Showing posts with label Ernest Heminway. Show all posts
Showing posts with label Ernest Heminway. Show all posts

Wednesday, November 19, 2025

"The shot": un relato hemingwayano en dos tiempos y dos geografías: La Habana y Wyoming. Apuntes para el relato cubano. (por Carlos A. Peón-Casas)


En mis primeras cercanías al corpus narrativo de Hemingway, lo busqué con profusión en mi Camagüey natal.

Pero fue sin éxito. La traducción del texto no se hizo hasta donde supe, en ninguna edición cubana. Las referencias me llegaron por vías distintas, pero dispersas.

Para entonces, alguno de mis colegas hemingwayanos ad usum, y ya mejor dotados de ese tipo de delicatessens, me dijo alguna vez que lo había visto en su versión original por supuesto, pero su poco manejo del Ingles le había impedido disfrutarlo, y menos aún, proveerme con alguna docta o no tanto opinión al respecto.

Mis afanes por encontrar el relato no cejaron allí. Y con la buena suerte de tener una amiga ya ubicada en el mundo de alguna biblioteca pública, en estas playas miamenses que ahora me acogen, pude un buen día, con muchísima suerte y vía el precario email de la Isla, disfrutar una copia electrónica del susodicho relato de no ficción, y no precisamente un clásico short story, como acaso alguno pudiera considerar.

Pero, la dicha fue poca, o tempora o mores, el susodicho archivo en precario formato word, un buen día fue víctima de algunos de aquellos incidiosos virus electrónicos que habitaban nuestras rudimentarios pc’s, y zas, de un plumazo se hizo ilegible e irrecuperable.

Nunca tuve tiempo pues de reseñarlo como era mi deseo. Mucho menos de echar luz sobre el enigmático opening de la historia donde se refiere, desde la perspectiva hemingwayana, a una anécdota de la no bien contada historia cubana de los años 40’s del pasado siglo XX, y que en algún modo involucrara a Papa en ese minuto habanero.

El relato fue publicado originalmente en la revista norteamericana True, en 1951.

Pero fue indudablemente escrito en el entorno habanero de Finca Vigía que es precisamente el ambiente donde se inicia la acción que se narra, y luego complementado con una anécdota relativa a la caza de antílopes, en Wyoming, donde Hemingway, sus hijos y algún otro personaje, son actores , y donde singulariza el resto de lo narrado, que no será por esta vez, motivo primordial de esta rememoración.

El tiempo real de la historia cubana con que Hemingway singulariza lo narrado, alude incuestionablemente a los años finales de década de los 40’s, con especial alusión al de 1948, y referencias a finales de 1947, y los volátiles sucesos de la política local que lo rodeaban en su apacible Finca Vigía.

Muchos eran de naturaleza violenta, y acaecían al minuto en que gobernaba la entonces República el presidente Grau San Martin, explicitados con un carácter y un sabor definitivamente gansteril.

Exploraremos para el amable lector, las coordenadas posibles que gravitan alrededor del relato hemingwayano, con un opening que tiene a finca Vigía como innegable setting de la historia.

Así arranca Hemingway su relato:
Estábamos terminando el almuerzo en la piscina. Era un día caluroso en Cuba porque no se sentía correr la brisa. Pero la piscina estaba fresca, donde los árboles le dejaban su sombra, y el agua estaba fría y a veces muy fría si uno se zambullía en la parte más profunda.(2)
De pronto y con la llegada subrepticia de dos intrusos al apacible y discreto convite, se nos marcan las pistas del asunto narrativo:
Yo no vi venir a ese par de negros hasta que estuvieron al lado de la mesa que estaba ubicada bajo el follaje y a lado sombra. Yo estaba contemplando los reflejos de los bambúes y de los álamos en la piscina, y cuando levanté la mirada y los vi junto a la mesa supe que no estaba del todo alerta. Se habían aproximado por un área oculta a mi vista, pero los hubiera visto venir al doblar por la esquina de las duchas.(3)
Sin dudas la descripción y el uso de alguna referencia al lenguaje alusivo a la estrategia militar, (a piece of dead ground), nos hace aquí un guiño interesante a la naturaleza siempre precavida de Papa en sus predios de la Finca, y a la sensación de sorpresa por la llegada de esos visitantes inesperados, que hubiera podido evitar acceder a tan íntimo espacio de su casa.

Sigamos con los recién llegados y entendamos de a poco las connotaciones con el suceso habanero de violencia política que los involucra:
Uno era muy grande y fuerte con una cara que yo recordaba. El otro era su guardaespaldas. La persona que evita que alguien te dispare por la espalda. No tiene que ser grande, muy grande, y siempre está un paso por detrás y gira su cabeza como un pitcher vigilando al de primera sin out…(4)
El que lucía como un Joe Walcott por encima de su talla, traía una carta para mí. La había escrito el mismo. El estaba un poco “quemado”, así parecía y necesitaba huir a cierta república de Suramérica tan pronto como fuera posible. Había sido acusado injustamente de haber estado en el segundo de dos autos desde el cual mataron a dos e hirieron a cinco personas en lo que se conoce como el antiguo uno-dos. El primer auto pasa por frente a la casa de amigos a los que previamente saben allí y desean sorprenderlos. Al pasar tirotean la casa como un gesto. Los amigos salen ilesos y portando armas, en lo que el segundo pasa entonces con el resto de los matones y los aniquilan.
El hecho aludido, aunque pudiera sonar anecdótico y sin más relación con la historia cubana de aquel minuto, no resulta, sin embargo difícil de contrastar.

Anécdotas como aquella eran el pan nuestro de casa día en aquellos minutos habaneros. Uno de tales acababa de suceder en la barriada de Marianao a finales de 1947, y del que la prensa tuvo bastantes repercusiones y que sería recordado con el apelativo de Orfila.

De lo acaecido allí en ese barrio habanero, donde dos bandos rivales se ajustaban cuentas, derivarían por necesidad repercusiones para el asunto al que Hemingway aluda en lo que sigue de su relato:
El hombre me sigue explicando que ha sido injustamente acusado de estar entre los ejecutores. Ya ha sido acusado falsamente otras veces. Pero aduce ser amigo de un amigo mío que fue baleado en la calle con solo treinta y cinco centavos en el bolsillo, y sin haber robado ni un centavo ni poseyendo fortuna personal, mientras desempeñaba un puesto del gobierno. Supongo que pueden barruntar que eso significa en estos tiempos.
Y es en este punto cuando encontramos los referentes a Manuel Castro y del Campo, mejor conocido como Manolo Castro, un joven revolucionario de probada integridad, tal y como lo describe Hemingway, y a quien reconoce como su amigo.

Manolo era hombre de acción tal y como Hemingway lo describe. Vinculado a la FEU, organización estudiantil de la que fuera Presidente, y en particular a las acciones universitarias, opuestas a la dictadura de Machado, en específico desde la Universidad de La Habana donde estudiaba Ingeniería, y donde luego ejercería como profesor, se destacó como un líder nato, ajeno a corruptelas y vicios, que combatió denodadamente.

El hecho narrado tuvo lugar a la salida de un cine muy popular en la ciudad habanera de entonces, y donde Manolo Castro sería vilmente emboscado y encontraría la muerte a manos de rivales políticos, miembros de la conocida agrupación Unión Insurreccional Revolucionaria.

Aquella agrupación se había visto implicada y no por casualidad en los sucesos de Orfilia, ya aludido, y donde su líder: Emilio Tro había encontrado también un violento final.

Hemingway lamentó grandemente el suceso. Su cercanía con Manolo era de indudable aprecio recíproco. Los unían además coordenadas y vínculos comunes con nombres de la vida social y política de aquella Cuba que Hemingway habitaba desde una década anterior.

Algunas fuentes críticas, sin embargo, tratan de cuestionar la amistad entre ambos, dejándole solo un hálito de supuesta ficcionalidad en cuanto a la mención que hace de ella Hemingway en el ya citado relato.

Pero si sí leemos con atención a lo que nos narra el enterado historiador Hugh Thomas en su abundosa y bien certificada obra histórica: Cuba. The Pursuit of Freedom, entenderemos mejor la relación que se genera desde el relato que vamos explicitando.

Thomas no duda en acotar en nota alusiva sobre el hecho, coincidentemente desde la misma descripción que Hemingway sigue presentando en su relato:
El ya mentado Manolo Castro era un atractivo y brillante gunman, cuya carrera como la de Masferrer caracterizaba a su generación. Un estudiante que se enfrentó a Machado (miembro de una organización conocida como Legión Universitaria). Luego retornó a la Escuela de Ingeniería y actuó como segundo de Valdés Dausa al frente de la policía universitaria. En 1947 fue designado por el presidente Grau como Director de Deportes...(5)
La evidencia histórica que sigue sustentando Thomas en su obra citada, sigue correspondiendo palabra por palabra a lo que el propio Hemingway relata en la continuidad de su evocación de Manolo, y nos parece evidencia más que suficiente para mantener el aserto hemingwayano de que verdaderamente había sido su amigo.

Aquí lo que dice Hemingway al describirnos la impronta de su vida:
Mi amigo fue considerado como un gunman pero yo nunca lo conocí por haber ajusticiado a la persona incorrecta. De cualquier modo, cuando lo mataron solo tenía treinta y cinco centavos en sus bolsillos, ni ninguna suma en ningún banco, y estaba desarmado.(6)
El suceso narrado tendría mucha prensa. Las investigaciones policiales encontraron culpable a un sujeto nombrado Gustavo Ortiz Fáez, al que identificaron huyendo de la misma escena del crimen y portando un arma recién disparada. Para colmo se vinculaba de cierto modo con el entonces presidente de turno, el ya mentado Grau San Martín de quien se decía ser ahijado.

Nada mejor para del cierre de esta revelación histórica que ahora desglosamos que dejar al inteligente lector con las evidencias que aportaba un diario habanero de la época en lo tocante a los hechos de aquel connotado suceso.

Transcribimos la nota de reseña del periódico habanero Hoy, órgano de prensa del entonces Partido Socialista Popular:
Las diligencias realizadas por la Policía y el Juzgado no habían arrojado ayer ningún nuevo detalle esclarecedor del atentado al ex líder de la FEU y a sus amigos, habiendo limitado las actuaciones a la autopsia de Castro y a la prueba de la parafina a este y demás atacados, así como al único detenido que hay en el caso, que lo es el joven estudiante Gustavo Ortiz Faes, de veinte años…que fue arrestado al ocurrir el suceso cuando huía por la calle Industria, con una pistola, y a quien la policía señala como uno de los agresores. El detenido…dijo ser ahijado del Presidente de la República, Dr. Grau San Martin y de la Primera Dama, señora Paulina Alsina.(…) Así mismo se ha determinado que Manolo Castro y sus amigos no pudieron repeler agresión, debido a lo inesperado de la misma(…)Manolo Castro se hallaba(…) en la esquina de Consulado y San Rafael, frente al cine “Resumen”(…) cuando aparecieron tres o cuatro individuos, que les hicieron fuego súbitamente, cayendo todos heridos. En declaraciones hechas a la prensa, varios amigos del ex Presidente de la FEU, han formulado graves acusaciones contra otros dirigentes de ese organismo estudiantil, así como contra ciertas autoridades policiacas, a las que señalan en complicidad con los agresores de Manolo Castro. Se señalan en esas declaraciones como ligados a los agresores al Comandante de la Policía Nacional Ignacio Mendieta y al teniente del propio cuerpo, Armando Correa quienes eran amigos íntimos del extinto Emilio Tro. Según afirmaciones el atentado contra Manolo Castro fue planeado y ejecutado por los dirigentes de una organización denominda “Union Insurreccional Revolucionaria, de la que fue jefe el citado Emilio Tro. Concretamente mencionan los nombres de Jesús Dieguez, José Injauma, un tal García Ristra, Julián Martínez, Gali Menéndez y otros conocido como “Machito” y el “Boxeador”, así como a los dirigentes estudiantiles Pedro Mirasu, Fidel Castro, Justo Fuentes y otros(…)Dicen también los declarantes que los autores del atentado de Manolo Castro estaban en contubernio con agentes del dictador dominicano Trujillo, ya que el líder desaparecido fue uno de los principales jefes de la frustrada expedición armada contra la tiranía trujillista. (Periódico Hoy. La Habana, Martes 24 de Febrero de 1948. Ano XI. Numero 47)


------------
  1. The Shot. By Line: Ernest Hemingway. Edited by William White. Charles Scribner’s and Sons. NY, 1967.pp 417-424.
  2. The Shot. Op.cit. (La traducción al Español de estos fragmentos es de mi autoría.)
  3. Ibid.
  4. Ibid.
  5. Cuba, The Pursuit of Freedom. Hugh Thomas. Harper and Row, NY, 1971, p.742. (La alusión de Thomas le llega desde lo referido por el Diario El Mundo, edición del 24 de Febrero de 1948, y desde el propio relato de Hemingway que sugiere al lector como evidencia descriptiva.
  6. The Shot. Ibid.

Wednesday, October 1, 2025

Los amigos camagüeyanos de Hemingway (por Carlos A. Peón-Casas)


Ciertamente Hemingway y Camagüey tienen conexiones inevitables, que pasan esencialmente, por aquella bien documentada experiencia en la cayería norte, en los primeros años de la década del 40, del pasado siglo, dándole caza a los submarinos alemanes que infestaban la zona en aquellos aciagos día de la II Guerra Mundial. 

Del suceso, queda incluso, el testimonio ficcionalizado de su novela póstuma Islas en el Golfo, bien conocida por acá. Pero, si de otras cercanías y amigos se trata, todavía el Camagüey y Hemingway, tienen otras aristas casi nada divulgadas, que pretendemos desgranar a la luz de lo que Carlos Baker, a nuestro ver el biógrafo más sólido de Papa, o al menos, el único a quien autorizó a airear su vida después de su deceso, recrea en su conocida biografía Ernest Hemingway. A Life Story; e igualmente echando mano a otras muy interesantes fuentes epocales que nos ayudan a poner en blanco y negro estos todavía inéditos detalles.

La amistad reconocida entre Hemingway y su inseparable amigo Mayito Menocal Sr., pero quien no era oriundo de esta región, lo acercan a Camagüey en 1940, a los predios del Central Santa Marta, propiedad de la familia García Menocal, un hecho igualmente bien documentado por Baker, y al que ahora solo mencionamos de pasada. 

Pero si de verdaderos amigos autóctonos de esta comarca de “pastores y sombreros” se trata, tendríamos que empezar refiriendo a dos hermanos camagüeyanos, de los que hasta aquí sólo encontramos una mínima pero ilustrativa mención en Baker y muy pocos detalles que refieran a tal relación con Papa: refiero a Graziella y Thorwald Sánchez Culmell, hijos del reconocido comandante de la Guerra de Independencia y rico hacendado local, Bernabé Sánchez Batista, quien luego fungiría como Gobernador de la Provincia de Camagüey en los tiempos del famoso alzamiento liberal de la Chambelona en 1917. 

Es un hecho que la pareja de hermanos nacieron en estas tierras, sin que podamos aún precisar el lugar y la fecha exactos, aunque con toda presunción por la época antes citada, o alrededor de las dos primeras décadas del siglo veinte entre la ciudad de Camagüey, y las propiedades de la familia en los extensos predios de la zona del Central Senado, posesión del citado Bernabé, o hasta quizá presumiblemente en la ciudad de Nuevitas. 

Junto al resto de la familia se afincaron a posteriori en La Habana, donde posiblemente conocieron a Papa. La fecha de ese primer encuentro puede perfectamente coincidir con ese primer minuto de los años treinta (1932) en que Hemingway cruza a La Habana desde Key West, donde estaba su casa, para iniciar esa nunca terminada luna de miel con la corriente del Golfo y sus infinitas coordenadas piscatorias.

La relación, al menos con Thorwald, estaría signada a no dudarlo, como la que la unía con Mayito Menocal, al mundo de la caza y la pesca. De Thorwald sabemos que detentaba una muy exquisita educación al graduarse en Harvard, y ya era reconocido en Cuba “como uno de los principales deportista de la pesca” 

La alusión que hace Baker tiene inevitablemente ese último signo. Y aunque el hecho narrado discurre ya en la década de los 40’s, es clara evidencia de la amistad que ya los unía, aunque en la relación, Baker no nos aclare nada más al respecto.

La cita de marras da cuenta de un suceso marítimo que involucra al Pilar en misión de rescate del schooner, propiedad de Thorwald a la altura de Bahía Honda, en Pinar del Río en noviembre de 1943:
Los salvajes vientos del norte hicieron muy difícil la navegación durante casi todo el mes de noviembre. El día 9 el Pilar se las arregló para rescatar el schooner de Thorwald Sánchez, al que se le había roto sus moorings cuando no había nadie a bordo y estaba camino de estrellarse contra las rocas…
Se trata sin dudas de un suceso enmarcada en el minuto en que Hemingway junto a sus socios del Crook Factory, siguen rastreando los submarinos nazis a lo largo de la costa norte cubana, un poco antes que Hemingway, pusiera fin a esa fallida aventura, y se embarcara a Europa para reportar para Collier’s las “heroicas hazañas de la Fuerza Aérea Real Británica” 

Las alusiones para Graziella, corresponden a un minuto posterior en la historia personal de Hemingway, para cuando Papa retorna a la Habana via New York de los campos guerreros en tierras alemanas a los que ha llegado desde Bélgica, y donde ha seguido los desempeños de la 4ta división y el Regimiento 22 a cargo de su amigo el general Lanham. 

El detalle que da Baker, es tan mínimo como el primero ya citado, y alude a una cena en casa de la amiga el sábado14 de abril de 1945, cita que alargó hasta las dos de la madrugada en un café de la bahía. No hay más alusiones al personaje, y tenemos que barruntar que la amistad de Papa con Graziella, viene precisamente por la que iniciáticamente lo acercó a su hermano mayor, aunque no dejamos de sospechar que quizás Graziella compartiera con aquel su gran pasión por la pesca deportiva, algo no muy común entre las damas, pero acaso no imposible, en la acaudalada muchacha.

De la vida particular de Graziella y Thorwald, sabemos no mucho más, para esa época la primera estaría casada con el ciudadano norteamericano Roy Archibald, y su hermano, quien en los años 50’s era igualmente propietario de la Fábrica de Helados Guarina S.A, con Tina Sarrá. 

Hay empero, una fuente documental, que incluye muy valiosas fotografías de la familia Sánchez, y donde presumiblemente aparecen nuestros personajes. Corresponden a un viaje de veraneo a la propiedad de la familia en los predios de la Boca de Carabelas, a la salida de la bahía de Nuevitas en los años veinte o treinta. Igualmente, hemos podido rastrear fotos de una Graziella veinteañera aparecidas en la revista Social del año 19 rodeada de lo mejor y más graneado del jet set habanera de la época.

Como dato curioso, en la última edición del Directorio Social de Camagüey, correspondiente al año de 1960, hay una entrada para Thorwald, donde se anunciaba como Industrial y Propietario, y declaraba su residencia para entonces en el muy aristocrático reparto habanero de Alturas de Miramar. Su hermano mayor Bernabé también afincado en la Habana, sí detentaba todavía oficinas comerciales en Camagüey, en el número 62 de la calle General Gómez . No hay empero ninguna referencia para Graziella.

De cualquier modo, sigue siendo un detalle no esclarecido, sobre el que sería oportuno seguir abundando, si acaso Hemingway y los Sánchez coincidieron alguna vez por tierras camagüeyanas, quizás en las interminables llanuras de su extensísima finca Santa Beatriz , o en los ardientes arenales de la playa Santa Lucía en los que ciertamente Papa recaló alguna que otra vez. El hecho no sería ciertamente improbable, y añadiría otra coordenada siempre interesante a sus inevitables cercanías a nuestro entrañable terruño.

Wednesday, August 6, 2025

Un Hemingway poco visto: anécdotas desde Normandía hasta París. (por Carlos A. Peón-Casas)



Me resulta particularmente estimulante, rastrear para el curioso lector tan afín a las peripecias hemingwayanas, estas particulares anécdotas que entresacamos de la lectura del libro D-Day. The Battle for Normandy, del autor e historiador británico Anthony Beevor, un verdadero connossieur del tema.

Un texto de abundante enjundia histórica, no deja empero fuera al Hemingway cronista que acompañaba, como uno más, a otros corresponsales de guerra, deseosos de hacerse un lugar entre las tropas y junto a las que se jugaron la vida, en aquel tormentoso amanecer de junio del 44.

De entre tantos, Papa Hemingway se llevaba a no dudarlo las palmas. Su experiencia en otras y tantas peripecias bélicas o no, y su carisma, le otorgaban suficiente pedigree para merecer toda la gloria.

Esos minutos de relevante signo, recogen algunos escenarios pocos días después del desembarco primario.

La verdad histórica no puso a Hemingway pie en tierra aquel mítico día, tal y como lo testimonia su crónica para Colliers: Voyage to Victory, publicada el 22 de Julio de 1944, a más de un mes del Día D.

Su relato deja empero el vibrante momento en que una de las barcazas de desembarco con Papa abordo, enfilara hacia algún punto de la costa francesa, una entre tantas oleadas de aquel día. Aunque a Hemingway, no se le permitió desembarcar. Volvió al buque madre, y de allí a tierras británicas.

Para el instante que lo describe Anthony Beevor en su libro ya citado, Papa ya había puesto pie en tierras francesas andando el mes de julio, justo detrás de las primeras líneas, en la retaguardia de las tropas aliadas recién desembarcadas y que avanzaba hacia París.

Lo descubrimos deambulando con inquieta, sagaz y pertinente mirada escrutadora, sobre las cabezas de ensimismados generales en campaña, frente al improvisado mapa de las primeras operaciones. Así nos lo presenta el autor:
Un gran número de observadores se apilaban en los cuarteles de la Collin’s VII para ser testigos del ‘gran show’. Los periodistas lucían su impaciencia. El también corresponsal de guerra soviético Coronel Kraminov, quien tuvo palabras muy precisas sobre cada quien allí reunido, dijo de Hemingway “que escrudiñaba cada gesto empinándose sobre las cabezas del resto (…)
El 31 de julio, las tropas desembarcadas enfrentaban una enconada resistencia, en particular la Fuerza de Tarea Z que avanzaba desde Gavray hasta Avranches.

Mientras que otra columna, de la 3ra División llegaba a Avranches, Hemingway ya estaba en la zona. Lo que nos sigue narrando el bien informado Beevor sobre Papa, nos sigue develando ese particular ardor guerrero, y la casi rayana tendencia suicida ante el peligró, del inveterado narrador y cronista en funciones de corresponsal:
Su acompañante el teniente Stevenson, remarcaba que estar cerca de Hemingway era ‘tan peligroso o más, que ser el ayudante del Brigadier General Roosevelt.’ Hemingway quien se había sumado por si mismo a la 4ta División de Infanteria del General Barton, persuadió a Stevenson de acompañarlo en riesgosos viajes a bordo de un auto Mercedes convertible, o una motocicleta con sidecar, ambas abandonada por los alemanes en su retirada. En sus cartas a Mary le describía la experiencia: ‘vivencias de una vida alegre y jovial con muchas bajas, botín de guerra, muchos disparos, lucha enconada, cercas vivas, pequeñas colinas, caminos polvosos, un país verde, campos de trigo, vacas y caballos muertos, tanques de 88mm, Kraftwagens, nuestros muertos.’ Pronto se le unió Robert Capa, y Hemingway por casi nada pierde la vida, cuando por error embistieron contra una mina antitanque. Hemingway que acabó refugiándose del fuego enemigo en una cuneta, después del grave suceso acusaba a su amigo Capa, de fallar en el empeño de tal minuto de crisis, que podría haber resultado en la primera foto del cuerpo sin vida del famoso escritor.
A la altura de Ramboulliet, Hemingway se sumaba a un grupo de inquietos corresponsales: “los más increíbles actores dignos de una obra imposible, reunidos en el Hotel du Grand Veneur", según el sorprendido parecer de los oficiales del general Leclerc.

Hemingway a pesar de su conocida acreditación como corresponsal para la revista Collier, estuvo siempre más interesado en actuar como un soldado irregular con la Resistencia local.

El dato que está bien documentado en Baker y la mayoría de sus mejores enterados biógrafos, tiene esta vez una interpretación muy particular en el relato que el historiador Beevor narra en su libro:
El portaba a la vista de todos una pesada pistola automática, aunque esto fuera totalmente ilegal para los no combatientes. De acuerdo con el relato de John Mowinckel, oficial de inteligencia, Hemingway habría querido interrogar a un patético prisionero alemán apresado por sus nuevos amigos de la Resistencia: ‘yo lo haré hablar, fanfarroneaba, quítenle las botas, le asaremos los dedos de sus pies con una vela’. Mowinckel le dijo a Hemingway que parara aquel sinsentido ,y liberó al infeliz muchacho, que definitivamente no sabía nada.
Beevor nos sigue puntualizando otras coordenadas de aquellos minutos de creciente tensión, en el que Hemingway reaparece con su impronta de irreductible capitán dispuesto a liderar la batalla final contra Paris.
Entre sus colegas allí congregados se contaban otros nombres, como el del también escritor Irwin Shaw, acompañado de un grupo de fotógrafos y corresponsales norteamericanos, todos anhelando la primicia de ser los primeros en llegar a París. Entre aquellos destacaban Ernye Piley y Bob Capa. Pyle usaba una boina que lo hacía lucir como el mariscal de campo Montgomery. De entre aquellos, no pocos se mostraban irritados aunque no completamente sorprendidos, de ver a Hemingway actuar como si fuera el comandante militar del lugar. Cuando Bruce del Chicago Daily News hizo un sarcástico comentario acerca del General Hemingway y sus Maquis, un airado Papá se se abalanzó y le dio un puñetazo.
La entrada final en maratonicas jornadas a campo traviesa ubicaron finalmente a Papa en la inmediaciones del Hotel Scribe, unido a David Bruce, y rodeado de una improvisada milicia de escritores, Hemingway se dirigió sin miramientos rumbo al Ritz, determinado a “liberarlo”.

De aquella jornada liberatoria ha corrido ya mucha tinta con los detalles más o menos verídicos del suceso, tanta tinta como las propias libaciones que siguieron en el afán celebrativo con interminables brindis que el propio autor Beever nos explicita:
La ciudad parecía sufrir una resaca colectiva a la mañana siguiente. David Bruce había recogido en su diario todas las combinaciones posibles que habría bebido: ‘Cerveza, cidra, Bordeaux blanco y tinto Burgundy rojo, champagne, ron, cognac, Armagnac y Calvados… una combinación suficiente para desintegrar a cualquiera.
Hemingway, sin dudarlo no habría sido tampoco excepción. París bien valía la pena.

Wednesday, July 9, 2025

Hemingway dice adiós a su casa cubana. Anécdotas en perspectivas para una despedida según relato de Mary Welsh. (por Carlos A. Peón-Casas)


El 25 de Julio de 1960 los Hemingway abandonaban su casa cubana para no volver a vivirla más.

Partieron sin mucho ruido dejando su Finca Vigía por una presumible temporada en los predios norteños de Wyoming, y, para volver tan pronto los primeros vientos otoñales enfriaran el ánimo y las ganas del continente. Pero el viaje sin pretenderlo sería para siempre.

La casona seguiría atendida y en orden por la servidumbre al uso, en especial su mayordomo, quien no pocas veces en los últimos lustros, velaría por cada detalle durante las ausencias de sus moradores por viajes por el mundo, y estadías temporales en los Estados Unidos.


Mary Welsh nos deja el testimonio de la partida en su imprescindible memoria How it Was:
El 25 de Julio, Ernest, Valerie y yo abordamos el ferry desde La Habana, dejando nuestra casa con toda su servidumbre a cargo, esperando volver en el otoño o el invierno. Habíamos dejado allí todo, la platería, la cristalería veneciana, 8 mil libros, muchas primeras ediciones autografiadas, y la pequeña colección de pinturas de Ernest: un Paul Klee, dos Juan Gris, cinco Andre Masson, un Braque, varias y muy buenas y vividas pinturas de toros de Roberto Domingo. En las bóvedas de mi banco habaneros quedaron resmas de un manuscrito aún no publicado.
Los antecedentes de la partida ya han tenido suficiente referencias en autores de uno u otro tenor.

Mucho se ha dicho y especulado. No es mi pretensión llover sobre mojado. Aludo pues a los detalles que la propia Mary nos deja leer en su memoria que ahora desgranamos .

Durante lo que fue su última temporada en aquel cuartel de invierno, Mary y Papá habían abordado la posibilidad de aquel viaje con o sin retorno. Escuchemos a Mary:
En algúna noche de sábado ocasional, hablamos sobre el problema de nuestra permanencia como residentes extranjeros en Cuba. Ernest no era partidario de la idea de que debiéramos abandonar La Finca y nuestra gente allí, llevándonos nuestras posesiones de mano. Por casualidad su mejor cuadro: La Granja de Miro, ya había partido. Después de meses de negociiacion el Museo de Arte Moderno de Nueva York lo había convencido de prestarlo para una exhibición. Por los últimos siete meses yo había estado considerando alguna forma, en que sin causarnos mucho trauma, pudiera salirme de lo que ya consideraba su nuevo estilo de vida. Pero deseché la idea. Papá parecía tener muchos y graves problemas, y yo no sería uno más.
Como el lector barrunta con facilidad, la relación sentimental de la pareja tampoco estaba en un momento pleno. Justo a finales del verano anterior el desencuentro tendría su punto álgido, cuando la propia Mary aludiera en carta a Papa sobre el diferendo afectivo:
La carta que me pediste escribiera sobre nuestras relaciones personales me resulta dificil. Atascada con la emoción y los sentimientos de soledad y desamor. La evidencia, como lo veo, muestra que ya no significó mucho para ti. Estoy planeando mi retirada, y espero restablecer una nueva vida para mi… Te mando mi amor y devoción de siempre. Y buena suerte para ti y para todos en La Consula.
Después de celebrar con estruendo el cumpleaños 60 de Hemingway, en los predios españoles de Málaga, la pareja recorrió un largo periplo por la península en compañía de Valerie Danby Smith, a quien Mary con no poca sorna describía como: “la secretaria-ama de llaves de Ernest, y el nuevo y temporal apéndice”.

Para aquel minuto, y redondeando sus propios sentimientos, Mary se declaraba: “inaudible e invisible, una cualidad muy devaluada para una esposa”

Con esos sentimientos volvió a los predios cubanos de Finca Vigía, para encontrarla en un estado poco funcional. Así lo describe Mary:
Pretendiendo no preocuparnos, los sirvientes nos decían en nuestra ausencia que todo estaba bien con nuestra casa pero en solo una mañana descubrí que ningún equipo funcionaba excepto mi máquina de escribir. El sistema eléctrico del Chrysler de Hemingway estaba exhausto, igual la batería de mi pequeño Plymouth, lo mismo que la camioneta que era esencial para nuestro equipaje. La bomba de la piscina tampoco servía. Cuando Schmidt el piscinero la llevó a revisar, encontró dentro a una familia de ratas… tampoco funcionaba el tocadiscos, ni los radios de la casa. El horno encendía pero no calentaba. Supe por Gregorio que el Pilar había estado inactivo por siete meses por una limpieza no acometida de su casco, que normalmente se le hacía tres veces al año…
La situación del país en plena efervescencia revolucionaria y contrario a lo que Mary había barruntado en sus lecturas de la prensa europea, le parecía feliz. Leemos sus anotaciones al respecto:
La gente parece respirar confianza y esperanza… Fidel promovía rallies en La Habana, convocando al pueblo de todas partes de la isla… por varios días dejé horas libres a nuestros empleados para que pudieran tomar un atestado bus y concurrir a aquellas congregaciones .
Hay una anécdota muy sugerente sobre el estado de las cosas, Mary la comparte en su relato de aquel minuto:
EL 26 de octubre (1959) bajé de la colina para tomar un trago en compañía de los Steinhart, entre cuyos invitados había un par de soldados barbudos de la tropa de Fidel, cuando nuestra anfitriona Olga Steinhart mencionó que la revolución era de inspiración comunista, uno de los soldados sonrío y acotó: “Mejor que nos acusen de comunistas que de capitalistas”.

Los últimos días en aquella casa que Hemingway habitara por dos décadas,  fueron de indudable valor reflexivo para la pareja. Mary la describe en su biografía con no pocos dejos de nostalgia:
Ninguna de nuestras estancias en la Finca fue tan tranquila como la de aquel invierno, Ernest preocupado por su trabajo… el tiempo muy frío para nadar en la piscina… para nuestra recreación leíamos. Y para ejercitarnos subíamos a la punta de la colina detrás de la ruinosa vaquería para ver el sol ponerse sobre el horizonte de La Habana… Ernest no quiso celebrar su cumpleaños aquel año… ”no tiene sentido un cumpleaños ni una fiesta…" 
El día de la partida, un día antes de la festividad más importante de la revolución, el 26 de Julio, los Hemingway abordaban el conocido ferry nocturno que los conduciría a Key West en viaje sin retorno. Un ciclo de historia y memoria de aquel Hemingway “cubano sato” se cerraba para toda la Eternidad.




Bibliografía citada

How it was. Nary Welsh Hemingway. Futura Publications. Great Britain, 1978.

Wednesday, July 2, 2025

Del mundo de Hemingway en Cuba. Un artículo del "Diario de la Marina": “El Tiro de Escopeta a través de los años. “ (por Carlos A. Peón-Casas)


Hemingway a no dudarlo fue parte de esta memoria. Su cercanía en los años cuarenta y cincuenta al Club de Cazadores del Cerro es obvia y notoria en fotos y alusiones bibliográficas.

Solo en la bien provista biografía de Carlos Baker hay abundantes alusiones al tema que el lector curioso puede rastrear con profusión y entusiasmo.

Pero hoy aludo a una fuente bibliográfica ya rara y valiosa de la Cuba que habitará nuestro héroe: El Diario de La Marina en su edición extraordinaria de 1957, donde leemos con interés este artículo ya mentado al comienzo.

Y no deja de ser revelador porque la tradición del tiro deportivo en Cuba tiene larga data tan temprano como en 1909 cuando se principiará a practicar la modalidad del “trap”. Ya aquel mismo año se declaraba campeón en tal modalidad al Sr Felipe Martínez según obra en los récords más antiguos del Club de Cazadores del Cerro del cual era miembro.

Pero al menos, los albores de tales competiciones correspondieron en su primer momento a la Sociedad de Cazadores de La Habana que se ubicaba en la barriada habanera de Pogolotti.

Para cuando Hemingway se avecinará en la capital cubana, en su Finca Vigía, ya la tradición del "trap" había evolucionado a la del tiro al pichón, que tuvo sus comienzos en el año de 1916, y en aquel año tuvo por campeón nacional a Isolino Iglesias.

Igualmente a mediados de los años 30 ya era popular igualmente la conocida técnica del skeet, del que fuera campeón en ese minuto indiscutido: Elicin Argüelles, gran tirador natural que rankeaba 92 de 100 en su average.

El nombre del campeón es inmediatamente cercano a cualquier medianamente informado estudioso del tema Hemingway en Cuba.

Elicio Argüelles fue entrañable amigo y cofrade de Papá en igualdad de afectos con otros nombres como los de Mayito Menocal (padre e hijo) , el sacerdote vasco Andrés o su patrón del yate Pilar: Gregorio Fuentes.

Pero Elicio Argüelles no sería el único amigo hemingwayano que practicara el tiro y fuera campeón en aquella modalidad tan difícil del skeet.

Leyendo con atención en las listas de campeones del mencionado Club de Cazadores del Cerro, en su Galería de Skeet, descubrimos el nombre de Torwald Sánchez, camagüeyano de origen y heredero de una gran fortuna ganadera.

Figuraba ya en 1938 como campeón nacional de la modalidad, y a no dudarlo ya se encontraba entre los conocidos de Papa en sus incursiones habaneras, pues Torwald era igualmente un amante del yatismo y la pesca.

Pero igual en el concurrido Club del Cerro donde Hemingway era asiduo, concurrían tirios y troyanos, al punto que los anales del Club recogían un nombre tan sugerente como el de Frank Steinhart, aquel vecino proverbial de Papa, con quien mantenía belicosas relaciones, en los predios de su Finca Vigía.

Para remarcar los antagonismo leemos con atención que el propio Steinhart fuera indiscutido campeón en la modalidad de Dobles y Skeet en 1946.

Las evidencias provistas por estas estadísticas que hoy hemos remontado y que han quedado reveladas para el lector y el acucioso investigador por este artículo del año 1957 que es sin dudas una muy oportuna fuente investigativa.

Tales referencias no muestran a Hemingway en ninguno de los apartes de excelencia competitiva, lo que no es óbice de que su maestría en aquellas prácticas fuera manifiesta tal y como nos las evidencian los materiales bibliobiográficos a nuestra vista.









----------------------
Fuente citada: El Tiro de Escopeta a través de los años, por Mirilla. En Diario de La Marina. Número Extraordinario. La Habana. 15 de Septiembre de 1957. P. 248

Wednesday, January 8, 2025

Hemingway entre amigos cubanos. (por Carlos A. Peón-Casas)

Mayito Menocal and Hemingway, 1953.
Foto 1.
----------

El dicho bien castizo de que “no son todos los que están, ni están todos los que son”, me da pie para este esbozo de las amistades cubanas de Hemingway en su dilatada estadía cubana.

Si entre la papelería de Finca Vigía figurara una hipotética relación con los nombres y menciones de esos claros “alteres egos” del escritor norteamericano, no dudo que muchos de los que se dieron por amigos jurados del escritor, se sorprenderían de no poderse reconocer en la lista, o viceversa.

Y es que mucho se ha dicho por parte de esos conocidos y amigos más o menos íntimos, y por parte de quienes han escuchado a otros proclamarse con el sanbenito de la amistad de Papá.

Y en verdad a muchos no les sobraría razón. Pero igual sigo creyendo que el verdadero círculo de los más cercanos se iría cerrando si tenemos el cuidado de escuchar al propio Hemingway proclamarlos y llamarlos por sus nombres.

Para esta mínima cercanía propongo al lector una referencia, donde igual dejo claro el adagio del comienzo de que no necesariamente pudieran ser muchos otros los no incluidos en esta primaria y subjetiva lista de Papá.

Se trata de una referencia poco citada al respecto, la que nos la lega su última esposa Mary en su biografía: How it was, un testimonio que sigo considerando relevante, y que sospecho no ha tenido mucha prensa entre quienes han aludido antes a este asunto de amigos o simple conocidos cubanos del escritor.

El minuto más relevante al respecto es un discurso del propio Hemingway para todos los congregados en su amable Finca el día que se hiciera público su Premio Nobel de Literatura, a saber, el 28 de octubre de 1954

Hemingway no hace una larga lista, solo se limita a mencionar unos pocos nombres, todos de cubanos, todos conectados con el escritor en una u otra circunstancia, entre una u otra coordenada que el alternaba sin ambages, desde su conocida movilidad por todos los estratos de la sociedad cubana de su tiempo.

Sus palabras al respecto creo definen mejor que ninguna otra especulación antes esbozada sobre el particular , y nos dejan la mosca en la oreja, sobre el como , el cuándo y el dónde, que este cronista les debería de alguno de los listados allí, al menos los nombres esbozados vienen del propio Papa, lástima que ya no podamos preguntarle por esos afectos tan sugerentes…

Club Náutico. La Habana 1958.
Foto 2.
-------------

Aquí dejo esta perla conclusiva en el original Inglés del libro de marras, para que la intrusión traductiva no nos juegue una mala pasada….Que los que saben más juzguen mejor, estas específicas coordenadas de amistad de ese Hemingway, que, ese mismo día se anunció a los cronistas como un “cubano sato”
I am a man without politics. This is a great defect but it is preferable to arterioesclerosis. With this defects of being apolitical, one can appreciate the problems of the Palmolivero(the fellow who sniffs canned heat) and the triumphs of my friend Alfonsito Gomez Mena. I was friend of Manolo Guas who was the uncle of Felo Guas and also the friend of Manolo Castro (gamblers).

I like the fighting cocks and the Philarmonic Orchestra. I was a friend of Emilio Lorents and this has not hurt my friendship with Mayito Menocal who with Elicio Arguelles are my best friends in the country (….)


Alusión a How it was. Mary Welsh Hemingway.Futura Publications Ltd, Great Britain, 1978. p. 411.



-------------
Foto 1. Tomada de  Two different persons. A Cuban perspective on Hemingway.  By Jeffrey Meyers. TLS
Creator: SPUTNIK / Alamy Stock Photo
Copyright: Credit: SPUTNIK / Alamy Stock Photo.

Foto 2. Tomada de Vintage Cuba. Facebook.

Wednesday, November 27, 2024

Hemingway en un discurso olvidado... Anécdotas del día en que supo de su Premio Nobel. (por Carlos A. Peón-Casas)

Foto/ Diario de la Marina.
Octubre, 1954.
--------------

Lo que narro lo tomo de oídas de la propia Mary(1). Fue el día 28 de octubre de 1954 y Hemingway amaneció con la noticia de que finalmente la Academia lo premiaba con el Nobel de Literatura, como debería haber hecho antes, quizás incluso antes que a Faulkner: un detalle que en su minuto Hemingway aceptó con resignación espartana, aunque era evidente que se sentía tan merecedor del lauro como su coterráneo narrador.

Papa amaneció con la noticia. La AP fue la primera en felicitarlo. Emocionado despertó a su esposa Mary y le espetó: “My kitten, my kitten, I’ve got that thing...” (“Gatita, lo conseguí”).

Pero todos los corresponsales de periódicos cubanos y foráneos con oficinas en la capital cubana se daban prisa para alcanzar la Finca Vigía y tener las primicias del incontestable hecho; cuando la Academia sueca anunciaba a Hemingway como el ganador absoluto de aquel año y le endilgaba epítetos tan merecidos como aquel de “iniciador de una nueva técnica de la ficción; o calificaban al Viejo Mar como “obra maestra.

Mary ni corta ni perezosa se puso manos a la obra preparando un bien surtido menú para recibir a los “muchachos de la prensa” que incluía apetitosos “bocaditos” de jamón inglés y español, quesos acompañados de frutas y unas cuantas botellas de vino de un Marqués de Riscal ligero, pero bien redondo en el paladar.

Hemingway los recibió con emoción y estuvo por horas atendiendo sus preguntas por toda la casa: lo mismo en la escalera de amplios escalones al frente, las terrazas y en cada mínimo espacio de su acogedora Finca.

Como a las tres de la tarde, una concurrencia de más de una docena de invitados se acomodaba a como daba lugar en la sala para escuchar al Mestro , que micrófono en mano, se disponía a compartirles sus palabras en un semi improvisado discurso del que ya tenía esbozado algunas ideas, garabateadas con su letra infantil y su infaltable lápiz desde muy temprano en la mañana.

Foto/George Leavens
---------------

De aquellas palabras que fueron primordialmente para el consumo de sus invitados, Mary nos deja la evidencia traducida que ahora compartimos al amable lector:
Como saben hay muchas Cubas. Pero como la Galia, se puede dividir en tres regiones: la de los que pasan hambre, la de los que son frugales, y la de los que comen demasiado. Pero en este convite de hoy, todos pertenecemos a la tercera, al menos por este minuto.

Me considero un hombre apolítico. Este es un gran defecto, pero es preferible a la arterioesclerosis. Con esta limitación uno puede apreciar los problemas del Palmolivero, lo mismo que los triunfos de mi amigo Alfonsito Gómez Mena. Fui amigo de Manolo Guas, quien era primo de Felo Guas, y también amigo de Manolo Castro.

Me gustan los gallos lo mismo que la Orquesta Filarmónica. Fui amigo de Emilio Lorents, y esto no ha disminuido mi amistad con Mayito Menocal quien con Elicio Arguelles son mis mejores amigos en este país. Y Dios sabe que no peco al considerar que Antonio Maceo fue un mejor general que Barnard Law Montgomery, tampoco al esperar por la muerte de Trujillo, que muera de muerte natural, por supuesto. Es la única persona que quisiera ver partir antes que yo. (...)

Ya son muchas palabras hasta aquí, y no quiero quedarme en ellas sino pasar a la acción. Deseo ofrecer esta medalla sueca a Nuestra Señora la Virgen del Cobre.
Algunas ideas no escritas fueron igualmente compartidas por Papa, como su simpática alusión a que aun los 35.000 dólares del Premio no estaban en su mano, por lo que podría no temer ninguno fuera a venir a robarlo, igual que le gustaría compartirlo con sus amigos más desafortunados de las calles habaneras o aquellos del entorno del Floridita, pero que inevitablemente con aquel dinero debería primero honrar sus deudas.

Igual ya hacia patente a la prensa su imposibilidad de concurrir a Estocolmo a recoger su premio, porque por su reciente accidente africano, su espalda no soportaría el esfuerzo. Para cerrar su alocución, Hemingway nombraba quizás con falsa modestia, tres posibles escritores que podrían haber recibido el premio en su lugar: Carl Sandburg, Isak Dinesen, y Bernard Berenson.

La jornada fue interminable aquel día, y aun a las seis de la tarde la prensa y los invitados revoloteaban por la casa. Mary, la atenta anfitriona, ya no pudo soportar más la intrusión y el tumulto de sus huéspedes, e igualmente nos acota como se esfumaba graciosamente hacia la invitante piscina de la Finca, para solazarse en soledad y escuchar mientras nadaba sus 30 vueltas reglamentarias: “el silencio puntuado solo por los murmullos de los pájaros y los distantes ruidos del tráfico sobre la colina".




------------------
1. How it Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications,Great Britain,1978. pp.410-412.

Wednesday, November 6, 2024

Hemingway reportero de guerra en Constantinopla (por Carlos A. Peon-Casas)


La labor periodística de Hemingway en los tiempos de Paris como reportero del Toronto Star, incluyó en 1922, un periplo de tres semanas al Oriente Medio, específicamente a la ciudad turca de Constantinopla donde había estallado una conflagración entre la primera nación y Grecia, por causa de unos territorios (Anatolia) en los avatares de la Guerra Greco Turca. Los hechos habían terminado con la recuperación turca de la región de Anatolia, y el incendio del puerto de Esmirna.

Hemingway debía cubrir los hechos estrictamente para su periódico (Toronto Star), pero secretamente, según lo relata Baker, había pactado reportar igualmente para la Hearst's International News Service(1). El hecho no dejaba de preocuparlo dado su condición de reportero exclusivo de el Toronto Star, lo que no dejaría de traerle el reproche de su periódico, por la duplicidad de información.

Su primer despacho, no mas alcanzada la ciudad el 29 de septiembre, era lacónico pero explicito: “Constantinopla es ruidosa, calurosa, montañosa, sucia y hermosa…atestada de uniformes y rumores”(2).

Su estancia en la ciudad, por entonces ocupada por tropas inglesas en evitación de una supuesta invasión turca, estaba marcada por el miedo de los habitantes de las atrocidades de los turcos cometidas en Esmirna. Para su mala suerte, contrajo malaria debido a la picadura de insectos en el Hotel de Londres, regentado por griegos cristianos.

Sus funciones reporteriles se vieron afectadas por su lamentable condición de salud, que le impidió sumarse al resto de los corresponsales a un viaje hasta Mitilene a bordo de un destroyer británico. Igual se vio confrontado por:
la estupidez de los censores y la negativa de los militares de permitir la presencia de periodistas en la Conferencia de Mudania, que le cedía Tracia a los turcos y obligaba a las tropas griegas a evacuarla en tres días(3)
Febril y débil Hemingway empacó su Corona y tomó un tren hasta Adrianapolis. La ciudad estaba colapsada, y las imágenes que Hemingway retendría de aquellos días de octubre jamás se borrarían de su retina. Baker deja evidencia cuando nos cuenta:
Casi la totalidad de la población cristiana de Tracia se apiñaba a lo largo del camino empedrado que les llevaba al oeste. Era una larga fila de veinte millas de carros repletos de refugiados. Miles de cansados hombres, mujeres y niños caminaban enceguecidos en medio de la lluvia, con sabanas sobre sus cabezas. Nadie hablaba. Solo podían seguir moviéndose. En una de las carretas iba una mujer en trabajo de parto, el único sonido eran sus quejidos, su esposo había cubierto el carromato con una sabana para protegerla de la lluvia. La pequeña hija miraba con horror y empezó a gritar. La lenta procesión seguía su marcha(4)
El propio Hemingway inmortalizaría el suceso del puente sobe el río Maritza años después, en una miniatura de las incluidas entre sus relatos de The First 49 Stories en 1938. El texto intitulado Minaretes, es altamente revelador del sentimiento mas compasivo arraigado en su memoria muchos años después:
Los minaretes resaltaban a lo lejos en Adrianapolis, entre la lluvia, desde la lodosa planicie. Las carretas iban en marcha compacta por muchas millas a lo largo del camino de Karangatch. Los búfalos de agua y el ganado las arrastraban a través del fango. Los viejos las mujeres, empapados, marchaban y hacían marchar el ganado. (…) Había una mujer de parto y una pequeña niña sostenía una sabana sobre ella y gritaba. (…)(5)
La trepidante experiencia vería su fin el 21 de octubre con la llegada de un maltrecho Hemingway a la estación de Gare de Lyon. De aquella incursión reporteril, quedaría en manos de su esposa Hadley un valioso presente como recuerdo: un bello brazalete de ambar(6), que Hemingway habría comprado a un antiguo miembro de la nobleza rusa que trabajaba como mesero en Constantinopla.



-----------------------------------------
  1. Véase también la carta de Hemingway a John Bone, Octubre, 27 de 1922, donde detalla a su jefe del Toronto Star, la relación de gastos incurridos durante el viaje. En Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribners and Sons. NY. 1969 p.97.  Letters of Ernest Hemingway 1907-1922. Edited by Sandra Spanier and Robert Trogdon. Cambridge University Press. NY. 2001. pp 355-363.
  2. Ibid.
  3. Ibid. p.98
  4. Ibid. p.99
  5. The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. The Finca Vigia Edition. Scribner Paperback Fiction. NY. 1987. Chapter II. p.71.(Traducción personal)
  6. A Life Story..op cit. p.99

Sunday, September 29, 2024

"Hemingway: Poeta enamorado", entrevista a Carlos A. Peón-Casas. (por Jeffrey Herlihy-Mera)




Enlace a la entrevista
---------------

Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos (DECO Mc Pherson S.A. 2020) de Carlos Peón Casas nos adentra en una zona poco explorada de la creación literaria de Ernest Hemingway. La monumental obra narrativa de Hemingway ha eclipsado un tanto su producción poética; este libro posee la virtud de enfatizar un recorrido lo más anecdótico posible sobre la génesis de la poesía de Ernest Hemingway sin excluir la explicación y la valoración interpretativas. La lírica de Hemingway, al participar de los rasgos esenciales de este género, tiene también un carácter confidencial, se enmarca así en los ejes imprescindibles de su biografía, con sucesos relevantes de su andadura personal. Al leer este libro vamos descubriendo poemas de su primerísima juventud en su natal Oak Park, pasando por la escritura subsiguiente en Chicago, los poemas-testimonios del descubrimiento apasionado y también languidecimiento de sus distintos amores, así como los textos que refieren su estancia en París como reportero del Toronto Star hasta su vida en la casa habanera de Finca Vigía, que habitara desde 1939. Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos revela una apoyatura vivencialmente intensa de su poesía, donde se amalgaman sus mejores afectos y sus peores pesadillas.



Entrevista realizada por Jeffrey Herlihy-Mera, Catedrático de Humanidades, Universidad de Puerto Rico-Mayagüez y Jorge A. Rodríguez Acevedo. Este podcast y el Instituto Nuevos Horizontes son patrocinados por la Mellon Foundation.

Recursos mencionados en este episodio:El vino mejor: Ensayos sobre Ernest Hemingway, episiodio de Nuevos Horizontes.
Complete poems / Ernest Hemingway, Nicholas Gerogiannis (Editor).


Wednesday, September 25, 2024

Hemingway en Matanzas (por Carlos A. Peón-Casas)


Es un hecho fácilmente contrastable, que el peso pesado de la literatura universal, como acaso Ernest Hemingway hubiera disfrutado ser reconocido, viajó poco por la geografía cubana, en las dos décadas de permanencia en su casa habanera de Finca Vigía.

Salvando sus no pocos bojeos por las costas de nuestro archipiélago a bordo de su entrañable Pilar, tocando tierra en algún que otro cayo, o alguna bahía acogedora (Nuevitas), en la década de los años 30’s, y su presencia otra vez, en los predios camagüeyanos del Central Santa Marta, propiedad de la familia de su amigo Mario García Menocal Jr. (Mayito), y de su paso cierto por la Ciudad de los Tinajones, en el año 1940(1), con motivo de aquel periplo que realizó por carretera, no hay otras evidencias de su presencia en otras ciudades o pueblos cubanos.

La de Matanzas, en el año 1957, es otra rara excepción, y sobre todo se sabe con exactitud, que no fue planeada, sino aconteció como una escala accidental en uno de sus tantos viajes de regreso de Europa por vía marítima, que normalmente terminaban en la ciudad de Nueva York, pero que el aquella ocasión lo acercó, como se verá, hasta la urbe matancera.

Leímos recientemente en la prensa cubana un reportaje(2), sobre el encuentro acaecido entre el Dios de Bronce de la Literatura norteamericana, al tomar tierra desde el lujoso trasatlántico Ile de France, en el puerto matancero, y una entonces muy joven poetisa local (Carilda Oliver Labra), comisionada por las autoridades para, entregarle a Hemingway una distinción local, y declararlo “Huésped de Honor de la Atenas de Cuba”(3), allí igualmente se nos dice equívocamente, por parte de uno de los testimoniantes del autor que:
(…) el Ile de France (…) se vio forzado a hacer escala en la espaciosa rada yumurina tras el intento sin éxito de entrar en la bahía habanera(4)
En realidad, lo que es rigurosa e históricamente cierto, según nos lo cuenta su esposa Mary Welsh(5), es que la llegada a Matanzas de Hemingway en febrero de aquel año 1957, obedecía a que a su regreso a Nueva York, a bordo del ya citado trasatlántico, procedente de Francia, luego de un largo periplo por España, había seguido viaje en aquel, que continuaba como un crucero por las islas del Caribe Occidental, y que a su vuelta habría de tocar, en último termino, el puerto de Matanzas, antes de regresar a Nueva York.

Con lo que es fácilmente deducible, que el puerto de La Habana, no estaba incluido en el recorrido, y Hemingway tenía que, por obligación, tomar tierra en la ciudad de Matanzas para de allí dirigirse hasta su residencia habanera. Mary no lo acompañaba pues, había desembarcado en Nueva York, y se había dirigido a Minnesota a visitar a su anciana madre.

La salud de Hemingway se resentía en ese minuto, y durante toda la travesía desde Paris, fue atendido a bordo por el doctor Jean Monnier, quien trató su creciente hipertensión y colesterinemia(6).

En aquel periplo por el Caribe, antes de desembarcar en Cuba, se hizo acompañar por su amigo George Brown, quien subió a bordo en Nueva York, y de quien la bien enterada biógrafa Mary V, Dearborn nos apunta que:
Presumiblemente la idea fuera que Brown le daría masajes a Hemingway, y lo pondría en forma en su viaje de regreso a casa. El empeño de Hemingway era conservarse saludable (…)(7)
Al desembarcar, Hemingway tuvo por acompañantes a Brown, junto al Dr. Monnier, quienes fueron sus huéspedes en Finca Vigía.


----------------------------------------------------
  1. Cfr. Cercanías a un Hemingway camagüeyano. Carlos A. Peón Casas. En el blog Gaspar, El Lugareño.
  2. Cfr. El Encuentro entre Hemingway y Carilda. Ventura de Jesús. Granma. Miércoles 16, 2018. p. 11
  3. Ibíd.
  4. Ibíd.
  5. “Desde Nueva York el Ile de France haría un crucero por las islas del Caribe Occidental- Martinica, Trinidad, Granada, terminando en Matanzas, Cuba-y Ernest decidió continuar a bordo…” En How it Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications.London, 1978.p.443.
  6. Cfr. Ernest Hemingway. A Biography. Mary V. Dearborn. Alfred A Knopf. NY, 2017.
  7. Ibíd. p.580

Wednesday, August 21, 2024

Hemingway y la impronta anti submarina de la Sexta Fuerza Aérea desde el aeropuerto de Camagüey, en los años de la Segunda Guerra Mundial. (por Carlos A. Peón-Casas)


Aclaro a mis atentos lectores que la conexión del tema con coordenadas bien interesantes, y que me ocupa hoy, me llega inevitablemente por esa mi pasión hemingwayana.

Y es que leyendo con atención desde esta orilla floridana, la enorme bibliografía que conecta a Papá con su famosa incursión anti-submarinos a bordo de su antológico yate Pilar, al norte de la geografía del Camagüey, aprovecho y anoto desde mi lectura entre líneas, algunos detalles interesantes al respecto.

----------------------

La presencia de la Sexta Fuerza Aérea en el aeropuerto de Camagüey durante el conflicto bélico está bien documentada y no abundo en muchos detalles, solo atino a comentar que su jefatura en tales años ocupaba el todavía en funciones Hotel Camagüey, antes Cuartel de Caballería, en la barriada de La Vigía.

Leemos y compartimos al respecto otros interesantes hints para el lector interesado:
Durante la Segunda Guerra Mundial, el aeropuerto fue utilizado por la Sexta Fuerza Aérea de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos desde 1942 hasta 1944. El 25° Grupo de Bombardeo 417° Escuadrón de Bombardeo voló bombarderos B-18 Bolo desde el aeródromo, conocido como Base Aérea de Camagüey, desde el 13 de abril. De 1942 a agosto de 1943. El escuadrón realizó misiones antisubmarinas sobre el norte del Caribe. La base también fue utilizada para misiones de rescate aire-mar por el 1er Escuadrón de Rescate.

Desde el 1 de enero de 1943, la USAAF estableció operaciones postales para Camagüey utilizando Army Post Office, Miami con la dirección: 2714 APO MIA. La Marina de los Estados Unidos también se configuró para usar un número indescriptible para operaciones postales. Utilizaron la oficina de correos Fleet, Atlantic ubicada en la ciudad de Nueva York con la dirección: 617 FPO NY.(https://es.wikibrief.org/wiki/Ignacio_Agramonte_International_Airport)
Precisamente entre los años en que tal fuerza estuviera operativa en Camagüey, Hemingway operó por su parte en las aguas del norte camagüeyano a la altura de Cayo Romano y hasta Confites, en una incursión de un grupo anti submarino a su cargo a bordo de su yate Pilar y conocido como The Crook Factory.

Pero como del tema se sabe en abundancia solo cito desde la autoridad que representa Carlos Baker, su único biógrafo autorizado, algunas perlas.

En Mayo de 1942 Hemingway proponía. su plan a la Embajada norteamericana en La Habana:
Se trataba de equipar el yate Pilar como un Qboat con una bien entrenada tripulación y una dotación de bazookas y granadas, bombas de profundidad, y dos o tres ametralladoras calibre 50… el grupo se camuflaría tras la fachada del American Museum of Natural History… Ernest enseguida alistó a una tripulación de ocho escogida entre sus más íntimos confederados… dos norteamericanos: un atleta y millonario (Wiston Guest), un sargento de la Marina de la propia embajada (Don Saxon), para el resto escogió a pelotaris españoles, a su entrañable amigo y patrón del Pilar: Gregorio Fuentes, y otro buen amigo cubano José Luis Herrera.” (Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker, Scribner and Sons, NY, 1969 pps 73 y sgtes.)
Para el mes de junio de aquel mismo año 1942, ya la operación estaría activa en su primera salida, patrullando a la altura de Punta Purgatorio y Bahía Honda.

Las incursiones en la zona al norte camagüeyano se hicieron igualmente frecuentes.

Amén del objetivo militar, representaban empero una oportunidad para fiestas y jolgorios interminables. Martha Gelhorn su tercera esposa, se sumó a una de tales y acabó muy decepcionada, apuntándole a su esposo de lo inoperante de aquella empresa.

Otro crítico diría al propio Baker que “a pesar de su profesionalismo, los participantes estuvieron más motivados por sus afectos a Papá que por su ardor patriótico…” (Baker, op cit, p 635)

La operación terminó como mismo se le vio comenzar. Para mediados de 1943 se le ponía fin a sus actividades, pero leyendo con atención a la ya citada presencia de los bombarderos de la Sexta Flota en Camagüey, para agosto de aquel año también dejaban de ser igualmente operativos en sus misiones de vigilancia sobre el área del Caribe.

La atención de aquel minuto a la lucha anti submarina giraba hacia el Canal de Panamá.

Coincidencias aparte, en las que muy puntualmente no suelo creer, se daba una interesante coordenada entre aquella operación de vigilancia aérea antisubmarina, y al mismo tiempo la presencia de Hemingway con fines parecidos, en aquellas aguas del norte camagüeyano que sin dudas recorrió y conoció como pocos.

De su andadura quedaría para la posteridad su novela más cubana Islas en el Golfo que retrataría póstumamente y desde la ficción, muchas de aquellas aventuras del Pilar en el norte del Camagüey.

Wednesday, June 19, 2024

José Lorenzo Fuentes y un relato de juventud en posibles cercanías hemingwwayanas. (por Carlos A. Peón-Casas)

Foto/Miami 2010
-------------

En el año 1952, el nobel escritor santaclareño, con solo 24 años, era ya un exponente de la mejor narrativa cubana al ganar incuestionablemente el reconocido Premio Nacional "Hernández Catá".

El muy joven creador poseía ya talento suficiente, y aun más, y a pesar de su juventud: garra y oficio.

A no dudarlo, y en conjunción con muchísimos creadores cubanos de aquel entorno, desde la generación literaria de los años treinta y en adelante, se notaban en las obras de todos aquellos cultores influencias inevitables a otros narradores de más larga data y prosapia creativa.

Hemingway, por supuesto, junto a otros maestros norteamericanos de más o menos las mismas coordenadas temporales y creativas, acaso como Faulker, Fitzgerald y Steibeck, no era excepción.

Y de las empatías e influencias del primero mentado traemmos al curioso lector una referencia que lo conecta a un relato de quel joven José Lorenzo Fuentes: Cuando regresa el humo.

Lo curioso por su coincidencia, es el detalle que la publicación de aquel short story del cubano, apareciera compartiendo la misma edición con que la revista Carteles, en Mayo 1 de 1955, regalaba al lector cubano con un texto de impresionante calado biobibliográfico, dedicado a un Hemingway en Cuba, y firmado por el reconocido Andre Maurois, de la Academia Francesa.

El relato corto de Fuentes, se insertaba con toda intención, como referente singular a aquella ejemplar remontada de la vida y obra del ya Premio Nobel Hemingway, laureado por su impresionante obra, y en especial aludiendo a su inmortal noveleta El Viejo y el Mar con setting y argumento cubanos, aunque de alcances tan universales como se quiera entender en su trama de derrota, luchas, y esperanzas.

La insersión del relato de Fuentes era a no dudarlo un inteligente guiño del editor de aquella edición de la revista, en un aparte que dedicaba a la obra de cuentistas cubanos de aquel minuto.

Una estratgia editorial sin dudas cómplice, con aquel relato de amor, tragedia y muerte; de pasión, celos y mentiras, tejido de manera magistral con las mejores coordenadas, y la maestria de un Hemingway, un Faulkkner o un Fitzgerald, pero con más méritos para el primero mentado, por aquello del iceberg y esa técnica magistral de contar sin decir más que lo preciso, y dejar al lector con el enigma y la imaginación desbordada en un final sorpredente quizas, pero ineluctablemente inevitable.

Esa es quizás la mejor nota del relato de aquel joven narrador cubano de quien hasta donde sabemos, no habría de tener del escritor norteamericano afincado en los habaneros predios de su finca Vigía, no más referentes que haber tenido atisbos de su ejemplar obra cuentística y novelada.

Aunque como acaso hubiera podido ser, no nos resultaría extraño, si indagáramos un poco al respecto, que diéramos con el hilo y la conección posible del joven narrador, y el mismísimo Papa; como acaso sucedió con más de un creador cubano de aquella, más o menos la misma hornada creativa, a la altura de un Serpa, un Cabrera Infante, un Guillén o un Feijoo.


---------------------------
Cuando regresa el humo

por José Lorenzo Fuentes



"La muerte es la corona
de lo vida", Young.


Edelmira no sabía lo del láguer en la bodega, y lo del cuento. Sobre todo lo del cuento no lo sabía. Por eso miraba sin comprender cómo la cama y el escaparate y cada trapo continuaban justamente en su sitio, y cómo el marido andaba en la cocina como siempre, con las viandas y los cacharros. Como siempre. (“Eso es lo que ella no entendía”, piensa ahora).

Así anduvo una semana, un mes... ¿Qué tiempo anduvo así, sin ella comprender, sin imaginarse apenas su desquite? ¿Y quién le diría al fin lo del láguer en la bodega, y lo del cuento? Sobre todo lo del cuento. ¿Quién se lo diría?

Cuando él la conoció, aun Martina compartía su lecho y lo despertaba en la mañana el cosquiIleo esponjoso de unos labios sobre su nuca, sobre sus mejilla sin rasurar, sobre su boca cargada de bostezos todavía. Después Martina se borró de su vida. Un día él salió y no volvió al cuarto nuevamente. Allá quedó ella un tiempo, atareada, planchando aquel pantalón, revisándole los botones a esta camisa, metiendo una bombilla en los agujereados calcetines del hombre y cruzando hilos sobre la bruñida superficie. Martina esperaba. Pero el hombre pensaba:.“Edelmira es más pulida, es más mujer Edelmira”. Y sonreía. (“Más fuerte”, piensa ahora).

Antes no era fuerte Edelmira,.sin embargo. No lo era cuando él le puso una mano en la cadera y otra en la mata de pelo y la empujó hasta hacerla caer de espaldas. Y cuando él la vió por vez primera tampoco le pareció una mujer fuerte. Tampoco.

Eso vino después, pero no fué cuestión de un día ni de dos. Fué cuando el dueño dijo la palabríta aquella, incosteabilidad o cosa así, antes de cerrar la fábrica e irse para España. Fué cuando él anduvo un mes y otro sin conseguir empleo, y ella, Edelmira, vino un día diciendo que iba a trabajar y él empezó a meterse en la cocina, a ocuparse de las viandas y los cacharros, y a tenerle preparada la comida a su mujer para cuando ella regresara del trabajo. Fué cuando sucedió todo eso, pero tampoco al principio sino mucho después, cuando ya él no se decidía a salir en busca de un empleo.

- Estoy trabajando como una perra y total na -dijo Edelmira un día-. Ni un trapo decente puedo echarme encima.

Y para poder comprarse ella.un vestido decente y unos zapatos que combinaran con el vestido decente y hasta una que otra baratija para colgarse al cuello hubo que hacer mayores economías. El presupuesto tenía que reducirse: había que cercenar un gasto cualquiera, que acogotar una erogación superflua. Y desaparecieron los cigarrillos del marido. ¿Que era poco lo que se gastaba en humo? Bien. Pero había que empezar por algo. 

Edelmira nuso su perfil en el ventanuco de la cocina, y allí, a contraluz, interceptando el resplandor del cielo mañanero, se quedó inmóvil, sin decir palabra. Y Evencio tuvo que fruncir el entrecejo y cerrar casi los ojos para que la silueta comenzara a llenársele de colores. Luego dejó de mirarla y se acercó al fogón. Con un cigarrillo estuvo escarbando en la ceniza, pacientemente, hasta que logró encenderlo en la sangre de una brasa.

- ¡Mira que quemar el dinero! Era la voz de ella, de Edelmira, la misma voz que volvió a escuchar enseguida parejamente a un taconeo de mujer; pero nítida, firme, imperiosa, muy por encima del ruido de los pies que iban hacia el cuarto:

- Yo, trabajando como una perra y tú quemando el dinero. ¡Na más que aquí se ve eso!...

El hombre estuvo en la bodega aquel día, olfateó un pedazo de tasajo, separó alguna latería, trepó al mostrador hasta meter la cabeza en la balanza (“Aunque sea fiado tienen que darme libra'de dieciséis onzas”, pensó) y regresó a su casa -a su cocina- como siempre. Y eso que ya no venían los cigarrillos en el cartucho.

A menudo el hombre daba vueltas y más vueltas en la cama, con una calentura por dentro que no era del fogón, con una fiebre que no le permitía conciliar el sueño. Entonces se acordaba de “su” mujer y le miraba el sueño reposado hasta no poder ya más. La remecía por una cadera, suavemente.

-Edelmira- musitaba tan sólo. El temblor de sus manos era una súplica que no necesitaba palabras.

- Tas loco, Evencio. Despertarme pa eso.

“Está cansada la pobrecita -reflexionaba entonces-. Está cansada y tiene que levantarse temprano”. Pero instantáneamente, pensaba en Martina... 

(“¡Martina! ¡Martina!”). Y pensaba también en Edelmira, en la Edelmira de antes, cuando él le ponía una mano en la cadera y otra en la mata de pelo, y la empujaba hasta hacerla caer de espaldas.

Cuando aquello sucedió él venía con un cartucho, de la bodega. (“No traía tampoco los cigarros aquel día”, piensa ahora»). Al entrar fué que escuchó los pasos atropellados, el ruido allá por la cocina, el corre-corre en el traspatio. (‘¿Quién sería?... Nunca he sabido quién fué. Nunca lo he sabido”). Edelmira salió a su encuentro, turbada, casi pálida.

Evencio, yo... -dijo. Y no pudo continuar.

La mujer le estaba dedicando una sonrisa que no venía al caso, o que en todo caso la delataba. ¿Qué le detuvo el brazo? ¿Qué lo dejó sin gestos, sin palabras? Estaba él mismo turbado, casi pálido. Como ella. Separó los ojos de la mujer y siguió rumbo a su cocina. (“Edelmira hubiera querido decirme que por qué no compré los cigarrillos”, piensa ahora).

Evencio no hubiera querido que "su” mujer le diera la oportunidad de los cigarrillos, pero sin embargo desde aquel momento el humo regresó a la casa en el cartucho, entre el tasajo y la latería y las libras que le obligaban a treparse en el mostrador y meter la cabeza en la balanza para que fueran de dieciséis onzas. Ella vió regresar el humo y nada dijo, pero se sintió aliviada. (Si a mano viene pensó: "Evencio se enteró y no ha pasado ni medio. ¡Qué bien!”). Se quitó la duda de encima. (A lo mejor pensó: "Evencio no es capaz ni de matar una mosca, ¿cómo yo he pensado que podía matarme a mi?”».

Pero el humo no fué lo único. Después del humo vino el láguer y vino el cuento también. El bodeguero no supo si sonreír cuando Evencio dijo la primera vez:

- Na, a cualquiera se los pegan. Usté ve a Edelmira tan tiesa como va por ahí... Pues na, no se pue dudar...

Y otro día, después del último laguer;

- Compadre, póngase a cuatro ojos cuando tenga mujer... Mírese en mi espejo...

El espejo eran sus manos en la frente, con los dedos índices apuntando hacia lo alto. Así anduvo el humo, el laguer y el cuento. ¿Que cuánto tiempo anduvo sin Edelmira comprender, sin imaginarse apenas su desquite? Eso era lo de menos. El caso fué que alguien se lo dejó caer en el oído. (“¿Quién se lo diría? ¿Acaso yo le haría el cuento en la bodega al mismo del
ruido en la cocina y el corre-corre en el traspatio?”, piensa ahora).

Esta vez el láguer nada más estaba empezado cuando empezó el cuento:

¿Usté nunca ha llegao a su casa y se ha encontrao el nío ocupao?... ¿Usté nunca...?

Evencio sintió de pronto que algo le daba en el costado, haciendolo girar y doblarse de rodillas, a tiempo que oía un ruido seco, como un tablazo sobre el piso enladrillado. (“¿O como.fogonazo?”) Y en seguida oyó a alguien, al bodeguero tal vez, que gritaba espantado.

-¡Es Edelmira! ¡Es Edelmira!

Luego no escuchó más nada. Ni nada sintió. Si acaso, un líquido corriéndole por el muslo izquierdo. (“Se me botó el láguer”, pensó). Pero, cuando, lo acostaron, se le zafó un párpado, alcanzó a abrir un ojo, pudo mirar por un momento la herida y el pantalón lleno de manchas rojas, enormes. (“No, no se me botó el láguer. Es sangre, Me han herido. Es sangre"). 

¿Dónde estaba? No sabía donde estaba. Alguien habló a sus espaldas:

- ¿Está grave, doctor? 

Y más allá, otra voz martilleaba:

—Ella hizo lo que él debió hacer mucho antes. ¿Ella? ¿Quién era ella? (“Ah, Edelmira", pensó). Sí, era de Edelmira de quien hablaban, sin duda. Pero ella no hizo lo que él debió haber hecho entonces.

El debió matarla. Y ella solamente lo había herido. (“La herida es pequeña... no es casi nada la herida”). El no debió conformarse con el regreso del humo, con el humo en el cartucho, y luego con el láguer y los cuentos, con los cuentos y el láguer en la bodega. El debió matarla. (“Lo pensé, pero no sé, nunca he sido fuerte. No he sido fuerte ... como ella”).

Se sentía Evencio bien, súbitamente mejorado. (“¿Por qué no me dicen que puedo irme?”, pensó). Sabía que apenas le pusieran un vendaje en la herida, que apenas le limpiaran la sangre allí acumulada, echaría a andar como si nada. (“Volveré a hacer el cuento en la bodega”).

- No es necesario operar- oye decir lejos, muy lejos-. Ya todo es inútil, 

¿Inútil, qué? ¿Qué podía ser inútil? (“¿Por qué va a ser inútil que yo haga el cuento en la bodega?”, pensó). Evencio se sentía muy bien. Ni siquiera trataba de incorporarse porque se sentía muy bien así. Lo único que lo molestaba era esa palabra: inútil. ¿Qué podia ser inútil? (“Y, ¿si se trata de mí, si todo es inútil porque me estoy muriendo?”)


¡Muriéndose! Ahora sí quiso incorporarse y llamar a Edelmira, a “su” mujer, para que le dijera que eso no era lo inútil, que él no se iba a morir. (“¡Edelmira! ¡Edelmira!”)

Tan sólo consiguió menear un poco la cabeza, que cayó de repente sobre su hombro derecho.

-- Martina- dijo. Y ya no dijo nada más.



Texto e ilustraciones: Carteles. Mayo 1, 1955.



---------------
Ver en el blog
Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!

Gaspar, El Lugareño Headline Animator

Click here to visit www.CubaCollectibles.com - The place to shop for Cuban memorabilia! Cuba: Art, Books, Collectibles, Comedy, Currency, Memorabilia, Municipalities, Music, Postcards, Publications, School Items, Stamps, Videos and More!