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Thursday, March 9, 2023

(Social. Septiembre 1917) Los santos de Juan. Por Enrique José Varona.

Casa Natal de Enrique José Varona
Aspecto actual
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La casa antes de las reformas 
que se le hicieron en la primera mitad del siglo XX.
Foto/Año 1905.
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Voy a hojear un poco el libro de mis recuerdos. Si alguien, no muy ducho en los placeres de la memoria, me critica, recuerde que no está obligado a oirme cuando hablo, ni a leerme cuando escribo. Ya ve que empiezo previniéndolo, para que no pueda llamarse a engaño.

Fue mi niñera una morena llamada Fabiana, de muy buena pasta y de supina igno­rancia. No lo digo en desdoro suyo, pues la pobre no tenía la culpa, sino porque hace muy mucho al caso. Andando el tiempo, y cuando ya era yo un mozalbete, entraron en la servidumbre de mi casa dos chinos asiáticos, semi esclavos o esclavos de un todo, aunque solo por contrata de cierto número de años. Debían estar bautizados o cosa así, pues el uno, que era jardinero, se llamaba Felipe, y el otro, jefe supremo de la cocina, respondía al nombre de Juan.

Era éste tan ladino, como cazurro el otro. Mientras Felipe se mantuvo siempre a distancia, todo dado a ingertar rosales y a escardar la huerta, y al cabo desapareció sin dejar huella en los anales familiares, Juan, por el contrario, cada dia se apegó más o hizo que se apegaba a la familia, y especialmente a los criados de color.

Era un hombrecillo delgaducho, de movimientos rápidos y desembarazados, que chapurreaba bastante el castellano, y guisaba de un modo muy aceptable en aquella tierra de buenos cocineros. No era un cordon bleu, como lo era Juana Apolonia, pero podía pasar por un cordoncillo azuloso. Pulcro en la cocina y en el traje, que pronto acomodó por completo a los usos del pais. Nada de coleta, al menos al exterior. Todavía recuerdo una famosa caña de Indias con puño de oro, que enarbolaba pomposa9mcnte años después, cuando ya no era chino contratado ni cocinero, sino prestamista y casi, casi hacendado.

Juan tenía ojo de chalan. Cuando conoció a Fabiana, ya ésta no se encontraba en su primera juventud, y no creo que nunca, ni en su estación más florida, hubiera podido pasar por un pimpollo. Pero era de lo más hacendoso, y sabía a maravilla hacer de un huevo, dos, y con dos una tortilla para cuatro. Juan se prendó de Fabiana, y, ayudando eI tiempo y el trato, se casaron. Por la iglesia, desde luego, pues la novia era· católica a macha martillo, como lo era su madre; sin que sea posible ir mas lejos hacia atrás, pues aquí se embroIlan mucho la genealogía y la religión de los ascendientes.

Una vez casados, se establecieron, poniendo lo que en Camagüey se llamaba una venduta. A fuerza de revender cocos y lechugas, empujando pacientemente a la fortuna con el ahorro, y alguno que otro negocillo de préstamo, amén tal vez de su matute de opio, llegaron a comprar una quinta en los alrededores de la ciudad, para dedicarse al cultivo de frutos menores.

Algunos años habían pasado y Fabiana, cada vez que me veía, me rogaba con instancia que fuera a conocer y admirar sus dominios. Al fin me decidí e hice el corto viaje, que no pasaría de veinte minutos, en quitrín. Mi antigua niñera, ascendida a propietaria, me enseñó con visible satisfacción toda la casa, que era amplia y limpia, y solo por algun tenue tufillo opiáceo delataba la naturalidad del dueño.

Como quien guarda para lo último lo de más precio, después de recorrer hasta la cocina, me llevó Fabiana. a una grande habitación, donde no reinaba la claridad meridiana de las otras, y me mostró radiante de orgullo un gran retablo que ocupaba todo un testero. Lo llenaban no pocas imágenes de santos, todas de bulto y vestidas, a la usanza española y napolitana. Todavía recuerdo un San Roque, descalzo de pie y pierna, con sus úlceras sanguinolentas, y su perrillo al lado. Las presidía una angustiadísima Dolorosa, con lágrimas cuajadas en los hermosos ojos, y las siete espadas cabalísticas clavadas simétricamente en el costado izquierdo. Todo ello entre macetas de flores de trapo, candeleros con pequeños cirios y otros adminículos de la devoción.

Me acerqué, si no interesado, pues el espectáculo no tenía para mi nada de nuevo, curioso; y al recorrer todas aquellas muestras del fervor de la buena mujer, me suspendieron un tanto dos o tres figurillas exóticas, mezcladas indistintamente y en santa hermandad con las imágenes. Las miré de cerca, y advertí que eran pequeños Budas, sentados a la turquesca sobre el místico loto.

Sin mostrar sorpresa, me volví a mi acompañante, y le pregunté:

- ¿Qué es esto, Fabiana?
- Son los santos de Juan, me contestó ingenuamente.


Vedado, 1 de septiembre de 1917.

Thursday, October 13, 2022

Evocaciones (por Enrique José Varona)


En el perenne deslizarse de la vida, la ilusión de volver atrás, siquiera con el pensamiento, me domina a veces. Ver con mis ojos de los doce años ese mundo tan, nuevo, como acabado de hacer para, mí, tan pintoresco, como trazado para ofrecerme perspectivas maravillosas, tan poblado de seres originales, como dispuesto para dar pasto abundante a mi curiosa ignorancia!

Estoy de nuevo en San José de las Delicias, en mi paraíso dominguero, sin Eva ni serpiente; contemplando embobado cada naranjo en flor, cada cocotero doblado bajo el peso de sus racimos ubérrimos, el gran almendro junto al corral, a donde acudía muy de mañana con mi jícara nueva, para que me la colmaran de leche espumosa, la represa que ora murmuraba, ora arrullaba, el callejón colindante con el batey, el callejón misterioso que venía de no sé dónde, de muy lejos, y por donde solía aparecer, caballero en un Rocinante desmedrado, el estupendo Quintanilla.

¡Quintanilla! ¿Quién era? ¿de dónde salía? ¿a dónde iba? Lo oigo vociferando: "Quien no vió a Quintanilla, no vió maravilla." Y todavía se me dilatan las pupilas ante el majá, con que se daba dos o tres vueltas al cuello, como el collar de una condecoración selvática. Sentir el pasitrote de su caballo, y quedarme clavado en el sitio donde me sorprendía, atisbando entre curioso y aterrado la figura hirsuta del guajiro bohemio, que pasaba de largo, mirándome si acaso desdeñosamente, era todo uno. ¿A dónde iba, a dónde se fué Quintanilla? A esfumarse en la semioscuridad de las visiones. del pasado: a donde se han ido grandes y pequeños, los que me han dejado un gran vacío en el corazón, o, apenas un sordo latido al evocarlos.

Me paseo por las tortuosas calles de mi vieja ciudad; me empujan mi desocupación y mi curiosidad pueril a, atisbar por la abertura de un coletón que levanta el viento, o a mirar cuanto viene calle arriba, calle abajo, cual si hubiera de ser inusitado espectáculo, Y, en efecto, por allá descubro a Mr. Pépin, que se adelanta con paso inseguro, por más trata de afirmarlo; que quiere ponerse derecho, y se va casi.de bruces. Sí; es Mr. Pépin, en chaleco, abotonado a la diabla, en chancletas, con su bomba convertida en clac, torcida, aplastada, hecha una miseria de tanto rodar por el.fango y de tanto ser encasquetada a manotazos en la pobre cabeza, que no puede más. Es Mr. Pépin, cuya cara, una grande amapola con costurones, parece a ratos desafiar y a ratos implorar a los raros transeuntes. Yo miro aquella triste humanidad, sin miedo, pero sin mofa, como si entreviera uno de los aspectos más tristes de la miseria, el que no mueve a lástima.

Mucho después supe que aquel hombre, a quien se volvia la espalda o se daba con el pie, había sido algo útil, un mecánico, un maquinista del ferrocarril de Camagüey, a quien.la tentación de la botella había lanzado al arroyo.

Sigue el desfile.

Oigo risotadas en la plaza. Me asomo a la ventana, deseoso de tornar parte en la fiesta, aunque sea desde mi palco. Otro aparecido. Otro que viene de lejos, o que ha descendido de su nube arrebolada. Un joven endeble, harapiento, con el semblante lleno de risa, que silba con ahinco, puestas las.dos manos a la altura de la boca, y moviéndolas en cadencia, como si cubriera alternadamente con los dedos los agujeros.de una flauta invisible. Lo sigue una tropa de muchachos callejeros, que marchan tras él a compás, repitiendo sin tregua chin chin chin. Es Pablo Chinchin. Es el hijo pródigo, que heredó, y gastó su fortunita en dar salida armoniosa a su alegría, llevando consigo por las calles una orquesta real y verdadera, antes de que con las últimas peluconas se le fuera por el aire lleno de arpegios la razón endeble. Es el pobre Pablo, a quien tantos bailaron la música y no dieron después un vaso de cerveza.

Pasa el músico de burleta; pasa el harapo que encanalló el aguardiente; pasa el viandante voceador. Leyes de la vida, ley del pensamiento humano. Tout passe; tout s'efface. Dejémoslo pasar.

Vedado, 9 de marzo, 1928


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Texto tomado de Social. Mayo 1928.

Wednesday, September 7, 2022

Carta de José Enrique Rodó a Enrique José Varona. Mayo 7, 1900


Montevideo, 7 de Mayo de 1900.



Sr. Enrique José Varona. -Habana.

Muy distinguido señor mío:

La respetuosa admiración que su alta personalidad intelectual me ha impuesto siempre, y a la que concurren, no solo los indiscutidos merecimientos de usted, sino también mis entusiasmos de americano por cuanto glorifica y enaltece a nuestra América, me mueve hoy a enviarle un ejemplar de mi último libro, que sea como el homenaje en que se haga sensible esa, admiración muy sincera.

Tengo, además. otro propósito al remitir a usted mi "Ariel". Es, éste, libro de propaganda, de combate', de ideas. He querido proponer, en sus páginas, a la juventud de la América Latina, una "profesión de fe" que ella pueda hacer suya. Me han inspirado, para hacerlo, dos sentimientos principales: mi amor vehemente por la vida de la inteligencia y dentro de ella, por la vida del Arte, que me lleva a combatir ciertas tendencias utilitarias e igualitarias; y mi pasión de raza: y mi, pasión de latino, que me impulsa a sostener la necesidad de que mantengamos en nuestros pueblos lo fundamental en su carácter colectivo, contra toda aspiración absorvente e invasora.

¿Merece ser "Ariel" una bandera para la juventud intelectual americana? Tal es mi duda que me siento inclinado a re­solver negativamente, teniendo en cuenta que no basta la bondad de las ideas para el prestigio de una obra escrita, cuando le falta la autoridad de un nombre esclarecido y el encanto ava­sallador de la forma. Por eso anhelo que otros tomen a su cargo la propaganda que yo solo me he atrevido a iniciar y sería grande mi satisfacción, si usted hablase a la juventud en el sentido en qué yo he osado hablarle. Usted puede ser, en realidad, el Próspero de mi libro. Los discípulos nos agrupamos alrededor de usted para escucharle, como los discípulos de Próspero.

Acepte usted, con tal motivo, los más, respetuosossentimíentos de su sincero admirador q. b. s. m.


José Enrique Rodó.



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Tomado de Social. Enero, 1922

Wednesday, August 31, 2022

Una lección de la Guerra (por Enrique José Varona)


Hace casi un año que consumo buena parte de mí tiempo, leyendo las noticias, de la guerra y pesando lo que exponen periódicos de los beligerantes y revistas de los neutrales, amén de folletos y libros de unos y otros.

Por mi parte soy neutral, en cuanto es humanamente posible; quiero decir que, aun cuando deseo el triunfo de una de las partes, de ningún modo quiero el aniquilamiento de la adversa.

No pretendo que este sentimiento mío sea el mejor, sólo digo que es mío; y lo digo, porque hace al caso con la relación estrecha que guarda con el objeto de este artículo.

Un profesor de la universidad de Birmingham, Mr. de Seilncourt, en la segunda de las bellas conferencias que acaba de pronunciar sobre "los poetas ingleses y el ideal nacional ", dice estas palabrns, dignas de meditarse: "Nosotros vemos la contienda. como una lucha entre los ideales de la ambición militar, que no reconoce otro derecho que la fuerza y el libre y el no estorbado desarrollo nacional. Es verdad qne para Alemnnia ln guerra se presenta en cierto modo a la misma luz (in something of the same light.")

De modo que las naciones confederadas se tienen por defensoras de la civilización y los gobiernos de sus adversarios creen representar el ápice del progreso.

Añádase a esto que las noticias que comunican al mundo las agencis telegráficas, inspiradas por los aliados, son todas favorables a sus armas, y la que transmiten las agencias alemanas y austriacas, nos dicen preisamente todo lo contrario. No hay que suponer qne todo ello sea obra deliberadnmente mendaz como lo creen y lo dicen y lo repiten los parciales de la triple o de la dúplice.

Son en mucha parte obra de la ofuscación y de la pasión. Cuando vemos que fuerzas formidables  tardan dos semanas en tomar medio kilómetro de trincher, que al cabo de otras dos han perdido para comenzar de nuevo la oscilación y que este flujo y reflujo  parece tan constante como el de las mareas, nada de extraño tiene qne cada cual pregone un triunfo, cuando son los suyos los que en ese momento avanzan.

Estos movimientos son mucho más extetnsos en el frente oriental, donde se ganan y se pierden distritos y hasta provincias, sin que dejen de presentar los mismos caracteres fundamentales a los espectadores distantes.

Para mí, que no soy militar, ni diplomático, el carácter distintivo de esta guerra  colosal y de la madeja de combinaciones que sobre ella y en torno de ella mueven los gabinetes, es el estan camiento. Lo cual no significa que de estos siniestros campos de acción y de inacción no estén manando ríos de sangre y despeñándose cátaratas vertiginosas de dinero. Ni que muchos de los gobiernos neutrales dejen de mantener en un vaivén que sería cómico, si los momentos actuales no fueran eminentemente siniestros.

Y vamos ya a la lección que encuentro cada vez más clara en esta descomunal contienda.

Si nos es tan difícil darnos entera cuenta de lo que ocurre en torno nuestro, de aquello de que somos, por decirlo así, testigos, ¿qué será cuando se trata de lo que se aleja de nosotros y, por consiguiente, cuanto más se aleja?; para lo presente, estamos en la penumbra: más allá se van espesando por grados las tinieblas. No muy lejos, la noche es completa.

Tenemos los hombres del día, elementos de información que no conocieron a medias nuestros antepasados, pero lo que nos enseña a veces la guerra actual entre otras muchas cosas que nos enseña, es que las noticias se falsean en estos tiempos de publicidad, tanto como en las más obscuras épocas del oscurantismo. Son tantos los proyectores de luz qne bombardean contra nosotros, qn e nos atontan y ofuscan; es decir, que no nos dejan ver nada. 

Hoy poseemos las gacetas oficiales, los libros azules, blancos, verdes, de todos los colores del iris; los documentos públicos y hasta privados, las memorias, las confesiones, las famosísimas autobiografías; y con todo eso, andamos poco menos que a tientas, sabemos, por ejemplo, casi tanto de la guerra napoleónica de que nos hablan infinitos historiadores perfectamente informados. como de las guerras pérsicas de que no nos habla sino el venerable y tres veces mendaz Herodoto. Lea el que quiera sobre la campaña de Napoleón en Rusia, nada más que escritores franceses, ingleses y rusos y me contará maravillas. 

Y la razón de estas sinrazones, de porque uno atenúa lo que otro exagera, este tergiversa, el otro oculta y el de más allá pretende descorrer el velo, es una sola qne actúa hoy como ha actuado ayer y, probablemente, actuará mañana.

La razón consiste en que el hombre ve mal cada vez que se pone los anteojos de la pasión. Y lo peor es que los lleva siempre puestos. Oigo ya la voces de protesta: Yo no me apasiono, dice cada cual; estoy muy lejos, ningún interés me mueve, como no sea el de la verdad. "¿Quid est veritas?", dicen que dijo el desengañado e indiferente Pilatos. ¿Qué cosa es la verdad? Lo que veo a través de mis cristales ahumados.

No hay quimera igual a la de creer que nuestros juicios puedan nacer puros de toda mezcla de afecto.

Ese es su pecado original; y para éste no hay aguas purificadoras. Un solitario en Koenigsberg, o en cualquiera otra parte, escribe volúmenes sobre la razón pura. Bueno. Ese río de palabras, cuando llega el momento de juzgar sobre hechos, no se lleva, no arrastra uno sólo de los granos de pasión de que se forman nuestros prejuicios.

Si fuera posible hablar de humanidad y de simpatías humanas, en medio de estas sacudidas espantosas de la conciencia moral, diría, para terminar, que el sentimiento que cabe, ante este desbordamiento de odios y temores, es el deseo de que se abran al cabo camino aquellas nobles pasiones, a ver si es posible que el orgullo de los pueblos se venza a sí mismo, y deje que se siente melancólicamente el mundo a restañar la sangre que le mana de tantas y tan crueles heridas.


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Texto tomado de 



Monday, December 6, 2021

En el primer aniversario de la muerte de Antonio Maceo (por Enrique José Varona)

Grabado del año 1897
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Va transcurrido un año desde el tremendo día en que cayó para siempre, atravesado por una bala fatídica, el egregio caudillo de cien jornadas gloriosas, el bravo entre los bravos, José Antonio Maceo. Va transcurrido un año, y parece que fué ayer. Todavía suspende nuestro ánimo la misma estupefacción; porque, a nuestros ojos, el resplandor de sus estupendas hazañas parecía cubrirlo con escudo invulnerable, y no podiamos concebir que lo sorprendiese la muerte artera, antes de recoger el lauro de la victoria definitiva. Todavía nos parece escuchar los alaridos de salvaje triunfo, con que España celebró la obra del acaso, que la libertaba de un enemigo heroico, y privaba a Cuba de uno de los brazos más robustos entre los que están labrando el edificio de su libertad. Y aun tenemos vivos en la mente la tristeza del mundo, conmovido por el aciago inmerecido fin del adalid de nuestra independencia, y el luto de Cuba inconsolable.

Pero es fuerza rendirnos a la dura realidad. Cayó Maceo en mitad de la grandiosa jornada; faltó ese faro en medio de la noche tempestuosa de la revolución. Nuestro dolor, el dolor de los cubanos, era tan legítimo, como será duradero. Sólo que no basta lamentar la pérdida de los grandes ciudadanos; y cuando llegan estos días de especial remembranza es parte de nuestro deber considerar si hemos sabido recoger el fruto de esas vidas, que se han sacrificado por el bien de todos.

Maceo no fué sólo un soldado de asombroso empuje, ni un caudillo de inmenso prestigio; fué, como Céspedes, como Agramonte, como Marti, el hombre de una noble idea, el adalid de una gran causa. Por ella trabajó enérgicamente toda su vida, por ella fortaleció y modeló su carácter, por ella se engrandeció, por ella realizó los hechos pasmosos que lo han convertido en asombro de su generación, y por ella se precipitó a la muerte. Ni esa idea, ni esa causa eran personales. Era la idea de la libertad de Cuba, la causa de la independencia de nuestra patria.

Para que esas existencias preciosas hayan sido verdaderamente fecundas no basta que se hayan elevado a las cumbres de la celebridad y la gloria, es necesario que hayan dejado huella tan honda en la conciencia de su pueblo, que éste considere su más noble e imperioso deber la continuación y remate de la obra, que esos gloriosos precursores emprendieron.

Por suerte, no podemos negar que este es el caso de Cuba. Uno a uno ha visto caer a sus hijos predilectos, a esos iluminados que le iban marcando el rumbo. Pero no se ha detenido en la tremenda marcha; ni ha cejado ante ningún obstáculo; y hoy, al cerrarse el ciclo del año luctuoso, la encontramos empeñada en la misma ardua empresa a que la condujo el héroe desaparecido en el campo siniestro de Punta Brava. Sobre el cadáver ensangrentado del guerrero estupendo derramó Cuba sus lágrimas más amargas; pero cobró aliento en su dolor, y siguió adelante combatiendo con el mismo ardor no abatido por la misma causa sagrada.

Esa era la herencia que le legaba Maceo. Podemos por eso, aunque con el alma enlutada, saludar la aurora de este día funesto, sin ningún sentimiento de humillación y flaqueza. Los que quedaron en pie han seguido las huellas luminosas del caudillo insigne; y las siguen y las seguirán, para honrar su memoria y demostrar que aprendieron con él a amar y servir a Cuba.


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Revista de Cayo Hueso. Diciembre 1897

Saturday, November 27, 2021

27 de noviembre (por Enrique José Varona)


Cosecha de Sangre



El mayor crimen de España es haber entenebrecido la conciencia del pueblo cubano, poblándola de espectros sangrientos y memorias de muerte. Las fechas de nuestros fastos, que más honda huella han dejado en nuestra mente, son todas luctuosas; recuerdo de escenas horribles que parecen iluminadas por el resplandor siniestro de las hogueras o de los incendios. En medio de ellas se destaca la silueta horrible del cadalso, emblema de la dominación española, a cuya sombra funesta descubrimos apiñados, en hacinamiento confuso, montones y montones de cadáveres. ¡Víctimas de un despotismo implacable, que no se ha saciado nunca de sangre cubana!

Si en medio de esa lúgubre procesión parecen resaltar más los mártires del 27 de noviembre, es porque la conciencia popular ha reconocido en el crimen sin nombre, que tronchó en flor tantas vidas inocentes, un símbolo perfecto de la ira ciega del déspota español, y de la tremenda amenaza que ha tenido siempre suspendida sobre la cabeza del cubano, temido, odiado, perseguido y aniquilado solo por ser cubano.

Enrique José Varona
New York 1897

Thursday, November 4, 2021

1868-1895 (por Enrique José Varona)

Foto/Año 1897
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Todo noble esfuerzo es siempre fecundo. El pueblo cubano ha tenido el presentimiento de esta verdad; por eso ha rodeado de una aureola de gloria inmarcesible la fecha del 10 de Octubre de 1868.

En ese día, producto de otra serie de esfuerzos menores, pero no estériles, dio principio á su larga y cruenta lucha por la libertad. Al proclamar en Yara su derecho a ser libre, á ser dueño de sí, á disponer de su destino, tuvo conciencia de su unidad de propósito; se le reveló su fuerza.

Diez años combatió entonces, con empeño heróico, en guerra titánica; y no combatió en vano. Cuando envainó la espada, tinta en sangre, dejó herida de muerte la esclavitud del negro, y roto para siempre el estrecho molde colonial de España. Dos obras colosales, que realizó una sola generación de valientes. Pero aún dejó más: dejó trazado el camino y fijo el rumbo. Descansó, segura de que la labor empezada, había de ser concluida. Al extinguirse los últimos rayos de sol del 10 de Octubre de 1868, Cuba pudo vislumbrar la aurora del 24 de Febrero de 1895.




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Revista de Cayo Hueso. Octubre 10, 1897

Tuesday, April 13, 2021

Enrique José Varona (por Tesifonte Gallego García, 1892)

Foto tomada de 
"Social. Octubre 1926
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Aquí [en Cuba], donde no hay Parlamento, no puede extrañar el ardor de las discusiones en los periódicos órganos de los partidos, por que á sus columnas van todos los fenómenos que ofrece el desarrollo de la política. 

Pero si dejais esta manifestación de la contienda para abrir paso al juicio en el orden de la literatura, ¿podrá extrañar á nadie que se coloque á Enrique José Varona en lugar prominente? 

Varona es de cuerpo débil, pero de espíritu literario valiente. 

Tiene la austeridad que dá al hombre la afición á los estudios filosóficos á que hoy aplica su poderosa inteligencia. 

Antes, cuando más joven, se manifestaba como poeta, y sabido es que el poeta, por arrogante y realista que quiera presentarse, siempre sueña al compás de su fantasía.

La Musa de la poesía siempre es tierna, aun en el drama; cuando quiere forzar la situación, se presenta difícil, apareciendo más apagados los rayos de su brillantez. 

Por eso, siendo muchos los que hacen versos cuando jóvenes, son pocos los que insisten en el momento en que los años viejos comienzan á perder las ilusiones de los años jóvenes, dejando yerta la fantasía primaveral con el fantasma de la realidad de invierno. 

Varona ha escrito poesías correctas, sí; pero no resalta en ellas la inspiración; en cambio, ha publicado libros de filosofia que han llegado al extranjero, y entre esas elucubraciones á que se entrega el que sobre el yo escribe un tomo, se manifiesta el hombre de reflexivo estudio.

Si Varona se desprendiera en sus libros del principio político que sustenta, si no forzara la máquina filosófica para dar entrada a la reticencia intransigente de su ideal político, sus obras adquirirían mayor vuelo. 

Enrique José Varona, ya lo hemos dicho: es en la literatura cubana, una nota muy saliente.

Monday, January 11, 2021

"Los griegos tenían fama de parlanchines y, lo que es peor, de chismosos" (Enrique José Varona)


Los griegos tenían fama de parlanchines y, lo que es peor, de chismosos. Textos de toda confianza nos los presentan hablando siempre de gladiadores, de atletas, de carreras de caballos. de comidas, de vinos, como quien dice cock-tails, y más aún de las intriguillas de Alcibíades o de Fedon. Pero ¿estoy refiriéndome a los griegos? Hombre, sí; no a los cubanos. (Enrique José Varona. Bohemia.  Diciembre 1928)

Thursday, November 19, 2020

Enrique José de Varona (por Frank de Varona)

Enrique José de Varona y de la Pera,
 pensador, patriota y orientador


por Frank de Varona


Uno de los fundadores de la cultura cubana y figura destacadísima entre los grandes intelectuales que dio Cuba en el siglo XIX y principios del siglo XX fue Enrique José de Varona y de la Pera. Varona fue un excelente patriota, político, pensador, orientador, poeta, crítico literario, ensayista, periodista, filósofo, psicólogo, sociólogo y pedagogo. Nació en el seno de una familia acomodada de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, el 13 de abril de 1849. 

Fue hijo del licenciado Agustín José de Varona y Socarrás y de Dolores de la Pera y Beltrán. Estudió en las Escuelas Pías de su ciudad natal, en el colegio San Francisco de Asís en Regla y en el Cerro y terminó su bachillerato en el Instituto de Matanzas. Cuando su obra literaria y filosófica fue conocida en Hispanoamérica y en el mundo se le otorgó el título de Licenciado y Doctor en Filosofía de la Universidad de La Habana en 1891 y 1892.

Desde muy joven demostró su afición por los libros y adquirió una enorme cultura. Fue autodidáctico y adquirió un enorme caudal de conocimientos. Comenzó a estudiar idiomas desde los 11 años y llegó a aprender griego, latín, alemán, inglés, francés e italiano.

A los 18 años ganó un concurso poético donde se rendía homenaje al Lugareño al cumplirse el primer aniversario de su muerte. Ese mismo año, a finales de 1867, publicó su primera obra, una colección de composiciones poéticas con el título de Odas anacreónticas. Colaboró desde muy joven con El Fanal, periódico principal de Puerto Príncipe. Participó en la Sociedad Santa Cecilia y estuvo a cargo como presidente de la sección de literatura de esa institución.

Cuando estalló la Guerra de los Diez Años, el joven Varona se incorporó a los insurrectos camagüeyanos en noviembre de 1868 en el campamento de Las Clavellinas. Varona se enfermó en la manigua y se vio obligado a regresar a su casa en Puerto Príncipe. Desde entonces se dedicó al estudio, la investigación y a publicar poemas, ensayos y libros. 

De la pluma de Varona salieron importantes trabajos sobre literatura comparada y estética. Entre los años 1873 y 1875 escribió varios trabajos entre los cuales se encuentran tres artículos de literatura comparada: El personaje bíblico Caín en las literaturas modernas, El marido hace mujer de Antonio Hurtado de Mendoza y La escuela de los maridos de Molière. Posteriormente, Varona publica estos trabajos en un libro llamado Estudios literarios y filosóficos que vio la luz en La Habana en 1883.

Se casó con su prima Tomasa del Castillo y fue muy feliz en su matrimonio. En 1878 Varona se trasladó con su esposa e hijos a La Habana. Ese año Varona publicó un folleto llamado Ojeada sobre el movimiento intelectual en América. Varona adquirió un extraordinario conocimiento de la obra de los grandes filósofos del movimiento positivista francés, tales como Augusto Comte, Alexander Bain y Emilio Littré. Igualmente leyó a los ingleses John Stuart Mill y Herbert Spencer. Varona se convirtió en un extraordinario filósofo positivista de Hispanoamérica, de la misma categoría de Justo Sierra y Eugenio María de Hostos.

José Antonio Cortina, un joven entusiasta del progreso y gran orador, fundó la Revista de Cuba (1877-1884). Desde los primeros números, Varona comenzó una ininterrumpida colaboración. Impartió numerosas conferencias y discursos en las veladas literarias, centros y sociedades culturales de la isla que eran tan de moda en esos tiempos.

El ilustre camagüeyano publica libros de poesías, uno llamado Poesías en 1878 y Paisaje Cubano en 1879. En el libro Arpas amigas de 1879 y Arpas cubanas de 1904 aparecen algunos de sus poemas, junto a la obra de otros poetas cubanos. En Arpas cubanas apareció el famoso poema de Varona "Alas".

En 1880, Enrique José Varona comenzó un gran ciclo de conferencias filosóficas que posteriormente se publicaron en libros. Estos tres cursos se conocen con el título de Conferencias filosóficas. Al escuchar a Varona sus alumnos quedaron asombrados ante la inmensa suma de sus conocimientos. 

El primero de estos libros fue Lógica que se publicó 1880, después se publicaron Psicología y Moral. En estos libros y en los posteriores tenía Varona el deseo de superar en la juventud cubana el ansia de conocimiento con la esperanza que así se pudiera alcanzar la verdadera libertad. Por eso hizo una dedicatoria a la juventud cubana en su obra Lógica donde escribió lo siguiente: "A la juventud cubana, en cuyo corazón deseo fervorosamente que jamás se extinga el amor a la ciencia, que conduce a la posesión de sí mismo y a la libertad". Comienza así su carrera como orientador de la juventud. Varona sabía que el conocimiento es el camino que lleva a la libertad y ese camino era el que él quería que Cuba siguiera hasta convertirse en una república libre y soberana.

Félix Lizaso en su libro El pensamiento vivo de Varona, publicado en Buenos Aires en 1949, explicó que en la vida de Varona hay tres etapas principales de su actividad creadora. El primer período se inicia con sus trabajos literarios y filosóficos y culmina en la serie de conferencias filosóficas. Este período dura hasta que deja de publicarse su Revista Cubana. Esta revista de Varona la comenzó a la muerte de José Antonio Cortina y la desaparición de la Revista de Cuba.

El segundo período es de una actividad política. A la muerte de José Martí, Varona lo sustituye en la dirección del periódico Patria, órgano del Partido Revolucionario Cubano en 1895. Varona estuvo al frente de ese periódico durante toda la Guerra de 1895. Con la instalación de la República el 20 de mayo de 1902, comenzó la tercera etapa de su vida.

Entre los años 1885 y 1895 colabora Varona con las revistas La Habana elegante, El libre pensamiento y La ilustración cubana. En 1887 publica en Barcelona su libro Seis conferencias que incluyen su famoso trabajo sobre Cervantes, Víctor Hugo, Emerson, la educación de la mujer, la importancia social del arte y las teorías de Platón y Michelet sobre el amor. José Martí tuvo un gran aprecio por Enrique José Varona. 

Desde Nueva York, al año siguiente, en 1888, Martí hace un análisis sobre el libro Seis conferencias de Varona. Martí observó que, en este libro, Varona demostraba la belleza de su prosa y la excelencia de su estilo, que según Martí, venía del perpetuo fulgor de su pensamiento. 

Martí escribió lo siguiente:
Y el lenguaje, al que es el pensamiento lo que la salud a la tez, llega por esas dotes en este escritor a una lozanía y limpieza que recuerdan la soberana beldad de las mujeres, éticas y sencillas, de la tierra del Camagüey, donde nació Varona. De la fijeza del conocimiento le viene la seguridad del estilo, de su certidumbre del valor de cada detalle la flexibilidad y la majestad de la que indudablemente tiene en sí, acrecentada con su noción bella y sólida de la del mundo. Cada conferencia ostenta un caudal de voces propio, escogida sin esfuerzo entre la flor del vocabulario conveniente al asunto...
Martí quiso que Varona conociera su propio trabajo y le envió, por ejemplo, dos números de la Revista Venezolana, y también su libro Ismaelillo. A pesar de que Varona estuvo un tiempo trabajando con el autonomismo, eso no impidió Martí que lo estimara profundamente. Varona fue electo por su provincia diputado a las Cortes españolas. De regreso hizo escala en Nueva York y pudo conocer a José Martí y hablar detenidamente con él. Pronto, en 1887, se separó Varona del autonomismo, al darse cuenta de la intransigencia del gobierno español. 

Martí le escribió una carta el 1 de diciembre de 1881 donde le dijo lo siguiente: "Bien puede ser, amigo mío, que se le haya olvidado de su amigo Martí, que, no por haberle visto poco ni usado escribirle, le tiene en menos de lo que sabe que usted vale". Le escribió otra carta de 1882 donde le dijo "Le debo respuesta, y se la pago con placer y cariños". Martí escribió otra una carta a Varona donde dijo lo siguiente: "Yo no veo en mi tierra, fuera de los afectos naturales de familia, personas a quien deba yo querer más que a usted, por la limpieza de su carácter y la hermosura de su talento". En otra ocasión, José Martí describió a Varona en un artículo publicado en El economista americano de esta forma: "habla el cubano Varona una admirable lengua, no como otras acicalada y lechuguina, si no de aquella robustez que nace de la lozanía y salud del pensamiento.

Durante su estancia en Nueva York durante la guerra de independencia, Varona redactó en 1895 el documento Cuba contra España, que fue circulado por los países hispanoamericanos. Varona explicó en este documento las razones que justificaban la revolución cubana. Describió el atraso en que vivía Cuba y las causas del mismo debido a la explotación económica y a la violación de los derechos individuales que practicaba la metrópolis. También explicó la incompetencia de la administración pública española en Cuba con sus impuestos excesivos, los cuales perjudicaron el desarrollo de las industrias tabacaleras y pecuarios. Cuestionó severamente Varona la esclavitud del gobierno colonial español y quiso la libertad para los todos los esclavos negros.

Terminada la Guerra Hispana-cubana-americana en 1898, Enrique José Varona regresó a Cuba. El gobierno interventor estadounidense lo nombró primeramente al cargo de Secretario de Hacienda y después a Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. Llevó a cabo una reforma completa de toda la enseñanza, desde la primaria hasta la universitaria. Con el llamado Plan Varona comenzó la modernización de la educación en Cuba. Quiso Varona que Cuba tuviera más maestros que soldados. Usando sus ideas positivistas, Varona reformó la educación cubana hacia una mayor diversificación técnica. 

Se le designó profesor de sociología de la Universidad de La Habana en 1900 y se convirtió en uno de los más brillantes e influyentes catedráticos del país. Varona fue presidente de la Academia de la Historia de Cuba. 

En 1907, escribió Desde mi belvedere, libro que pude leer mientras cumplía prisión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos como resultado de mi participación en la invasión de Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961. Este libro contiene numerosos artículos sobre temas variados que Varona publicó en varios periódicos. Muchos artículos tratan sobre figuras literarias como José María Heredia y Heredia, Balzac, Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, Nietzsche, Heine y otros.

Fue electo vicepresidente de la República junto a Mario García Menocal en 1912 y sirvió en ese cargo de 1913 a 1917. Al mismo tiempo asumió la presidencia del Partido Conservador. En 1917 sale a la luz su libro Violetas y ortigas, obra donde abundan críticas literarias sobre autores cubanos, españoles y extranjeros. En 1918 publicó su obra Con el eslabón en donde hace evidente el pesimismo que caracterizó los últimos años de su vida.

El doctor Elio Alba-Bufill, Profesor Emérito de City University of New York y Secretario Ejecutivo Nacional del Círculo de Cultura Panamericano, escribió lo siguiente sobre Varona:
 La posición destacadísima de Varona en la historia de la cultura cubana es indiscutible. Su importancia literaria ha sido reconocida por grandes figuras de la intelectualidad de Cuba, Hispanoamérica y España. Fue uno de los más sobresalientes críticos positivistas en el continente americano y su dimensión como ensayista rebasa las fronteras nacionales para alcanzar carácter continental. 
El profesor Alba-Bufill añadió lo siguiente:
La preocupación de Varona por su patria y el deseo que su pueblo mejorara las condiciones de vida, lo llevaron a estudiar con interés y seriedad los problemas que atravesaba la isla y a pronunciarse públicamente sobre ellos, la mayoría de las veces, salvo el breve período de exilio, en plena colonia, afrontando con valentía y civismo el riesgo que conllevaba tal actitud en la represiva sociedad colonial.
Enrique José Varona se convirtió en la conciencia moral de la nueva República. Sufrió mucho, cuando las pasiones entre políticos al querer el primer presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, ir una reelección, provocó una pequeña guerra. Como consecuencia, Cuba sufrió otra intervención norteamericana de 1906 al 1909.

El insigne camagüeyano, al igual que José Martí, rechazó el comunismo. Pudo ver Varona los peligros para el futuro del mundo que representaban las ideas marxistas. Varona fue uno de los primeros intelectuales y pensadores hispanoamericanos que comprendió el riesgo que el comunismo constituye para nuestra América. Escribió en 1885 lo siguiente: "El comunismo aunque pretenda hacerse oportunista, no es menos peligrosa quimera, que empieza por ser la negación de toda libertad y acaba por anular toda iniciativa, y por tanto, todo verdadero goce de los mismos bienes que pretende esparcir equitativamente y profusamente". Aunque los comunistas en Cuba han nombrado una universidad en su nombre, nunca han revelado al pueblo de Cuba lo que Varona pensaba de lo terrible que es el comunismo.

Varona estuvo opuesto a la prórroga de poderes del presidente Gerardo Machado, la cual provocó una guerra civil en Cuba. Ya anciano se convirtió en el guía espiritual de la juventud universitaria y defendió los ideales democráticos. Tras la caída del dictador Gerardo Machado, tuvo lugar la muerte de Enrique José Varona y de la Pera, el 19 de noviembre de 1933, a los 84 años de edad en su casa del Vedado, La Habana.

En 1936 se inició en La Habana la edición oficial de las obras de Varona, pero ésta aparecieron muy lentamente. Varona es por la extensa obra uno de los espíritus más amplios y fecundos de la cultura cubana. 

Enrique José Varona es un gran orgullo para todos los que como él, nacimos en el legendario Camagüey. Varios colegios y calles llevan su nombre por diferentes ciudades de Cuba, al igual que una universidad para pedagogos. Pero él no solamente se convirtió en una gloria para la República de Cuba sino también una gran figura literaria en Hispanoamérica y en el mundo.

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Frank de Varona is an educator, historian, journalist, and internationally known expert on politics, economics, foreign affairs and national security issues. He was born in Cuba and, at the age of 17, he participated on the Bay of Pigs invasion in an effort to eradicate communism in Cuba. After spending two years in prison, he returned to the United States, where he earned three college degrees. He is married and has a daughter and a grandson.

Mr. de Varona had a 36-year career in the Miami-Dade County Public Schools as a social studies teacher, principal, region superintendent, and associate superintendent of instruction. He also was an associate professor of social studies in the College of Education at Florida International Education for seven years. Currently, he is a part-time Adult Education Coordinator in the Miami-Dade County Public Schools.

He has written 20 books and many articles in newspapers and magazines. Among his books are Hispanics in U.S. History Volume 1 and Volume 2 (1989), Hispanic Presence in the United States (1993), Latino Literacy: The Complete Guide to Our Hispanic History and Culture (1996) and Presencia hispana en los Estados Unidos: Quinto Centenario (2013). Mr. de Varona is the only Hispanic in the nation who has written three books in Spanish about Barack Obama: ¿Obama o McCain? (2008), El verdadero Obama (2010) and ¿Obama o Romney? (2012).

(Camagüey) Casa Natal y tres poemas de Enrique José Varona

Calle Lugareño esq. San Ramón.

En esta esquina se conforma una pequeña plazoleta, donde confluyen, además de Lugareño y San Ramón, el final del callejón de San Antonio y el inicio de la calle Horca.


Aquí nació el 13 de abril de 1849
Enrique José Varona
Su labor cívica, su pensamiento filósofico
y su obra literaria
dieron gloria a la patria.

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"... desde la escuela a la universidad
la necesidad, el propósito y el deber de los profesores se concentra
en formar hombres".
Enrique José Varona

"I.S.P. José Martí. Camagüey"

(Fotos. Marzo 2020)


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La casa antes de las reformas que se le hicieron  en la primera mitad del siglo XX. Año 1905.




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A una amiga curiosa

Comprendo que con ansia de saber,
O por curioso espíritu sutil,
De hosco volcán, que no enguirnalda abril,
Quieras el hondo cráter entrever.

O que eleves tu afán de conocer
Al astro muerto, pálido pensil,
Que no refresca nunca aura gentil,
Ni tiñe de la aurora el rosicler.

Yermos glaciales, si en su busca vas,
Regiones de pavor, aquí y allí
En torno de tus pasos hallarás.

Mas si hay piedad, y sé que la hay, en ti,
No pretendas, amiga, ver jamás
El desolado erial que escondo en mí.

1894



¿Qué es el poeta?

¿Qué es el poeta? Cuando el mundo infante
Medroso avanza de sorpresas lleno,
una plegaria férvida que asciende
Cual blanca nube de fragante incienso.

¿Qué es el poeta? Cuando el mundo eleva
La frente osada al estallar del trueno,
una esperanza que sus himnos rima
En el sonoro escudo del guerrero.

¿Qué es el poeta? Cuando el mundo yerra
Entre ruinosas glorias macilento,
un inmenso dolor que se humaniza,
Y condensa sus lágrimas en versos.


XXIII

¡Ciencia del mundo! Vana ciencia torturadora, tú que fomentas y castigas mi ansia curiosa de conocer cuanto está afuera de mí, tú que aguijas y no sacias mi sed infinita de penetrar los enigmas del hombre y la naturaleza, espantado como estoy por los abismos que mi interior descubro, ¿de qué me sirves? ¿de qué me has servido? ¿He sufrido menos mi tortura, porque haya visto a los demás dilacerados en el mismo potro? ¿Me he mofado menos de mi desvarío, porque haya sentido pasar la mascarada turbulenta de mis hermanos en locura? ¡Quién pudiera, como Próspero, quitarse de los hombros el manto mágico, y arrojándolo de una vez para siempre al abismo, clamar en un largo suspiro de descanso: Queda allí sepultado, saber mío!


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Ver en el blog

(Bohemia. Enero 17, 1915) Enrique José Varona, es recibido como socio en la Academia Nacional de Artes y Letras

El 11 de enero de 1915, se celebró en La Habana,  el acto solemne en el que Enrique José Varona, fue aceptado como socio en la Academia Nacional de Artes y Letras.

El discurso de contestación estuvo a cargo de Aniceto Valdivia, Conde Kostia.

Según la reseña de Bohemia, escrita por Guillermo de Sanz,  los discursos fueron opuestos, sin seguir la tradición de tales eventos, "pesimista" el de Varona y "optimista" el del Conde Kostia 
Varona y Valdivia son dos colosos, han estado admirables. Bien han hecho en seguir sendas opuestas. Uno entra en la vida con el corazón; otro con el pensamiento. Pero entiéndase que Valdivia es poeta, y los poetas lo ven todo color de rosa. En cambio Varona es filósofo, y con su criterio exagera los aspectos sombríos de la vida.
lo que produjo un interesante debate. (JEM)



(Social. Octubre 1926) Los 25 libros que Enrique José Varona recomendó a la juventud cubana


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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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