El- ¡Esto es insufrible!... ¡Nunca estás lista por las mañanas!
Ella- ¡Ni tú por las noches!...
(Bohemia. Noviembre 1927)
- “Ud dijo Across the River..” Papa le confirmó:- Es correcto. Ese es el título. Con una pequeña ayuda de Stonewall.- Across the River and Into the Trees?Hemingway me espetó extrañado:- ¿Lo conoces?-Bueno así es, señor. Esas fueron las palabras del moribundo Stonewall Jackson. Crucemos el río y descansemos a la sombra de los arboles.Lo que dije sonó tan personal para Hemingway que me dijo muy animado:- ¿Cómo demonios sabes eso?-Douglas Southall Freeman, señor… traje los tres volumenes a Cuba conmigo.-No me digas. Libros muy pesados- Así es señor- Bueno, no me impresionas hijo, yo también los leí.Era sin dudas una nueva intimidad. Compartimos su famosa mueca.
Delante de nosotros estaba la casa -Finca Vigia- y justo más allá una sutil construcción como un faro, que Roberto me había dicho el escritor usaba algunas veces como segunda oficina. Juan hizo una aproximación al frente de la casa y dijo sus primeras y últimas palabras: “Estamos aquí”. Hemingway hurgó en sus bolsillos y exclamó: Donde diablos están las llaves? Toco el timbre. Y luego lo hizo dos veces más. Mary Welsh Hemingway nos recibió con una postura decidida. Tenía el cabello crespo y corto, facciones firmes, y una actitud suficiente. Era la cuarta esposa, y Roberto que sabía muchas cosas, me había dicho que era la menos domesticada de todas. Siguió un curioso silencio. Marido y mujer parecían medirse el uno al otro. Yo tenía la sensación de que ella estaba molesta y que él trataba de explicar lo que había hecho. El momento se hizo más agudo cuanddo Hemigway, intentando salvar la situación dijo: Traje a los muchachos para almorzar… La próxima vez que traigas a tus compinches a almorzar me avisas antes… Lo interesante acerca de aquel diálogo fue que las palabras escalaron a los extremos más extremos.Pero la pareja aunque intercambiaban invectivas mantuvo una civilidad a toda prueba mientras se conducían a sus respectivos sitios. Hemingway mostró sus sitios a los invitados, Mary ocupó el suyo sin prestarnos atención a mi ni a Roberto. Por nuestra parte, agachamos las cabezas, y no fuimos parte de las hostilidades.
El almuerzo fue servido por dos damas que entraban y salían de la cocina portando los decantadores de vino, hogazas de pan y ensaladeras. Durante un respiro, Roberto tentativamente entró al ruedo sosteniendo su copa, pero sin alzar mucho, para evitar la presunción de una incursión extraña, y acotó a sotto voce: Me recuerda los Jumilla.-Uno de los mejores de España, redondeó Hemingway. Mrs Mary quien al momento solo bebía agua añadió: A mi me sabe a orine”. A pesar de su exuberante descripción yo comencé a disfrutar la comida. Hemingway comentó por su parte:- Tú no sabes lo bueno que es un vino hasta que no te bañes en él. Como con el piss.Aquí brindo con el orine, dijo Roberto, y Hemingway se sintió divertido con el aporte, porque Mrs hemingway no oyó la frase, y no le hubiera hecho mucha gracia si la hubiera escuchado… Hemingway volvió a servirnos, y respiramos aliviados. Convulsivamente y tras las servilletas, Roberto y yo intentábamos contenernos. Habíamos salidos parcialmente liberados, y la Sra Hemingway nos fulminó con su mirada.