Saturday, September 5, 2020

Nuestra Señora de la Caridad en la Poesía Cubana (por Roberto Méndez Martínez)

Imagen/Website Virgen de la Caridad
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Nuestra Señora de la Caridad
 en la Poesía Cubana



por Roberto Méndez Martínez



Texto publicado originalmente en la revista católica cubana Verdad y Esperanza (Segunda Época. Año 2, No. 2. 2010) aparece en el blog Gaspar, El Lugareño por cortesía de sus editores.



Proemio

No resulta tarea sencilla el estudio de la impronta de nuestra Madre y Patrona en la poesía de la Isla, pues una devoción por esencia popular no sólo deja sus huellas en las páginas de algunos poetas consagrados, sino que se extiende como rico venero en el quehacer de los improvisadores populares, cuyos versos raras veces pasan al papel sino que deben ser rescatados del tesoro de los memoriosos. La Virgen de los humildes, de los mestizos, de los pobres de espíritu de que habla el Evangelio, no parece haber movido demasiadas veces la pluma de las figuras capitales de nuestra literatura, aunque de las muy felices y privilegiadas excepciones hayamos de nutrir nuestro artículo. Queda pendiente, más allá de estas cuartillas, una exploración de la literatura oral cubana, así como una prospección en revistas de orientación religiosa, folletos y hasta almanaques, para hacer un justo inventario de lo que Nuestra Señora, desde su peñón del Cobre, ha derramado sobre los cantores insulares. Modestamente coloco estas páginas incompletas a sus pies, en espera de que alguien encuentre en ellas el aliento para emprender una obra mayor.

María en los albores de nuestra literatura

El siglo XVIII en la literatura cubana es un período fragmentario, lleno de lagunas y carente, por decirlo en dos palabras, de una obra grande y significativa. Hay versos festivos y de ocasión, piezas vinculadas a una peculiar circunstancia histórica o función oficial, pero no habiéndose formado una expresión criolla de rasgos estables, difícilmente podían sentarse todavía las bases de una literatura nacional.

Sin embargo, aún en este modestísimo panorama, la Virgen María encuentra sitio en los versos que en la Isla se redactan. Disponemos, por ejemplo, del romance “A la Purísima Concepción” del médico villaclareño José Surí Águila (1696-1762), pieza de cierta extensión que José Lezama Lima quiso recoger en su Antología de la poesía cubana. Al texto se puede aplicar la aseveración que Enrique Saínz formula a propósito de las muestras que se han conservado de este aficionado:
Diríase que sus poemas vienen a ser exaltaciones de la doctrina católica mediante versos pobres de expresión en todos los sentidos, tanto conceptual como estilísticamente. Sus octosílabos tienen, por momentos, cierto ritmo que hace grata su lectura, cierta fluidez simpática y una adjetivación muy acorde con sus intenciones doctrinales, aunque a veces extremadamente pobre. Un culteranismo ingenuo está presente también en esta poesía simple y candorosa…1
Así, por ejemplo, en el citado romance a la Inmaculada Concepción, exhibe una enojosa erudición sobre el simbolismo de las piedras preciosas, destinado a relacionar la visión apocalíptica de la Nueva Jerusalén con las virtudes virginales:
[...]
de María el dulce nombre
indica la calcedonia,
con resplandor y virtudes
que a este mar de gracia adornan,
rubricando la esmeralda
la esperanza que transforma
este ser inmarcesible,
este nardo o amapola…2
Es llamativo que este médico, que ganó fama popular por su capacidad para convertir en versos hasta las recetas que dejaba a los pacientes, hombre de notoria piedad como terciario de la Orden Franciscana, necesitara acudir al culteranismo gongorino para proclamar su devoción a María.

Un año después de la muerte de Surí, en 1763, el obispo Pedro Morell de Santa Cruz extiende el título en que se nombra a Esteban Salas maestro de capilla en la Catedral de Santiago de Cuba. Este talento singular, tomaría posesión de su cargo al año siguiente y trabajaría allí el resto de la centuria, para enriquecer los oficios divinos con misas, himnos, salmos, pero sobre todo con aquellos “villancicos, cantadas y pastorelas” cuyos textos él mismo redactaba. Quizá porque no tenía pretensiones de poeta, quizá porque las letras no debían perder el sabor popular de los villancicos antiguos, son piezas donde hay mucha menos retórica que en la mayor parte de la poesía de su tiempo y a la vez, sus imágenes son de una riqueza singular, muy particularmente cuando se refieren a María. Véase la estrofa que inicia Una nave mercantil: "Una nave mercantil / que conduce Pan de el cielo / para bien del mundo todo / busca tierra, pide puerto". 3

Nótese que en solo cuatro versos se desarrolla una imagen de singular riqueza: María, que lleva en su seno al Redentor, es comparada con las naves que tocan el puerto santiaguero, cargadas del alimento para los hombres. En este caso, Jesús es visto no en su figura humana externa, sino en la sacramental de “Pan de el cielo”. Es habitual reconocer a Salas la condición de ser el primero de nuestros grandes compositores, habría que añadir que, a la vez, fue un poeta más moderno y elocuente que la mayoría de sus contemporáneos.

Se sabe que por esos mismos años, en el modestísimo santuario a Nuestra Señora en el Cobre se cantaban ya “gozos o coplas” en su alabanza. Sin embargo, la primera versión escrita conservada es muy posterior:
Pues te hizo la Trinidad
tan perfecta y sin igual.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad.
Sobre las aguas vinisteis
A dar al hombre consuelo
Como una señal del cielo
A tres os aparecisteis,
Con esto claro nos disteis
Pruebas de tu gran piedad.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad.4
No puede afirmarse que tales “gozos” sean demasiado originales. Probablemente los elaboró un capellán del santuario, guiándose por ejemplos más antiguos dedicados a otra advocación mariana, como los que popularmente se rezaban a la Virgen del Pilar en Zaragoza. Pero en ellos, con su condición de oración antifonal —es decir, donde alternan, estrofa y estribillo, que podrían corresponder en la liturgia al diálogo entre cantor y coro— así como en el casi infantil relato del hallazgo de la imagen y sus milagros, está la impronta de lo auténticamente popular.

María en el romanticismo

Cuando se inicia el siglo XIX ya la devoción a la Virgen de la Caridad alcanza a la mayor parte de la Isla. Peregrinos de todos los sitios van hacia su santuario y se han levantado templos bajo su advocación en otros sitios, como Puerto Príncipe, sin embargo, sigue siendo un culto extremadamente popular, que no tiene el “prestigio” de otras advocaciones más antiguas, que gozan del apoyo de órdenes religiosas o son titulares de templos de gran relieve: la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora de la Merced, la Virgen del Pilar. Esto, indudablemente, influye en la literatura de carácter culto. Por ejemplo, en el caso de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) en cuya obra hay el mayor número de poemas dedicados a la Virgen María de nuestro siglo XIX, muchos de ellos notorios por sus valores estéticos. Ella, en su infancia y adolescencia principeña debió conocer la devoción a la Señora del Cobre, más aún, seguramente participó en los grandes festejos que cada año se celebraban en torno a al templo que le habían consagrado en las afueras de la ciudad, durante el novenario que precedía a la fiesta. Sin embargo, en sus versos no hay una alusión precisa a los rasgos singulares de esta advocación, como sí los hay a la Inmaculada o al Dulce Nombre de María, aún en los numerosos versos y oraciones que incluyó en su Devocionario, sin embargo, no sería difícil aplicar algunos de ellos a la que sería Patrona de Cuba, por ejemplo “A la Virgen. Canto matutino”, poema compuesto en 1842:
Vuela mi ruego, y endulzando el pecho
plácido el nombre —que doquier invoco— ecos del monte, del vergel y el valle
                             vuelven ¡María!
Vuelven ¡María! y sin cesar mi lengua
torna — ¡María!— a pronunciar despacio...
Siempre —¡María!— y cada vez más dulce
                              suena ese nombre!5
Sin embargo, a todos parecerá evidente el que los dos poemas más notables dedicados en esa centuria a la Virgen Morena, hayan sido redactados por autores que nacieron en la región oriental.

El primero de ellos, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, más conocido por su seudónimo El Cucalambé, nacido en Las Tunas en 1829, va a consagrarle un extenso poema en dos partes, compuesto totalmente en décimas. Aunque era un hombre culto, el poeta, acostumbrado a cantar el paisaje oriental, la flora y fauna que lo rodeaban, así como a evocar el supuesto pasado idílico de los primitivos habitantes de la Isla, empleando para ello los metros y combinaciones más populares: el romance y la décima, otorga un tono de extrema sencillez y familiaridad al poema:
Cuando yo, inocente niño,
En el regazo materno
Era objeto del más tierno
Y solícito cariño;
Cuando una mano de armiño
Me acarició en esa edad,
Mi madre con la ansiedad
Más grata y más fervorosa,
Me habló de la milagrosa
Virgen de la Caridad.6
Son versos que pueden ser cantados todavía, con acompañamiento de guitarra y laúd en una fiesta campesina, de ahí su música persuasiva, su permanente actualidad, su estricta concordancia con una devoción que se encuentra inscrita en lo más humilde y raigal de nuestras tradiciones.
Tú que bondadosa y pía
Consuelas el trance fiero
Del náufrago marinero
Que en ti con fervor confía;
Tú, cuyo nombre lo guía
Al puerto de salvación;
Tú, para quien nunca son
Los tristes clamores vanos,
No niegues a los cubanos
Tu sublime protección.7
En una finca, en las cercanías del Cobre había nacido la poetisa Luisa Pérez Montes de Oca (1865-1922), de ahí que ella recibiera de manera privilegiada la devoción a María, junto con su primer aliento. A lo largo de su azarosa y atormentada vida, la imagen piadosa de María iba a acompañarla y una muestra de ello es su poema “Ante la virgen de la Caridad” compuesto por seis cuartetos endecasílabos, de un tono más solemne y elevado que el de las décimas de Nápoles, como corresponde a la plegaria de una mujer atribulada por las pruebas que sufre en su existencia. Una de sus estrofas evidencia la incorporación de la leyenda que asocia el hallazgo de la imagen en medio de una tempestad que pone en peligro la vida de los navegantes y ella aprovecha simbólicamente ese motivo para darle un sentido espiritual, aplicable a todos los hombres:
Virgen, a quien los náufragos un día
hallando ya en las aguas sepultura,
aparecer sobre las olas vieron
como un ángel de blanca vestidura.
También nosotros somos ¡madre amada!
náufragos que tu amparo reclamamos,
haz que delante de nosotros siempre
flotar tu blanca túnica veamos.8
No es este uno de los textos mayores de la autora de “La vuelta al bosque”, pero su sinceridad y fervor lo convierten en uno de los exponentes más valiosos de nuestra poesía religiosa en esa centuria.

Poemas en un siglo contradictorio

La vida cubana se inicia en el siglo XX bajo doble signo, por una parte, la Constitución de 1901 trae consigo no solo una polémica sobre la pertinencia de invocar el nombre de Dios en ella, sino la separación de la Iglesia y el Estado. El pensamiento liberal, masónico y anticlerical tiene una gran influencia a lo largo del siglo sobre los que participan en la política cubana y entre la intelectualidad en general. Mas, por otra parte, ocurre también la proclamación de la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba, a solicitud de un grupo de veteranos de la guerras de independencia y su culto se extiende de forma notoria por todo el país, lo que se evidencia por ejemplo, en las gestiones de Doña América Arias, esposa del General José Miguel Gómez, para que el templo habanero de la calle Salud consagrado a la Virgen de Guadalupe, cambie su advocación por la de la Caridad. Todo esto debía influir en la poesía.

En 1936, con motivo de la coronación de la Virgen en el Cobre, se convocó a un Concurso para confeccionar una Corona Poética compuesta por los doce poemas más notables. A repasar el conjunto en la actualidad se hace notoria la ausencia de las verdaderas voces de la lírica cubana de ese tiempo, no solo las de primera fila, sino aun las que por entonces eran consideradas “medianas”, a pesar de que entre ellas había auténticos creyentes. También —aunque esto entra ya en el terreno inseguro de lo subjetivo— se nos hace notorio que aunque el primer lugar es otorgado al “Canto a la Virgen de la Caridad” de Marietta Escanaverino, tanto el segundo como el tercer lugar resultan piezas mucho más apreciables: sea la “Balada del peregrino” del sacerdote paúl Francisco Romero, que aunque no tiene un alto vuelo poético, conserva, en sus octosílabos romanceados, tantas décadas después la frescura de una inspiración que nos remite a los ya citados “Gozos” del siglo XVIII:
Dos almas tengo sin duda:
ésta que conmigo va,
y la que dejé a la Virgen,
de hinojos ante su altar.
Prendida aquélla en la gracia
quedó de celeste imán,
y ésta camina al reclamo
de un bohío en un palmar.
Bajo un dosel me imagino
de protección contra el mal...
¡Por Tí, Patrona de Cuba,
Virgen de la Caridad!9
Algo semejante ocurre con el “Romance a la Virgen de la Caridad” de Luisa Muñoz del Valle, cuya simplicidad casi infantil tiene aún una gracia que nos recuerda la llamada “poesía pura” que cultivaron Mariano Brull y otros poetas de la vanguardia:
Para escribir su leyenda,
que es alba primaveral,
busqué una tiza de luna
y ahora quiero llegar
a la pizarra del cielo
por mi escala de cristal.
Quiero escribirla muy alto:
lección pura, que leerán
cuantos levanten la frente
al gran pergamino astral.
Una leyenda de estrellas
sólo se puede contar
con la garganta del viento
o el aroma de un rosal.10
De todos modos, la “Corona” nos permite comprobar que los festejos en honor de la Virgen mestiza, a pesar de celebrarse en un año tan convulso en lo social como el 1936, tuvieron una verdadera impronta nacional y que entre los autores participantes había no solo clérigos —obtuvieron lugares, además del paúl citado, dos jesuitas y un franciscano—, una religiosa —la Madre Mercedes Azcárate, del Sagrado Corazón del Cerro en La Habana— y siete laicos —tres hombres y cuatro mujeres— lo que habla de modo muy positivo de la acogida que recibió esta convocatoria.

Por esos años, el P. Juan J. Roberes, quien fuera Párroco de Managua, en La Habana, compuso el “Himno a Nuestra Señora de la Caridad”. Como dato curioso puede señalarse que este fue cantado durante varios años, en ceremonias religiosas con la música del Himno Nacional cubano o del Himno Invasor, hasta que en 1959 se convocó a un concurso en vísperas del Congreso Nacional Católico, para dotarlo de una partitura propia. Ganó el certamen el compositor catalán, radicado en Camagüey, Félix Rafols y con su música fue cantado en el citado evento y desde entonces es el Himno Oficial a nuestra Patrona, aunque lamentablemente no es demasiado conocido a nivel popular:
Salve, salve, delicias del cielo
Virgen pura, suprema beldad,
salve excelsa Patrona de Cuba
Madre hermosa de la Caridad.
Si de Cuba en las bellas comarcas
elegiste, Señora, un altar,
para hacer la mansión de prodigios
y a tus hijos de dichas colmar… 11
En esta centuria, aparecen algunos textos de inspiración mariana, en los que no se puede precisar con exactitud qué advocación de la Virgen los inspiró, pero sus valores estéticos hacen necesario que nos detengamos un instante en ellos. Es el caso del Himno a la Virgen de Silverio Díaz de la Rionda (1902-?), publicado en forma de folleto, sin fecha, cuyos cuartetos asonantados tienen la delicadeza y emoción de la lírica neorromántica: “¡Oh fruto celestial!¡Oh luz herida! / espuma de candor en tiempo de alma: / déjame adivinar qué siente el cielo / bajo el etéreo ardor de tus pisadas”.12

Tampoco en el ciclo de los cuatro “Sonetos a la Virgen” que José Lezama Lima (1910-1976) incluyó dentro de su primer libro de poemas: Enemigo rumor (1941) puede precisarse cuánto pudo aportar a su inspiración nuestra Patrona, aunque, dentro del barroquismo de su lenguaje, pueda discernirse la alusión a la aparición de la imagen en el mar: “Pero sí acudirás; allí te veo, / ola tras ola, manto dominado, / que viene a invitarme a lo que creo: / mi Paraíso y tu Verbo, el encarnado.”13

Sin embargo, la obra poética de mayor extensión y aliento dedicada a la Virgen de la Caridad es Nuestra Señora del mar, cuaderno que Emilio Ballagas (1908-1954) dio a la luz en 1943. El autor camagüeyano había conocido esa devoción en su propio hogar, a partir de su madre, Caridad Cubeñas. Después de haber transitado su obra por la llamada poesía pura, la poesía de inspiración afrocubana y el neorromanticismo de sus Elegías, siente la necesidad espiritual de ofrecer este conjunto como prueba de sus sentimientos cristianos, donde se mezclan la religiosidad popular con el conocimiento de la poesía católica en lengua española e inglesa. A diferencia de otros autores, para escribirlo ha consultado las fuentes disponibles, conoce la historia de la aparición la imagen y sus traslados, los “Gozos” y loores anónimos que se le han dedicado, así como la iconografía de la Caridad que en estampas y medallas se hace presente en los hogares cubanos.

El conjunto está estructurado a partir de formas estróficas tradicionales: la introducción es el “Soneto de los nombres de María”, que como afirma el escritor en una nota:
El soneto con que se inicia este poema se refiere a la unicidad de la Virgen María y a la pluralidad de nombres que recibe por parte de la Iglesia y de la tradición religiosa universal. Uno de esos nombres es el de la Caridad, bajo cuya advocación el pueblo cubano rinde amoroso culto de hiperdulía a la madre del Redentor.14
El cuerpo del poema está formado por diez décimas, destinadas a cantar la aparición y traslados de la Señora. La inspiración viene al autor de un grabado que acompañó el libro de Bernardo Ramírez: Historia de la aparición milagrosa de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre… publicado en 1853 en Santiago de Cuba15 y que años después, en forma de litografía coloreada, resultó muy difundida. Allí se mostraba la imagen rodeada por seis óvalos que contenían cada uno de los momentos fundamentales de su historia y un poema conclusivo “Liras de la imagen” que consta de siete estrofas.
El poema termina con unas liras en donde se canta a los atributos de la Virgen, cuya imagen de media vara aproximadamente lleva en el brazo un diminuto grumete, y en la mano izquierda una cruz de oro con una esmeralda al centro. Situada sobre una nube de dos tercios de alto lleva un cerco de doce estrellas y la acompañan diez y seis serafines.
De esta manera hemos querido, aislar la luminosa religiosidad popular —tradición universal popular— de la superstición plebeya que con innegables vetas de pintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual. Y creemos que sin dejar de ser fieles a la poesía lo hemos sido a una de nuestras más puras tradiciones de isla, el culto de una Virgen que boga a través de nuestro mediterráneo.16
Resulta llamativo el hecho de que, si bien Ballagas había cultivado hasta entonces, como signo de su pertenencia a la poesía de vanguardia, el verso libre, se sujete ahora a las normativas clásicas, en busca del sabor tradicional y popular que asocia al culto mariano.

No todo el cuaderno está a la misma altura estética. De las décimas, confieso preferir la inicial u “Ofrecimiento”, con su rima fácil y lenguaje deliberadamente añejo, que tiene la gracia y ligereza de los improvisadores populares:
Déjame tomar asiento
En tu preciosa canoa
Y poner al cielo proa
Navegando por el viento.
Muévame el Divino Aliento
Con su poderoso brío.
Éntrame en tu claro río
Y súbeme a los alcores
Donde ángeles ruiseñores
Abren las albas del pío.17
Así como una de las espinelas finales, aquella en la que el ermitaño Matías de Olivera interpela a la imagen, que se ha ausentado por la noche de su lugar y que tiene una discreta relación intertextual con el Cantar de los cantares bíblico y el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz:
¿De dónde vienes, Señora,
Con la ropa tan mojada?
¡Saliste sin ser notada
Y regresas con la aurora!
Bajo el manto seductora,
Igual que la sulamita.
Fuiste, Paloma, a la cita
Con el Celestial Esposo
Y traes del Amor Hermoso
Reflejo en la faz bendita.18
Algunas de estas estrofas ganaron más amplia difusión hace unos años, cuando el compositor José María Vitier las intercalara en su Misa cubana, algo que hubiera gustado sobremanera a este poeta tan lleno de músicas.

Hacia un nuevo milenio

¿Hacia adonde ha derivado después la poesía cubana en alabanza de María? Creo poder arriesgarme a señalar dos vertientes fundamentales, una que sigue la ruta de inspiración católica, que se caracteriza, en lo formal, por su filiación clásica y que pudiera ejemplificarse con un soneto poco conocido del Dr. Rubén Darío Rumbaut López, psiquiatra, conocido durante años como uno de los líderes de la Acción Católica Cubana que salió de la Isla hace medio siglo. Aunque nunca pretendió ser un escritor profesional, el texto tiene esa sinceridad conmovedora de quien escribe desde la lejanía:
Te llamaron tres voces
      aterradas.
Respondiste colmando
      sus anhelos,
serenando las iras
     de los cielos
y aquietando las aguas
      sublevadas.

Subiste luego grácilmente sobre
el frágil bote que la fe salvara,
y porque siempre en Cuba se te amara
te posaste en lo verde, allá en el Cobre.

Fuiste madre al hacer callar el agua,
marinera al subir a la piragua
y gaviota al posarte en el oriente.

Y tus hijos, tus olas y tus montes
—toda Cuba, partida en horizontes—
a tus plantas están eternamente.19
Mucho más cercano en el tiempo es el Canto a la Virgen del Cobre, debido a la inspiración del P. Jesús Bermejo (1941),20 sacerdote claretiano español que residió algunos años en Cuba. El texto consta de 56 partes, compuestas en diferentes formatos métricos y más allá de la buscada, y lograda, sencillez del lenguaje, percibimos la huella de la poesía religiosa española, no sólo la clásica, sino la del movimiento católico que tras la Guerra Civil ganó fuerza en la Península, de la mano de autores como José María Pemán, Dionisio Ridruejo y Luis Rosales.

Una vertiente completamente distinta es la de aquella poesía actual en la que la Virgen de la Caridad no es vista desde la inspiración católica, sino como un motivo cultural, generalmente sincretizada con Ochún, deidad de la santería o Regla de Ocha, como sucede en el poema de Sigfredo Ariel (1962) “Aparición natural de la Virgen de la Caridad del Cobre,21” inspirado en un dibujo de Zaida del Río, que el autor incluyó en su poemario Hotel Central (1999). En esta línea, donde el sentido evangélico es preterido en función de una identidad de corte antropológico, abierta a todos los vientos, puede encontrarse también en “Nacimiento de Ochún” de Minerva Salado y en motivos o alusiones dispersos en los versos de Georgina Herrera, Alina Galliano, Miguel Barnet y otros autores. Aun cuando podamos diferir de esta óptica, se hace evidente la riqueza de influencias que Nuestra Señora de la Caridad ha colocado en la cultura cubana, que impregna el quehacer no solo de los creyentes católicos, sino de los practicantes de la religiosidad popular, de los cultos afrocubanos o de los que, desde rumbos muy personales, buscan acercarse de algún modo a lo trascendente.
Sería un hermosísimo tributo a la Señora que, a propósito de los tres siglos de su hallazgo sobre las aguas, alguien reuniera en un pequeño folleto algunos de esos textos con que los cubanos, desde cuerdas diferentes, han cantado sus amores y sueños.


Notas

1 Enrique Saínz: La literatura cubana de 1700 a 1790. La Habana. Editorial Letras Cubanas, 1983, p.125.
2 José Surí: “A la Purísima Concepción”. En: Golpes de agua. Antología de poesía cubana de tema religioso. Selección y prólogo de Leonardo Sarría. La Habana, Biblioteca Literatura Cubana, Editorial Letras Cubanas, 2008, p. 33.
3 Esteban Salas: “Una nave mercantil”. En: Pablo Hernández Balaguer: Los villancicos, cantadas y pastorelas de Esteban Salas. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1986, p.89.
4 “Gozos de Nuestra Señora”. En: P. Luis Betancourt: “Gozos de Nuestra Señora de la Caridad”. Artículo en Virgen de la Caridad del Cobre. Sitio web oficial. Arquidiócesis de Santiago de Cuba( www. virgendelacaridaddel cobre.org), 13 de mayo de 2009.
5 Gertrudis Gómez de Avellaneda: “A la Virgen. Canto matutino”. En: Obras de la Avellaneda. Edición del Centenario, La Habana, Imprenta de Aurelio Miranda, 1914, tomo 1, p.120.
6 Juan Cristóbal Nápoles Fajardo: “La Virgen de la Caridad”. En: Golpes de agua, tomo 1, p.111.
7 Ibid, p. 114.
8 Luisa Pérez de Zambrana: “Ante la Virgen de la Caridad”. En: Golpes de agua, tomo 1, p.128.
9 P. Francisco Romero, cm: “Balada del peregrino” en Virgen de la Caridad del Cobre. Sitio web oficial… Sección Arte Mariano. Literatura. Segundo premio.
10 Luisa Muñoz del Valle: “Romance a la Virgen de la Caridad” en Virgen de la Caridad del Cobre. Sitio web oficial… Sección Arte Mariano. Literatura. Tercer premio.
11 P. Juan J. Roberes: “Himno a la Virgen de la Caridad”. En Virgen de la Caridad del Cobre. Sitio web oficial…
12 Silverio Díaz de la Rionda: “Himno a la Virgen”. En: Golpes de agua, tomo 1, p.178.
13 José Lezama Lima: “Sonetos a la Virgen” (IV). En: Poesía completa. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1985, p. 48.
14 Emilio Ballagas: “Nuestra Señora del Mar”: “Este poema”. En: Obra poética. Compilación y prólogo de Enrique Saínz. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2007, p.134.
15 José Juan Arrom: “La Virgen del Cobre: historia, leyenda y símbolo sincrético”. En: De donde crecen las palmas.La Habana, Centro de Investigación y desarrollo de la cultura cubana Juan Marinello, 2005, p. 84.
16 Emilio Ballagas: “Nuestra Señora del Mar”: “Este poema”, p. 135.
17 Emilio Ballagas: “Nuestra Señora del Mar”: “Ofrecimiento del poema”, pp.127-128.
18 Emilio Ballagas: “Nuestra Señora del Mar”: “La virgen se ausenta del altar durante la noche”, pp.131-132.
19 Rubén Darío Rumbaut: “A la Virgen de la Caridad”. En: www. cjaronu.wordpress.com, colocado el 2 de septiembre de 2009.
20 P. Jesús Bermejo, cmf: Canto a la Virgen del Cobre. Santiago de Cuba, Oficina de Medios de Comunicación Social, Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 2009.
21 Sigfredo Ariel: “Aparición natural de la Virgen de la Caridad del Cobre”. En: Golpes de agua, tomo 2, p. 167.

Friday, September 4, 2020

Ven (un poema de Thelma Delgado)


No, no te vayas todavía
Tengo tantos besos para darte
Un poema, una canción, un madrigal
Mil caricias y amor que regalarte.

Siéntate aquí a mi lado
Veamos juntos el atardecer
Contemos en la noche las estrellas
Contemplemos el sol al amanecer.

Que no te importe de la gente
Las críticas ni los enfados
Ven, y dejemos que el mundo afuera
Diga - Son cosas de enamorados.




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Ver
Página de Thelma Delgado en el website del Cultural Council of Palm Beach County

Thursday, September 3, 2020

La Iglesia de la Caridad de Camagüey, en la Ermita de Miami


Esencia y resistencia (un poema de Janisset Rivero)


Renuncio al talismán,
al espejismo de las horas
devorando mi sueño.
A la palabra vaga,
la caricia estéril,
el cuerpo y su gemido.
Renuncio a lo aparente
y su reino de formas absolutas.

Quiero ser agua clara
que resiste tormentas y sequías,
fluyendo entre las grietas.
Quiero ser tibia luz
que resiste la noche
y hace que amanezca.
Quiero ser la semilla diminuta
que resiste el invierno
y germina en la tierra.
El sereno silencio
donde habita el vacío;
el núcleo indisoluble
de energía divina:
verdad, códice, credo
esencia y resistencia.


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Janisset Rivero (Camagüey, 1969) ha publicado los libros de poesía Ausente, editorial Aduana Vieja, octubre 2008 y Testigo de la noche, Editorial Ultramar, Miami, 2014

(10 de mayo de 1916) Texto del Decreto que Declara a la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba

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Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos
declarando a la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba
(10 de Mayo de 1916)

La antigua imagen de la Virgen Madre de Dios, con el título que ella misma ostenta "de la Caridad", venerada antiguamente en España, desde tiempos remotos, es honrada en la Isla de Cuba como la principal Patrona de dicha República, ante Dios.

Dicha imagen, según refiere una constante tradición, fue donada por uno de los primeros colonizadores de la Isla a cierto jefe de tribu o cacique y después de muerto éste, permaneció oculta hasta que se encontró milagrosamente sobre las olas del mar, siendo entonces trasladada a la villa denominada "El Cobre", de donde tomó el nombre.

Desde tiempo remoto, en este propio lugar, la Bienaventurada Virgen de la Caridad ha sido objeto de tan gran veneración para los católicos de Cuba que no dudaron elegirla su Celestial Patrona, confiando en que la Sede Apostólica confirmaría la elección. Y así, de acuerdo con los Reverendísimos Cabildos y Clero, los Prelados de todo el territorio cubano, como también los Superiores de las Órdenes Religiosas que en dicho territorio se encuentran establecidas, el pueblo fiel y PRINCIPALMENTE LOS JEFES VETERANOS Y SOLDADOS DEL VALEROSO EJÉRCITO DE CUBA, suplicaron a nuestro Santísimo padre Benedicto XV se dignara declarar a la Bienaventurada Madre de Dios de la Caridad, llamada "del Cobre", Patrona Principal de la República de Cuba; pidieron también que su fiesta principal se celebrase el día 8 de Septiembre, con el oficio y la Misa de Natividad de la Bienaventurada Virgen María, en todas las Diócesis de la Isla, con correspondiente rito doble de primera clase, con octava; y finalmente que permitiera se celebrase otra fiesta el día 27 de Octubre, aniversario del hallazgo de la milagrosa imagen de la Madre de Dios.

Su Santidad, accediendo benignamente a estos deseos manifestados a la Sagrada Congregación de Ritos por el cardenal Pro-Prefecto infrascrito, en virtud de su Suprema Autoridad declaró e instituyó a la B. Virgen María "de la Caridad", llamada "del Cobre", Patrona Principal de toda la República de Cuba, concediendo a la misma todos los privilegios y honores que por derecho corresponden a los Patronos principales de los lugares; determinó también Su Santidad se declarase, según el anunciado rito con octava, la fiesta de dicha patrona, el día 8 de Septiembre, con el Oficio y Misa de la Natividad de la misma Bienaventurada Virgen María.

Benignamente también se dignó a conceder Su Santidad, que en cada una de las Iglesias u oratorios públicos, que serán designados según la voluntad de los respectivos Ordinarios, se celebre todos los años el día 27 de Octubre la solemnidad externa en honor de la Madre de Dios "de la Caridad del Cobre", con privilegio de una Misa Solemne y otra rezada del Patrocinio de la B. Virgen María, guardando en todo caso las disposiciones litúrgicas.

No obstante cualquier cosa en contrario, en Roma a 10 de Mayo de 1916.

A. Cardenal, Obispo de Oporto y Santa Rufina, Pro-Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos.


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Wednesday, September 2, 2020

Iglesia de la Caridad, de Camagüey



Plaza de la Caridad/ Plaza de la Libertad

"1734 / Remodelación 1935: Ing. Roberto Agüero Pichardo. 1942: Arq. Roberto Douglas Navarrete
Intervención. 2003: Ing. Miguel Ávalos Maciá.

El 8 de septiembre de 1734, en el camino a Santiago de Cuba, en el este de la ciudad y más allá de los ríos que limitan el Centro Histórico, fue inaugurada la ermita de la virgen de la Caridad por el auxiliar del obispo y otros funcionarios del clero. Se celebró el acontecimiento con músicos de la Capilla de la Catedral de Santiago de Cuba, que ejecutaron piezas con instrumentos de cuerda, viento y percusión, la primera manifestación musical documentada en las primeras décadas del XVIII en la villa de Puerto Príncipe. El templo en 1756, según el entonces obispo de Cuba Morell de Santa Cruz, era el único en la villa con planta de cruz latina. Particular imagen debió tener aquel templo, con portales de arcadas de medio punto rodeando el edificio, de modo que daba cobijo del sol y la lluvia. Su ubicación en esta zona dio lugar a la ampliación de la ciudad con edificios que, al igual que la iglesia, tenían portales públicos, característica ajena al resto de los barrios de la villa colonial.

Fue reconstruida entre 1933 y 1935 en su cuerpo de naves. En 1942 su fachada principal se restableció. De su estructura antigua conservó la cúpula sobre el presbiterio y la sacristía con cuartos altos. Su planta rectangular quedó irregular, pues sobresalen los laterales, el portal en la parte delantera, y el trancepto en la posterior.

La resultante fue un edificio de tres naves con características neorrománicas, con un magnífico portal en su fachada principal de tres arcos de medio punto, el cual, integrado al detalle formal de la torre central con tambor octogonal y cúpula apuntada con nervaduras, conforma un esquema tipológico que, a una escala menor, es semejante al del Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba. De los tres arcos, el central es abocinado, con columnillas y baquetones conformando las archivoltas. Sobre él, un nicho con la imagen de Nuestra Señora de La Caridad. La parte posterior de la iglesia es la más antigua y mantiene algunas de sus características de macicez, ventanas con derrame y alero de cornisa y teja criolla. El techo de la nave principal es de bóveda vaída con una sección carpanel más plana en las naves laterales. El presbiterio se cubre con la cúpula hemisférica, y el pequeño trancepto con bóvedas. La sacristía posee un techo tejas y el resto del edificio se cubre con losas de barro." (Información tomada de "Guía de arquitectura y paisaje de Camagüey y Ciego de Ávila". Año 2008)



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Calles y callejones de Camagüey: Calle de la Caridad, Avenida de la Libertad (por Marcos A. Tamames-Henderson)

"La calle de la Caridad es uno de los primeros signos de Modernidad del Camagüey legendario, aunque en verdad su connotación sociocultural desborda la novedad de una morfología de manzanas ortogonales y un paisaje arquitectónico en el que predominan los portales. Comenzó a formarse cuando el matrimonio de don Carlos Bringas y de la Torre y doña Juana de Varona y Barrera ofreció un santuario a la virgen mambisa si les concedía un heredero. El edificio religioso abrió sus puertas el 8 de septiembre de 1734, fecha desde la cual se definió un eje estructurador del naciente “pueblecito” de La Caridad."

Ver texto completo

"Carta a Ud", de José Angel Buesa. Historia del poema del hombre despechado (por Joaquín Estrada-Montalván)

Leyendo "Bohemia", pa tra y pa lante, tropiezo con la versión original de "Carta a Ud", poema de un ofuscado y despechado José Angel Buesa, quien de prisa escribe,  y más de prisa publica

Buesa ve a su novia del brazo de otro hombre, por lo que se lee en el poema, fue grande el trancazo y a la editorial de Bohemia, a desahogarse a través de sus páginas.

Luego la revista recibe, supuestamente de la mujer en cuestión, respuesta airada y "humilladora".

Los "que habían alquilado balcones" entraron al conflicto hecho público por los protagonistas, enviando sus rimas, opinando, bonchando, trolleando se diría ahora.

Durante meses Buesa replicó a la dama y a los opinantes,  hasta Bohemia cerró el rifirrafe, al que tituló "Polémica Rimada", del que ha trascendido a nuestros días la versión final (no la que hoy comparto aquí) de "Carta a Ud",  poema del que aun algunos siguen auxiliándose, en momentos de corazón roto.

Lo comparto, porque me pareció interesante, que lo que ahora en Facebook dure quizás unas horas de comentarios en un post. En aquellos tiempos se extendió desde el 15 de noviembre de 1953 a febrero de 1954, en las entregas semanales de Bohemia.

Sea en solidaridad a los que andan en dolores de amor, y en admiración a las mujeres que no se quedan calladas.

A los trolles de siempre, pues existen...

Bohemia. Noviembre 15, 1953
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Bohemia. Diciembre 6, 1953
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Bohemia. Diciembre 20, 1953
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Bohemia. Diciembre 27, 1953
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Bohemia. Enero 3, 1954
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Bohemia. Enero 10, 1954
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Bohemia. Enero 17, 1954
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Bohemia. Enero 24, 1954
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Bohemia. Enero 31, 1954
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Bohemia. Febrero 7, 1954
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Monday, August 31, 2020

(Bohemia. Septiembre 1942) Chacumbele

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Chacumbele por Machito

La devoción a la Virgen de la Caridad en Miami

Santuario Nacional, Ermita de la Caridad del Cobre, Miami
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por Mons. Agust­ín Román (1928-2012)
(Texto publicado en el website de la Arquidiócesis de Miami)


El el año 1966 llegué a la Arquidiócesis de Miami. Me recibió el Padre Emilio Vallina en la Parroquia de San Juan Bosco, en el edificio provisional en que comenzó. Me mostraron la imagen de la Virgen de la Caridad que había venido de Cuba, y que había presidido la primera celebración pública del exilio en Miami con la presencia de su Arzobispo, Coleman F. Carroll. Me contaron que cada año, desde ese día, se continuaba celebrando su fiesta en el mismo viejo Estadio de Miami.

Vi cómo la gente devota continuamente pasaba frente a ella y me contaron también que, después de su llegada en 1961 y hasta comenzar la construcción de la Parroquia en 1962, había servido de consuelo recorriendo los campamentos de la Arquidiócesis donde se alojaba parte de los 14,000 niños cubanos que habían sido recibidos desde Cuba a través del programa Pedro Pan.

En el año1966, en la festividad del 8 de septiembre, participaba yo por primera vez en la Misa con los demás sacerdotes y predicó ese día el Padre Ángel Villaronga. El Arzobispo, al dirigirse a la multitud de cubanos, les invitó a construir un santuario a la Virgen, a la vez que les ofrecía un terreno junto al mar que nos une con Cuba. En esa época, yo estaba asignado como Asistente en la Catedral de Miami. Allí me enteré que el Arzobispo organizaba un Comité de Recaudación y Construcción para levantar la obra.

El Comité comenzó rápidamente a trabajar con todo entusiasmo, y el 20 de mayo de 1967 se bendecía la primera piedra, esperando terminar la capilla provisional para la fiesta de la Virgen ese año.

Meses después, en septiembre, y con gran sorpresa pues no lo hubiera yo pensado, supe al leer el periódico católico The Voice que me habían nombrado Director Espiritual del nuevo Santuario y, al mismo tiempo, Capellán del Hospital Mercy y Asistente de la Parroquia de St. Kieran.

El día de la festividad de la Virgen me trasladé a la pequeña Ermita que habían construido. Así comenzaba la historia de mis 44 años junto a la Madre de Cristo.

Mi devoción a Ella había comenzado desde mi niñez. En la casa de mis padres Ella presidía el hogar: el Corazón de Jesús y la Virgen de la Caridad en dos cuadros que nunca faltaron junto a los de nuestra familia. Mi madre siempre nos pedía echarles una mirada a la Madre y al Hijo, pidiéndoles la bendición cada noche.

Al llegar a mi juventud, me incorporé a la parroquia con un grupo de jóvenes de la Acción Católica que el párroco instruía cada semana. Al terminar el Bachillerato y respondiendo al llamado del Señor que ya sentía, entré en el Seminario de Matanzas donde hice mis estudios de Filosofía. De allí fui enviado a Montreal, Canadá, para hacer mis estudios de Teología, y al terminarlos regresé a Cuba con la ilusión de trabajar por el resto de mi vida en la diócesis de Matanzas que libremente había escogido.

El rosario a la Virgen de la Caridad, meditando la vida de Cristo, lo había rezado siempre cada día, y una noche, sin aviso previo, fui expulsado con mi rosario el 17 de septiembre de 1961 por el delito de ser sacerdote de Jesucristo.

Después de cuatro lindos años como misionero en Chile, donde había vivido el rico proceso del Concilio Vaticano II, llegaba a esta Arquidiócesis. Un año después, y aun pensando en un regreso rápido a Cuba, a mi diócesis de Matanzas, recibía un nombramiento para el que no estaba preparado pues nunca había trabajado en un santuario.

Comencé sin saber a donde iría, pero confiando en la Virgen. Rezaba el rosario y le pedía que intercediera a fin de que encontrara respuestas a lo que el Señor quería. Empecé a recordar mis cursos de misionología en el Seminario. Fui hallando contactos con personas de quienes pronto nos hicimos verdaderos amigos. Los veía cada día más enamorados de la obra y dispuestos a comprometerse sin condiciones.

En marzo de 1968 el Arzobispo nos reunió y organizó con nosotros dos instrumentos: el que ya existía para la construcción y el otro, la Cofradía de la Virgen de la Caridad, que sería el alma del Santuario y que debía vivir y propagar la verdadera devoción a la Virgen María bajo esta advocación. El Espíritu Santo nos había regalado los hombres y mujeres que formarían en el principio la Cofradía, a través de la amistad. Ellos serían el motor principal de esta obra. En junio de ese año 1968 se celebraba el acto de iniciación, y en dos semanas ya había sobrepasado el número esperado de socios.

Al no tener local donde reunirnos, organizaron la Cruzada del Rosario en Familia y cada semana visitaban seis familias, correspondientes a las seis tradicionales provincias de Cuba. El entusiasmo crecía cada día y la Cofradía se hacía conocer mejor a través del trabajo de la Cruzada del Rosario.

El nivel económico en que se vivía era muy pobre. Laboraban en humildes trabajos en las factorías, recogían tomates en los campos, lavaban platos en los restaurantes. El trabajo en sí no faltaba, y la gente ofrecía al proyecto del Santuario la primera hora de trabajo al llegar de Cuba. Los centavos llovían. Se hacían rifas y maratones. La respuesta y la generosidad de la gente eran constantes. Ellos me movían a mí más que yo a ellos. La ilusión era dejar una casa a la Madre Celestial antes de partir de regreso a la patria. No pensaban en su propia casa, pues parecía no ser necesario ya que el regreso lo veían venir cada año.

Así, en 1973, se terminaba la primera parte del Santuario y se bendecía con la presencia del Cardenal Kroll, Arzobispo de Filadelfia, el Arzobispo de Miami, Coleman F. Carroll – quien había esperado la realización de este sueño por seis años – el Obispo René Gracida, el Obispo cubano exiliado Eduardo Boza Masvidal, un número de sacerdotes y una multitud de fieles que disfrutaba este esperado momento. El Santuario fue hecho por todos, a todos pertenece y todos lo han hecho crecer y mantenerse hasta el día de hoy.

Al llegar a la edad del retiro he podido ver con gusto cómo los nuevos Rectores, primero Mons. Oscar Castañeda y ahora el Padre Juan Rumin Domínguez, han continuado lo que se comenzó al principio del exilio.

El Santuario es la obra de un pueblo que, unido por el amor a la Madre de Dios bajo el título de Nuestra Señora de la Caridad, ha sido capaz de levantarlo, mantenerlo y hacer de él un centro evangelizador donde, viviendo la fe, vamos a Cristo a través de María.

Doy gracias al Señor por haberme permitido acompañar a mi pueblo en esta obra durante 44 años como un testigo más de lo que se puede lograr cuando la Caridad es la fuerza que nos une.

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Vista panorámica del Estadio “Bobby Maduro”,
de Miami, el 8 de septiembre de 1961,
cuando unos 30,000 exiliados cubanos se congregaron
allí para recibir la imagen de la Virgen de la Caridad.
(Foto/La Voz Católica/Cortesía de Rogelio Zelada.)
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A veces me aburría (por Joaquín Estrada-Montalvàn)


En la Universidad de Oriente tuve profesores excelentes.

Algunos, no excelentes, me aburrían sus clases, como siempre tenía gastado el 20% que permitían "inasistir" cuando aquello, a esto (entre otras cosas) me dedicaba. 

Sunday, August 30, 2020

Ballet "Beauty and the Beast" (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.


Este ballet en dos actos fue estrenado el 8 de diciembre de 2003, por el Birmingham Royal Ballet en el Teatro del Hipódromo de esa ciudad. La coreografía es de David Bintley, la música pertenece al compositor Glenn Buhr, los diseños de vestuario estuvieron a cargo de Philip Prowse y el diseño de iluminación fue de Mark Jonathan. Los roles protagónicos estuvieron a cargo de Elisha Willis y Robert Parker.


Bintley, director del Birmingham Royal Ballet, hizo varios ballets basados en cuentos de hadas, siendo el primero “Beauty and the Beast”, seguido por “Cinderella” (2010) y “Aladdin” (2013). Aquí, presenta un ballet con dos climas diferentes, un comienzo más oscuro, gótico, casi aterrador, que se va transformando hacia el final en bello y sereno.


El coreógrafo también fue responsable de la adaptación argumental, basándose en el cuento original del siglo XVIII, pero más breve. La obra comienza con el príncipe ya convertido en Bestia (en una versión posterior, Bintley agregó al prólogo la descripción de los sucesos previos: un príncipe cruel y vanidoso es sorprendido por un leñador con poderes mágicos mientras cazaba y lo transforma a él en una Bestia desprovista de belleza e inteligencia y a sus compañeros de caza en animales salvajes). El padre de Bella es sorprendido cortando una rosa del castillo de la Bestia y decide cambiar la libertad de su hija menor por su propia vida. Las dos hermanas de Bella, Fière y Vanité, eran frívolas y sólo les interesaba casarse con un señor adinerado (representado por un hombre con cara de chancho), y con Bella en el castillo, ya no tenían competencia. En el castillo, Bella se encuentra con animales salvajes encantados que danzan, le teme tanto a ellos como a la Bestia. Sin embargo, a medida que el tiempo transcurre, Bella va encontrando la veta humana de la Bestia.


Iniciado el segundo acto, Bella se entera que su padre está enfermo y le pide a Bestia volver a su hogar con la promesa de regresar al castillo. Bestia a esta altura no solamente necesita que Bella se enamore de él para romper el hechizo, sino que él mismo se ha enamorado de ella y prefiere morir a verla sufrir. Bella parte y a su regreso encuentra a Bestia sin vida. Llora desconsolada sobre su cuerpo y, ese solo gesto, hace que el hechizo se rompa y que Bestia se convierta en un hermoso Príncipe. Bella se ha enamorado de él más allá de su apariencia!


Este ballet de Bintley es una de sus obras más exitosas y espectaculares. Luego de su estreno, ha sido representado por el Birmingham Royal Ballet en las temporadas 2008, 2014 y 2019, y han realizado varias giras con gran éxito.






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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com




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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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