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Saturday, September 16, 2023

José Marín Varona. En un aniversario más de de su muerte. (por Verónica E. Fernández Díaz)



José Marín Varona.


por Verónica E. Fernández Díaz
para el blog Gaspar, El Lugareño



El 17 de septiembre de 1912, en La Habana, moría el músico camagüeyano José Ángel Marín Varona a consecuencia de la arterioesclerosis, según se notificó en el periódico El Mundo al día siguiente. A penas nueve meses antes había estrenado en Camagüey su himno a Ignacio Agramonte compuesto para la inauguración de la estatua del inmortal caudillo y aunque a mediados de abril se vio obligado a posponer su viaje a Francia por motivos de salud continuaba soñando la música, proyectando conciertos y rememorando los aplausos con que fueron premiadas las interpretaciones de su banda militar. Su sepelio fue una muestra multitudinaria de afecto y cariño no solo del público y la sociedad habanera sino de la comandancia militar y el gobierno cubano a quien había servido el músico camagüeyano.

Con apenas 18 años, el joven Marín Varona se vinculó a la vida militar cuando ingresó en las filas de uno de los batallones militares con banda de música que operó desde la manigua principeña. Junto a aquella fuerza militar fungió como músico mayor y escribió su primera obra para el formato: el potpurrí Los cantares de España.

Durante la guerra de 1895 Marín Varona compuso otras obras que fueron ejecutadas en liceos y sociedades lugareñas y foráneas con el fin de recaudar fondos destinados a la compra de armamento, enseres y alimentos reservados a las tropas. También desde el exilio, Marín Varona contribuyó con la independencia. Se conoce que entre 1897 y 1898 el músico camagüeyano estuvo en Estados Unidos realizando labores conspirativas. En la ciudad de Key West prestó servicios primero como vicepresidente del Club “Salvación pública” y corresponsal mambí del periódico El Yara en el que firmó sus artículos bajo el seudónimo de Juan Manigua. Más tarde prestó servicio en la Florida como miembro del Cuerpo del Consejo de Cayo Hueso donde se desempeñó como presidente, vicepresidente y secretario de los clubes revolucionarios “José Dolores Poyo”, “Libertador Máximo Gómez” y “Natalio Argenta” con los cuales colaboró hasta 1898 en que termina la guerra y se produce la primera intervención norteamericana.

En el año de 1902 se realizaron otros conciertos con obras de José Marín Varona en París con motivo de las celebraciones por el 20 de mayo. De esos conciertos no se conoce el programa ejecutado, pero se puede conjeturar que entre las piezas posiblemente interpretadas en aquellas veladas podrían encontrarse los himnos Para El Yara y Al libertador Máximo Gómez —este último publicado también en revista Cayo Hueso de 1898—, la zarzuela El 10 de octubre, las canciones El 20 de mayo, Mi Patria y la guajira Mi bandera. Así como el himno José de la Luz y Caballero, destinada a los niños y las versiones del Himno de Bayamo y el Himno invasor; o los danzones Tu ves como Cuba es libre y Los deportados.

El tema patrio en la obra de Marín Varona tuvo asiento en su temprana vida militar y que continuó al ingresar en el ejército republicano. Según consta en su expediente marcial, el 24 de enero de 1904 fue nombrado para formar parte del Cuerpo de Artillería de Costa, con sede en la Fortaleza de la Cabaña. Como miembro de este cuerpo estrechó su vínculo con las bandas de música, tanto en la dirección como en la composición de obras para el formato. Entre las bandas que dirigió se encontraban la banda de música del Cuartel General y la banda de Infantería, fusionada más tarde con la de Artillería. Así lo comentó el Boletín Musical de La Habana a propósito del estreno de su Marcha Militar:
Este laureado compositor cubano, fundador de la banda del Cuartel General de la República, (así como de la Artillería refundida en la del Cuartel General y de la Infantería, de reciente organización) que ha sabido elevarlas a la altura en que al presente se encuentran, acaba de componer una preciosa Marcha Militar que ha dedicado al Honorable Presidente de la República.

[…]

El Gobierno […] al confiarle la difícil misión de organizar las Bandas, hizo justicia al mérito, y hoy puede el pueblo de La Habana orgullecerce (sic) de tener una agrupación que tanto le honra. Prueba de ellos es que en sus noches de retreta —verdaderos conciertos— miles de personas se congregan en nuestro aristocrático Malecón a aplaudir la labor de los profesores dirigidos por su competente Jefe, el Capitán Marín Varona.

[…]
El “Boletín Musical” se honra presentando a sus lectores a tan distinguida personalidad artística.(1)
Para estas bandas Marín Varona concertó obras de diversos autores cubanos y europeos, también, piezas de su amigo Buenaventura Ibáñez, quien escribió expresamente para la banda que aquel dirigió.(2) No obstante, fue la banda de Artillería la que le dio mayor fama y reconocimiento. Esta agrupación se fundó en 1905 luego de ser certificada por el Senado a instancias del General Monteagudo. En dicha aprobación estuvo de acuerdo, también, la Cámara de Repesentantes y el Presidente de la República, recayendo el honor y la responsabilidad en el maestro Marín Varona por su consagración al arte musical y méritos militares. La primera función de la banda se efectuó el 24 de febrero de aquel año en el malecón habanero, espacio que se mantuvo durante muchos años en la preferencia de contertulios y transeúntes que allí asistían. Los programas de concierto de esta Banda fueron publicados en el periódico El Mundo. Así se ha podido conocer gran parte de la obra compuesta por Marín Varona para este formato instrumental.


La propia revista Cuba Musical se hizo eco de los logros de esta banda a pocos meses después de la función inaugural:
A riesgo de malquistarnos con nuestro director, y aprovechando las nuevas y múltiples ocupaciones que sobre él pesan y que le impiden ocuparse con la minuciosidad de antes en la confección de esta Revista, queremos darnos la legítima satisfacción de engalanar con su retrato la primera página: pocos con más títulos que él para ocuparla, por su prestigio social y artístico, por sus dotes de carácter é (sic) inteligencia y por sus indiscutibles méritos.

No es nuestro ánimo escribir una biografía de nuestro director: reciente está el artículo en que los brillantes semanarios “Cuba y América”, de esta capital, y “Cuba Literaria” de Santiago de Cuba, pusieron de relieve lo que vale el maestro Marín Varona en todas sus fases artísticas.

Refiriéndonos sólamente (sic) á (sic) su trabajo como organizador y jefe de la Banda de Artillería, debemos hacer constar que su triunfo ha sido completo y sin precedentes. En poco más de un mes, y cuando los más avezados profesores dudaban que hubiera músicos para formar una nueva Banda, y que son hoy, merced á (sic) una dirección sabia y enérgica, profesores muy distinguidos.

Muy recientes están los repetidos triunfos que ha alcanzado la nueva Banda para que hagamos su historia: en el banquete diplomático que se celebró en la Secretaría de Estado y Justicia, en el acto de las regatas en el mismo local; en la Cabaña al saludar con el himno americano antes que nadie, á (sic) los buques de la escuadra que nos visitaron; en la Kermesse del Arsenal; en las retretas extraordinarias, ofrecidas en honor de los marinos; en el Palacio Presidencial, en todas partes, se ha destacado la Banda de Artillería como una organización musical de primera fuerza. Es incomprensible cómo en tan corto tiempo de existencia, ha llegado á (sic) poseer un repertorio tan extenso y de tanta valía; y no hay más remedio que esos milagros á (sic) la competencia de su jefe, el Capitán Marín Varona.

No seríamos justos si no elogiásemos también á (sic) los profesores que con tanto entusiasmo secundan los esfuerzos de su director; entre ellos los hay de verdadero mérito: el cornetín y el clarinete primeros son de lo mejor que puede oirse (sic). Cada músico en su esfera, sabe compenetrarse con su misión y todos ellos obedecen á (sic) la privilegiada batuta que los guía. Nos complacemos en publicar, en otra página, un artístico grupo de la Banda, hecho por los afamados fotógrafos Otero y Colominas.

El arte á (sic) un lado; distínguese (sic) también la Banda de Artillería por la marcialidad de sus miembros, hábilmente guiados por el sargento mayor Oscar Marín, de figura arrogante, como puede verse por el retrato que de él publicamos.

Entre las muchas felicitaciones que nuestro director ha recibido de la prensa periódica, escogemos para reproducirla, la siguiente, de la culta “Revista del Vedado”, correspondiente al mes de marzo. Dice así:

El Sr. Marín Varona. -

“Nuestro particular amigo y querido compañero en la prensa, el notable compositor Sr. José Marín Varona, profesor de música de bien ganada reputación, director de la interesante revista «Cuba Musical» y vicepresidente de la Sociedad del Vedado, ha sido nombrado, por el Honorable Sr. Presidente de la República, Capitán Jefe de la Banda de música del Cuerpo de Artillería.

En el Sr. Marín Varona; concurren méritos extraordinarios para el desempeño del cargo que se le ha confiado. Y buena prueba de esas sus notables aptitudes, la ha ofrecido el día de la inauguración de la Banda, recogiendo, por la brillantez con que ese cuerpo ha sido organizado, por la labor artística de los que la forman, aplausos merecidos y plácemes muy justos. Y nosotros, que profesamos al distinguido maestro sincero afecto, levantamos acta de esas muestras de admiración y cariño que le fueron tributadas, para ofrendárselas como recompensas á (sic) sus méritos y nobles afanes en pró (sic) del arte.

¡A la orden, maestro, capitán y amigo!

Y ahora, que tenemos al frente de esa Banda á (sic) un profesor tan valioso y que tantas pruebas ha dado de su amor al Vedado, vamos á (sic) decirle algo que de seguro ha de atender. En este barrio, se encuentran emplazadas las Fortalezas y Baterías de nuestra Artillería. Aquí viven casi todos los que forman tan prestigioso Cuerpo. Por lo tanto, de hecho, le corresponde el disfrute de la Banda de ese Cuerpo. ¡Por qué no se organizan dos veces por semana, retretas en el poético parque del Vedado?

Esperamos que el Capitán Marín Varona atenderá nuestra súplica, en bien de este bello barrio”.

Después de dar las debidas gracias á (sic) nuestro ilustrado colega por las deferentes frases que á (sic) nuestro director dedica, sólo (sic) nos resta apoyar su oportuna petición, rogando á (sic) quien corresponda, que se sirva disponer que la Banda de Artillería ofrezca dos retretas semanales en el pintoresco caserío.

Vamos á (sic) dar fin á (sic) estos mal hilvanados párrafos, enviando un fuerte abrazo, por sus triunfos, no por esperados menos grandes, á (sic) nuestro director, el Capitán J. Marín Varona, jefe de la brillante Banda de Artillería, orgullo legítimo del Cuerpo.

Y para que no se enoje con nosotros el amigo muy querido, debemos decirle que nuestros elogios, por tratarse del primero de esta casa, han sido pálidos en comparación con los que del público se le han dedicado. No hemos querido, pues, herir su modestia, solo señalar un triunfo que nos halaga.(3)
En el sumario del informe de eficiencia como capitán incluido en el expediente militar de Marín Varona, su desempeño como Capitán director de la banda de música había sido calificado como bueno. Esta evaluación se hizo atendiendo a su esmero en el servicio, su interés profesional, sus condiciones generales y en el aspecto militar, su inteligencia y buen juicio demostrado en la instrucción, táctica y manejo de alistados; así como su dominio del idioma inglés y francés. Este expediente informa sobre otras cualidades del músico que hablan muy bien de su carácter y profesionalidad. Al respecto se comentó:
Ha aprovechado de las oportunidades que se le han presentado para mejorar en su profesión. No se ha entregado a hábitos de intemperancia durante este período. No ha sido objeto de ninguna medida disciplinaria […] Sus condiciones para el mando de tropas son buenas. Es apto mental, moral y físicamente para todos los deberes de su cargo. Se le podrán confiar servicios de importancia que requieran discreción y buen juicio (…) En caso de un rompimiento de hostilidades los servicios de este oficial serían más útiles en los de su profesión.(4)
Precisamente, los mayores reconocimientos militares recibidos al frente de la banda de Artillería fueron como autor de toques militares, ordenanzas, dianas y retretas. 72 de los “Toques militares cubanos” compuestos por Marín Varona fueron publicados en el Manual de instrucción de infantería y servicios de guardia del Capitán de Artillería del Ejército de los Estados Unidos e instructor del Cuerpo de Artillería, Dwight E. Aultman. A él, Marín Varona le dedicó la marcha two step Capitán Aultman ejecutada por la banda de Artillería en el malecón habanero el 10 de diciembre de 1905.

Estos toques se concibieron clasificados como toques preventivos, ejecutivos, de alarmas y de servicio. Los preventivos, que preceden a los ejecutivos por un intervalo de tiempo no mayor a 15 minutos constaban de una primera llamada para la formación y montar la guardia para lo cual, la banda de música y la banda de cornetas debían estar formadas; las señales de traje de servicio, de gala o de abrigos seguían al toque de servicio para el que se los prescribía. Ejercicios con la contraseña correspondiente de artillería o infantería y señales preventivas para los movimientos en los ejercicios militares.

Los toques ejecutivos incluían los de formación, llamada de ayudante (que era la señal para que las compañías o destacamentos se establecieran en el lugar de formación del batallón o de la guardia y las señales para principiar un movimiento en los ejercicios militares. Los toques de alarma referían a la señal de incendio y a las armas (con contraseña de artillería o infantería). Estos toques no presentaban señal ejecutiva y las tropas se establecían a la carrera en el lugar de formación o en los cañones, equipadas para el servicio indicado por la señal.

Por su parte, los toques de servicio estaban integrados por las dianas (que precedía a la formación de las tropas), retretas (ejecutado después de la formación de las mismas), silencios, comidas; toques de enfermos, de trabajos y de escuela. También la llamada de oficiales, de sargentos primeros, el toque de retirada, así como la marcha de la bandera, floreos y marchas para el presidente, generales y otros personajes. Los toques de formación, diana, retreta, llamada de ayudante y floreos de marchas para rendir honores se ejecutaban por la banda de cornetas, mientras los de silencios, comidas, toques de enfermo, de trabajo, de escuela (los más numerosos, pues comprende diversos ejercicios) y llamada de oficiales, de sargentos y toque de retirada se ejecutaban solo por el corneta de guardia. Estos son posiblemente los toques más interesantes concebidos dentro de la vida militar.

Este corpus de repiques militares cubanos compuestos por Marín Varona se caracteriza por el frecuente uso de figuraciones como la corchea con puntillo semicorchea, corchea con dos semicorcheas y el tresillo ya de corchea o semicorchea dependiendo del compás. La métrica es también muy variada, de modo que aparecen toques escritos en compases simples de 2, 3 o 4 tiempos y otros en compases de subdivisión ternaria como el 6 x 8 a los que tituló “Paso de marcha”.

No todos los toques son cortos en su extensión, los hay muy desarrollados con indicaciones de repetición a través del Da Capo a fin(5), tal es el caso de la “Diana o Victoria”, las retretas y los floreos de recibimiento a altos oficiales. Por lo general, lo toques que indican acciones emplean progresiones de la tríada de forma ascendente —ensillar, por ejemplo—,


y aquellos toques que indican una contraorden emplean la tríada en forma descendente —es el caso del toque para desensillar— 


Las retretas, concebidas para tres cornetas, no ejecutan al unísono, sino que el compositor juega con el acorde combinando también diversas figuraciones rítmicas para cada instrumento. 


El toque de “Atención” es casi idéntico al utilizado durante las guerras por la independencia de España, creado por el camagüeyano Eduardo Agramonte Piña y vigente en las órdenes militares actuales con el mismo nombre. Quizás esta semejanza constituya un homenaje de Marín Varona a su coterráneo. El de “A la carga” tiene la misma música del toque “Al machete”, también de Eduardo Agramonte, solo que en este Marín Varona utiliza la música para indicar la misma orden con diferente nombre, pues ya no se luchaba con machete como en el siglo XIX, sino que se utilizaban fusiles y cañones de combate. 


Otras semejanzas con los toques de Agramonte se encuentran en el titulado “Diana o Victoria” más elaboradas musicalmente que la “Diana” de Agramonte, y el “Paso de marcha” que se diferencia del de Agramonte en el cambio de acentuación métrica. Hay que señalar, además, que Marín Varona incluye toques para llamar a la banda de música, a la banda de cornetas y a la banda de tambores. Estos resultan interesantes debido a su desarrollo melódico y rítmico poco usual en este tipo de composición. 


En una nota anexa del texto en que estos toques de Marín Varona fueron publicados se reconoce que algunos “fueron adoptados de los toques de la guerra cubana”, en clara referencia a la guerra librada contra el coloniaje español y a los toques compuestos por Eduardo Agramonte antes mencionados, llevados a la partitura en 1896 por el corneta de órdenes del General Máximo Gómez comandante José Cruz; hoy conservados en el Archivo Nacional de Cuba gracias a la donación de Benigno Souza.

Estas pinceladas del accionar militar del músico Marín Varona justifican los honores militares que le fueron rendidos a su muerte y su repercusión en la prensa. De la que citaremos solo lo descrito por el periódico El Mundo el 18 de septiembre de 1912: 

EN CAPILLA ARDIENTE

A las doce del día de ayer fué (sic) trasladado el cadáver de la calle del Prado número 3, al Castillo de la Punta, siendo acompañado por la Banda del Cuartel General que él dirigía, y por gran número de amigos y particulares y miembros del Ejército.

Un carro fúnebre de la casa de Fernández conducía el cadáver.

Este fué (sic) colocado en un refrigerador al llegar al Castillo y rodeado de seis blandones dorados, para hoy pasarlo a un lujoso sarcófago metálico.

El tendido se hizo en una habitación de la Jefatura de la banda del Cuartel General, que está situada en uno de los pabellones laterales del castillo de la Punta donde residía.

LA ÚLTIMA VOLUNTAD

En el local donde se halla expuesto el cadáver, tiene cubiertas las paredes por gran número de cuadros que contienen las diferentes distinciones honoríficas que durante su carrera artística obtuvo Marín Varona.

He aquí los Diplomas que recordamos:

Una condecoración de las “Palmes de Premiére Classe”, por servicios prestados al arte musical. Es de la “Academia du Progrés” de París, y el diploma trae fecha 14 de abril de 1912.

Una condecoración del Busto del Libertador, de la República de Venezuela.

Un Diploma de medalla de Bronce, de la Exposición Universal de París, de 1900.

Un Diploma y Medalla de Plata, de la Exposición Universal de Saint Louis Missouri, por composiciones musicales, 1904.

Un Diploma y Medalla de Oro de la Exposición Nacional de 1911 y el premio efectivo del Consejo Provincial de la Habana por sus aplaudidas “Tropicales”, género musical pianístico y de concierto creado por Varona.

Antes de morir, el maestro pidió que sus diplomas, condecoraciones y originales de las obras de que es autor, se destinen a figurar en el Museo Nacional, que está hoy organizándose.

MUY VISITADO

El Castillo de la Punta ha estado durante todo el día y la noche constantemente visitado por jefes y oficiales del Ejército, así como miembros de gran número de sociedades a que Marín Varona pertenecía: altas personalidades, familias de nuestra sociedad, personas de su amistad y pueblo.

Entre los primeros visitantes, recordamos al comandante Moré; coronel Portela; comandante Landa; tenientes Fraga y Rodríguez Sigler, jefe interino de la Banda del Cuartel General; señores José de J. Portela; Francisco, Rafael y José María Grau; Emiio Rosseau; entre las damas, a las señoras Gertrudis Ruiz, Amelia Portela y Herminia Varona de Cabeza.

LAS CORONAS

Desde muy temprano empezaron a recibirse las ofrendas de los familiares y amigos del capitán Marín Varona.

Entre las coronas recibidas, vimos muchas de verdadero valor artístico.

Anotaremos las dedicatorias y el número de ellas:

Una corona de flores naturales de la Guardia Local de la Habana, “Al Capitán Marín Varona”.

Una lira de flores naturales del comandante Moré y señora, “A Pepe”.

Una magnífica corona de flores naturales de la Banda del Cuartel general: “A su inolvidable Jefe”.

Una corona de flores naturales, “A Pepe”, Herminia y Javiera.

Una corona de biscuit de la Banda de Municipal, “Al Maestro Marín Varona”.

Una corona de biscuit de la Banda de Infantería, “A nuestro maestro fundador”.

Una corona de biscuit de la directora (roto)

Una elegante corona de flores naturales de Alberto Ruiz, “A mi leal y consecuente amigo, el capitán Marín Varona”.

Una cruz de flores naturales, “A tío Pepe”, de sus sobrinas.

Una corona de biscuit de las profesoras y alumnas de la clase de Música del Centor de Dependientes, “Al inolvidable maestro Marín Varona”. Ej. 9

LAS GUARDIAS DE HONOR

Fueron prestadas por miembros del Cuartel general y la Banda de Infantería, que han ido alternando todo el día y noche.

UNA BÓVEDA

De orden del general Monteagudo, jefe de las fuerzas armadas, se inhumarán los restos del que en vida fué (sic) capitán Marín Varona, en una bóveda de la administración del Obispado.

No podemos consignar el número de la misma; porque hoy será cuando el capellán del Cementerio dispondrá la que debe utilizarse con ese objeto.

EL SEPELIO

He aquí la orden General del Cuartel General del Ejército, dictada ayer con motivo del fallecimiento del capitán Marín Varona y como homenaje a que es merecedor por la categoría militar que ostentaba:

Cumple este Cuartel General con el penoso deber de dar cuenta del fallecimiento del Capitán jefe de la Banda de Música José Marín Varona.

El cortejo fúnebre saldrá del Castillo de la Punta a las 4 p.m. del día 18 del actual, en el orden siguiente:

1-Banda de Música del Cuartel General de Ejército.

2-Escolta.

3-Clero.

4-Restos y Guardia de Honor.

5-Familiares y amigos íntimos.

6-Jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas.

7-Otros militares.

8-Funconarios distinguidos.

9-Diputaciones.

10-Sociedades.

11-Particulares.

Formando el cortejo los militares marcharán según sus categorías, excepto la escolta que formará de la manera prescripta.

La escolta fúnebre se compondrá de una compañía del Cuerpo de Artillería de Coetas (sic) designadas por el jefe del mismo.

Los oficiales de las Fuerzas Armadas francos de servicio, concurrirán al entierro en traje de servicio con armas.

La Guardia de Honor se compondrá de los capitanes siguientes:

Capitán José González Valdés, Guardia rural.

Capitán Francisco Fernández Martínez, Ametralladoras.

Capitán Abelardo J. Herrera y Estrada, Artillería de Costa.

Capitán Otro Leonard González, Artillería de campaña.

Capitán Manuel Benítez González, Infantería.

Capitán José A. Cabrera González, C. G. del Ejército.

La escolta fúnebre formará frente al Castillo de la Punta en un lugar apropiado y marchará en columna de pelotones a paso lento, hasta Galiano, donde hará alto 5 minutos. Después tomará el paso ligero hasta llegar a la esquina del Cementerio, donde volverá a tomar paso lento, hasta llegar a la fosa en que se depositará el cadáver.

EL ITINERARIO

El itinerario será el siguiente:

Calle de Cuba, Prado (acera izquierda), San Rafael, Galiano, Reina, Carlos III y calzada del Cementerio.

El cortejo fúnebre se formará bajo la dirección del comandante de artillería de Costa. Luis Moré y del Solar, y se pondrá en marcha por las voces del jefe de escolta.

El jefe del puesto de Columbia dará las órdenes oportunas para que a la hora fijada para el entierro se encuentre en el Castillo de la Punta un armén (sic) de Artillería ligera para conducir los restos.

Los oficiales de las Fuerzas Armadas llevarán luto militar durante tres días. Los gastos que estos funerales origines serán con cargo al Fondo de Beneficencia del Ejército, de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 990 del reglamento.

Por orden del Mayor General Monteaguado:


Juan A. Bracet, Teniente Coronel Inspector General del Ejército Jefe de Estado Mayor, p. s. r.

Copia oficial:

(f) L. de la Torriente, Comandante de Artillería de Campaña, Ayudante General.

TELEGRAMA

Se ha pasado ayer tarde un telegrama a la respetable dama doña Francisca de varona, amante madre del desaparecido, notificándole de la triste nueva, con el objeto de que si lo tiene a bien se dirija a esta capital para estar presente en el acto del entierro.

SUSPENSIÓN

Con motivo del fallecimiento del maestro Marín Varona, verdadera notabilidad musical, que formaba parte de las principales organizaciones artísticas que existen en nuestro país, un sentimiento de duelo embarga el ánimo de la generalidad de las familias cubanas, por cuyo motivo y en señal de respeto a la memoria del ilustre compositor cubano, se suspendió anoche la función que a beneficio del maestro Pablo Meroles iba a tener efecto y cuya fiesta patrocinaban distinguidas damas de esta sociedad.

GUARDIA LOCAL DE LA HABANA

De orden del comandante Luis Moré y del Solar, jefe de la Guardia Local de la Habana, se cita por este medio a todos los jefes y oficiales de dicho Cuerpo para que concurran al castillo de la Punta, a las tres de la tarde del día de hoy, con el fin de acompañar al cadáver del capitán Marín Varona hasta el Cementerio de Colón.

Deberán asistir de uniforme de servicio, con gorra y sin armas.

Al mismo tiempo se comunica a los citados jefes y oficiales que la reunión para que se había citado a las ocho de la noche en el día hoy, será transferida para el sábado 21 de los corrientes a la misma hora.

EN LA ASOCIACIÓN DE DEPENDIENTES

En la Asociación de Dependientes, donde Marín Varona era queridísimo desde los primeros días de la fundación de la poderosa sociedad, pues fué (sic) quien inauguró la Sección de Filarmonía y Declamación, se tomaron los siguientes acuerdos:

Suspender hoy y mañana las clases de Música, en señal de duelo.

Enviar una comisión en nombre de la Asociación al entierro, compuesta del doctor Parrilla, vicepresidente social, y presidente de la Sección de Filarmonía, y del señor Mariano Paniagua, secretario.

Además, las profesoras y alumnas de las clases de Solfeo y Piano, han enviado una preciosa lira de flores naturales, y los profesores y alumnos de las clases nocturnas han comisionado a los señores Gaspar Agüero y Vicente Álvarez Torres para que asistan al entierro en su representación.

LA BANDA MUNICIPAL

Los músicos de la Banda Municipal, queriendo demostrar sus simpatías y adherirse al duelo público, pidieron ir al entierro, habiendo accedido el Alcalde Municipal, doctor Cárdenas a que asista la Banda.

Muchos de sus miembros estuvieron la noche anterior en el Castillo de la Punta, acompañando a los familiares.

LAS BANDERAS

En los edificios públicos fué (sic) colocada la bandera nacional a media asta, en señal de duelo.(6)

Tal magnificencia en el sepelio supone un sepulcro bien identificado que exalte sus más encumbradas cualidades mortales. Sin embargo, su tumba es un desierto en el que ni siquiera hay una tarja muestre su nombre. 


Por otra parte, revistas como Bohemia señalaron el hecho luctuoso exaltando la personalidad del músico y sus cualidades caracterizándolo como: “una de las columnas más fuertes en las que el arte patrio se apoyaba” criterio perteneciente al periodista Luis E. Cosculluela. Sobre su carácter escribió el compositor y musicógrafo Rafael Pastor en la misma publicación “En el trato con los amigos y compañeros de profesión, fue siempre un perfecto caballero, y con una mirada de águila veía muy lejos en asuntos musicales que resolvía pronto con la entereza de su carácter, imponiéndose a los que intentaban menoscabar su fama y bien ganada popularidad”(7). Otro intelectual de la época, Conde Kostia, sentenciaba
Al llorar ante el recuerdo del amigo ideal, lloramos también ante el del exquisito artista y el acendrado patriota. No hay atril de piano donde no figuren notables composiciones del que fue (sic) Marín Varona. El sabor cubano en todas ellas porque su talento artístico era eminentemente local. No teñía su inspiración de reflejos extranjeros. Por eso sus producciones durarán mientras dure sobre su concha azul la perla de las Antillas(8).
Pocos años después, el destacado músico José Mauri señaló en un discurso pronunciado en la Academia Nacional de Artes y Letras:
Marín Varona, como Bizet, aunque con muy distinta interpretación, penetróse (sic) hasta saturarse de nuestro ritmo con la devoción de un verdadero patriota artístico […].Tan atento estaba siempre su oído al canto de la patria que no desaprovechaba la oportunidad de fijar en el pentagrama las emociones que experimentaba cada vez que la musa popular discantaba, gemía o satirizaba […](9).
Marín Varona demostró ser hombre de una organización sentimental intensa, que necesitó para revelar su alma en términos sensibles, tanto del lenguaje de la música como de la música del lenguaje.


Pese a estos reconocimientos que colocan al músico camagüeyano en un alto escaño dentro de la música cubana, Marín Varona es hoy un músico prácticamente desconocido. Hace apenas 4 años —y después de una intensa labor de socialización de su obra a través de conferencias, charlas, cursos de postgrado y la ejecución de sus piezas en versiones para piano y contrabajo a cargo del dúo de cámara A Piacere—, se comenzó a valorar el músico y se logró que pusieran su nombre a la sala de conciertos de la ciudad. Aunque todavía quedan muchas cosas por hacer con su obra —escribir su biografía sería la primera de ellas— sirvan estas breves líneas como especie de homenaje a uno de los músicos más completos del siglo XIX camagüeyano, del que se conmemora este 17 de septiembre, el aniversario 111 de su partida física.

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Homenaje póstumo
en Bohemia. Septiembre 22, 1912
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Reseña de Obertura Militar "Patria"
obra de José Marín Varona, estrenada 
en Camagüey, por la Banda del Cuartel General. 
Bohemia. Marzo 31, 1912
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  1. MNM. “El Capitán Marín Varona”. Suelto del Boletín Musical de La Habana. P. 9.
  2. Buenaventura Ibáñez: músico español que llegó a Cuba en 1907 y fijó residencia en La Habana dedicándose a la enseñanza del piano y la creación de bandas de música. Por un tiempo se trasladó a Guantánamo donde creó una academia de música anexa al conservatorio Orbón por 6 años. Luego fungió como subdirector del Conservatorio habanero de igual nombre.Cfr. Revista Social, Vol XII, nro. 7, julio 1927. P.7.
  3. Cuba Musical, Año III, nro. 39, 1 de abril de 1905. Pp. 106-107.
  4. Expediente militar de José Marín Varona. Archivo del Instituto de Historia de Cuba.
  5. Conde Kostia: “Un aniversario” en, Bohemia, Año IV, nro. 38, 21 de septiembre de 1913.
  6. José Mauri: “Conferencia leída por el Académico señor José Mauri en la sesión solemne celebrada a la memora del Académico fallecido señor José Marín Varona, el día 26 de febrero de 1913, en los salones del Ateneo y Círculo de la Habana” en, Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, Año I, tomo I, nro. 3. Habana, julio-septiembre, 1916.
  7. El Da Capo (DC) es un término en italiano que indica la repetición de un fragmento de música desde el inicio hasta donde aparece la palabra fin.
  8. El Mundo, Año XII, nro. 4172, 18 de septiembre de 1912. Pp. 1 y 3.
  9. Rafael Pastor: “Último homenaje” en, Bohemia, 22 de septiembre de 1912.




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Verónica E. Fernández Díaz. Nació en Camagüey, el 28 de enero de 1972. Doctora en Ciencias sobre Arte, Profesora Titular e investigadora Auxiliar de la Universidad de las Artes y el Centro de Estudios Nicolás Guillén. Premio Anual de Investigación Cultural 2007 con “Diccionario de la música camagüeyana. Siglo XIX” y 2015 con “Música e identidad cultural. Puerto Príncipe 1800-1868. Premio CUBADISCO 2014 en Producción de Investigación Musical con el CD Páginas de vida. Música camagüeyana del siglo XIX. 3er Premio de Musicología Argeliers León de la Uneac 2017 con el estudio de la obra de José Marín Varona.

Tiene publicado el libro Diccionario de Música camagüeyana. Siglo XIX, y varios artículos en Cuadernos de Historia Principeña de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, el Anuario de la Universidad de las Artes y la revista Antenas de su ciudad natal. También tiene trabajos publicados en la revista Videncia de Ciego de Ávila, Sic de Santiago de Cuba y Clave de Ciudad de La Habana, así como artículos en varios libros. Otros trabajos suyos se han publicados en Lisboa, Portugal; Baeza, España y Santiago de los Caballeros, República Dominicana.

Friday, February 24, 2023

La violinista camagüeyana Marta de la Torre Campuzano, una mujer de estos y otros tiempos (por Verónica E. Fernández Díaz)


Las primeras décadas del siglo XX fueron marco propicio para la participación activa de las mujeres en el contexto social y cultural de América Latina y en particular Cuba. En nuestro país se desarrolló un movimiento feminista que logró, finalizando la segunda década, la aprobación de leyes como la Patria Potestad, la del Divorcio y luego, el derecho al voto. En ese contexto aparecieron sociedades lideradas por mujeres como Pro Arte Musical y el Lyceum que mucho hicieron a favor de la enseñanza artística, la promoción y difusión musical de alto calibre; siendo paladines de un nacionalismo cultural donde el descendiente de africanos no tenía cabida.

Es en ese entramado sociocultural en el que se suceden una serie de conciertos a cargo de la violinista camagüeyana Marta de la Torre Campuzano, quien había sido pensionada por el gobierno para estudiar en el Conservatorio de Bruselas, con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica de la Habana bajo la dirección de Gonzalo Roig. Pero… ¿quién fue Marta de la Torre y cómo logró posicionarse en uno de los mejores conservatorios europeos a inicios del siglo XX?

La familia de la Torre en Camagüey

La violinista camagüeyana Marta de la Torre nació el 29 de julio de 1888 y murió en Maryland, Estados Unidos el 1 de septiembre de 1990. Fue parte de una familia de músicos y artistas que tuvieron un especial vínculo con Europa, su cultura y el arte.

Como he señalado en otras ocasiones, la cultura principeña (decimonónica) y la actual, camagüeyana han tenido en la mujer una fuerza de avanzada, tanto en pensamiento, como en obra y acción. Repasando la historia lugareña encontramos los nombres de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Aurelia Castillo en las letras -ambas con una visión del rol de la mujer en la sociedad principeña que se adelanta en muchos sentidos a los estudios de géneros actuales; Amalia Simoni, Ana Betancourt directamente en el campo insurrecto o aquellas que lucharon desde el exilio como María Luisa Sánchez. En la música, he señalado antes las posiciones de avanzada -sobre todo para el contexto latinoamericano-, que asumió María de las Mercedes Adam en la composición de grandes géneros como la ópera y la sinfonía. Terrenos en los que la mujer solo aparecía como cantante o instrumentista y este último no era tampoco muy usual; pues en lo fundamental, la mujer en la música se desempeñaba como profesora, cantante o instrumentistas-pianista y en menor medida como compositora, directora de orquesta o instrumentista de cuerda y viento. Mucho menos en la categoría de concertista, terreno destinado al hombre.

Pero Marta de la Torre nació en el seno de una familia de músicos, sus padres fueron educados en conservatorios europeos y esa formación influyó no solo en el virtuosismo y las destrezas técnicas alcanzadas, sino en la formación de todo un pensamiento musical enfocado en la milenaria música europea(1).

Aunque compuso algunas obras para piano y violín, el principal desempeño musical de Marta de la Torre fue como violinista. Al igual que sus hermanos recibió instrucción musical primaria de la mano de sus padres. Cuya academia, ubicada en el propio hogar, tuvo repercusión en el contexto musical lugareño pues allí se realizaban también los «conciertos familiares» donde tuvieron presencia, además de la música, las representaciones teatrales, la recitación y la interacción con artistas de renombre en la época como el gran Brindis de Salas, quien compartió con los discípulos de la Academia de la Torre. Estos «conciertos familiares» propiciaron a la familia de la Torre un reconocimiento y prestigio nacional que contribuyó a su posicionamiento en la capital como pedagogo y extendió las redes de socialización iniciadas en Camagüey.

A inicios del siglo XX, en 1905, Marta de la Torre fue pensionada por el Consejo Provincial de La Habana para estudiar en el Conservatorio Real de Bruselas(2). Allí recibió clases del profesor, compositor y musicólogo François-Auguste Gevaert (1828-1908); el violinista y compositor César Thomson (1857-1931) y el compositor y organista Adolphe-François Wouters (1849-1924. En este conservatorio ganó el primer premio en la clase de violín y dos premios en la de armonía.

Su carrera como violinista tomó un nuevo rumbo y desembocó en la de concertista, no solamente para ejecutar como solista acompañada de piano, sino para hacerse acompañar de orquesta sinfónica con todo lo que acarreaba a inicios del siglo XX ser líder de un grupo tan numeroso de hombres. Téngase en cuenta que en su accionar como concertista la anteceden, sobre todo, pedagogas, pianistas, compositoras y cantantes. Después de sus años de gloria en escenarios del mundo es que aparecen directoras de orquestas, violinistas y otras instrumentistas en la vida de concierto tanto europea como latinoamericana(3).

Como concertista cubana, realizó también una amplia labor en su tierra natal. Para 1910 se presentó en La Habana junto a su hermana Ángela. También realizó giras por el interior del país presentándose en escenarios de Cárdenas, Camagüey y Santiago de Cuba -donde tuvo especial acogida por el maestro Rafael Salcedo-.

En marzo de 1913 se trasladó a Estados Unidos y fijó allí residencia. Es en aquel país donde la compañía fonográfica Edison la contrató para hacer dieciocho discos que circularon con gran demanda por el mundo. Entre ellos, el musicólogo Cristóbal Díaz-Ayala ha recogido varios sencillos que contienen obras como Me’nuett de Porpora-Kreisler, Bygone days de R. Friml, “Hindoo chant” de la ópera Sadko de Rimsky-Korsakov y Canto amoroso de Sammartini-Elman grabados y publicados en 1920. Los titulados Air violin concertó y Mazurka in A Minor grabados en el mismo año pero que no fueron publicados y La Paloma acompañada por su esposo Aníbal Valencia, grabado y publicado en 1922. Grabar para la Edison en aquellos años era señal de dominio técnico y destrezas únicas. De hecho, una publicación norteamericana, New York Telegraph, dijo de Marta de la Torre luego de su debut en el Aeolian Hall de New York en 1920: “El hecho de que esta joven violinista imprime discos fonográficos de Edison, constituye una prueba evidente de su dominio de la técnica(4). Años después, en 1929, grabó junto al violinista Daniel Manso y el pianista Nilo Menéndez la obra Último recuerdo de M. Sánchez.

Asentada en Estados Unidos Marta de la Torre realizó viajes esporádicos a Europa y Cuba para ejecutar conciertos. En 1923 fue contratada en tres ocasiones por la Sociedad Pro-Arte Musical para ofrecer conciertos, junto a la orquesta sinfónica de La Habana y las batutas de Guillermo Tomás y Gonzalo Roig.

En aquellos años, una parte de la cultura musical cubana y en particular habanera debatía los estudios etnológicos de Fernando Ortiz ―Los negros brujos y Hampa afrocubana, ambas de 1906; Los negros esclavos en 1916 y Glosario de afronegrismos en 1924 por ejemplo―. Y, aunque las composiciones que muestran una asimilación de organologías, patrones rítmicos y melódicos procedentes de las culturas africanas y la defensa de estas por parte de compositores como Alejandro García Caturla y Amadeo Roldá(5) todavía no se habían escrito, ya en el ambiente sonoro se hacía sentir toda la sabia musical del descendiente africano en obras como Chivo que rompe tambó y Paso Ñáñigo de Moisés Simons, así como La comparsa de los congos y Lamento esclavo de Eliseo Grenet.

Sin embargo, la prensa que se hizo eco de estos conciertos de la violinista camagüeyana Marta de la Torre aluden a otro tipo de repertorio y un trato a la mujer como otredad. Un análisis de este corpus nos lleva a las siguientes observaciones:
Califica de alta novedad la audición de violín acompañada por orquesta de esta mujer. El concierto de Marta de la Torre, dice el articulista: “es el acontecimiento del día, y acaso, el más grande de todos los acontecimientos musicales que se hayan sucedido en nuestra patria”(6), quizás por la presencia de una mujer como solista concertista, un rol destinado a los hombres.
Y es que, por esas mismas fechas se habían presentado los españoles Pablo Casals y el violinista Juan Manen junto a la orquesta sinfónica, por lo que las expectativas estaban en lo que podía hacer aquella mujer pequeña de estatura, delicada y nada robusta que tanta fama había alcanzado en el extranjero. La novedad estaba en que esta vez el concertista era mujer.
El repertorio interpretado está integrado por obras europeas, no aparecen composiciones de autores cubanos o latinoamericanos. Aunque al menos uno de esos compositores se inscribe dentro de un nacionalismo con elementos folclóricos: el polaco Henryk Wieniawski(7).
Se publican fotografías acompañadas por comentarios que tienen por objeto mostrar a Marta de la Torre como la atracción del momento por su virtuosismo en el instrumento y por traer un repertorio actualizado del concierto europeo. En ocasiones, el ser mujer no se echaba a ver ante tantas cualidades musicales. En estos artículos se resalta la maestría técnica, seguridad y limpieza en la ejecución; poder de expresión y sonido portentoso mostrado por Marta de la Torre en el Concierto No. 2 en re menor de Henryk Wieniawski(8). Un artículo en el que su autor demuestra conocimientos musicales y profesión de crítico al señalar: “Armónicos, dúos de cuerda, dicción clara y precisa, colorido perfecto de la frase, con su expresión amable y encantadora; arpegios, sencillez, elocuencia, rasgos distinguidos de un estilo propio, poses brillantes, todo, todo eso fue ayer evidentemente presentado por la dama cubana, que, lejos de su patria, nos da prestigio y aquí nos subyuga y enloquece”. A lo que se suma el criterio de Waldina Escobar de Crespo, que igual de enaltecedor asegura: “su obra de intérprete háyase caracterizada por la distinción de un arte personal, espontáneo y sincero.”
No obstante, se nota una diferenciación entre el rol del hombre y la mujer en la música, cuando el articulista continúa diciendo: “La orquesta, ha tenido, bajo la dirección acertadísima de Gonzalito Roig, las más plausibles atenciones, los más solícitos cuidados” como si el trabajo con la obra musical, su comprensión e interpretación fuera diferente en fuerza y carácter para hombres y mujeres. A ello se agrega que Luis Baralt(9) (quien escribe el artículo) en un trabajo publicado en La discusión el 23 de abril de aquel año comparó la interpretación de Marta de la Torre con la del español Pablo Casals en la sinfonía inconclusa de Schubert al señalar: “El allegro moderato de la sinfonía inconclusa de Schubert no perdió bajo la correcta y segura batuta de Gonzalo Roig, los matices delicados y la elegancia en el fraseo que le había imprimido Casals”; dando a entender que una mujer lo hace bien cuando tiene al hombre como ejemplo y no por esfuerzo, voluntad, aptitudes e inteligencia propia.

¿Cómo logró Marta de la Torre, siendo mujer, tan alta estima y reconocimiento social?

1923
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Entre otras cosas porque triunfó en Europa y Estados Unidos antes de presentarse en Cuba. Su debut como solista había sido en la ciudad de Detroit con la orquesta sinfónica de Madison. Según la prensa: “Fue calurosamente recibida y por su talento, técnica y escuela probó ser la violinista más grande de América Latina”(10). Había realizado más de 40 conciertos en diferentes escenarios del mundo: Bruselas, París, España, Puerto Rico, Santo Domingo, Estados Unidos y solo cuatro en Cuba: tres de ellos con orquesta sinfónica (2 en 1920, 1923 y 1924).

Muchas de las instituciones que se iban creando en La Habana durante aquella década del 20, tenían el objetivo fundamental de dimensionar la cultura del país y desplegar una política divulgadora de la música de concierto. Entre esas instituciones estuvo Pro Arte Musical creada en 1918 fundada e integrada en su totalidad por mujeres: “[…] educadas bajo los preceptos burgueses de la cultura musical como adorno femenino y solaz del espíritu”(11). Una cultura musical e intelectualidad burguesa para la que, bajo el gobierno de García Menocal, lo negro y lo campesino eran considerado atrasado y vulgar; donde solo tenía valor la música y la cultura diluida en moldes europeos. En este sentido, Irina Pacheco también afirma que: “Las fórmulas de cubanidad del nacionalismo burgués se hacen visibles en las estrechas relaciones de María Teresa García Montes con ideas del compositor y teórico Eduardo Sánchez de Fuentes (por tanto) el debate sobre el contenido de la música cubana de la época y la proclamación de la cubanidad de lo indígena y lo campesino, (prima) frente al escándalo que representaba la introducción de elementos africanos en la música culta"(12). Además, Marta de la Torre había triunfado en España acompañada por el pianista y compositor Ernesto Lecuona, que era uno de los músicos mejor acogidos entre los intelectuales de aquella década del 20, todavía sin esa obra rica en valores afrocubanos. Sobre esta gira comentó Lecuona al cronista musical José Calero: “Artísticamente no nos podemos quejar, pues hemos tenido muchos éxitos, y toda la crítica nos ha tratado muy bien […] Ella tocará en Sevilla, con el insigne compositor (Joaquín) Turina (en el teatro San Fernando de Sevilla entre febrero y marzo de 1925), que la ha designado entre todos los violinistas, que ahora están en Madrid, como la mejor intérprete de sus obras […] Un triunfo para Marta, y para todos los cubanos.”(13)


Lo que hoy conocemos como políticas culturales llevó a Marta de la Torre primero, a posesionarse de espacios públicos europeos y aprehender esos modelos culturales en detrimento de lo afrocubano, lo criollo y lo nacional. De esa forma, se hizo visible en la sociedad habanera y formó parte de su cultura oficial y de élite, hegemónica. El grueso de sus presentaciones en La Habana transcurre en un momento en el que el feminismo estrecha vínculos con la vanguardia literaria del veinte y se proyecta una imagen de la mujer intelectual. En el propio 1923 tuvo lugar el Primer Congreso Nacional de Mujeres, antes habían sido aprobadas la ley de la patria potestad y el divorcio. La mujer se iba haciendo visible y empezaba a ocupar un lugar en la sociedad, la cultura y la nación por esfuerzo propio. Aunque la cultura habanera de élite la haya visto como otredad, Marta de la Torre fue la violinista concertista que, desde la capital, con ese dominio de la técnica y el repertorio musical europeo, representó a las féminas de Camagüey en el cambio de época hacia su emancipación futura y definitiva.


Anexo: Cronología artística de Marta de la Torre luego de terminados sus estudios en Bruselas(14).

1910, 20 de diciembre. Teatro Nacional. La Habana. Cuba. Según la prensa: “La ovación que recibiera el martes en la noche esas señoritas (se refiere a Marta y su hermana Ángela: violín y piano respectivamente), dos grandes artistas, compatriotas nuestras, estaba prevista, tenían que recibirla, como la han recibido en el extranjero, para satisfacción y orgullo de los que saben lo que representa triunfar, como han triunfado Ángela y Marta, fuera de su patria, lejos de toda recomendación, de toda influencia, y sí solo por su gran talento, más admirable a su edad, y que tan prodigiosas artistas las hace.” Revista Bohemia, 24 de diciembre de 1910.

1911, octubre. Gran Teatro Polyteama. La Habana, Cuba.

1911, 6 de diciembre. Teatro Nacional. Junto a la Banda Municipal de La Habana dirigida por Guillermo Tomás. Según la prensa: “Sin duda. Por estas tierras de América, no se ha escuchado una artista tan notable. Sin llegar a la hipérbole, se puede asegurar que Marta de la Torre es una gloria de América en general y una inmensa gloria de Cuba. […] Esta gloria cubana debe ser impulsada y protegida por el Gobierno para satisfacción de él mismo y prestigio nacional. Guillermo Castillo. Diario de la Marina, 3 de enero de 1913.

1920. Presentación en Pro Arte Musical. La Habana, Cuba

1920, 20 de noviembre. Concierto en Aeolian Hall, New York, EEUU.

1922. Se presenta en el Town Hall, New York y en Detroit, EEUU. Según la prensa: “… Fue calurosamente recibida y por su talento, técnica y escuela, probó ser la violinista más grande de América”. The Detroit press.

1923. Comentó Isidoro Coro en la prensa habanera: “Heredera de Maud Powell (violinista norteamericana 1867-1920), recibe la crítica musical americana el dictado de «la más grande violinista de los Estados Unidos» […] No hay centro artístico de aquel gran país, pródigo en manifestaciones intelectuales, donde no se tenga a honor ser visitado por Marta de la Torre, que recorre de victoria en victoria todas las salas de concierto. Su nombre es pronunciado con respeto y veneración, como los de esos grandes virtuosos que se llaman Kreisler (violinista. Austria 1875-New York 1962), Joachim y Kubelik (violinista y compositor checo 1880-1940)”. Isidoro Corzo, Diario de la Marina, 23 de febrero de 1923.

1923. Gira por Puerto Rico.

1923. Gira por República Dominicana.

1924. Gira a España con Ernesto Lecuona y Aníbal Valencia. Contrato con la Sociedad de Conciertos Daniel.

1925, febrero-marzo. Teatro San Fernando de Sevilla. Representó a Cuba en Exposición de Artes Decorativas de París.

1925-1927. Conciertos en varios escenarios de Francia como la sala Gaveau.

1927, junio. Funge como profesora de la cátedra de violín de la academia de su padre. La Habana, Cuba.

1929. En Cuba musical se dice: “Marta de la Torre […] es una de las máximas estrellas del violín que actualmente brillan en el mundo y una de las artistas más puras y completas que ha producido Cuba, para gloria de la misma patria”

1940, 12 de noviembre. Se presenta en Unión Panamericana. EEUU.

1942, 29 de marzo. Realiza concierto en el Teatro Auditorium. La Habana. Para el Círculo de Amigos de la cultura francesa. Al respecto se expresa en la prensa: “… excelsa virtuosa, una de las más extraordinarias que ha producido Cuba y cuya fama en el extranjero ha prestigiado durante veinticinco años el nombre de nuestra patria”. ¡Alerta!



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  1. Los padres de Marta de la Torre: Lina Campuzano y Gabriel de la Torre, fueron músicos y pedagogos muy reconocidos en Cuba a inicios del siglo XX. Su madre fue Primer Premio de Piano en el Conservatorio de París en 1886. Su padre fue discípulo de los músicos españoles Felipe Pedrell e Isaac Albéniz. Este último lo calificó como un pupilo “… dócil, estudioso y obediente”. Gracias a él, Gabriel de la Torre publicó sus primeras composiciones en Barcelona. Una vez de regreso a Cuba, el matrimonio de la Torre-Campuzano se asentó en Camagüey donde creó una academia de música, ofreció veladas y formó una pequeña orquesta. A inicios del siglo XX, el matrimonio se trasladó a la capital para dedicarse por entero a la pedagogía. En tal sentido destacan varios artículos, conferencias y métodos de estudio que tuvieron una importante repercusión en la época. Entre ellos: “Cómo debe estudiarse la música” 1914, “Cómo debe estudiarse el solfeo” 1928, Método Elemental para la Enseñanza del Piano 1931 y “Nuevos procedimientos pedagógicos para la enseñanza del piano” 1935.
  2. Este conservatorio se establece oficialmente en 1832 y fue desde esa época el más importante centro musical y teatral de Bélgica gracias a la obra de su primer director François-Joseph Fétis y profesores como François-Auguste Gevaert —profesor de Isaac Álbéniz, quien a su vez instruyó al padre de Marta de la Torre durante sus estudios en Barcelona— y Joseph Jongen.
  3. En la historia de la música aparecen varios casos excepcionales de mujeres destacadas, entre ellas: la compositora nacida en Constantinopla conocida como Kassia (810-867 aprox); la trovadora provenzal Beatriz de Día (finales del siglo XII -mediados del XIII); la compositora trovadora Leonor de Aquitania (1120-1204); la cantante, compositora e intérprete de laúd Maddalena Casulana (154-1590); la organista, clavecinista, compositora y directora de coros Vittoria Aleotti (1575-1646); la cantante, profesora y compositora Francesca Caccini (1587-1640); la veneciana Barbara Strozzi (1619-1677) compositora y cantante destacada durante el Barroco. Ya en el siglo XIX tenemos a la pianista y compositora Clara Wieck de Schumann (1819-1896); la parisina de origen español Pauline Viardot-García (1821-1910) quien destacó como mezzsoprano y compositora; la pianista, organista y compositora sueca Elfrida Andrée (1841-1929) que también fue una importante activista del movimiento de mujeres de Suecia; la parisina Augusta Mary Anne Holmes (1847-1903) destacada pianista, cantante y compositora; la pianista venezolana Teresa Carreño (1853-1917), con una carrera de concertista de fama internacional iniciada junto a la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Gustav Kogel; la compositora francesa Cécile Chaminade (1857-1944); la norteamericana Amy Marcy Cheney Beach (1867-1944) pianista y compositora; Ana Merkje Cramer (1873-1968) compositora y pianista holandesa; la compositora de ópera y pedagoga norteamericanas Mary Carr Moore (1873-1957). Preceden a la violinista cubana Marta de la Torre la compositora y violinista polaca Grazyna Bacewicz (1909-1969); la violinista, compositora y docente venezolana Ana Mercedes Azuaje; la neerlandesa Antonia Brico, primera mujer directora de orquesta con su debut a los 28 años en 1930 y otra larga lista de compositoras, pianistas, cantantes y pedagogas. Como se puede apreciar muy pocas violinistas como Marta de la Torre.
  4. Revista Pro-Arte Musical Año VI, No. 1. La Habana, 15 de enero de 1928.
  5. Alejandro García Caturla escribe sus obras afrocubanas más importantes después de 1923. Entre ellas, No quiero juego con tu marido (1924), Danza del tambor, Dana Lucumí, Tres preludios (1925). Y Amadeo Roldán a partir de 1925: Obertura sobre temas cubanos (1925); Tres pequeños poemas: Oriente, Pregón, Fiesta Negra (1926); La Rebambaramba, ballet de 1928, Rítmicas (1930) y Motivos de son (1932), entre otras.
  6. “Arte Musical”, El Mundo, 22 de abril de 1923. MNM
  7. El repertorio estaba integrado por: Der Freischutz, Obertura de C. M. Weber; Capricho Vasco de Sarasate; Allegro moderato de la sinfonía incompleta de Schubert; Hejre Katy de Hubay; Aria de J. S. Bach; Concierto en re menor de Wieniawski; Allegro moderato, Romance: andante non troppo (a lla zíngara). Cfr. Heraldo de Cuba, 20 de abril de 1923. MNM.
  8. Henryk Wieniawski (1835-1880) compositor y violinista polaco de la época en que Polonia estaba gobernada por Rusia. Su concierto No. 2 es una obra de madurez y el más importante de su producción musical.
  9. Luis A. Baralt: profesor, médico y diplomático cubano (1849-1933). Ejerció el periodismo en publicaciones como el Heraldo de cuba, El Ateneo de La Habana (1902) y el periódico neoyorquino The World. En su mayoría, artículos dedicados a la vida cultural.
  10. Compilación de opiniones sobre Marta de la Torre publicado en diferentes periódicos norteamericanos como el New York Telegraph, New York Tribune, New York Time, Musical courrier y The Detroit press. Publicadas en la revista Pro Arte Musical, 1924.
  11. Sigryd Padrón: La Sociedad Pro Arte Musical. P.12.
  12. Irina Pacheco Valera: La sociedad Pro Arte Musical. Testimonio de su tiempo. P. 37.
  13. Orlando Martínez: Ernesto Lecuona. Pp. 28-29.
  14. Elaborado a partir del texto Ernesto Lecuona. Cartas. Selección y anotaciones de Ramón Fajardo Estrada. (2 Tomos)




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Verónica E. Fernández Díaz. Nació en Camagüey, el 28 de enero de 1972. Doctora en Ciencias sobre Arte, Profesora Titular e investigadora Auxiliar de la Universidad de las Artes y el Centro de Estudios Nicolás Guillén. Premio Anual de Investigación Cultural 2007 con “Diccionario de la música camagüeyana. Siglo XIX” y 2015 con “Música e identidad cultural. Puerto Príncipe 1800-1868. Premio CUBADISCO 2014 en Producción de Investigación Musical con el CD Páginas de vida. Música camagüeyana del siglo XIX. 3er Premio de Musicología Argeliers León de la Uneac 2017 con el estudio de la obra de José Marín Varona.

Tiene publicado el libro Diccionario de Música camagüeyana. Siglo XIX, y varios artículos en Cuadernos de Historia Principeña de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, el Anuario de la Universidad de las Artes y la revista Antenas de su ciudad natal. También tiene trabajos publicados en la revista Videncia de Ciego de Ávila, Sic de Santiago de Cuba y Clave de Ciudad de La Habana, así como artículos en varios libros. Otros trabajos suyos se han publicados en Lisboa, Portugal; Baeza, España y Santiago de los Caballeros, República Dominicana.

Tuesday, November 9, 2021

La música en la revista "Lis", dirigida por Nicolás Guillén. (Texto de Verónica E. Fernández Díaz)

Teatro Avellaneda
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Desde el siglo XIX Camagüey contó con gran cantidad de publicaciones periódicas al ser la tercera villa de la Isla en poseer imprenta. En las páginas de periódicos como: Boletín de Ciencias, Arte y Literatura (1846), Aguinaldo camagüeyano (1848 y 1864), La Orquesta (1864), El Colibrí (1864) dedicado a difundir el arte en sentido general; El Oriente (1867) consagrado al desarrollo de las ciencias y las artes y El Patriota (1878) periódico manuscrito dirigido a promocionar la actividad de los teatros; es posible encontrar comentarios y anuncios referidos a la música. En particular, destacan publicaciones que, como El Fanal, La crónica del Liceo de Puerto Príncipe y El Popular respondían a los intereses de Sociedades de Instrucción y Recreo como el Casino Español —luego Colonia Española—, la Filarmónica y la Popular de Santa Cecilia.

A finales de la centuria aparecieron diferentes Sociedades pertenecientes a las clases de color. Entre ellas: Ilustración (1879), La Nueva Aurora (1880) y Antonio Maceo (1899). De igual manera, surgen periódicos en los que se reflejan las actividades culturales de las mismas como: La nueva aurora (1882) relacionada a la Sociedad de igual nombre, El Progreso (1884) órgano de la Sociedad de la misma denominación, El artesano (1886) y Las dos Repúblicas (1898), entre otras que tuvieron una vida efímera. Sin embargo, no es hasta 1923 que aparece una revista dirigida a promover las actividades de las Sociedades de color camagüeyanas de la época con un espectro nacional: la revista Lis dirigida por Nicolás Guillén Batista.

La música en Lis aparece generalmente en la sección titulada “Notas sociales”, pequeñas crónicas en las que se encuentran referencias a orquestas, géneros, instrumentistas y cantantes camagüeyanos o invitados de otras provincias del país. En su mayoría, músicos de color pertenecientes o no a las Sociedades de este tipo existentes en el territorio, pero si muy vinculados a las actividades musicales desarrolladas en las mismas.

Alberto B. Noriega de Varona
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Entre las agrupaciones musicales del patio recurren con asiduidad en diferentes números de Lis la orquesta Camagüey Jazz Band de Alberto B. Noriega de Varona y Joseíto Gómez. Alberto Noriega de Varona fue considerado por el Álbum Cuba musical de 1929, uno de los más importantes músicos cubanos. Estudió clarinete con Luis Casas Romero y aprendió también saxofón y flauta; fungió como director segundo de la Banda Municipal de Camagüey y destacó como compositor de valses, paso doble y danzones. Entre sus valses más conocidos destaca el titulado La reina de las flores que, presumiblemente fue compuesto para festejar el Baile de las Flores de la Sociedad “Antonio Maceo”, baile de sala en que según la revista Lis actuaba de manera invariable la orquesta de Alberto Noriega.

Por su parte, Joseíto Gómez destacó como intérprete de diversos instrumentos —clarinete, guitarra, contrabajo y trompeta— integró la banda del Segundo Distrito Militar y compuso varias danzas y danzones. La agrupación que dirigieron ambos: Camagüey Jazz Band fue una de las primeras agrupaciones de su tipo existentes en el territorio. Surgida en 1913 se mantiene hasta aproximadamente 1925 integrada en su totalidad por músicos de color que ejecutaban instrumentos como drums, contrabajo, violín, piano, saxofones y trompeta. Formato que, si bien no cataloga como orquesta, si contiene los timbres instrumentales que caracterizan las agrupaciones jazz band norteamericanas.

Gloria City. Sierra de Cubitas.
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Poco antes de culminar el siglo XIX, la presencia de norteamericanos en la región de Camagüey fue aumentando paulatinamente. El desarrollo de la industria azucarera y otros renglones económicos como el cítrico trajo consigo diferentes asentamientos que trasladaron no solo estilos constructivos, modo de producción, cultivos y costumbres, sino también sus instrumentos musicales y tipos de música. Por ejemplo, en la comunidad conocida como Palma City del municipio Esmeralda y Gloria City de Sierra de Cubitas. En esta última se conoce la existencia de una orquesta de 12 músicos —5 mujeres y 7 hombres— con violines, violas, clarinetes y algunos instrumentos de percusión para amenizar sus fiestas, solistas acompañados por banjos o guitarras y otros conjuntos instrumentales que utilizaban como medios sonoros, clarinete, timbal y violín.[1]

Para la segunda década del siglo XX, el auge de la radio, compañías disqueras y sociedades al estilo norteamericano favoreció el boom de la música de aquel país debido a la especial relación cultural que se produce entre la Isla y Norteamérica más allá de la injerencia económica y política de esta última en la mayor de las Antillas. Tras un lógico proceso de transculturación, la influencia de esos músicos y sus agrupaciones instrumentales se traduce en la aparición de otros géneros y formatos que hoy forman parte de nuestra cultura musical: el jazz y la jazz band. Ambos definidos por la presencia de elementos afros, la capacidad de asimilación de estéticas y culturas musicales ajenas a su origen y de generar otras formas musicales; la proliferación de disímiles estilos como el fenómeno de la big band, swing, bop y cool, entre otros que presentan entre sí enormes diferencias musicales e interpretativas con base en la improvisación.

Camagüey Jazz Band
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Camagüey Jazz Band fue una de las primeras agrupaciones de su tipo en la región. Por las referencias a ella en la revista Lis se conoce que interpretó tanto música cubana como norteamericana, sobre todo danzones y fox trot.[2] Ambos, géneros bailables y de preferencia entre la población de color cuya influencia ya se había consolidado en diversos géneros musicales cubanos. Esto posibilitó la fuerte raigambre de este tipo de música y su formato instrumental en la población caribeña. Sobre todo, porque la jazz band norteamericana “[…] contribuyó (además) a un cambio profundo de la sonoridad de nuestras orquestas de música popular”.[3] Fortalecido el formato ya en la década del 20, se expandió por diferentes provincias incorporando ritmos e instrumentos netamente cubanos —fundamentalmente de percusión— y géneros como el danzón, de manera que su presencia como género musical habitual del formato contribuyó en su consolidación como baile nacional.

La composición racial de las primeras agrupaciones jazz band cubanas es un elemento que distingue este tipo de agrupación en la región camagüeyana con respecto a otras del país. Mientras en su primera etapa, las jazz band habaneras, por ejemplo, estaban integradas por músicos blancos, de buena posición social y en muchos casos egresados de carreras universitarias; la Camagüey jazz band de 1913 se componía, en su totalidad, de individuos de la raza negra pertenecientes a una pequeña burguesía de color y letrada.

Esto no hace sino confirmar las peculiaridades de la región y sus relaciones con los descendientes de africanos desde la centuria anterior. Además de servir de fundamento a la proliferación de Sociedades de Instrucción y Recreo de este tipo en el territorio y a los propios estatutos de la revista Lis, que en las “Palabras preliminares” de su primer número a cargo de Nicolás Guillén, deja esclarecidos sus objetivos y proyecciones al señalar que: “Con la revista se aspira a realizar una doble labor: dotar a Camagüey otra vez de un órgano que sea vocero amoroso de sus virtudes más altas y contribuir a la difusión de la cultura y el progreso”.[4]

Cultura que en su sentido más amplio —y en concordancia con el pensamiento que caracterizó la obra toda de Guillén— estaría encaminada a la reivindicación del hombre de color a través de la instrucción. No por azar la revista toma el nombre de Lis, palabra francesa que evoca la flor en la que se inspiraran no pocos modernistas, y cultura que no solo atañe a la cubana, sino a la americana en su sentido integral.

Las relaciones culturales entre Norteamérica y Cuba, por otra parte, se venían consolidando desde la centuria anterior. Es importante tener en cuenta que la esclavitud y las luchas por la abolición de la misma en ambos territorios es un factor común que no debe pasarse por alto. De igual manera, la huella de las culturas africanas en las músicas nacionales de ambos países es un elemento que las identifica y distingue del resto de los países de América Latina, a excepción de Brasil, cuya cultura musical, al igual que la cubana y norteamericana se significa y reconoce más por el componente afro en su música que por el indígena.

La presencia de Camagüey Jazz Band en las páginas de Lis y en las Sociedades de Instrucción y Recreo de color en Camagüey no es, tampoco, un hecho aislado. Al lado de ellas se presentaron otras agrupaciones de este tipo como la orquesta de Vitico González, luego conocida como de los Hermanos González, la orquesta de Angelito Mola, la de Nicolín Cánovas y otras invitadas de la vecina Ciego de Ávila y Caibarién.

La orquesta de Vitico González estaba integrada por los hermanos Víctor —director y saxofonista—, Chelito —piano— y Rafael —trompeta— entre otros músicos que completaron su plantilla de manera ocasional. Por ello, en la composición racial de esta agrupación se aprecia la presencia tanto de músicos negros como blancos y por ende su presentación en otros escenarios como el Club Ferroviario, la Colonia Española y las sociedades de blancos: El Liceo y Tenis Club. En su repertorio era común encontrar música cubana variada, sobre todo boleros populares como Chupando caña de Ernesto Duarte y Basta ya.

La orquesta de Angelito Mola realizó diversas actividades dentro de las sociedades de color del territorio. Las más destacadas por la revista Lis son verbenas, bailes, asaltos y veladas de concierto de la Sociedad “El Progreso”, ocasiones para las cuales ejecutaba, sobre todo, danzones y fox trot. La revista, además, devela el nombre de los integrantes de esta agrupación musical, algunos de los cuales destacan por su permanencia como músicos reconocidos en lustros posteriores. De ellos, vale la pena detenerse en Emiliano Castillo y Ángel Mola.

Banda Municipal de Camagüey. Foto año 1929
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El primero se destacó como instrumentista de la Banda Militar y Municipal donde tocaba el bombardino, fue considerado por sus colegas y amigos como el mejor ejecutante de este instrumento en la época por el sonido claro y limpio que lograba. Ángel Mola, por su parte, fue miembro de la Banda Municipal y director de la orquesta tipo jazz band “Los muchachos del swing”, que tomó su nombre de una de las vertientes del jazz norteamericano de preferencia entre sus integrantes y que luego incorporó mujeres en su seno. Entre ellas, Fela Hallowell —pianista y arreglista de música norteamericana— y la trompetista Suncia.


Por las páginas sociales de Lis se infiere que las Sociedades de color camagüeyanas se relacionaban indistintamente con estas agrupaciones. A la vez, se inclinaba por tipos de actividades musicales determinadas. Por ejemplo, la “Antonio Maceo” parece haber estado asociada a la Camagüey Jazz band y la Orquesta de Angelito Mola para la realización de bailables. En particular el llamado “Baile de las Flores” para el cual Alberto Noriega de Varona escribió su vals La reina de las Flores dedicado a la señorita Blanca Biosca, seleccionada reina del baile de esa Sociedad en 1923.

Otras actividades musicales habituales en la “Maceo” fueron las veladas que, al estilo de las tertulias decimonónica, conjugaban poesía, conferencias, música y proyecciones cinematográficas como novedad del siglo XX. En estas veladas Lis refiere la ejecución de obras para piano —aunque no menciona su título, ni el compositor— a cargo de señoritas de la Sociedad. También se interpretaba guitarra a cargo de Ángel Lazo y el banjo[5] —instrumento característico de la música tradicional norteamericana y de procedencia africana cuya ejecución se hizo común en las Sociedades de color de la época— por José Meléndez. Por otra parte, destacan las actividades líricas que tuvieron el concurso de Víctor Pacheco Zaldívar, hijo del director de orquestas y arreglista de partituras de óperas y zarzuelas para formatos orquestales pequeños Víctor Pacheco Arias y de quien su hijo aprende el amor por el arte lírico, ya de tradición en la sociedad del Camagüey. Pacheco Zaldívar se desempeñaba como director de la sección lírica de esta Sociedad. El coro por él formado en la “Maceo” interpretó, entre otras obras del repertorio lírico, el “Coro de las Segadoras” en el que intervinieron señoritas de la institución.

La Sociedad “El Progreso” por su parte, aparece asociada en Lis con la orquesta de los Hermanos González y Nicolín Cánovas en la realización de bailables. Mientras que la de Angelito Mola se destacó en la ejecución de obras de concierto —sinfonías, según se deja constancia en Lis— que de modo particular, menciona las incursiones de Angelito Mola como ejecutante del violín en dúos ocasionales con la pianista María Tornet y el guitarrista Enrique Hernández.[6] Fuera de los salones de la Sociedad, se realizaron verbenas, especie de ferias en que se vendía comida, refrescos, bebidas y se realizaban bailables al aire libre. Ocasiones en las que la orquesta de Angelito Mola era la agrupación seleccionada.

Lis hace notar, además, que en los salones de “El progreso” era habitual la ejecución de obras al piano y la interpretación de canciones y trovas cubanas en las que salen a relucir nombres como el de “Cuco” Agüero y Virgilio Guerrero. Es necesario entonces, detenerse en la figura de José de la Cruz Agüero Frías “Cuco”, destacado pedagogo del violín y compositor de obras de carácter patriótico como el Himno para coro mixto titulado Al Mayor Agramonte,[7] ya que precisamente la revista Lis dedica diferentes números a temas y figuras relacionadas con la independencia. Entre ellas, José Martí, Antonio Maceo y Salvador Cisneros Betancourt (Marqués de Santa Lucía). Por otra parte, la mayor cantidad de las fiestas de las Sociedades de color que da a conocer en sus páginas, están dedicadas a fechas importantes como “El grito de Baire” (24 de febrero) y la instauración de la República (20 de mayo).

De “Victoria” se conoce por Lis que contó con la orquesta del violinista Nicolín Cánovas y del maestro Manuel Borrero en sus actividades bailables, en particular, el denominado “Baile de las hojas”. Veladas en las cuales primó el canto, la ejecución de piano, guitarra y como elemento diferenciador, la realización de altares de Cruz de mayo, festividad de tradición andaluza en la que junto a la ceremonia religiosa se entonaban salves y música popular como cierre a la celebración. Posiblemente los altares de Cruz de mayo auspiciados por la Sociedad “Victoria” fuera una de las últimas desarrolladas en la ciudad, pues el historiador Jorge Juárez Cano asegura que este tipo de festejo desapareció a principios del siglo XX.[8]

En las referencias de Lis a las actividades de la Sociedad “Antonio Maceo” y “Victoria” destaca la realización de comparsas. Estas comparsas se entienden en su acepción de representación de un tema determinado como era costumbre en las actividades realizadas con motivo de las festividades del San Juan principeño de la centuria anterior. En las mismas tenían un peso fundamental las que representaban alegorías musicales, muestra del interés de las sociedades de color por este arte. Entre ellas, las realizadas sobre valses populares como el titulado “Las tres de la mañana”, comparsa en la que se cantó y bailó en honor de la Reina del San Juan de la Sociedad “Maceo”.[9] Además, estas comparsas constituyen otro elemento de tradición conservado por las asociaciones negras de la región, aspecto que se encuentra remarcado en los propósitos manifiestos de la revista Lis al enfatizar en: “[…] la defensa de la hermosa tradición cultural camagüeyana y beneficio de sus elementos más humildes”.[10] Es decir, el rescate y continuidad cultural de la región.

El baile es el tipo de actividad relacionada con la música que resulta común y de mayor popularidad entre las principales sociedades de color del Camagüey. Quizás por ello, Edmundo del Valls escribe una crónica impresionista en la que refiere a este tipo de actividad como espacio propicio para encontrar pareja, lucir trajes de moda y mostrar dotes de bailarín. De ahí que su autor coloque como subtítulo de la crónica “De cómo fui derrotado espiritualmente, por ser una cosa detestable, un mal bailador”.[11]

Debe recordarse que en la centuria anterior, Gaspar Betancourt Cisneros había tomado algunas páginas del periódico La Gaceta de Puerto Príncipe, en su sección de “Escenas Cotidianas” para referir al baile tanto de la aristocracia como de la gente que habitaba los llamados barrios “de orilla”. También, Antonio Bachiller y Morales en “Recuerdo de mi viaje a Puerto Príncipe” hace notar que: “La afición a bailar es extraordinaria en Puerto Príncipe”.[12] De manera que la crónica del señor Valls se fundamenta no solo en la defensa de una tradición cultural camagüeyana, sino en su pervivencia en las generaciones del presente. A ello se suma que la mención de la crónica de Lis refiere en particular al danzón, género que desde la centuria anterior se venía perfilando tanto en su estructura musical como en su coreografía y era habitual, casi obligado, en las actividades de todas las Sociedades de blancos y negros del siglo XX.

Lis, por otra parte, incluye la programación de sociedades y clubes de asociaciones de color de algunos municipios del Camagüey y de los teatros de la ciudad. Entre los primeros destacan las noticias sobre los bailes del Club “Esperanza” de Florida amenizados por la orquesta danzonera de Sixto Pintó, director y profesor de la academia municipal de música de esa localidad[13] y del Club “Unión jaronesa” del poblado de Jaronú en Esmeralda, que realizó bailes amenizados por una orquesta integrada por siete profesores de Caibarién.[14]

En cuanto a la programación de los teatros de la ciudad se destaca la presencia de músicos extranjeros como el lírico español Miguel Fletas, la violinista Rauskaya ejecutando danzas clásicas y la representación de compañías de óperas en el Teatro Avellaneda.[15] Asimismo, la presencia del guitarrista español Antonio Hernández, autor de la conocida obra La semana santa de Sevilla[16] en el Teatro Iris y los trovadores habaneros María Teresa Vera y Rafael Zequeira interpretando canciones y boleros de su autoría[17] en el teatro Camagüey.

La referencia a la actuación del dúo Vera-Zequeira no fue bien acogida por la crítica de la revista Lis, que calificó su interpretación como desfavorable quizás porque, como ha señalado la musicóloga María Teresa Linares: “[…] cantaba igual que hablaba, (sin) […] prestar atención a la dicción de las palabras. (y) […] Nunca fue preciosista en la pronunciación ni en la expresión de la voz”.[18] No obstante, y como la revista Lis se propuso llevar la alta cultura a la raza de color, este rasgo —hasta cierto punto similar al estilo improvisatorio del jazz norteamericano— era visto como un defecto ante las impecables cualidades vocales, virtuosistas e interpretativas de la alta cultura musical a las que aspiraban los asociados a estas instituciones. A pesar de ello, ya María Teresa Vera había grabado algunas obras del trovador camagüeyano Patricio Ballagas como Timidez, El trovador, El lunar y Nena y esto le aseguraba un puesto importante en los escenarios del territorio.

El rescate y continuación de la cultura camagüeyana como objetivo de la revista se evidencia, además, por la presencia de José Varona Hernández como colaborador de Lis. En el último número de 1923, bajo el título Hagamos nuestro porvenir, el señor Varona Hernández insta a la raza de color a la superación constante, a olvidar viejos resquemores y prejuicios, a dejar atrás vanas imitaciones y ser, en cambio, más virtuosos y honestos. Años antes, el propio Varona Hernández había dejado constancia —quizás por conocer la inexistencia de documentación al respecto— de la actividad en los cabildos africanos del antiguo Puerto Príncipe. La cual constituye hoy día, la única evidencia detallada de la función de los mismos, sus rituales, música, cantos e instrumentos musicales empleados.

Estos dos trabajos de José Varona Hernández, aunque fueron escritos en fechas y con propósitos diferentes, están relacionados entre sí. Si bien el objeto del artículo sobre los cabildos africanos daba a conocer la cultura de este grupo social —en el sentido amplio del término y de la cual no se había hablado suficiente como sí sucedió en otros territorios de la Isla—; no es menos cierto que como institución, los cabildos tuvieron como fin salvaguardar dicho acervo al fungir como organizaciones de asistencia mutua; formar una sociedad de pura diversión y socorro.

Al producirse la abolición de la esclavitud en 1886 y de los cabildos como su asociación legal, los descendientes libres de africanos y mestizos cubanos continuaron reuniéndose y celebrando sus fiestas tradicionales. Pero este negro libre tenía ahora una mejor posición económica y un nuevo reconocimiento social —no solo en Cuba sino también en las dos Américas—, de manera que las Sociedades de Color en la región, bajo el apelativo de Instrucción y Recreo serían la continuación del antiguo cabildo, mantendrían esa tradición cultural, incentivarían la erudición e incorporarían otros elementos culturales/musicales presentes en la Isla.


De ahí que Varona Hernández en su artículo de Lis titulado “Hagamos nuestro porvenir”, advirtiendo esa continuidad, ese legado cultural y alertando sobre la necesidad de defensa del reconocimiento social alcanzado, expresara:
Piense nuestra entidad que, no con un título de Mandatario, Procurador, Comadrona, Modista &, queda resuelto el problema, ¡no! Es, elevándonos por sobre disensiones y bastardías de disociadores pareceres de antaño, es, dejando como bagaje inútil la arcaica carga de desiguales cunas; […] es estudiando hondamente nuestros problemas y viendo de mejorar […] nuestras facultades intelectivas. […]

Hacia ese fin, deben de tender todas nuestras iniciativas, ese debe ser todo nuestro solo anhelo […] puesto que, de ese entrelazamiento de los intereses de todos, brota la fuente más pura de la energía nacional.

Pensemos siempre, que a la Patria y a la entidad social nuestra, no se le sirve con lirismos inútiles; la mejor manera de honrarla es, honrándonos en aumento de decoro […] depurándola de males, a medida que nos depuramos nosotros mismos.[19]
De esta manera y aún siendo una revista local, Lis —por el contenido de los trabajos que publicó— se convirtió en órgano defensor de los derechos y anhelos de la raza de color, en revista cultural/didáctica que contribuiría en la formación de valores de este sector poblacional y fuerza impulsora del interés por el conocimiento. En particular, hacia los temas y las figuras de la Patria. Mientras que por su estructura puede compararse con otras revistas culturales de la época en la que colaboraron hombres —blancos o negros— que representan la estética modernista de aquellos tiempos: José Enrique Rodó, Rubén Darío, Amado Nervo y Julián del Casal; de la literatura clásica: Alejandro Dumas, Honorato de Balzac, Guy de Maupassant, Rabindranath Tagore o Víctor Hugo y mujeres que defendía su lugar en la sociedad desde diferentes profesiones y campos como Aurelia del Castillo y Josefa Guillén.

Nicolás Guillén
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En lugar especial puso Lis a la intelectualidad camagüeyana, alzando las voces negras y mulatas de su director Nicolás Guillén, Félix Nápoles, Edmundo del Valls y Tomás Vélez cuyos artículos de corte social y trabajos literarios en diversos géneros marcaron la orientación de la revista como “[…] reflejo del espíritu de los cubanos de la época”.[20]






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[1] Cfr. Martha Esquenazi Pérez: Del areíto y otros sones. Ed. Adagio, Centro Nacional de Escuelas de Arte, 2007. p. 176.

[2] Fox trot es un baile popular estadounidense que nace en 1912 con las primeras orquestas de Jazz. Su nombre significa, literalmente, "trote del zorro" y este nombre alude a las primitivas danzas negras que imitaban pasos de animales y en las que se inspiraron los primeros bailarines de Fox trot. Es un baile de ritmo cortado y alegre.

[3] Juan Carlos Malagón: “La big band en Cuba. Entre rumbas y lentejuelas” en, Clave Nos. 1-3, Año 6, 2004, p. 3.

[4] Nicolás Guillén Batista: “Palabra preliminares” en, Lis No. 1, Año 1, 10 de enero de 1923.

[5] Banjo: instrumento musical de cinco cuerdas constituido por un aro o anillo de madera circular de unos 35 cm de diámetro, cubierto por un "parche" de plástico o piel a modo de tapa de guitarra. El parche y el anillo de madera se ensamblan con tornillos metálicos (y el resonador de madera que se añade posteriormente también). La mezcla de materiales que conforman el banjo consigue uno de los instrumentos musicales con un sonido más característico e inconfundible que existen.

[6] “Sociales de El Progreso” en, Lis No. 12, Año 1, 30 de abril de 1923.

[7] Cfr. Verónica Fernández Díaz: “Un diamante en la música” en, Cuadernos de historia principeña 9.Ed. Ácana, Camagüey, 2010. Pp. 74 y 81.

[8] FONDO Jorge Juárez Cano, carpeta 122. Archivo Histórico Provincial de Camagüey.

[9] “Sociales de Maceo” en, Lis No. 18, año 1, 30 de junio de 1923.

[10] José Armando Pla: “Cinco párrafos” en, Lis No. 2, año 1, 20 de enero de 1923.

[11] Edmundo del Vals: “La influencia taumatúrgica del baile en Sociedad. De cómo fui derrotado espiritualmente, por ser una cosa detestable, un mal bailador” en, Lis No. 3, año 1, 30 de enero de 1923.

[12] Antonio Bachiller y Morales: “Recuerdos de mi viaje a Puerto príncipe” en Prosas Cubanas. T.1. Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1962, p. 211.

[13] Lis No. 8, año 1, 20 de marzo de 1923 y No.11, año1, 20 de abril de 1923.

[14] Lis No. 16, año 1, 10 de junio de 1923.

[15] Lis No. 8, año 1, 20 de marzo de 1923.

[16] Lis No. 12, año 1, 30 de abril de 1923.

[17] Lis No. 13 año 1, 10 de mayo de 1923.

[18] Jorge Calderón: María Teresa Vera. Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1986, p.30.

[19] José Varona Hernández. “Hagamos nuestro porvenir” en, Lis No.18, año 1, 30 de junio de 1923.

[20] Ernestina Hernández Bardanca y Alicia Moreno: “Dirección y proyección de la revista” en, Estudio crítico bibliográfico de la revista Lis. Biblioteca Provincial Julio A. Mella, Camagüey, 1993 (s.e.).







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Verónica E. Fernández Díaz. Nació en Camagüey, el 28 de enero de 1972. Doctora en Ciencias sobre Arte, Profesora Titular e investigadora Auxiliar de la Universidad de las Artes y el Centro de Estudios Nicolás Guillén. Premio Anual de Investigación Cultural 2007 con “Diccionario de la música camagüeyana. Siglo XIX” y 2015 con “Música e identidad cultural. Puerto Príncipe 1800-1868. Premio CUBADISCO 2014 en Producción de Investigación Musical con el CD Páginas de vida. Música camagüeyana del siglo XIX. 3er Premio de Musicología Argeliers León de la Uneac 2017 con el estudio de la obra de José Marín Varona.

Tiene publicado el libro Diccionario de Música camagüeyana. Siglo XIX, y varios artículos en Cuadernos de Historia Principeña de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, el Anuario de la Universidad de las Artes y la revista Antenas de su ciudad natal. También tiene trabajos publicados en la revista Videncia de Ciego de Ávila, Sic de Santiago de Cuba y Clave de Ciudad de La Habana, así como artículos en varios libros. Otros trabajos suyos se han publicados en Lisboa, Portugal; Baeza, España y Santiago de los Caballeros, República Dominicana.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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