El sábado 31 de mayo de 2025 acudí al Teatro Jackie Gleason, de la ciudad de Miami Beach, para ver el espectáculo titulado Don Quijote Suite por el Ballet Clásico Cubano de Miami / Cuban Classical Ballet of Miami, bajo la dirección del Maestro Eriberto Jiménez, que en su primera parte incluyó tres ballets sin relación con Don Quijote: el “pas de trois de las odaliscas”, del ballet El corsario; el solo Narciso y el pas de six del ballet Esmeralda.
El pas de trois de las Odaliscas, del ballet El corsario, con coreografía de Marius Petipa y música de Adolphe Adam, fue bailado por Natalie Álvarez, Eleni Gialas y Elena Victoria, las tres con gran virtuosismo técnico, musicalidad y ejemplar sincronización, sin que el deficiente trabajo de iluminación de los encargados del teatro las pudiera sacar de su admirable concentración.
Eleni Gialas, Natalie Álvarez y Elena Victoria,
en “el pas de trois de las odaliscas”
del ballet El corsario.
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A continuación, Ariel Morilla salió a escena para interpretar el solo Narciso, inspirado en el mito griego homónimo – “uno de los mitos griegos de mayor vigencia, clave en los tiempos del ego”, según palabras al respecto de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso–, con música de Nikolái Tcherepnin y coreografía de Eriberto Jiménez; un trabajo muy atractivo que Morilla asumió con gran entrega y adecuada proyección escénica, por ser un personaje que se enamora de sí mismo, al verse reflejado en el agua de un estanque; un drama profundo sobre cómo uno se puede meter tan, tan dentro de sí mismo, que puede llegar a desaparecer como Narciso.
Ariel Morilla como Narciso.
Narciso, Caravaggio (1597-1599)
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Después de la “desaparición” de Ariel en el piso “ensombrecido” del escenario (no sé si por intención del coreógrafo o de nuevo por el pésimo trabajo de iluminación del teatro), correspondió al pas de six del ballet Esmeralda, con música de Cesare Pugni y coreografía de Jules Perrot, concluir la primera parte de la función, con Liván Rodríguez y Natalia Duque en los papeles protagónicos del capitán Phoebus de Châteaupers y Esmeralda, y Deja Darbonne, Natalia Rocamonde, Leya Simone y Kyra Werbin como sus acompañantes en dicho pas de six.
Natalia Duquey Liván Rodríguez
como Esmeralda y el capitán Phoebus.
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Aunque siguieron los problemas de iluminación ya mencionados, ello no afectó que tanto Natalia como Liván brillaran en sus personajes (no en balde son una pareja enamorada en la vida real, como los que tan lucidamente les tocó aquí encarnar), muy bien secundados por las 4 “parisinas” ya mencionadas.
Natalia Duquey Liván Rodríguez
como Esmeralda y el capitán Phoebus.
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Y después de ese París de Víctor Hugo, Esmeralda y Phoebus, tras un adecuado intermedio, pudimos viajar –sin movernos de nuestras lunetas–, a la región española de La Mancha, con sus arquetípicos molinos de viento –y el inevitable pensamiento en el exquisito queso manchego–, gracias a la magia del ballet, con Don Quijote Suite, música del austríaco Ludwig Minkus y coreografía editada por el maestro Eriberto Jiménez sobre la original de Marius Petipa.
Como no se ofreció el ballet Don Quijote completo, sino una suite editada y reducida del mismo, comenzaré mi reseña precisamente cuestionando la edición realizada, en la que se omitió al tabernero Lorenzo, padre de Kitri, opuesto a su noviazgo con el barbero Basilio –para en su lugar casarla con el rico y amanerado francés Camacho–, lo cual desencadena toda la acción posterior: huída de los enamorados, apresamiento por parte de los enviados por Lorenzo e intento de forzada boda de Kitri con Camacho, frustrada por el fingido suicidio de Basilio y la oportuna intervención de Don Quijote, con la feliz boda de Kitri y Basilio al final.
Estimo que fue muy abrupto el paso del primer acto, sin Lorenzo ni Camacho, a la escena del sueño del Quijote con su amada e idealizada Dulcinea y las dríadas, y de ahí ya a la mencionada boda al final, sin el simpático episodio previo del fingido suicidio de Basilio y la intervención del Quijote a favor de los enamorados.
Luego de este comentario sobre la edición del argumento en esta suite, paso a reseñar a los bailarines, que al igual que en los tres ballets ya comentados, sufrieron la misma falta de una adecuada iluminación en todas sus escenas, pero sin el menor menoscabo en su ejemplar desempeño artístico.
Marizé Fumero y Andrew Vecseri, como Kitri y Basilio, le dieron a sus personajes protagónicos la frescura y la vivacidad que ambos demandan, amén de un adecuado virtuosismo técnico, con excelentes cargadas incluidas.
Marizé Fumero y Andrew Vecseri
como Kitri y Basilio.
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A su vez, Natalie Álvarez ratificó con su Mercedes que es una bailarina con una técnica y una presencia escénica muy notables, mientras que a Ariel Morilla, como el torero Espada, le faltó a mi juicio “sentirse” más en el personaje, para estar a la altura de su brillante compañera, así como resaltar más entre el resto de los toreros, entre los cuales Ihosvani Rodríguez fue sin dudas el más “majo” –y un potencial Espada de lujo para próximos Quijotes.
Marizé Fumero y Andrew Vecseri
como Kitri y Basilio,
con majas y majos detrás.
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Como siempre acostumbra, el gran bailarín de carácter Jesús Sanfiel le imprimió a su Don Quijote la dignidad y el empaque requeridos, muy bien secundado por Enrique Villacreses como su fiel e inseparable escudero Sancho Panza.
El gran bailarín de carácter Jesús Sanfiel
como Don Quijote.
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En resumen, una buena y decorosa función que, pese al desastre de la pésima iluminación imputable al teatro, volvió a ratificar que el ballet tiene sólida casa en Miami y que todos juntos podemos enfrentarnos a los molinos de viento como hizo el Quijote y hasta vencerlos.
Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por tanta entrega y devoción por el ballet y el arte en general, fiel continuador del legado del inolvidable Maestro Pedro Pablo Peña.
Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO & ACE Miami
Hialeah, 9 de junio de 2025.
Fotos: Ismael Requejo.