Thursday, January 30, 2020

Elegía Camagüeyana (por Nicolás Guillén)


¡Oh Camagüey, oh suave
comarca de pastores y sombreros!
No puedo hablar, pero me gritan
la noche, este misterio;
no puedo hablar, pero me obligan
el perfil de mi padre, su índice de recuerdo;
no puedo hablar, pero me llaman
su detenida voz y el sollozo del viento.

¡Oh Camagüey, oh santo
camposanto, santo, santo! Beso
tu piedra secular, tu frente ennegrecida;
piso con mis zapatos de retorno,
con mis pies de ida y vuelta,
el gran reposo de tu pecho.
Me veo partir como un jinete. Busco
en tu violada niebla matinal
una calle y la sigo
por entre el laberinto de mi infancia,
por entre las iglesias torrenciales,
por entre los machetes campesinos,
por entre plazas, sangres, gritos
de otro tiempo.
Es un sueño.
Oh, mi pueblo.

La voz de una guitarra suspendida
sueña, llora en el aire:

Clavel de la madrugada,
el de celeste arrebol,
ya quema el fuego del sol
tu gran corola pintada.
Mi bandurria desvelada,
espejo en que yo me miro,
desde el humilde retiro
de la ciudad que despierta,
al recordar a mi muerta,
se me rompe en un suspiro.

Andando voy. Encuentro
caballos soñolientos
y vendedores soñolientos
y borrachos de vuelta, soñolientos:
caigo, lloro; tropiezo
con gentes de otro tiempo,
con gentes de allá lejos,
que ruedan, se deslizan
de otro tiempo.
Es un sueño.
Oh, mi pueblo.

Si yo pudiera
confiar a una guitarra compañera
mi pena simple, cantaría:

Aquí estoy ¡oh tierra mía!
en tus calles empedradas,
donde de niño, en bandadas
con otros niños, corría.
¡Puñal de melancolía
este que me va a matar,
pues si alcancé a regresar,
me siento, desde que vine,
como en la sala de un cine,
viendo mi vida pasar!

Repito nombres ya desabrigados,
a la intemperie; nombres como huesos
de antepasados prehistóricos.
(Mi prehistoria: ayer apenas,
hoy mismo todavía y mañana tal vez.)
¿Dónde está Ñico López, farmacéutico
y amigo? ¿Dónde está, por ejemplo,
Esteban Cores, empleado
municipal, redonda cara roja
con su voz suave y ronca?
¿A dónde fue mi abuela pequeñita,
caminadora pequeñita,
Pepilla pequeñita,
con su voz asfixiada y su pañuelo
de cáncer ya en el cuello,
mi abuela pequeñita?
¿Y el policía Caanmañ, con altos ojos verdes
y boca de dos dientes?
¿Y dónde está Zamora, el policía
negro, corpachón de gigante,
sonrisa de hombre bueno?
( ¡Zamora, que allá viene Zamora!
Era el grito de espanto
sobre mis juegos, terror de mis esparcimientos.)
¿Y mi compadre Agustín Pueyo,
que hablaba de Aristóteles
en las tertulias de «Maceo»?
De repente me acuerdo
de Serafín Toledo,
su gran nariz, su carcajada,
sus tijeras de sastre,
lo veo.
De Tomás Vélez tengo
(de Tomás Vélez, mi maestro)
el pizarrón con logaritmos
y un colmenar oscuro de abejas matemáticas
en el Callejón de la Risa.
Apeles Pía me espera,
pintor municipal de viento y polvo,
el Enemigo Bueno,
diablo mayor, que me enseñó
la primera mujer y el primer trago.
¿Y aquel ancho periódico
donde el señor Bielsa desataba
ríos editoriales? ¿Dónde está el coche,
con su tin-tán, tin-tán,
con su tin-tán el coche
de don Miguel Ramírez, médico
quebradizo y panal que tuvo fuerzas
para arrancarme de raíz? Encuentro
en un recodo del recuerdo,
frente a un muro de plomos alfabetos,
a Próspero Carreras, el tipógrafo
casi mongol, breve chispazo eléctrico
allá en la suave imprenta provinciana
de mi niñez. Ahí pasa
Cándido Salazar, que repartía
de barrio en barrio y sueño liberal,
repartía
con su perfil de emperador romano,
repartía
bajo un cielo de estrellas y murciélagos,
en la noche reciente repartía
rosas de tinta y sangre
cortadas por mi padre para el pueblo.
Calle del Hospital, recorro
tu antigua piel de barro mordida por el viento.

No olvidé, no he olvidado,
calle de San Ignacio,
el gran balcón aéreo
de la terrestre casa donde soñó don Sixto,
que fue abogado y mi padrino.
Búscame, calle de San Miguel, de nuevo
aquel pupitre público
lleno de cicatrices cortaplumas
y el aula pajarera, fino trueno
colmenar y la ancha voz metálica
de Luis Manuel de Varona.

Vengo de andar y aquí me quedo,
con mi pueblo.
Vengo con mis recuerdos,
vengo con mis heridas y mis versos.

Mi madre está en la ventana
de mi casa cuando llego;
ella, que fue llanto y ruego,
cuando partí una mañana.
De su cabellera cana
toma ejemplo el algodón,
y de sus ojos, que son
ojos de suave paloma,
latiendo de nuevo, toma
nueva luz mi corazón.

Vengo de andar y aquí me hundo, en esta espuma.
Vengo de andar y aquí me tiendo, en esta hierba.
Aquí vengo a jugar, en esta plaza.
Aquí vengo a cantar, bajo estas nubes,
junto a verdes guitarras temblorosas,
de muslos entreabiertos.
Gente de urgencia diaria,
voces, gargantas, uñas
de la calle, límpidas almas cotidianas,
héroes no, fondo de historia,
sabed que os hablo y sueño,
sabed que os busco en medio de la noche,
en medio de la noche,
sabed que os busco en medio de la noche,
la noche, este silencio,
en medio de la noche y la esperanza.

Wednesday, January 29, 2020

A Martí (un poema de Bonifacio Byrne)



Con sarcástica ironía
le llamaban soñador,
porque en el alma tenía
sembrada la poesía
a manera de una flor.

¡Era un soñador! ¿Por qué?
Porque tuvo mucha fe,
y a su pueblo infortunado
logró ponerlo de pie
cuando estaba arrodillado!
Soñador, porque en la cima
tuvo fija la mirada,
y porque en extraño clima,
ya la prosa, ya la rima,
esgrimió como una espada!

Soñador, porque su mano
fue quien sembró la semilla
que es hoy un árbol lozano:
porque vislumbró la orilla
en mitad del océano.

¡Muchas fueron sus quimeras!
Soñaba con las palmeras,
en donde quiera que estaba,
y al verlas imaginaba
que eran novias hechiceras.

Para dejar en la vida
un surco extenso y profundo
y una memoria querida,
hay que atravesar el mundo
llevando abierta una herida...

Desde que estoy desterrado
oigo como se le nombra
con un respeto sagrado,
y a veces miro su sombra
deslizarse por mi lado.

Por eso se le venera;
porque tuvo un ideal,
y desde tierra extranjera
fue a morir por su bandera
allá en el suelo natal.
De esos pobres soñadores
el mundo se encuentra lleno
como el sol de resplandores,
y el valle, fértil y ameno,
de pájaros y de flores.

Pobre de la tierra aquella
en donde algún ser no mire
allá en el cielo una estrella;
en donde nadie suspire
al ir detrás de una huella...

Pobre de aquella nación
donde la cabeza priva
a costa del corazón.
¡Dios no quiere que se viva
sin tener una ilusión!

No sé si estaré en lo cierto;
mas si de gloria cubierto
él no dobla la cabeza,
¡Quién sabe si hubiera muerto
de dolor y de tristeza!

1898

"Eco del Tinajón". Un poema del Camagüey de ayer (por Carlos A. Peón-Casas)




El texto es de la autoría de un ya casi olvidado poeta, puerto principeño por adopción: Oscar Silva Muñoz del Canto(1), y se recoge en el libro: Arpas y Clarines(2), igualmente inencontrable en los predios del Camagüey de hoy.

El poema que nos ocupa tiene al panzudo recipiente de barro como eficaz vocero de sus glorias pasadas, el mismo que, sin dejar de distinguir nuestra camagüeyaneidad, no prolifera ya ni tanto ni mucho en los rincones del imaginario local, y sean acaso más fáciles de localizar en otras regiones geográficas tan diversas donde los camagüeyanos hayan puesto su casa.

La voz del tinajón resuena en estos versos con una sonoridad que parece llegarnos de lo más profundo de nuestras ancestrales latitudes puerto principeñas.

Dice entonces principiando su discurso:
Barro del barro de mi vientre rojo,
boca insaciable,
panza de sanchonescas ambiciones
que en el rodar de siglos te burlas a tu antojo
de mi puro linaje, y mis blasones
desprecias hoy: escucha y no te asombre
que una antigua vasija deleznable
le hable a un hombre;
¡le hable!
¡Hoy hablan…disparates o razones,
hasta los tinajones!
Con iguales razonamientos, el tinajón que fue, echa mano a su andadura siempre humilde desde los principios fundacionales de aquella villa nuestra avecinada entre los ríos entonces prístinos de esta comarca, hace notoria aquella lejana historia de sus orígenes:
Antaño, cuando el mundo era menso profundo,
Cuando aún había esperanzas,
Luz en el cielo y el suelo trinos, `
Paz en la tierra y en las almas gloria
Cuando el buen Dios andaba por el mundo
Yo era inferior a ti;
Que aunque del mismo barro, nuestro sinos
Diversos debían ser:
El tuyo, junto al sol, semi-divino;
El mío más abajo, entre la escoria.
Y sigue el texto en el mismo tono recordando sus humildes, pero necesariamente muy precisos servicios a la vida entonces apaciblemente risueña de aquellos tiempos idos:
Pero, yo te serví:
Fiel a mi origen, recibía caudales cristalinos
Que guardaba en mi vientre soberano
Para saciar tu sed;
Yo recogí con burbujante empeño
El agua de los cielos
Que por ser de los alto, era más pura
Y te costaba menos.
Yo fui tu orgullo índico,
Tu escudo solariego,
El sello de tu cuna, tu recio pergamino,
El timbre inconfundible de tu ilustre abolengo…
Para en apretadas líneas finales a su razonamiento, espetarle a su antiguo amo, como recordatorio muy válido, como sus servicios le fueron inestimables incluso para salvar su propio pellejo:
¡Y alguna vez vacío,
Te di en el rojo cóncavo
De mi vientre, refugio donde ocultarte mísero,
De algún lance amoroso,
o de un peligro político…!
Las rememoraciones del tinajón, y sus reclamos más sinceros, toman entonces otro camino, y va enumerando lo que el progreso trae aparejado en los cambios inevitables para aquella entonces bucólica comarca que ve llegar el inevitable perfeccionamiento de su vetusta condición; sin que acaso, tal aggiornamiento, no signifique, precisamente, alcanzar nuevas y mejores cotas, de la mal entendida modernidad:
¡Hoy…todo ha cambiado!
Tienes un acueducto que te brinda el progreso
Con agua impura, fétida,
Costosa e ineficiente;
Y por ella desdeñas el líquido preciado
De mi criolla fuente.
Y su reclamo, en lo que sigue es entonces un grito desesperado por no ser arrancado ex profeso, de ese lar paternal, de ese remanso de tradiciones que se esfuma y se esparce con indolente ingratitud:
Hoy me vendes, sin pena y sin escrúpulo
A cualquier extranjero
Que me arranca del patio principeño,
de la casona antigua en que te vi nacer,
para llevarme, frío, indiferente,
a su tierra glacial; y todo por negocio:
por un pálido puñado de dinero…
Sus palabras, vuelven otra vez a resonar desde sus rojas entrañas, y esta vez recuerda para bien a su desdeñoso y olvidadizo usufructuario, su valía intrínseca, de cara a toda memoria siempre válida:
Yo sigo siendo el mismo ante la historia;
El ánfora de barro multiforme
¡De factura criolla…! muy criolla!
Sin claudicar jamás
¡Tú has cambiado; yo no. Sigo en la cumbre
De mi cubanidad, con puro aliento…
Y con toda la dignidad de siglos, el tinajón no tiene a menos echarle en cara a su amo, las dobleces que lo atenazan:
¡Que gran distancia, hombre nos separa!
Mi vientre se saciaba; el tuyo, nunca
Mi cuerpo no se dobla, que se rompe primero:
El tuyo sí, se humilla, se doblega,
Se vende, se encenaga;
Yo soy cubano, indio, y soy rebelde
Símbolo de un pretérito de gloria…
Tú no sabes que eres, no lo sabes
Y en el solar de tus mayores duerme
El criollo cadáver de una historia
El cierre de esta insólita peroración pone en la voz singular del solariego tinajón, un reclamo que todavía hoy resuena pertinente, desde la distancia en que fuera concebido este poema en el Camagüey, de allá por 1937:
Sigue, sigue vendiéndome al extraño,
¡Que yo guardaré siempre tu prestigio!
Siempre te seré fiel, y a donde vaya,
Seguiré siendo lustre de tu escudo,
Tu noble pergamino
Guardián de tu linaje,
Recuerdo de tu nombre;
Y si la negra vida, el amargo destino
Quiere hacerte un ultraje,
Ampárate en mi mismo: ¡toma mi barro, hombre!



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  1. Hijo de Don Fermín Silva y Castellanos y Doña Blanca Muñoz del Canto. Su padre era actor de la compañía de los Robreño. Vio la luz en Caracas, y ya un adolescente sus padres se avecinaron en el central Lugareño (1890). El joven poeta, operario de una sastrería de la Calle Maceo, se lanza a la manigua en 1896 con la tropa del general Lope Recio, y alcanza el grado de capitán. Camagüey lo recuerda como periodista, animador cultural y poeta singular y como Historiador de la Ciudad, cargo que igualmente ejerció. Falleció en la ciudad agramontina el 18 de enero de1950.
  2. Arpas y Clarines. Oscar Silva Muñoz del Canto. El Camagüeyano. 1951. Se trata de una recopilación póstuma de escritos diversos: crónicas, poemas y discursos publicado en 1951, edición a cargo del Ayuntamiento de Camagüey.





Tuesday, January 28, 2020

Magnitude 7.7 earthquake jolts Caribbean


(AccuWeather. Jan. 28, 2020). Tuesday's magnitude 7.7 earthquake was the strongest to hit the region since a magnitude 8.1 quake struck near the Dominican Republic on Aug. 4, 1946.

This was also the strongest earthquake anywhere on the globe since a magnitude 8.0 earthquake hit near Peru on May 26, 2019, according to USGS records. (Read full text)

Adulto


Ayer era un viejo de 30, hoy me encantaría ser un joven de 45, mañana que tengo que cuidarme, que ya no tengo 60. (JEM)

"A puertas abiertas", documental sobre el Centro Católico de Orientación Cinematográfica de Camagüey, en la década de 1950 (dirigido por Anay Vázquez)

Fotogramas del documental
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Nota del blog: Agradezco a Anay Vázquez la cortesía de publicar en el blog, el documental "A puertas abiertas", del que es su directora, guionista y productora.

El film es un acercamiento al Centro Católico de Orientación Cinematográfica de Camagüey, en la década de 1950, el Cine Club Católico y el Cine Club Estudiantil. 

Anay entrevista a tres de los protagonistas de esta importante obra cultural camagüeyana, Mons. José Sarduy (1933-2017), Carlota Vidaud y Acelo D' Alessandro. 

Además, en el documental Mons. Sarduy explica su incursión como crítico de cine en la TV agramontina de la época, considerado como el pionero de esta labor cultural en la televisión de Cuba.


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Fotogramas del documental
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Ficha técnica

Año: 2011/ Tiempo: 15:23'/ Productora: ISA Camagüey, Producciones Pan y Vino/ 

Producción: Anay Vázquez Alfaro/ Dirección: Anay Vázquez Alfaro/ Guión: Anay Vázquez Alfaro/ 

Fotografía: Gustavo Pérez/ Sonido directo: Rudyard Ramos, Gustavo Pérez/ Edición: Laura María González Fernández, Igmar González de la Cruz, Alberto Santos Casas, Yerly Trujillo León/ 

Entrevistados: Acelo D'Alessandro Méndez, Monseñor José Sarduy Marrero, Carlota Vidaud Rodiles.

Sinopsis

Aproximación a la impronta del Centro Católico de Orientación Cinematográfica en el Camagüey de los años cincuenta del siglo pasado, y la labor del Cine Club.

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Fotos/Gustavo Pérez
Se publican, en el blog, por cortesía 
de Anay Vázquez



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Ver en el blog
En memoria de Pepe Sarduy (por Joaquín Estrada-Motalván)
Carlota Vidaud: "yo no veo los defectos, porque Dios perdona los defectos”

En memoria de Pepe Sarduy (por Joaquín Estrada-Motalván)

 Foto/Blog Gaspar, El Lugareño
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Se cumple otro año del paso de Mons. Sarduy, a la Casa del Padre,  el 28 de enero de 2017, a sus 83 años de edad y 45 (a unos días para cumplir 46) de sacerdote.

El 2 de febrero 1971,  recibió en la Catedral de Camagüey, el sacramento sacerdotal de manos de Mons. Adolfo Rodríguez, junto a  José Luis Rodríguez Rodríguez, Francisco García Pérez, José  Grau Adán y José Manuel García Sardiña.

Le recuerdo con cariño y admiración. Sarduy camagüeyano, de esos cubanos cultos y amables, que prestigian a su comunidad. Fue de los caballeros que llaman la atención por su sencillez.

Las tertulias en la oficina de Sarduy o en el patio de la Merced eran ratos de lujo. Se hablaba de música, ballet, religión, filosofía, teología, pasábamos de un tema a otro, polemizábamos y aprendíamos (al menos para mí esas tertulias fueron lecciones que disfruté).

El café siempre en la cocina, eso construyó Sarduy en La Merced, un hogar donde acudíamos cada día y casi cada noche.

Fue un impulsor de lo nuevo, trajo y puso a disposición de todos, quizás, la primera computadora de Camagüey, así como su colección de música, su tocadiscos y su cassetera para escuchar y grabar. También promovía el cine, siendo el creador del primer (o de los primeros) programa de crítica de cine en tv en Cuba. Convirtió los bajos del altar mayor de la Merced en el Museo Religioso que se conoce como las catacumbas de la Merced.

Sembró la semilla, que luego floreciera y es hoy la gran Biblioteca Diocesana de Camagüey (semilla de Sarduy y obra de Mons. Willy y Mons. Adolfo). Cultivó la simiente de la Pastoral de Cultura en Camagüey...

Mantuvo viva la Revista Enfoque, defendiendo la existencia de un medio de comunicación eclesial para el debate intelectual.

Prefirió ser cura en Camagüey que obispo en otra diócesis.

Se le puede llamar el cura de los jóvenes, pero eso lo pueden reclamar todos los grupos de sus comunidades.

Fue fundador del preseminario (luego seminario) San Agustín, de Camagüey y primer rector en su sede en la Avenida de la Caridad (donde me invitó a ser el profesor de Historia Universal).

Sus homilías eran palabras de formación humana.

Sarduy fue mi confesor y director espiritual, mi padrino de Confirmación. Le tuve una gran confianza y podía conversar de todos los temas, conociendo que siempre tendría su franca amistad en sus consejos, coincidencias y desavenencias.

En los tiempos previos a mi bautizo (a los 21 años, foto en este post), ya tenía el privilegio de la amistad del P. Sarduy. En la ignorancia del estudiante y recién graduado de la Universidad, quien se cree el sabelotodo, me dio por "analizar" los pasajes bíblicos únicamente desde la "razón". Imagino que luego de varias conversaciones en esa línea, la paz-ciencia de Sarduy llegaba al agotamiento y la manera que encontró para resolver esos infinitos "debates", fue prestarme un ejemplar de las Confesiones de San Agustín diciéndome, "léete esto, que es de uno que se creía saber todo como tú". Ese libro, fue lo que finalmente me abrió los ojos a la fe.

Recordar a Sarduy es rendir memoria a un sacerdote que honró el titulo de padre que se les da a los curas.



Las hermanas de José Martí (por Teresa Fernández Soneira)


Las hermanas de José Martí

 por Teresa Fernández Soneira
(para el blog Gaspar, El Lugareño)


Han permanecido en el anonimato por más de 100 años. Nunca nos hablaron de ellas, ni nos dijeron sus nombres, y en las escuelas no nos enseñaron sus vidas. La mayoría de los cubanos desconoce que José Martí tuvo siete hermanas, siendo él el primogénito. Y aunque quizás, al igual que Leonor Pérez Cabrera, la madre, ellas no estaban de acuerdo con la posición política de su hermano(1), es necesario dar a conocer a estas mujeres que también formaron parte importante de nuestra historia.

Leonor Pérez Cabrera
en sus años de juventud
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Leonor Pérez Cabrera(2) contrajo matrimonio con Mariano Martí Navarro(3) en 1852 en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Monserrate en La Habana. Poco más de un año después del nacimiento de José Martí y Pérez en La Habana en 1853(4), vendría al mundo la primera de las hembras.

Casa de la familia Martí-Pérez
 en la calle Paula (ahora Leonor Pérez) número 41. 
Fue declarada Monumento Nacional en 1949.
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Leonor Petrona Martí y Pérez, (La Habana, el 29 de julio de 1854-México, 1900), conocida cariñosamente como “La Chata”, fue bautizada en la capilla del Castillo del Morro. El 16 de septiembre de 1869 Leonor Petrona contrajo matrimonio con Manuel García y Álvarez con quien tuvo cuatro hijos: María M. Andrea, fallecida a los tres años de edad; Alfredo, Oscar y Mario, este último nacido en México entre 1875 y 1876. Leonor fallece del corazón en La Habana, en julio de 1900.


El tercer hijo del matrimonio fue Mariana Salustiana “Ana” Matilde Martí y Pérez que nace en La Habana el 8 de junio de1 1856. Fue novia del pintor mexicano Manuel Ocaranza e Hinojosa(5). Falleció en México, D.F., el 5 de enero de 1875, a los 19 años. Se conserva un poema de su autoría dedicado a la madre. De ella escribió Martí una crónica y unos versos. He aquí un fragmento: “Impaciente y estúpido el correo, lucha y vence mi amor y mi deseo. Carta es mi carta, más si bien la peso, me une a tu imagen tan estrecho lazo, que es cada frase para ti, un abrazo, y cada letra que te escribo, un beso”(6). (1868)

El 2 de diciembre de 1857, estando la familia residiendo en Valencia, buscando hacerse de un futuro en esa ciudad española, y estar junto al resto de la familia, les nace María del Carmen (La Valenciana) Martí y Pérez, (1857-1900), de ahí que la apodaran «La Valenciana». En 1882 María del Carmen se casa con Juan Radillo y Riera, y de esa unión nacen: Juan Paulino, María del Carmen Eleuteria, Pilar, Enrique y Angélica Mauricia. María del Carmen murió en La Habana, el 14 de junio de 1900.

Se cree que la familia también residió por poco tiempo en Santa Cruz de Tenerife, donde por entonces vivía la madre de doña Leonor. Pero la familia decide regresar a Cuba al no poderse encaminar don Mariano en la Península. Es muy probable que en el viaje de regreso para Cuba doña Leonor fuera embarazada, ya que el 13 de noviembre de 1859 nace en La Habana, María del Pilar Martí y Pérez. Pero la niña fallece en la niñez, cuando contaba solo 6 años, el 12 de noviembre de 1865.


Rita Amelia Martí y Pérez (1862-1944), la sexta de las hembras, nace en La Habana, el 10 de enero de 1862. En 1883 contrae matrimonio con José García y Hernández con el que tiene varios hijos: José Joaquín, Amelina, Aquiles, Alicia, Gloria - que murió a los diecisiete años -, Raúl y José Emilio. Rita Amelia vivió los últimos años de su vida en una casita que le había donado el gobierno de Fulgencio Batista(7). Rita muere en La Habana, el 16 de noviembre de 1944.


La séptima hija del matrimonio, Antonia Bruna Martí y Pérez (1864-1900), nació en La Habana, el 6 de octubre de 1864. En 1885 contrajo matrimonio con Joaquín Fortún y André. Sus hijos fueron: Joaquín, Ernesto, María y Carlos. Algunos historiadores apuntan que estos dos últimos hijos se establecieron en México donde aún quedan descendientes. La historiadora Olivia América Cano Castro(8) afirma que estos descendientes residen en la ciudad de Tepic, capital del estado de Nayarit. Antonia Bruna falleció en La Habana el 9 de febrero de 1900, pocos meses antes que su hermana María del Carmen.

La última hija que tuvieron Leonor y Mariano fue Dolores Eustaquia «Lolita» Martí y Pérez. Nace el 2 de noviembre de 1865, diez días antes del fallecimiento de su hermana Pilar. Lolita muere en la niñez, el 23 de diciembre de 1873.

Cuando en Cuba corrían los terribles años de las conspiraciones y el comienzo de la guerra de los Diez Años (1868-1878), José Martí, todavía un joven de solo 16 años, se declara opuesto al gobierno de la Metrópolis, y es encarcelado por encontrársele escritos en contra del régimen. Su madre trata sin éxito de que sea liberado, y luego el gobierno decide expatriarlo para España. En el hogar de los Martí y Pérez hay preocupación y desasosiego por el futuro de aquel hijo que les ha resultado tan rebelde.

En 1875, al terminar sus estudios en la Península, Martí, ya graduado en leyes, va reunirse con su familia que ha viajado a México para estar junto a él. Nos podemos imaginar el alborozo y también las lágrimas en ese encuentro; llevaban seis años sin verse. Don Mariano Martí llega a México sin dinero ya que todo lo que tenía ahorrado lo había gastado en los trámites de la cárcel de su hijo José. Pero entonces conoce a Manuel Mercado(9) quien lo ayuda, y por el obtiene un contrato de suministros de arreos y mochilas para el ejército mexicano. Toda la familia se dedica a confeccionar estos artículos lo cual contribuye a poder salir de la penuria y poner casa propia, aunque es Martí quien más los ayuda económicamente con sus honorarios como periodista. En febrero de 1877 la familia regresa a La Habana.

En México Martí se relaciona con la camagüeyana Carmen Zayas Bazán con quien más tarde se casa. El matrimonio regresa a Cuba donde les nace en 1878 su único hijo, José Francisco(10). Estando en La Habana el gobierno español le pide a Martí que renuncie a sus ideas revolucionarias y que apoye al gobierno colonial, pero Martí se niega y una vez más es deportado a España. Pensamos que a partir de entonces José y las cuatro hermanas que quedaban vivas: Leonor, María del Carmen, Rita Amelia y Antonia Bruna, nunca más se volvieron a ver. Ellas habían constituido sus familias, y prosiguieron con sus vidas, aunque estarían al tanto de la trayectoria de su hermano, y habrían sentido la angustia y la incertidumbre por su futuro.

Martí muere en Dos Ríos al comienzo de la Guerra de Independencia. Las hermanas de Martí fallecerían, tres antes que él, y otras tres pocos años después que él. Rita Amelia sería la única que viviría hasta casi mediados del siglo XX. Fue Rita la que acompañó a su madre hasta el final. Debió haber sido muy duro para Leonor Pérez sobrevivir a todos sus hijos. Ciega y viviendo en la penuria, se ve obligada a solicitar del gobierno interventor norteamericano un puesto de oficial tercero en la Secretaria de Agricultura, Industria y Comercio. Pocos años después fallece en La Habana, el 19 de junio de 1907. Doña Leonor fue enterrada junto a su esposo en el Cementerio de Colón en un panteón que los emigrados revolucionarios de La Habana erigieron para ellos frente a las tumbas de Máximo Gómez y de la familia de Gonzalo de Quesada.

Esta es, a grandes rasgos, la historia de las mujeres de una familia insigne en la que el padre y la madre enseñaron a sus hijos el respeto por los padres; por las autoridades eclesiásticas, civiles y militares, y sobre todo, entre todos los miembros de la familia. Como dicen algunos historiadores, la unidad familiar de los Martí-Pérez nunca se fragmentó a pesar de ausencias y desarraigos.

Hace falta que los historiadores continúen la investigación y nos hablen más de las vidas, anhelos y pesares de los miembros de esta ilustre familia. Es importante que los investigadores sigan rastreando en archivos y museos para que los cubanos sepamos más de nuestros héroes y mártires. Sobre todo, que nos hablen de las mujeres, porque como dijo Gaspar Betancourt Cisneros(11): «las mujeres […] son el punto de partida de los pueblos; de ellas salen los héroes o los tiranos; los sabios o los ignorantes; los patriotas o los traidores; los filósofos o los libertinos»(12).

Conozcamos nuestra historia. Sin historia no tenemos raíces ni identidad. Y sin pasado, no hay futuro.

Fotos/Bohemia. Febrero 1, 1953
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  1. En una carta de 1882, doña Leonor amonesta a Martí diciéndole: «…Dentro de 3 días cumplirás 29, me resigno, pero no me conformo a que a esa edad, con tantos elementos de vida, sufras tantas angustias, y que mis muchas reflexiones nada hayan podido en tu destino…».
  2. Leonor Pérez Cabrera nació en Santa Cruz de Tenerife, en1828, y falleció en La Habana en 1907.
  3. Nació en Valencia en 1815 y falleció en La Habana en febrero de 1887.
  4. La historiadora Olivia América Cano Castro indica en sus investigaciones que José Martí nació en la enfermería de la Fortaleza de la Cabaña, y que estuvieron residiendo él y sus padres en la barraca no. 7 por un tiempo. Por ser don Mariano sargento de artillería, existía una orden que obligaba a estos militares a residir en la Fortaleza.
  5. Manuel Ocaranza e Hinojosa (1841-1882), fue un pintor mexicano modernista, amigo de José Martí.
  6. Obras completas de José Martí, «Hermanita mía», Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2002, vol. 17, pp. 18
  7. Fulgencio Batista y Zaldívar, (Banes, 1901-Marbella, España, 1973), fue el presidente electo de Cuba de 1940 a 1944, y gobernante de facto entre 1952 y 1959.
  8. Ver Olivia América Cano Castro: Leonor y Mariano, padres de Martí, Grupo de Comunicación Galicia en el Mundo, S.L., Vigo 2009, p. 62.
  9. Manuel Antonio Mercado y de la Paz (1838-1909). Oficial Mayor de la Secretaría de Gobierno, diputado al Congreso de la Unión. Desempeñó diversos cargos en los tribunales de justicia y en el gobierno, Secretario del gobierno del Distrito Federal. Al arribar José Martí a México, Mercado residía en la casa contigua a la de don Mariano Martí, y comienza así una amistad que perduraría toda la vida. Mercado conservó con cariño más de un centenar de cartas que Martí le escribiera, y gracias a ello se han conocido valiosos aspectos de la vida y el pensamiento del héroe cubano.
  10. José Francisco Martí y Zayas Bazán (2 de noviembre de 1878 –22 de octubre de 1945), contrajo matrimonio con la cubana María Teresa Bancés y Fernández-Criado (1890-1980) en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús del Vedado en La Habana, el 21 de febrero de 1916. El matrimonio no tuvo descendencia.
  11. Gaspar Betancourt Cisneros. El Lugareño, (Puerto Príncipe, 28 de abril, 1803 – La Habana, 12 de diciembre, 1866. Periodista, escritor y revolucionario independentista.
  12. Gaspar Betancourt Cisneros: Costumbristas cubanos del siglo XIX, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003.



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Bibliografía

Betancourt Cisneros, Gaspar: Costumbristas cubanos del siglo XIX, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003.

Cano Castro, Olivia América: Leonor y Mariano, padres de Martí, Colección Crónicas de la Emigración, Grupo de comunicación Galicia en el Mundo, Vigo, 2009.

Fernández Soneira, Teresa: Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Guerra de 1895), vol. II, Ediciones Universal, Miami, 2018.

Mañach, Jorge: Martí el Apóstol, Editorial Verbum, Madrid 2015.

Obras completas de José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2002.

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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas.

José Martí: el ojo del canario (un filme de Fernando Pérez)


José Martí: el ojo del canario 
LM. Ficc. 2010 1: 59 minutos

Productora: WANDA-ICAIC y TV. ESPAÑOLA

Guión: Fernando Pérez
Dirección: Fernando Pérez
Producción General: Rafael Rey Rodríguez
Dirección de Fotografía: Raúl Pérez Ureta
Montaje o Edición: Julia Yip
Música Original: Edesio Alejandro
Sonido: Raúl Lorenzo Amargó Pérez
Director Asistente: Rafael Rosales
Casting: Gloria María Cossío
Director Artístico: Erick Grass
Escenógrafo: Erick Grass
Diseño de vestuario: Miriam Dueñas
Maquillaje: Magali Pompa
Peluquería: Juan Francisco Carreño Oliver

INTÉRPRETES
Damián Antonio Rodríguez Vidal, Daniel Romero Bildaín, Rolando Brito, Broselianda Hernández, Eugenio Torroella Ramos, Francisco López Ruiz, Pedro Orlando Herrera, Héctor David Rosales, Manuel Porto, Julio César Ramírez, Pancho García, Aramís Delgado.

¿Del tirano? Del tirano di todo (un poema de José Martí)


¿Del tirano? Del tirano
Di todo, di más!: y clava
Con furia de mano esclava
Sobre su oprobio al tirano.

¿Del error? Pues del error
Di el antro, di las veredas
Oscuras: di cuanto puedas
Del tirano y del error.

¿De mujer? Pues puede ser
Que mueras de su mordida;
Pero no empañes tu vida
Diciendo mal de mujer!

José Martí
Versos Sencillos, XXXVIII

La raspadura cívica revolucionaria (por Joaquín Estrada-Montalván)


El Apóstol, sentado en la Plaza que Batista le (o se) construyó, que bautizó como Plaza Cívica, que (un tiempito después) Fidel  re-bautizó como Plaza de la Revolución, que luego no se sabe cual nombre recibirá.

Mientras tanto, Pepe continúa sentado a la sombra de la "raspadura", sin entender nada.


Monday, January 27, 2020

La casa (y dos poemas), de Aurelia Castillo de González - Camagüey, Enero 27, 1842-Agosto 7, 1920

Calle Cristo esq. Callejón del Templador
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Expulsada 

Te fuiste para siempre. Quedé en el mundo sola.
Mis lágrimas corrieron un año y otro año.
Gritáronme, de arriba: "¡Anda!", y anduve errante
y al fin me vi, de nuevo, en vuestro hogar de antaño.

Tu espíritu amoroso flotaba en todas partes.
Cantaba con las aves, perfumaba en las flores.
Con el véspero triste me enviaba tu sudario,
y, envuelta en él, soñaba nuestros dulces amores.

En el portal extenso contigo me veía,
paseando alegremente, cual buenos compañeros.
Ya el sol se recataba tras la cercana loma,
y aun tardarían mucho en brillar los luceros.

Bañábannos a un tiempo los cuerpos y las almas,
la brisa que era suave como un rozar de plumas,
la luz, que era soberbia cual luz de paraíso,
la dicha, que era clara como un cielo sin brumas.

Sin ser nuestro retiro agreste por completo,
de sepulcral silencio ni soledades vastas,
libertad nos brindaba, ante el inmenso espacio,
para coloquios tiernos, pasa expansiones castas.

Y, de pronto, te dije con juvenil locura,
estrechando en mi mano tu mano grande y fuerte,
como de hombre a hombre, cual de Orestes a Pílades:
"¡Compañeros y amigos hasta la misma muerte!"

Irradió tu semblante, con íntimo contento,
de igualdad y de fuerza oyendo mis alardes.
Tras el charlar festivo mi grande amor sentías.
¡Oh, qué tardes aquellas, qué dulcísimas tardes!

Así iba recorriendo, con un deleite extraño,
nonada por nonada, nuestra existencia aquella.
La flor que me trajiste como hallazgo y en triunfo,
otra vez contemplaba como la flor más bella.

Y así me iba engañando, viviendo en otros tiempos,
destruyendo el presente, minuto por minuto.
Aún paladear creía, como ninguno grato,
el que tú me llevabas del vergel dulce fruto.

Vibraban en el aire, unidas, nuestras voces,
unidas, nuestras sombras poblaban el recinto,
y sin ayer el tiempo, sin hoy y sin mañana,
deslizábase eterno, inmutable, indistinto.

Mi espíritu fue, entonces, subiendo a ti por grados.
La soledad austera llevóme hasta tu altura.
Viví entonces, contigo, sin verte , sin oírte,
sin los torpes sentidos, con el alma, ¡que es pura!

Y "aquí, te prometía, en este cielo nuestro,
vivirán nuestras almas mientras tu amante viva".
El mundo no entendía mi cándido delirio,
y yo escuchaba al mundo serena y compasiva.

Y, cuando reposaba tranquila en aquel sueño,
en nuestro umbral sagrado oí la voz infanda.
Tocaron en mi cuerpo las manos criminales
y el rencoroso arcángel gritó de nuevo : "¡Anda!"



Victoriosa

¡La bandera en el Morro¡ ¿No es un sueño?
¡La bandera en Palacio¡ ¿No es delirio?
¿Ceso del corazón el cruel martirio?
¿Realizose por fin el arduo empeño?

¡Muestra tu rostro juvenil, risueño,
Enciende, ¡oh Cuba¡ de tu Pascua el cirio,
Que surge tu bandera como un lirio,
Único en los colores y el diseño¡

Sus anchos pliegues el espacio libran
Los mástiles que altivos se levantan,
Los niños la conocen la adoran.

¡Y al solo verla nuestros cuerpos vibran¡
¡Y solo al verla nuestros labios cantan¡
¡Y solo al verla nuestros ojos lloran¡


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Fotos Agosto 2019
(las anteriores son de inicios de 2019)


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(Revista Social. 1920) Aurelia Castillo. Apuntes autobiográficos. Su retrato preferido. Dos poemas, que según ella, reflejan su "personalidad literaria"


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Ver Aurelia Castillo en el blog
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