Wednesday, November 28, 2018

Gala por el 75 aniversario del debut de Alicia Alonso en Giselle. 26 Festival Internacional de Ballet de La Habana (por Baltasar Santiago Martín)

Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín, que comparta con los lectores su crónica Gala por el 75 aniversario del debut de Alicia Alonso en Giselle. 26 Festival Internacional de Ballet de La Habana, texto incluido en el próximo número de la revista Caritate, Octubre-Noviembre-Diciembre 2018.


El 2 de noviembre de 1943, nuestra prima ballerina assoluta Alicia Alonso bailó por primera vez el rol titular del ballet Giselle.

Comparto con los lectores de CARITATE el fragmento de mi novela inédita Alicia Alonso. Bailar al borde…, donde abordo los detalles más importantes de ese histórico debut:
"Todas estábamos muy ocupadas aprendiéndonos los papeles de (Alicia) Márkova, y al mismo tiempo, ensayábamos para el estreno de Dim Lustre, de Tudor. La segunda representación de Giselle estaba programada para el 2 de noviembre, y no fue hasta una semana antes de la fecha de la función que Dolin vino a nuestro camerino y nos anunció a Nora, a Rosella y a mí que Márkova no retornaría, y, por tanto, una de nosotras tendría que bailar Giselle. Todas reímos, porque Dolin a menudo hacía siniestras observaciones con el rostro imperturbable, y aprendimos a no tomarlo en serio”, precisa la Alonso. 
Tal y como lo anunció Dolin, Sol Hurok, el empresario del Ballet Theatre desde 1941 –que luego lo sería de María Callas en los Estados Unidos–, le pidió a Alicia que sustituyera a Márkova.
“Después de todo, ¿por qué desperdiciar mi año de ensayos en postración”, pensó ella, y le respondió: “Si el bailarín y coreógrafo lo permite, yo lo bailaría con mucho gusto”. 
“Ninguna bailarina se atrevía a reemplazarla, hasta que me lo pidieron a mí, que hacía poco había regresado de Cuba, después de aquel año entero en la cama. Acepté. Anton Dolin y yo ensayamos en los pocos ratos que teníamos libres”, ha dicho Alicia Alonso sobre aquella trascendental sustitución, mientras que Dolin, a su vez, declaró en 1978: “(…) Dispuse de poco tiempo para ensayar su papel, uno de los más exigentes del repertorio de los ballets románticos…”. 
El 28 de octubre, Alicia tuvo su primer ensayo con Dolin, desde la cinco hasta las seis de la tarde, y esa noche bailó el Hada del Bosque de Pinos (así se llamaba, en aquella versión, el personaje que en el Ballet Nacional de Cuba se conoce como el Hada de las Lilas) en el ballet Las bodas de Aurora
Su plan de trabajo para los próximos cinco días fue como sigue: el 29 de octubre, de 5:00 a 6:00 de la tarde, ensayo de Giselle con Dolin, y la función nocturna interpretando Las sílfides. El 30 de octubre, de 1:00 a 2:00, ensayo con Dolin, y función nocturna de Las bodas de Aurora. El 31, de 11:00 a 12:00, ensayo con Dolin; matinée con Las bodas de Aurora y función nocturna con Edad romántica. El primero de noviembre, de 3:00 a 5:00, repaso de los actos primero y segundo de Giselle. Y finalmente, el 2 de noviembre, de 11:00 a 1:00, repaso del segundo acto, y la función de Giselle
“Anton Dolin me ayudó muchísimo y recuerdo que me decía: ‘Trata de hacerlo un poquito como el público espera, como lo hace Márkova, porque una versión completamente diferente va a ser un shock, un cambio muy brusco para ellos. Eso me ayudó mucho…’”, refiere Alicia sobre su preparación con Dolin. 
Lilian Alicia le envió una “amable y cariñosa” nota, junto con su tocado de cabeza del segundo acto, que le había ofrecido cuando Alicia la visitó en su hotel:

1ro de noviembre de 1943 
Querida Alicia: 
Aquí está mi primer adorno de cabeza. 
Yo lo usé cuando bailé Giselle por primera vez. 
Él me dio suerte, por esa razón te lo presto para mañana por la noche, deseando traiga lo mismo para ti. 
Baila maravillosamente. 
Alicia Márkova 
Alicia desconfió de la amabilidad de su tocaya, y decidió no usar el adorno de cabeza, pero como tampoco quería desairearla, le encargó a Ernestina –que estaba con ella en Nueva York para ayudarla en la casa y coserle los trajes–, que le hiciera un adorno de cabeza idéntico al que Márkova le había enviado en préstamo, y, para “tantear” a Pat –así le llamaban sus allegados a Dolin–, le comentó acerca del dichoso adorno de cabeza: 
– Mira, Pat, qué detalle tan delicado y amable ha tenido Márkova conmigo; me ha enviado su primer adorno de cabeza en Giselle para que lo use en mi debut, junto con una nota deseándome suerte y “que baile maravillosamente”. 
– ¡Uy!, ¡qué malvada! — le respondió Pat, visiblemente molesto con el proceder de su compatriota; –ese adorno de cabeza tiene un defecto, un pincho, que hace que en la salida de la tumba el velo de Giselle se enganche en él, y se rasgue cuando lo halan, desluciendo todo el efecto de la salida; no se te ocurra por nada del mundo usarlo. 
– ¿Tú crees eso realmente?; ¡parecía tan sincera! 
– ¿Sincera?, ¡es que tú no la conoces como la conozco yo! 
– Bueno, si tú piensas eso, entonces no lo usaré– le respondió Alicia, aunque ya Ernestina estaba trabajando en la réplica que su avispada hija le había encargado. 
La devota madre estuvo trabajando toda la noche, bajo la supervisión de Alicia, a la que, según sus propias palabras, siempre le gustó elaborar algo con sus manos. “Yo por mucho tiempo estuve haciendo los adornos de cabeza del ballet. Al principio yo los hacía junto con mi mamá. Hacía los collares –los primeros, de El lago de los cisnes–, las sortijas, el bordado, todo, y los adornos de cabeza, los hacía yo. Me gustaba mucho”. 
El resultado fue fantástico: el nuevo adorno quedó idéntico al original. 
Resuelto así felizmente el incidente del adorno de cabeza para no ofender a la inglesa con una descortés negativa, Alicia Alonso tuvo un debut de altura ese 2 de noviembre, “Día de Muertos”. 
El viejo coliseo estaba lleno esa noche. Aunque muchos en el público estaban al tanto de la enfermedad de la Márkova y de que sería sustituida, Anton Dolin apareció en el proscenio para anunciar el cambio en el reparto, mas, para su alivio, la audiencia no se inmutó, calmando sus recelos. 
El gran telón de damasco dorado de la sala del Metropolitan Opera House se abrió para mostrar la aldea de Giselle, y esta, tras escuchar los golpes a su puerta, salió corriendo de su casita, para dar comienzo así a una leyenda que duraría hasta la eternidad: ¡el milagro apareció en la escena! 
“Era un debut ansiosamente esperado, y ¡qué debut! La más arrolladora y compensadora noche de triunfo total. Un orgullosísimo Albretch la condujo a que la aclamaran con aplausos, vítores, y finalmente una ovación de pie. Tengo buena memoria. En lo que pudo haber sido la última llamada, la llevé y su mano temblaba en la mía. La dejé sola en el escenario para que recibiera el tributo de un público que había sido ampliamente recompensado por la ausencia de la gran Márkova, con la presencia de la ya igualmente grandiosa Alonso”, contaría Dolin sobre esa noche. 
Alicia siempre recuerda el amoroso apoyo brindado por Dolin durante la función: “My baby, it’s O.K. It looks very well. You just go and float away” (“Mi niña, todo luce muy bien. Solo ve y flota”). 
“Cuando termino muy exitosamente la función, ya con el telón cerrado, me desplomo en una silla sin poder creer lo que había hecho, como una persona a la que le han dado en la cabeza: ‘¿yo he bailado Giselle?’. Se acerca entonces un gran coleccionista que tenía hasta un museo privado de ballet. Se arrodilla a mis pies, me quita las zapatillas y me dice: ‘mira, están llenas de sangre’; ¡yo tenía los dos talones completamente en carne viva, y ni lo había sentido! Se las llevó, ¡y nunca más volví a verlas! Creo que están en un college; espero que me las cuiden mucho”, relataría la Alonso sobre su debut, porque después de su maravillosa actuación, George Chaffee, el más grande coleccionista de parafernalia de ballet fue a su camerino, le quitó las zapatillas de sus pies ensangrentados, y las besó. “Para la historia, para la historia”, dijo, y se fue corriendo con las zapatillas. 
Inmediatamente después del debut de Alonso en Giselle, John Martin escribió en The New York Times: “Ella actúa con tal simplicidad y sinceridad que resulta completamente convincente. Porque evita amaneramientos, incluso salva los escollos de la escena de la locura, cuya trama es inherentemente inverosímil (…) fue una de las actuaciones más distinguidas de la temporada…La señorita Alonso se lució con brillantez”. 
A su vez, Anatole Chojoy reportó para Dance News: “Sin afectación, sencillamente tierna, Alonso hizo el primer acto creyendo ella misma en el drama que le había acontecido”. 
En la función del 2 de noviembre en el Metropolitan Opera House, el papel de Mirtha, la reina de las Wilis, fue interpretado por Nora Kaye, y María Karnílova, Rosella Hightower y Hugh Laing, compañeros y amigos suyos desde su llegada a Nueva York, formaron parte del cuerpo de baile. La orquesta fue dirigida por Antal Dorati.

El 2 de noviembre de 2018, el telón del Teatro Nacional de la Habana se descorrió para ofrecer precisamente Giselle, luego de la proyección de un hermoso video con una selección de escenas de la Alonso en este ballet a lo largo de su extensa carrera.

Confieso que, para mí, la versión cubana de este clásico, fruto también del exquisito gusto de Alicia, es la mejor del mundo, y lo que vi esa noche no me defraudó en absoluto.

Me hizo muy feliz observar que la compañía, sobre todo su cuerpo de baile –que es en definitiva el que le da la categoría a una compañía de ballet– sigue siendo de primer nivel, nutrida, eso sí, en estos momentos, por bailarines muy jóvenes, pero fieles herederos del legado de excelencia de Alicia, Fernando y Alberto Alonso, y frutos, sin lugar a dudas, de las rigurosas enseñanzas de Ramona de Saá, la indiscutible “orfebre” de tantas joyas.

Tres primeras bailarinas: Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia y Gretel Morejón, encarnaron a la ingenua enamorada campesina del primer acto, y a la etérea willi del segundo, mientras que tres también destacados partenaires: el primer bailarín Dani Hernández, Raúl Abreu y Rafael Quenedit, las secundaron eficazmente como el Duque Albrecht. Ernesto Díaz, a su vez, se calzó como un guante el rol del despechado guardabosque Hilarión.

No puedo dejar de celebrar tampoco el pas de dix que 6 amigas y 4 amigos de Giselle bailan para la corte –una atinada y coherente sustitución hecha por Alicia del injustificado pas de paisant de otras versiones–, que en esta función brillaron como si todos fueran primeras figuras, cosa que pocas compañías pueden mostrar.

Ya en el segundo acto, una sobria e inspirada Ginett Moncho fue la encargada de la Reina de las Willis, para liderar –muy justa la expresión– al formidable cuerpo de baile femenino, en unas willis de ensueño: precisas, coordinadas, ¡absolutamente impecables!, que se ganaron en varias ocasiones la ovación del agradecido público presente.

En fin, una memorable función, a la altura de la gran Alicia Alonso, “Alma Mater” de nuestro querido y en total plenitud Ballet Nacional de Cuba, ya en su 70 aniversario.



 
 
 
 
 
 



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Ver textos anteriores de Baltasar Santiago Martín, en el blog

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