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Wednesday, April 24, 2024

De la crónica roja en el Camagüey de 1959 (por Carlos A. Peón-Casas)



Noticias de la crónica roja en un periódico
 El Camagüeyano de febrero de 1959


por Carlos A. Peón Casas.

Lo que leemos a tanta distancia de aquellos sucesos, en la por entonces muy popular sección del tipo de crónica roja, en la prensa local de aquel Camagüey tan lejano; nos viene a confirmar, nuestra convicción de que siempre se han cocido habas, en una y otra época, y que sucesos de tal tenor, han ocurrido continuamente, con la excepción de que hoy son solamente aireados por la vox populi, que casi siempre es vox Dei, como dice el latinazgo.

Los hechos recogidos aquel día iban desde una pedrada que le propinaron a un señor en el reparto Buenos Aires, al caso de un anciano airado, con signos de embriaguez, que blandió su bastón sobre un muchacho en la esquina de República y San Martín; o la historia de un viajero que al bajarse de un ómnibus Santiago-Habana en Florida reclamó un equipaje que no le pertenecía donde se guardaban trescientos pesos y otros objetos de valor.

Pero, la transgresión más singular y simpática es la que transcribo ahora: el caso de algunos lecheros de la entonces comarca que violaban las normas sanitarias en relación con el trasiego de la leche, que entonces, entregaban de puerta en puerta. 

Y dice así la nota:
El Jefe del Negociado de Abasto de Leche de la Jefatura de Salubridad, señor Gustavo Loret de Mola Jr. Dio a conocer ayer que inspectores de ese departamento habían procedido a notificara gran número de lecheros que infringieron el reglamento de abasto de leche.

Los acusados en cuestión se nombran: José Alegre Quintanilla, de Maximiliano Ramos número 185 al que ocuparon doce pomos de leche sin la retapa; Oscar Tan Nápoles, de Bembeta número 275, sorprendido cuando trasegaba leche de manera clandestina ...
La nota que continúa dando cuenta de otros transgresores, en su mayoría lecheros sin licencia, o por faltarle a los pomos la retapa, que según se me cuenta por los entendidos era una protección adicional que se adicionaba a la tapa, casi siempre de cartón, para evitar la contaminación del producto.

A tantos años de distancia, sin lecheros ya que cumplan con tan esforzada labor de ir de puerta en puerta, y con el trasiego normal del producto lácteo en su modalidad de “a granel” en carros pipas, la historia que hoy desgrano me parece ciertamente un mal chiste…sacada la cuenta de que si cualquiera aquellos involucrados en la nota del 59, fueran todavía testigos de cómo llega hoy la leche a los famosos puntos de distribución, habría que darles todavía un premio, en contraste con sus “colegas” de hoy día: famosos por “el bautizo y el trapicheo” del cada vez más escaso, pero siempre necesario, alimento. ¡O tempora, o mores!

Friday, April 19, 2024

La boda de Isabel Recio y Carlos Rogerio Zayas Bazán. (por Próspero "Florimel" Pichardo Arredondo. Año 1906)

Iglesia de Monserrate. Habana.
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Ostentaba anoche la iglesia de Monserrate todos sus esplendores para recibir a una pareja dichosa, que ante el primoroso altar que preside la imagen de la virgen de los Desamparados, iba a sancionar sus amores.

Ella -la novia- una señorita bella y hermosa y su prometido, un joven muy apreciado en la sociedad camagüeyana. 

¿Sus nombres? 

Isabel Recio y Carlos Rogerio Zayas Bazán. 

Al penetrar la novia en el templo la precedía una corte de damas y caballeros de honor en esta forma: 

Señorita María Josefa Recio y doctor Angel Arturo Aballí; Celia María Recio y doctor Hernández; Josefina Recio y señor Enrique Sánchezy María Antonia Recio. 

Después, la llegada al altar entre las dos hileras de damas y caballeros, que con una sonrisa en los labios y un voto de dicha en el corazón contemplan el desfilar de los que aspiran a la dicha grande de cruzar por las flores de la vida con la frente alta y serena de los triunfadores. 

Padrinos de la boda de anoche fueron la distinguida señora Isabel Ramírez de Zayas Bazán, madre de la novia, y el señor Tomás Recio, personalidad bien conocida y padre de la novia.

Como testigos actuaron los siguientes señores: 

Por la novia: señores Alfredo Zayas y Claudio González de Mendoza. 

Por el novio: señores Armando Sánchez Agramonte y "Edid" Machado. 

Muestra de lo distinguido y elegante de la concurrencia que llenaba las naves de Monserrate son los siguientes nombres de señoras y señoritas que presenciaron la boda: 

Señoras Teresa Carrizosa de Robelín; Esperanza Herrera de Solar; Anita Sousa de Roca; Angela Mariana Guerra de Mendoza Guerra. 

Llamaban la atención las señoras Flora Ruíz de Kohly; Mercedes Muñoz de Loynaz del Castillo y Fredesvinda Sánchez de Aguirre. 

Y completando aquel conjunto, las señoras Angela Arellano de Aballí; Amparo Manrara de Cabaleiro y Margarita Antigas de García Kohly. 

Muy bellas las señoritas: Teté Robelín, María de los Angeles y Josefina Aballí; Mercedita Gobel y Piedad María Sánchez. 

Otro grupito: Esmeralda y Carolina March; "Hilarita" Fonts, "Graciella" Matilde Guridi, Hortensia y "Minina" Anglada y "Cusa" y Matilde Portela. 

Dos señoritas que estaban también en Monserrate: Marina y Luisa Victoria Manrara. 

Luego de terminada la ceremonia y al cruzar otra vez los novios hubo abrazos y felicitaciones. 

La novia, más bella que nunca, sonreía en tanto que el novio estrechaba con efusión las manos de sus amigos. 

A esas felicitaciones uno la mía. 

¿Cómo no felicitar a los que triunfan en sus aspiraciones? 

Por eso la Crónica manda flores al amor grande que se consagra y se pregona ante la ley y los altares... 

¡Dichas para los desposados de anoche! 

En los ritmos del órgano que inundaba el templo con sus armonías, habrán ellos escuchado la canción de sus amores, que al decir de los corazones sensibles es: 

"La más dulce y sublime de las canciones".


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Ver en el blog

Wednesday, April 17, 2024

"Loyka Froyka": Emilia Bernal rememora sus primeros años en Puerto Príncipe. (por Carlos A. Peón-Casas)


Una interesante rememoración biográfica y anecdótica de la conocida poetisa camagüeyana, lo constituye está bien condimentada crónica.

Más que nada la recorren los matices más singulares de sus experiencias de primera niñez y temprana juventud en la ciudad de entre ríos que habitó junto a su familia.

Desde su memoria se nos presentan los paisajes de aquel Camagüey de entreguerras, y el de los minutos aciagos de la contienda del 95, incluyendo el azaroso exilio de su familia en tierras dominicanas, y la vuelta a la patria para ver el final de la contienda bélica y la consiguiente ocupación norteamericana en la ciudad agramontina.

La historia familiar de la familia de los Bernal y los Agüero de donde provenían los ancestros de la que fuera conocida poetisa, se nos presentan desde la mención de sus padres: un reconocido periodista y una poetisa y maestra.

Por el lado de su padre la progenie alcanzaba al primer Bernal que procedente de La Española había venido a instalarse en la ciudad como Oidor de la Audiencia establecida en la ciudad a principios del XIX. Por el de su madre, al conocido poeta que todos conocían con el seudónimo de El Solitario.

Emilia había nacido en Nuevitas pero habitó la ciudad desde los pocos meses de nacida cuando la familia retornó a la ciudad y fue bautizada en la Parroquial Mayor.

La infancia más o menos feliz discurrió por períodos más o menos dilatados entre la casona familiar del callejón de Tío Perico, y alguna que otra incursión por los poblados de Las Minas y Altagracia.

La sordera de su padre quien además del oficio literario había sido entrenado en los secretos del mundo pictórico en la Academia de San Fernando en Madrid, los mantenía en lugar de “extramuros” y al hogar solo concurrían esporádicos y muy selectos visitantes

Hay descripciones muy felices de aquel entorno del Príncipe secular que el lector agradece por los pormenores que se nos regalan:
Diez y ocho leguas por el Norte, y otras tantas por el Sur, está el Camagüey lejos del mar, y ese pueblo metido en el corazón de la tierra, un solo corazón tenía. Sus latidos, recios, serenos, no se daban mas que para la grandeza y el honor.  
La patria fué su más puro y ferviente ideal, y de allí son los primeros mártires que le ofrecieron sus vidas.
La muy niña Emilia vivió junto a su progenitora experiencias exultantes en sus labores de maestra itinerante por los paisajes campestres del otrora Camagüey una vez en el entonces próspero poblado de Las Minas o en el de Altagracia ya citados, donde fueran necesarios sus concursos de maestra.
Habiendo escuela en mi casa, jamás concurrí a ella con obligación, sino cuando quería. Al albor, con las calles llenas de neblina, por aquel camino que iba a la casa, veía yo allegarse las niñas del pueblo a ella. Entonces yo iniciaba mi desfile... Cogía un cesto de guano desflecado, un sombrero viejo, una lata herrumbrosa, cualquier vasija que hallara al paso, un largo hilo con un alfiler amarrado a la punta y migajas de pan de mi desayuno, y me iba a mi oficio
...

El mediodía durante el cual era más fácil retenerme en la casa, lo pasaba haciendo bellaquerías a las alumnas del colegio. 
...

Mi madre, a veces, no podía evitarlo, y también se reía, otras me regañaba incomodada, otras me ponía en penitencia; pero en seguida una niña mayor o un grupo de alumnas venían a servirme de madrinas y se acababa el castigo.
En este último poblado una casi adolescente Emilia sufrió los avatares inenarrables de la guerra cuando el susodicho poblado fuera tomado por las fuerzas del General Gómez y luego reducido a cenizas. Sus descripciones sobre el suceso son harto elocuentes:
La invasión de una chillería estruendosa y polifónica que lo llenaba todo, como antes lo llenó el estampido de los fusiles, y entre ella algún claro, estentóreo grito, ardiente y loco, de "¡Viva Cuba libre!" 

Más confiados a ésto, y por los repetidos toques y llamadas que se hacían a la puerta de nuestro bohío, lo abrimos, todavía descalzos y mal vestidos, tal como nos habíamos lanzado de la cama al suelo cuando empezó el combate. 

¿Para qué nos llamaban...? Pidieron que saliésemos de nuestra casa enseguida para incendiarla... Salimos, pues, como estábamos, porque nos apremiaban para que la abandonásemos. 

¡Aspecto inolvidable el de Altagracia! Encendida toda, ella iluminaba el cielo hasta el mismo cenit azul, con su luz roja y magnífica. Tal como el hombre atormentado por el dolor eleva la llama purísima de su alma al infinito, con anhelo de altura y de comprensión, así Altagracia, después de la tragedia de sangre llameaba como lámpara espiritual, ambiciosa de la consagración épica. 

Salimos así, con los pies descalzos y el cuerpo mal cubierto. Vimos la luz de nuestra casa que ya ardía. En la llanura vecina nos detuvimos para darle los últimos adioses entre lágrimas y turbación y emprendimos el camino en ringlera errante, cabizbajos y tristes, a ocultarnos dentro del bosque espeso, todos los que entonces éramos, todos los que ya se han ido: padre, madre, hermanos... y anduvimos... anduvimos...
De allí por la vía de Nuevitas vinieron los días aciagos del exilio en tierras de Republica Dominicana, de donde era oriunda la familia de su padre, y donde el relato de la aún adolescente se llena de casi inebarrables resonancias. Las inevitables estrecheces económicas que fueron su pan de cada día, se nos matizan con suficiente crudeza en el bien contado relato de la entonces adolescente.
Llegamos. Casi todos los compañeros de viaje, ricos, o bastante bien acomodados de fortuna, se fueron a los hoteles de la hospitalaria capital dominicana. Nosotros, pobres, nos fuimos a vivir a una casita vieja, toda rota, que acababan de dejar unos emigrados cubanos para trasladarse a otra en mejores condiciones. 

Esta casita, a pesar de pobre y destartalada, era un hallazgo. Fué una suerte conseguirla. Nos la ofrecieron, en el mismo muelle, al desembarcar, y allá fuimos, después de haber tomado un frugal almuerzo en un restaurante de mala facha. 

Ya en el albergue, al observar los buenos vecinos que se demoraba el equipaje, nos enviaron algunas cosas indispensables: una silla, un balance, un jarro con agua, algún vaso para beber... 

Por fin, muy tarde, apareció el carro de equipajes, que nos traía solamente dos baúles, ofreciendo el carrero que a la mañana siguiente serían traídos los demás. 

Hay muchas noches en mi vida que llevo clavadas como puñales en el corazón; noches cuyo sólo recuerdo me trastorna y convierte mi cerebro en un haz de llamas... Esta primer noche que dormimos en Santo Domingo es una de ellas... 
La vuelta a la tierra prócer un poco antes del fin de las hostilidades, para sufrir entonces el flagelo de la temible reconcentración de Weyler, y de la conocida intervención de las tropas norteamericanas en el conflicto cubano español, se nos narran con particulares matices que dotan a este relato de una singularidad y detalles de los que pocas veces logramos tener otras referencias con tanto nivel historiográfico y vivencial.
El período más desgarrador de la miseria cubana había llegado con la reconcentración de los campesinos instituída por el capitán general Valeriano Weyler. El Weyler famoso, que tuvo la descomunal manera de mostrar su patriotismo asumiendo la responsabilidad del fracaso español. Sí, porque no solamente se es patriota dando gloria a la patria en los días floridos, sino también en los momentos críticos de ella haciéndose responsable ante la historia de fracasos con cuya culpa nadie quiere cargar. 

En los centros de población se hacinaban los desgraciados que los ejércitos traían prisione-ros del campo, y allí, en calles y plazas, agrupados, sin techo y sin pan, se consumían de hambre y de enfermedad. 
El cierre del libro coincide con el deceso de su madre en tierras nueviteras donde en pleno período de ocupación norteamericana había querido asumir su oficio de maestra a pesar de la temible enfermedad, la tuberculosis, que la aquejó desde muy joven y fue un constante sufrimiento para la narradora.

El libro aunque editado en España fue obra íntegramente escrita en Nueva York por Emilia Bernal en el año 1919.

A no dudarse es una obra narrativa de altos quilates y mejor factura, para nada menor entre su su conocida y mejor valorada impronta poética, a la que dedicó primordialmente, sus cuidados, y por la que mejor la conocemos. Sirva este mínimo acercamiento como merecido y oportuno destaque.

En Miami, Abril 12, 2024.


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Ver en el blog:

Wednesday, April 10, 2024

Hombre que mira con pasión desbordada al Sudeste… (por Carlos A. Peón-Casas)


Me acuerdo ahora, en el aquí de esta coordenada del southwest miamense del filme Un hombre mirando al sudeste, de Eliseo Subiela.         

Lo vi con pasión también desbordada en su minuto en aquella sala oscura del Casablanca de la ciudad de antaño, que dicho y sea de paso ya no existe con la magia que tuvo y pudo mantener acaso para que nuestros hijos pudieran acabar disfrutándola alguna vez… como tampoco existe en triste e inexorable circunstancia, aquella ciudad que habitamos alguna vez: príncipeña y principesca, dejada atrás por décadas innominadas, con lágrimas y suspiros….

Aquel filme hoy me recorre la piel mientras desde mi humilde espacio miamense, oteo con ganas infinitas hacia el espacio geográfico de mi ciudad y mi gente… de allá espero en salvífica andanada a los que amo y añoro a mi lado.

Un año y un día después de mi llegada a estas playas esta rememoración se me hace imprescindible.

Lleva el latido insomne de mis primeras 366 jornadas, el ya tan clásico año y un día… el mismo que ha sido vivencia para los cubanos que ya por casi seis décadas, tienen en privilegiada condición, y como meta primaria en esta tierra no tan lejana en su carácter geográfico, pero inexorablemente no nuestra, aunque sea salvadora e indefectiblemente, de promisión y esperanzas.

Mirar hoy al sudeste me reconforta y me devuelve a la conexión imprescindible con aquel cordón de umbilical de salvífica prestancia.

La fe que profeso en un Dios providente en el que me enseñó a creer mi abuela Emilia, me acompaña y me conforta.

Desde esta orilla y en este minuto en que doy gracias y me lleno de nuevas esperanzas, pido a Dios, con humilde y benevolente afán, que salve a Cuba, con los bellos e inspirados versos de aquel bellísimo himno, que musicalizó Félix Rafols, vecino del Camagüey ancestral, quien le dio realce con su música y su vida, y clamó a la Madre del Cielo, a nuestra Cachita con ardoroso afán:
No abandones ¡oh! Madre, a tus hijos,
salva a Cuba de llantos y afán,
y tu nombre será nuestro escudo,
nuestro amparo, tus gracias serán.(1)



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1. Fragmento del Himno a la Virgen de la Caridad del Cobre. Texto P. Juan José Roberes. Música  Félix Rafols. Ver Himno a la Virgen de la Caridad del Cobre (autor P. Juan José Roberes. Año 1912)


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Fragmento de Un hombre mirando al Sudeste.
Dir. Eliseo Subiela. Argentina 1986

Thursday, April 4, 2024

Cumpliendo el reglamento


En el Pre de la Vigía (años 1983-86), si el profesor demoraba 5 o 10 minutos (no recuerdo cuantos) en llegar a la clase en el cambio de turno, podíamos irnos hasta el próximo turno.

La escuela (antiguo colegio Champagnat) tiene dos escaleras en cada extremo del ala central. Se vigilaba cada escalera. Al pasar el tiempo de los minutos reglamentarios, se avisaba por cual se aproximaba el profesor y nos ibamos corriendo por la otra. Todo dentro de las reglas. (JEM)

Wednesday, April 3, 2024

Recetas ancestrales de la ciudad Puerto principeña. (por Carlos A. Peón-Casas)


Ya resultan proverbiales en el tiempo y en la exultante memoria de la otrora villa y ciudad del Príncipe, los platos de mayor prosapia que adornaban las mesas de pudientes y no.

El ajiaco según la receta de Puerto Príncipe es el súmmum de la lista, junto a otras delicatesen, de las que hoy compartimos sus intríngulis más o menos revelados desde la memoria de sus primarios cultores.

Los detalles sobre su elaboración nos llegan hoy desde la revelación de un libro o prontuario culinario: ¿Gusta Ud.?(1) a cargo de varios autores, y donde varios camagüeyanos revelan sus especiales recetas.

La Naranja cubierta es uno de aquellos postres con una sabor y un saber hacer muy particular en la otrora comarca.

Su elaborada receta nos llega desde el testimonio de Aurelio Boza Masvidal, de familia principalísima, según la que conoció de una dama distinguida Doña Concha Marín y Loynaz, vecina suya en la antigua calle de San Juan o las Carreras.
En Camagüey le llaman naranja cubierta a un dulce hecho de esas grandes naranjas que acá llaman cidras, a las que una vez peladas le quitan sus semillas y su centro, las cortan en tajadas, por decantación le quitan su amargor, las cuecen, y luego las recubren de espeso almíbar que se cuaja y quedan cubiertas de azúcar, algo así por el estilo a lo que llaman en Italia frutas cristalizadas o abrillantadas.(2)
Le sigue en nuestra relación la Empanadilla Camagüeyana según nos la revela en el ya citado prontuario José S. Lastra.

Los ingredientes sugeridos incluyen, además de la infaltable harina de trigo la mantequilla a la par que la manteca de cerdo, junto a los huevos, la sal y el azúcar.

Para el relleno de las siempre apetitosas empanadillas fritas se sugieren dos variedades: una salada con “picadillo fino de pollo, con pasas, aceitunas y un vasito de vino”; y en la versión dulce, la infaltable conserva de guayaba.

En continuidad de estos sugerentes postres descubrimos uno con gran prosapia y singular memoria degustativa: el Bizcochuelo Camagüeyano.

Seguimos al pie de la letra las rememoraciones que le evocaban a Guillermina Domínguez Roldán de Boza Masvidal:
Entre las creaciones más ricas y estimadas de la repostería camagüeyana, se destaca el bizcochuelo…Es una especie de panetela o bizcocho que al sacarse del horno tiene un color tostado, un aspecto esponjoso, un olor estimulante, un sabor amelcochado.

(…) en las meriendas de las tardes carnavalescas de “el San Juan”, o en el obligado obsequio que los dueños de la casa ofrecían a los visitantes que allí acudían para ver pasar la procesión, nunca faltaba el bizcochuelo como algo típico y obligado.

(…) En la mesa del gran comedor, con blanquísimo mantel de alemanisco, con iniciales bordadas, con encajes o festones tejidos, con el centro de cristal lleno de flores y frutas, y las bandejas de plata con mil golosinas y confituras, la preciosa vajilla de fina porcelana de la abuela, con orla verde y oro y la afiligranada caligrafía de sus iniciales, se servían las grandes tazas del sabroso y oloroso chocolate pilado a mano, que siempre era acompañado con el delicioso bizcochuelo.(3)
La receta en toda su magnitud precisaba como ingredientes veinte huevos frescos, y además de la harina de Castilla, y del azúcar más fina posible, el añadido de media libra de almendras peladas y tostadas.

Estaba pensada para 24 porciones. Y una especial indicación advertía que el delicioso postre no podría ser extraído del horno hasta que aquel estuviera frio. El adorno final se lograba con las almendras peladas y tostadas, enterradas hasta la mitad en el bizcochuelo.





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  1. ¿Gusta Ud.? Prontuario Culinario, Varios Autores. Ucar y García S.A. La Habana, 1956.
  2. Ibíd. p. 618
  3. Ibíd. pp. 393-394

Sunday, March 31, 2024

Domingo de Resurrección. Camagúey 2024.

Fotos/Facebook Alejandro J. González
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Fotos/Cortesía Fidelito Cabrera

“Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Foto/Archivo Blog Gaspar, El Lugareño
Domingo de Resurrección, Camaguey, 2008
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Domingo de Resurrección, Camaguey, década de 1950
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“Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (I Corintios 15,14)
"La fe de los cristianos es la Resurrección de Cristo; esto es los que tenemos por cosa grande el creer que resucitó" (San Agustín, Comentarios sobre el salmo 120).

"La razón de que los discípulos tardaran en creer en la Resurrección del Señor, no fue tanto por su flaqueza como por nuestra futura firmeza en la fe; pues la misma resurrección demostrada con muchos argumentos a los que dudaban, ¿qué otra cosa siginifica sino que nuestra fe se fortalece por su duda?" (San Gregorio Magno, Homilía 16 sobre los evangelios).

"Después de la tristeza del sábado resplandece un día feliz, el primero entra todos, iluminado con la primera de las luces, ya que en él se realiza el triunfo de Cristo resucitado" (San Jerónimo, comentario al Evangelio de San Marcos 16).

Wednesday, March 27, 2024

La calle del Padre Pepito en Kendall. Un recuerdo singular. (por Carlos A. Peón Casas)


La memoria afectiva me ha sorprendido con un bonito recuerdo de mi infancia camagüeyana a la altura de la calle Bird Road y la avenida 117, en un tramo de ca que va hasta la avenida 127, en el South West miamense, lleva el nombre del Padre José García, y que justo para el minuto de su retiro como ejemplar sacerdote, lo recuerda, por sus no pocos méritos a perpetuidad.


El Padre José García, Pepito, para los católicos camagüeyanos de una y otra orilla, estuvo destacado por largos años en Miami, precisamente en la parroquia de San Kevin, ubicada en la misma calle de marras que para esa altura se vuelve la 42 con la 127 avenida. Su labor paciente y entregada a una grey donde muchísimos agramontinos concurrían, era igualmente el imán natural para cualquiera fuera el sacerdote que desde la tierra de los tinajones, pasara por esta urbe miamense, donde el acogedor Pepito les abría su casa y su corazón.

Foto de su Primera Misa. 
Tomada de La Voz Católica.
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Holguinero de nacimiento, pero camagüeyano por adopción, Pepito fue ordenado sacerdote en el año 1952. Antes de Camaguey, vivió su ministerio sacerdotal en Puerto Padre       y finalmente lo conocimos ya destacado en la parroquia de la Caridad camagüeyana, donde entroncó mi recuerdo no mas enrumbar su calle miamense.

Desgrano para el lector esta anécdota que me retrotrajo de inmedito a los años de mi primera infancia camagüeyana.

La Caridad. Camagüey
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En aquel tiempo era su costumbre montar en su carro, un mínimo “WW”, lease un “wolfwagen” de los que conocíamos entonces como “cucarachitas”, a cuanto muchacho concurría a su parroquia, y se aparecía con ellos en cualquiera fuera la coordenada de la ciudad de los años finales de la década del 70.

San José. Camagüey
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Aquellas notorias excursiones eran igualmente imitadas por otro celebrado sacerdote de la ciudad, el padre Donato Cavero, jesuita destacado en nuestra parroquia de San José de la Vigía.

Como Pepito el padre Cavero, muy recordado por todos por haber fundado y dirigido por muchos años la tradicional hojita dominical Vida Cristiana, también disponía de un vehículo similar, el ya mentado escarabajo alemán, donde subíamos tantos muchachos al unísono que era impensabe después barruntar como cabíamos tantos en aquel pequeño espacio.

Igualmente el padre nos conducía a paseos animados a alguna casa quinta del entorno del conocido barrio de Garrido, posiblemente propiedad de algun conocido suyo, y donde hacíamos las delicias entre árboles frutales en temporada de mangos o guayabas.

También era usual concurrir a algunos sitios de popular arraigo en la geografía citadina, como el muy recordado Arroyón, en la carretera a Nuevitas, o cualquier otro punto del Camagüey de mi infancia.

Alguna que otra vez coincidíamos con la tropa menuda de Pepito, que como nosotros, nos apretujábamos como podíamos en aquel mítico autito que más que un humilde transportation tan al uso acá, parecía una super guagua en toda regla... que felices compartiamos

Eran los tiempos en que aquellos grupos de muchachos católicos no pasabamos de la docena en cada comunidad, en los inolvidables tiempos difíciles que vivió la Iglesia local, y en todas partes de nuestra realidad cubensis, y que Moseñor Adolfo acostumbraba a nombrar como “de la resistencia” o "los del silencio”; una época empero que marcó los mejores sentimientos de arraigo a la vida de fe de tantos de mis amigos de entonces, hoy desperdigados por tantos sitios, especialmente en este territorio floridano que también ahora habito.

Junio 25, 2010
Foto/Blanca Morales.FC.
Website de la Arquidiócesis de Miami
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Recorrer hoy la calle que lleva el nombre del popular sacerdote camagüeyano, que es mi camino diario en esta ciudad de acogida, dedicada por tanto mérito propio al bien recordado Padre Pepito, el de aquí o de allá; me ha hecho participar de ese recuerdo tan venturoso que tanto bien me hace rememorar hoy, mientras desgrano esta página emotiva que les comparto en esta entrega de los miércoles, y donde la ciudad que nos aupó, se me hace hic et nunc, parte indeleble de tanta bienhechora memoria.

Tuesday, March 26, 2024

Un cubo de agua


Un tiempo nos dio por serenatas. Con unos tragos (quizás) de más,  de madrugada deambulábamos Camagüey después del Caribe, nos dirigíamos a casa de alguna muchacha conocida (hablo de los tardíos 80s) y le ofrecíamos una des-afinada serenata, hasta que nos echaban del lugar.

Una ocasión nos tomamos un café around 3 am. Próximo nos quedaba un balcón cercano en el afecto, eramos tres, a dos nos conocían en la casa de la doncella (su mamá era muy estricta), por lo que nos escondimos y en el medio de la calle, se apostó el tercero (desconocido), a toda voz inició con los boleros, acompañado por nuestro due-coro, de pronto le lanzan un cubo de agua, se aparta: "me mojaste, pero no me apagaste el cigarro y voy a seguir cantando". (JEM)
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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