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Sunday, November 30, 2025

"¿Quién dijo que todo está perdido?": Estos jóvenes vinieron a ofrecer su corazón. (por Baltasar Santiago Martín)


Parafraseo la hermosa canción homónima de Fito Páez para titular y comenzar mi reseña sobre Un tributo a Carmen, el espectáculo que con ese título central, en honor de los 150 años de la icónica ópera de Georges Bizet, estelarizaron, el viernes 14 de noviembre de 2025, las reconocidas sopranos cubanas Eglise Gutierrez y Yetzabel Arias, en el Scottish Rite Temple de Miami, con un acompañamiento de lujo: la formidable Musicall Youth Orchestra of Miami y su afinado y potente coro de voces también muy jóvenes.

La función fue mucho más abarcadora que dedicada solo a Carmen, porque el concierto comenzó con el Cello Ensemble interpretando Danza negra, de Ernesto Lecuona; Réquiem, de D. Popper; y La muerte del ángel, de Astor Piazzolla, para dar paso luego al plato fuerte de la noche: varios exergos de la ópera Carmen, de Georges Bizet, ya con la orquesta.

Tras el vibrante preludio, “La Aragonesa: y “El Coro de los niños”, de la ópera Carmen, la exquisita sobrano Eglise Gutiérrez encarnó a Micaela, la joven enamorada de –y no correspondida por– Don José.

Eglise no solo cantó su aria de modo sublime, sino que fue evidente su conexión con el sufrido personaje, por su conmovedora interpretación, que culminó de rodillas.

Aunque el rol de Carmen es para una mezzosoprano, Yetzabel Arias hizo uso de su opulento centro vocal como soprano dramática, para plantar bandera –y hasta banderillas– en el ruedo como la pendenciera y voluble Carmencita, tanto en “La Habanera” como en “La seguidilla”, y ello sin que extrañáramos a la Callas, otra de las grandes sopranos que se "atrevió" con el rol –para mí la mejor, que por cierto, me encanta su francés.

Y hablando de banderillas, las que se gastó Yetzabel como la tabaquera y contrabandista gitana –sin ser torera–, le escasearon al Escamillo del barítono Joseph Canuto León , que no le dio a su emblemática aria de “El toreador” el impacto vocal que esta requiere, ni tampoco el empaque y el carácter del personaje.

Y ahora, con referencia al Don José del tenor X –cuyo nombre no se dijo–, que tuvo que sustituir al anunciado Zhedong Ren con apenas 4 horas de antelación para prepararse, tampoco logró sacarle a su “aria de la flor" todo el brillo y el "aroma" que esta hermosa aria se merece.

Y ya para concluir, reitero mi admiración y mi agradeciniento a todos los jóvenes participantes en esta alentadora presentación, tanto en la orquesta como en el coro, así como a la Maestra Taimy Balbuzano y al Maestro José Antonio Bornot, artífices principales de esta maravillosa experiencia.

Sí, nada está perdido, con tantos talentosos jóvenes, dispuestos a ofrecer gozosos su corazón palpitante exquisito para que la ópera, la música clásica y la ópera continúen vivas en la Capital del Sol.

Tuesday, October 28, 2025

Cuba y Puerto Rico reviven a Cecilia, de la mano de Manny Albelo, Tania Martí y bajo la batuta de Marlene Urbay. (por Baltasar Santiago Martín)


Martí Productions, digna continuadora de la tristemente desaparecida Sociedad Pro-Arte Grateli, fundada por Pili de la Rosa y Demetrio Menéndez en 1968, presentó, en el Dennis C. Moss Center Cultural Arts Center de Cutler Bay, la gustada zarzuela cubana Cecilia Valdés, del gran compositor y director de orquesta Gonzalo Roig (1890-1970), de nuevo con el mismo formato de concierto ofrecido y exitosamente probado en agosto de 2023.

Me pareció muy original y orgánico que el compositor le fuera contando y mostrando a Cirilo Villaverde, escritor de la novela base de la obra –y al público en general – cómo fue desarrollando musical y dramatúrgicamente su argumento, por aquello de que “vista (y oído, sobre todo oído) hacen fe”, y así nos pudimos enterar además de anécdotas muy interesantes sobre su concepción, como la que sigue:
La Cecilia Valdés yo la escribí en un mes y días. Pero no fue solo escribirla, sino instrumentarla también. Estaba dedicado exclusivamente a la obra. Yo vivía nada más que para aquello. Me ponía un mono por la mañana, me iba para el teatro y allí me llevaban la comida.
También de que el primero que escuchó la partitura completa de su zarzuela Cecilia Valdés (1932) fue precisamente otro grande de la música cubana, el maestro Ernesto Lecuona; anécdota que pude completar cuando me preparaba para escribir esta reseña:
(…) Llamé a Lecuona por teléfono y le dije que quería que viniera a mi casa para tocarle algo nuevo que había compuesto. Acudió esa misma tarde, acompañado de su hermana Ernestina, y después de los saludos efusivos de ambos, me senté al piano, y comencé a tocar.

Pese a la fama que tienen los artistas de que viven nada más que para su propia obra, sin ojos ni oídos para la de los demás creadores, los hermanos Lecuona no son así, sino todo lo contrario, y escucharon con gran interés y paciencia toda la partitura. Al finalizar, Ernesto se levantó y me dio un gran abrazo, diciéndome:

“Es la mejor zarzuela cubana que se ha escrito, y vas a ver qué gran éxito le espera. Te felicito de todo corazón”.
Para que se pueda aquilatar mejor en toda su dimensión este tan elogioso juicio de Lecuona, ya este genio había dado a conocer sus bellísimas zarzuelas El cafetal en 1927, y María la O en 1930, y triunfado tanto en Cuba como en el extranjero.

Antes de pasar a glosar a los cantantes, es de justicia que celebre el desempeño de Jesús Brañas y de Paut William, como Roig y Villaverde respectivamente, nunca envarados ni engolados, sino muy amenos y naturales, como debe ser.

Jesús Brañas y Paut William, 
como Roig y Villaverde.
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Ambas funciones comenzaron con los bailarines de la Ifé- Ilé Dance Company, dirigida por Nery Torres, caracterizados como los orichas de nuestra rica religión yoruba –o mitología para los no creyentes–, con vistosos trajes acordes a cada una de las poderosas deidades representadas, lo cual me pareció un hermoso homenaje reivindicativo a nuestra fuerte herencia africana, de la que muchas veces los cubanos blancos – y ni tanto– católicos reniegan, aunque en secreto acudan al babalawo cuando tienen algún problema familiar o de salud.

Ifé-Ilé Dance Company de Nery Torres, 
en “Cuna de Mercé” y el 
Coro Voices of Miami al fondo.
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Debo parar en seco ahora el quitrín –porque “nobleza obliga”, como se decía antaño–, para celebrar el Po, po, po de Tania Martí, como Dolores Santa Cruz, quien aparte de ser la fundadora y directora de Martí Productions a cargo de esta exitosa puesta, brindó la que para mí fue la actuación más impactante de las dos funciones, a la par de la de las dos excelentes protagonistas (que sé que no se van a poner celosas, porque admiran a Tania tanto como yo).

Tania Martí como Dolores Santa Cruz.
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En la noche del sábado 11 de octubre de 2025, la reconocida y laureada soprano cubana Eglise Gutiérrez no solo interpretó el personaje titular, sino que “fue” Cecilia, desde el aria de su salida, cual “cascabel y campana”, y en su “alma cubana la alegría de vivir” –como reza la emblemática letra, y con el sobreagudo final limpio y bordado –como lo han hecho las sopranos referentes en este rol, léase Blanca Varela o la paradigmática Alina Sánchez.

Eglise Gutiérrez en la “Salida de Cecilia”.
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A su vez, el joven Leonardo Gamboa fue “encarnado” por Martín Nusspaumer, quien demostró su clase como inspirado tenor desde el aria “Habana, mi dulce Habana”, precedido y arropado por el afinado coro Voces of Miami, dirigido por Greisel Dominguez, que hizo una hermosa labor vocal con la hermosa marcha “Somos los estudiantes”, a la que la excelente batuta de la Maestro Marlene Urbay, al igual que a todas las partituras de Roig de esta zarzuela, hizo que sonara y se escuchara como si la Florida Chamber Orchestra fuera una gran orquesta sinfónica y no de cámara.

El apasionado enamorado de Cecilia –y no correspondido por ella– José Dolores Pimienta, fue excelentemente interpretado y cantado por el barítono Armando Naranjo, quien brindó una muy hermosa e impecable romanza “La dulce quimera”.

Armando Naranjo
 como José Dolores Pimienta.
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Laura de Mare, como “la niña blanca” Isabel Lincheta, cantó muy bien su aria de las flores, con sobreagudo final incluido, y su dúo con Nusspaumer estuvo muy bien actuado, acoplado y hermoso, al igual que en el cuarteto titulado “Gavota”, con Yohan Rodríguez y Erwin Cárdenas.

Martin Nusspaumer, como Leonardo;
 y Laura de Mare como Isabel Lincheta.
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Ifé- Ilé Dance Company, dirigida por Nery Torres, volvió a sobresalir en el cuadro de los esclavos, con excelente acople rítmico y danzario, así como dos momentos de clímax de gran belleza plástica: el primero, entre el despiadado mayoral y una de las esclavas, y luego, un duelo entre el mayoral y uno de los esclavos.

Ifé-Ilé Dance Company
con el Coro Voices of Miami al fondo, 
en “Ya la campana soná”,
 y Carlos Silva como el esclavo.
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El tenor Carlos Silva se sumó al banquete vocal que fue esta representación de Cecilia, con su sentida interpretación del aria del “pobre negro gangá, que no tiene ya libertad”, mientras que Grethel Ortiz, como Dolorita, se “robó” al público con su tango congo “Etanilá”, pero eché en falta al Gallego y al Negrito que la debieron acompañar para hacer aún más simpática esta escena, infaltable en el teatro vernáculo costumbrista cubano, pero disculpo totalmente a la dirección y a la producción por omitirlos, para evitar herir la hipersensibilidad –y la protesta– de la ACLU, en representación de los afrodescendientes del Condado, si se hubiera pintado a un actor blanco de negro para hacer dicho papel, y lo mismo sé que sucedió con el no maquillaje oscuro de Tania para su Dolores Santacruz.

Grethel Ortiz como Dolorita.
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En el dúo de Cecilia con Leonardo, Eglise y Martín cantaron y actuaron con gran dominio escénico, tanto vocal como actoral, sobre todo Eglise, que estuvo admirablemente conmovedora y sin fallar una nota, a pesar del intenso drama que está viviendo.

Eglise y Martín, en el gran dúo
 de Cecilia y Leonardo,
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La bellísima contradanza de esta zarzuela, de nuevo a cargo de los bailarines de Ifé- Ilé Dance Company, estuvo muy bien montada y bailada, aunque los trajes femeninos estuvieron totalmente fuera de época, con miriñaques que recordaban a las meninas de Velázquez –e incluso, en la función del domingo, una de las “contradanzantes” tenía el miriñaque de un solo lado; pero se entiende que en una función de concierto como esta, el vestuario “de época” no es mandatorio, máxime cuando hay limitaciones de presupuesto.

Muy bien y emotiva la actuación de Eglise Gutiérrez ante la cuna “de su niña” —y en general durante toda la función— y en la escena final de la zarzuela, donde ocurre el asesinato de Leonardo por parte de Pimienta, la acción fue muy bien resuelta dramatúrgicamente, tanto por ella como por Naranjo, y su reclamo a este por su crimen fue de una veracidad conmovedora.

Pero, bueno, hasta aquí solo me he referido a la Cecilia del sábado 11 de octubre de 2025, pero el domingo 12 de octubre se volvió a representar la zarzuela, esta vez con la talentosa soprano puertorriqueña Marinel Cruz en el rol titular, pero antes de pasar a glosar su también excelente desempeño, quiero comentar – y enfatizar– algo muy hermoso sobre Eglise Gutiérrez, que no es muy común en el mundo artístico, famoso por la competencia y la rivalidad entre las divas (y los divos): su total apoyo y disposición a que Marinel doblara el personaje con ella, nada menos que en su debut como Cecilia Valdés, un gesto muy hermoso que la engrandece aún más como artista y como ser humano.

Dio la casualidad de que Eglise y la también gran soprano Yetzabel Arias estuvieron sentadas en la fila detrás de la mía, por lo que pude escuchar y ver cómo las dos aplaudieron con gran efusividad a Marinel durante toda su Cecilia.

Ya el solo hecho de que Eglise acudiera a ver a su “rival” –sin que “esa niña boricua, del pecho le arranque la calma y la paz”, y “sin que la rabia la mate”, parafraseando el gran dúo de Cecilia y Leonardo–, es una muy elocuente prueba de la admiración y la amistad existente entre ambas.

Como ya dije anteriormente, la función del domingo 12 de octubre marcó el debut de la talentosa “niña boricua” Marinel Cruz como Cecilia Valdés, y ello para mí tiene un significado tremendo –y no voy a recurrir a eso tan manido que todos los cubanos tenemos en mente cuando se trata de Puerto Rico, nuestra hermana y “alada” isla.

Si bien fue una soprano mexicana –asentada en Cuba– llamada Elisa Altamirano, quien la estrenara en La Habana en 1932, el hecho de que en octubre de 2025, una soprano de “la Isla del Encanto” y otra de Cuba (¡y holguinera, señores!), hayan sido quienes la han vuelto a revivir en Miami, “de la mano de Manny Albelo, Tania Martí y bajo la batuta de Marlene Urbay”. como puse en el título, me hace pensar que tanto Cirilo Villaverde como Gonzalo Roig deben estar muy complacidos, sea tanto en “el panteón de los imprescindibles” que habitan por derecho propio, o en esa sobrecama de cuadritos que dice Manuel Vázquez Portal que es la cultura cubana –y que nos cobija a todos por igual.

Me concentro entonces en la ya mencionada función dominical, de la que me limitaré a comentar solo la actuación de Marinel, ya que no hubo ningún cambio de intérprete en los otros personajes, si bien noté que, tanto Martín como Carlos Silva, cantaron mejor que en la función del sábado, me imagino que ya con menos nervios que el día del estreno, como es lógico.

En la tarde del domingo 12 de octubre de 2025, la soprano Marinel Cruz resultó gloriosamente invicta contra los nervios inherentes a un debut como tal, pues también, como Eglise, se transmutó en Cecilia, desde el aria de su salida, con ese sobreagudo final que uno siempre espera con Alina Sánchez en mente –y en su “alma cubana la alegría de vivir”, que luego la traición de Leonardo convertiría en reclamo, en el Gran dúo con Leonardo, y luego en pena y dolor ante la cuna de su pequeña hija, estados de ánimo que Marinel vivió como suyos, al extremo de las lágrimas, pero sin que ello afectara su impecable desempeño vocal y actoral, sobre todo al final, cuando Pimienta asesina a Leonardo el día de su boda con Isabel Lincheta, y Marinel Cruz lo increpa y lo acusa: “Has matado a mi amor”.

Marinel Cruz en “la Salida de Cecilia”, 
con el coro Voices of Miami.
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Marinel Cruz en “la Salida de Cecilia”.
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Marinel y Martín en el gran dúo
 de Cecilia y Leonardo.
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Marinel Cruz, en la Canción de cuna 
“Duerme hija mía, mi pequeña duerme”.
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Marinel Cruz en el final,
 con la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre
 al fondo, a la que suplica su perdón 
por “el pecado que cometió”.
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En fin, otro gran triunfo más de Martí Productions, en su admirable cruzada por mantener vivo este género en Miami, gracias al talento y al admirable esfuerzo de Tania Martí, Manny Arbelo y de la Maestro Marlene Urbay, con su Florida Chamber Orchestra, siempre dispuesta a acompañar musicalmente, sea una ópera, una zarzuela o un ballet.

Gracias también al Departamento de Asuntos Culturales del Miami Dade County; al Miami Dade County Auditorium Away from Home Series y a Artes Miami, por su apoyo a Martí Productions para realizar estas dos funciones en el Moss Arts Cultural Center.


Fotos: Lester Llanes (cortesía de Martí Productions)

Wednesday, September 17, 2025

Cinco conciertos para piano y orquesta de Beethoven, por la Maestra Marlene Urbay con su Orquesta de Cámara de la Florida. (por Baltasar Santiago Martín)



El domingo 7 de septiembre de 2025 asistí al Herbert & Nicole Werheim Performing Arts Center, de la Universidad de la Florida (FIU), para disfrutar de la segunda edición del espectáculo Cinco conciertos de Beethoven para piano y orquesta, ofrecido en ese recinto por la Florida Chamber Orchestra, bajo la certera batuta de la Maestra Marlene Urbay. su esforzada, exquisita y elegante directora, quien al frente de sus músicos de primera línea, reivindica y enaltece desde 1995 a nuestra querida ciudad de Miami, percibida injustamente en Europa como un páramo cultural y “cementerio de artistas”.

La Maestra Marlene Urbay se dirige 
al público antes de comenzar el espectáculo.
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Y he dicho “segunda edición”, porque el sábado 6 de septiembre, en el mismo recinto ya mencionado, tuvo lugar la primera, con tres conciertos para piano y orquesta de Beethoven:
  • El Concerto No. 1 in C Major, Opus 15. Allegro con brio – Largo – Rondo. Allegro, con Alejandro de Castro como solista.
  • El Concerto No. 2 in B- flat Major, Opus 19. Allegro con brio – Adagio – Rondo. Molto Allegro, con María Soldado como solista.
  • El Concerto No. 3 in C Minor, Opus 37. Allegro con brio – Largo – Rondo. Allegro, con Cristina Dragos como solista.
En la función que tengo el gusto de reseñar fueron interpretados los dos siguientes:
  • El Concerto No. 4 in G Major, Opus 58. Allegro Moderato – Andante con Moto – Rondo. Vivace, con Nicolás Marín como solista.
  • El Concerto No. 5 in E- flat Major, Opus 73. Allegro con brio – Adagio un poco mosso – Rondo. Allegro, con Leo de María como solista.
Como es ya el sello de todos los conciertos dirigidos por la Maestra Marlene Urbay con “su” Orquesta de Cámara de la Florida / Florida Chamber Orchestra, el de la tarde del domingo 7 de septiembre también se caracterizó por su cuidada y elegante dirección –desde el peinado, maquillaje y vestuario–, así como por la impecable ejecución de los dos concertos, tanto por parte de la orquesta como de los dos talentosos pianistas concertistas: el niño prodigio (tiene solo 12 años) Nicolás Marín y el también joven y muy reconocido Leo de María.

Antes de entrar a detallar el desempeño de cada uno con la orquesta, me gustaría intercalar una nota, tomada y editada de Wikipedia, sobre el compositor escogido por la Maestra Marlene para esta presentación:

Ludwig van Beethoven, en 1820.
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El gran legado de Ludwig van Beethoven​ (Bonn, 16 de diciembre de 1770 ​-Viena, 26 de marzo de 1827), como compositor, director orquestal, pianista y profesor de piano, abarca, cronológicamente, desde el Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo. Es considerado uno de los compositores más importantes de la historia de la música y, aunque las sinfonías fueron la fuente principal de su popularidad internacional, su impacto resultó ser principalmente significativo en sus obras para piano y música de cámara.

Su producción incluye los géneros pianístico (treinta y dos sonatas para piano); de cámara (incluyendo numerosas obras para conjuntos instrumentales, de entre ocho y dos miembros); concertante (conciertos para piano, para violín y triple); sacra (dos misas, un oratorio), lieder, música incidental (la ópera Fidelio, un ballet, músicas para obras teatrales) y orquestal, en la que ocupan lugar preponderante Nueve sinfonía, entre ellas, la famosa Novena sinfonía, que incluye un coro.
Y también considero oportuno, en cuanto a la orquesta en sí, definir por qué se le considera “de cámara” y no “sinfónica o filarmónica” (también tomado y editado de Wikipedia):
La principal diferencia entre una orquesta de cámara y una sinfonica o filarmónica radica en su tamaño y el número de músicos que la componen. La orquesta de cámara, que puede tener hasta 30 o 40 músicos, se caracteriza por su pequeño tamaño y su capacidad para tocar en espacios reducidos, como salones o teatros. Por otro lado, la orquesta sinfonica puede tener entre 80 y 120 músicos y se caracteriza por su gran tamaño y su capacidad para tocar en auditorios más amplios, como teatros o estadios.
El programa comenzó con el Concerto No. 4 in G Major, Opus 58, interpretado por los 29 músicos de la orquesta con gran sincronización y refulgente brío; constituyendo así el acompañamiento idóneo para que el novel solista Nicolás Marín se pudiera “engarzar” en dicha ya celebrada calidad de sonido con su impresionante y prodigioso manejo del teclado, en una hermosa simbiosis que obtuvo el aplauso de pie del público presente, correspondido por el chico con la pieza Etude Op. 8 No. 12 de Alexander Scriabin fuera de programa, como agradecimiento.

El novel concertista Nicolás Marín al piano.
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El novel concertista Nicolás Marín 
saluda y agradece al público sus aplausos
 al final de su actuación.
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Tras un adecuado intermedio, el joven pianista español Leo de María –ganador del Primer lugar del Concurso Internacional de Piano UNISA, en Sudáfrica–, tocó el Concerto No. 5 in E- flat Major, Opus 73, con todos sus cambiantes matices magistralmente marcados en su teclado; y respaldado de igual modo por el prestigioso ensemble floridano como si fuera una gran orquesta sinfónica con el triple de músicos.

El joven y reconocido concertista 
Leo de María al piano.
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El joven y reconocido concertista
 Leo de María también saluda
 y agradece al público sus aplausos
 al final de su actuación.
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No puedo dejar de celebrar la gran musicalidad de Leo, pues me gustó sobremanera cómo seguía con su cabeza el ritmo de la orquesta mientras sus ágiles manos no estaban sobre el teclado, para, una vez de nuevo en su total posesión, continuar con su exquisito regalo acústico al público presente, que le premió con una entusiasta ovación también de pie, que el virtuoso concertista agradeció regresando al piano, para ofrecer nada menos que, como encore, La malagueña del también genial pianista y compositor cubano Ernesto Lecuona.

La Maestra Marlene Urbay 
y el reconocido concertista Leo de María.
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Nicolás Marín, Marlene Urbay 
y Leo de María en los saludos al final del concierto.
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Muchas gracias a la gran directora orquestal Marlene Urbay, a la Orquesta de Cámara de la Florida bajo su batuta dorada y a Nicolás Marín y a Leo de María, por esta tarde de tanta excelencia musical.



Baltasar Santiago Martín
Director de la Fundación APOGEO para el arte público
Hialeah, 16 de septiembre de 2025.

Fotos: Abelardo Reguera.

Sunday, September 14, 2025

¡Y qué bueno fue verte, Luisa Fernanda! (por Baltasar Santiago Martín)


La noche del domingo 6 de septiembre de 2025 acudí al Miami Beach Woman’s Club, para ver –y escuchar– mi zarzuela española favorita: Luisa Fernanda (1932), del compositor madrileño Federico Moreno Torroba (1891-1982) y libreto original de Federico Romero y Guillermo Fernández.

Lo primero que quiero es agradecer a la compañía FL’ Ópera & Zarzuela por su decisión de presentar esta gustada zarzuela aunque fuera en un escenario y formato reducido, que no obstante, contó con una gran asistencia de público; y lo segundo, que escogiera a la gran soprano puertorriqueña Marinel Cruz para el rol titular de esta zarzuela, cuya fascinante historia de amor y de luchas políticas siempre nos atrapa y nos conmueve.

La soprano Marinel Cruz 
como Luisa Fernanda.
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La acción de esta zarzuela comienza en la ciudad de Madrid, durante el reinado de Isabel II, en los momentos previos a la revolución antimonárquica de 1868; y acaba en una dehesa extremeña tras el destronamiento de Isabel II.

En la plazuela de San Javier, la vida gira alrededor de la posada de Mariana, personaje que no aparece en el programa de mano, por lo que por ello no puedo dar el nombre de la soprano que tan bien la interpretó, con simpatía y afinación.

Como ya agradecí al inicio, la excelente soprano Marinel Cruz fue la protagonista de esta bella zarzuela, rol que ya había interpretado brillantemente en una puesta de la recordada Grateli, en el Miami Dade Auditorium, el domingo 3 de agosto de 2014.

En esta ocasión de ahora –once años después–, Marinel se volvió a apropiar completamente del rol, gracias a su voz cálida, potente y segura, con un centro opulento y afinados agudos, tanto En mi tierra extremeña –su dúo con Vidal Hernando–; Cuánto tiempo sin verte, Luisa Fernanda –terceto con Javier y Vidal– ; hasta Cállate, corazón –el dúo final con Javier Moreno–, mientras que en lo dramático vivió su amor por el veleidoso coronel Javier Moreno con la veracidad –“el verismo”– de la consumada actriz que sin dudas es ya (aquí es inevitable que recuerde su conmovedora Suor Angelica, de Puccini, con la desaparecida Miami Lyric Opera, dirigida por Rafaelle Cardone, cuya aria final, Senza mamma, concluyó con un exquisito pianísimo a lo Caballé).

El tenor Herman Díaz como Javier Moreno
 y la soprano Marinel Cruz como Luisa Fernanda.
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Pasando ahora al ya nombrado Javier Moreno, creo que el tenor Herman Díaz, pese a su correcta apropiación del contradictorio personaje, no estuvo en lo vocal a la altura de Marinel, pues no le pudo dar a las hermosas arias que le corresponden, desde De este apacible rincón de Madrid –su romanza inicial–; Caballero del alto plumero –su dúo con la Duquesa Carolina–; A San Antonio, como es un santo casamentero (popularmente conocida como La Mazurca de las sombrillas –el coro con un dueto cantado junto a Carolina–; el Cuánto tiempo sin verte, Luisa Fernanda ya mencionado; y Cállate, corazón –su dúo final con Luisa Fernanda–; el lucimiento que estas se merecen, por su poca afinación y sus agudos mal dados, por lo que le recomiendo no dejar de recibir clases de canto por un profesor de prestigio, como Hilda del Castillo o Manny Pérez.

El tenor Herman Díaz como Javier Moreno 
y la soprano Marinel Cruz como Luisa Fernanda.
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Por otro lado, felizmente, el espléndido barítono Joseph Canuto León, sí dio ampliamtne la talla como Vidal Hernando, el rico hacendado extremeño que pretende a Luisa Fernanda, tanto vocal como actoralmente, con una entrega tierna pero segura a la vez, y unos agudos sostenidos y opulentos en todas sus interpretaciones, desde En mi tierra extremeña –dúo con Luisa Fernanda–; Para comprar a un hombre –dúo con la Duquesa Carolina–; Cuánto tiempo sin verte, Luisa Fernanda –terceto con Luisa Fernanda y Javier–; Luche la fe por el triunfo (también llamada Por el amor de la mujer que adoro) hasta Ay, mi morena –sus dos romanzas–; que al final fue muy conmovedora, con la unica objeción de que debe perfeccionar su español, que obviamente no domina como lengua materna a pesar de sus apellidos hispanos.

La Duquesa Carolina –que vive enfrente de la posada de Mariana y que mediante sus artes y encantos atrajo a Javier a su cama y a la causa monárquica– no tuvo, sin embargo, en Lucia Panizza a su mejor intérprete, pues desde el punto de vista vocal dejó bastante que desear, con una tesitura que a mi juicio no es lo suficientemente lírica para este rol. Sobre su actuación, Lucia cumplió sin vulgaridad en el coqueteo con Vidal, en la escena en que le pide conversación, pues la Duquesa Carolina es una mujer calculadora, coqueta y seductora, pero que no llega a perder nunca la clase ni la elegancia.

En cuanto al resto del elenco (que tampoco fue detallado en el programa de mano), todos cumplieron con sus pintorescos personajes, que si se prescinden, una Luisa Fernanda no estaría completa.

No debo concluir esta reseña sin mencionar al coro –“de cámara”, como la misma puesta– sobre todo en Muera el prisionero, muera sin piedad y En una dehesa de la Extremadura –la escena de los vareadores–, sobre todo en la emblemática Mazurca de las sombrillas.

La soprano Marinel Cruz como Luisa Fernanda
 y el tenor Herman Díaz como Javier Moreno (al centro)
 junto a los personajes secundarios y el coro.
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Por último, felicitaciones a la orquesta – también de “minicámara”– que, dirigida por Jared Peroune , le sacó brillo a la melodiosa y siempre recordable partitura de Moreno Torroba, y a la directiva de FL’ Ópera & Zarzuela, por mantener vivo el género en Miami.



Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Hialeah, 12 de septiembre de 2025.

Fotos: Cortesía de Marinel Cruz

Sunday, September 7, 2025

Gala de Clausura del XXX Festival Internacional de Ballet de Miami. (por Baltasar Santiago Martín)


El domingo 17 de agosto de 2025, el Fillmore Jackie Gleason Theater de la ciudad de Miami Beach descorrió sus cortinas para dar paso a la Gala de Clausura del XXX Festival Internacional de Ballet de Miami, la cual se inició con la entrega del premio “Crítica y cultura del ballet”, de manos del Maestro Eriberto Jiménez, director del Festival, al señor Robert Johnson, reconocido crítico y periodista estadounidense radicado en Nueva York, quien en extensa alocución agradeció el importante premio recibido.

Robert Johnson y Eriberto Jiménez. 
Foto: Simon Soong 
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Robert Johnson, 
premio “Crítica y cultura del ballet”.
 Foto: BSM.
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El desfile dancístico comenzó con el pas de deux Sen Chopina, coreografía de Marina Sánchez y música de Frederick Chopin, bailado con elegante y sobrio desempeño por Melissa de Oliveira e Igor Monteiro, del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, con Maria Riccetto como su directora artística; pero considero que el oscuro y recatado vestuario no fue el mas apropiado, máxime cuando existe el ballet “blanco” Las sílfides, con la misma música y coreografía del genial Mijaíl Fokín; entonces, ¿para qué inventar una nueva coreografía –y con tan oscuro vestuario– cuando ya se tiene un clásico inmejorable, si no es para superarlo o actualizarlo, que no fue el caso?

Igor Monteiro y Melissa de Oliveira
 en Sen Chopina. Foto: BSM.
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Igor Monteiro y Melissa de Oliveira 
en Sen Chopina
Foto: Simon Soong.
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En resumen, esto a mi juicio conspiró contra una mayor apreciación de su ya comprobado virtuosismo, mostrado con creces en el adagio del segundo acto del ballet El lago de los cisnes que bailaron la noche anterior.

Después de esto, comenzó el desfile de los solos: ¡seis!, demasiados en mi opinión para la función de clausura de este festival, pues me pareció una solución facilista y de menor rigor por parte de las compañías que optaron por ellos, en vez de presentar pas de deux.

El primero: 4:48, con coreografía de Jacqueline López y música de Krzyssztof Penderecki & John Cage, bailado por Valeria García, de la Compañía Nacional de Danza de México, cuyo director artístico es Erick Rodríguez; un solo que me pareció un buen ejercicio plástico para Valeria, pero sin justificación para tal título.

Valeria García en 4:48. Foto Simon Soong
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Por fortuna, hubo una pausa en la cadena “solitaria”, con Vow, coreografía de Ariel Rose y 1953, de Olafur Arnaulds, como banda sonora; defendido de nuevo de forma brillante por Mayrel Martínez y Maikel Hernández, “una de las parejas emblemáticas de Dimensions Dance Theatre of Miami, la excelente troupé dirigida artísticamente por Jennifer Kronemberg y Carlos Guerra”, como expresé sobre su actuación en la Gran Gala Clásica del sábado 16 de agosto.

Maikel Hernández y Mayrel Martínez
 en Vow. Foto: Simon Soong.
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“Mayrel fue tal cual ella es en la vida real: dulce, delicada, sin la menor dureza, pero con unas puntas y unos arabesques (extensiones) a 180 grados, de una belleza, limpieza y facilidad admirables (…); y Maikel le brindó en todo momento el soporte perfecto para que ella desplegara sus alas, con un trabajo muy hermoso también per se”.

De regreso a la cascada de solos, Mariana Restrepo, de la Compañía Colombiana de Ballet, con José Manuel Ghiso como director artístico, interpretó –que es mucho más que bailar– La Boheme, con coreografía de Eduardo Yedro y como banda sonora, la canción homónima de Charles Aznavour; con un vestuario “muy parisino”, evocador para mí del genial mimo francés Marcel Marceau, en muy digno homenaje al mismo

Mariana Restrepo en La boheme. Foto: BSM
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Mariana Restrepo en La boheme
Foto: Simon Soong.
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Parece que en esta reseña de la Gala de Clausura del XXX Festival de Ballet de Miami tengo que volver a tocar el punto que abordé cuando Sen Chopina, pues Mark Godden, del Ballet de Milwaukee, dirigido artísticamente por Mikael Pink, se “atrevió” a crear su propia coreografía para el ballet Carmen, cuando ya existe la paradigmática de Alberto Alonso para Maya Plisétskaia y para Alicia Alonso, pero sin superarla.

Lamento que los excelentes Marizé Fumero y Eric Figueredo, siendo cubanos, y por ende, dignos representantes de la Escuela Cubana de Ballet, hayan tenido que bailar esta versión goddeniana, a la que sin embargo, sí le brindaron su apasionada entrega como los grandes profesionales que son.

Marizé Fumero y Eric Figueredo
 en Carmen. Foto: Simon Soong.
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Y aquí sí ya considero pertinente hacer un aparte sobre la tendencia de algunos coréografos de poner su mano sobre trabajos ya clásicos, sea por ego o para que su compañía no pague los derechos de autor, sin que su nueva creación supere la original, como sucedió con Sen Chopina y con Carmen.

Una cosa es renovar y actualizar los grandes ballets clásicos, como hizo Alicia Alonso con Giselle, El lago de los cisnes, Coppélia, La bella durmiente y La fille mal gardée, al punto de que sus versiones fueron aceptadas y representadas en los grandes teatros donde se estrenaron –como Giselle en la Ópera de París–, al hecho de regresar a la versión original ya rebasada y actualizada, como hizo Alexéi Ratmanski con El lago de los cisnes para el Miami City Ballet, o “estropearlos” o quedarse por debajo. Ejemplos sobran, y lo mismo sucede en la ópera.

Seguimos con los mentados solos, ahora otro con Rachele Buriassi, de Les Grands Ballets Canadiens (dirigido artísticamente por Ivan Cavallari): Dedicato, coreografía de Kristian Cellini y música de Stefano Simmaco; un trabajo en que Rachele ratificó y superó la versatilidad mostrada en Bolero.

Rachele Buriassi en Dedicato
Foto: Simon Soong.
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Después de Dedicato, René Julián, de la Compañia Nacional de Danza de México, dirigida artísticamente por Erick Rodríguez, salió a escena con una larga falda negra, para interpretar Dango, con coreografía de Michele Cutri y música de Johann Sebastian Bach, la cual defendió con gran soltura y dominio escénico, a pesar de la falda, recurso este que ya se vuelve un poco manido, sobre todo sin que quede clara su intención, en aras de qué y por qué, como no sea mostrar una imagen andrógina del bailarín per se, para estar a tono con esa tendencia “seriática” y musical, a lo Bad Bunny.

René Julián en Dango. Foto: Simon Soong.
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Tocó entonces al Cuban Classical Ballet of Miami / Ballet Clásico Cubano de Miami, dirigido artísticamente por Eriberto Jimenez, repetir Minkus Divertimento, como la noche anterior, y tanto Natalie Álvarez, Eleni Gialas, Ihosvany Rodríguez como Kelvin Rabines, sus representantes e intérpretes, lo volvieron a hacer muy bien, “sin altibajos, con gran acople, tanto en sus solos como cuando Natalie y Eleni bailaron sincronizadas, y luego Ihosvani y Kelvin, así como en parejas mixtas, y al final, ya los cuatro juntos”, como expresé en mi correspondiente reseña del sábado 16 de agosto.

Eleni Gialas, Kelvin Rabines, Natalie Álvarez e Ihosvani Rodríguez en Minkus Divertimento. Foto: Simon Soong.
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Después de un adecuado y necesario intermedio, durante el cual hubo una reunión aparte, en un salón del teatro, del Maestro Eriberto Jiménez con otro grupo de personas acreedoras de un reconocimiento por el 30 aniversario del Festival, subieron todos al escenario para ser presentados al público y agradecer tan honrosa distinción, y luego dio ya comienzo la segunda parte de esta Gala de Clausura.

Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Ballet de Milwaukee, al igual que la noche anterior, “fueron los responsables de llevarnos al París de La boheme, de Giacomo Puccini, con ‘El vals de Musetta’ de esa hermosa ópera, coreografiado por el propio Arionel y tocado al piano por el maestro Isaac Rodríguez –con una grabación orquestal añadida– como banda sonora del intenso adagio que protagonizaron de forma magistral; ambos dos inmensos artistas que honraron con su presencia ya habitual este Festival en su muy feliz 30 aniversario”; en fin, nada más que añadir a mi elogioso comentario de mi reseña del sábado 16 de agosto de 2025.

Isaac Rodríguez, Marizé Fumero y Arionel Vargas en El vals de Musetta. Foto: Simon Soong.
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Del París de Musetta, Edith Piaff, Charles Aznavour y Marcel Marceau, ahora el colombiano Andrés Felipe Vargas, de la Compañía Colombiana de Ballet, con José Manuel Ghiso como director artístico, nos llevó hasta “las callecitas de Buenos Aires”, con su emotiva y conmovedora interpretación de Balada para un loco, de Astor Piazzola & Roberto Goyeneche –y letra del poeta uruguayo Horacio Ferrer–, coreografiada por Jaime Pinto; un solo que Andrés Felipe venció con un histrionismo admirable, muy digno del magistral tango vals de Piazzolla, del que nuestra inmensa e inolvidable Rosa Fornés hacía la interpretación suprema, que por cierto, en esta ocasión, en el programa de mano no dice quién la cantó.

Una sola obsevación sobre el vestuario: me pareció muy formal, para tratarse de la “balada para un loco”. Sugiero que el bailarín comience así de formal, y a partir de: “Se saca el melón, me saluda / Me regala un banderita y me dice: Yo sé que estoy piantao, piantao, paintao”, el bailarín se desabotone la camisa, se descalce, saque una banderita del bolsillo, y siga con la coreografía como tal.

Andrés Felipe Vargas 
en Balada para un loco
Foto: Simon Soong.
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Andrés Felipe Vargas
 en Balada para un loco. Foto: BSM.
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Emily Bromberg y Ariel Morilla, de Dimensions Dance Theatre of Miami, con Jennifer Kronenberg y Carlos Guerra como sus directores artísticos, volvieron a “revivir” a Dafne y a Apolo en el ballet homónimo; coreografía de Ben Needham-Wood y música de Arvo Pärt, por lo que aquí repito y edito mi comentario sobre su actuación el sábado 16 de agosto: “con una iluminación muy intimista firmada por Joshua Gumbinner y vestidos por Susan Roemer de S-Curve Appare; Emily completa como la recatada náyade, pero Ariel solo a medias, con su hermoso pecho apolíneo al descubierto. Mi única objeción es que este no es un adagio de amor propiamente dicho, tal y como lo pareció para el que no conoce la historia, por lo que sugiero a Ben que enfatice que Dafne no corresponde al amoroso asedio de Apolo, y que Dafne finalice el adagio estática con sus brazos en alto como ramas de un laurel (como efectivamente hizo en esta ocasión). Por lo demás, Emily y Ariel bailaron como dioses, como si lo fueran en realidad, que ya es mucho decir”.

Emily Bromberg y Ariel Morilla
 en Dafne y Apolo. Foto: BSM.
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Emily Bromberg y Ariel Morilla
 en Dafne y Apolo. Foto: 
Simon Soong.
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Steven Loch, en representación del Miami City Ballet (que menos mal que envió aunque fuera solo a este bailarín al festival, cosa que durante años no hizo, ni con Edward Villela ni con Lourdes López al frente, salvo en muy contadas ocasiones), brilló justamente en un solo, titulado Atlas, con coreografía de su propia inspiración (como se decía antaño) y música de Coldplay; que evidenció su cuidado entrenamiento corporal y técnico, así como su talento como coreógrafo

Steven Loch en Atlas. Foto: BSM.
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¡Seis solos en esta gala!, demasiado, como ya dije, para una Gala de Clausura.

A continuación, Vlada Shevchenco y Gennaro Sorbino, del National Ballet Theatre of Kosice, Slovakia, con Gennaro Sorbino como director artístico, ofrecieron Marriage d’Amour, con coreografía de Sabrina Bosco y música de Frederic Chopin, que la pareja bailó con absoluto lirismo y apasionada entrega, en una simbiosis exquisita de técnica e interpretación.

Vlada Shevchenco y Gennaro Sorbino 
en Marriage d’Amour
Foto: Simon Soong.
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En la misma cuerda del amor como sentimiento supremo del hombre, Amanda Pérez y Alejandro Olivera, del Ballet de Cincinnati, con Cervilio Amador como director artístico, aparecieron en escena como Giselle y Albretch, para bailar un fragmento del Grand pas de deux del segundo acto de Giselle, que sorprendentemente no incluyó la variación de Albretch, sino solo la primera de Giselle, muy bien afrontada por Amanda, “con todas la de la ley”: primero el preciso arabesque en planta girando, y luego, ya estática, con la pierna hacia arriba,  mientras Alejandro esperaba, cabizbajo, como el Pensador de Rodin, sin mirarla, desde el lugar de la supuesta tumba –algo inusual que no puedo entender y que se lo critico–, para luego partnearla por un momento y sacarla abruptamente de la escena; ¡muy, muy decepcionante!

Alejandro Olivera y Amanda Pérez
 en Giselle. Foto: BSM.
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Amanda Pérez y Alejandro Olivera
 en Giselle. Fotos: Simon Soong.
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Amanda Pérez y Alejandro Olivera 
en Giselle. Fotos: BSM.
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Y para cerrar esta variada y significativa gala, Ana Leticia Ferreira y Axel Jaramillo, del Ballet de Monterrey, con Yosvani Ramos como su director artístico, retomaron el pas de deux del ballet El talismán, coreografiado por Marius Petipa y música de Riccardo Drigo, que la noche anterior habían bailado tan brillantemente Amanda Pérez y Alejandro Olivera, lo cual me parece un craso error de programación de ambas compañías, porque las comparaciones siempre son inevitables.

Ana Leticia Ferreira y Axel Jaramillo 
en El talismán. Fotos: Simon Soong.
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Axel Jaramillo y Ana Leticia Ferreira 
en El talismán. Fotos: BSM.
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Sinceramente, Amanda Pérez y Alejandro Olivera debieron repetir El talismán y no bailar ese Grand pas de deux de Giselle incompleto, y Ana Leticia Ferreira y Axel Jaramillo, haber escogido otro pas de deux diferente, lo cual no quiere decir que en El talismán bailaron mal; sino todo lo contrario, ya que tanto en el adagio como en sus variaciones evidenciaron su dominio de la exigente coreografía y una fresca y cuidada interpretación, amén de un buen acople como pareja, con una coda muy efectista.



Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Hialeah, 28 de agosto de 2025.

Fotos: Simon Soong y Baltasar Santiago Martín (BSM).
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