Sunday, June 2, 2019

La detención. Apuntes del 30 de abril de 1971 (por Belkis Cuza Malé)

Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín, que comparta este texto con los lectores del blog Gaspar, El Lugareño. El mismo está incluido en el  próximo número de la revista Caritate


Hace casi dos meses que no escribo una línea en este diario. No es extraño que me cueste tanto trabajo localizar un punto cualquiera en la memoria, no es extraño cuando se ha vivido en tan poco tiempo un cúmulo de situaciones dolorosas y absurdas.

Si quisiera reconstruir todo lo sucedido en estos últimos días tendría que comenzar la víspera de los acontecimientos, la noche en que Heberto me pidió que lo llamara alrededor de las nueve a la habitación de Saverio Tutino, en el Hotel Riviera, donde se reuniría con Jorge Edwards y Norberto Fuentes, para comprobar si había llegado. No queriendo utilizar nuestro teléfono, bajé a la calle y llamé desde uno público. Tarde en la noche, ya Heberto en casa, alguien repitió el juego a la inversa, llamando a nuestra casa para preguntar con voz ingenua si “Luis” estaba ahí. Entonces no me percaté de que trataban de localizar a Heberto.

A la mañana siguiente –sábado 20 de marzo–, me desperté sin sospechar que en breve se iban a desarrolar ante mis ojos los acontecimientos que cambiarían el curso de nuestras vidas. ¡Qué claro lo veo todo ahora! Yo, de un sitio a otro con el manuscrito de la novela de Heberto, temerosa de que al menor descuido lo robaran, con una tensión alimentada por las visitas constantes de ese ser sin escrúpulos que se hacía pasar por amigo, de quien yo sospechaba –y con razón– que espiaba para la policía; acosados a toda hora por una situación cada más más incierta, que conllevaba un marginamiento absoluto. Hacía rato que no le oía decir a Heberto con la seguridad de antes, que de lo único que podrían acusarlo sería de cometer “un delito de opinión”, y hacía dos días que Norberto Fuentes no salía de nuestro apartamento, que charlaba durante horas con Heberto, y yo no podía evitar el recelo que me producía su visita. Lo conocía bien, no era nuestro amigo, y desentonaba en medio de este pequeño mundo casi simétrico que no admite de por sí nuevas “adquisiones”. No, no encajaba aquí, entre los libros y la intimidad del estudio, de eso estoy segura. Su mundo era otro.

Y hacía rato que sentíamos sobre nosotros las miradas sagaces de unos ojos vigilantes, sin rostros. Estábamos siendo observados, cuidadosamente seguidos, y aquella mañana, sin duda, lograron sorprendernos.

Adormilada todavía fui y me asomé a la mirilla: estaban tocando a la puerta. Eran alrededor de las siete. No se veía nada, porque el pasillo está siempre a oscuras y es difícil distinguir un rostro en la penumbra.

Sin saber bien por qué pregunté con miedo, casi aterrorizada, quién era. Del otro lado me contestó la voz impresionante del hombre de los telegramas. Entonces pude verlo por el pequeño agujero de la mirilla: tenía una expresión terrible y un rostro muy negro. Cuando corrí a contárselo a Heberto, me dijo que no le abriera, que tirara el telegrama por debajo de la puerta.

–Lo siento, tiene quer firmar.

Yo sabía que aquel hombre no traía ningún telegrama; yo casi estaba segura de que se trataba de la policía, pero Heberto seguía negándose a que yo abriera la puerta. “¡Que tumben la puerta!”, gritaba, como si con eso pudiéramos evitar algo.

Pero fui y abrí, porque tenía miedo de que mi negativa tuviera mayores consecuencias y no quería prolongar mi angustia.

Todo se produjo a un tiempo: el empujón contra la puerta, aquel "¡Seguridad del Estado!" voceado por el gigantesco negro, su carnet de la policía secreta casi incrustado sobre mis ojos, y aquellos doce o trece hombres que se abalanzaron pistola en mano dentro del apartamento.

No fue preciso que reaccionara, porque uno de ellos se ocupó de gritarme que me sentara en una silla próxima. Y al poco rato vi aparecer a Heberto, vestido con aquel pantalón “pitusa” (jean) que le había regalado Efraín Huerta, de color crema, y la camisa checa de mangas largas, a cuadros amarillos y azules, seguido de un grupo de policías que aún no habían guardado sus armas, como si se tratase de impedir la fuga de algún peligroso criminal.

Lloraba dominada por los nervios: frente a mí se estaba produciendo una escena extrañísima, difícil entonces y ahora de ubicar. Las pesadillas se sucedían. Un enano moreno comenzó a tomar fotografías del apartamento, de mí, y de cuanto le llamaba la atención. No se salvó la ilustración de la revista americana donde anunciaban aquel wisky matizado de ideología: “Solo hay tres países donde no se vende: Viet Nam, Corea del Norte y Cuba”, decía el anuncio, que yo había enmarcado y puesto en la pared. Yo, que coleccionaba anuncios, iba a ser juzgada ahora por mi ingenuidad. El dolor y el miedo pueden engendrar su propia rabia, porque no sé cómo, saqué valor y le grité al hombre con cara de fotógrafo, que retratase también ese otro cuadro gigantesco donde asomaba mi poema junto a un dibujo casi litúrgico del Ché. Ocupaba casi toda la pared principal de esta sala-comedor hasta rozar el techo, y era imposible no verlo. Fue un regalo de Alberto Mora, al finalizar la exposición del Departamento de Cultura de la Universidad. Pero el hombre no se dio por enterado; su misión consistía en que no se le escapase ninguna huella del delito que pudiera servirles para acusarnos de disidencia política. Aquel Ché le debió parecer obvio, para disimular, así que continuó implacable en su búsqueda.

Sin dejar de llorar, invoqué el nombre de Dios, oré en silencio, tratando de encontrar una respuesta. Repetía una y otra vez el Padre Nuestro y el Ave María. De pronto, el ruido de algo que chisporroteaba en el fuego llamó mi atención. Era una vieja lata de melocotón, ahora vacía, que yo había puesto al fuego con agua, momentos antes de que tocaran a la puerta. Estaba preparando el café y había vuelto a la cama en espera de que hirviera. Consumida el agua, ahora chisporreataba. Finalmente, el policía fue y cerró la llave del gas.

Al mismo tiempo, me invadió una paz enorme, una tranquilidad nunca imaginada, y desde algún sitio de mi universo sentí una voz que me decía: “No te preocupes, nada les pasará. Todo se ha acabado”. A pesar de mi estado de “beatitud’, traté de ser realista, y quise contradecirme, alejar las falsas esperanzas, porque mi “corazonada” me parecía demasiado ilógica. ¿Qué podíamos esperar; cómo no temer a los años desperdiciados en una cárcel, cómo no sentir miedo ante la pérdida de la libertad? ¿Es que acaso no habían dado ya el primer paso? ¿No se habían llevado a Heberto a los cuarteles de la Seguridad del Estado?

Una voz me hizo volver a la realidad. Los policías que se habían hecho cargo del registro comenzaron su labor implacable de destrucción. Eran brutales. En un segundo crearon un caos absoluto, sobre todo porque el nuestro era un pequeño apartamento. Aquí no había más que libros y algunos cuadros en las paredes: un lugar de trabajo para un par de escritores, eso era todo.

Todavía me acompaña la sensación de náuseas. Pedí que me dejaran ir al baño (a mi propio baño) y tuve que volver tres veces. Yo no soñaba, sabía que aquella voz que quería parecer amable, la del jefe del grupo –un hombre de estatura baja y regordete–, me preguntaba ahora dónde habíamos escondido la novela.

–¿Por qué no nos evita la búsqueda y nos dice dónde está?

Entre sollozos, le contesté como pude, tratando de no delatarme con algún movimiento involuntario de mis ojos.

Me dejó por imposible. Lo vi entonces dar media vuelta e internarse en nuestra habitación. Pero enseguida, una voz alarmada, que llegaba desde el cuarto de mi hija, puso a todos sobreaviso: “Miren esto! ¡Aquí está! ¡Aquí está!”.

Había aparecido la primera copía de la novela. Con el movimiento de los libros del pequeño estante que hay en la habitación, un cuadro se deslizó de la pared y una de las copias cayó al suelo, dejando al descubierto el escondrijo: la parte posterior del marco formaba una cajuela perfecta para albergar la copia.

Enseguida comenzaron a desmontar todos los otros cuadros que colgaban de las paredes: implacables cuchillas rompían los enmarques, en una búsqueda inútil, porque no volvieron a encontrar copia alguna detrás de estos, pero aparecieron en otros sitios, como si de pronto, todas hubieran estado a la vista.

Oí entonces el comentario sarcástico del jefe: “¿Así que no sabía dónde estaba!, ¿eh?”.

Tenían ya en su poder las cinco copias que Heberto le había mandado a hacer al mecanógrafo, aquel señor asustadizo del que no he vuelto a tener noticias, que entonces parecía aterrarse más y más en la medida en que avanzaba con su trabajo.

Me abandoné a los malos pensamientos. Se habían llevado a Heberto, habían encontrado las copias del manuscrito de la novela, y era imposible, pensaba, que aquello tuviese un final feliz, o por lo menos entonces me parecía muy lejano. Sumida en estos amargos pensamientos, sin dejar de llorar, comprendí de pronto que mi última esperanza estaba a punto de desvanecerse si no ocurría un milaglro. Uno de los policías, un joven largo y flaco, se acercaba lentamente al cesto de mimbre que había en la sala-comedor, y donde estaban depositados algunos juguetes de mi hija. Iba a comenzar a registrar allí, cuando de súbito el jefe lo interrumpió con voz de mando: “No, déjalo”. Y a mí me pareció milagroso.

Su orden evitó a tiempo que se llevaran el original de la novela. Yo misma la había ocultado ingenuamente en ese sitio: se trataba de una copia llena de tachaduras, resguardada entre dos tapas azules de cartón y envuelta en un nylon. Me he prometido a mí misma que no se lo diré a nadie, que dejaré en manos del destino su salvación.

Entonces apareció el jefe de la “operación” de detención y registro, y comenzó a cerrar las ventanas del apartamento y a decir que tenía que acompañarlos a la Seguridad del Estado para firmar algunos papeles relacionados con la detención de Heberto. Me negué una y otra vez; sabía que aquel no era el procedimiento habitual, estaba segura que pretendían engañarme. Pero de nada me valió negarme. A mi alrededor el desorden era impresionante, había libros tirados por el suelo, cuadros destrozados, así que supe que mi única opción era acompañarlos. En unos minutos el apartamento quedó cerrado y el responsable del grupo dio una orden que yo no logré entender. Fue entonces que le rogué ingenuamente que me permitiera ir a informarle al vecino, que a su vez era presidente del Comité de Defensa, y que vivía en el edificio, lo que había ocurrido en mi casa. ¡Qué absurdo de mi parte!, como si valiera la pena que ese señor de voz agudísima y espejuelos negros a perpetuidad, un velado enemigo de todo el que no pensara como él, se enterase de nuestra situación.

Por supuesto, me respondieron que no era necesario, que tenían prisa, y comprobé que uno de ellos se iba quedando rezagado a propósito, mientras me alejaba escoltada por la policía, por aquel pasillo casi en penumbras. Sin duda, trataban de evitar que yo llamase la atención de los vecinos.

Pero yo no cesaba de llorar.

Saturday, June 1, 2019

Humberto García Silveira. In Memoriam (por Víctor Mozo)

Nota del blog: Sección semanal a cargo de Víctor Mozo. Cada sábado comparte un texto, de lo que será un libro sobre sus vivencias durante los primeros años de la llamada "revolución cubana" y su cautiverio en los campos de trabajo forzado, conocidos como UMAP.

Los textos anteriores se pueden leer en este enlace.


Con el tiempo y un ganchito, como se dice a veces, conocí y trabajé con otros confinados que no venían precisamente de Camagüey. Entre ellos se encontraba un cuarteto formado por Noel Valdivia Morciego, Marquitos, Palmirio López López y Humberto García Silveira. Con ellos muchas losas que ayudé a transportar. Según decían cada losa pesaba 130 libras. El jabao Palmirio, dado a hacer pesas, las levantaba como si fueran plumas. Bueno, lo hacía para la exhibición porque como él decía había que cuidarse y no curralar mucho.

Como el aeropuerto no quedaba tan lejos, la tentación de fugarse, aunque fuera para tomarse un refresco o un yogurt no dejaba de ser grande. Nadie osaba por mucho que se comentara hasta el día en que Palmirio me propuso la escapada. Algunos trataron de disuadirnos a la vez que nos prometían no decir nada y cubrirnos mientras pudieran. Así que sin mucho pensarlo nos aventuramos.

Nos lanzamos en aquella aventura escabulléndonos entre montones de vigas y otras piezas prefabricadas que se apilaban por todos lados. Así fuimos avanzando hasta llegar a la carretera. De ahí agarramos camino rumbo a el aeropuerto donde llegamos y nos instalamos en la cafetería como dos clientes más.

Por un breve momento nos habíamos escapado en todo el sentido de la palabra, vivíamos en otro mundo hablando de una cosa y de otra a la vez que gozábamos cada uno de un yogurt y un son de cola. No recuerdo cuánto tiempo estuvimos en aquella plática, pero si recuerdo la mirada de asombro que me echó Palmirio. Detrás de mí se encontraba el sargento Hipólito. ¿Tomando yogurt, no? Nos espetó haciendo un gesto con la mano para que nos levantáramos y lo siguiéramos. Mientras caminaba delante de nosotros no sabíamos qué mascullaba entre dientes. Después del gustazo vendría el trancazo y hasta nos permitimos reírnos de nuestra hazaña.

De regreso al campamento después del trabajo el sargento Hipólito nos llevó ante el jefe de compañía quien solo se limitó a decirnos que se nos quitaba el pase semanal por un mes. El trancazo no había sido tan duro, mis padres podrían venir a visitarme los domingos.

Llegada a la tercera semana de aquel castigo ya no solo tenía ganas de salir de pase e ir a casa, sino salir por lo menos del campamento y ver otra cosa, aunque solo fuera para trabajo voluntario y los sábados siempre había. Por mucho que me quise colar en uno de los camiones ahí estaba el sargento Hipólito para decirme que no.

Así vi partir en uno de aquellos camiones Zil sin protección ninguna a un grupo de confinados de mi unidad como al negrito Humberto García Silveira. El muy jodedor, con su sempiterna sonrisa se burlaba de mí ya montado en el camión diciéndome: Te jodiste, eso te pasó por querer tomar yogurt. Sería la última vez que lo vería.

Unas dos horas más tarde comenzó a correr la noticia en el campamento de que un camión se había volcado. No era de extrañar, había choferes que conducían como locos. Había varios heridos, decían. La noticia que me dolió llegaría un poco más tarde. Hubo un fallecido y era el negrito Humberto. Fue triste perder a Humberto, un muchacho humilde, siempre risueño que quizá tenía todo un futuro por delante.

Hipócritamente, el jefe de batallón ordenó que se le hiciera un funeral casi militar y que se velara en su casa de Ciego de Ávila. De repente éramos militares, el jefe del batallón, el 1er teniente Pineda llegó hasta sugerir que hubiera banda de música para el entierro, cosa que nunca sucedió, por supuesto.

Un grupo de confinados dirigido por el político Colina acompañaría el carro fúnebre hasta su casa y allí se le haría guardia de honor durante toda la exposición del cadáver. Me brindé para ir y me aceptaron. Así, al día siguiente, salimos para Ciego de Ávila con varios compañeros, entre ellos los hermanos Marcano quienes curiosamente vivían justo al lado de la casa del fallecido Humberto.

Curiosa la familia Marcano, la mamá era adventista como sus dos hijos, pero el papá, no. Los Marcano tenían otro hermano que era capitán del ejército y fue uno de los que dirigió la guardia de honor. La familia Marcano fue muy atenta con nosotros, nunca nos faltó el café o alguna chuchería porque lo que fue comer de verdad nunca comimos hasta nuestro regreso.

Creo que el fallecido Humberto era hijo único. Su familia vivía en una casa muy humilde. Fueron momentos muy tristes con escenas que nunca he olvidado. Lo enterraron en el cementerio de Ciego de Ávila. Antes de cubrir de tierra el sarcófago el teniente Colina dijo unas palabras que a mí me parecieron falsas. De momento Humberto era como un mártir que daba la vida por la revolución. Como decía Juan Antonio Mella, exclamó, Humberto García Silveira era ancho de espaldas y fuerte de espíritu. Había que ser hipócrita y el teniente Colina era experto en ello.

Regresamos al cabo de 24 horas al campamento cansados y muertos de hambre. Para mí había valido la pena acompañarlo hasta su última morada. Siempre he recordado la cara de ese negrito risueño en todo momento, lleno de vida, llamado Humberto García Silveira. Demasiadas e innecesarias muertes había causado y causaría esa infamia llamada UMAP.

Friday, May 31, 2019

Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano en el Exilio. 2019 (por Matías Montes Huidobro)

"La Sal de de los Muertos",
 de Matías Montes Huidobro. 
Foto/Ulises Regueiro
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Palabras de Matías Montes Huidobro presentadas en Artefactus Theatre el 30 de mayo del 2019 con motivo de la celebración del Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano en el Exilio.

En el día de hoy se celebra el Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano en el Exilio fundado en homenaje del crítico cubano José Escarpanter, idea conjunta de Artefactos Theatre, en Miami y Ollantay, New York. Esto se dice en pocas palabras, pero significa mucho. Y tiene mucho más meollo que las pocas palabras que lo componen, que paso a interpretar. Un análisis textual de lo expuesto, si empezamos por la palabra “celebración”, nos lleva a enfrentarnos a la dualidad.

¿Una celebración? ¿La celebración de habernos tenido que ir de Cuba por un régimen que estableció el discurso de la intolerancia y la tiranía, con el cual empezó el teatro cubano del exilio? Esta decisión abismal que se nos presentó a todos nosotros en la búsqueda de “una libertad que no te será fácil” como digo en Gas en los poros, y que cada cual puso en práctica cuando pudo o cuando quiso, es la clave existencial de la historia a partir de 1959, y la de todos nosotros, que somos “los acosados” Pero si la “celebración” es el signo de la resistencia, la lucha por la afirmación del ser, y el ser del teatro, entonces hay un giro de noventa grados y somos la historia, que nos asegura la permanencia por mucho que quieran borrarnos del mapa, el to be or not to be de lo que somos. Hasta tal punto que “el otro teatro” que es el de ellos, no puede vivir sin la conciencia del nuestro.

Porque en la guerra de la Madre y la Guillotina que impuso el castrismo, se revierte el proceso de una honda de David bíblica que implica, como punto de partida, el degollamiento de la cabeza de Goliat, aunque todavía no esté en el cesto de la basura, pesadilla recurrente de la historia de Cuba que ha gestado el teatro de la crueldad en escena y fuera de ella, como logro de una estética teatral del oprimido.

Si la crueldad gesta y hace teatro, y la crueldad es materia prima, nosotros somos eso, somos Cuba en el destino del destierro, ya que no estamos allí. Entonces nuestra celebración es nuestra resistencia, es estar aquí en el fin del mundo como principio del todo, como ejemplo de una lucha de más de medio siglo en que las dos ambivalencias adicionales de la dramaturgia y la representación, como dos caras de una misma moneda construye lo más fuerte. Si la palabra de la dramaturgia se une a la gestualidad de la actuación, nos encontramos con una honda de David detrás del telón capaz de descabezar al monstruo imponiendo la dolorosa realidad del destierro. Porque, después de todo, ¿quién se lo iba a decir a Goliat? Es la honda de David de los marginados, porque son estos los que serán los primeros en el conteo histórico, aunque duela vivirlo, llevarlo a escena.

El teatro es el más marginado de todos los géneros literarios, pero en ello consiste su fortaleza. Sirva la marginación de ejemplo. ¿Quién le iba a decir a Fidel Castro que la resistencia de la marginación de los homosexuales y su obsesiva persecución, iba a ser la herida clavada de una resistencia de un hombre nuevo que él mismo se había inventado? ¿Quién le iba a decir a Hítler que las cenizas de un judío incinerado iba a ser la victoria final del más débil que convertido en un puñado de cenizas iban a configurar la mancha histórica del holocausto como si fuera un maldición bíblica al pueblo alemñan? ¿Y quien le puede decir a Trump que ponerle unas esposas a un joven de dieciocho años es un acto criminal y no es mero teatro capaz de quedar fijo en la memoria colectiva? No sólo en Cuba el arroz con pollo es un acto político como dije en Tirando las cartas. Los más débiles son siempre los más fuertes.

Ciertamente es duro, porque la intolerancia es brutal, la tenacidad es desoladora, y la pateadura es de ponerse a gritar. A mí me han puesto fuera de quicio No hay más que verme llevado a escena como me caracteriza Christón Ocon, con mis perretas en Puro Teatro, muecas, saltos y contorsiones incluso con mi bata de casa, porque ese soy yo a punto de ahorcarme.

Pero sólo el teatro podrá darnos la sobevivencia en el exilio. Cada obra que se monte escrita por un dramaturgo en el exilio, en un teatro del exilio, es una reafirmación de nuestra identidad nacional. No es una coletilla que puede tratarse conciliatoriamente como “otro teatro” que finalmente se acepte como bueno para “asumir la totalidad del teatro cubano”, aunque por muy buena que sea la intención, no somos ciudadanos de segunda clase; no somos “el otro”, sino “el todo”, que son connotaciones sutiles pero diferentes, porque “exilio” es núcleo de esta “celebración”, que no tiene lugar en Cuba, pero en el exilio, y el exilio es más cubano que las palmas.

Sirva finalmente el texto de Rubén en Exilio, a modo de marca de fábrica hudidobriana al estilo de Hitchcock. para cerrar estas palabras del día del teatro cubano en el exilio. “Entonces fue cuando entendí, Román. Tenía los ojos cerrados pero todo lo veía claramente. ¡El teatro donde éramos libres! ¡Las candilejas, los vestidos, el maquillaje! ¡Las luces. Román, un centenar de luces que venían hacia mí, hacia nosotros, aquellos fuegos artificiales de nuestra imaginación! ¡Y todo era una fantasía a donde nadie podía llegar,…! ¡El teatro, Victoria, la única verdad posible!



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Ver en el blog 

(Camagüey) Reparan parte de la casa de Carmen Zayas-Bazán


Según me comentaron luego de la publicación anterior (La casa de Carmen Zayas-Bazán) la familia que habita la parte delantera de la casa (tengo noticias de que la casa original está dividida y es multifamiliar) está reparando su área.

Comparto foto, que recibo hoy 31 de mayo, de la reparación de la fachada. (Joaquín Estrada-Montalván)



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La casa de Carmen Zayas-Bazán

Fragmento de "El diario de Lola" (por Thelma Delgado)

Nota del blog: Selección de textos, que serán parte del libro (en preparación) El diario de Lola, de Thelma Delgado.

Para leer sus escritos en el blog, en este enlace.

Imagen de Thelma Delgado
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Querida Mimí:

Estoy contenta, hoy compré mi pasaje para ir a México a visitar a mi amiga Elena. Este fin de semana me iré de shopping a comprar ropa linda para el viaje. Elena me dice que en Yucatán hay mucho calor; así que me haré de ropa fresca. Hablé con Teresa y me dijo que con gusto cuidará de Huevo Frito; ella tiene llave de mi casa y vendrá a darle de comer y a hacerle compañía por las tardes después del trabajo. También le dije a Quien Ya Tu Sabes que me voy. La idea no le gustó ni un poquito. Aunque no me lo dijo yo lo sentí en su voz. Me pregunto si me extrañará los días que esté ausente. Tal vez mi Huevo Frito me va a extrañar más que Él.

Hoy empezó a trabajar una mesera nueva en el restaurant. Es una muchacha joven. Se llama Susana. Es tímida. Yo espero que se le quite pronto pues hay que interactuar con la clientela. Noté sin embargo que cuando vio a El Muchacho de las Islas los ojitos le brillaron. Él es tímido también, pero ella encontró la manera de hablarle pues almorzaron juntos. Me pregunto si el la encuentra atractiva. No estoy celosa, No, pero hasta ahora él siempre me ha insinuado que yo le gusto y siempre le he esquivado sus comentarios pues es mucho más joven que Yo. Tal vez ahora se olvidará de mí y se fijará en Susana que es bonita, jovencita y lo mira con ojos de borrego a medio morir. Y tal vez se casarán y tendrán una hermosa familia y yo me quedaré esperando eternamente por Quien Ya Tu Sabes a que se decida tomarme en serio… bueno, la verdad es que si estoy un poquito celosa.

Mejor me voy a dormir y a soñar con mi viaje a México y las recetas nuevas que escribiré en mi libro.

Buenas noches Mimí.




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Página de Thelma Delgado en el website del Cultural Council of Palm Beach County

Magaly Suárez, una orgullosa maître de esfuerzos y resultados (Entrevista por Baltasar Santiago Martín)

Nota del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín, que comparta con los lectores, su entrevista a Magaly Suárez, incluida en el próximo número de la revista Caritate.


Magaly Suárez es una excepcional maître de la danza, con más de 30 años de experiencia internacional. Nacida en La Habana, Cuba, se graduó con honores, con los títulos de bailarina y profesora, de la Escuela Nacional de Ballet en 1980.

Ella descubrió su pasión por la enseñanza muy temprano en su vida, y fue preparada para ello por los mejores maestros de dicha escuela.

A lo largo de su destacada carrera, Magaly tuvo la oportunidad de enseñar durante diecinueve años en la misma Escuela Nacional de Ballet donde estudió y se graduó, y de visitar muchos países, inspirando y tocando la vida de muchos estudiantes de ballet.

Ella ha formado y trabajado con excelentes bailarines, muchos de los cuales actualmente ocupan posiciones principales y de solistas en las mejores compañías de danza estadounidenses, europeas y latinoamericanas.

“Mamicha” –como le dicen cariñosamente sus amigos, alumnos y admiradores– fue fundadora, junto al recordado Maestro Pedro Pablo Peña, del Ballet Clásico Cubano de Miami (CCBM), y directora artística del mismo desde 2006 hasta diciembre de 2009, donde organizó ballets completos como Carmen, Giselle, El corsario, Cascanueces, Paquita y El lago de los cisnes con gran éxito.

Ha sido invitada a montar ballets y enseñar en muchas escuelas y compañías profesionales en todos los Estados Unidos y en el extranjero.

Ha trabajado con el Ballet de Cincinnati, el Ballet Corella, el Ballet de Orlando, el Festival de Danza de Carreño y el Festival Internacional de Ballet de Miami, entre otros.

En su búsqueda para formar bailarines de ballet de calidad, la Magaly ha desarrollado su propia metodología de enseñanza, basada en la Escuela Cubana de Ballet. Es experta en la técnica del ballet clásico y en todo su repertorio, y muy competente en otros estilos de danza.

Coach muy exitosa, ha entrenado y entrena a muchos bailarines para competiciones internacionales de ballet.

Actualmente, Magaly es la propietaria y la directora de arte de su escuela de ballet clásico en Pompano Beach, Florida, y directora artística del Ballet Clásico de Florida, completamente dedicada a enseñar y preparar a sus estudiantes.


Caritate se honra con tenerla en portada, junto a Adiarys y a su hijo Taras, y entre sus páginas, y para conocer más de su fructífera vida y carrera profesional, la sometimos a un amistoso interrogatorio “confesional”:

Magaly, ¿cuándo y de qué modo empezaste en el mundo de la danza?

Desde muy pequeña iba a la Escuela de Ballet con mi papá, que trabajaba allí, y las maestras Ramona de Sáa y Mirta Hermida descubrieron que tenía condiciones, y a los 8 años comencé las clases de ballet.

¿Cuál ha sido el mayor desafío que has encontrado hasta ahora en tu carrera?

Enseñar ballet en los EE.UU. es muy difícil, pues uno trabaja con los alumnos, pero en muchos casos los padres no entienden, porque no hay tradición de ballet como en otras artes o en los deportes.

¿Qué cosas te inspiran?

La juventud y sus sueños; la música; ver a mi hijo y a los otros bailarines cubanos con esa pasión por la danza.

¿Qué te ha llenado más: bailar, coreografiar, dirigir o enseñar?

Definitivamente, enseñar.

¿Qué trabajo te ha marcado más profesional y emocionalmente?

He aprendido de todo lo que hecho, y todo para mí ha sido importante, pues me ha ayudado a crecer profesionalmente. Como ejemplos te puedo citar cuando monté los ballets El Corsario, Giselle y El lago de los cisnes para un público tan conocedor del ballet como el de Miami; La bella durmiente en Hawaii, y El lago de los cisnes en España, con Angel Corella.

¿Qué sientes cuando tus discípulos te llaman afectuosamente “Mamicha”?


Es una forma más familiar de llamarme; es gracioso, pues muchas personas solo me conocen como “Mamicha”.

¿Qué opinas de la exigencia que hay en las escuelas y compañías de ballet, y sobre los requisitos de edad que piden?; ¿te parece algo justo o injusto?

Pienso que el ballet debe comenzarse entre los 8 y 9 años de edad, y la instrucción debe tomar por lo menos 8 o 9 años de estudio. No creo que pueda comentar mucho sobre las exigencias de las escuelas, ya que aquí no existe una metodología como en las grandes escuelas.

Las compañías, lo mismo. Los bailarines provienen de diferentes escuelas, lo cual para mi gusto dificulta el trabajo y la homogeneidad, sobre todo en los cuerpos de baile.

¿Para ti quiénes son los que eligen la carrera de bailarín(a), los padres o los propios bailarines(as)?

La carrera es muy dura; no es posible que un padre pueda elegir esta carrera para un hijo.

¿Qué sueles enseñar en tus clases?

Enseño la técnica del ballet clásico: los diferentes pasos, el movimiento, la musicalidad, la proyección artística, la coordinación. La clase de ballet es lo más importante del día para un bailarín.

A lo largo de tu vida, ¿qué rescatas como lo más valioso, como para decir “gracias a la vida por tal cosa”?

Mi familia.

¿Cuál es la importancia de que Miami y la Florida tengan un ballet con la Escuela Cubana?

Hay un gran público cubano en Miami con conocimiento y tradición de ballet.

¿Consideras que la danza ocupa el lugar que merece en la sociedad?

No. Es triste, pero es así, siendo posiblemente el arte más completo de todos.

¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

Las funciones en Boca Ratón, el dia 8 y 9 de junio, presentando La Bayadera y un programa variado; la función del dia 23 de junio en el Teatro Artime de Miami, con otro programa variado; voy dos semanas a enseñar en un programa de verano en África del Sur, y el día 8 de julio comienza mi programa de verano en mi escuela “The Art of Classical Ballet”, en Pompano Beach.

Thursday, May 30, 2019

Una Medea del ayer y del hoy (por Wilfredo A. Ramos Vázquez)


Durante todo el mes de Mayo, algo raro en nuestra cartelera teatral, se ha estado presentando en la Sala Artefactus Teatro, de Kendal, la obra de teatro “Medea Prefabricada”, del joven dramaturgo cubano residente en la provincia de Pinar del Río, Irán Capote y bajo la dirección de Miriam Bermúdez, en una producción del Proyecto Teatral Puertas. Esta puesta contó con las actuaciones de Simone Balmaseda, Vivian Morales, Héctor Alejandro González, Laura Alemán, Rafael Farello y Javier Alemán.

Medea es un pesonaje de la mitología griega, hija de Eetes, rey de la Cóoquida y de la ninfa Idía, consagrada como sacerdotisa de Hécate, de la que obtuvo los principios de la hechicería. Medea es el arquetipo de la bruja o hechicera, portando la condición de mujer autónoma e inusual, muy distinta al prototipo de mujer ideal para la época. Este personaje fue utilizado por distintos autores teatrales de la antiguedad griega para crear otro carácter del mismo nombre, que tomará vida sobre la escena y que ha llegado hasta nuestros días, retomado por una gran cantidad de dramaturgos fascinados por tal personaje, pero que tiene en la “Medea” de Eurípides, la máxima representación dramática, en donde el autor exalta los valores femeninos, defendiendo su condición de mujer, que está consciente de sus desventajas sociales frente al hombre y la sociedad. Este autor nos presenta a una mujer inteligente y sabia, respetada por algunos y temida por otros, que cobra venganza de Jasón, su esposo, ante su secreto futuro enlace con la hija de Creonte, rey de Corinto, matando a la prometida y a sus propios hijos, para después huir. Muy interesante resultan las palabras que en su huida se intercambian Medea y Jasón, para poder entender el carácter de esta mujer:

Medea: Oh niños, como habéis perecido por la locura de vuestro padre! 
Jasón: ...pero no los destruyó mi mano derecha!

Medea: No, sino tu ultraje y tu reciente boda!

Del anterior parlamento se desprende como esta mujer no siente ningún vestigio de arrepentimiento por la terrible acción realizada al asesinar a sus propios hijos, sino que pone la responsabilidad de la misma en manos del esposo por abandonarla, mostrándonos que para ella su papel como mujer en su sociedad es más importante que su función como madre. De aquí, que el personaje de Medea haya sido tratado por la dramaturgia posterior y la literatura teatral como el de una mujer cruel, desalmada, vengativa, despiadada, mujer por encima de todas las cosas y carente de sentimiento materno alguno, pero si entráramos en un análisis profundo de dicho personaje y su comportamiento, que aquí no es nuestro objetivo, podríamos realizar diversos análisis que ofrecerían alguna justificación a su actitud.


Teniendo en cuenta lo anterior, Capote, el autor de esta nueva Medea, nos trata de recontar el antiguo mito, pero desde los postulados de una actualidad rebosante de elementos que nos pueden contextualizar una completa paradoja hacia otra realidad insular, utilizando para ello alusiones a elementos, situaciones y lenguaje que nos llevan de inmediato a querer visualizar una Medea caribeña, es decir, casi cubana. Al leer el texto detenidamente, podemos apreciar como un ambiente conocido para nosotros los cubanos, de putrefacción moral, de pérdida de valores, de habla vulgar, de encerramiento, de violencia, de falsos valores, de desesperanza, de escape, que forman parte de nuestra piel, se pasean por el entorno de esta nueva Medea, uniendo sus conflictos originarios a otros muy actuales y conocidos.

No podemos dejar de señalar que la dramaturgia cubana contemporánea, tanto la del cine como la teatral se ha estado nutriendo de historias sacadas de la dura y dolorosa cotidianeidad que envuelve al cubano de hoy, como tomando prestadas otras historias, de otros tiempos y otras latitudes, para reflejar el sombrío escenario insular. Bajo estas premisas, estos autores buscan en las situaciones más retorcidas y dolorosas para tratar de presentar las inquietudes que los agobian como artistas y como pueblo. Es por ello que abunda el lenguaje vulgar, las situaciones groseras, la violencia extrema. La dramaturgia nacional ha hecho una oda a eso que se le ha dado en llamar “literatura sucia”, Nuestro cine, nuestro teatro actual, tiene de sobra y ya demasiados ejemplos de ello.

Volviendo al texto de la puesta en escena que nos convoca, se puede apreciar como Capote pudo enlazar perfectamente ambas historias, la de ayer con la de hoy, ofreciéndonos una Medea que manteniendo todo su destino trágico griego, incorpora toda la tragicidad contemporánea. Mediante un vocabulario obviamente muy cubano y elementos de la acción que giran hacia esa realidad, podemos decir sin miedo a equivocarnos, que la tragedia de esta otra Medea, pudiera ser la de una Yurislaidy cubana de hoy.

Teniendo estos elementos en la mano, Miriam Bermúdez, la directora de esta puesta en escena, también se lanzó a realizar su “propia dramaturgia”, tratando de deslocalizar un poco el texto, para presentarla con una lectura más globalizante y uniéndola aún más al texto original mediante la incorporación de una otra Medea, la verdadera, como alter ego del personaje que vemos sobre la escena. Este gran acierto al momento de armar la dramaturgia escénica brinda al espectador la oportunidad de observar un diálogo entre ambas mujeres, que a la vez es un soliloquio, mostrando sus mismos puntos de vista pero desde realidades muy diferentes: la del ayer clásico y la del hoy irreverente. Con pocos recursos escenográficos, pero bien concebidos, se construye el ambiente escénico, que como bien en el texto se hace alusión, tiene que ver con un espacio en donde los materiales de construcción se convierten en el centro de la acción actoral y pretexto para el desarrollo de la misma acción dramática, emparejando la supuesta construcción material a la construcción dramática. Al buen ver del espectáculo se suma un sencillo pero eficaz diseño de luces y una banda sonora apropiada, todo dentro del reducido pero efectivo espacio escénico que oferta siempre la sala Artefactus Teatro, la cual tiene el privilegio de hacer dialogar cualquier puesta directamente con el espectador.


Con respecto al elenco, creo que debemos comenzar hablando del excelente trabajo que realiza la actriz Simone Balmaseda, en su rol de la nodriza de Medea, quien recibe el muy poco dramático nombre en este texto de Yuyú, aunque en esta versión, su autor le da un carácter homosexual a este personaje, el cual aparece en escena como una mujer algo machorra por cierto, que no nos deja imaginarnos, que en realidad, según esta nueva historia, es un hombre que ha asumido el rol de mujer y que le sirve a Jasón como desahogo sexual también en ocasiones, algo de lo que nos enteramos a través de una de las mejores escenas de la obra en las que se produce un fuerte diálogo entre ambos personajes. Simone, hija del conocido actor cubano Mario Balmaseda, enfrenta este complejo personaje con algo que es vital para el trabajo de todo actor, el creérselo y dejarse llevar por él. La actriz trabaja con gran intensidad dramática su personaje, manteniéndose en un punto neutro entre el texto clásico original y el contemporáneo, lo que le permite un registro actoral creible y sincero, sin impostaciones, ni llevando su personaje por carriles demasiados actualizados. Con un buen trabajo vocal y dicción, algo prioritario en el actor, su potente voz llega a todos en todo momento, tanto en los violentos como en los de introspección. Su presencia se hace casi constante en la escena y siempre se justifican sus acciones y tareas escénicas. Sin duda, para nosotros el mejor trabajo en escena.


Héctor Alejandro González, asume el rol de Creonte, padre de la nueva esposa de Jasón, el cual para esta actualizada versión deja de ser rey de una nación, para convertirse en el ricachón y mafioso del barrio, que se hace acompañar con “guardaespaldas negros en motocicletas”, que alardea de su poder económico y gansteril. mostrándonos con su indumentaria esa estrafalaria y escandalosa ostentación. Héctor, es un actor al que hemos podido ver en escena en diferentes trabajos y siempre sentimos la sensación de estar frente al personaje interpretado, desapareciendo el actor. Su fuerte energía en el escenario no pasa desapercibida en momento alguno, dotando a su personaje de vida propia, a ello contribuye en gran medida su potente voz, de clara dicción y excelente proyección. Otra de las grandes escenas de la puesta lo incluye a él en su enfrentamiento con Medea, en el que logra llevar a la actriz a su zona de conflicto dramático. Aunque con una sola escena, el trabajo de este actor deja su huella en la puesta.


Medea, el personaje protagónico, centro de toda la trama, le corresponde incorporarlo a la joven actriz Laura Alemán, sin duda todo un reto y del cual sale bastante airosa, con más logros que desaciertos, aunque su trabajo de incorporación del personaje no nos convenció del todo, ya que sentimos cierta falta de credibilidad en el mismo. La actriz necesita sentir más el drama, pero desde la interiorización del mismo, no desde su exteriorización, DRAMA no significa siempre tensión externa, gritos, acciones violentas. Aunque esta Medea es de otros tiempos y otras realidades, nada le impide mostrar gradaciones en su temperamento. La contención y el silencio también pueden ser dramáticos.


Vivian Morales, también es una actriz conocida de nuestras tablas y que para esta ocasión asume un personaje creado e introducido con gran acierto por la directora a este texto, que enriquece la acción dramática y tiene a bien acercarnos de nuevo al texto original, permitiéndonos ver en escena a la Medea de la antiguedad clásica junto a esta otra Medea de hoy en día, convirtiéndose en su “alter ego” e interactuando ambas todo el tiempo. Sin duda la incorporación de este personaje le da otro vuelo al texto, aumentándole su valor literario. Esta Medea hablará con textos clásicos, extraídos del original, que se imbrican perfectamente entre los textos de marcada contemporaneidad de la puesta. En cuanto a este punto, nos quedamos con la necesidad de algo más de incorporación de esos parlamentos originales para que aumentaran el enlace entre ambos textos, el de ayer y el actual. Con respecto al desempeño actoral de Vivian, su trabajo va por el camino de la tragedia clásica griega, sus movimientos consiguen llevarnos por esa vía, marcando la diferencia en el escenario entre el actuar de ambas mujeres. Algo que tendríamos que señalarle a la actriz, es acerca de lo que podemos considerar un vicio de actuación muy presente en ella, nos referimos al tratar de hablar siempre con los ojos, apoyándose en una excesiva y algo exagerada expresividad de los mismos, como refuerzo a su trabajo. No lo necesita en lo absoluto, ella es una actriz que emana fuerza y sabe trabajar sus personajes. Otro aspecto a señalar es una necesidad de más energía o carga dramática interna en algunos instantes de su trabajo, que por su característica de personaje totalmente clásico lo necesita, para no dar la sensación en algunos momentos de estar ajena a la acción que se desarrolla sobre la escena. No obstante estos señalamientos, la actriz nos entrega un personaje creible, de peso y trabajado, que al final recibe la aprobación del público y de la propia puesta en escena.

Creo necesario hacer un alto para comentar otro de los aciertos de la dirección en esta puesta y es para referirme al intercambio de roles que en un momento muy avanzada la obra, se realiza entre las actrices que han venido incorporando a ambas Medeas, pasando la actriz que venia desarrollando el personaje actual a incorporar el personaje clásico, mientras que la otra actriz se despoja del personaje original para asumir el contemporáneo. Este cambio de personajes por parte de la actrices no solo acerca ambos textos, el de ayer con el de hoy, sino que enriquece la dramaturgia de la puesta en escena y ofrece a ambas actrices un mayor trabajo de asimilación e interiorización del espíritu de ambos personajes, que al final no es más que el mismo.


Por último nos queda hablar sobre el trabajo Rafael Farello, quien incorpora al Jasón y Javier Alemán quien asume el personaje de Egisto. Con respecto al desempeño del primero de estos jóvenes actores, nos quedamos con una sensación de personaje impostado, no elaborado, actuado, no vivido, de nada valen las acciones violentas o una entonación fuerte de la voz, cuando por dentro no se incorpora por entero el personaje. En el trabajo de este actor siempre se vio un distanciamiento entre actor y personaje, estuvimos en presencia de una “representación” y no de una “actuación”. Creo que es muy necesario para los actores tener siempre presente la escencia de los postulados de Stanislasky para construir los personajes y llevarlos a escena. Rafael posee buena voz, presencia y buen desplazamiento en el escenario, pero requiere a nuestro entender de más rigor a la hora de preparar y trabajar sus personajes. Con respecto a Javier, el segundo de estos actores, no podemos decir mucho, solo que realizó un discreto trabajo, teniendo en cuenta que no es actor y era primera vez que subía a un escenario para tratar de resolver esos problemas que ocurren demasiado frecuentemente en las tablas de Miami, cuando los actores abandonan ya un trabajo comenzado por diversas razones, y surje la imperiosa necesidad de encontrar a “alguien” que asume el espacio abandonado por aquel otro irresponsable actor. Se le agradece su espontaneo trabajo y su arriesgada entrega.


Sin duda, aplaudimos esta nueva entrega de Miriam Bermúdez, que a pesar del viento en contra siempre trata de entregarnos un trabajo de calidad y grandes vuelos artísticos, algo que siempre se agradece y valora.

Para concluir, tenemos que reafirmar nuestro apoyo a todos aquellos que se involucran en cualquiera de los proyectos teatrales que suben a los escasos escenarios de nuestra ciudad de Miami, son héroes de las artes y la cultura, que se enfrentan a la indiferencia de instituciones, empresarios, publico e incluso artistas día a día, pero que a pesar de ello no cejan en su tenaz empeño de subir a las tablas y ofrecernos TEATRO, que es lo mismo que ofrecer VIDA. Por eso hoy, 30 de Mayo Día del Teatro y la Dramaturgia Cubana del Exilio le hacemos llegar nuestras felicitaciones a todos que, aún lejos de sus orígenes, luchan por mantener vivo el Teatro Cubano.


Wilfredo A. Ramos
Crítico de Teatro y Danza

"Proximidad espiritual" (En 150 palabras de Félix Luis Viera)



El primer Papa argentino y latinoamericano, Francisco, en varias ocasiones ha aludido a la necesidad de construir puentes, no muros.

Una referencia directa al muro que pretende construir el presidente estadounidense Donald Trump, allá, en la frontera sur de su país.

Hasta ahora, Francisco no se ha pronunciado de modo contundente para que, por ejemplo, cese en la isla de Cuba la represión, la miseria, el pánico que la asola desde que él, Francisco, tenía 23 años de edad. Gracias a un régimen que ha levantado muros entre compatriotas; incluidos entre religiosos y marxistas.

Claro, resulta exagerado lo que proclama mi amigo de allá del barrio, el negro Papo, cuando afirma que el Papa es comunista, o algo así.

Recientemente, el Papa le ha escrito una carta al izquierdista expresidente brasileño Lula, quien cumple condena por corrupción.

En la misiva, Francisco le hace saber a Lula la "proximidad espiritual" entrambos.



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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado siete poemarios; tres libros de cuento; cuatro novelas y una noveleta.

Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.

Su poemario La patria es una naranja, que aborda el tema del exilio a la par que incursiona en la realidad mexicana, ha tenido una buena acogida de crítica y público y recibió en Italia el Premio Latina in Versi en 2013.

Es ciudadano mexicano por naturalización. Reside en Miami.

Astrid Alcayaga expone en Toledo


Astrid Alcayaga (astridalcayaga.com) expone en Toledo, siendo parte del grupo artístico español Trazo 7.

La muestra colectiva fue inaugurada el pasado 4 de mayo y se puede apreciar hasta el 3 de junio de 2019, en la sala de exposiciones temporales del Museo De La Celestina en La Puebla de Montalban, Toledo.

La heroína Luz Noriega (por María del Carmen Muzio)



por María del Carmen Muzio
(para el blog Gaspar, El Lugareño)



Desgraciadamente, fueron más las mujeres que colaboraron de alguna forma (soldados, enfermeras, comités de apoyo) en nuestras guerras de independencia, registradas de forma escueta en nuestra historiografía; y pocas, –para no pecar de absoluta– poseen un valedero estudio biográfico. Nuestros avezados mambises jamás vieron con buenos ojos la presencia femenina en los campamentos militares y cuando estas además de enfermeras, combatían rifle al hombro, las consideraban de un «valor varonil» que no era de sus agrados.

La escritora ucraniana Svetlana Alexievich (Premio Nobel de Literatura 2015) en su libro La guerra no tiene nombre de mujer explica que, aunque desde la antigua Grecia hubo mujeres combatientes, solo vinieron a ser reconocidas a partir de la II Guerra Mundial por la participación de inglesas, soviéticas, francesas y demás. Así que tampoco podemos pedirles mucho a nuestros antiguos patriotas.

Luz Noriega es un caso singular, pues –afirmo sin temor a equivocarme– resulta la más mencionada en los testimonios y diarios de campaña. De ella escriben Manuel Piedra Marte, Miró Argenter, Bernabé Boza, Cosme de la Torriente y hasta el norteamericano Flint. Exceptuando a Miró, que se limita a mencionar su incorporación; los demás son injustos con ella y con su esposo el médico Francisco Hernández. No voy a repetir los errores cometidos por ellos, si le interesa a algún curioso, que busque sus libros.

Y fue tan mencionada porque nadie podía ignorarla. De gran belleza, lo mismo servía de enfermera en los hospitales de sangre junto a su esposo, que combatía, a caballo, con su rifle o su revólver. Participó en cruentas batallas: Paso Real de San Diego, Río de Auras, Moralitos y Hato de Jicarita.

Sin embargo, una especie de fatum la perseguía. En 1897 en el hospital «Las Llanadas» en Sancti Spiritus, sorprendidos por un grupo de guerrilleros al mando del coronel Orozco, su esposo es macheteado en su presencia y ella, prisionera, enviada a Isla de Pinos.

En 1901, enferma de dolor, se suicida en un hotel de Matanzas. Aún después le ha seguido una especie de leyenda negra, aunque por suerte también ha tenido sus defensores. El antiguo reportero de las tropas de Weyler, Juan José Cañarte, en El Mundo en 1901 intentó denigrarla y al paso le salió el general Enrique Loynaz con su artículo en La Discusión, octubre del mismo año; además, en sus Memorias de la guerra, 1989, le dedica un breve capítulo. En 1930 en carta al periódico La Semana, Enrique Yanis, médico y coronel mambí, asegura haberse casado con ella; Loynaz, en cambio, lo pone en duda, aunque no descarta un romance. Aún en 1950 Rafael Soto Paz en Bohemia se hace eco de una anécdota contada por Bernabé Boza en su Diario; y le refuta, en la misma revista, Pedro Rodríguez Abascal.
 
No obstante, sobre su vida son pocos los datos que existen y no todos confiables. La cita la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta en su Patriotas Cubanas; César García del Pino en Mil criollos del siglo XIX y también el Diccionario Enciclopédico de Historia Militar, Tomo I, Biografías; por solo mencionar algunas de las referencias más importantes. Pero lo que hasta el momento nadie había podido dilucidar con certeza, por la serie de datos controvertidos, era su fecha y lugar de nacimiento.

Gracias al auxilio irrestricto del Diac. José Vicente Concepción, canciller del obispado de Pinar del Río, y Adelaida Caridad Rodríguez (Cachita) de la parroquia San Ildefonso de Guane, así como de las archiveras de las distintas iglesias de esa provincia, se encontró su Fe de Bautismo.

En el Libro 12 de Blancos, Folio 278, Acta 859 se lee que el jueves 4 de noviembre de 1875 se bautizó una niña con los nombres María del Carmen de la Luz Noriega Hernández, nacida el 29 de mayo de 1875. Padres: Domingo Noriega, natural de Guane; Isabel Hernández, de San Juan y Martínez. Abuelos paternos: José y Ma. Florentina Deisano; maternos: José y Mariana. Padrinos: Bernardo Maviedo y Carmen Hernández.

Antiguamente la Iglesia celebraba los 29 de mayo la Virgen de la Luz; en la actualidad se hace los 2 de febrero, día de la Candelaria.

En el mismo libro aparecen bautizadas sus hermanas María del Santísimo Sacramento Crescencia, 1866; y María Domitila Filomena, 1872.

De estos datos se concluye que en 1896 cuando se incorporó a las tropas invasoras del general Maceo, al pasar estas por Pilotos, donde residía con su esposo, tenía 21; y cuando se suicida en 1901, 26 años.

Incluso su belleza y valentía han opacado algo la figura de Francisco Hernández, quien al ser asesinado poseía el grado de Teniente Coronel de Sanidad, según el Índice de Defunciones de Carlos Roloff.

La foto más divulgada de Luz Noriega, y casi se puede asegurar la única que existe, aparece en la revista El Fígaro, febrero de 1899, en su Álbum consagrado a la Revolución Cubana.

Pocos la describen y se contrastan: para la Dra. Vicentina Cuesta era de ojos verdes; y, para otros, de pelo y ojos negros. Quizás la descripción más fiable corresponda –único de los que la conoció que lo hace– al reportero Cañarte en el periódico La Lucha, 1897, cuando cae prisionera después de asesinado su esposo. Es un extenso artículo titulado «La reina de Cuba» que debe leerse con cuidado para desbrozar las falacias de las verdades. Según este admirador de Weyler la llevan ante él entre cuatro soldados: «representa por su presencia, 25 años de edad; es rubia; de ojos azules, estatura regular, envuelta en carnes […]».

A lo largo del tiempo, en cada ocasión que se escribe sobre mambisas, no deja de mencionársele: Ecured, revista Mujeres, y otros.

En 1962 en la revista mexicana Cuatro Vientos dirigida por Alfonso Camín, el académico cubano Antonio Iraizoz, gran enamorado de la historia, publica su texto «La heroína de Paso Real» donde narra la heroica participación de la capitana mambisa en el combate y que le valiera la exclamación de Maceo «¡Viva la reina de Cuba!». Finaliza su texto con un sentido homenaje del que me hago eco: «Al evocar estos penosos recuerdos de la intrépida y serena mujer que fue Luz Noriega, pongamos una orquídea blanca, aromosa y exótica, sobre la tumba incierta que le dio paz».




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María del Carmen Muzio Zarranz (La Habana, 1947). Tiene publicadas las novelas El camafeo negro (1989), Sonata para un espía (1990), La Cuarta Versión (2000) y Dios no te va a entender (2015), así como los ensayos Andrés Quimbisa (2001), María Luisa Milanés: el suicidio de una época (2005) y el libro de cuentos para niñosLos perros van al cielo (2004). Ha merecido varios galardones y reconocimientos entre los que destacan su mención en el Concurso Internacional Relato Policial, Semana Negra, Gijón, España (2002) y la del centro “Juan Marinello” por su ensayo sociocultural sobre la figura de Andrés Petit.

Catolicismo y Política (Juan M. de Prada y José R. García)


Wednesday, May 29, 2019

Un soneto dedicado a Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño (por Carlos A. Peón-Casas)


Mirando en un ya amarillento periódico local: Acción Cívica Camagüeyana, órgano local que fuera de la organización homónima que nucleó a lo mejor y más comprometido de las clases vivas camgüeyanas; precisamente en una de sus últimas ediciones que vio la luz en sus talleres de la calle Lope Recio No 8, allá por 1960; descubrimos con agrado, esta bella composición poética dedicada a aquel prohombre nuestro: Gaspar Betancourt Cisneros, salida al vuelo de la más noble inspiración, de un rimador y profuso hombre de letras, malogrado en la flor de la edad, y ciertamente desconocido o casi nada divulgado, a pesar de la enormidad de su obra activa y pasiva en verso y en prosa: Gustavo Sánchez Galarraga.

El texto, escrito en versos alejandrinos, de arte mayor, asume en sus catorce versos y sus inevitables catorce líneas, del que Lope de Vega insiste: sumad si son catorce y está hecho; la preclara y siempre trascendente historia de aquel ilustre varón que siempre supo velar por “la suerte de su amada patria”, y de su tierra chica, con igual y entrañable prodigalidad.

El recuerdo poético sobre su figura, empieza destacando las enormes cualidades de  quien fuera El Lugareño, como hombre de letras y pensamiento, lo mismo que con suficientes arrestos libertarios. Dice el primer cuarteto:
Cuando serenamente se apagó su mirada
Nos legó al confundirse con la serena bruma,
Una espada que tuvo el fulgor de una pluma
Y una pluma que tuvo el temple de una espada
En el segundo cuarteto el poeta, resalta con vehemencia, los anhelos que lo hicieron en algún minuto buscar “del Libertador Bolívar su ayuda valiosa para libertar a Cuba”, unido a otros nombre preclaros de los que se hace escasa memoria como “Fructuosos del Castillo, José Aniceto Iznaga, Arango, Miralla(…)” Y así lo testimonia el poeta uniendo dos bellas imágenes la del cóndor potente de los Andes, y la del fogoso corcel de las sabanas principeñas:
Fue la Patria su Norte, y en su sangriento altar,
Ofició tercamente, sin rendirse su anhelo
Al cóndor de los Andes no le fatiga el vuelo
Ni al caballo de raza le cansa el galopar.
El cierre magistral de este soneto, en sus dos tercetos conclusivos, alude en telúricas oleadas, a las nociones más preclaras de esa historia del Camagüey, que El Lugareño ayudó a gestar, y que todavía, le debe al patricio, el mármol eterno que perpetue entre nosotros su memoria
Camagüey: Tierra heroica, crisol donde fundido
Como de bronce de siglo, toda virtud ha sido
Matrona venerable de entrañas de león.
Para que Cuba entera te adore arrodillada
Alza su egregia imagen en mármol modelada
Y por primera piedra ponle tu corazón.

(Camagüey) La casa de Carmen Zayas-Bazán

 
Casa familiar de Carmen Zayas-Bazán
(actual) Calle General Gómez esq. San Ramón
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Enaltecer a Carmen Zayas-Bazán, quien no dudó en casarse por amor con José Martí y cambiar radicalmente su estilo de vida, pero que tuvo la dignidad y el coraje  de separarse de él, debido a las infedelidades y desamor de su esposo, no disminuye la grandeza del patriota e intelectual, quién entregó su vida en la búsqueda de la independencia de Cuba. Se falta a la verdad, al acusar a Carmen de no comprender la lucha de Martí, como la causa de su separación, por "embellecer" la figura del Apóstol.

Hoy 29 de mayo, se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de Carmen, su ciudad no la recuerda.

Pedí unas fotos de su hogar y recibí estas imágenes. Una casona en ruinas,  "de pie", que se niega a desaparecer. 

Camagüey, "ciudad legendaria", Patrimonio de la Humanidad,  no sólo le debe respeto, sino admiración a Carmen Zayas-Bazán (parafraseando carta de ella a Martí)

Esta casa debería ser restaurada y plantar placa en su frente, anunciando con orgullo a lugareños y visitantes, que este fue su primer lugar. (por Joaquín Estrada-Montalván)

Carmen Zayas-Bazán
Puerto Príncipe 29 de mayo de 1853-La Habana 15 de enero de 1928



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Ver update:
(Camagüey) Reparan parte de la casa de Carmen Zayas-Bazán




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Ver en el blog: 

30 de junio: Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano del Exilio

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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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