Saturday, October 21, 2017

Regina Balaguer: "Ballet de Camagüey: segundo de nadie” (por Yolanda Ferrera Sosa)

Notal del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín y a la periodista Yolanda Ferrera Sosa que compartan con los lectores, el presente texto incluido en el número de octubre 2017 de la revista CARITATE, dedicado al 50 aniversario del Ballet de Camagüey y al cantante y compositor Lázaro Horta. La presentación será el próximo jueves 26 de octubre de 2017 a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural Hispano de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, Fl 33135)

No sabía la joven egresada de la Escuela Nacional de Arte, en la especialidad de Ballet, que su destino le depararía dirigir a toda una compañía danzaria, fuera de su natal Ciudad de La Habana. Hacia la región central cubana de Camagüey viajó en agosto de 1979 para comenzar –el 1ro de septiembre– su Servicio Social de Graduada, por un período de tres años, que a la postre se convirtieron en más de 28.

Regina María Balaguer Sánchez formó parte del cuerpo de baile del Ballet de Camagüey. No fue fortuita su selección posterior para el Regisserato, ni para la conducción plena de la agrupación en 1996: la decisión de las autoridades culturales tomó en cuenta su capacidad para asumir los retos de tal responsabilidad.

Regina aceptó la tarea a sabiendas de las dificultades que entrañaba la dirección de la compañía, heredera de una rectoría por 15 años aparentemente insustituible: la de Fernando Alonso Rayneri, Maestro de Maestros. El talentoso maitre Jorge Rodríguez Vede –quien tuvo la dirección por 4 años después de la partida de Fernando– le entregaba a la joven, a la vez que un conjunto valioso en cuanto a resultados y talentos, un rosario de problemas derivados de varias causas, entre ellas –la más importante–, la de estar enclavado en una provincia, lejos de la capital, con un Ballet Nacional de Cuba, liderado nada menos que por Alicia Alonso.

De hablar pausado, mirada firme e inteligencia innegable, Regina posee el preciado don de la sencillez. La transmitía en cada entrevista, donde siempre subrayaba el resultado colectivo del conjunto y no el palpable aporte de ella para proseguir una difícil obra, ya cercana a su medio siglo de existencia.

Una de aquellas conversaciones, giró en torno a las características más ostensibles de la compañía:

“El Ballet de Camagüey –me dijo– tiene una cincuentena de componentes, elenco eminentemente joven, apoyado por un reconocido prestigio dentro y fuera del país. Su trayectoria exhibe un repertorio compuesto por más de 240 obras, clásicas y contemporáneas. Constantemente tratamos de enriquecer sus contenidos. Invitamos a creadores consagrados o no” 


Como expresión tácita de esta afirmación de Regina, entre los ejemplos más recientes se encuentra la invitación al consagrado coreógrafo cubano Alberto Méndez, Premio Nacional de Danza, quien realizó el montaje de seis obras para las funciones de homenaje que le ofrendó el BC, los días 29 y 30 del pasado mes de julio de 2016, en el Teatro Principal, de la ciudad de Camagüey. La directora de la compañía le propuso la idea, como parte de la jornada por el aniversario 50, a celebrarse el 1ro de diciembre.

Méndez alistó para el conjunto las puestas: Suite Generis, El vals y Fantasía, y precisó detalles de Muñecos, Paso a tres y En tus ojos, que han permanecido en el repertorio activo del Ballet de Camagüey.

En otro momento de la entrevista, la directora del BC resaltó como característica innegable también la renovación constante del elenco:

“El Ballet de Camagüey es una compañía-escuela” –aseguró. Se nutre fundamentalmente de jóvenes egresados de la enseñanza artística en el país. Es posible que, para algunos proyectos, esta característica sea un verdadero problema, ya que los recién llegados carecen por lo general de experiencia escénica. Ahí está nuestro reto: moldear, forjar, lograr que ese extraordinario material brinde sus posibilidades en el futuro, sea cual sea el destino de sus entregas. De nuestra compañía han surgido luminarias radicadas posteriormente en diferentes puntos del orbe”.


Las contrataciones de sus componentes dentro y fuera del territorio y del país han lacerado indiscutiblemente la trayectoria de este colectivo, una realidad juzgada así por Regina:

“Tenemos la satisfacción de que el nivel integral de los bailarines, nivel logrado durante su estancia en la compañía, sea reconocido tácitamente por estas contrataciones. Sí…, claro que nos afectan. Pero también es una realidad que el Ballet de Camagüey mantiene un nivel técnico y artístico que nos enorgullece”.

“Todo ello –agregó– es consecuencia de una labor que integra diferentes especialidades. Resultan objetivos fundamentales, además de la adquisición de la técnica clásica y la disciplina imprescindibles, la formación cultural de los integrantes. En ello, el apoyo de nuestra sicóloga es fundamental. Los bailarines son –a la vez que atletas de alto rendimiento por su ejercitación física– artistas plenos de sentimientos y de emociones que deben ser experimentados personalmente, para transmitirlas adecuada y eficazmente. Incentivamos el trabajo de mesa, la investigación y el hábito de la lectura, fundamentalmente de aquellas obras que ellos interpretan.

“El Ballet de Camagüey tiene amantes seguidores por toda la República Cubana, un público amoroso y exigente que sabe el valor de lo que se les brinda” –agregó. “Llega a su medio siglo de fundado, con una historia defendida a capa y espada, porque no han sido pocos los escollos que ha debido superar”.

No hacía falta la enumeración por Regina de tales escollos, Quienes apreciamos de cerca las experiencias de la compañía agramontina, sabemos de muchas lamentables decisiones por parte de la dirección del Ballet Nacional de Cuba. Por solo citar dos, está la que excluyó al conjunto, reiteradamente, de participar en los Festivales Internacionales que auspicia, quitándole a Camagüey su calidad de sub-sede y la necesidad de hacer otro montaje para el BC de la coreografía de Giselle, ante la petición de Alicia Alonso de que se le pagara el Derecho de Autor por la propia versión de la compañía nacional. La responsabilidad de la versión camagüeyana la asumió creativa y exitosamente, el coreógrafo lugareño José Antonio Chávez . 


Era recurrente en cada conversación con Regina Balaguer su referencia al maestro Fernando Alonso al frente del conjunto, su agradecimiento por la valiosa entrega brindada allí durante 15 años. Fue un período dedicado íntegramente a elevar el nivel técnico del colectivo, fundado oficialmente el 1ro de diciembre de 1967 por otra grande del arte de las puntas en la localidad: Vicentina de la Torre.

Muchos obstáculos encontró Fernando en ese empeño, asumido con respeto y con amor. Supo organizar con su experiencia a la agrupación, la cual recibió con una notable trayectoria en la cual proliferaban las coreografías de corte contemporáneo. Poco a poco, su magisterio derivó en la incorporación también de obras selectas del repertorio clásico mundial.

El Ballet de Camagüey debe la sede actual que posee al Maestro. Antes de su llegada, el colectivo radicaba en los altos del teatro “José Luis Tassende”, local carente de las condiciones mínimas para su desempeño.

Sus aportes al desarrollo de la compañía suman giras internacionales y la consolidación de la fábrica de zapatillas aledaña a “Villa Feliz”, que tal es la denominación de la hermosa casona donde –por su gestión– se encuentra establecido el conjunto.


Amplió los niveles de relación con directivos y artistas de prominencia reconocida en diferentes países, entre ellos Bélgica, con su “Royal Ballet de Wallonie”, con Jorge Lefebre –ya fallecido– y Menia Martínez, en calidad de colaboradores sistemáticos.

Con su pertinaz hacer, su comprobado optimismo y su amor por la difícil disciplina artística, Fernando supo sembrar bien en el talento de experimentados y de recién egresados. Aunó objetivos. Sumó voluntades.

“Fernando sigue viviendo en cada logro de la compañía, al igual que Vicentina de la Torre. A sus magisterios consagrados se dedican las programaciones encaminadas a celebrar los 50 años del conjunto en el presente 2017. Por lo general, cuando periodísticamente se alude al conjunto, se le califica como la segunda compañía de su tipo en Cuba. No somos segundos de nadie. Dígase solo Ballet de Camagüey, poseedor de una muy propia e irrepetible historia”–finalizó Regina.


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Vicentina de la Torre: voluntad con alas (por Yolanda Ferrera Sosa)

Friday, October 20, 2017

De esos reencuentros que me devuelven la fe perdida (por Ingeborg Portales)

Carlos A. Peón-Casas presenta su libro  El vino mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway,  el 15 de octubre de 2017, en el Salón Padre Félix Varela de la Ermita de la Caridad
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Como él mismo suele decir, Carlos Peón Casas es uno de esos amigos de la vieja guardia. De algún modo Carlitos sigue siendo esa conexión con lo real, libre de las apariencias virtuales. Un buen día; por ejemplo, puedes recibir una carta de su puño y letra.

Nos conocimos siendo adolescentes, en Camagüey. Nos unió después un período especial y dos becas en La Habana. Carlos estudiaba Lengua y Literatura Inglesa en el ISPLE, y yo estudiaba Bibliotecología en Miramar. Fue en ese pueblo donde nací, y cuyo nombre no quisiera recordar, pero recuerdo, Guanajay, el que durante muchos fines de semana, se convirtió en su refugio. Carlos venía a mi casa y allí compartíamos la poca comida que mis padres podían poner en la mesa en esos momentos.

Treinta años después, en La Ermita de la Caridad del Cobre, donde presentó su libro, me lo recordaba con la misma alegría y agradecimiento de entonces.

Carlos vive en Cuba, con su esposa y sus tres hijos. Enseña Legua y Literatura Norteamericana en la Facultad de Lenguas y Comunicación de la Universidad de Camagüey y está también al frente de la Biblioteca Diocesana. A pesar de que en muchas ocasiones he recibido correos de Carlos, pidiéndome ayuda con materiales a los que no tiene acceso desde Cuba, ha sido sorprendente escucharlo contar historias sobre su proceso de investigación y los artificios para poder estar conectado con el resto del mundo.

Cuando lo escuchaba no podía dejar de pensar, en la falsedad de esa opinión que muchos cubanos suelen esgrimir, bien a la ligera, “en Cuba todo el mundo mordió”.

Más sorprendente aun, o admirable, ha sido escucharlo compartiendo en público sobre su enfermedad. Hace aproximadamente un año, sus dos riñones decidieron dejar de funcionar al mismo tiempo. Después de recibir la noticia, Carlos, que nunca ha dejado de ser un hombre de fe, solo se repetía una misma pregunta. ¿Por qué Dios mio? Su visita ha sido demasiado corta, apenas tres días, no puede interrumpir su proceso de diálisis y preparación para recibir el trasplante del riñón que le donará su hijo mayor Francisco Javier. Carlos que nunca ha dejado de ser un hombre de fé, intenta ahora encontrar cada día, las respuestas a una pregunta diferente. ¿Para qué Dios mio?

Desde aquí, yo solo espero que la operación sea exitosa, y que puedas regresar muy pronto, para celebrarlo y para presentarnos tu próximo libro.

El magisterio de Fernando Alonso (por Yolanda Ferrera Sosa)

Notal del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín y a la periodista Yolanda Ferrera Sosa que compartan con los lectores, el presente texto  incluido en el número de octubre 2017 de la revista CARITATE, dedicado al 50 aniversario del Ballet de Camagüey y al cantante y compositor Lázaro Horta. La presentación será el próximo jueves 26 de octubre de 2017 a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural Hispano de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, Fl 33135)


Fue inscrito con el extenso nombre de Fernando Juan Evangelista Eugenio de Jesús Alonso Rayneri, pero bastó para inmortalizarle en el ámbito danzario mundial el sencillo de Fernando Alonso. Su apellido fue y sigue siendo sinónimo de virtuosismo en la manifestación balletística de todos los tiempos, y su legado, un ejemplo de magisterio útil, depositado en centenares de bailarines que disfrutaron de sus clases y de su capacidad como director de compañías y de Escuelas de Ballet.

El 2017 marca el aniversario 103 de su natalicio y el cuarto de su fallecimiento en el Hospital Cardiovascular de Ciudad de La Habana. Le sorprendió la muerte sorpresivamente, en la plenitud de sus facultades mentales y con una entereza física inusual a los 98 años en cualquier humano. Una caída, la necesaria operación posterior y aquel coágulo de sangre que viajó a través de su cuerpo hasta acabar con su vida, fueron determinantes. 


Disfruté de la amistad de Fernando durante su estancia en Camagüey. Allí –con muchos contratiempos– dirigió la compañía balletística local a partir de 1975, una vez concluidas sus responsabilidades como director del Ballet Nacional de Cuba, del cual fue uno de sus fundadores, junto a su hermano Alberto y su entonces esposa Alicia Martínez del Hoyo. Alicia tomó su apellido cuando contrajeron matrimonio en los Estados Unidos en 1937.

Fui depositaria de anécdotas aún inéditas, contadas con su excelente sentido del humor en su oficina, en los salones de ensayos de la compañía o en su hogar, en el Reparto “Montecarlo”, de la capital agramontina. Una de aquellas conversaciones –realizada en 1998, cuando tenía 84 años– giró en torno a la llegada de otro aniversario de la impartición de su primera clase, un día de marzo de 1949, acontecimiento que marcó tanto su vida personal como el derrotero de la enseñanza del Ballet a escala mundial, donde Fernando centró Cátedra. Resultó, más que otra entrevista, un testimonio de gran valor humano y académico:

¿En qué circunstancias ocurrió esa primera clase?

Cuando estudiábamos ballet en Cuba, en la Sociedad Pro-Arte Musical que dirigía mi madre, tanto Alicia como otros bailarines norteamericanos nos dábamos las correcciones a nosotros mismos, y eso fue creando en mí una forma de descubrir qué era lo que estaba mal y cómo podía salir mejor el paso. O sea, que antes de aquella primera clase oficial, vamos a llamarla así, ya había una preparación previa, aunque no dejó de ser una sorpresa para mí.

Como es sabido, fundamos el 28 de octubre de 1948 –con 40 integrantes– el Ballet que entonces se llamó “Alicia Alonso”, e hicimos una gira por varios países latinoamericanos, hasta Chile. Entonces teníamos un maestro nombrado León Fokín, quien ya nos había dado clases en Nueva York. Él era hijo de esa gran profesora llamada Alexandra Fedórova, cuñada del coreógrafo Mijaíl Fokín. León padecía de una úlcera estomacal y, ya en Chile, comenzó a sentirse mal y hubo que llevarlo al hospital en un estado muy delicado, pues tenía mucho dolor. Fue un momento de gran desconcierto ante la ausencia del maitre. Hubo varias proposiciones entre todo el elenco. Ninguno aceptó. Asumí la propuesta y esa responsabilidad, en mi carácter de director de la compañía. Di la clase y a todos les gustó.

¿Le amilanó ese reto?

Imagínate, todos eran profesionales. Al principio estaba un poco nervioso, pero a medida que seguí la experiencia me sentí más confiado y terminé verdaderamente sintiendo un gran placer al descubrir que podía dar las correcciones adecuadas, porque no todos saben por qué sale mal un paso o no es afortunada una pose. Y es que el movimiento corporal tiene sus secretos. En ello juegan las leyes físicas, las características anatómicas, la disciplina personal y la propia actitud sicológica del bailarín. De la manera en que el bailarin va a atacar un paso, ya uno se da cuenta si va a salir o no. Está hasta en sus ojos.

Esa experiencia fue decisiva en su labor posterior, porque usted finalizó su carrera escénica en 1950.

Así fue; a partir de entonces tuve más placer en dar clases que en bailar. Era para mí extraordinario ver cómo podía ir formando y desarrollando a las bailarinas. Siempre preferí dar clases a las muchachas. La inclinación por la docencia se acentuó cuando fundamos en 1950, en La Habana, la Academia de Ballet “Alicia Alonso”, una vez finalizada aquella gira. Fui maestro de un grupo de muchachas becadas que eran muy talentosas y las asesoré cuando empezaron a dar sus primeros pasos. Allí fue cuando descubrí mi verdadera vocación. Sentí cómo las iba modelando, cómo las iba “reconstruyendo”, porque a base del ejercicio se puede cambiar el fisico de las personas. De allí surgieron las primeras bailarinas de la compañía. Yo iba a las funciones, incluso bailaba con ellas y me daba cuenta de lo que faltaba en las clases. Era un dar biunívoco que me permitía mejorar las deficiencias. Iba aprendiendo yo con ellas. Fue un trabajo ambivalente.


¿Cuáles otros elementos contribuyen a que un maestro de ballet se desempeñe óptimamente?

Tener características muy especiales. Ser una magnífica bailarina o un excelente coreógrafo no determina ser buenos en la impartición de sus excelencias. Hay que poseer una verdadera pasión por el desarrollo de la gente, por volcar lo que uno conoce e introducirlo en la persona que uno está enseñando. Yo tuve la suerte de ser Radiólogo, formado en un breve curso durante mi estancia en Nueva York, especialidad que me permitió conocer mucho mejor la estructura ósea de los humanos. También, como hice mucho deporte, ya tenía los reflejos y el desarrollo físico preparado para el ejercicio del ballet. Todo ello pude aplicarlo en los bailarines para darles el adecuado tono muscular. Por otra parte, me dediqué a estudiar con siquiatras las caracteristicas de los personajes a representar, y fui adquiriendo los conocimientos de cómo tratar a los bailarines sicológicamente…; no a todos se les puede dar las correcciones de la misma manera para mejorarlos y perfeccionarlos. Otro elemento fue transmitirles leyes de la Física aplicadas al Ballet, como las fuerzas centrífuga y centrípeta en las vueltas, el equilibrio, la gravedad, la inercia; factores que no todos comprenden. Otro complemento es poseer hasta la exquisitez un ojo clínico, para poder detectar los errores individuales entre la veintena de bailarines en una clase. También, en mi caso, fue determinante el amor por la música que heredé de mi madre. Esta relación del ojo con el oído es vital en la enseñanza del Ballet.

¿Fue difícil para usted dejar de bailar, renunciar a la proyección escénica?

Algo así, aunque yo lo hice voluntariamente, porque llegó un nomento en que no podia hacerlo todo. Era imposible bailar, supervisar ensayos, atender la compleja dirección de una compañía de ballet y –además– formar a los bailarines. En este último apartado pude lograr la satisfacción plena en la enseñanza, más que bailar yo mismo.


¿Cómo contribuyó la Academia “Alicia Alonso”, fundada en 1950, a lo que se ha dado en llamar “la Escuela Cubana de Ballet”, una forma distinta y atractiva de asumir la danza?

Eso sucedió prácticamente –como pudieramos decir– consciente e inconscientemente, porque en la medida en que yo veía la respuesta de las bailarinas a los pasos que les dábamos, pues íbamos entendiendo cómo teníamos que ir transformando ese tipo de enseñanza para que ellas pudieran desarrollar el sentido de lo criollo, de la cubanidad. En los chicos fue igual. La herencia cultural y étnica que tenemos fue determinante. No podemos negar que el cubano posee un legado africano importante desde el punto de vista rítmico y de fuerza. Y las mujeres, una femineidad, una sensualidad…, una sexualidad muy evidente. Todo ello, unido a la vocación por la música y el baile de los españoles y nuestro clima, pusieron su aporte también en esa manera tan específica de asumir el baile, que surgió espontáneamente.


¿Otra cualidad indispensable en la enseñanza del Ballet?

La disciplina. Yo impartía hasta 5 clases al día; una tarea verdaderamente ardua que implicaba la puntualidad y la atención total por parte de quienes las recibían. No admitía a ninguno una vez iniciada la jornada, aunque llegara pasado un minuto. No aceptaba ninguna excusa.

¿Cómo encuentran estos días a Fernando Alonso, a sus 84 años?

Me siento que debo tener cuidado, porque aún creo que sigo siendo joven…, y ya no lo soy tanto. He tenido que rebajar la cantidad de ejercicios y sigo entusiasmado, admirando al mundo con la misma felicidad de antes. No declina mi entusiasmo por la Escuela Cubana de Ballet. Me hace muy feliz poder apreciar los concursos de esta especialidad y ver a las nuevas generaciones de bailarines que van surgiendo. Recuerdo, hace muchos años, la primera vez en que tres de nuestras muchachas incursionaron en un concurso internacional –fue en el de Varna–y obtuvieron 3 medallas. Fueron los inicios. Todo eso me hace feliz, pero tengo mis preocupaciones, porque este mundo nuestro se hace cada vez más chico y las influencias de los medios y el acortamiento de las distancias, posibilitan las influencias de otras escuelas. A veces se admira un paso determinado…, que no es tan aceptable. Es importante no perder las caracteristicas de la Escuela Cubana: la caballerosidad de los varones, la delicadeza, sensualidad y femineidad de las muchachas. Yo planteé mi retiro, despues de todo lo que he hecho en mi vida y el Ministro de Cultura no lo aceptó, porque mi aporte –me dijo– era imprescindible. Así que, a lo mejor, llego al nuevo milenio activo.

La vida, inexorable con el paso de los años, se le fue aquel 27 de julio de 2013. Por su pertinaz hacer, por su comprobado optimismo y por su amor por el arte de las puntas, pudo dejar su legado y su impronta en el talento de experimentados y de recién egresados bailarines. Fernando aunó objetivos, sumó voluntades, consolidó raigalmente la entrega creadora en cualquier responsabilidad que tuvo como protagonista, tanto en el Ballet Nacional de Cuba como en la compañía camagüeyana, así como en agrupaciones extranjeras o como Asesor de Danza del Ministerio de Cultura cubano.

Por todo lo anterior y por mucho más, no existe un adiós para este artífice de la docencia del Ballet. Sus enseñanzas permanecen en quienes formó en los salones, muchos de ellos actualmente integrantes de famosas instituciones, dentro o fuera de Cuba; en incontables maîtres o en virtuosos de talla internacional. En ellos se ejemplifica su reconocida vigencia como pedagogo. Sencillamente hay seres para los cuales resulta imposible la despedida. A esa categoría, repito, pertenece Fernando Alonso Rayneri.


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Vicentina de la Torre: voluntad con alas (por Yolanda Ferrera Sosa)

Thursday, October 19, 2017

Diferencia entre Sugestión e Hipnosis (por Christina Balinotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada a la familia por la Dra. Christina Balinotti (https://www.facebook.com/christina.balinotti), quien ha aceptado la invitación a compartir cada jueves, un tema relacionado con su proyecto Universidad de la Familia, programa académico extenso de 45 semanas, en la Humboldt International University. Los libros de la Dra. Christina Balinotti se pueden adquirir en Amazon en este enlace. 
Para información e inscribirse en el programa puede acceder en este enlace. Para comunicarse puede escribir a Universidaddelafamilia.miami@gmail.com 


¿Cuántos tipos de sugestión existen? Cuál es la diferencia fundamental con la hipnosis?​​¿Qué clase de cualidades posee el mana o energía espiritual en contraposición al maná bíblico? ¿Empleamos, acaso y sin saberlo, la hipnosis en la crianza de nuestros hijos?

Descubre los secretos milenarios del magnetismo animal y el poder de la mirada en 28 minutos de explicación profunda desarrollada desde el punto de vista del psicoanálisis, la religión y el ejercicio de la parentalidad.

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Christina A. Balinotti: Escritora, Personalidad de Televisión y Radio. Experta en temas de Cultura y Psicología. Mujer de la Semana 2015 CNN Español. Pionera del Movimiento y Organización Femenidad Holística. 
Fundadora/Directora del programa académico Universidad de la Familia, Ahora Sí, Miami 2016.

https://www.youtube.com/user/christina5679

Vicentina de la Torre: voluntad con alas (por Yolanda Ferrera Sosa)

Notal del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín y a la periodista Yolanda Ferrera Sosa que compartan con los lectores, el presente texto  incluido en el número de octubre 2017 de la revista CARITATE, dedicado al 50 aniversario del Ballet de Camagüey y al cantante y compositor Lázaro Horta. La presentación será el próximo jueves 26 de octubre de 2017 a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural Hispano de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, Fl 33135)

Recuerdo a Vicentina de la Torre Recio menuda en el físico e incansable en el empeño de hacer extensiva la enseñanza del ballet y de fundar una compañía de esa manifestación en la ciudad cubana de Camagüey, donde nació el 19 de julio de 1926.

De procedencia humilde, su primer encuentro con el universo del arte en movimiento fue desde una de las ventanas de la Academia de Gilda Zaldívar, otra personalidad del terruño a quien tanto debe la disciplina. Desde allí quedó embelesada con aquellas niñas que trataban de tocar el cielo, empinándose en la punta de sus pies. Entonces ella desconocía que esa forma de danzar recibía el nombre de Ballet y que la peculiar vestimenta de aquellas personitas era conocida como “tutús”. Tampoco que su enseñanza se destinaba fundamentalmente a las familias económicamente acomodadas, clase a la cual ella no pertenecía. Pero solo sentía cómo lo observado cautivaba definitivamente su corazón.

La enseñanza de las artes en la ciudad de Camagüey cuenta con una tradición que se remonta a inicios del pasado siglo. Ya en 1936, existía la Academia de Ballet de Gilda Zaldívar, quien fue la primera cubana en mostrar esa expresión de la danza en espacios europeos.

“Cuando niña, yo pasaba por la acera de la Academia de Gilda y –desde la ventana– escuchaba la música y disfrutaba de aquello que me parecía mágico. Me encantaba ver a las muchachitas que realizaban aquella especie de baile para mí desconocido, en punta de pies y me imaginaba entre ellas” –me diría en la única entrevista que concediera ante un micrófono.

Vicentina se escabullía siempre de las entrevistas periodísticas y de las presentaciones en público, porque era sumamente tímida, extremadamente modesta y poseedora de una gran sencillez, características que no se reñían con la autoridad emanada de sus acciones.

La insistencia de aquella niña fructificó en la sensibilidad de Gilda, quien notó y apoyó aquella pasión poco común hacia la danza. Después –ayudada también por Gilda– vendría la beca para el Curso de Verano que impartía la Escuela de Ballet “Alicia Alonso”, en La Habana.

“Fueron sesiones inolvidables” –recordaba. “Me resultan imborrables las clases impartidas por Fernando y la magia que Alicia depositaba en cada movimiento. Eran encuentros de un nivel extraordinario y yo trataba de copiar, de incorporar sus contenidos hasta el más mínimo detalle Todo ello hacía crecer en mí el amor hacia el ballet. Si bien mis condiciones físicas no me permitían interpretar las obras, existía el ejemplo de Fernando y Alicia desde un magisterio llevado a cabo con elegancia, rigor, disciplina y aplicación. Entonces decidí seguir los pasos de su enseñanza en Camagüey, hacia donde regresé una vez cerrada la Escuela por el gobierno batistiano”.

Con muchos obstáculos por vencer, pudo más su apasionado proyecto de abrir una sede para la impartición de esa disciplina, propósito que conquistó el apoyo de conocidos y familiares. Así nació en su querida ciudad natal, la Academia “Vicentina de la Torre”, en 1957, cuyo carácter eminentemente popular permitía también la captación de alumnos en las Escuelas Públicas con vocación para la danza. Era el único requisito exigido, puesto que la enseñanza la brindaba gratuitamente.

Después de 1959, Vicentina sumó su Academia al nuevo proceso social que se generaba y que prohibía la impartición de clases privadas de cualquier índole, privilegio solo permitido al Estado Socialista Cubano, que multiplicó las Escuelas de Arte por todo el territorio nacional.

Devenida Escuela Municipal de Ballet, sin precedentes en la provincia, allí se continuaron formando quienes –en 1967–posibilitarían la primera función de la compañía danzaría, para cuya constitución Vicentina no escatimó cuanta gestión estuvo a su alcance. Podía vérsele incansable, recabando el concurso de gente sencilla y de funcionarios, de entusiastas y de no pocos escépticos ante el propósito de crear una compañía de ballet fuera de la capital cubana.

Era una duda razonable. Resultaba un proyecto sumamente ambicioso, que requería de muchos recursos materiales y humanos. No obstante, la cantera de bailarines, forjada por aquel magisterio consagrado, estaba garantizada. No importaba la ausencia de espacios para los necesarios ensayos. Se veía a la Maestra y a otras jóvenes profesoras forjadas por ella o egresadas de la Escuela habanera –muchas cumpliendo el Servicio Social de graduadas– en jornadas nocturnas agotadoras, acogidas por escenarios fruto de las gestiones personales de Vicentina.

Así de incansable, fue su hacer. Así de exitoso fue el resultado, que se materializó el 1ro de diciembre de 1967, en el Teatro Principal de la capital agramontina.

“Fue una noche inolvidable” –me aseguró. “Resultó la consumación de mis más anhelados sueños. El Ballet de Camagüey se presentaba por primera vez ante el público reunido en el querido coliseo de la calle de Padre Valencia con un programa concierto”.

Aquel espectáculo histórico incluyó fragmentos de La fille mal gardée, Las sílfides, y el pas de trois del primer acto de El lago de los cisnes.

“Resultó extraordinaria la recepción del programa concierto” –señaló Vicentina. “Era la primera vez que los lugareños amantes del ballet podían disfrutar de aquel regalo asumido por una compañía local que empezaba a dar sus primeros pasos. Me emocionó aquella acogida, con tantos aplausos, con aquel público puesto de pie, frenético de alegría y de agradecimiento. Son recuerdos indelebles que marcaron el comienzo del Ballet de Camagüey”.

La proverbial modestia de Vicentina obviaba que, gracias a ella, la apreciación de la difícil manifestación artística llegaba con sus propios protagonistas hasta la sociedad camagüeyana, tan exigente como culta. Logró a fuerza de voluntad y de no pocos escollos, fundar una agrupación que se convirtió en orgullo del territorio y de toda Cuba.

De titánica puede catalogarse aquella entrega absoluta a la consolidación del colectivo que dirigió por varios años. Podía vérsele siempre inmersa en los ensayos, en aspectos concernientes a las puestas en escena –como la materialización de las escenografías y la confección del vestuario que ella misma asumía y supervisaba en uno de los espacios de la Escuela de Arte–, acciones todas que compartía con la docencia. Era incansable su hacer, pues, para ella, el descanso resultaba una utopía.

Con justeza, cuando le pregunté la significación en su vida de la agrupación –ya consolidada a través de los años y dirigida entonces por Fernando Alonso– ella me contestó con voz entrecortada: “El Ballet de Camagüey es mi hijo”.

Este primogénito tan especial, a las puertas de su aniversario 50, heredó de su fundadora la capacidad para salir siempre adelante, su espíritu de lucha contra los numerosos contratiempos que ha soportado. Solo la muerte pudo doblegarla, aquel 13 de enero de 1995.

El BC ha sabido resistir penurias de todo tipo: el éxodo por contrataciones de sus integrantes y los traspiés derivados del celo pertinaz de Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba. Su divorcio de Fernando Alonso, quien contrajo matrimonio con la bella y muy talentosa integrante del elenco nacional, Aida Villoch –devenida por derecho propio primera figura de la compañía camagüeyana– resultó como una especie de castigo también para el conjunto, una vez que el prestigioso maestro asumiera su dirección en 1975.

Gracias a Fernando, el colectivo logró un gran desarrollo técnico y material, entre ellos lograr la hermosa sede donde actualmente radica –una casona denominada Villa Feliz–, además de la primera gira fuera de Cuba. No obstante, muchos y muy lamentables ejemplos pudieran citarse del empeño de Alicia por entorpecer el desarrollo y la proyección internacional del BC. Pero ese no es el objetivo del presente homenaje a Vicentina, a quien mucho hubiera entristecido esa lamentable realidad.

Dirigido actualmente por la maitre Regina María Balaguer –quien fue una de sus integrantes–, el Ballet de Camagüey sigue pleno y creativo contra viento y marea, con su cincuentena de componentes, cuya edad promedio no rebasa los 30 años. Numerosas giras nacionales y otras internacionales, no tan nutridas como bien debieran ser, avalan esa trayectoria de la cual se sienten orgullosos quienes coadyuvaron a su fértil derrotero.

El conjunto saluda estas cinco décadas de existencia con un extenso programa de estrenos y de presentaciones, dentro y fuera de Camagüey. Permanece con la utilidad de la virtud –al decir de José Martí– en el panorama cultural de Latinoamérica, de Cuba y de la provincia donde naciera, gracias a la consagración de aquella sencillísima mujer que jamás renunció a su ambicionado sueño. Y en tal realidad, Vicentina de la Torre Recio sigue siendo un preciado símbolo que todos en su seno siguen.

  Sede del Ballet de Camagüey
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Clase de Ballet 
en la Academia de las Artes Vicentina de la Torre



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Luces y sombras de una ciudad simbólica (documental de la historia del cine en Camagüey)



Luces y sombras de una ciudad simbólica

Año: 2012/ Tiempo: 23:57'
Productoras: TV Camagüey, Producciones Bajo Cero
Dirección, guión, y producción: Dairy Basulto Barreras, Ingrid Castellanos Morell, Greter Cepero González, Lianny Montalván Salazar, Yanet Pérez Moya, Fernando Sánchez Rodríguez
Idea original: Ingrid Castellanos
Dirección de fotografía: Ingrid Castellanos
Cámaras: Javier Lacaba, Dainy Basulto, Rafael Estrada, Edenia Bacallao.Joe Raymond, Ingrid Castellanos/ Sonido directo: Manuel Roura
Edición: Yohan Wilcox.

Sinopsis: Camagüey es una ciudad que cuenta con una larga tradición en los quehaceres del séptimo arte. Desde la primera década del pasado siglo a esa urbe llegaron los primeros vestigios del celuloide. Este documental intenta contar la historia del cine en la Ciudad de los Tinajones desde aquellos lejanos tiempos hasta la actualidad, donde se ejecutan proyectos por rescatar esa larga tradición y adaptarla a las nuevas características de la sociedad.



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Una mirada a la cartelera cinematográfica en Camagüey un día cualquiera de 1951 (por Carlos A. Peón-Casas)

(Camagüey) Salón de Artes Visuales Fidelio Ponce de León


(Miami) Expo "El Rescate del Tulipán Azul"

Participan: Jeans Paladino, Osmar Reyes, Miguel Puldón, Carol Gregoire, Miguel Franco, Sergio Chávez, Carlos Artime, Adriano Nicot, Damián Hidalgo Bulté, Thelma Delgado, Fredy Villamil, Miguel Rodez, José Márquez Valdés, Ricardo Casado, Alejandra Golberg, Hiremio G. Calveiro (SantaOlaya), Ramón Pedraza, José Manuel Cuesta, Nathalie García, Omar Corrales, Raúl Proenza, Rodrigo Guillén, Sergio Lastres, Abel Quintero, Delfi Cruces, Ichy Castro, Edin Gutiérrez, Raúl Hernández, Analvis Somoza, Félix Más, Eslacrides Ruiz, Claudia Di Paolo, Yeni Bethencourt, Vicente Fabre, Gutemberg Salinas y Carlos Silvera.

Wednesday, October 18, 2017

De lo que fuimos a lo que somos. Taínos por necesidad (por Carlos A. Peon-Casas)


Ya casi nadie recuerda que lo que somos lo debemos a quienes fueron nuestros ancestrales precursores, los taínos, siboneyes y guanahatebeyes, mezclados a conveniencia con la sangre de los colonizadores y la de los esclavos negros del Africa profunda, para conformar esa amalgama que nos caracteriza como pueblo.

Quiérase o no, esa herencia genética pesa y mucho sobre nuestras concepciones, y maneras de ver las cosas. Y aunque poco se diga, quizás la culpa la tuvo la dieta de nuestros ancestros, que por cosas del destino hemos tenido en común por largo tiempo. Si lo duda déjese convencer por las evidencias que esbozan los entendidos.

Se dice de muy buena tinta que:

... la dieta no balanceada de los indocubanos resultaba insuficiente y la ausencia de determinadas sustancias necesarias al organismo convertía el indígena en un ser endeble. Resultaba muy precario el suministro al organismo de grasas animales, y las de origen vegetal se encuentran solo en proporción muy insuficiente en los alimentos que utilizaban. El casabe en mas el 95% contiene solamente carbohidratos y la harina de maíz no llega al 3% de grasa(1).
Resultaban notorio el contraste entre lo que comía el colonizador, y lo que ingerían los nativos, el español deglutía en un día mas de lo que los aborígenes en un mes, no es de extrañar que no durasen los segundos mucho y se extinguieran por ominosa necesidad.

Fray Bernadino de Manzanedo asi lo hacia constar en 1518:
... los indios es gente flaca e de pocas fuerzas y sus mantenimientos son débiles porque beben agua y comen casabi que es pan de poco mantenimiento(2)
Como van las cosas, creo que haremos mutis por el foro muy prontamente como acaso nuestros ancestrales parientes, de no ser que ocurra un milagro y los plátanos burros, arrasados por los vientos no precisamente plataneros, se maduren en un santiamén, y los boniatos y las yucas crezcan de la noche e a la mañana. Después de Irma, conseguir unas vianditas resulta tarea ciclópea y a precios de cielo.

Al menos los aborígenes, que no eran muy buenos en eso de la agricultura según lo aclaran los entendidos, tenían la suerte de que con sus rudimentarias coas, se proveían de los tubérculos mas imprescindibles.
... especialmente la yuca y el aje que rendían mucho por área; del maíz, que comían tierno, hervido o asado, y la pesca y la caza, contribuían a complementar una dieta que debió carecer de equilibrio adecuado en cuanto a grasas y proteínas ya que faltaban los animales domésticos que los garantizaran(3).
Cualquier parecido con aquella realidad esta a ojos vista, y según lo veo venir, no falta mucho para que volvamos a dormir en hamacas, usemos otra vez los cibucanes, los guayos y el buren de barro para cocer las tortas de casabe; volvamos a tejer jabas con guano de palma, bebamos de las jícaras hechas de güira, y al final del día nos mal iluminemos con las clásicas cocuyeras, “donde una docena de cocuyos, a través de numerosos agujeritos perforados en la jícara, iluminarían, a falta de otra luz, las noches del bohío”(4).

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  1. Ingeniero Cosculluela citado por Levi Marrero en Cuba Economia y Sociedad. Tomo 1. S. XVI, p. 73)
  2. Ibid. p.72
  3. Ibid. p. 72
  4. Ibid. p 73

Gala de Clausura del XXII Festival Internacional de Ballet de Miami (por Baltasar Santiago Martín)

Notal del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín que comparta con los lectores, el presente texto  incluido en el número de octubre 2017 de la revista CARITATE, dedicado al 50 aniversario del Ballet de Camagüey y al cantante y compositor Lázaro Horta. La presentación será el próximo jueves 26 de octubre de 2017 a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural Hispano de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, Fl 33135)

Esferas 
 Dimensions Dance Theatre of Miami (USA)
Fotos/Simon Soong
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El sábado 30 de septiembre de 2017, la Gala de Clausura del XXII Festival Internacional de Ballet de Miami, celebrada en el escenario del Miami Dade County Auditorium, comenzó con la presentación, a cargo de Cristina Castellanos, del Maestro Pedro Pablo Peña, fundador y director del festival, quien, tras unas cálidas palabras de bienvenida, hizo entrega del premio “Una vida por la danza” a Cecilia Kerche, directora artística del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro, Brasil, por su memorable carrera además como prima ballerina. 

Age of Innocence, un pas de deux coreografiado por Edward Liang, con música de Philipe Glass, e interpretado por Melissa Oliveira y Cicero Gomes, fue el ballet escogido por el Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro para su participación inicial en esta Gala de Clausura. La pareja –con trajes de original diseño a su favor– ofreció un interesante adagio con cargadas novedosas, pero luego la coreografía se volvió reiterativa, sin que quedara muy claro el drama inherente al título.

Les siguió Esferas, presentado por Dimensions Dance Theatre of Miami (USA), compañía fundada y dirigida por Jennifer Kronenberg y Carlos M. Guerra; una especie de pas de trois del siglo XXI –yo diría, más bien, un logrado menage a trois balletístico–, donde tanto Josué Brito como Fabián Morales se disputaron a la expresiva y dotada Gabriela Mesa (¡esas extensiones suyas a 180 grados, sin esfuerzo aparente!), en un audaz juego coreográfico de la autoría de Ariel Rose, con la hermosa música de Aleksey Igudesman, Alexander Balanescu y Alex Barsnowski como banda sonora; música melodiosa y angustiante a la vez, como la vida misma, a la que los tres supieron sacarle todo el jugo, tanto explícito como implícito, como apoyatura del drama coreográfico.

A continuación, el Ballet del Teatro Alla Scala (Italia), dirigido por Frederic Olivieri, trajo a escena Le Papillon (La mariposa), coreografiado nada menos que por la gran Maria Taglioni, con música de Jacques Offenbach; un pas de deux en el que Virna Toppi y Massimo Garon se lucieron en el adagio, con gran acople como pareja y giros muy centrados, mientras que en sus variaciones tuvieron un desempeño bastante discreto, sin gran lucimiento, así como una coda muy breve, casi “atropellada”.

María Emilia García y Reynaldo Alexander Duval, del Ballet Nacional Dominicano –dirigido por Armando González–, salieron luego a defender Desde el silencio, un trabajo coreografiado por el propio Alexander Duval, con música de Benito Santiago, en el que ambos mostraron un gran dominio de sus bien adiestrados cuerpos, lo mismo como pareja que solos, máxime cuando la primera parte transcurrió sin música, todo bajo un haz de luz, en silencio, con un par de zapatillas como un símbolo nada claro, a pesar de que, ya con música, María Emilia se las calza para bailar en puntas, y Reynaldo Alexander se queda solo en escena al final.

Rinaldo Venuti y Vincenzo Di Primo, del Ballet Nacional Polaco –bajo la dirección de Krzysztof Pastor–, se apoderaron a continuación del escenario para bailar Abisso, una irreverente y audaz coreografía de Anna Hop, con la Sonata No.1 para piano de Stefano Barone como soporte musical, en la que los dos excelentes bailarines hicieron gala de su bravura técnica; un verdadero y muy logrado tour de force, sobre todo por el reto de interpretar a dos hombres que, en perfecto equilibrio, se enfrentan al contrapunteo del amor y el sexo homosexual.

Para cerrar la primera parte de esta Gala de Clausura, Gretel Batista y Francois Llorente, del Ballet Clásico Cubano de Miami, dirigido por el Maestro Pedro Pablo Peña, literalmente prendieron La llama de París –coreografía del soviético Vasili Vainonen y música de Boris Asafiev–, donde Francois derrochó bravura en su variación, con grandes saltos y audaces volteretas en el aire casi horizontales, precisas caídas y vertiginosos giros, mientras que Gretel, a su vez, mostró un buen trabajo de pies y realizó una correcta media diagonal en punta, y luego una diagonal completa de piqués vertiginosos y elegantes, rematando su variación con los correspondientes fouettés, con pirouettes al final, aunque no debió haberse desplazado ligeramente de lugar como lo hizo.

Tras un adecuado intermedio, Mary Carmen Catoya y Kazuya Arima asumieron el gran desafío de convertirse en “Madeleine” (realmente, Judy Barton, su suplantadora) y John Ferguson –Scottie– para bailar el adagio del segundo acto de Vértigo, un ballet en proceso, con coreografía del Maestro Vladimir Issaev (también director de la compañía) y música compuesta por Bernard Herrman (New York, 1911-1975) en 1958, por encargo de Alfred Hitchcock, especialmente para su película homónima, cuyo argumento ha sido llevado a libreto para ballet por este servidor.
(…) Pocas veces el arte de un director de cine ha sido tan bien servido por su músico como en Vértigo, una película que se puede oír transcurrir con los ojos cerrados mientras la música suena sugerente.
(…) Esa música no viene de ninguna parte, viene de todas partes, es la música ubicua, la música total, la música del cine, en que las imágenes son otra forma de música, pero donde la música es la forma final de las imágenes.
Guillermo Cabrera Infante
Es muy difícil y riesgoso ser juez y a la vez parte de un hecho artístico, pero no puedo pasar de largo ante este adagio, solo porque la idea de verlo en escena haya sido un sueño mío desde hace ya casi más de diez años. Creo, por tanto, que el primer mérito que tiene el mismo es haber mostrado con creces que “esa música” puede ser bailada, que su drama ha podido encontrar a un talentoso coreógrafo y a una dotada pareja de bailarines de ballet que lo asuman, como ha sido el caso del Maestro Issaev y de Catoya y Arima.

Y aquí aprovecho para dar mi opinión sobre los ballets con argumento –que son mis preferidos, aunque contradiga a Balanchine.

La historia, y el modo de contarla en un ballet con argumento, es esencial –y algo que a mi juicio ha fallado en varios de los ballets presentados en esta gala (Age of Innocence, Le Papillon, Desde el silencio). En este adagio de Vértigo, Judy llega con todos los cambios de vestuario, color de cabello y peinado que John le ha obligado a hacer, con tal de complacerlo en su obsesión enfermiza por “recuperar” a “Madeleine”, y como después de la asombrosa transformación, Judy es exactamente igual a “Madeleine”, tal parece que ya podrán disfrutar juntos de su amor, pero Judy sabe que jugó con fuego, y su semblante lo denota.

Visto así, Mary Carmen es una “Judy” perfecta; su rostro es un poema de angustia y temor, y su impecable técnica, su exquisito arsenal para que su cuerpo lo exprese, mientras que Arima, si bien la secunda técnicamente sin objeción, estuvo ausente del complejo personaje que interpreta.

Para próximas reposiciones, me gustaría que, al inicio, se encontraran más de lejos, porque Judy llega hasta Scottie, quien la ha estado aguardando con impaciencia en la habitación de su hotel, y sé que, en vez del vestido de fiesta empleado, el traje de ella será sustituido por un diseño que evoque una chaqueta gris estilo sastre, con un leotardo blanco de cuello alto debajo, lo cual se hará cuando se cuente con los recursos necesarios. No hablo de la poca iluminación que hubo en esta puesta, porque no es culpa de la compañía, sino del personal del teatro encargado de la misma.

Después del adagio de Vértigo, Tjasa Kmetec y Petar Dorcevski, del Ballet de la Ópera Nacional de Ljubljana, Eslovenia –cuyo director artístico es Sanja Neskovic Persin–, vinieron a escena para defender Doctor Zhivago, una coreografía de Jiri Bubenicek, con música de Dmitri Shostakovich, en la que tanto Tjasa como Petar demostraron con creces su condición de verdaderos artistas, algo que va mucho más allá de ser capaces solo de hilvanar pasos de ballet con elemental oficio.

Ambos, con rigor operístico, actuaron la innovadora coreografía, arropados por una escenografía realista y un vestuario muy teatral, que me recordó Baile de máscaras, de Verdi, por el drama, la intensidad, el beso en la escena, la compenetración, las hermosas composiciones, a veces como en cámara lenta. Me gustó que él la levantara por los tobillos, y que, tras parecer ser el dominador, al final, cuando ella termina su copa y pretende irse, él, acostado a sus pies, agarrado a sus piernas, termina siendo el dominado, en apasionado equilibrio sentimental.

Antes de pasar a reseñar lo que sigue, quiero recalcar que Doctor Zhivago fue el ballet mejor iluminado de la noche.

A seguidas del impacto visual y emocional logrado por Doctor Zhivago, regresaron Rinaldo Venuti y Vincenzo Di Primo, del Ballet Nacional Polaco, para danzar una coreografía también de su autoría, titulada Capturam, con música de Antonio Vivaldi, en la que, si bien ambos volvieron a lucir sus credenciales de expertos bailarines –con gran dinamismo y sincronía–, me pareció que estaba viendo Abisso de nuevo, solo que con diferentes trajes y algunas diferencias en sus movimientos.

Nicole Marie Graniero (Gulnara) y Jorge Oscar Sánchez (Alí), del Ballet de Washington, dirigido por Julie Kent, nos trasladaron del mundo LGTB de hoy al Medio Oriente del ayer, con el pas de deux del ballet El corsario (coreografía de Petipa y música de Drigo), donde, tras un adagio inobjetable –con una cargada “caminada” de Nicole por Jorge–, se lucieron aún más en sus variaciones, sobre todo Jorge Oscar, que ratificó su gran calibre artístico al equilibrar su asombrosa bravura técnica con una impactante apropiación del personaje, tanto por su expresión facial como por el respetuoso “cortejo” de esclavo favorito de su amo a la mujer de este (¿¡!?), que no perdió ni en los saludos al final de adagio.

En sus respectivas variaciones, Nicole, musical y precisa, alcanzó su mayor lucimiento con un óvalo de vertiginosos piqués, ya que sus fouettés fueron sencillos y desplazados un poco de lugar, mientras que Jorge Oscar, a su vez, la sobrepasó con un óvalo de saltos con extensiones a 180 grados (grand jettés) y audaces volteretas en el aire, algunas casi horizontales –acrobáticas diría yo– y muy raudos giros con la pierna a 90 grados, para terminar rendido a los pies de “Gulnara” en la efectista coda.

Del Medio Oriente de piratas y pachás, Delphine Moussin, del Ballet de la Ópera de París, presidido por Aurelie Dupont, nos trasladó a la Francia recreada por Honoré de Balzac en su novela Madame Bovary, para encarnar a su protagonista, en un solo coreografiado por Francois Maudiut, con música cantada en alemán por una soprano (sin crédito en el programa), de la autoría de Richard Strauss; ballet teatro, a mi juicio, porque Delphine es una actriz bailarina y/o viceversa, de gran plasticidad y dominio escénico.

Cesa la música, la sustituye un diálogo en francés (me imagino que un texto de la novela homónima); vuelve la soprano, y finaliza el solo con la voz en francés de nuevo, todo ello como fondo para que en el transcurso de la coreografía, dos hombres despojen a “Madame Bovary” de su traje negro de noche, ella quede en mallot blanco (sin perder el collar de perlas del inicio), se suelte el pelo (ahora sin collar), termine de rodillas, y acostada luego, se exponga al haz de luz que la examina desde arriba.

Como para paliar el efecto angustiante de esta azarosa historia, salieron nuevamente a escena Melissa Oliveira y Cicero Gomes, del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro, ahora con el pas de deux de la boda de Kitri y Basilio del ballet Don Quijote, con coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus.
Con un telón de fondo teñido de rojo, la pareja mostró un buen acople en el adagio, con logradas cargadas y giros muy bien partneados –totalmente centrados–, aunque Melissa solo logró breves balances cuando Cicero la soltaba, para luego sí hacer gala de sus grand jettés, mientras que Cicero la respaldó con sus saltos, y la alzó y la dejó caer sin titubeos hasta barrer casi el piso en el riesgoso final de este adagio.
Ya en su variación, Cicero se lució aún más al complicar sus jettés con volteretas en el aire, y luego con sus raudos giros, y Melissa, por su lado, ejecutó la suya con coquetería y musicalidad, manejando muy bien su abanico, pero sus fouettés fueron sencillos, desplazándose de lugar, y hasta los terminó mal, pero se reivindicó con una diagonal de raudos piqués y una vistosa coda con Cicero.

Gracias, maestros Pedro Pablo Peña y Eriberto Jiménez, por su entrega y su devoción por el ballet y el arte en general, porque la trascendencia de su misión ética y estética ha quedado más que reafirmada en esta vigésimo segunda edición del prestigioso Festival Internacional de Ballet de Miami que ambos han hecho posible año tras año.
Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 12 de octubre de 2017

Friday, October 13, 2017

Ciclón (un documental de Santiago Alvarez)




Doc. 1963.

Dirección: Santiago Álvarez
Producción General: Santiago Álvarez
Dirección de Fotografía: Camarógrafos del ICAIC, del Noticiero Nacional de la TV y de la Sección Fílmica del Ministerio de las Fuerzas Armadas
Edición: Mario González, Norma Torrado
Música Original: Juan Pedro Blanco
Sonido: Marcos Madrigal

El paso del ciclón Flora por las provincias de Oriente y Camagüey en octubre de 1963. Trabajos de salvamento y evacuación.

Thursday, October 12, 2017

Nuevo obispo auxiliar para Miami


I am grateful that Pope Francis has thought of Miami to send us a second auxiliary bishop. And in selecting a suitable priest for bishop, he chose from one of our own. Father, now bishop-elect, Enrique Delgado, studied at our seminaries and earned a doctorate from our Archdiocesan University, St. Thomas University, he served in our parishes and is now pastor of St. Katharine Drexel in Weston where he brought to completion the construction of its new church.

His brothers in our presbyterate describe him as “very kindly, devout, fraternal,” “a good man, well liked, very competent.” I have appreciated his hard work at St. Kathryn’s – work done always “with the heart of a pastor.” And so, I look forward to his working along with Bishop Baldacchino at my side in assisting me in the care of souls of this dynamic, diverse and vibrant local Church, the Archdiocese of Miami.

Today, of course, is October 12th – the traditional Columbus Day – which in many parts of this hemisphere is referred to as El Día de la Raza which celebrates the cultural diversity and richness of Hispanic America. Bishop-elect Delgado is Peruvian by birth, and his election as bishop also reflects the growing presence of Hispanics in the Catholic Church here in the United States – something that here in South Florida has been obvious for a long time.

Bishop-elect Delgado, congratulations – and thank you for saying yes.

(Archbishop Wenski introduces new auxiliary bishop for Miami the Holy Father’s appointmen. The Archdiocese of Miami' s website)

El hijo preferido (por Christina Balinotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada a la familia por la Dra. Christina Balinotti (https://www.facebook.com/christina.balinotti), quien ha aceptado la invitación a compartir cada jueves, un tema relacionado con su proyecto Universidad de la Familia, programa académico extenso de 45 semanas, en la Humboldt International University. Los libros de la Dra. Christina Balinotti se pueden adquirir en Amazon en este enlace. 
Para información e inscribirse en el programa puede acceder en este enlace. Para comunicarse puede escribir a Universidaddelafamilia.miami@gmail.com 



¿Crees posible preferir a un hijo sobre otro? ¿Te encuentras en esta situación y lo niegas o, tal vez, no sabes cómo manejarla? No te pierdas esta conferencia y conoce los 4 pasos para lograr un trato sin discriminación en el hogar.

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Christina A. Balinotti: Escritora, Personalidad de Televisión y Radio. Experta en temas de Cultura y Psicología. Mujer de la Semana 2015 CNN Español. Pionera del Movimiento y Organización Femenidad Holística. 
Fundadora/Directora del programa académico Universidad de la Familia, Ahora Sí, Miami 2016.
https://www.youtube.com/user/christina5679
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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