la Diocesana, un salón largo y estrecho(1), de la Casa Diocesana de la Merced, justo en la parte derecha de la entrada principal por la Plaza de igual y original nombre.

Lo hacía como ayudante del bibliotecario de entonces, mi amigo entrañable, Joaquin Estrada Montalván. Complementaba así las tardes, y percibía una muy necesaria entrada económica, que mejoraba la de mi ocupación principal como traductor en una empresa de servicios informáticos venida ya a menos; localizada en el lejano reparto Jayamá, recuerdo siempre mis largos periplos a pleno sol del mediodía, y a lomo de mi bicicleta cubana, para alcanzar el centro geográfico de la ciudad principeña, y llegarme hasta el antiguo local que tenía la Diocesana entonces, en el otrora convento de La Merced.

Pero el esfuerzo valía la pena. El entonces muy pequeño local estaba climatizado, y ya eso era una ventaja en aquellos álgidos años de escaseces sin cuento, y condiciones paupérrimas en los sitios estatales de labor, un signo que sigue repitiéndose hasta este hic et nunc

La entonces pequeña sala de la biblioteca acogía ya una considerable colección bibliográfica que le hacía holgada competencia a la mayor y mejor puesta biblioteca de la ciudad y la provincia. 

Sus tres largas mesas de madera lustrosa, acomodaban ya a casi una veintena de lectores, y el servicio de consulta era el muy novedoso “a estantería abierta”, lo que hacía las delicias de aquellos que estaban en la libertad de elegir qué y cuánto leer…

Principié mis labores allí, en la trastienda, como debe ser en todo buen negocio que se respete. Allí dedicaba las horas de la tarde a confeccionar fichas para el entonces catálogo manual del que se disponía, un trabajo tedioso para el que hoy no creo estaría disponible…pero que me sirvió muchísimo a la hora de conocer el valioso fondo que ya se atesoraba en aquella biblioteca tan bien puesta y tan celosamente guardada, que he tenido la dicha de ver crecer entre mis manos curiosas por casi veinte años, hasta alcanzar altísimas cotas numéricas que para entonces parecían un sueño.

Luego, con la llegada de la que creíamos entonces una fascinante PC, con solo un Giga de RAM, principié a “entrar” los títulos en la que sería la primaria “base de datos”, que recogía primariamente autores y títulos, y que facilitaba la búsqueda bibliográfica con mayor rapidez y dignidad. No sé cuantos libros pasaron por mis manos, pero creo que muchos más de los que recuerdo…

Los sábados, venía en las mañanas a acometer labores de limpieza, y también prestaba un servicio muy demandado: el de copiar audios en los old fashion cassettes al uso entonces, con la ayuda de una antigua pero eficiente grabadora. De paso me daba unas tandas fabulosas de la mejor música religiosa y clásica que también se atesoraba entre los fondos de la biblioteca. De ese minuto guardo el indeleble recuerdo de haber escuchado una grabación insólita entre nosotros de la versión de Jesucristo Super Star, acometida en España con las voces míticas de Angela Carrasco y Camilo Sesto.

En poco tiempo, ya estaba contratado a tiempo completo, así que ya compartía las labores del bibliotecario, en el horario de atención vespertina desde las 3 y hasta las 7 de la tarde. Mi colega y jefe, lo hacía en las sesiones nocturnas de martes y jueves. 

El servicio consistía en hacer préstamos externos, y acomodarlos en sus estantes a la vuelta. Igual había un primitivo servicio de referencias, y se complementaba todo, guiando y aconsejando a los lectores primerizos en una u otra opción de lectura entre la ya variopinta colección disponible. 

Tambien, la Biblio ofrecía otras opciones, de esas que se catalogan como de “extensión cultural”, entre ellas, un cineclub, que discurría algún sábado en la mañana, y estaba bajo el cuidado de Joaquín Estrada, los filmes siempre eran de lujo, recuerdo entre otras puestas, la dedicada a la filmografía del genial director polaco Kieslowski, y su famoso Decálogo. 

También, bajo sus auspicios, se tenía una sesión académica: el Aula Finlay, igualmente coordinada por Joaquín, donde concurrían personalidades del mundo cultural y religioso para ofrecer conferencias siempre ilustrativas. Igualmente, el Boletín Diocesano, incluía en su números una sección fija dedicada a la Biblioteca que estaba corrientemente a mi cargo, donde promocionaba libros y donde igualmente garabateaba algunas ideas sobre el genial mundo literario.

A la par, y entre col y col, leía como un demente, y desde allí, me inicié en los entresijos de mi labor investigativa y de traducción de la obra de Ernest Hemingway. De aquel minuto nacía mi primer y siempre entrañable ensayo sobre el relato The Wine of Wyoming, con el que me estrené en las lides de los Coloquios Internacionales sobre su vida y obra, y con el que fui admitido en la Cátedra Ernest Hemingway del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

Justo para el año de laborar allí, en noviembre de 1998, viajé a Chile, y tuve la enorme dicha de volver a abrazar a mi hermano afincado ya como médico en las antípodas, y conocer aquel lejano y bellísimo país, la tierra del rojo y entrañable vino, y de las cumbres siempre nevadas de los Andes con su Aconcagua casi a mano, y el paisaje marino siempre atronador del Pacífico austral, para nada “pacífico”. 

El viaje estaba pactado sin vuelta, por lo que de la emoción de la despedida, pasé a la muy objetiva de seguir afrontando la realidad del regreso. La Biblioteca volvió a acogerme como a un hijo pródigo que se fue con una idea y volvió con otra…..  La labor continúo impertérrita hasta el 2000 en ese minuto el local se quedó definitivamente chico, y precisó una permuta a uno mayor, de lo que hablaremos en otro aparte.

El trabajo en aquel iniciático espacio, fue ciertamente una bendición. De tal época datan amistades y sueños que siguen por allí, intactas y renovados. A cada minuto, vuelven a mi mente nombres y rostros, que se han ido diluyendo en los avatares de la impenitente lejanía del exilio y la separación. Todos aletean empero en mi recuerdo, y son parte de aquellos minutos tan gratos en aquel minúsculo pero apetecible scriptorium, ese lugar limpio y bien iluminado, donde a no dudarlo, siempre fui feliz.


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1. En ese local lugar se localiza hoy el Taller de Reproducciones de la Casa Diocesana.

Tuesday, August 23, 2016

Un anticipo del nuevo libro de Ernesto G.

Nota del blog: Agradezco a  Ernesto G.  que comparta con los lectores del blog, una selección de textos de su más reciente libro El transeúnte considerable y otros relatos (Editorial Silueta, Miami 2016).

La presentación en Miami será el viernes 2 de septiembre a las 7:30 pm, en el Centro Cultural Español de Miami (1490 Biscayne Boulevard, Miami, Florida, 33132).


Elefantes amarillos
                       
                            para Ena Columbié

Ella me preguntó si los había visto, si había visto los elefantes amarillos. Yo fijé la vista en los gigantescos robles del otro lado del río, acaricié su rostro, la besé y le dije: "Los he visto, los veo siempre que venimos aquí. Ahora mismo los estoy viendo. Son hermosos”. Ella sonrió, cerró los ojos y se quedó dormida. Yo fijé la vista en los árboles una vez más y me quedé observándolos hasta que finalmente desaparecieron.

Viaje

Hemos acordado guardar distancia. Es decir, no vamos a hacer el amor, sino que vamos a ir destruyéndolo poco a poco, fríamente, con precisión de cirujano. Vamos a ir separando las capas de la cebolla hasta que lleguemos al centro, es decir al vacío, a la nada. Entonces nos miraremos a los ojos y nos preguntaremos qué hacemos mirándonos a los ojos.

El estorbo

Por las tardes salíamos a tomar el sol. Nos echábamos en la hierba con gafas oscuras para proteger los ojos de la excesiva luz del verano. Era nuestro ritual. Nos quedábamos horas ahí tirados, como tortugas, sin decir una palabra, de cara al sol, inquilinos temporales de la luz. Cuando empezaba a anochecer, entrábamos a la casa, nos tomábamos un café y salíamos de nuevo a observar las estrellas. Tampoco hablábamos. En realidad, nunca lo hacíamos. No era necesario. El lenguaje era un estorbo en aquella realidad adormecida.

Una tarde oímos un grito, era más bien un alarido.

Corrimos hacia el lago. Una señora parecía estar ahogándose. Pero al acercarnos, notamos que la atacaba un cocodrilo. Yo atrapé un pato, le retorcí el pescuezo, le amarré una piedra al cuello y lo lancé al lago. El cocodrilo se distrajo con el ruido y la señora pudo escapar. Al acercarse a nosotros, empezó a hablar sin parar, nos contaba la historia de su vida, de cómo se había lanzado al lago en busca de la muerte, pero al verse frente a ella, tuvo mucho miedo.

Nosotros no dijimos nada. Empezamos a caminar rumbo a la casa y ella nos siguió. Le dimos un poco de comida. La señora seguía hablando. No nos agradecía. Nunca lo hizo. Solo hablaba de sí misma, de su existencia miserable, de cómo todos se habían confabulado contra ella. “El mundo conspira contra mí.”

La señora no parecía tener intenciones de irse de la casa. Ya no podíamos tomar el sol en las tardes ni observar las estrellas en la noche. No paraba de hablar.

Un día la llevamos al lago, le retorcimos el pescuezo, le amarramos una piedra al cuello y la tiramos al agua. No nos quedamos a ver lo que podría hacer el cocodrilo.

El buscador de patria

Había una vez un hombre que no podía localizar su patria en los mapas. Desde pequeño los maestros de geografía se habían encargado de enseñarle dónde estaba su país (¡qué posición geográfica tan privilegiada!, le decían), pero nadie se había tomado el tiempo de mostrarle dónde se hallaba la patria. Una vez escuchó a un político decir que la patria estaba dentro del corazón de los hombres, pero ese fue el mismo que había prometido libertad y prosperidad para todos y se había encargado de proporcionarles lo contrario, de modo que nada que dijera podía tomarse muy en serio. Un día el hombre se cansó de buscar a la patria en los libros y decidió salir a buscarla en otros sitios. La halló un día en una ciudad de otro país. No fue en un mapa precisamente sino en los ojos de su primera hija.

Vas a morirte

Vas a morirte, me dijo el médico una mañana de verano en la que parecía que nada malo podía ocurrir. Yo miré al doctor, que puso una cara de lástima hipócrita, y no se me ocurrió otra cosa que lanzarle un escupitajo. Llamaron al guardia de seguridad, un gordito medio afeminado, que me pidió de favor que me fuera del hospital antes de que llamaran a la policía del condado, y créeme, esos sí no creen en nadie. Son gordos maricones igual que tú, le dije, y le di un puñetazo tan fuerte en el rostro que empezó a sangrar. Y a llorar. A llorar, claro, porque la sangre es algo dramático, pero no tan dramático como tener los días contados y no tener ganas de contarlos. Salí del hospital sin mucha prisa. Ya a esas alturas me importaba lo mismo una cosa que otra. Entré a una gasolinera. Compré una caja de cigarros. Hacía tanto tiempo que no fumaba que al principio no supe qué hacer. Mientras caminaba por Bird Road rumbo oeste, pensé en toda la mierda que había comido en mi vida. Comido y digerido. Toda la mierda que me había alimentado. Porque la mierda puede llegar a ser nutritiva. O al menos eso cree uno. Hasta que un día un médico comemierda le dice a uno que se va a morir y uno duda y piensa: ¡qué comemierda he sido! Caminaba. El sol del verano quemaba mi espalda. Qué mierda de ciudad en la que una persona a punto de morir no puede ni siquiera caminar tranquilo por sus calles. La Habana. Ciudad de las columnas. Carpentier, otro comemierda. Miami es dura y es calurosa. De pronto, el ruido de los frenos. Un policía que grita algo en inglés. Yo que le digo: eres un gordo maricón. Y sigo caminando. Él, que ni es gordo ni maricón, sigue gritando. Yo agarro una piedra. Se la lanzo. Rompo un cristal. Agarro otra. Antes de lanzarla, siento un ruido, y después caigo. Empiezo a sangrar y lloro, claro, porque la sangre es algo dramático.



El transeúnte considerable y otros relatos (Editorial Silueta, Miami 2016)
Ilustración de cubierta: Los sueños de Maurice Sparks, de Joel Nunez
Diseño de portada y maquetación digital: Eva M. Vergara

Rodolfo Rodríguez, primer bailarín forever (por Baltasar Santiago Martín)

Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín que comparta con los lectores del blog su entrevista a Rodolfo Rodríguez, que apareció publicada originalmente, en dos partes, en la revista Caritate.  

Homenaje a Rodolfo Rodríguez en Miami
(Foto/ Wilfredo A. Ramos Vázquez) 
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“Ojalá yo amara a mi patria como Alicia ama a su Cuba,
 a la que ha entregado su vida y su arte”.
Rodolfo Rodríguez




Llevo viendo ballet desde que tenía 7 años –en 1962–, y me precio de haber visto bailar a Alicia en todos los grandes ballets clásicos del repertorio del Ballet Nacional de Cuba, del cual ella es su Alma Mater, y me acordaba de que antes de hacerlo con Azari Plisetski –el hermano de Maya–, Alicia bailaba con un bailarín argentino llamado Rodolfo Rodríguez, que luego “desapareció”.

Como estoy escribiendo una novela biográfica sobre la prima ballerina assoluta cubana, sabía que debía tratar de encontrar a Rodolfo algún día para conocerlo y entrevistarlo, y Dios quiso que coincidiéramos en una función del ballet Coppelia, ofrecida por Arts Ballet Theater of Florida, en Fort Lauderdale, donde su médico, el doctor Gil Fernández, nos presentó. Como si nos conociéramos de toda la vida, Rodolfo y yo quedamos en volver a encontrarnos para hacer esta entrevista que ahora expongo ante los lectores de CARITATE, fruto de dos intensas sesiones de trabajo –de cinco horas cada una, con pizza, cervezas y café incluidos, en un restaurant argentino de Hollywood–, pero antes de compartirles el resultado quiero adjuntar cinco notas sobre Rodolfo que encontré poniendo su nombre en Google, sobre todo la introducción de una entrevista que le hizo la periodista Helen Hernández Hormilla, cuando Rodolfo estuvo en el XXIII Festival Internacional de Ballet de La Habana, con la que cierro la introducción a la mía:
En 1960, Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba realizaron sus primeras actuaciones en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional, el único espacio escénico habilitado entonces en ese coliseo. La Alonso interpretó los pas de deux El cisne negro, del III acto de El lago de los cisnes, acompañada del bailarín argentino Rodolfo Rodríguez, y el de El Hada Garapiñada y su Caballero, del II acto de Cascanueces, en diferentes espectáculos. La compañía presentó en los primeros años de la década del 60 un amplio repertorio, que incluyó entre otros los ballets Caín y Abel y Delirium, de José Parés; Calaucán, de Patricio Bunster; Despertar, de Enrique Martínez; Bodas de Aurora, de V. Zaplin sobre original de M. Petipa; Crónica nupcial, de Ramiro Guerra, y Concerto, de Alberto Alonso.

La directora del Ballet Nacional de Cuba (BNC), la coreógrafa Alicia Alonso, encabezó el desfile inaugural del 23 Festival Internacional de Ballet de La Habana (…) Alonso, de 91 años, cerró la parada en el escenario del Teatro Nacional de La Habana escoltada por ex-bailarines, el argentino Rodolfo Rodríguez y el francés Cyril Atanassoff, quienes fueron partenaires en distintos momentos de la trayectoria artística de la bailarina isleña.

Entre otros acontecimientos que por su relevancia igualmente merecen destacarse en esta edición XXIII del Festival de Ballet Cuba-2012, figura la entrega del carnet que acredita como miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) al bailarín cubano Carlos Acosta, primera figura masculina del The Royal Ballet de Londres y Premio Nacional de Danza; así como la presencia en la cita de La Habana del bailarín, coreógrafo y maestro argentino Rodolfo Rodríguez, director del Ballet del Teatro Argentino de La Plata y del Teatro de la Fundación Teresa Carreño de Caracas, quien fuera primera figura masculina del BNC y partenaire de Alicia Alonso en importantes momentos y actuaciones de la compañía cubana en la década de los años sesentas del pasado siglo. 

El Ballet Teresa Carreño fue fundado en 1979 con el nombre de Ballet Nacional de Caracas por iniciativa de Salvador Itriago. Fue creado con la idea inicial de ser un cuerpo de ballet destinado a participar en las producciones de los títulos del repertorio universal llevadas a cabo por la Fundación Teresa Carreño.

Durante sus primeros cinco años tuvo como directores artísticos a Rodolfo Rodríguez y Enrique Martínez, argentino y cubano respectivamente, maestros y artistas de importante trayectoria
.
“Rodolfo Rodríguez: ‘El ballet es cosa seria’
Por Helen Hernández Hormilla (cortesía de la autora)
Pudo ser basketbolista, obrero, cantante de tango; pero lo que no estaba en sus planes era convertirse en bailarín. A sus 17 años aún no había asistido a una sola función de ballet y era un muchacho parecido a cualquier otro de los barrios populares de Buenos Aires. Sin embargo, un día logró juntar el dinero del tranvía para llegar al Teatro Colón siguiendo a una joven de la que se había enamorado. Era bailarina, lo mismo que cada una de las mujeres importantes de su vida, y gracias a ella todo le cambió. La maestra de la chica lo convidó a recibir clases gratis al notar su interés por el baile, pues, como siempre, faltaban hombres en la compañía. Luego, le regaló unas entradas para Las sílfides, con música de Chopin, y la fascinación que le produjo terminó de sellar el destino de Rodolfo Rodríguez.

A solo dos años ya era primera figura del Ballet Estable del Colón, uno de los más importantes teatros de América Latina. No tuvo suerte, aborrece esa palabra pues ese es “el refugio de los fracasados”. Horas de ensayo y trabajo duro, unidas al físico apropiado, la mente abierta, las cualidades para interpretar y el amor al ballet, garantizaron su éxito pese al comienzo tardío. ‘Me tomé el arte en serio y me esforcé mucho, aunque siempre me llamaban vago porque estudiaba menos que los demás’, evoca.

Trabajar junto con maestros como Sergue Lifar, Antony Tudor, Tatiana Gsovski, David Lichine, Vasili Lambrinos, Michel Borovski y Nicolas Esverev terminó de formar lo que auguraba el talento. En el Colón protagonizó obras del repertorio clásico y contemporáneo, entre las más recordadas, la versión de El pétalo de la rosa que montó Esverev especialmente para él.

Quienes vivieron la etapa fundacional del Ballet Nacional de Cuba (BNC) lo recuerdan como el príncipe Sigfrido de El lago de los cisnes, el Colin de La fille mal gardée y el Albrecht de Giselle, roles que interpretó de manera magistral durante su estancia en la Isla como primer bailarín de la compañía, de 1960 a 1968. Muchas de sus técnicas y movimientos marcaron el estilo del baile masculino de la escuela cubana, de la que fue uno de sus primeros maestros. Bailó con las nacientes Cuatro Joyas de la danza: Loipa Aráujo, Aurora Bosch, Mirta Plá y Josefina Méndez, mas su principal estela la dejó como partenaire de Alicia Alonso en Giselle, El lago de los cisnes, Coppelia, Las bodas de Aurora, La fille mal gardée, Don Quijote, Cascanueces, El sombrero de tres picos, Capricho español, Mestiza, entre otras creaciones. Con ella visitó los escenarios de Europa, Asia y América, y le ayudó a fundar el proyecto que entonces parecía una utopía: convertir a una pequeña isla en medio del Caribe en referencia de la danza mundial (…)”.

Después de partir de La Habana estuvo nuevamente en el Teatro Colón de Buenos Aires; dirigió el Ballet del Teatro Argentino de La Plata; el del Teatro de la Fundación Teresa Carreño de Caracas, y ha sido maître y coreógrafo en numerosas compañías de danza, principalmente en los Estados Unidos.

Desde 1968 hasta octubre de 2012 pasaron más de 44 años sin que Rodolfo regresase a Cuba, hasta que una invitación para participar en el XXIII Festival Internacional de Ballet de La Habana lo decidió a volver de visita. “No pude extrañar algo de donde nunca me fui”, me explica, cuando en plática informal le pregunté si en todos esos años no había sentido gran nostalgia de su estancia en la isla. “Siempre estuve al corriente del devenir del ballet cubano”, me completó, para añadir luego a continuación: “Cuando Alicia me mostró los planos para la Escuela Cubana de Ballet (en Cubanacán), pensé que era demasiado grande, y le pregunté que qué haría con tantos bailarines una vez graduados. Me contestó que unos como profesores, otros en provincias, y otros en compañías extranjeras. Y así fue, no tuve una ilusión óptica. Han llenado medio mundo de bailarines y me siento partícipe de eso. Después de 48 años me doy cuenta de que no se perdió nada, porque los muchachos de ahora son mejores, tal y como nosotros ansiábamos”.

Tras esa especie de precalentamiento informal, sentados ya a la mesa del restaurante argentino de Hollywood donde nos citamos, ahora sí mi entrevista “formal”: 


Maestro Rodolfo, ¿su entorno familiar y social influyó en el despertar de su vocación por la danza?

Tenía cuatro tías que eran actrices, y mi tío principal, el más querido, era director y dueño de una orquesta de tango, que en su momento fue muy popular. Puede ser que por los genes me venga algo de ellos por la parte artística, pero no porque hubiera tenido contacto con la danza antes de los 17 años.

Escuché la palabra “ballet” cuando tenía 17 años. No sabía qué significaba, pero me gustó como sonaba, y no sé por qué, me dio magia, misterio… Pude ver mi primer ballet en el Teatro Colón de Buenos Aires, Argentina, y quedé impactado cuando vi El lago de los cisnes y comprobé que se utilizaba lo mejor de las distintas artes para hacerlo: música, argumento, decorados, trajes, peluquería, maquillaje, utilería, zapatería, luces, diseño, y como base de expresión, los artistas, los bailarines, la técnica del ballet clásico, universal, con las cinco posiciones.

Me emocionaron todos esos artistas dando lo mejor de sí, en sus distintas manifestaciones, para lograr un ballet; todo eso me motivó, me inspiró, para ser bailarín. 

¿Cuándo fue que comenzó a bailar profesionalmente?

Lo mío fue casi comenzar a estudiar y a bailar. El ballet fue una necesidad el hacerlo. No me gusta decir en las artes “profesional”. Para mí la palabra “profesional” quiere decir hacerlo lo mejor posible cada vez que sales al escenario, para complacer al público y que el empresario no te cancele el contrato, y poder bailar con cualquier compañera que te pongan. Cuando pude elegir, elegí a unas y a otras no, y según la palabrita, eso es no ser profesional –me hago la autocrítica.

Yo no bailé para vivir del baile, por eso no me considero un buen “profesional”, en el sentido convencional de la palabra.

A mí no me gustaba bailar con cualquiera. Es una cuestión de piel. Por eso cuando bailé con Alicia me lo creí de verdad, porque acoplamos. El Giselle que hice en Cuba era yo mismo, y después de irme no lo hice más que una sola vez, y nada menos que con Margot Fonteyn, porque se lesionó su partenaire. Llegué a hacerlo bien de verdad y eso no se repite. 

De Argentina a Cuba, ¿cómo se dio ese cambio de “escenario”?

Yo tenía 27 años, había trabajado con grandes maestros en el Teatro Colón, y sentí la necesidad de viajar, sobre todo a Europa, no tanto para que me vieran bailar, sino para yo aprender, y estando con ese sentimiento, se produjo la visita del ballet cubano al Teatro Colón de Buenos Aires. Por ética artística, las compañías que van a los grandes teatros invitan a los artistas de allí a tomar una clase juntos, y aunque era muy indisciplinado, en esa ocasión, por esas cosas del destino, fui a tomar la clase, acompañado por Esmeralda Agoglia, la primera bailarina del Colón, que era con quien yo bailaba regularmente. Lo hice para estar entre mis compañeros de oficio, y de repente, los directores del ballet cubano nos dijeron que les gustaría que la pareja nuestra fuera invitada a bailar en Cuba por un tiempo, pues la compañía estaba agrandándose y faltaban hombres; todo muy informal. Al poco tiempo recibí un telegrama en el que se me ofrecía un contrato para bailar como partenaire de Alicia Alonso en una gira por América Latina, Europa y Asia. Dije que sí, y me preguntaron mis pretensiones económicas para firmar el contrato. Hablé por teléfono con Alicia para ganar tiempo, nos pusimos de acuerdo, y al final me dijo que hablara con el administrador de la compañía para arreglarlo todo, y yo le comenté que, además de darme el gusto de bailar con ella, me extrañaba que encima me iban a pagar. Entonces arreglé mi posición de primer bailarín, el sueldo, el pasaje de ida y vuelta, y el pago del hotel. En ese momento en Cuba el peso cubano valía más que el dólar y se podía cambiar libremente. 

¿Qué diferencias encontró entre bailar en Argentina y bailar en Cuba?

Llegué en el año 1960. Desde un principio me fascinó el ambiente que se vivía en la compañía. Se sentía que todos los artistas colaboraban de una manera creativa, emocional, y con gran entusiasmo, para poder crear el ballet con repertorio clásico que estaban tratando de hacer, lo que contrastaba mucho con el ambiente del Teatro Colón, que, por su gran tradición, era más frío, y parecía que ya todo se había hecho, mientras que en Cuba se sentía que todo estaba por hacerse y que cada uno era muy importante en lo suyo. Los hombres tenían unas ganas enormes de bailar ballet clásico y, aunque buscaban su platita adicional en la televisión y en los shows de cabaret, venían a tomar las clases con más seriedad que en cualquier otra profesión, y me enamoré de esa pasión. También de que esta cubana, Alicia Alonso, con su nombre tan grande en Nueva York, en Argentina, y en todo el mundo, se estuviera destarrando la vida para sacar adelante el ballet en su islita. Ojalá yo amara a mi patria como Alicia ama a su Cuba, a la que ha dado su vida y arte. 

¿Por qué se marcha de Cuba?

No me quedó más remedio que poner los pros y los contras en una balanza, y dejarme guiar por la frialdad del peso. Los muchachos que yo vi crecer en la escuela de Cubanacán ya tenían bigotes; hombres con un estilo y técnica exquisitos, buenos partenaires como yo; elegantes, como yo, pero tenían algo mejor que yo: como buenos cubanos, era “graciosos”. Como tengo un gran instinto de conservación, me fui antes de que “me fueran”. Además, sentimentalmente ya me había divorciado de Laura Alonso, y mi mamá en Argentina me necesitaba más que nunca a su lado. Dije: “Gracias, Cuba”, y emprendí la gran coda. Me fui con la gran satisfacción de dejar un relevo que creció viéndome bailar.

Después que me fui de Cuba, cuando me tocaba pensar en lo que viví acá, me parecía una ilusión óptica, porque hasta el último cuerpo de baile tenía calidad.

(El legado de Rodolfo en el estilo del baile masculino cubano ha sido reconocido por Ramona de Sáa, directora de la Escuela Nacional de Ballet desde 1975, y por la propia Alicia Alonso: la manera de desplazarse en la escena, los giros y saltos, el acompañamiento en el pas de deux. Una manera auténtica que partió de su propia personalidad y que se transmitió también a los jóvenes bailarines de entonces. Durante su estancia en La Habana, en 2012, los muchachos del ballet llegaban hasta el Hotel Presidente solo para saludarlo, porque alguien les contó que vienen de él muchas de las piruetas que aprenden y el modo distintivo con que los cubanos hacen girar a la bailarina) 

¿Cuál es el mejor recuerdo que guarda de esos ocho años en que bailó con Alicia en el Ballet Nacional de Cuba?

Mis mejores recuerdos son dos: la primera vez que me di cuenta de que estaba bailando con Alicia Alonso, y el segundo mejor recuerdo, el saber que, con la ayuda de Dios, pude estar a su altura, porque cuando se baila con una estrella como ella, uno corre el riesgo de pasar inadvertido, pero, afortunadamente, salí airoso de ese reto. Casi todo en el ballet cubano viene de Alicia Alonso. Tuvieron a quien seguir. La limpieza de la quinta posición, el señorío en escena, lo tomaron de ella. Las cubanas tienen una feminidad peligrosa, y eso llega a la danza, pero la calidez, la fineza de los cuerpos, nace a partir del modelo de Alicia, de la imagen que siempre han tenido de lo que es una bailarina clásica. Compartir la escena con ella lo considero un triunfo, y los tres meses pactados en el contrato se convirtieron en ocho años, sin importarme perder todo lo que tenía en Buenos Aires: una novia buena, el retiro en el Colón, un apartamento… Me impulsó el gran prestigio de Alicia y lo que me gustaba verla en escena; en esa etapa de mi vida, todos fueron grandes momentos, por ser muy creativos. Día a día se desbordaba mi ego, al poder alcanzar importantes logros artísticos y continuar mi aprendizaje en escena al lado de dos artistas geniales, que frente a mí, en plena función, enriquecían los personajes que interpretaban. En Coppelia, Swanilda y el doctor Coppelius; en La fille mal gardée, Lissette y Mamá Simone. Me estoy refiriendo a Alicia Alonso y a José Parés, a quienes tanto les debe la danza.

En cuanto a mi Albrecht en Giselle, cuando en 1960 llegué al Ballet Nacional de Cuba, Alicia me dijo: “Rodolfo, lo que monté en el Colón en 1958 tómalo como base, pero no como algo definitivo. Quiero que sepas que aquí nadie te puede obligar a hacer algo, artísticamente hablando, si no estás de acuerdo, y cuando digo ‘nadie’, es nadie. Vamos a estar solos para probar los pasos, la mímica; para ir montando en la coreografía lo que nos va como pareja, ¿te parece bien?”.

Desde ese primer ensayo con Alicia fui creando mi Albrecht, y, siguiendo el ejemplo de ella, analicé a fondo todos los personajes de la obra para conectarlos al mío, y así fue que fui perfeccionándolo para estar a la altura de quien es, sin lugar a dudas, su mejor intérprete y la autora de la mejor versión coreográfica –insuperable a mi juicio– que existe hasta el momento de la obra. No en balde el Ballet de la Ópera de París le encomendó el montaje de su versión nada menos que en la cuna de este inmortal ballet romántico.

Tras mi partida de Cuba, me llamaron de otras compañías para montar Giselle, pero era para parecerse a los cubanos; bailarinas buenísimas me pedían que les enseñara el modo de bailar de Alicia, y no hay plata que me pague esa deslealtad. 

¿Llegar a ser un primer bailarín reconocido internacionalmente fue muy diferente a como usted se lo imaginabas cuando estaba entrenándose, antes de ser una estrella?

Ya que me has hecho una pregunta inteligente, te voy a contestar con una respuesta real: Yo desde que comencé a bailar lo hice para mí. Siempre bailaba porque me gustaba hacerlo; no bailaba para el público, no bailaba para el coreógrafo, no bailaba para los críticos: bailaba para mi compañera de escena y para mí. Parece un poco complicado, pero así era. Por eso no me importaba si en la platea había personajes buenos o malos; yo sencillamente vivía mi fantasía. Nunca me entrené para ser primer bailarín; los roles me fueron cayendo porque así lo consideraban los maestros y los coreógrafos, y el llegar a ser una figura internacional fue sencillamente porque compartía la escena con una bailarina con un gran reconocimiento a nivel mundial. 

¿Cuáles fueron las actuaciones más inolvidables de su carrera?

Una de las actuaciones más inolvidables de mi vida –por inesperada– fue bailar en el Teatro Kírov de Leningrado (hoy Teatro Marinski de San Petersburgo) en una noche de gala, y bailar Coppelia con Alicia y el Ballet Nacional de Cuba en el Teatro Bolshói de Moscú; y no una, sino muchas veces, compartir la escena en ballets del repertorio clásico universal con Alicia Alonso y José Parés, por su gran creatividad. Eran todas noches inolvidables, en Coppelia y en La fille mal gardée.

Cuando me preguntan qué aprendí de Alicia respondo que nada, lo cual es una mentira, pero también es una realidad. Sus mañas se me fueron pegando como la gripe, pero nunca me hizo una corrección que me hiciera sentir menospreciado. Aprendí de ella y de José Parés, porque verlos bailar era una escuela; ¡cómo creaban en el escenario!

Los rusos sacaban películas de nosotros para luego estudiarlas. Recuerdo que Rudolf Núreyev le comentó una vez a un amigo común sobre mí: “Rodolfo, ¡con tan poco hace tanto!”. Fue uno de los más grandes halagos que me hicieron, porque quiso decir que con poca técnica lograba expresarme, porque la técnica no tiene que ser un fin, sino un medio para todas las artes. 

¿Qué rol significó para usted el reto más arduo y el desafío más grande?

Yo le tenía una gran admiración y un gran respeto al ballet Apolo Musageta –de Balanchine, con música de Igor Stravinski–; la obra y el estilo me parecían geniales e inalcanzables. Cuando me ofrecieron hacerlo en el Teatro Colón de Buenos Aires, tuve miedo de no estar a la altura, pero con el trabajo de Serge Lifar –que fue quien me lo montó– pude sacarlo adelante, a la altura de las circunstancias, pero siempre sentí que la obra no la dominaba. 

¿Qué bailarines fueron su más grande inspiración?

De joven, ninguno. Sin copiar, me gustaba el estilo de un actor de Hollywood: Errol Flynn, y en la actuación trataba de aplicar su estilo; otro era el Hamlet de Laurence Olivier, y Douglas Fairbanks –padre e hijo–, quienes, al revés, sentía que copiaban el estilo de los bailarines.

De mayor, supe valorar en todas sus dimensiones a Serge Lifar, Mijaíl Baríshnikov, Rudolf Núreyev y Vladimir Vasíliev, primeros bailarines por título y estrellas por decreto del público. 

¿En qué paso de ballet se sentías más cómodo?

Yo tenía una facilidad grande para la pequeña y gran batería. Cuando se puso de moda lo que yo denomino como “la nueva ola de la técnica clásica para los hombres” –en la que se resaltaban las combinaciones de pirouettes y giros en el aire y en el piso–, y yo de ninguna manera podía competir, me dediqué a estudiar lo que estaban desechando de la técnica clásica, y por suerte pude comprobar que era la gran batería. Supe aprovechar esas circunstancias no buscadas y enriquecí todas las variaciones de mis ballets de repertorio con gran batería. Creo que me fue bastante bien; nadie se quejó. También para el salto, y saber caer con demi plié le daba una suavidad al final que lo hacía ver muy elegante, como si no costara gran esfuerzo…

(Nota del entrevistador: Batería: Se entiende por tal el cruce o choque de las piernas en el aire durante un salto. Estos choques o cruces pueden ser simples o múltiples) 

¿Cuál era su escape preferido del mundo del ballet?

En general, para las personas como yo, lo usual es escuchar música clásica, ver teatro, disfrutar la ópera, practicar algún deporte como tennis y golf. En mi caso, mi actividad diaria para distraerme era escuchar tangos, folclor, y entretenerme viendo boxeo y fútbol, aunque no practicaba ningún deporte. Y el sumo placer, poder visitar los museos famosos. 

¿Tuvo alguna experiencia cómica o inesperada durante un ensayo o durante una función?

En Dresde, en pleno adagio del segundo acto de El lago de los cisnes, un bombero uniformado cruzó todo el escenario, mirando hacia arriba, los decorados y los aparatos eléctricos. Al pasar cerca nuestro, nos saludó militarmente y siguió en lo suyo, y tanto el público como nosotros nos quedamos azorados. Un periodista comentó después sobre “el gran poder de concentración de estos grandes bailarines cubanos, que no se dieron cuenta de lo que estaba pasando en el escenario”. 

¿Le resultó muy difícil aceptar la idea de que el momento del retiro como bailarín había llegado?

No, en absoluto. Me retiré con las botas puestas a los 38 años, todavía entero, pero como soy un bohemio formal siempre he odiado hacer el ridículo, y hacerlo por cuatro pesos es una prostitución. Me retiré porque no se daban las condiciones para poder interpretar los ballets que más me gustaban como yo había conseguido hacerlos. Aunque cueste trabajo entenderlo, yo siento que el ballet clásico de repertorio universal es de conjunto; distintos roles, sí, pero el trabajo de la obra es de conjunto, y no conseguía ese ambiente de conjunto que me gusta, y como yo no estoy de acuerdo con eso de dirigir y actuar, preferí dejar de actuar. 

¿De qué manera el ballet le ha hecho el hombre que es usted hoy?

Se habrán dado cuenta de que mi vida artística y mi vida personal es una sola. Nunca tuve una vida “personal” y otra vida “artística”, Dios me ha bendecido con que una no moleste a la otra. A pesar de que yo creo no tener ego, me doy cuenta de que es imposible no tenerlo. Aunque parezca un poco ridículo, todo empezó desde los 17 años, y parece que va a terminar con el ballet. 

¿Cuál considera que ha sido tu máximo logro en su carrera y en su vida personal?

Sin ninguna duda, llevar 65 años haciendo lo que me gusta; mi vida personal y artística, como ya dije, ha sido una sola. Yo siento profundamente la mano de Dios muy positiva en toda mi vida. En mi carrera, tu “islita” me dio a la bailarina de mi vida, Alicia Alonso, y en lo personal, a la mujer de mi vida, Mercedes Barrios, mi alma gemela, linda por fuera, bella por dentro. Dios permitió que nos amáramos por 46 años con su bendición. Gracias, Dios mío. 

¿Qué les aconsejas a los jóvenes bailarines que comienzan?

A los jóvenes que comienzan les aconsejo sentido autocrítico; que se den cuenta de si tienen condiciones reales para el baile, oído musical o no; y si su cuerpo es apropiado para bailar. El buen bailarín debe descubrir que le gusta el baile, llegar a entenderlo, pero de nada vale si no se sacrifica. Si le gusta solo para que lo aplaudan o para hacerse rico, que no baile. Pero si de verdad quiere dedicarse al ballet debe ir a clase todos los días. Aunque tenga un físico privilegiado, si no se ensaya a diario, nada se logra.

El ballet es una cosa muy seria. Aunque no esté de moda, es una de las artes más completas y complejas. Combina un buen argumento, buena música, la coreografía, el diseño del vestuario, la escenografía, el diseño de luces y una zapatería acorde con todo eso. Después se necesita el público, porque los artistas no somos nada sin esa droga maldita que se llama aplausos. Cuando los escuchamos, todos los esfuerzos, todos los disgustos y todo ese trabajo duro y los dolores valieron bien la pena.

Los que quieren estudiar en Cuba deben saber además que viven en un medio donde se conoce muy bien lo que se está haciendo. La Escuela Cubana de Ballet existe por los grandes maestros que se han formado de esta manera, mas existe la deuda de escribir esa historia y metodología, pues hasta que no esté en blanco y negro, la escuela no existe, no podemos seguirla.

Han dado grandes maestros que han dejado un legado de mucha seriedad, obsesionados con la limpieza del baile, con la técnica. Solo te voy a nombrar los contemporáneos míos: Alberto Alonso, Fernando Alonso, José Parés, Joaquín Banegas y Ramona de Sáa, iniciadora de casi todos los grandes, orfebre de casi todas las “joyas” de la compañía, no solo de “las Cuatro Joyas”: Aurora Bosch, Loipa Aráujo, Mirtha Plá y Josefina Méndez. Ellos son la Escuela Cubana de Ballet, más la base de Alicia. Todos se destacan, sobre todo, por las ganas de bailar. 

¿Qué deseas en un futuro próximo para Cuba, Venezuela y Argentina?

Primero que todo, libertad, democracia y prosperidad económica, y ya en el campo del ballet clásico, mi mayor deseo es que en Cuba sigan mejorando todo lo relacionado con este arte, que no se pierda nunca el gran legado de Alicia, Fernando y Alberto; en Venezuela, donde yo colaboré mucho con el maestro Vicente Nebreda –creé el Ballet del Teatro “Teresa Carreño” de Caracas y fui su primer director artístico–, que siga desarrollándose todo lo relacionado con la danza, que sigan adelante sobre esa base; y en Buenos Aires, que “mi gran madre”, el Teatro Colón, siga creando –o pariendo– grandes bailarines, como lo ha hecho hasta ahora. Es el deseo de un artista bohemio y formal.


Monday, August 22, 2016

(Miami) Baltasar Santiago Martin presenta su nuevo libro "Visión 21/21. Intimidades de la escena y otros foros del arte"



El Centro Cultural Hispano para las Artes de Miami, dirigido por el maestro Pedro Pablo Peña, la Fundación APOGEO para el arte público y la Fundación de las Américas tienen el gusto de invitarle a la presentación del libro Visión 21/21. Intimidades de la escena y otros foros del arte (Linden Lane Press. Edición 2013/2016), en el marco del XXI Festival Internacional de Ballet de Miami.

Fecha: Jueves 8 de septiembre de 2016
Hora: 8:30 p.m.
Lugar: Centro Cultural Hispano para las Artes de Miami
111 SW 5th Ave., Miami, FL. 33130

Entrada y estacionamiento gratis

Ballet Royalty en La Habana (Video)



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El canadiense Mathew Golding está llamado a ser la gran referencia masculina de la nueva generación de bailarines principales del Royal Ballet de Londres, la principal compañía danzaria clásica del Reino Unido

El danzante llegó a La Habana por vez primera para formar parte de la gala Ballet Royalty que se realizaró la noche del 20 de agosto en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

«Siempre he sido un admirador del ballet cubano, su registro, pasión y disciplina por el ballet clásico. Creo que entre las cosas que diferencia al bailarín cubano del resto, está la parte técnica. Por ejemplo los hombres, desde bien jóvenes, enseñan la línea, las formas, tienen unos giros y saltos impresionantes, que siempre los han tenido en una escala diferente. Siempre tienen respeto por el estilo, además de un espíritu de trabajo impresionante». (Leer texto completo en Juventud Rebelde)

Thursday, August 11, 2016

La importancia del calostro emocional (por Christina Balinotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada a la familia por la Dra. Christina Balinotti (https://www.facebook.com/christina.balinotti), quien ha aceptado la invitación a compartir cada jueves, un tema relacionado con su proyecto Universidad de la Familia. Este programa académico comenzará a funcionar en Miami el próximo mes de agosto, con un programa extenso de 45 semanas, en la Humboldt International University.

El texto de esta semana forma parte de su libro De Madres a Hijas, el ABC de la Familia (Alexandria Library, 2015).Los libros de la Dra. Christina Balinotti se pueden adquirir en Amazon en este enlace


Tu niño estuvo en tu panza. Conoce tus olores, los ritmos de tu corazón, el sonido lejano de tus palabras que lo pacifican. Que le resuenan. Todo ello es familiar para él. ¿Has visto de qué forma se tranquiliza sobre tu pecho? De a poco y, gracias a este apego y consistencia, a no pasar de mano en mano, una oscura conciencia de realidad surgirá lentamente. Sin la constancia y tonalidad de tu presencia las cosas avanzarán, sin duda, pero de manera deficiente. ¿Alguna vez sufriste el cambio continuo de profesores en tus años estudiantiles? Te ofrezco ésta débil e insuficiente analogía con el fin de dibujar una comprensión aproximada. Luego de acostumbrarte a sus explicaciones. A sus pausas y resúmenes, venía el reemplazo y una nueva adaptación. He conocido personas que, por motivos laborales, se mudan varias veces al año. Si trasladamos estas frágiles comparaciones a la escala de necesidades del bebé, impotente y acuciado por tensiones orgánicas que no sabe procesar, el resultado es trágico. Al menos tú, como adulto, tienes un Yo, una personalidad. Tal vez no te conozcas demasiado, en tus deseos más profundos, pero puedes comprender la realidad. Posees defensas contra la ansiedad y la pérdida. Tienes lenguaje para expresar enojo y aliviarlo a través de las palabras. El pequeño sólo te tiene a ti para significar su realidad. No es conveniente que, de manera constante, pase de brazo en brazo, porque esto significaría regresar siempre al punto de partida. Si has logrado desarrollar un robusto instinto materno, estarás en condiciones de sostener y abrigar a tu hijo como ninguna persona podrá hacerlo. Sólo tú eres capaz de identificarte, quiero decir, comprender, sus estados de ánimo. Empatizar con él lo denomino calostro emocional, que, al igual que la leche materna, es una vacuna fabulosa y gratuita que dura toda la vida. No retires el pecho psicológico antes de tiempo. Tampoco lo perpetúes. Ni consentido ni descuidado. Término medio. Balance. No se trata de pasar el día entero, físicamente pegada al bebé, como escuché decir a una joven, ¡Sin mi día off! El niño debe saberte cerca pero no aglutinada. Necesita tu presencia-ausencia. Saber que te encuentras en la casa, trabajando tal vez, en tu computadora, y que acudirás cuando necesite satisfacer sus necesidades de alimentación, de juegos y de caricias. Enséñale, con paciencia, a dormir en su cuarto. Sé que es más fácil, llevarlo a tu cama cuando llora por las noches, pero debes pensar en él. En lo que es mejor para su desarrollo psicológico y acostumbrarlo a este hábito de salud emocional. Sabes, el deseo de ser alguien en la vida, surge de la falta. De la carencia. De un grado de frustración. No hablo de la carencia de necesidades básicas. Ni de tu ausencia full time del hogar durante sus primeros 6 años. El deseo de autonomía personal y autoestima, nace de una educación equilibrada. Saber, como madre, qué ofrecer y qué limitar. Por esta razón, es importante, establecer un sano término medio que, luego cuando el pequeño crezca, extenderás a sus demandas de regalos o salidas. Recuerda, ni poco ni mucho. Evita la desmesura en tus conductas parentales. La famosa hibris de la que hablaban los griegos.

Concluimos, entonces, que el ser humano, durante sus primeros años, necesita suplir una serie de necesidades básicas, de supervivencia y crecimiento, entre las que se encuentra la necesidad de tener una madre cercana, envuelta en el día a día de su evolución, en lugar de un cuidador o sustituto como se dice ahora. Este es un derecho del hijo y un deber de toda madre. Amiga mujer, si tu vocación profesional es muy fuerte o no has desarrollado el instinto maternal, no tengas hijos. No te dejes llevar por el qué dirán. No sientas culpa. La familia, los amigos y la cultura nos recuerdan, a cada momento, el imperativo biológico de ser madres. Una etapa maravillosa que debes disfrutar en plenitud solo si estás preparada y comprometida para ello. Si te encuentras en condiciones, de ofrecer, sin reparos, tu calostro emocional.



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Christina A. Balinotti: Escritora, Personalidad de Televisión y Radio. Experta en temas de Cultura y Psicología. Mujer de la Semana 2015 CNN Español. Pionera del Movimiento y Organización Femenidad Holística.

https://www.facebook.com/christina.balinotti
https://www.youtube.com/user/christina5679



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