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Tuesday, January 2, 2024

En el 115 aniversario del fallecimiento de Marta Abreu (por Teresa Fernández Soneira)



El 13 de noviembre de 1845 nace Marta de los Ángeles Abreu Arencibia en la ciudad de Santa Clara. Allí disfrutaron Marta, sus hermanas y sus padres una vida placida hasta que un día llegan noticias a Santa Clara del alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes y sus seguidores. Al año siguiente la insurrección se había ya extendido a Camagüey, y en la finca Dos Hermanas, propiedad de los Abreu, el padre de Marta declara hombres libres a todos los esclavos que se sumen a la guerra. Desde entonces, Marta se une a la causa de la libertad de Cuba y está al tanto de todos los acontecimientos. Viendo que la situación empeoraba y que sería un largo camino, el padre de Marta empieza a planificar el traslado de la familia para La Habana y adquiere la casa número 72 del Paseo del Prado. Realiza una fiesta de inauguración a la que asiste el licenciado Luis Estévez Romero, abogado matancero que tiene su bufete en La Habana. Es allí en aquella fiesta cuando Estévez conoce a Marta y se siente atraído por ella. La comienza a visitar y Marta encuentra en Estévez el compañero que ansía. En 1874 Marta y Luis contraen matrimonio y a los 12 meses les nace Pedro, el hijo fruto de su amor. Luego tendrían una niña que fallecería pocos días después de nacer.

Casa natal de Marta Abreu en Santa Clara
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Cuando en 1876 fallece el padre de las Abreu y meses más tarde fallece la madre, la fortuna es distribuida entre las tres hermanas lo que facilita a que Marta pueda llevar a cabo la labor social, educativa y cultural que siempre ha deseado para su provincia. Establece escuelas, un asilo para ancianos, una planta eléctrica, la estación de bomberos y policía, un dispensario para enfermos pobres, y muchas otras obras sociales. El 8 de septiembre de 1885, festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Marta obsequia a Santa Clara con la institución cultural más importante de ese siglo en aquella ciudad: el teatro La Caridad. Los fondos provenientes de las funciones que se llevaban a cabo en el teatro eran utilizados a partes iguales entre las diferentes obras benéficas que Marta había instituido.

En 1894 el ayuntamiento de Santa Clara presenta una moción para que se le conceda a Marta Abreu un título de Castilla con la denominación de condesa de Villaclara, pero Marta se opone a esta distinción. No accede por su modestia y por su patriotismo. Marta no quiere ser condesa de Castilla; ella es cubana cien por cien y sólo quiere ser benefactora de Santa Clara sin que España tenga nada que ver en eso.


La Guerra de Independencia

“Mi última peseta es para la Revolución, 
y si hace falta más y se me acaba mi dinero,
 venderé mis propiedades […] y si eso todo
 fuese poco, nos iríamos nosotros a pedir
 limosna […], porque lo haríamos por la
 libertad de Cuba”. Marta Abreu

Al estallar la Guerra de Independencia, Marta y Luis se exilian a París. Para allá también se ha ido parte de la crema y nata de la sociedad cubana de la época: los azucareros, los cafetaleros, los hacendados y terratenientes. En las tertulias parisinas Marta conversa con las personalidades que impulsan esta guerra desde el exterior y pide el apoyo de la aristocracia cubana. Envía cables a Estrada Palma con el seudónimo de “Ignacio Agramonte” para que se mantenga su nombre en el anonimato. Está al día sobre los progresos de la guerra y hace donaciones sin que se sepa que es ella la benefactora. Indaga sobre cuánto costaría alistar a un ejército, y sin pensarlo dos veces envía la cantidad 240,000 pesos, cuantiosa suma para aquella época y que hoy significaría millones de dólares. Se reúne con el líder puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, con el hijo de Carlos Manuel de Céspedes quienes residen también en la capital francesa. También habla con Figarola-Caneda, Mestre Amábile, los Terry y otros más. Se preocupa por dar a conocer su país a los franceses, y logra establecer en la Sorbona una sala dedicada a la cultura cubana.

Marta también envía dinero para socorrer a los cubanos confinados en Ceuta, Chafarinas, Fernando Poo y otras prisiones de la Península. Hace obras de caridad, como cuando ayuda a la poeta Mercedes Matamoros a publicar sus obras para que esta pueda sostenerse económicamente con el dinero de la venta de los libros. Apoya a la patriota Manuela Cancino quien había quedado viuda con una niña al terminar la guerra, y Manuela agradecida le escribe un poema del que reproducimos unos versos: “¡Villaclara feliz, tierra dichosa! / Mi corazón el parabién te envía, / nació en tu seno la mujer hermosa/ orgullo noble de la patria mía”.

Al concluir la guerra, los esposos Estévez regresan a Cuba libre. Aunque sólo unos pocos saben de su llegada, pronto empieza a correr la noticia del arribo del matrimonio y Santa Clara se engalana para recibirlos con honores y agasajos. Marta desea continuar la tarea inacabada antes de su partida a París, así como la que demanda que la ciudad requiere por los estragos producidos por la guerra. Tiene que reconstruir y fabricar; ayudar a los huérfanos; aliviar a las viudas y a los pobres. También debe proseguir con su labor filantrópica y patriótica porque ella dice que hay que despertar en el cubano su amor por las artes y la cultura.

Primera bandera cubana izada 
en el Teatro la Caridad de Santa Clara, 
que había mandado a construir Marta,
 y que ondeó el 31 de diciembre de 1898.
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Pero el matrimonio no podría disfrutar mucho de Santa Clara ya que el Dr. Estévez es nombrado para desempeñar el cargo de secretario de Justicia bajo la Administración norteamericana de ocupación por lo que tendrán que trasladarse para La Habana. Marta desea estar en su ciudad querida, pero se ve en una disyuntiva. Sin embargo, no vacila, pues su corazón y su patriotismo la llevan a la resignación y supedita sus deseos por los del servicio a la patria. Después vendría otra prueba. Dice el etnólogo y periodista Fernando Ortiz que, “A propósito de la designación de candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de la República, el nombre de Luis Estévez y Romero se balanceó en la cresta de la ola”. Marta estaba nuevamente en el umbral, siempre dispuesta a subordinarlo todo por la necesidad histórica. Estévez aceptaría la designación para la vicepresidencia de la República junto con Tomás Estrada Palma como presidente por lo que los sueños de Marta tendrían que aguardar una vez más.

En 1905 Estévez renuncia a la vicepresidencia y el matrimonio se retira a su hogar en Cruces. Parece que por fin ha llegado la hora de que Marta pueda satisfacer sus aspiraciones. En la tranquilidad y la paz del hogar Marta vuelve a dedicarse, incansable, a sus tareas habituales: la casa, la cultura, la beneficencia.

Adiós a Cuba

Pocos años más tarde Marta y Luis emprendían viaje a Europa. Los motivos no constan en ninguna parte, y no hay certeza ni autenticidad de las razones que los hizo dejar Cuba. En Francia no cesa de recibir cartas de Santa Clara con pedidos y relatos de desgracias. “Estoy pasando mesadas a varias familias que se han quedado en la calle, y pagando colegios a niñas que me han recomendado y a otras que han quedado desamparadas”, dice Marta en una carta.

Pero la patriota tiene problemas de salud. En los últimos días de diciembre del 1908 es sometida a una cirugía, y debido a complicaciones, muere el 2 de enero de 1909. A Santa Clara llegan las noticias de su deceso y es tanta la devoción que tiene su pueblo por ella, que se declara duelo nacional por nueve días y los edificios públicos se visten de cortinas negras. Más de 100 periódicos reseñan el suceso. Los funerales se llevan a cabo el 4 de enero en la iglesia de San Felipe de París y ese mismo día la entierran en el cementerio de Montmartre.

Luis Estévez queda totalmente desconsolado. Su compañera de 35 años lo ha dejado solo y triste; ha sido un gran golpe. Ni los nietos, ni el hijo, ni los cuñados logran hacerlo salir de su profunda depresión. Al mes y dos días después del fallecimiento de Marta, Luis Estévez Romero se quita la vida. Triste y trágico final para una pareja que tanto sacrificó y luchó por una Cuba mejor. Años más tarde, el 20 de febrero de 1920, los restos de Marta y de Luis fueron exhumados y trasladados a La Habana en el vapor Flandes para ser sepultados en el panteón de la familia Abreu-Arencibia en el Cementerio de Colón.

Pudiendo haber vivido cómoda y tranquilamente en Francia al margen de lo que pasaba en su país, o disfrutando de su hogar en la amada Santa Clara, Marta, sin embargo, decidió sacrificar parte de su comodidad y ofrecer una porción considerable de sus cofres en beneficio de la patria. Supeditó sus deseos a la necesidad que Cuba tenía entonces. Sus contribuciones a la vida civil fueron vistas por todos como un compromiso público que contribuyó a la causa de la democracia de la nueva nación. Su cubanía, su bondad y su grandeza de espíritu hicieron que se ganara el título de ‘La Gran Benefactora’.

Monumento en bronce 
a la patriota Marta Abreu Arencibia, 
en el Parque Vidal de Santa Clara.
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A Marta Abreu hacemos hoy homenaje en el 115 aniversario de su fallecimiento, agradecidos por su entrega y su dedicación a Cuba y a su amada Santa Clara. Descanse en paz la Gran Benefactora.




El legado de Marta Abreu Arencibia


◼ El Teatro La Caridad (8 de septiembre de 1885).

◼ Colegio San Pedro Nolasco (31 de enero de 1882).

◼ Asilo de Ancianos San Pedro y Santa Rosalía.

◼ Obelisco dedicado a los sacerdotes Juan Martín de Concedo y Francisco Antonio Hurtado de Mendoza (15 de julio de 1886).

◼ Dispensario El Amparo para niños pobres enfermos y sus familias (1 marzo 1897).

◼ Escuela La Trinidad para niños negros.

◼ Escuela El Gran Cervantes para niños negros.

◼ Escuela El Buen Viaje.

◼ Reforma la Ermita del Buenviaje de los Padres Pasionistas.

◼ Escuela Santa Rosalía.

◼ Casa de Bomberos (1886).

◼ Escuela municipal Concedo (1886).

◼ Cuerpo de Policía de Santa Clara (1886).

◼ Construcción de cuatro lavaderos públicos: La Pastora, El Carmen, del Puente y el Condado. (18 mayo 1887).

◼ Estación meteorológica de Santa Clara, incluyendo todos sus instrumentos y equipamiento técnico (1889).

◼ Planta eléctrica para el alumbrado público de la ciudad de Santa Clara (1 de marzo de 1895).

◼ Estación de Trenes de Santa Clara.

◼ Erección del Puente sobre el Paso del Minero en Santa Clara.

◼ Instrumentos para la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos (1899).

◼ Donación de una bóveda para los pobres en el Cementerio de Santa Clara.

◼ Contribuyó a la reparación del camino a Camajuaní.

◼ Contribuyó a las reformas que se hicieron a las iglesias del Buen Viaje y la de Encrucijada.

◼ Reconstrucción de los hospitales de San Lázaro y San Juan de Dios.

◼ Mecenas de artistas, intelectuales y hombres de ciencia como los doctores Carlos de la Torre (científico), Julio Jover Anido (astrónomo) y Manuel Velasco (médico).

◼ Quince envíos de remesas para la independencia de Cuba equivalentes a más de 240,000 dólares.




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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Friday, December 15, 2023

Un Belén en cada hogar (por Teresa Fernández Soneira)

Plaza de la Catedral. Navidad 2020.
Foto/Facebook Cáritas Holguín
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Recuerdo que en mis años de infancia mis padres me solían llevar en Navidad a los diferentes conventos, iglesias y colegios de La Habana que exhibían nacimientos monumentales. Eran grandes producciones con efectos de luces, cascadas, música, campanas, narración y todo tipo de detalle que me llamaban soberanamente la atención. Recientemente pude recordar aquellos años cuando visité la catedral de Ávila en España. Allí, en el Trascoro se encuentra una de las muestras del renacimiento español que me parece de las mejores en su género y que representa el nacimiento del Salvador. Es la obra de los entalladores Juan Rodríguez y Lucas Giraldo quienes han trabajado el alabastro de una forma excepcional. Todo está allí, desde la visita de la Virgen a su prima Isabel, al nacimiento de Jesús, la Adoración de los Magos, la Presentación en el Templo, la Huida a Egipto y la matanza de los niños inocentes. Todas estas escenas logradas con tal realismo y movimiento que parece que las figuras tienen vida y se van a salir de la piedra de un momento a otro.

Trascoro en la Catedral de Ávila, España
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¡Cuántos años de trabajo para aquellos artistas del siglo XVI que aún hoy nos cautivan con su obra!

Con esto me vino a la mente una historia de la vida real… Dicen que hay en La Habana una señora que todos los años acostumbra a montar un nacimiento completo en su casa. Cuando se acercaba el Adviento comenzaba a sacar sus figuras, a limpia los animales, a preparar el cielo, los montes, las ciudades. Cuando lo tenía todo dispuesto construía su Belén y antes de la Navidad ya lo tenía en exhibición para que su vecindario pasara a visitarlo. Con la llegada del comunismo a la isla, y viéndose en necesidad económica, la señora comenzó a vender las piezas con gran dolor: los animales, los magos, los ángeles y otras imágenes, y así hasta que solo quedó el Niño Jesús en su pesebre. Me cuentan que hoy sigue sacando su Niño Jesús y que todavía los vecinos pasan por su casa a adorarlo.

¿Por qué le damos tanto interés al árbol de Navidad? Caminamos millas para encontrar el que nos guste, que sea de tal o cual especie, que no eche espinas, que sea grande…después nos gastamos una fortuna adornándolo para colocarlo en un lugar privilegiado de la casa. Sin embargo, no nos preocupamos tanto por el nacimiento, que es en sí la razón de la Navidad, pues sin la venida del Salvador a la tierra no estaríamos celebrando esta fecha.

Por eso, hoy les tengo una proposición, que este año todos pongamos en nuestro hogar un nacimiento, o, aunque sea un Belén de una pieza como el de la señora del cuento, que año tras año con ilusión lo saca, lo limpia, lo mima y luego exclama gozosa: "Un niño se nos ha dado, ¡el Emmanuel, el Salvador!"



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Publicado originalmente en La Voz Católica 20 de noviembre, 1992.




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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Monday, October 9, 2023

A golpe de Himno (por Teresa Fernández Soneira)

Altar de la iglesia de san Salvador de Bayamo 
en el que vemos un fresco en la pared, en el área superior, 
que representa la procesión con la bandera de Céspedes 
a la salida del templo en 1868, y a los patriotas y sacerdotes,
 así como todo el pueblo. Foto de Internet.
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Han pasado muchos años, pero aún están presentes en mi memoria los actos cívicos con la jura de la bandera que se celebraban todos los viernes en el patio de mi colegio en La Habana, allá por la década de 1950. Se efectuaban frente al busto de José Martí que enaltecía el amplio patio del colegio, donde también se tenían actos religiosos y escolares; procesiones a la Virgen, y hasta ejercicios de las clases de educación física. El viernes era siempre un día especial que comenzaba temprano en la mañana con ese acto cívico en el que se leían poemas a la patria, se depositaban flores al Apóstol y se cantaba el Himno Nacional, todo acompañado de la bandera. Con estos sencillos pero sentidos actos, las alumnas fuimos adquiriendo conciencia de patria, de cubanidad y de respeto y amor por nuestras tradiciones, nuestros héroes y nuestra historia. Este 2023 en que se conmemoran los 155 años de haberse cantado por primera vez en público el Himno de Bayamo, que luego se convertiría en el Himno Nacional de Cuba, les propongo un viaje por la historia para rememorar aquellas décadas de fervor patriótico y deseos de independencia.


En Bayamo “un tremor de misterio recorría la ciudad”, como nos ha deja escrito José Maceo Verdecia en su gran obra Bayamo(1). Los criollos, cansados ya de medidas, represalias y tiranía, y con más ansias de libertad que nunca, conspiraban en contra de España. Todos los países de la América habían logrado su independencia excepto Cuba y Puerto Rico, y España recrudecía sus medidas de control sobre los cubanos. Se conspiraba en todas partes: en parques y sociedades de recreo; en las calles y en las tiendas. En una barbería de la calle san José de Bayamo se congregaban algunos patriotas hasta altas horas de la noche. También lo hacían en las logias masónicas, como en la logia Redención a la que pertenecían Pedro Felipe Figueredo Cisneros(2) y Francisco Maceo Osorio, y que presidía el gran Francisco Vicente Aguilera. Allí deliberaban sobre la tarea de comenzar la insurrección, y es en el bufete de Maceo Osorio donde se deciden cuáles serían los primeros pasos del movimiento insurreccional.

En la noche del 13 de agosto de 1867, reunidos Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y Maceo Osorio, Aguilera expuso sus proyectos. Explicó que para hacer una guerra efectiva hacía falta, como decía Napoleón, dinero, dinero y más dinero. Y también había que constituir un comité revolucionario, lo demás vendría con el tiempo. Entonces se acordó comunicar aquellos proyectos a los demás conspiradores, y como vuelve a explicar Verdecia en su libro antes mencionado, “las manos en las manos como sellando el pacto supremo, se volvió Maceo Osorio(3) hacia Figueredo y le dijo: ‘Se puede decir que ya estamos reunidos en comité de guerra. Pues bien; ahora te toca a ti, que eres músico (dirigiéndose a Perucho), componer nuestra Marsellesa’.”(4)  Figueredo aceptó la invitación.

Los elementos más destacados de la ciudad apoyaron la conspiración de estos tres patriotas y se fueron uniendo a sus filas, decididos a la lucha de vida o muerte. Un día, reunido un grupo nutrido en el domicilio de Figueredo, se establece por fin el comité revolucionario, y por precaución y para que no se oyeran voces, mientras la reunión transcurría las hijas de Figueredo, Canducha y Yayita(5), no cesaban de cantar ni de tocar el piano con unas amigas. Esa noche todos designaron a Aguilera como director del movimiento, y también se nombraron a Maceo Osorio como secretario, y a Figueredo como vocal. Al día siguiente, y en presencia de treinta conspiradores, Perucho interpretó al piano la marcha “La bayamesa” en la finca Santa María en Bayamo. Para corroborar esta historia se conserva el testimonio de la señora Adela Morell de Oños, natural de Bayamo quien, el 2 de octubre de 1900 declaró a la revista Cuba Musical que ella tenía un manuscrito original de “La bayamesa”, y explicaba:
le adjunto el Himno Bayamés que me pide […]. Puedo decirle con seguridad, que fue escrito por Figueredo en el año 1868, en la finca Santa María, propiedad de mi señor padre D. Cirilo Morell, donde existía un piano, cosa rara en el campo insurreccional. Que lo acompañó allí Carlos Manuel de Céspedes, presidente entonces de la República, con su estado mayor y con el gobierno, donde venía Figueredo, que tocaba admirablemente el piano. También puedo asegurar que lo acompañó su sobrino Fernando Figueredo Socarrás.
La revista añade que después Fernando Figueredo(6) revisó la carta y el manuscrito, e informó lo siguiente:
La finca Santa María de Morell, era una especie de oasis, donde después de muchas marchas, de incomparables fatigas y de reñidos combates, se iba a descasar y a gozar en medio de las atenciones de una familia distinguida y culta. Recuerdo a D. Cirilo, tronco de aquella, anciano ya, que se entusiasmaba con los hechos de actualidad entonces […]. Recuerdo asimismo a su hijo Cirilo, tipo de criolla caballerosidad; a Adela, sus hermanas y a tantas y tantas señoras como se congregaban en Santa María, bajo el calor de la familia Morell, que se afanaba en hacernos olvidar las malas horas del campamento. Cuanto Adela refiere en su carta es exacto y aunque han muerto ya muchos de los que recuerdan el hecho, todavía vive y se encuentra en esta ciudad Federico Betancourt, que recordará esa y otras muchas escenas de la finca Santa María.(7)
Daguerrotipo del patriota Perucho Figueredo
 por el fotógrafo Maceo. Foto de Internet.
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Perucho Figueredo había cumplido con la promesa y había compuesto el himno. Luego pidió al maestro Manuel Muñoz Cedeño, director de una de las orquestas de la ciudad, que lo musicalizara e hiciera el arreglo para orquesta. El 8 de mayo de 1868 Muñoz llegó a casa de Figueredo y le presentó el arreglo. Figueredo le dijo: “ha hecho usted una marcha original, de verdadero mérito”. Días después La bayamesa fue tocada en casa de Figueredo por una pequeña orquesta y muy suavemente para que no se oyera en la calle.

Al principio “La bayamesa” no tenía letra, pero cuando las tropas de Carlos Manuel de Céspedes entraron en Bayamo el 20 de octubre de 1868 después de tomar la ciudad y quemar los patriotas sus propiedades, ya Perucho había escrito los versos. La letra original de “La bayamesa” era la siguiente:

Al combate corred, bayameses,
que la patria os contempla orgullosa.
No temáis una muerte gloriosa,
que morir por la Patria es vivir.

En cadenas vivir, es vivir
en afrenta y oprobio sumido.
Del clarín escuchad el sonido.
¡A las armas valientes corred!

No temáis; los feroces iberos
son cobardes cual todo tirano
no resiste al brazo cubano
para siempre su imperio cayó.

Cuba libre; ya España murió
su poder y orgullo do es ido
¡Del clarín escuchad el sonido,
a las armas valientes corred!

Contemplad nuestras huestes triunfantes
contempladlos a ellos caídos,
por cobardes huyeron vencidos
por valientes supimos triunfar.

¡Cuba libre! Podemos gritar
del cañón al terrible estampido
¡Del clarín escuchad el sonido,
a las armas valientes corred!

Aprovechando que se acercaba la fiesta del Corpus Christi(8), Perucho habló con el sacerdote cubano José Batista, párroco de san Salvador de Bayamo, para pedirle permiso para interpretar el himno cuando finalizara la ceremonia. Aunque algo temeroso, Batista lo aceptó. Fue así como a las diez de la mañana del 11 de junio de 1868, con el templo lleno de las más conocidas familias bayamesas, la orquesta situada a un lado del altar mayor, el gobernador Udaeta acompañado de los oficiales de su Estado Mayor y los principales conspiradores con sus familias sentados en los bancos principales del templo, se procedió al acto. El sacerdote presentó la custodia y el maestro Muñoz hizo la señal de comienzo de la orquesta y las notas de La bayamesa llenaron el templo y produjeron una impresión de regocijo entre los presentes. Después de esto, los preparativos continuaron para la inminente guerra. “Había una cabeza que dirigía: Carlos Manuel de Céspedes; un brazo que ejecutaba, Pancho Aguilera, y un alma que inspiraba confianza y entusiasmo, Perucho Figueredo: la ciencia, la fuerza y la belleza, cuyo concurso es tan necesario en la prosecución de toda obra grande y generosa” escribió entonces Fernando Figueredo Socarrás(9).

Algunas de las damas que cantaron el
 Himno de Bayamo en la Iglesia de san
 Salvador de Bayamo. 
Aquí aparecen: Ana Madrigal, Caridad González, 
Amelia Montero y Candelaria Figueredo,
 abanderada e hija de Perucho.
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El 17 de octubre entraron los mambises en Bayamo, Pedro Figueredo cabalgaba en su caballo Pajarito, y muy cerca de él iba su valiente hija Candelaria, la abandera. Se cantó el himno y se luchó. Los españoles capitularon. La bayamesa se oyó ejecutada por los músicos, el gentío llenó las calles y los mambises se sintieron henchidos de gozo. Luego del triunfo y capitulación de Bayamo, se decidió celebrarlo dando gracias a Dios con un Te Deum en la parroquia de la ciudad. El 21 de octubre de 1868 la joven abanderada, Candelaria Figueredo(10), escoltada por los coroneles Juan Hall y Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes, llevó la bandera confeccionada por la patriota bayamesa Felicia Marcé en procesión a caballo hasta la iglesia. A la entrada del templo los jinetes se desmontaron de sus caballos y Candelaria sostuvo la bandera por el asta, Juan Hall por el extremo opuesto, y, bajo ella, desfilaron Carlos Manuel de Céspedes y todo su estado mayor. Céspedes fue recibido en la Iglesia bajo palio, ocupando el lugar de honor. Los sacerdotes cubanos Batista, Soleilac e Izaguirre oraron y bendijeron la bandera de Céspedes(11) que luego se paseó por las naves de la iglesia. Seguidamente, todos cantaron un Te Deum de acción de gracias(12) y más tarde, en marcha triunfal, pasearon en procesión la bandera por toda la ciudad. En esa procesión iba un grupo de jóvenes quienes cantaron en público, por primera vez, el himno de Perucho Figueredo. A ambos lados de la calle marchaba la tropa victoriosa. Entre las que integraban aquel coro ese día memorable estaban: Inés, Ana e Isabel Jerez; Ana Rodríguez, Catalina García, Victoria Rodríguez y Adriana del Castillo. También estaban Amelia Montero, Caridad González, Elisa Figueredo, Candelaria Figueredo y Ana Estrada Madrigal(13). En la biografía de Perucho Figueredo escrita por la historiadora Flora Mora(14), esta apunta que en 1929 la señora Elisa del Portillo viuda de Rodríguez, hija de Candelaria Figueredo y nieta de Perucho, declaró a la Comisión Pro-Himno Nacional, que su tía, Elisa Figueredo, había sido la directora del coro de señoras que entonaron el himno.

Entrada de Perucho Figueredo en Bayamo.
  Lámina de Hernández Giró del libro
Historia Gráfica De Cuba(15)
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La música del himno corrió entre la población y las familias comenzaron a tararear las notas de aquella marsellesa cubana. Así fue como la guerra comenzó a golpe de himno con “La bayamesa”, ejecutada por la orquesta de Bayamo, la mejor de la ciudad, y dirigida por Muñoz Cedeño. Muchos años después, preparando ya la guerra de Independencia, José Martí publicó en el número 16 del periódico Patria en Nueva York, el 25 de agosto de 1892, la transcripción del himno de Bayamo bajo el título de “La bayamesa, himno revolucionario cubano de Pedro Figueredo”. Así se le dio más difusión a la obra y alcanzó a varios países de América y de Europa donde había extensas colonias de exiliados cubanos. En diciembre de 1896 en Roma, Italia, auspiciado por el Comité Central italiano por la libertad de Cuba, Francesco Federico Falco, publicó un libro titulado La lucha de Cuba y la solidaridad italiana, en el que también apareció la partitura de La bayamesa, pero con el nombre: “Himno de Bayamo. Canto de guerra cubano”.

Al terminar la guerra, a fines de 1898 el maestro compositor y director de banda José Antonio Rodríguez Ferrer, fue comisionado para armonizar, orquestar e interpretar el Himno de Bayamo, o Himno Bayamés, como también se le llamaba ya alternativamente a La bayamesa, con el cual se daría recibimiento en Guanabacoa al primer contingente militar cubano al regresar a esa ciudad al concluir la guerra. Y así fue como el himno de Perucho fue nuevamente modificado, esta vez por Rodríguez Ferrer, quien le añadió una introducción instrumental a modo de diana de estilo marcial que la partitura original no poseía y que era fundamental para lograr la llamada del clarín ya que el himno es, ante todo, una marcha de combate. Las crónicas que se conservan de ese acto de bienvenida a las tropas en Guanabacoa revelan que esta versión del himno causó un fuerte impacto entre los guerreros y la población.

Estereoscopio de unos niños simulando
 soldados en formación, en El Caney, 
Oriente, 1899. Colección de la Autora.
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Durante la Convención Constituyente de 1900-1901, La bayamesa se oficializó como el Himno Nacional de Cuba, y se suprimieron las estrofas que, a consecuencia de casi cuatro siglos de dolor, herían la sensibilidad del pueblo español, dejando solo las 2 primeras estrofas. Esa versión de La bayamesa/Himno de Bayamo, fue interpretada y declarada oficialmente Himno Nacional de Cuba. En esa ocasión la ejecución del himno estuvo a cargo de una banda de formato completo, que luego sería la Banda Municipal de La Habana bajo la dirección del insigne músico, el maestro Guillermo Tomás.

En cuanto a su autor, Pedro Figueredo, como combatiente que era del Ejército Libertador durante aquella guerra, al realizarse la Asamblea de Guáimaro el 10 de abril de 1869, fue designado Subsecretario de Guerra y Mayor General del Ejército Libertador. El 12 de agosto de 1870, mientras sufría en la manigua la grave enfermedad del tifus y úlceras en los pies, siendo cuidado por una de sus hijas, Figueredo fue tomado por sorpresa y apresado por las tropas españolas en la finca Santa Rosa de Cabaniguao en Las Tunas. Luego fue conducido a Santiago de Cuba y fusilado cinco días más tarde. Murió con la frente alzada, cantando La bayamesa.

Al igual que Figueredo, Carlos Manuel de Céspedes murió a manos de los españoles en 1873; Maceo Osorio, enfermó de fiebres, y falleció en el campo de guerra en 1873. En cuanto a Aguilera, pobre y enfermo de un cáncer, fallece en el exilio de Nueva York en 1877 mientras recaudaba y organizaba los fondos para la guerra. Ninguno pudo ver la libertad de su país, ni oir cantar La bayamesa en el suelo libre de Cuba.

Iglesia de san Salvador de Bayamo en 1911.
 Foto de Internet.
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NOTA:

Podemos aquí escuchar el Himno Nacional de Cuba compuesto por Pedro Felipe (Perucho) Figueredo en 1868, cantado por un coro de alumnas del Instituto San Carlos de Cayo Hueso, grabado en vivo en 1940. En el San Carlos por entonces se ensenaba ingles y español, y la escuela estaba dirigida y mantenida por el gobierno cubano de entonces.

Aquí el enlace para escuchar el himno:
(Archivo de sonido Ogg Vorbis; duración de 40 s; 33 kbps).
Las intérpretes del coro fueron: Dalia Soto, Violeta Soto, Aurora León y Evelia Baso.

Nota de Wikipedia: Grabado por Second Florida WPA Recording Expedition, enero 15-31, 1940.



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NOTAS:
  1. José Maceo Verdecia. Bayamo, Editorial Cubana, Miami 1997, p. 77. 
  2. Pedro Figueredo Cisneros (Bayamo 1818-Sierra Maestra 1870) de familia acaudalada; revolucionario, poeta y compositor. 
  3. Francisco Maceo Osorio, (Bayamo 1828-Guisa 1872), abogado y revolucionario, amigo de Carlos Manuel de Céspedes. 
  4. Verdecia, Ibidem. P 61. 
  5. Candelaria y Eulalia, 2 de las hijas de Perucho Figueredo e Isabel Vázquez. 
  6. Fernando Figueredo (1846-1929) ingeniero, militar e historiador cubano además de General de Brigada del Ejército Mambí. 
  7. Teresa Fernández Soneira. Mujeres de la Patria, vol. 1 (2014), p. 127, y vol. II (2018) p. 69. 
  8. La fiesta de Corpus Christi (Cuerpo de Cristo), es una festividad de la Iglesia católica que tiene como misión realzar la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. 
  9. Flora Mora. Biografía de Perucho Figueredo, Miami, 1974, p. 78. 
  10. Candelaria Figueredo Vázquez, “Canducha”, fue una de las hijas de Perucho Figueredo e Isabel Vázquez, patriota en las luchas independentistas. 
  11. Para más datos sobre la creación de esta bandera consultar la obra de Teresa Fernandez Soneira, Mujeres de la Patria, vol. 1, Ed. Universal Miami, 2014. 
  12. Un Te Deum es un himno litúrgico que los católicos entonan en el marco de la acción de gracias. 
  13. Flora Mora, Ibid., p. 34. 
  14. Flora Mora, Ibidem. 
  15. Juan Emilio Hernández Giró. Historia Gráfica de Cuba, La Habana 1938.



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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Thursday, September 21, 2023

Rosario Bolaños Fundora, la agente "Violeta" (por Teresa Fernández Soneira)


Daguerrotipo de Rosario Bolaños Fundora. Todos los derechos reservados. © Cortesía de Julio A. Mestre y de la Cuban Heritage Collection, University of Miami Libraries, Coral Gables, Florida. Prohibida la reproducción.
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En noviembre de 1942 Herminia del Portal, periodista de la revista Bohemia, entrevistaba a la patriota Rosario Bolaños Fundora en su hogar de La Habana. Del Portal la describía: “Es alta, y remata su silueta una mota de suaves y vaporosos cabellos blancos. Se la encuentra en su jardín, inclinada sobre sus flores, es toda ella un largo tallo armonioso con su rosa blanca”.

Rosario había nacido el 15 de abril de 1873 en la finca Dos Hermanos en Madruga donde también había nacido Isabel, su hermana mayor. Desde niña Rosario había estado al tanto de los sucesos de la Guerra de los Diez Años por sus padres, Miguel Antonio Bolaños y María Josefa Fundora, quienes comentaban los acontecimientos de aquella larga y cruenta guerra. Además, el hogar de los Bolaños estaba siempre abierto a los revolucionarios quienes tenían allí un punto de reunión.

La noche del 23 de febrero de 1895 una señora trigueña de ojos y cabellos muy negros llegó a la casa, entregó unas cartas, saludó y se fue sin decir más. Era Emilia de Córdoba, patriota habanera, la “sacerdotisa de la caridad pública” como la llamó la historiadora Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta, quien realizaba constantes visitas a la cárcel a acompañar a los mambises condenados a muerte. Una de las cartas que había traído Emilia era para Charito, como llamaban cariñosamente a Rosario, y decía que en el tren de la tarde había salido Gerardo de La Habana, y que se dirigía al ingenio La Ignacia cerca de Ibarra, en Matanzas. Añadía también que Gerardo iba con Juan Gualberto Gómez, Antonio López Coloma y un grupo de patriotas. Era este un mensaje en clave que avisaba que en Ibarra se reunirían los comprometidos patriotas para iniciar la Guerra de Independencia. Charito, su hermana Isabel y su madre salieron precipitadamente para la finca familiar a preparar el equipamiento de sus hermanos, Juan y José María, quienes iban a incorporarse a las fuerzas insurrectas.

Escarapela con la bandera cubana.
Foto tomada de internet.
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Estando vinculadas a la Junta Revolucionaria Cubana, las hermanas Bolaños realizaban todo tipo de labores. Charito, en particular, no solo confeccionaba ropas, sino que también transportaba mensajes, alimentos y medicinas al campo de batalla, y los amigos le pedían que cosiera escarapelas o insignias con la bandera para prenderlas a los yareyes. También trabajó como enfermera curando a heridos y enfermos. Uno de sus grandes amigos y colaboradores fue el insigne médico camagüeyano Dr. Carlos J. Finlay (1833-1915), con quien mantenía correspondencia y coordinaba la asistencia a mambises lesionados.

Jacinto Hernández, el jefe de la 2da División, escribe en los días de la guerra a la compañera “Violeta”, que era el nombre de guerra de Charito, y le confirma haber recibido 43 pares de zapatos. En otra oportunidad hace llegar al Regimiento de Caballería de Mayía Rodríguez dos mil píldoras de quinina, una libra de sal de higueras y tres mil píldoras para la Brigada Sur de la 1ra División. Hasta trapos viejos para los heridos aparecen en las listas, y es frecuente encontrar también algunas arrobas de chocolate. Este era el regalo particular de Isabel quien, cuando llegaba la mesada que le enviaba su esposo, separaba unos pesos para el café de sus hijos y el resto lo convertía en chocolate para los soldados.

Rosario también fundó el club revolucionario Juan Alberto González (soldado mambí que había muerto en la guerra), integrado por muchachas habaneras y cuya ubicación nunca descubrió el enemigo, ni aún en tiempos de Valeriano Weyler y del que Charito fue su presidenta. Todos los que operaban en La Habana y Matanzas recordaban en sus crónicas la labor desempeñada por “Violeta” (Charito) y “Azucena” (Isabel). En cuanto a María Luisa, la otra hermana Bolaños, aunque muy joven con 16 años, llevaba el sobrenombre de “Hilda” y también trabajaba para los libertadores. Las hermanas entregaban puntualmente recibos fechados y firmados por los jefes mambises de los artículos que ellas recolectaban y les entregaban. Sabían también los soldados que cada día las hermanas salían con los envíos en el ferry del muelle de Luz en La Habana Vieja, y que al llegar a Regla los distribuían entre los maquinistas que en los empalmes y lugares convenidos se los daban a los insurrectos. La explosión del Maine sorprende a Charito con su amiga María Luisa Mendive en Regla en el momento de subir al ferry. Venían para La Habana luego de recibir un reparto de latas de leche de la Cruz Roja Americana para auxiliar a los reconcentrados. Y es durante la terrible reconcentración de Vareliano Weyler cuando fallece Isabel Fundora, la madre de los Bolaños. Del campo de Cuba Libre les llegaron a las hermanas palabras de consuelo en cariñosas esquelas de muchos soldados y del Mayor General Pedro Betancourt, médico, militar y político matancero.


Anverso y reverso de medalla obsequiada por los mambises a Rosario Bolaños durante la Guerra de Independencia. Cortesía de Elodia Colás Herrera y Elodia de Garay Cruz. Prohibida la reproducción. © Todos los derechos reservados.
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Charito Bolaños siempre llevó sobre el pecho un obsequio de los mambises: una medalla de un peso plata bañada en oro con el escudo de la República y esta inscripción: ‘A Violeta, los jefes y oficiales, 2da Brigada, 2da División, 5to Cuerpo’. Cuando vino la paz Charito, además de la medalla lució por fin el traje blanco de novia. Se casaba con su novio, Gerardo Núñez de Villavicencio. Los dos habían cumplido con la patria: el como comandante, y ella como soldado y ahora se unían en el amor. Rosario perdió al esposo en 1942. Luego perdió tres hijos y también murió su hermana Isabel. “Los días de la guerra cuando ella tenía cabellos dorados y andaba como repicando con su ancha saya de vuelos se habían desvanecido”, dice en su reportaje Herminia del Portal, “pero su nombre y sus obras nos han quedado para la posteridad como ejemplo de patriotismo y entrega”.

Rosario Bolaños Fundora, la valiente y entregada mambisa habanera, merece figurar un día en la galería de heroínas de nuestra nación.


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Artículo publicado originalmente en el periódico LIBRE, 23 octubre, 2020.




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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Saturday, August 12, 2023

Lily Batet, su guitarra y su obra (por Teresa Fernández Soneira)

Lily Batet y su inseparable guitarra c. 1980.
Prohibida la reproducción. © Todos
los derechos reservados.
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En la década del 1960, la tan cubana guitarra también se exila para continuar su larga tradición en Miami.

Fue Lily Batet, compositora, maestra, cantante, y excelente guitarrista la que, en su afán por preservar nuestras raíces, al llegar de Cuba abre un estudio de guitarra en el centro de nuestra ciudad, el Estudio Lily Margot por el que pasaríamos, en sus 22 años de existencia, cientos de jóvenes que, habiendo salido de la Patria aún muy pequeños, necesitábamos estar expuestos a las tradiciones cubanas y así salvar nuestra herencia. La música popular cubana es, sin duda alguna, una de estas tradiciones.

Pero ¿quién es Lily Batet? ¿Recuerdan el famoso bolero Alma de Roca? Pues con esta canción, inspirada cuando la autora solo contaba 18 años, le hubiera sido suficiente para asegurar un puesto destacado en la historia de nuestra música. Pero su contribución sería mucho más amplia; hagamos un poco de historia…

Estaba Mario García Menocal como presidente de la Republica y se oía cantar por las calles (porque a todo le ponemos música), la conga La Chambelona con sus matices políticos: ‘Tumba la caña, anda ligero, mira que ahí viene El Mayoral, sonando el cuero…’. Se acababa de inaugurar Pro-Arte Musical y para el estreno se había traído al pianista Arturo Rubinstein. Venían a Cuba grandes artistas como Rosa Ponselle, Amelita Galli Curci, Sarah Bernhardt, Enrico Caruso. En el plano nacional, el son seguía invadiéndolo todo y la radio brillaba en sus primeros programas musicales. En estos días de renacer musical para Cuba, nace en La Habana Lily Batet Morales. Su mamá, Lizzie Morales, era concertista de la Filarmónica de La Habana bajo nuestro Amadeo Roldán, y también de la Sinfónica bajo Gonzalo Roig. Lizzie había sido alumna de piano de Ernesto Lecuona y amiga del compositor Eduardo Sánchez de Fuentes. Con esta herencia musical venía Lily al mundo.

Decía una amiga que Lily había “entonado antes que hablar” pues ya de pequeña improvisaba melodías en el piano, y en un ukelele intentaba tocar algunos sones de moda. Su papá, viendo que su hija tenía tanto interés y facilidad para la música, le regaló por un día de Reyes su primer guitarra. Nos dice Lily que esa misma tarde había afinado la guitarra “por teléfono” con la ayuda de una amiga de su mamá, y estaba tocando Olvido de Miguel Matamoros.

Su educación musical la realizó en el Conservatorio Hubert de Blanck y en el Conservatorio Municipal de La Habana. Estudió piano, teoría, solfeo, así como seis años de guitarra y composición. Fue alumna de guitarra de Francisqueta Villalta y de Clarita Romero de Nicola, y en Pro-Arte Musical, y es allí en la década de los años 30, donde Lily conoce a Margot Blanco, más tarde su acompañante en el Dúo Lily-Margot, que recorrería medio continente americano dando a conocer la música cubana.

¿Y, cómo surgió el Dúo Lily-Margot”? le pregunto a Lily.

“Organizaba Pro-Arte un pequeño concierto para clausurar unas conferencias que eran dadas en esta institución, y la profesora, Clarita Romero, me dice: ‘ya tengo a la persona que te va a acompañar en tu número’. “¿Quién es, Clarita?”, le pregunta Lily. ‘Pues Margot Blanco’, contesta la maestra. Lily comenta que al principio no se entusiasmó mucho con la idea pues conocía poco a Margot y nunca se habían dirigido la palabra. Pero en vista de la insistencia de la maestra, se pusieron a ensayar un huapango mexicano y una cueca chilena y quedaron tan satisfechas con la acoplación de voces y guitarras, que decidieron ensayarlas para la fiesta. Este comienzo las mantendría unidas hasta la actualidad”. Dice Lily que ya en ese concierto de Pro-Arte comenzó su fama, pues tuvieron que repetir la cueca, Corazones Partidos ¡seis veces! Corría el año 1934.

Comienzan después a cantar en fiestas particulares; viajan a Halifax, Nueva Escocia (Canadá) para actuar en la clausura de un congreso que allí se celebraba, y llevan una bandera cubana que entregan al primer ministro de Nueva Escocia en nombre de Cuba. Cantan con el dúo mexicano Los Cuates Castilla en el French Casino de La Habana.

El dúo Lily-Margot en La Habana en 1939.
 Foto cortesía de LilyBatet de Contreras. 
Prohibida lareproducción ©. 
Todos los derechos reservados.
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En 1938, mientras debutaban en el hotel Kawama de Varadero, las oye el presidente de Pan American Airways quien era muy amigo del presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt. Este enseguida las invita para que canten en la Casa Blanca en una Fiesta de Primavera. Ellas aceptan gustosas y se embarcan para Washington. En la Casa Blanca son recibidas por el mismo presidente Roosevelt quien las obsequia con una placa en la Oficina Oval.

También en este viaje son invitadas a cantar en la Embajada Cubana de Washington con motivo de la fecha patria del 20 de mayo. “Los contratos llovían!” comenta Lily. “Era como una cadena; terminábamos de cantar en un lugar y se nos daba otro contrato, así uno atrás del otro”. En este mismo año vuelan a Nueva York donde cantan para la CBS y filman un corto musical que es exhibido en Estados Unidos y en Cuba. Actúan también en el Teatro Latino de Nueva York; en el night club La Conga, y con Desi Arnaz en el Central Park Casino. También graban discos juntas. Los éxitos continuaban. En enero de 1939 hacen una gira de nueve meses por México donde son presentadas como “La sal y la pimienta de Cuba”. Su repertorio es 100 por ciento cubano: Cachita, Cielo Tropical, Olvido, algunos sones y varias composiciones de Lily: Guitarra (premiada en el 1935). Así era mi vida y Olvido con letra de Ramiro Gómez Kemp y música de Lily.

En México, D.F., cantan por la cadena de radio XEQ, en el Teatro Alameda, en el night club El Patio, y graban para la RCA Víctor. También son contratadas para cantar en los carnavales de Veracruz, en Guadalajara y en Tampico donde ganan un concurso de dúos contra las Hermanas Águila de México. Uno de los momentos más emocionantes de su vida, relata Lily, fue al abandonar Tampico. “La multitud que nos había ido a despedir a la estación de trenes, era impresionante, y en el mismo andén tuvimos que sacar las guitarras y cantar Cachita después de ser ovacionadas por el gentío”.

Ya de regreso a Cuba cantan en la radio por la Cadena Crusellas, la CMQ y la RHC Cadena Azul, y actúan en el Casino Nacional y en el Summer Casino. En una de las actuaciones radiales se aglomeró un gran público causando un tremendo calor. Al salir ellas a escena con sus guitarras, las cuerdas, que en aquellos tiempos se hacían de tripa y no de nylon, se reventaron con el calor.

A mediados de 1940 deciden terminar la carrera profesional cuando tenían contratos para ir por toda América del Sur. Lo hacen porque tanto Lily como Margot se habían comprometido y poco después se casan con dos hermanos dedicándose a su familia y a sus hijos. Pero Lily no abandonaría su amor por la música tan fácilmente. Seguiría dando clases particulares en La Habana hasta su salida de Cuba en 1960.

Primer grupo de alumnos del estudio
 Lily-Margot en Miami, en 1962.
Colección del patrimonio de Lily Batet. Prohibida la reproducción.
Todos los derechos reservados.
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Al poco tiempo de llegar a Miami, el 6 de julio de 1962, abre un estudio de guitarra y comienza con solo nueve alumnos. Les presenta en un estudiado repertorio que ella misma ha confeccionado con los variados ritmos de la Isla lejana. Después enseñaría también en la Academia Loyola; en el colegio de Saint Patrick en Miami Beach; en la Escuela de Música de la Universidad de Miami, integrando su profesorado por 10 años. En el Koubek Memorial Center donde enseña por 15 años, y en la parroquia de Santa Rosa de Lima en Miami Shores.

Concierto de guitarras, 
estudio de guitarras Lily-Margot
En Barry University c. 1965. 
Prohibida la reproducción ©.
Todos los derechos reservados.
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Vista parcial del grupo del conjunto de
 guitarras del estudio Lily-Margot.
 Universidad de Miami, 
Fiesta de la Hispanidad c. 1967. 
Prohibida la reproducción ©.
Todos los derechos reservados.
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Programa de Navidad, 
grupo de guitarras del estudio Lily-Margot
 en el Canal 7 de TV, Miami en 1967. 
Todos los derechos reservados ©. 
Prohibida la reproducción.
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Como si todo esto no fuera suficiente, Lily organiza 17 festivales de guitarra en el Dade County Auditórium; 12 espectáculos de Navidad; innumerables presentaciones por televisión en los canales 2, 4, 6, 7, 10, 17 y 23, así como conciertos de guitarra a beneficio del Centro Hispano Católico, el Centro Mater, la Casa de la Libertad, la Sociedad del Cáncer, el colegio de Belén y la Fundación del Corazón. Presenta a sus alumnos en los Festivales de la Hispanidad, en la calle Ocho, y muchos otros.

“De 1975 en adelante venían a estudiar guitarra al estudio jovencitos que habían nacido ya aquí” relata Lily. “Querían que les enseñara canciones americanas, era la moda. Pero después de un tiempo se aburrían de los mismos ritmos y me pedían que les enseñara algunas canciones hispanas. ¡Olvídate, que se vuelve a las raíces! Una vez que le ensayaba canciones cubanas estaban encantados y ¡ya no querían más canciones americanas!,” acaba diciendo con una sonrisa.

La incansable Lily, que lleva ya más de 50 años con su inseparable guitarra y dedicada a la música, sigue activa en la actualidad(1) cantando varias veces por semana en las casas para ancianos de nuestra ciudad, donde toca la guitarra y enseña a cantar a tantos viejitos enfermos. Además, en estos momentos está enfrascada en la preparación de su Método de Guitarra, “pero con el sistema con que a mi me enseñaron”, aclara Lily. “Tendrá tres volúmenes y espero imprimirlo muy pronto”.

Esto segura que muchos de los que leen hoy este artículo han salido beneficiados, no solo de las clases sino también de la cubanía, el entusiasmo y la entrega de Lily Batet. A ella el exilio le debe mucho, pero sobre todo el que haya mantenido vivo en tantos jóvenes cubanos de Miami ese amor por la música de Cuba, que es parte de su herencia. Gracias, Lily, porque así también se hace Patria.




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1. Esta entrevista es de 1986. Lilly Batet falleció en la década de 1990 en Miami.


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Entrevista realizada por Teresa Fernández Soneira a Lily Batet y publicada originalmnete en El Miami Herald en 1986, en el suplemento especial dedicado al 10 de octubre.



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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Friday, June 30, 2023

En el Santuario de Lourdes (por Teresa Fernandez Soneira)

La gruta de Lourdes, Francia
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Ninguna peregrinación me ha producido tanto impacto como la que ya hace años realicé a Lourdes, Francia. Fue allí donde Bernadette vio en 1858 la aparición de la Virgen. Después se produjeron algunos casos de curaciones en los enfermos que eran conducidos a la gruta de Massabielle. La influencia de pacientes se hizo cada vez más considerable y hoy van a aquella ciudad del milagro, movidos por su fe, cientos de peregrinos de todo el mundo. En aquella ocasión viajaba con nosotros un médico quien nos explicaba que la peregrinación posee una increíble fuerza de persuasión, muy superior a la de los más altos maestros de la medicina, y que de una multitud en oración surge como un fluido que actúa con una fuerza sanadora insospechada.

Y sanación es lo que van a buscar allí muchos. Después de viajar cientos de millas llenos de esperanza, se dirigen hacia la gruta en camillas o en sillas de ruedas, acompañados de médicos y enfermeros. Bajamos después por ente las angostas callejuelas y nos encontramos con la esbelta aguja de la basílica que se levanta hacia el cielo como una plegaria. Fue aquí, en 1903, cuando el doctor Alexis Carrel presenció una curación que hizo que su vida diera un giro total y que creyera en Dios y en el milagro. ¿Pero, es conciliable la religión con la ciencia? ¿Los descubrimientos de la física permiten a la razón admitir los principios de la fe? Blas Pascal, un filósofo del siglo XVII, respondía a los incrédulos que no aceptaban la resurrección de los muertos: 
¿qué razón tienen los ateos para decir que no se puede resucitar? ¿qué es más difícil, nacer o resucitar? ¿que aquello que nunca existió empiece a existir, o que lo que ha existido vuelva a la existencia? La costumbre nos hace fácil la primera posibilidad y la falta de costumbre hace difícil, sino imposible, la segunda. Criterio ciertamente pueblerino.
Debemos convencernos de que la ciencia tiene la misión de prever, no de comprender. Un electricista cree que comprende cómo funciona una batería eléctrica, pero los mejores físicos admiten que, aunque se pueda prever si va a funcionar, no se comprende todavía por que funciona. Hay quienes no creen en Dios, y en el milagro, pero creen en el electrón, ¡invisible y materialmente inconcebible! ¿Dudamos de los milagros que se pueden producir en Lourdes? Pensemos que Dios bien puede modificar las leyes naturales ya que fue El quien las creó.

Del viaje a Lourdes ha quedado en mi memoria una última imagen: la Basílica iluminada por millares de antorchas que llenaban las rampas que llevan a la puerta principal. De aquella procesión se elevaba, acompasadamente, el rezo del rosario en diferentes idiomas, y los cantos del Ave María se repetían hasta el infinito. ¡Grandiosa vivencia de fe!

Procesión de las antorchas
 y Basílica de Ntra. Señora de Lourdes
 al fondo (foto Newsly ©).
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Publicado originalmente en La Voz Católica, 23 julio 1993, p. 18.


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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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