Monday, August 26, 2019

Gala de las Estrellas del XXIV Festival Internacional de Ballet de Miami (por Baltasar Santiago Martín)


El sábado 17 de agosto de 2019 tuvo lugar, en el Fillmore Miami Beach del Teatro Jackie Gleason, la Gran Gala Clásica de las Estrellas del XXIV Festival Internacional de Ballet de Miami, que comenzó con la presentación, a cargo de Cristina Castellanos, del maestro Eriberto Jiménez, director artístico del Festival, quien explicó que Wilhem Burmann, el merecedor en esta ocasión del premio “Una vida por la danza” –una preciosa estatuilla del artista plástico mexicano David Camorlinga, inspirada en la prima ballerina Maya Plisétskaia– no pudo estar presente para recibirlo, y remarcó en su discurso de apertura de la gala el compromiso que tenemos los que amamos la danza con el legado de Pedro Pablo Peña, el fundador del Festival hace ya 24 años, y su mentor y maestro.

La función comenzó con el pas de deux del tercer acto del ballet Onegin (se escribe Oneguin en español), coreografía de John Cranko y música de Piotr I. Chaikovski, bailado e interpretado magistralmente por Natalia Berríos y José Manuel Ghiso, del Ballet de Santiago (de Chile), dirigido por Marcia Haydée.

Para los que no conocen la trama de este ballet (originalmente una ópera), en la sala de recibir de la casa del príncipe Gremin, su esposa Tatiana ha recibido una carta de Oneguin (la historia se repite a la inversa, pues al inicio de la obra, Tatiana le había escrito también una carta en la que le declaraba su pasión –la célebre “escena de la carta”–, pero fue rechazada). Oneguin entra y le ruega que lo ame, que se apiade de él, pero Tatiana, aunque le admite que todavía lo ama, lo rechaza con determinación.

Natalia Berríos y José Manuel Ghiso
 en Oneguin
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Natalia Berríos como Tatiana
 en Oneguin
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Natalia se movió muy convincentemente, entre la vulnerabilidad de la mujer que todavía se siente atraída por Oneguin y la fidelidad a Gremin, a pesar de su falta de pasión por él, y José Manuel, a su vez, conmovió en su arrepentimiento. ¡Ese forcejeo desesperado de Ghiso/Oneguin; esa duda de Natalia/Tatiana!, expresada por el sugestivo juego de brazos de ambos, él tratando de abrazarla, y ella retirando sus brazos de encima, fueron un magnífico ejemplo de cómo la mejor técnica debe estar siempre supeditada a los sentimientos que la coreografía persigue expresar.

Taiyu He y Janis Liu
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Un pas de deux de Le papillon (La mariposa), ballet fantástico coreografiado originalmente por Marie Taglioni, con música de Jacques Offenbach y libreto de Jules-Henri Vernoy de Santo-Georges, ahora con coreografía de Vladimir Issaev (director de Arts Ballet Theatre of Florida), fue la selección de dicha compañía para su primera participación en este festival. Taiyu He, como Mohamed, el amigo del príncipe Djalma, y Janis Liu, como su pareja, bordaron el pas de deux con maestría y total precisión, tanto en el adagio como en sus respectivas variaciones.

Petar Dorcevski y Filip Juric, del Ballet de la Ópera de Liubliana, la capital de Eslovenia, salieron a escena para defender Caín y Abel, coreografía de Anja Moderndorfer sobre la de Vlasto Dedovic, y música de Francis Poulenc y Stevan Stojanovic; un dueto a torso descubierto y descalzos (aunque ya desde el título se sabe que no debe tener ninguna connotación erótica), en el que ambos convencieron, tanto desde el inicio –con ruido de agua cayendo, cual lluvia– hasta la tortuosa interacción de ¿Abel? con ¿Caín? ya incorporado. Dos jóvenes hermosos, en forma, poseedores de una técnica poderosa, al servicio aquí de una inquietante coreografía que nos deja pensando… ¿Abel y Caín?

Petar Dorcevski y Filip Juric 
en Abel y Caín
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A continuación, el Ballet Nacional de Panamá presentó el pas de deux del ballet La Esmeralda, con Adriana Díaz como la gitana Esmeralda y Solieh Samudio como el capitán Phoebus.

El ballet La Esmeralda, de tres actos, con coreografía de Jules Perrot y música de Cesare Pugni, se estrenó en el Her Majesty´s Theater de Londres el 9 de marzo de 1844, inspirado en la novela Notre Dame de París (1831), de Víctor Hugo, Marius Petipa coreografió una nueva versión para el Ballet Imperial, estrenado en 1886 en el Teatro Imperial Mariinsky de San Petersburgo, y Ricardo Drigo fue el encargado de hacer la música para los nuevos pasajes: Esmeralda Pas de six y Grand Pas Classique.

Adriana y Solieh, con un muy vistoso vestuario, se lucieron en el adagio, muy bien partneado por cierto: dos veces fue ella lanzada hacia arriba y agarrada con extrema facilidad por Solieh, quien además la sostuvo girando en perfecto arabesque dos veces también, para dejarla en un supuesto balance que apenas solo pudo sostener por último al final del adagio.

Adriana Díaz y Solieh Samudio
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En las variaciones, a Solieh le faltó algo de elevación en sus saltos, que, no obstante, enriqueció con volteretas en el aire, mientras que Adriana, pandereta en mano, muy musical, se lució con sus pirouettes y sus grand jettés, pero me desconcertó que él se quedara parado viéndola y luego se marchara. Ella cerró con un óvalo de piqués intercalados con pirouettes, y solo entonces él regresó para acompañarla, mas la coda me pareció desigual y como en cámara lenta.

Al feliz desfile de buen gusto de la gala se sumó Tangos del Plata, extraordinaria coreografía de Leonardo Reale, mezcla de lirismo y sensualidad, con música de Walter Oliverio, que no dejó lugar a dudas, gracias a la pulida técnica y la musicalidad de los virtuosos Chloe Freytag y Fabián Morales –realzados por un sugerente y elegante vestuario–, de que la compañía Dimensions Dance Theatre of Miami va por el mejor camino hacia la trascendencia artística.

Chloe Freytag y Fabián Morales
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Del universo rioplatense, Manuela Vidal Rocado y Cicero Gomes, del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro, nos trasladaron al París de la Revolución Francesa, con el efervescente pas de deux del ballet La llama de París, coreografía del soviético Vasili Vainonen y música de Boris Asáfiev, donde Cicero se destacó por sus audaces double cabrioles devant (saltos de tijera con las piernas hacia delante o hacia detrás, casi horizontal, con “batido” de los pies), con volteretas en el aire incluidas, y luego raudos giros, mientras que Manuela brindó una veloz diagonal de piqués intercalados con pirouettes, al igual que en sus fouettés, pero estos los terminó desplazada de lugar y de música.

Manuela Vidal Rocado y Cicero Gomes
 en La llama de París
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Tras un adecuado intermedio, esta variada Gala de las Estrellas ofreció gustosamente su escenario a Ana Elisa Mena y Moisés Cerrada, de la Compañía Nacional de Danza de México, para corporizarse como Giselle y Albrecht, en el Grand pas de deux del segundo acto del ballet Giselle, coreografía de Jean Corelli y Jules Perrot, y música de Adolfo Adam.

Ana Elisa Mena y Moisés Cerrada
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Ana Elisa/ Giselle comenzó el adagio girando en planta a 90 grados sin el menor titubeo, con todo el lirismo y la delicadeza que este ballet romántico demanda, excelentemente arropada por un Moisés/ Albretch solícito y atento, y ambos brillaron en sus impecables y demandantes variaciones, ella con unos raudos entrechats quatre (casi a lo Alicia Alonso) y él, para no ser menos, también con unos veloces entrechats six y audaces double cabrioles devant antes de caer rendido al piso del “bosque”.

Moisés Cerrada como Albretch
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A la caravana de talentos de esta magnífica gala se sumaron Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Milwaukee Ballet (Estados Unidos), con el pas de deux del ballet Manon, coreografiado por Kenneth McMillan y música de Jules Massenet, en el que ambos brindaron una clase magistral de lo que es bailar con buen gusto, regodeo sensual y total sensibilidad, en la mejor tradición de la “Escuela Cubana de Ballet” –de la que ambos son excelentes exponentes–, donde en el pas de deux cada quien baila el uno para el otro, como si no existiera el público. Arionel se superó a sí mismo con respecto a otras ocasiones en que ha bailado este pas de deux, pues le incorporó una lanzada de ella hacia arriba con voltereta incluida y un agarre en el aire espectacular, amén de sus ya acostumbradas cargadas tiernas y delicadas, giros raudos y elegantes saltos, mientras que Marizé volvió a hacer alarde de esos arabesques penché absolutos que ya son su marca de fábrica, junto a sus grand jettés completamente horizontales, ¡ah!, y tan importante como su indudable bravura técnica: la tan veraz interpretación de sus personajes, con esa conmovedora desesperación de él ante la muerte de su amada como el mejor ejemplo.

Marizé Fumero y Arionel Vargas
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A seguidas, Kamila Moreira y Norton Fantinel, del Ballet du Capitole Toulouse, Francia, nos trasladaron a Escocia, con el pas de deux del ballet La sílfide (coreografía de Augusto Bournonville y música de Herman Severin), donde, tras un correcto adagio muy bien partneado, Norton sobresalió también en sus variaciones, sobre todo con sus entrechats six, mientras que Kamila se lució con sus sostenidos balances y grand jettés, para concluir con una coda perfecta, con gran acople y sincronismo, antes de la desaparición de la enigmática sílfide.

Kamila Moreira y Norton Fantinel en La sílfide
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Kamila Moreira en La sílfide
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De nuevo aparecieron dos hombres solos en escena: Matteo Maccinni, del Ballet de Sttuggart, y Marijn Rademaker (freelancer artist) para “decir” What we have been telling you? (¿Qué hemos estado diciéndote?), con coreografía de sus propios intérpretes y música de Franz Schubert (su Fantasía en f- Minor D-940); un dueto caracterizado por movimientos cuasi militares, dinámicos y de gran fuerza, hasta que ambos se desvanecen en la oscuridad.

Matteo Maccinni y Marijn Rademaker
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Y para continuar con la cascada de estrellas asistentes a este festival, salieron a escena Katherine Barkman y Jorge Oscar Sánchez, del Ballet de Washington, para bailar el pas de deux de la boda de Kitri y Basilio del ballet Don Quijote, coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus.

Con un cálido telón de fondo teñido de rojo, la pareja mostró un buen acople en el adagio, en el que Katherine logró balances sostenidos e impresionantes, e hizo gala de sus extensiones a 180 grados, mientras que Jorge Oscar la hizo girar siempre con total verticalidad –como debe ser– y y la alzó, cargada con una sola mano, ¡dos veces!

Katherine Barkman y Jorge Oscar Sánchez
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Ya en el riesgoso final del adagio, la dejó caer sin titubeos hasta barrer casi el piso, manos libres, sostenida solo con su cuerpo, y en su variación estuvo deslumbrante, con esos “grandes desplazamientos aéreos” que son ya su sello, pues a sus saltos no les faltó altura ni las pasmosas volteretas acrobáticas a las que ya nos tiene acostumbrados. Katherine, por su lado, abanico en mano, ejecutó la suya con coquetería, musicalidad y precisión, con fouettés intercalados con pirouettes como remate, sin desplazarse de lugar, y con cambios en la posición de la cabeza.

Katherine Barkman y Jorge Oscar Sánchez
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Con el escenario aún “caliente” por ese Quijote de alto vuelo, regresó Cicero Gomes, del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro, pero ahora sin Manuela Vidal Rocado, para bailar Gopak, un solo con coreografía de Rostislav Zajarov y música de Vasili Soloviev, en el que Cicero alardeó de sus saltos y giros, sobre todo con un óvalo de grand jettés muy efectistas.

Cicero Gomes en Gopak
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Y para finalizar esta gala tan estelar, Rosa Piero, del Ballet Nacional de Polonia, y Andras Ronai, del Ballet Nacional de Hungría, nos trasladaron al Medio Oriente, con el pas de deux del ballet El corsario (coreografía de Petipa y música de Drigo), donde, tras un correcto adagio bien partneado, con giros totalmente centrados, ambos se lucieron también en sus variaciones y cerraron con una coda muy precisa y bordada; en fin, un cierre digno para esta Gran Gala de las Estrellas del Festival Internacional de Ballet de Miami, en su vigésimo cuarta edición.

Andras Ronai y Rosa Piero
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Andras Ronai 
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Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por tanta entrega y devoción por el ballet y el arte en general, fiel continuador del legado del inolvidable Maestro Pedro Pablo Peña.
Fotos: Emilio Héctor Rodríguez

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