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Saturday, January 20, 2024

¿Con polvito o sin polvito?


Conversar con Mons. Adolfo incluía una taza de café. "¿Con polvito o sin polvito? ¿Ahora o después? ¿Con polvito y sin polvito? ¿Ahora y después?

Le respondía: "con polvito, ahora"

En un instante llegaba Padilla (siempre amable y sonriente), con el café y una historia, o un cuento o una anécdota.

Se salía del despacho de Mons. Adolfo, con una hoja amarilla de su bloc, con lo conversao anotao.

El polvito era crema pal café. En el Camagüey de los 90s se consideraba "gourmet". (JEM)

Friday, July 14, 2023

Homilía del P. Camilo de la Paz en la misa de exequias y reinhumación de los restos de Mons. Pedro Claro Meurice Estíu

Fotos/Facebook del 
Arzobispado de Santiago de Cuba. 
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Transcripción de la homilía del P. Camilo de la Paz Salmón Beatón, párroco de Santa Lucía. SBMI Catedral de Santiago de Cuba, 12 de julio de 2023.



Queridos hermanas y hermanos,

En esta tarde preciosa y calurosa de nuestra Arquidiócesis de Santiago de Cuba, iniciamos la predicación de la misa de reinhumación y de exequias de nuestro queridísimo pastor, Mons. Pedro Claro Meurice Estíu, recordando aquello que él mismo nos dijo en el arzobispado en el mes de febrero del año 2007, a las puertas ya de su retiro. ¿Recuerdan ustedes lo que mandó a preguntarle Juan el Bautista en la cárcel a Jesús? ¿Eres tú el que ha de venir? Díganle a él, que los ciegos ven, los cojos andan, se predica el evangelio y a los presos se les da la libertad. Si nosotros somos capaces, decía Pedro, de contestar esto en este tiempo presente, nosotros somos iglesia.

Ése es el espíritu de Mons. Pedro, y por eso damos gracias hoy, Monseñor por tu presencia a la luz del cirio pascual. Porque esa iglesia que recibiste por orden de Jesucristo y de la mano de Mons. Enrique Pérez Serantes. Esa iglesia que sostuviste, como muy bien nos recordaba nuestro Arzobispo por 39 años, dando testimonio de Cristo y de su misterio pascual; esa iglesia que tú entregaste humildemente al actual Arzobispo. Esa iglesia, esa iglesia Monseñor está viva. Esa iglesia tiene muchas comunidades, esa iglesia atiende a muchos y muchos pobres y presos; esa iglesia tiene el valor de hablar de la libertad, esa iglesia en las manos de quién la dejaste es una iglesia fiel, es una iglesia iluminada por ese cirio, es una iglesia unida, es una iglesia toda, completa, presente en este clero cubano joven y adulto, y en ustedes.

Hoy todos al acercarnos a la Catedral, con aquel sonido precioso del Ángelus a Nuestra Señora que marca las seis de la tarde, después de escuchar tu voz, siempre, cada uno, y los mayores que aquí contemplo tienen muchas experiencias de ti. Muchas experiencias preciosas y agradables de tu persona como pastor. Yo solamente tengo una sola experiencia con la persona de Mons. Meurice, y con esa experiencia, a la luz de la palabra de Dios, damos inicio a la predicación.

Era una misa de Santa Teresa de Calcuta en mi parroquia. Recuerdo la predicación de Mons. Pedro. Decía, en un aeropuerto de Estados Unidos nos encontramos, y yo pensé que la Madre Teresa no me iba a reconocer, la Madre Teresa se acercó a mí, con paso muy apurado porque ella me vio primero y me dijo, tú eres Pedro, el Arzobispo de Santiago de Cuba.

A la altura de los quinientos años, este V centenario de la fundación de nuestra iglesia en Cuba, ese tipo de Mitra Primada tiene gran peso. Mitra Primada, Báculo Primado, Catedral Primada, desde el 22 de octubre de 1523, día además en que hoy la Iglesia Universal celebra la fiesta de SS el papa San Juan Pablo II, al cual Mons. Pedro le presentó como dijo él aquel día en la plaza de la revolución, el alma indomable del cubano.

Cuando yo escucho en mi memoria ese encuentro con la Madre Teresa, me recuerdo de aquello que decía San Antonio María Claret a la luz de la obra de Mons. Pedro, esta es una diócesis para hombres probados en el Espíritu, porque esta diócesis está llena de malezas y espinas. Y Pedro supo defender, muy bien, su diócesis, y es además la vigencia de su pensamiento y su obra en cada uno de nosotros, como persona y como comunidad.

Hermanos, hoy la primera lectura nos habla primeramente de una situación de pecado en ese libro del Génesis. Fíjense que el hambre de estos hijos de Israel, nace por la iniciativa de entregar a José. De entregar a José a la muerte. Y los Padres de la Iglesia, los representantes de la Patrística como San Agustín, San Juan Crisóstomo, han visto en la figura de José la persona de Cristo. Esa persona de Cristo que, al ofrecerse y entregarse a la muerte, todos sus discípulos se dispersan. Esa figura de Cristo que aun en la cruz, y nosotros negándolo, tenemos una fortísima hambre de Él. Lo cual me hace pensar en lo que alguien me dijo, si vas a predicar sobre Mons. Pedro Meurice, como primer punto después que hables de su sentido de Iglesia, es hablarle al pueblo de su vivencia de Dios como el Absoluto. Santo Tomás de Aquino es el que nos enseña, y San Alberto Magno, textos que Mons. Meurice los sabía de memoria, que Dios es nuestro único Absoluto, no hay más. No hay en lo absoluto ningún acto puro del ser, que no tenga a Jesucristo; no hay persona que ocupe en nuestro corazón el lugar de Dios, porque el Señor es el Creador, el Señor es nuestro Redentor. Qué bien lo entendió San Juan de la Cruz cuando decía, que las almas que no poseen el amor de Dios, son amas sedientas, hambrientas, destruidas.

Hoy nuestro Pastor, Mons. Pedro lo presentamos en el altar como un alma de luz, un alma que ha sido transformada en Dios, un alma que por su obrar y su caridad participa de Cristo en el Reino de los cielos. Hermanos, para vivir el amor de Dios con la magnitud que lo vivió Mons. Pedro, hay que tener una responsabilidad muy grande, como decía San Pablo en su texto epistolar, de no negar a Cristo en el mundo. Es una tentación grande, y se lo quiero transmitir a ustedes, y con mucho amor y respeto a nuestros hermanos sacerdotes. Mons. Pedro siempre dio testimonio fiel de Cristo, pero de Cristo llagado, el mundo que le tocó vivir. Mons. Pedro no tenía complejos de decir la verdad, Mons. Pedro estaba comprometido con la verdad de Jesucristo. Mons. Pedro no tenía respeto humano, de públicamente frente a los poderes de este mundo, decir, Cristo es mi único Rey.

Por eso hoy, con la oración de la Iglesia, nosotros entregamos el alma de Pedro; y el Señor en su misericordia dirá, ven, ven a disfrutar que tú has sido mi siervo fiel y solícito. Y eso lo resumen sus ansias de contemplar a Cristo en su lema episcopal: ¡Ven Señor Jesús!

Quiero hablarles en la lectura del evangelio, de lo que todo el mundo me ha señalado amorosamente de Mons. Pedro Meurice, y así comencé la predicación porque somos iglesia. Somos una iglesia, somos la iglesia. El amor ferviente de Mons. Pedro a esta iglesia cubana, siempre obediente a la iglesia universal de sus tiempos bajo el pontificado de SS el papa san Juan Pablo II. Hoy contemplamos a Cristo nombrando apóstoles, y el primer nombre de la lista, Simón, Pedro, hoy se nos habla que la iglesia se sustenta de la sucesión apostólica. Hoy se nos habla de que Pedro llega a su sede episcopal, porque es la voluntad de Dios; como hemos escuchado en la lectura del evangelio, que quiere prolongar por amor, la presencia de su Hijo en los apóstoles, que hoy son los obispos.

Quiero hablarles ahora desde lo más profundo de mi corazón, porque este es el punto que verdaderamente cobra en mí, importancia. Y vamos a analizarlo. Cuando se me comunicó que debía de predicar, yo el más joven, el enano, el pequeño, sobre un gigante, inmediatamente se me ocurrió tratar de comunicarme con sus hermanas. Y su hermana Clara amorosamente me dijo, yo no te diré quién fue Pedro en la iglesia, ni para la iglesia, pregúntaselo a la Virgen de la Caridad que él era su hijo amado, y Ella era su Madre querida, y no te olvides que el discurso a San Juan Pablo II, termina, el último párrafo expresando, tu Rostro será nuestro escudo, nuestro amparo tus Gracias serán.

Mons. Pedro Meurice con ese amor inefable a la Virgen de la Caridad, comienza el Seminario en el año 1944 bajo el episcopado de Mons. Fray Valentín Zubizarreta y Unamunzaga. Era un niño. Mons. Meurice perdió a su padre muy niño, y su madre Narcisa Estíu educó, a él y a todos sus hermanos, bajo los principios radicales del evangelio. Con ese carácter que todos veíamos, con esa personalidad, y con esa impronta que escondía un gran corazón, capaz de decirle a cada pobre cuando ayudaba, prefiero pasar por tonto antes que faltar a la caridad.

Esa personalidad, y esa espiritualidad fue recibida con los brazos abiertos, de Mons. Enrique Pérez Serantes. No se puede entender a Mons. Meurice, si no leemos las cartas pastorales de Mons. Enrique Pérez Serantes, no podemos tampoco entender nuestra historia, ni como pueblo ni como iglesia. Si leemos esas cartas, que fueron vientre que gestó a esa persona que conocemos y de la cual estamos hablando, vamos a crecer en amor y en compromiso con nuestro pueblo, como fue Mons. Meurice. La iglesia y Dios, por ejemplo, ¿Roma o Moscú?, etc. En ese ambiente Mons. Meurice se forjó como sacerdote. Y en ese ambiente estudió tanto en el Seminario de San Basilio, como en la Universidad de Santo Domingo; estudió en Vitoria, España, Humanidades y Espiritualidad, y finalmente a la altura de ya casi acabando la década de los 50, estudió Derecho Canónico con excelentísimas notas, en la Universidad Gregoriana de Roma.

Ahora les contaré las circunstancias en las cuales fue nombrado Obispo. Dice un autor llamado Ignacio Uría, biógrafo de Mons. Enrique Pérez Serantes, que después de un largo viaje a Europa de ambos, llegan a Santiago de Cuba, y al pasar los días Mons. Pérez Serantes, que a él lo llamaba siervo fiel, prudente y sabio cirineo, le dijo en su oficina con aquel carácter, con aquel tamaño de Mons. Pérez Serantes, arrodíllese ahí. Y él inmediatamente se arrodilló y le dijo, irás a la Nunciatura, a La Habana, y dirás que sí a todo lo que te digan. Y él pensó, me mandarán a terminar estudios, y solamente expresó, deme su bendición.

Arrancó para La Habana alternándose con el chofer, porque era un excelentísimo chofer, y cuando llegó al otro día a las tres de la tarde, nada más y nada menos estaba el Nuncio, todo un personaje, César Zacchi. Cuando lo recibió le dijo, en la terna has sido nombrado Obispo, y él dijo, no, yo no puedo. Y Mons. Zacchi le contestó, mira si yo que no soy cubano, que hubiese podido desarrollar una carrera diplomática excelente en Roma, estoy aquí por voluntad del Santo Padre, que parezco más jefe de negocios que un Nuncio Apostólico, le he dicho que sí al Papa por amor a Dios, a la iglesia y a este pueblo, cómo tú, siendo cubano, no vas a aceptar la propuesta de la cruz que te llevará a amar a este pueblo, a esta iglesia y a Dios. Y Mons. Meurice dijo que sí.

Inmediatamente regresó para Santiago de Cuba. Cuando llegó, en aquella sala, le dijo a Mons. Enrique Pérez Serantes, Sí. Mons. Enrique Pérez Serantes gritó a su secretaria Olga Ros, Olga ya tenemos Obispo Auxiliar para Santiago.

La consagración episcopal fue el 30 de agosto, y dicen los que estuvieron presentes, que el Cobre, estaba repleto de gente, rebosaba de gente, y que apenas Mons. Meurice pudo agradecer dirigiéndose a su madre, porque el llanto no lo dejaba hablar. Dicen que aquello fue una Consagración Episcopal.

Ahora concluyo con lo siguiente. Dando gracias a Dios por el misterio pascual de Cristo en nuestras vidas. Esta misa la ofrecemos, como muy bien se ha explicado en el guion, por eterno descanso de Mons. Pedro, pero a la luz de ese cirio pascual, lo hacemos con el Espíritu de la Vigilia Pascual del Sábado Santo, para rescatar al esclavo, has entregado al Hijo. Creemos en la vida eterna, pidamos por su eterno descanso, y pidamos también por todos nosotros los sacerdotes más jóvenes, para que siempre seamos perseverantes y tengamos la vida y obra de Mons. Meurice vigentes, actuales en nuestra vida. Porque Mons. Meurice es un don, ha sido un don, y lo es para nuestra Iglesia y nuestra Patria, lo es.

Y concluyo con esta frase. Dice Pilar, nunca en mi vida he visto a un cura que toque, que sostenga con más unción y respeto al Cuerpo de Cristo, el Cáliz con el vino que ya no es vino, es sangre; no hay hombre que lo haya tocado con más unción que mi hermano Pedro. Que así sea.


Texto tomado del Facebook del  Arzobispado de Santiago de Cuba.


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Sunday, June 25, 2023

Los restos mortales de Mons. Pedro Meurice serán trasladados a la Catedral de Santiago de Cuba


Queridos hermanos y hermanas.


Fieles laicos, religiosas y religiosos, sacerdotes, pueblo de Santiago de Cuba y aquellas personas que conocieron y compartieron con nuestro recordado y querido arzobispo Mons. Pedro Claro Meurice Estiú, su preocupación y desvelo por el bien de las almas, de la Iglesia y de Cuba, para comunicarles que el miércoles 12 de julio próximo, a las 6:00 pm se celebrará una misa de exequias y se procederá a reinhumar, en la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba, sus restos mortales.

Recordemos las palabras en la que les daba la triste noticia de su fallecimiento, el día 21 de julio de 2011.
En medio de la pena por su partida nos invade también el sentimiento de gratitud por haberle conocido y trabajado al lado de él. Fue un sacerdote y obispo digno, hombre de Dios y de Iglesia, de fe y oración intensa, muy cercano a su pueblo con el que quiso compartir su vida. Murió rodeado de cariño, entregándose a Dios al amparo de Ntra. Sra. de la Caridad del Cobre, consciente de que el encuentro con el padre se acercaba.

Estos mismos sentimientos de gratitud y justicia hacen que depositemos sus restos en el Templo Madre de esta Iglesia de Santiago de Cuba, desde donde él nos santificó con los sacramentos, nos iluminó con la Palabra de Dios y nos cuidó y defendió como el rebaño que Dios le había confiado. Esta acción es una manera de hacerlo presente como ejemplo de pastor digno de imitar a las próximas generaciones de cristianos y cubanos.

Les convoco a hacer lo posible para participar comunitariamente en esta Santa Misa, en esta acción de gracias por el don de su vida. En ella le encomendaremos al Señor y pediremos por su familia, por nuestra querida arquidiócesis y por todo nuestro pueblo de que él siempre puso en manos de la Virgen de la Caridad para confiarlo a su Hijo Jesús, como lo expresó en la Plaza Antonio Maceo cuando dirigiéndose a la Virgen dijo: “Y tu nombre será nuestro escudo, nuestro amparo tus gracias serán”. Esa es nuestra confianza.

Con mi bendición

+ Mons. Dionisio García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba




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Tuesday, May 9, 2023

(Catedral de Camagüey) Misa en homenaje a Mons. Adolfo Rodríguez


En la Catedral de Camagüey, se celebró una misa a las 5 p.m., de hoy 9 de mayo, en homenaje al Siervo de Dios Mons. Adolfo Rodríguez, al cumplirse 20 años de su paso a la Vida Eterna.


La liturgia tuvo lugar en el espacio de la Catedral, donde descansan los restos mortales de Mons. Adolfo.

La Eucaristía fue presidida por Mons. Wilfredo Pino, arzobispo de Camagüey. (JEM)



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Recuerdan a Mons. Adolfo en encuentro en su Casa Museo

 

En el 20 aniversario del fallecimiento del Siervo de Dios Mons. Adolfo Rodríguez, se celebró en la mañana de hoy 9 de mayo, un encuentro conversatorio sobre su vida. 

El evento tuvo lugar en la Casa Museo ubicada en la calle Cisneros #104. Estuvo presidido por Mons. Wilfredo Pino, arzobispo de Camagüey y el Diac. Miguel Angel Ortiz. (JEM)


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Sunday, January 22, 2023

El micrófono de Juan Pablo II en el Aula Magna de la Universidad de La Habana



En el momento que Juan Pablo II, el 23 de enero de 1998 en la Universidad de la Habana, se disponía a iniciar su discurso al "Mundo de la Cultura", se percató que su micrófono estaba "descabezado", y no apareció quien fuera capaz de resolver el accidente técnico.

La solución a la que echaron mano, fue la mano del jefe de la Guardia Suiza, que una vez metido debajo y dentro de la mesa presidencial, le sostuvo el micrófono a Su Santidad.

Cuando pudo por fin salir nuevamente a la magna superficie, debido al parecer a la presión sanguínea, emergió con la cara colorá. (JEM)


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Con un saco que me prestaron Joel Jover e Ileana Sánchez Hing, me arropé para asistir al encuentro con Juan Pablo II en la Universidad de La Habana, el 23 de enero de 1998.


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... por Camagüey asistimos a este encuentro:


- Roberto Méndez Martínez
- Luis Alvares 
- Ileana Sánchez Hing
- Mirtha Hidalgo Pedroarias
- Florentino Miguel Rivero Mojer
y yo. (JEM)

Tuesday, August 10, 2021

La Iglesia Católica celebra hoy 10 de agosto, el día del Diácono Permanente.


Mons. Adolfo, con los primeros diáconos permanentes de Camagüey. Vicente Pérez, Freddy Gan, Miguel Viera, Rosendo García, Mons. Adolfo Rodríguez, Ramón Castro, Oscar  Valdés, José Figueredo, Vicente Acuña. (Foto cortesía de Janet Figueredo)

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El 16 de julio 1988, Mons. Adolfo Rodríguez celebró sus Bodas de Plata como Obispo, en la parroquia de La Caridad y ordenó a Vicente Pérez como diácono permanente, el primero en Cuba. (JEM)

Friday, February 19, 2021

(Febrero 17, 1986) Discurso inaugural del ENEC, por Mons. Adolfo Rodríguez




Introducción

Cuando en 1979 Mons. Azcárate, con ocasión de una convivencia de sacerdotales en El Cobre, en que trataron precisamente el tema de la esperanza, propuso el proyecto de una reflexión nacional, que él mismo denominó entonces “de quijotada”, nadie pudo imaginarse en aquel momento que aquella “quijotada” iba a convertirse un día en realidad; y que aquella titubeante idea iba a ser la chispa primera de una gran hoguera espiritual que envolvería a toda nuestra iglesia cubana, y de la que hoy nosotros, aquí reunidos, somos como una prueba. Verdaderamente, lo que alguna vez ha sido pensado, es ya desde este momento una realidad.

Ya desde aquel momento fue una realidad este ENEC que se celebra hoy aquí, providencialmente dentro de este Año Internacional de la Paz; a los XX años del Concilio Vaticano II; en el 50 aniversario de la coronación canónica de la Virgen de la Caridad; en momentos en que una cruz que nos entregó el Papa y que es réplica de la primera cruz que en 1514 se plantó en tierra americana, recorre nuestra isla y hace alto aquí para presidir esta asamblea; y en el 133 aniversario de la muerte del P. Varela, el cubano de quien se dijo que mientras se piense en Cuba, se pensará en el primero que nos enseñó a pensar.

Aquí se encuentran hermanos de Pinar del Río y de La Habana, de Matanzas y de Cienfuegos-Santa Clara, de Camagüey, Holguín y Santiago, en un extraño encuentro que no reúne pinareños con holguineros, santiagueros con villaclareños, laicos con sacerdotes, sino católicos cubanos a secas, sin divisiones artificiales, que vienen trayendo algo de sus vidas para buscar juntos cómo puede la Iglesia construir en Cuba la comunión con Dios y con el pueblo cubano del que formamos parte.

Detrás de cada sacerdote presente están todos los sacerdotes de Cuba ausentes; detrás de cada religiosa presente están todas las religiosas de Cuba ausentes; detrás de cada laico, hombre o mujer, joven, adulto, obrero, campesino, profesional, estudiante… están todos los laicos cubanos católicos. A ellos los representamos; a ellos nos debemos; sin ellos nuestra presencia aquí no tiene sentido. Menos aún lo tendría al margen de ellos o contra ellos: contra sus anhelos, sus expectativas, sus opiniones, sus esperanzas que no podemos defraudar.

Largo y no fácil ha sido el camino de estos cinco años de reflexión eclesial para una Iglesia con muchos problemas, de solo 200 sacerdotes, con medios escasos, recursos pobres, elementos sencillos; pero que, a pesar de sus limitaciones, ha logrado realizar este acontecimiento histórico, una Iglesia que no puede decirle al Señor, y menos en este día: “Señor, tú a nosotros no nos has dado nada”, porque este encuentro nos prueba que nos ha dado el milagro mayor, el más misterioso y difícil, el llamado “milagro de las manos vacías”, que son las manos capaces de dar aun lo que no tienen. La primera sorprendida por este encuentro y por este documento de trabajo, ha sido la misma Iglesia.

Los dos ejes orgánicos del ENEC

El ENEC nació con dos ilusiones fundamentales en su corazón: la ilusión de ser imagen fiel de nuestro maestro, Jesucristo, de quien la Iglesia es inseparable porque de Él recibe su esencia y su existencia y con ellas su misión; de quien es sacramento universal de salvación porque ella ocupa el lugar de Él sin desplazarlo; y nace también con la ilusión de servir mejor a nuestro pueblo cubano: a su felicidad, a su unidad nacional, a su progreso, a su carácter y su historia, sus sacrificios y esperanzas, sus peligros y problemas. Este pueblo a quien, como cristianos, tenemos algo que aportar que entronca con las raíces mismas de nuestra nacionalidad cristiana, mestiza, isleña y cubana.

Estas dos actitudes de fidelidad a Cristo y a Cuba, quieren ser los ejes orgánicos de nuestro ENEC, y en esta inauguración los obispos de Cuba, en cuyo nombre hablo, y cuyos sentimientos expreso, quieren exhortar con sincero afecto a todos a actuar siempre en sintonía con esta institución que está en el origen mismo del ENEC.

El ENEC como celebración

Durante estos cinco años hemos oído repetir a sacerdotes, religiosas y laicos, y con mucha insistencia, que el ENEC no debe ser una reunión más sino una celebración de la Iglesia cubana. Estamos ya en esa celebración, en esa fiesta que es de todos los cubanos, porque la historia demuestra que cuando la Iglesia está contenta, los pueblos están contentos también.

Una celebración que proclama su fe en Cristo, en quien creemos más que en todo; incluso más que en este mismo ENEC. En Él, en sus palabras y hechos, queremos buscar juntos nuestras actitudes de Iglesia para hoy y para aquí. El ENEC no puede tener otra intención que la de seguir la misma ruta de Cristo, que es el mismo siempre, pero tiene mil modos diferentes de llamar a su Iglesia para que cumpla su misión en este mundo, conociendo todas las posibilidades, aún las más dolorosas, hasta que llegue a su plenitud.

Una celebración que proclama nuestra fe en el evangelio como la gran noticia para cualquier hombre por muy vulnerable que sea, porque este evangelio nos da la prueba del amor del Padre, tal como lo describe la parábola del padre misericordioso.

Una celebración que proclama lo que Pablo VI llamaba: “la fe en el hombre y en la fuerza innata del bien”, que es más fuerte que el mal, como el amor es más fuerte que el odio; como la vida es más fuerte que la muerte.

Una celebración que proclama, sin bajar de pena la cabeza, el respeto a nuestra identidad cristiana, como hizo el hombre del tesoro del evangelio que, para no perderlo, está dispuesto a perderlo todo.

Una celebración en fin, que proclama nuestra fe en la Iglesia, pero no en la Iglesia abstracta, teórica, ideal, planetaria, de meras palabras teológicas, sino en la Iglesia concreta, práctica, real, que se llama la Iglesia de Dios en Cuba, hermosa o arrugada, contenta o apenada; santa y a la vez pecadora, perfecta y a la vez perfectible; por tanto, una Iglesia continuamente juzgada por el Evangelio y llamada a la conversión y a la santidad de vida a cuyos méritos nosotros apelamos día a día cuando le decimos al Señor: “no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia”.

Las claves del ENEC

Una Iglesia que quiere ser misionera porque si no lo fuera sería como una secta que va derecho al fariseísmo y dejaría de ser la Iglesia. Que quiere ser signo de comunión porque si no lo fuera sería como un arca de Noé, con una parejita de cada especie, y dejaría de ser la Iglesia. Una Iglesia que quiere ser encarnada porque si no lo fuera, entonces sí sería “el opio del pueblo” y dejaría de ser la Iglesia.

Y si como lo han intuido todas las asambleas diocesanas, nuestra Iglesia en Cuba quiere ser misionera y signo de comunión, entonces tiene que ser necesariamente la Iglesia de la apretura, del diálogo, de la participación, de la mano extendida y de las puertas abiertas, del perdón, de la diaconía; la Iglesia que “lava los pies” como el maestro (Jn 13, 5), que camina dos millas con el que le pide caminar una; que da el manto también al que le pide la túnica y que pone “la mejilla izquierda al que le pega en la derecha” (Mt 5, 39), es decir, la Iglesia que sale en esta vida con algo siempre inesperado: la serenidad, la comprensión, el amor.

Cuando leemos el “Documento de Trabajo” nos parece que no se trata de buscar en este ENEC criterios ni principios nuevos; nos bastan los de siempre, que son los del evangelio y que son los mismos que vienen de las asambleas diocesanas. 

Se trata, más bien, de buscar cómo aplicarlos pastoralmente a la realidad concreta nuestra. Se trata de que toda la enorme experiencia de fraternidad, servicio, unidad, solidaridad, alegría, esperanza contra toda desesperanza… que llevamos 27 años viviendo intraeclesialmente, la abramos a todos los demás y la brindemos para que los hombres se sirvan de esta experiencia en la medida que su libertad personal lo reclame.

Cuando leemos las “líneas de fuerza” de nuestras asambleas diocesanas, comprobamos que nuestros católicos no han hecho otra cosa que cambiar acentos, enfatizar aspectos, renovar perspectivas, leer signos nuevos dentro de una fundamental continuidad con el pasado y con el evangelio para cumplir mejor nuestra misión en esta tierra cubana que es la tierra buena del evangelio donde basta tirar la semilla para verla crecer y florecer.

Nuestros cristianos optaron desde el primer momento por el diálogo, cuando el diálogo no era todavía más que una nostalgia. Optaron por la apertura cuando las puertas parecían estar cerradas y las cortinas bajadas; optaron por la evangelización cuando no íbamos en nuestra pastoral más allá del llamado “testimonio silencioso”; optaron por la encarnación cuando se decía que la religión no puede formar ciudadanos buenos porque su carácter sobrenatural los hace sospechosos en asuntos de carácter natural.

Por tanto, ningún acontecimiento anterior al ENEC tuvo que cambiar precipitadamente el giro de las opciones originales de los católicos cubanos, como ningún acontecimiento posterior al ENEC, sea adverso o favorable, debiera cambiar estas voluntad unánime e intuición evangélica de los católicos cubanos que dijeron: 

sí a la apertura, que se abra espacios nuevos al evangelio; sí al diálogo, que sea sincero y realista, hacia fuera y hacia adentro; sí a la encarnación que sea no como dogma abstracto; sí a la evangelización… como también dijeron sí al respeto irrestricto a la propia identidad cristiana. Si nada hubiera sucedido en el camino, aquel ENEC hubiera sucedido exactamente igual a este. Cualquier signo posterior o anterior no haría más que reformular lo ya formulado, reexplicitar lo ya explicitado.

Algunos presupuestos

Antes de empezar nuestra asamblea, los obispos consideramos conveniente recordar o clarificar tres puntos, que son propiamente nuestros, porque vienen del mismo sentir de las asambleas diocesanas:

1.- El ENEC no va detrás de un documento deslumbrante, aunque habrá un documento que pertenecerá al tesoro de la Iglesia cubana y en el que la Iglesia cubana quiere inscribir su acción pastoral. El ENEC tampoco va detrás de una fiesta, aunque es una celebración festiva de la Iglesia.

El ENEC nació como un espíritu nuevo en nuestra Iglesia y este espíritu es más importante que los papeles y que la fiesta. El ENEC cumplirá realmente su objetivo cuando este espíritu penetre en el corazón de la Iglesia, en su vida, instituciones y personas. El ENEC es el pulmón de la Iglesia cubana, su conciencia reflexiva, su respuesta bajo la inspiración docente del Espíritu Santo a las necesidades nuevas; y este espíritu es el que evitará la parálisis, la anarquía y la falsificación en nuestra acción pastoral, que es el objetivo priorizado de esta reflexión.

De más está decir que el ENEC tampoco debe pasar a la historia como un juicio, que pertenece solo a Dios. No es seguro que un hombre o una institución o un sistema puedan cambiar desde fuera el rumbo de otro mediante la fuerza o mediante la condena. Todavía pesan en la memoria el recuerdo costoso de épocas en que pretendimos combatir el error mediante la Inquisición, y tampoco dio resultado. Finalmente, mediante la apologética, y tampoco dio resultado. En nombre de la verdad o de la eficacia no se puede abdicar del amor y “el amor aventaja siempre al juicio” (Sant 2, 13).

2.- El ENEC significa solo una etapa intermedia, orientada hacia otras etapas intermedias, hasta la meta que nos trasciende y que trasciende a la Iglesia misma. No es un final sino un nuevo comienzo. Quiere ser profético, sugerente, programático: mirando a largo plazo. Por tanto, la intuición profunda del ENEC hay que realizarla en la paciencia de la Iglesia, que espera siempre, aun en la noche.

Dios no lo da todo en esta vida. Y el ENEC tampoco. Nada en esta vida es hasta hoy y desde hoy: la vida se teje de pasos y el ENEC también. No puede el ENEC tratarlo ni agotarlo ni resolverlo todo. Lo único que el ENEC puede es cumplir lo que enseñó el Señor: “Caminar hoy el camino de hoy y mañana el de mañana, sin pretender ver el camino entero”.

La pregunta está latente: ¿qué pasará históricamente en la Iglesia cubana después del ENEC? Tal vez mañana nos pueda parecer que no ha pasado nada; que el sol sigue saliendo por donde ha salido siempre; que todo sigue igual: como en la bendición del ministro; como en la consagración de la eucaristía, que parece que no ha pasado nada, pero sí ha pasado.

Se puede fallar en esta vida por ir despacio, pero también por ir de prisa. Este es el primer ENEC. ¿Por qué tiene que ser el último? Los católicos cubanos tienen fama de ser muy generosos, siempre será más fácil pedirle paciencia a los generosos que pedirle generosidad a los impacientes.

3.- Si alguien tuviera aquí alguna preocupación por el clima que reinará en esta asamblea, es porque ha olvidado muchas cosas. 

Ha olvidado el clima que reinó en las asambleas parroquiales, vicariales, zonales y diocesanas durante cinco años. 

Ha olvidado que somos cubanos, hijos de este pueblo educado en tradiciones muy liberales y muy tolerantes, capaz siempre de oír, de atender, de respetar.

Habrá olvidado la calidad humana y espiritual de nuestros sacerdotes, religiosas y laicos cubanos, de quienes la Iglesia se siente muy orgullosa, capaces de elaborar un documento de trabajo como éste, que es el más eclesial y a la vez el menos clerical de nuestra historia cubana.

Son muchos los motivos para asegurar de antemano que aquí nadie viene a oírse a sí mismo, a pescar para sí, a tocar trompetas precipitadas en esta hora que no es de clarinadas sino de coherencia, de realismo y de servicio.

Muchos son los ojos del mundo entero puestos hoy en la Iglesia cubana que parece convertida en este momento como en un eje universal. Y es que Cuba, su Iglesia, su estado, sus hombres, tenemos una oportunidad y responsabilidad compartida de ayudar a una evolución general del mundo.

Tenemos confianza en Dios, pero tenemos también confianza en ustedes. 

Durante estos 27 años la Iglesia cubana ha puesto en las manos de los laicos las cosas más queridas y más santas; las cosas a las que la Iglesia le da la máxima importancia; les puso en las manos la eucaristía para que la llevaran a los enfermos; la Sagrada Escritura para que la leyeran en la asamblea; las celebraciones de la Palabra para que las presidieran; la economía de las parroquias para que las administraran. Con la misma confianza, la Iglesia cubana les pone ahora en las manos su futuro, segura de la responsabilidad y seriedad, de la serenidad y coherencia, de la obediencia y objetividad de ustedes.

La buena voluntad de la Iglesia se prueba en admitir la diversidad de la unidad y la igualdad en la diversidad, bajo esta regla universal de oro de la Iglesia: “In certis unitas, in dubis libertas, in omnibus charitas”. (‘En las cosas ciertas: unidad; en las cosas dudosas: libertad; en todas las cosas: caridad’.)

La reflexión del corazón

Hermanos: necesitamos reflexionar en este ENEC con la cabeza pero sin ahogar las razones del corazón. Primero, porque el Señor nos enseñó a ver con el corazón lo esencial, lo profundo, y se queja cuando el hombre piensa solo con la cabeza: “no hay quien piense con el corazón”, dice Isaías; pero, además porque el lenguaje del corazón es más fácil de entender a todo hombre, en particular al cubano, que es cordial, afectivo, sentimental, poco vengativo, poco rencoroso, que no guarda mucho tiempo las cosas, como reflejaron las encuestas preparatorias del ENEC.

Nadie encontrará en el documento de trabajo el espíritu de revancha, el resentimiento y la recriminación, las ganas de insistir en las heridas o el vocabulario férreo del hijo mayor de la parábola. Tampoco encontrará la estrategia fría, ni el doblez de intenciones, ni el cálculo egoísta, ni los compromisos falsos, ni las formas prepotentes. Tampoco el angelismo cándido, el triunfalismo vacío, el acomodamiento insincero o el optimismo simplista del que se pone algodones en los oídos para encubrir nuestros propios errores y para desconocer los errores de los demás.

El documento de trabajo no quiere alentar más el miedo que paraliza, la desconfianza que lastra, la cobardía que disfraza o el complejo que inhibe. No cae en el error de reduccionismos en materia de fe, poniéndola al lado o frente o en competencia con otras ideologías como si la fe fuera una experiencia reductible a cualquier otra experiencia humana.

No aspira nuestro ENEC a una reconquista de poderes, a un rescate de posiciones, favores o privilegios para la Iglesia. La Iglesia no quiere otra cosa que el espacio necesario para cumplir su misión, para dar también su juicio ético, moral, no político, aún sobre problemas no estrictamente religiosos, pero sí humanos, lo cual no constituye un privilegio sino un derecho y un servicio: el derecho que tieneel hombre a recibir la Palabra de Dios y a iluminar toda su vida con la luz de esta Palabra. La Iglesia quiere anunciar, en franca amistad, su fe a todos los hombres, aún a aquellos que la consideren enemiga, porque ella no quiere sentirse enemiga de nadie. La Iglesia, en fin, espera que la fe deje de ser aquí un problema, una debilidad o un diversionismo ideológico; y que el futuro no se parezca al pasado.

Y para llegar a esto, la Iglesia no tiene otro modo y otro lenguaje que el modo y el lenguaje del corazón.

La esperanza de la Iglesia 

El espíritu nos va a conducir por sus caminos que no son nuestros caminos, a esa imitación cada vez más fiel de Jesucristo y a esa comunión cada vez más estrecha con nuestro pueblo cubano, con quien compartimos un mestizaje de fe, cultura y raza, y compartimos la dicha de haber nacido aquí.

Los cubanos, por nuestro carácter, somos capaces de construir cualquier cosa en común; y vamos a construir este camino del Espíritu felicitándonos por tantas cosas que salen bien en nuestra patria y preguntándonos qué podemos humildemente hacer para que las que salen mal, salgan bien.

Abierta a la imprevisibilidad del Espíritu, la Iglesia cubana quiere ser la Iglesia de la esperanza: que recuerda el pasado, vive el presente y espera el futuro.

Tenemos una esperanza y queremos dar palabras de esperanza a los que las pidan, a los que las necesiten, a los que han fijado sus miras solo en lo terreno como límite a sus aspiraciones humanas y sienten como que les falta algo. No tenemos ni la primera ni la última palabra de todo, pero creemos que existe una primera y una última palabra de todo y esperamos en Aquel que la tiene, el Señor. En Él miramos con serena confianza el futuro siempre incierto, porque sabemos que mañana, antes de que salga el sol, habrá salido sobre Cuba y sobre el mundo entero, la providencia de Dios.





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Thursday, September 24, 2020

Iglesia y Convento de La Merced de Camagüey. Apuntes cronológicos 1601-1997 (por Joaquín Estrada-Montalván)


Año 1905
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El 24 de septiembre la Iglesia Católica celebra la festividad de la Virgen de La Merced, conocida como la Virgen de los Cautivos (ver Mercedarios). Por este motivo y en homenaje a la Virgen, comparto nuevamente con los lectores del blog, el post relacionado con la historia de la Iglesia y Convento de La Merced en Camagüey.

Joaquín Estrada-Montalván

 

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Nota previa: Texto publicado en la Revista El Camagüeyano Libre, Miami, Año XXV, Número 2, Abril junio 2009. Varias de las fotos han sido escaneadas desde originales o postales.


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Around finales siglo XIX y principios del XX
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 Around década del 40, del XX
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década del 50
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finales de los 70s
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en la década de los 80s
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Museo Religioso, debajo del Altar Mayor,
conocido  como las "Catacumbas de la Merced"
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Esta nota cronológica, que es parte de un trabajo más amplio, fue realizada con documentos de los fondos de los archivos de los arzobispados de Santiago de Cuba y de Camagüey y el Archivo Histórico Provincial de Camagüey. Además, utilicé una amplia bibliografía que incluyó, entro otros autores, a Joaquin Weiss, Juan Torres Lasquetti, Jacobo de la Pezuela, y Pedro Agustín Morell de Santa Cruz.

Camagüey es conocida, entre otros sobrenombres, por el de la Ciudad de las Iglesias, incluso fue esta una de las características que le valieron el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.

Uno de los conjuntos arquitectónicos eclesiales mas importante del territorio, y de toda la Isla, es la Iglesia y Convento de la Merced.

A continuación brindo una síntesis cronológica (años 1601 - 1997) que incluye tanto la evolución del edificio, como la actividad pastoral que se ha realizado desde este conjunto arquitectonico conocido como La Merced de Camagüey.

Joaquín Estrada-Montalván

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· 1601: Se funda el Convento de los Mercedarios por los Frailes Gaspar de la Rocha y Luis Fernández en una ermita de madera y guano cedida por Juan Griego y dedicada a nuestra Sra. de Altagracia.

· 1650: Existe una Ermita de cal y canto que fue demolida para construir el actual edificio.

· 1748: Se concluye la construcción del nuevo templo, que consta de tres naves, de ladrillos y bóvedas y una torre. El convento es de claustros en cuadro, de dos niveles sostenidos en arco.

· 1762: Fray Manuel de la Virgen Agüero manda a construir al platero mexicano Juan Benitez Alfonso el Santo Sepulcro, el trono de la Virgen, el Altar mayor y varias lamparas para el templo, siendo todos objetos de plata pura. Manuel de la Virgen gastó en estas joyas 23 000 monedas de plata, que fueron fundidas en el patio del convento a la vista del publico, el que acudía a observar los trabajos y echaba monedas de plata y oro en el caldo que el artífice Benitez preparaba.

· 1800: La Audiencia de esta Villa declaró fiestas anuales de tabla las de La Merced y la Caridad, equiparándolas.

· 1820- 1824:
El Convento sirve de cuartel a la Milicia, siendo evacuada la comunidad religiosa que regresa a este lugar en 1828.

· 1825:
Se instala un reloj en la torre del campanario. Este había sido instalado provisionalmente en 1822 en la Iglesia de la Soledad. Es el primer reloj público en la ciudad.

· 1831- 1870:
La Diputación Patriótica de esta ciudad acuerda el establecimiento en el Convento de una Biblioteca Pública (la primera de Puerto Príncipe).

· 1841:
Por ley del Rey Carlos IV, fechada 15 de diciembre de 1841 se suprimen 11 de los 19 conventos religiosos de Cuba y todos sus bienes confiscados. Los ocho conventos restantes pasaron a ser administrados por la Real Hacienda. Confiscado el Convento de la Merced en La Habana, los frailes habaneros fueron acogidos en Camagüey, que quedó exento, pero la penuria económica determinada por el impuesto y otras causas produjeron la lenta extinción de las comunidades mercedarias.

· 1851: Entre las medidas adoptadas en Puerto Príncipe para preparar militarmente la Plaza, como consecuencia de los acontecimientos tanto a nivel nacional como local, se construyó un aspilladero en la azotea de la Iglesia habilitándole como fortaleza militar.

· 1852: El Convento fue ocupado temporalmente por el ejército hasta 1854.

· 1862: Se utilizo como prisión de “49 negros bozales” en rebeldía que habían sido apresados en Santa Cruz

· 1865: Se proyectó convertir el Convento en Mercado y abrir una calle entre el Convento y la Iglesia

· 1867: Se hacen reparaciones y se pintan cenefas de flores en los techos del presbiterio, de la nave central y el coro.

· 1868: Se instaló provisionalmente la Audiencia de Puerto Principie en el convento. Al estallar la contienda independentista el ejército vuelve a ocupar el edificio. Se hicieron obras que convirtieron la Iglesia y el Convento en una fortaleza, emplazando cañones en las azoteas y bocacalles.

· 1888: Llegan los Frailes Carmelitas, quienes sustituyen a los Mercedarios por disposición del Obispo Herrera. Tienen que compartir el inmueble con el ejército hasta el año 1893.

· 1895: Es nuevamente ocupado este edificio por el ejército. En 1902, con el advenimiento de la República, fue reconocido el Arzobispado de Cuba como legitimo propietario.

· 1901: En septiembre se sustituye el viejo reloj por uno moderno.

· 7 de noviembre de 1906:
Un incendio destruye el Altar Mayor, otros dos altares, pinturas murales y otros objetos de arte pertenecientes al templo. No hace daños de importancia al cuerpo del edificio.

· 1908: El pintor Juan Albaijés y el arquitecto Claudio Muns restauran el templo y las pinturas. Sustituyen por mosaicos las viejas baldosas del suelo, rebajan el nivel del ante-presbiterio y transforman las columnas octogonales a la forma cuadrangular actual.

· 1909: Dolores Betancourt Agramonte dona y trae de Barcelona, España el actual altar mayor, de estilo neogótico, que fue colocado en 1910, junto a los altares laterales del mismo estilo arquitectónico.

· 1911 – 1914:
Se terminaron los nuevos altares de la Virgen del Carmen, Nuestra Señora María Santísima, del Santo Niño Jesús de Praga y el del Sagrado Corazón de Jesús, obra de los ebanistas Timoteo y Pascual Isasi.

· 1913 - 1915:
Se hizo la rebaja del anteprebisterio y una suntuosa gradería en forma de semicírculo que da acceso al presbiterio. Se hizo la instalación eléctrica en las cornisas y arcos con lo que la Iglesia alcanzó un gran realce. Se realizaron grandes reformas en el convento, fueron sustituidas las viguetas de madera en mal estado por las actuales de hierro en el piso alto, que se recubrió de mosaicos y se construyeron la biblioteca y el comedor.

· 1914:
Es consagrado en La Merced, Mons. Valentín Zubizarreta, como primer Obispo de Camagüey.

· 1915:
Zubizarreta cede en alquiler a perpetuidad a los Frailes Carmelitas la Iglesia y el Convento. Este intento durante su estancia en Camagüey establecer Catedral y Obispado, pero nunca se materializó este proyecto.

· 1921: Se inaugura la imagen del Santo Milagroso Niño Jesús de Praga.

· 1920- 1930:
Se hicieron reparaciones importantes en el interior y exterior del Convento. Se le dio a la fachada su apariencia actual.

· 1961:
En abril es ocupado el Convento por la Milicia Nacional Revolucionaria. Los P.P. Carmelitas deben abandonar el Convento. En mayo es devuelto el inmueble. En agosto el Obispo designa al sacerdote escolapio. Ramón Clapers,como Rector del Convento y la Iglesia.

· 1964: Regresan los P.P. Carmelitas. El Convento continúa como residencia de varios sacerdotes diocesanos. Se instalan las oficinas del Apostolado Seglar, Catequesis, Liturgia, etc.

· 1968: Se marchan los P.P. Carmelitas de La Merced y el Convento y la Iglesia pasan a ser regidos por el Obispo de Camagüey.

· 1980: Se retiran los altares neogóticos laterales del templo. Es cerrado el templo por presentar serios daños estructurales.

· 1981:
Se inaugura un museo religioso en la Cripta Funeraria debajo del presbiterio.

· 1990: El Convento es instaurado por Mons. Adolfo Obispo de Camagüey, como Casa Diocesana. Nombra al sacerdote diocesano José Sarduy primer Rector.

· 1994: Se reabre parcialmente al culto el Templo de la Iglesia de la Merced.

· 1995: Se termina la reparación del presbiterio.

· 24 de diciembre de 1996:
Se reabre totalmente el Templo de la Iglesia de La Merced.

· 1997: En junio es consagrado Mons. Juan García como Obispo Auxiliar de Camagüey en esta iglesia de La Merced.

. 5 de mayo de 2013. Regresan los padres mercedarios.

· Actualmente la Casa Diocesana de La Merced es considerada como “el corazón” de la diócesis. En ella funcionan: la Biblioteca Diocesana; las Oficinas Diocesanas de Pastoral. Se celebran encuentros de las diversas pastorales, a nivel diocesano y nacional; Retiros, Convivencias; Conferencias; se presentan videos, etc. Es también la sede de las Publicaciones Diocesanas y la Casa de todos los sacerdotes de Camagüey.

Monday, February 10, 2020

Sacerdotes camagüeyanos, obispos cubanos (por Joaquín Estrada-Montalván)


Varios de los obispos en la Cuba de hoy, son sacerdotes camagüeyanos ordenados por Mons. Adolfo Rodríguez.

- Card. Juan García, arzobispo de La Habana.

- Mons. Wilfredo Pino, arzobispo de Camagüey

- Mons. Alvaro Beyra, obispo de Bayamo-Manzanillo

- Mons. Juan Díaz, obispo de Matanzas

- Mons. Mario Mestril, obispo emérito de Ciego de Avila.


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Mons. Domingo Oropesa, obispo de Cienfuegos. Es un sacerdote español, nombrado obispo mientras servía en la diócesis de Camagüey. Estuvo en la ciudad de las iglesias desde el año 1999, invitado por Mons. Adolfo Rodríguez, hasta 2007 cuando fue escogido por el Papa para pastorear la diócesis de Cienfuegos. Es el primer sacerdote extranjero nombrado obispo en Cuba en varias décadas.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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