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Wednesday, November 29, 2023

Un almuerzo con Hemingway. (por Carlos A. Peón-Casas)



Howard Berk(1) era en 1952 un ex soldado con sueños y afanes de ser escritor. De paso por La Habana, y según narra en First Person: My Lunch with Hemingway(2), en viaje de negocios como vendedor de cuberterías de plata, tuvo la suerte de encontrarse al que consideraba su ídolo literario: el ya famoso Ernest Hemingway. En sus pretensiones de escritor en ciernes, y presumiendo que la oportunidad era única, ni corto ni perezoso le puso determinación.

El contacto con Papa se lo proporcionó un amigo común, Roberto Herrera, quien conocedor de su interés, le propició la cercanía, nada más y nada menos que el 21 de Juio de aquel año, el mismo del cumpleaños de Papa, en no otro que aquel mítico espacio del Bar Floridita.

En la calle Obispo, había ambiente de fiesta. El trío de ocasión animaba el ambiente del bar ya concurrido de la clientela que venía a “tomar su mañana”. De pronto, ya instalados, el chef Nico, presentaba al homenajeado y su compañía un sabroso entrante de masas de cerdo frita y frituras de maíz. Los músicos al unísono entonaron el felicidades de ocasión animando el jolgorio mañanero para el maestro Hemingway.

Menudearon los aplausos, y Hemingway saludó a la concurrencia y agradeció el gesto con tolerancia inusitada, que el propio cronista reseñara luego como sorprendente, conocedor del carácter reservado del escritor, al invitar a los concurrentes de las mesas cercanas a sumarse a la celebración cumpleañera.

En aquel minuto Hemingway compartía igualmente una agradable primicia: el contrato para su nuevo libro: “Across the River and into the trees”. Herrera Sotolongo, según recuerda el escribidor en su artículo para el National Geographic, le felicitaba por la doble celebración: “Magnífico regalo de cumpleaños, Papa” Hemingway le correspondería en su español singular: “Gracias Paco”. El cronista celebraría su cumpleaños al día siguiente, Herrera creyendo era el mismo día que Papa, le hacía saber en su presentación, Berk se excusaba con amabilidad, pero Hemingway insistía: Happy Birthday Paco, llamando a Howard con el apodo de Herrera.

Lo que siguió fue una apoteosis de singularidad literaria. Howard, el cronista al escuchar la noticia sobre la novela de Hemingway recién contratada por sus editores, le preguntó a Papa si había escuchado bien:
- “Ud dijo Across the River..” Papa le confirmó:

- Es correcto. Ese es el título. Con una pequeña ayuda de Stonewall.

- Across the River and Into the Trees?

Hemingway me espetó extrañado:

- ¿Lo conoces?

-Bueno así es, señor. Esas fueron las palabras del moribundo Stonewall Jackson. Crucemos el río y descansemos a la sombra de los arboles.

Lo que dije sonó tan personal para Hemingway que me dijo muy animado:

- ¿Cómo demonios sabes eso?

-Douglas Southall Freeman, señor… traje los tres volumenes a Cuba conmigo.

-No me digas. Libros muy pesados

- Así es señor

- Bueno, no me impresionas hijo, yo también los leí.

Era sin dudas una nueva intimidad. Compartimos su famosa mueca.
Lo que siguió, en la voz peculiar de Papa le sonó a gloria a Howard el nobel émulo de fama creativa: “Saben que, nos vamos a almorzar a Finca Vigía."

Al salir todos los ojos los seguían con atención, muchos no dejaban de preguntar quien era aquel muchacho agraciado por una invitación tan seria de parte del escritor.

Subieron al Buick Roadmaster de Papa conducido por Juan que esperaba por Obispo. Roberto y el invitado en el asiento trasero. Juan al timón, y a su lado un flamante Papa con su habitual vaso enorme, lleno de un helado Daiquirí, que paladeaba sin recato tan pronto el auto se ponía en movimiento.

Lo que nos narra el cronista de la llegada a la Finca es digno de mención en sus propias palabras que comparto desde el original:
Delante de nosotros estaba la casa -Finca Vigia- y justo más allá una sutil construcción como un faro, que Roberto me había dicho el escritor usaba algunas veces como segunda oficina. Juan hizo una aproximación al frente de la casa y dijo sus primeras y últimas palabras: “Estamos aquí”. Hemingway hurgó en sus bolsillos y exclamó: Donde diablos están las llaves? Toco el timbre. Y luego lo hizo dos veces más. Mary Welsh Hemingway nos recibió con una postura decidida. Tenía el cabello crespo y corto, facciones firmes, y una actitud suficiente. Era la cuarta esposa, y Roberto que sabía muchas cosas, me había dicho que era la menos domesticada de todas. Siguió un curioso silencio. Marido y mujer parecían medirse el uno al otro. Yo tenía la sensación de que ella estaba molesta y que él trataba de explicar lo que había hecho. El momento se hizo más agudo cuanddo Hemigway, intentando salvar la situación dijo: Traje a los muchachos para almorzar… La próxima vez que traigas a tus compinches a almorzar me avisas antes… Lo interesante acerca de aquel diálogo fue que las palabras escalaron a los extremos más extremos.

Pero la pareja aunque intercambiaban invectivas mantuvo una civilidad a toda prueba mientras se conducían a sus respectivos sitios. Hemingway mostró sus sitios a los invitados, Mary ocupó el suyo sin prestarnos atención a mi ni a Roberto. Por nuestra parte, agachamos las cabezas, y no fuimos parte de las hostilidades.

La descripción que sigue es también notoria por los detalles de aquel encuentro tan singular:
El almuerzo fue servido por dos damas que entraban y salían de la cocina portando los decantadores de vino, hogazas de pan y ensaladeras. Durante un respiro, Roberto tentativamente entró al ruedo sosteniendo su copa, pero sin alzar mucho, para evitar la presunción de una incursión extraña, y acotó a sotto voce: Me recuerda los Jumilla.

-Uno de los mejores de España, redondeó Hemingway. Mrs Mary quien al momento solo bebía agua añadió: A mi me sabe a orine”. A pesar de su exuberante descripción yo comencé a disfrutar la comida. Hemingway comentó por su parte:

- Tú no sabes lo bueno que es un vino hasta que no te bañes en él. Como con el piss.

Aquí brindo con el orine, dijo Roberto, y Hemingway se sintió divertido con el aporte, porque Mrs hemingway no oyó la frase, y no le hubiera hecho mucha gracia si la hubiera escuchado… Hemingway volvió a servirnos, y respiramos aliviados. Convulsivamente y tras las servilletas, Roberto y yo intentábamos contenernos. Habíamos salidos parcialmente liberados, y la Sra Hemingway nos fulminó con su mirada.
Howard tuvo aquel día tuvo su minuto de gloria junto al Maestro: un día recordaría aquella frase inmortal que le escuchara sobre el arte de escribir, aquel día en aquella mítica jornada: “No hay nada al respecto. Solo siéntate en la maquina de escribir y sangra”


Luego de aquella ocasión coincidiría un par de veces más con Hemingway en los ambientes habaneros de la época: una vez en una fiesta privada festonada con luces de colores, y otra en el Floridita para decirle adiós. Volvería a Cuba luego ya de luna de miel pero no encontró al escritor que entonces hacía su segundo safari africano. Tampoco a Roberto, quien por entonces estaba por Brasil.




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1. Howard Berk (22 de Julio de 1924, Brookline, Massachusetts) fue un Escritor Distinguido en Residencia en la Universidad de Georgia. Sus créditos incluyen 13 filmes, docenas de episodios de TV, incluyendo Misión Imposible y Colombo, y cuatro novelas. Falleció en 2016 en los Angeles, California.

2. "First Person: My Lunch with Hemingway". By Howard Berk, For National Geographic. Published July 22, 2013.

Monday, November 27, 2023

Simetría bilateral (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.



Simetría bilateral

A Juan Nicolás Padrón

A Silvana, la mujer que menos habla
y más se ríe en el mundo.



En mi costado derecho
llevo un ladrillo –ensangrentado, claro– que en las
noches, cuando irremediablemente insomne,
estoy solo y apenas alguien cree que existo
me saco
            y toco
y acaricio
las laminillas resecas de su sangre.
En esas noches de soledad, noctámbulo,
mi ladrillo crece, amigos míos, y todo
ese costado duele y arde cada vez más
y mis pobres costillas derechas apenas resisten
en esas noches digo cuando lo abono
repasando cada eslabón que se partió
allá, lejos, donde todo hubo de empezar
(aunque, en verdad, ¿no sigue todo, absurdamente,
comenzando?)
y mi ladrillo crece y crece y arde y arde
   y al fin
   se enfría
   y es
   el momento
de sacármelo, tocarlo, acariciar
su sangre (es decir, la mía, que está en él)
y mirarlo, mirarlo bien y repararlo
esforzando las yemas de mis dedos
y darle lustre
con cualquier líquido que se parezca a las lágrimas.
Y volver a ponerlo en su lugar.

Es una notable adversidad
tener un ladrillo así, abrasador,
doloroso, creciente
   –y vitalicio–
en el costado derecho.

Pero no obstante, soy
afortunado, amigos
míos: he nacido
    también
con un costado izquierdo.


16 de agosto de 1992




Simmetria bilaterale

A Juan Nicolás Padrón.
 A Silvana, la donna che meno parla
e più ride al mondo.



Nel mio fianco destro
porto un mattone – insanguinato, chiaro – che nelle
notti, quando irrimediabilmente insonne,
sono solo e soltanto qualcuno crede che esisto
lo tiro fuori
              lo tocco
e accarezzo
le scaglie risecchite del suo sangue.
In quelle notti di solitudine, nottambulo,
il mio mattone cresce, amici miei, tutto
quel fianco duole e brucia sempre più
e le mie povere costole destre appena resistono
in quelle notti, dico, quando lo rinforzo
controllando ogni pezzetto che si è spaccato
là, lontano, dove tutto è cominciato
(anche se, in verità, non continua tutto, assurdamente,
a cominciare?)
e il mio mattone cresce, cresce, brucia, brucia
   e infine
   si raffredda
   ed è
   il momento
di tirarlo fuori, toccarlo, accarezzare
il suo sangue (come dire, il mio, che è dentro di lui)
e guardarlo, guardarlo bene e ripararlo
sforzando le punta delle mie dita
e lucidarlo
con un liquido che ricordi le lacrime.
E tornare a metterlo al suo posto.

È una notevole avversità
avere un mattone così, ardente,
doloroso, in crescita
   - e vitalizio -
nel fianco destro.

Ma nonostante tutto, sono
fortunato, amici
miei: sono nato
   anche
con un fianco sinistro.





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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.

En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.


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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Wednesday, November 22, 2023

Consuelo Cisneros de Colón, una poetisa del Camagüey en 1917. (por Carlos A. Peón-Casas)


Eran los años aciagos de la Primera Guerra Mundial. Pero en la plácida Cuba no resonaban los avatares guerreros de la conflagración que desolaba Europa.

Las voz serena de la poesía de una joven poetisa del Camagüey, a todas luces avecindada en la capital de aquella Cuba próspera de “vacas gordas”, se publicaba en un libro de poemas que con el título de Brumas, reseñaba un cronista literario de la revista Bohemia(1) de entonces.

Consuelo Cisneros de Colón era la autora de aquellas inspiradas páginas que ya admiraban los críticos al uso.


El de Bohemia recogía uno de los poemas antólogados en el poemario: Luna de Otoño. Sus elogios aunque a nuestro ver sobrepasaban cualquier mesura, la dejaban empero acomodada en el parnaso de las letras de aquel minuto.

El crítico no escatimaba en ponderaciones de los aciertos creativos de la rimadora, y daba el beneficio de cualquier duda, a favor de la joven poetisa del paterno lar camagüeyano, concediéndole inevitables influencias de dos poetas dispares pero significativos e incontestables: el alemán Heine; y el español Becquer.

Del segundo nos parecerían más plausibles las semejanzas. Pero igual la largueza del verso ajeno no es más que un tímido referente que se cruza con la originalidad del creador novel. Nadie es culpable de imitar a los maestros en esa primera coordenada creativa.

Dejo al lector la responsable labor de barruntar una u otra posible suficiencia, cuando valore el texto que aquí comparto, eso así, a nuestro humilde juicio: lánguida y fértil en sus líneas de arreboles imaginativos.

Aunque para la creencia más íntima de este escribidor, ese solo texto no dejaría formarnos una mejor y cabal esencia del lado más trascendente de la escritora camagueyanensis, pues ya se sabe que una golondrina en soledad no hace verano.

Aunque a a no dudarlo en las estrofas de Luna de Otoño, el poema de marras en su estructura de cuatro y cinco versos, de un endecasílabo vibrante y rimas bien intencionadas, hay hondura y sensibilidad suficientes.

Si fue acaso este su primer volumen poético, o si acaso hubo más, declaro mi absoluta ignorancia.

El libro de narras no aparece registrado en los anales que nos quedan a la vista, y solo nos hemos asomado a esta muy parcial evidencia que la posteridad ha salvado en aquella añosa Bohemia de un día ya lejano de noviembre de 1917.


Luna de otoño

Blanco nectario del medroso velo
que allá en la noche vagas misterioso,
cuan fantástico duende fabuloso
de níveas alas que brotó del cielo...!

Eres, ¡Oh Luna! cariñosa y pura
mensajera de ensueños e ilusiones
y al descender de la celeste altura
llenas de luz mis horas de amarguras
haciendo huir mis negras decepciones!...

Cuántas noches tus lánguidos fulgores
quebrándose al pasar por mi ventana,
me hablaron de canciones y de flores
de caricias pletóricas de amores
y de aquella pasión dulce y lejana!...

Tú también en mis horas de desvelo
al taladrar las dudas mi cabeza,
has bajado del cielo
a disipar mi insomnio y mi tristeza...

Tú alumbraste risueña aquella cuna
que una vírgen purísima mecía...!
y fue tu lumbre cenicienta, ¡Oh Luna!,
la que después surgir vió de la cuna
aquel capullo que su broche abría...!

También el beso fugitivo y tierno
que hizo temblar la flor en la enramada
y a las heladas brumas del invierno
crugió la rama y al capullo tierno
arrastró en su corriente una quebrada...!

Terrible realidad! Lo único cierto
que todo dura en la existencia impía,
lo que la blanca lágrima que yerto
el párpado de un muerto
tarda en brotar de su pupila fría!...

El niño nace; y su risueña infancia
como una flor esparce su fragancia
de la niñez al vacilante paso...
luego la juventud... los desengaños...
hasta que cruel, el Boreas de los años
le sumerge en las sombras del ocaso...!

Por eso hoy como ayer, a la misma hora,
me has de encontrar cansada y abatida...
mientras tu rayo mágico colora
la llama que devora
la loca caravana de la vida...!

Consuelo Cisneros de Colón



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1. Bohemia. Noviembre 18, 1917.

Monday, November 20, 2023

Aranka Jaksic (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi. 
  

Aranka Jaksic


En una pequeña ciudad entre dos bosques, allá, tan lejos, Aranka Jaksic ha vuelto del trabajo y se acuesta bocarriba en su cama tamaño personal con cobijas azules. También es azul la lámpara de noche sobre la mesita que se halla a la derecha de su boca. Su boca es roja, literalmente roja como una metáfora que dijera su boca es roja. Ella acostumbra mirar a la semipenumbra del techo antes de comenzar a leer. Son la diez de la noche y está mirando a la semipenumbra del techo. Los ojos de Aranka Jaksic son color violeta y miran al techo otro poquito antes de ponerse sobre las páginas del libro de cubierta café, que ha tomado de la mesita de igual color en donde se halla la lámpara azul. La piel de Aranka Jaksic es blancobeige y sus pezones y su pubis —pequeño, copioso— son también color café. Ella está metida en un piyama azul claro. Aranka Jaksic es pequeña y toda ella, tal como se ha descrito, se halla en estos momentos de la manera descrita. Los bosques que flanquean la pequeña ciudad donde se halla su casa, están destilando escarcha. En medio, junto, debajo, encima de Aranka Jaksic se encuentra lo ya dicho y está ocurriendo lo ya dicho. Ella está leyendo el libro mencionado con sus ojos violetas. Su aliento cae y recae contra las páginas. El calor del breve cuerpo de Aranka Jaksic se hace cada segundo más intenso y se va pasando a las sábanas, la cobija, las hojas del libro que está leyendo. Su breve cuerpo se prende todo de un calor liviano. Su aliento humea discretamente. Sus pezones cafés oscilan. Sus vísceras comienzan un maquineo que pone en movimiento todas las mieles interiores de Aranka Jaksic. Aranka Jaksic está a punto de suspirar.
Y uno aquí, sin poder hacer nada.

Ciudad de México, septiembre de 1998






Aranka Jaksic


In una piccola città tra due boschi, molto lontano da qui, Aranka Jaksic è tornata dal lavoro e si corica supina sul suo letto a una piazza con le coperte azzurre. È azzurra anche la lampada da notte sopra il tavolino che si trova alla destra della sua bocca. La sua bocca è rossa, letteralmente rossa come una metafora che dica la sua bocca è rossa. Lei è solita guardare la semioscurità del soffitto prima di cominciare a leggere. Sono le dieci di sera e sta guardando la semioscurità del soffitto. Gli occhi di Aranka Jaksic sono color porpora e guardano ancora un poco il soffitto prima di passare alle pagine del libro con la copertina color caffè, che ha preso dal tavolino di identico colore dove si trova la lampada azzurra. La pelle di Aranka Jaksic è bianco beige, i suoi capezzoli e il suo pube – piccolo, abbondante – anche loro sono color caffè. Lei indossa un pigiama azzurro chiaro. Aranka Jaksic è piccola e la sua persona, proprio come si è precisato, si trova in questo momento nella posizione descritta. I boschi che fiancheggiano la piccola città dove si trova la sua casa, stanno spargendo brina. In mezzo, accanto, sotto, sopra Aranka Jaksic si trova il già detto e sta accadendo il già detto. Lei sta leggendo il libro citato con i suoi occhi color porpora. Il suo respiro cade e ricade contro le pagine. Il calore del piccolo corpo di Aranka Jaksic si fa ogni secondo più intenso e sta passando alle lenzuola, alle coperte, alle pagine del libro che sta leggendo. Il suo piccolo corpo si accende di un calore leggero. Il suo respiro fumeggia con discrezione. I suoi capezzoli color caffè ondeggiano. Le sue viscere intraprendono un’attività che mette in movimento tutti gli umori interiori di Aranka Jaksic. Aranka Jaksic è sul punto di sospirare.

E uno qui, senza poter fare niente.

Città del Messico, settembre 1998



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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.

En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.


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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Sor Juana Inés de la Cruz (por Teresa Fernández Soneira)


La cultura de México en el siglo XVII era ante todo una cultura verbal: el púlpito, la cátedra y la tertulia. Se publicaban pocos libros y casi todos eran de temas religiosos, y ni la universidad ni los colegios de enseñanza superior estaban abiertos a la mujer. La única oportunidad que esta tenía de penetrar en el mundo de la cultura era, según Octavio Paz, “deslizándose por la puerta entreabierta de la corte y de la iglesia”. Por eso es verdaderamente sorprendente que el escritor más importante de México en aquella época haya sido una mujer: sor Juana Inés de la Cruz.


Nacida en San Miguel Nepantla en 1651, demuestra desde pequeña su interés por las letras escribiendo su primer poema a la Inmaculada a los 7 años. A los 13 se muda para la capital cuando el Marqués de Mancera le abre las puertas de Palacio. Al verla tan versada los eruditos le quieren cortar las alas ya que consideran un entrometimiento que una mujer hable de cosas sagradas, y que opine en asuntos de mucha envergadura. Comienza en la corte una nueva vida para la joven en la que se dice que tuvo romances con algún cortesano. Un buen día anunció que entraba en el convento de las Descalzas. Todos se quedaron perplejos con la noticia, pero con su afición a la cultura, el convento era lo más cercano a los templos del saber. Comienza así una época de oro cuando acuden a su celda a visitarla personalidades de la alta aristocracia mexicana. Además de las letras, le atraía la física moderna y tenía en su celda instrumentos astronómicos y musicales. Le fascinaba el rumbo de los cometas, componía villancicos y se especula que también pintaba.

Pero sorpresivamente el obispo Fernández de Santa Cruz le ordena: “Si sor Juana lo que pretende es meterse en hondura teológica, deje los libros profanos, deje las letras, deje los versos y la música y las ciencias, y prepare su alma”. Aturdida y sola se desplomó desorientada. Entregó todos sus bienes y pasó las noches en penitencia. No escribió más, ni compuso, ni se carteó más con las personalidades de la época. Lo regaló todo a los pobres y se calló, y curando a las enfermas de peste en el convento, terminó su vida a los 44 años.

Hoy sor Juana es vista como la primera feminista y espíritu verdaderamente libre del mundo hispanoamericano. Una mujer que en el siglo XVII se atreva a comentar de astronomía, que tiene el coraje de criticar al mejor orador de su tiempo; quien realiza un documento que proclama en América la libertad del pensamiento y del derecho a que la mujer se eduque igual que el hombre, es, sin dudas, un ser superior. Sor Juana no solo fue una escritora o una religiosa, ni tan solo una mujer sabia. Fue un ser fuera de serie que vivió luchando por adaptar su vocación espiritual a la vocación por el saber.




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Publicado originalmente en La Voz Católica, 27 de mayo de 1994.




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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Monday, November 13, 2023

Partir de nuevo (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.



Partir de nuevo

Para Andrea Iglesias


Un día por ti, o tal vez sobre todo por tu
sonrisa y tus ojos (lo que ambos atributos
   prometían)
decidió partir, contigo.
Rearmó de nuevo su barco. Calafateó cada
micra con pasión, y esperanza.
Aplicando toda su experiencia reparó el camarote,
   la cubierta,
las bandas de babor y de estribor.
Para esta larga, última, definitiva
   travesía, el casco lo blindó como para una guerra, por
   si acaso.
Puso bandera neutral.
Levó anclas.
Partieron. Juntos.

Ligero el mar siempre les fue.
Cada día más ligero y radiante a medida que
iban paseando millas dulcemente, buen
viento a favor y las velas infladas, así
que ni los motores hacían falta.

Aún hoy resulta inexplicable
que en el mejor momento de la navegación esa
   mañana
   aparecieran
esos arrecifes contra
   los que
   se estrellaron
   para siempre.


Mayo de 1986



Partire di nuovo


Per Andrea Iglesias


Un giorno per te, o forse soprattutto per il tuo
sorriso e per i tuoi occhi (quel che entrambe le qualità
   promettevano)
decise di partire, con te.
Riarmò di nuovo la sua nave. Isolò ogni
micron con passione, e speranza.
Applicando tutta la sua esperienza riparò la cabina,
   la coperta,
le bande di tribordo e di babordo.
Per questa lunga, ultima, definitiva
   traversata,
lo scafo blindò come per una guerra, per
   ogni evenienza.
Mise bandiera neutrale.
Levò le ancore.
Partirono. Insieme.

Lieve il mare sempre fu per loro.
Ogni giorno più lieve e radioso mano a mano che
percorrevano miglia dolcemente, buon
vento a favore e le vele rigonfie, così
che neppure i motori servivano.

Ancora oggi risulta inspiegabile
che nel miglior momento della navigazione una
   mattina
   comparvero
quelle scogliere contro
   le quali
   si sfracellarono
   per sempre.


Maggio di 1986




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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.

En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.


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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

Monday, November 6, 2023

Un poema por y para Elena Tamargo (de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.


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Poema 69  de La patria es una naranja ( Ediciones 2010, 2011, 2013) (Poesía del exilio) 

                   
             69
 


Elena está en la verja
en la verja está escribiendo un poema en donde se ven pasar 500 yeguas cargadas de albahaca
que ahora mismo han desembarcado de La Habana,
vienen las yeguas muertas y matemáticamente destazadas
y traen banderas de varios colores que sugieren
la intención de continuar escribiendo poemas donde las yeguas
sigan llegando como llega el recuerdo de otros muertos que han sido destazados en vida.

Elena se ha vestido de blanco nuevamente
y los árboles de la colonia Del Valle
se dan cuenta de que es una niña la que va pasando
pero quizá ella no se da cuenta de que es una niña
y por eso de pronto no comprende por qué los árboles
le dejan caer esos arbolitos que se han puesto a parir para ella.

Elena está en la verja y es una tarde fría en la enorme Ciudad,
digamos que también es una tarde de verano vaporosa y blanca,
agreguemos que es una de esas tardes de otoño cuando las hojas ocres recuerdan el venir de la Muerte
es también la tarde de primavera en que las jacarandas tiñen de lila el pavimento.
En fin, es una tarde
y ella sigue cantando un poema dedicado a los perros de Cabañas
(Cabañas ahora está tan lejos que ni las barajas podrían alcanzarla).

Elena se aparta de la verja
y la vida la persigue.
Vuelve a la verja y la vida va con ella
y la lleva por las calles de la vasta Ciudad
y le va enseñando las últimas yeguas cargadas de yeguas muertas
y de albahacas insurrectas que ahora mismo han llegado de La Habana.

Y ella sigue andando y andando por la ciudad inacabable.

Pero
en realidad
ella siempre está en la verja

1998



                  69

Elena sta alla finestra
alla finestra sta scrivendo una poesia dove si vedono passare 500 cavalle cariche di basilico
che proprio adesso sono sbarcate dall’Avana,
arrivano le cavalle morte e matematicamente fatte a pezzi
e portano bandiere di vari colori che suggeriscono
l’intenzione di continuare a scrivere poesie dove le cavalle
continuano ad arrivare come giunge il ricordo di altri morti
uccisi e tagliati a pezzi in vita.

Elena si è vestita di bianco nuovamente
e gli alberi della colonia Del Valle
si rendono conto che è una bambina quella che sta passando
ma forse lei non si rende conto che è una bambina
e perciò non comprende perché gli alberi
le lasciano cadere accanto i giovani arbusti.

Elena sta alla finestra ed è una sera fredda nell’enorme Città,
diciamo che è anche una sera d’estate profumata e bianca,
aggiungiamo che è una di quelle sere d’autunno quando le foglie ocra
ricordano l’arrivo della Morte
è anche la sera di primavera nella quale le jacarande
tingono di lilla il manto stradale.
Insomma, è una sera
e lei continua a cantare una poesia dedicata ai cani di Cabañas
(Cabañas adesso è così lontana che neppure le carte potrebbero raggiungerla).

Elena si allontana dalla finestra
e la vita la insegue.
Torna alla finestra e la vita va con lei
e la porta lungo le strade della vasta Città
e le mostra le ultime cavalle cariche di cavalle morte
e di basilico ribelle che in questo momento è arrivato dall’Avana.

E lei continua a camminare e a camminare per la città interminabile.

Ma
in realtà
lei sta sempre alla finestra.

1998




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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.

En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.


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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

Monday, October 30, 2023

Naturaleza Viva (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.



Naturaleza viva

La fuente es la playa, tranquila a esta hora
   (más o menos
las seis de la tarde).
El trozo de gacela —¿de faisán?—
es Anita, recostada a una palmera,
mirando las olas y
escuchándome;
la paloma es Bertha, algo más allá,
extendida en la arena bocabajo y bajo
la sombra;
la liebre es Antonio que, liebre al
fin, insta a la paloma a que despierte
para tomar el camino
hacia el mar.
La manzana, la pera, las uvas, las guayabas,
   las demás frutas
son unas muchachas policromas de piel y
   bikinis
que están, de espaldas a nosotros, sentadas
a la orilla
con los pies en donde mueren las olas.

Y yo,
claro,
soy el pintor.

Mayo 1986



Natura viva

La fonte è la spiaggia, tranquilla a quest’ora
   (più o meno
le sei della sera).
Il pezzo di gazzella - di fagiano? -
è Anita, appoggiata a una palma,
mentre guarda le onde e
mi ascolta;
la colomba è Bertha, un poco oltre,
sdraiata sulla rena bocconi e sotto
l’ombra;
la lepre è Antonio che, lepre finalmente,
sprona la colomba affinché si svegli
e intraprenda il cammino
verso il mare.
La mela, la pera, l’uva, la guayaba,
   gli altri frutti
sono alcune ragazze policrome di pelle e
   bikini
che stanno, dandoci le spalle, sedute
sulla riva
con i piedi dove muoiono le onde.

E io,
chiaro,
sono il pittore.


Maggio 1986

 


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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los  géneros.

En su país natal recibió el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que ya había recibido, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio y el premio Pluma de Oro de Publicaciones Entre Líneas..

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.

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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

Thursday, October 26, 2023

Esteban de Jesús Borrero (por José Ramón de Betancourt)


No es posible recordar el movimiento literario de Cuba, particularmente en el Camagüey, sin que venga a la memoria y al corazón el nombre de Esteban de Jesús Borrero. 

Por lo que a mí toca, declaro que siempre encontré en sus producciones algo que reflejaba el azul de nuestro cielo, el fuego del sol tropical, la dulzura del canto de nuestras aves, la la suavidad de la brisa y el eco de esas armonías vagas, misteriosas y melancólicas que se perciben en la espesura de nuestros bosques y que sólo a los verdaderos poetas es dado comprender y revelar en toda su pureza y encanto. 

Cuando vi por primera vez a Esteban de Jesús Borrero, ya sabía de memoria algunos versos de T. Besané, que hubieron de agradarme hasta el punto de desear vivamente conocer a su autor. 

Un día que fuí a la imprenta de El Fanal de Puerto Principe a visitar a mi buen amigo don Pedro Emilio Peyrellade, le encontré en el cuarto de la redacción, tertuliando alegremente con tres jóvenes  que desde luego me parecieron muy simpáticos. 

Era uno de elevada estatura, negros y rasgados ojos, mirada profunda y triste, severo continente y cierta energía en los modales, que revelation, no la exaltación de sus ideas, que conoci después, pero sí la firmeza de su carácter. 

Toda persona que le hubiera estudiado algún tiempo, habría adivinado que era de los escogidos para mártir de la revolución cubana, que ya se presentía. 

Me contraigo a Antonio María de Agüero y Estrada, que, en efecto, murió en 1851 sobre los campos del Camagüey y a consecuencia de las heridas que recibiera en el combate de San Carlos. 

Era el otro un joven peninsular, de gallarda presencia, rostro pálido, ojos claros, cabello castaño, o más bien rubio, y sonrosada boca: joven que por aquel tiempo tenía más afición a los libros de versos que a los de la casa de comercio de Carrias, de que era uno de los dependientes principales, aunque después de cierto tiempo le encontré en la Habana, hecho todo un comerciante y tal vez ruborizado de haber perdido algunas horas de su juventud en el comercio de las Musas, que dan, y particularmente bajo los trópicos, flores, espinas y desazones, en vez de oro y crédito cotizable en una plaza de primer orden. 

Llamábase este joven, y ojalá que todavía lo fuera, Claudio Iglesias. 

Distinguíase el tercero por su ancha y morena frente, coronada de larga melena mas negra que el ébano. Sus rasgados ojos, sin ser bellos, tenían algo de la mirada del águila y del candor afectuoso de la paloma, y había en su continente tal naturalidad y gracia, que no era posible, después de haberle oído un momento, dejar de quererle. 

Tal era Esteban de Jesús Borrero.

A todos me presentó mi antigo y sabio maestro el Sr. Peyrellade, con tal finura, que a los pocos minutos ya nos tratábamos como si siempre nos hubiéramos conocido. 

-Caballeros, -nos dijo; -se han reunido ustedes aquí en este instante enviados por la Providencia, porque acaba de llamarme el regente para decirme, que la novela del folletín se ha concluído, dejándole dos columnas vacías, que es necesario llenar inmediatamente con originales, y ustedes me los han de dar. 

Nos miramos los unos a los otros. 

-No hay que vacilar, -añadió Peyrellade, dando a cada uno una cuartilla y un lápiz. Necesito cuatro poesías, pero que no se hayan publicado antes. 

-¡Al agua, muchachos! -exclamó Esteban Borrero, alzando alegremente su brazo dere-cho. Pero ¿qué hacemos? -añadió sobrecogido y blandiendo el lápiz. 

-Poca cosa, -dijo el Sr. Peyrellade, con aquella gracia que le era propia; -encárguese cada uno del retrato de su novia. 

-Bien, —dijo Claudio Iglesias; -yo haré el de la mía, porque la tengo aqui; -y señaló el corazón. 

-Yo la tuve, -exclamó Agüero, ―y ojalá no la tuviera. 

-Quiero tenerla, -dijo Borrero, sonriendo, mientras yo escuchaba en silencio. 

-Pues ya hay tema para cada uno: La que amé, La que amo, La que amaria y La que debo amar. Repártanse ustedes esos puntos de común acuerdo, y ya saben que no hay tiempo que perder. 

Así lo hicimos, y pocos minutos después cada cual entregó su obra

¡Y sonetos! -dijo Peyrellade, sonriéndose, al recibir aquellos papeles. 

-¿O semos, o no semos? -exclamó Borrero, reteniendo el suyo, mientras que yo todavía rebuscaba en el cerebro un consonante que con más propiedad terminase el mío. 

-Lean ustedes, -dijo Peyrellade; -aquí tiene usted su soneto, Sr. Agüero, a quien, como mayor de edad, toca empezar. 

Hízolo así con voz campanuda (como de Agüero al fin), y vimos todos en su composición, muy correcta por cierto, el rugido del tigre celoso, que quería desgarrar la pérfida que lo engañó. El soneto se titulaba La que amé

Siguió a éste el de Claudio Iglesias, A la que amo, alegre como unas pascuas. Había en él cielo azul, rosas entreabiertas, concha de perlas, labios de coral, brisa perfumada y no sé cuantas otras cosas engarzadas, con tanta delicadeza y gracia, que la composición nos pareció encantadora. 

Siguió Esteban Borrero  La que amaría leyó, abriendo los ojos todo lo que pudo.  

-Veamos, ―murmuró don Emilio. 

Borrero continuó: 
«No a una mujer,  un ángel amaría: perdónenme los ángeles por ello ...»
No recuerdo más del soneto, pero sí que crecía de tal modo la curiosidad y el interés de cada verso, que al llegar al último, no pudimos menos que agitar nuestras manos aplaudiéndole. 

Llegó la hora del mío, el más débil de todos, pero que alcanzó la fortuna de ser favorablemente acogido en el Camagüey; lo que, sin duda, debió a sus acompañados y a la curiosidad que los títulos despertaron. 

Siento en el alma no conservar esos sonetos para insertarlos aquí, y más todavía tener que copiar el mío, que he guardado como recuerdo del principio de mis relaciones con uno de los camagüeyanos de mejor entendimiento que he conocido.

La que debo amar

No quiero un ángel, no: en ilusiones 
así miraba á una mujer divina, 
mas busqué el alma y la encontré mezquina,
juguete vil de necias impresiones: 

no quiero la mujer cuyas pasiones, 
ardientes como el sol que me ilumina, 
en el lecho de infame Mesalina 
me haga olvidar mis castas afecciones: 

quiero un alma sencilla, tierna y pura 
que la virtud anime con su llama, 
que en su fiel corazón guarde el tesoro 

de mi honor, mi consuelo y mi ventura: 
así es la virgen bella que me ama, 
así la debo amar, así la adoro.
Desde ese primer día de nuestro conocimiento, hízose éste cada vez más intimo entre Esteban de Jesús Borrero y yo, hasta el punto, de que rara semana pasaba sin que tuviéramos algo que comunicarnos de nuestros entretenimientos literarios. 

Algunos trabajos publicaba el poeta bajo el seudónimo de T. Besané; otros los rompía después de leídos, a pesar de que yo siempre encontré en ellos espontaneidad, entusiasmo, belleza y exquisito gusto. 

Pero a él nada le satisfacía, comprendiendo que lo mejor había quedado en su cerebro o en el fondo de su corazón, y terminaba siempre por decirme - Necesito estudiar. 

Era esto la gran dificultad para él, por la natural indolencia que se advierte en los hijos de un suelo exuberante y rico que brinda lo que produce sin necesidad de esfuerzos, trabajos ni sacrificios. 

Su espíritu, esencialmente poético; su imaginación centelleante, su inteligencia clarísima y fecunda, adivinaban todo lo que tenía que aprender y lo que nadie hubiera podido enseñarle. 

Por otra parte, su carácter tenía rarezas incomprensibles. Era, en verdad, negligente; pero lo atribuía a su constitución enfermiza, que a todos, por el contrario, se nos figuraba sana y robusta. 

Escribía casi siempre en pedacitos de papel, y a veces, en el blanco que quedaba de la cajetilla de cigarros de su uso; y, al leerme estas composiciones, solía emplear esta frase: -Oye, muchacho, y dime la verdad. 

Jamás le oculté mi juicio. - Tú no necesitas, -le decía yo, -estudiar los clásicos españoles. Por intuición los conoces, y adivinas el gusto que ellos te pudieran infundir; pero conviene que lo ratifiques hojeando sus libros con frecuencia. 

-No lo hago, -me contestaba, -porque deseo recibir todas las impresiones de nuestra naturaleza virgen y floreciente, y temo copiar las bellezas que aquéllos han apurado. 

Un dichoso tomeguín que revoloteaba en su romance a la Avellaneda nos hizo pasar algunas horas de conferencias, sin que se resolviera a quitar de allí el pajarillo; hasta que al fin consultó su obra, antes de leerla al público, con nuestra ilustre poetisa. 

-Déjelo usted, ―le dijo ella, —- pues un tomeguín que me regaló mi madre, cogido en los campos del Camagüey, fué, en efecto, mi primer amor.

-Ya lo ves, -me dijo, radiante de alegría; - no te hubiera perdonado nunca que sacrifica- ras el pajarito camagüeyano, á la severidad estética de tus clásicos. 

Prefería a todo la originalidad y el aire de la tierra, que baña muchas de sus composiciones, y particularmente las dedicadas a una Marta, que ignoro todavía si llegaron a publicarse. 

Acuérdome que cuando fui a Puerto Príncipe, en 1859, a pasar una feria de la Caridad, me leyó varias poesías, que yo encontré bellísimas, y sobre todas, una que él mismo recitó en la espléndida velada con que la Sociedad Filarmónica quiso obsequiarme. 

Hice todo lo posible por conocer sus versos antes de esa noche, siquiera para contestar algo análogo; y, a pesar de la confianza que entre nosotros reinaba, no pudo acceder a mi ruego. 

-No, -me contestó; -me los vas a echar a perder. Componte como puedas y di lo que se te ocurra, en la seguridad de que aplausos y cariños no han de faltarnos. 

Deploro no tener ahora a manos esos versos, ni siquiera aquellos con que contesté al saludo del Camagüey y el de su dulce y favorito poeta Borrero. 

Era tal su amor a todo lo que podía honrar la tierra natal, que, a pesar de su modestísima renta y de la inercia de su carácter, tan pronto como supo que yo me proponía coronar la Avellaneda en el Liceo de la Habana, voló a esta ciudad para ayudarme en mi empresa y llevar a la hermana la ofrenda de su genio y de su alma en La voz del Tínima, composición que obtuvo el juicio más lisonjero de la Sección de literatura y del Jurado, y los aplausos más entusiastas del público que concurrió a ese solemne acto. 

Este romance corre impreso en el cuaderno que se publicó sobre la coronación de la Avellaneda el año 1860, y hay otras de sus poesías que figuran en el tomo de aguinaldos que repartió El Fanal en los años de 1847, 48 y 49. 

Pero las más importantes para él, y las que hubieran podido darle más gloria, las conservaba inéditas. 

Recuerdo que, cuando se construía el teatro Principal del Camagüey, varios amigos le animamos para que escribiese la comedia con que debía estrenarse, y yo no sé dónde halló una historia de los bucaneros que recorrían el mar Caribe en el siglo XVII, y una noticia más o menos exacta de la vida de Enrique Morgan. Es lo cierto, que en pocas horas trazó el plan de un drama, relacionándolo con las costumbres patriarcales del Camagüey en aquella época, y con el valor que acreditaron sus hijos al rechazar la invasión pirática. 

Pero sólo tres cosas escribió de este drama: el plan, que agradó a todos; su titulo El Filibustero, cuya palabra no había adquirido entonces en Cuba la importancia y significación que después de algunos años tuvo; y la escena final o el desenlace. 

A medida que la fabricación del teatro avanzaba, los amigos de Borrero acudían a él para estimularlo a completar su primera obra dramática. 

Todo fué inútil, y los borradores deben haber quedado entre sus papeles, con otras muchas poesías que hubieran elevado su nombre a la altura de los primeros escritores antillanos. 

Yo deploraré siempre que no se hayan recogido y coleccionado sus producciones, como hubiera sucedido indudablemente sin la guerra, que esparció por inciertos rumbos los hombres de más valer y las cosas más dignas de estimación para nuestro pobre país. 

La guerra también me separó de Esteban Borrero, de quien no volví á tener noticias hasta que recibi la muy infausta de su muerte hallándome yo en París. 

Mucho tiempo hacía entonces que no tomaba la pluma para componer versos. La política esta ingrata asesina de las Musas, había matado la afición que por ellas senti en mi primera juventud. Afición digo, porque, en verdad, no podía ni puedo alegar otro motivo para acercarme a esa deliciosa fuente, que sólo brinda sus purísimas aguas a los elegidos del cielo. 

Conservaba (¿a qué negarlo, si mis lectores lo ven?) el atrevimiento de improvisar décimas o escribir octavas octosílabas, que salían de mis labios y de mi pluma, casi sin que de ello pudiera darme cuenta, en los brindis de banquetes familiares o en los álbums de mis amigos más íntimos. Pero no pude resistir a la necesidad de desahogar la pena que me causó la muerte del compañero de mi juventud: le hice unas quintillas que no me atreví a publicar, no obs tante haber pasado por la censura de José Silverio Jorrín. 

Hecha la paz de Cuba, regresé a la Habana en noviembre de 1878, y a principios del año siguiente fué a verme a mi casa de la calle de la Reina uno de mis amigos más queridos y de los hombres más ilustrados y más amantes de Cuba que conozco. Me contraigo a Nicolás Azcárate.

-Necesito, -me dijo, -que V. me acompañe pasado mañana a hacer una buena obra en favor de Alfredo Torroella, que ha muerto, dejando a su familia en tristísima situación. He proyectado, en mi carácter de Presidente de la Sección de Literatura del Liceo de Guanabacoa, una velada, con el solo objeto de abrir suscrición para su viuda y sus hijos. 

-Cuente V. conmigo para todo, -le respondi. 

-Pues bien, -me replicó; -prepare V. algo en prosa o verso para decir o leer en esa velada, en el concepto de que no se admiten excusas. 

¿En verso? En verso nada, porque yo no soy poeta. En prosa diré lo que pueda, aunque he venido aquí a vivir encerrado en mi casa, y pudiera ayudar a esa familia de otro modo. 

-Basta: tengo la palabra de V., y me despido hasta pasado mañana, a las ocho de la noche, en el Liceo de Guanabacoa. 

Y fui, en efecto, al Liceo, y Azcárate me condujo hasta la tribuna levantada en su salón principal, lleno de lo más granado de la sociedad habanera, que nos recibió con grandes aplausos, debidos sólo al organizador de aquella piadosa y brillante fiesta. 

Dije en ésta no sé qué cosas, que después recorté de los periódicos, y voy a reproducir en estas páginas. Leí en seguida los versos que había compuesto en París sobre la muerte de Esteban Borrero, versos que llevaba en el bolsillo con la idea de salir del paso como pudiera. 

La idea se realizó: la suscrición en favor de la familia de Torroella se hizo, y yo tomé nota de todo lo que allí pasaba, sin pensar que más tarde podía servirme para encerrar en este capítulo el recuerdo, inolvidable para mí, de la noche del 28 de febrero de 1879, que pasé en el Liceo de Guanabacoa. 

Sigue aquí lo que en esa noche dije, y mis versos. 

Señoras y Señores:

Agradezco con toda mi alma la bondadosa acogida que me dispensáis, y la irresistible invitación del señor Presidente, mi buen amigo don Nicolás Azcárate, para que contribuyese con mi debilísima palabra al homenaje que hoy consagra este floreciente instituto, a la memoria de nuestro querido poeta Alfredo de Torroella. 

Vengo, pues, no sólo á responder al llamamiento del Liceo de Guanabacoa y a cumplir con la amistad, sino a llenar los deberes que me imponen mi amor a las letras y a la tierra que me dió la vida. 

Y digo esto, porque honrar la memoria de Alfredo Torroella, es pagar una deuda que to-dos contraemos con esos seres que nacen para recoger en lo más íntimo del alma, y reflejar en su expresión más sencilla, pero siempre bajo una forma conmovedora, los sentimientos más delicados, las pasiones más nobles, los deseos más naturales , las tristezas más profundas, las esperanzas más risueñas y las glorias más puras de la patria. 

Esos seres no se pertenecen: todo lo sacrifican  sus semejantes; pierden su individualidad para identificarse con el país, hacer su propia vida, distinguir la época que alcanzaron y abrir nuevos horizontes hacia lo bueno y lo bello, ofreciendo, a la par, consuelos y alentadores propósitos. Así comprendo yo la verdadera misión del poeta. 

Hoy honramos dignamente a uno de éstos, y perdonad si recuerdo otro también que he conocido y de quien me permitiré hablaros un breve momento, porque sin duda pertenece a esa familia privilegiada; y encuentro maravillosos puntos de contacto, entre su vida literaria e intima, con la de Alfredo Torroella; porque también le debemos consideración e inmensa gratitud todos los que nos dedicamos a este género de estudios en la grande Antilla. 

Alfredo de Torroella nació en la Habana, y Esteban de Jesus Borrero, a quien me contraigo, fué hijo del Camagüey; pero ambos existieron para cantar en un mismo laúd y en unisonas notas las bellezas de esta preciosa tierra, presentir y alentar sus deseos más nobles con idéntico entusiasmo, llorar sus desengaños y sus dolores con la propia amargura, sufrir parecidas miserias y persecuciones con igual abnegación, y atravesar con los pies desnudos el áspero sendero de una proscripción voluntaria durante diez años, para volver, en fin, al suelo natal, sólo a pedir un sepulcro seguro, donde dormir eternamente en paz a la sombra de sus palmas. 

Encuentro, sin embargo, una diferencia en este punto. Alfredo de Torroella fué conducido a la mansión del reposo en vuestros brazos, con un laurel ceñido á su frente marchita por el sufrimiento. 

Esteban de Jesús Borrero ha muerto bajo el peso del infortunio, que le persiguió siempre, hasta su último suspiro; y ha muerto en la oscuridad, que dejó, sin embargo, tachonada de estrellas, como noche de los trópicos. 

Yo, señores, que conocí a esos dos poetas, que los amé en sus obras y que conservo el reflejo purísimo de la fe de mis mayores; yo, que creo en otra vida, me parece ver en este instante solemne a dos almas que se buscan, se abrazan y sonrien en el cielo, mirando que enlazamos dos coronas y unimos en un solo aplauso dos nombres que deben ser igualmente queridos, no sólo en la Habana y en el Camagüey, sino en la América, por todos aquellos que han consagrado y consagran su existencia al culto de las letras y al amor de la patria. 

Al tener noticias, en París, de la muerte de Esteban de Jesús Borrero, escribí los versos que voy a leer. Al saber, en la Habana, que Alfredo de Torroella había dejado de existir, mezclé con las vuestras mis lágrimas, y hoy uno los nombres de esos dos hermanos en las letras, porque hay algo en el fondo de mi conciencia, algo en lo íntimo de mi corazón, capaz de revelarme que así vivieron en la tierra, así moran en lo infinito y así deben pasar a la posteridad.


Una lágrima

En la tumba de Esteban de Jesús Borrero.


Tal parece que fué ayer, 
y van tres lustros pasados 
desde que fuimos a ver 
aquellos fecundos prados 
que al Tínima dan el ser. 

De mi alegre juventud 
fué aquel un hermoso día: 
escuchaba tu laúd, 
la patria me sonreía, 
todo era dicha y virtud.

Y de ese todo ¿qué existe? 
Un recuerdo en mi memoria 
y en el pueblo en que naciste, 
el resplandor de tu gloria 
como el de la luna, triste. 

Pues cuando el pesar devora 
el suelo natal, querido, 
todo parece que llora, 
todo está descolorido, 
hasta el fulgor de la aurora.

¡Oh dolor! Hoy son abrojos 
cafetos, vegas y cañas; 
y sólo encuentran los ojos 
por flores, en las montañas, 
¡blancos, míseros despojos! 

No hay rebaño, luz ni calma 
en el sitio y la campiña, 
ni canto que llegue al alma 
tan dulce como la piña, 
tan bello como la palma.

Ya el Tínima no murmura 
risueño entre clavellinas, 
ni desliza su onda pura 
saboreando la dulzura 
de tus trovas campesinas.

Silencioso, entristecido, 
en torno a tu hogar resbala; 
al verle lanza un gemido, 
doliente lágrima exhala 
y corre al mar abatido. 

Cansado tú de esperar, 
patria te has ido a pedir 
a aquel que te quiso dar 
corazón para sentir, 
y numen para cantar. 

Y dejaste ya este suelo, 
donde de justicia en pos 
corriste con vano anhelo, 
para hallar la dicha en Dios, 
que es patria del genio el cielo.

Lejos yo de Cuba, en tanto, 
paso entre afanes la vida, 
sin tener, en mi quebranto, 
para tu tumba querida, 
más que una gota de llanto.

Diciembre de 1886
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