Saturday, October 19, 2019

Juan Ponce de León (por Frank de Varona)

Estatua de Juan Ponce de León
Bayside, Miami
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Juan Ponce de León nació en la pequeña ciudad de Santervás de Campos, provincia de Valladolid en España en 1474. Descendía de una familia distinguida y noble y fue paje en la corte del rey Fernando el Católico. A una temprana edad combatió y participó en la conquista del reino musulmán de Granada. 

A los 19 años de edad se unió al segundo viaje del Gran Almirante Cristóbal Colón a las Américas en 1493 junto a 1200 colonos, marineros y soldados. La flota de Colón visitó numerosas islas en el Caribe y ancló en la costa de una bella isla que los taínos llamaban Borinquen y más adelante los españoles la bautizaron con el nombre de Puerto Rico. Ponce de León se estableció en la isla La Española, que hoy conocemos como Haití y República Dominicana.

En 1504, Ponce de León derrotó una rebelión de indígenas en Jigüey o Higüey y el gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, lo recompensó nombrándolo gobernador de la nueva provincia y otorgándole la villa de Salvaleón cerca de la isla la Mona. Ovando le otorgó una encomienda con indígenas y en poco tiempo Ponce de León se hizo rico. Creó una finca de ganado y cultivos. Ponce de León se casó con Leonora y tuvieron tres hijas, Juana, Isabel y María, y un hijo, Luis. Construyó una enorme casa de piedra para su familia, la cual todavía existe hoy en día cerca de la ciudad de Salvaleón de Higüey.

En 1508, el rey Fernando de Aragón autorizó a Ponce de León a que dirigiera una expedición a Puerto Rico. Ponce partió de la isla la Mona con unos 50 hombres en un barco y desembarcó el 12 de julio de 1508 cerca de la actual ciudad de San Juan. Ponce encontró oro y creó el primer asentamiento en Puerto Rico llamado Caparra. Al año siguiente fue nombrado gobernador de Puerto Rico. En 1512, el hijo mayor de Cristóbal Colón, Diego Colón, quien era gobernador y virrey de La Española, lo destituyó.

Ponce de León regresó España y consiguió que el rey Fernando lo autorizara a explorar las islas de Bímini. En aquel tiempo se pensaba que al noroeste de Puerto Rico se encontraba un grupo de islas que se les daba este nombre. Ponce firmó unas capitulaciones o contrato con el rey en febrero de 1512 donde fue nombrado adelantado y gobernador de por vida de tierras que él descubriera pero tenía que financiar todos los gastos de la exploración y los asentamientos. 

El 3 de marzo de 1513 Juan Ponce de León equipó un bergantín, una carabela y un galeón con una tripulación de aproximadamente 200 personas que incluía a dos mujeres, Beatriz y Juana Jiménez, y a dos negros libres, Juan Garrido y Juan González. Sus tres pequeños barcos se llamaban Santiago, San Cristóbal y Santa María de la Consolación. Ponce de León contrató a uno de los mejores pilotos españoles de esa época, Antonio de Alaminos. La pequeña flota zarpó de Puerto Rico y navegando hacia el noroeste pasó por numerosas islas de las Bahamas, incluyendo San Salvador o Guananí, donde el almirante Cristóbal Colón había desembarcado el 12 de octubre de 1492. 

La aventura de España en un nuevo mundo descubierto en el continente de los Estados Unidos comenzó el 27 de marzo de 1513 cuando Juan Ponce de León vio la costa de esta península. El 2 de abril, que era Domingo de Pascuas de Resurrección, los españoles desembarcaron al sur de Cabo Cañaveral, probablemente en Melbourne Beach. Ponce de León tomó posesión del territorio a nombre de España. El adelantado pensó que había descubierto una isla y la bautizó con el nombre Pascua Florida en honor a la festividad religiosa en España o por las bellas flores, árboles y hermosa vegetación que encontró en estas tierras. Ponce elevó una oración a Dios Nuestro Señor por su descubrimiento y exclamó: “gracias el Todopoderoso que me ha permitido que pueda haber algo nuevo”. Como no había sacerdote no se pudo celebrar la Santa misa. 

Antes de llegar a La Florida descubrieron la Corriente del Golfo, que sería de suma importancia para la navegación de las flotas de Indias. Después de desembarcar y estar seis días explorando el nuevo territorio, Ponce zarpó con su pequeña flota el 8 de abril. Continuaron navegando hacia el sur a lo largo de la costa este de la península y desembarcaron no muy lejos de Melbourne Beach. Su primer contacto con los nativos de nuestro estado, los indios Ais, fue violento. Probablemente los indios de la península se acordaban de las expediciones españolas que venían a capturarlos para esclavizarlos antes de la llegada de Ponce de León. Los tres barcos continuaron navegando hacia el sur hasta llegar frente a las costas del presente Miami. Ponce dijo “llegué a Chequesca”, nombre de los indios tequestas que habitaban esta zona. Los expedicionarios desembarcaron para obtener agua en una isla a la que llamaron Santa Marta, que hoy en día se conoce como Key Biscayne.

Siguieron rumbo sur y llegaron a los cayos de La Florida. Desde los barcos las rocas de los cayos les parecían que eran hombres que sufrían y por eso el adelantado le llamó a estos cayos Los Mártires. Al cruzar por el último cayo continuaron navegaron hacia el norte por la costa oeste de la península hasta el área de Charlotte Bay, que llamaron la Bahía de Ponce de León. 

Los exploradores desembarcaron para conseguir agua y reparar sus barcos. Los indios calusas se acercaron a los españoles con el deseo de intercambiar productos pero pronto se volvieron hostiles y comenzaron a pelear. Hubo bajas de ambos lados y los españoles capturaron a ocho indios. El 4 de junio los indios atacaron en canoas a la pequeña flota española cerca de la isla de Sanibel. Diez días después levaron anclas. El 21 de junio la pequeña flota llegó a una isla donde encontraron muchas tortugas, a la cual Ponce nombró Tortuga, conocida hoy en día como Dry Tortugas. En esa pequeña isla obtuvieron provisiones y capturaron 160 tortugas.

Juan Ponce de León regresó a Puerto Rico el 19 de octubre de 1513 después de una ausencia de casi ocho meses. A su llegada Ponce encontró que indios caribes, los más fieros de todos los indígenas, habían atacado el asentamiento de Caparra. Los indios caribes mataron a varios españoles y destruyeron su casa. Por suerte, su familia pudo escapar con vida.

Aunque a Ponce de León se le ha dado crédito como descubridor de La Florida, probablemente no fue el primer español en llegar a la península. Colonizadores de la isla La Española frecuentemente venían a las Bahamas y a La Florida en busca de indios para esclavizarlos. Es por eso que los indios de La Florida lucharon duramente contra los españoles. Posteriormente, España realizó un increíble y enorme esfuerzo para conquistar La Florida y también para pacificar, evangelizar y educar a los indios por medio de la gran labor de sus misioneros dominicos, jesuitas y franciscanos.

Muchas personas actualmente creen que Juan Ponce de León vino a nuestra península en busca de la fuente de la juventud. Sin embargo, la mayoría de los historiadores han descartado esta historia como una leyenda o un mito. En las capitulaciones que firmó Ponce con el rey Fernando no existe mención alguna sobre la fuente de la juventud. Tampoco existe ninguna evidencia histórica que indique que Ponce sabía de la existencia de una fuente milagrosa y mucho menos que arriesgó su vida y fortuna con el fin de encontrarla. El responsable de esta leyenda fue Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, autor del libro Historia general y natural de las Indias publicado en 1535. Oviedo fue el que escribió que Ponce de León vino en busca de la fuente de la juventud, una fuente que muchos indios estaban convencidos que existía. Otro historiador, quien copió gran parte del libro de Oviedo, volvió a repetir la historia de la fuente de la juventud y la búsqueda de ella por Ponce. Este historiador fue Antonio de Herrera y Tordesillas que escribió Historia general de los hechos de los Castellanos en 1615. Juan Ponce de León, al igual que otros conquistadores, vino en busca de oro, riquezas, honores y fama.

Ponce decidió regresar a España y fue recibido con grandes honores por el rey Fernando de Aragón en su corte en Valladolid. El rey lo nombró caballero y le dio el título de adelantado con un escudo de armas, siendo el primer conquistador en recibir estos honores. Firmó una nueva capitulación o contrato con el rey confirmando su derecho a gobernar las islas de La Florida y Bímini. Se lo ordenó que organizara una flota y atacara a los indios caribes que continuaban en guerra contra asentamientos españoles en el Caribe. 

El adelantado y gobernador de La Florida compró tres barcos y levó anclas el 14 de mayo de 1515. Con su pequeña flota, Ponce atacó a los caribes en la isla de Guadalupe y probablemente luchó contra ellos en dos o tres otros lugares. Cuando Ponce se enteró del fallecimiento del rey Fernando en 1516 regresó a España para defender sus derechos y títulos. A su llegada se reunió con el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, el nuevo regente de Castilla, quien confirmó todos sus títulos y derechos.

Durante su estancia en España y su ausencia de La Florida, varios exploradores españoles visitaron la península. Pedro de Salazar en un viaje de 1514 a 1516 vino a La Florida en busca de esclavos. Su antiguo piloto, Antonio de Alaminos, fue contratado por Francisco Hernández de Córdoba en su expedición a la península de Yucatán. Al regreso de esa expedición, Córdoba desembarcó en la bahía de San Carlos (Charlotte Bay) en 1517. Por último, Alonso Álvarez de Pineda exploró la costa del golfo de México en 1519 y descubrió que La Florida no era una isla, como pensaba Ponce, sino una península. También descubrió el delta del río Mississippi al que llamó “Río del Espíritu Santo”.

Después de la muerte de su esposa en España, Juan Ponce contrajo matrimonio con una joven de Sevilla. Antes de partir el rey le ordenó al adelantado: “Trate a los indios lo mejor que pueda. Trate por todos los medios de convertirlos a nuestra Santa Fe Católica”. 

En 1521, el adelantado y primer gobernador de La Florida, Juan Ponce de León, logró regresar a la bahía de Ponce de León, el área actual de Charlotte Bay para comenzar la colonización de La Florida. El adelantado llevó 50 caballos, otros animales domésticos, entre ellos su perro Becerrillo, materiales de construcción, semillas y aperos de labranza. En su expedición le acompañaron 200 marineros, soldados, colonos, campesinos, artesanos y algunos sacerdotes. Al igual que en su primera expedición vinieron mujeres. 

No sabemos por qué Ponce de León escogió el mismo lugar donde estuvo en guerra con los indios calusas ocho años antes. Cuando los colonizadores comenzaron a construir sus viviendas, fueron atacados violentamente por los indios calusas, hiriendo gravemente en el muslo a Ponce de León con una flecha envenenada. Ponce ordenó retirarse a La Habana, Cuba, donde murió poco después de llegar a la edad de 47 años.

El primer gobernador de La Florida estuvo enterrado en la iglesia de San José hasta 1836 cuando sus restos fueron trasladados a la catedral de San Juan Bautista en la ciudad de San Juan, Puerto Rico. Su único hijo, Luis Ponce de León, fue ordenado fraile dominico y vivió en San Juan. Ponce de León fue el primero de muchos otros conquistadores que trataron de colonizar La Florida sin éxito.

La Florida, o sea los Estados Unidos, fue una tierra muy difícil de conquistar para España. Cuando hablamos de La Florida del siglo XVI nos referimos a toda la tierra al este del río Mississippi hasta el océano Atlántico y del estado actual de La Florida hasta Newfoundland en Canadá.



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Fragmento del ensayo Presencia hispana en los Estados Unidos, escrito por Frank de Varona. 

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Ver los textos de Frank de Varona publicados en el blog 

Friday, October 18, 2019

A Portrait of Giselle (documentary film produced by Joseph Wishy and directed by Muriel Balash. Año 1982)


A Portrait of Giselle is a 1982 documentary film, produced by Joseph Wishy and directed by Muriel Balash. It was nominated for an Academy Award for Best Documentary Feature.

With Diaghilev Ballets Russes premier dancer Anton Dolin as talking head, segments of performances of a number of legendary Giselles are presented and examined: including Olga Spessivtzeva, Alicia Markova, Alicia Alonso, Galina Ulanova, Yvette Chavire, Natalia Makarova.

There are also two unique extended interviews - firstly Olga Spessivtzeva and then with Tamara Karsavina.

Thursday, October 17, 2019

Alicia Alonso (documental dirigido por Nico García)


Espiral (documental sobre Alicia Alonso)


CM. Doc. 1992 15 minutos.
Productora: ICAIC

Dirección: Miriam Talavera
Guión: Miriam Talavera
Textos: Zoe Valdés
Producción General: Isolda Machín Fotografía: Livio Delgado/Raúl Pérez Ureta
Edición: Roberto Bravo
Música Original: Ulises Hernández
Sonido: Germinal Hernández

Alicia Alonso, duende por siempre de la escena (entrevista por Baltasar Santiago Martín)

Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín que comparta con los lectores del blog, su entrevista a Alicia Alonso (publicada originalmente en Linden Lane Magazine, Vol. 29 No. 4, Invierno 2010) y el Capítulo Noventa, de su novela inédita Alicia Alonso. Bailar al borde. Ambos textos incluidos en el número de diciembre 2017, de  la revista Caritate. 


El autor con Alicia Alonso en Nueva York, en 2010
 Foto/Pedro Simón
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Cuba tiene, además de su Panteón Yoruba, tan rico y poderoso –sincretizado de modo magistral por nuestros negros africanos con el santoral “al dorso” católico–, una diosa terrena de la voluntad: Alicia Alonso, prima ballerina assoluta; excelsa maestra, coreógrafa y auténtica mujer renacentista además.
Sale Giselle al bosque medieval, la gitana inmortal al ruedo de la parca; Odette-Odile da una clase magistral, y pone a Cuba en el mapa del ballet, sentando cátedra…
Desde 1940 hasta 1948, Alicia Alonso formó parte del entonces Ballet Theatre de Nueva York; en 1943 hizo su genial debut en Giselle, y en 1946 fue ascendida a primera bailarina de la compañía. Aunque una crisis transitoria del BT a mediados de 1948 propició que Alicia, Fernando y Alberto Alonso pudieran realizar su tan caro sueño de fundar en su Cuba natal una compañía de ballet profesional –el hoy renombrado Ballet Nacional de Cuba–, Alicia continuó regresando a bailar con el colectivo neoyorquino –nombrado a partir de 1955 como American Ballet Theatre– hasta 1960; veinte años de fructífera colaboración en total, que enriquecieron la historia personal de la prima ballerina assoluta cubana, tanto como el nivel y el acervo de la compañía norteamericana.

CARITATE le rinde homenaje a este mito admirable de la danza por sus 97 años de longeva plenitud, y se complace en poder compartir con sus lectores lo que Alicia Alonso me quiso contar cuando la entrevisté en Nueva York en 2010, cuando el American Ballet Theatre le organizó, el 4 de junio de 2010, una gran gala por su 95 cumpleaños, así como mi crónica de ese encuentro:

Alicia, su padre era masón –como lo fue también José Martí–, pero a usted la bautizaron como “Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo”, ¿cómo su madre logró convencer a su papá para que accediera a ese “de la Caridad del Cobre” tan católico como tercer nombre?

Mi padre, aunque laico por excelencia, era un hombre tolerante y comprensivo. Amaba mucho a mi madre, y nunca fue un obstáculo para que ella fuera una católica practicante. Incluso mi hermana y yo nos educamos en un colegio de monjas, en el Colegio Teresiano, y mis hermanos en el Colegio La Salle.

Es bastante conocido que usted es una gran amante de la naturaleza y de los animales, sobre todo de los perros, ¿recuerda usted a qué edad tuvo su primera mascota, y cómo la llamaba?

El recuerdo más lejano es el de mi perrito Truly, pero no estoy segura de mi edad en esa época, quizás 6 o 7 años.

Usted nació el 21 de diciembre de 1920, el día del año en que se produce el solsticio de invierno, un acontecimiento muy importante para los celtas y para los masones, en que el sol renace, y la vida se renueva en la tierra, ¿está usted consciente de la singularidad de la fecha de su cumpleaños?

Esas coincidencias me sorprenden, y me dejan pensativa. Hay otras predicciones que coinciden con esa fecha, como la de los mayas, que creo marcan el inicio o el fin de una etapa, precisamente un 21 de diciembre. No tengo una explicación lógica para estas cosas.

¿Recuerda usted la hora exacta en que se produjo su nacimiento?

¿Sabe usted que no me acuerdo? Me gustaría que hubiera sido con la luz de la mañana, en un día claro y cálido.

A propósito de la fecha que estamos celebrando, un crítico de ballet llamado Roger Salas afirma que usted nació en 1917 en vez de en 1920, ¿qué declara usted al respecto?

Las especulaciones sobre el verdadero año en que nací hace tiempo forman parte del folklore del mundillo artístico. Creo que ha contribuido a ello mi larga carrera, y los errores de los diccionarios. Las versiones de que nací antes de 1920 me halagan en vez de molestarme, porque quiere decir que con esa edad me mantengo más joven. La edad de las damas no debería mencionarse mucho por los caballeros.

Según el horóscopo orisha, su signo Sagitario se corresponde con San Lázaro, Babalú Ayé, que es su protector, ¿tiene usted fe en este santo como intercesor ante Dios, el Todo, si es que usted es creyente?

No soy creyente, pero tengo un gran respeto por esas figuras del culto popular, porque expresan la devoción de amplios sectores de nuestro pueblo.

Su debut en Giselle en Nueva York se produjo el 2 de noviembre de 1943, el mismo día en que Anton Dolin, su partenaire, tuvo su debut como bailarín en Londres en 1921; día además de muertos o de “los Fieles Difuntos”, y Giselle en el segundo acto es un espíritu, una muerta, ¿pensó usted en eso ese día, y hoy le ve algún significado cabalístico o esotérico?

De nuevo nos sorprenden las coincidencias. El día en que debuté en Giselle solo pensaba en el personaje, en bailar. No conocía nada sobre esa fecha, ni le he conferido después un significado místico. Pero no deja de ser curioso haber bailado por primera vez la historia de un amor más allá de la muerte, el Día de los Fieles Difuntos.

El 16 de febrero de 1941 el destino la enfrentó por primera vez con su tocaya Alicia Márkova, en el estreno de la versión de Anton Dolin del Grand pas de quatre, donde le tocó interpretar a Carlota Grisi, la primera Giselle, en tanto que Alicia Márkova hizo el papel de Madame Taglioni, pero después usted no quiso volver a hacer la Grisi, sino siempre la Taglioni, ¿hubo alguna razón en específico, o fue algo sin motivo aparente?

Me gustó mucho bailar el papel de la Grisi, y me hubiera encantado seguir bailándolo. Pero pronto decidieron los directores y coreógrafos que yo debía interpretar el rol de Taglioni, a la que suele conferírsele especial autoridad y categoría, porque era la mayor y más famosa entre las cuatro grandes estrellas del romanticismo que integran el Grand pas de quatre.

¿Quién ha sido su partenaire más solícito y con quien mejor se sintió bailando?

He tenido la suerte de compartir la escena con grandes partenaires durante mi carrera. Con muchos de ellos tuve una gran compenetración. Pero si tengo que mencionar a uno, sería sin dudas Igor Youskévitch.

Desde 1943 hasta 1948, en que funda en Cuba su propia compañía, usted fue la bailarina favorita de la crítica y del público neoyorquinos, así como de varios eminentes coreógrafos como George Balanchine, en detrimento de Alicia Márkova y Tamara Toumánova, que prácticamente “huyeron” a Europa ante su competencia, ¿cuál fue su reacción ante este hecho, que de seguro le generó animadversión de parte de estas dos colegas, y de sus seguidores?

Nunca vi las cosas de esa forma. Es cierto que el público y la crítica de los Estados Unidos fueron siempre muy cariñosos y entusiastas conmigo. Y no solo en la etapa que usted señala, sino también mucho después. Recuerde que bailé regularmente en el American Ballet Theatre hasta 1960, también actué algunos años con los Ballets Rusos de Montecarlo, y bailé en Estados Unidos con el Ballet Nacional de Cuba. Por lo demás, todas las estrellas hemos tenido nuestro público.

¿Tuvo usted algo que ver con el viaje del coreógrafo George Balanchine a Cuba en el otoño de 1946?

Directamente, no. Pero tuvimos una excelente relación con Mister B., y casi seguro que sus primeras motivaciones hacia Cuba tuvieron que ver con nosotros.

Alicia, usted ha reiterado en varias ocasiones que espera vivir 200 años, ¿en qué se basa usted para tener ese convencimiento?

En mi amor a la vida, y en el conocimiento de que el arte nos trasciende más allá de límites temporales.

¿Cuál considera que ha sido su mayor logro?

Eso mejor lo dicen los demás. Hay quien opina que mi arte como bailarina, otros que el Ballet Nacional de Cuba, otros que “la Escuela Cubana de Ballet”, etc…El tiempo lo dirá.

¿Algún consejo para los jóvenes que se dedican o piensan dedicarse al ballet, y para nuestros lectores en general?

Que amen la danza y le den sus mejores horas, sus mayores esfuerzos. Si no están dispuestos a hacerlo, mejor que cambien de profesión.

En general, creo que todos debemos encontrar en el mundo lo que más nos gusta, y luchar por ello.

Nueva York, 4 de junio del 2010
Publicada originalmete en Linden Lane Magazine, Vol. 29 No. 4, Invierno 2010.



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Alicia Alonso (cortesía Museo Nacional de la Danza)
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Capítulo Noventa, de la novela inédita Alicia Alonso. Bailar al borde, de Baltasar Santiago Martín

Donde el escritor se encuentra con la protagonista de su libro, y conversa con ella y con su esposo, Pedro Simón

Al finalizar la gala de homenaje que le ofreció el American Ballet Theatre a Alicia el 3 de junio del 2010, y el viernes 4, a las 10:30 de la mañana, llamé al 212 805 8800, número de teléfono del hotel Mandarín Oriental (80 Columbus Circle at 60th ST), donde estaban hospedados Alicia y su esposo Pedro Simón, y pedí que me comunicaran con la habitación 431.

–Buenos días, Pedro; es Baltasar.
–Hola Baltasar, ¿no fue usted ayer a la gala?
–Sí, Pedro, por supuesto que fui; estuvo muy emotiva.
–¿Y por qué no se acercó a saludarnos?
–No quise ser inoportuno; pensé que ustedes iban a estar muy asediados por la gente y por la prensa, y preferí tratar de verlos hoy.
–La gala estuvo muy emotiva, tiene usted razón; creo que todos nos emocionamos, ¿cuándo puede usted venir?
– Cuando usted me diga, yo tengo el día de hoy disponible para verlos.
– Deme un momento para consultar la agenda y le digo… ¿puede usted venir a las 12:30 p.m.?
– Perfecto, a esa hora estaré allí, muchísimas gracias.
– Bueno, entonces lo esperamos.

No salí con mis amigos a pasear por Nueva York esa mañana, sino que me bañé y vestí con calma, un poco nervioso por el encuentro con Alicia.

A las 11 de la mañana tomé el metro en la Línea 1, desde la Calle 96 hasta la Calle 59, ascendí al nivel de la calle, y me dirigí al hotel.

Como todavía faltaba una hora para las 12:30 p.m., decidí entrar al centro comercial aledaño, en cuyo recibidor dos gigantescas esculturas del colombiano Fernando Botero le daban la bienvenida a los potenciales compradores del Mall, y a las 12:25 p.m. tomé el ascensor hasta el piso 35, donde estaba ubicada la carpeta, y pedí que le anunciaran mi visita a Pedro, tras cuyo trámite tomé de nuevo el ascensor hasta el piso 41, en busca de la habitación 431, ante cuya puerta me detuve para tocar el timbre.

La puerta de la “casita” temporal de Giselle en Nueva York se abrió, y Pedro Simón, su esposo y leal “guardacoto” en la vida real, me dio la bienvenida.

–Buenas tardes, Pedro.
–Buenas tardes, Baltasar; pase adelante.

Pedro me condujo hasta la sala de estar de la lujosa suite, y me invitó a sentarme.

Le mostré la placa de reconocimiento que como director de la Fundación APOGEO le traía a Alicia.

–Está preciosa –me comentó Pedro.

Procedí a entregarle el último número de la revista Venue – en la cual pretendía publicar la entrevista que le haría a Alicia–, y a Pedro la revista le pareció “de lujo”, por su calidad y diseño.

– En el número anterior yo entrevisté a Amalia Aguilar, que es una gran amiga mía, y que por cierto me contó que conoció a Alicia en Perú.
– Alicia siempre ha tenido una relación muy especial con las rumberas, no solo con Amalia, sino también con Ninón.
–Si Dios lo permite, en el número de noviembre/diciembre saldrá publicada la entrevista de Alicia, en la sección Luminarias de siempre –le expliqué.
– ¿Me puedo quedar con la revista? –me preguntó Pedro.
– Por supuesto, se las traje para que vieran la clase de revista que es, y dentro les puse una copia de la reseña escrita por Belkis Cuza Malé, que salió publicada en el periódico El Nuevo Herald de Miami, sobre mi cuarto libro, la novela de ficción histórica Una vida, un tren. Por cierto, que el libro que estoy escribiendo ahora sobre Alicia ya no va a ser una novela propiamente dicha, como yo había pensado en un inicio, sino una novela biográfica, con algunos elementos de ficción como los que usé en el capítulo El nacimiento del cisne, que usted ya conoce, pero tratando de ajustarme lo más posible a los facts, como dicen los americanos.
–Eso que tú estás haciendo es muy importante para la historia –me respondió Pedro, para mi contento, pues vi en esto la aquiescencia de la pareja a mi trabajo.

Pedro entonces me obsequió dos números de la revista Cuba en el Ballet, y me preguntó si la había visto antes.

–Sí, desde la época en que Ricardo Reymena la diseñaba; soy muy amigo suyo, y también de Neyra y de Mayda; ¿Neyra no se lo ha dicho? –le respondió.
– Sí, me dijo que se conocían, y Mayda por cierto llamó hoy para saber cómo estuvo la gala.
–Pedro, yo quisiera saludar a Alicia y que me firmara el libro Esta noche baila aquí Alicia Alonso y el programa de mano de la gala, ¿usted cree que sea posible?
–Sí, cómo no, pero te ruego que seas breve porque Alicia tiene otros compromisos.
–No se preocupe, que yo tengo medida.

Pedro se dirigió hacia la puerta del dormitorio donde Alicia se estaba preparando para salir a saludarme, y regresó con el mito del brazo, que llenó la habitación con su presencia imantante, cual un hermoso cisne intemporal y frágil, muy lejos a la vez de la genial coreografía de Fokine para la Pávlova.

Para mí, ver aparecer a Alicia del brazo de Pedro fue una gran emoción, porque vi mi sueño de poder saludarla realizado, y también porque sintí que el espíritu de mi madre estaba allí acompañándonos.

– Buenas tardes, Alicia; muchas gracias por recibirme –la saludé.
– Buenas tardes.
– Muy lindo el homenaje de anoche, muy merecido.
– Sí, fue muy hermoso y emocionante.
–Alicia, a nombre de la Fundación APOGEO que presido, le quiero entregar esta placa de reconocimiento “por sus nueve décadas de juventud pletóricas de vida”, como dice el texto; ¿le puedo dar un beso? –le dije, poniendo la placa en sus manos y besándola tras el permiso recibido.
–Alicia, la placa está preciosa –intervino Pedro; tiene una foto tuya en el centro, y debajo una tira de pequeñas fotos en tus distintos roles, muy bonita.
–¿Y cuál foto mía es?, ¿estoy en pose de bailarina, con tutú?
–Es una foto de una actuación suya en España, con Lienz Chang; el traje era de dos tonos de azul, largo hasta media pierna; la foto la tomó Delio Regueral, a principios de los noventas, en Madrid. Él tiene toda una serie de fotos y me va a dar copias –le aclaré.
–Sí, sí, me acuerdo de esas funciones en España.
–¿Sería posible que nos dieras copias de esas fotos cuando las tengas?; porque de esas funciones casi no tenemos fotos –acotó muy interesado Pedro.
–Por supuesto que sí, en cuanto yo las tenga las grabo en un cd y se los hago llegar con alguien.

Pedro guio entonces a Alicia para que se sentara en una silla.

– Alicia, yo le decía a Pedro antes de que usted saliera que desde que tenía siete años he estado viéndola bailar, porque a mis padres les gustaba mucho el ballet y la ópera, sobre todo a mi madre, que la admiraba mucho a usted; ella siempre me decía: “Alicia es lo más grande que ha dado la cultura cubana, mira a ver lo que tú escribes en ese libro que estás haciendo”.
– ¡Qué linda tu mamá!, ¿y ella era bailarina o tomó clases de ballet?
– No, no, ella era simplemente público, pero desde jovencita perteneció a “Amigos de la Cultura cubana”, y no se perdía ninguna actuación suya en el Teatro Sauto de Matanzas, o en La Habana, en el Auditórium.

Entonces le pedí a Alicia una foto con ella, y Pedro la ayudó a levantarse para que se la tomaran.

– Alicia, ¡qué cutis tan bello usted tiene, sin una arruga! A propósito, una gran amiga mía en Miami, Belkis Cuza Malé, me pidió que le preguntara cuál es su secreto para tener ese cutis así.
– Yo pienso que el ejercicio, haber hecho tanto ejercicio.
– Pero también es la genética; usted tiene muy buena piel.
– La heredé de mi abuela; ella tenía muy buen cutis también, debe ser por eso.

Nos tomamos las fotos, dos mías solo con Alicia, y otra con Alicia y Pedro.

–Alicia, antes de retirarme ya, para no abusar de su amabilidad, quisiera que usted me firmara el libro Esta noche baila aquí Alicia Alonso, y el programa de mano del homenaje.

Alicia se sentó de nuevo, y Pedro le puso delante el libro, abierto por la primera página, con una foto preciosa de la bailarina.

–¿Dónde, adónde firmo?; ¿está bien aquí?
–Sí, ahí –la auxilió Pedro, tras mover el libro convenientemente.

Cuando pude constatar sin duda alguna la ceguera total de Alicia, al no poder firmarme sin ayuda de Pedro el libro y la hojita suelta del homenaje, me di cuenta conscientemente de lo que en mi subconsciente hacía ya tiempo que había intuido: Alicia nos había ofrendado a todos el don de su vista –para muchos el más preciado– por amor al ballet; había sacrificado su visión con tal de poder cumplir la tarea con que vino a la tierra un 21 de diciembre de 1920, para crear con su ejemplo y su leyenda personal una tradición y una escuela de ballet sui géneris, en una isla de rumba y de choteo, poniendo a Cuba en la órbita de la danza a nivel mundial; y toda esa hazaña sublime y heroica la había logrado sin perder su alegría de vivir ni su ímpetu juvenil.

–Alicia, que Dios la bendiga, y le conceda esos 200 años que usted quiere vivir.
–Sí, sí, pero con usted también, con todos ustedes.

Me despedí de Alicia, nuevamente emocionado por las palabras tan bellas que había acabado de oír, y Pedro me acompañó hasta la puerta.

–¡Qué lindo eso que me ha dicho!

– Sí, Alicia dice esas cosas espontáneas, que lo dejan a uno admirado y sobrecogido por su grandeza y por su sencillez a la vez.

–Hasta luego, Pedro; buen viaje de regreso a La Habana.
–Adiós, Baltasar.

En el camino hacia los ascensores, me sentí muy feliz, por haber podido hacer realidad mi sueño de entrevistar y conocer a Alicia, y reflexioné sobre algo que varias veces había conversado con mi amiga Belkis (Cuza Malé): el que la mayoría de la gente utiliza la condición de vejez de alguien como un adjetivo de desprecio y de escarnio, cuando alcanzar la longevidad debe ser visto como una victoria en vez de como una derrota, como ha sido el caso de Alicia, que intemporal y laboriosa, sigue construyendo su leyenda hacia el infinito.

Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia (por Marcos A. Tamames Henderson)

Notal del blog: A partir de este jueves publico  nuevamente la sección semanal de Marcos Antonio Tamames-Henderson, quien compartió (desde septiembre de 2014 y durante 2015)  una selección de su libro  Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia. 

Aparecen hoy la Introducción y el Indice, y cada jueves se podrá disfrutar de la historia de una calle camagüeyana.

Marcos Antonio Tamames-Henderson (Jamaica, Guantánamo, 1961). Lic. Historia del Arte (1997), MSc. en Historia del Arte y en Conservación y Rehabilitación de Centros Históricos (2007). Miembro de la Uneac, Unaic, Unhic. La Editorial Ácana ha publicado sus libros De la Plaza de Armas al Parque Agramonte. Iconografía, símbolos y significados (2001, 2da ed. 2003); Tras las huellas del patrimonio (2004); La ciudad como texto cultural. Camagüey 1514-1837 (2005); Una ciudad en el laberinto de la ilustración (2009) y La cofradía de los signos urbanos (2012). Premio Especial Roberto Balmaceda (Uneac, 2002), Juan Marinello (2006), Juan Torres Lasqueti (2005, 2010, 2011 y 2012), Ensayo Histórico Enfoque (2007), Crítica Histórica José Luciano Franco (2005), Publicaciones, teoría y crítica en el V Salón de Arquitectura (2005) y Jorge Enrique Mendoza (2004), entre otros.

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Detalle de la Maqueta de la ciudad de Camagüey
(Foto/Blog Gaspar, El Lugareño)
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Los antecedentes de este texto aparecieron en febrero de 1997 cuando en medio del análisis de la configuración urbana de Puerto Príncipe entre 1800 y 1868, las fuentes de archivo me revelaron las contradicciones existentes, no solo entre nombres oficiales y populares de calles, plazas y plazuelas, sino también entre las tipologías de esos elementos. Llamar plaza a un espacio que por concepto no sobrepasa una plazuela lejos de ser un simple error semántico constituye en el plano connotativo un valioso signo de los anhelos y aspiraciones de quienes desde su cotidianeidad viven, construyen y escriben la historia de la ciudad. 

Los primeros resultados del tema aparecieron en el 2001. La editorial Ácana, en el Cuaderno de historia principeña no. 1, publicó el artículo “Toponimia urbana en el centro histórico de Camagüey”, un bosquejo general de su comportamiento desde el período colonial hasta entonces, y la revista Enfoque socializó en sus páginas la conferencia “Cultura católica e identidad urbana en Camagüey”, en la que desde fuentes documentales de los siglos XVIII y XIX demostraba la estrecha interrelación existente entre la toponimia urbana y el catolicismo, factor modélico de la cultura caribeña e hispanoamericana. 

Con el tiempo la tarea de entregar a los camagüeyanos un texto con la historia de los nombres de las calles devino una necesidad que se fue posponiendo ante la urgencia de tratar otros temas, a lo que se sumaba la laboriosidad que encierra una investigación de tan amplio período histórico cultural; máxime si se pretendía que resultara útil para entender en los cambios de nombres, procesos culturales inherente a la conformación y enriquecimiento de la identidad local y regional por erigirse en expresión de las coordenadas que en el orden económico, político, religioso, filosófico, social, moral y cultural le acompañan.

Sustancial motivación para el proyecto lo constituyó el que asumiera el concurso histórico del programa “Musicalísimo” de Radio Cadena Agramonte, a partir del 2006; primero, bajo la dirección de David Rodríguez Serrano y luego, de Joaquín Varona Lezcano. El tema de la toponimia urbana es uno de los más disfrutados por los oyentes, quienes confiesan haber redescubierto en él fragmentos de la historia de la ciudad que no habían imaginado. Sin embargo, el factor decisivo lo jugó un conjunto de placas con nombres de calles en la colección de objetos históricos del Museo Provincial Ignacio Agramonte y Loynaz (MPIA); esto permitió asumir la investigación con el apoyo de esta institución en particular de su director, Adalberto Hernández del Valle. 

Dos primeras interrogantes fueron necesarias responder: ¿Qué tipologías urbanas tratar? ¿Qué área de la ciudad, la del XVIII, la del XIX, la del XX? En este libro se centra la atención solo en las calles y callejones registrados en tres fuentes fundamentales: el índice del fondo “Anotaduría de Hipotecas (1734-1883)”, que atesora el Archivo Histórico Provincial de Camagüey (AHPC); el “Padrón de fincas urbanas de Puerto Príncipe de 1865”, del Archivo Nacional de Cuba (ANC), y la Colección de datos históricos geográficos y estadísticos de Puerto Príncipe y su jurisdicción de Juan Torres Lasqueti de 1888. En total se abordan 127 ejes; quedan al margen aquellos que desaparecieron morfológicamente o no dejaron huellas en el imaginario urbano; entre ellos el callejón del Gran Capitán (1720), la calle de la Concepción (1734), la calle de San Francisco de Paula (1730), la calle del Santo Rey (1734), el callejón de La Mayor (1837-1912), el callejón de la Lonja (primera mitad del XIX) y la calle Plaza de Paula. 

¿Sobre qué presupuestos construir la historia de sus nombres? Si se trata de hacer una historia cultural a partir de la toponimia urbana, entonces sus puntos de mira deben ser tan plurales como lo permitiera la información consultada; trato así de abarcar ese objeto tan dinámico y complejo que es la ciudad tanto en lo morfológico como en lo funcional. 

La historia del nombre de la calle, en la medida en que así lo posibilite la información localizada, se organiza internamente en cuatro partes. La primera corresponde a la ubicación del eje dentro de la trama urbana, su trayectoria y extensión, siempre en términos del topónimo primario con el interés de que el lector quede atrapado desde el comienzo en el ejercicio de relacionar nombres antiguos y modernos. Al estudio de los planos de la ciudad se añade un trabajo de campo para verificar modificaciones tanto morfológicas como de cambios toponímicos. 

La segunda aborda el nombre primitivo, tanto su versión oficial como popular. En relación con la oficial, en su mayoría vinculada al santoral católico, se toma como tesis la consideración de que el uso de esos nombres en Puerto Príncipe rebasa la mimética apropiación de los horizontes de la madre patria y, por tanto, aunque desconocidos, los factores causales debieron ser específicos para cada caso. Entender los nombres del santoral en la toponimia urbana como imposición cultural no es un criterio válido para comprender su uso en Puerto Príncipe. Para una aproximación al origen de esos nombres se contrastan las biografías de estas figuras en la Enciclopedia ilustrada de Espasa-Calpe con fuentes documentales y resultados de investigaciones desarrolladas en el tema del patrimonio local. La imprecisión de la información en algunos casos se indica en el texto y coloca sus resultados en el ámbito hipotético y, por tanto, como parte de la leyenda que atesora la historia de la ciudad. 

La tercera parte se centra en el proceso de modernización del nombre. Con el objetivo de que el lector pueda tener mayor acercamiento a las coordenadas que acompañan el acto de renombrar el topónimo, y sus protagonistas, no solo se abordan los cambios realizados, sino también las utopías. Los expedientes que forman parte del fondo de ayuntamiento en el AHPC y la colección del MPIA son esenciales en esta etapa. En la medida en que la información localizada lo ha permitido se ha tratado además de colocar, aunque brevemente, una síntesis de las personas o acontecimientos que se utilizan como referentes al nombrar la calles. Le otorgo prioridad a los criterios que en ese contexto avalan las propuestas, pues entre el topónimo y su referente existen barreras incalculables, como en los casos de “Solitario”, “28 de Enero” y “6 de Enero”. Resultaron vitales el fondo Juárez Cano que guarda el AHPC; la colección de trabajos publicados por la Dra. Ángela Pérez de la Lama en el libro El Camagüey legendario; la sección “Mis queridas calles camagüeyanas” que publicara el historiador Gustavo Sed Nieves en el Adelante y el Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador de Cuba, de Carlos Roloff y Mialofsky, entre otros. 

Por último, en la cuarta parte, se precisa la relación de la calle con el Centro Histórico, área de la ciudad que fue declarada Monumento Nacional en 1978 junto a los centros urbanos de las primeras villas cubanas, declaratoria que no se publicó en la Gaceta Oficial hasta 1980, así como los vínculos que guarda con la zona urbana que la UNESCO declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad en el 2008. 

Como en materia de investigación histórica alguna conclusión habría que darse, se citan las consideraciones de dos cronistas que se asomaron al tema por coincidir plenamente con los resultados de este trabajo. En la edición de El Camagüeyano correspondiente al 11 de noviembre de 1924, Nicolás Guillén, bajo el seudónimo Interino, escribía en uno de sus pistos manchegos:
No sé por qué le cambiaron el nombre a más de cuatro calles en nuestro Camagüey, si después, a la hora de usar el nombre nuevo, nadie se ocupa de él y todos emplean la misma antigua denominación. A San Esteban no hay quien le diga Oscar Primelles, ni a San Patricio, General Espinosa, igual sucede con Horca, a quien muy pocos dicen Maximiliano Ramos.
Por su lado, en 1939, Gerardo Castellanos hace un análisis histórico cultural del problema y comenta con sensatez en Pensando en Agramonte:
El complicado problema del nombre de las calles es sensible que no se resuelva de modo certeramente lógico e histórico, conforme lo ha propuesto para su término el Historiador oficial de La Habana, Dr. Emilio Roig de Leuchsering. Las ciudades de las colonias hispanoamericanas surgieron en torno a un núcleo y por un plan determinado, con nombre fijados con sujeción a la cultura, sucesos y particularidades del lugar y sus vecinos. Resulta que al cabo de años los nombres son los del dominio público, determinantes, estudiados minuciosamente, desde ese origen, ofrecen la verdadera historia, no solamente de cada calle, plaza, fuente, rincón, edificio, sino de la villa o ciudad. Fueron los nombres prístinos que recibieron en la concha bautismal. Y es injusto, antihistórico, herético, antilegendario suprimirlos y sustituirlos por otros, hijos de nuestras ideologías. La historia de los nombres de las calles de La Habana que nos ofrece José María de la Torre en su curioso libro La Habana antigua y moderna y Torres Lasqueti en su Colección de datos, dan la mejor idea de ambas ciudades. A pesar de mi radicalismo patriótico, odio al régimen español en Cuba y a tantas cosas malas que nos legaron, entiendo y sostengo que, salvo muy raras excepciones, es rigurosamente necesario, mantener a las calles y parques sus originarios nombres. En Camagüey ambulo desconcertado, porque en la mente sólo guardo los nombres antiguos. Y aunque quise y admiré mucho a Gonzalo de Quesada, al parque de su nombre le digo Casino Campestre. Repito que hay excepciones, cual la calle Puello, aquel mal patriota dominicano y pésimo general español. Por falta de uniformidad y porque el pueblo juiciosamente siempre se aferra a la tradición impera algarabía en la moderna nomenclatura y roturación de calles y parques. Por lo menos debiera seguirse la norma de la ciudad de México, cual es fijar placas artísticas que recuerden los nombres originales. ¿Por qué suprimir su nombre a la calle de Alegrías y a la de Desengaño, y a la de Micaelitas, y a la Palma, y a la de Ángeles, y a la de Arrieta, y así a otras de clásico colorido local? El patriotismo no está en el ropaje. Despojar a Camagüey de esa tipicidad es cual revocar con yeso y argamasa las coloniales fachadas de sillería tallada.
Para la rotulación de calles realizada en el verano del 2002 por la Dirección Municipal de Comunales, se rehicieron un total de 2 621 placas para colocarlas en aquellas esquinas que las habían perdido. El levantamiento se hizo por distrito y se entregó el listado general a la empresa Paco Cabrera para su fundición. Como una auténtica lección de historia proliferaron en la ciudad los nombres por los que se reconocían los ejes desde la cotidianeidad; fruto de esa dinámica cultural que no deja espacio para reglas generales. Los nombres antiguos proliferaron por doquier, incluso debajo, al lado o frente al moderno. La tarea había sido cumplida, de forma inconsciente, desde la antropología cultural. 

Conocer las posturas que asumen determinadas personas e instituciones puede ser aleccionador para los lectores, pero eso siempre estará en dependencia de la posición del receptor en relación con el tema o cualquiera de los asuntos relacionados con él. Esta puede ser una lección de moral y cívica, de historia, de religión, de cultura, de política o todas ellas al mismo tiempo, solo que parcial y no acabada. 

En un tema tan complejo se contó con varios profesionales y amigos que apasionados por la cultura local me sugirieron algunos libros e importantes orientaciones; por sus colaboraciones mi agradecimiento a Rolando García Parés, Yordanis Barrera Salas, Dayán Rodríguez, Pedro Montalván Felipe, José Luis Hernández Moro, Elda Cento Gómez, Gaspar Barreto Argilagos, Alberto Chío Rojas, Filo Torres Betancourt, Verónica Fernández Díaz, Mirtha Hidalgo Pedroarias, Caridad Fernández Luján, Esperanza Palacio Martínez, las hermanas María del Carmen y María Ramírez Fernández y Diego Cuello Gallo. A la UNEAC, particularmente a su presidente Sergio Morales.

Por su apoyo y colaboración mi gratitud al colectivo de trabajadores del Museo Provincial Ignacio Agramonte y en particular a su director Adalberto Hernández del Valle y a los técnicos del departamento de animación: Bárbara Oliva García, Mayleny García Cuenca, Yudenia Martínez García, Mirtha Felipe Hemmings, Isdelis León Andújar y Adys Claret Ramos. A Elsa María Cardoso Esteban, Liliam Aróstegui y Yolanda González Fariñas, por aquellas primeras informaciones que reunimos en el Departamento de Investigaciones Históricas Aplicadas de la Oficina del Historiador de la Ciudad a partir de 1998 y que ahora resultan básicas para este texto. A Dayán Rodríguez Rodríguez, que se mantuvo vinculado al proyecto con verdadera pasión por la historia. 

El libro se estructura a partir del índice de calles organizado alfabéticamente tras un análisis de las tres fuentes documentales utilizadas para definir el área a tratar. Los criterios seguidos para el nombre de entrada fueron antigüedad, modo en que se reconoce popularmente y estructura sintáctica, este último de cierta complejidad si se tiene en cuenta que cada tiempo cultural modifica desde la praxis el modo de llamar a las calles como en los siguientes ejemplos. ¿Calle de los Pobres (1748, 1865, 1888), Pobres o Pobre?, ¿Calle del Rosario (1766, 1865), Nuestra Señora del Rosario (1888) o Rosario?, ¿Callejón de Correas (1850, 1865), Callejón de las Correas (1888), Correas o Correa? ¿Callejón de las Peñas (1838, 1865, 1888) o Peña? Similar situación acontece en la ortografía: ¿Pueyo o Puello? ¿Keyser o Keiser?, utilizándose en este libro el modo en que aparece de forma sistemática en las fuentes primarias: Pueyo y Keyser, por ejemplo. 

A lo largo del texto se utilizan los argumentos que ofrece el historiador Juan Torres Lasqueti en su Colección de datos históricos geográficos y estadísticos de Puerto Príncipe y su jurisdicción, a fin de hacer más comprensible el libro y por tratarse de una obra en el que su autor presenta los topónimos en orden alfabético entre las páginas 117 y 126, no se refiere en las citas y notas, sino solo en la bibliografía general; similar proceder se sigue con la Enciclopedia ilustrada, de Espasa-Calpe, obra que ha sido utilizada para el caso de las biografías de santos y santas.

Se utilizan siglas para los siguientes casos: Centro Histórico (CH), Patrimonio Cultural de la Humanidad (PCH), Departamento de Secretaría de Administración Municipal de Camagüey (DSAMC), Ejército Libertador (EL), así como para derecha (D) e izquierda (I).

Marcos Antonio Tamames Henderson
30 de mayo de 2013


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Índice
1. Adriano, calle San; Academia; Ramón Guerra
2. Alegrías, callejón de las; Capitán Víctor Pacheco
3. Alonso Frutos, callejón de; capitán Eladio Rodríguez
4. Ana, calle Santa; del Calvario; General Gómez
5. Ángel, callejón del; Paco Recio
6. Ángeles, callejón de los; del Cañón, Finlay
7. Antonio, calle San; 28 de Enero; Nicolás Guillén
8. Apodacas, callejón de las; Valdés Domínguez
9. Arrieta, callejón de; General Javier de la Vega
10. Arucas, callejón de; del Rosario, Coronel Borrero
11. Astillero, callejón del; Aurelia Castillo
12. Calvo, callejón del; o del Infierno; José Álvarez Varona
13. Camposanto, callejón del; Doña Cirila; Carmela Barreal
14. Candelaria, calle de la; Independencia
15. Candelaria, callejón de la; Teniente Coronel Faico Benavides
16. Cárcel, callejón de la
17. Caridad, calle de la; Avenida de la Libertad
18. Carmen, calle del; Capitán Marín Varona
19. Carnicería, calle de la; Contaduría; Lugareño
20. Castellanos, callejón de
21. Catalina, calle Santa; Aurelio Castillo
22. Cielo, calle del; Plácido
23. Cipriano, callejón san; Ramón Fonseca
24. Clemente, calle san; Raúl Lamar
25. Comercio, calle del; de los Mercaderes; Maceo
26. Coronel Bringas, calle del; Regino Avilés
27. Coronel Gutiérrez, calle del; Domingo Puentes
28. Correas, callejón de; Narciso López
29. Cristo, calle del Santo; Alfonso XII; Ignacio Agramonte
30. Cuba, calle
31. Cuerno, callejón del; San José; Manuel de Quesada
32. Cura, callejón del; del Silencio; Víctor M. Caballero
33. Chumbo, Callejón de Ave. Del Casino Campestre; Humboldt1
34. Damas, callejón de las; Capitán Sabino Montes
35. Desengaño, callejón del; de la Cruz; Eugenio Sánchez
36. Diego, calle San; Martí
37. Domingo Castillo, callejón de; Brígida Agüero y Agüero
38. Esteban, calle San; Oscar Primelles
39. Fernando, calle San; Bartolomé Masó
40. Ferrocarril, calle del; Paseo de Pueyo; Ave. de Bélgica; Ave. Finlay
41. Francisco, calle San; Antonio L. Luaces
42. Francisquito, callejón de; Cano; Doctor Jorge Rodríguez
43. Fundición, callejón de; Del Huerto, Comandante José Cruz Pérez
44. Gabriel, calle san; San Mateo, Magín Díaz
45. Gertrudis, callejón Santa; del Perro; Coronel Barreto
46. Gloria, calle de la; Industria; Sofía Estévez Valdés
47. Glorieta, calle de la; Dolores Betancourt
48. González, callejón de las; Capitán Federico Contrina, Luis Suárez
49. Hospital, calle del; Nuestra Señora de Loreto; Carlos M. de Céspedes
50. Ignacio Sánchez, calle de; Chicho Valdés
51. Ignacio, calle San; Hermanos Agüero
52. Ildefonso, calle san; del Paseo; Bembeta
53. Inés, calle Santa; del Medio; Ángel Castillo Agramonte
54. Isidro, calle San; Rosa la Bayamesa
55. Jaime, callejón de; Transversal del Sol; Coronel Aguilar
56. Jesús María, calle de; Pablo Lombida
57. Jesús, María y José, calle; del Teatro Principal, Padre Valencia
58. Joaquín, calle San; Coronel Aurelio Batista
59. José, calle San; Manuel Ramón Silva
60. Juan de Dios, calle San; Doctor Emilio González Hurtado
61. Juan Nepomuceno, calle San; Coronel Labrada
62. Juan, calle San; de las Carreras; Avellaneda
63. Keyser, callejón de
64. Lanceros, calle de los; Coronel Pichardo
65. Lorenzo, calle San; 10 de Octubre
66. Luis Beltrán, calle San; 20 de Mayo
67. Magdalena, callejón de la; Benicia Perdomo Valdés
68. María del Rosario, callejón; Pica Pica; General Carlos Agüero
69. Martín, callejón San; 6 de Enero
70. Martín, calle San; Fidel Céspedes
71. Martínez, callejón de los; Belén Miranda
72. Masvidal, callejón de; Hermanos Padilla
73. Matadero, calle del; Martina Pierra de Poo
74. Mata, callejón de; San Gregorio
75. Mayor, calle de; de la Parroquial; Salvador Cisneros
76. Merced, calle de; Lope Recio
77. Merced, callejón de la; de la Popular, Guerrero
78. Micaelitas, callejón de las; Ramón Pintó
79. Miguel, calle San; 27 de Noviembre
80. Miseria, callejón de la; Tula Oms
81. Mojarrieta, callejón de; Guerrero
82. Montalván, callejón de; de Palma o Moscú
83. Montera, callejón de la; Félix Caballero
84. Muñoz, callejón de; de Corona
85. Niñas, callejón de las; Teniente Chapellí
86. Nueva, calle; Van Horne; Mario Aróstegui
87. Owen, callejón de
88. Pablo, calle San; Juan Torres Lasqueti
89. Palma, calle de la; Ángel Ciro Betancourt
90. Pancha Agramonte, callejón de; Comandante Mauricio Montejo
91. Paso Chiquito, calle del; Carretera Central Este.
92. Paso Chiquito, callejón del; Francisco Vilardell Tapis
93. Patricio, calle San; General Espinosa
94. Pedro Alcántara, calle San; Honda; 24 de Febrero
95. Peñas, callejón de las; Peña
96. Perdomo, callejón de; Monitor
97. Pintor, callejón del; Melchor Loret de Mola
98. Plaza de la Merced, calle; Charles A. Danna; Ramón Guerrero
99. Plazuela del Puente, calle
100. Pobres, calle de los; Padre Olallo
101. Poza del Mate, callejón de la; Funda del Catre; Ramón Ponte
102. Príncipe, calle del; Goyo Benítez
103. Progreso, calle del; Esteban Varona
104. Rafael, calle San; Matías Varona
105. Rafael, callejón de San; Rito Arencibia
106. Ramón, calle San; Enrique José Varona
107. Reina, calle de la; República
108. Risa, callejón de la; Joaquín Barceló
109. Rita, calle Santa; El Solitario
110. Rosa, calle Santa; Florentino Romero
111. Rosario, calle Nuestra Señora del; Enrique Villuendas
112. Rosario, callejón del; Teniente Coronel Enrique Miranda
113. Sacristanes, callejón de los; Reverendo Padre Carlos Jofre Palmer
114. Santiago, calle; de la Horca, Maximiliano Ramos
115. Sedano, callejón de; Capitán Escobar
116. Serapio, calle San; Heredia
117. Sifontes, callejón de; Teniente Coronel Nolasco Rodríguez
118. Sin Salida, callejón; de la Gallería
119. Sociedad Patriótica, calle
120. Soledad, calle de; Estrada Palma; Ignacio Agramonte
121. Soledad, callejón de la
122. Teatro Principal, callejón del; Tatán Méndez
123. Templador, callejón del; Pedro Bruno y Pamela Fernández
124. Ticunicú, callejón de; Zanja, Antonio Barrio
125. Tío Perico, callejón de; De Atocha, Vate Morales
126. Triana, callejón de; Cruz Olivera
127. Vigía, calle de la; Avenida de los Mártires

Los primeros gobernadores y alcaldes cubanos de la Florida (por Frank de Varona)


Durante el largo período colonial de España en la Florida, el cual abarcó 288 años (de 1513 a 1763 y de 1783 a 1821), cuatro gobernadores de la Florida nacieron en Cuba. El primero fue Laureano de Torres de Ayala, Marqués de Casa Torres, quien nació en La Habana, Cuba en 1645 y murió en España en 1722. Torres de Ayala gobernó la Florida de 1693 a 1699 y terminó la construcción del Castillo de San Marcos. Posteriormente fue gobernador de Cuba. El segundo fue Juan de Ayala y Escobar, quien sirvió de gobernador interino en la Florida de 1716 a 1718. El tercero fue otro gobernador interino, Manuel José de Jústiz, quien sirvió sólo un año en 1737. El cuarto y último gobernador español de la Florida, quien nació en Cuba, fue José Coppinger, el cual sirvió como gobernador de la Florida Oriental de 1816 a 1821. El 7 de julio de 1821 el coronel Coppinger bajó por última vez la bandera española en San Agustín al pasar la Florida a los Estados Unidos. 

Durante el siglo XIX varios alcaldes nacidos en Cuba gobernaron ciudades en la Florida. El primero fue el hijo del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes (1840-1915). Céspedes fue electo alcalde de Cayo Hueso en 1875. 

En la actual ciudad de Ocala se creó una pequeña ciudad fundada por cubanos en 1880. Luego de una visita de José Martí le cambiaron el nombre a esta ciudad de Havanatown a Martí City. Entre 1889 y 1906 hubo 20 fábricas de tabaco en esta área. La mayoría de los alcaldes y los concejales de Martí City habían nacido en Cuba. Fernando Figueredo Socarrás fue electo alcalde de West Tampa en junio de 1895 y obviamente no fue el primer cubano electo a este cargo.

Anterior a los alcaldes cubanos de la Florida dos hispanos ocuparon este cargo. El primero fue Joseph Mariano Hernández, el cual fue electo alcalde de San Agustín en 1848. Los padres y abuelos de Hernández habían llegado procedentes de Menorca a Smyrna, Florida en 1768. Joseph Mariano Hernández nació en San Agustín en 1788. El mismo año que los Estados Unidos adquirió la Florida en 1821, Hernández se hizo ciudadano de los Estados Unidos.

Hernández fue nombrado delegado del territorio de la Florida al Congreso de 1822 a 1823. En 1825 Hernández fue nombrado al Consejo Legislativo del territorio en Tallahassee. Durante la Segunda Guerra contra los Seminoles, Hernández capturó a Osceola. De 1832 a 1845 Hernández sirvió como Brigadier General de la milicia de la Florida de la caballería de voluntarios. Hernández se convirtió en uno de los hombres más ricos de la Florida. Tenía más de 20,000 acres y en 1850 era dueño de 148 esclavos. En 1845 se postuló para el Senado federal y perdió. Después Hernández se mudó a Matanzas, Cuba donde murió en 1857.

En 1852 o 1853, hay discrepancias en los sitios Web, Fernando J. Moreno fue electo alcalde de Cayo Hueso. Esto ocurrió más de 20 años antes de la elección de Carlos Manuel de Céspedes Y Céspedes. Moreno nació en Pensacola en 1824 y a la edad de 16 años se mudó a Cayo Hueso. Hablaba inglés, español y francés perfectamente. Posteriormente sirvió de U.S. Marshall de 1857 a 1861 y en 1888. En 1887 Moreno fue electo senador estatal y sirvió un término. Murió en Nueva Orleáns en 1905. No he podido encontrar información sobre los padres y antepasados de Moreno para saber si procedían de Cuba o España. En Pensacola vivían españoles y cubanos como en San Agustín, Cayo Hueso y otras ciudades de la Florida. Moreno fue sin duda el primer alcalde hispano de Cayo Hueso.

En este siglo muchos cubanos e hispanos han sido electos alcaldes y a otros cargos políticos en nuestro estado. Uno de ellos es el hispano Bob Martínez, quien fue electo alcalde de Tampa y posteriormente fue electo a gobernador de la Florida. Otro cubano, Mel Martínez, fue electo al senado federal y varios cubanos son congresistas.

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Frank de Varona is an educator, historian, journalist, and internationally known expert on politics, economics, foreign affairs and national security issues. He was born in Cuba and, at the age of 17, he participated on the Bay of Pigs invasion in an effort to eradicate communism in Cuba. After spending two years in prison, he returned to the United States, where he earned three college degrees. He is married and has a daughter and a grandson.

Mr. de Varona had a 36-year career in the Miami-Dade County Public Schools as a social studies teacher, principal, region superintendent, and associate superintendent of instruction. He also was an associate professor of social studies in the College of Education at Florida International Education for seven years. Currently, he is a part-time Adult Education Coordinator in the Miami-Dade County Public Schools.

He has written 20 books and many articles in newspapers and magazines. Among his books are Hispanics in U.S. History Volume 1 and Volume 2 (1989), Hispanic Presence in the United States (1993), Latino Literacy: The Complete Guide to Our Hispanic History and Culture (1996) and Presencia hispana en los Estados Unidos: Quinto Centenario (2013). Mr. de Varona is the only Hispanic in the nation who has written three books in Spanish about Barack Obama: ¿Obama o McCain? (2008), El verdadero Obama (2010) and ¿Obama o Romney? (2012).

Wednesday, October 16, 2019

Jorge Ferrera presenta "Peer Gynt" en Miami (por Wilfredo A. Ramos Vázquez)

 
 

Nuevamente el disfrute de un trabajo teatral nos hace sentirnos agradecidos por el bien que el arte nos hace en el existir cotidiano de los seres humanos. Es impensable el vivir sin tener a la cultura como compañera de andaduras en este tormentoso camino. Un poco de arte nos cambia nuestras vidas, nos ayuda a vivirlas, nos convierte en seres humanos algo más sensibles y por qué no, tal vez hasta en mejores personas.

Hago esta filosófica reflexión debido a los sentimientos que me produjo la visión en escena del actor cubano radicado en Madrid, Jorge Ferrera, con el excelente despliegue actoral de su muy bien concebido trabajo unipersonal "Peer Gynt", construcción creada a partir de esa obra del escritor noruego Henrik Ibsen, que se está presentando este fin de semana en la sala Artefactus Teatro, dentro de la segunda edición de Open Arts Fest que organiza dicha institución.

Desde 1997 no habíamos podido ver más el trabajo de este actor, fundador y director además del grupo de Teatro El Puente, cuando en aquella ocasión presentaba una de sus propuestas en el patio del Centro Cultural Wifredo Lam, en la Habana, durante una de las bienales de artes plásticas que organiza internacionalmente esa institución. Ya para aquella ocasión Ferrera era poseedor de una estética bien precisa y personal, que lo deslindaba del modo de hacer de la casi totalidad de agrupaciones teatrales del país, reuniéndolo en el selecto grupo formado por Teatro Buendía, dirigido por Flora Lauten y Teatro Obstáculo, en manos de Victor Varela.


Por ello, la noticia de la venida a Miami de Teatro El Puente, era un reencuentro con un viejo conocido, que había seguido construyéndose su camino, ahora en tierras españolas.

Concebir "Peer Gynt" como el trabajo de un sólo actor, resulta en una idea no tan solo atrevida, sino además en algo descabellada, teniendo en cuenta la diversidad de personajes (todos imprescindibles) y escenarios que contiene dicha obra, la cual se sale del realismo viceral del cual es un maestro este dramaturgo noruego, para incursionar en un mundo fantástico de duendes y renos voladores. El resultado es una síntesis aplastante y magistral.


El actor, que es a su vez el adaptador y el director de este trabajo, realiza una magnífica unión de los diversos pasajes de la obra y una excelente caracterización de los varios personajes a que da vida escénica. Con un muy preciso dominio de su cuerpo como instrumento de trabajo, se puede decir que el actor danza en escena, su plasticidad, limpieza y control, hacen que sus movimientos escénicos creen la ilusión de la no corporeidad, fluyen suavemente sin costuras. Sus cadenas de acciones son precisas y fluidas, no hay nada dejado a la casualidad o a la improvisación. Ferrera es capaz de hacernos visible en el escenario el lago en donde se hunde Peer o el cielo por donde cabalga al reno, tal es la magia de su acertado hacer. Si como la sabia y atormentada madre de Peer es una dulce ansiana, como el maligno rey de los duendes es maquiavélico y monstruoso. Sus personajes lo son y al mismo tiempo detrás está el actor y su cuerpo múltiple, no por gusto Ferrera se ha movido cómodamente por los caminos del teatro antropológico, que tiene al hombre como centro del mismo. No podemos dejar de mencionar el muy buen trabajo de voz del actor, utilizando registros, tonos, modulaciones, que son sólo posibles cuando se domina el uso de los diversos diafragmas que permiten ese variado universo vocal.

 

Otra magistralidad al momento de presentar sus personajes en escena es la idea de hacerlo a través de pañuelos de diferentes colores, que salen de una larga vara de bambú, con el que con cada uno de ellos se da vida a un personaje femenino. Hermoso, sutil e ingeniosa manera de hacer presente a personajes sobre la escena.

Tenemos que agregar que el hermoso y acertado diseño de luces, así como de la banda sonora completan la magia encantadora de la puesta en escena de este unipersonal, lo que demuestra que no está en el formato, sino en su entrega, la grandeza de un espectáculo.

Podríamos continuar hablando sobre las impresiones causadas por tan soberbio trabajo y no agotar el análisis de lo que es sin duda alguna ejemplo de perfección actoral, pero mejor los invitamos a que sean ustedes mismos quienes lo descubran en cualquier escenario en donde sea anunciado.

 


Wilfredo A. Ramos
Crítico de Teatro y Danza.

Fotos/Arturo Arocha.


Recuerdos del Puerto Príncipe de 1888 (por Carlos A. Peón-Casas)


Recuerdos del Puerto Príncipe de 1888
 y una exposición muy sonada en el Casino Campestre


por Carlos A. Peón-Casas


La anécdota sobrevive en formato de un folleto muy bien conservado que con motivo de una visita a la otrora ciudad del Príncipe, de un viajero villareño: el Sr. Rafael Tristá, quien de paso visitó la muy famosa Feria Exposición, que discurrió aquel mismo año en el mes de septiembre, como ya fuera costumbre en al otrora comarca.

Su periplo de cinco días, desde la ciudad de Santa Clara, lo ubicaba al término de aquellos, en la ciudad del Tínima y el Hatibonico, con más detalles en el entonces muy acogedor Hotel Telégrafo.

La mejor descripción de la entrada a la otrora ciudad, desde el camino que usualmente venía de Caobillas, y se aproximaba desde el Norte, viene dada por la admiración de los villareños, al poder contemplar, todavía a unas tres leguas de la ciudad, las enhiestas torres de las Iglesia de la Merced y La Soledad, destacables sobre la planicie, como los puntos más sobresalientes de aquel Puerto Príncipe decimonónico.

La Feria de marras discurría en el entonces quizás más arbolado Casino Campestre. Incluía una pormenorizada exposición de todos los rubros de interés económico en la otrora comarca: desde reses de las razas Durham, Debon, Air Hereford y Brahma, importadas de Jamaica, y ya aclimatadas en la región principeña, hasta caballos ingleses de carrera con una alzada de siete cuartas…quesos imitación de Patagrás y de humo, que al decir del cronista eran exquisitos ..e innumerables obras artísticas como marinas de Don Pedro Larraza, cuadros al creyón de Argylagos, una escribanía de carey de Hernández Ardieta, y un aparato ortopédico de Pollini, que resultó premiado.

Igual, el convite expositivo presentó por primera vez, los planos del ferrocarril de Puerto Príncipe a Santa Cruz del Sur, del estudio del Ingeniero Civil Don José Primelles, y se dio a conocer una importantísima obra de investigación histórica, la Colección de Datos Históricos de Puerto Príncipe, de Juan Torres Lasquetti, una obra capital aun día para entender los entresijos históricos de la región camagüeyana en su devenir, que le merecía a su ya anciano autor “una medalla sobredorada y certificación de buen amigo del país que le adjudicó el Jurad"(1).

Los visitantes villareños, desanduvieron la otrora ciudad con liberalidad, y Tristá deja evidencia de ciertos lugares pintorescos, como lo era entonces lo que el describe como “cuartelillo de Bomberos Municipales”, ubicados entonces cerca de la Plaza Mayor. Su descripción nos sirve de muy interesante referente:
el material de que disponen es una bomba de mano y escasa manguera de lona; sobre un armero tienen un buen número de palas, picos, zapaicos, cubos cuerdas y escaleras: preguntamos a los bomberos si eran muchos y nos dijeron que dos compañías. El local es pequeño(2).
Estando en Puerto Príncipe para el 8 de Septiembre, los visitantes fueron testigos igualmente de la famosa Procesión de la Caridad. A bordo de una de las tradicionales volantas tan al uso en Puerto Príncipe. La descripción que nos hace el viajero del suceso es ciertamente notable, y así la transcribimos para el curioso lector:
Daba gusto ver el sinnúmero de volantas, particulares unas, otras de alquiler, que circulaban por ese paseo con un orden admirable(…) David, el calesero del Señor Sariol, debe ser bien diestro, pues ni una sola vez nos tropezamos en el mare-magnum de volantas, ginetes y gente a pie que allí nos cruzábamos.
Un buen trecho seguimos la procesión lentamente; la procesión va del templo al puente por un lado de la Alameda y regresa por el otro; ocho o diez mil personas se agrupaban en los portales, a ambos lados, aquella tarde(3).
Su observación de los más populares medios de transporte tirados por caballos, queda igualmente como una singular estampa de la ciudad principeña de aquel 1888:
En Puerto Príncipe hay pocos coches y tílburis; las calles son más adecuadas para las volantas, una carrera cuesta cincuenta centavos en billetes, que es la moneda corriente allí. Todos lo cocheros usan quitasol, que llevan siempre en sus volantas(4).
Otra mirada curiosa a las costumbres principeñas, lo fue su presencia en la retreta pública en la Plaza de Armas. Su alusión a la presencia de las bellas damas que colmaban el sitio “para tomar el fresco” y disfrutar de la “ópera económica”, contrasta con otra observación sobre la ausencia de alumbrado público en la ciudad y su aclaración de que “cada vecino pone un farol, que quita al cerrar su puerta; excepción sólo hecha para la Plaza de Armas, pues según testimoniaba: “estaba perfectamente iluminada con faroles de brillantina o petróleo”(5).

Al partir, los villareños lo hicieron por el mismo camino de llegada, por toda la calle Reina, y a la altura del Cuartel de Caballería, entroncando con el camino de la Vigía, rumbo, otra vez a Caobillas, oyeron los clarines que desde la fortaleza militar tocaban diana, justo antes del amanecer.


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  1. Recuerdo de Puerto Príncipe (La Exposición de 1888) Rafael Tristá. Santa Clara, 1888. p.24
  2. Ibid. p 41
  3. Ibid. p.44
  4. Ibid.
  5. Ibid.

(Miami) "Décimas nada más", con Nuvia Estévez y Sahíly Aguilera



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