Showing posts with label Proyecto Constitución Cuba. Show all posts
Showing posts with label Proyecto Constitución Cuba. Show all posts

Tuesday, February 25, 2020

El Padre Félix Varela: Constitución y Ciudadanía (por Roberto Méndez Martínez)

Nota: Agradezco a Roberto Méndez Martínez, que comparta con los lectores del blog el texto de su conferencia: El Padre Félix Varela: Constitución y Ciudadanía, que ofreció el pasado 23 de noviembre de 2018, en la Biblioteca del  Centro Cultural Padre Félix Varela, de la Arquidiócesis de La Habana. 



Plaza Padre Félix Varela
Catedral de San Agustín, Fl
------------------------


La palabra Constitución ha sido una de las más repetidas por los cubanos en los últimos meses. La reforma constitucional que en este momento se está elaborando ha motivado comentarios de personas de muy diversas posiciones políticas, dentro y fuera de la Isla. Si afirmáramos que no es la primera vez que en la historia cubana una Carta Magna se convierte en un suceso de primera importancia, seguramente muchos se retrotraerían a abril de 1869 cuando se forjó la Constitución de Guáimaro(1), o a los movidos debates durante la elaboración de la primera Ley de leyes republicana en 1901 y, todavía más, a las novedades que trajo a la vida pública insular la de 1940, aunque su plena aplicación fuera una asignatura pendiente en nuestra vida pública. Sin embargo, el constitucionalismo en Cuba es muy anterior a la Asamblea de Guáimaro , por eso, entre varios ejemplos posibles, nos detendremos en la Constitución española de 1812 y en una figura insigne, el Padre Félix Varela, quien primero la estudió, comentó y enseñó durante el Trienio Liberal y luego, como diputado a Cortes, participó en los debates para su reajuste y aplicación en el territorio español. Esas experiencias marcarían decisivamente el resto de su existencia y no hay riesgo en afirmar que del Varela liberal y constitucionalista nacería el independentista más radical.

La Constitución de 1812 había surgido en un momento crítico para España, el de la invasión napoleónica. Fernando VII estuvo preso en Francia hasta la derrota francesa y en la Península gobernó en su nombre un Consejo de Regencia. Con la anuencia de este, en Cádiz, las Cortes promulgaron el 19 de marzo de tal año, en la festividad de San José, una constitución, que por eso tomaría el nombre popular de “La Pepa”.

El documento constaba de diez títulos y 384 artículos y era de una orientación política liberal moderada. En ella se declaraba que la soberanía residía esencialmente en la Nación y se encargaba de separar los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, a la manera de Montesquieu. El poder de legislar residía en las Cortes con la aprobación del Rey, el ejecutivo en el monarca con sus ministros y el judicial en los tribunales civiles establecidos. Se estableció un sistema unicameral, por temor a que si existían una cámara alta y una baja como en Inglaterra, el Rey y la nobleza impusieran una asamblea de notables que con sus posiciones conservadoras coartara las facultades de la otra. En modo alguno era una constitución jacobina, de hecho, ni siquiera era laica, pues no separaba Iglesia de Estado, más aún mantuvo a España como un estado confesional, con la religión católica como oficial y tampoco pretendió abolir el régimen monárquico, sino que estableció una “monarquía moderada hereditaria”.

Si bien los constituyentes tuvieron como modelo las cartas magnas de Francia en 1791 y la de Estados Unidos, asumieron también gran número de elementos de la tradición jurídica española. No establecieron un listado de derechos del hombre, pero a lo largo de su texto aparecen algunos como el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad.

Su vigencia fue muy breve, cuando Fernando VII logró retornar tras la derrota de los invasores franceses, en la primavera de 1814, se negó a jurar la Constitución y la hizo derogar, con el apoyo de la nobleza, buena parte del clero y hasta de las masas populares, que veían en los constitucionalistas a una élite intelectual peligrosa e impía y reclamaban a voces el restablecimiento de la Inquisición.

“La Pepa” volvería a la luz tras seis años de despiadado absolutismo, gracias al movimiento desencadenado por el general Rafael Riego, quien el 1 de enero de 1820 se sublevó en Cabezas de San Juan, Sevilla, apoyado por el Regimiento de Asturias, negados a embarcar a América para combatir los alzamientos independentistas. En los días que siguieron se sumaron a la rebelión otros cuerpos militares, unidos bajo el reclamo de restablecer la Constitución. Fernando VII temió terminar como su pariente Luis XVI y, con más miedo que convencimiento, juró el 9 de marzo fidelidad a la Carta Magna ante las Cortes establecidas en Madrid y se estableció el gabinete de ministros que con él gobernaría. Este nuevo orden se sostendría apenas hasta fines de 1823 y se conocería como Trienio Liberal.

La noticia de estos sucesos solo se conoció en La Habana el 15 de abril de 1820 y funcionó como una reacción química en cadena. Al día siguiente se sublevó el Batallón de los Catalanes, sus miembros irrumpieron con violencia en el palacio del gobernador Cajigal, lo amenazaron con un puñal y lo obligaron a declararse fiel a la Constitución en la Plaza de Armas. El asunto se legalizó el 17 cuando el anciano jefe juró en la Catedral, ante un crucifijo y con la presencia del obispo Juan José Díaz de Espada, ser fiel al documento que parecía poner fin al absolutismo monárquico. Se dice que durante la ceremonia ambos temblaban.

Tales temores parecían más que justificados. En el terreno militar se produjeron confrontaciones, dentro y fuera de La Habana, entre los leales a Fernando y los seguidores de Riego. Si cabe, esto todavía fue más insidioso en el plano civil, los grandes hacendados criollos, entre ellos su vocero ideológico Francisco de Arango y Parreño, eran partidarios del absolutismo, pues tenían fuertes acuerdos con el Trono, beneficiosos para su economía, sin embargo, muchos comerciantes peninsulares, aliados con sus colegas de España, buscaban romper el monopolio de los sacarócratas y beneficiarse personalmente con ciertos privilegios de la nueva situación, eran llamados “el partido de los uñas sucias” y tomaron como cabeza de ellos a un sacerdote español, escandaloso y grosero, Tomás Gutiérrez de Piñeres, quien dirigió verdaderas algaradas callejeras y riñas tumultuarias, y fue abierto enemigo de Arango y de Varela.

De acuerdo con el artículo 368 de la Carta, era preciso establecer Cátedras de Constitución “en todas las universidades y establecimientos literarios, donde se enseñen las ciencias eclesiásticas y políticas”(2) y así lo dispuso un Real Decreto del 24 de abril de 1820. El 11 de septiembre siguiente la Sociedad Patriótica tomó cartas en el asunto, el Intendente de Hacienda Alejandro Ramírez, temeroso de que la iniciativa fuese arrebatada por la Universidad, sabedor de que los dominicos que la regían eran contrarios al régimen constitucional, encargó del asunto al obispo Espada, a quien se pidió que redactara el reglamento de la Cátedra y la estableciera en el Seminario. La Sociedad correría con los gastos.

El 18 de octubre ya se había aprobado el Reglamento en una junta de la Sociedad y se convocó a oposiciones para nombrar el catedrático. Es el momento en el que el Obispo indica al joven sacerdote Varela que aspire a tal cargo. Con su autoridad venció las reticencias de este, que no se sentía preparado en asuntos jurídicos y lo obligó a presentarse a los ejercicios, junto a otros candidatos quienes, en la víspera de ellos, se retrajeron para que el Maestro accediera sin dificultades al puesto. Tomo posesión de él el 7 de enero y las clases se iniciaron el 18 de ese mes, en el Aula Magna del Seminario que era por entonces una pieza larga y estrecha con ventanas al puerto, ubicada donde está hoy la entrada principal del edificio. Se pudo admitir una matrícula de 193 personas, de los que, por cierto, apenas 41 habían sido antes alumnos de Varela en Filosofía. Como asegura José Ignacio Rodríguez en su biografía del Maestro:
Además de los alumnos, era tan grande el concurso de pueblo que concurría a estas lecciones de política, como se las solía denominar, que aunque el local escogido para darlas era el aula magna del Colegio, los asientos todos de las bancas estaban ocupados, y “un público numeroso se agrupaba á la puerta y á las ventanas, manteniéndose allí de pie por una hora, para tener el gusto de escucharle."(3)
Asombra cómo el novel catedrático pudo preparar en tan corto tiempo tal curso. Es evidente que no solo se estudió el texto constitucional, sino que revisó el Diario de Sesiones de las Cortes entre 1812 y 1814 para conocer los criterios particulares de los legisladores y los debates generados en diversos aspectos fundamentales. Además, su experiencia como profesor de Filosofía le había permitido acumular amplias lecturas que iban desde el Leviatán de Hobbes a los Tratados sobre el gobierno civil de Locke, el Espíritu de las leyes de Montesquieu, clásicos ya en materia de política, pero también queda claro que estaba asombrosamente actualizado, como para citar a su contemporáneo Benjamin Constant, autor de obras que por entonces eran novedades en el mundo como los Principios de política aplicables a todos los gobiernos representativos, publicados en 1815, y el Curso de política constitucional que había visto la luz entre 1818 y 1820, lo cual era absolutamente asombroso para alguien que no había salido de una colonia española.

En el discurso o prima lectio con el que inauguró el curso destacó las razones para la existencia de la Cátedra:
Yo llamaría a esta cátedra, la cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales, de la regeneración de la ilustre España, la fuente de las virtudes cívicas, la base del gran edificio de nuestra felicidad, la que por primera vez ha conciliado entre nosotros las leyes con la Filosofía, que es decir, las ha hecho leyes; la que contiene al fanático y déspota, estableciendo y conservando la Religión Santa y el sabio Gobierno; la que se opone a los atentados de las naciones extranjeras, presentando al pueblo español no como una tribu de salvajes con visos de civilización, sino como es en sí, generoso, magnánimo, justo e ilustrado.(4)
Nótese, en primer término, que no hace alusión al nacimiento de la cátedra por Real Orden, ni siquiera a la coyuntural circunstancia de Cuba, sino a algo más general, el hecho de la existencia de una Constitución como fuente de virtudes cívicas, que ha opuesto al despotismo un gobierno que no atenta contra la religión ni imita el ejemplo de la Francia revolucionaria durante el Terror instaurado por la Convención jacobina, regicida y anticristiana. Obsérvese que el político Varela sigue siendo el profesor de Filosofía que se preocupa por formar valores en sus alumnos. Las lecciones que va a impartir, más que de comentario literal de la Carta son en realidad clases de cívica, las primeras que se ofrezcan de forma sistemática en Cuba colonial y no responden a un espíritu partidista: Varela no se ha unido a los constitucionalistas escandalosos de Piñeres, ni al bando absolutista de los hacendados. Es un liberal moderado, un reformista avanzado, alguien que conjuga religión y civilidad para evitar las violencias de los extremistas de uno y otro bando.

Conocemos de primera mano el programa del curso porque él lo detalla en otro pasaje de su peroración:
Expondremos con exactitud lo que se entiende por Constitución política, y su diferencia del Código civil y de la Política general, sus fundamentos, lo que propiamente le pertenece, y lo que es extraño a su naturaleza, el origen y constitutivo de la soberanía, sus diversas formas en el pacto social, la división y el equilibrio de los poderes, la naturaleza del gobierno representativo, y los diversos sistemas de elecciones, la iniciativa y sanción de las leyes, la diferencia entre el veto absoluto y temporal, y los efectos de ambos, la verdadera naturaleza de la libertad nacional e individual, y cuáles son los límites de cada una de ellas, la distinción entre derechos y garantías, así como entre derechos políticos y civiles, la armonía entre la fuerza física protectora de la ley, y la fuerza moral.(5)
Seguidamente advirtió a su alumnado de la inexistencia de un libro de texto, algo explicable si se tiene cuente el brevísimo tiempo que tuvo para preparar su curso. Pero hasta de esa carencia hace una virtud, en vez de impartir una materia convencional que los discípulos aprendan mecánicamente para examinar, va a sustituir la memoria por el debate: “en lo sucesivo no será la memoria, que es la más débil de las operaciones del alma, sino los sentidos con repetidas impresiones, el órgano de nuestra inteligencia.”(6) Lo que se proponía el educador no era que los matriculados pudieran repetir un prontuario de categorías políticas y principios jurídicos, sino que mediante el intercambio modelaran su conciencia como ciudadanos.


Si bien Varela no pudo escribir de forma detallada las lecciones de su curso como había hecho con las de Filosofía, dio a la luz en ese mismo año 1821 un folleto titulado Observaciones sobre la constitución política de la monarquía española(7), compuesto por una breve Introducción y diez observaciones que nos ilustran sobre los contenidos e ideas que trasmitía a sus alumnos. La novedad de estas opiniones en el foro cubano, su audacia y alcance, merecen que nos detengamos en algunas de ellas.

En la Observación primera se dedica al tema de la Soberanía. Apoya el artículo 3 de la Constitución que deposita ésta en la Nación y, a propósito, desde el primer párrafo cuestiona la autoridad de los reyes, que obtienen su poder por la fuerza o por “renuncia voluntaria de los individuos de una parte de su libertad”(9), es decir, se refiere al “contrato social”, tal y como lo habían defendido los contractualistas europeos, pero asocia esto no con un supuesto estado de salvajismo inicial, a la manera de Rousseau, sino con el Génesis, la autoridad de los patriarcas y el surgimiento de las tribus.

Define con mucha claridad que:
Nada más razonable y justo; pues si el pueblo es quien ha de renunciar una parte de su libertad voluntariamente, y no por violencias tiránicas, contrarias a toda justicia y razón, a él toca exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales, que incluyen estos derechos renunciados, esta parte de libertad que pierde cada individuo en favor de la sociedad, y en él reside esencialmente la soberanía, que no es otra cosa sino el primer poder y el origen de los demás.(9)
Varela refuta la doctrina del derecho divino de los reyes apoyado en la Sagrada Escritura, incluso en el pasaje más citado a favor de éste que es Carta a los Romanos (13,1-2)(10). Sigue un camino semejante al del teólogo y jurista español Francisco Suárez (1548-1617) en su Tratado de las leyes (1612) que se atiene al principio contractualista y considera que el carácter del Estado es humano y no divino. Difiere radicalmente del obispo francés Jacques Bossuet (1652-1704) quien en su “Discurso sobre la Historia Universal” (1681) interpreta de manera tendenciosa La ciudad de Dios de San Agustín para afirmar que la historia está dirigida por la Providencia quien coloca a los reyes en sus tronos desde los que deben hacerse aconsejar por los obispos. De modo que Varela, sin decirlo, rechaza el primer título de las monarquías absolutas: “Por la gracia de Dios”.

Quizá sin tenerlo muy claro se ha unido al ala más liberal de los constituyentes de 1812: el canónigo Diego Muñoz Torrero, Agustín Argüelles, el Conde de Toreno, Antonio Alcalá Galiano y el poeta Manuel José Quintana, cuando afirma:
Demos, pues, al César lo que es del César, que se reduce a una potestad temporal conferida por los pueblos, y que ningún individuo debe desobedecer. Demos a Dios lo que es de Dios, observando su santa ley y los deberes esenciales de justicia en cualquiera forma de sociedad; pero jamás se diga que un Dios justo y piadoso ha querido privar a los hombres de los derechos, que él mismo les dio por naturaleza, y que erigiendo un tirano, los ha hecho esclavos. El lenguaje de la adulación será muy distinto; pero éste es el de la verdadera religión.(11)
En la “Observación segunda” se ocupa de la Libertad y la Igualdad. Valora positivamente los límites que pone la Constitución a la autoridad real (Título IV, Capítulo I, Artículo 172) y se apoya en sus lecturas de Constant y Montesquieu para definir la libertad:
El célebre Benjamín Constant nos presenta una definición exacta de ella, diciendo que consiste en practicar lo que la sociedad no tiene derecho de impedir. Montesquieu la había definido: el derecho de hacer lo que las leyes permiten; pero como observa el citado Constant, en esta definición se expresa lo que no puede hacer el ciudadano, pero no lo que no pueden mandar las leyes; y si éstas, por el influjo de los gobernantes, llegan a multiplicarse y atacar los derechos de los ciudadanos, queda destruida la libertad nacional e individual de un modo el más sensible; pues se obliga al pueblo, como soberano, a que ejerza su tiranía sobre el mismo.(12)
De esto mismo deriva la diferencia entre el ejercicio de la soberanía por el Gobierno y su posesión con exclusividad:
El gobierno ejerce funciones de soberanía; no las posee, ni puede decirse dueño de ellas. El hombre libre que vive en una sociedad justa, no obedece sino a la ley; mandarle invocando otro nombre, es valerse de uno de los muchos prestigios de la tiranía, que sólo producen su efecto en almas débiles. El hombre no manda a otro hombre; la ley los manda a todos.(13)
Así mismo, el pedagogo va al núcleo mismo de la Igualdad al definirla como “el derecho [de cada uno] de que se aprecien sus perfecciones y méritos del mismo modo que otros iguales que se hallen en cualquier individuo”(14). Todo esto nos prepara para las líneas finales del epígrafe, que con su sintética brillantez son de elocuencia tal que deberían estar grabadas en todos aquellos sitios donde se legisla:
Una sociedad en que los derechos individuales son respetados, es una sociedad de hombres libres, y ésta, ¿de quién podrá ser esclava, teniendo en sí una fuerza moral irresistible, por la unidad de opinión, y una fuerza física, no menos formidable, por el denuedo con que cada uno de sus miembros le presta a la defensa de la patria? ¿Podrá temerse que sufran las cadenas de la tiranía? La independencia y libertad nacional son hijas de la libertad individual, y consisten en que una nación no se reconozca súbdita de otra alguna, que pueda darse a sí misma sus leyes, sin dar influencia a un poder extranjero, y que en todos sus actos sólo consulte a su voluntad, arreglándola únicamente a los principios de justicia, para no infringir derechos ajenos.(15)
En la tercera de las Observaciones define una constitución política como “un conjunto de normas sabias que presenten de un modo constante los deberes sociales, recordando siempre el pacto solemne que ha hecho la sociedad con su gobierno”(16)  y a la vista de otras que conoce, destaca lo adecuado de la Constitución que les ocupa para las características de España pues “presenta la verdadera forma o carácter público de la nación española y que detalla, breve y claramente, las libertades nacionales imprescriptibles, los deberes del rey para con el pueblo y los de este para aquél.”(17)  Para él, esta puede alejar los dos grandes peligros sociales, la tiranía y la anarquía.

No es posible seguir al detalle cada una de las sustanciosas consideraciones que contiene el folleto, habría que organizar para ello otro curso de Constitución. El maestro es partidario de la división de los poderes: legislativo, ejecutivo y judicial y de la función intermediaria del Rey entre ellos; por estas mismas razones apoya la monarquía constitucional aunque no sigue al Conde de Toreno en la noción de limitar al máximo las atribuciones del monarca porque le parece que pueden convertirse las Cortes en un “congreso exaltado”(18)  quizá pensando en los extremos poderes que llegó a atribuirse la Convención francesa entre 1792 y 1795, lo que incluyó la abolición de la monarquía y el proceso seguido al rey. Así mismo difiere de algunos radicales en que acepta la posibilidad del veto real a las leyes. No olvidemos que el pensador escribe desde Cuba, no conoce aún la condición moral de Fernando VII, ni podía adivinar cómo concluiría el Trienio liberal, con graves consecuencias para él mismo.

También está de acuerdo con las buenas razones para fijar un parlamento unicameral y las principales condiciones y facultades de los diputados, así como su inviolabilidad, salvo cuando atente contra la Constitución, lo que incluye el tema religioso:
Cuando la Constitución dice que la religión católica es la única verdadera, no la declara tal, sino que la supone ya declarada y admitida en todo el reino, y que es la voluntad nacional que se conserve perpetuamente, pues la declaración de puntos dogmáticos no pertenece sino a la Iglesia. Luego, cuando un diputado estableciere una discusión semejante, habría traspasado los límites que prefija la misma naturaleza de las Cortes, y está ya clara la perversidad de su intención.(19)
Esta parece una advertencia a las actitudes que pueden tener en las Cortes los liberales más exaltados, generalmente aquellos que militan en la masonería y son partidarios de medidas radicales como las tomadas en Francia revolucionaria.

Hay un detalle muy interesante en la Observación séptima. Los constituyentes procuraron vitalizar el funcionamiento de los tribunales españoles, proverbial por su lentitud. Para ello, algunos llegaron a afirmar que dos sentencias sobre un caso ya debían constituir ejecutoria, entre ellos, el sacerdote, poeta y legislador Juan Nicasio Gallego, quien elaboró unas tablas de probabilidades para intentar demostrar en las Cortes que a lo largo de cuatro instancias no hay mayores posibilidades de verdad que en dos. Lo interesante es que Varela no lo refuta desde el campo del Derecho sino desde la Lógica y las Matemáticas, a partir de la “teoría de las probabilidades” de Pierre Simon Laplace (1749-1827) que él había estudiado con sus alumnos en la sexta de sus Lecciones de Filosofía (1818-1820). Debemos aclarar que Laplace publicó en 1812 su Teoría analítica de las probabilidades y en 1814 el Ensayo filosófico sobre la probabilidad. Varela conocía ya la fórmula llamada “regla de sucesión de Laplace” para determinar las probabilidades de ocurrencia de un evento, lo que Gallego evidentemente ignoraba. También es curioso que lo citara porque el científico no incluía a Dios dentro de su Sistema del Mundo, ni siquiera como hipótesis, y hacía pública ostentación de su agnosticismo. Pero, en cualquier caso, es admirable lo actualizado de la erudición del presbítero cubano.

Apenas tres meses pudo el eminente maestro mantener su cátedra, porque el obispo Espada lo invitó y prácticamente lo obligó a que presentara su candidatura como Diputado a Cortes. Fue electo para ello el 13 de marzo y partió para la Península el 28 de abril. Nunca retornaría a Cuba. En las lecciones de Constitución lo sustituyó Nicolás Escovedo y Rivero (1795-1840), antiguo estudiante del Seminario y profesor de la Universidad, intelectual brillante a pesar de su grave debilidad visual, quien se mantuvo en la Cátedra hasta que el restablecimiento del absolutismo, a fines de 1823, obligó a clausurarla.

A pesar de su corta existencia, la Cátedra de Constitución constituyó una auténtica fuente de educación cívica para aquellos privilegiados que pudieron acudir a ella. Los que llegaron a sus bancos como súbditos, salieron de allí con la formación de ciudadanos. Tales enseñanzas calaron en algunos intelectuales como Luz y Caballero, Saco, Domingo del Monte y motivaron publicaciones como El Americano Libre (1822-23) y su continuador El Revisor político literario (1823). El largo decenio absolutista que seguiría satisfizo los intereses de los hacendados que pactaron con el monarca traidor muy a gusto, pero no extinguió la existencia de un ala reformista liberal y, por otro lado, un sentimiento separatista que se manifestaría en diversas conspiraciones o en el pensamiento de emigrados como el poeta José María Heredia. El esfuerzo no había sido inútil.

Varela se mantuvo muy activo durante su estancia española, aunque las elecciones para diputados de Cuba en 1821 fueron anuladas y, nuevamente electo en 1822, por ausencia de las credenciales no fue admitido en las Cortes junto con sus compañeros Tomás Gener y Leonardo Santos Suárez hasta el 2 de octubre, de modo que fueron legisladores por apenas un año. En ese período presentó al Director de Estudios, el poeta Manuel José Quintana, una memoria redactada a pedido del Obispo Espada, para que se convirtiera en universidad el Seminario de San Carlos.

En el parlamento, tuvo especial cuidado en no aliarse con los clérigos fanáticos, ni con los militaristas, ni con los liberales extremistas. Con energía y prudencia intervino cuando lo consideró necesario en las sesiones. Defendió los derechos del clero diocesano para que no fuera instrumentalizado por el Gobierno ni en su selección para cargos ni en la asignación o privación de recursos; abogó por los desterrados de la Península y por la rehabilitación de los presidiarios a través del trabajo; reclamó que los inmuebles y bienes de los conventos clausurados en Cuba se destinaran a la educación; estuvo alerta para evitar las excesivas facultades que algunos querían conceder al ejército.

Quizá lo más triste para él fue contemplar cómo, aún entre los legisladores más liberales, los asuntos de Cuba debían dejarse como estaban, o eran de ínfima importancia. El proyecto de autonomía en el que trabajó en comisión con otros diputados cubanos, un filipino y varios españoles, fue mandado a imprimir por la Cortes, pero nunca encontró espacio para su discusión; su propuesta para el reconocimiento de la independencia de aquellas naciones de América que ya de facto eran libres, tropezó con los prejuicios de la mayoría y aún el liberal Argüelles lo refutó con argumentos torpes como la falta de preparación de los americanos para la libertad. Nunca pudo presentar su proyecto de abolición de la esclavitud. Para colmo tuvo que asistir a largas sesiones en las que debió decepcionarse de nombres que la habían parecido venerables en la distancia y por aquel panorama caótico donde estaban representados todos los defectos humanos: la hipocresía, la venalidad, la violencia, el egoísmo e incluso las indignidades de varios miembros del clero. A pesar de ciertas elegantes piezas oratorias, aquel parlamento era un campo de batalla, dividido en bandos, mientras el Rey conspiraba con las potencias de la Santa Alianza y especialmente con su pariente Luis XVIII.

La estancia del Padre Varela en la Península no fue muy productiva desde el punto de vista pragmático, pero podemos manifestar que, entre 1821 y 1823, el educador fue educado con la observación de las circunstancias políticas de la Metrópoli y la apreciación de la conducta humana en ella. El que llegó a Cádiz el 7 de junio de 1821 no fue el mismo que huyó de esa ciudad alrededor del 3 de octubre de 1823 a Marruecos y Gibraltar, y de allí a Estados Unidos. Había arribado como un reformista liberal, aspirante a conseguir la autonomía de Cuba y partía, decepcionado absolutamente de la monarquía española y hasta de un amplio sector de los liberales, que no querían saber de libertades para las colonias. El terreno estaba abonado para el independentismo. A su llegada a Estados Unidos, proscrito, embargados sus bienes y condenado a muerte, como el resto de los diputados – unos 90- que habían votado el 11 de julio anterior por la inhabilitación del Monarca(20), podía suscribir la afirmación herediana: “Que no en vano entre Cuba y España/ Tiende inmenso sus olas el mar”

De La Habana había salido con honores y aplausos, al menos de la élite selecta que lo apoyaba. De Cádiz salió a escondidas, tras contemplar la desbandada de los diputados, el avance de las tropas de los Cien Mil Hijos de San Luis comandados por el Duque de Angulema(21) y al monarca traidor vitoreado por las turbas que reclamaban la monarquía absoluta y hasta el inmediato restablecimiento de la Inquisición.

El fin del año 1823 debió ser para Varela, ya en tierra fría y extranjera, algo así como la noche de Cristo en el huerto de Getsemaní. Estaba lejos de su obispo que parecía haberlo abandonado, pues, obligado por las circunstancias, celebró un Te Deum en la catedral habanera por el restablecimiento del absolutismo y escribió una carta pastoral alabando la invasión francesa a la Península. Sus discípulos se habían desbandado y los oligarcas criollos estaban de plácemes con Arango y Parreño. Al parecer todo estaba consumado.


Mas, en 1824, Varela se ha rehecho. Comienza a editar El Habanero, primero en Filadelfia y luego en New York, ya no es un legislador, es un político que ataca las máscaras de la doble moral; la hipocresía de los que prefieren las cajas de azúcar y los sacos de café a la libertad; se opone con energía a los proyectos de anexión de Cuba a nación alguna. Y cuando comprende que en la Isla no hay condiciones para la separación inmediata de España, escribe sus Cartas a Elpidio entre 1835 y 1838, para educar a la juventud en la virtud y en el amor a la patria. El hombre de leyes se ha probado en el dolor, ha conocido el mal de cerca y ahora parece resucitar, de nuevo como educador y en la labor pastoral de su sacerdocio. Ya no es diputado, sino padre y como tal instruye a los hijos para ser libres y piadosos. En los casi treinta años que residió en los Estados Unidos demostró que era a la vez patriota y santo.

En el verano de 1892, José Martí peregrinó a San Agustín de la Florida y después publicaría una corta crónica en Patria el 6 de agosto donde hay una caracterización sabia y fuerte del presbítero:
Allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee sino lo mismo que con nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer: los restos del Padre Varela.(22)
Unas líneas más adelante, después de fundar allí, en San Agustín, el club revolucionario “Padre Varela”, dice: “aquí estamos de guardia, velando los huesos del santo cubano, y no le hemos de deshonrar el nombre”(23).

Hoy esos huesos venerables reposan en el Aula Magna de la Universidad, ante ellos oró el 23 de enero de 1998 San Juan Pablo II. Nos toca a nosotros velar con sus obras ante los ojos y el corazón, para que esta Constitución que hoy se elabora, lleve la impronta del “santo cubano”, para el bien de los cristianos y de todo el pueblo de Cuba.(24)


Juan Pablo II, Encuentro con el Mundo de la Cultura
Aula Magna de la Universidad de La Habana
23 de enero de 1998
----------------------------------------



-------------------------------------------------------------
  1. Podrían citarse el proyecto de constitución autonómica de José Agustín Caballero (1811) y el de constitución separatista de Joaquín Infante en ese mismo año. Cf. Beatriz Bernal Gómez: “Propuestas y proyectos constitucionales en la Cuba del siglo XIX”. En memoria de Francisco Tomás y Valiente", ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 2004, pp. 861-872.
  2. Constitución de Cádiz de 1812, Título IX, Capítulo único, artículo 368.
  3. José Ignacio Rodríguez: Vida del presbítero don Félix Varela. Nueva York, Imprenta de “O Novo Mundo”, 1878, pp.165-166.
  4. FV: Discurso pronunciado por el presbítero Don Félix Varela, en la apertura de la clase de Constitución de que es catedrático”. Félix Varela y Morales: Obras. La Habana, Biblioteca de Clásicos Cubanos, Editorial Cultura Popular y Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, Tomo 2, p.4. Todas las citas de Varela se hacen por esta edición salvo que se indique lo contrario.
  5. Ibid, pp.5-6.
  6. Ibid, p.6.
  7. FV: Observaciones sobre la constitución política de la monarquía española. La Habana, Imprenta de D.Pedro Nolasco Palmer e hijo, 1821.
  8. FV: Observaciones. Obras, Tomo 2, p.11.
  9. Ibid, p.12.
  10. “Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación” (Rm 13, 1-2)
  11. FV: Observaciones. Obras, Tomo 2, pp.15-16.
  12. Ibid, p.16.
  13. Ibid, p.17.
  14. Ibidem.
  15. Ibid, p.18.
  16. Ibid, p.19.
  17. Ibidem.
  18. Ibid, p.25.
  19. Ibid, p.42.
  20. El 11 de julio de 1823, a propuesta de Alcalá Galiano, los diputados a Cortes votaron por la inhabilitación de Fernando VII, alegando su “demencia temporal”, al negarse este a trasladarse con el Legislativo de Sevilla a Cádiz. Se temía que, como ocurrió, se refugiara con las tropas invasoras francesas y desde allí enfrentara al parlamento y restableciera el absolutismo. Tanto el Monarca como el jefe de los invasores vieron en tal inhabilitación una actitud semejante a la de la Convención gala cuando despojó en noviembre de 1792 a Luis XVI de su inmunidad, lo que precedió a su proceso y condena a muerte. Tales referencias explican el ensañamiento de Fernando con los que apoyaron su supuesta locura.
  21. Luis Antonio de Borbón era hijo de Carlos de Borbón, Conde de Artois y sobrino de Luis XVI quien le obsequió al nacer el título de Duque de Angulema. Casó con María Teresa, la hija del monarca guillotinado, tras haber sido liberada esta de la prisión del Temple y enviada al exilio. Todo esto explica la enemistad absoluta del noble con cualquier vestigio de liberalismo. Representaba el rencor de la reacción contra los revolucionarios. Tras la muerte de su padre que reinó como Carlos X se suponía que accedería al trono de Francia con el nombre de Luis XIX, pero las circunstancias políticas de Francia lo impidieron.
  22. José Martí: “Ante la tumba del padre Varela”. Obras completas, La Habana, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, 2007, tomo 2, p. 96.
  23. Ibid, p. 97.
  24. En la elaboración de este texto debí emplear una gran variedad de materiales, pero quiero destacar especialmente mi deuda con dos textos, la biografía Pasión por Cuba y por la Iglesia de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y el estudio Por la vida y el honor. El presbítero Félix Varela en las Cortes de España. 1822-1823 del Padre Manuel Maza Miquel SJ.

----------------------------------
Ver textos anteriores de Roberto Méndez Martínez, en el blog 

Wednesday, February 20, 2019

Camagüey ante el próximo referendo constitucional (por Roberto Peláez)


Faltando horas para el próximo referendo constitucional, las autoridades cubanas arrecian una frenética campaña electoral por el voto afirmativo al proyecto constitucional. A despecho del artículo 171 sobre la ética electoral de la Ley electoral cubana, que prohíbe toda propaganda electoral, ya que el proceso electoral cubano es ajeno a toda muestra de ¨oportunismo, demagogia y politiquería¨, la prensa escrita, la radio y la televisión transmiten un incesante bombardeo mediático sobre el yovotosi, a lo que se suma las vallas anunciadoras, pancartas y carteles en carreteras, postes eléctricos y telefónicos, transporte público e instituciones estatales. Lo último fue imprimir miles de plegables con la imagen del personaje de animados, Elpidio Valdés, llamando al voto positivo y distribuirlo en las escuelas y casa por casa. También en todos los centros laborales estatales se convocó a ¨matutinos especiales ¨y ¨actos de reafirmación revolucionaria ¨ para apoyar la Constitución. Nunca en toda la historia política del archipiélago se había visto una campaña política tan agresiva e invasiva. Sin embargo en las redes sociales es otra la historia, a pesar de los esfuerzos oficialistas, la campaña yovotono se ha impuesto en el ciberespacio.

Mientras esto ocurre, los camagüeyanos muestran la mayor indiferencia ocupados en la subsistencia diaria cada vez más difícil. Productos de primera necesidad como el pollo, huevos, aceite, harina, pescado y un largo etc. Escasean y cuando se ofertan puntualmente a la población en las tiendas recaudadoras de divisas, se producen largas filas y tumultos que requieren la intervención de la fuerzas del orden, como sucedió esta semana en las tiendas El Encanto y La Manzana. Contrasta la agresiva campaña con las tiendas totalmente desabastecidas y las farmacias vacías de medicamentos. Sin embargo la indiferencia política no es total, ocurren pequeñas señales que auguran futuras sorpresas. En varios lugares de la ciudad han sido arrancados por la noche carteles del yovotosi. También en las iglesias católicas se repartió la declaración de los obispos cubanos sobre el proyecto constitucional llamando a votar según la conciencia de los cristianos pero iluminando aspectos totalitarios del proyecto incompatibles con la doctrina social cristiana. Amigos y familiares se transmiten susurrándose al oído ¨a votar no el domingo¨.

En resumen la gran incógnita será cuantos votos negativos se depositarán en las urnas del referendo y sobre todo la gran pregunta es si las comisiones electorales cubanas adulterarán los resultados a falta de observadores internacionales neutrales y si estos votos de castigo servirán para presionar a la cúpula inmovilista en el poder desde hace 60 años, a introducir reales cambios en el país hacia la democracia y la apertura económica. Esperemos la próxima semana a ver qué pasa.





----------------------
Ver en el blog la información relacionada con el "Proyecto de Constitución de la República de Cuba".

Saturday, February 2, 2019

Obispos Católicos de Cuba: "La pluralidad debe ser salvaguardada por la Constitución"


MENSAJE DE LOS OBISPOS CATÓLICOS CUBANOS EN RELACIÓN CON LA NUEVA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA DE CUBA QUE SERÁ SOMETIDA A REFERENDO


“Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales”... (Mensaje del Papa Francisco, Jornada Mundial de la Paz, 2019)



Queridos hermanos:

1. Como es sabido el próximo 24 de febrero el texto para una nueva Constitución de la República de Cuba será sometido al pueblo para que lo confirme o no. Durante el proceso de consulta los obispos cubanos emitimos un Mensaje, el pasado mes de octubre, exponiendo algunas consideraciones con el fin de esclarecer la conciencia y ayudar al ejercicio libre y responsable del derecho que tiene cada cubano de ejercer su voto.

2. Dada la importancia que tiene la Constitución para el futuro de nuestro pueblo, hoy, nuevamente con el propósito de dar a conocer a nuestros fieles y a las personas que han solicitado el parecer de la Iglesia, sentimos la necesidad de expresar el resultado de nuestra reflexión sobre el texto que ha sido aprobado por la Asamblea Nacional del Poder Popular.

3. A su vez, nos parece necesario resaltar que “la Constitución en cuanto ley fundamental se aplica por igual a todos los ciudadanos e instituciones sin importar la índole de los mismos”[1]. Así pues, el objetivo de la Constitución es salvaguardar y garantizar el ejercicio de los derechos y deberes de cada ciudadano sin discriminación alguna y respetando su dignidad, como es reconocido por el Derecho Internacional.

4. Los obispos católicos de Cuba hemos querido con este Mensaje, sin que así agotemos otros aspectos de la Constitución, priorizar cuatro temas: la exclusión de otras formas de realización plena del ser humano diferentes a las del socialismo y del comunismo, la recta comprensión de un Estado laico, la visión integral del matrimonio y la familia y la economía al servicio del bien común.

La sustentación ideológica de la Constitución

5. En el Preámbulo[2] del texto propuesto a referendo ha sido añadida, como novedad, la afirmación: “solo en el socialismo y en el comunismo el ser humano alcanza su dignidad plena”, excluyendo así otras visiones sobre el hombre, la sociedad y el universo que no asumen la ideología marxista-leninista que, históricamente, también en nuestra Patria, ha inspirado y sostenido el ideario comunista.

6. Lo absoluto de tal afirmación que aparece en el texto constitucional excluye el ejercicio efectivo del derecho a la pluralidad de pensamiento acerca del hombre y del ordenamiento de la sociedad. La pluralidad debe ser salvaguardada por la Constitución, tal como ella misma expresa en el Artículo 1[3] al citar a José Martí: “Con todos y para el bien de todos”[4]. Esta convicción, los obispos cubanos la expresamos en la Circular del 21 de noviembre de 1991: “El cristiano no puede ser obligado a someterse a una concepción de la realidad que no corresponda a su conciencia humana iluminada por la fe”[5]

7. De acuerdo con lo anteriormente dicho acerca de una ideología única en orden a la realización personal y social que sirve de fundamento e inspiración al texto constitucional y a toda la legislación posterior, cabe recordar la afirmación de José Martí que ya expusimos en nuestro mensaje del pasado 24 de octubre: “Una Constitución es una ley viva y práctica que no puede construirse con elementos ideológicos” [6]

El Estado laico

8. Los obispos vemos con agrado que en el artículo 15 se agregara la afirmación “El Estado cubano es laico”, es decir, que respeta el derecho que tiene cada persona a creer, vivir y manifestar los valores que corresponden a su fe, esto es, la aceptación de la pluralidad. Sin embargo, esta afirmación no corresponde con lo expresado en el Preámbulo del texto constitucional, al presentar el carácter absoluto de la ideología marxista-leninista.

9. Por tal motivo, es bueno recordar que la libertad de practicar la religión propia no es la simple libertad de tener creencias religiosas sino la libertad de cada persona a vivir conforme a su fe y de expresarla públicamente, teniendo por límite el respeto al otro.

10. A su vez, “en nuestro caso concreto, esta libertad implica, además, el reconocimiento jurídico de la Iglesia y de su identidad y misión propias, lo que incluye la posibilidad de dar a conocer su enseñanza moral de acuerdo al Evangelio, de acceder de modo sistemático a los medios de comunicación, la libertad de enseñanza y de evangelización, de construir edificios y de adquirir y poseer bienes adecuados para su actividad; la libertad de asociarse para fines no solo estrictamente religiosos, sino también educativos, culturales, de salud y caritativos”[7]. Aspectos estos que no han sido lo suficientemente explícitos en el texto constitucional.

11. También constatamos respecto a la objeción de conciencia que no se expresa que la preservación del derecho de unos no implique el violentar el derecho y la conciencia de otros.

Matrimonio, familia y educación

12. Respecto al artículo 68 del anteproyecto de Constitución en el que se proponía la definición de matrimonio como “la unión entre dos personas” y dada la incidencia e importancia para el futuro de la familia, de la sociedad y de la educación de las nuevas generaciones, es natural que este artículo fuera el que más interés despertara en nuestra población y el que más proposiciones recibiera en el proceso de consulta popular previo a la redacción del nuevo texto constitucional [8].

13. La mayoría de las intervenciones del pueblo iban dirigidas a mantener la definición de matrimonio como “la unión de un hombre y una mujer” como fundamento de la familia, tal como ha sido concebida a lo largo de nuestra cultura e historia, en palabras de José Martí: “el amor es la adhesión ardorosa e incondicional que un individuo de un sexo siente respecto a un individuo del otro. La diferencia de sexos es, no solo su cualidad, sino su esencia característica”[9].

14. El texto constitucional propuesto a referendo, en lo referente al matrimonio, no ha tenido en cuenta la opinión mayoritaria de la población. Si bien en el nuevo texto se ha eliminado la definición de “matrimonio como la unión entre dos personas”, lo cual apreciamos, sin embargo, en los artículos 81 y 82 del texto actual, se abre el camino para que, en el futuro se reconozca como matrimonio la unión de personas del mismo sexo con todas sus prerrogativas.

15. Según la definición de familia que aparece en los artículos citados se introduce la posibilidad real de que, en las leyes complementarias posteriores, no se respete el sentir y la voluntad expresada mayoritariamente por nuestro pueblo, la cual ha defendido la institución del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer.

16. Por lo anteriormente expresado, lamentamos que no ha habido cambio sustancial en lo referente al matrimonio y a la familia con lo propuesto en el Anteproyecto debatido en la consulta popular, pues al presentar en la Asamblea Nacional el nuevo texto y sin ser cuestionado por ningún otro diputado se dijo que: “respecto a los sujetos del matrimonio se utiliza el concepto de cónyuges, construcción jurídica que hace alusión a las personas que han formalizado el vínculo matrimonial y que en modo alguno limita la posibilidad de que personas del mismo género puedan acceder al matrimonio como forma de reconocimiento jurídico de la unión que han deseado construir”[10]

17. Habiéndose comprobado que nuestro pueblo, en una porción significativamente alta, valora el matrimonio y la familia según el orden natural, es necesario que este deseo no se vea frustrado, ni en el presente ni en el futuro, con la introducción de formas jurídicas que no respondan a lo que el pueblo expresó en la consulta popular que se hizo.

18. Recordamos lo que dijimos en el Mensaje de octubre pasado: “la enseñanza de la Iglesia siempre ha sido clara: El amor recíproco y complementario entre el hombre y la mujer fundamenta la vocación al matrimonio y a la familia, estableciendo una unidad que no puede equipararse a ninguna otra”[11].

19. En este contexto valoramos que la Constitución, en su Artículo 84, reconozca “la responsabilidad y funciones esenciales de la familia en la formación integral de las nuevas generaciones en los valores morales, éticos y cívicos”, pero, al mismo tiempo, no aparece que “la familia tiene una función original e insustituible en la educación de los hijos”[12], lo cual coincide con la Declaración de los Derechos Humanos cuando dice que “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darle a sus hijos”[13].

La economía al servicio del bien común

20. Y como cuarto aspecto hemos querido tener en cuenta, como ya lo expresamos en nuestro anterior Mensaje: “el principio de la Doctrina Social de la Iglesia que reconoce el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad para lograr el desarrollo integral de la persona, la familia y el bien común, por ello, nos complace que el Proyecto de Constitución también reconozca la propiedad privada, aunque siempre se deberá tener en cuenta que los límites de cualquier propiedad deben estar solamente condicionados por el principio descrito anteriormente. En este campo, consideramos que lo expuesto con relación a la inversión extranjera debe ser extendido al ciudadano cubano sustentado esto en la igualdad de todos los cubanos en sus derechos, deberes y oportunidades sin discriminación alguna”[14].

Conclusiones

21. Exhortamos a que cada ciudadano, con su voto responsable y desde su conciencia, contribuya a la edificación de una sociedad en la que todos los cubanos nos sintamos respetados en nuestros derechos y, al mismo tiempo, construyamos una vida digna y próspera con la participación de todos sin exclusión.

22. Estas intenciones las encomendamos a la Virgen de la Caridad, Madre de todos los cubanos, e imploramos la bendición de Dios sobre nuestra querida Patria.



La Habana, 2 de febrero de 2019.

Fiesta de la Presentación del Señor





+ Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba

+ Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de La Habana

+ Wilfredo Pino Estévez, Arzobispo de Camagüey

+ Emilio Aranguren Echeverría, Obispo de Holguín, Presidente de la COCC

+ Arturo González Amador, Obispo de Santa Clara, Vicepresidente de la COCC

+ Manuel Hilario de Céspedes y García-Menocal, Obispo de Matanzas

+ Jorge Enrique Serpa Pérez, Obispo de Pinar del Río

+ Álvaro Beyra Luarca, Obispo de Bayamo-Manzanillo

+ Domingo Oropesa Lorente, Obispo de Cienfuegos

+ Juan Gabriel Díaz Ruiz, Obispo de Ciego de Ávila

+ Silvano Pedroso Montalvo, Obispo de Guantánamo-Baracoa

+ Juan de Dios Hernández Ruiz SJ, Obispo Auxiliar de La Habana, Secretario General de la COCC



-----------------------------------
[1] Mensaje Pastoral de los Obispos Católicos de Cuba, 24 octubre 2018 n. 6

[2] Preámbulo del texto constitucional, párrafo: “Convencidos …”

[3] Constitución de la República: Título I: Fundamentos Políticos – Capítulo I “Principios Fundamentales” -

[4] José Martí, “Con todos y para el bien de todos”, Discurso pronunciado por José Martí en el Liceo Cubano en Tampa el 26 noviembre 1891

[5] Circular de los Obispos de Cuba “sobre la posible admisión de los creyentes en el PCC”, n. 8

[6] José Martí, “Carta de New York, 23 de mayo de 1882, Obras Completas, Tomo IX, páginas 307 y 308.

[7] Mensaje Pastoral de los Obispos Católicos de Cuba, 24 octubre 2018 n. 16

[8] cf. Informe del Secretario del Consejo de Estado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Periódico Granma, 18 de diciembre de 2018

[9] José Martí, Cuadernos de apuntes, t. 21, p. 114. Obras completas, edición 1975.

[10] “No hay retrocesos” Granma 27 de diciembre de 2018

[11] Mensaje Pastoral de los Obispos Católicos de Cuba, 24 octubre 2018 n. 19

[12] Concilio Vaticano II, Declaración sobre la Educación Cristiana de la juventud n. 3

[13] Artículo 26, inciso 3

[14] Mensaje Pastoral de los Obispos Católicos de Cuba, 24 octubre 2018 n. 21

(Texto tomado del website de la COCC)

 ----------------------
Ver en el blog la información relacionada con el  "Proyecto de Constitución de la República de Cuba".

Saturday, October 27, 2018

Obispos Católicos de Cuba se pronuncian sobre el "Proyecto de Constitución de la República de Cuba"


MENSAJE PASTORAL DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA
con ocasión del proceso de consulta
del Proyecto de Constitución de la República de Cuba


“…Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.

Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios los creó. Hombre y mujer los creó”

Génesis 1, 26-27



Queridos hermanos:

Hemos querido comenzar nuestro mensaje con el clásico y hermoso pasaje sobre la creación del ser humano que se relata en el primer libro de la Biblia: el Génesis. De manera poética y figurativa nos transmite importantes verdades sobre nuestra naturaleza. El hombre y la mujer comparten la misma naturaleza y son iguales en dignidad y derechos. Tienen el mandato de procrear y poblar la tierra y, además, autoridad, derechos y deberes para utilizar y administrar los bienes que les han sido dados para su provecho, el de su familia y el de la sociedad. También tienen la obligación de cuidar la tierra por su valor en sí misma y porque es reflejo de la belleza de Dios. Estos principios constituyen un patrimonio adquirido por la humanidad, tanto por los creyentes como por los no creyentes. Sirvan estas premisas como prólogo de nuestro mensaje.

LA IMPORTANCIA Y ALCANCE DE UNA CONSTITUCIÓN

Nuestro pueblo ha sido convocado y está inmerso en un proceso de consulta con el fin de que todos los ciudadanos aportemos criterios y proposiciones que contribuyan a enriquecer la redacción de una nueva Constitución de la República de Cuba. La misma será presentada, a todos los cubanos, en referendo para ser aprobada o rechazada. El referendo popular será la última palabra de todo nuestro pueblo sobre la Constitución. Por eso, conviene resaltar la importancia del mismo como un acto en el que cada ciudadano está llamado a expresarse con el ‘sí’ o el ‘no’ mediante su voto, o absteniéndose de hacerlo.

Como pastores comprendemos, a partir de los procesos que ha vivido nuestra Nación, a quienes piensan que su opinión no cuenta. Sin embargo, queremos invitar a todos nuestros compatriotas a optar por una participación consciente y responsable. De igual forma solicitamos a las autoridades que guían el siguiente proceso que las opiniones y aportes recogidos sean tenidos en cuenta.

Es sabido que los diferentes temas presentes en el texto son motivo de frecuente conversación y toma de posiciones que han generado muchos intercambios de opiniones y debates, manifestando diferentes posturas: unos participando con sus aportes, otros con cierta reserva y también quienes consideran que ya todo está decidido. Es lógico que sea así, pues es signo de la pluralidad de posturas, de interés y de preocupación, ya que sabemos que la Constitución de un país debe reflejar las características de la sociedad y determina, de muchas maneras, la vida de los ciudadanos y su futuro, también la convivencia entre ellos, la participación en la toma de decisiones que afectan sus vidas y las relaciones de los mismos con el Estado y la sociedad.

De modos diversos y en reiteradas ocasiones, muchos nos preguntan acerca del parecer de la Iglesia sobre determinados aspectos contemplados en el proyecto constitucional que está siendo debatido. Por tales motivos, como obispos, queremos dirigirnos a ustedes, miembros de nuestras comunidades, y a todas aquellas personas que también han expresado su deseo de conocer nuestro pensamiento. Nos mueve y fundamenta la fe en Jesucristo Salvador de todos los hombres, la fuerza de su Palabra que nos inspira y sostiene, el amor y la búsqueda del bien para nuestro pueblo.

Partimos de una frase martiana que expresa el sentido y valor que él le daba a la Carta Magna de una nación: “Una Constitución es una ley viva y práctica que no puede construirse con elementos ideológicos”[1]. La Constitución es la ley fundamental de una nación que fija la organización de la sociedad y los derechos, deberes y garantías de los ciudadanos. De ahí que deba reflejar “los principios y valores esenciales y mínimos, lo que implica no abarcar y expresar en detalle todos los ámbitos de la vida política, económica y social”[2]. También es legítimo afirmar que la Constitución no se puede subordinar a leyes, decretos, resoluciones, partidos políticos, ideologías, disposiciones o sentencias judiciales, ya que una Carta Magna prevalece por encima de todos ellos. Es oportuno recordar que “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado”[3]. Además, la Constitución en cuanto Ley Fundamental, se aplica por igual a todos los ciudadanos e instituciones sin importar la índole de los mismos. “El hombre no manda a otro hombre; la ley los manda a todos”[4]

Así mismo, por la importancia de la Constitución como referencia última de la legalidad en la Nación y dada su supremacía sobre cualquier interés particular, como expusimos anteriormente, consideramos no solo aconsejable sino necesario, que la misma Constitución disponga la creación de un Tribunal de Garantías Constitucionales con la finalidad de salvaguardar los derechos que en ella se refrendan.

Resaltamos que la persona humana es, por su intrínseca libertad y dignidad, el sujeto y centro de todos los derechos y deberes que garantiza una Constitución, que siempre debe estar en beneficio de la persona para así sustentar la convivencia de todos.

LA DIGNIDAD DEL HOMBRE Y DE LA MUJER

Esta afirmación, mirada desde nuestra fe, expresa que cada ser humano, por ser criatura de Dios, posee una dignidad particular que lo pone por encima de todo lo creado. Esta constatación hizo exclamar al autor del Salmo 8 (5.7) de la Biblia, lleno de admiración y agradecimiento:
(Señor), ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?...
Lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.
Estas verdades sobre la persona humana fueron también expresadas por nuestro José Martí cuando afirmó: “…dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos…”[5], para indicar que cada persona viene a este mundo con la dignidad y los derechos que pertenecen exclusivamente a su condición humana.

A lo largo de la Historia, por el mal uso de la libertad que Dios le dio al hombre, los seres humanos no nos hemos tratado con el respeto que merece nuestra dignidad. A través de los siglos han sido muchas las guerras, tiranías, violencias, discriminaciones, injusticias y muchos desastres más, por lo que no es de extrañar que, terminado el horror de la Segunda Guerra Mundial, las naciones sintieran la necesidad urgente de poner por escrito y ratificar públicamente los derechos que todo ser humano tiene por la simple razón de serlo. Nuestro país tuvo mucho que ver en este empeño que se materializó en los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS

Visto lo anterior, apreciamos que el proyecto constitucional (art.39) haya querido tener en cuenta el respeto y la aplicación de los derechos humanos reconocidos en diversos tratados internacionales de los cuales Cuba es signataria. Igualmente valoramos la declaración de que las personas son iguales en su dignidad, en sus deberes y derechos, sin discriminación alguna[6]. Al mismo tiempo lamentamos la ausencia del reconocimiento a la diversidad de opinión política (cf. art 40), así como también sería necesario explicitar que el derecho a la vida (cf. art. 43) debe respetarse desde el momento de la concepción del individuo hasta la muerte natural y, a su vez, sería de desear que abarque la exclusión de la pena de muerte.

Del mismo modo se requiere un mayor esclarecimiento sobre el derecho a la objeción de conciencia (art 59), de manera que la preservación del derecho de unos no implique violentar el derecho y la conciencia de otros. También se deben clarificar las causas, el alcance, los medios y límites en relación al art. 3 relacionado con la defensa de la Patria, para proteger la integridad y el ejercicio del derecho de las personas. El uso de la fuerza es un recurso extremo, solo justificado en determinadas circunstancias y en condiciones excepcionales y debe ser proporcional a las causas que lo provocan. La Iglesia siempre ha valorado el diálogo y el respeto mutuo como el mejor medio para superar los conflictos.

También resaltamos que, el art. 40 añade a la Constitución vigente otras tres categorías como sujetos de derecho: “género, orientación sexual e identidad de género” que provienen de una evidente influencia de la llamada “ideología de género”, las cuales son innecesarias, porque bastaría con la categoría “sexo” para que queden comprendidos todos los miembros de la sociedad, tal como se reconoce en el art. 45: “la mujer y el hombre gozan de iguales derechos y responsabilidades…”.

El sexo viene dado por la naturaleza y no es una construcción cultural adquirida, como propone equivocadamente la referida ideología de género, que se caracteriza por un fuerte subjetivismo, que lleva al individuo a decidir por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo. De tal manera que, dicha ideología, sostiene entre sus postulados principales que cada persona elige su propia identidad sexual. Esta corriente ideológica ha venido introduciéndose en Cuba, entre otros, por algunos medios oficiales y por la influencia del mundo exterior.

Así mismo, en el Proyecto de Constitución se reconoce a los ciudadanos “el derecho a profesar o no creencias religiosas, a cambiarlas y a practicar la de su preferencia, con el debido respeto a otros credos y de conformidad con la ley”[7]. Según lo anterior, y en correspondencia a lo que debe ser un Estado laico moderno, los obispos cubanos reafirmamos que la libertad de practicar la religión propia no es la simple libertad de tener creencias religiosas, sino la libertad de cada persona de vivir conforme a los valores de la fe que profesa, de expresarlos públicamente, teniendo por límite el respeto al otro. En nuestro caso concreto, esta libertad implica, además, el reconocimiento jurídico de la Iglesia y de su identidad y misión propias, lo que incluye la posibilidad de dar a conocer su enseñanza moral de acuerdo al Evangelio, de acceder de modo sistemático a los medios de comunicación, la libertad de enseñanza y de evangelización, de construir edificios y de adquirir y poseer bienes adecuados para su actividad; y la libertad de asociarse para fines no solo estrictamente religiosos sino también educativos, culturales, de salud y caritativos.

LA FAMILIA

La Iglesia siempre ha considerado esencial el derecho y responsabilidad de la familia en la educación de sus hijos. Esto coincide con la Declaración de los Derechos Humanos, cuando dice: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” [8]. Este principio se expresa en el Magisterio de la Iglesia de la siguiente manera: “La familia tiene una función original e insustituible en la educación de los hijos…”[9] “Los padres tienen el derecho y el deber de impartir una educación religiosa y una formación moral a sus hijos”[10]: “derecho que no debe ser cancelado por el Estado, antes bien debe ser respetado y promovido. Es un deber primario que la familia no puede descuidar o delegar”[11]

Es oportuno recordar lo expresado por el Papa San Juan Pablo II en Santa Clara: “¡Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón!”[12], por esto apreciamos el papel que el proyecto constitucional le otorga a la familia, y la disposición para que ésta cumpla su misión como célula básica de la sociedad, tal como está formulado en el art. 67. Sin embargo, en lo referente a la educación, los principios básicos señalados en el párrafo anterior no están suficientemente expresados, pues, como se afirma en el art. 95b “la enseñanza es función del Estado …” y, a su vez, en los art. 72 y 84 es de señalar que la contribución atribuida a la familia aparece enumerada en último lugar, posteriormente al papel asignado al Estado y a la sociedad. Entendemos que ni el Estado ni ninguna otra institución deben apropiarse esta delicada misión.

Los obispos consideramos mal fundado y erróneo que aparezca en el proyecto constitucional (art. 68) una definición del matrimonio como “la unión de dos personas con aptitud para ello, a fin de hacer vida común”. Al expresar este criterio no pretendemos desconocer, y en modo alguno menospreciar, la dignidad de ninguna persona, pues, a todas se les debe respetar su condición y su participación social. La enseñanza de la Iglesia siempre ha sido clara: el amor recíproco y complementario entre el hombre y la mujer fundamenta la vocación al matrimonio y a la familia, estableciendo una unidad que no puede equipararse a ninguna otra. Distinción no significa discriminación.

Los obispos, también, apreciamos lo expresado en el proyecto constitucional sobre los derechos de la familia para alcanzar su pleno desarrollo y bienestar. Para satisfacer estos derechos y lógicos deseos es necesario que la Constitución brinde las posibilidades para que cada ciudadano tenga un salario que realmente satisfaga sus necesidades e, igualmente, han de garantizarse las prestaciones sociales necesarias para equilibrar la vida familiar, de modo que sea posible y alcanzable por todos sus miembros una vida estable y vivienda digna, hasta después de la vida laboral de los mismos. Por ello, nos permitimos recordar lo expuesto en nuestro mensaje “La Esperanza no defrauda”: “Cualquier proyecto social debe abrir espacios para los proyectos de vida personal y familiar de los ciudadanos y deben armonizarse mutuamente ... Las aspiraciones de superación personal deben ser alentadas para lograr así una sociedad civil vigorosa que será siempre un bien necesario para todo país que aspire a una sana prosperidad social y económica, sostenida por sólidos pilares morales y espirituales” [13].

LA ECONOMÍA AL SERVICIO DEL BIEN COMÚN

Como principio, la Doctrina Social de la Iglesia reconoce el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad para lograr el desarrollo integral de la persona, la familia y el bien común. Por ello, nos complace que el Proyecto de Constitución también reconozca la propiedad privada, aunque siempre se deberá tener en cuenta que los límites de cualquier propiedad deben estar solamente condicionados por el principio descrito anteriormente. En este campo, consideramos que lo expuesto en el art. 28 en relación a la inversión extranjera, debe ser extendido al ciudadano cubano en virtud a lo refrendado en el art. 40 sobre “la igualdad de todos los cubanos en sus derechos, deberes y oportunidades sin discriminación alguna”.

CONCLUSIÓN

Al concluir este mensaje queremos reconocer y valorar que, un buen número de cubanos, está ejerciendo su derecho a opinar y esto, en sí mismo, es un ejercicio beneficioso para las personas y la sociedad. Nosotros, como obispos y pastores de la Iglesia Católica en Cuba, no hemos pretendido hacer una exposición exhaustiva de todos los contenidos del proyecto constitucional, sino que deseamos iluminar aquellos aspectos que más nos han sido reclamados en orden al discernimiento y posterior decisión que cada uno deberá tomar según su conciencia y libertad.

Pedimos a Dios que nos ayude a encontrar los caminos que favorezcan el crecimiento del respeto mutuo y el reconocimiento de la dignidad de cada persona. Sólo así se hará realidad el sueño de nuestros próceres, proclamado por Martí al desear que Cuba fuera una República “con todos y para el bien de todos”[14]. A nuestra Madre, la Virgen de la Caridad del Cobre, le pedimos que continúe acompañando la vida de nuestro pueblo. ¡La Caridad nos une!


La Habana, 24 de octubre de 2018.
Fiesta de San Antonio María Claret



+ Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba
+ Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de La Habana
+ Wilfredo Pino Estévez, Arzobispo de Camagüey
+ Emilio Aranguren Echeverría, Obispo de Holguín, Presidente de la COCC
+ Arturo González Amador, Obispo de Santa Clara, Vicepresidente de la COCC
+ Manuel Hilario de Céspedes y García-Menocal, Obispo de Matanzas
+ Jorge Enrique Serpa Pérez, Obispo de Pinar del Río
+ Álvaro Beyra Luarca, Obispo de Bayamo-Manzanillo
+ Domingo Oropesa Lorente, Obispo de Cienfuegos
+ Juan Gabriel Díaz Ruiz, Obispo de Ciego de Ávila
+ Silvano Pedroso Montalvo, Obispo de Guantánamo-Baracoa
+ Juan de Dios Hernández Ruiz SJ, Obispo Auxiliar de La Habana, Secretario General de la COCC







__________________________________

[1] José Martí, Carta de New York, 23 de mayo de 1882, Obras Completas, Tomo IX, páginas 307 y 308.

[2] Proyecto de Constitución, Introducción al Análisis del Proyecto - Consideraciones finales, párrafo 3.

[3] Proyecto de Constitución, art. 10

[4] P. Félix Varela. Cátedra de Constitución, Observación Segunda. Cita tomada del Libro “Escritos políticos”. Ed. Ciencias Sociales, 1977.

[5] José Martí. “Mi raza”, periódico “Patria”, Nueva York, 16 de abril de 1893. Obras Completas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1976, Tomo 2, páginas 298 a 300.

[6] Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 2

[7] Proyecto de Constitución de la República, art. 62

[8] Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 26.3

[9] Concilio Vaticano II, Declaración Gravissimum Educationis n. 3

[10] Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae n.5

[11] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia n. 239

[12] San Juan Pablo II, Homilía en Santa Clara, 22 de enero de 1998.

[13] Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Carta Pastoral “La Esperanza no defrauda”, 8 de septiembre de 2013, nn. 29-30

[14] José Martí, Discurso “Con todos y para el bien de todos”, Liceo cubano de Tampa, EEUU, 26 de noviembre de 1891



--------------
Ver: Texto completo del Proyecto de Constitución de la República de Cuba (PDF)



------------
Ver en el blog
Obispo de Bayamo-Manzanillo: El matrimonio, "unión de un hombre y una mujer, forma parte de los hechos esenciales de la vida humana"
Arzobispo de Camagüey a favor de las “parejas de hecho”, entre personas del mismo sexo
Consideraciones oportunas acerca del matrimonio (por Mons. Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba)
Matrimonio entre personas del mismo sexo, declaración firmada por líderes de 20 iglesias evangélicas
Obispo de Holguín: La futura Constitución está llamada a formar parte del ‘bien común’ de nuestro pueblo.


--------------------
Ver en el blog textos relacionados con el Proyecto de Constitución de Cuba.
Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!

Gaspar, El Lugareño Headline Animator

Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!