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Monday, November 20, 2023

Pon freno a tu lengua


"Pon freno a tu lengua, para que las palabras que salgan de tu boca no alteren tu sosiego y te proporcionen discordias. Cualquiera que habla con gusto de las faltas ajenas, oirá con dolor hablar de las suyas. No te alabes a ti mismo, porque no grangeas sino el menosprecio. No procures hacer ridículos a los otros, porque es peligroso empeño. Una burla picante es la ponzoña de la amistad; y el que no puede contener su lengua, no vivirá con quietud. Un grande hablador es el azote de las concurrencias; se aflige el oído con su locuacidad; y generalmente enfada y molesta, porque es su lengua como un torrente en que se aniega la conversación." (P. Félix Varela)


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"La Modestia", en José Ignacio Rodríguez: Vida del presbítero Don Félix Varela. Segunda edición. Arellano y Cía. La Habana, 1944.

Wednesday, November 15, 2023

Los restos del P. Félix Varela llegan a La Habana (por Carlos A. Peón-Casas)

Foto de la primera guardia de honor a los
 restos del P. Félix Varela, a su llegada
 a La Habana el 8 de noviembre de 1911,
 en la sede de la Junta de Educación.
 (Bohemia. Noviembre 1911)
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El 8 de noviembre de 1911, casi un siglo después de su partida definitiva de su patria cubana, llegaban para reposar en su sagrado suelo los restos del que fuera preclaro hijo, sacerdote, maestro, y precursor sereno de la ansiada independencia para su patria cubana, nuestro Siervo de Dios Padre Varela.

Ya muy próximos a celebrar el segundo centenario de su salida como Diputado ante las Cortes Españolas en 1822, y ante unas recientes especulaciones que se han escuchado, sobre una muy posible beatificación del que ya fuera declarado Venerable por Benedicto XVI en 2012 , se impone echar luz sobre tan particular hito de nuestra historia republicana, y de la vida de la Iglesia católica cubana, de la que Varela fue servidor fiel.

Sorteando los avatares más inenarrables del destierro, y la persecución por la causa tan sagrada de amar a Dios y a su patria hasta las últimas consecuencias, Varela sigue siendo un claro signo de clarísima integridad y coherencia, entre el patriota y el sacerdote, entre el filósofo y el maestro de una generación que encontró en sus palabras, el imprescindible acicate para tomar el relevo, en el largo camino de servir a Dios y a la patria, sin que una cosa fuera en detrimento de la otra.

La llegada de sus sagrados restos a la patria la encontramos muy oportunamente rememorada, en un libro muy reciente y ciertamente ya imprescindible para la historiografía cubana, se trata de: Cien barcos en la historia de Cuba o Historias de Cuba en cien barcos, del eminente intelectual y coleccionista cubano Emilio Cueto.

Para empezar, Emilio Cueto, el autor del libro, habanero y afincado en Washington, nos regala el dato poco sabido de que tan sacra entrega se hizo por mediación del vapor Miami, que procedía de la Florida, con toda probabilidad de Jacksonville.

Plaza Padre Félix Varela
Catedral de San Agustín, Fl
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El día 6 de noviembre en San Agustín de la Florida:
el obispo católico Monseñor William J. Kenny le había entregado los restos del sacerdote habanero(…) al cónsul cubano en Jacksonville Sr. Julio Rodríguez Embil y al Dr. Manuel Landa González, presidente de la Audiencia de Pinar del Río ¨para ser trasladados a su tierra nativa(1).
Dos días después, 8 de noviembre, el Miami entraba a la rada habanera con su preciosa carga. Cueto sigue precisándonos el ya poco recordado suceso:
En la Machina del puerto se hallaban los Canónigos de la Catedral de la Habana don Félix Caballero y don Antonio Abín, en representación del Obispo Pedro González Estrada. También estaban don Manuel Delfin, Diego Tamayo, Raimundo Cabrera, Eduardo R. Plá y el Marques de Esteban, junto con una multitud de fieles, patriotas y curiosos(2).
Luego de desembarcados, pasaron por dos destinos distintos antes de arribar a la Catedral, para ser entregados al Sr. Obispo. Primeramente reposaron en el antiguas Junta de Educación en Cuba No. 1, y después en el Ayuntamiento, sitio este último donde fueron recibidos por las personas del entonces Vicepresidente de la República, el del Tribunal Supremo, el alcalde y el Presidente de la Cámara Municipal(3).

Luego de una solemne Misa, en la catedral habanera, los restos de aquel “que primero nos enseñó en pensar” según reza el inspirado aserto de su discípulo José de la Luz y Caballero, serían solo depositados allí por unos pocos días más, pues pasarían a reposar, como ya había sido pactado entre las autoridades civiles y eclesiásticas, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

La ceremonia de traslado tenía lugar el domingo 19 de noviembre. Partiendo de la Catedral, el respetuoso cortejo, fue presenciado por millares de expectantes escolares habaneros, apostados a lo largo del extenso recorrido hasta la Universidad. Allí fue recibido por el presidente de la República, los Cuerpos Armados, y multitud de académicos(4).

Aula Magna
Universidad de La Habana
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Por más de cien años, han reposado allí imperturbables, los restos de aquel insigne cubano, indiscutible mentor de las ideas más preclaras sobre la libertad patria, la fe y la cultura.

Los que hemos tenido la suerte de titularnos en esa benemérita universidad habanera, recordamos siempre con cariño, ese minuto solemne, ante la urna que conserva los restos del P. Varela en el Aula Magna donde por tradición, acontecen tales actos.

Ante la posible perspectiva de que Varela fuera beatificado, vuelve a reactivarse el debate primero de dónde debieron depositarse aquellos restos, si en el sitio actual, o en la Catedral habanera, o en el antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio, donde Varela se formó y ejercitó sus labores profesorales.

En uno u otro sitio, Varela, el sacerdote ejemplar, el maestro incansable, el filosofo y el patriota, seguirá velando por esa patria cubana y por sus hijos con la misma convicción que antes de entregar su alma al Creador, prometiera para siempre:
Guiado por la antorcha de la fe, camino al sepulcro en cuyo borde espero, con la gracia divina, hacer, con el último suspiro, una protestación de mi firme creencia y un voto fervoroso por la prosperidad de mi patria(5).


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Foto de la primera guardia de honor a los restos del P. Félix Varela, a su llegada a La Habana el 8 de noviembre de 1911, en la sede de la Junta de Educación. (Bohemia. Noviembre 1911)


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  1. Cien barcos en la historia de Cuba o Historias de Cuba en cien barcos. Emilio Cueto. Ediciones Universal. Miami, 2018. p.196
  2. Ibíd. pp.196-197
  3. Ibíd. p.197
  4. Ibíd.
  5. En Cartas a Elpidio, tomo 1, carta 6, p. 182. Citado por Emilio Cueto en Cien barcos en la historia de Cuba o Historias de Cuba en cien barcos Op. cit.

Tuesday, November 15, 2022

Anuncian (posible) milagro del P. Félix Varela

 

El postulador, el arzobispo Vincenzo Paglia, explica a Aleteia en qué consiste el milagro que llevaría al Padre Varela a los altares, "posiblemente ha habido una curación milagrosa":
Un niño tenía una malformación congénita. Oraron y rezaron a Varela. Una señora puso una imagen del Padre Varela cerca del niño. Después, el niño milagrosamente pasó a mejor condición.

Este milagro para nosotros tiene que ser confirmado por el grupo de los médicos. Y después, para decidir que es un signo del cielo, hay que subrayar esta relación entre la salud y la oración a Varela por parte de los familiares del niño mismo. Si estos dos juicios coinciden, es el milagro.
Si la congregación para las Causas de los Santos da el vistobueno a esta curación que tiene visos de ser milagrosa, la beatificación del Padre Varela estará muy cerca:
Esto quiere decir que en los primeros meses del año que viene (2023) la congregación podrá decidir después de un examen serio, muy serio de esta causa, y presentar los resultados al Papa. Si es positivo, el Papa tiene que verificar a Félix Varela.

Leer texto completo en  Aleteia

Thursday, September 8, 2022

St. Augustine, Florida. Established September 8, 1565

Castillo de San Marcos 
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 Catedral de San Agustín
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Plaza Padre Félix Varela 
en la Catedral de San Agustín en Florida, USA
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Saint Augustine Beach
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Founded in 1565, St. Augustine is the oldest continuously occupied settlement of European and African-American origin in the United States. Forty-two years before the English colonized Jamestown and fifty-five years before the Pilgrims landed at Plymouth Rock, the Spanish established at St. Augustine this nation's first enduring settlement.

The architectural legacy of the city's past is much younger, testimony to the impermanent quality of the earliest structures and to St. Augustine's troubled history. Only the venerable Castillo de San Marcos, completed in the late seventeenth century, survived destruction of the city by invading British forces in 1702.

Vestiges of the First Spanish Colonial Period (1565-1764) remain today in St. Augustine in the form of the town plan originally laid out by Governor Gonzalo Méndez de Canzo in the late sixteenth century and in the narrow streets and balconied houses that are identified with the architecture introduced by settlers from Spain. Throughout the modern city and within its Historic Colonial District, there remain thirty-six buildings of colonial origin and another forty that are reconstructed models of colonial buildings.

St. Augustine can boast that it contains the only urban nucleus in the United States whose street pattern and architectural ambiance reflect Spanish origins. (City of St. Augustine's website)




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Thursday, February 25, 2021

Patriotismo (por Félix Varela)


Al amor que tiene todo hombre al país en que ha nacido, y al interés que toma en su prosperidad les llamamos patriotismo. La consideración del lugar en que por primera vez aparecimos en el gran cuadro de los seres, donde recibimos las más gratas impresiones, que son las de la infancia, por la novedad que tienen para nosotros todos los objetos, y por la serenidad con que los contemplamos cuando ningún pesar funesto agita nuestro espíritu, impresiones cuya memoria siempre nos recrea; la multitud de objetos a que estamos unidos por vínculos sagrados, de naturaleza, de gratitud y de amistad: todo esto nos inspira una irresistible inclinación, y un amor indeleble hacia nuestra patria. En cierto modo nos identificamos con ella, considerándola como nuestra madre, y nos resentimos de todo lo que pueda perjudicarla. Como el hombre no se desprecia a sí mismo, tampoco desprecia, ni sufre que se desprecie su patria, que reputa, si puedo valerme de esta expresión, como parte suya. De aquí procede el empeño en defender todo lo que la pertenece, ponderar sus perfecciones y disimular sus defectos.

Aunque establecidas las grandes sociedades, la voz patria no significa un pueblo, una ciudad, ni una provincia; sin embargo, los hombres dan siempre una preferencia a los objetos más cercanos, o por mejor decir, más ligados con sus intereses individuales, y son muy pocos los que perciben las relaciones generales de la sociedad, y muchos menos los que por ellas sacrifican las utilidades inmediatas o que les son más privativas. De aquí procede lo que suele llamarse provincialismo, esto es, el afecto hacia la provincia en que cada uno nace, llevado a un término contrario a la razón y a la justicia. Sólo en este sentido podré admitir que el provincialismo sea reprensible, pues a la verdad nunca será excusable un amor patrio que conduzca a la injusticia; mas cuando se ha pretendido que el hombre porque pertenece a una nación toma igual interés por todos los puntos de ella, y no prefiera el suelo en que ha nacido, o a que tiene ligados sus intereses individuales, no se ha consultado el corazón del hombre, y se habla por meras teorías que no serían capaces de observar los mismos que las establecen. Para mi el provincialismo racional que no infringe los derechos de ningún país, ni los generales de la nación, es la principal de las virtudes cívicas. Su contraria, esto es, la pretendida indiferencia civil o política, es un crimen de ingratitud, que no se comete sino por intereses rastreros, por ser personalísimos, o por un estoicismo político el más ridículo y despreciable.

El hombre todo lo refiere a sí mismo, y lo aprecia según las utilidades que le produce. Después que está ligado a un pueblo teniendo en él todos sus intereses, ama los otros por el bien que pueden producir al suyo, y los tendría por enemigos si se opusiesen a la felicidad de éste, donde él tiene todos sus goces. Pensar de otra suerte es quererse engañar voluntariamente. Suele sin embargo el desarreglo de este amor tan justo, conducir a gravísimos males en la sociedad, aun respecto de aquel mismo pueblo que se pretende favorecer. Hay un fanatismo político, que no es menos funesto que el religioso, y los hombres muchas veces, con miras al parecer las más patrióticas, destruyen su patria, encendiendo en ella la discordia civil por aspirar a injustas prerrogativas. En nada debe emplear más el filósofo todo el tino que sugiere la recta Ideología que en examinar las verdaderas relaciones de estos objetos, considerar los resultados de las operaciones, y refrenar los impulsos de una pasión que a veces conduce a un término diametralmente contrario al que apetecemos.

Muchos hacen del patriotismo un mero título de especulación, quiero decir, un instrumento aparente para obtener empleos y otras ventajas de la sociedad. Patriotas hay (de nombre) que no cesan de pedir la paga de su patriotismo, que le vociferan por todas partes, y dejan de ser patriotas cuando dejan de ser pagados. ¡Ojalá no hubiera yo tenido tantas ocasiones de observar a estos indecentes traficantes de patriotismo! ¡Cuánto cuidado debe ponerse para no confundirlos con los verdaderos patriotas! El patriotismo es una virtud cívica, que a semejanza de las morales, suele no tenerla el que dice que la tiene, y hay una hipocresía política mucho más baja que la religiosa. Nadie opera sin interés, todo patriota quiere merecer de su patria; pero cuando el interés se contrae a la persona en términos que ésta no le encuentre en el bien general de su patria, se convierte en depravación e infamia. Patriotas hay que venderían su patria si les dieran más de lo que reciben de ella. La juventud es muy fácil de alucinarse con estos cambia-colores, y de ser conducida a muchos desaciertos.

No es patriota el que no sabe hacer sacrificios en favor de su patria, o el que pide por éstos una paga, que acaso cuesta mayor sacrificio que el que se ha hecho para obtenerla, cuando no para merecerla. El deseo de conseguir el aura popular es el móvil de muchos que se tienen por patriotas, y efectivamente no hay placer para un verdadero hijo de la patria, como el de hacerse acreedor a la consideración de sus conciudadanos por sus servicios a la sociedad; más cuando el bien de ésta exige la pérdida de esa aura popular, he aquí el sacrificio más noble, y más digno de un hombre de bien, y he aquí el que desgraciadamente es muy raro. Pocos hay que sufran perder el nombre de patriotas en obsequio de la misma patria, y a veces una chusma indecente logra con sus ridículos aplausos convertir en asesinos de la patria los que podrían ser sus más fuertes apoyos. ¡Honor eterno a las almas grandes que saben hacerse superiores al vano temor y a la ridícula alabanza!

El extremo opuesto no es menos perjudicial, quiero decir, el empeño temerario de muchas personas en contrariar siempre la opinión de la multitud. El pueblo tiene cierto tacto que pocas veces se equivoca, y conviene empezar siempre por creer, o a lo menos por sospechar que tiene razón. ¡Cuántas opiniones han sido contrariadas por hombres de bastante mérito, pero sumamente preocupados en esta materia, sólo por ser como suelen decir las de la plebe! Entra después el orgullo a sostener lo que hizo la imprudencia, y la patria entretanto recibe ataques los más sensibles por provenir de muchos de sus más distinguidos hijos.

Otro de los obstáculos que presenta al bien público el falso patriotismo, consiste en que muchas personas, las más ineptas, y a veces las más inmorales, se escudan con él, disimulando el espíritu de especulación, y el vano deseo de figurar. No puede haber un mal más grave en el cuerpo político, y en nada debe ponerse mayor empeño, que en conocer y despreciar estos especuladores. Los verdaderos patriotas desean contribuir con sus luces y todos sus recursos al bien de su patria, pero siendo éste su verdadero objeto, no tienen la ridícula pretensión de ocupar puestos que no puedan desempeñar. Con todo, aun los mejores patriotas suelen incurrir en un defecto que causa muchos males, y es figurarse que nada está bien dirigido cuando no está conforme a su opinión. Este sentimiento es casi natural al hombre, pero debe corregirse no perdiendo de vista que el juicio en estas materias dependen de una multitud de datos que no siempre tenemos, y la opinión general, cuando no abiertamente absurda, produce siempre mejor efecto que la particular, aunque ésta sea más fundada. El deseo de encontrar lo mejor nos hace a veces perder todo lo bueno.

Suelen también equivocarse aun los hombres de más juicio en graduar por opinión general la que sólo es del círculo de personas que los rodean, y procediendo con esta equivocación dan pábulo a un patriotismo imprudente que les conduce a los mayores desaciertos. Se finge a veces lo que piensa el pueblo arreglándolo a lo que debe pensar, por lo menos según las ideas de los que gradúan esta opinión, y así suele verse con frecuencia un triste desengaño, cuando se ponen en práctica opiniones que se creían generalizadas.

Es un mal funesto la preocupación de los hombres, pero aun es mayor mal su cura imprudente. La juventud suele entrar en esta descabellada empresa, y yo no podré menos que transcribir las palabras del juicioso Watts tratando esta materia.

“Si solo tuviéramos, dice, que lidiar con la razón de los hombres, y ésta no estuviera corrompida, no sería materia que exigiese gran talento ni trabajo convencerlos de sus errores comunes, o persuadirles a que asintiesen a las verdades claras y comprobadas. Pero ¡ah! el género humano está envuelto en errores y ligado por sus preocupaciones; cada uno sostiene su dictamen por algo más que por la razón. Un joven de ingenio brillante que se ha provisto de variedad de conocimientos y argumentos fuertes, pero que aun no está familiarizado con el mundo, sale de las escuelas como un caballero andante que presume denodadamente vencer las locuras de los hombres, y esparcir la luz y la verdad. Mas él encuentra enormes gigantes y castillos encantados; esto es, las fuertes preocupaciones, los hábitos, las costumbres, la educación, la autoridad, el interés, que reuniéndose todo a las varias pasiones de los hombres, los arma y obstina en defender sus opiniones, y con sorpresa se encuentra equivocado en sus generosas tentativas. Experimenta que no debe fiar sólo en el buen filo de su acero y la fuerza de su brazo, sino que debe manejar las armas de su razón, con mucha destreza y artificio, con cuidado y maestría, y de lo contrario nunca será capaz de destruir los errores y convencer a los hombres.”(1)

¡Cuántos males causa en la política este imprudente patriotismo! Yo me detendré en considerarlos, y ojalá mis consideraciones no pudiesen estar apoyadas en hechos funestísimos, cuya memoria es una lección continua para mi espíritu, si bien la prudencia y la caridad me prohíben especificarlos. Hallábame afectado de estos mismos sentimientos cuando escribí este artículo en mis Lecciones de Filosofía; mas la delicadeza de la materia, el temor de ofender a personas determinadas, y el carácter de una obra elemental me impidieron su manifestación. Procuraré entrar en ella del modo más genérico que me sea posible, y si mi acierto no corresponde a mis intenciones, espero que éstas obtengan en mi favor la indulgencia de los verdaderos patriotas.

La injusticia con que un celo patriótico indiscreto califica de perversas las intenciones de todos los que piensan de distinto modo, es causa de que muchos se conviertan en verdaderos enemigos de la patria. El patriotismo cuando no está unido a la fortaleza (como por desgracia sucede frecuentemente) se da por agraviado, y a veces vacila a vista de la ingratitud. Frustrada la justa esperanza del aprecio público, la memoria de los sacrificios hechos para obtenerlo, la idea del ultraje por recompensa al mérito, en una palabra, un cúmulo de pensamientos desoladores se agolpan en la mente, y atormentándola sin cesar llegan muchas veces a pervertirla. Véase, pues, cuál es el resultado de la imprudencia de algunos y la malicia de muchos, en avanzar ideas poco favorables sobre el mérito de los que tienen contraria opinión. Cuando ésta no se opone a lo esencial de una causa ¿por qué se ha de suponer que proviene de una intención depravada? Yo me atrevo a asegurar que muchos que difieren totalmente, aun en cuanto a las bases de un sistema político, no tienen un ánimo antipatriótico; y que bien manejados variarían ingenuamente de opinión, y serían útiles a la patria. ¿Quién no sabe que la palabra bien público es un Proteo que toma tantas formas cuantos son los intereses, la educación, o los caprichos de los que la usan? ¿Por qué hemos de suponer depravación y no error en los que piensan de un modo contrario al nuestro?

Hay casos en que claramente se conocen las intenciones perversas de algunos hombres, y para este conocimiento sirve mucho el que tenemos de su inmoralidad; pero otros muchos casos son totalmente aéreos, y nos figuramos enemigos donde no existen. ¿Cuál es el resultado? Formarlos en realidad, y quitar por lo menos el prestigio a la buena causa suponiendo que 7experimenta más oposición que la que verdaderamente sufre. Nada es tan interesante en un sistema político como la idea de que no tiene enemigos, y por consiguiente nada le es tan contrario como fingírselos. El verdadero político trata por todos los medios de ocultar los verdaderos ataques que experimenta la causa pública, y se contenta con impedirlos si puede en secreto. ¡Qué distinta es la conducta de algunos, cuyo patriotismo consiste en decir que no hay patriotas, y en buscar crímenes aun en las acciones más indiferentes! Sucede en lo político lo que en lo moral, que el rigorismo conduce más de una vez a la relajación.

Otro de los defectos en que suele incurrir el falso patriotismo, es el de acabar de pervertir a muchos que en realidad no están muy lejos de ello, pero cuyo mal no era incurable. Danse prisa en denunciarlos a la opinión pública, y a la denuncia sigue el descaro y la obstinación de los acusados. Hay ciertos entes perversos de que debemos servirnos unas veces para hacer el bien, y otras tolerarlos, para que no hagan mal. Principalmente cuando los hombres tienen prestigio es perjudicial desenmascararlos, porque sus partidarios juzgan siempre que se les hace injusticia y toman su defensa con indiscreción. Por otra parte, el pueblo que ve con frecuencia que le son infieles aun aquellos hombres en quienes más confiaba, duda de todos, y faltando la confianza no hay fuerza moral, expresión que se ha hecho favorita, y que efectivamente califica más que ninguna otra la verdadera acción de un gobierno, que si bien se debe momentáneamente a la fuerza física, cede al fin a la irresistible de la opinión.

En este punto desearía yo se detuviese la consideración de los patriotas, para evitar uno de los ataques más funestos, que suelen hacer a la causa pública. Procuran sus enemigos desacreditar individualmente a sus más decididos defensores, a hombres que sin duda no pueden clasificarse en el número de los enmascarados, y el objeto no es otro sino lograr que el pueblo se desaliente considerándose sin dirección, y crea que no le queda otro remedio sino mudar de sistema de gobierno, para ver si entre los partidarios del opuesto hay hombres que valgan algo más, o que por lo menos no sean perversos. ¡Véase cuánto daño causan los patriotas, o mejor dicho, antipatriotas desacreditadores! Las ignorancias de los nuestros deben callarse para no dar armas a los contrarios; el verdadero patriota debe procurar por todos medios impedir que por malicia, o por ignorancia, se haga mal a la patria; mas el vano placer de publicar faltas, no sólo es un crimen en moralidad sino en política.

De esta conducta, no sé si diga equivocada o perversa, de algunos que por lo menos se denominan patriotas, resulta que muchos hombres de mérito tengan la debilidad de no querer tomar parte en ningún negocio público, y éste es, sin duda, uno de los más graves daños. Trabaja un hombre toda su vida por adquirirse la estimación de sus conciudadanos, y prevee que todo va a perderlo sin culpa suya por la perversidad o ignorancia de cuatro charlatanes, y en consecuencia trata de retraerse cuanto puede para que no se comprometan. ¿Quién puede responder de sus aciertos? Y si la más ligera falta no de intención de hacer el bien, sino de tino para conseguirlo, ha de atraerle el descrédito, y a veces el oprobio, ¿no será necesaria gran fortaleza para arrostrar tan gran peligro? Déla Dios a los verdaderos patriotas para que no quede la patria abandonada a una multitud de ignorantes y de pícaros que la sacrifiquen, que es el resultado de la separación de los buenos.





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Este articulo se halla en mis Lecciones de Filosofía, pero deseando ampliarlo, y no pudiendo por ahora hacer otra edición de aquellas, he determinado insertarlo en esta Miscelánea.

1 Watts: On the improvement of the mind. Part II, chap. 5.


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Texto tomado de Félix Varela, Obras, Volumen 1. Biblioteca de Clásicos Cubanos. La Habana 2001.

Foto de la primera guardia de honor a los restos del P. Félix Varela, a su llegada a La Habana el 8 de noviembre de 1911

Foto de la primera guardia de honor a los restos del P. Félix Varela, a su llegada a La Habana el 8 de noviembre de 1911, en la sede de la Junta de Educación.  (Bohemia. Noviembre 1911)

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Friday, February 19, 2021

(Febrero 19, 1986) Discurso de Dagoberto Valdés Hernández ante el cenotafio que guardan los restos del Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, a nombre de los delegados del ENEC


Nota previa de Dagoberto Valdés: Hace 35 años tuve el honor de ser elegido para hacer el discurso de homenaje de los delegados al ENEC al Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana donde descansan sus restos. Inolvidable!

Era la primera vez, después de 1960, que la Iglesia salía de sus templos a un acto conmemorativo y social, los delegados hicimos, el miércoles 19 de febrero de 1986, una Visita-Peregrinación al Aula Magna de la Universidad de La Habana para honrar al Padre Varela y venerar sus restos que “descansan y convocan” desde allí a todos los cubanos.

Discurso de Dagoberto Valdés Hernández, laico católico de la Diócesis de Pinar del Río, miembro de la presidencia colegiada del ENEC, pronunciadas ante el cenotafio que guardan los restos del Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, a nombre de los delegados del ENEC, el 19 de febrero de 1986:



Eminentísimo Sr. Cardenal Eduardo Pironio.
Sr. Rector de la Universidad de La Habana.
Autoridades Universitarias.
Señores Obispos.
Delegados e invitados al Encuentro Nacional Eclesial Cubano:


Para honrar a un hombre entero hemos venido aquí. Para aprender de él. Para seguir sus pasos. Ese hombre es un sacerdote cubano: el Padre Félix Varela, cuyos restos reposan y convocan desde esta Aula Magna de la Universidad de La Habana. A él acudimos hoy los católicos cubanos, como signo de los caminos que buscamos recorrer para cumplir nuestra misión de servicio en el presente y en el futuro de nuestra Patria.

Las puertas de esta alta Casa de Estudios, cuya significativa historia todos conocemos y apreciamos, se han abierto para brindarnos la acogida franca y cordial que ahora agradecemos; en primer lugar, al Dr. Fernando Rojas, Rector de este Centro y a las demás autoridades universitarias que con tanta diligencia han hecho posible que pudiera realizarse este gesto de tanta significación para nosotros. Y como si el gesto no fuera suficientemente elocuente acompañémoslo de una palabra que quisiéramos compartir con todos.


Varela es puente, punto de referencia, camino de unidad para los diversos sectores de nuestro pueblo. Hombres como él derriban barreras, abren puertas, construyen, serena y audazmente, el edificio de la sociedad. Hombres como él, desde los mismos albores de nuestra nacionalidad, convocan a la forja del futuro a todos cuantos quieran, con un amor entrañable a la Patria, y aún desde diversas concepciones del mundo, ponerse al servicio de la vida misma para abrir nuevas perspectivas a los hombres y vislumbrar renovados horizontes para nuestra sociedad.


Por eso nos alegra, nos conmueve y compromete, que los restos de un sacerdote, de un hombre de Iglesia, descansen y sean honrados en esta Universidad. Es porque Varela pertenece a la Patria, a la cultura de nuestro pueblo y es justo que lo encontremos aquí donde se forja a los hombres para la vida, para la cultura, para el servicio cualificado a nuestro pueblo y desde aquí los hijos de Cuba podamos encontrar en él inspiración, rumbo y enseñanzas.

En efecto, en el Padre Varela, encontramos y admiramos al insigne filósofo, al educador eminente que lleva a cabo una audaz y renovadora reforma de la enseñanza, dejando atrás la memorización escolástica e introduciendo el método inductivo en todo aprendizaje. En Varela encontramos al hombre que introduce en Cuba laboratorios de Física y Química para que la investigación acompañara a la educación y los hombres encontraran en la ciencia un instrumento certero para el conocimiento y dominio de la naturaleza. Y para que los avances de la ciencia no deshumanizaran al hombre, ni sus logros se revistieran en su contra, Varela fue formador de conciencias hasta tal punto que con razón dijo Luz que “fue el primero que nos enseñó en pensar”, logrando integrar así, ciencia y conciencia, síntesis capaz de asegurar que la exploración de los campos insospechados de la ciencia desemboquen siempre en la conservación y promoción de la vida para un mayor desarrollo de la humanidad.


Honramos al promotor de hombres libres y comprometidos con la realidad social que les tocó vivir desde la Cátedra de Constitución del Seminario San Carlos, llamada con razón la Cátedra de la Libertad. Venimos también a honrar en Varela la creciente radicalidad política del hombre que mientras fue diputado a Cortes defendió la autonomía de los países hispanoamericanos y propugnó la abolición de la esclavitud, hasta que las mismas condiciones intransitables de aquella vía, lo llevaron al exilio y al convencimiento profundo y definitivo de que Cuba debía ser tan independiente en lo político como lo era en lo geográfico.



No podemos olvidar tampoco que, al mismo tiempo que exhortaba a los cubanos desde El Habanero a encontrar caminos para la independencia total de la Patria, Varela escoge, allí donde estaba, el camino del servicio a los más pobres como profético adelanto, ya en sí elocuente, de que la independencia que postulaba debía satisfacer no sólo la ruptura con un régimen colonial sino luchar por una liberación más integral, donde las carencias económicas y sociales de los hombres encontrarán eficaz solución, en su misma raíz, junto a la satisfacción de sus necesidades culturales y espirituales.

El P. Varela, primer intelectual revolucionario cubano, marca hasta tal punto la formación de nuestra conciencia nacional y su influencia en el nacimiento de tiempos nuevos para la ciencia, la educación, el periodismo militante, el análisis sociológico; y el compromiso político de las generaciones que le sucedieron es de tal magnitud, que con razón es llamado hoy el Padre de nuestra Cultura. Por eso los católicos cubanos también sentimos, junto con todo nuestro pueblo, el sano orgullo de que la más alta condecoración que otorga nuestro Estado a las personalidades del mundo de la cultura ostente el nombre señero y glorioso del P. Félix Varela.

Permítasenos también decir que para nosotros, un patriota de tal verticalidad y audacia previsora; un hombre que aporta a la naciente cultura nacional tal aliento de incalculable amor a la independencia y a la libertad; un hombre que sirvió a la Patria poniendo una generación en pie para que trabajara por levantar a los que vivían postrados; un hombre de tal estatura moral es también para nosotros, católicos de Cuba, un modelo para aprender de él que la fe que pueda haber en el corazón de un hombre debe llevarlo necesariamente al servicio generoso y desinteresado de su pueblo, debe conducirlo a trabajar por el desarrollo integral de la Patria en las circunstancias históricas concretas en que se encuentra, debe empujarlo, en fin, a vivir para los demás.

Es la audaz y vital síntesis entre los valores del cristianismo y los valores de nuestra propia cultura, siempre mestiza, siempre en gestación y crecimiento, lo que significa la vida de Varela, lo que los católicos venimos a aprender de él y lo que nos llama, en el momento actual a encontrar, desde nuestra propia identidad, nuevos caminos de participación en nuestra sociedad, en nuestra cultura.


En efecto, si a todos los cubanos Varela nos enseñó a pensar, a nosotros los cristianos nos enseña también a creer sin alienación y a vivir en franco y lúcido compromiso con la realidad que nos ha tocado compartir y construir. Por eso estamos convencidos que mientras más profundicemos todos en la vida de Varela, más sólidas y profundas serán las bases sobre las que vamos construyendo la siempre creciente y necesaria unidad de todo nuestro pueblo.

Es necesario, entonces, poner en práctica aquellas palabras de Manuel Bisbé: “Si de veras queremos ser fieles a la memoria de Varela, si queremos honrarlo con ese homenaje que va más allá de las palabras, popularicemos a Varela, pongamos en particular a la juventud en contacto con sus enseñanzas y hagamos de su ideario una reserva espiritual de nuestro pueblo, una fuerza capaz de redimirlo y orientarlo”.

En este momento que es histórico para nosotros, en este solemne lugar donde hemos venido a encontrarnos con nuestros orígenes, junto a los restos vehementes del padre de nuestra nacionalidad, prometámonos ser fieles a estas mismas raíces de autenticidad y cubanía que nos convocan a todos, sin distinción, a ser consecuentes con la hora presente para construir, entre todos, un futuro mejor.

Muchas Gracias.

Friday, November 20, 2020

P. Félix Varela: "Puede decir que cuando estudié Filosofía en el Colegio de San Carlos de la Habana era cousiniano..."


"Puede decir que cuando estudié Filosofía en el Colegio de San Carlos de la Habana era cousiniano, y que antes lo fueron todos los discípulos de mi insigne maestro el Doctor Don José Agustín Caballero, que siempre defendió las ideas puramente intelectuales, siguiendo a Jacquier y a Gamarra.

El Señor O’Gaban que le sucedió, y con quien acabé mi curso de Filosofía, varió esta doctrina, admitiendo la que ahora con un terminito de moda llaman sensualismo. Y yo que le sucedí en la Cátedra, siempre lo enseñé, aunque sin tanto aparato. Hubo, pues, una época en la Habana en que se enseñaba en la Universidad el sensualismo absoluto, en el Seminario el sensualismo que podemos llamar moderado, porque admitía algunas ideas puramente intelectuales, y en el Convento de San Agustín las ideas innatas, porque seguían a Purchot. Ya ves que la cuestión no es nueva."

(Félix Varela. Fragmento de una carta a un discípulo. Octubre de 1840)



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Foto/Escultura de Félix Varela en la Ermita de la Caridad. Miami.

Félix Varela: sacerdote

Plaza Padre Félix Varela
 Catedral de San Agustín en Florida, USA
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De la labor pastoral del P. Félix Varela se habla poco y se conoce menos. Es una de las razones por la que al mencionar el nombre del P. Félix Varela, la imagen que viene a la mente es la de un político y no de un sacerdote.

Revisando el escaso archivo que logré recuperar de mis papeles de Cuba, encontré este artículo publicado en la Revista Enfoque de la Arquidiócesis de Camagüey.

El autor es el P. Alvaro Beyra Luarca, quien por aquellos días era el Asesor de la Pastoral de Cultura en la provincia eclesiástica camagüeyana, y desde el 9 de julio de 2007 es el Obispo de Bayamo-Manzanillo.

Joaquín Estrada-Montalván


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Félix Varela: sacerdote

por el Pbro. Álvaro Beyra Luarca


Cuentan los biógrafos de Félix Varela que a la temprana edad de trece años, al serle propuesto por su abuelo y tutor el entrar en la carrera militar, que en aquellos tiempos proporcionaba una envidiable situación social y económica, hubo de contestarle: “Yo quiero ser un soldado de Jesucristo. Mi designio no es matar, sino salvar almas”. Independientemente de la exactitud de la anécdota, indudablemente la misma refleja la actitud del joven ante el llamado vocacional que le hizo el Señor y que va a ser el centro d su vida y de todo su actuar , porque no es posible interpretar ambas si no se sitúan en esta opción fundamental en su vida y que va a determinar todo su ser y hacer. Desde que fue capaz de tomar decisiones en su vida y hasta el día de su muerte, Félix Varela va a ser en cada minuto de su vida sacerdote de Jesucristo.

De regreso a La Habana de su estancia de la familia en San Agustín de la Florida va a comenzar sus estudios en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio el 14 de septiembre de 1801 sin aún haber cumplido los trece años y realizará estudios en el Seminario y en la Universidad de la Habana hasta ordenarse sacerdote el 21 de diciembre de 1811 a los veintitrés años de edad. Inmediatamente ocupa la cátedra de Filosofía en dicho Seminario que va a ser el centro de su actividad hasta el exilio forzado en 1823, aunque su actividad pastoral va a extenderse también al ámbito parroquial donde va ser reclamado frecuentemente como predicador en ocasión de distintas festividades litúrgicas.

Luego de la disolución de las cortes constitucionalistas en 1823 y la condena a muerte de todos sus diputados, entre los cuales se encontraba Varela en representación de la isla de Cuba, el mismo logra huir a Gibraltar y dirigirse finalmente a Nueva York, ciudad que va a ser el principal testigo de la actividad de Félix Varela como párroco casi hasta el final de su vida, treinta años más tarde.

Para poder aquilatar el ministerio sacerdotal de Varela en Nueva York es necesario ubicarlo en el contexto de lo que era la sociedad y la iglesia norteamericana de la época.

Situación socio-religiosa e Iglesia Católica en E.E.U.U. en tiempos de Varela

Al llegar Varela a Nueva York tan solo hacía cuarenta años que las trece colonias inglesas se habían constituido en nación independiente. La mayor parte de estas colonias habían sido fomentadas por disidentes protestantes de la iglesia anglicana y en un tiempo de confrontación político-religiosa la presencia de la Iglesia Católica estaba prácticamente prohibida. En el año 1763, veinte años antes de la independencia, tan solo en dos de las trece colonias se podía celebrar misa. En el estado de Nueva York existió una ley hasta el 1784 en que se prohibía la entrada de Sacerdotes Católicos y al entrar el primero en ese año tuvo una comunidad de tan solo 200 católicos, mayormente personal diplomático de las embajadas extranjeras que en aquel momento radicaban en dicha ciudad. Fue en terrenos de la embajada española donde se comenzó a celebrar misas en Nueva York pues obviamente no había templo católico en la ciudad. No va a ser hasta el año 1786 que se va a disponer de un templo para los servicios religiosos.

En el año 1789 se va a erigir la primera diócesis en territorio estadounidense cuya sede sería la ciudad de Baltimore y que abarcaría toda la nación donde se estimaba que había unos 30000 católicos en una población total de 4 millones de habitantes. En 1808 dicha diócesis se dividirá en cinco, una de las cuales será la diócesis de Nueva York pero que no tendría obispo residente hasta el 1815, momento en el cual existía en toda la diócesis 3 templos y 4 sacerdotes para una población católica de 15000 fieles. Ocho años más tarde llegará Varela y será el sacerdote número cinco de la ciudad de Nueva York y el décimo de la diócesis. Un año más tarde será asignado como vicario a uno de los templos existentes en la ciudad, Saint Peter.

Ambiente religioso

Llega Varela a Nueva York a los treinta y cinco años de edad con suficiente madurez y juventud como para que fuera esta etapa de su vida la más productiva, pero los acontecimientos lo privan bruscamente de las condiciones propias para desarrollar su trabajo. Es un extranjero en un país desconocido cuyo idioma no domina y cuya situación religiosa era diametralmente opuesta a la que él había conocido y vivido durante toda su vida.

Varela procedía de una cristiandad española donde el catolicismo, además de ser la religión única, era la sustancia de toda su cultura: la escuela, el arte, la sanidad, el calendario, los registros civiles, la moral y normas de comportamiento, las fiestas, incluso la autoridad (el obispo era en la práctica la segunda autoridad del país luego del capitán general y era designado por el rey).

Los Estados Unidos como hemos dicho tenía un origen protestante y aunque al principio de la república con el entusiasmo provocado por un nuevo tipo de gobierno donde la autoridad provenía del pueblo se vivieron años bastante liberales en cuestiones religiosas ya en tiempos de Varela se vivía un “revival” de fundamentalismo protestante con fuertes tintes anti-católicos. Por otro lado se estrenaba también una nueva forma de relación Iglesia-Estado, el estado laico, el cual si bien no era anti-religioso y ni siquiera anti-clerical, era muy celoso de la autoridad eclesiástica lo cual afectaba sobre todo a la administración en la Iglesia Católica que por su carácter jerárquico ha sido siempre muy centralizada. Así por ejemplo la diócesis no era reconocida como ente jurídico sino tan solo las parroquias como asociación de fieles gobernada por una junta directiva que era la que tenía representación jurídica y toda la autoridad legal desde el punto de vista administrativo, hasta el punto que era ella la que contrataba o despedía a los párrocos y maestros de las escuelas religiosas y les pagaba un sueldo para su sustento incluyendo en esto hasta el obispo. Y más aún, no era solo la legislación pública sino la mentalidad de los fieles, ilustrada por un anécdota en tiempos de Varela en la que la junta directiva de la catedral de san Patricio amenazó con suspenderle el pago de su sueldo al obispo porque consideraron que este había tomado una decisión sin consultarlos a ellos.

Relación con los protestantes

Es en este ambiente para el cual Varela carecía absolutamente de preparación, donde él ve que es la voluntad de Dios que desarrolle su ministerio, y en lugar de retraerse o marcharse a algún país con condiciones similares a las que él conocía, comienza a hacer lo único que podía hacer que era crear soluciones a los problemas nuevos creados.

Uno de estos problemas era la tirantez en las relaciones entre católicos y protestantes que caldeaba los ánimos en ambas partes. Como ilustración de ello están los debates públicos que eran convocados en algunas iglesias protestantes con temas tales como: “¿Está justificado que el clero católico aleje a las gentes de las Sagradas Escrituras?” o “¿Es el Papa el hijo maldito de la perdición ?”, o “¿Es la jerarquía romana el hombre del pecado, el hijo de la perdición a que se refiere Pablo en la epístola a los Tesalonicenses ?”.

Varela comenzó a asistir a esos debates y con su enorme preparación intelectual, muy superior a la de sus contrincantes, trató de ilustrar mentes y elevar el nivel de los debates, procurando siempre combatir errores sin herir a sus contrincantes, lo cual le ganó el aprecio de los más ilustrados como veremos en un ejemplo posterior. Pero no todas las respuestas del lado católico fueron afortunadas. Otro sacerdote, El Padre John Hugues, futuro arzobispo de Nueva York, empleó tretas de las cuales lo menos que se puede decir es que no eran evangélicas. Así comenzó a enviar a un periódico furibundamente anti-católico los relatos de supuestas barbaridades cometidas por católicos, los cuales fueron gustosamente publicadas, para posteriormente mostrar su falsedad descalificando así dicho periódico.

Luego de poco tiempo Varela se alejó de dichas polémicas por el tono virulento que las mismas habían adoptado y con espíritu constructor se dedicó a organizar unas conferencias semanales en las cuales buscaba ilustrar la fe de los católicos pues creía que antes de defender su fe era necesario conocerla. Las conferencias llegaron a tener tanto éxito que a las mismas concurría incluso todo el clero católico de la ciudad.

Posteriormente durante los años 1830-1831 comienza a publicar un periódico en el cual trata de contrarrestar, con tono ecuménico y conciliador adelantado para su época, el tono virulento y fanático del periódico anti-católico denominado “El Protestante”. Sirva como ilustración de ello el prólogo del primer número:
Pudiera suponerse que “El Protestante”, periódico semanal, es el órgano de un ataque hecho por todas las sectas protestantes contra la Iglesia Católica; pero en realidad trata de ser y es dirigido, por los líderes de solo una de ellas, y no ha encontrado la aprobación general de los protestantes, al considerarle la mayoría como una iniciativa difamadora, descortés y vana. Todo tipo de injuria e insultos son empleados. Los católicos son llamados filisteos y sus sacerdotes presentados como impostores. Mi religión, mi honor y mi ministerio, me obligan a convertirme en el comentador del Protestante, y mostrar que está, por lo menos, equivocado.
A la afirmación de que la Iglesia Romana cree que no hay salvación fuera de su comunidad, Varela en un espíritu de universalidad bastante poco común en su época responde:
“No hay más que una iglesia que es la Católica; y no hay más que un solo bautismo independientemente que sea administrado por un hombre o una mujer, por un católico, un hereje o un pagano. Todo el que ha sido bautizado es miembro de la iglesia”. Muchos de los miembros de las sectas cristianas “pertenecen en realidad a la Iglesia Católica Romana”. En cuanto a los paganos que nunca han oído hablar de la Iglesia, serán condenados solo por pecados “cometidos contra la ley natural”; y si sus vidas son justas, “serán unidos por la caridad al único Señor… serán unidos a la única Iglesia de Jesucristo, a esa iglesia cuya cabeza en la tierra es el obispo de Roma, aunque no tuvieran la menor idea de dicho obispo ni de dicha ciudad.”
Constructor de templos y de comunidades

Como ya se ha señalado, otro de los problemas existentes en la diócesis era la falta de templos. A esto también se enfrentó la creatividad de Varela a pesar de su nula experiencia como constructor o negociante. Siendo vicario en Saint Peter en 1827 se entera que los anglicanos querían vender un templo en un barrio pobre de inmigrantes que se había quedado prácticamente sin feligresía al haber mejorado la situación económica de estos y mudarse la mayoría a mejores lugares. El edificio quería ser adquirido por un club hípico como cuadra de caballos, pero los anglicanos preferían que tuviera un uso sacro y gracias a las buenas relaciones de Varela con ellos se lo cedieron por 19 000 dólares, precio muy inferior al que estaban dispuestos a pagar los miembros del club. Varela reúne el dinero entre sus amistades y su caudal personal y compra el edificio poniéndolo a nombre del obispo para evitar el control de la junta de administración, inaugurando así un sistema de propiedad de los templos que luego se generalizó en todo la iglesia estadounidense. Era el cuarto templo católico de la ciudad de nueva York, Christ´s Church.

Ocho años más tarde por problemas estructurales fue necesario abandonar el edificio y con su feligresía se fundaron dos parroquias, una de las cuales, la parroquia de la Transfiguración fue fundada por Varela en otro edificio que hubo de adquirir por 55 000 dólares gracias a los donativos sobre todo de un amigo suizo que había hecho su fortuna en el comercio de vinos en Cuba y a los derechos de autor que había adquirido Varela por la publicación de su “Lecciones de filosofía” que había sido adoptado como libro de texto en muchos seminarios y centros de estudio en América Latina.

Pionero de la prensa católica

La amplia cultura del P. Varela le permitió ser uno de los pioneros de la prensa católica en los E.E.U.U. Así a poco tiempo de su llegada a Nueva York, en 1825, comenzó a escribir en el segundo periódico católico de los E.E.U.U. El The Truth Teller fundado por el P. J. Power párroco de la parroquia en que comenzó a servir como vicario. Posteriormente en ese mismo año fundó en colaboración con el lexicógrafo Mariano Velázquez de la Cadena, el periódico The Youth´s Friend, El Amigo de la Juventud, en inglés y español, destinado a sostener ética y culturalmente a los jóvenes, teniendo en cuenta las necesidades de los de habla española en los Estados Unidos. Ya antes habíamos hablado de otro periódico que fundó en 1830 el The Protestant´s Abridger and Annotator destinado a responder con serenidad y amistosamente los ataques que The Protestant dirigía contra la Iglesia Católica.

Al ser nombrado párroco de su primera parroquia en 1827 fundó junto a su vicario un periódico dirigido principalmente para su feligresía compuesta de inmigrantes irlandeses el New York Weekly Register and Catolic Diary el cual tuvo una vida de cuatro años y llegó a tener mayor circulación que el Truth Teller.

Pero su genio innovador se mostró en este aspecto sobre todo al fundar el primer periódico católico para niños en el país y que llegó a circular con 13000 ejemplares entre los años 1832-1842.

Maestro siempre

Al ser nombrado párroco Varela confrontó el serio problema de la falta de centros de educación para sus pobres inmigrantes irlandeses. Por ello enseguida consiguió abrir una escuela parroquial para niños y niñas en el cual el profesor de Filosofía del Real y Pontificio Seminario de San Carlos y San Ambrosio impartía personalmente las clases de religión a los niños, y al no existir texto adecuado, el autor de las “Lecciones de Filosofía” hubo de escribir un catecismo para niños.

Labor social

La feligresía de Varela como hemos señalado, estaba compuesta fundamentalmente de inmigrantes irlandeses que habían abandonado su patria debido a la pésima situación económica y por ello llegaban a América sin los más elementales recursos económicos y tenían que ocupar los escalones más bajos en la naciente economía norteamericana. El desarraigo patrio unido a la pobreza económica engendraba muchos problemas sociales, morales y económicos.

Con recursos casi nulos y muchos deseos de servir al necesitado, Varela los enfrentó con creatividad y confianza en Dios. Así ante la realidad de niños que habían quedado huérfanos de padre o madre, cuyo progenitor vivo tenía que salir a buscar el pan de cada día, Varela creó adjunto a la escuela parroquial lo que pudiéramos llamar un círculo infantil para el cuidado diurno de estos niños y también un taller de costura para confeccionar ropas apropiadas para enfrentar el crudo invierno neoyorquino a los desamparados. Uno de los males sociales que siempre crean la pobreza y sobre toda la desesperanza es el alcoholismo, muy frecuente entre los inmigrantes irlandeses; para ello Varela creó en 1841 la primera sociedad de abstinencia total de alcohol, una especie de precursora de los Alcohólicos Anónimos.

El hospital de la ciudad de Nueva York estaba bajo administración protestante. Gracias al ejemplo de caridad y humildad que ofrecía su persona y a las buenas relaciones con los protestantes, Varela siempre tuvo entrada libre al mismo donde fue visita casi diaria durante 25 años. Cuando ya su enfermedad le impidió realizar esta misión, el hospital emitió regulaciones en que para que pudiera entrar un sacerdote católico se necesitaba una petición expresa del enfermo.

Misiones Parroquiales

Varela fue también el iniciador en Nueva York de la institución conocida como misiones parroquiales. Cuando aquello no había ningún sacerdote especializado en esta misión, pero Varela organizaba antes de las fiestas litúrgicas importantes una semana de preparación en la cual impartía sermones edificantes e instructivos. Por estar la eucaristía en el centro de la adoración católica, preparaba con especial esmero la fiesta del Corpus Christi que era también su devoción personal preferida.

Ejemplo personal

La dedicación y entrega de Varela a su ministerio fue tal vez su mayor labor pastoral. A través de anécdotas contadas siempre por otras personas han podido llagar hasta nosotros aspectos de su vida personal, muy en especial de su pobreza y del afecto a sus parroquianos.

Una de las más conocidas y que muy bien pudo haber servido de inspiración a la famosa escena de Los miserables de Víctor Hugo, es el de la viuda que hubo de pedirle una limosna y a la cual contestó que no tenía dinero dándole una cuchara de plata que era la única que la quedaba de su vajilla personal que había pertenecido a su familia. Posteriormente un policía detiene a la mujer pensando que había robado la cuchara, por cuyas iniciales grabadas pudo conocer que pertenecían a Varela a quien el mismo se dirigió a confirmar la declaración de la pobre infeliz. Otra anécdota contada por un testigo ocular fue la de la noche de un crudo invierno en que Varela ve en la calle a una mujer con un niño pidiendo limosna y encogidos del frío. Varela se acerca a ella por detrás y mirando a un lado y a otro para no ser visto, se quitó el abrigo y se lo echó a la mujer por la espalda retirándose él por detrás para no ser visto por la mujer.

Cuenta también un amigo personal que cansado ya de regalarle relojes al P. Varela que siempre acababa vendiendo para utilizar el dinero en ayuda a los pobres, le ofreció uno en calidad de “prestado” para que el buen clérigo pudiera al fin saber la hora.

También está la deliciosa anécdota de la mujer que atendía su casa en la parroquia, la cual le solicita un día dinero para poder comprarle a un pobre hombre ropa interior adecuada para el frío y sustituir su deteriorada ropa de cama incapaces ya de calentarlo durante el sueño. Varela accedió a la petición y hubo de sorprenderse al día siguiente, al encontrar sobre su cama, frazadas nuevas y ropa interior de lana.

El afecto que le profesaban sus parroquianos se evidencia en el turbio episodio del intento de asesinato de Varela. Dionisio Vives, capitán general de Cuba, irritado por la influencia de Varela en Cuba sobre todo a raíz de la publicación del periódico El Habanero, comisionó a un matón de oficio apodado El tuerto Morejón entregándole 30 000 pesos para eliminar a Varela. El hecho fue del conocimiento de los irlandeses de su parroquia, los cuales interceptaron a dicho matón, “disuadiéndolo” de llevar a cabo su encargo y regresándolo a la Habana en el primer barco que partió de Nueva York.

Vicario y teólogo de la diócesis de Nueva York

El celo pastoral y las cualidades intelectuales de Varela fueron rápidamente reconocidas por los obispos bajo cuyo mandato ejerció se ministerio. En fecha tan temprana como 1829, Mons. Dubois segundo obispo de Nueva York, parte para Europa en busca de clero y ayuda financiera para su diócesis. Al partir para este largo viaje deja al frente de la diócesis a dos vicarios, uno de los cuales es Varela, al cual designa además como representante personal en el primer concilio provincial de la iglesia norteamericana en Baltimore. Por problemas de salud del obispo es nuevamente designado representante del obispo al tercer concilio provincial en 1837. Debido a su enfermedad el obispo pidió un co-adjutor al concilio y recomendó a Varela para el cargo, como se pudo conocer por la intervención del gobierno español ante la Santa Sede para oponerse a dicho nombramiento.

Al nombrarse un nuevo obispo para Nueva York, el irlandés Hugues, éste volvió a nombrar a Varela como uno de sus vicarios durante una larga ausencia. Este mismo obispo nombró a Varela como teólogo consultor en otro concilio provincial en 1846.

Algunos años antes (1841) la facultad de Teología del seminario St. Mary de Baltimore le había otorgado el título de Doctor en Sagrada Teología.

Relación con Cuba

Varela nunca dejó de ser cubano y no solo jurídica y afectivamente. Desde su exilio siguió amando y trabajando por la patria prohibida. Tan pronto llegó a E.E.U.U. y mientras regularizaba su situación canónica para poder ejercer su ministerio, editó desde la ciudad de Filadelfia el periódico El Habanero del cual llegaron a ver la luz siete números, los últimos ya desde Nueva York.

Varios emigrados cubanos le propusieron ponerse al frente de un movimiento independentista, a lo cual Varela se negó rotundamente. Una cosa era orientar conciencias y otra tomar la jefatura de un movimiento político.. Durante los años 1835-183ª altas horas de la noche luego de concluir su siempre cargado ministerio parroquial y a la luz de un quinqué que acabó por deteriorarle su no muy buena vista, hasta el punto que murió casi ciego, Varela escribía para sus discípulos en Cuba lo que sería su obra más conocida, Cartas a Elpidio, con las cuales quería ayudar a formar una juventud sana y virtuosa que sería la mejor garante de una patria libre y próspera.

Varela nunca regresó a Cuba aunque pudo haberlo hecho, como lo hicieron otros desterrados como Saco, Heredia y Gener, acogiéndose a la amnistía otorgada por el general Tacón. Nunca dio las razones para esta decisión. Solo pueden hacerse suposiciones entre las cuales está que su presencia en Cuba le hubiera causado dificultades a su antiguo obispo y protector Espada con las autoridades civiles y eclesiásticas; y tal vez porque Varela vería como más necesario su ministerio en E.E.U.U. que en Cuba dada la escasez de clero en aquella nación comparada con la relativa abundancia del mismo en la isla. Refiriéndose a esta decisión, escribe el Padre a una de sus hermanas:
“Solo puedo contestar a tu carta melancólica recordándote nuestro deber de conformarnos con la voluntad de Dios. Mi separación de mi patria es inevitable, y en esto convienen mis fieles amigos. Acaso yo he tenido la culpa por haberla querido demasiado, pero he aquí una sola culpa de que no me arrepiento”(Nueva York, 30 de diciembre de 1842)
El Padre Varela y sus relaciones con el presbiterio y los obispos

Difícilmente haya mejor forma de conocer a una persona que oírlo expresarse sobre el prójimo, sobre todo el más próximo y del mismo gremio. La boca siempre habla de lo que hay en el corazón. Dejemos que él se exprese con sus propias palabras.

Al referirse al clero de la Isla y sus relaciones con él, dice:
“…es innegable que si en aquel clero no abundan los hombres sobresalientes, sin embargo no faltan, y la generalidad tiene la instrucción que basta para desempeñar con decoro su ministerio y para merecer aprecio en la sociedad… Bien sé que muchos dirán que escribo apasionadamente, porque al fin yo fui individuo de aquel clero, y no habiendo chocado jamás con ninguno de mis compañeros, debo conservarles, y les conservo, grande afecto…(El Habanero no. 2)
Varela entiende el sacerdocio como un ministerio sagrado con exigencias que pasan por encima de los sentimientos personales o la popularidad barata. Con respecto a las burlas que en su tiempo se hacían contra los clérigos Varela escribe:
“Muchos (clérigos) se exasperan en términos de incurrir en el mismo defecto que sus enemigos, enfureciéndose contra ellos y dando pábulo a la venganza personal cohonestada con el título de celo religioso; y otro capitulan con ellos… y se jactan de ser liberales sin ser más que unos viles aduladores de una partida de perversos que tiene la audacia de llamarse hombres libres, como si pudieran serlo los esclavos del demonio. ¡Ojalá fueran todos los eclesiásticos liberales! Pero de los que pretenden serlo, muchos son libertinos y otros fundan su liberalismo en una debilidad inicua por la cual hacen las más infames concesiones, sacrificando a veces la doctrina evangélica, solo por granjearse el afecto del mundo.” (Cartas a Elpidio sobre la impiedad. Carta sexta)
Varela no es ningún ingenuo y conoce la debilidad humana que no se elimina con la ordenación sacerdotal y sabe analizar con profundidad de miras sus consecuencias.
“Yo estoy persuadido de que el pueblo, sabiendo que los eclesiásticos somos hombres, si bien lamenta y se escandaliza al ver las faltas que cometemos como tales, tiene sin embargo el consuelo de que como eclesiásticos le guiamos con acierto y el ministerio conserva su dignidad; pero si el pueblo observa la superstición o la impiedad en los ministros del altar y desgraciada y erróneamente se persuade de que todos estamos infectados por estos dos monstruos, poca esperanza nos queda de ser útiles.” (Cartas a Elpidio sobre la superstición. Carta primera)
Y a continuación expresa sus sentimientos sobre su sacerdocio:
“Dirás que escribo una diatriba contra el clero, siendo uno de sus miembros. No mi amigo, yo escribo su defensa y si acaso tengo que reprimir algún sentimiento para hacerlo con imparcialidad, es el afecto a mis compañeros y el amor a mi estado, amor nutrido por treinta y tres años, en los cuales no ha habido un solo momento en que me haya pesado ser eclesiástico y muchos en que me he gloriado de serlo.”
Varela siempre concibió y vivió el ministerio sacerdotal en estrecha relación con sus obispos, a los cuales consideraba como lo que en realidad son, sucesores de los apóstoles. Ante las variadísimas y a veces opuestas labores ministeriales que desempeñó, no es aventurado afirma que nunca las realizó por gusto o aptitudes personales, sino por cumplir la voluntad de Dios manifestada en el mandato de su obispo. Así primero por instigación de Espada se dedica a la enseñanza y renovación pedagógica en el seminario de la Habana y luego como diputado a las Cortes Españolas. En Nueva York en el periódico por él fundado defiende al obispo Dubis en los conflictos con las juntas de administración parroquiales. Incluso cuando tuvo divergencias evidentes con su obispo, Varela siempre de una respuesta eclesial que sin renunciar a sus opiniones personales lo llevan a poner en primer lugar el ministerio apostólico del obispo. Así con su último obispo Hughes, Varela tuvo diferencias de criterio en cuanto a la forma de enfrentar los conflictos surgidos con la junta de educación de Nueva York gobernada por protestantes anti-católicos. Hughes era un irlandés violento e iracundo y de esa forma reaccionó ante el conflicto. Varela aunque de la misma firmeza en los principios era de talante conciliador. Ante la virulencia que adquirió la polémica, Varela optó por retirarse de la misma sin contradecir al obispo pero sin seguir su estilo.

Muerte en San Agustín

A partir de 1846 el deterioro de su salud, que nunca había sido muy brillante, lo obliga a refugiarse durante el invierno en San Agustín de la Florida de clima más benigno. Físicamente se encontraba muy deteriorado a pesar de ser relativamente joven, 58 años, los ataques del asma que siempre le habían acompañado durante su vida se hicieron más intensos y su vista se deterioró mucho. Al mejorar algo la salud regresa a su parroquia al terminar el invierno y lo mismo hará en los años sucesivos hasta 1850 en que se establece definitivamente en San Agustín donde radicará hasta su fallecimiento tres años más tarde.

Su estado físico no le permitía hacer muchas cosas, pero nunca hasta poco antes de su muerte, estuvo inactivo. Hacía lo que podía cundo estaba bien; misa, confesiones, visitas a enfermos y tocaba el violín para los niños en el parque situado frente a la iglesia. Vivió pobremente acogido por la generosidad del P. Aubid, el párroco. Visitado dos meses antes por un ex-discípulo que lo vio en estado físico y económico lamentable, este inició una colecta entre sus ex-discípulos en la Habana que hubo de llegar una semana después de su fallecimiento y que fue empleada en construir el monumento funerario que se le dedicó en el cementerio de Tolonato en San Agustín.

Al comenzar su agonía muchos fieles se congregaron en oración hasta su deceso. Al recibir el viático quiso hacer profesión de la fe por la cual siempre había vivido y así dio el paso final a la eternidad. Los fieles cortaron mechones de sus cabellos y los repartieron como reliquias con esa intuición que tiene la gente de fe para descubrir la presencia de un santo.

El P. Varela, pionero del periodismo católico en los Estados Unidos (por Teresa Fernández Soneira)

Dibujo a plumilla del P. Félix Varela
 del artista cubano Gervasio Esturo,
 de la colección de la autora.
Prohibida la reproducción. © 
Todos los derechos reservados.
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El P. Varela, pionero del periodismo católico en los Estados Unidos(1)



por Teresa Fernández Soneira


Cuando el Padre Félix Varela(2) llega exiliado a Nueva York en 1823 arriba por los muelles Atlantic Docks. Una fuerza laboral reforzada por inmigrantes europeos descarga el café que viene de Brasil; las pieles de la Argentina, el azúcar de Cuba y el guano del Perú. Al igual que hoy, los inmigrantes y exiliados dan apoyo con la mano de obra y agilizan el proceso de la industria americana. Las familias cubanas que exportan azúcar a Nueva York en esa época envían con frecuencia a sus hijos a esa ciudad para que aprendan el idioma, la destreza en los negocios, y las costumbres del país. España aún gobierna en Cuba, pero los cubanos adinerados empiezan a considerar a los Estados Unidos como un lugar importante. Nueva York ya es entonces una ciudad en constante ajetreo, llena de bullicio y vida que acoge a pobres y a ricos.

Varela es un hombre maduro, de sólidos conocimientos y vasta cultura, y con un temperamento de luchador que derriba obstáculos como es todo aquel que empuña la pluma. Durante la travesía que ha hecho desde España hasta los Estados Unidos, ha estado meditando y se da cuenta que no habrá ya más cátedra en el Seminario de San Carlos de La Habana por lo que ya no tendrá más alumnos. Se pregunta entonces si no es quizás el periodismo una cátedra con un amplio auditorio. Sin pensarlo más decide entregarse a esta empresa y como veremos llegará a ser uno de los pioneros del periodismo católico de Norteamérica.


Tiene una gran facilidad para aprender idiomas y aunque lee inglés, no lo domina. Entonces, siempre con Cuba en la mente y el corazón, mientras aprende inglés se dedica a escribir y publicar El Habanero, en cuyas páginas enseña a los cubanos la manera en que hay que prepararse para lograr la total independencia de Cuba. El Habanero sería el primer periódico en español publicado en los Estados Unidos.

Dos años después comienza a distinguirse en la prensa de Norteamérica. Por entonces existe un movimiento anticatólico que, aunque tiene una finalidad política, recurre al antagonismo religioso. Vemos como se congregan 73 ministros protestantes y fundan en Nueva York la revista El Protestante en la cual desatan una campaña que es un verdadero furor religioso contra la iglesia Católica en la que despliegan una oleada de odios, persecuciones y discriminaciones contra los católicos, siendo incluso destruidas algunas propiedades de la iglesia. Además del idioma y del clima tan distintos a los de su Cuba natal, Varela tiene que enfrentarse a esta intolerancia y fanatismo del protestantismo. Para contrarrestar la campaña de El Protestante se echa sobre sus espaldas la tarea de refutarlos fundando por su cuenta el Protestant’s Abridger and Annotator(3) (El Abreviador y Anotador de El Protestante), donde hace gala de sus cualidades como polemista severo y enérgico que jamás se excede y que nunca ofende. Prueba de ello es su comentario de noviembre de 1839 en el periódico The Catholic Register(4) (El Registro Católico) de Nueva York en el que responde a ciertas críticas del sector protestante: “los protestantes besan la Biblia en señal de respeto y reverencia. Ellos no están besándola como libro sino porque contiene la palabra de Dios expresada en letras y símbolos. No deberían objetar entonces a que nosotros, los católicos, besemos un crucifijo que más profundamente llama la atención a nuestros sentidos y significa lo mismo”.

El 20 de febrero de 1840 escribe el editorial “La educación de los niños Católicos en las escuelas públicas” en el que nuevamente refuta a los protestantes: ‘La verdadera libertad y tolerancia se demostrarían si se tomase a la educación sin interferir con los principios religiosos de nadie. Lo primero que se hace en las escuelas públicas es poner la Biblia Protestante, sin notas ni comentarios, en manos de un niño, dejándola a su libre interpretación. En casi todas las escuelas públicas se utilizan libros que contienen muchos pasajes alterando y ridiculizando nuestra doctrina Católica. Los mismos maestros no dejan pasar la oportunidad para añadir sus sarcásticos comentarios’. Aunque la situación es muy tensa, Varela la maneja con delicadeza y sensibilidad a la vez que pone los puntos sobre las íes.

Entre 1829 y 1832 escribe también para El Mensajero Semanal(5) de Filadelfia y para el New York Register and Catholic Diary (Registro y Diario Católico) de Nueva York. Contribuye con la revista Bimestre Cubana de La Habana en la que colaboran prestigiosos intelectuales de la época como José de la Luz y Caballero, Felipe Poey, Joaquín Santos Suárez y Domingo del Monte, entre otros, que logran que la revista alcance renombre. Varela también escribe en el periódico La Verdad de Nueva York, en el Repertorio Médico Habanero, y luego en 1836 funda The Catholic Observer.


El obispo de Boston le encomienda en 1838 la dirección de un periódico destinado a la juventud norteamericana: The Children’s Catholic Magazine. Esta revista para niños fue una de las primeras publicaciones dedicada a la juventud católica de Estados Unidos entre 10 y 16 años, y se publicó entre marzo 1838 y febrero de 1840. Varela fue su director a partir del segundo número. Un año después escribe para The Catholic Expositor y en 1840, a petición del obispo John Dubois(6), dirige el New York Catholic Register. Incansable, continua su labor y un año más tarde funda con la ayuda del padre Constantine Pise, The Catholic Expositor and Literary Magazine donde aparece la producción teológica más completa y madura de su pluma.

Como si todo esto no fuera ya suficiente, colabora con el Truth Teller (El Narrador de la Verdad) y con The New York Freeman’s Journal and Catholic Register (Diario y Registro Católico Libre) de Nueva York. Escribe hasta altas horas de la noche; es una intensísima labor periodística la que despliega el Padre Félix Varela en estos años. En la biblioteca que este poseía se encontraron colecciones completas de historiadores griegos y latinos en sus lenguas originales, prueba de que poseía una cultura vasta y completa. Además del español y el inglés, entendía perfectamente el alemán, el portugués, el francés y el italiano. La plataforma sobre la que sustentó sus argumentos y polémicas estuvo siempre fundamentada en fuentes e idiomas originales.

En las primeras décadas del siglo XX, la Iglesia norteamericana comenzó a valorar la labor periodística del P. Félix Varela. En 1898 el padre D.A. Merrick, S.J. publicó en la revista Mensajero un artículo titulado El Apóstol Cubano de Nueva York(7), y en 1927 el Padre William F. Blackestee realizó un extenso trabajo para la Sociedad Católica de la Historia de Filadelfia en el que hace resaltar no solo la solidez de los conocimientos científicos y religiosos del Padre Varela, sino también su sorprendente dominio de la lengua inglesa. Dice Blackestee: “Con su penetrante visión, estilo grácil y un dominio asombroso de la lengua inglesa, derrotó de la forma más completa a sus más audaces y formidables opositores en las controversias literarias y en los debates públicos”(8). El padre Varela también aparece en el Diccionario de Biografía Americana editado en 1936 y en el libro Pioneros del Periodismo Católico de la Sociedad Católica de la Historia de los Estados Unidos(9) donde se le hace justicia por sus innumerables contribuciones.

Iglesia de la Transfiguración (Manhattan)
inscrita en el Registro Nacional de Lugares Históricos
donde el Venerable P. Varela fue párroco.
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Además del periodismo, Varela fundó en Manhattan dos parroquias: la Transfiguración y St. James donde se distinguió como pastor dedicado a cuidar de los pobres y desamparados de la ciudad, particularmente de los inmigrantes irlandeses. El Venerable Padre Félix Varela Morales fue el primer sacerdote cubano incardinado(10) en lo que entonces era la Diócesis de Nueva York. Como había deseado desde su llegada a Norteamérica en 1823, con su pluma luchó por la justicia, los valores cristianos y la libertad para creer en Dios por lo que desempeñó una verdadera cátedra en los 30 años que permaneció exiliado en los Estados Unidos.

En este mes de febrero que conmemoramos los 167 años de su deceso en San Agustín de la Florida, recordamos al Venerable Padre Félix Varela Morales como abanderado de la fe católica, patriota, músico, científico, teólogo, periodista y figura clave en la historia de Cuba y los Estados Unidos. Es un santo que espera el milagro.

La labor humanitaria del Padre Varela fue reconocida
al emitir el servicio postal de los Estados Unidos un sello
conmemorativo, el 15 de septiembre de 1997, gracias a la labor de
la Fundación Padre Félix Varela de Miami, y el interés del
Dr. Tirso del Junco (cubano), Presidente entonces de la Junta
Administrativa del Servicio Postal de los Estados Unidos.
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Citas y notas

  1. Este escrito es un resumen de la entrevista que me realizó el locutor y periodista Miguel Alberto para Radio Fe (que luego se convertiría en Radio Paz), el 19 de abril de 1991, en el Programa Amanecer.
  2. Félix Varela y Morales (La Habana, Cuba, 20 de noviembre de 1788 - San Agustín de la Florida, 25 de febrero de 1853) fue un sacerdote, maestro, escritor, filósofo y político cubano que tuvo un importante desempeño en la vida intelectual, política y religiosa en la Cuba de la primera mitad del siglo XIX. Es considerado uno de los forjadores de la nación cubana.
  3. The Protestant’s Abridger and Annotator, publicado por George F. Buncer y el P. Félix Varela, en el 224 Cherry Street de Nueva York, comenzando en 1830.
  4. The New York Catholic Register, Gallagher & Smith pubs. publicación semanal, 1839-1840.
  5. En el que colaboró con José Antonio Saco. El primer número apareció el 19 de agosto de 1828 en New York redactado por Félix Varela y José Antonio Saco. Los números del 2 al 32 fueron editados en Filadelfia, y a partir del 33 y hasta el final, de nuevo en Filadelfia. De contenido variado. Colaboraron en sus páginas Gaspar Betancourt Cisneros, Tomás Gener, Ramón Vélez y José Estévez. El último número publicado corresponde al 29 de agosto de 1831.
  6. John Dubois (Paris 1764-Nueva York 1842), fundador de St. Mary’s College y tercer Obispo de la diócesis de Nueva York.
  7. D. A. Merrick: “The Cuban Apostle of New York”, Messenger, 1898, pp. 613-26.
  8. Father William F. Blakeslee: “Félix Varela”, Catholic Historical Society, Vol. 38, No. 1, marzo, 1927, pp. 15-46
  9. Publicado en 1930.
  10. Vincular de manera permanente a un eclesiástico en una diócesis determinada.




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Bibliografia

Blakeslee, Father William F: “Félix Varela”, Catholic Historical Society, Vol. 38, No. 1, marzo, 1927, pp. 15-46.

McCadden, Joseph: Felix Varela: Torch bearer from Cuba, 1984.

Merrick, D.A.: “The Cuban Apostle of New York”, Messenger, 1898, pp. 613-26.

Piqueras, José Antonio: Félix Varela y la prosperidad de la Patria criolla, Fundación Mapfre, Edición Doce Calles, Madrid 2007.

The New York Catholic Register, Gallagher & Smith pubs. 1839-1840.

The Protestant’s Abridger and Annotator, Félix Varela Ed., New York, 1830.




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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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