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Sunday, October 13, 2024

“Nine Sinatra Song” (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


La obra “Nine Sinatra Song” fue estrenada por la compañía Twyla Tharp Dance el 15 de octubre de 1982 en el Queen Elizabeth Theatre de Vancouver, Canadá. Su creadora, Twyla Tharp, coreografió nueve canciones emblemáticas de Frank Sinatra, incluyendo "Strangers in the night”, “Something stupid” y "My Way”. El vestuario estuvo a cargo del reconocido diseñador Oscar de la Renta y el diseño de luces fue de Jennifer Tipton.


La obra transita el amplio abanico de las relaciones amorosas, a través de siete parejas que en cada uno de los cuadros recorren diferentes estilos de danzas de salón, más allá de lo propuesto por la música, que abarcan desde un tango hasta un cha cha cha, pasando por el flamenco y la danza disco. En el cierre todas las parejas confluyen en un cuadro coral, cada una con su estilo, al son de “My way”.


Esta obra de Tharp, que rescata la mística del glamour de los salones de los años ‘50 pero con una mirada claramente ochentista, ha sido una de las más interpretadas por los compañías de danza, incluyendo el Ballet de Lorraine, el Joffrey Ballet y el American Ballet además, por supuesto, de la compañía de la coreógrafa.




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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". Email: florenciagu@gmail.com

Sunday, October 6, 2024

Ballet “Nápoli” (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.


El ballet Nápoli El pescador y su novia  fue creado por August Bournonville para el Royal Danish Ballet en 1842, con música de los compositores Edvard Helsted, Holger Simon Paulli, Niels Wilhelm Gade y Hans Christian Lumbye. En este ballet Bournonville trató de captar la vida sencilla de la gente de pueblo, su color, brillo y dinamismo, que tanto lo fascinaron de esa ciudad del sur de Italia cuando la visitó.

Es un ballet organizado en tres actos que cuenta la historia de amor de Teresina, una joven del pueblo, y Genaro, un humilde pescador. Toda la historia mediada por la técnica y el estilo de Bournonville, reconocible y vigente hasta nuestros días.

En el primer acto, dominado por la pantomima, la madre de Teresina, Verónica, no acepta a Genaro como pretendiente de su hija por ser humilde. Ella quiere que su hija se case con un rico comerciante: Peppo (un vendedor de limonada) o Giacomo (un vendedor de fideos), ambos bastante mayores que la joven. Sin embargo, los jóvenes enamorados insisten ante Verónica hasta que ella consiente la boda y se van juntos a navegar.

Mientras tanto, en el pueblo, se desarrolla una feria que se ve súbitamente interrumpida por una gran tormenta. Genaro se salva, pero Teresina no aparece y Verónica lo culpa por la muerte de su hija. Ante la consternación por lo sucedido, Genaro intenta suicidarse pero se detiene, el Fray Ambrosio le da una imagen de la Virgen y le dice que vaya a buscar a su amada, que la Virgen lo protegerá.


El segundo acto vira hacia lo sobrenatural, también con gran cantidad de pantomima. Genaro busca a Teresina en todos lados hasta que finalmente la encuentra en la Gruta Azul, un lugar mágico. El rey, Golfo, convirtió a Teresina en una Nereida, un hada del mar, ya que se había enamorado de ella. Durante la transformación Teresina perdió todos sus recuerdos. Sin embargo, al ver a Genaro, aunque no lo reconoce al principio, la fe le hace recobrar su forma humana y recuperar todos sus recuerdos. Los amantes emprenden el regreso a Napoli.

En el tercer acto los jóvenes llegan al pueblo y, ante la sorpresa de ver a Teresina viva, acusan a Genaro de brujería. Estos rumores rápidamente se pierden y comienzan los festejos de la boda. El ballet termina con una tradicional tarantela.


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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).
Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Sunday, September 29, 2024

Apollon musagète (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


La obra Apollon musagète (o Apolo, el conductor de las musas, o simplemente Apollo, como se lo conoció internacionalmente), con música de Ígor Stravinsky, fue creada por George Balanchine en 1928, cuando sólo tenía 24 años, para Les Ballets Russes, donde se desempeñó como coreógrafo entre 1924 y 1929. De ese período son también El canto del ruiseñor (1925), La Pastoral (1926) y El hijo pródigo (1929). Pero fue en Apollon musagète donde Balanchine encuentra su propio lenguaje corporal, inaugurando el denominado estilo “neoclásico” o “clásico contemporáneo”.


El estreno fue el 12 de junio en el Teatro Sarah Bernhardt y la orquesta estuvo dirigida por el propio Stravinsky. La escenografía y el vestuario fueron realizados por el artista francés André Bauchant (el vestuario fue rediseñado por Coco Chanel al año siguiente). Los intérpretes el día del estreno fueron Serge Lifar como Apolo, Alice Nikitina como Terpsícore (luego alternaba con Alexandra Danilova), Lubov Tchernicheva en el rol de Calíope, Felia Doubrovska como Polimnia y Sophie Orlova como Leto, madre de Apolo.


La obra está organizada en un acto y dos escenas. Durante la primera escena se muestra el nacimiento de Apolo, hijo de Leto y Zeus. En la segunda escena se encuentra con las musas Calíope, Polimnia y Terpsícore. Apolo, considerado el dios de las artes, le concede un don a cada una de ellas, convirtiendo a Calíope en musa de la poesía épica y la elocuencia, a Polimnia en musa de la poesía lírica y a Terpsícore en musa de la danza. Ellas le realizan una demostración de su arte a Apolo (las tres variaciones femeninas), quien finalmente las conduce al monte Parnaso, donde vivirán eternamente.


El primer film que acompaña esta reseña fue creado por Irena Dodal en 1951. Esta obra cinematográfica busca ser un “poema visual”, según palabras del reconocido crítico argentino Fernando Emery. Esta película representa la primera obra consagrada (ya que participó en diferentes festivales internacionales y recibió varios premios) de una cineasta mujer en la República Argentina. Los intérpretes son Victor Ferrari (Apolo), María Ruanova (Terpsícore), Irina Borowski (Polimnia), Nélida García (Calíope), Josefina Serrano y Beatriz Ferrari (Diosas), e Isabel Admella (Leto), todos primeros bailarines y solistas del Ballet del Teatro Colón.


La segunda realización está protagonizada por Peter Martins (Apolo), Suzanne Farrell (Terpsícore), Marnee Morris (Polimnia), Karin Von Aroldingen (Calíope) y Linda Merrill (Leto). Es una filmación de la reversión que realizó el propio Balanchine, en 1968, para New York City Ballet donde se desempeñó como director, coreógrafo y maestro hasta su muerte, en 1983.




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Ver en el blog
Sobre los Ballet Russes... (por Florencia Guglielmotti)


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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).
Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com/div>

Friday, September 27, 2024

Gala de clausura del XXIX Festival Internacional de Ballet de Miami. (por Baltasar Santiago Martín)


El domingo 11 de agosto de 2024, el Miami Dade County Auditorium descorrió sus cortinas para dar paso a la Gala de Clausura del XXIX Festival Internacional de Ballet de Miami, la cual se inició con la entrega del premio “Crítica y cultura del ballet”, de manos del Maestro Eriberto Jiménez, director del Festival, al Maestro Perfecto Uriel, director de la Casa de la Danza de Logroño, España, figura reconocida y respetada por su gran labor de promoción y difusión de la danza en España.

Eriberto Jiménez y Perfecto Uriel. 
Fotos: Ismael Requejo.
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El desfile dancístico comenzó con el pas de deux On the Sky, a cargo de Jessica Arechavaleta y Rafael Ruiz, quienes bailaron la coreografía neoclásica de Ryan Jolicouer, música de Max Richter, con ese sutil y sobrio desempeño, amén de muy bien entrenada técnica, a que nos tiene ya acostumbrados Dimensions Dance Theatre of Miami, con Jennifer Kronemberg y Carlos Guerra como sus directores artísticos.

Jessica Arechavaleta y Rafael Ruiz, 
en el pas de deux On the Sky
Foto: Simon Soong.
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A continuación, Katherine Rodríguez y Emmanuel Vázquez, del Ballet de Santiago (Chile), dirigido artísticamente por César Morales, protagonizaron el adagio del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marius Petipa, en el que ambos demostraron su cuidada técnica, siempre en función de sus personajes.

Katherine Rodríguez y Emmanuel Vázquez 
en el adagio del segundo acto de El lago de los cisnes.
 Foto: Ismael Requejo.
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Les siguieron los siempre brillantes Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Milwaukee Ballet (Estados Unidos), dirigido artísticamente por Michael Pink, quienes escogieron el pas de deux del ballet Manon, coreografía de Keneth MacMillan y música de Jules Massenet, para su memorable actuación en esta Gala de Clausura, con su impecable técnica –¡esas arriesgadas agarradas con volteretas! – en función de la interpretación de sus personajes, como si estuvieran viviendo la historia y no existiera el público.

Marizé Fumero y Arionel Vargas, 
en el pas de deux del ballet Manon
 Fotos: Ismael Requejo.
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El pas de deux del ballet Le papillon fue la selección de Arts Ballet Theatre of Florida, dirigido artísticamente por Vladimir Issaev, para su participación en este festival, interpretado por Susuka Matsumoto y Remina Tanaka, con coreografía del propio Issaev y música de Jacques Offenbach, donde la pareja superó su desempeño de la noche anterior, con más soltura y lucimiento, tanto juntos como en sus respectivas variaciones.

Susuka Matsumoto y Remina Tanaka
 en Le papillon. Fotos: Simon Soong.
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Dimensions Dance Theatre of Miami regresó al ruedo, esta vez con If, coreografía de Yanis Eric Pikieris y música de Michael Nyman, interpretado por Emily Bromberg y Ariel Morilla, con gran dominio escénico y acople como pareja.

Emily Bromberg y Ariel Morilla en If.
 Foto: Simon Soong.
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El pas de deux del tercer acto de Coppélia, coreografía de Arthur Saint-Leon y música de Leo Delibes, fue el escogido por el Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro (Brasil), dirigido artísticamente por Jorge Texeira, para su participación en este festival, interpretado por Manuela Vidal y Rodrigo Hermesmeyer, quienes recrearon con gracia, estilo y gran musicalidad el grato momento de la boda de Swanilda y Frank después de sus peripecias con el Doctor Coppelius.

Manuela Vidal y Rodrigo Hermesmeyer, 
en el pas de deux del tercer acto de Coppélia.
 Fotos: Ismael Requejo.
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De la plaza de la Europa Central donde se casaron Frank y Swanilda, Melissa Oliveira y Agustín Pereyra, del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, con Maria Riccetto como su directora artística, nos trasladaron al París de la Revolución Francesa, con el efervescente pas de deux del ballet La llama de París, coreografía del soviético Vasili Vainonen y música de Boris Asáfiev, donde Rodrigo deslumbró con sus arriegados saltos, con volteretas en el aire incluidas, y luego raudos giros, mientras que Melissa lo secundó con una veloz diagonal de piqués intercalados con pirouettes, al igual que en sus fouettés, para concluir con una coda que también hubiera podido cerrar con broche de bravura el XXIX Festival.

Melissa Oliveira y Agustín Pereyra 
en el pas de deux de La llama de París.
 Fotos: Ismael Requejo.
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Agustín Pereyra en su deslumbrante variación.
 Fotos: Ismael Requejo.
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Después de un oportuno intermedio, la Compañía Colombiana de Ballet, con José Manuel Ghiso como director artístico, se apoderó del escenario, para ofrecer Nuestro valses, con coreografía de Vicente Nebrada y música de Teresa Carreño & Ramón Delgado Palacios, donde considero totalmente apropiado lo de “se apoderó”, porque Cindy Vanessa Herrera, Mariana Restrepo, Danna Valentina Sandoval, Andrés Felipe Agudelo, Andrés Felipe Vargas y Leonardo Ramírez nos regalaron un espectáculo espléndido, cual una cascada de virtuosismo, vida y emoción, que toda Colombia debe estar agradecida con estos chicos, su Compañía y su director, por enartecerla con su estelar desempeño en la danza clásica.

Compañía Colombiana de Ballet
 en Nuestros valses. Fotos; Simon Soong.
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A seguidas, correspondió a Dejana Dorcevski y Petar Dorcevski, del Teatro Nacional de Belgrado, Servia, con Ana Pavlovic como directora artística, presentar Roxen /Roksen, con coreografía de Milan Gromilic y como música, el tango De Roxanne, de Moulin Rouge /El Molino Rojo, que bailaron con gran fuerza y pasión

Dejana Dorcevski y Petar Dorcevski 
en Roxen. Fotos: Ismael Requejo.
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Hannah Carter y Lucius Kirst, del Ballet Teatro de Pittsburgh, con Adam W. McKinney como su director artístico, se decidieron por el pas de deux del ballet La cenicienta, coreografía de Jayne Smeulders y música de Serguéi Prokófiev para su actuación en este festival, cosa muy de agradecer pues se ve poco en escena, y ellos lo reivindicaron con su elegante desempeño.

Hannah Carter y Lucius Kirst 
en el pas de deux del ballet Cenicienta
Foto: Ismael Requejo.
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Natalie Álvarez y Ariel Morilla, del Ballet Clásico Cubano de Miami, cuyo director artístico es el Maestro Eriberto Jiménez, fueron los encargados entonces de ofrecer el pas de deux del ballet Raymonda, música de Alexander Glazunov y coreografía de Marius Petipa, en una feliz conjunción de técnica, estilo e interpretación, desde el adagio hasta la hermosa coda, amén de sus impecables variaciones.

Natalie Álvarez y Ariel Morilla
 en el pas de deux de Raymonda,
 Fotos: Ismael Requejo.
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Ariel Morilla en su muy lucida variación.
 Fotos Ismael Requejo.
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Del universo de cuento infantil con final feliz de Cenicienta, la Compañía Nacional de Danza de España, dirigida artísticamente por Joaquín de Luz, trajo su Carmen desde Sevilla, con coreografía de Sabrina Bosco, música del francés Bizet, y Elisabetta Formento como la gitana cigarrera, voluble, libre y pendenciera, y Yanier Gómez como el sufrido y despechado Don José, roles que ambos asumieron y vencieron, dominio técnico por medio, pero el “fantasma” de la insuperable coreografía del cubano Alberto Alonso y la Carmen assoluta de Alicia siempre conspira contra cualquier otro intento coreográfico diferente, lo cual no es culpa de esta esforzada pareja.

Elisabetta Formento y Yanier Gómez 
en Carmen. Fotos: Ismael Requejo.
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De la Sevilla de la gitana Carmen, María Luisa Márquez e Ihosvany Rodríguez, del Ballet Clásico Cubano de Miami, nos trasladaron al París de Víctor Hugo, con el pas de deux del ballet Esmeralda, coreografía de Jules Perrot y música de Cesare Pugni, en el que María Luisa hizo gala de unos sostenidos balances y Ihosvany de un acompañamiento muy cuidado, con unos lifts (cargadas) de Márquez “de premio”, para subir luego la parada en sus respectivas variaciones y cerrar con una coda también muy virtuosa y vistosa.

María Luisa Márquez e Ihosvany Rodríguez 
en el pas de deux de Esmeralda
Fotos: Ismael Requejo.
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Ihosvany Rodríguez
 en su variación de Esmeralda
Foto: Ismael Requejo.
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Y como colofón de este exitoso XXIX Festival Internacional de Ballet de Miami, la Compañía Nacional de Danza de México, con Elisa Carrillo y Cuauhtémoc Nájera como directores artisticos, presentó a Mariaud Rangel y Argenis Montalvo, en el socorrido y reiterativo pas de deux Diana y Acteón, con música de César Pugni y coreografía de Agripina Vagánova, al que sinceramente le sacaron brillo como si fuera inédito, por su bravura, tanto en el adagio como en sus relevantes variaciones.

Mariaud Rangel y Argenis Montalvo, 
en el pas de deux Diana y Acteón
 Foto: Ismael Requejo.
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Argenis Montalvo en su variación,
 también de gran bravura.
 Foto: Ismael Requejo.
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En resumen, una hermosa función, sin altibajos, que como también dije sobre la obra Alicia vive en Miami, de El Ingenio Teatro, ratificó que el ballet, al igual que el teatro, tiene sólida casa en Miami.

Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por tanta entrega y devoción por el ballet y el arte en general, fiel continuador del legado del inolvidable Maestro Pedro Pablo Peña.



Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO & ACE Miami
Hialeah, 25 de septiembre de 2024.

Sunday, September 22, 2024

Twyla Tharp (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


Twyla Tharp nació el 1 de julio de 1941 en Portland (Estados Unidos) y, al poco tiempo, su familia se mudó al sur de California donde se crió. Su padre era dueño de una constructora y su madre era maestra de piano. Comenzó su formación en danza a los cuatro años, participando de clases variadas como ballet, tap, jazz y danza moderna y, por influencia de su madre, también aprendió a ejecutar varios instrumentos como violín, viola y tambores, entre otros.

Al ser admitida en la escuela del American Ballet Theater, su relación con la danza tomó otra dimensión. Allí se formó junto a grandes maestros de la danza como Martha Graham, Merce Cunningham, Alwin NIkolais, Paul Taylor y Erick Hawkins. Luego de graduarse de Licenciada en Artes, en 1963, en el Barnard College de New York, Twyla ingresó en la Compañía de Danza de Paul Taylor en la que participó como bailarina hasta 1965, momento en que se decidió a formar su propia compañía que, en un principio, estaba compuesta por cinco mujeres y, en 1969, se incorporaron dos hombres.

Su compañía sirvió como laboratorio. Allí combinó las técnicas clásica y moderna, con movimientos orgánicos y naturales, como caminar, correr y saltar, dando un giro en la interpretación y recepción de la obra.

Para su compañía compuso “Deuce Coupe” (1973) con música de los Beach Boys, “Push Comes to Shove” (1976), “Baker's Dozen” (1979), “Nine Sinatra Songs” (1982) y “Fait Accompli” (1984). A pesar de la calidad del trabajo de Twyla, en su momento no pudieron realizar muchas representaciones ni generar ganancias económicas. La compañía se disolvió en 1988 cuando Tharp fue contratada como coreógrafa del American Ballet Theatre.

En sus trabajos suele utilizar música contemporánea, como las colaboraciones de los Beach Boys o de Philip Glass, haciendo que en sus coreografías haya una relación más dinámica e impredecible con la música. Este dinamismo fue decisivo al momento de crear obras para los más diversos formatos: video experimental, ballet, cine, teatro musical y televisión; algunas obras eran para su propia compañía (tal como se ha mencionado) y en otro casos actuando como coreógrafa invitada.


Twyla Tharp ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio Dance Magazine (1981), los premios Emmy (1985) a “Mejor coreografía” y “Coreografía de música clásica” por su trabajo para la televisión "Baryshnikov por Tharp", el premio Tony (2003) a la “Mejor coreografía” por “Movin’ out” con música y letra de Billy Joel, y la “Medalla Nacional de Artes” (2004); también ha recibido 19 doctorados Honoris Causa. Actualmente, continúa realizando obras y montajes coreográficos tanto para la industria hollywoodense, como para diferentes compañías de todo el mundo.





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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Sunday, September 15, 2024

Isadora, la revolucionaria de la danza (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.


Isadora Duncan nació en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, el 27 de mayo de 1877. Su padre, Joseph, abandonó a la familia cuando Isadora era aún muy pequeña, siendo luego acusado de fraude bancario y encarcelado. Esto generó una difícil situación económica y, al parecer, influyó en el alejamiento de la familia de la fe católica que hasta entonces habían profesado (Isadora era una «atea convencida», según sus propias declaraciones).

Abandonó la escuela a los diez años y comenzó a impartir clases de danza a niños de su barrio, junto con su hermana Isabel; mientras, su madre Dora daba lecciones de piano para mantener a la familia y se encargaba, además, de la educación de sus hijos. Predominaban en las lecciones musicales Mozart, Schubert y Schumann, que tuvieron una indiscutible influencia en el posterior desarrollo artístico de Isadora.

Según sus biógrafos, Isadora era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa observabando el mar. La influencia del mar y sus juegos infantiles se recogen en su Autobiografía, publicada en 1927. Cuando Isadora llegó a la adolescencia, la familia se mudó a Chicago, donde Duncan estudió danza clásica. Allí perdieron todas sus posesiones en un incendio y se trasladaron a Nueva York, donde Duncan ingresa en la compañía de teatro del dramaturgo Augustin Daly. En el momento en que la mitad de Europa intentaba emigrar para alejarse de la penuria económica y encontrar un futuro mejor, Isadora convence a su madre y a su hermana de emigrar a Europa. Se asientan primero en Londres y posteriormente en París.

Durante su etapa londinense, Isadora siempre inquieta y autodidacta, pasa largas horas en el Museo de Arte Británico. Le fascinan las obras de la Grecia clásica, especialmente los vasos decorados con figuras danzantes. De ellas adoptará algunos elementos característicos de su danza, tales como inclinar la cabeza hacia atrás, como las bacantes, y el uso de las túnicas. Es en esta época cuando comienza a consolidarse su estilo único de danza. Se trata de una danza muy alejada de los patrones clásicos conocidos hasta entonces, incorporando movimientos que tenían más que ver con una visión filosófica de la vida, ligada quizás al expresionismo, a una búsqueda de la esencia del arte que solo puede proceder del interior.

Era plenamente consciente de que su estilo implicaba una ruptura radical con la danza clásica y por eso se veía a sí misma como una revolucionaria. Al mismo tiempo que su estilo se iba consolidando, Isadora estudiaba en profundidad la danza y la literatura antiguas a través de los museos, particularmente el Louvre de París, la National Gallery de Londres y el Museo Rodin.

Los temas de las danzas de Isadora eran clásicos, frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor, en oposición a los asuntos que trataba la danza clásica conocida hasta entonces, que giraban en torno a héroes, pricesas y espíritus. Su puesta en escena era también revolucionaria y en cierto sentido minimalista: apenas algunos tejidos de color azul celeste en lugar de los aparatosos decorados conocidos hasta entonces y una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas desnudas y los pies descalzos, frente a los tutús, zapatillas de punta y medias rosadas de rigor en el ballet. Isadora bailaba sin maquillaje y con el cabello suelto, mientras que lo habitual en aquella época era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo con un rodete.


Es comprensible que el estilo de Isadora resultase chocante al público del momento, acostumbrado a los estándares de la danza clásica. Isadora tuvo que aguantar abucheos e interrupciones de diversa índole en sus sesiones de danza durante algún tiempo, siendo notable en este sentido la polémica que se desató durante una gira por Sudamérica en 1916. En el libro “El Siglo del Viento”, Eduardo Galeano cuenta cómo fueron los días de la artista en Buenos Aires:
Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina, Isadora Duncan baila el Himno Nacional. Una noche comete esa osadía en un café de estudiantes de Buenos Aires, y a la mañana siguiente todo el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al Teatro Colon y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora norteamericana que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios. Isadora no entiende nada. Ningún francés protestó cuando ella bailó La Marsellesa con un chal rojo, azul y blanco por todo vestido. Si se puede bailar una emoción, si se puede bailar una idea, ¿por qué no se puede bailar un himno? La libertad ofende. Mujer de ojos brillantes, Isadora es enemiga declarada de la escuela tradicional, el matrimonio, la danza clásica y de todo lo que enjaule al viento.

Tuvo una vida personal tan poco convencional como la expresión de su arte, y vivió siempre al margen de las costumbres tradicionales. Se casó con el poeta ruso Serguéi Esenin, 17 años más joven que ella. Isadora eligió ser madre soltera y tuvo dos hijos. Nunca quiso revelar el nombre de los padres, pero se sabe que fueron el diseñador teatral Gordon Craig y París Singer, hijo del magnate de las máquinas de coser. La vida privada de Isadora nunca estuvo exenta de escándalos ni de tragedias. La más espantosa fue ciertamente la muerte de sus dos hijos, Deirdre y Patrick, que se ahogaron en un accidente en 1913, cuando el auto en el que viajaban junto a su nodriza, se cayó al agua del río Sena.

La carrera de Isadora había empezado a declinar. Fueron tiempos de serios problemas financieros y de diversos escándalos sentimentales, acompañados por algunos episodios de embriaguez pública. Isadora vivió sus últimos años entre París y la costa del Mediterráneo, dejando deudas en hoteles y pasando cortos períodos en departamentos alquilados. Algunos de sus amigos trataron de convencerla para que escribiese su autobiografía, con la esperanza de aliviar un poco su situación económica, la cual fue finalmente publicada en 1927.

Las trágicas circunstancias que rodean la muerte de Isadora Duncan han contribuido a la consolidación del mito y están envueltas en cierto misterio que la historia no ha conseguido despejar. Isadora Duncan murió en un accidente de automóvil en Niza, la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 49 años, cuando la larga chalina que llevaba alrededor de su cuello se enredó en la llanta del automóvil descapotable en que viajaba.



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