Wednesday, October 25, 2017

Ernest Hemingway y el pincel (por Carlos A. Peón-Casas)

La posible noticia de un Hemingway pintor(1), tal y como me llegó por mediación de una publicación seria del mundillo de arte contemporáneo en los Estados Unidos, puede remitirnos a una arista interesante del creador por ahora solo literario, maestro de estilos donde la concisión y brevedad de las frases -tal parece que las recorta de la vida real y las pega en el lugar indicado-, recreando también la ampulosidad de ambientes y paisajes de una profundidad difícilmente abarcable de un solo golpe de vista, y donde el quehacer pictórico pudiera jugar un papel preponderante a la hora de sus recreaciones.

No es pues extraño, que tal y como Michael Reynolds lo cita en el articulo The Old Man and the paintbrush- firmado por Sarah Bayliss para la ARTnews correspondiente al verano de 1999-, y quizás dentro del lógico espectro del debate suscitado por la celebración del Centenario hemingwayano en los EE.UU., que la supuesta tenencia por parte de un coleccionista norteamericano de 20 o 30 cuadros con la firma de Ernest Hemingway (lo traduzco literalmente), fuera todo un success que motivara a críticos acuciosos (dentro de quienes no me incluyo, por cierto), a rastrear las posibles creaciones pictóricas del gran dios de bronce de la literatura norteamericana, ansiosos quizá de achacarle, con toda la buena intención del mundo, la gloria adicional de maestro del pincel y los óleos.

La sospecha no pasa, por fortuna, de la siguiente línea y es el propio Reynolds, biógrafo celoso, quien se encarga de hacer la acotación rectificadora: "No tengo evidencia de que Hemingway haya cogido en su vida nunca un pincel en sus manos"(2), con lo que el posible encasillamiento en el bando de los artistas plásticos, nos lo dejan a pie salvo en el contén mas seguro de las creaciones literarias, siempre de calidad indiscutible.

Reynolds, citado por la autora del artículo y del que con toda libertada he parafraseado mi título, se encarga a renglón seguido de enunciar una pista que me gustaría seguir desarrollando: la de su afición a la pintura, enriqueciendo la posibilidad de un acercamiento mas técnico y admirativo que participativo, en el campo de las artes plásticas, cuando cita la frase del autor de El Viejo y el Mar, de que no haber sido escritor, entonces habría sido pintor.

No es mi intención, por supuesto, dilucidar el enigma de si aquellos cuadros aparecidos en 1999 y firmados por Hemingway eran suyos o no, para ello los dejo con la tesis final de Reynolds, que me parece atinada, y quien asegura que:
la firma de Hemingway se fue convirtiendo en un artículo para grandes coleccionistas cuando el vivía todavía en Cuba, y yo recuerdo algo de un pintor que vivía cerca de su casa en Finca Vigía. El que hubiera firmado la obra de alguien es exactamente el tipo de cosas que que el hubiera hecho, como una gran broma(3).
Por supuesto que las cercanías a la que Reynolds alude a un pintor cubano, apuntarían sin mayor dificultad hacia Gattorno, pues se da el hecho de la amistad entre Hemingway y aquel, que fue intensa. Invito pues a los especialistas de arte a seguir la pista, y de este comienzo, solo salvo la anécdota, que me da pie para esta disquisición que ahora continuo en términos mas apegados a la critica literaria, pero sin evitar las confluencias y las inevitables influencias del arte, que en definitiva, es referencia obligada para la relación que pretendo esbozar entre Hemingway escritor y el admirador incondicional de aquel.

Y es que el gusto personalísimo de Hemingway por las obras de Miró, Masson o Juan Gris-todos sus contemporáneos-, de los cuales tenía cuadros, o su inmensa cercanía a Picasso, y Fernand Leger (cercanía a este ultimo propiciada por Gertrude Stein), es un hecho trascendental que que influye decisivamente en su formación y del que nunca podemos desligar a sus creaciones literarias, las que nos remiten una y otra vez, no solo a los pintores modernos y contemporáneos, sino también a los del período renacentista como el celebre Mantegna(4).

De este último citado nos vienen las primeras referencias en: “El Cristo Muerto” y “El Martirio de San Sebastián”(5) a los que Hemingway alude en esu narración “El revolucionario”, y en cuya anécdota un comunista que viaja por Italia se resiste a la vista del primero, aduciendo que simplemente no le gusta, aunque la verdadera razón, subyacente, tiene que ver co el hecho de que al personaje tal obra le recuerda las torturas que le fueron infringidas por sus captores, prefiriendo en lugar de Mantegna las reproducciones de Giotto o Piero della Francesca.

Resulta coincidentemente curioso que en otro lugar, esta vez en Adiós a las Armas, se aluda otra vez a El Cristo muerto en términos de "montones e huecos de clavos”, algo que en materia descriptiva, y de la mano de un escritor realista e impávido como Hemingway, refiere inevitablemente a las experiencias que por su crudeza serian las ultimas que alguien prefiriera recordar.

No es aventurado conjeturar que Hemingway hubiera conocido de primera mano estas obras maestras en sus primeras andanzas europeas, y – entrando otra vez en el campo de lo especulativo-, que sintiera una especial repulsión por Mantegna por alguna experiencia personal al respecto; no huelga comentar que El Cristo muerto se puede admirar en Milán, ciudad donde Hemingway paso su convalecencia después de herido en el frente italiano.

Justo al comienzo de la novela ya citada se da otro momento muy pictórico por asi decirlo, se trata de la descripción física y muy paisajística e la locación que ocupa el narrador cercano al frente. Así lo retrata Hemingway:
Aquel año al final del verano, vivíamos en una casa de un pueblo que, mas allá del rio y de la llanura miraba a las montañas. En el lecho del río había piedrezuelas guijarros, blancos bajo el sol, y el agua era clara y fluía, delante de la casa y se alejaban por el camino, y el polvo que levantaban cubrían las hojas de los arboles. Los troncos también estaban polvorientos (…)

La llanura estaba cubierta de cosechas. Había muchos vergeles y, en el horizonte, las montañas se destacaban pardas y desnudas. En ellas todavía se combatía y, al atardecer, veíamos los relámpagos de la artillería. En la oscuridad se hubiera dicho que eran relámpagos de verano, sin embargo las noches eran frescas y no se tenia la impresión de que amenazara tempestad (…)

También se luchaba en esa montaña, pero sin resultado, y en otoño, cuando aparecieron las lluvias, las hojas de los castaños empezaron a caer y no se vio mas que ramas desnudas y troncos ennegrecidos(…) Al llegar el invierno, una lluvia persistente comenzó a caer, y la lluvia trajo el cólera (...)(6)
El manejo de este paisaje donde la naturaleza, que parece ajena a los avatares de la guerra, recrea sin embargo, la morbidez y el desasosiego de la refriega. Representación que es un recurso que, por su cercanía, esta vez no a una obra de arte sino a la técnica- en especifico a la impresionista, o con mas exactitud a la que es continuidad de aquella de manos de un creador tan genial como Cezanne(7), a quien tenemos que ubicar en la continuidad o en el ‘’post” del movimiento de marras-, le confiere un toque muy paisajístico a la narración. Hemingway a aquel desde los tiempos de Paris, y en su genial Paris era una fiesta(8), acabara por reconocer que admirando sus cuadros en el Museo de Luxemburgo(9), aprendió todo lo que un narrador necesita para componer un paisaje con palabras.

Sin dudas, en Cezanne se da con lujo de detalles la objetivación del elemento representado por medio de un alejamiento aparente, y que conduce finalmente a una elaboración “consciente y normativa de la sensación original’’(10). Su técnica implicaba ‘’la omisión de colores, dejando lugares en blanco en el lienzo’’; Hemingway por su parte, omitía los detalles en sus textos: el concepto archiconocido de la teoría del iceberg, "que ayudaba a añadir sentido a las narraciones de manera que el lector pudiera acceder a los conceptos sumergidos"(11).

Tomemos como ejemplo para ilustrar lo anteriormente dicho una de las series mas portentosas del creador galo ya citado: Las Montañas de Sainte-Victoire(12), donde los críticos hablan por la primera vez de lo que la síntesis pueda lograr con "la partición mecánica del espacio y la creación de una nueva dimensión emocional’’(13). Compárese entonces esa vista siempre enigmática del accidente geográfico, con la descripción ya citada de Hemingway en Adiós a las Armas, o con cualquier otra de las muchas alusiones al paisaje en su obra, y el resultado será un asombrosos arecido, no ya por los efectos malintencionados de un copista avezado que quiere parafrasear mas que re-crear una realidad, sino por el armonioso contraste que la pagina escrita logra, al transmitirnos las necesarias coordenadas de la profundidad, el valor de los colores y sus tonalidades, y en suma, de la vitalidad de un paisaje que emula, aventajándoles, con aquellos que se conforman solo con la reproducción física de las esencias mas epidérmicas y no se zambulle en el alma oculta de la realidad. La diferencia es precisamente que la descripción tiene "alma’’, y genera sensaciones que pueden ser percibidas sensorialmente.

En “El río de los dos corazones”- una narración que recrea además de la cercanía al paisaje, la necesaria noción de lo sensorial-, podemos apreciar una vez mas como Hemingway es capaz de hacer un contraste muy señalado entre el paisaje, y la percepción que de el tiene el personaje.

No había nada mas allá de su vista que una llanura de pinos que se extendía hasta las azules y lejanas colinas que marcaban la altura del Lago Superior. Las veía con dificultad e la lejanía que se le perdía por sobre la cálida luz de los pinos. Si las miraba fijamente se le perdían, pero si lo hacía con los ojos entrecerrados, entonces estaban allí, las colinas lejanas sobe una elevación el terreno(14).

Cezanne por su parte, lo entendió muy bien cuando le decía a su hijo "El arte es una armonía paralela a la naturaleza. Pintar no es copiar servilmente, es captar una armonía entre las relaciones numerosas y trasladar esas relaciones a cierta escala propia, desarrollándola con una lógica nueva y original’’(15). Por allí está el detalle que Hemingway parecía apreciar mas en el creador de Las Montañas de Provenza o de El Golfo de Marsella visto desde L Estaque(16). Se trata en prime lugar de la necesaria descomposición de ese paisaje como figura geométrica, donde el efecto natural, al decir del propio Cezanne, el tratamiento dado a los cilindros, esferas y conos que conforma el resultado final de la obra, y que integran el todo estable y solido de la naturaleza, en contraste con los cambiantes movimientos del alma humana.

Esa distinción que hace posible en los textos de Hemingway darle al lector no solo la sensación física del paisaje sino el estado de anímico, es parte singular de todas sus narraciones, y tiene un gran peso en su obra, primordialmente en muchos de los "paisajes’’ hemingwayanos, desde Fiesta hasta La Breve vida feliz de Francis Macomber, sin dejar de un lado los mas épicos los de España y Africa

A efecto de este acercamiento, me atrevo a priorizar uno poco mentado, donde creo entender que se da muy bien la simbiosis ya contrastada entre el paisaje y la sensación como arquetipos singulares de lo constante y lo voluble. Pienso e su narración El Vino de Wyoming(17) y la hermosa descripción de apertura y cierre de la misma, la de las montañas lejanas, azules y nevadas en sus cimas, vistas desde la frescura del porche, donde un narrador ensimismado paladea con fruición una cerveza helada
Era una tarde cálida en Wyoming, las montañas estaban a gran distancia y se podía ver la nieve en sus cimas, pero no brindaban sombra, y en el valle los campos de trigo amarilleaban, el camino estaba polvoriento por el paso de los autos, y todas las pequeñas casa de madera en un extremo del pueblo se resecaban al sol(18).
Hemingway sabe hacer con sus palabras, con su dicción, y con su estilo paratáctico, el mejor cuadro donde la estabilidad del ambiente natural, es el mejor de los fondos posibles para proyectar las cambiantes circunstancias e su personajes, acosados todos por la sensación de que el vacío y el dolor les aguardan inevitables, y de que el tiempo por vivir es mas pasajero que lo que muchos se atreven a imaginar. Entendamos de una vez que leer las descripciones de los paisajes en Hemingway tiene el mismo signo que genera pararnos frente al lienzo todavía húmedo done los colores de la vida se han acomodado lo mejor posible para recordarnos que la existencia también se pinta con palabras. Su talento como narrador toca si dudas, y muchas veces, las mismas coordenadas del pintor.

En el cierre de El Vino de Wyoming nos retrata otro paisaje con la misma maestría la mirada de un consagrado artista.
La carretera asfaltada se acababa. Seguía un camino de grava que dejaba la planicie se perdía entre dos colinas y ascendía entre ellas. El suelo de las colinas era rojo, la salvia crecía en grupos grisáceos, y a medida que el camino ascendía, podíamos mirar mas allá de a través de las colinas, la planicie de los valles que chocaban con las montañas. Se veían cada vez mas lejanas y lucias mas parecidas que nunca a las de España. El camino hizo una curva subió de nuevo, y por delante había un grupo de urogallos, que levantaron el vuelo tan pronto nos acercamos a ellos, agitando fuertemente sus alas, remontando el aire en largos giros para posarse luego en la ladera de una colina mas abajo(19).
La cuestión que se impone, al leer este fragmento, es sin dudas si sería posible escribir como se pinta. La respuesta nos parece de una certeza mas que evidente Hemingway fue capaz de mejorar su estilo mirando los cuadros de Cezanne, cualquier lector de su obra es capaz de pintar su propio cuadro en las intrincadas coordenadas de su mente gracias a “la sustancia inmejorable su estilo, al balance tan perfecto entre lo imaginario y lo real, y a la armonía con la naturaleza a la hora de todas sus caracterizaciones”(20). Al final, el lector acaba también siendo un creador, y eso es sin dudas la mejor cualidad que toda obra de ate, cualquiera sea su genero, puede tener. Con Hemingway tenemos asegurado ese privilegio.

-------------------------------------------------------
  1. El título de este trabajo fue tomado del original traducido The Old Man and the paintbrush aparecido en ARTnews y firmado por Sara Bayliss. (Texto publicado en Revista Antenas. Tercera Época. No 6-7 Septiembre 2001-Abril 2002.)
  2. Sarah Bayliss "The Old Man and the paintbrush", ARTnews. (Summer 1999), p. 34
  3. Ibídem
  4. Andrea Mantegna (1431-1506)
  5. Di Yanni, Roberto et al.: Book of Fiction, (reproducciones 7 y 8)
  6. Ernest Hemingway: Adios a las Armas, p. 5-6
  7. Paul Cezanne (1839-1906)
  8. Ernest Hemingway, en: Paris era una fiesta, citado por Sarah Wright en The Influence of Paul Cezanne art work on Hemingways writing style. University of North Carolina. Pembroke (El articulo esta tomado de Internet)
  9. Una muestra de los cuadros de Cezanne se pueden también admirar hoy dia en el Museo de Orsay en Paris.
  10. Elle Charles Hammand: El Renacimiento I. Aguilar, Madrid, 1969 pp. 77-83
  11. Sara Wright: op. Cit. A propósito de la técnica del iceberg que tanta fama le da al creador norteamericano, referimos al lector a esa sensacional pieza maestra Los Asesinos, narración donde el nivel de detalles que se omiten, redundan al final en una eclosion de realidades que es el propio lector quien tiene que desentrañar, sobre todo en lo referente a la solución e la historia. Otros momentos de su narrativa hacen evidente tal técnica de manera muy convincente, pienso en otra narración como puede ser ‘’Alla en Michigan”, o en “Colinas como elefantes blancos”.
  12. Paul Cezane, Pinacoteca de los Genios, p. XIV-XV
  13. Elle Charles Hammand. op.cit
  14. Ernest Hemingway The Short Stories. “Big Two Hearted Rivers Part I’’, p. 211 El texto citado es una traducción personal.
  15. Ibid.
  16. Paul Cezanne. Pinacoteaca de los Genios, p V.
  17. Todas las citas traducidas correspondientes a ese relato son de mi autoría. Consúltese si es de interés la que corresponde a J Gomez del Castillo para Luis e Caralt en Los Asesinos, Barcelona 1991.
  18. Ernest Hemingway. The Short Stories. Wyne of Wyoming. P.450
  19. Ibid. p 466
  20. Sara Wright, op cit

(Miami) Presentación de "El compañero que me atiende"


Tuesday, October 24, 2017

Miami Lyric Opera Gala


The most loved arias, duets and ensembles with the inclusion of famous overtures and “intermezzi” from the most celebrated Italian operas such as La Forza del Destino, Lucia di Lammermoor, L’elisir d’amore (The Elixir of Love) and La Boheme.

Saturday, October 28, 8:00pm
Sunday, October 29, 4:00pm

South Miami-Dade Cultural Arts Center
10950 SW 211th St.
Miami, FL 33189

(Camagüey) El Almacén de la Imagen. Edición 27

Cerca de 100 obras de realizadores de 15 países optan por el gran premio Luces de la Ciudad, de la muestra audiovisual El Almacén de la Imagen que enfoca su próxima edición del 25 al 29 de octubre en esta ciudad.

Se compite en minicorto, animación, ficción, spot, documental y videoclip, y por primera vez el pitching Imagen del Almacén, que gestiona financiamiento para proyectos de ficción, amplía su convocatoria para propuestas de animación.

Las naciones representadas a través de los jóvenes concursantes son Cuba, Ecuador, Chile, Venezuela, Colombia, Guatemala, Honduras, Argentina, Brasil, San Vicente y las Granadinas, República Dominicana, España, Italia, Dinamarca y Australia. (Leer texto completo en Adelante)

Monday, October 23, 2017

En Memoria de Carmina Benguría (por Juan Cueto-Roig)

El pasado domingo 15 de octubre falleció en Miami Carmina Benguría. La poetisa y declamadora camagüeyana nació el 19 de septiembre de 1920. En 1960 salió de Cuba hacia EE. UU. con su esposo el escultor Roberto Estopiñan (1921-2015).

El domingo 5 de julio de 2015, asistí a una de sus últimas presentaciones en público, con motivo de un homenaje que le ofrecieron los escritores Gastón Álvaro y Orlando Coré en Books and Books, de Coral Gables, en la presentación de su poemario Desde el libro del alma. Esa tarde le obsequié el programa de un recital que ella ofreció en el Lyceum and Lawn Tennis Club de La Habana, y que conservé por más de medio siglo. Lo recibió emocionada y me lo agradeció con un beso.

En mi reciente libro Verycuetos III, aparece el comentario que escribí sobre ese inolvidable acto.

:::::::::::::::::::::::::::::::::

El domingo 5 de julio de 2015, a las 6:00 pm, en Books and Books, se efectuó la presentación de un poemario de Carmina Benguría, la legendaria “declamadora” cubana, que a los 95 años ha publicado Desde el libro del alma, su segundo cuaderno de poemas. Elegantemente vestida y calzada (vestido de encaje blanco marfil y zapatos de raso plateado), Carmina conserva una voz fresca y clara, con la que leyó dos poemas de carácter íntimo y autobiográfico, que, raro logro en este tipo de “confesión literaria”, están libres de cursilerías y sentimentalismos; versos breves, sencillos, sinceros, preciosos. Después, conversó con el público y demostró una claridad mental y una simpatía envidiables. El acto fue una producción de “Ego Group” que dirige el escritor Gastón Álvaro. La presentación estuvo a cargo del poeta y compositor Orlando Coré, quien revisó y editó el libro.



Sunday, October 22, 2017

Presentación de "Una medida inexacta. Ensayos y comentarios", de Reinaldo García Ramos (por Lilliam Moro)

Nota del blog. El pasado jueves 19 de octubre, se presentó el libro Una medida inexacta. Ensayos y comentarios (Editorial Verbum, 2017) de  Reinaldo García Ramos, en la en la librería Altamira de Coral Gables. Gracias a la cortesía de Lilliam Moro y la gestión de Rodolfo  Martínez Sotomayor, comparto el texto de presentación de la nueva entrega literaria de Reinaldo García Ramos.


Reinaldo García Ramos y Lilliam Moro
------------------------------------------
Rodolfo Martínez Sotomayor inicia el evento 
--------------------------------------------------------




 Fotos/Eva M. Vergara
----------------------------------

A Reinaldo García Ramos me une no solo una amistad prolongada, la poesía y la responsabilidad intelectual, sino también la complicidad de haber compartido la década de los años sesenta en Cuba, y concretamente en La Habana, donde vivimos el descubrimiento de la creación literaria y el fervor ingenuo por la libertad en esos años en los que nuestra vehemencia como recién estrenados escritores convivió con el miedo y el caos en general, etapa en la que se instauró la persecución generalizada como modus operandi de la Revolución castrista.

La historia de nuestra generación está incrustada en esa época donde todo fue posible e imposible a la vez.

La amistad y la creación literaria iban de la mano. Algunos amigos de entonces ya han desaparecido, otros se han envilecido, a algunos les han perdonado la vida con precarias parcelas de expresión siempre y cuando anden de puntillas, y los demás habitamos cualquier rincón geográfico. Los pocos de este último grupo tenemos la responsabilidad de testimoniar el crimen de lesa humanidad y de lesa cultura que se ha cometido contra un país, contra su legado histórico y su integridad antropológica. No se trata solo de un período oscuro sino de casi seis décadas, el mismo tiempo histórico de nuestra vida republicana, suficiente para construir una nación o para destruirla. Por lo tanto, es un espacio de tiempo que constituye una medida inexacta, precisamente el título de este libro de Reinaldo. El caos vivencial solo puede describirse indagando en la semántica de la perversión.

Este libro de Reinaldo recoge 15 ensayos y comentarios con dos temáticas principales: las que tienen que ver con su experiencia directa y hasta generacional, como “Otro paseo por El Puente con nuevos transeúntes” sobre el grupo literario de Ediciones El Puente, y “Los tiempos de Mariel”, en el que recuerda el surgimiento de esa publicación en Nueva York en 1983. También se ocupa de determinadas obras de los escritores del exilio Carlos Victoria, Jesús J. Barquet, Miguel Correa Mujica y Vicente Echerri, así como un generoso artículo sobre Reinaldo Arenas como personalidad y ser humano. Se incluyen, asimismo, sus experiencias individuales en la Isla en el ámbito laboral en “Un editor bien vigilado” y el impacto al descubrir la libertad personal, cultural y social en Nueva York, incluyendo el aprender a practicar la tolerancia ante quienes defendían el infierno castrista que dejó atrás.

La segunda temática de este libro se ocupa de importantes obras y personajes de nuestro pasado, como en el artículo “Los niños de Martí en la epopeya delirante”, sobre La Edad de Oro, y otro que nos ofrece una visión humana de Máximo Gómez y Orestes Ferrara en “Una guerra y un general en el recuerdo”, o sobre nuestro “raro” José Manuel Poveda.

Quiero resaltar, sobre todo, el artículo “Dos españoles heroicos” que considero de suma importancia porque trata de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, que llegaron a Cuba en un momento clave para la expresión de la nacionalidad cubana lo mismo en la literatura que en las artes plásticas. Este matrimonio español, que permaneció en Cuba desde 1939 a 1943, en su modesta imprenta La Verónica, establecida en La Habana gracias al generoso aporte económico de la mecenas María Luisa Gómez Mena, publicó importantes y cuidadas ediciones no solo de autores europeos sino, por ejemplo, la primera traducción al español de los Cuentos negros de Cuba, de Lydia Cabrera, obra que había sido publicada en francés por Gallimard. Fue la época de las revistas literarias, antecesoras de Orígenes, de José Lezama Lima, y la expresión pictórica de los importantes artistas de la época como Wifredo Lam, Carlos Enríquez, Víctor Manuel, Amelia Peláez y otros y que culminó con la exposición colectiva “Pintura cubana moderna” en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1944.

Así, pues, Una medida inexacta, de Reinaldo García Ramos, es un conjunto de artículos importantes, obra que me parece necesaria por imperativo categórico, porque se ocupa de la recuperación de un pasado escamoteado, tergiversado y hasta ignorado completamente. No podemos confiar en que la historia ponga las cosas en su sitio, porque suele ser un proceso lento y hasta contaminado. No hay que darle tiempo al tiempo, como dice el refrán, sino tener la iniciativa de rescatar el tiempo porque es rescatarnos a nosotros mismos.



----------------------------------------------
ver en el blog
No hay mal que por bien no venga. Homenaje a Serguei Urusevsky (por Reinaldo García Ramos)

Saturday, October 21, 2017

Regina Balaguer: "Ballet de Camagüey: segundo de nadie” (por Yolanda Ferrera Sosa)

Notal del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín y a la periodista Yolanda Ferrera Sosa que compartan con los lectores, el presente texto incluido en el número de octubre 2017 de la revista CARITATE, dedicado al 50 aniversario del Ballet de Camagüey y al cantante y compositor Lázaro Horta. La presentación será el próximo jueves 26 de octubre de 2017 a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural Hispano de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, Fl 33135)

No sabía la joven egresada de la Escuela Nacional de Arte, en la especialidad de Ballet, que su destino le depararía dirigir a toda una compañía danzaria, fuera de su natal Ciudad de La Habana. Hacia la región central cubana de Camagüey viajó en agosto de 1979 para comenzar –el 1ro de septiembre– su Servicio Social de Graduada, por un período de tres años, que a la postre se convirtieron en más de 28.

Regina María Balaguer Sánchez formó parte del cuerpo de baile del Ballet de Camagüey. No fue fortuita su selección posterior para el Regisserato, ni para la conducción plena de la agrupación en 1996: la decisión de las autoridades culturales tomó en cuenta su capacidad para asumir los retos de tal responsabilidad.

Regina aceptó la tarea a sabiendas de las dificultades que entrañaba la dirección de la compañía, heredera de una rectoría por 15 años aparentemente insustituible: la de Fernando Alonso Rayneri, Maestro de Maestros. El talentoso maitre Jorge Rodríguez Vede –quien tuvo la dirección por 4 años después de la partida de Fernando– le entregaba a la joven, a la vez que un conjunto valioso en cuanto a resultados y talentos, un rosario de problemas derivados de varias causas, entre ellas –la más importante–, la de estar enclavado en una provincia, lejos de la capital, con un Ballet Nacional de Cuba, liderado nada menos que por Alicia Alonso.

De hablar pausado, mirada firme e inteligencia innegable, Regina posee el preciado don de la sencillez. La transmitía en cada entrevista, donde siempre subrayaba el resultado colectivo del conjunto y no el palpable aporte de ella para proseguir una difícil obra, ya cercana a su medio siglo de existencia.

Una de aquellas conversaciones, giró en torno a las características más ostensibles de la compañía:

“El Ballet de Camagüey –me dijo– tiene una cincuentena de componentes, elenco eminentemente joven, apoyado por un reconocido prestigio dentro y fuera del país. Su trayectoria exhibe un repertorio compuesto por más de 240 obras, clásicas y contemporáneas. Constantemente tratamos de enriquecer sus contenidos. Invitamos a creadores consagrados o no” 


Como expresión tácita de esta afirmación de Regina, entre los ejemplos más recientes se encuentra la invitación al consagrado coreógrafo cubano Alberto Méndez, Premio Nacional de Danza, quien realizó el montaje de seis obras para las funciones de homenaje que le ofrendó el BC, los días 29 y 30 del pasado mes de julio de 2016, en el Teatro Principal, de la ciudad de Camagüey. La directora de la compañía le propuso la idea, como parte de la jornada por el aniversario 50, a celebrarse el 1ro de diciembre.

Méndez alistó para el conjunto las puestas: Suite Generis, El vals y Fantasía, y precisó detalles de Muñecos, Paso a tres y En tus ojos, que han permanecido en el repertorio activo del Ballet de Camagüey.

En otro momento de la entrevista, la directora del BC resaltó como característica innegable también la renovación constante del elenco:

“El Ballet de Camagüey es una compañía-escuela” –aseguró. Se nutre fundamentalmente de jóvenes egresados de la enseñanza artística en el país. Es posible que, para algunos proyectos, esta característica sea un verdadero problema, ya que los recién llegados carecen por lo general de experiencia escénica. Ahí está nuestro reto: moldear, forjar, lograr que ese extraordinario material brinde sus posibilidades en el futuro, sea cual sea el destino de sus entregas. De nuestra compañía han surgido luminarias radicadas posteriormente en diferentes puntos del orbe”.


Las contrataciones de sus componentes dentro y fuera del territorio y del país han lacerado indiscutiblemente la trayectoria de este colectivo, una realidad juzgada así por Regina:

“Tenemos la satisfacción de que el nivel integral de los bailarines, nivel logrado durante su estancia en la compañía, sea reconocido tácitamente por estas contrataciones. Sí…, claro que nos afectan. Pero también es una realidad que el Ballet de Camagüey mantiene un nivel técnico y artístico que nos enorgullece”.

“Todo ello –agregó– es consecuencia de una labor que integra diferentes especialidades. Resultan objetivos fundamentales, además de la adquisición de la técnica clásica y la disciplina imprescindibles, la formación cultural de los integrantes. En ello, el apoyo de nuestra sicóloga es fundamental. Los bailarines son –a la vez que atletas de alto rendimiento por su ejercitación física– artistas plenos de sentimientos y de emociones que deben ser experimentados personalmente, para transmitirlas adecuada y eficazmente. Incentivamos el trabajo de mesa, la investigación y el hábito de la lectura, fundamentalmente de aquellas obras que ellos interpretan.

“El Ballet de Camagüey tiene amantes seguidores por toda la República Cubana, un público amoroso y exigente que sabe el valor de lo que se les brinda” –agregó. “Llega a su medio siglo de fundado, con una historia defendida a capa y espada, porque no han sido pocos los escollos que ha debido superar”.

No hacía falta la enumeración por Regina de tales escollos, Quienes apreciamos de cerca las experiencias de la compañía agramontina, sabemos de muchas lamentables decisiones por parte de la dirección del Ballet Nacional de Cuba. Por solo citar dos, está la que excluyó al conjunto, reiteradamente, de participar en los Festivales Internacionales que auspicia, quitándole a Camagüey su calidad de sub-sede y la necesidad de hacer otro montaje para el BC de la coreografía de Giselle, ante la petición de Alicia Alonso de que se le pagara el Derecho de Autor por la propia versión de la compañía nacional. La responsabilidad de la versión camagüeyana la asumió creativa y exitosamente, el coreógrafo lugareño José Antonio Chávez . 


Era recurrente en cada conversación con Regina Balaguer su referencia al maestro Fernando Alonso al frente del conjunto, su agradecimiento por la valiosa entrega brindada allí durante 15 años. Fue un período dedicado íntegramente a elevar el nivel técnico del colectivo, fundado oficialmente el 1ro de diciembre de 1967 por otra grande del arte de las puntas en la localidad: Vicentina de la Torre.

Muchos obstáculos encontró Fernando en ese empeño, asumido con respeto y con amor. Supo organizar con su experiencia a la agrupación, la cual recibió con una notable trayectoria en la cual proliferaban las coreografías de corte contemporáneo. Poco a poco, su magisterio derivó en la incorporación también de obras selectas del repertorio clásico mundial.

El Ballet de Camagüey debe la sede actual que posee al Maestro. Antes de su llegada, el colectivo radicaba en los altos del teatro “José Luis Tassende”, local carente de las condiciones mínimas para su desempeño.

Sus aportes al desarrollo de la compañía suman giras internacionales y la consolidación de la fábrica de zapatillas aledaña a “Villa Feliz”, que tal es la denominación de la hermosa casona donde –por su gestión– se encuentra establecido el conjunto.


Amplió los niveles de relación con directivos y artistas de prominencia reconocida en diferentes países, entre ellos Bélgica, con su “Royal Ballet de Wallonie”, con Jorge Lefebre –ya fallecido– y Menia Martínez, en calidad de colaboradores sistemáticos.

Con su pertinaz hacer, su comprobado optimismo y su amor por la difícil disciplina artística, Fernando supo sembrar bien en el talento de experimentados y de recién egresados. Aunó objetivos. Sumó voluntades.

“Fernando sigue viviendo en cada logro de la compañía, al igual que Vicentina de la Torre. A sus magisterios consagrados se dedican las programaciones encaminadas a celebrar los 50 años del conjunto en el presente 2017. Por lo general, cuando periodísticamente se alude al conjunto, se le califica como la segunda compañía de su tipo en Cuba. No somos segundos de nadie. Dígase solo Ballet de Camagüey, poseedor de una muy propia e irrepetible historia”–finalizó Regina.


-------------------------------------
ver en el blog
Vicentina de la Torre: voluntad con alas (por Yolanda Ferrera Sosa)

Friday, October 20, 2017

De esos reencuentros que me devuelven la fe perdida (por Ingeborg Portales)

Carlos A. Peón-Casas presenta su libro  El vino mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway,  el 15 de octubre de 2017, en el Salón Padre Félix Varela de la Ermita de la Caridad
-----------------------------------------------------------

Como él mismo suele decir, Carlos Peón Casas es uno de esos amigos de la vieja guardia. De algún modo Carlitos sigue siendo esa conexión con lo real, libre de las apariencias virtuales. Un buen día; por ejemplo, puedes recibir una carta de su puño y letra.

Nos conocimos siendo adolescentes, en Camagüey. Nos unió después un período especial y dos becas en La Habana. Carlos estudiaba Lengua y Literatura Inglesa en el ISPLE, y yo estudiaba Bibliotecología en Miramar. Fue en ese pueblo donde nací, y cuyo nombre no quisiera recordar, pero recuerdo, Guanajay, el que durante muchos fines de semana, se convirtió en su refugio. Carlos venía a mi casa y allí compartíamos la poca comida que mis padres podían poner en la mesa en esos momentos.

Treinta años después, en La Ermita de la Caridad del Cobre, donde presentó su libro, me lo recordaba con la misma alegría y agradecimiento de entonces.

Carlos vive en Cuba, con su esposa y sus tres hijos. Enseña Legua y Literatura Norteamericana en la Facultad de Lenguas y Comunicación de la Universidad de Camagüey y está también al frente de la Biblioteca Diocesana. A pesar de que en muchas ocasiones he recibido correos de Carlos, pidiéndome ayuda con materiales a los que no tiene acceso desde Cuba, ha sido sorprendente escucharlo contar historias sobre su proceso de investigación y los artificios para poder estar conectado con el resto del mundo.

Cuando lo escuchaba no podía dejar de pensar, en la falsedad de esa opinión que muchos cubanos suelen esgrimir, bien a la ligera, “en Cuba todo el mundo mordió”.

Más sorprendente aun, o admirable, ha sido escucharlo compartiendo en público sobre su enfermedad. Hace aproximadamente un año, sus dos riñones decidieron dejar de funcionar al mismo tiempo. Después de recibir la noticia, Carlos, que nunca ha dejado de ser un hombre de fe, solo se repetía una misma pregunta. ¿Por qué Dios mio? Su visita ha sido demasiado corta, apenas tres días, no puede interrumpir su proceso de diálisis y preparación para recibir el trasplante del riñón que le donará su hijo mayor Francisco Javier. Carlos que nunca ha dejado de ser un hombre de fé, intenta ahora encontrar cada día, las respuestas a una pregunta diferente. ¿Para qué Dios mio?

Desde aquí, yo solo espero que la operación sea exitosa, y que puedas regresar muy pronto, para celebrarlo y para presentarnos tu próximo libro.

El magisterio de Fernando Alonso (por Yolanda Ferrera Sosa)

Notal del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín y a la periodista Yolanda Ferrera Sosa que compartan con los lectores, el presente texto  incluido en el número de octubre 2017 de la revista CARITATE, dedicado al 50 aniversario del Ballet de Camagüey y al cantante y compositor Lázaro Horta. La presentación será el próximo jueves 26 de octubre de 2017 a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural Hispano de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, Fl 33135)


Fue inscrito con el extenso nombre de Fernando Juan Evangelista Eugenio de Jesús Alonso Rayneri, pero bastó para inmortalizarle en el ámbito danzario mundial el sencillo de Fernando Alonso. Su apellido fue y sigue siendo sinónimo de virtuosismo en la manifestación balletística de todos los tiempos, y su legado, un ejemplo de magisterio útil, depositado en centenares de bailarines que disfrutaron de sus clases y de su capacidad como director de compañías y de Escuelas de Ballet.

El 2017 marca el aniversario 103 de su natalicio y el cuarto de su fallecimiento en el Hospital Cardiovascular de Ciudad de La Habana. Le sorprendió la muerte sorpresivamente, en la plenitud de sus facultades mentales y con una entereza física inusual a los 98 años en cualquier humano. Una caída, la necesaria operación posterior y aquel coágulo de sangre que viajó a través de su cuerpo hasta acabar con su vida, fueron determinantes. 


Disfruté de la amistad de Fernando durante su estancia en Camagüey. Allí –con muchos contratiempos– dirigió la compañía balletística local a partir de 1975, una vez concluidas sus responsabilidades como director del Ballet Nacional de Cuba, del cual fue uno de sus fundadores, junto a su hermano Alberto y su entonces esposa Alicia Martínez del Hoyo. Alicia tomó su apellido cuando contrajeron matrimonio en los Estados Unidos en 1937.

Fui depositaria de anécdotas aún inéditas, contadas con su excelente sentido del humor en su oficina, en los salones de ensayos de la compañía o en su hogar, en el Reparto “Montecarlo”, de la capital agramontina. Una de aquellas conversaciones –realizada en 1998, cuando tenía 84 años– giró en torno a la llegada de otro aniversario de la impartición de su primera clase, un día de marzo de 1949, acontecimiento que marcó tanto su vida personal como el derrotero de la enseñanza del Ballet a escala mundial, donde Fernando centró Cátedra. Resultó, más que otra entrevista, un testimonio de gran valor humano y académico:

¿En qué circunstancias ocurrió esa primera clase?

Cuando estudiábamos ballet en Cuba, en la Sociedad Pro-Arte Musical que dirigía mi madre, tanto Alicia como otros bailarines norteamericanos nos dábamos las correcciones a nosotros mismos, y eso fue creando en mí una forma de descubrir qué era lo que estaba mal y cómo podía salir mejor el paso. O sea, que antes de aquella primera clase oficial, vamos a llamarla así, ya había una preparación previa, aunque no dejó de ser una sorpresa para mí.

Como es sabido, fundamos el 28 de octubre de 1948 –con 40 integrantes– el Ballet que entonces se llamó “Alicia Alonso”, e hicimos una gira por varios países latinoamericanos, hasta Chile. Entonces teníamos un maestro nombrado León Fokín, quien ya nos había dado clases en Nueva York. Él era hijo de esa gran profesora llamada Alexandra Fedórova, cuñada del coreógrafo Mijaíl Fokín. León padecía de una úlcera estomacal y, ya en Chile, comenzó a sentirse mal y hubo que llevarlo al hospital en un estado muy delicado, pues tenía mucho dolor. Fue un momento de gran desconcierto ante la ausencia del maitre. Hubo varias proposiciones entre todo el elenco. Ninguno aceptó. Asumí la propuesta y esa responsabilidad, en mi carácter de director de la compañía. Di la clase y a todos les gustó.

¿Le amilanó ese reto?

Imagínate, todos eran profesionales. Al principio estaba un poco nervioso, pero a medida que seguí la experiencia me sentí más confiado y terminé verdaderamente sintiendo un gran placer al descubrir que podía dar las correcciones adecuadas, porque no todos saben por qué sale mal un paso o no es afortunada una pose. Y es que el movimiento corporal tiene sus secretos. En ello juegan las leyes físicas, las características anatómicas, la disciplina personal y la propia actitud sicológica del bailarín. De la manera en que el bailarin va a atacar un paso, ya uno se da cuenta si va a salir o no. Está hasta en sus ojos.

Esa experiencia fue decisiva en su labor posterior, porque usted finalizó su carrera escénica en 1950.

Así fue; a partir de entonces tuve más placer en dar clases que en bailar. Era para mí extraordinario ver cómo podía ir formando y desarrollando a las bailarinas. Siempre preferí dar clases a las muchachas. La inclinación por la docencia se acentuó cuando fundamos en 1950, en La Habana, la Academia de Ballet “Alicia Alonso”, una vez finalizada aquella gira. Fui maestro de un grupo de muchachas becadas que eran muy talentosas y las asesoré cuando empezaron a dar sus primeros pasos. Allí fue cuando descubrí mi verdadera vocación. Sentí cómo las iba modelando, cómo las iba “reconstruyendo”, porque a base del ejercicio se puede cambiar el fisico de las personas. De allí surgieron las primeras bailarinas de la compañía. Yo iba a las funciones, incluso bailaba con ellas y me daba cuenta de lo que faltaba en las clases. Era un dar biunívoco que me permitía mejorar las deficiencias. Iba aprendiendo yo con ellas. Fue un trabajo ambivalente.


¿Cuáles otros elementos contribuyen a que un maestro de ballet se desempeñe óptimamente?

Tener características muy especiales. Ser una magnífica bailarina o un excelente coreógrafo no determina ser buenos en la impartición de sus excelencias. Hay que poseer una verdadera pasión por el desarrollo de la gente, por volcar lo que uno conoce e introducirlo en la persona que uno está enseñando. Yo tuve la suerte de ser Radiólogo, formado en un breve curso durante mi estancia en Nueva York, especialidad que me permitió conocer mucho mejor la estructura ósea de los humanos. También, como hice mucho deporte, ya tenía los reflejos y el desarrollo físico preparado para el ejercicio del ballet. Todo ello pude aplicarlo en los bailarines para darles el adecuado tono muscular. Por otra parte, me dediqué a estudiar con siquiatras las caracteristicas de los personajes a representar, y fui adquiriendo los conocimientos de cómo tratar a los bailarines sicológicamente…; no a todos se les puede dar las correcciones de la misma manera para mejorarlos y perfeccionarlos. Otro elemento fue transmitirles leyes de la Física aplicadas al Ballet, como las fuerzas centrífuga y centrípeta en las vueltas, el equilibrio, la gravedad, la inercia; factores que no todos comprenden. Otro complemento es poseer hasta la exquisitez un ojo clínico, para poder detectar los errores individuales entre la veintena de bailarines en una clase. También, en mi caso, fue determinante el amor por la música que heredé de mi madre. Esta relación del ojo con el oído es vital en la enseñanza del Ballet.

¿Fue difícil para usted dejar de bailar, renunciar a la proyección escénica?

Algo así, aunque yo lo hice voluntariamente, porque llegó un nomento en que no podia hacerlo todo. Era imposible bailar, supervisar ensayos, atender la compleja dirección de una compañía de ballet y –además– formar a los bailarines. En este último apartado pude lograr la satisfacción plena en la enseñanza, más que bailar yo mismo.


¿Cómo contribuyó la Academia “Alicia Alonso”, fundada en 1950, a lo que se ha dado en llamar “la Escuela Cubana de Ballet”, una forma distinta y atractiva de asumir la danza?

Eso sucedió prácticamente –como pudieramos decir– consciente e inconscientemente, porque en la medida en que yo veía la respuesta de las bailarinas a los pasos que les dábamos, pues íbamos entendiendo cómo teníamos que ir transformando ese tipo de enseñanza para que ellas pudieran desarrollar el sentido de lo criollo, de la cubanidad. En los chicos fue igual. La herencia cultural y étnica que tenemos fue determinante. No podemos negar que el cubano posee un legado africano importante desde el punto de vista rítmico y de fuerza. Y las mujeres, una femineidad, una sensualidad…, una sexualidad muy evidente. Todo ello, unido a la vocación por la música y el baile de los españoles y nuestro clima, pusieron su aporte también en esa manera tan específica de asumir el baile, que surgió espontáneamente.


¿Otra cualidad indispensable en la enseñanza del Ballet?

La disciplina. Yo impartía hasta 5 clases al día; una tarea verdaderamente ardua que implicaba la puntualidad y la atención total por parte de quienes las recibían. No admitía a ninguno una vez iniciada la jornada, aunque llegara pasado un minuto. No aceptaba ninguna excusa.

¿Cómo encuentran estos días a Fernando Alonso, a sus 84 años?

Me siento que debo tener cuidado, porque aún creo que sigo siendo joven…, y ya no lo soy tanto. He tenido que rebajar la cantidad de ejercicios y sigo entusiasmado, admirando al mundo con la misma felicidad de antes. No declina mi entusiasmo por la Escuela Cubana de Ballet. Me hace muy feliz poder apreciar los concursos de esta especialidad y ver a las nuevas generaciones de bailarines que van surgiendo. Recuerdo, hace muchos años, la primera vez en que tres de nuestras muchachas incursionaron en un concurso internacional –fue en el de Varna–y obtuvieron 3 medallas. Fueron los inicios. Todo eso me hace feliz, pero tengo mis preocupaciones, porque este mundo nuestro se hace cada vez más chico y las influencias de los medios y el acortamiento de las distancias, posibilitan las influencias de otras escuelas. A veces se admira un paso determinado…, que no es tan aceptable. Es importante no perder las caracteristicas de la Escuela Cubana: la caballerosidad de los varones, la delicadeza, sensualidad y femineidad de las muchachas. Yo planteé mi retiro, despues de todo lo que he hecho en mi vida y el Ministro de Cultura no lo aceptó, porque mi aporte –me dijo– era imprescindible. Así que, a lo mejor, llego al nuevo milenio activo.

La vida, inexorable con el paso de los años, se le fue aquel 27 de julio de 2013. Por su pertinaz hacer, por su comprobado optimismo y por su amor por el arte de las puntas, pudo dejar su legado y su impronta en el talento de experimentados y de recién egresados bailarines. Fernando aunó objetivos, sumó voluntades, consolidó raigalmente la entrega creadora en cualquier responsabilidad que tuvo como protagonista, tanto en el Ballet Nacional de Cuba como en la compañía camagüeyana, así como en agrupaciones extranjeras o como Asesor de Danza del Ministerio de Cultura cubano.

Por todo lo anterior y por mucho más, no existe un adiós para este artífice de la docencia del Ballet. Sus enseñanzas permanecen en quienes formó en los salones, muchos de ellos actualmente integrantes de famosas instituciones, dentro o fuera de Cuba; en incontables maîtres o en virtuosos de talla internacional. En ellos se ejemplifica su reconocida vigencia como pedagogo. Sencillamente hay seres para los cuales resulta imposible la despedida. A esa categoría, repito, pertenece Fernando Alonso Rayneri.


-------------------------------------
ver en el blog
Vicentina de la Torre: voluntad con alas (por Yolanda Ferrera Sosa)

Thursday, October 19, 2017

Diferencia entre Sugestión e Hipnosis (por Christina Balinotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada a la familia por la Dra. Christina Balinotti (https://www.facebook.com/christina.balinotti), quien ha aceptado la invitación a compartir cada jueves, un tema relacionado con su proyecto Universidad de la Familia, programa académico extenso de 45 semanas, en la Humboldt International University. Los libros de la Dra. Christina Balinotti se pueden adquirir en Amazon en este enlace. 
Para información e inscribirse en el programa puede acceder en este enlace. Para comunicarse puede escribir a Universidaddelafamilia.miami@gmail.com 


¿Cuántos tipos de sugestión existen? Cuál es la diferencia fundamental con la hipnosis?​​¿Qué clase de cualidades posee el mana o energía espiritual en contraposición al maná bíblico? ¿Empleamos, acaso y sin saberlo, la hipnosis en la crianza de nuestros hijos?

Descubre los secretos milenarios del magnetismo animal y el poder de la mirada en 28 minutos de explicación profunda desarrollada desde el punto de vista del psicoanálisis, la religión y el ejercicio de la parentalidad.

-----------------------------------------------

Christina A. Balinotti: Escritora, Personalidad de Televisión y Radio. Experta en temas de Cultura y Psicología. Mujer de la Semana 2015 CNN Español. Pionera del Movimiento y Organización Femenidad Holística. 
Fundadora/Directora del programa académico Universidad de la Familia, Ahora Sí, Miami 2016.

https://www.youtube.com/user/christina5679

Vicentina de la Torre: voluntad con alas (por Yolanda Ferrera Sosa)

Notal del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín y a la periodista Yolanda Ferrera Sosa que compartan con los lectores, el presente texto  incluido en el número de octubre 2017 de la revista CARITATE, dedicado al 50 aniversario del Ballet de Camagüey y al cantante y compositor Lázaro Horta. La presentación será el próximo jueves 26 de octubre de 2017 a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural Hispano de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, Fl 33135)

Recuerdo a Vicentina de la Torre Recio menuda en el físico e incansable en el empeño de hacer extensiva la enseñanza del ballet y de fundar una compañía de esa manifestación en la ciudad cubana de Camagüey, donde nació el 19 de julio de 1926.

De procedencia humilde, su primer encuentro con el universo del arte en movimiento fue desde una de las ventanas de la Academia de Gilda Zaldívar, otra personalidad del terruño a quien tanto debe la disciplina. Desde allí quedó embelesada con aquellas niñas que trataban de tocar el cielo, empinándose en la punta de sus pies. Entonces ella desconocía que esa forma de danzar recibía el nombre de Ballet y que la peculiar vestimenta de aquellas personitas era conocida como “tutús”. Tampoco que su enseñanza se destinaba fundamentalmente a las familias económicamente acomodadas, clase a la cual ella no pertenecía. Pero solo sentía cómo lo observado cautivaba definitivamente su corazón.

La enseñanza de las artes en la ciudad de Camagüey cuenta con una tradición que se remonta a inicios del pasado siglo. Ya en 1936, existía la Academia de Ballet de Gilda Zaldívar, quien fue la primera cubana en mostrar esa expresión de la danza en espacios europeos.

“Cuando niña, yo pasaba por la acera de la Academia de Gilda y –desde la ventana– escuchaba la música y disfrutaba de aquello que me parecía mágico. Me encantaba ver a las muchachitas que realizaban aquella especie de baile para mí desconocido, en punta de pies y me imaginaba entre ellas” –me diría en la única entrevista que concediera ante un micrófono.

Vicentina se escabullía siempre de las entrevistas periodísticas y de las presentaciones en público, porque era sumamente tímida, extremadamente modesta y poseedora de una gran sencillez, características que no se reñían con la autoridad emanada de sus acciones.

La insistencia de aquella niña fructificó en la sensibilidad de Gilda, quien notó y apoyó aquella pasión poco común hacia la danza. Después –ayudada también por Gilda– vendría la beca para el Curso de Verano que impartía la Escuela de Ballet “Alicia Alonso”, en La Habana.

“Fueron sesiones inolvidables” –recordaba. “Me resultan imborrables las clases impartidas por Fernando y la magia que Alicia depositaba en cada movimiento. Eran encuentros de un nivel extraordinario y yo trataba de copiar, de incorporar sus contenidos hasta el más mínimo detalle Todo ello hacía crecer en mí el amor hacia el ballet. Si bien mis condiciones físicas no me permitían interpretar las obras, existía el ejemplo de Fernando y Alicia desde un magisterio llevado a cabo con elegancia, rigor, disciplina y aplicación. Entonces decidí seguir los pasos de su enseñanza en Camagüey, hacia donde regresé una vez cerrada la Escuela por el gobierno batistiano”.

Con muchos obstáculos por vencer, pudo más su apasionado proyecto de abrir una sede para la impartición de esa disciplina, propósito que conquistó el apoyo de conocidos y familiares. Así nació en su querida ciudad natal, la Academia “Vicentina de la Torre”, en 1957, cuyo carácter eminentemente popular permitía también la captación de alumnos en las Escuelas Públicas con vocación para la danza. Era el único requisito exigido, puesto que la enseñanza la brindaba gratuitamente.

Después de 1959, Vicentina sumó su Academia al nuevo proceso social que se generaba y que prohibía la impartición de clases privadas de cualquier índole, privilegio solo permitido al Estado Socialista Cubano, que multiplicó las Escuelas de Arte por todo el territorio nacional.

Devenida Escuela Municipal de Ballet, sin precedentes en la provincia, allí se continuaron formando quienes –en 1967–posibilitarían la primera función de la compañía danzaría, para cuya constitución Vicentina no escatimó cuanta gestión estuvo a su alcance. Podía vérsele incansable, recabando el concurso de gente sencilla y de funcionarios, de entusiastas y de no pocos escépticos ante el propósito de crear una compañía de ballet fuera de la capital cubana.

Era una duda razonable. Resultaba un proyecto sumamente ambicioso, que requería de muchos recursos materiales y humanos. No obstante, la cantera de bailarines, forjada por aquel magisterio consagrado, estaba garantizada. No importaba la ausencia de espacios para los necesarios ensayos. Se veía a la Maestra y a otras jóvenes profesoras forjadas por ella o egresadas de la Escuela habanera –muchas cumpliendo el Servicio Social de graduadas– en jornadas nocturnas agotadoras, acogidas por escenarios fruto de las gestiones personales de Vicentina.

Así de incansable, fue su hacer. Así de exitoso fue el resultado, que se materializó el 1ro de diciembre de 1967, en el Teatro Principal de la capital agramontina.

“Fue una noche inolvidable” –me aseguró. “Resultó la consumación de mis más anhelados sueños. El Ballet de Camagüey se presentaba por primera vez ante el público reunido en el querido coliseo de la calle de Padre Valencia con un programa concierto”.

Aquel espectáculo histórico incluyó fragmentos de La fille mal gardée, Las sílfides, y el pas de trois del primer acto de El lago de los cisnes.

“Resultó extraordinaria la recepción del programa concierto” –señaló Vicentina. “Era la primera vez que los lugareños amantes del ballet podían disfrutar de aquel regalo asumido por una compañía local que empezaba a dar sus primeros pasos. Me emocionó aquella acogida, con tantos aplausos, con aquel público puesto de pie, frenético de alegría y de agradecimiento. Son recuerdos indelebles que marcaron el comienzo del Ballet de Camagüey”.

La proverbial modestia de Vicentina obviaba que, gracias a ella, la apreciación de la difícil manifestación artística llegaba con sus propios protagonistas hasta la sociedad camagüeyana, tan exigente como culta. Logró a fuerza de voluntad y de no pocos escollos, fundar una agrupación que se convirtió en orgullo del territorio y de toda Cuba.

De titánica puede catalogarse aquella entrega absoluta a la consolidación del colectivo que dirigió por varios años. Podía vérsele siempre inmersa en los ensayos, en aspectos concernientes a las puestas en escena –como la materialización de las escenografías y la confección del vestuario que ella misma asumía y supervisaba en uno de los espacios de la Escuela de Arte–, acciones todas que compartía con la docencia. Era incansable su hacer, pues, para ella, el descanso resultaba una utopía.

Con justeza, cuando le pregunté la significación en su vida de la agrupación –ya consolidada a través de los años y dirigida entonces por Fernando Alonso– ella me contestó con voz entrecortada: “El Ballet de Camagüey es mi hijo”.

Este primogénito tan especial, a las puertas de su aniversario 50, heredó de su fundadora la capacidad para salir siempre adelante, su espíritu de lucha contra los numerosos contratiempos que ha soportado. Solo la muerte pudo doblegarla, aquel 13 de enero de 1995.

El BC ha sabido resistir penurias de todo tipo: el éxodo por contrataciones de sus integrantes y los traspiés derivados del celo pertinaz de Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba. Su divorcio de Fernando Alonso, quien contrajo matrimonio con la bella y muy talentosa integrante del elenco nacional, Aida Villoch –devenida por derecho propio primera figura de la compañía camagüeyana– resultó como una especie de castigo también para el conjunto, una vez que el prestigioso maestro asumiera su dirección en 1975.

Gracias a Fernando, el colectivo logró un gran desarrollo técnico y material, entre ellos lograr la hermosa sede donde actualmente radica –una casona denominada Villa Feliz–, además de la primera gira fuera de Cuba. No obstante, muchos y muy lamentables ejemplos pudieran citarse del empeño de Alicia por entorpecer el desarrollo y la proyección internacional del BC. Pero ese no es el objetivo del presente homenaje a Vicentina, a quien mucho hubiera entristecido esa lamentable realidad.

Dirigido actualmente por la maitre Regina María Balaguer –quien fue una de sus integrantes–, el Ballet de Camagüey sigue pleno y creativo contra viento y marea, con su cincuentena de componentes, cuya edad promedio no rebasa los 30 años. Numerosas giras nacionales y otras internacionales, no tan nutridas como bien debieran ser, avalan esa trayectoria de la cual se sienten orgullosos quienes coadyuvaron a su fértil derrotero.

El conjunto saluda estas cinco décadas de existencia con un extenso programa de estrenos y de presentaciones, dentro y fuera de Camagüey. Permanece con la utilidad de la virtud –al decir de José Martí– en el panorama cultural de Latinoamérica, de Cuba y de la provincia donde naciera, gracias a la consagración de aquella sencillísima mujer que jamás renunció a su ambicionado sueño. Y en tal realidad, Vicentina de la Torre Recio sigue siendo un preciado símbolo que todos en su seno siguen.

  Sede del Ballet de Camagüey
---------------------------------------------
Clase de Ballet 
en la Academia de las Artes Vicentina de la Torre



------------------------------------------------------------
ver en el blog
Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!

Gaspar, El Lugareño Headline Animator

Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!