- Sábado, 20 de septiembre a las 8. 00 p.m. Ermita de la Caridad. Miami.
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El gran legado de Ludwig van Beethoven (Bonn, 16 de diciembre de 1770 -Viena, 26 de marzo de 1827), como compositor, director orquestal, pianista y profesor de piano, abarca, cronológicamente, desde el Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo. Es considerado uno de los compositores más importantes de la historia de la música y, aunque las sinfonías fueron la fuente principal de su popularidad internacional, su impacto resultó ser principalmente significativo en sus obras para piano y música de cámara.Su producción incluye los géneros pianístico (treinta y dos sonatas para piano); de cámara (incluyendo numerosas obras para conjuntos instrumentales, de entre ocho y dos miembros); concertante (conciertos para piano, para violín y triple); sacra (dos misas, un oratorio), lieder, música incidental (la ópera Fidelio, un ballet, músicas para obras teatrales) y orquestal, en la que ocupan lugar preponderante Nueve sinfonía, entre ellas, la famosa Novena sinfonía, que incluye un coro.
La principal diferencia entre una orquesta de cámara y una sinfonica o filarmónica radica en su tamaño y el número de músicos que la componen. La orquesta de cámara, que puede tener hasta 30 o 40 músicos, se caracteriza por su pequeño tamaño y su capacidad para tocar en espacios reducidos, como salones o teatros. Por otro lado, la orquesta sinfonica puede tener entre 80 y 120 músicos y se caracteriza por su gran tamaño y su capacidad para tocar en auditorios más amplios, como teatros o estadios.
En Camagiiey, la vieja Santa María de Puerto Príncipe, ciudad interior, muy atrasada, con escasas comunicaciones a mediados del siglo XIX, nació Varona en 1849. Atraso en cuanto a notas de vida urbana moderna. Por lo demás, perduraban allí buenas esencias hispánicas, en la hidalga condición de los moradores, en las costumbres, en el uso del idioma. Además, había bibliotecas privadas de considerable número de obras escogidas. Varona leyó allí los clásicos españoles siendo un adolescente, y de muy joven, libros europeos fundamentales. Hasta bien pasados sus veinte años reside en su ciudad natal... De modo que no exageraríamos al afirmar que cuando se trasladó a la capital se había formado ya, en líneas muy sustantivas de su hechura.
Volviendo a lo de las bibliotecas, se sabe que algunas familias las poseían; pero es punto de historia local (interna, no de peripecias ruidosas), y está por esclarecer y fijar la medida en que contribuyó a aquel nivel de cultura la inmigración dominicana. En Santiago, en Camagiiey, en Matanzas se avecindaron no pocos dominicanos distinguidos en la primera mitad del siglo, a causa de turbulencias políticas bien conocidas. Lo testifican todavía descendientes de los Lavastida, Pichardo, Campuzano, Heredia...
De los clásicos espafioles no hay duda. No he podido saber que libros fuertes leyó Varona en Camagiiey, fuera de disciplinas literarias. Todo parece indicar que encontró alñí algunos y encargó otros a La Habana o al extranjero. No es mera curiosidad, ya que el dato iluminaría un momento de los más fecundos en la vida intelectual cubana…
Era Camagiiey, señora en la llanura, y de economía pecuaria y forestal, ciudad de tradiciones, en sus ferias, en el aliento católico de sus numerosos templos, en leyendas de la fundación española. Más las otras, esto es, las tradiciones específicamente cubanas, existían hacia 1850. De modo que de niño, por 1860, pudo el futuro pensador y patricio escuchar en las veladas del hogar el relato de heroicos episodios y enterarse de la acción civilizadora de El Lugareño, otro gran prócer camagüeyano, a la vez que aprendía de memoria los versos de la Avellaneda. Ella también, cuando a sus veintidos afios deja la arcaica ciudad, estaba sustancialmente formada, al menos en lecturas españolas y en el sesgo lírico de sus cantos.
Camagiiey, deciamos... Pues bien, al viajero que visite por primera vez la ciudad, lo impresionan las vetustas torres de iglesias seculares. Cada templo guarda sus tradiciones. Hay calles tortuosas, plazas abandonadas, casonas coloniales, rincones silenciosos. Antaño la hombría de los coetáneos de Varona era proverbial y se ejemplifican, de una vez, en figuras como la de Ignacio Agramonte. La devoción católica era signo camagüeyano. Sin embargo, ni por el camino de la acción brava ni por el de la religiosidad se orientó nuestro hombre. Ni combatiente ni creyente. De su Camagiiey natal parece haber asimilado -eso si- la consistencia, esa voluntad de ser (más que de vivir), que hasta hoy comunica fisonomía a esa región de Cuba.Sabemos poco de la operación que efectuan en nosotros las fuerzas del medio: las cósmicas y las sociales… El caso de Varona no es único. La reciedumbre de la región caló en otros compatriotas suyos preocupados por otra forma de servicio. Veremos como ni los vaivenes de la política ni el ambiente mundano de la capital, ni los reveses personales quiebran la hermosa solidez moral de don Enrique José. Ni combatió con las armas -aunque fue revolucionario- ni creyó en realidades extraterrenas. Modelo, custodio en sí, la imagen de lo humano que le fueron dibujando su ancestro hispánico, su medio natal, sus vastos estudios, los tipos de sociedad (cubana y universal) de su tiempo, y su individualidad peculiar. No se si habíia que buscar algo fuera de esos cinco factores. Cuando desapareció el viejo, fluía no ya de su espíritu sino de su misma figura toda blanca, la lección de serenidad más bella que ha recibido una generación cubana.
El solar de tradiciones que es la ciudad de Camaguey demuestra de modo palpable, la pujanza cristiana que late en la entraña del pueblo cubano, que espera tan solo el impulso germinal que cuaje, en florecimiento, la vitaludad potencial que años de liberal indiferencia, de escepticismo y de apatía, han cubierto sin lograr, sin embargo, esterilizarla completamente.
pastor celoso afanado por todas las ovejas de su rebaño, recorre día trás día, año tras año, las sabanas y los montes, las colonias y los potreros de su extensa Diócesis, buscando la perdida oveja para ingresarla al redil.
Nació en la finca El Caimito barrio de Agramonte de la ciudad de Camaguey en el año 1906. Es doctor en Filiosofïa y Teología, habiéndose graduado en la Universidad Gregoriana de Roma y ordenado Sacerdote en 1928. Dijo su primera Misa en la iglesia de las Madres Reparadoras de Roma. Está al frente de la parroquia de la Soledad desde el año 1932 y dirige con entusiasmo y acierto las cofradías Jueves Eucarístico, Doctrina Cristiana y las Asociaciones Caballeros Católicos, Damas de Acción Católica, Federación de la Juventud Católica Cubana y los grupos María Auxiliadora, San Luis Gónzaga y Asociación de Hijas de María. El Dr. Becerril Blázquez es un joven sacerdote consagrado a su ministerio y de amplios horizontes en la carrerra eclesiástica.
natural de Salamanca, donde nació en 1888. Se ordenó en 1912 y vino a Cuba en 1922. Desde el año 1939 se encuentra en Camagúey habiendo desempeñado la superioridad de la Orden de Carmelitas Descalzos, de la Iglesia de Nuestra Señora de Nuestra Señora de las Mercedes. Destacaba entonces en la parroquia de La Caridad como párroco, el padre Francisco Erdei S.S. natural de Hungría que lleva 15 años de ejercer su sagrado ministerio en Cuba habiendo sido ordenado sacerdote por Monseñor Jorge Caruana, Delegado Apostólico de S.S. en Cuba. El Padre Francisco está actualmente construyendo la torre de la iglesia de La Caridad con la cooperación del vecindario.