Tuesday, September 3, 2019

(10 de junio de 2002) Mons. Adolfo anunció su retiro como arzobispo de Camagüey y el nombramiento de Mons. Juan García como su sucesor (por Joaquín Estrada-Montalván)


 
Cuando Juan Pablo II le hizo saber a Mons. Adolfo (via nunciatura) que aceptaba su renuncia y Mons. Juan era su sucesor, Mons. Adolfo pidió retrasar unos días (hasta el lunes 10 de junio) el hacerlo público. El motivo fue que en esos momentos se celebraba el 4 Encuentro Nacional de Historia "Iglesia Católica y Nacionalidad Cubana" (6 al 9 de junio de 2002, de los cuales fui fundador y presidí sus primeras 5 ediciones).

Mons. Adolfo me dijo que si hacía pública esa noticia durante el Evento de Historia, este quedaría opacado, "por eso pedí" (me dijo) "mantener en reserva la noticia hasta el lunes" (el evento se clausuró el domingo 9 de junio) y así no perdía su lugar el Encuentro (todo esto me lo hizo saber Mons. Adolfo, luego que la noticia fuera hecha pública).


Mons. Adolfo lo anunció ese lunes 10 de junio, en el Arzobispado en la mañana, primero a los sacerdotes del clero camagüeyano y algunos participantes del evento que estaban aun en Camagüey, que fueron invitados a participar en el encuentro semanal de los sacerdotes y su Obispo (costumbre que mantuvo Mons. Juan y ahora mantiene Mons. Willy).

Llamé enseguida ese día lunes a una de las secretarias de la COCC, para conversar sobre la noticia y aun no lo sabían en la COCC, se enteraron con la llamada telefónica. 

Mons. Adolfo, en la carta anunciando la aceptación por parte del Papa de su renuncia, y el nombramiento de Mons. Juan como su sucesor, expresó:
… yo no puedo ocultar que esta dimisión me estremece interiormente, pero tampoco puedo ocultar que lo deseaba, porque después de 39 años con esta responsabilidad en nuestra iglesia, seguir dirigiéndola es un riesgo para la misma Iglesia, cuando el peso de los años va inclinándolo todo en uno mismo, y por tanto inhabilitando la capacidad humana (...) Las escasas fuerzas que me quedan las coloco a disposición del nuevo Arzobispo en lo que él estime conveniente disponer de mi servicio a la Iglesia de Camagüey.(1)



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(Miami) Emilio Héctor Rodríguez invita a su próxima exposición de arte


Dear friend,

I’m inviting you personally to my next exhibition

“AND THE WORD BECAME FLESH”,

which include my most recent works from an idea I have been working on during the last years: abstraction and the New Testament.

I hope you can accompany me on this special day of its inauguration.

Tuesday, September 10 from 11:30 a.m. to 2:30 p.m.

At Archbishop John C. Favalora Archive & Museum (16401 NW 37 Av. Miami Gardens, Fl 33054)

All my affect and respect,

Emilio Héctor Rodríguez

7 PLUS ONE ART PROJECT
founder and artistic director
ehr0926@gmail.com
www.emilio-hector.com

Monday, September 2, 2019

Lizette Espinosa, dibujada con trazos que de bellos duelen (por Manuel Vázquez Portal)


A Lizette Espinosa hay que indagarla. No es de las que enciende guirnalda para llamar la atención. Todo lo contrario. Corre las cortinas para que la luz entre filtrada a una privacidad custodiada con celo. Sus poemas son ella misma. De una belleza apacible. No corren a deslumbrar en los salones, van a seducir en la quietud de la soledad. Son comedidos y modosos. Quisieran pasar inadvertidos. Su hechizo nace precisamente de la sutileza con que discurre ella, con que discurren ellos. Sin estridencias. Sin afeites superfluos. Un susurro sabio. Un silbo enternecedor. Llegan al oído como musitaciones. Aparcan en el alma como visitaciones de la hermosura. Quedan en la memoria como una tempestuosa serenidad.

Lizette Espinosa sabe perfectamente que “el rostro cambia de estación” en ese intransferible peregrinaje individual que es la existencia, y en el cual ella planta su nombre, para reconocerse luego entre los árboles. Va a las esencias. A lo eterno. A la belleza permanente. El acto del ser humano dictado por sus virtudes, signado por sus miserias, nunca a sus exterioridades, mutables, disfrazables. Polvo somos, allí regresaremos, pero enamorados de haber sido.

Verso conciso, lapidario. “Nada queda tan lejos como mi propia sed”, exclama luego de descubrirse una oveja perdida tras el sonido del caramillo, casi siempre indescriptible y muy distante, pero hacia donde marchamos, inexorablemente, con los ojos abiertos, aunque vendados. Verso dador, insondable, como la misma proposición que nos guiña. Nada más distante que la sed de sabernos, de ubicarnos en nuestro justo sitio, de conocer dónde carenarán, al fin, nuestros sustos de amor en esta vida.


Lizette Espinosa, “hija de los huertos, aljibe de aquellos patios” de la memoria, no le pierde pie ni pisada a su pasado. Lo observa trascurrir otra vez, como una película que no se cansará de ver, porque sabe que fue de su casta la promesa y tuvo una abuela que “desgrana recuerdos a la luz de sus manos”, un padre que flotaba sobre el mar como una isla para que ella saltara encima y avistara el futuro.

Sus versos son su identidad reconocida y reconocible. Una identidad que se resiste a perder ciertos y marcados mediodías, sin saber, a ciencia cierta, qué nombre la retiene tras los muros de la vieja ciudad. Identidad que nada tiene que ver con la ridícula pertenencia, ya genérica, étnica o geográfica, sino a un universo que desanda a ciegas y acompañada por una cigarra.


Sus versos son tersos, limpios, como la piel de un niño tierno y sano. Barrida toda hojarasca inútil. Amputada toda frivolidad que abarate. Cada poema es una pieza de delicada orfebrería. No hay un descuido que estropee su armónica hechura. Parecen zurcidos por la mano divina. Cada verso es una puntada exacta, milimétricamente concebida. Y cada uno en función del estricto decir que corresponde. Nada de altisonancias ni lentejuelas metafóricas. Corren con la lisura y suavidad de la brisa sobre las espigas. Llevan la música de la levedad. Y es ahí donde precisamente adquieren su grandeza: en la atención que demandan para que no se nos escape su belleza y su hondura expresiva.

La imagen para ella no es una sarta de tropos lujosos o efectistas. Su lenguaje prístino, elevado pero sin rebuscamientos lexicales. Va a la esencia, a lo inapelable, a lo irremediablemente necesario. No dice estar triste, o que alguien está triste, o que algo es triste, nos introduce delicadamente en la tristeza sin mencionar la palabreja. Obsérvese:
Desaparecidos 
La anciana espera por los suyos
sentada en el bordillo de la tarde. 
Oscurece y la casa se llena de ladridos,
de huellas que arrastran un antiguo pesar. 
El mar trae rumores que golpean la puerta. 
La noche encalla en sus ojos,
y una estrella ha caído en el jarro de la leche.
Tono eglológico, vástago legítimo de la morriña garcilasiana. Verso pulido. Médula expuesta. El desgarrón en sí. La evocación latente. Palpitante. El drama sin cursilerías. Sin concesiones. Lo trágico sin poses. La vida dibujada con trazos que de bellos duelen.

Cuántas lecturas se agolpan, cuántas interpretaciones serían válidas. Tantas como lectores se asomen a estos versos. Un poema deja de ser del autor al ser visto por otros ojos, analogado con otras experiencias. Eso es la verdadera polisemia. Y este es un poema de múltiples lecturas. Va desde la soledad de la vejez, la inevitable partida de los hijos al crecer, la ausencia de los afectos que junto a nosotros habitaron, hasta la desaparición de una familia balsera en el Estrecho de la Florida, y ninguna sería desechable. La anécdota al poema no la adjudica el poeta, la encuentra cada lector.


Lizette Espinosa se sabe hija de un frágil equilibrio, de ella y del universo; lo cuida, lo persigue, comprende que una vez roto, tarda en recobrarse. Solo la perfección lo mantiene. Pero la perfección no es dada a los humanos. Sin embargo, batallar por ella es la más noble de las encomiendas, nos ilumina en la creación y nos acerca a Dios. Eso hace en su vida y en su poesía, que son una las dos.

Batalla porque ve, porque columbra que “Donde se quiebra la luz/ afloran desafiantes los abismos”, y que en esa dicotomía existencial, ella, y nosotros, somos equilibristas sobre la cuerda floja. Pero ella, en particular, solo en el equilibrio, la belleza y la perfección se siente abrigada, y su mejor cobija, su mejor haz de luz, es la poesía. Con ella se arropa y se desnuda. “mi desnudez espanta/ los cánones del día./ Es preciso cubrir la propia esencia/ guardar en los bolsillos el asombro…/ Es preciso arropar la tempestad del pecho.”

Y de ese batallar por el equilibrio es que le nace el verso mesurado, sereno, mecido tiernamente por la balanza de lo hermoso. El sobresalto va escondido en el concepto prodigado sin estruendos formales. No hay artificio vano, hay conmoción vivencial. Sus símbolos son diáfanos, como la ruta del agua, al alcance de la garganta sedienta, del ojo amoroso. Su hermenéutica tiene solo los secretos que propicia el encanto de lo sencillo: es la flor en su pedúnculo propio, no en lujoso jarrón que le pendencie la belleza.

Lizette Espinosa no permite que la venza aquello que la lastima. Enfrenta sus trasgos con los temores propios de a quien le sobran agallas. Cuando va a por los altos andamios del verso sanador se sabe acorazada, invulnerable, pero con la fragilidad de “todo lo que ruega por ser” y “camina por el borde del alero”.
Descendencia 
Giro como la hora que termina
de segundo a segundo
el paso sesga la justa floración
y mana la inquietud
de quien se sabe ausente
en las celebraciones.
Alguna vez
vi su rostro romper
la exactitud del agua.
Para ella la poesía es cáliz con cicuta y bálsamo a la vez: “estrella que ilumina y mata”. Pero siempre escoge la luz y el lenitivo. Pareciera, que, como el agua, uno de sus símbolos más preciado por lo que de vida conlleva, su misión fuera la de saciar todas las sed, santiguar contra todo maleficio, sanar de toda plaga, sobre todo en ella misma.

Dueña de un severo poder de síntesis, que en sus momentos cumbres puede llegar al laconismo, evade toda verborrea seudoculterana, estrafalaria o sobreabundante. Poda todo guindalejo presumido o charlatán. Suprime toda orla de fulgores fatuos. Planta el verso ígneo sin más cetrería que el “ligero equipaje” de quien aborda “la nave que nunca ha de tornar”. Comprende a cabalidad “la insoportable levedad del ser”. Quizás por ello, la primera cita de su libro Humo, sea ese esclarecedor verso de Francisco de Quevedo sobre la existencia: “Poco antes nada y poco después humo”. Da fe de ello el poema Funeral:
Arde la ciudad
en los ojos que zarpan
por angostos pasajes
en los que se deshace la inocencia
en los labios que traicionaron la promesa
la memoria de la piedra
que un día fue calle
luego casa
y ahora muro
por donde salta la muerte.
Sus estructuras breves, no digo epigramáticas porque su tono no es satírico y mucho menos festivo, dejan la sensación de la fugacidad, de lo que escapa apresuradamente y pone en la mirada un fusilazo de señales luminosas, sobre las cuales es preciso volver para captarlas en todo su esplendor. Hablaríase de aliento menudo, de voz tenue, cuando en realidad se trata de concisión conceptual, economía de recursos poéticos. No es una poetisa de desbordamientos o torrencialidades. Se propone, más bien, la mansedumbre del agua que corre subterránea, comedida, porque conoce su fuerza arrasadora, o la ingravidez del humo que se eleva a las más altas cumbres sin alardes ni arrogancias, mientras trasporta los más sublimes, dolorosos o alentadores mensajes.

Si tuviera que parangonarla, acto que detesto porque creo que cada poeta es un universo, una música, una cosmovisión, una historia particular, intransferible, inimitable, la emparentaría con la elegancia y solidez de Fina García Marruz, con la inclaudicable resistencia de Ana Ajmatova, la redimida turbulencia de Sylvia Plath, el dulce desasosiego de Emily Dickinson, el atrevido desasimiento de Alejandra Pizarnik. Pero, sobre todo, la hermanaría con Lizette Espinosa, una voz que se posesiona indiscutiblemente entre las más elevadas voces de la poesía cubana e hispana.

Sus propios poemas les darán más razones y sorpresa que las que aquí expongo. Por eso los dejo a solas con esta poesía que les hará postrarse ante tanta sosegada turbulencia.


Del libro Por la ruta del agua.

Donde se quiebra la luz

Donde se quiebra la luz
afloran desafiantes los abismos.

Es llano el sendero hacia sus lindes,
angosta su garganta.

Llevo de compañera una cigarra
en este andar a ciegas
donde solo se palpan las entrañas.

No sé qué encontraré entre la maleza,
temo a las alimañas que las pueblan.

Pero heme aquí de nuevo
con la boca repleta de mendigos
que imploran su sombra.


La isla

Mi padre flotaba sobre el mar
como una isla,
para que yo saltara encima
de su tierra y avistara el futuro.

La orilla a dos brazadas
nos mostraba sus dientes
de roca atardecida.

El agua sostenía nuestras vidas,
el peso inmensurable de los sueños
como a dos cargas frágiles
que un barco abandonara.


Ya no

No jugará una niña en el portal
con las trenzas a medio hacer,
la risa galopante sobre los pocos muebles.
No habrá una mano insomne
sobre la frente hirviente, el aliento intranquilo,
ni forma de saber
si el universo cabe en dos pequeños ojos.


Del libro Humo

Plegaria

Amasijo de buenas intenciones
bebederos de luz para el errante.
El hombre teme al hombre, se aniquila
y poco puede un salmo
o el santo aceite ante su desnudez.
Una dosis de bien para el enfermo
otra lluvia que lave al cuerpo de su mal
y aclare, como solo aclara la lluvia
el suelo de su patio
el tormentoso ruido de su alma.


Discernimiento

En estos ojos tan llenos de otros ojos
intento separar estrellas de limallas.

En la oscuridad, cada roce es mordedura,
tajo donde se enconan los momentos.

Y es largo el tramo hasta el declive,
escurridizo el color que busco poner
a mis cristales.


Lumbre

No pondrás nombre al fuego,
no medirás su alcance.
Chantal Maillard


Eres chasquido que se me antoja música
salto de vida en su expresión más pura
agonía del bosque
lava que despereza y se desborda.
He visto a Dios acomodar sus manos
en tu aliento abrasado.
Alegría del hombre, fe de aquella
que procura a su hogar dignos manjares
qué deidad te acompaña, qué solar
te sueña como un niño.

Apacigua al mendigo
déjale la certeza de tu amparo
que sus ojos reflejen tu estampida
y su cuerpo recoja la tibieza.
Puerto en la soledad del alma errante
mansedumbre de los atribulados.

Hay en tu nombre una ternura cierta
un atisbo de sol, una plegaria
que no alcanza a vestir su envergadura.
Nota crucial, rugido maniatado
del tronco en la sombra de una estufa.
Qué ruina sobrevino a la floresta
qué brazos le cargaron.
Destello en los ojos del tigre, en su guarida
donde se ofrecen vastos funerales
en el horno, en el lodo
con que el hombre amasa su destino
en el miedo, en la hoguera
donde la historia cuece al heroísmo.
Cobijo del establo
donde la bestia encuentra fiel socorro
mediodía en los campos, miel de junio
goteando en las colmenas.
Luz del girasol, la doncella
que ríe en la brisa de la tarde
y oculta el rubor que le provoca
los ojos del viajero.

Eres
la promesa del padre y su estatura
la gruta en la que el mar esculpe la pureza.
Tierra que se llora y se ofrenda.
Raíz que ya es torcida y es brebaje
para calmar la pena, el desarraigo.
Pira donde se inmolan las verdades.
Naranja enaltecido, justo incendio.

Dicha que en el pecho dilata
los leves resplandores
serás propósito, el signo que deshace
las fases de la luna.
Llevar dentro de sí la encrucijada
develar el misterio de su fuente.
Nítida luz
que alcanza a desafiar al desamparo
a los moldes que fijan la tristeza
serás herida que florece en el campo
el daño que reposa.
Serás la primavera, acaso un salmo
en la mano de mi madre entre mis manos
en el pan que calla su incansable proeza
en el color de la fruta en la cesta
que no será ofrecida
lo que se añora, tambien lo que se olvida
desde la soledad, en el hastío.
Una voz, el impacto de un tiro.

En la muerte, el nacimiento,
en el humo de la sopa en la vasija
lo que se teme y lo que se escatima
desde la oscuridad de los sentidos.

En el manto de la virgen, la plegaria
que la anciana repite de rodillas
sus ojos aferrados a un cirio
que se deshace en llanto.
La diosa que se yergue en el altar
del vasto pensamiento.
Mujer hecha de salmos
cómo te rompes en la ausencia que calmas
y trasciendes marcada por los signos del fuego.
De qué dulce agua bebes
en qué fuente sumerges tu cuerpo
para luego volver, resuelta
sobre tu propia tierra
como un ave encendida
certidumbre.

Hay luces que se apagan para siempre
cuerpos deshabitados que anidan el olvido
y procrean las sombras.
Donde el muro se desploma
y crece en vicio la yerba y el hartazgo
se oye el rumor de un alma y su pobreza
el crepitar del tiempo que en su saña
fue arrancando las hojas, los abrazos.

Hay un espacio dispuesto en el dolor
donde se queman todas las renuncias
y brillan como el astro las horas
que nos fueron negadas
me pregunto qué arde en esa hoguera
sino lo más querido
la certeza de un rostro dispuesto a redimir
lo que nos falta
y así como aquello
que se funde en otra realidad
llegar al fondo de los otros
a la ceniza que alguna vez
formó parte de todo.

Hay un espacio dispuesto en el hogar
un sagrario donde guardar el fuego
la luz que cada noche
nos salva de la profundidad
y espanta, no sin júbilo el vacío.
Con gran destreza engendra
humeante, escandaloso
el alimento
república en la que se fundan
las leyes del amor y la lealtad
tiene igual que el árbol
el don de la congregación
el círculo sagrado de una alianza
y va como el mendigo
abrazando la sombra, la intemperie.


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Lizette Espinosa (La Habana, 1969) Ha publicado los volúmenes de poesía Donde se quiebra la luz (2015), Por la ruta del agua (2017) y Lumbre (2018), y en coautoría, Pas de Deux (2012, International Latino Book Awards 2014 en la categoría de poesía escrita por varios autores) y Rituales (2016). Textos suyos aparecen en las antologías: Poesía en Paralelo 0 (2016), The multilingual Anthology The Americas Poetry Festival of New York (2017), Crear en femenino (2017), Aquí (Ellas) en Miami (2018), Todas las mujeres (2018) y Nubes. Poesía hispanoamericana (2019) Desde el año 2003 reside en Miami.



Crónica: El inolvidable mito Buesa (por Waldo González López)

Pasarás por mi vida, sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor, y al pasar,
fingiré una sonsisa, como un dulce contraste,
del dolor de quererte… y jamás lo sabrás.
¿Qué cubano no recuerda estos versos, ya clásicos en el imaginario popular de la Isla y también caribeño? Estoy seguro que, al escucharlos, una vez más, muchos evocarán, como yo, los años en que éramos adolescentes y soñábamos con el Amor…

Debo además recordar —¿aunque acaso resulta necesario?— algo singular: tan hermoso cuarteto que sirve de proemio a esta crónica/comentario, integra uno de los cinco del conocidísimo «Poema del renunciamiento», de nuestro José Ángel Buesa, tan leído desde la cuarta década del siglo XX hasta incluso en este 2018, cuando nosotros, los poetas de hoy, homenajeamos su amplio quehacer.

Por ello, pienso que tal vez habría querido estar aquí o, quizás, sí está escuchándome desde algún lugar de la Tierra, porque no creo que desde el Cielo, pues de santurrón ni beato no tenía nada aquel Buesa enamoradizo, por el que todas las mujeres de entonces suspiraban, sin miramientos ni dudas…

Al Inferno dantesco, el hoy evocado Don Juan caribeño y Casanova tropical, hubiera sido enviado por el ex sargento, general y presidente, si se hubiese enterado, como sugiere el poeta, que en su noche de bodas, ya pasados de tragos y dormido, había arrebatado a su esposa, con el consentimiento de ella, pues el poetamante se la robaría y llevaría a un insólito paseo en barco por la bahía habanera, donde la Hermosa dama sería arrullada con sus versos que la trastornaban, como a tantas mujeres de la época, para al fin culminar su nueva aventura, en un apartado hotel, según lo insinúa, muchos años después, en su autobiografía Año bisiesto.


Sin duda, José Ángel Buesa es un nombre que marcó la incipiente vida literaria de muchos de quienes, en los dorados ‘50s e inicios de los 60s, aún no éramos ni siquiera jóvenes, sino adolescentes.

Tal les sucedió a no pocos poetas de mi promoción, que mucho leímos y nos impactaron sus textos. Para mí sería decisiva su lectura, gracias a las ediciones que, pagadas por los propios autores, eran realizadas en imprentas privadas, sobre todo, por la recordada Úcar García, en tanto no existían otras opciones, hecho muy conocido y divulgado por destacados intelectuales —como el recordado Eliseo Diego—, quienes lo contarían después en entrevistas y testimonios.

Así, era tal la popularidad de Buesa, que muchas capas de la sociedad adquirían esos cuadernos, lo que corrobora su celebridad entre la población. Era, en suma, El Poeta [en mayúscula], sin duda, el más leído por la común y sencilla «gente de pueblo», por decirlo con un título de otro escritor popular, desde que en esos años publicara su primer libro: el narrador Onelio Jorge Cardoso, «El Cuentero».

A fines de los ‘50s, y aun desde años atrás, José Ángel Buesa era, además, un escritor radial muy conocido por sus novelas, teatros y otros espacios en las más importantes emisoras cubanas. Ello, por supuesto, implicaría, asimismo, que su imagen de hombre fornido, de buena presencia y fama de conquistador fuera muy apreciada por las féminas de la Isla, incluidas algunas de las mejores poetisas de la época, entre otras, Carilda Oliver Labra y Serafina Núñez, quienes fueron sus amigas.

[Un aparte oportuno: De ambas colegamigas, este cronista publicaría, durante los ‘80s y 90s, textos en secciones poéticas a su cargo en varias revistas nacionales y, en el caso de la segunda, además, prepararía y prologaría la única antología mínima de su poesía por las prestigiosas Ediciones Vigía (con papel reciclado) de Matanzas, primera en realizar esta hermosa y necesaria tarea en Cuba.]

Por tal celebridad, casi todas las cubiertas [portadas] de sus poemarios ostentaban el conocido rostro de galán y amante, tópico común en el ideario social y estético de la época que aun atraía —a pesar del silencio al que fuera confinado después de 1959— a miles de fans del neorromanticismo, no solo en gran parte de la poesía publicada, sino igualmente en medios como el cine, la radio, la televisión y la prensa plana.

Y era lógica su popularidad: recuerdo la pregunta del gran nicaragüense Rubén Darío, autor de la célebre frase: «Quién que es, no es romántico». Incluso ahora, en este hiperrealista, cibernético y globalizado siglo XXI, aunque ya no creamos del todo en aquel lacrimoso romanticismo [pues los tiempos que corren…corren demasiado], muchos creemos aun en el Amor [con mayúscula].

Sí, los tiempos han cambiado, como nosotros, los «humanos, demasiado humanos», tal diría uno de mis filósofos de cabecera; mas, esa esencia inexplicable y aunadora, suerte de imán sensorial entre dos que se aman; esa sustancia de rango tan íntimo, personal y, a un tiempo, universal [pues nos compete desde la individalidad a todos], no ha cesado ni cesará jamás, desde Grecia —con sus dioses y héroes míticos, estudiados e incluidos en las reveladoras teorías del ya clásico Padre de la Sicología moderna, Sigmund Freud— hasta este insólito y complejo mundo contemporáneo.

De tal suerte, no solo en tiempos de Rubén —quien ante un grande José Martí, con quien se cruzara en una calle de la ya entonces imponente Nueva York del XIX, descendiera de su pedestal, para llamarlo Maestro—, sino incluso a mediados de los ‘20s del siglo pasado, cuando miles de lectoras y lectores latinoamericanos se bebían los infaltables 20 poemas de amor y una canción deesperada de cierto joven chileno llamado Neftalí Reyes, pero conocido por su universal seudónimo Pablo Neruda.

Algo curioso es que, en este hoy absurdo renacer de odios, atentados y guerras, escuchemos como un llamado a la cordura que «no todo está perdido», tal retumba como un decisivo verso de amor la canción del argentino Fito Páez, recordándonos que la atracción entre dos tampoco ha perdido su encanto, sobre todo, en quienes aun creemos en el Amor, vocablo mágico, pero tan mal utilizado en horrendos ¿textos? de los aun más horribles reguetones.

Y esa es quizás la poderosa razón de la preferencia de la poética de José Ángel Buesa, quien, por torpes prejuicios seudoestéticos de ciertos intelectuales de la Isla, envidiosos de su celebridad, tal asimismo por acusaciones políticas y prohibiciones de dirigentes de turno, decidiría su salida definitiva de Cuba y su exilio en Santo Domingo, donde sería mejor acogido que en su patria natal, y en la que viviría los años finales de su intensa y extensa existencia y donde, sobre todo, publicara en 1981, a solo un año de su muerte en 1982, su admirable autobiografía Año Bisiesto, en la que incluyera sus mejores poemas y traducciones del alemán.

A pesar de esos que lo envidiaron y obligaron al exilio, nunca atacaría a la cultura cubana ni hablaría sobre las figuras culturales de la época, no obstante la envidia y la maledicencia de aquéllos. En fin, no hizo caso de tales paupérrimas muestras de tan pedestre pobreza humana. Por ello, tampoco atacaría a instituciones culturales, tal se aprecia en su autobiografia, donde solo en una página, emplea un delicioso chiste en torno a su antitético Lezama Lima, del que pregunta qué se hacía el ya fallecido «Gordo» con la precaria libreta de abastecimientos (aun presente en la paupérrima cotidianidad de la Isla).

Sin embargo, a pesar de ser silenciado en su patria, ya durante los meses finales de su exilio y luego también —como tantos valiosos artistas cubanos, en particular cantantes, tales las canónicas Olga Guillot y Celia Cruz, que eran escuchadas en no pocos hogares cubanos donde se conservaban algunos de sus LDs—, a Buesa se le seguiría leyendo a hurtadillas, gracias a las mencionadas ediciones populares conservadas por sus fans, como este cronista.

Ciertamente, no se publicaría otro volumen de su poesía por las editoriales cubanas hasta mucho después, cuando lo dispondrían las instituciones culturales oficialistas, tras comprobar hasta la saciedad su muerte, recién pasada la primera mitad de la década del tristemente recordado «Período Especial» —que yo definiera, para terror de muchos colegas en Cuba, sotto voce, con el calificativo: «Espacial», porque sin saber cómo [sobre]vivíamos en otra dimensión, casi en otro planeta, al punto de que no sabíamos realmente en qué inframundo estabámos, en fin, qué era aquella [i]rrealidad, más apropiada a la ciencia ficción.


Solo entonces, reaparecerían selecciones y antologías de sus versos en varias provincias, como en su natal Cienfuegos, luego en Matanzas y más tarde en Las Tunas por la Editorial Sanlope [con selección y prólogo de la profesora universitaria, estudiosa de la décima y poeta Maritza Batista], así como otra por la capitalina Editorial Letras Cubanas.

Y bien, en 1997, vería la luz la antología Buesa que [preparada por la colegamiga Daisy Aportela y prologada por Carilda, quien la enriqueciera con varios poemas aparecidos en la autobiografia Año Bisiesto, los que yo gustosamente le enviara] aparecería por Ediciones Matanzas: en su prólogo, Carilda rememora su honda amistad con el más popular poeta cubano de entonces, fenómeno solo comparable a lo acontecido, en el siglo XIX, con el bardo tunero Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé y sus décimas, aún presentes en los campos y otros ámbitos nacionales dedicados a «La estrofa del pueblo cubano», tal la definiera el también poeta y colega suyo Jose Fornaris.

Una sola condición le exigí a Carilda: no mencionar mi nombre en el prólogo, ni palabra alguna de agradecimiento por mi colaboración en este fructífero y necesario proyecto. ¿Por qué?, se preguntará el ciberlector. Pues muy simple es la respuesta: porque el mérito de dicho título debía ser solo suyo, ya que ¿si no hubiese sido ella, quién podría realizar mejor tal tarea, por su larga amistad con el Poeta y su experiencia poética?

Censuras aparte, lo realmente significativo es el número de poemarios del Poeta que aparecerían durante la segunda mitad de los tristemente célebres ‘90s, cuando —tal un revival, renacer o redescubrimiento—, darían a conocer su gustada poesía a los jóvenes, como asimismo agradarían a quienes, desde decenios atrás, lo leíamos y disfrutábamos.

Una incidental, un tanto jocosa, es la que sigue sobre un vocablo. Creado por mí como un neologismo, adquiriría popularidad. Tal voz es «poetacro», suerte de aleación/fusión de poeta y mediocre que empleé a propósito de la publicación —en una de mis secciones poéticas de revistas [la primera, en Bohemia y la segunda, en Mujeres] de varios textos de diversos poetas cubanos y latinoamericanos.

El vocablo, devenido popular, tomaría carta de crédito, gracias al Premio Nacional de Edición y colegamigo Fernando Carr Parúas, quien, sin aun conocernos, lo citara en su muy leída Sección «Gazapos» de la propia Bohemia, donde intuyó la genuina acepción adoptada por este cronista.

Entonces, como ahora, me refería, a quienes sin poseer la mínima calidad, devienen poetacros, por la publicación de un ¿poemario… o, mejor, peomario?, parafraseando al salvadoreño Roque Dalton.

Por cierto, recuerdo otra anécdota de los ‘90s que muy bien corrobora la celebridad, incluso latinoamericana, de José Ángel Buesa. Por aquellos años, Mayra y yo conocimos, a través de amigos comunes, a una venezolana fanática del Poeta. Al presentarnos un común amigo, lo primero que nos pidió o, mejor, rogó encarecidamente, fue que le consiguiéramos un poemario del célebre cienfueguero, a quien aún el oficialismo mantenía en las tinieblas prohibitivas. Sin pensarlo dos veces, le obsequié aquellas dos o tres humildes ediciones que yo, celosamente, conservaba desde mi lejana adolescencia.

La buena y desprendida acción nos dejó algo tristes, como los propios versos, ya clásicos del poeta cubano, que, de tarde en tarde, aún resuenan en nuestros oídos. De cualquier modo y, a pesar de la nostalgia por los cuadernos donados, me dije: «No importa: quedamos bien con la amiga venezolana que admira tanto como nosotros sus versos.» Mas, seguía y siguen soplando estos versos suyos en el viento del recuerdo:
Este domingo triste pienso en ti dulcemente
Y mi vieja mentira de olvido, ya no miente…
Y pasó el tiempo, y pasó…, como los meses… hasta que regresó dos años después la amiga venezolana, trayendo, en sus filiales manos, aquellos cuadernillos llenos de una honda, salvaje nostalgia que me habían permitido leer sus versos de tarde en tarde.

Mas, tales títulos estarían dedicados a la obsequiosidad, pues antes de venir definitivamente para Miami [en julio de 2011], Mayra los regalaría a una querida vecina, no menos fan de la poética neorromántica.

El Poeta del Amor sería la connotación que le adjudicaría este cronista al autor del célebre «Poema del renunciamiento». Y es muy justa pues, como se sabe, su obra triunfaría con este y otros textos de su recordado volumen Oasis, donde incluyera sus más conocidas piezas amatorias y el que resulta, de acuerdo con el «Prólogo» de Carilda, «la obra que más favor del pueblo le ha valido […] agrupa bajo ese títulos los versos de amor más consagrados, esos que se repiten inevitablemente en veladas culturales, tertulias literarias, programas de radio, esos que murmuran los enamorados de todas las edades».

En República Dominicana, hacia donde partió como exiliado, escribió sus mejores textos despojados de tanto romanticismo y dotados de un profundo fervor humanista y serio conceptualismo, si bien continuó escribiendo sonetos y textos en cuartetos, estrofas en que se destacara particularmente.

Allí —en la patria de la reconocida lírica y pedagoga Salomé Henríquez Ureña [1850-1897], figura de la poesía de su país y madre de tres brillantes profesores de literatura y ensayo: Max, Pedro y Camila, fallecería de tubercolosis, como tantos poetas románticos, con solo 47 años—, el inolvidado poeta cubano descollaría con su poesía y como profesor en la Universidad central de Dominicana.

En este noviembre de 2018, ya fallecido tantas décadas atrás, quise evocar al destacado poeta, quien, a pesar de todo, sigue siendo «El Inolvidado Mito Buesa.»

BREVE SINOPSIS

Nacido el 2 de septiembre de 1910 en Cruces, Cienfuegos, Cuba, el poeta se radica en la capital, donde estudia a los clásicos y labora como oficinista. En 1932 publica La fuga de las horas. Un año después aparece Misas paganas. Su tercer libro, Babel, aparece tres años más tarde. Canto final se edita en 1936. En 1944 aparecen sus Cantos de Proteo y Lamentaciones de Proteo en 1947 y Alegría de Proteo, en 1948, cuando cierra un ciclo de su poesía. En 1947 había publicado Canciones de Adán, al que le sigue Poemas en la arena, que abordan de nuevo el amor. Su volumen Nuevo oasis es de 1949 y su último título es Poeta enamorado.


Su ya clásico Oasis (1943) se reeditaría en más de veintiséis ocasiones, así como Nuevo Oasis. A tal grado llegaría su popularidad que en 1961 un poema suyo sería el primero en ser escuchado en la TV cubana. En los 60s’, se exilia en la República Dominicana, donde labora como profesor de Literatura en la Universidad Nacional «Pedro Henríquez Ureña».

José Ángel Buesa fallecería en Santo Domingo el 14 de agosto de 1982 y apenas pocos años, después se reeditaría uno de sus libros, continuando de tal suerte el amplio y exitoso andar de su Poesía.

BREVE SELECCIÓN POÉTICA


Poema de la despedida


Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.


Poema de las cosas


Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tú sepas quién
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se ven...

Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se estan yendo siempre, pero que no se van...

O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...

Por más que tú prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...

Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.



Poema del amor ajeno


Puedes irte y no importa, pues te quedas conmigo
como queda un perfume donde había una flor.
Tú sabes que te quiero, pero no te lo digo;
y yo sé que eres mía, sin ser mío tu amor.

La vida nos acerca y la vez nos separa,
como el día y la noche en el amanecer...
Mi corazón sediento ansía tu agua clara,
pero es un agua ajena que no debo beber...

Por eso puedes irte, porque, aunque no te sigo,
nunca te vas del todo, como una cicatriz;
y mi alma es como un surco cuando se corta el trigo,
pues al perder la espiga retiene la raíz.

Tu amor es como un río, que parece más hondo,
inexplicablemente, cuando el agua se va.
Y yo estoy en la orilla, pero mirando al fondo,
pues tu amor y la muerte tienen un más allá.

Para un deseo así, toda la vida es poca;
toda la vida es poca para un ensueño así...
Pensando en ti, esta noche, yo besaré otra boca;
y tú estarás con otro... ¡pero pensando en mí!


Poema del fracaso


Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre... Pero no pudo ser.

Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando... Pero no pudo ser.

Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.

Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para él solo... Pero no pudo ser.

Y hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.

Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
Quisiera retenerte para toda la vida...
¡Pero no puede ser! ¡Pero no puede ser!

Poema del olvido


Viendo pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, como una nube, pasaste por mi hastío.
Y se unieron entonces tu corazón y el mío,
como se van uniendo los bordes de una herida.

Los últimos ensueños y las primeras canas
entristecen de sombra todas las cosas bellas;
y hoy tu vida y mi vida son como estrellas,
pues pueden verse juntas, estando tan lejanas...

Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita,
nos da una sed más honda que la sed que nos quita,
pero estoy tan seguro de poder olvidar...

Y miraré las nubes sin pensar que te quiero,
con el hábito sordo de un viejo marinero
que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar.




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Waldo González López (Las Tunas, Cuba, 1946) Poeta, ensayista crítico teatral y literario, periodista cultural. Graduado en la Escuela Nacional de Teatro (ENAT) y Licenciado en Literatura Hispanoamericana (Universidad de La Habana). Autor de 20 poemarios, 6 libros de ensayo y crítica literaria, varias antologías de poesía y teatro. Desde su arribo a Miami (2011), ha sido ponente y jurado en eventos teatrales y literarios internacionales. Merecedor de 3er. Premio de Poesía en el X Concurso “Lincoln-Martí” 2012. Colaborador de las webs: teatroenmiami.com (Miami) y Encuentro de la Cultura Cubana (España), Boletín de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (New York), y los blogs OtroLunes (Alemania), Palabra Abierta (California), Gaspar. El Lugareño, y el diario digital El Correo de Cuba (ambos en Miami).

Los autógrafos a la Virgen de la Caridad del Cobre: un mapa sensible del alma cubana (por José M. Fernández Pequeño)



El investigador y escritor cubano Julio Corbea Calzado ha dedicado buena parte de su vida a las pesquisas sobre el emblemático pueblo del Cobre, donde nació y vive. Desde los registros historiográficos hasta la tradición oral, nada ha escapado a su acuciosidad en el intento por acercarse a la historia de esa población, su rica tradición minera, su peculiar entramado social y el complejísimo mapa de expresiones religiosas que allí toman cuerpo. Y, por supuesto, el culto a la Virgen de la Caridad del Cobre no podía quedar fuera de su foco investigativo.

Una de las vertientes más interesantes de esas investigaciones llevadas a cabo de Corbea es la revisión y estudio de los autógrafos que dejan en el libro de visitas quienes llegan cada semana a la iglesia de la Virgen de la Caridad, en el Cobre. Se trata de expresiones que recorren una amplia gama entre el respeto reverencial, la devoción apasionada y el agradecimiento convencido. Quienes van a pedir la intercesión de la divina patrona, quienes dejan constancia de su amor por el bien recibido o quienes simplemente desean patentizar su respeto establecen (de conjunto y sin saberlo) una suerte de mapa sensible del alma cubana en cada momento de nuestra historia: sus miedos, sus aspiraciones, sus pequeños o enormes sueños, y claro, sus más raigales dolores.

A continuación transcribo una selección de los autógrafos de Julio Corbea publicó en el número monográfico 57-58 que la revista Del Caribe, órgano de la Casa del Caribe en Santiago de Cuba, dedicó a los cuatrocientos años de la aparición de la Virgen de la Caridad en la Bahía de Nipe. El período que abarcan estos mensajes no puede ser más relevante: desde 1902 hasta 1959. Se ha respetado la ortografía del original.


Autógrafos


"Veinte y dos años hace que mi lengua no cesa de predicar las glorias de María: aún no he dicho nada: su nombre es inconmensurable" (Desiderio Mesnier, septiembre de 1902).

"Santísima Virgen, protege la libertad de Cuba" (Sixto J. Vasconcelos, 11 de enero de 1903).

"Cuando desde la escarpada altura del santuario, en derredor el incomparable paisaje, parece que todo: el río bullicioso, las cimas más profundas, y aun las más elevadas colinas, que esmaltan los variados tonos de berilo; todo canta y se siente soberano y magnífico el himno triunfal de la naturaleza a la venerada Virgen de la Caridad del Cobre" (José Nicolás Ferrer, 1903).

"La adoración a la Virgen de la Caridad del Cobre exaltó siempre el patriotismo de los bravos orientales. Patriota y amante de mi pueblo y de mi raza y respetuoso de la religión de mis mayores, me inclino reverente ante la tradicional imagen del patriotismo cubano" (Juan Gualberto Gómez, 4 de marzo de 1904).

"Si la fe hizo que Colón descubriese el Nuevo Mundo arrostrando todos los peligros, nuestra creencia firme en la Virgen del Cobre nos abrirá las puertas del progreso y nos hará dignos de grandes proezas" (Carlos Lima, 28 de marzo de 1904).

"En días aciagos de la guerra, invoqué tu nombre y me salvaste de la muerte" (Un hijo de La Habana, 21 de diciembre de 1904).

"Hombre; medio viejo, razonador -y no sé qué otra cosa-, me enternece al cabo de treinta años volverte a ver, y mirarte como único faro de esperanza que mi esposa contempla para que por tu don sean felices nuestros hijos. ¡Bendita sea la fe para los que la tienen como dogma! ¡Bendita sea la esperanza para todos los que la tenemos como fe!" (Enrique Hernández Miyares, 16 de abril de 1906).

"Lo confieso, no he sido un creyente fanático, no he aceptado jamás sino aquello que la razón me explica; pero en este momento ante la imagen de la Caridad ante la que veo arrodillados a varios de mis hermanos, uno ve conmovido y ha venido a mi memoria el recuerdo de mi buena madre que ante una imagen de la Reina de los Cielos, venerada bajo la advocación de las Mercedes nos hacía pedir libertad para los cautivos que en la guerra del 68 padecían persecución por la justicia, por el único delito de contribuir a la emancipación de la patria; entre los que se encontraban algunos familiares muy allegados por cierto" (N. C. Hoyos, 16 de abril de 1906).

"Virgen de la Caridad protege a nuestra patria y a la mujer de mis pensamientos (José Luciano López, 26 de enero de 1908).

"Tu invocación fue guía en los días de angustia para la patria. Solo te pido que ahora lo sea para la ventura de ella y de sus hijos" (E. Manduley, 8 de marzo de 2010).

"Antes de ser aviador era poco creyente, pero realmente algo maravilloso me salvó en mi viaje de Key West-Mariel, milagro que achaco a la Virgen por haberme encomendado a ella" (Agustín Parlá, 22 de mayo de 1914).

"Virgencita que has curado / tanto enfermo, tanto pobre; / virgencita que has logrado / en el Santuario del Cobre / eternizar tu memoria... / ante tu planta consagro / mi humano amor a tu gloria / y mi credo a tu milagro (Agustín Acosta, 29 de mayo de 1914).

"Este día estrené con mi orquesta, y la colaboración de la soprano Srita. Josefina Cervantes, una plegaria a la Virgen del Cobre, que escribí expresamente para ella (Armando Valdés Pi, 12 de enero de 1936).

"Habiéndolo soñado hace como diez años que había venido a este lugar, fueron siempre mis deseos realizarlo, hasta (que) hoy por la cortesía de Flor Loinaz llego aquí para hacer efectivo mi sueño" (Julia María Acón, 21 de febrero de 1936).

"Eres de Cuba la reina / y el honor de la nación... / ¡Míranos desde tu trono / con ojos de compasión!" (Padre Campos, 20 de mayo de 1939).

"Virgen de la Caridad / Patrona de los cubanos / Con el machete en la mano / Pedimos la libertad... Verso que aprendí de un tío libertador" (Nicolás, Santa Clara, febrero de 1942).

"Por segunda vez vengo a venerar esta milagrosa Caridad del Cobre en recompensa al bienestar que proporciona a todos los cubanos amantes de la libertad, tan maltratada por nuestros gobernantes amigos de su enriquecimiento personal" (J. R. Alemán, 5 de agosto de 1942).

"Virxen Moreniña / dos cubanos nobres / que fas ben á todos / é axudas os pobres" (Lupito Álvarez de Quintela, Orense, España, 22 de febrero de 1943).

"Gracias por haberme devuelto mis hijos vivos y sanos de la guerra y haberme dado salud para vivir" (Ana L. Martínez, 13 de julio de 1946).

"Virgencita, que al fin en esta patria haya comprensión entre tus hijos" (Mará Lasso Acosta, 1 de enero de 1959).

"La virgencita permita que más nunca Cuba tenga un tirano" (Bessie de Valdor, 3 de enero de 1959).

Sunday, September 1, 2019

Mons. Juan conoce de su nombramiento como Cardenal, al ser felicitado por Mons. Wilfredo Pino


Carta de Mons. Wilfredo Pino, Arzobispo de Camagüey, sobre el nombramiento de Mons. Juan Garcia, arzobispo de La Habana a nuevo Cardenal de Cuba.

Queridos todos:

Les comparto cómo fue que recibí la noticia sobre Monseñor Juan.

A las 7.15 de la mañana iba camino del aeropuerto a llevar a una visita que regresaba a su país y recibo desde Roma una llamada de Silvia Correale (Postuladora de la Causa de beatificacion de Mons. Adolfo).

Me felicitaba por la buena noticia de hoy.

Pensé que sería algo relacionado con la Causa de beatificacion de Mons. Adolfo y le pregunté cuál era la buena noticia.

Fue entonces que me dijo que había acabado de oir el Ángelus del Papa en el que había anunciado la creación de nuevos cardenales.

Y que, entre ellos estaba Mons. Juan.

Ustedes se podrán imaginar mi alegría. Aunque era una noticia que yo, como muchos, veía venir.

Aunque confieso que no esperaba que fuera tan pronto, luego de la muerte de Mons. Jaime hace solo 37 días.

Llamé enseguida a Mons. Juan para felicitarlo.

Con su peculiar tono de voz, me dijo: “¿Por qué me tienes que felicitar?”

Yo le dije que había recibido la noticia de que el Papa “te ha creado Cardenal”…

A lo que me respondió: “Pues me estoy enterando contigo…”

Lo curioso es que llamo al Nuncio para poder confirmar la noticia.

¡Y el Nuncio tampoco sabía nada! Se enteraba conmigo. ¡No lo podía creer!

Por supuesto que regresé rápido al Arzobispado para conectarme y confirmar que todo era verdad. Y ahí estaba la noticia.

¡Trece nuevos cardenales!, de ellos 10 posibles electores en un futuro Cónclave, entre ellos Mons. Juan. De ellos 7 son diocesanos y 3 religiosos.

Y otro tres (un diocesano y dos religiosos) que sobrepasan la edad y no podrán ser electores, y que el Papa los nombra “por su servicio a la Iglesia”: un arzobispo emérito de Túnez, otro arzobispo emérito de Lituania y un tercero, obispo emérito de Angola.

Si leen la noticia publicada por ACI PRENSA leerán que su corresponsal en Roma, Mercedes de la Torre, al dar la noticia dijo:

“El Papa Francisco informó este domingo que el próximo 5 de octubre habrá un Consistorio para la creación de cardenales en el Vaticano y anunció el nombre de los trece nuevos purpurados.

Este INESPERADO anuncio fue realizado por el mismo Pontífice al finalizar el rezo del Ángelus de este 1 de septiembre”.

+Willy
Arzobispo de Camagüey




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ver en el blog 

Hello, My Name Is (by Matthew West)


Mons. Juan García, nuevo cardenal cubano


por Joaquín Estrada-Montalván

El Papa Francisco ha nombrado nuevo Cardenal de la Iglesia Católica a Mons. Juan García, Arzobispo de la Habana,

Mons. Juan García nació el 11 de junio de 1948 en Camagüey. Fue ordenado sacerdote el 25 de enero de 1972, nombrado Obispo Auxiliar de Camagüey el 15 de marzo de 1997 y Arzobispo de Camagüey el 10 de junio de 2002. El 26 de abril de 2016, el Papa Francisco lo nombró Arzobispo de La Habana y tomó posesión el 22 de mayo de ese mismo año.

Mons. Juan García es el tercer Cardenal cubano. Los tres han sido arzobispos de La Habana. Los dos anteriores Mons. Manuel Arteaga (Camagüey. Diciembre 28, 1879- La Habana. Marzo 20, 1963) y Mons. Jaime Ortega (Jagüey Grande, Matanzas. Octubre 18, 1936 - La Habana. Junio 20, 2019)


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Con estas palabras el Papa Francisco anunció después de rezar el Ángelus de este primer domingo de septiembre, un nuevo Consistorio para la creación de 13 nuevos Cardenales, el mismo que tendrá lugar el próximo 5 de octubre:
Queridos hermanos y hermanas, el próximo 5 de octubre tendré un Consistorio para el nombramiento de 10 nuevos Cardenales. Su procedencia expresa la vocación misionera de la Iglesia que continúa proclamando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra.
(En Vatican News)


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Nota de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba



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ver en el blog
Mons. Juan conoce de su nombramiento como Cardenal, al ser felicitado por Mons. Wilfredo Pino
La "Toma de la Habana" por un arzobispo camagüeyano (por Carlos A. Peón-Casas)
Felo, el perro que recibió a Mons. Juan García en La Habana
Mons. Juan García: "Que nadie golpee a nadie, que nadie dañe a nadie"
Mons. Juan García toma posesión como arzobispo de La Habana
Mons. Juan García se despide de Camagüey
(Arzobispado de Camagüey. Nota social) Almuerzo de despedida de Mons. Juan García
Mons. Juan García nuevo arzobispo de La Habana
Mons. Juan García en sus propias palabras (Video)
Card. Jaime Ortega: "No quiero que sientan este momento como una despedida, permanezco cercano, me quedo entre ustedes"
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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