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Thursday, December 11, 2025

Concierto de Silencios. En Memoria de Dulce María Loynaz. (por Mariem Gómez Chacour)



Por mis años de juventud quedé cerca de la persona de Dulce María Loynaz, tan solo un instante de una tarde de invierno en su casona del Vedado. Fui de la mano de un amigo que la admiraba mucho. No pude sostener entonces, ni una breve conversación. Mis pocos años enfrentaron su gran caudal de sensibilidad humana y … enmudecieron. Mi estúpida curiosidad, mi trivial entusiasmo cayeron en precipicios de suficiencias. Tenía…
la placidez de quien se afinca, de quien no permite que la
turbulencia que de todas formas habita en sus ojos, afecte
el remanso clásico de su sistema, que viene demasiado de
los tiempos como para turbarse. Toda inclemencia es
circunstancia.(1)
Simple, intangible, está guardada junto a esos recuerdos que saltan a destiempo, se hacen presente en las continuas espirales de los años. ¿Por qué lo expreso? ¿Orgullo, vanidad quizá…? No ¿Qué gano con ello…? Mi juventud sintió algo de piedad al percibir la soledad o… el hálito del silencio que la rodeaba. Ella debió sentir lo mismo por nosotros, aunque por diferentes causas y… ¡agradeció la visita!

Fue luego, de vuelta a la realidad que se torna imprecisa y hasta desagradable al dejar personas especiales por las esquinas de la vida, que mi amigo la exaltó: “¡Mujer de grandes palabras y profundos silencios!”

Era la década de los años setentas del siglo XX. Aunque la rueda del tiempo, con sus altas y bajas cumplió el cometido de la vida y Dulce María quedó en su calle solitaria, aquella tarde caí en la cuenta de mis manos vacías.

Junto al diálogo perdido con Dulce María hay tantas palabras que he dicho inútilmente, y hay tantas que jamás pronuncié, escondidas en jirones de insuficiencias… Ya jamás serán dichas. ¡Cómo duele el eco de los silencios! Entonces atisbo otros horizontes con un sinfín de cosas perdidas…

Retorno a su acera dañada por los frondosos árboles hasta el umbral de su jardín, con el más profundo de los respetos a saldar una deuda con el yo no tangible que se pierde en la noche de los imposibles. Con el pretexto de encontrar en las cumbres de sus palabras, de sus silencios: la esperanza.
- ¡Están cayendo estrellas!...
- Qué pensamiento extraño…
- Como del cielo claro
se desprenden estrellas!...
pon tus manos abiertas
para que en ellas caigan…
- ¿Qué estás diciendo, hermano?
Son estrellas fugaces,
ni caen ni se recogen.
-No importa. Pon las manos…(2)
La Calle

Calle ajena al tráfico de palabras buenas. Calle trasnochada de ritmos prehistóricos donde jamás se asoman las estrellas. Una vez, sobre todos los verbos preteridos entró la luz por la sombra de los viejos pinares… luego, se levantó el silencio…

Pero, ¿qué es el silencio más que el gesto de reposo, de ausencia? ¿Es evasión, insuficiencia, búsqueda, otorgamiento, es traición, es miedo? ¿Es una oración, un reclamo? ¿Respuesta de estupor, de dolor? ¿Es indiferencia, omisión? ¿Es compendio de valores supremos? ¿Es virtud de almas grandes?
Y la Palabra… ¿Qué es la palabra?
En el principio la Palabra existía
En ella estaba la vida
Y la vida era la luz.(3)
¿Valoramos alguna vez, la tremenda realidad de una palabra cuando no es vulgar cantata de la lengua? ¿Asumimos la palabra como el principio maravilloso de comunicación humana? Comunicación humana de plena transmisión y discernimiento de ideas y sentimientos.
No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía - ¡el cascabel
de las palabras…!(4)
El silencio la resalta con hálito de leyenda. Ella le otorgó la misma valía que a la palabra en un mundo que lo subestima, que no lo guarda. ¿Existirá el vacío absoluto? ¿El silencio será la nada, el vació? Más allá de lo absurdo... Una Presencia omnímoda llena las almas de Amor. Sí, nunca existe el silencio total.

Dulce María es un orgullo. Poseyó el don de la agudeza delicada para expresar lo antípoda de una realidad desbordada en armonía. La armonía es sustrato en sus palabras. ¿De dónde viene la palabra bella, bendita y eterna y hacia dónde va?

(…) todo lo que era silencio, está ya dicho.(5)

El Salón de la Vieja Casona
Desde ésta, mi arca, a tientas
suelto una palabra al mundo:
la palabra va volando…
y no vuelve.(6)
Una vez, se hizo el silencio en el salón de la vieja casona. Parece vacío, con siete pasos de soledad por los rincones, al margen de la calle. Se ha cerrado la puerta. En el salón, las palabras comienzan la danza de sus recuerdos… Versos en tempo de sonatas… Con sencillez de formas, Dulce María, moldeó palabras y silencios desde las cumbres o los abismos humanos, haciendo palpitar sus contrapuntos.
( …) Adagio

… Anoche soñé con el hijo que ha de nacerme … dice Isabel
con voz que parece venirle todavía del sueño…
Las manos no interrumpen su vuelo; sólo la voz sigue soñando.
-Lo veía un hombre, un hombre fuerte y barbado, y a él acudían
como nubes de moscas, los hombres de la tierra… Y tú, María…,
¿no sueñas con tu hijo?

María se sonríe y no contesta; sigue anudando los hilos de colores.
La voz de Isabel, un instante enmudecida, yérguese como surtidor en
el aire.
-Quisiera que mi hijo fuera un gran general: anoche le brotaban rayos
de fuegos por la boca, y ejércitos se reunían a su paso, capaces de
salvar al pueblo de Israel… ¡Si algún día fuera mi hijo el Elegido!...
Pero no es más que un sueño…
Las agujas se mueven ahora desmayadamente…La voz persiste aún,
más dulce, más íntima.
-Dime, María: ¿qué quieres tú que sea tu hijo?
Y María levanta al fin su rostro sumido en la labor.
Parece que ha palidecido un poco…
Parece que la voz le tiembla en la sonrisa.
-Quisiera que mi hijo fuera carpintero, como su padre
Y luego, suspirando: -Pero no es más que un sueño.

Otra vez el silencio, como humo
de sándalo, ha llenado la estancia…(7)
Su magistral obra no está en los programas de la Enseñanza Media Cubana y en una encuesta, personal y subrepticia a profesionales de ciertos sectores comprobé que no es usual en ellos la lectura de su novela Jardín. Entonces... ¿Para qué valorar las múltiples posibilidades de composición literaria o enjuiciar a la primera mujer latinoamericana en obtener un Cervantes? Ella es un privilegio, un orgullo con reconocimiento universal.
… Dulzura de elevarse
y ser como la estrella inaccesible y
alta,
alumbrando en silencio…
¡En
¡Silencio, Dios Mío!(8)
Es cierto, no descendió a la calle ni esgrimió razones de tumultos -y es más fácil seguir un ritmo de tambor que apresar la esencia del alma en dos versos- pero nadie como ella le cantó con entrañable ternura a Cuba.
(...) Escarchada de sal y de luceros, te duermes, Isla niña,
en la noche del Trópico. Te reclinas blandamente en la hamaca
de las olas.
(…) Isla mía, Isla fragante, flor de islas: tenme siempre, náceme siempre,
deshoja una por una todas mis fugas.
Y guárdame la última, bajo un poco de arena soleada… ¡A la orilla
del golfo
donde todos los años hacen su misterioso nido los ciclones!(9)
El Milagro

Por las sombras de la calle primitiva andan la embriaguez y la algazara en tormentoso despliegue. La tolvanera se dirige directamente al abismo… Se enseñorea la abulia.

La colección de abanicos está en lo alto. Han cerrado de golpe su lenguaje misterioso de ademanes delicados. Cortesanos en gestos veleidosos para encubrir sonrisas insinuantes... necesidad de brisas femeninas... de nácares, maderas, cintas, encajes, colores…. ¡Pero ahora los abanicos callan... se detienen en un sobresalto de asombro! En la cumbre la palabra fue desnudada por el silencio y… ¡brotó un milagro!
… Las palabras temblaban, se desgranaban en el aire,
caían en el silencio ancestral de la casa con un cantarino
ruido de cristales... tal si hubiera brotado allí mismo
un surtidor de milagro.(10)
La vida es un dialogo con el tiempo. Dialogo... convicciones... conductas... posturas… Columnas barrocas que enmarcan edades... viejas ceibas americanas. Leyendas que se van tejiendo en silencio... silencio de palabras donde canta la esperanza.
Creo en el cielo azul (…)
Creo en la tierra humilde (…)
Creo en el silencio (…)(11) 
El silencio también desnuda al alma rompiendo cábalas y mitos, sortilegio con sobresaltos de lo no imaginado. Es pergamino de abstracciones puro, limpio de prejuicios. Es la respuesta idónea para toda interrogación... alto como las cumbres, profundo como los océanos o temible como los abismos. ¡Los silencios... y las conciencias!
Si pudieras escogerlas libremente entre las más brillantes o las más
oscuras; si te fuera dado entresacarlas con mano trémula, como hace
ante las piedras preciosas el orfebre (…) Si pudieras pescarlas como
estrellas caídas en un pozo,
o afilarlas como espadas, o torcerlas como seda…
Si pudieras disponer de todas las que existen como trigo de tus mieses
(…) no tendrías todavía la palabra que pueda ya llenarme este silencio(12)
¡Qué misterios tan profundos el amor y Dios y Dios y el amor! No es costumbre de la calle el hábito de vida más allá de la muerte. Realmente… ¿se encuentra la fe en los silencios? Mi madre calla ahora, el amor calla. Dios calla también… Aceptar entre palabras y silencios… ¡Eso es creer!

¡Descubrir amor en esos profundos silencios! Esa también es la alegría de la esperanza.

¡Cuánto sacrificio silente! ¡Cuánto amor en silencio! ¡Cuánto desprendimiento en silencio! ¡Y qué paz y regocijo cuando en el ofrecimiento tenemos de partícipes sólo las madrugadas!
No se rima la dicha; se asegura
Desnuda de palabras, se reposa…(13)
Osadía imperdonable es tratar de explicar silencios. Como la música; van directamente a mover sentimientos…

La palabra, cuando no es costumbre de la lengua, es agua que da vida y riega cariños... redentora de soledades y tristeza... el silencio es la emoción pura que la justifica. Cuando brotan del corazón producen estremecimientos.

(…) el silencio era distinto entonces:
era un silencio con sabor humano.(14)

El salón permanece vacío. El salón silencioso abriga como el eco de la voz y las manos trémulas de mi madre. La Fe y el Amor, están hechos de confianza y de dudas… de aceptación entre palabras y silencios… El salón permanece vacío…
La vida pasa abajo vestida de palabras
La pena perseguida se esconde y calla…(15)
Y la pena calla y a veces sonríe con esa sonrisa sincera y breve de recuerdos buenos. La sonrisa silenciosa de alegrías interiores…
(…) Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar…(16)
Afuera la calle sigue en su vorágine loca. En la soledad y en el silencio se esparce el amor…

Yo no digo el nombre, pero lo dice la alondra
en su primer saludo al alba y el ruiseñor al despedirse de la noche
No lo digo; pero, si lo dijera, temblor de ruiseñores
habría en mi pecho, sabor de luceros en mi boca y
rosas nuevas en el mundo…(17)
Han pasado muchos años... ahora asumo que jamás hubiera podido articular palabras aquella tarde en la casona del Vedado, cuando mi amigo me llevó. No había encontrado aún mis silencios… Lo verdaderamente triste es que, después de tanto tiempo no encuentro aún, las palabras… Pero sé, que a pesar de todas las ausencias y de todos los silencios siempre existe la esperanza. Dulce María, encontró esos caminos ciertos de fe y esperanza, porque sus interrogantes llevan implícito la tremenda virtud de la humildad.
Rompí a mis pies los caminos
Y me quedé sola frente
a la noche.
Yo conozco el camino del rosal y otros muchos caminos
de la tierra, aunque nunca los anduve ni son tampoco
mis caminos
¿Cuál ha sido, Señor, el camino de la palabra que me diste?(18) 
Como magia de vuelo... el canto azul del Almendares... como luminaria del cielo o un poco de arena soleada, quedó para siempre en instantes de asombro, de admiración y cariño.
(…) Me perderé un buen día (…)
y todos vean mi sonrisa.
Y mi sonrisa sea fuerte,
Y flor, y ala, y venda… ¡Y sonrisa!(19)







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  1. Rufo Caballero “Hongo Fino” Pág. 14
  2. DML Diálogo
  3. Biblia de Jerusalén Jn 1; 1,4
  4. "Oración de la rosa", Poesía Completa pag.26
  5. Poemas sin nombre “Poema CIX” Pág.134
  6. Agua Perdida “Noe” Pág.100
  7. Poemas sin nombre “Poema CXXIV” Pág.142
  8. “Desprendimiento” Pág.60
  9. "Poema CXXIV” Pág.142
  10. “Profesión de fe” Pág.20
  11. Jardín CAP.III “El diablo dentro del cuerpo” Pág.74
  12. Poemas sin nombre “Poema CXIII” Pág.135
  13. Poemas sin nombres “Poema LIV” Pág.119
  14. Versos “Soneto” Pág.30
  15. Versos “La pena” Pág.25
  16. “La sonrisa” Pág.26
  17. “La primera carta” Pág.103
  18. “La primera carta” Pág.103
  19. Poemas sin nombre “Poema LXVI” Pág.123.

Wednesday, December 10, 2025

Monseñor Valentín Zubizarreta, primer obispo de Camaguey (1914-1922). Por Carlos A. Peón-Casas.


El primer obispo de la naciente diócesis camagueyanensis, que fue creada en 1912, Mons. Valentín Zubizarreta y Unamunzaga[1] recibió su consagración el 8 de noviembre de 1914, en la Iglesia de la Merced, el hecho era consecuencia de su pertenencia a la orden carmelitana de la Provincia de Castilla, asentada en aquella, y de la que fungió como visitador. Entre los años 1903 y 1906 ya había estado de visita allí. [2]

La recién nacida diócesis carecía de fondos propios suficientes para su mantenimiento. Se juzgó necesario el envío de unos 9000 dólares para asegurar su sostenimiento, de ellos: seis mil para sustento del prelado y otros tres mil para las necesidades diocesanas. La primera residencia episcopal le costaba unos 130 dólares en concepto de alquiler, y se ubicaba en el número 130 de la calle Independencia.

Escudo episcopal de Mons. Zubizarreta,
en el Salón del Trono. Arzobispado de Camagüey
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En la ciudad agramontina el prelado contaba con 6 parroquias a saber: la Catedral con 8000 fieles; la Soledad con 7000, San José con 12.000, Santa Ana con 15.000, Santo Cristo con 18.000 y la Caridad con 12.000.[3]

Dos órdenes religiosas masculinas ya estaban presentes en la ciudad a su llegada: los padres escolapios y los carmelitas descalzos. En 1917 llegarían a su pedido los salesianos, quienes permanecerían desde entonces tomando a cargo la parroquia de La Caridad, y dando después comienzo al Colegio de Artes y Oficios[4], que para entonces se consideraba uno de los mejores de América Latina[5]

Entre las congregaciones femeninas ya instaladas a su llegada como obispo se incluían las Ursulinas de Santa Ángela de Merici, las Reparadoras y las Siervas de María.

Por la preocupación del prelado respecto a las necesidades educativas de la grey a su cargo, facilitó la entrada a la diócesis de dos congregaciones con ese carisma: la Compañía de Santa Teresa de Jesús (Teresianas) y la de las Hermanitas de los Niños Pobres.

Los miembros del clero diocesano de ese minuto no pasaban de una docena de sacerdotes. Dada la escasa presencia de aquellos en los pueblos de campo, más de uno debía asumir las labores de dos parroquias. Aún así algunas de aquellas carecían de párrocos[6], como las de San Jerónimo, Arroyo Blanco y Cubitas. En algún minuto hubo de clarificar los límites de algunas de aquellas, como fue el caso de la de Santa Cruz, a la que le hizo coincidir su extensión con la del territorio civil de municipio del mismo nombre. En otro caso hubo de segregar una parte de la parroquia de Santa Ana, para adicionársela a la de San José, en específico la gran barriada de La Vigía que se promovió con la llegada del ferrocarril a la ciudad.[7]

La diócesis no podía sostener por entonces un seminario diocesano ante la ausencia de un edificio capaz para albergarlo, y las rentas pertinentes para su mantenimiento. En el año 1920, siete seminaristas locales[8] cursaban estudios en el de La Habana. Hasta ese minuto el obispo sólo había ordenado a un sacerdote.

Si partimos del hecho de que los más de 200.000 habitantes de la provincia y diócesis de Camagüey en 1914 se declaraban católicos, y un número muy ínfimo se confesaban miembros de otras iglesias protestantes, y muy difícilmente alguno que otro ateo, dadas las convenciones de la época, el nuevo prelado, podía considerarse dichoso de aquella grey tan populosa y a la vez seguidora de los preceptos de la Santa Madre Iglesia.

Sin embargo, la realidad parecía de ser de otro tenor. La vida moral de aquellos católicos dejaba mucho que desear, y ante tal constatación así lo hacía saber el obispo en su primera Relación a la Santa Sede: “Mores populi sunt depravatissimi”[9]. Y completaba su aseveración con una lista de los males morales más evidentes: la obscenidad, la injusticia en los negocios y la indiferencia religiosa.

En cuanto a la práctica religiosa, eran muy pocos los que observaban el precepto dominical, y menos aún los que se acercaban a los sacramentos de la confesión y la comunión. Quizás en la ciudad el número era algo superior.

Los matrimonios civiles eran los más abundantes, e igualmente había una alta tasa de concubinatos. Muchos de los nacidos de tales uniones eran fruto de tales uniones.

El bautismo de los recién nacidos dentro de la primera semana, eran raros, igual se le retrasaba hasta el año del nacimiento, y se daban casos que no los bautizaban jamás.

La educación cristiana dentro de los hogares era muy pobre. Sólo la que se impartía en los colegios religiosos, pues la escuela primaria no la impartía. Aunque la doctrina cristiana se explicaba cada domingo en las iglesias eran pocos los padres que enviaban a sus hijos a recibirla.

Las sectas masónicas acogían a muchos católicos que no sentían que su condición fuera óbice para pertenecerá aquellas. El espiritismo estaba muy extendido y se daban casos de feligreses y feligresas que acudían a la primera misa de las parroquias, para luego encaminarse sin ningún escrúpulo a las sesiones espiritistas en los bien conocidos “centros” esparcidos por la ciudad, aunque tal comportamiento estaba muy extendido por toda la feligresía del país:
El Padre Marciano García, carmelita cubano, nos trae el caso de las Terciarias carmelitas del Carmen de Matanzas quienes salían de la misa de 5.30 de la mañana para asistir a la sesión espiritista de las siete”[10]
Para el recién llegado obispo nada de aquella situación quedaba ajena a su celo de pastor. Algunas de sus primeras disposiciones estuvieron en relación con exaltar la piedad de los fieles:
Por una circular del 14 de enero de 1919 ordena a los párrocos y rectores de la iglesias la celebración de un triduo solemne en honor de San José (…) a rezar el públicamente el Santo Rosario en sus respectivas iglesias todos los días del mes de octubre a la hora se juzgue más conveniente para la mayor asistencia de fieles, y exhortándoles a promover el rezo diario del Rosario en las familias.[11]
Otras circulares fueron ya alusivas a aspectos más jurídicos:
como aquella que recuerda las condiciones exigidas por la Iglesia para ser padrino de bautismo, o aquella otra en que se regulan los día de ayuno y abstinencia para los católicos de Cuba, diferentes para los de raza blanca y para los negros y mestizos[12]
Sus Cartas Pastorales fueron igualmente ejemplares. La primera de aquella con motivo de su Consagración Episcopal, cuyo contenido abundaba sobre la verdadera religión, y la explicación de su lema pastoral Pax multa.

La segunda dedicada al espiritismo, data de 1915, que como ya se ha explicitado en otro sitio, era una verdadera plaga que hacía estragos en el territorio de su diócesis camagüeyana. El texto era un llamado a precaverse de aquellas para no ver socavada la fe de sus diocesanos.
individuos de inteligencia extraviada procuran arrancar la fe de los creyentes y corromper las costumbres de los cristianos prácticos. Con cuatro ceremonias ridículas y algunas gesticulaciones no siempre honestas pretenden obtener respuestas de los espíritus, y no consiguen más que una espantosa batahola de martillazos, que ellos se encargan de interpretar como mejor les convenga”[13]
Una Instrucción breve a propósito del proyecto de ley del divorcio, fue hecha pública por el obispo en 1918, con motivo de la introducción de la ley por el presidente Menocal aquel mismo año. El texto discurre sobre tres apartados que versaban sobre el matrimonio cristiano como verdadero sacramento, su indisolubilidad, y la gravedad de quienes solo lo contraen por la vía civil sin luego validarlo ante la Iglesia.

Durante el período que fungiera como obispos diocesano Mons. Zubizarreta dio a conocer otras Cartas[14], como la que firmó en ocasión de la celebración de la Cuaresma de 1918 sobre la necesidad de ser hijos fieles de la Iglesia católica y de aprovechar los medios que ella nos suministra para nuestra perfección. Estaba dirigida al clero secular y regular, a las religiosas, religiosos, y a los fieles de las entonces dos diócesis encomendadas a su cuidado, la de Camagüey y la de Cienfuegos.

Un detalle singular allí esbozado iba en la línea de denunciar y poner en ridículo el supuesto respeto humano que alejaba a muchos quienes se decían católicos:
El ser católico práctico no es deshonra sino una gloria ante el concepto de la buena sociedad. El pertenecer de lleno a la Iglesia Católica y recibir con frecuencia los sacramentos no es humillante sino glorioso[15]
En esa misma línea hay que prestar atención a otro texto suyo, esta vez un discurso que pronunciara con ocasión del Primer Congreso Eucarístico de La Habana en 1919. Aquel convite fue promovido por el obispo habanero Mons. González Estrada en ocasión del Cuarto Centenario de la fundación de la capital habanera. Mons. Zubizarreta hizo esta vez un celebrado elogio de la Eucaristía, poniendo de manifiesto sus saberes teológico y litúrgico, a la par que disertó “sobre la catolicidad práctica de muchos que se decían católicos”:
No es católico el que no cumple con los deberes que le impone la ley del Señor y de la Iglesia para el mejor cumplimiento de aquella. No lo es el que deja de cumplir los preceptos de oír misa y confesión y comunión; los que pertenecen a sectas condenadas por la Iglesia… Y así no está en su lugar decir: fulano es buen católico, aunque no va a cumplir con el precepto pascual, vive maritalmente sin contraer matrimonio católico…Decir de uno que es buen católico cuando vive en concubinato o pertenece a la masonería o al espiritismo, condenados por la Iglesia, o no va a misa los domingos, etc., es decir lo que no es cierto como católico”16]
En 1920, el obispo llevó a cabo su visita “ad limina” al Vaticano. En su viaje desembarcaba por el puerto de Santander en España, pasando por San Sebastián en camino a Roma. El viaje duró de junio a septiembre de aquel año. Un año después viajaba también a los Estados Unidos por razones médicas, y fue recibido en la Clínica de los Hermanos Mayo en Rochester Minessota[17].

Fue relevado de sus funciones como obispo de Camagüey el 24 de febrero de 1922, y nombrado obispo residencial de Cienfuegos. El D. Enrique Pérez Serantes, hasta entonces Gobernador Eclesiástico de Cienfuegos fue nombrado obispo de Camagüey.

Enrique Pérez Serantes
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Para muchos, aquel relevo, tenía un signo de particular referencia, desde 1916, el nuevo obispo Pérez Serantes había sido su fiel colaborador en aquella diócesis cienfueguera, cuando ante la renuncia del también obispo carmelita Mons. Aurelio Torres Sanz, Mons. Zubizarreta había asumido la función de Administrador Apostólico, llevando sobre sus hombros la tamaña tarea de simultanear sus responsabilidades entre dos ciudades distantes por seis años.

En el sentir de los diocesanos cienfuegueros y camagüeyanos, aquel sacerdote gallego de grandes dotes evangelizadoras, era “hechura de Mons. Zubizarreta”[18] Su impronta camagüeyana cargada de grandes sentidos evangélicos, lo llevarían luego a suceder a su antiguo obispo, cuando fuera designado Arzobispo de Santiago de Cuba, a la muerte de Mons. Zubizarreta quien había regentada aquella sede desde el año 1925.





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[1] Nació el 2 de noviembre de 1862 en el caserío de Arnorixa, país vasco. Entró al noviciado carmelitano de Larrea en 1879. En 1880 emitió sus votos simples de obediencia, pobreza y castidad. Recibió el presbiterado en 1894. Fungió como profesor de Filosofía en el Seminario de Burgos y Prior del convento de Vitoria. Nombrado Definidor Provincial y Visitador de las casas de América en 1897. Viajó por Chile, Cuba y Estados Unidos. En 1906 era Prior de Burgos y Visitador General de la Provincia de Aragón-Valencia. Obispo de Camagüey en 1914, y Administrador de Cienfuegos desde 1916 hasta 1922, en ese año asumió como obispo aquella diócesis. Arzobispo de Santiago de Cuba desde 1924 hasta su fallecimiento en 1948. En Mons. Valentín Zubizarreta. Carmelita, Obispo, Teólogo. Antonio Unzueta Echevarría. Ediciones El Carmen. Vitoria-Gasteiz, 2006.
[2] Entre 1903 y 1906, visitó las casas de la orden en América. Un interesante informe suyo de cuanta de la visita a la de la congregación camagüeyana: “La ciudad de Puerto Príncipe tiene unos 40.000 habitantes de todos los colores: blancos, negros, mulatos y chinos; con 30 sacerdotes: 20 regulares, entre escolapios y carmelitas y los demás seculares. Posee once iglesias: 6 parroquiales, 3 conventuales, una de un hospital y una ermita llamada La Candelaria. Una de las iglesias conventuales (la de S. Francisco) está regentada por los PP. Escolapios y otra (la del Carmen) está ocupada por las religiosas ursulinas. La asistencia a la iglesia es muy escasa, y por más que se hace alarde de piedad, está no pasa de pura palabra, pues casi la totalidad de las iglesias se encuentran completamente vacías aún los días de fiesta. Nuestra iglesia de la Merced era una excepción en este punto pues la concurrencia solía ser siempre grande, sea por el culto que allí es más esmerado, sea por su situación céntrica.”. Ibíd.p.138
[3] Las otras nueve incluían la de San Eugenio de Ciego de Ávila (45.000), la Candelaria de Morón (35.000), la Virgen de la Caridad de Nuevitas (15.000) y Santa Cruz (18.100) entre las más relevantes. Había otras tres parroquias sin iglesias San Jerónimo, Arroyo Blanco y San Miguel de Cubitas, la de Guáimaro también era de ese grupo, pero tal época se terminaba su construcción. Ibíd. p.152
[4] La instalación de los padres salesianos se debió al ofrecimiento de la Srta. Dolores Betancourt, quien deseó construir a sus expensas una Escuela de Artes y Oficios para niños pobres, para lo que había destinado, como para otras importantes obras y mejoras eclesiales y educativas, todo su caudal.
[5] Ibíd. p.160
[6] Había “procurado que todos los párrocos tengan su propia casa cural. No se les permite que tengan ama de llaves”Ibíd, p.156
[7] Ibíd.
[8] El obispo pagaba por ellos “238 dólares mensuales, sin contar el vestido, los libros, las matrículas, etc; en total unos 300 dólares mensuales.”Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd. p.157. Citado de GARCIA, M., Introducción a la espiritualidad cubana. En “Espíritu y Vida” 1 (1994) 136
[11] Ibíd. p.158
[12] Ibíd. En año III, 1919, pp.68-71, las dos circulares fechadas el 19.02.1919
[13] Ibíd. p.288
[14] Otras de este período serían su Carta Pastoral en la Cuaresma de 1920 sobre la modestia cristiana, la carta Pastoral Colectiva de los Sres. Arzobispo y Obispos de Cuba, dada en La Habana el 13 de junio de 1921, y la Carta Pastoral con motivo de la toma de posesión de la diócesis de Cienfuegos, el 24 de febrero de 1922. Ibíd. pp.2291-292
[15] Ibíd. p.290
[16] Ibíd. p176
[17] Allí se le practicó una exhaustiva revisión médica que descartó padeciera un cáncer de garganta.
[18] Ibíd. p.180

Wednesday, December 3, 2025

Extraños sucesos paranormales en Puerto Príncipe en septiembre de 1873. (por Carlos A. Peón-Casas)


Los hechos narrados parecerían atribuidos a la mitología local, si no los hubiera referido una publicación peninsular de bastante crédito en la entonces Isla de Cuba: El Gobierno: Diario político de la mañana. El suceso se reseñaba en noviembre, pero su ocurrencia databa del mes de septiembre.

Lo acontecido según narraba el cronista era ya la comidilla de los corrillos habaneros, donde la noticia había viajado más rápido de lo imaginado. El redactor se decía hombre descreído de aquellas anomalías de las que el lector tendrá pronta referencia, pero igual apuntaba: “no queremos dejar de dar cuenta de algunos de ellos, siquiera solo sea para satisfacer la curiosidad de los lectores peninsulares, o entretener un rato a los desocupados.”

Los hechos eran más o menos del siguiente tenor:
El día 22 de septiembre como a las siete de la noche, a poco tiempo de haber encendido las lámparas de la casa número 42 de la calle de Santa Ana de Puerto Principe, que habitaba con su familia el doctor en farmacia D. Nicolas Porro observo aquella que el tubo y depósito del farol del portal se movían dentro de los mismos vidrios del farol. A los pocos momentos, de una lámpara de tres brazos que estaba en la sala se escaparon el hemisferio y el tubo, haciéndose añicos en el suelo. Sobrecogida la familia con este suceso, corrió inmediatamente la noticia por el barrio, y bien pronto se llenó la casa de multitud de curiosos. Entre ellos un vecino pidió una luz a la señora de la casa para informarse de lo que había en una habitación…pero al retirarse salto de una mesa una botella o jarra de barro haciéndose pedazos en el suelo. La sorpresa era natural, y hubo de aumentarse, cuando al salir al comedor, vio que un bonito tinajero, al parecer de palisandro y cerrado con su llave, se deslizó como a un medio pie de distancia de la pared a que estaba arrimado, cayendo inmediatamente sobre sus puertas, y rompiéndose multitud de cristales y loza que contenía, lo que indica que los objetos interiores pugnaban por salir del encierro. También vino al suelo un cuadro de retratos que estaba colgado en la pared de la sala. De un tocador colocado en el aposento se escaparon todos los objetos de loza y porcelana... A poco rato se produjo el mismo suceso en dos casas contiguas.
Aunque lo narrado pareciera una de esas y tan adornadas consejas de antaño, de la que la ciudad principeña fue tan proclive a lo largo de su historia, hoy antológica de tradiciones y leyendas, la reseña de marras seguía dando otras evidencias sucesivas de tan anormales manifestaciones. Así sigue la narración del ya mentado cronista:
Estos fenómenos se repitieron la noche siguiente en la casa de D. Cornelio Porro situada en diferente calle, y en la cual se había refugiado llena de miedo la familia en cuya morada ocurrieron los primeros fenómenos. De un esquinero de sándalo de la sala saltó una figura de mármol... se oyó ruido en un aposento, acudieron y encontraron caído hacia adelante un lavabo de caoba y en una pieza inmediata y en la misma posición, un catre que estaba arrimado a la pared. Nada más ocurrió esa noche, pero en las primeras horas del siguiente día, una cajita de lata, cerrada y vacía, saltó de un aparador situado en el comedor, cayendo a alguna distancia…
El cronista que quería quedar imparcial ante tirios y troyanos, esbozaba alguna de las muy difundidas explicaciones al respecto, descreído de algunas, peo dejando absolutamente al creído o descreído lector con sus propias conclusiones:
Estos sucesos están dando lugar a muchos comentarios, algunos de ellos absurdos hasta no poder más. La ciencia los tribuye a la electricidad. Los espiritistas, que también los hay en Cuba, se empeñan en ver a un médium figurando en todo este asunto. Pero lo más original es un comunicado que ha visto luz en el diario de La Marina y en el cual su autor quiere explicar teológicamente los fenómenos y asegura, con toda formalidad, que han sido obra del mismo diablo.
Nada extraño al respecto, y en consonancia con la teoría espirita, que no dejaba de tener adeptos en el Príncipe, que una referencia velada al hecho de que tales anomalías sucederían en los hogares de dos de las personas de cierta relevancia en la villa, y que unos meses antes, habían tenido la triste experiencia de reconocer el cadáver de Ignacio Agramonte en San Juan de Dios.

Ese día Manuel Agramonte Porro y Cornelio Porro junto a otros conocidos del Mayor estuvieron también presentes, entre ellos: José Muñoz, José Antonio Ronquillo Agramonte, José LLauger Beltrán, Tomas Barrios González y Agustín Varona.

Para el pueblo llano, sencillo e impresionable en sus creencias: otra explicación era plausible. El espíritu de nuestro adalid Agramonte podría estar manifestándose en triste vagar, por la otrora ciudad que lo vio nacer, y donde sus restos mortales no encontraron el descanso merecido al ser tristemente deshonrados y chamuscados, lanzados sin honor ni gloria, a una fosa común.

Para este humilde compilador del suceso, y a decir del adagio italiano: “Se non e vero, e ben trovato”

Wednesday, November 26, 2025

Recetas ancestrales de la ciudad Puerto Principeña. (por Carlos A. Peón-Casas)


Ya resultan proverbiales en el tiempo y en la exultante memoria de la otrora villa y ciudad del Príncipe, los platos de mayor prosapia que adornaban las mesas de pudientes y no.

El ajiaco según la receta de Puerto Príncipe es el súmmum de la lista, junto a otras delicatesen, de las que hoy compartimos sus intríngulis más o menos revelados desde la memoria de sus primarios cultores.

Los detalles sobre su elaboración nos llegan hoy desde la revelación de un libro o prontuario culinario: ¿Gusta Ud.?(1) a cargo de varios autores, y donde varios camagüeyanos revelan sus especiales recetas.

La Naranja cubierta es uno de aquellos postres con una sabor y un saber hacer muy particular en la otrora comarca.

Su elaborada receta nos llega desde el testimonio de Aurelio Boza Masvidal, de familia principalísima, según la que conoció de una dama distinguida Doña Concha Marín y Loynaz, vecina suya en la antigua calle de San Juan o las Carreras.
En Camagüey le llaman naranja cubierta a un dulce hecho de esas grandes naranjas que acá llaman cidras, a las que una vez peladas le quitan sus semillas y su centro, las cortan en tajadas, por decantación le quitan su amargor, las cuecen, y luego las recubren de espeso almíbar que se cuaja y quedan cubiertas de azúcar, algo así por el estilo a lo que llaman en Italia frutas cristalizadas o abrillantadas.(2)
Le sigue en nuestra relación la Empanadilla Camagüeyana según nos la revela en el ya citado prontuario José S. Lastra.

Los ingredientes sugeridos incluyen, además de la infaltable harina de trigo la mantequilla a la par que la manteca de cerdo, junto a los huevos, la sal y el azúcar.

Para el relleno de las siempre apetitosas empanadillas fritas se sugieren dos variedades: una salada con “picadillo fino de pollo, con pasas, aceitunas y un vasito de vino”; y en la versión dulce, la infaltable conserva de guayaba.

En continuidad de estos sugerentes postres descubrimos uno con gran prosapia y singular memoria degustativa: el Bizcochuelo Camagüeyano.

Seguimos al pie de la letra las rememoraciones que le evocaban a Guillermina Domínguez Roldán de Boza Masvidal:
Entre las creaciones más ricas y estimadas de la repostería camagüeyana, se destaca el bizcochuelo…Es una especie de panetela o bizcocho que al sacarse del horno tiene un color tostado, un aspecto esponjoso, un olor estimulante, un sabor amelcochado.

(…) en las meriendas de las tardes carnavalescas de “el San Juan”, o en el obligado obsequio que los dueños de la casa ofrecían a los visitantes que allí acudían para ver pasar la procesión, nunca faltaba el bizcochuelo como algo típico y obligado.

(…) En la mesa del gran comedor, con blanquísimo mantel de alemanisco, con iniciales bordadas, con encajes o festones tejidos, con el centro de cristal lleno de flores y frutas, y las bandejas de plata con mil golosinas y confituras, la preciosa vajilla de fina porcelana de la abuela, con orla verde y oro y la afiligranada caligrafía de sus iniciales, se servían las grandes tazas del sabroso y oloroso chocolate pilado a mano, que siempre era acompañado con el delicioso bizcochuelo.(3)
La receta en toda su magnitud precisaba como ingredientes veinte huevos frescos, y además de la harina de Castilla, y del azúcar más fina posible, el añadido de media libra de almendras peladas y tostadas.

Estaba pensada para 24 porciones. Y una especial indicación advertía que el delicioso postre no podría ser extraído del horno hasta que aquel estuviera frio. El adorno final se lograba con las almendras peladas y tostadas, enterradas hasta la mitad en el bizcochuelo.





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  1. ¿Gusta Ud.? Prontuario Culinario, Varios Autores. Ucar y García S.A. La Habana, 1956.
  2. Ibíd. p. 618
  3. Ibíd. pp. 393-394

Wednesday, November 12, 2025

El río Hatibonico desbordado el 2 de junio de 1841 (por Carlos A. Peón-Casas)


(Según una antigua nota marginal en un libro de Bautismos de la parroquia de La Soledad)

La historia de cualquier sitio, se cuenta también en los márgenes de los libros oficiales. Este es el caso de la memoria que hoy reseñamos: un tremendo desbordamiento del principeño río Hatibonico, acaecido el 2 de junio de 1841.

El suceso lo reseñó para la historia local, el que era por entonces cura párroco de la Iglesia de la Soledad, Don Joseph Ma. Cabrera y Herrera, y lo hizo como nota curiosa, en la apertura del libro de Bautismos de blancos, empezado por aquel, el día anterior a la terrible riada del siempre pacífico Hatibonico, siempre que no le llueva en la cabezada, como muchos ya tienen por experiencias repetidas a lo largo de casi tres siglos.

El párroco de marras, parecía además tener dotes artísticas, pues había dibujado, con la misma tinta que acotaba sus escrituras, una mariposa de alas desplegadas, ocupando la mitad de la hoja inicial de aquel libro.

A renglón seguido, dejaba el testimonio de lo recién acontecido, texto que transcribimos íntegramente y con la ortografía original, por su enorme interés, para los lectores curiosos por la historia siempre fecunda de esta parcela principeña.
El dos de junio de 1841 fue tan extraordinaria la corriente del rio Hatibonico que circunda esta Ciudad, que anegó todo el barrio de la Caridad en los esremo;; que más allá de la medianía de dha calle, se vieron balsas qe provisionalmente se hicieron para prestar algun aucilio á las personas que estaban en medio del peligro mas inaudito, é inesperado. Varias personas fueron victimas de las corrientes impetuosas, que se llevaron en pos de ellas, nnumerables casas, y cuanto les servia de obsatculo, á su rapidez, pero la misericordia divina siempre compasiva, y por un rasgo de su benignidad, calmo la lluvia, a las nueve de la mañana, de modo que si hubiere sido nocturna semejante inundación, ninguno de los moradores se hubiera salido victorioso de una inansion tan repentina que jamás había acontecido. Las cortinas del puente se cubrieron por las aguas y esto basta pa formarse una idea de semejante catástrofe.

Wednesday, October 29, 2025

Alusiones a Camagüey en el National Geographic Magazine. Enero de 1947. (por Carlos A. Peón-Casas)



Los detalles en particular de una singular visita a la ciudad agramontina, aparecían en aquella prestigiosa revista en un artículo mayor sobre Cuba, intitulado: Cuba: la azucarera de los norteamericanos, con el que abría el número correspondiente al Volumen XCI.


El cronista Melville Bell Grosvenor, había realizado aquel reportaje de la Isla luego de un recorrido multitudinario por toda su geografía de occidente a oriente.


A Camagüey llegó el periodista acompañado por el destacado profesor de geografía el Dr. Salvador Massip, quien dictaba cátedra por entonces en la Universidad de La Habana.


Transcribimos para el curioso lector los detalles de aquella visita a nuestro terruño, desde la traducción del artículo original en Inglés a nuestra vista, otro valioso tesoro de los que guarda la Biblioteca Diocesana de Camagüey.
Pudimos ver las techumbres rojas de Camagüey desde la distancia. la ciudad se alza sobre los verdes campos como un castillo de hadas. "Camagüey es la ciudad de los patricios", me dijo el profesor Massip. "Muchas antiguas familias tienen ancestros que datan del siglo XVI". El profesor José Agüero se nos presentó con su brillante traje blanco, de lino. Es profesor de Historia Natural en el Instituto de Camagüey. Agüero es un apellido famoso en Camagüey. Miembros de esta familia tuvieron roles heroicos en la historia citadina. Francisco de Agüero fue uno de los primeros mártires, ajusticiado en la horca en el hoy Parque Agramonte, el 16 de Marzo de 1826. Otro héroe revolucionario fue Joaquín de Agüero, un emulo cubano de Nathan Hale, fusilado en Agosto de 1851. El Parque Agramonte honra a otros héroes revolucionarios. En su centro se alza una estatua ecuestre del General Ignacio Agramonte, nacido en la ciudad, y muerto en batalla en 1873 durante la Guerra de los Dies Años. Camagüey ofreció muchos valientes a esa guerra infructuosa por la Independencia que costó 25. 000 vidas y 300 millones de dólares. Con el Dr. Agüero como nuestro cicerone fuimos recibidos en muchas de las casas más antiguas de la ciudad El Dr. Aurelio Izquierdo y su Sra. nos mostraron su preciosa casa, sencilla pero decorada con gran gusto. Posee uno de los patios más maravillosos que yo viera en Cuba. Adornado por los típicos tinajones camagüeyanos. Cruzando la calle Finlay, frente a la casa de los Izquierdo, se localiza la casa donde nació Carlos J. Finlay*, el eminente médico cubano quien sugirió que la Fiebre Amarilla era transmitida por un mosquito. El Dr. Finlay, graduado de la Escuela de Medicina de Jefferson en Pennsylvania... comenzó luego su estudio sobre la enfermedad que causaba mucha mortalidad en Cuba (...) Finalmente el Mayor Walter Reed probó que Finlay tenía razón.

Las fotos tomadas en nuestra ciudad por el propio cronista, o su fotógrafo, son casi octogenarias, pero se mantienen impecables en la magnífica reproducción de la revista de donde las reproducimos para el complemento de estás tan reveladoras líneas. El Camagüey de entonces luce impoluto en aquella su esplendente condición a pesar del tiempo y tantos avatares.





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*Tal era el criterio de la época, que se recordaba en una tarja aun adosada a la pared de la casa de marras, y que el cronista tuvo a la vista. A posteriori resultó ser enmendado, ubicando la casa natal, dónde hoy se le reconoce, en la Calle Cristo.

Wednesday, October 22, 2025

Antonio Menéndez Peláez, de Camagüey a Sevilla en un vuelo poco recordado. (por Carlos A. Peón-Casas)


El singular periplo se remonta al año 1936. Fue un homenaje del piloto asturiano cubano a los valientes aviadores Barberán y Collar que hicieron el mismo recorrido, pero a la inversa en el año 1933.

Monumento, en Camagüey, a
Mariano Barberán y Joaquín Collar.
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El punto de despegue en la ciudad agramontina, era el primer recordatorio a la gesta de los pilotos españoles, que cruzaron el Atlántico por su parte más ancha y sin escalas.

Era el día 12 de Enero de 1936 y los pocos testigos al uso vieron partir al piloto en su monoplano Lockhead Sirius 8, bautizado con el sugerente nombre del 4 de Septiembre, un dato que revelamos en algún punto de este relato.

El aparato había sido reacondicionado, luego que el piloto lo comprara por solo 1000 dólares, y la susodicha reparación había importado 35000. Incluyendo tanques de gasolina bajo las alas para permitir mayor autonomía.

Menéndez tuvo el apoyo incondicional del ejército cubano, al que se había sumado como piloto, y se dice de buena tinta, que fue el propio General Batista quien sugirió el nombre del aeroplano en honor a su movimiento revolucionario contra Machado

Su vuelo empero se haría con escalas, y llevaría al piloto hasta Brasil, punto escogido para el salto sobre el Atlantico, para desde allí recorrer los más de 3000 kilómetros hasta tierras africanas en Senegal, en 17 horas y treinta y cinco minutos.

El diario español ABC reseñaba el hecho en un artículo escrito en el año 2016, al cumplirse el aniversario 80 de este suceso, tan señero para la historia de la aviación mundial:
Menéndez Peláez logró cruzar el charco y llegar a Sevilla con una aeronave con cabina descubierta («una moto sobre un bidón de gasolina», según definición de un historiador aeronáutico) que no llevaba radio (para aligerar la nave de peso) y cuyos instrumentos de navegación se limitaban prácticamente a una brújula y una rústica esfera que le indicaba el horizonte cuando las nubes le impedían ver más allá de unos pocos metros. Las crónicas de la época cuentan que el valeroso piloto encontró sobre el Atlántico vientos fuertes y mal tiempo que le obligaron a volar en muchas ocasiones, «a casi a ras del agua».
Se pueden encontrar otros pormenores, que hoy nos sorprenden por la audacia increíble de aquel pionero de la todavía incipiente navegación aérea:
Menéndez Peláez, de 33 años, tuvo que demostrar su pericia tomando como referencia los barcos en ruta que avistaba desde su aparato. Tras descender por varios países del continente, buscando la distancia más corta entre América y África que su avión, de sólo 8,25 metros de longitud, le permitía cruzar…
La misma fuente nos deja en otro punto la historia personal del joven y atrevido piloto que se jugó la vida literalmente en tan arriesgada empresa:
Antonio Menéndez emigró a Cuba siendo un adolescente desde su Asturias natal, siguiendo el camino de su padre, del que pronto se distanciaría. Fue dependiente de comercio, chófer de autos de alquiler, mecánico automotriz, fogonero, pescador y barquero en la Bahía de Cienfuegos, pero su sueño en la vida era ser piloto de aviación.

Se nacionalizó cubano a finales de 1927 para poder estudiar en la Escuela de Aviación Greer Collage, de Chicago, y tras terminar su curso de piloto, con apenas 25 horas de instrucción de vuelo, compró un avión biplano Waco y voló con él a La Habana. Prestó sus servicios en Aerolínea Cubana de Aviación, pero quería cruzar el Atlántico en solitario.
Su sueño acabaría por hacerse realidad y su arriesgado periplo lo ubicó en las ciudad sevillana después de 72 horas y 36 minutos de arduo bregar contra los temibles vientos y la furia del océano. Al pisar suelo español manifestó su contento y su orgullo:
Sobrio y valeroso, como los héroes de esa época, Menéndez le restó mérito a su hazaña, se limitó a decir a los periodistas que lo esperaban en Tablada, uno de ellos de ABC, que su mayor emoción durante todas esas horas de vuelo fue «pisar la tierra de España». En una entrevista posterior se limitó a decir: «Vengo a retribuir el vuelo de los heroicos aviadores españoles Barberán y Collar y traigo a España el saludo de Cuba». Y añadió: «Mis padres viven en un pueblecito de Asturias y les daré la sorpresa de mi visita».
Con honores regresó a Cuba para contraer nupcias con su prometida, una joven muchacha: Ofelia Brugueras, nativa de la zona de Manicaragua en la entonces provincia de Las Villas.


Pero la vida juntos se esfumó como un soplo. La esposa embarazada lo esperó en vano cuando el joven y tenaz piloto emprendiera, junto a otro tres ases cubanos, un vuelo conmemorativo por las tierras americanas en conmemoración del descubridor Cristóbal Colón.
Visitaron 26 países y en la parte final del viaje Menéndez y sus tres compañeros cruzan el Pacífico desde Cali a Buenaventura. Según los expertos, era una ruta poco adecuada por la falta de potencia de los aparatos cubanos… La muerte les esperaba al lado izquierdo, en el valle del Cauca, y toda la escuadrilla cubana se estrelló. Los aparatos se incendiaron y murieron al instante todos sus ocupantes: los pilotos, los mecánicos de vuelo y un periodista que viajaba con Menéndez y que era el cronista oficial del viaje. Era el 29 de diciembre de 1937.



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Con notas del artículo: “El aviador romántico que cruzó el Atlántico sin radio y que llegó a Sevilla el día de San Valentín”. En Diario ABC de Sevilla. Jesús Alvarez. 14/02/2016. (Versión digital)

Wednesday, October 15, 2025

El convento sumergido… un recuento onírico… (por Carlos A. Peón-Casas)


Lo soñé sin dudas. Me veía recorriendo los antiguos atrios del convento mercedario. Era noche cerrada sin luna… adentrándome por pasadizos que de pronto se abrían bajo las obsoletas catacumbas, del Templo señorial de 1748, y de antes… y recorría un sendero infinito en espirales sinuosas… bajando al origen metafórico de las cosas y de los tiempos idos y pletóricos de remembranzas… me sentía acaso como Borges en su enigmático periplo por aquella también infinita Biblioteca de Babel…

No andaba perdido, sino eufórico de tantas nuevas y variadas circunstancias. Ante mi se abrían como por ensalmo y desde tan enigmática experiencia, otra realidad en espacios jamás imaginados… antiguos pergaminos con la memoria ancestral arrancada por el infausto Morgan, colgaban de las paredes intactas de la otrora ermita, donde los ayes dolorosos de los enclaustrados por el temible pirata, clamaban ser devueltos a la otrora plácida realidad de aquella villa del Príncipe asolada y vuelta cenizas insondables e aquella infausta Semana Mayor de 16…

Cada nuevo recodo era un nuevo y enigmático despertar de asombros volviendo al origen prístino de la villa príncipense…

Con cada paso, un nuevo latido de emociones nuevas... de silencios rememorados por la intensidad de la memoria que se remontaba al minuto fundacional…

En cada giro de aquel laberinto sin acabamiento posible… volvía la mirada atónita y descubría los celajes impertérritos de aquel sinuoso y enlodado poblamiento, con carretas de bueyes sudorosos arrastrando sus cargas desde las lejanas orillas del único mar salvifico y providente…

De pronto en el giro de otra vuelta del sendero, contemplé con mirada incrédula pero firme las paupérrimas huestes fundantes salidas a galope imparable desde Caonao…  llegaban a la orilla salvifica del Tínima, desmontando las pacíficas bestias… se santiguaban con gesto agradecido por esa nueva e inexplorada planicie fúndante… que habitarían con gozos y renovadas esperanzas…


En Miami, a 8 de Octubre de 2025.

Wednesday, October 8, 2025

Crónica de un viajero en el Camagüey de 1910 (por Carlos A Peón-Casas)

Foto/Febrero 1915
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Se trata de una añeja rememoración que un cronista de ocasión dejara publicada en la revista Bohemia de diciembre de 1910. El escribidor era parte del entourage que el presidente de la República de aquel minuto viajaba en el tren al uso, de camino al Legendario en visita de ocasión.


La narración arrancaba no más el tren dejaba atrás la estación de Ciego de Ávila. El relato se hace profuso en detalles de la amplia sabana, rodeada a ratos de mínimos afloramientos verdes, bosquecillos ralos, palmas por doquier.

Al atardecer la comitiva hacía entrada en la ciudad de entonces. Sorpresa para el viajero hallarse con aquella: “magnífica, soberbia, majestuosa... estación del ferrocarril…” y en el entorno: la elegante profusión de edificios en la acera del frente… a no dudarlo el Hotel Plaza… Su relato sigue un recorrido inevitable por las calles de aquel Camaguey:
Al doblar cualquiera de las esquinas inmediatas a los contornos del paradero, Camagüey se nos presenta tal cual es, con todo su sello característico de antigüedad. Es una aldea española grande.
Pero más que edificios grandilocuentes de impecables valores arquitectónicos, el viajero aspiraba a algo más sugeridor:
contemplar de cerca aquí, en esta tierra simpática… esas hermosas y sugestivas camagüeyanas de que tanto habla la fama, quiero tropezar a cada paso por sus tortuosas callejas con un Lugareño en cada senil cabeza de varón, quiero recrear mis ojos con la vista de esos patios a la andaluza con tiestos de flores, de que oigo hablar a los que pierden el seso cuando habla de su Camaguey: quiero beber el agua de esos famosos tinajones que hacen mofa de acueductos y aljibes: quiero probar ese queso camagüeyano que tan dificil se hace hallar en el mercado habanero y que solo a costo de subido precio saborean algunos ricos sibaritas, quiero en fin saborear, el ambiente saturado de patriotismo de esta tierra de titanes, de mujeres portentosas…
Un detalle a seguido nos deja una particular perspectiva del ambiente mediterraneo de la ciudad. Se trata de una perspicaz observación del periodista sobre la llegada del progreso ferrocarrilero a la antigua comarca y todo lo que en consecuencia se empezó a vivir en la añosa y tranquila comarca de nuestros ancestros:
Van Horne, el canadiense, abriendo luenga brecha por entre montes y sabanas, rompió la tradicional tranquilidad el solar camagüeyano, inundandolo de turistas de caras raras, de comerciantes de miradas escrutadoras, de viajantes aventureros, de agiotistas ávidos de negocios de toda clase, y de gente nueva e improvisada que nadie vio por aquellas calles y callejuelas el dia anterior. La virginidad de la vida camagueyana quedó por siempre deshecha.
Tales conjeturas nos confiesa en su discurso era el sentir de los más viejos y afincados enla tierra que desde siempre les hizo lugar, uno de tales comentaristas le hacía saber con sabias palabras:
Aquí se vivía en familia, casi todos los camagüeyanos estábamos emparentados, el que pretendía una dama la llevaba hasta el altar… la gente forastera que ha caído como plaga egipcia, ha quebrantado la armonía social, y el abolengo tradicional desaparece, estamos en constante alarma… al borde de un precipicio permanente. El Camagüey, mirando a través del cristal de su leyenda, maldice al travieso canadiense que acabó con la solidaridad familiar de este rincón cubano

Pero de todo lo visto había igual reparos en aquella nuestra ciudad camagüeyana del siglo pasado… no todo era de su agrado:
Ni una sola construcción digna de admirarse. Ni un monumento. Ni una simple estatua recordando a tanto hijo ilustre como ha tenido. Ni un teatro digno de su población, cultura y categoría de ciudad capital. Ni una obra pública de esas que atraen la atención del viajero. Ni una fábrica industrial digna de verse.
De otras facetas del entramado y de la vida social, ya de merecido realce esta vez, el visitante dejaba contada referencia.

Sus anotaciones las dejo de referente para el cierre, como botón de muestra de aquella ciudad que fue y de alguna forma ya no existe, pero que igual es una rememoración inevitable y un hálito de memoria para los que ya no la habitamos:
La ciudad de las iglesias, la llamaría yo por el número exorbitante de las mismas que se cuentan… posee Camagüey un Casino Campestre, verdadero parque que ya quisiera tener La Habana. La luz electrica ha reemplazado en casi toda la ciudad al antiguo farol de petróleo colgado del gancho que aún se ve, como signo de un pasado en la fachada de cada casa. Un tranvía corre por algunas de sus calles, y entre estas cuéntase una asfaltada…


Wednesday, October 1, 2025

Los amigos camagüeyanos de Hemingway (por Carlos A. Peón-Casas)


Ciertamente Hemingway y Camagüey tienen conexiones inevitables, que pasan esencialmente, por aquella bien documentada experiencia en la cayería norte, en los primeros años de la década del 40, del pasado siglo, dándole caza a los submarinos alemanes que infestaban la zona en aquellos aciagos día de la II Guerra Mundial. 

Del suceso, queda incluso, el testimonio ficcionalizado de su novela póstuma Islas en el Golfo, bien conocida por acá. Pero, si de otras cercanías y amigos se trata, todavía el Camagüey y Hemingway, tienen otras aristas casi nada divulgadas, que pretendemos desgranar a la luz de lo que Carlos Baker, a nuestro ver el biógrafo más sólido de Papa, o al menos, el único a quien autorizó a airear su vida después de su deceso, recrea en su conocida biografía Ernest Hemingway. A Life Story; e igualmente echando mano a otras muy interesantes fuentes epocales que nos ayudan a poner en blanco y negro estos todavía inéditos detalles.

La amistad reconocida entre Hemingway y su inseparable amigo Mayito Menocal Sr., pero quien no era oriundo de esta región, lo acercan a Camagüey en 1940, a los predios del Central Santa Marta, propiedad de la familia García Menocal, un hecho igualmente bien documentado por Baker, y al que ahora solo mencionamos de pasada. 

Pero si de verdaderos amigos autóctonos de esta comarca de “pastores y sombreros” se trata, tendríamos que empezar refiriendo a dos hermanos camagüeyanos, de los que hasta aquí sólo encontramos una mínima pero ilustrativa mención en Baker y muy pocos detalles que refieran a tal relación con Papa: refiero a Graziella y Thorwald Sánchez Culmell, hijos del reconocido comandante de la Guerra de Independencia y rico hacendado local, Bernabé Sánchez Batista, quien luego fungiría como Gobernador de la Provincia de Camagüey en los tiempos del famoso alzamiento liberal de la Chambelona en 1917. 

Es un hecho que la pareja de hermanos nacieron en estas tierras, sin que podamos aún precisar el lugar y la fecha exactos, aunque con toda presunción por la época antes citada, o alrededor de las dos primeras décadas del siglo veinte entre la ciudad de Camagüey, y las propiedades de la familia en los extensos predios de la zona del Central Senado, posesión del citado Bernabé, o hasta quizá presumiblemente en la ciudad de Nuevitas. 

Junto al resto de la familia se afincaron a posteriori en La Habana, donde posiblemente conocieron a Papa. La fecha de ese primer encuentro puede perfectamente coincidir con ese primer minuto de los años treinta (1932) en que Hemingway cruza a La Habana desde Key West, donde estaba su casa, para iniciar esa nunca terminada luna de miel con la corriente del Golfo y sus infinitas coordenadas piscatorias.

La relación, al menos con Thorwald, estaría signada a no dudarlo, como la que la unía con Mayito Menocal, al mundo de la caza y la pesca. De Thorwald sabemos que detentaba una muy exquisita educación al graduarse en Harvard, y ya era reconocido en Cuba “como uno de los principales deportista de la pesca” 

La alusión que hace Baker tiene inevitablemente ese último signo. Y aunque el hecho narrado discurre ya en la década de los 40’s, es clara evidencia de la amistad que ya los unía, aunque en la relación, Baker no nos aclare nada más al respecto.

La cita de marras da cuenta de un suceso marítimo que involucra al Pilar en misión de rescate del schooner, propiedad de Thorwald a la altura de Bahía Honda, en Pinar del Río en noviembre de 1943:
Los salvajes vientos del norte hicieron muy difícil la navegación durante casi todo el mes de noviembre. El día 9 el Pilar se las arregló para rescatar el schooner de Thorwald Sánchez, al que se le había roto sus moorings cuando no había nadie a bordo y estaba camino de estrellarse contra las rocas…
Se trata sin dudas de un suceso enmarcada en el minuto en que Hemingway junto a sus socios del Crook Factory, siguen rastreando los submarinos nazis a lo largo de la costa norte cubana, un poco antes que Hemingway, pusiera fin a esa fallida aventura, y se embarcara a Europa para reportar para Collier’s las “heroicas hazañas de la Fuerza Aérea Real Británica” 

Las alusiones para Graziella, corresponden a un minuto posterior en la historia personal de Hemingway, para cuando Papa retorna a la Habana via New York de los campos guerreros en tierras alemanas a los que ha llegado desde Bélgica, y donde ha seguido los desempeños de la 4ta división y el Regimiento 22 a cargo de su amigo el general Lanham. 

El detalle que da Baker, es tan mínimo como el primero ya citado, y alude a una cena en casa de la amiga el sábado14 de abril de 1945, cita que alargó hasta las dos de la madrugada en un café de la bahía. No hay más alusiones al personaje, y tenemos que barruntar que la amistad de Papa con Graziella, viene precisamente por la que iniciáticamente lo acercó a su hermano mayor, aunque no dejamos de sospechar que quizás Graziella compartiera con aquel su gran pasión por la pesca deportiva, algo no muy común entre las damas, pero acaso no imposible, en la acaudalada muchacha.

De la vida particular de Graziella y Thorwald, sabemos no mucho más, para esa época la primera estaría casada con el ciudadano norteamericano Roy Archibald, y su hermano, quien en los años 50’s era igualmente propietario de la Fábrica de Helados Guarina S.A, con Tina Sarrá. 

Hay empero, una fuente documental, que incluye muy valiosas fotografías de la familia Sánchez, y donde presumiblemente aparecen nuestros personajes. Corresponden a un viaje de veraneo a la propiedad de la familia en los predios de la Boca de Carabelas, a la salida de la bahía de Nuevitas en los años veinte o treinta. Igualmente, hemos podido rastrear fotos de una Graziella veinteañera aparecidas en la revista Social del año 19 rodeada de lo mejor y más graneado del jet set habanera de la época.

Como dato curioso, en la última edición del Directorio Social de Camagüey, correspondiente al año de 1960, hay una entrada para Thorwald, donde se anunciaba como Industrial y Propietario, y declaraba su residencia para entonces en el muy aristocrático reparto habanero de Alturas de Miramar. Su hermano mayor Bernabé también afincado en la Habana, sí detentaba todavía oficinas comerciales en Camagüey, en el número 62 de la calle General Gómez . No hay empero ninguna referencia para Graziella.

De cualquier modo, sigue siendo un detalle no esclarecido, sobre el que sería oportuno seguir abundando, si acaso Hemingway y los Sánchez coincidieron alguna vez por tierras camagüeyanas, quizás en las interminables llanuras de su extensísima finca Santa Beatriz , o en los ardientes arenales de la playa Santa Lucía en los que ciertamente Papa recaló alguna que otra vez. El hecho no sería ciertamente improbable, y añadiría otra coordenada siempre interesante a sus inevitables cercanías a nuestro entrañable terruño.
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