Thursday, November 19, 2020

(Camagüey) Casa Natal y tres poemas de Enrique José Varona

Calle Lugareño esq. San Ramón.

En esta esquina se conforma una pequeña plazoleta, donde confluyen, además de Lugareño y San Ramón, el final del callejón de San Antonio y el inicio de la calle Horca.


Aquí nació el 13 de abril de 1849
Enrique José Varona
Su labor cívica, su pensamiento filósofico
y su obra literaria
dieron gloria a la patria.

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"... desde la escuela a la universidad
la necesidad, el propósito y el deber de los profesores se concentra
en formar hombres".
Enrique José Varona

"I.S.P. José Martí. Camagüey"

(Fotos. Marzo 2020)


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La casa antes de las reformas que se le hicieron  en la primera mitad del siglo XX. Año 1905.




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A una amiga curiosa

Comprendo que con ansia de saber,
O por curioso espíritu sutil,
De hosco volcán, que no enguirnalda abril,
Quieras el hondo cráter entrever.

O que eleves tu afán de conocer
Al astro muerto, pálido pensil,
Que no refresca nunca aura gentil,
Ni tiñe de la aurora el rosicler.

Yermos glaciales, si en su busca vas,
Regiones de pavor, aquí y allí
En torno de tus pasos hallarás.

Mas si hay piedad, y sé que la hay, en ti,
No pretendas, amiga, ver jamás
El desolado erial que escondo en mí.

1894



¿Qué es el poeta?

¿Qué es el poeta? Cuando el mundo infante
Medroso avanza de sorpresas lleno,
una plegaria férvida que asciende
Cual blanca nube de fragante incienso.

¿Qué es el poeta? Cuando el mundo eleva
La frente osada al estallar del trueno,
una esperanza que sus himnos rima
En el sonoro escudo del guerrero.

¿Qué es el poeta? Cuando el mundo yerra
Entre ruinosas glorias macilento,
un inmenso dolor que se humaniza,
Y condensa sus lágrimas en versos.


XXIII

¡Ciencia del mundo! Vana ciencia torturadora, tú que fomentas y castigas mi ansia curiosa de conocer cuanto está afuera de mí, tú que aguijas y no sacias mi sed infinita de penetrar los enigmas del hombre y la naturaleza, espantado como estoy por los abismos que mi interior descubro, ¿de qué me sirves? ¿de qué me has servido? ¿He sufrido menos mi tortura, porque haya visto a los demás dilacerados en el mismo potro? ¿Me he mofado menos de mi desvarío, porque haya sentido pasar la mascarada turbulenta de mis hermanos en locura? ¡Quién pudiera, como Próspero, quitarse de los hombros el manto mágico, y arrojándolo de una vez para siempre al abismo, clamar en un largo suspiro de descanso: Queda allí sepultado, saber mío!


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