Showing posts with label Juan Pablo II en Cuba. Show all posts
Showing posts with label Juan Pablo II en Cuba. Show all posts

Thursday, September 5, 2024

Juan Pablo II, el maratonista de Dios. Conmemorando el 37 aniversario de su visita a Miami. (por Teresa Fernández Soneira)

Detalle del monumento a SS san Juan Pablo II
 en el Santuario de Fátima, en Cova da Iría,
 Portugal. Foto cortesía Margarita Fresco ©
----------------


"Que todos los pueblos te alaben" (Salmo 67).



Juan Pablo II fue el primer Papa eslavo, no-italiano, en ocupar la sede de San Pedro. Antes de ser sacerdote se le conocía como Karol Wojtyla. El joven Karol sufrió mucho en sus años jóvenes cuando antes de cumplir 20 años perdió a sus padres y a su hermano. Además, creció en Polonia durante las ocupaciones soviética y nazi, y supo lo que era vivir bajo la opresión del comunismo. A pesar de tantas dificultades, Wojtyla nunca perdió la fe, y la providencia lo llevaría a escoger el sacerdocio como vocación en la vida. De sacerdote se convertiría en obispo auxiliar, luego cardenal y finalmente en papa de la Iglesia católica, posición en la que permanecería 26 años, siendo su papado el tercero más largo de la historia.

Monumento a Juan Pablo II en Cracovia,
 Polonia, ciudad de su nacimiento.
 Foto cortesía Margarita Fresco ©
-------------

Juan Pablo II realizó 104 viajes apostólicos internacionales; recorrió 775,000 millas. Le dio la vuelta al mundo 31 veces; visitó unos 129 países y pronunció más de 1,500 discursos en diversos idiomas. Los periodistas lo apodaron el "Maratonista de Dios", "Globe Trotter de la Fe", y también "Huracán Wojtyla". Este viajar del Papa provocó chistes en el Vaticano. Uno de los más populares fue: "¿Cuál es la diferencia entre Dios y el Papa?” Pues que Dios está en todas partes, pero el Papa ya estuvo". Su Santidad dijo que un papa no puede ni debe quedarse encerrado en el Palacio Apostólico, centro de la cristiandad. El centro para Juan Pablo II fue siempre un punto móvil: ayer estaba en Roma, y antes de ayer en América Latina o en África. Al entrevistarlo recalcaba que "Hay que vivir para viajar y viajar para vivir... y si Dios me lo permite, iré a la mayoría de los lugares que se me inviten". Su Santidad Juan Pablo II era tan talentoso que hablaba 8 idiomas: polaco, latín, italiano, español, portugués, francés, inglés y alemán, además de varios dialectos. Los aprendió porque quería llevar la Palabra de Dios al mayor número de personas posible. Sin lugar a duda, cumplió con el mandato de Cristo: "Id y predicad por todo el mundo."

Sus viajes comenzaron en 1979 con la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla. El haber sido invitado a México motivó que seis meses más tarde fuera recibido por el régimen comunista polaco. Desde entonces la lista de recorridos fue siendo cada vez más extensa. Aplaudido como nadie en todos los continentes, el Papa fue el único líder capaz de movilizar a millones de personas, y fue el personaje más visto físicamente en el mundo. Se calcula que durante su papado lo vieron unos doscientos millones de personas. Después de este maratón apostólico podríamos quizás preguntarnos: ¿cuáles fueron los resultados de estos viajes? ¿qué dejó el Papa, san Juan Pablo II, ¿en tantos países visitados? Aparte de su gran labor evangelizadora, uno de los resultados más positivos fue el de dar un nuevo vigor a las iglesias locales. En muchas, el entusiasmo del momento quedó bien encauzado hacia un compromiso serio como una catequesis profunda, o una renovación de la pastoral.

Casa donde vivió en esta casa de 1951-1967
 en Cracovia, Polonia, ahora museo.
 Foto cortesía Margarita Fresco ©.
------------------

El Papa Karol Wojtyła llegó a confesar que viajar le había dado la posibilidad de entender situaciones que solo conocía superficialmente, ensanchando así sus horizontes, sintiéndose evangelizado el. Peregrino incansable, este papa fue un verdadero cruzado, defensor del ser humano, de la vida y de un mundo más justo y pacífico donde reine el amor, situando a Cristo siempre en el centro: Jesucristo ayer, hoy y siempre, fue su lema. Estando una vez cerca de la frontera rusa dijo: "No se puede excluir a Cristo de la historia del hombre en ninguna parte de la tierra." Y en su último viaje a la República Dominicana, comentó: "Avanza América hacia Cristo... ábrete a la Buena Nueva que libera y salva."

Habiendo vivido bajo el comunismo en su país, siempre alertó sobre la amenaza de esta ideología como una gran causa del mal en el mundo que estaba destruyendo la libertad y la dignidad humanas. Luego siendo Papa comentó que el comunismo no ofrece las condiciones que permiten al ser humano vivir una vida como fue creado por Dios. “La falta de libertad religiosa en el comunismo es el primer defecto del sistema. La libertad de expresión y religión es esencial requisito de cada persona”, dijo Juan Pablo II.

Juan Pablo II en Miami, bajo la lluvia,
10 de septiembre, 1987. Foto de Internet.
-------------'

Yo recuerdo haber visto al Papa aquí en Miami, durante su visita a nuestra ciudad el 10 de septiembre de 1987. Van a ser ya 37 años de aquel gran evento. Además de los miles de fieles que fueron a recibirlo, la lluvia torrencial lo acompañó casi todo el tiempo, teniendo que dejar de predicar la homilía durante la misa por los rayos y el viento que no dejaban de castigarnos. Pero a pesar de todo, hasta en la lluvia está Dios mismo, y Juan Pablo permaneció en silencio junto al altar mientras el coro cantaba "Aleluya", la multitud seguía de pie bajo los torrenciales aguaceros, y gritaba: "¡No, no!" Finalmente, el Santo Padre se retiró a la sacristía detrás del altar y allí, junto a cardenales y obispos, concluyó la Santa Misa. Pero un grupo de fieles se mantuvieron cerca del altar, llorando, rezando y llamándolo. Casi una hora después, cuando ya había cesado la fuerte tempestad, el Papa salió a bendecirlos.

A pesar de su trabajo regular y de sufrir un atentado grave en la Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, el pontificado de san Juan Pablo II (1978-2005), se distinguió por el trabajo ininterrumpido: visitó 317 parroquias en Italia; escribió 14 encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas, 45 cartas apostólicas. También publicó 5 libros. Realizó 147 ceremonias de beatificación, 51 canonizaciones con un total de 482 santos. Convocó a 15 asambleas del Sínodo de los obispos. En audiencias generales participaron más de 17,600,000 de peregrinos. No olvidemos también que realizó 38 visitas oficiales, 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado, y 246 audiencias y encuentros con primeros ministros(1).

El Papa falleció el 2 de abril del 2005. Muchos enseguida pidieron que fuera canonizado; decían que había sido un verdadero santo. El proceso de canonización en la Iglesia católica requiere dos milagros. El primer milagro atribuido al Papa Juan Pablo II fue la curación de la Hermana Marie Pierre por la enfermedad de Parkinson, quien pidió la intercesión del Papa. El segundo milagro fue el de Floribeth Mora Diaz de Costa Rica quien, por un daño cerebral que le había causado un aneurisma terminal, quedó sanada bajo la intercesión del Papa. Con estos dos milagros, la Iglesia canonizó a Juan Pablo II el 27 de abril de 2014.

Monumento a SS Juan Pablo II, en Cracovia,
 Polonia, cerca de la casa donde vivió el Papa
 durante su infancia. 
Foto cortesía de Margarita Fresco ©
-----------------

A grandes rasgos este fue el papado de san Juan Pablo II. El Papa polaco logró esparcir por los caminos del mundo el mensaje redentor para que Cristo fuera más conocido, más amado y servido en su Iglesia. Al despedirse de Miami en 1987 nos dijo: “Orad por mí, para que al abrir mi boca se me conceda la palabra para dar a conocer con franqueza el misterio del Evangelio... para anunciarlo con toda libertad, y para hablar de él como conviene” (Ef. 6, 19). Y terminó diciendo: “En este momento elevo mi oración de modo especial por todos aquellos de entre vosotros que han contribuido a construir y mantener la fe en esta Arquidiócesis”(2).

Hoy que celebramos el 37 aniversario de su visita a Miami, más que nunca necesitamos orar a san Juan Pablo II por la paz del mundo, por el fin del comunismo ateo, y porque el amor de Dios reine en esta sociedad tan alejada de Él. San Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!




--------------
1. La Santa Sede, https://www.vatican.va/content/vatican/en.html.

2. Dicasterio per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana, Viaje Apostólico a los Estados Unidos de America y Canadá.



Agradezco a la fotógrafa cubana, Margarita Fresco residente en Barcelona, España, su colaboración con algunas excelentes imágenes que acompañan este texto.





------------------
Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos. Relatos y Evocaciones. Antología 1986-2023.

Wednesday, January 24, 2024

Memorias de un encuentro con Juan Pablo II. Encuentro con el clero, religiosos y religiosas, seminaristas y laicos comprometidos. Catedral de La Habana. Enero 25 de 1998. (por Carlos A. Peón-Casas)


Fue el penúltimo acto oficial en Cuba durante aquella inolvidable visita del hoy San Juan Pablo II, el entonces pontífice máximo de nuestra Iglesia Católica.

Los congregados entre los que tuve la dicha de estar incluido, junto a otros hermanos laicos camagüeyanos y de otras diócesis, abarrotamos los asientos y pasillos laterales de la catedral habanera, aquella tarde lluviosa de aquel enero memorable.

El Papa hizo entrada desde la Plaza de la Catedral, donde estrechó las manos de muchos fieles allí congregados, avanzando por el pasillo central de la catedral, mientras el coro entonaba el Tu est Petrus.

Apoyado en su báculo, reflejaba en su rostro el lógico cansancio de una semana de intensisima actividad, pero al mismo tiempo, en su mirada, inolvidable para mi y para todos, y en sus gestos, se leían con claridad los signos del Espíritu, la fortaleza inquebrantable de aquel hombre cargado de años pero también de esperanzas y sueños para aquella grey que lo aclamaba hasta el paroxismo.

Luego de acercarse a la Capilla del Santísimo acompañado del cardenal cubano y Arzobispo de La Habana Jaime Ortega y donde dedicó unos minutos a la oración, Juan Pablo II se acercó al altar mayor y presidió aquella Celebración de la Palabra en la que ofreció a los congregados un discurso que aún resuena en nuestra memoria.

Luego de haberse dirigido a los sacerdotes, consagrados y seminaristas, dedicó a los laicos allí presentes unas sentidas palabras:
A los laicos aquí presentes, que representan a tantos otros, les agradezco su fidelidad cotidiana por mantener la llama de la fe en el seno de sus familias, venciendo así los obstáculos y trabajando con valor para encarnar el espíritu evangélico en la sociedad... La tarea de un laicado católico comprometido es precisamente abrir los ambientes de la cultura, la economía, la política y los medios de comunicación social para transmitir... la verdad sobre Cristo y el hombre.. Los animo a seguir en este camino, que es expresión de la vitalidad de los fieles y de su genuina vocación cristiana al servicio de la verdad y de Cuba.
La celebración concluyó con la bendición apostólica y desde la catedral su Santidad se trasladó directamente al aeropuerto Jose Martí, donde fue despedido formalmente.

A las siete y media de la tarde noche de aquel domingo, el avión de Alitalia levantaba vuelo.

Junto a mis hermanos camagüeyanos y de otras diócesis, congregados ante el televisor que transmitía el acto, en el sitio que nos sirvió de alojamiento, fuimos testigos de su partida.

Mientra el avión ganaba altura sobre el cielo cubano, nuestras voce se unieron en una oración agradecida a Dios por aquella única e inolvidable experiencia.



----------------

ENCUENTRO CON EL CLERO, RELIGIOSOS, RELIGIOSAS, SEMINARISTAS Y LAICOS.

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Catedral de La Habana
Domingo, 25 de enero de 1998



Amados Hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio,
amadísimos religiosos y religiosas,
seminaristas y fieles:

1. Cuando faltan pocas horas para concluir esta Visita pastoral, me llena de alegría tener este encuentro con todos Ustedes, que representan a quienes, con gozo y esperanza, con cruces y sacrificios, tienen la apasionante tarea de la evangelización en esta tierra, caracterizada por una historia tan singular.

Agradezco las amables palabras que me ha dirigido el Señor Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, haciéndose portavoz de los sentimientos de afecto y estima que nutren Ustedes hacia el Sucesor del Apóstol Pedro, y quiero corresponder a ello renovándoles mi gran aprecio en el Señor, que extiendo a todos los hijos e hijas de esta Isla.

2. Nos congregamos en esta Catedral Metropolitana, dedicada a la Inmaculada Concepción, en el día en que la liturgia celebra la Conversión de San Pablo, quien, camino de Damasco, recibió la visita del Señor Resucitado y se convirtió de perseguidor de los cristianos en intrépido e infatigable apóstol de Jesucristo. Su ejemplo luminoso y sus enseñanzas deben servirles como guía para afrontar y vencer cada día los múltiples obstáculos en el desempeño de su misión, a fin de que no se debiliten las energías ni el entusiasmo por la extensión del Reino de Dios.

En la historia nacional son numerosos los pastores que, desde la inquebrantable fidelidad a Cristo y a su Iglesia, han acompañado al pueblo en todas las vicisitudes. El testimonio de su entrega generosa, sus palabras en el anuncio del Evangelio y la defensa de la dignidad y los derechos inalienables de las personas, así como la promoción del bien integral de la Nación, son un precioso patrimonio espiritual digno de ser conservado y enriquecido. Entre ellos, me he referido en estos días al Siervo de Dios Padre Félix Varela, fiel a su sacerdocio y activo promotor del bien común de todo el pueblo cubano. Recuerdo también al Siervo de Dios José Olallo, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, testigo de la misericordia, cuya vida ejemplar en el servicio a los más necesitados es un fecundo ejemplo de vida consagrada al Señor. Esperamos que sus procesos de canonización se concluyan pronto y puedan ser invocados por los fieles. Otros muchos cubanos, hombres y mujeres, han dado asimismo muestras de fe, de perseverancia en su misión, de consagración a la causa del Evangelio desde su condición sacerdotal, religiosa o laical.

3. Queridos sacerdotes: el Señor bendice abundantemente su entrega diaria al servicio de la Iglesia y del pueblo, incluso cuando surgen obstáculos y sinsabores. Por eso aprecio y agradezco su correspondencia a la gracia divina, que les llamó a ser pescadores de hombres (cf. Mc 1, 17), sin dejarse vencer por el cansancio o el desánimo producidos por el vasto campo de trabajo apostólico, debido al reducido número de sacerdotes y a las muchas necesidades pastorales de los fieles que abren su corazón al Evangelio, como se ha visto en la reciente misión preparatoria de mi Visita.

No pierdan la esperanza ante la falta de medios materiales para la misión, ni por la escasez de recursos, que hace sufrir a gran parte de este pueblo. Prosigan acogiendo la invitación del Señor a trabajar por el Reino de Dios y su justicia, que lo demás vendrá por añadidura (cf. Lc 12, 31). En cuanto depende de Ustedes, en estrecha unión con sus Obispos y como expresión de la viva comunión eclesial que ha caracterizado a esta Iglesia, continúen iluminando las conciencias en el desarrollo de los valores humanos, éticos y religiosos, cuya ausencia afecta a amplios sectores de la sociedad, especialmente a los jóvenes, que por eso son más vulnerables.

Los esperanzadores datos sobre el aumento de vocaciones sacerdotales y el ingreso en el País de nuevos misioneros, que deseamos ardientemente que se facilite, harán que la labor apostólica pueda ser más capilar, con el consiguiente beneficio para todos.

Conscientes de que «el auxilio nos viene del Señor» (Sal 120, 2), de que sólo Él es nuestro sostén y ayuda, los aliento a no dejar nunca la oración personal diaria y prolongada, configurándose cada vez más con Cristo, Buen Pastor, pues en Él se encuentran la fuerza principal y el verdadero descanso (cf. Mt 11, 30). Así podrán afrontar con alegría el peso del «día y del calor» (cf. Mt 20, 12), y ofrecer el mejor testimonio para la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas, que son tan necesarias.

El ministerio sacerdotal, además de la predicación de la Palabra de Dios y la celebración de los Sacramentos, que constituyen su misión profética y cultual, se extiende asimismo al servicio caritativo, de asistencia y promoción humana. Para ello cuenta también con el ministerio de los diáconos y la ayuda de los miembros de diversos institutos religiosos y asociaciones eclesiales. Quiera el Señor que puedan siempre recibir y distribuir con facilidad los recursos que tantas Iglesias hermanas desean compartir con Ustedes, así como encontrar los modos más apropiados para aliviar las necesidades de los hermanos, y que esta labor sea cada vez más comprendida y valorada.

4. Agradezco la presencia en esta tierra de personas consagradas de diversos Institutos. Desde hace varias décadas han tenido que vivir la propia vocación en situaciones muy particulares y, sin renunciar a lo específico de su carisma, han debido adaptarse a las circunstancias reinantes y responder a las necesidades pastorales de las diócesis. Les estoy agradecido también por el meritorio y reconocido trabajo pastoral y por el servicio prestado a Cristo en los pobres, los enfermos y los ancianos. Es de desear que en un futuro no lejano la Iglesia pueda asumir su papel en la enseñanza, tarea que los Institutos religiosos llevan a cabo en muchas partes del mundo con tanto empeño y con gran beneficio también para la sociedad civil.

De todos Ustedes la Iglesia espera el testimonio de una existencia transfigurada por la profesión de los consejos evangélicos (cf. Vita consecrata, 20), siendo testigos del amor a través de la castidad que agranda el corazón, de la pobreza que elimina las barreras y de la obediencia que construye comunión en la comunidad, en la Iglesia y en el mundo.

La fe del pueblo cubano, al que Ustedes sirven, ha sido fuente y savia de la cultura de esta Nación. Como consagrados, busquen y promuevan un genuino proceso de inculturación de la fe que facilite a todos el anuncio, acogida y vivencia del Evangelio.

5. Queridos seminaristas, novicios y novicias: anhelen una sólida formación humana y cristiana, en la que la vida espiritual ocupe un lugar preferencial. Así se prepararán mejor para desempeñar el apostolado que más adelante se les confíe. Miren con esperanza el futuro en el que tendrán especiales responsabilidades. Para ello, afiancen la fidelidad a Cristo y a su Evangelio, el amor a la Iglesia, la dedicación a su pueblo.

Los dos Seminarios, que ya van siendo insuficientes en su capacidad, han contribuido notablemente a la conciencia de la nacionalidad cubana. Que en esos insignes claustros se continúe fomentando la fecunda síntesis entre piedad y virtud, entre fe y cultura, entre amor a Cristo y a su Iglesia y amor al pueblo.

6. A los laicos aquí presentes, que representan a tantos otros, les agradezco su fidelidad cotidiana por mantener la llama de la fe en el seno de sus familias, venciendo así los obstáculos y trabajando con valor para encarnar el espíritu evangélico en la sociedad. Los invito a alimentar la fe mediante una formación continua, bíblica y catequética, lo cual los ayudará a perseverar en el testimonio de Cristo, perdonando las ofensas, ejerciendo el derecho a servir al pueblo desde su condición de creyentes católicos en todos los ámbitos ya abiertos, y esforzándose por lograr el acceso a los que todavía están cerrados. La tarea de un laicado católico comprometido es precisamente abrir los ambientes de la cultura, la economía, la política y los medios de comunicación social para transmitir, a través de los mismos, la verdad y la esperanza sobre Cristo y el hombre. En este sentido, es de desear que las publicaciones católicas y otras iniciativas puedan disponer de los medios necesarios para servir mejor a toda la sociedad cubana. Los animo a proseguir en este camino, que es expresión de la vitalidad de los fieles y de su genuina vocación cristiana al servicio de la verdad y de Cuba.

7. Queridos hermanos: el pueblo cubano los necesita porque necesita a Dios, que es la razón fundamental de sus vidas. Formando parte de este pueblo, manifiéstenle que sólo Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, que sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 68-69). El Papa está cerca de Ustedes, los acompaña con su oración y su afecto, y los encomienda a la protección maternal de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, Madre de todos los cubanos. A Ella, Estrella de la nueva Evangelización, le confío el trabajo de todos Ustedes y el bienestar de esta querida Nación.

Terminamos esta visita el día 25 de enero, que es la fiesta de la conversión de San Pablo. La última Eucaristía, celebrada en la Plaza de la Revolución, es muy significativa, porque la conversión de Pablo es la más profunda, continua y más santa revolución de todos los tiempos.

Saturday, February 11, 2023

Mensaje al Pueblo de Dios en Cuba de los Obispos Católicos de Cuba


Los Obispos Católicos de Cuba agradecemos a Dios por las celebraciones y encuentros que la Iglesia en nuestro país ha vivido con motivo del 25º Aniversario de la Visita a Cuba de San Juan Pablo II.

Nuestra gratitud especial al papa Francisco, que ha querido hacerse presente entre nosotros con un cálido mensaje al pueblo de Dios en Cuba y a través del Eminentísimo Señor cardenal Beniamino Stella quien, correspondiendo a nuestra invitación, ha visitado todas las diócesis cubanas y nos ha dejado un valioso legado en las homilías y discursos que ha pronunciado, y en los gestos de cercanía y consuelo que ha prodigado a todos los que ha encontrado en cada lugar.

Gracias también al cardenal Stella por sus muestras de afecto hacia nuestro pueblo e Iglesia; y por sus palabras de aliento a favor de los más pobres y excluidos.

Nuestro agradecimiento por el don de las reliquias, una gota de la sangre del papa San Juan Pablo II, que nos recuerdan que amar exige enfrentar con coraje el sacrificio de la vida cotidiana y hacerlo con espíritu y pasión cristianos. Estas reliquias que han sido acogidas con profunda devoción por las cuatro diócesis visitadas por el Papa polaco: Santa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana, y también por la Diócesis de Guantánamo-Baracoa, que se siente profundamente complacida al recibirla por cumplirse 25 años de su creación como Iglesia particular.

Gracias a nuestros colaboradores cercanos y a todos nuestros fieles por la generosa disponibilidad de servicio y acogida en estos días de gracia y bendición.

Gracias a las Autoridades por la ayuda ofrecida.

A la Virgen de la Caridad del Cobre y a San Juan Pablo II encomendamos la vida presente y futura de Cuba y su Iglesia para que podamos seguir, con renovado entusiasmo, proclamando la Buena Noticia de la salvación, fuente de verdadero gozo y auténtica esperanza.


Los Obispos Católicos de Cuba

La Habana, 11 de febrero de 2023
Memoria de Ntra. Sra. de Lourdes

Friday, February 3, 2023

Homilía del Cardenal Mons. Beniamino Stella en la Misa de la Catedral de Camagüey, el 2 de febrero de 2023.

Fotos/Frank Luis García Castañeda
-------------

Queridos hermanos y hermanas, hemos venido hoy a esta Catedral Metropolitana como Simeón y Ana, para recibir de María y de José a Jesucristo; para proclamar con la vida y con el corazón que Cristo es Luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo.

En la escena tan sugestiva del Evangelio de esta fiesta se abrazan las generaciones, los ancianos que esperaban al Mesías prometido y los jóvenes esposos que, cumpliendo con las tres lecciones de la ley Mosaica, llevan a Cristo al encuentro de su pueblo.

Fue también esta tierra camagüeyana hace veinticinco años el lugar donde se abrazaron un Papa anciano con los jóvenes cubanos. El Santo Padre, San Juan Pablo II señaló ya al inicio de sus palabras el objetivo de aquella cita, decía: “los jóvenes cubanos se reúnen hoy con el Papa para celebrar su fe y para escuchar la Palabra de Dios que es el Camino para salir de las sombras del mal y de las tinieblas y revestirse así con las armas de la Luz para obrar el bien.

El actual pontífice, Papa Francisco, insiste a los jóvenes que hablen con los abuelos y nos asegura que en ese diálogo, en ese recíproco donarse y enriquecerse entre abuelos y jóvenes, se juega el futuro de la humanidad.

En estos días la Iglesia en Cuba hace memoria agradecida de la visita del Papa Santo a esta amada nación. Me complace sobremanera poder compartir con ustedes estas jornadas de acción de gracias. Agradezco al Señor el testimonio que ha regalado a esta Iglesia en Camagüey, con todos esos buenos ancianos que, como Simeón y Ana, han mantenido y conservan la llama de la fe, de la esperanza en las promesas del Señor, y la apertura para salir al encuentro de los demás. En este sentido no puedo no mencionar al querido Monseñor Adolfo Rodríguez, ejemplo de luminoso de hombre de Dios y de pastor entregado a su grey. En él agradecemos simbólicamente lo que tantos cristianos y cristianas antes de nosotros legaron a nuestra fe y a nuestra vivencia eclesial.


Los que estuvimos aquí hace veinticinco años recordamos muchas cosas de la presencia del Santo Padre San Juan Pablo II en esta tierra de Agramonte, pero si tuviéramos que decir algo con sabor a pueblo de aquella celebración alegre y festiva del Papa Santo en este lugar, seguramente que pensamos en el estribillo que muy pronto entonó aquel coro gigante en que se convirtió toda la plaza: “el Papa se queda en Camagüey”. Obviamente el Papa no podía quedarse físicamente en Camagüey, pero sí podía y debía quedarse su fe, su amor a Cristo y a la Iglesia, su fidelidad y coherencia debía quedarse en cada joven cubano.

San Juan Pablo II habló a los jóvenes cubanos con cariño, como un padre habla a sus hijos. Les habló de aquello que todo joven busca y anhela, cómo llevar adelante la vida, concretamente y en palabras del Salmo 19, que cito: “¿cómo podrá el joven llevar una vida limpia viviendo de acuerdo con tu Palabra?” Y el propio Santo Padre apuntó, y cito “el Salmo nos da la respuesta al interrogante que todo joven se ha de plantear si desea llevar una existencia digna y decorosa, propia de su condición. Para ello (decía el Papa) el único camino es Jesús. Los talentos que han recibido del Señor y que llevan a la entrega, al amor auténtico, y a la generosidad, fructifican cuando se vive, no sólo de lo material y de lo caduco, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.

Y continuaba el Papa: “Los animo a sentir el amor de Cristo siendo conscientes de lo que Él ha hecho por ustedes y por la humanidad entera; por los hombres y mujeres de todos los tiempos; sintiéndose amados por Él podrán amar de verdad. Experimentando una íntima comunión de vida con Él que vaya acompañada por la recepción de su Cuerpo, la escucha de su Palabra, la alegría de su perdón y de su misericordia; podrán imitarlo, llevando así como enseña el salmista, una vida limpia”. Tenemos que confesar que llevar una vida digna y limpia, por decirlo con otra frase muy popular en Cuba, “no es fácil”.

En efecto, y ya lo señalaba San Juan Pablo II, alertando de los peligros del relativismo moral, tan extendido por desgracia en tantos lugares del mundo, decía el Santo Padre: “ese relativismo moral genera egoísmo, división, marginación, discriminación, miedo y desconfianza hacia los otros. El vacío que produce estos comportamientos explican muchos males que rodean a la juventud: el alcohol, la sexualidad mal vivida, la prostitución, las motivaciones fundadas en el gusto, las actitudes egoístas, el oportunismo, la falta de un proyecto serio de vida en el que no hay lugar para el matrimonio estable, huyendo del compromiso y de las responsabilidades para refugiarse en el mundo falso cuya madre es la marginación y el desarraigo”.

Y continúa el Papa: “ante esa situación el joven cristiano que debe llevar una vida limpia, firme en su fe, sabe que está llamado y elegido por Cristo para vivir en la auténtica libertad de los hijos de Dios que incluye no pocos desafíos. Por eso, acogiendo la Gracia que recibe de los Sacramentos, sabe que debe dar testimonio de Cristo con su esfuerzo constante para llevar una vida recta y fiel a Jesús”.

Queridos jóvenes, conozco también que en estos últimos años se han deteriorado en Cuba ámbitos de la convivencia social y que la situación económica que viven es crítica; es muy difícil para todos pero especialmente lacerante para ustedes los jóvenes. Enfrentarse a la opción de formar un hogar cuando el salario no alcanza o no existe la posibilidad de tener una vivienda y de llevar el pan cotidiano a la mesa de los hijos. Muchos de sus coetáneos y amigos han emigrado a otras tierras. Las mismas comunidades cristianas han visto mermadas la presencia de jóvenes y de adolescentes, de niños en la catequesis, de las familias enteras. Y que en ocasiones los que emigran, en virtud de múltiples causas, se alejan de la iglesia y de la práctica de la fe que tenían aquí. Todo esto genera tristeza y podemos sentir la tentación de la desesperanza.

Sé que mis hermanos, los Obispos Católicos de Cuba, no han cesado nunca de alentar y de invitar a crear las condiciones adecuadas para que los cubanos puedan desarrollar en su tierra sus legítimos proyectos personales y familiares. Para que Cuba pueda acoger y desarrollar los anhelos y los sueños de todos y cada uno de sus hijos, sin exclusiones. Así que al tiempo que oramos por el bienestar y el progreso integral de nuestro querido pueblo; no puedo no recordar que y si bien hay responsabilidades en la vida de una nación que atañe, por así decirlo, a las autoridades o a los servidores públicos, hay un ámbito personal e intransferible donde incluso en medio de la Cruz hay que decidirse a ser fieles y a ser santos.

San Juan Pablo II les pidió: “sean fuertes por dentro, grandes de alma, ricos en los mejores sentimientos, valientes en la verdad, audaces en la libertad, constantes en la responsabilidad, generosos en el amor e invencibles en la esperanza”.

Al saludar con afecto agradecido al Arzobispo Monseñor Willy, al señor Nuncio Apostólico Monseñor Gloder, al presbiterio, a los diáconos y a toda la vida consagrada en este día en que celebran memorias gratas, a los laicos de esta amada Iglesia del Señor; los felicito también en esta fiesta patronal de la Arquidiócesis. Le suplico a la Virgen María, Nuestra Señora de la Candelaria, que nos conserve siempre unidos y alegres en el servicio siempre hermoso de la evangelización. Un saludo cordial también a las distinguidas autoridades que hoy participan con nosotros en esta extraordinaria celebración.

San Juan Pablo II vele por la juventud cubana, para que del mismo modo que él recibió la Gracia de la fidelidad a Cristo en medio de las difíciles condiciones de su Polonia natal, así los jóvenes de esta tierra puedan conservar su amor a Cristo y a la Iglesia, su santidad de vida, su entusiasmo en medio de las coordenadas tan complejas y difíciles que hoy enfrentan. No olviden las promesas de Jesús: “en el mundo tendrán aflicción, pero ánimo, Yo he vencido al mundo”. Y cuando todos nos sintamos tentados de “tirar la toalla” recordemos también las palabras de Monseñor Adolfo en el discurso inaugural del E.N.E.C. cuando decía, y cito: “En Él, en Cristo, miramos el futuro con serena confianza porque sabemos que mañana antes que salga el sol habrá salido sobre Cuba y sobre el mundo entero la Providencia del Padre”. 

Amén.

(Texto/Arquidiócesis de Camagüey)

Fotos/Carlos A. Peón-Casas
-----------
Fotos/Carlos A. Amador
-----------





Monday, January 30, 2023

Raíz Cristiana de la Cultura Cubana (por Roberto Méndez Martínez)

Fotos/Adrián Martínez Cádiz
--------------
Fotos/Lázaro Numa
----------------

Conferencia impartida el 28 de enero de 2023 en el Encuentro con el mundo de la cultura, celebrado con motivo del 25 aniversario de la visita de San Juan Pablo II a Cuba, en el Centro Cultural “Padre Félix Varela”.

Pocas veces en mi vida he sentido una emoción tan especial como la de aquella tarde del 23 de enero de 1998 cuando entré al recinto universitario habanero para asistir al encuentro con el mundo de la cultura convocado por el primero de los pontífices que visitaba la Isla, San Juan Pablo II. Impresionaba encontrar reunido en el Aula Magna a un nutrido número de escritores, artistas, académicos, de muy diversos credos y filiaciones filosóficas, pero ligados por el interés de escuchar al ilustre visitante. Recuerdo la especie de sobrecogimiento que acompañó la entrada en el salón del pontífice mientras el coro Exaudi entonaba el “Gloria” de la Misa cubana de José María Vitier, o el solemne instante en que el papa oró en silencio ante la urna donde reposan las cenizas del Padre Varela.

Después vino su discurso que escuchamos con avidez, tanta, que nos resultó demasiado breve. Queríamos seguir allí, prolongar aquel encuentro, como los discípulos de Cristo después de la Transfiguración en el monte. Todo era hermoso y emotivo: el sobrio cierre de la pieza oratoria, la retirada del visitante – esta vez acompañado por el “Salve Regina” de la misma obra- y cuando salimos al fresco anochecer, entre las fachadas de aire clásico y los laureles, mientras se alejaban, acompañados por impacientes sirenas, los vehículos del cortejo, supimos que habíamos vivido un momento irrepetible.

Varias veces, a lo largo de los años, he vuelto sobre ese discurso y aquilatado mejor su sabiduría, su alcance y especialmente su indiscutible actualidad.

Esa pieza oratoria, cuya transcripción ocupa apenas cuatro páginas, no solo es elocuente y completa en sí misma, sino que tiene una fecunda capilaridad con varios documentos del magisterio eclesial, de manera que su interpretación más provechosa debe hacerse en diálogo con esas referencias. Cuando el papa nos ofrece una definición cristiana de la cultura: “La cultura es aquella forma peculiar con la que los hombres expresan y desarrollan sus relaciones con la creación, entre ellos mismos y con Dios”(1), está retomando el concepto tal como fue tratado en el documento final de la Conferencia de Obispos en Puebla en 1978, que a la vez nos remite a un texto base: la Constitución Pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II(2).

Así mismo, cuando afirma que «Toda cultura es un esfuerzo de reflexión sobre el misterio del mundo y, en particular, del hombre: es un modo de expresar la dimensión trascendente de la vida humana»(3) vuelve sobre sus propias palabras, pronunciadas ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el 5 de noviembre de 1995.

El papa sabía que hablaba en una universidad laica, ante un auditorio formado en buena medida por personas no religiosas y con un gobierno de ideología marxista y por muchos años declarado ateo. Sin embargo, con su talante a la vez firme y persuasivo, podía afirmar sin vacilaciones que:
Toda cultura tiene un núcleo íntimo de convicciones religiosas y de valores morales, que constituye como su «alma»; es ahí donde Cristo quiere llegar con la fuerza sanadora de su gracia. La evangelización de la cultura es como una elevación de su «alma religiosa», infundiéndole un dinamismo nuevo y potente, el dinamismo del Espíritu Santo, que la lleva a la máxima actualización de sus potencialidades humanas. En Cristo, toda cultura se siente profundamente respetada, valorada y amada; porque toda cultura está siempre abierta, en lo más auténtico de sí misma, a los tesoros de la Redención(4).
Ahí estaban sentadas las premisas principales antes de detenerse en las circunstancias particulares de Cuba. Reconoció la diversidad de componentes de la cultura del país: los hispánicos, unidos a los procedentes de África, los traídos por otros grupos de emigrantes y lo propio de la tierra americana. Es interesante que su aproximación a lo cubano distinga dos mundos que a primera vista parecen contrapuestos pero están estrechamente anudados bajo la superficie: uno de ellos es el ámbito ilustrado que encarna en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio con el magisterio de Caballero y Varela, el otro es el más espontáneo pero no menos rico del acervo común, “las expresiones típicas, canciones populares, controversias campesinas y refranero popular” que comparten la misma raíz cristiana.

Dos figuras centran su atención en nuestra historia, uno es el maestro Varela en el que reconoce al “verdadero padre de la cultura cubana”, el otro es José Martí al que califica como “un hombre de luz, coherente con sus valores éticos y animado por una espiritualidad de raíz eminentemente cristiana”. Son precisamente esos cimientos y esas figuras las que le permiten invitar a los presentes y, a través de ellos, a todos los cubanos a un enorme empeño cultural y evangélico a la vez:
En este país, la mayor parte de los artífices de la cultura —católicos y no católicos, creyentes y no creyentes— son hombres de diálogo, capaces de proponer y de escuchar. Los animo a proseguir en sus esfuerzos por encontrar una síntesis con la que todos los cubanos puedan identificarse; a buscar el modo de consolidar una identidad cubana armónica que pueda integrar en su seno sus múltiples tradiciones nacionales. La cultura cubana, si está abierta a la Verdad, afianzará su identidad nacional y la hará crecer en humanidad(5).
De ahí el llamado a la cooperación entre la Iglesia y las instituciones culturales de la nación para “encontrarse en el diálogo, y cooperar así al desarrollo de la cultura cubana”(6).

Creo que si estas ideas nos fueron trasmitidas en aquella tarde con tanta efectividad se debía no solo al magisterio espiritual del papa, sino a su propia condición de hombre de la cultura desde su juventud, a su quehacer como poeta, dramaturgo y actor, a su conocimiento del papel de la cultura en la propagación de la fe, desde los Padres de la Iglesia hasta los grandes creadores de Dante a Miguel Ángel, de San Juan de la Cruz a Edith Stein.

La deseable brevedad de mi intervención en este solemne acto, apenas me permiten abundar en un par de aspectos abordados por el pontífice en su disertación, aquellos que me parecen de mayor pertinencia un cuarto de siglo después.

El primero de ellos está relacionado con la presencia cristiana en la cultura de Cuba. Bastaría con recordar que en el siglo XVII cuando se está formando una incipiente identidad criolla, esta no solo se produce en los balbuceos literarios del Espejo de paciencia, donde la presencia católica resulta indiscutible, aun mezclada con los problemas económicos y sociales de una colonia precaria y rebelde, sino que, hacia la segunda década de la centuria se produce el hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad y tras él, el surgimiento de una devoción no impuesta, no asociada con jerarquías sociales ni eclesiásticas, que tuvo un creciente arraigo popular hasta hoy y ha contribuido no poco con un sentimiento interiorizado de cubanía que ha encarnado en los versos del Cucalambé y de Luisa Pérez de Zambrana, en las décimas de improvisadores populares y en varias canciones trovadorescas, así como alentó la inspiración de artistas plásticos, teatristas y cineastas. La Patrona de Cuba, venerada por los patriotas en nuestras guerras de independencia sigue siendo hoy un factor de unidad y reconciliación en el pueblo cubano.

Por otra parte, no es difícil contemplar, desde fines del siglo XVIII cómo una cultura en ascenso que tuvo su vivero excepcional entre las paredes de este edificio unió a la renovación filosófica y la experimentación científica un modo de pensar, de reflexionar, que aun cuando llegara a planteamientos muy radicales en materia política, estaba alentada por una ética de inspiración evangélica. Si no bastara el ejemplo de un Varela, fiel a su sacerdocio y a la vez precursor de nuestra independencia, sería bueno recordar a su contemporáneo, el educador José de la Luz y Caballero, fuerte crítico de la Iglesia comprometida con la Corona pero que en su colegio El Salvador impartía sus clases de ética teniendo a mano los evangelios y las cartas de San Pablo.

Es absolutamente cierto que el nombre de Cristo llegó a esta tierra salpicado por el cieno de la voracidad colonial. Que la monarquía española se valió de sus privilegios para convertir a la jerarquía eclesiástica en servidores suyos y que esa alianza o patronato se hizo cómplice de la trata africana y se declaró enemiga – con muy pocas excepciones- de los movimientos de independencia. Eso favoreció que muchísimos intelectuales prestigiosos se decantaran hacia posiciones anticlericales y escépticas o sencillamente agnósticas. Pero tal cosa no impidió que entre nosotros creadores auténticamente cubanos hicieran de su fe un alimento para su labor edificadora: así lo demuestran las misas y villancicos de Esteban Salas; el Devocionario que en su madurez diera a la luz Gertrudis Gómez de Avellaneda, a los que seguirían, en el pasado siglo las obras literarias de Dulce María Loynaz y José Lezama Lima, o las obras que René Portocarrero, Mariano Rodríguez y Alfredo Lozano dejaron en los templos de Bauta y Playa Baracoa o en composiciones musicales como la Misa cubana de Rodrigo Prats o la amplia producción de cantos religiosos en ritmo de bolero, habanera o son de Perla Moré.

La propia Iglesia en Cuba ha vivido en su interior lo que Fernando Ortiz llamara un proceso de transculturación. Una institución que tuvo un sello español hasta el cierre del siglo XIX fue transformándose en cubana y hoy puede considerársele una iglesia viva y encarnada en su cultura y sociedad, a la vez que en comunión con la iglesia universal.

Y esta cultura cristiana no es un patrimonio exclusivo. Lo compartimos con aquellos que conservando una fe recibida de sus ancestros la ponen en práctica en sus vidas a partir de devociones y ritos de fuerte sabor popular. Además ha ido floreciendo un movimiento ecuménico entre las diferentes confesiones cristianas presentes en Cuba. Nos nutren también, gracias a un fecundo diálogo, la impronta ética, la valiosa axiología que proviene de los hombres y mujeres de buena voluntad sean practicantes de otras religiones, miembros de organizaciones fraternales y aún los que se declaran no creyentes. También en ellos han sido sembradas las semillas del Espíritu.

En los años que siguieron a la visita de San Juan Pablo II se produjo un florecimiento de la cultura católica, eso incluyó proyectos educativos que iluminan las ciencias y las humanidades a partir de los valores evangélicos, lo mismo que los centros culturales abiertos en varias diócesis del país y una serie de publicaciones católicas que hoy desbordan el formato en papel para ganar una presencia cada vez más amplia en las redes sociales. Escuelas de verano, salones de artes plásticas, presentaciones artísticas, espacios de debate sobre temas de interés social, son solo algunas expresiones de una Iglesia que se hace presente en medio de su pueblo.

La tarea más importante de la cultura es ilustrar a la sociedad y hacerla crecer en humanidad. Es preciso educar en valores, hacer madurar en ética, sanar heridas antropológicas, ir al encuentro del otro para forjar una auténtica fraternidad. Ya no se trata de imponer o de prohibir, sino de dialogar, de procurar el bien común desde los “nuevos areópagos”, esos que reclamara San Juan Pablo II como vehículo de la Nueva Evangelización. No tenemos que convertir a los demás a nuestro pensamiento – porque las conversiones solo vienen del Espíritu- sino forjar vínculos duraderos. Lo contrario de la división y el caos de la torre de Babel es el encuentro en el convite de los que se reconocen como hermanos.

No es suficiente evocar con nostalgia una tarde especial en nuestras vidas. Hay que hacer nuestra la predicación del santo Vicario, vivirla, difundirla, hacerla tarea cotidiana. Inscribamos en nuestros corazones aquella exhortación que él nos dejó en las líneas conclusivas de su discurso:
Peregrino en una Nación como la suya, con la riqueza de una herencia mestiza y cristiana, confío que en el porvenir los cubanos alcancen una civilización de la justicia y de la solidaridad, de la libertad y de la verdad, una civilización del amor y de la paz que, como decía el Padre Varela, «sea la base del gran edificio de nuestra felicidad»(7).
A las puertas de este edificio, que pudiera reclamar para sí el título de cuna de la cultura cubana está la conocida frase del venerable Padre Varela en sus Cartas a Elpidio: “No hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”(8). Junto a ella colocaría yo otra, tomada de la misma obra: “La libertad nada teme cuando la virtud está segura”(9).




--------------------------------
  1. San Juan Pablo II: “Mensaje pronunciado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en el encuentro con el mundo de la cultura”. Juan Pablo II en Cuba. Memoria y proyecto. Tipografía Vaticana, Roma, 1998, p.70.
  2. Gaudium et spes. Segunda parte, Capítulo II, 53.
  3. San Juan Pablo II: “Mensaje…”, p.70
  4. Ibidem. En este pasaje vuelve a remitirnos al documento conciliar, esta vez a la sección 58.
  5. Ibid, p.76.
  6. Ibidem.
  7. Ibidem.
  8. P. Félix Varela: “Cartas a Elpidio”. Obras. La Habana, Biblioteca de Clásicos Cubanos, Editorial Cultura Popular y Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, Tomo 3, p.102.
  9. Ibid, p. 36.

Tuesday, January 24, 2023

(Enero 25, 1998) Misa de Juan Pablo II en La Habana. Video y texto de la Homilía.




MISA EN LA HABANA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Plaza José Martí
Domingo, 25 de enero de 1998



1. «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagan duelo ni lloren» (Ne, 8, 9). Con gran gozo presido la Santa Misa en esta Plaza de «José Martí», en el domingo, día del Señor, que debe ser dedicado al descanso, a la oración y a la convivencia familiar. La Palabra de Dios nos convoca para crecer en la fe y celebrar la presencia del Resucitado en medio de nosotros, que «hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Co 12, 13), el Cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia. Jesucristo une a todos los bautizados. De Él fluye el amor fraterno tanto entre los católicos cubanos como entre los que viven en cualquier otra parte, porque son «Cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro» (1Co 12, 27). La Iglesia en Cuba, pues, no está sola ni aislada, sino que forma parte de la Iglesia universal extendida por el mundo entero.

2. Saludo con afecto al Cardenal Jaime Ortega, Pastor de esta Arquidiócesis, y le agradezco las amables palabras con las que, al inicio de esta celebración, me ha presentado las realidades y las aspiraciones que marcan la vida de esta comunidad eclesial. Saludo asimismo a los Señores Cardenales aquí presentes, venidos desde distintos lugares, así como a todos mis hermanos Obispos de Cuba y de otros Países que han querido participar en esta solemne celebración. Saludo cordialmente a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a los fieles reunidos en tan gran número. A cada uno le aseguro mi afecto y cercanía en el Señor. Saludo deferentemente al Señor Presidente doctor Fidel Castro Ruz, que ha querido participar en esta Santa Misa.

Agradezco también la presencia de las autoridades civiles que han querido estar hoy aquí y les quedo reconocido por la cooperación prestada.

3. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio» (Lc 4, 18). Todo ministro de Dios tiene que hacer suyas en su vida estas palabras que pronunció Jesús en Nazaret. Por eso, al estar entre Ustedes quiero darles la buena noticia de la esperanza en Dios. Como servidor del Evangelio les traigo este mensaje de amor y solidaridad que Jesucristo, con su venida, ofrece a los hombres de todos los tiempos. No se trata en absoluto de una ideología ni de un sistema económico o político nuevo, sino de un camino de paz, justicia y libertad verdaderas.

4. Los sistemas ideológicos y económicos que se han ido sucediendo en los dos últimos siglos con frecuencia han potenciado el enfrentamiento como método, ya que contenían en sus programas los gérmenes de la oposición y de la desunión. Esto condicionó profundamente su concepción del hombre y sus relaciones con los demás. Algunos de esos sistemas han pretendido también reducir la religión a la esfera meramente individual, despojándola de todo influjo o relevancia social. En este sentido, cabe recordar que un Estado moderno no puede hacer del ateísmo o de la religión uno de sus ordenamientos políticos. El Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un sereno clima social y una legislación adecuada que permita a cada persona y a cada confesión religiosa vivir libremente su fe, expresarla en los ámbitos de la vida pública y contar con los medios y espacios suficientes para aportar a la vida nacional sus riquezas espirituales, morales y cívicas.

Por otro lado, resurge en varios lugares una forma de neoliberalismo capitalista que subordina la persona humana y condiciona el desarrollo de los pueblos a las fuerzas ciegas del mercado, gravando desde sus centros de poder a los países menos favorecidos con cargas insoportables. Así, en ocasiones, se imponen a las naciones, como condiciones para recibir nuevas ayudas, programas económicos insostenibles. De este modo se asiste en el concierto de las naciones al enriquecimiento exagerado de unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos, de forma que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

5. Queridos hermanos: la Iglesia es maestra en humanidad. Por eso, frente a estos sistemas, presenta la cultura del amor y de la vida, devolviendo a la humanidad la esperanza en el poder transformador del amor vivido en la unidad querida por Cristo. Para ello hay que recorrer un camino de reconciliación, de diálogo y de acogida fraterna del prójimo, de todo prójimo. A Esto se le puede decir: el Evangelio social de la Iglesia.

La Iglesia, al llevar a cabo su misión, propone al mundo una justicia nueva, la justicia del Reino de Dios (cf. Mt 6, 33). En diversas ocasiones me he referido a los temas sociales. Es preciso continuar hablando de ello mientras en el mundo haya una injusticia, por pequeña que sea, pues de lo contrario la Iglesia no sería fiel a la misión confiada por Jesucristo. Está en juego el hombre, la persona concreta. Aunque los tiempos y las circunstancias cambien, siempre hay quienes necesitan de la voz de la Iglesia para que sean reconocidas sus angustias, sus dolores y sus miserias. Los que se encuentren en estas circunstancias pueden estar seguros de que no quedarán defraudados, pues la Iglesia está con ellos y el Papa abraza con el corazón y con su palabra de aliento a todo aquel que sufre la injusticia.

(Juan Pablo II tras la extensa ovación recibida, bromeó)

Yo no soy contrario a los aplausos porque cuando aplauden el Papa puede reposar un poco.

Las enseñanzas de Jesús conservan íntegro su vigor a las puertas del año 2000. Son válidas para todos Ustedes, mis queridos hermanos. En la búsqueda de la justicia del Reino no podemos detenernos ante dificultades e incomprensiones. Si la invitación del Maestro a la justicia, al servicio y al amor es acogida como Buena Nueva, entonces el corazón se ensancha, se transforman los criterios y nace la cultura del amor y de la vida. Este es el gran cambio que la sociedad necesita y espera, y sólo podrá alcanzarse si primero no se produce la conversión del corazón de cada uno, como condición para los necesarios cambios en las estructuras de la sociedad.

6. «El Espíritu del Señor me ha enviado para anunciar a los cautivos la libertad... para dar libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18). La buena noticia de Jesús va acompañada de un anuncio de libertad, apoyada sobre el sólido fundamento de la verdad: «Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8, 31-32). La verdad a la que se refiere Jesús no es sólo la comprensión intelectual de la realidad, sino la verdad sobre el hombre y su condición trascendente, sobre sus derechos y deberes, sobre su grandeza y sus límites. Es la misma verdad que Jesús proclamó con su vida, reafirmó ante Pilato y, con su silencio, ante Herodes; es la misma que lo llevó a la cruz salvadora y a su resurrección gloriosa.

La libertad que no se funda en la verdad condiciona de tal forma al hombre que algunas veces lo hace objeto y no sujeto de su entorno social, cultural, económico y político, dejándolo casi sin ninguna iniciativa para su desarrollo personal. Otras veces esa libertad es de talante individualista y, al no tener en cuenta la libertad de los demás, encierra al hombre en su egoísmo. La conquista de la libertad en la responsabilidad es una tarea imprescindible para toda persona. Para los cristianos, la libertad de los hijos de Dios no es solamente un don y una tarea, sino que alcanzarla supone un inapreciable testimonio y un genuino aporte en el camino de la liberación de todo el género humano. Esta liberación no se reduce a los aspectos sociales y políticos, sino que encuentra su plenitud en el ejercicio de la libertad de conciencia, base y fundamento de los otros derechos humanos.

(Al pueblo que clamaba: «El Papa, libre, nos quiere a todos libres», Juan Pablo II contestó:)

Sí, libres con esa libertad para la que Cristo los ha liberado.

Para muchos de los sistemas políticos y económicos hoy vigentes el mayor desafío sigue siendo el conjugar libertad y justicia social, libertad y solidaridad, sin que ninguna quede relegada a un plano inferior. En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia es un esfuerzo de reflexión y propuesta que trata de iluminar y conciliar las relaciones entre los derechos inalienables de cada hombre y las exigencias sociales, de modo que la persona alcance sus aspiraciones más profundas y su realización integral, según su condición de hijo de Dios y de ciudadano. Por lo cual, el laicado católico debe contribuir a esta realización mediante la aplicación de las enseñanzas sociales de la Iglesia en los diversos ambientes, abiertos a todos los hombres de buena voluntad.

7. En el evangelio proclamado hoy aparece la justicia íntimamente ligada a la verdad. Así se ve también en el pensamiento lúcido de los padres de la Patria. El Siervo de Dios Padre Félix Varela, animado por su fe cristiana y su fidelidad al ministerio sacerdotal, sembró en el corazón del pueblo cubano las semillas de la justicia y la libertad que él soñaba ver florecer en una Cuba libre e independiente.

La doctrina de José Martí sobre el amor entre todos los hombres tiene raíces hondamente evangélicas, superando así el falso conflicto entre la fe en Dios y el amor y servicio a la Patria. Escribe este prócer: «Pura, desinteresada, perseguida, martirizada, poética y sencilla, la religión del Nazareno sedujo a todos los hombres honrados... Todo pueblo necesita ser religioso. No sólo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo... Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud. Las injusticias humanas disgustan de ella; es necesario que la justicia celeste la garantice».

Como saben, Cuba tiene un alma cristiana y eso la ha llevado a tener una vocación universal. Llamada a vencer el aislamiento, ha de abrirse al mundo y el mundo debe acercarse a Cuba, a su pueblo, a sus hijos, que son sin duda su mayor riqueza. ¡Esta es la hora de emprender los nuevos caminos que exigen los tiempos de renovación que vivimos, al acercarse el Tercer milenio de la era cristiana!

8. Queridos hermanos: Dios ha bendecido a este pueblo con verdaderos formadores de la conciencia nacional, claros y firmes exponentes de la fe cristiana, como el más valioso sostén de la virtud y del amor. Hoy los Obispos, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, se esfuerzan en tender puentes para acercar las mentes y los corazones, propiciando y consolidando la paz, preparando la civilización del amor y de la justicia. Estoy en medio de Ustedes como mensajero de la verdad y la esperanza. Por eso quiero repetir mi llamado a dejarse iluminar por Jesucristo, a aceptar sin reservas el esplendor de su verdad, para que todos puedan emprender el camino de la unidad por medio del amor y la solidaridad, evitando la exclusión, el aislamiento y el enfrentamiento, que son contrarios a la voluntad del Dios-Amor.

Que el Espíritu Santo ilumine con sus dones a quienes tienen diversas responsabilidades sobre este pueblo, que llevo en el corazón. Y que la Virgen de la Caridad del Cobre, Reina de Cuba, obtenga para sus hijos los dones de la paz, del progreso y de la felicidad.

Este viento de hoy es muy significativo porque el viento simboliza el Espíritu Santo. «Spiritus spirat ubi vult, Spiritus vult spirare in Cuba». Han entendido las últimas palabras en lengua latina porque Cuba es también de la tradición latina: ¡América Latina, Cuba latina, lengua latina! «Spiritus spirat ubi vult et vult Cubam». Adiós.

Monday, January 23, 2023

(Santa Clara. Enero 22, 1998) Misa de Juan Pablo II dedicada a la Familia. Video y texto de la homilía.



MISA EN SANTA CLARA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Jueves, 22 de enero de 1998


1. «Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino» (Dt 6, 6-7). Nos hemos reunido en el Campo de Deportes del Instituto Superior de Cultura Física «Manuel Fajardo», convertido hoy como en un inmenso templo abierto. En este encuentro queremos dar gracias a Dios por el gran don de la familia.

Ya en la primera página de la Biblia el autor sagrado nos presenta esta institución: «Dios creó al hombre a imagen suya y los creó varón y mujer» (Gn 1, 27). En este sentido, las personas humanas en su dualidad de sexos son, como Dios mismo y por voluntad suya, fuente de vida: «Crezcan y multiplíquense» (Gn 1, 28). Por tanto, la familia está llamada a cooperar en el plan de Dios y en su obra creadora mediante la alianza de amor esponsal entre el hombre y la mujer y, como nos dirá San Pablo, dicha alianza es también signo de la unión de Cristo con su Iglesia (cf. Ef 5, 32).

2. Queridos hermanos y hermanas: me complace saludar con gran afecto a Mons. Fernando Prego Casal, Obispo de Santa Clara, a los Señores Cardenales y demás Obispos, a los sacerdotes y diáconos, a los miembros de las comunidades religiosas, a todos Ustedes, fieles laicos. Quiero dirigir también un deferente saludo a las autoridades civiles. Mis palabras se dirigen muy especialmente a las familias aquí presentes, las cuales quieren proclamar el firme propósito de realizar en su vida el proyecto salvífico del Señor.

3. La institución familiar en Cuba es depositaria del rico patrimonio de virtudes que distinguieron a las familias criollas de tiempos pasados, cuyos miembros se empeñaron tanto en los diversos campos de la vida social y forjaron el País sin reparar en sacrificios y adversidades. Aquellas familias, fundadas sólidamente en los principios cristianos, así como en su sentido de solidaridad familiar y respeto por la vida, fueron verdaderas comunidades de cariño mutuo, de gozo y fiesta, de confianza y seguridad, de serena reconciliación. Se caracterizaron también —como muchos hogares de hoy— por la unidad, el profundo respeto a los mayores, el alto sentido de responsabilidad, el acatamiento sincero de la autoridad paterna y materna, la alegría y el optimismo, tanto en la pobreza como en la riqueza, los deseos de luchar por un mundo mejor y, por encima de todo, por la gran fe y confianza en Dios.

Hoy las familias en Cuba están también afectadas por los desafíos que sufren actualmente tantas familias en el mundo. Son numerosos los miembros de estas familias que han luchado y dedicado su vida para conquistar una existencia mejor, en la que se vean garantizados los derechos humanos indispensables: trabajo, alimentación, vivienda, salud, educación, seguridad social, participación

social, libertad de asociación y para elegir la propia vocación. La familia, célula fundamental de la sociedad y garantía de su estabilidad, sufre sin embargo las crisis que pueden afectar a la sociedad misma. Esto ocurre cuando los matrimonios viven en sistemas económicos o culturales que, bajo la falsa apariencia de libertad y progreso, promueven o incluso defienden una mentalidad antinatalista, induciendo de ese modo a los esposos a recurrir a métodos de control de la natalidad que no están de acuerdo con la dignidad humana. Se llega incluso al aborto, que es siempre, además de un crimen abominable (cf. Const. past. Gaudium et spes, 51), un absurdo empobrecimiento de la persona y de la misma sociedad. Ante ello la Iglesia enseña que Dios ha confiado a los hombres la misión de transmitir la vida de un modo digno del hombre, fruto de la responsabilidad y del amor entre los esposos.

La maternidad se presenta a veces como un retroceso o una limitación de la libertad de la mujer, distorsionando así su verdadera naturaleza y su dignidad. Los hijos son presentados no como lo que son —un gran don de Dios—, sino como algo contra lo que hay que defenderse. La situación social que se ha vivido en este amado País ha acarreado también no pocas dificultades a la estabilidad familiar: las carencias materiales —como cuando los salarios no son suficientes o tienen un poder adquisitivo muy limitado—, las insatisfacciones por razones ideológicas, la atracción de la sociedad de consumo. Éstas, junto con ciertas medidas laborales o de otro género, han provocado un problema que se arrastra en Cuba desde hace años: la separación forzosa de las familias dentro del País y la emigración, que ha desgarrado a familias enteras y ha sembrado dolor en una parte considerable de la población. Experiencias no siempre aceptadas y a veces traumáticas son la separación de los hijos y la sustitución del papel de los padres a causa de los estudios que se realizan lejos del hogar en la edad de la adolescencia, en situaciones que dan por triste resultado la proliferación de la promiscuidad, el empobrecimiento ético, la vulgaridad, las relaciones prematrimoniales a temprana edad y el recurso fácil al aborto. Todo esto deja huellas profundas y negativas en la juventud, que está llamada a encarnar los valores morales auténticos para la consolidación de una sociedad mejor.

4. El camino para vencer estos males no es otro que Jesucristo, su doctrina y su ejemplo de amor total que nos salva. Ninguna ideología puede sustituir su infinita sabiduría y poder. Por eso es necesario recuperar los valores religiosos en el ámbito familiar y social, fomentando la práctica de las virtudes que conformaron los orígenes de la Nación cubana, en el proceso de construir su futuro «con todos y para el bien de todos», como pedía José Martí. La familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan «crecer en humanidad». No tengan miedo, abran las familias y las escuelas a los valores del Evangelio de Jesucristo, que nunca son un peligro para ningún proyecto social.

5. «El ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: Levántate y toma al niño y a su madre» (Mt 2, 13). La Palabra revelada nos muestra cómo Dios quiere proteger a la familia y preservarla de todo peligro. Por eso la Iglesia, animada e iluminada por el Espíritu Santo, trata de defender y proponer a sus hijos y a todos los hombres de buena voluntad la verdad sobre los valores fundamentales del matrimonio cristiano y de la familia. Asimismo, proclama, como deber ineludible, la santidad de este sacramento y sus exigencias morales, para salvaguardar la dignidad de toda persona humana.

El matrimonio, con su carácter de unión exclusiva y permanente, es sagrado porque tiene su origen en Dios. Los cristianos, al recibir el sacramento del matrimonio, participan en el plan creador de Dios y reciben las gracias que necesitan para cumplir su misión, para educar y formar a los hijos y responder al llamado a la santidad. Es una unión distinta de cualquier otra unión humana, pues se funda en la entrega y aceptación mutua de los esposos con la finalidad de llegar a ser «una sola carne» (Gn 2, 24), viviendo en una comunidad de vida y amor, cuya vocación es ser «santuario de la vida» (cf. Evangelium vitae, 59). Con su unión fiel y perseverante, los esposos contribuyen al bien de la institución familiar y manifiestan que el hombre y la mujer tienen la capacidad de darse para siempre el uno al otro, sin que la donación voluntaria y perenne anule la libertad, porque en el matrimonio cada personalidad debe permanecer inalterada y desarrollar la gran ley del amor: darse el uno al otro para entregarse juntos a la tarea que Dios les encomienda. Si la persona humana es el centro de toda institución social, entonces la familia, primer ámbito de socialización, debe ser una comunidad de personas libres y responsables que lleven adelante el matrimonio como un proyecto de amor, siempre perfeccionable, que aporta vitalidad y dinamismo a la sociedad civil.

6. En la vida matrimonial el servicio a la vida no se agota en la concepción, sino que se prolonga en la educación de las nuevas generaciones. Los padres, al haber dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole y, por consiguiente, deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Esta tarea de la educación es tan importante que, cuando falta, difícilmente puede suplirse (cf. Decl. Gravissimum educationis, 3). Se trata de un deber y de un derecho insustituible e inalienable. Es verdad que, en el ámbito de la educación, a la autoridad pública le competen derechos y deberes, ya que tiene que servir al bien común; sin embargo, esto no le da derecho a sustituir a los padres. Por tanto, los padres, sin esperar que otros les reemplacen en lo que es su responsabilidad, deben poder escoger para sus hijos el estilo pedagógico, los contenidos éticos y cívicos y la inspiración religiosa en los que desean formarlos integralmente. No esperen que todo les venga dado. Asuman su misión educativa, buscando y creando los espacios y medios adecuados en la sociedad civil.

Se ha de procurar, además, a las familias una casa digna y un hogar unido, de modo que puedan gozar y transmitir una educación ética y un ambiente propicio para el cultivo de los altos ideales y la vivencia de la fe.

7. Queridos hermanos y hermanas, queridos esposos y padres, queridos hijos: He deseado recordar algunos aspectos esenciales del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia para ayudarlos a vivir con generosidad y entrega ese camino de santidad al que muchos están llamados. Acojan con amor la Palabra del Señor proclamada en esta Eucaristía. En el Salmo responsorial hemos escuchado: «Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos... tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa... Esta es la bendición del hombre que teme al Señor» (Sal 127, 1.3.4).

Muy grande es la vocación a la vida matrimonial y familiar, inspirada en la Palabra de Dios y según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret. Amados cubanos: ¡Sean fieles a la palabra divina y a este modelo! Queridos maridos y mujeres, padres y madres, familias de la noble Cuba: ¡Conserven en su vida ese modelo sublime, ayudados por la gracia que se les ha dado en el sacramento del matrimonio! Que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, habite en sus hogares. Así, las familias católicas de Cuba contribuirán decisivamente a la gran causa divina de la salvación del hombre en esta tierra bendita que es su Patria y su Nación. ¡Cuba: cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón!

Que la Virgen de la Caridad del Cobre, Madre de todos los cubanos, Madre en el Hogar de Nazaret, interceda por todas las familias de Cuba para que, renovadas, vivificadas y ayudadas en sus dificultades, vivan en serenidad y paz, superen los problemas y dificultades, y todos sus miembros alcancen la salvación que viene de Jesucristo, Señor de la historia y de la humanidad. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Quiero repetir las palabras de vuestro poeta José Martí: en el proceso de construir su futuro «con todos y para el bien de todos», la familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan «crecer en humanidad».

He tenido la alegría de celebrar la primera Santa Misa en Cuba, aquí en Santa Clara. Hemos estado bajo la mirada de la imagen de la Virgen de la Caridad. Nos hemos reunido como una gran familia, la Iglesia, formada aquí por tantas familias que son pequeñas Iglesias.

Mi gozo es grande y sé que el de ustedes también. La vista de esta asamblea es muy hermosa y su belleza aumenta cuando se ve que el vínculo que nos une es la fe. Lleven mi saludo a todos y llévense a sus hogares, además del recuerdo de esta bella celebración, el afecto y el cariño del Papa. San José, patrono de las familias, y Santa Clara, cuyo nombre lleva esta ciudad, estarán contentos por ustedes e intercederán ante el Señor. ¡Que Dios los bendiga a todos!

Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!

Gaspar, El Lugareño Headline Animator

Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!