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Wednesday, March 27, 2024

La calle del Padre Pepito en Kendall. Un recuerdo singular. (por Carlos A. Peón Casas)


La memoria afectiva me ha sorprendido con un bonito recuerdo de mi infancia camagüeyana a la altura de la calle Bird Road y la avenida 117, en un tramo de ca que va hasta la avenida 127, en el South West miamense, lleva el nombre del Padre José García, y que justo para el minuto de su retiro como ejemplar sacerdote, lo recuerda, por sus no pocos méritos a perpetuidad.


El Padre José García, Pepito, para los católicos camagüeyanos de una y otra orilla, estuvo destacado por largos años en Miami, precisamente en la parroquia de San Kevin, ubicada en la misma calle de marras que para esa altura se vuelve la 42 con la 127 avenida. Su labor paciente y entregada a una grey donde muchísimos agramontinos concurrían, era igualmente el imán natural para cualquiera fuera el sacerdote que desde la tierra de los tinajones, pasara por esta urbe miamense, donde el acogedor Pepito les abría su casa y su corazón.

Foto de su Primera Misa. 
Tomada de La Voz Católica.
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Holguinero de nacimiento, pero camagüeyano por adopción, Pepito fue ordenado sacerdote en el año 1952. Antes de Camaguey, vivió su ministerio sacerdotal en Puerto Padre       y finalmente lo conocimos ya destacado en la parroquia de la Caridad camagüeyana, donde entroncó mi recuerdo no mas enrumbar su calle miamense.

Desgrano para el lector esta anécdota que me retrotrajo de inmedito a los años de mi primera infancia camagüeyana.

La Caridad. Camagüey
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En aquel tiempo era su costumbre montar en su carro, un mínimo “WW”, lease un “wolfwagen” de los que conocíamos entonces como “cucarachitas”, a cuanto muchacho concurría a su parroquia, y se aparecía con ellos en cualquiera fuera la coordenada de la ciudad de los años finales de la década del 70.

San José. Camagüey
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Aquellas notorias excursiones eran igualmente imitadas por otro celebrado sacerdote de la ciudad, el padre Donato Cavero, jesuita destacado en nuestra parroquia de San José de la Vigía.

Como Pepito el padre Cavero, muy recordado por todos por haber fundado y dirigido por muchos años la tradicional hojita dominical Vida Cristiana, también disponía de un vehículo similar, el ya mentado escarabajo alemán, donde subíamos tantos muchachos al unísono que era impensabe después barruntar como cabíamos tantos en aquel pequeño espacio.

Igualmente el padre nos conducía a paseos animados a alguna casa quinta del entorno del conocido barrio de Garrido, posiblemente propiedad de algun conocido suyo, y donde hacíamos las delicias entre árboles frutales en temporada de mangos o guayabas.

También era usual concurrir a algunos sitios de popular arraigo en la geografía citadina, como el muy recordado Arroyón, en la carretera a Nuevitas, o cualquier otro punto del Camagüey de mi infancia.

Alguna que otra vez coincidíamos con la tropa menuda de Pepito, que como nosotros, nos apretujábamos como podíamos en aquel mítico autito que más que un humilde transportation tan al uso acá, parecía una super guagua en toda regla... que felices compartiamos

Eran los tiempos en que aquellos grupos de muchachos católicos no pasabamos de la docena en cada comunidad, en los inolvidables tiempos difíciles que vivió la Iglesia local, y en todas partes de nuestra realidad cubensis, y que Moseñor Adolfo acostumbraba a nombrar como “de la resistencia” o "los del silencio”; una época empero que marcó los mejores sentimientos de arraigo a la vida de fe de tantos de mis amigos de entonces, hoy desperdigados por tantos sitios, especialmente en este territorio floridano que también ahora habito.

Junio 25, 2010
Foto/Blanca Morales.FC.
Website de la Arquidiócesis de Miami
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Recorrer hoy la calle que lleva el nombre del popular sacerdote camagüeyano, que es mi camino diario en esta ciudad de acogida, dedicada por tanto mérito propio al bien recordado Padre Pepito, el de aquí o de allá; me ha hecho participar de ese recuerdo tan venturoso que tanto bien me hace rememorar hoy, mientras desgrano esta página emotiva que les comparto en esta entrega de los miércoles, y donde la ciudad que nos aupó, se me hace hic et nunc, parte indeleble de tanta bienhechora memoria.

Wednesday, March 20, 2024

Un "Compendio de la Historia de la Literatura Inglesa" según J. J. Russerand, traducida del francés al castellano por un camagüeyano. (reseña por Carlos A. Peón-Casas)


Confieso mi asombro ante la novedad de esta traducción publicada en la primera mitad del siglo XX, obra de un reconocido coterráneo, políglota y filólogo: Aurelio Boza Masvidal. Proveniente de una familia de principal estirpe puerto príncipense, hermano mayor del reconocido obispo Mons.  Eduardo Boza Masvidal (1915-2003).

Aurelio era por entonces catedrático de la Universidad habanera donde se había recibido años atrás como Doctor en Filosofía y Letras. La traducción del referido libro del conocido autor francés, la había acometido en sus años de estudiante, como un atinado ejercicio práctico de la hermosa lengua francesa, y de paso para la mejor comprensión de la materia en cuestión que cursaba por entonces.


La novedad de tal trabajo le mereció incluso el elogio del propio autor a quien el traductor había contactado previamente con el ánimo de buscar su aprobación para tal empeño.

Fue finalmente publicada en La Habana a mediados del siglo XX, por la editorial La Propagandista.


El ejemplar que tenemos a la vista está dedicado por el propio traductor a sus amigos Yolanda Lleonart y Andrés de Piedra Bueno, y es parte del fondo bibliográfico de la biblioteca de la Kent State University.

La obra traducida está igualmente acompañada por la carta del autor agradeciendo el gesto del traductor cubano y autorizando con gusto la susodicha versión.

De ella dejamos de cierre al lector cumplida referencia:
Señor,

Me conmovieron mucho los sentimientos en su interesante carta…

Sólo puedo sentirme halagado… Una petición similar también me la enviaron desde Cuba, hace tiempo pero el proyecto no tuvo seguimiento y obviamente fue abandonado.

Por tanto, me considero perfectamente libre de autorizarlo a traducir al español mi libro. Los notables escritos de su pluma que me ha comunicado son para mí la seguridad de que este trabajo estará bien hecho; mi estilo, como habrá notado, es muy simple y directo y seguro que se encargará de reproducirlo….

Si llegado el momento tuvieran la amabilidad de enviarme algunas pruebas se lo agradecería mucho. No sé si tiene la segunda edición de mi libro. Contiene algunas correcciones, pocas en número, pero que sería bueno tener en cuenta y quisiera enviar una copia.

Tenga mis mejores deseos para el éxito de una empresa en la que considero que estamos asociados; le pido que reciba, estimado señor, la expresión de mis más distinguidos sentimientos. (El autor agradece la amable colaboración del Sr. Lazlo Ivan Castro en la traducción desde el francés de esta misiva.)




 

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BOZA MASVIDAL, Aurelio (Camagüey, 28. 11.1900-La Habana, 28.6.1959). Se doctoró en Farmacia y en Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana. Cursó estudios en la Reale Universita Italiana per Stranieri, de Perugia. Como miembro de la delegación de esa Universidad asistió al Congreso de Universidades. Trabajó como asistente de Fonética y más tarde como profesor de Literatura Italiana y de Teoría de la Literatura en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana. En 1926 fundó y dirigió el Seminario de Historia de la Literatura Italiana. Colaboró en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Revista Bimestre Cubana, Revista de Educación y Universidad de la Habana. Era socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País y miembro del Ateneo de La Habana. Presidió la Sociedad Italo-Cubana de Cultura. Fue socio de mérito de la Societá Internazionali dei Studi Francescana, socio perpetuo de la Sociedad Nazional «Dante Alighieri» y miembro de la Unión Intelectualle Franco Italienne a la Sorbonne. Además de su labor en la cátedra desarrolló gran actividad como conferenciante.  (Diccionario de la literatura cubana. Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999)


 

Wednesday, March 13, 2024

Por bares y cantinas en la ciudad principeña del ayer (Por Carlos A. Peón-Casas)


 Bar Hotel Plaza
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El pie forzado para esta crónica con rememoraciones y efluvios alcohólicos de la mejor graduación, dese ello por seguro, me lo ha puesto un buen amigo, de esos que cada mediodía calcinado se suman a una tertulias infinitas, pero de gratísimo sabor, en este sitio de libros y memorias, este espacio que, parafraseando a Papa Hemingway, es remedo de aquel paraíso de los madriles que el degustó: “A clean, and well lighted place”, y que yo remedo por aca, como “un lugar calmo y con aire acondicionado”, para mejor estar…

Se trata de una rememoración de mi amigo, teatrista y autor radial de altos quilates: Don Nikitín, para sus no pocos amigos y conocidos, José Rodríguez Lastre, para sus infinitas oyentes de las bien puestas novelas radiales con que gana el sustento. 

Niki, una de estas tardes encendidas de sol y aupadas con no muy reconfortantes presagios sobre inminentes precariedades, más de las mismas que ya eso es bastante, me ha llevado de la mano por los entresijos de aquella ciudad principeña de los 50’s, en un rememorativo periplo por bares de ocasión, que junto a sus tíos, aficionados inveterados al Bacardí Añejo, hubiera de cumplimentar más de una vez.

Su recorrido imaginario hoy, arrancaba cerca de su hogar, en la calle San Clemente, y después de las diez de aquellas mañanas de asueto, en un sitio, que como todos los que siguen en su gran mayoría ya no existen: La Segunda Mía, para degustar el primer shot, léase la famosa línea, del consabido Ron Añejo Bacardí, que se tomaba de pie, pero sin premura, paladeando la textura infinita de aquel elixir de los dioses báquicos, y que hoy con buena suerte, sólo es bebible en algún exquisito bar de cuentapropistas de último minuto, de muchas campanillas, y precios de cielo…

De aquella primera estación, seguían otras a lo largo de la ya citada San Clemente: la Bodega de Puso, en la esquina de Bembeta; le seguía El Bar de Raúl, en la de la calle Hospital con la ya citada, luego el Emma, a la altura de Santa Catalina, y pasando igualmente en ruta al Parque Agramonte, por la Casa Rovirosa y la de Viñas, con sus respectivos traganíqueles, donde la degustación podía enlongarse al ritmo de los bolerones de Panchito Risset o la Guillot. 

Ya a la altura del Parque Agramonte solían detenerse igualmente en el Bar homónimo, al lado de la Tienda de Eusebio Cal, o cruzar el diagonal hasta alcanzar el famoso Cambio Bar. 

Después, retomando Independencia, la próxima pausa sería en el Bar de Pepe, justo en la intersección con la calle del General Gómez, un bar que igualmente tuvo el apelativo un poco discordante y yo diría hasta irreverente, de nuestra Patrona: Virgen de la Caridad, que si no e vero e bien trovatto…. y que hoy en el imaginario citadino no deja de ser conocido por el muy sugerente de La Babita, cuando devino ya en otro minuto más cercano, un expendio de café aguado y otras hierbas, en tazas no muy pulcras.. 

Pasando entonces a la calle Maceo, el periplo continuaba por otros establecimientos como El Jerezano, a la altura de las conocidas Sombrillitas, de allí al Bar Dalmau, ya en la Plaza de la Soledad, y luego enrumbando por la calle República, en el regentado por los chinos frente al inexistente Cine Apolo. 

Para entonces, con un espíritu más bien alegre por los sucesivos cañángazos, se seguía hasta el muy famoso Baturro, en la esquina de San José, que hoy expende el ron más aguado que se pueda ud. imaginar, y del sólo le queda el nombre, pero que entonces era famoso por sus sándwiches y tragos.

Si a esa altura del “juego”, los tíos de Niki todavía soportaban algún bebedizo más, el periplo se extendía hasta el famoso Bar Plaza, ubicado en el hotel homónimo, el primero además en climatizarse en la ciudad. 

La vuelta, ya a la altura del mediodía, se verificaba por toda Avellaneda, para entroncarse con el callejón de Castellanos. En aquel pasadizo a la altura de República, se ubicaba el muy famoso bar La Cotorrita, donde nuestros ya inevitablemente achispados personajes, pero aún dueños de sí, gracias a la ingestión entre copa y copa de la infaltable tapa: el coctel de ostiones, camarones o langostas, las bien provistas lonjas de jamón, queso y aceitunas, y vaya ud. a saber que más….hacían su penúltima libación, el consabido trago “del estribo”.

Wednesday, March 6, 2024

“A mi amado... lechero”. Un poema satírico de la Cuba de 1899 (por Carlos A. Peón-Casas)


Quien lea este poemita, firmado bajo seudónimo por un airado cubano de aquella lejana fecha, que se hacía llamar Fray Tabarra, publicado en El Fígaro, diario habanero de mucha prestancia en aquel minuto, no dudaría de inmediato en hacer unas muy imprescindibles analogías con el mismo asunto en este hic et nunc cubensis, pues en cualquier tiempo y lugar se cuecen habas…

Lo que resulta del contenido de este jocoso comunicado en versos, es acaso la misma queja matutina, o muchas veces vespertina y hasta de muy altas horas de la noche, de los actuales consumidores del alimento que nos dan las vacas, cuando tienen finalmente la dicha de recibirla, o al menos como se debe entender en buen cubano: la leche pura, y no diluida procazmente, donde aplica aquello que dijera Chesterton, también con mucho humor inglés, del vino de su tiempo: “no me importa donde corra el gua, mientras no vaya a mi vino”.

Principia nuestro Fray Tabarra, presentando su condición de persona maltrecha por alguna afección, al lechero de marras, el de su época, que todavía hacía sus labores muy de madrugada y de puerta en puerta, y dice así al empezar sus versos:
Mi más amado señor
Y lechero distinguido:
Hágame usted el favor
De atenderme en lo que por
Diez mil veces le he pedido.
Se que es usted testarudo
Como todos los lecheros,
Pero a su piedad acudo,
Y, por esta vez, no dudo
Que entre los dos no haya peros.
Estoy enfermo y bien cabe
Que resulte el caso grave
Si no me ando con cuidado,
Y en cuestión tal, ya usted sabe
Lo que yo estaré empeñado
¿Morirme? No lo deseo
Vivir es lo que yo creo
Que hoy por hoy más necesito;
Pero a usted, por lo que veo,
Todo eso le importa un pito…
Después de esbozarle su situación, el jocoso poeta va al punto neurálgico de su queja: la calidad del nutritivo alimento, que tanto precisa:
Porque la leche que me despacha
Amigo no es leche pura, sino lechada:
Preparación que hace usted
De agua y leche almidonada…
La diatriba del molesto “marchante” continúa con otros muy objetivos argumentos:
Del pesa-leche respondo,
Que al meterlo, con presteza
Se va derecho hacia el fondo
Del vaso, y no vas mas hondo
Porque en el fondo tropieza
Si la trato por el yodo
Mi amado lechero, crea
Que de veras me incomodo,
Porque el líquido azulea,
Pero todo, todo, todo.
Si me quejo tan campante
Me da usted excusa formal,
Diciéndome en un instante,
Que no tiene usted un marchante
Que no se la tome igual.
Y se lo creo, vaya sí
Se lo creo; pero es que así
No convence usted jamás
¿Por qué? Porque a los demás
Los revienta como a mí.
La queja que es del anónimo poeta y sufrido consumidor de aquella mala “lechada”, es la misma de los demás, que no la ejercen, pero que sufren por igual la iniquidad de tan malévolo comerciante, a la hora de consumir tan necesario alimento que les expende lo suficientemente “bautizado”, como bien se dice y se sufría y se sufre, entre cubanos, cualquiera sea el producto que se expenda en la categoría de “a granel”, tan oportuna modalidad para tales menesteres.
¿Qué le vende usté al fiscal?
¿Qué le vende a un coronel?
¿Que le vende a Don Pascual?
¿Qué vende a Don Abel
Y a la corte celestial?
Su mirada sobre tan negativo e incluso insalubre proceder, revela las circunstancias de aquel minuto histórico, que sigue explicitando hasta el final de su airada diatriba contra aquel lechero de marras, en aquella Cuba, recién salida de los marasmos de la guerra final contra España, donde la anécdota que desgrana el poema, se vuelve oportuna crónica social.
Y eso es inmoral, malvado
Con arte tan mal pensado,
Pone la vida en un tris:
Lo que es en otro país
Ya estuviera usted colgado.
Porque abuso tal, yo entiendo
Que se castiga al segundo
De saberse, y no le arriendo
La ganancia a usted, vendiendo
Su leche en el otro mundo
¿Qué es lo que usted se figura?
¿Qué plan diabólico fragua
Usted con tanta frescura?
Su consejo final al lechero transgresor es oportuno y sapiente, ojalá y fuera igualmente escuchado por quienes todavía, en nuestra actualidad, hacen de tales prácticas, non sanctas, un medio de vida:
Póngale usted precio al agua,
Y venda la leche pura.
Desde hoy, ya sabe usté
De toda mezcla descarte
La leche y la tomaré:
Tráigame usted el agua aparte,
Que también la compraré.
Y como puesto en razón
La verdad no se me esconde,
Para mi satisfacción
Mándeme el real de almidón
Que también me corresponde.





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Texto aparecido en el El Fígaro. Periódico Literario y Artístico. Habana, 9 de Abril de 1899. Año XV. Núm. 14. p.97

Wednesday, February 28, 2024

Notas sobre Manuel Roblejo: El Poeta esclavo del Camagüey que con sus versos logró su libertad. (por Carlos A. Peón-Casas)


La cercanía a algunos poemas del poeta esclavo del Príncipe aparecidos en el diario El Fanal de Puerto Príncipe, nos conectan de inmediato con un suceso del que poco o nada se suele recordar.

El 1 de febrero de 1866 se reproduce en aquel diario su poema Resignación:
En este mísero mundo
Todo se cambia y se muda,
Solo mi ser y el destino
Están en constante lucha.

Cuando del sol la llegada
Les avecillas anuncian,
Naturaleza sonríe
Y de placeres se innunda.

Pero el destino implacable
Por combatirme se aduna
Al derecho de la fuerza
Que a sus esfuerzos coadyuva.

¡Dios Eterno! ¡Dios Eterno!
Que tu mandato se cumpla,
Que yo apuraré impasible
El cáliz de la amargura.
También en esa misma tirada del número se incluye otra inspiración suya : Romance que dedica a su buen amigo R.A (Arcano) y que comienza con unos versos de Espronceda que rezan así "Tú también, como yo, tienes/desgarrado el corazón “.

Antes ya el mismo diario había incluido otros poemas suyos. Con el título. ¿Quién soy yo?, El Fanal publicaba un texto laudatorio del poeta esclavo a su amigo principeño Francisco Argilagos. A pie de página se hacía constar que:
... publicamos una poesía del vate esclavo Manuel Roblejo, cuya manumisión se trata de llevar a cabo, no sólo por los libertos de su clase, sino por otras personas interesadas, de hacer esa obra de misericordia en favor de ese joven. La muestra que ofrecemos, si bien carece de reglas, hay estrofas dignas de recomendación, por la belleza de pensamiento y la sencillez y fluidez que descubren el sentimiento del poeta sin arte y sin estudio. Deseamos que el infortunado Robles adquiera su manumisión.
La prensa de aquel minuto se hacía eco de un caso de singular lucimiento en la persona de aquel esclavo que sin estudios conocidos de la gramática ni de la Preceptiva escribía versos de innegable factura.

Los que leyeron sus versos en aquel Puerto Príncipe en los albores de la Guerra de los Diez Años no quedaron indiferentes. El esclavo contó desde entonces con el apoyo y la suscripción popular para que sus versos fueran publicados de inmediato.

La publicación de su poemario Ecos del Alma en 1867, al parecer estuvo motivado por el ejemplo de un esclavo de apellido Echemendía (trinitario) que logró con un libro de poemas comprar su libertad. Otro dato se cita en el periódico norteamericano de Boston "The Commonmealth" correspondiente al sábado 2 de mayo de 1868 en él se dice:
Manuel Roblejo, un esclavo cubano, a quien los literatos blancos describen como un poeta sin pocas pretensiones, intenta comprar su libertad con la venta de su obra y anuncia que pide ayuda, de esta manera, para completar la suma necesaria.
Carlos Manuel Trelles, bibliógrafo cubano nos dice que Ecos del Alma tenía 135 páginas impresas en 4to en la Imprenta de R. García, todo esto en Puerto Príncipe, que su autor era esclavo y la obra se imprimió en octubre o noviembre de 1867. Advierte también que sus obras están en "prosa y verso". Las considera "incorrectas, pero inspiradas" y ofrece el dato de que "murió peleando en el campo insurrecto. Estos datos se recogen para beneficio del curioso lector, en su Bibliografía cubana página 306 tomo 4 (1856-1868)

Como colofón de tan interesante referente a la vida y obra de Manuel Roblejo dejo al lector esta perla tomada de otro autor norteamericano de la época: Walter Goodman quien en su libro Un artista en Cuba habla sobre Manuel Roblejo y dice:
Ese negro de cara inteligente que me pide una peseta para comprar un fajo de billetes para la rifa, es un mendigo muy conocido. Se llama Roblejo y debe su libertad a la publicación de un libro de poemas escrito por él mismo. Asistido por un literato benevolente. Roblejo pudo poner sus elucubraciones poéticas en forma legible, y la novedad atrajo la atención del público, se encontraron suficientes suscriptores para imprimir el libro y efectuar la emancipación del autor.


(Agradezco la fraterna colaboración del joven pero talentoso filólogo camagüeyano José Carlos Guevara Alayón por sus notas, comentarios y traducciones personales.)


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Ver en el blog

Wednesday, February 21, 2024

Notas para un café en La Carreta. (por Carlos A. Peón-Casas)


Se trata de esos sitios emblemáticos que el recién llegado empieza a apreciar. En Miami como antes del diluvio allá “en la islita”, la ocasión de tomar un “shot” del negro y aromático brebaje, se acompaña con el ritual siempre inacabado de la clásica “conversada”. El tema puede ser tan variopinto y tan a su aire que lo humano y lo divino se superan de un plumazo… Cualquiera sean los parroquianos, hijos desperdigados de aquella ínsula inolvidable por cubana y por nuestra, el minuto del café compartido es una secuencia inevitable de anécdotas sugeridoras, de encuentros y desencuentros, de amores y odios intensos; de sueños incumplidos o por cumplir, y de cuanto tenga cabida en ese imaginario que nos particulariza.

Confieso que la repetición de este consabido gesto ritualizado en una y otra vez repetida, crea una adicción feroz. Pero esa necesidad es ciertamente salvadora. Saludo pues este advenimiento para mi actual condición de parroquiano más o menos recurrente, y agradezco la sabia compañía de mi interlocutor en estas intensas libaciones y parrafadas consecuentes, mi amigo y editor de este celebrado blog: Joaquín Estrada Montalván. A el culpo en primera instancia de esta afición desmedida que iniciamos en octubre de 2017, durante una breve visita a esta ciudad de Miami, en otro emblemático sitio al uso de esta ciudad: la ventanita del restaurante Versailles de la que queda cumplida evidencia gráfica. El tiempo del cafecito en La Carreta de la calle 40 o de cualquier otro de sus enclaves en la “sawuesera” están más que justificados y justioreciados.

Ventanita del Versailles.
Breve visita de Carlos a Miami, para presentar
su libro El Vino Mejor. Ensayos Sobre Ernest Hemingway. Octubre 2017.

Wednesday, February 14, 2024

La boda del que sería el último Capitán General de Cuba en la Iglesia de la Soledad de Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)


Para cuando ocurrió el citado enlace matrimonial, el 27 de Julio de 1870, Don Adolfo Jiménez- Castellanos y Tapia, tenía 26 años, y no era más que un capitán del Regimiento de Infantería de la Reina, destacado en la ciudad, en plena campaña española contra la insurgencia mambisa en tierras del Camagüey.

A Don Adolfo que le tocaba entonces la parte más intrincada y fogosa de de aquel minuto de la guerra, pero al parecer no todo fueron batallas para el intrépido capitán. El amor pareció también florecerle en la persona de una camagüeyana: Doña María del Carmen Barreto y Estévez, vecina de la calle Reina, República actual, nacida en el seno de una familia patricia en aquel Puerto Príncipe siempre señorial 

Ante nosotros, cuando escribimos estas páginas develadoras de la historia de la otrora ciudad del Puerto del Príncipe, obra la copia pertinente del matrimonio de marras. El texto va revelando los pormenores de aquella sacra ceremonia. 

Para empezar, el novio por ser un oficial español destacado en la ciudad, precisó de la correspondiente “información extrajudicial de estilo”, documento proveído desde el Arzobispado de Santiago de Cuba, y por el cual: 
el Sr. Dr. José Orberá y Carrión, canónigo Doctoral de la Sta. Iglesia Metropolitana Subdelegado Castrense, Vicario Gral y Vicario Capitular de este Arzobispado, sede vacante (…) se dignó aprobar el expediente de soltería y cristiandad del contrayente(…)[1]
La ceremonia se efectuaba ante el Pbro. Lic. D. Ceferino Silva, Cura Rector por el designio de su Majestad, el Rey, y a cargo de la parroquia de término de Nuestra Señora de la Soledad. Lo acompañaba en calidad de asistente el Pbro. D. Fernando Urrutia, capellán castrense del Regimiento de la Reina de Infantería, al que estaba destinado el novio. Al parecer la pareja residió en Camagüey por la próxima década. 

La historia nos narra como en 1865, terminados sus estudios en el Colegio de Infantería, con el grado de sub-teniente y sólo 21 años de edad, pidió ser destinado a Cuba. Ya en 1874 ostentaba los grados de teniente coronel, y al final de la Guerra de los Diez Años era coronel. Fungió además como comandante general interino de Puerto Príncipe hasta 1882.Ese año regresó a España, luego de diecisiete años ininterrumpidos en suelo cubano. 

Ausente por un tiempo de Cuba, regresó a esta a finales de 1895, ya investido como General de División, y nombrado comandante general de la 2da división, del segundo cuerpo del ejército, volvió a tierras camagüeyanas a enfrentar a Máximo Gómez. 

En abril de 1898 fue promovido a teniente general, y ya en noviembre se encargó interinamente del gobierno y Capitanía General de Cuba. El primero de Enero de 1899, le tocó rendir la plaza, y entregar la Isla de Cuba a las tropas norteamericanas cumpliendo lo estipulado por el Tratado de Paris[2]

Al embarcar ese mismo día rumbo a España, conmovido hasta las lágrimas, dijo al General Clous: “General muchas gracias por sus atenciones y ruéguele usted a Dios que no se le permita encontrarse nunca en el amargo trance en que yo me he encontrado hoy”. [3]



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[1] No. 71. Giménez D. Adolfo con Doña María Carmen Barreto. Libro 10 de Matrimonios Blancos. Parroquia de la Soledad. 
[2] Con notas de la Enciclopedia Universal Ilustrada. Europeo-Americana. T.XXVIII p.2781-2782. 
[3] Ibíd.

Wednesday, February 7, 2024

Virgilio Piñera revisitado. Entrevista a José Rodríguez Lastre, Nikitín. (por Carlos A. Peón-Casas)

Nota previa: La entrevista que dedicamos hoy a la consideración del amable lector fue concebida en su génesis para ser parte de un concurso periodístico. Sucedió hace ya algunos años, en el 2012, en mi natal Camagüey. El texto fue something entonces a la consideración de los respectivos jueces del afamado convite que regentaba entonces y quizás todavía, la prestigiosa revista Palabra Nueva. El texto ha permanecido inédito hasta este minuto.

La figura del retratado merecía la pena. José Rodríguez Lastre, además de su recia personalidad y sus innegables dotes como escritor y hombre del mundo teatral en la ciudad agramontina, es alguien que a mi humilde juicio forma parte de la historia del género teatral cubano, aunque de alguna forma su impronta siga mereciendo el impostergable y merecidisimo crédito que aún se le sigue debiendo.

Ojalá este intento sirva para lograrlo. Saludo desde este minuto miamense, en la acogedora impronta de Gaspar, El lugareño, la amistad y el cariño con que me honra el entrevistado.

Nikitín
Foto Facebook
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“Jamás el verdadero artista habló de una misión pues, ¿no era él mismo dicha misión?”
Virgilio Piñera. "El País del Arte". Revista Orígenes. Año IV. La Habana, 1947. Núm 16. p. 38)


José Rodríguez Lastre (Nikitín), Camagüey 1947, escritor teatral y radial, es de los pocos citadinos de esta otrora villa de pastores y sombreros, a quien se le puede atribuir, una indudable relación, desde la literatura y el teatro; pero igualmente desde las coordenadas de la amistad, con Virgilio Piñera. Nikitín, para quienes tenemos el privilegio de su amistad, pero también para su crecida audiencia radial de la ciudad de los tinajones, es de esos conversadores natos, con los que se pueden desgranar, sin esfuerzo perceptible, las muchas cuentas de una buena parrafada, cualquiera sea el tópico escogido. Su amistad con Virgilio Piñera siempre ha sido de las más reiteradas, en esas siempre apetecibles tertulias en las que nos hemos enfrascado, acogidas al buen amparo de la Biblioteca Diocesana de Camagüey. Ese es el sentido primordial de esta entrevista, en la que pretendemos que el propio entrevistado, pueda airear esas cercanías a un Virgilio, a veces tan poco conocido, con el que pudo intimar, y que sin dudas se nos hace mucho más vital y cercano a partir de esta revisitación. A cien años de su nacimiento nos proponemos echar más luz sobre las coordenadas del creador y del hombre que fue en suma, como sentido homenaje rememorativo.

Aunque, Virgilio Piñera nació en Cárdenas, habitó en algún momento esta comarca allá por los tempranos años 30. Fueron sus primeros años de juventud, y ya gestaba sus primeros trabajos literarios, con los que llegaría a La Habana. Algo se habla de sus contactos con jóvenes camagüeyanos con ciertas preocupaciones literarias y artísticas. 

¿Qué llega hasta ti de aquella temprana inmediación?

JRL. En uno de sus primeros viajes a Camagüey, después de habernos conocido, nos reunimos de tarde en casa de Carlín Galán Sariol, amigo de Virgilio desde los años treinta y pues se hablaba de todo lo imaginable. Virgilio tenía un montón de defectos con los que él jugaba con una especia de candorosa ironía, que por supuesto con el tiempo llegó a manejar muy bien, y uno de ellos era algo así como tomarle la temperatura cultural a los demás. Lo hacía con mucha frecuencia, al menos conmigo. En casa de Carlín sobre un mueble y debajo de un delicioso Víctor Manuel, frente a un Portocarrero y como que al lado de un Abela, estaba una fotografía muy bella de Emilio Ballagas, el grandioso poeta camagüeyano, el gran poeta cubano. Entre ellos hablaron con un cariño muy grande de Ballagas, y entonces Virgilio, virándose hacia mi, me dijo: “por supuesto que has leído a Ballagas… ¿no?” Yo le espeté las dos primeras estrofas de Nocturno y Elegía y lo maté. Claro me dijo, agudamente, algo así que los camagüeyanos debíamos leer a los camagüeyanos, a los poetas, y remató: pero no a todos los poetas.

Virgilio Piñera
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Luego, a mediados de los años sesenta, Virgilio vuelve a hacerse presente en la ciudad. Visita a amigos locales y discurre nuevamente por la geografía tan peculiar del Camagüey. Es entonces, cuando tienes la suerte de conocerlo. ¿Cómo discurrió aquel primer encuentro?

JRL. Yo andaba muy mal esa noche. Casi estoy seguro que era el 1 de Noviembre de 1966, y me encuentro con Carlín Galán en la calle Popular coincidimos los dos, pues íbamos a la Sala Teatro Tasende, y entramos juntos y fuimos hacia un grupo que había en el lobby y allí conocí a Virgilio, a Arrufat y a otros que no recuerdo. El asunto es que esa misma noche nos movíamos los dos por las calles de Camagüey, ya tarde… y él me preguntó sobre mí, sobre lo que hacía y mi vida cuál era…y claro, eso era como encender una radio en la cual hay alguien imparable locuteando… No llevaba mucho tiempo escribiendo y todo lo que tenía eran manuscritos. Me pidió que le llevara algo al día siguiente. Fue fantástico. Mi entrada al mundo de las letras estaba asegurada por alguien que para mí, en ese instante, era el paradigma, y aún lo es, de la escena nacional. Su aceptación fue total. Aún me asombro. Era mi primer texto teatral. El primero, como es natural no existe, se perdió.

De aquella primera vez con Virgilio, hay una anécdota muy singular y reveladora, en la que el Maestro alude a la figura de ese genial creador camagüeyano Emilio Ballagas, a quien ya citaste. ¿Te gustaría rememorarla?

JRL. No fue la primera vez, creo que te he dicho que lo fue, pero no… ahora pensando bien, no fue exactamente… Estábamos con Arrufat y fue él, Arrufat, quien sacó el tema de Ballagas… algo así como que era lo mejor, así dijo, esa frase no la olvidaré nunca: “es el cásico, Virgilio, el poeta clásico cubano.” Increíble, el rostro de Virgilio se volvió plácido y sonrió… “Emilito, dijo, tan lindo Emilito. Sí, tienes razón. Que cosa…” Yo no abrí la boca, pero bendije a Camagüey, esta ciudad que mata, la bendije…

Volvamos sobre aquel primer texto teatral, que pusiste bajo la mirada sapiente del Maestro Piñera, o más bien que tuviste la suerte de leerle tú mismo, gesto que el Maestro apreciaba. ¿Cómo fue la continuidad de aquella experiencia? 

JRL. Bueno, cuando le entrego en el lobby del Gran Hotel mi primer texto, sin título, escribo en la portada del bloc de papel amarillento, lo recuerdo muy bien: “yo no sé hacer nada”, y se lo di. Y por la noche, en el teatro… lo anterior había ocurrido en la mañana, me dijo: “estás concursando, mi vida, y el presidente del jurado soy Yo.” La cuestión era que ese gran escritor había pasado a máquina mi obra y había puesto el título: No, no se hace nada, que por demás le venía como anillo al dedo. Gané, gané uno de los tres primeros lugares. Gané. Figúrate. Por nada agarro a Dios por el cuello. No podía soñar que aún faltaba lo peor, lo peor… Lo más terrible, la nada, lo maldito, lo peor, insisto, lo peor de todo. Eran los finales de 1966. En la provincia de Camagüey, estaban los campamentos de las honorables UMAP.

Sin dudas el Maestro Piñera fue acogedor con aquel texto tuyo, y no hay que dudar que después de aquel premio, se te abrieron puertas al mundo teatral cubano, algo con lo que ni remotamente pensaste al escribirlo.

JRL. Claro, ya lo he dicho antes. Hay mucho que hablar y no tenemos tanto espacio, creo… y me dices que faltan preguntas. Solamente te voy a decir que al año siguiente en una gira del Teatro Estudio con la maravillosa Noche de los Asesinos, de José Triana, camagüeyano, ja, ja…estaba con un amigo conversando y el mismo Triana se me acercó y todo ironía él, me dijo: “ ¿Así que tú eres el geniecito del Teatro Cubano...? Carlos, tienes delante de ti al geniecito del teatro cubano… ¿Qué te parece…?” Resúmelo en la ironía de Pepe. Durante un tiempo es indudable que Virgilio me ponderó, claro, cuando aún era Virgilio. Antes de la caída. No “Después de la Caída”, como la asombrosa pieza de Arthur Miller, sino antes… antes… Virgilio no tuvo después… ¿Acaso esto es un después?

La continuidad de tu inmediación con el autor de Aire Frío, te llevan una y otra vez hasta su propio apartamento del Vedado; y al mismo tiempo, tienes la suerte de acompañarlo en sus periplos citadinos, en la temprana década del 70. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos momentos?

JRL. Fue maravilloso: conciertos, exposiciones, teatros, él y yo por todo aquello y presentándome a todo el mundo como a una revelación. ¿De qué, Dios, de qué, que pasó? Dios, ¿qué pasó, cómo pasó?, no sé… Bueno, pasó, al carajo. Portocarrero, Raúl Milián, Servando Cabrera, Raúl Martínez, Adela Escartín, una actriz española que vivía en Cuba, y que el día que la conocí andaba con una piel de zorro al cuello, y posaba todo el tiempo…y los dos enseñaban los dientes, ella y el zorro que colgaba por su pecho…, Miriam Acevedo, la grandiosa Miriam de el Gato Tuerto, Omar Valdés, gente bella, talentosa, yo ahí sin saber a derechas que hacer. Estrenos, todo eso… ah, te digo, no podía pasar lo que pasó. Dios mío, pasó….

A partir de 1971, y de la impronta del Congreso de Educación y Cultura, la figura de Virgilio como escritor parece difuminarse de la realidad intelectual cubana; para entonces, su labor principal, o al menos la ocupación que le ganaba el sustento, era la traducción literaria; pero el Maestro seguía creando su obra impenitentemente, un poco para sí. ¿Tuviste la suerte, en alguna de tus visitas, de escuchar de su voz algunos de aquellos textos? ¿Los compartía en otros ámbitos con otros amigos?

JRL. Sí, claro que sí… Oír leer a Virgilio era un espectáculo increíble, el era sumamente teatral. El se denominaba a sí mismo “Teatral”. En su apartamento me leyó cuentos que aparecieron tras su muerte en un volumen llamado Un Fogonazo. Obras de teatro como La caja de Zapatos Vacía, El Trac, Las Escapatorias de Laura y Oscar, poemas magníficos, los leo siempre. Los Tres Poemas de Amor publicados, siempre que los leo se me convierten en tres canciones desesperadas, valga, valga bien, sí, desesperadas. Realmente él era en ese tiempo un desesperado. Creo que todo el tiempo. Su Vida Entera, y en cuanto a lo otro más vale no meneallo sólo que lo desaparecieron tanto que desapareció de verdad en Colón, en el cementerio, en Octubre del 79… dicen que había pasado el quinquenio gris. Virgilio nunca supo de esta trillada y socorrida denominación… no sé quién podría decir de qué color sería el siguiente quinquenio para él…

¿Qué te gustaría destacar de su obra creativa en general? ¿Tienes alguna especial contigüidad con alguna de sus creaciones? ¿Cómo reactualizas su literatura desde la experiencia de toda tu vida en el mediterráneo Camagüey?

JRL. Tengo una especial contigüidad con Virgilio, con él, con la letra viva que él significó y significa para mí, con sus chistes, con sus ironías, sus chismes y todos sus corre ve y diles… Eso. Ya antes de conocerlo, había leído su teatro, sus cuentos, luego leí su poesía, es lo que más leo…Curiosamente la vejez me agrada. Puedo sentarme a agradecer mi vida, a mirar mi extraordinaria existencia de provinciano ciento por ciento, no por vocación, no sino por necesidad y por no haberme podido mover por muchas razones o por una razón que no me interesa manifestar. Miro, como se dice, pasar el entierro de tanta gente buena, de mis mejores amigos… Carlos Victoria, David Lago, los que empezamos juntos y que el maldito exilio hizo lo que hizo de ellos y de mí… Vivo con el calor, otra vez, siempre, con ventilador, sí, no como Luz Marina Romaguera, el grandioso personaje de Aire Frío, esa obra que parece que se acaba de escribir. Luz Marina, ese personaje que es Cuba, Cuba, la Cuba de siempre, ansiosa y resignada a veces, o resignada siempre. Soportándose a sí misma, pobrecita, persiguiendo su azul sin encontrarlo… Ha sido fantásticamente triste, si es que esto puede ser.

Carlos Victoria y Nikitín
Foto Facebook
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Este 2012 Virgilio cumpliría su primer centenario. No han sido pocos hasta aquí, los homenajes y las rememoraciones alrededor de su vida y su quehacer. ¿Qué opinión te merece este renovado afán recordativo? ¿Cómo intuyes que hubiera sido su aceptación de tales actos?

JRL. No sé, no sé… me es inapresable… es algo que no puedo tener en mí… no sé. Pueden hacer lo que quieran… No puedo olvidar ahora su rostro la última vez que lo vi… está bien… Todo está muy bien. Aunque, en Camagüey, dicho sea de paso, estamos a mediados de año y hasta ahora, lo único que se ha hecho es un panel que se realizó cuando la Feria del Libro… Parece ser que en esta ciudad, eso de homenajear a Virgilio, no está dentro de los planes. Como si nunca hubiese vivido aquí en esta ciudad, como si en realidad, y creo eso es así para muchos, nunca hubiese existido, si mal no recuerdo, lo mismo sucedió con Emilio Ballagas en su centenario. ¿Premeditación? ¿Predestinación provincial…? ¿Predestinación?

Wednesday, January 31, 2024

A la hora de la colada. Cafetería La Redonda, año 1957. (por Carlos A. Peón-Casas)


Era una cafetería de barrio como tantas en la ciudad agramontina de los años cincuenta del siglo veinte, que ya pasó. La Redonda fue su nombre comercial, un poco enigmático, pero igual de atrayente quizás por la novedad.

Un negocio bien puesto, y con clientela fija y perseverante a la hora en que la colada que se anunciaba en la calle García Roco, del reparto de Beneficencia, con un sonoro timbre. Efluvio inconfundible del Café Fariñas, producto del comerciante local que prestaba su apellido a la marca bien conocida, y de apetecible aroma y mejor bouquet.


La moderna cafetera ya con las sofisticaciones de la época, en su refulgente acabado de aluminio brillante, y con artilugios de modernidad añadidos, como aquel adminículo que con potente chorro de vapor esterilizaba las tazas antes de ser servidas, era representada y vendida por el Sr. José Guerra y González, tal y como se hacía anunciar en el propio establecimiento.

Los propietarios del local eran padre e hijo. El negocio pequeño, pero pulcro tenía un empleada fija, Evelina Mendoza, por muchos años la nana de mi tía paterna Ana María, y ya crecida aquella, empleada del prospero timbiriche de entonces. Era la cara del local, con sus atractivos ojos azules, y sus buenas maneras para con todos los marchantes.

La foto que rescata aquellos minutos de gloria del próspero emprendimiento, para seguir la usanza de los nuevos términos, deja claro que no sólo de café se nutrían sus expendios: una vistosa vitrina hacía las delicias de los más pequeños con golosinas sin cuento, refrescos bien fríos en su potente refrigerador General Electric; y cigarros y tabacos para acompañar la tacita del café humeante, de a tres centavos, con ese gesto inseparable de los parroquianos, que acto seguido del primer sorbo, prendían con deleite sus cigarrillos Trinidad y Hermanos, los Partagás de ocasión, o las brevas exquisitas de H Upman.

El gusto por aquellas coladas interminables mantenía el próspero cafetín. Su cercanía a la entonces Plaza de Santa Rosa, el mercado de exuberante variedad, la hacía paso obligado de muchos parroquianos, que se hacían asiduos, al buchito del consabido néctar.

Años después de ser nacionalizada, la conocí en mi temprana niñez. La cafetera primigenia todavía estaba en uso, pero creo muy pronto caducó o faltó el café, así que fue sustituida por una máquina expendedora de frozzen, Coppelita, creo le llamaban, que más temprano que tarde, hizo igualmente mutis por el foro. Para después el local tuvo usos y funciones diversas muy distintas a su primitiva función social. Hoy día es sólo un recuerdo apagado, otra certeza más del consabido y cierto refrán de que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor.

Wednesday, January 24, 2024

Memorias de un encuentro con Juan Pablo II. Encuentro con el clero, religiosos y religiosas, seminaristas y laicos comprometidos. Catedral de La Habana. Enero 25 de 1998. (por Carlos A. Peón-Casas)


Fue el penúltimo acto oficial en Cuba durante aquella inolvidable visita del hoy San Juan Pablo II, el entonces pontífice máximo de nuestra Iglesia Católica.

Los congregados entre los que tuve la dicha de estar incluido, junto a otros hermanos laicos camagüeyanos y de otras diócesis, abarrotamos los asientos y pasillos laterales de la catedral habanera, aquella tarde lluviosa de aquel enero memorable.

El Papa hizo entrada desde la Plaza de la Catedral, donde estrechó las manos de muchos fieles allí congregados, avanzando por el pasillo central de la catedral, mientras el coro entonaba el Tu est Petrus.

Apoyado en su báculo, reflejaba en su rostro el lógico cansancio de una semana de intensisima actividad, pero al mismo tiempo, en su mirada, inolvidable para mi y para todos, y en sus gestos, se leían con claridad los signos del Espíritu, la fortaleza inquebrantable de aquel hombre cargado de años pero también de esperanzas y sueños para aquella grey que lo aclamaba hasta el paroxismo.

Luego de acercarse a la Capilla del Santísimo acompañado del cardenal cubano y Arzobispo de La Habana Jaime Ortega y donde dedicó unos minutos a la oración, Juan Pablo II se acercó al altar mayor y presidió aquella Celebración de la Palabra en la que ofreció a los congregados un discurso que aún resuena en nuestra memoria.

Luego de haberse dirigido a los sacerdotes, consagrados y seminaristas, dedicó a los laicos allí presentes unas sentidas palabras:
A los laicos aquí presentes, que representan a tantos otros, les agradezco su fidelidad cotidiana por mantener la llama de la fe en el seno de sus familias, venciendo así los obstáculos y trabajando con valor para encarnar el espíritu evangélico en la sociedad... La tarea de un laicado católico comprometido es precisamente abrir los ambientes de la cultura, la economía, la política y los medios de comunicación social para transmitir... la verdad sobre Cristo y el hombre.. Los animo a seguir en este camino, que es expresión de la vitalidad de los fieles y de su genuina vocación cristiana al servicio de la verdad y de Cuba.
La celebración concluyó con la bendición apostólica y desde la catedral su Santidad se trasladó directamente al aeropuerto Jose Martí, donde fue despedido formalmente.

A las siete y media de la tarde noche de aquel domingo, el avión de Alitalia levantaba vuelo.

Junto a mis hermanos camagüeyanos y de otras diócesis, congregados ante el televisor que transmitía el acto, en el sitio que nos sirvió de alojamiento, fuimos testigos de su partida.

Mientra el avión ganaba altura sobre el cielo cubano, nuestras voce se unieron en una oración agradecida a Dios por aquella única e inolvidable experiencia.



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ENCUENTRO CON EL CLERO, RELIGIOSOS, RELIGIOSAS, SEMINARISTAS Y LAICOS.

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Catedral de La Habana
Domingo, 25 de enero de 1998



Amados Hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio,
amadísimos religiosos y religiosas,
seminaristas y fieles:

1. Cuando faltan pocas horas para concluir esta Visita pastoral, me llena de alegría tener este encuentro con todos Ustedes, que representan a quienes, con gozo y esperanza, con cruces y sacrificios, tienen la apasionante tarea de la evangelización en esta tierra, caracterizada por una historia tan singular.

Agradezco las amables palabras que me ha dirigido el Señor Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, haciéndose portavoz de los sentimientos de afecto y estima que nutren Ustedes hacia el Sucesor del Apóstol Pedro, y quiero corresponder a ello renovándoles mi gran aprecio en el Señor, que extiendo a todos los hijos e hijas de esta Isla.

2. Nos congregamos en esta Catedral Metropolitana, dedicada a la Inmaculada Concepción, en el día en que la liturgia celebra la Conversión de San Pablo, quien, camino de Damasco, recibió la visita del Señor Resucitado y se convirtió de perseguidor de los cristianos en intrépido e infatigable apóstol de Jesucristo. Su ejemplo luminoso y sus enseñanzas deben servirles como guía para afrontar y vencer cada día los múltiples obstáculos en el desempeño de su misión, a fin de que no se debiliten las energías ni el entusiasmo por la extensión del Reino de Dios.

En la historia nacional son numerosos los pastores que, desde la inquebrantable fidelidad a Cristo y a su Iglesia, han acompañado al pueblo en todas las vicisitudes. El testimonio de su entrega generosa, sus palabras en el anuncio del Evangelio y la defensa de la dignidad y los derechos inalienables de las personas, así como la promoción del bien integral de la Nación, son un precioso patrimonio espiritual digno de ser conservado y enriquecido. Entre ellos, me he referido en estos días al Siervo de Dios Padre Félix Varela, fiel a su sacerdocio y activo promotor del bien común de todo el pueblo cubano. Recuerdo también al Siervo de Dios José Olallo, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, testigo de la misericordia, cuya vida ejemplar en el servicio a los más necesitados es un fecundo ejemplo de vida consagrada al Señor. Esperamos que sus procesos de canonización se concluyan pronto y puedan ser invocados por los fieles. Otros muchos cubanos, hombres y mujeres, han dado asimismo muestras de fe, de perseverancia en su misión, de consagración a la causa del Evangelio desde su condición sacerdotal, religiosa o laical.

3. Queridos sacerdotes: el Señor bendice abundantemente su entrega diaria al servicio de la Iglesia y del pueblo, incluso cuando surgen obstáculos y sinsabores. Por eso aprecio y agradezco su correspondencia a la gracia divina, que les llamó a ser pescadores de hombres (cf. Mc 1, 17), sin dejarse vencer por el cansancio o el desánimo producidos por el vasto campo de trabajo apostólico, debido al reducido número de sacerdotes y a las muchas necesidades pastorales de los fieles que abren su corazón al Evangelio, como se ha visto en la reciente misión preparatoria de mi Visita.

No pierdan la esperanza ante la falta de medios materiales para la misión, ni por la escasez de recursos, que hace sufrir a gran parte de este pueblo. Prosigan acogiendo la invitación del Señor a trabajar por el Reino de Dios y su justicia, que lo demás vendrá por añadidura (cf. Lc 12, 31). En cuanto depende de Ustedes, en estrecha unión con sus Obispos y como expresión de la viva comunión eclesial que ha caracterizado a esta Iglesia, continúen iluminando las conciencias en el desarrollo de los valores humanos, éticos y religiosos, cuya ausencia afecta a amplios sectores de la sociedad, especialmente a los jóvenes, que por eso son más vulnerables.

Los esperanzadores datos sobre el aumento de vocaciones sacerdotales y el ingreso en el País de nuevos misioneros, que deseamos ardientemente que se facilite, harán que la labor apostólica pueda ser más capilar, con el consiguiente beneficio para todos.

Conscientes de que «el auxilio nos viene del Señor» (Sal 120, 2), de que sólo Él es nuestro sostén y ayuda, los aliento a no dejar nunca la oración personal diaria y prolongada, configurándose cada vez más con Cristo, Buen Pastor, pues en Él se encuentran la fuerza principal y el verdadero descanso (cf. Mt 11, 30). Así podrán afrontar con alegría el peso del «día y del calor» (cf. Mt 20, 12), y ofrecer el mejor testimonio para la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas, que son tan necesarias.

El ministerio sacerdotal, además de la predicación de la Palabra de Dios y la celebración de los Sacramentos, que constituyen su misión profética y cultual, se extiende asimismo al servicio caritativo, de asistencia y promoción humana. Para ello cuenta también con el ministerio de los diáconos y la ayuda de los miembros de diversos institutos religiosos y asociaciones eclesiales. Quiera el Señor que puedan siempre recibir y distribuir con facilidad los recursos que tantas Iglesias hermanas desean compartir con Ustedes, así como encontrar los modos más apropiados para aliviar las necesidades de los hermanos, y que esta labor sea cada vez más comprendida y valorada.

4. Agradezco la presencia en esta tierra de personas consagradas de diversos Institutos. Desde hace varias décadas han tenido que vivir la propia vocación en situaciones muy particulares y, sin renunciar a lo específico de su carisma, han debido adaptarse a las circunstancias reinantes y responder a las necesidades pastorales de las diócesis. Les estoy agradecido también por el meritorio y reconocido trabajo pastoral y por el servicio prestado a Cristo en los pobres, los enfermos y los ancianos. Es de desear que en un futuro no lejano la Iglesia pueda asumir su papel en la enseñanza, tarea que los Institutos religiosos llevan a cabo en muchas partes del mundo con tanto empeño y con gran beneficio también para la sociedad civil.

De todos Ustedes la Iglesia espera el testimonio de una existencia transfigurada por la profesión de los consejos evangélicos (cf. Vita consecrata, 20), siendo testigos del amor a través de la castidad que agranda el corazón, de la pobreza que elimina las barreras y de la obediencia que construye comunión en la comunidad, en la Iglesia y en el mundo.

La fe del pueblo cubano, al que Ustedes sirven, ha sido fuente y savia de la cultura de esta Nación. Como consagrados, busquen y promuevan un genuino proceso de inculturación de la fe que facilite a todos el anuncio, acogida y vivencia del Evangelio.

5. Queridos seminaristas, novicios y novicias: anhelen una sólida formación humana y cristiana, en la que la vida espiritual ocupe un lugar preferencial. Así se prepararán mejor para desempeñar el apostolado que más adelante se les confíe. Miren con esperanza el futuro en el que tendrán especiales responsabilidades. Para ello, afiancen la fidelidad a Cristo y a su Evangelio, el amor a la Iglesia, la dedicación a su pueblo.

Los dos Seminarios, que ya van siendo insuficientes en su capacidad, han contribuido notablemente a la conciencia de la nacionalidad cubana. Que en esos insignes claustros se continúe fomentando la fecunda síntesis entre piedad y virtud, entre fe y cultura, entre amor a Cristo y a su Iglesia y amor al pueblo.

6. A los laicos aquí presentes, que representan a tantos otros, les agradezco su fidelidad cotidiana por mantener la llama de la fe en el seno de sus familias, venciendo así los obstáculos y trabajando con valor para encarnar el espíritu evangélico en la sociedad. Los invito a alimentar la fe mediante una formación continua, bíblica y catequética, lo cual los ayudará a perseverar en el testimonio de Cristo, perdonando las ofensas, ejerciendo el derecho a servir al pueblo desde su condición de creyentes católicos en todos los ámbitos ya abiertos, y esforzándose por lograr el acceso a los que todavía están cerrados. La tarea de un laicado católico comprometido es precisamente abrir los ambientes de la cultura, la economía, la política y los medios de comunicación social para transmitir, a través de los mismos, la verdad y la esperanza sobre Cristo y el hombre. En este sentido, es de desear que las publicaciones católicas y otras iniciativas puedan disponer de los medios necesarios para servir mejor a toda la sociedad cubana. Los animo a proseguir en este camino, que es expresión de la vitalidad de los fieles y de su genuina vocación cristiana al servicio de la verdad y de Cuba.

7. Queridos hermanos: el pueblo cubano los necesita porque necesita a Dios, que es la razón fundamental de sus vidas. Formando parte de este pueblo, manifiéstenle que sólo Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, que sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 68-69). El Papa está cerca de Ustedes, los acompaña con su oración y su afecto, y los encomienda a la protección maternal de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, Madre de todos los cubanos. A Ella, Estrella de la nueva Evangelización, le confío el trabajo de todos Ustedes y el bienestar de esta querida Nación.

Terminamos esta visita el día 25 de enero, que es la fiesta de la conversión de San Pablo. La última Eucaristía, celebrada en la Plaza de la Revolución, es muy significativa, porque la conversión de Pablo es la más profunda, continua y más santa revolución de todos los tiempos.

Wednesday, January 10, 2024

Crónica de un viajero en el Camagüey de 1910 (por Carlos A Peón-Casas)

Foto/Febrero 1915
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Se trata de una añeja rememoración que un cronista de ocasión dejara publicada en la revista Bohemia de diciembre de 1910. El escribidor era parte del entourage que el presidente de la República de aquel minuto viajaba en el tren al uso, de camino al Legendario en visita de ocasión.


La narración arrancaba no más el tren dejaba atrás la estación de Ciego de Ávila. El relato se hace profuso en detalles de la amplia sabana, rodeada a ratos de mínimos afloramientos verdes, bosquecillos ralos, palmas por doquier.

Al atardecer la comitiva hacía entrada en la ciudad de entonces. Sorpresa para el viajero hallarse con aquella: “magnífica, soberbia, majestuosa... estación del ferrocarril…” y en el entorno: la elegante profusión de edificios en la acera del frente… a no dudarlo el Hotel Plaza… Su relato sigue un recorrido inevitable por las calles de aquel Camaguey:
Al doblar cualquiera de las esquinas inmediatas a los contornos del paradero, Camagüey se nos presenta tal cual es, con todo su sello característico de antigüedad. Es una aldea española grande.
Pero más que edificios grandilocuentes de impecables valores arquitectónicos, el viajero aspiraba a algo más sugeridor:
contemplar de cerca aquí, en esta tierra simpática… esas hermosas y sugestivas camagüeyanas de que tanto habla la fama, quiero tropezar a cada paso por sus tortuosas callejas con un Lugareño en cada senil cabeza de varón, quiero recrear mis ojos con la vista de esos patios a la andaluza con tiestos de flores, de que oigo hablar a los que pierden el seso cuando habla de su Camaguey: quiero beber el agua de esos famosos tinajones que hacen mofa de acueductos y aljibes: quiero probar ese queso camagüeyano que tan dificil se hace hallar en el mercado habanero y que solo a costo de subido precio saborean algunos ricos sibaritas, quiero en fin saborear, el ambiente saturado de patriotismo de esta tierra de titanes, de mujeres portentosas…
Un detalle a seguido nos deja una particular perspectiva del ambiente mediterraneo de la ciudad. Se trata de una perspicaz observación del periodista sobre la llegada del progreso ferrocarrilero a la antigua comarca y todo lo que en consecuencia se empezó a vivir en la añosa y tranquila comarca de nuestros ancestros:
Van Horne, el canadiense, abriendo luenga brecha por entre montes y sabanas, rompió la tradicional tranquilidad el solar camagüeyano, inundandolo de turistas de caras raras, de comerciantes de miradas escrutadoras, de viajantes aventureros, de agiotistas ávidos de negocios de toda clase, y de gente nueva e improvisada que nadie vio por aquellas calles y callejuelas el dia anterior. La virginidad de la vida camagueyana quedó por siempre deshecha.
Tales conjeturas nos confiesa en su discurso era el sentir de los más viejos y afincados enla tierra que desde siempre les hizo lugar, uno de tales comentaristas le hacía saber con sabias palabras:
Aquí se vivía en familia, casi todos los camagüeyanos estábamos emparentados, el que pretendía una dama la llevaba hasta el altar… la gente forastera que ha caído como plaga egipcia, ha quebrantado la armonía social, y el abolengo tradicional desaparece, estamos en constante alarma… al borde de un precipicio permanente. El Camagüey, mirando a través del cristal de su leyenda, maldice al travieso canadiense que acabó con la solidaridad familiar de este rincón cubano

Pero de todo lo visto había igual reparos en aquella nuestra ciudad camagüeyana del siglo pasado… no todo era de su agrado:
Ni una sola construcción digna de admirarse. Ni un monumento. Ni una simple estatua recordando a tanto hijo ilustre como ha tenido. Ni un teatro digno de su población, cultura y categoría de ciudad capital. Ni una obra pública de esas que atraen la atención del viajero. Ni una fábrica industrial digna de verse.
De otras facetas del entramado y de la vida social, ya de merecido realce esta vez, el visitante dejaba contada referencia.

Sus anotaciones las dejo de referente para el cierre, como botón de muestra de aquella ciudad que fue y de alguna forma ya no existe, pero que igual es una rememoración inevitable y un hálito de memoria para los que ya no la habitamos:
La ciudad de las iglesias, la llamaría yo por el número exorbitante de las mismas que se cuentan… posee Camagüey un Casino Campestre, verdadero parque que ya quisiera tener La Habana. La luz electrica ha reemplazado en casi toda la ciudad al antiguo farol de petróleo colgado del gancho que aún se ve, como signo de un pasado en la fachada de cada casa. Un tranvía corre por algunas de sus calles, y entre estas cuéntase una asfaltada…


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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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