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Sunday, April 21, 2024

Ballet "Rhapsody" (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


Este ballet en un acto y sin trama argumental, fue creado por Sir Frederick Ashton con motivo del cumpleaños número 80 de la Reina Madre de Inglaterra. La gala se llevó a cabo el 4 de agosto de 1980, en el Royal Opera House de Londres. La obra fue coreografiada sobre la partitura de “Rhapsody on a theme of Paganini” (Opus 43) de 1934 compuesta por Serguei Rachmaninoff, el diseño de vestuario fue de William Chappell y la escenografía fue ideada por el propio Ashton, inspirado en la arquitectura del Siglo XVIII, específicamente en sus arcos. En la ocasión, la pareja principal estuvo interpretada por Mikhail Baryshnikov y Lesley Collier (bailarina principal del Royal Ballet en ese momento), acompañados por seis bailarinas y seis bailarines, los más jóvenes del cuerpo de baile del Royal Ballet, a saber Angela Cox, Gillian Kingsley, Karen Paisey, Genesia Rosato, Gail Taphouse, Bryony Brind, Ashley Page, Michael Batchelor, Stephen Beagley, Antony Dowson, Ross MacGibbon y Andrew Ward.

Escenografía original
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Ashton hacía varios años que quería realizar una obra para Barishnikov y no se había dado la oportunidad. Barishnikov, por su parte, tenía planeada una participación con el Royal Ballet en los meses de julio y agosto, aunque no quería realizar los mismos ballet del repertorio clásico que siempre interpretaba. Así que el pedido de la Princesa Margarita para que Ashton tuviera una participación en los festejos del natalicio de la Reina Madre (de quien él era amigo), parecía el pretexto perfecto para que coreógrafo y bailarín pudieran cumplir con su deseo.


En el desarrollo de la obra se alternan cuadros de cuerpo de baile en los que participan, o no, alguno de los dos solistas y un pas de deux. La coreografía, a lo largo de todo el ballet, está pensada específicamente para las virtudes técnicas e interpretativas de los bailarines. De aquí cierto malestar de Barishnikov que quería incursionar más en el estilo inglés y, sin embargo, con la coreografía que Ashton creó para él, permaneció más cercano a su estilo de la escuela rusa (aunque que ya hacía largos años que estaba radicado en Estados Unidos), a pesar de lo cual no solicitó ningún cambio coreográfico para que se adaptase más a su voluntad.


“Rhapsody” continúa en el repertorio del Royal Ballet hasta nuestros días. En una reposición realizada en 1995 se introdujeron nuevos diseños de vestuario y escenografía, a cargo de Patrick Caulfield. En 2005, los mismos fueron rediseñados por Jessica Curtis y, finalmente, en 2016, tanto el vestuario como la escenografía volvieron a sus diseños originales. Cabe mencionar que hubos dos versiones coreográficas previas sobre esta misma música, la primera fue realizada por Michel Fokine para los Ballets Russes del Colonel de Basil (estrenada también en Londres en 1939) y la de Leonid Lavrovsky para el Ballet Bolshoi (presentada en Moscú en 1960).






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Ver en el blog




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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". Email: florenciagu@gmail.com

Saturday, April 20, 2024

Notición (no chisme): ¡Bernarda Alba ha puesto casa en Miami, con sus cinco hijas y toda su parentela! (por Baltasar Santiago Martín)

Afiche de la obra. 
Fotos/Alfredo de Armas.
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Pues parece que sí, que la cosa en la Madre Patria no está muy buena que digamos –como me comenta en nuestras frecuentes llamadas por Whatsapp mi dilecta amiga Alina Sánchez (que por allá vive “la tía”, joder, y por más señas, en Salamanca)–, porque Bernarda Alba se ha mudado para Miami con sus cinco hijas, su senil madre; la Poncia, la criada, Pepe El Romano, algunas vecinas y hasta la mendiga del barrio; nada, que ese vuelo de Iberia debe haber estado “de rechupete”, un verdadero “mogollón”, y, “por si las moscas”, ninguno en el asiento al lado de la puerta de emergencia, por si el vuelo fue en un Boeing 737 MAX 9, ya que se hubiera podido descompletar el elenco, ¡válgame Dios!

El sábado 29 de marzo de 2024 pude ver a la “tripulación” completa ya instalada en el escenario del Miami Dade County Auditorium, convertido en la casa miamense de Bernarda gracias al piloto y casero Miguel Sahid y a sus copilotos Andrés Mejías y Ana Laura Rodríguez Travieso, con alguna que otra robusta y adusta aeromoza de Iberia –enganchada con los bernardianos pasajeros durante su ibérico vuelo– sentada en la platea.


Dejando mi relajo cubano del hipotético vuelo a un lado, es muy de agradecer que la Sociedad Actoral Hispanoamericana, tan diestramente piloteada por el actor y director Miguel Sahid, felizmente apoyado por el Centro Cultural Español, haya apostado por una de las tragedias más conocidas –y reconocidas– del genial poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, para presentarla ante el público de Miami, al que se suele cortejar con temas mucho más relajientos, donde si hay bodas no corre la sangre, Adelita se va con otro –o con otra– para un motel de Okeechobee en Hialeah, y Pepe es cubano y no romano.

La casa de Bernarda Alba es una obra teatral en tres actos, escrita por Lorca en 1936, que muestra la historia de Bernarda Alba, quien, al enviudar por segunda vez a los 60 años, decide vivir los siguientes ocho años en el más riguroso luto y enclaustramiento, tanto para ella como para sus cinco hijas solteras: Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela; metáfora todo ello de esa España profunda, de principios y mediados del siglo XX, que se caracterizó por ser una sociedad muy conservadora y a la vez violenta –prueba de ello, la cruenta Guerra Civil de 1936 a 1939, en la que fue fusilado el propio Federico–, de gran fanatismo religioso y miedo a mostrar la intimidad, con la mujer sometida al hombre sin derecho al voto ni a actuar por su cuenta.

Para completar la trama, con Bernarda y sus hijas vive su madre, María Josefa, ya senil; Poncia, quien ha servido durante treinta años a la matriarca, y otra criada cuyo nombre se omite en la obra.

Roxana Montenegro como Martirio, 
Yani Martín como Magdalena 
y Alba Raquel como Bernarda.
 Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)
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Yendo ahora ya a la puesta específica de Bernarda en Miami –más allá del gran acierto que ha sido sin lugar a dudas–, recomiendo emplazar micrófonos para que los parlamentos de las actrices que no se pudieron escuchar bien la segunda noche –que fue a la que asistí, porque mi sobrina Yani Martín prefiere que no vaya el día del estreno, y yo la complazco– no se pierdan, o que ellas proyecten mucho más su voz, como le aconsejé de modo “terapéutico” terminada la función a Roxana Montenegro, Betsy Rodríguez y Vivian Morales –Martirio, la visitante Prudencia y la criada respectivamente–, para que su excelente desempeño actoral se pueda apreciar mejor como ellas se merecen.

1- Roxana Montenegro como Martirio.
 Foto/ Oscar P. García de Paula (Oscarito)

2- Alba Raquel como Bernarda 
y Rosa Vasconcelos como Poncia. 
Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)
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1- Vivian Morales como la criada. 
Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)

2- Roxana Montenegro como Martirio 
y Vivian Morales como la criada. 
Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)
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Quiero aclarar, antes de seguir, que Rosa Vasconcelos, como Poncia, Noris Joffre como la senil María Josefa y Yani Martín, como la atolondrada Magdalena, sí se escucharon perfectamente, amén de brindar las tres unas actuaciones también espléndidas. ¡Esa Poncia, joder, que me la llevo yo para mi mansión como ama de llaves si me saco la lotto!

1- Yani Martín como Magdalena. 
Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)

2- Rosa Vasconcelos como Poncia. 
Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)
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Yani Martín como Magdalena, 
Alba Raquel como Bernarda y Noris Joffre como María Josefa. 
Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)
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Dejando de lado los subsanables aspectos auditivos, la puesta de Sahid es una muestra muy inteligente de que se puede “recrear” a Lorca con códigos menos rígidos y melodramáticos, sin dejar de enfatizar el intenso drama de cada una de las cinco hijas de Bernarda, pero sin tanta carga opresiva para el espectador de hoy, sobre todo en el caso de Angustias con la más joven y fresca Adela como rival; el de esta, por su amor escondido con Pepe, y el de la pobre Martirio, coja y amargada, pero con su corazoncito, también enamorada de Pepe El Romano.

Como ya elogié la Martirio de Roxana, me queda decir que Gabriela González “cumplió” como Angustias, al igual que la acriz que encarnó a Amelia (en el programa aparecen dos, y no se aclara el día), pero Gabriela debió hacerse sentir más en la obra, por ser Angustias a mi juicio la mayor víctima de esta tragedia en que todas también lo son –aunque no llegue a suicidarse como Adela.

Ariadna González-Medina como Adela.
 Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)
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Y hablando de Adela, opino que, paradójicamente, Ariadna González-Medina, por ser tan joven y sin tantas tablas, no debió ser la escogida para ese papel, que demanda una actriz con más fuerza, además de que también le faltó proyección en sus parlamentos.

Sobre la inclusión de la música en vivo y del bailarín de flamenco Pedro Medrano como un alter ego del disputado Pepe El Romano, me pareció bien, pero su taconeo sí fue excesivo y gratuito, como una distracción de la trama.

Alba Raquel como Bernarda. 
Foto/Oscar P. García de Paula (Oscarito)
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Finalizo con mi elogio a esa primera actriz que es Alba Raquel, que se apoderó de la Bernarda como el papel lo demanda, al punto de que no me la llevo para mi mansión si me saco la lotto, porque me pone a lavar los platos y a cortar el césped, aunque yo sea el dueño, por lo mandona y autoritaria, ¡joder!


Baltasar Santiago Martín
Hialeah “La grande”
Jueves 18 de abril de 2024

Wednesday, April 17, 2024

"Burdel El Ojo Azul", un regalo visual y un close-up de El Ingenio Teatro al mundo de “las mujeres públicas”. (por Baltasar Santiago Martín)

Diseño/Susana Miguel
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Hablar sobre la prostitución es siempre un tema muy delicado, incluso con tu propia familia –y hasta con el círculo más íntimo de tu pareja y amigos más cercanos–, porque las opiniones siempre van a estar sesgadas por prejuicios y “lugares comunes”, así como por el temor a decir algo que no sea bien recibido por alguien o por varios de tus interlocutores, que pueden llegar incluso a ripostarte y a descalificarte por tus opiniones nada “convencionales”.

Yo, por ejemplo, defiendo que la prostitución debe ser legalizada aquí en los Estados Unidos, como lo es en México, España, Holanda y el resto de la Comunidad Europea, y que poder contratar los servicios de una prostituta o de un prostituto –¡porque no son solo ellas las que venden sus servicios sexuales, que conste, sino también nosotros los hombres!– debe ser un derecho legal, por no decir “humano”, de igual modo que ejercer la prostitución, pero sin proxeneta, obligación, secuestro ni amenazas por medio.

Y, para que no se me quede nada sin teclear en mi laptop, me parecen mucho más sinceras y sinceros quienes la ejercen a cara descubierta, sea en un burdel o en las redes, que quienes se casan por interés y se venden por “un buen partido”, como se decía antiguamente.

Si el tema en privado es escabroso, qué decir cuando se lleva al teatro, y nada menos que en medio de un prestigioso festival como Casandra, dedicado precisamente a la mujer, con una obra que se desarrolla en un burdel, ese templo pagano con mujeres nada vírgenes dedicadas al culto del placer sexual y del desahogo por dinero, pero que no dejan de ser seres que sienten y padecen, que aman y que sufren, como las más puras –si es que las hay (recuerden que, como reza el dogma católico –que, gracias a Dios, yo no comparto ni sigo– se peca también de pensamiento).

Doble mérito tiene entonces esta puesta de El burdel El Ojo Azul, de El Ingenio Teatro, que dirigida por Lilliam Vega, la también actriz y cabeza de esa esforzada troupé, se ha atrevido a mostrar una ventana a esa tan denostada parcela de la vida real, que es un burdel imaginario en proceso de un doloroso cierre.

Armada de un poderoso texto de la maestra Raquel Carrió –Premio Nacional de Teatro 2024, muy merecido, en esa Cuba nuestra donde la prostitución sui generis y rampante de hombres y mujeres es una triste forma de sobrevivir para muchos de ellos, por los míseros sueldos y la también “rampante” escasez de todo (en La Habana, la Rampa y el Malecón enfrente han devenido en un burdel gigante al aire libre)–, Lilliam ha logrado recrear (crear, para ser más exactos) la atmósfera opresiva y sin esperanza de ese burdel a punto de desaparecer, donde tres prostitutas interactúan entre sí y con dos de sus más prominentes clientes, para revivir cada una su drama personal y el drama colectivo que significó la muerte de la joven Angelina.

Por supuesto que no hubiera sido suficiente solo la magistral dirección de Lilliam, la coreografía de Rubén Romeu ni la música original de Jorge Morejón y Héctor Agüero –con esa Ivanesa Cabrera como Verónica Laferté “que cada vez canta mejor que nunca” – para el éxito de la puesta, sin las cinco actrices y los dos actores que se apoderaron de sus personajes para “vivirlos” con absoluta intensidad.

Ivanesa Cabrera como Verónica Laferté.
Foto/Manuel Valladares. 
MVS Photography 13.
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Kirenia Vega, Susana Pérez 
y Rachel Cruz.
Foto/Amelia Sierra
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Kirenia Vega, Susana Pérez,
 Ivanesa Cabrera y Rachel Cruz.
Foto/Amelia Sierra
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La multifacética Susana Pérez, como la, además, matrona del burdel; y Rachel Cruz y Kirenia Vega, como las más jóvenes prostitutas bajo sus órdenes, lucieron su provocativo y atractivo vestuario como si fuera una segunda piel con que cubrir su desnudez en venta, para reivindicar con total lucidez y credibilidad ese oximorón que es la frágil dureza de su profesión –“la más antigua del mundo” –, mientras que Jorge Luis González “fue”, sin dudas, el arquetípico macho que comparten –y las comparte a todas–, al que la matrona llega a amar como ilusión y consuelo; y el juvenil José Raúl Acosta encarnó a ese cliente que, más que de sexo, va en busca del afecto y la compañía que no encuentra por fuera, y que parece que halló hasta cierto punto en Angelina, a cargo de la actriz Dianel Conde, en fugaz aparición y posterior e intrigante desaparición a manos de…

Dianel Conde como Angelina.
Foto/Manuel Valladares. 
MVS Photography 13.
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No debo concluir esta reseña de la función del domingo 17 de marzo de 2024 a la que asistí, sin volver a alabar la música original de Jorge Morejón y Héctor Agüero –interpretada en vivo por ellos mismos junto a María Teresa García–, la coreografía de Rubén Romeu y la producción general de Loipa Alonso, así como la escenografía y el vestuario de… El Ingenio Teatro (ella nunca se da crédito).


Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 15 de abril de 2024

Fotos/Amelia Sierra y Manuel Valladares. Cortesía de El Ingenio Teatro.

Tuesday, April 9, 2024

“Siempre mañana (simulacro ingenuo)"... teatro incómodo. (por Wilfredo A. Ramos)


Existe en nuestra ciudad de Miami, desde hace poco más de quince años, un espacio dedicado a promover la cultura y el arte en su totalidad, donde la música, el teatro, la danza, la literatura, las artes plásticas, pero sobre donde el teatro encuentran un lugar donde presentarse con todo el apoyo necesario, abriendo sus puertas a una gran variedad de artistas no solo locales, todo ello coordinado con sumo cuidado bajo el amparo de Artefactus Cultural Project, institución no lucrativa que tiene como objetivo promover la diversidad cultural de la comunidad hispanoparlante en nuestro ámbito social, la cual tiene como director a Eddy Díaz Souza y productor general Carlos Arteaga.

Como espacio de presentaciones teatrales, son muchas las excelentes puestas en escena que han desfilado por el mismo, obras llegadas lo mismo desde otras partes del país como de otros continentes, han dejado sus huellas en sus tablas, para disfrute de los amantes del teatro en esta ciudad. Hablar de teatro en Artefactus es sin duda alguna sinónimo de calidad artística.


Partiendo de la anterior premisa, es que nos atrevemos a afirmar que la reciente subida a las tablas en este escenario, de la obra “Siempre mañana”, la cual contó con la autoría y dirección del propio Souza, teniendo de intérpretes a Simone Balmaseda, Anthony Lo Russo y Eric Becerra, resultó una muestra más del buen teatro que se acostumbra a ver en dicha sala.

Esta obra, la cual fuera escrita durante el 2020, tuvo su estreno en junio del pasado año bajo el título de “Mirame y no me toques”, dentro del marco del Queer Showcase, que organiza el propia Artefactus, con los mismos actores integrando su elenco.


En este nuevo texto dramático, su autor regresa a temas que forman parte de sus preocupaciones existenciales, pero que de la misma manera tendrían que serlo de todos los seres humanos que habitamos actualmente en este tan complicado mundo. La atmósfera que se respira en la obra va a resultar pesada, de encierro, desbordando el sentido claustrofóbico desde el escenario e invadiendo al público en la platea.

Dicha pieza apuesta por el desarrollo de emociones que despertarán sobre el espectador recientes recuerdos de aquella aterradora situación vivida por todos hace apenas poco más de un par de años, cuando las autoridades políticas mundiales nos encerraron en nuestras casas, coartando de manera dictatorial nuestros más elementales derechos ciudadanos -hasta el de hablar- so pena de ser castigados severamente, bajo el siempre dudoso pretexto de una determinada protección a nuestra salud; perfecto actuar que nos trajo a las mentes las distopías mostradas magistralmente por el escritor Eric Blair, más conocido por el seudónimo de George Orwell, en su premonitora obra “1984”, desde un algo lejano año de 1949.


Para sumergirnos en este ambiente, la acción se desenvolverá dentro de la intimidad de la vida de una pareja formada por Ray o Raimundo y Willy, escritor de cierta edad el primero, joven más interesado en disfrutar de la vida el segundo, quienes a través de la obra mantienen un cierto extraño diálogo sobre determinados momentos de sus vidas cotidianas, que pueden poner en alerta al espectador avispado de que algo no ha anda del todo bien con lo que tiene ante sus ojos.


A este dúo varonil se le agrega la presencia de una enfermera que es la encargada de venir diariamente a dicho departamento para velar que el personaje del escritor se tome un medicamento. Ese personaje femenino, el cual va a tomar gran valor simbólico dentro del desarrollo dramático, representará el poder gubernamental omnipresente que se introduce en las casas, que dirige las acciones y determina las decisiones de las personas, imponiéndose y coaccionando el libre albedrío del ser humano.

El argumento se encuentra lleno de alegorías, símbolos y lúgubres advertencias del rumbo que se encuentra tomando la sociedad actual, sometida a la fuerte presión del globalismo mundial y de todo aquello que de esta manipulación socio-económica-politica se deriva.

Con este texto, Souza entra de lleno -manejando hábilmente su acostumbrada visión artística- en el plano de la denuncia social, por lo que estamos en presencia de un espectáculo cuyo interés principal va a estar, sin ningún tipo de duda, en la fuerte carga de actualidad social que el mismo presenta.

El autor presenta su discurso mediante la utilización de diálogos los cuales comparten elementos de lo estrafalario, hilarante o absurdo, pero que van a estar inmersos en un profundo contexto de humanidad...


Una obra teatral de este tipo ciertamente podría ser recibida como un teatro incómodo para un tipo de posibles espectadores casuales, que solo ven el escenario como un lugar para el entretenimiento y diversión, lamentablemente para ellos, este no es el caso, por lo cual resulta muy plausible el empeño de Díaz Souza en no cejar, luchando por ofrecer espectáculos que nos obligue a poner en acción nuestro cerebro, reaccionando y tomando parte de lo que vemos sobre el escenario, sin dejar por cierto de disfrutarlos estéticamente.


Si hay algo que nos vemos precisados a señalar sobre la puesta y tiene que ver con la concepción utilizada para la construcción de los personajes de la pareja sentimental conformada por ambos hombres, la cual es planteada desde la misma manera arquetípica con la que regularmente es reflejado el hombre homosexual, como si tal fuera la única manera de expresión de estas personas, aspecto este que se repite en otras obras llevadas a escena por dicho director-autor.


En cuanto al trabajo de los tres actores que integran el elenco, hay que destacar el magnífico desempeño de Simone Balmaseda en el rol de la enfermera, debido a que el mismo va a marcar al mismo tiempo el elemento de absurdo como el de denuncia social en la obra, obligando a la actriz a construir un personaje fuerte, pero con matices marcados de comedia, difícil de definir en su totalidad. Balmaseda, de la que conocemos sus andaduras sobre los escenarios desde sus inicios, ha ido convirtiéndose en una actriz madura, adaptándose por igual a los distintos géneros dramáticos con los cuales se enfrenta, sabiendo adecuar el tono a la comedia, al drama, al teatro para niños.


Respecto a Anthony Lo Russo y Eric Becerra, ambos actores encuentran un buen acoplamiento a sus respectivos personajes, manteniendo en todo momento la necesaria interrelación entre ambos, así como la proyección de los mismos.

Algo que nos resultó innecesario y hasta incómodo fue la cantidad de veces que estos dos actores se ven precisados a cambiar de vestuario, lo que sin duda alguna complica sus trabajos sin motivo alguno, así como nos pareció inapropiado el tipo de ropa con que estos dos actores usan, la cual, con tanto brillo y transparencias era más propia de pasarela de discoteca, no teniendo que ver en lo absoluto con la proyección de esta obra.

Un elemento dramatúrgico decisivo utilizado por el autor lo encontraremos en el final de la obra, que solamente la vista de aquel espectador atento llegará a discernir, el cual va a marcar definitivamente el mensaje desalentador de esta puesta. 

“Siempre mañana”, se erige dentro de la dramaturgia de Díaz Souza, como un texto a tener en cuenta al momento de reflexionar sobre la sociedad de este Siglo XXI, que tan frágil y peligroso se está tornando para los que habitamos este mundo ‘no tan ancho y ajeno’ en que vivimos. Teatro incómodo, teatro para que pensemos todos.

Anthony Lo Russo
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Eric Becerra
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Simone Balmaseda
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Texto y fotos Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, abril 8, 2024.

Tuesday, April 2, 2024

“Sed en la calle del agua”, Estreno Mundial de Nilo Cruz en escenarios de Miami. (por Wilfredo A. Ramos)


“Todo buen arte es una indiscreción”. Tennesse Williams.


Nilo Cruz
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La presencia de obras del reconocido y laureado dramaturgo cubano-americano Nilo Cruz, en el ámbito teatral de Miami, es vista como un acto de justa pertenencia a una comunidad donde este artista dió sus primeros pasos dentro del mundo teatral, cuando iniciara esa andadura a la sombra del Teatro Prometeo, institución artístico-docente creada en 1973 con el auspicio del Miami Dade College (MDC) y bajo la tutela de la actriz Teresa María Rojas, entidad esta de vital importancia para el desarrollo de actores y directores pertenecientes a la comunidad hispanoparlante, que llegara a ser la única en toda la nación con dicha característica en proporcionar titulación con nivel de college, lamentable e inexplicablemente desaparecida.

Cruz, quien fuera reconocido en el año 2003 con el prestigioso Premio Pulitzer de Teatro, por su mundialmente conocida obra “Ana en el Trópico”, continuó su formación en la ciudad de New York, como discípulo de la destacada dramaturga y directora cubano-americana María Irene Fornés, habiéndose graduado además de la Brown University, una de las nueve universidades establecidas desde antes de la independencia en 1776.


“Sed en la calle del agua” (Thirsty in the Water Street, su título en inglés), la obra que en esta oportunidad tuvo su estreno mundial en nuestros escenarios, fue escrita años atrás, manteniéndose guardada hasta que su autor la retomara, le hiciera algunos ajustes y se decidiera llevarla finalmente a las tablas.

La historia, aunque está basada en personajes de la vida real, según el autor, también posee una gran carga personal, por lo que podríamos decir que estamos en presencia de un texto con algo de influencia de la ‘auto-ficción’, término genérico muy utilizado por una parte de la literatura y de la dramaturgia contemporánea en particular, un neologismo creado en 1977 por el autor francés Serge Doubrosky.


La trama de la obra, que toma la vida de dos jóvenes pintores, Enma Rose y Joaquín, en su afán de dedicar sus vidas por entero a su arte, nos muestra como dichos deseos y aspiraciones de crear se van a ver contrapuestos a los condicionamientos que impone la vida cotidiana, llevándolos a vivir en un mundo enajenado de la realidad que les rodea.

A la fuerte relación amorosa existente entre ambos, se une un extraordinario deseo de crear una obra artística que los identifique -un sentimiento que los supera a ambos- situación que los llevará a convertirse, sin darse cuenta, en seres egoístas, incapaces de ver más allá de sus inmediatos intereses. Este hecho se hace presente de manera tangencial, no premeditado, pero que influirá en cada paso de sus propios destinos, provocando el colapso total de su relación debido a un hecho determinante y cruel: la pérdida de un hijo. Dicha adversidad pondrá incluso en peligro la continuidad de sus vidas artísticas.


Mediante este texto, Cruz nos sumerge en un mundo donde el egoísmo propio del artista se convierte en su peor pesadilla, en el que el interés principal de aquel puede llegar a alcanzar incluso un inconsciente nivel de crueldad provocado por su discapacidad al no poder apreciar la objetividad del mundo circundante. Del relato concebido por el dramaturgo se desprende el cuestionamiento de hasta donde puede ser capaz el artista de definir su posición entre la obra de arte y la vida. El autor nos coloca en la posición de jueces, donde entremos a cuestionarnos al creador como un ser obnubilado debido a ese don que la naturaleza le ha otorgado y por el cual en ocasiones llega a negar los acontecimientos que tiene a su alrededor.

El dramaturgo al mismo tiempo pasa a ser juez y parte al enfrentar al espectador con un tema existencial tan poco asumido y tenido en cuenta por parte de los propios creadores. Si bien con este texto su autor pretende de hacer un autoanálisis, de igual manera nos ofrece una señal de alarma que todos debemos de tener en cuenta.


Los cuatro personajes que dan vida a la acción del texto dramático: Enma Rose, Joaquín -ya mencionados- Dr. Thomas Grace y Don Morales, se encuentran modelados dentro de una fina línea psicologista, la cual dirigirá la obra por sutiles derroteros existencialistas, aunados a la crudeza encontrada en el teatro realista de O'neill, Williams y Miller.

En la puesta en escena, también dirigida por Cruz, que se desenvuelve dentro de una atmósfera minimalista, se encontrarán elementos que aportan simbolismo al contexto dramático, dados por igual en alguna pieza de vestuario o de escenografía y que son expuestos con certera precisión. De la misma forma, la acción se va a desarrollar en un entorno que expone la claustrofobia en la que se desenvuelve la vida de esta pareja de artistas, en el momento que es narrado por el autor.

Esta obra va a dejar un sabor amargo al espectador, obligándolo a sopesar diversas posibilidades y hacer diferentes análisis, para así llegar a sus propias conclusiones. No se está en presencia de un espectáculo hedonista, por el contrario, se nos sitúa ante la disyuntiva de juzgar entre la racionalidad de los acontecimientos que conforman la vida del hombre común y el mundo onírico, que en la mayor parte de las veces se sumerge el artista. Es en fin una obra para hacernos pensar y sacar conclusiones. Para eso también se hace teatro.

En cuanto al desempeño de los actores, hay que decir que el pequeño elenco asume sus respectivos papeles con una muy seria introspección de los mismos, dotándolos a cada una de veracidad a la vez que de un justo equilibrio entre el decir y el sentir de su interpretación.


Claudia Tomás y Daniel Romero, actores de origen cubano, quienes asumen a la pareja de jóvenes pintores, logran una comunión perfecta con sus roles. Quizás la condición de ser esposos en la vida real, hace que estos intérpretes reflejen sobre el escenario una verdad imposible de negar, donde sus diálogos y acciones se complementan en una verosímil realidad. Las actuaciones de ambos se mueven, como acostumbran a hacerlo en todos sus trabajos, sin superfluas afectaciones, ni innecesarios gestos o proyecciones altisonantes. Estos actores dominan la naturalidad en la actuación, la correcta dicción -algo no muy habitual de encontrar entre las jóvenes generaciones de actores cubanos- a la vez que controlan adecuadamente el flujo de las intenciones y matices al decir sus textos. Cada nueva oportunidad de verlos en acción, ya sea sobre las tablas o a través de la gran pantalla, amén de mostrar a dos brillantes actores, nos permite disfrutar de sus respectivas entregas.


Un personaje muy importante dentro de la trama, es sin duda el del doctor, responsabilidad que recae sobre los hombros de Carlos Acosta Milián, actor también de origen cubano, de larga trayectoria sobre las tablas y el cine, quien incorpora su personaje desde una postura de proyección mucho más teatral que naturalista, creando a su vez un distanciamiento en el decir que lo coloca en una posición de cierta extrañeza con respecto al resto de los personajes.


La participación del actor venezolano Orlando Urdaneta, figura de larga trayectoria del teatro, la radio, la televisión y el cine en su país, en el rol del padre del joven pintor, podría considerarse como una actuación especial, ya que la misma se hace presente solamente en dos momentos del desarrollo de la obra. Sin embargo ello no resta importancia a su personaje, debido a que el mismo es el encargado de reflejar los conceptos que amarran a la sociedad a través de normas, costumbres y hábitos conservadores lastrantes de las libertades del individuo, mucho más cuando de la proyección de los artistas en ella se trata. Este personaje carga con la responsabilidad compartida del desencadenamiento de los trágicos hechos que marcan la trama

Con respecto al desempeño de este actor, tenemos que apuntar, que resultó algo engorroso poder escuchar sus parlamentos en determinados momentos, producto de que hablaba sobre un volumen demasiado bajo, de igual forma su dicción en instantes no resultaba lo suficiente clara, provocando que sus textos resultaran difíciles de entender. Teniendo en cuenta la brevedad de su participación en la puesta, dicho contratiempo pudo haberse resuelto con suficiente tiempo durante los ensayos ya que con el profesionalismo y experiencia de este actor, dicha situación hubiera sido superada sin problema alguno.


Con esta nueva propuesta escénica, Arca Images continúa acertando en la entrega de títulos interesantes para el público de Miami, aunque se sienta la ausencia de obras de dramaturgos hispanohablantes asentados en el país o del resto del continente. Por otra parte podemos afirmar que la dramaturgia de Nilo Cruz sigue en un proceso de maduración, definiendo su carácter estético e incorporándose con fuerza al conjunto de las voces cubanas que desde el exilio continúan marcando la pertenencia a una cultura que se ha visto obligada a sobrepasar sus propias fronteras para sobrevivir.




Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, abril 1, 2024

Fotos/Aarón Casas. Cortesía Arca Images.

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