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Wednesday, December 4, 2024

San Agustín in my mind... notas para una crónica anunciada. (por Carlos A. Peón-Casas)


Reconozco que me pasa con todo viaje. Los prolegómenos me marcan casi siempre una coordenada de anticipatorio signo, por aquello de que uno mira y busca las posibles coordenadas del sitio, o simplemente se escuchan anécdotas y recomendaciones de los que fueron primero y quieren que nos vaya muy bien, o repitamos por qué no, sus mejores vivencias.

Pero con San Agustín, en estos predios floridanos, la emoción de lo vivido ha sido de una plenitud exultante, como pocas veces antes, si salvo por excepción mi también reciente vez en Key West, otro punto de inestimable cercanías.


Reconozco que la marca más sugerente lo da el hecho de haber viajado con mi familia nuclear recientemente llegada a mi lado, y también en la compañía de amigos entrañables, promotores y cicerones insuperables de la idea, con los que el camino y el viaje se llenan de alegrías inenarrables para los efectos de esta rememoración y que dotan la experiencia de una marca indeleble e inolvidable.

Con el mismo signo, queda la satisfacción infinita de haber conectado con una parte de la historia patria: la sabida presencia del Padre Félix Varela en aquel punto geográfico que guardara sus pasos de adolescente junto a su abuelo paterno, Coronel destacado en el fuerte de San Marcos en los tiempos en que la ciudad volviera a manos españolas (1783-1821), luego de haber sido, junto a toda la Florida, posesión inglesa desde 1763. Y luego, en ese mismo antiguo outpost, ya parte de la Unión Americana, nuestro Padre Varela se retirará al final de su preclara existencia de sacerdote y patriota, para bien morir, en olor de santidad, lo más cerca posible de su Cuba añorada y soñada libre alguna vez.

La visita a la que fuera su tumba aunque no todo lo explícita que hubiera preferido esta vez, me llevó al menos, al frente del cementerio de Tolomato, justo en la calle Córdoba.


Allí está la blanca capilla donde hubieran de reposar sus restos mortales antes de ser llevados a su amada Cuba y ocupar el conocido cenotafio del Aula Magna de la Universidad de La Habana.


Luego, recorrer la ciudad por aquel entramado que nos recuerda con especial énfasis a La Habana más colonial, y con conexiones de historia raigal desde que Ponce de León desembarcara allí procedente de Cuba en 1513, muy cerca del actual monumento que perpetua su memoria, uno vislumbra ese sitio tan conectado a nuestra patria desde aquel temprano siglo XVI.


El fuerte de San Marcos, que aún contemplamos en su innegable parecido con los morros habanero y santiaguero, era enclave fundamental que desde 1695, protegía los continuos embarques de los tesoros que España acarreaba en sus flotas desde los territorios americanos y luego de pasar por La Habana, se enrumbaban a la Madre Patria aprovechando las fuertes corrientes del Gulf Stream.

San Agustin guarda igual memorias históricas de sucesivas incursiones piraticas como las del temible Drake, igual que los asedios de los británicos, los años de ocupación de aquellos, la vuelta a dominio español y luego su cesión final a los Estados Unidos en 1821.


De todo ello la ciudad es una huella indeleble, aunque ninguna edificación actual es anterior a 1702, la ciudad es una sucesión de estilos y señales de cada momento de su historicidad más elocuente. Un ejemplo de ello aún a la vista es la antiquísima Wooden Schoolhouse aún con sus maderas originales de cipreses, y que el visitante puede contemplar en la antigua calle Española.

Un antiguo mapa español que tuve a la vista, y que data de 1728, deja igualmente evidencias del sugerente entramado de calles y antiguas viviendas.


La catedral, actualmente basílica que data de 1797, nos lega innegables marcas de la catolicidad inicial que trajera la ocupación española.


Dos imponentes edificios que fueron antiguos hoteles de innegable porte: el Alcazar y el Ponce de Leon, en la movida King Street, aún sorprenden al visitante por su majestuosidad. El primero es ocupado hoy el City Hall y el Museo Lightner; y el segundo por el Flagler College.

Este humilde viajero y cronista siente al final de tanto desandar aquel incitante entramado, que mucho le ha quedado pendiente, tanto o más que lo visto, fotografiado, o conservado en la retina y la memoria, pero el viaje ha sido sugerente y feliz y repetirlo es solo un asunto de tiempo por venir, para este cierre dejo al amable lector la evidencia de alguna particular instantánea que sugiera y matice mi inolvidable experiencia.

Wednesday, November 20, 2024

La mascarilla funeraria de Mons. Adolfo Rodríguez. Un recuerdo desde los afectos. (por Carlos A. Peón-Casas)


Nota del blog: Agradezco al Dr. Nicolás Peón, que facilitara las fotos del negativo de la mascarilla funeraria de Mons. Adolfo Rodríguez para ilustrar el texto. 

El Dr. Nicolás Peón conserva y custodia esta valiosa reliquia en Chile,  país donde reside. La recibió como regalo de sus creadores Ileana Sánchez y Joel Jover. (JEM)
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La mascarilla funeraria de Mons. Adolfo Rodríguez. Un recuerdo desde los afectos. (por Carlos A. Peón-Casas)


Rememoro esta inolvidable memoria desde los afectos más celosamente vivenciados en aquel minuto en que nuestro inolvidable Mons. Adolfo Rodríguez, el pastor celoso de su grey, afectuoso y cercano, a cada uno de sus diocesanos y a todo el que tuvo la dicha de tratarlo y conocerlo, dejaba de estar entre nosotros para descansar en la casa del Padre Eterno, en la noche del viernes 9 de mayo de 2003Su velatorio tuvo lugar en la Catedral de Camagüey, desde el amanecer del sábado 10 de mayo, hasta la tarde del próximo domingo.

En horas de la madrugada, de ese triste domingo, se procedió con solemne y piadoso gesto a tomar la última impresión en forma de mascara funebre, del venerable rostro de nuestro Arzobispo.

Tan responsable encomienda estuvo a cargo de los respetados artistas camagüeyanos Ileana Sánchez y Joel Jover, cercanos en amistad y afectos a nuestro querido Mons. Adolfo. Para tal fin, llevaron a cabo en su cercana vivienda en el entorno del Parque Agramonte, los reparativos de rigor con los materiales necesarios para tal práctica que sin dudas les resultaba de gran novedad, y al mismo tiempo les demandaba un responsable y rápido proceder.

En la madrugada, preparada la mezcla del yeso que perpetuaría los rasgos del rostro de nuestro querido arzobispo, los artistas llegaron a la Catedral, que acogía la capilla mortuoria, y donde permanecían no pocos fieles.

Toco a Ileana Sánchez proceder a la rápida impresión, todo el tiempo escoltada y ayudada por su esposo Joel, quien cuidaba de todos los detalles. Esta práctica tiene arraigo en la patria chica camagüeyana, gracias a la cual se conservan la impresión en yeso de los rostros de algunos próceres, como Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño.

Desde mi ángulo de curioso y también emocionado espectador, noté el conmovido gesto de la artista, mujer de fé, su emoción y lágrimas, al llevar a cabo tan trascendente tarea.

Desde mi recuerdo de aquel día, el hecho pudo haber durado una eternidad, cuando en verdad fueron unos pocos minutos. La celeridad era imprescindible para lograr que la toma o impresión del rostro en aquella mezcla de yeso y otros aditivos fuera un éxito.

La mascarilla estuvo finalmente lista unos días después. Y hasta donde sé, fue entregada por la propia Ileana Sánchez en el Arzobispado. No puedo dar certeza al lector del lugar exacto donde se conserva actualmente. 

Tuve el enorme privilegio de contemplarla ya terminada, me impresiona recordar el rostro apacible de Mons. Adolfo como dormido en la Paz de Dios, a quien sirvió y honró con todo ser hasta el final.

Rememorar ese momento especial, es sin dudas un deber que hoy acato para perpetuar el legado y recuerdo del hombre bueno que fue Mons. Adolfo Rodríguez, primer arzobispo de Camagüey, pero ante todo, nuestro querido amigo y pastor.

Wednesday, November 13, 2024

En el Camagüey de 1905 (por Carlos A. Peón-Casas)


La Cuarta Conferencia de Beneficencia y Corrección en el Camagüey de 1905. En una crónica de El Fígaro(1).


por Carlos A. Peón-Casas



El suceso que hoy reseñamos lo recogen las páginas para nada incoloras de aquella excelente publicación literaria El Fígaro que diera nombradía a sucesos relevantes de nuestra historia, ya con presencia singular desde los tiempos coloniales allá por el año de 1884.

El convite en las tierras meritísimas del Camagüey de aquella concurrida convención giraba sobre los modos y maneras de atender a las siempre increpantes necesidades del prójimo, carente de sustentos y de aquellos que habiendo transgredido las normas de la sociedad y las leyes en algunos casos, se hacían igualmente recipientes de una atención social diferenciada.


Tal fue el propósito de aquella celebrada conferencia que trajo a la ciudad en el mes de Abril de aquel año, a un grupo nutrido y representativo en tan demandantes lides principalmente desde la capital, y al que igualmente se sumaron nombres de relevancia de nuestra ciudad.

Tres Sesiones Generales permitieron la presentación de conferencias varias. La primera en los Salones de la Colonia Española, y la de clausura en nuestro Teatro Principal.

En un segundo aparte, el cronista quiso darle pertinencia especial a una voz femenina que se alzó para hacer valer los innegables y hasta ese minuto siempre postergados meritos de su sexo: la Dra. María Luisa Dolz y su aplaudida intervención: La redención de la mujer por la educación.


Un joven médico camagüeyano hizo igualmente sus aportes según apuntaba el cronista:
El doctor Omelio Freyre quien leyó una conferencia sobre El niño y el hogar, ideas modernas, elocuencia, brillantez de estilo y rara originalidad fueron las salientes cualidades de ese trabajo que pone a su autor en un muy alto concepto intelectual(2).
El cierre de los trabajos tuvo igualmente meritorias intervenciones, el cronista así las relata:
La sesión de clausura fue una verdadera solemnidad. Nos fue dado oír en ella la palabra fácil y elegante del Sr. Ángel C. Betancourt en un bellísimo discurso que fue aplaudido extraordinariamente, lo mismo que el trabajo inédito del Lugareño, leído por su hijo, el doctor Alonso Betancourt. El distinguido doctor Luis Adam Galagarreta leyó un trabajo notable en que hizo la historia de los establecimientos benéficos del Camagüey; y por último llegamos a la vibrante oración que escuchó con deleite todo el pueblo del Camagüey allí congregado del ilustrado joven catedrático de la Universidad doctor Fernando Sánchez de Fuentes(3)
Pero no todo fueron los sucesos de nombradía académica. Igualmente en las noches, la ciudad abría sus espacios más raigales para el agasajo de los invitados, que se alojaban con todo boato en nuestro entonces muy celebrado Hotel Camagüey en los antiguos predios del Cuartel de Caballería.


Dos animados bailes tuvieron lugar. El primero organizado por el Liceo; el segundo, en la Colonia Española. El cronista se llenaba de elogios para aquella animosa y aristocrática sociedad del Camagüey de entonces que con tanto fervor agasajó a sus invitados:
(…) cómo describir aquellos saraos en que resplandecían la belleza y la hermosura legendaria de la espiritual e incomparable mujer camagüeyana. Fueron dos los bailes: uno en los elegantes salones del Liceo, refinada sociedad a la que prestan su concurso las familias más distinguidas de Camagüey; y otro, en los espaciosos salones de la Colonia Española. En ambos la animación fue extraordinaria y fuimos obsequiados con esplendidez camagüeyana, que es como si dijéramos, con el corazón(4).

Pero aún esperaba a los invitados una sorpresa de excelencias aún no imaginadas, por parte de sus anfitriones. Sería un acto de culminante derroche de los mejores saberes del arte, que los camagüeyanos sabían igualmente dispensar a manos llenas. Una gran velada artística era el colofón que el cronista ilustraba en sus páginas:
En la Sociedad Popular se efectuó una gran velada con un interesante concierto y representación de la zarzuela Niña Pancha(5). Allí admiramos una verdadera artista, la bellísima Dolores Herrero Morató, cantante de voz angelical: a sus discípulas, un coro de serafines, que cantaron el Bar razzi lucenti de la ópera Favorita. Ese encantador grupo lo componían las señoritas Matilde Peix, Victoria y Mercedes Castelló, Esther Simó, Adolfina Rodríguez, Micaela Bello, Irmina Agüero, Eugenia Fernández, Clemencia Tejero, Florinda la Herrán, M. Adela Rodríguez, Dolores y María Teresa Guerra, Rosario y Catalina Otero, Concepción Nogueras, Ángela Cosió, Mina Márquez, Nonita Vilaseca, Isabel carolina Moya, Asunción Martín, Asunción Masvidal, Catalina Recio y señoritas Legañoa(6).
Para entonces, y ya en las postrimerías de la vuelta a la capital, el cronista agradecería las gentilidades recibidas en las personas de sus más afectos anfitriones:
En primer término al distinguido Representante y notabilísimo orador, Dr. Enrique Hortsman y su culta familia, a los señores Fernández y Morell, el ex Gobernador de Puerto Príncipe, señor Rafael Vassallo, y del joven ingeniero Sr. Benavides.(…) Un recuerdo igualmente singular para la señora Eva Adam de Rodríguez; para la viuda y los hijos de Ignacio Agramonte, amigos nuestros muy cariñosos, y para el señor Aramburu, padre de nuestro querido y muy admirado compañero el ilustre escritor ausente, al doctor Omelio Ferrer, al senador Manuel R. Silva…(7)"
Para el cierre, y ya casi con el pie en el estribo del tren nocturno que los devolvía a la capital el cronista cerraría su relato con una frase de elogioso acento: 
Nada pasa tan rápido como la dicha. Los días inolvidables que pasamos en Camagüey volaron veloces…




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  1. El Fígaro. Periódico Literario y Artístico. La Habana. 30 de Abril de 1905.
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.
  4. Ibíd.
  5. La interpretación del personaje a cargo de la señorita Matilde Peix
  6. El Fígaro, Óp. Cit.
  7. Ibíd.


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Ver en el blog

Wednesday, October 30, 2024

Los pueblos olvidados… en antiguas fotos de mi abuelo Nicolás Peón. (por Carlos A. Peón-Casas)



Aludo hoy a un viaje del abuelo Nicolás y mi abuela Emilia junto a su prole, a tierras del norte villareño a mediados de los años 40.

La abuela oriunda del poblado de la Esperanza tenía igualmente parientes en la porción más al norte incluyendo Sagua la Grande, Isabela de Sagua y Caibarién.

Ya casada con el abuelo y avecinados primero en el próspero poblado de Vertientes, y luego en la ciudad de Camagüey, concurrían una que otra vez a aquellas ciudades por entonces de una vitalidad y prosperidad envidiables localizadas en aquella provincia de Las Villas.


Me sirven para acometer este viaje memorioso unas fotografías magníficas que tomará el abuelo Peón, con una maravilla de cámara de fuelle, del formato de 120 m.m., nada más y nada menos que fabricada en el Japón ocupado por los norteamericanos después de la Segunda Guerra Mundial.

La cámara que perduró en la familia con increíble vida útil, me sirvió para que en mi temprana juventud sacara con ella envidiables fotos en blanco y negro con aquellos rollos de fotos marca Orwo, de la antigua RDA y que se comercializaban en la Cuba de antes de 1989.

Las fotos del abuelo en el blanco y negro de rigor se conservan impolutas con algo de ese tinte sepia que les viene por añadidura por el tiempo ya añadido, y que las hace octogenarias por necesidad.


Las que comparto hoy corresponden a la ciudad de Caibarién y más específico a su entorno de playa anexo al movido mundo de aquel puerto de antaño.

Junto al de Isabela de Sagua, detentaban una vitalidad económica desconocida hoy, que los conectaba con destinos nacionales y otros foráneos como Miami, casi a tiro de piedra, o el mismísimo Nueva York, y cualquier otro destino de la Costa del sureste norteamericano.

Nada de lo que admiramos en las fotos del abuelo existe con exacta integridad ahora mismo.

El marasmo de la desidia y otras hierbas han vuelto a esos sitios irreconocibles, acaso quede solo el sabor salobre del mar que sigue batiendo la costa en los sitios de alguna playa muy desmejorada ya sin atractivos turísticos alguno, convertidas en páramos de nostalgia infinita.

Siempre quise mientras estuve en Cuba, conocer aquellos parajes donde los abuelos y sus hijos, se solazaron alguna vez. Por ahora es capítulo cerrado o mejor dicho asignatura aún pendiente… habrá que tener paz y mucha ciencia para acompasar esa deseable vuelta a los orígenes..esa certeza de lo que fue y no es… y que algún día podrá resarcirse y volver a lucirnos lo que nunca debió dejar de ser.

Wednesday, October 23, 2024

Camagüey en 1949, según un Plano de la ciudad (por Carlos A. Peón Casas)


El susodicho plano de aquella ciudad de finales de los años cuarenta del pasado siglo XX, era un obsequio de la firma de Amparo Rodríguez e Hijos, una ya próspera empresa dedicada al rubro de la fabricación de mosaicos, con dirección social en la calle Jesús María 120, y recogida en el Directorio Social, correspondiente a la edición de 1949.

El mapa de marras marca para el curioso lector que recorra las coordenadas de la ciudad de hace siete décadas, espacios en los que la ciudad actual ha superpuesto la nueva fisonomía de la ciudad de aquí y ahora.

Baste un recorrido a lo largo de la Carretera Central, de oeste a este, para corroborarlo. Desde el límite occidental que recoge el plano: el entonces Cuartel Ignacio Agramonte, hoy Ciudad Escolar, encontramos El Deleite, un pequeño reparto colindante con la entonces llamada Carretera de Palomino, que hoy sólo le queda el apelativo de calle, ero que para entonces todavía rememoraba la única salida que tuvo la villa del Príncipe con dirección a la capital.

Un poco más adelante, el mapa recogía un gran espacio de terreno donde sólo se acomodaban el entonces Orfanato Zayas Bazán y el Asilo Padre Valencia. Para entonces no se construía aún el edificio de la Liga contra el cáncer, conocida hoy como Hospital Oncológico, y el espacio se extendía hasta la actual Avenida de los Ancianos, y el entonces Callejón del Pollo, que hoy conocemos por Madame Curie.

Siguiendo por esa mano y colindante con el puente sobre el río Tínima se extendía una antigua finca de la ciudad conocida por San Francisco. Hoy día todo su espacio comprende las edificaciones del Politécnico de la Salud, y otras edificaciones del Reparto Previsora. 

Pasado el río se hallaba La Caridad, otra espaciosa finca urbana, de la que sería segregado luego un terreno dedicado al Hospital General, y luego de pasada la calle Martí, y el entonces Reparto Sánchez Soto, se encontraba otra espaciosa finca La Ceiba, que se extendía hacia el sur, hasta la carretera de Vertientes, o igualmente conocido desde los tiempos coloniales como Camino de Carrasco.

A mano izquierda se localizaba el reparto Prieto, cruzado por la calle longitudinal, y justo cruzando la de 20 de mayo, del lado derecho, un espacio listo para urbanizar lo que sería luego el reparto Los Pérez. Su límite entonces era el callejón del Paso de Piedras, que cruzaba sobre el Tínima en su porción sur.

La Caoba, Las Ninfas eran dos fincas que continuaban al sur, por su parte la conocida como Santa Susana se mantenía paralela a la carretera y tenía por límite el conocido Camino del Jardín, en alusión al reparto de igual nombre que llega hasta nosotros, en la margen derecha del río Hatibonico. Parte de ese gran espacio lo ocupa hoy día el popular mercado, que popularmente conocemos con un apelativo muy sugerente: El Hueco.

Luego de cruzar el Hatibonico, la Carretera Central bordeaba el umbroso Casino Campestre, teniendo al otro lado la barriada de la Caridad. Y sobrepasada esta a la altura de la calle Sociedad Patriótica, colindaba por el lado derecho con un espacio todavía no construido, donde se destacaban un par de propiedades o quintas: Villa Feliz y Milla, los terrenos que continuaban estaban marcados como propiedad de Federico Castellanos, hasta limitar con el Arroyo de Juan de Toro, colindante hacia el norte con la ya prospera barriada de Garrido.

El último punto visible en el plano en ese recorrido de la carretera hacia el este eran el reparto El Diamante, y un poco más adelante el reparto Versailles, y algún atisbo del de Jayamá. 

Hacia otros puntos geográficos descubrimos atisbos de la otrora ciudad principeña: hacia el Norte, el conocido Callejón de Pineda, enlazando por ese lado la Plaza de Méndez con lo que conocemos hoy como Reparto Puerto Príncipe, entonces, en sus comienzos de urbanización, y conocido como San José de Pineda, en alusión a la finca propiedad de aquel rico propietario del Príncipe.

Otra vía de enlace, con rumbo al Este, lo era como hoy el entonces Callejón de Quiñones, que bordeaba el reparto de Saratoga, limitando espacios no urbanizados entonces como las fincas San Andrés y la Granja San José.

Otras vías de comunicación a destacar en el plano son el Camino Viejo de Nuevitas, y el Camino Ganadero que se cruzaba con aquel en dirección al Sur.

El trazado de aquella ciudad de entonces nos sigue recordando que nuestra ancestral comarca ya tenía, una conformación que sustanciaba sus alcances como espacio singular. Siete décadas después, Camagüey se ha expandido hacia todos los puntos cardinales, desde el claro referente de aquel plan urbano primitivo que nos localizó entre los fundacionales ríos del Tínima y el Hatibonico.

Wednesday, October 16, 2024

El Censo de 1943 en Camagüey. Algunos detalles sugerentes (por Carlos A. Peón-Casas)


Resulta interesante la cercanía al que fue un concienzudo estudio poblacional en la Cuba republicana, con una precedencia de interés: la de 1931, y otros dos anteriores en 1907 y 1919 y un par de estudios de carácter electoral en 1934 y 1938, respectivamente. 

La historia de tales conteos en el periodo colonial sumaba igual un número significativo principiando en el de los años 1774 y 1792, a finales del siglo XVIII, y los correspondientes a los años 1817, 1827,1841, 1877y 1887, ya en el XIX. Poniendo fin al siglo de marras, los norteamericanos condujeron el de 1899, a raíz de su intervención militar al final de la Guerra de Independencia. 

La Cuba de entonces registraba una población de 4.778. 583 habitantes. La Habana como capital pasaba ya del medio millón (676.376). La provincia de Oriente era la más poblada del país registrando 1.356.489 habitantes. 

Para 1943 la población de la provincia de Camagüey era de 487.701 habitantes. La ciudad como tal sumaba 80.509.Una distribución más especifica estaba de acuerdo a los nueve barrios que la componían entonces en el entorno citadino, siendo el quinto barrio, correspondiente a La Vigía, el más poblado con 18.221 habitantes. 

La ciudad sumaba igualmente un grupo de barrios rurales, estos eran a saber: el de Fernando de Zayas (Pueblo Nuevo), el de Gonzalo Aristegui (Vista Hermosa), el Ignacio Agramonte (Yeguas), el Javier de la Vega (Contramaestre), el Joaquín de Agüero (Caobillas), La Avellaneda (La Yaba) y el Paco Borrero (Altagracia); territorios de los que algunos, hoy día, son parte ya del entorno citadino. 

Otras ciudades y pueblos de la antigua provincia destacaban por albergar más de mil habitantes, entre aquellas: Agramonte, Baraguá, Cascorro, Chambas, Chaparra, Ciego de Ávila (23.802), Florida, Lugareño, Morón, Nuevitas, Sibanicú, Senado y Vertientes. 

En cuanto a la composición por sexo, raza y país de procedencia, la ciudad camagüeyana se comportaba de la siguiente manera: 

La población total de 80.509 se componía de 76.772 cubanos. De ellos 37.128 varones y 39.540 hembras. Los nacidos en Cuba eran 36.540 varones y 39.497 hembras. Los extranjeros residentes eran 3737, de ellos 2526 varones y 1211 hembras. 

Un apartado que nos luce muy revelador es el concerniente al número y extensión de las familias. En ese minuto, en la ciudad agramontina se contaban 16.704 familias. El término medio de extensión de aquellas era de 4.81 personas. Entre las más numerosas contaban 28 entre 21 y más miembros; 145 de 16 a 20; 935 de 11 a 15; 915 de diez; 1247 de nueve; 1729 de ocho; 2295 de siete; 2946 de seis; 3750 de cinco, y las de cuatro miembros eran 4200. Las de entre una y tres personas per cápita igualmente superaban las 2000. 

La información recabada en aquella mirada poblacional a la Cuba de 1943, era realmente muy abarcadora. Entre aquellos datos se incluía el de la cantidad de familias en propiedad de una vivienda, las que estaban convenientemente hipotecadas, y las que estaban alquiladas. En nuestra región los números se mostraban de la siguiente manera: 

Los propietarios de viviendas en la provincia eran 14.857, y en la ciudad 5080. Las hipotecas sumaban 293 y 158, y los alquileres 32.928 y 13.332, respectivamente. 

En el área rural el comportamiento era de la siguiente manera: las fincas propias libres sumaban 4222, las hipotecadas 194, y las alquiladas 4251. 

El recuento de este particular Censo arrojaba más de una singularidad a de nuestra otrora provincia. Una primera cercanía en lo concerniente al nivel educacional o de instrucción de la población en la provincia camagüeyana demostraba un crecimiento del porciento respecto al conteo de 1931 entonces de un 72.7 a un 75.5, contando ambos sexos, en 1943. Ese porciento solo era superado por el 87.8 de la Habana, y el 79.4 de Matanzas. 

Entre las ciudades de más de 25.000 habitantes Camagüey mostraba un 92.0%, que destacaba sobre el 90.4 de 1931, sólo superada por La Habana y Cienfuegos. 

De tal suerte una tabla relataba el número de personas con títulos académicos y profesionales que en Camagüey sumaban números no despreciables. 

Veamos algunos de los más significativos. Transcribimos textualmente la distribución por sexo y raza que allí se recogía. 

Los abogados eran 321, de ellos 266 varones blancos y 25 del sexo femenino de igual raza. Los de color sumaban 17 varones y 2 mujeres. Los arquitectos eran 8, divididos en cinco hombres y tres mujeres de la raza blanca. Los dentistas eran 109: 90 hombres y 8 mujeres de la raza blanca; y entre los de color: 10 y 1 respectivamente. Los que ejercitaban la profesión médica sumaban 223, la mayoría hombres blancos (204), solo seis mujeres de igual raza y 12 hombres de color. 

El oficio de comadronas y parteros era muy popular. La cifra de aquellos era en total 1125, las primeras sumaban 449; 38 eran de color y 16 extranjeras; los hombres en aquel oficio eran mayoría a pesar de lo que siempre se ha creído que era un oficio absolutamente dominado por las féminas. Las cifran no mienten al respecto, lo ejercían 676 hombres blancos, 43 de color, 12 extranjeros blancos y 4 de color 

El oficio de maestro si era netamente dominado por las féminas. Las Maestras Hogaristas eran 126. De ellas sólo 10 eran de color, y una extranjera. Las de Kindergarten: 30, sólo una de color; y las Normalistas sumaban 641 blancas y 128 de color, los varones en tales funciones eran minoría y no sobrepasaban las dos centenas. Igualmente, 47 féminas habían obtenido un Doctorado en Pedagogía. 

Los farmacéuticos sumaban en total 159. De ese total se incluían 52 mujeres, sólo 4 de color. 

En el tan demandado y necesario oficio de la enfermería, las mujeres eran igualmente mayoría. De un total de 111; 75 eran mujeres. 

Con otras titulaciones las féminas se destacaban igualmente en los campos de Ciencias Comerciales, asuntos mercantiles e industriales, ciencias sociales y como optometristas, con una mujer en cada rama; y entre los veterinarios en activo se incluían también dos mujeres, algo realmente llamativo para la época. 

Otras ocupaciones profesionales sumaban quizás un menor número pero igualmente eran notorias en el territorio de la legendaria provincia como el caso de los aviadores o pilotos con 7 registrados, de ellos dos mujeres. Los atletas sumaban 28, y la mayoría (17) eran del sexo femenino. Los bibliotecarios solo eran 5, de ellos, todos del sexo masculino, y dos de origen extranjero. Los autores o escritores: 4, incluyendo a una fémina. Un número más crecido era el de los profesores de música y los músicos: 243 en total, incluyendo a 76 mujeres. 

Había alusiones igualmente para al amplio sector de los obreros calificados. Los más numerosos eran los mecánicos en general con un gremio de 3244. Le seguían los carpinteros y carroceros con 3119; luego los albañiles y ayudantes con 1388; les seguían a estos los zapateros y talabarteros con 1727, los dulceros y panaderos sumando 1142 eran los siguientes en la lista, seguidos de los tabaqueros y cigarreros (1082), y las bordadoras, costureras y modistas (962). Los cajistas y encuadernadores (429), los herreros y herradores, los electricistas (366), los sastres (321), los maquinistas y conductores de ferrocarril (306) eran un grupo considerable. 

Las profesiones con menos quórum incluían a los fotograbadores y litógrafos (23), los mecánicos de aviación (22), los canteros y marmolistas (20), los afinadores de pianos (21), los vidrieros, los escogedores y recolectores de esponjas, y los escogedores de tabaco, todos con siete. Con el oficio de anillador sólo se registraba una persona. 

Los obreros no profesionales eran otro grupo de significativo impacto económico en la otrora provincia camagüeyana. La cifra total ascendía a 26,588. El mayor número eran los criados y cocineros de servicio doméstico con 4196 y los choferes con 2211. Los grupos intermedios lo constituían los pintores (534), los lavanderos (329), los estibadores (308), los carniceros y matarifes (313), mineros (263) y marineros (279); y en un número más reducido los oficios de conductores de ómnibus, despalilladores y pescadores. 

Respecto a las ocupaciones laborales en la agricultura, Camagüey mostraba el mayor índice nacional con un 50.2 % en población de trece años de edad o más. El hecho se explicaba por la mayor presencia de mano de obra extranjera haitianos y jamaiquinos, braceros al servicio de las labores de la zafra primordialmente, de allí igualmente el porciento de extranjeros en la provincia era el más alto del país con un 17.5%, contra un 82.5% de los residentes cubanos. Le seguían en orden Oriente y La Habana con un 8.3 y 8.4% respectivamente. Pinar del Río mostraba la tasa más baja con solo un 2.3%. 

La cifra de obreros agrícolas ascendía a 7407, la tercera de Cuba después de Oriente y Pinar del Río. 

Del grupo de los industriales, comerciantes, transportistas y de servicios personales y similares destacaban cifras elocuentes del desarrollo de la región agramontina. 

Los comerciantes encabezando la lista. Los de carácter mayorista solo sumaban 1278, pero los minoristas eran 12.374, entendiéndose de allí la enorme cantidad de establecimientos comerciales en la ciudad y el volumen de sus empleados en funciones. 

En un segundo orden clasificaban los dedicados a servicios domésticos, de hotelería, lavanderías, tintorerías, barberías y peluquerías. El total de empleados superaba los 6600. Sólo en el servicio domestico eran más de 4000, y más de mil en las barberías y salones de belleza. La hostelería reportaba dos centenas de personas en tal giro, y la las lavanderías más de 500 

En el rubro del transporte y comunicaciones se empleaban más de tres mil personas, la mayoría empleados de los pujantes servicios ferrocarrileros con más de 2000 empleados; otra cifra destacada era la de los empleados en el servicio marítimo sobrepasando los cuatrocientos. Los camioneros y choferes de ómnibus eran también dos grupos representativos con 219 y 119 empleados respectivamente. 

La provincia de Camagüey tenía inscriptas seis empresas de ómnibus a saber en Morón, Camagüey y Nuevitas. Otros 5 porteadores de ómnibus de servicios particulares, servían a dos colegios, una clínica, una asociación de beneficencia, y la Asociación de Defensa del Término Municipal de Florida. Los porteadores del servicio público en la modalidad intermunicipal, servían en el tramo Florida- Camagüey con 12 ómnibus propiedad de Rodolfo Rodríguez, y el tramo Camagüey-Vertientes con otros tres vehículos propiedad de Lluy. 

La ciudad se conectaba además interprovincialmente con la capital y otras ciudades del oriente y occidente por medio de las empresas: La Flecha de Oro, S.A con su ruta Habana-Matanzas-Santa Clara-Camagüey con 82 ómnibus; La Santiago-Habana, S.A con viajes Habana-Santa Clara-Camagüey- Santiago de Cuba con 32 ómnibus; La Cubana, S.A con igual recorrido y 40 ómnibus en servicio, y la Cooperativa de Ómnibus Aliados, S.A ídem a la anterior. Las Líneas Hood y General por su parte servía el tramo Camagüey-Bayamo con 15ómnibus. 

Para la época igualmente se contaban en Camagüey con carreteras de segundo orden con más de cinco kilómetros. Al norte de la Carretera Central se ubicaban la de Camagüey a San Miguel pasando por San José, Minas y Nuevitas; y la de Camagüey a Guarina. Al sur de la Central: la de Camagüey a Carrasco; Camagüey hacia el Sur (Martí a Francisco hacia Guayabal); y de Marchena a Siboney. 

La aviación civil ya llegaba a Camagüey por mediación de tres aerolíneas la Compañía Cubana de Aviación, S.A; la Pan American Airways, Inc; y la Real Holandesa de Aviación mejor conocida como K.L.M, estas últimas tenían a Camagüey como destino y escala con vuelos de pasajeros, expreso y carga 

Cubana de Aviación prestaba servicios aéreos postales, de pasajeros y de carga, y tenía a Camagüey por destino intermedio directo en su ruta Habana-Guantánamo, volando luego a Manzanillo, Antilla y Santiago de Cuba; y en otra enlazando la costa norte de Cuba, con paradas en Varadero, Caibarién, Sagua la Grande, Morón, Camagüey, Puerto Padre, Holguín, Banes y Antilla. 

Otro rubro contabilizado en el Censo fue el de los servidores del gobierno que sumaban 4321 funcionarios Los empleados del Estado en la provincia y los municipios eran 2361. Las funciones de la defensa eran cubiertas por 1960 efectivos entre ejército, policía y guardia rural. 

Los servicios de recreo y similares incluían a los teatros y cines con 179 personas a cargo, y otros servicios misceláneos que empleaban a 239. 

Del acápite de los ingresos mensuales generados por las distintas profesiones quedó igualmente recogida en el Censo mucha evidencia. Veamos algunos pormenores: 

En la agricultura un salario mínimo de menos de treinta pesos mensuales era el sustento de 20.000 campesinos; mientras el más elevado de más de 300 pesos correspondía a sólo a 53 empleados. 

Un gran número de 21.870 trabajadores devengaban entre 30 y 59 pesos. Un grupo mucho menor de solo 1426 individuos percibían un salario entre 60 y 99 pesos. 

En general la presencia de personas de otras nacionalidades en Camagüey tenía igualmente cifras no despreciables. Los ciudadanos españoles en ese minuto ascendían a 20.677. De otras naciones europeas se contabilizaban 18 alemanes, 58 italianos, 271 ingleses, 168 franceses, y un grupo de 599 de otras naciones. Los norteamericanos sumaban 256 y provenientes de otras Naciones de América eran 17.839. Los chinos por entonces eran 1924 junto a 205 de otras naciones asiáticas, 194 africanos y 205 de nacionalidades desconocidas. 

En cuanto al tema de la densidad poblacional Camagüey se consolidaba con la tasa más baja de Cuba, en sus 26.346 km2, se contabilizaban 487.701 habitantes para una densidad de 18.51 %. La provincia de mayor tasa era La Habana con un 150.34 % en sólo 8221 km2. 

En la tabla que recogía la densidad de población en cada uno de los Términos municipales de la Republica la provincia camagüeyana mostraba los siguientes datos: 

La ciudad y el municipio de Camagüey solo mostraba un 8.5%, superada por Morón con un 13.6, Ciego de Ávila con un 13.4%, Santa Cruz del Sur con un 11.4%, Guáimaro (12.9%), Florida (10.9) y Jatibonico (9.9). Nuevitas y Esmeralda eran los de menor tasa con un 3.1 % y un 7.8% respectivamente. 

Una mirada a otros detalles de la vida social y cultural del Camagüey en 1943 nos muestra los más significativos arrojados por el Censo de marras. 

Las revistas y periódicos de entonces en nuestra ciudad incluían El Camagüeyano, el Boletín de la Ciudad de Camagüey, Heraldo Ferroviario, Acción, El Detallista, Cooperación, P.U.N, El Noticiero, Colombinas, Patria, Antorcha y el Bayardo. 

De acuerdo al período de publicación Camagüey mantenía ocho publicaciones diarias, cinco semanales, una decenal, y 6 con frecuencia mensual. Eso la colocaba en un tercer lugar solo superado por La Habana y Oriente. 

Otros avatares del mundo de la cultura eran significativamente reseñados. Por solo citar el de la música clásica, mostraba ya avances significativos, para aquel año lucía la ciudad una Orquesta Sinfónica dirigida por el destacado pianista clásico y excelente pedagogo musical, el Sr. Luis Aguirre Orio. La radio local, con múltiples estaciones, empleaba entonces un centenar de trabajadores. 

A no dudarlo aquel Censo de 1943 nos marca una pauta interesante. Aquella Cuba de entonces que rozaba entonces los cinco millones de habitantes a casi ocho décadas de distancia, pasa discretamente de los once, y según las predicciones más realistas nos advierten, se mantendrá en ese rango, o con mucha lógica tenderá al inevitable decrecimiento. 

Un último censo, el de 2012, mostraba a la otrora provincia camagüeyana, ya compelida a sus actuales dimensiones, con una población de 771.905, cifra que no llegó a doblar la registrada en 1943. 

El crecimiento poblacional de la ciudad capital si fue notable registrando en este último conteo 303.309 habitantes, cifra más de tres veces superior a la contabilizada casi ochenta años atrás. 

Para aquel minuto del 2012 la población femenina en la ciudad era ligeramente superior a la masculina por casi tres puntos porcentuales. 

Un dato interesante es el que corroboraba la existencia de un grupo significativo de personas centenarias en la provincia (226) y 88 en la ciudad, todos ellos oportunamente recogidos en el censo ya citado de 1943. 

Igualmente la provincia camagüeyana acusó el menor índice de densidad poblacional con solo un 50.2%.

Thursday, October 10, 2024

Otra vez el ciclón…. Elucubraciones de un cubano al paso de Milton (por Carlos A. Peón-Casas)


Milton es nuestro primer huracán floridano, aunque por supuesto no es el primero al que asistimos… porque desde nuestra infancia cubana testimoniamos la llegada y el paso de no pocos fenómenos similares. En Cuba, sabida su insular posición se les sufre con cierta paciente resignación que si no fuera trágico el asunto llegaríamos a afirmar que se hace parte de la comedia más asimétrica vivida en los des tiempos de aquella i-rrealidad

Allí como por estos lares y por las múltiples coordenada del trópico que los genera, el ciclón o el huracán según sus inevitables efectos predatorios,viene marcado por el viento y la lluvia, la marejada imparable, las ráfagas silbantes y hasta los tornados que de ocasión que se le asocian a las bandas espirales

Pero para el cubano hay otras coordenadas que distinguen si se quiere la casi universal experiencia. Es algo que se empareja con el carácter y el ánimo desprejuiciado del entorno cubensi con notas dispares entre el jolgorio permante y casi crónico donde lo serio no tiene voz ni voto, y la inoperante experiencia vital del cubano de a pie que vive condenado en siniestro ostracismo.

Lo que le antecede y le continúa es ante todo el despliegue del sentido más primitivo de asistir al peligro desde la experiencia más desafiante, casi en estado de suprema laxitud a pesar del peligro reinante, y al que se le encuentra fácil remedio cuando se descorcha la primera botella de un ron peleón o cualquier otro bebestible, y el despliegue de ollas y calderos con un condumio de magra raíz, y la música y el consabido tablero de domino para matizar la ocasión.

Con ese desparpajo tan nuestro se solapa muy oportunamente ese estadio de incesantes temores y efectos traumáticos en techos mal emparejados y viviendas precarias, sumado a cortes eléctricos, y un estado de abismante indefensión ante el aciago evento que acaece después con sus destrozos ineludibles.

Ya se sabe que donde el meteoro se ensaña no queda ni el mínimo consuelo de recuperación, y quien por desgracia lo pierde todo, ingresa ipsofacto en una categoría inenarrable, que solo un cubano pudiera entender y con mucho esfuerzo poder esbozar de la manera más inteligible posible.

Pero con la resaca a cuestas el ciclonero cubiche por llamarlo de algún modo, sale otra vez a recalibrar su dura y penosa realidad en medio de su precario existir que explícita esa otra tormenta perfecta e inacabable en la que malvive y, que por su duración temporal, parece llamada a serle eterna.

Wednesday, October 9, 2024

Estragos del ciclón en el antiguo Hotel Camagüey. Una postal de 1932 (por Carlos A Peón-Casas)


La foto es bien sugerente. Muestra los destrozos, en un sitio antológico de la ciudad puertoprincipeña, de un ciclón de triste recordación en Cuba y en especial para los santacruceños: el de 1932, con el espeluznante ras de mar, que borró del mapa al entonces floreciente pueblo del sur de la provincia camagüeyana.

Pero el sitio devastado, el arbolado jardín del patio del otrora Hotel Camagüey, en la ciudad de los tinajones, y al que alude la foto, estaba bien distante del ojo del huracán, que sin embargo, se sintió con toda su fuerza en la ciudad agramontina.

El testimonio gráfico es altamente sugerente. Las palmas despenachadas, pero aún firmemente ancladas al suelo, los pocos árboles arrasados, el antes florecido jardín, con todo el verdor desaparecido ante el azote de los fuertes vientos, que sin dudas sobrepasaron la categoría de “plataneros”. 

El amplio edificio del Hotel, luce empero sin mayores afectaciones, la sólida estructura de sus vetustos pero sólidos muros, resistieron bien los azotes de los elementos desatados en su furia ciclónica que se sintieron aquel día en la ciudad.

La desolación del bello “parque” como en su momento fue reconocido este antológico patio, suponemos duraría poco; luego del paso del siniestro el verdor volvería, y nuevos renuevos de las azotadas palmas, brotarían, y nuevas y sólidas ramas reverdecerían otra vez. 

Así, ha perdurado hasta nosotros, y así es como como lo soñamos para toda posteridad. Ante el paso de los años, y los inevitables cambios de uno u otro signo en el decursar nuestro, sigue mostrando la pujanza de una naturaleza inclaudicable, que como el anhelo inmemorial de los que lo sueñan en distantes riberas, es la misma que lo dota y engrandece de un esplendor de singular prestancia a tantos años de distancia.

Wednesday, October 2, 2024

Comunicaciones obispales en antiguo libro de la Parroquia del Santo Cristo de Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)

 

Comunicaciones obispales en antiguo libro de la Parroquia del Santo Cristo de Camagüey.[1]


por Carlos A. Peón-Casas





Son a no dudarlo documentos de sólida historicidad. Se conservan en la transcripción de la propia mano de los curas párrocos a cargo, como era costumbre de la época.

La primera es una verdadera revelación hoy día. Data del año 1916 y se relaciona con un suceso sin par en la historia eclesial cubana: el minuto en que la Virgen de la Caridad del Cobre fuera declarada como Patrona de Cuba.

El texto de la comunicación episcopal rubricada por el primer obispo diocesano Mons. Valentín Zubizarreta y Unamunzaga, fue copiado en su integridad en el libro parroquial, por el entonces párroco a cargo, el presbítero Pablo Gonfaus:
Tengo el honor de poner en conocimiento de Ud. que la Virgen de la Caridad del Cobre ha sido declarada por la S. Sede Apostólica Patrona de Cuba. A reserva de lo que ulteriormente podamos disponer acerca de la celebración de esta festividad por las presentes ordenamos a Ud. que en el primer día festivo siguiente al recibo de la presente Circular, haga cantar en la iglesia de su cargo un solemne Te Deum y explique el pueblo el alcance de tan señalada gracia.

Dios gire a Ud ms. Añs

Camagüey quince de julio de mil novecientos dieciséis.

Fr. Valentín. Obispo de Camagüey.
La segunda tiene una especial relación con la antedicha, pues tiene a la figura de nuestra Patrona, como elemento sustancial. El texto, que data del año 1928, alude a una especial peregrinación hasta el por entonces recién estrenado Santuario Nacional del Cobre según lo testimonia el obispo firmante: Mons. Enrique Pérez Serantes:
Gracias al entusiasmo y al esfuerzo del Excmo. Señor Arzobispo de Santiago de Cuba Mons. Fr. Valentín Zubizarreta y a la cooperación de todos los fieles de la República, se inauguró el ocho de septiembre del año próximo pasado el magnífico templo; y muchísimos de vosotros fuisteis testigos de la brillantez de las fiestas que tuvieron lugar con este motivo, marcando para siempre en la vida de la República un acontecimiento religioso nacional que será celebrado por la posteridad.
La invitación del obispo aspira a ver superado en número el de los peregrinos que la acometieron en aquel minuto:
Es nuestro ardiente deseo que este año se organice una extraordinaria peregrinación de toda la Diócesis de Camagüey que sobrepase en número y entusiasmo la del año pasado- Dios mediante iremos Nos al frente de ella saliendo de esta Ciudad el día 7 del próximo septiembre. Llevaremos a nuestra Señora de la Caridad, las aspiraciones y anhelos, los votos y acciones de gracias de de toda esta amada Diócesis depositando a los pies de nuestra dulcísima Madre la ofrenda de nuestro amor filial.
La Circular en cuestión, rubricada por el obispo el 3 de agosto de 1928, se encuentra asentada en el libro correspondiente bajo el número 114, por el propio padre Gonfaus, todavía a cargo de la parroquia en ese minuto.

Una tercera es igualmente un recuerdo singular para la diócesis camagüeyana. La llegada a aquella en el año de 1922, del ya citado segundo obispo residente: Mons. Enrique Pérez Serantes, que venía a sustituir a Mons. Zubizarreta, ya por entonces electo Obispo de Cienfuegos y quien fungía en ese minuto como Administrador Apostólico de Camagüey.

El texto es el oportuno aviso de Mons. Zubizarreta[2] sobre los actos de recibimiento del nuevo prelado y de toma de posesión de su nueva diócesis.

La transcribimos, al curioso lector, en extenso, pues recoge además el oportuno programa de aquellos actos, el recuerdo singular de la toma de posesión de nuestro segundo prelado camagüeyano, ya a la distancia casi efectiva de un siglo:
Camagüey veintiocho de Agosto de mil novecientos ventidos—Señor Cura del Santo Cristo-Camagüey- Muy Sr. Mío: Me es grato poner en conocimiento de Ud. que el sábado próximo dos de Septiembre a las tres cuarenticinco p.m llegará a esta Ciudad el nuevo Obispo de Camagüey Ilmo. y Rmo. Sr. Dr. Enrique Pérez Serantes[3]-Deseo que se haga el recibimiento que se merece y que señala el Ceremonial de Obispo, para lo cual propongo el siguiente programa:-Día dos a las tres y cuarenticinco p.m. saldrán las comisiones y las personas que lo deseen a la estación del ferrocarril con el fin de saludar al nuevo Prelado.-Después de las presentaciones y saludos se trasladarán a la Iglesia del Sagrado Corazón (P.P Escolapios)-donde se reunirán los fieles.-Allí se revestirá de Pontifical el Sr. Obispo y se dirigirá procesionalmente a la S.I. Catedral, cuyo acto será amenizado por una banda de música.-Una vez en la Iglesia y leída la Bula pontificia, tomará posesión de su diócesis, dirigirá la palabra al público y dará a besar el pastoral anillo, mientras se cantará el Te Deum.- Día tres a las nueve y treinta a.m. Misa Pontifical en la S.I Catedral en la que predicaré mi sermón de despedida[4].-Ruego a Ud. y a los católicos de esta Ciudad que honren estos actos con su presencia.-Dándole anticipadas gracias por su asistencia, queda de usted atento y S.S. Fray Valentín, Obispo de Cienfuegos y Admor. Ap. de Camagüey.
La complementación del suceso nos llega igualmente desde la prensa de la época, en un ya inencontrable recorte de El Camagüeyano que data del lunes 4 de septiembre de aquel ya precitado año de 1922.

La crónica la firma el reconocido periodista Alfredo Correoso Quesada, ubicada en su aparte de Mundo Social, sección fija del diario a su cargo.

La compartimos con el amable lector ya como oportuno colofón a un suceso de especial raigambre conectado con la memoria de nuestra irrenunciable catolicidad.
Fue en la tarde del sábado. Una numerosa concurrencia, en la que hallaban representadas todas las clases sociales de Camagüey, acudió al templo del Sagrado Corazón de Jesús, desde donde salió la gran manifestación con dirección a la S.I. Catedral, después de haberse revestido con todos los ornamentos pontificales Monseñor Pérez Serantes. Portaban el palio nuestra primera Autoridad Municipal, señor Godofredo Peláez y los miembros del Consejo Supremo de San Agustín 1230, de la Orden de los Caballeros de Colón, señores Armando Pradas de Latorre, Jefe de Obras Públicas; Juan Albaijés, Dres. Fernando Martínez Lamo y Juan Gallardo y Mr. Sheils. De Diáconos los PP. Miguel Simón y Timoteo Amirall, de la Comunidad Calasancia. Después de prestar el juramento de rúbrica ante al Ilmo. Mons. Valentín Zubizarreta Unamunzaga, Obispo de Cienfuegos, ocupó el nuevo prelado de la diócesis camagüeyana, la sagrada cátedra, en la que pronunció un gran discurso lleno de erudición, dando las gracias al pueblo de Camagüey, por el recibimiento que le había dispensado. Monseñor Pérez Serantes se encontraba muy emocionado, y tuvo momentos en que apenas pudo pronunciar sus frases llenas de elocuencia, que cautivaron al numeroso auditorio. Entre las distintas representaciones que allí vimos recordamos la del Club Rotario de Camagüey, integrada por los señores doctor Isidro de la Herrán, Enrique Garciarena, Casildo López y Manuel Estévez. De la Colonia española su Presidente Don Manuel Bustamante (…)El señor Cónsul de España, Don Juan Mata Barrios.(…)una comisión de la barriada de ultrapuente[5], señor Gregorio Zazua, Ricardo Hernández, Manuel Amador y otros. Los curas párrocos de la Caridad, Santa Ana, San José y el de Nuevitas. Ricardo Vicente, Miguel Castelar y José Valentí, Escolapios; Hermenegildo, Elías, Eusebio, Valentín y Daniel, Carmelitas; Felipe de la Cruz, Salesiano y el Padre Sosa, Marcelino Basaldúa y Antonio Salas Royano. Y el señor Miguel Peyrellade, en representación del Sr. Mariano Aramburo y Machado, Rector de la Academia de Ciencias Sociales de la Habana. Dio término el acto con el besamano, repartiéndose elegantes recordatorios de la consagración de Mons. Pérez Serantes (…)”[6]





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[1] El autor agradece el acceso a estos documentos fotocopiados de los originales, y que ha puesto bajo su mirada el atento amigo Enrique Palacios Caraballo, cuidador en su minuto del Archivo de la parroquia del Santo Cristo.
[3] “Enrique Pérez Serantes “hechura de Mons. Zubizarreta”. Recibió la consagración episcopal en la catedral de Cienfuegos el 13 de agosto de 1922 siendo consagrante principal Mons. Valentín, asistido por Mons. Severiano Sainz, obispo de Matanzas y por Mons. Manuel Ruiz, obispo de Pinar del Río. En Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita, Obispo, Teólogo. Antonio Unzueta. Ediciones El Carmen. Vitoria, 2006.p.180-181
[4] Mons. Zubizarreta tomó oficialmente posesión de la Diócesis de Cienfuegos el 13 de agosto de 1922. Había sido “preconizado obispo residencial” el 24 de febrero de 1922. El día 3 de septiembre fue la fecha escogida para que Mons. Zubizarreta hiciera el traspaso de las responsabilidades pastorales al nuevo obispo y se despidiera de su grey camagüeyana. Todavía se quedó unos días acompañando al nuevo obispo y compartiendo con el sus experiencias. El día 6-salió de esta para su Diócesis de Cienfuegos acudiendo numeroso público a la estación a recibir su última bendición (Aromas del Carmelo) En Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita, Obispo, Teólogo. Antonio Unzueta. Ediciones El Carmen. Vitoria, 2006. pp. 180-183
[5] El subrayado es mío. No deja de ser llamativa la curiosa frase del cronista para definir la ya populosa barriada de la Caridad.
[6] El Camagüeyano. Lunes 4 de septiembre de 1922. Mundo Social por Alfredo Correoso, página octava.

Wednesday, September 18, 2024

El hotel del abuelo Peón. (por Carlos A. Peón-Casas)


Me emociona remontar desde esta orilla floridana que me acoge, estos recuerdos familiares que se asocian al minuto en que mi abuelo Nicolás le pusiera ganas al empeño de regentar su propio hotel: aquel pequeño y modesto Hotel Europa, pero a la vez muy bien posicionado, compartiendo edificio con el bien conocido Hotel Plaza, y justo afrontando ambos la bien movida estación de ferrocarriles de aquel Camagüey de los años 40’s.

Hoy la motivación del recuerdo es doble porque acompañó el relato con fotos muy sustantivas de aquel su emprendimiento hotelero, conservadas por mi tía Ana María en la casa solariega de García Roco, que ilustran muy bien esta rememoración de tantos afectos.

Para los camagueyanos de aquel minuto vital que sean felizmente ahora mis lectores, se que tal memorabilia les atraerá montones de recuerdos. Y aunque por mi edad solo reporto de oído sobre aquella impronta de mi abuelo,la emoción igual me embarga, al contemplarlas y compartirlas.


El abuelo afrontó aquel emprendimiento asociado con un amigo el Sr. Riestra, y sus empeños duraron por casi una década. El espacio hotelero tenía no más de una docena de habitaciones y un salón comedor y un bar muy bien puestos.


El sitio era oportuno para cualquier viajero de paso por la ciudad, muchos de aquellos “viajantes de comercio” que hicieron parte de su clientela más habitual. Sus precios razonables y su comida de primera eran un plus para los recién llegados por tren a la ciudad agramontina.

El abuelo Peón además de regentar el sitio daba toques mágicos al menú, bien re conocidas por todos sus facetas de inspirado chef, y que por entonces preparaba un experto cocinero el Sr. Garcia a cargo de tales menesteres culinarios.

Antes del Europa el abuelo había emprendido en el giro de las bodegas junto a su inolvidable padre mi bisabuelo José Peón, inmigrante asturiano y residenciado junto al abuelo primero en el Poblado de Piedrecitas, y luego en el cercano central Vertientes, donde el abuelo Nicolás tuvo su propia Refresquera y, donde igualmente se casó con la abuela Emilia y vio llegar al mundo, a sus dos primeros vástagos: mi padre Nicolás Jr. y mi tío Juan José.


El Europa fue un minuto importante a no dudarlo para la economía familiar, que le permitió al abuelo comprar la casa solariega en la barriada de Beneficencia, y aupar los estudios de sus hijos en el prestigioso Colegio de los Hermanos Maristas. Luego como todo en la vida, vinieron tiempos de “vacas flacas” y para el año 1957 el abuelo vendió su parte del negocio y puso entonces un Bar, el San Antonio, en la popular Plaza de la Caridad, el mercado homónimo de la Carretera Central y la calle Cuba en la barriada del mismo nombre.

Allí laboró mi padre de asistente suyo mientras hacía sus estudios de bachillerato en el cercano Instituto. Pero nada es para siempre, y también el bar se le esfumó un buen día, tal cual tantos otros pequeños y prósperos negocios de la ciudad y del país, cuando después del 59, fueron autoritariamente intervenidos, y hasta allí las clases… Pero como dice el adagio recordar es volver a vivir, y se que el bueno de mi abuelo Nicolás junto a su adorada Emilia y mi padre Nicolás Jr, desde el Cielo, dan su bendición a mis actuales empeños y sueños de exiliado.

Wednesday, September 11, 2024

El Bar del Hotel Plaza. Una postal “refrigerada” (por Carlos A Peón-Casas)



Hemingway, no lo conoció, porque visitó la ciudad de Camagüey en la década del 40, justo diez años antes más o menos, antes que el Sr. Grossman, el dueño del conocido hotel homónimo tuviera la feliz idea de abrir el primer bar “refrigerado” de la ciudad de los tinajones, entiéndase con aire acondicionado incluido, un ambiente que quizás el gran narrador de pesos pesados de El Viejo y el Mar, hubiera preferido en la cálida ciudad que conoció una década antes, y quizás hubiera re- escrito con todo gusto un antiguo cuento suyo, de tema español, con el sonoro título de Un lugar limpio y bien iluminado (refrigerado)… qui lo sa ?

Lo cierto es que esta ya añeja foto recrea el ambiente del confortable Bar Plaza, más o menos ubicado en la misma locación que el actual que corre desde la entrada izquierda del hotel hasta la Plaza de Van Horne. 

En aquel tiempo se trataba de un lugar de muchas campanillas, y estaba seguramente muy bien dotado a qué dudarlo. Los usuarios consuetudinario del sitio lo visitaban paladear alguna cerveza Cristal, Polar, o Hatuey, las más populares de antaño, o echarse al coleto un buen brandy Fundador, o un buen Ron Castillo.

Hoy todo aquello es pura memoria. Pero dice el dicho que recordar es volver a vivir. Para quienes fueron sus habitué, esta página puede tener el sabor siempre anheloso de las cosas lastimosamente ya idas, pero siempre perdurables en la memoria de las mejores emociones. Mientras tanto, alzaré mi copa con lo que pueda llenarla, y brindaré por Papa, que no tuvo la suerte de haber conocido aquel bar donde seguramente se hubiera sentido, como en tantos otros a lo largo de su vida, enteramente a su aire.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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