Friday, May 5, 2017

Mons. Dionisio García: "Quien se fue del país, por el motivo que sea, si sigue queriendo a Cuba esa persona es cubana"

(ZENIT – Roma, Abr. 2017).- “Fue un encuentro entre pastores, sí, fue muy natural, como cuando nosotros nos reunimos entre obispos para hablar de lo que cada uno tiene, claro aquí con el obispo Roma, con toda su experiencia de pastor desde hace años, en Aparecida. Nos reencontramos con Pedro, como un Pedro muy cercano”. Y precisó: “como ha sido con los tres papas que he conocido siendo obispo”.

Lo indicó este jueves el arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dionisio García, presidente de la Conferencia de Obispos Cubanos en una conversación con ZENIT, al narrar el encuentro que tuvieron esta mañana con el Papa Francisco, en el Vaticano.

“Mire, hablamos de todo, de los pastores, los fieles, del catecumenado, sobre la composición de la comunidad, de las casa de misión, de la posibilidad de evangelizar” y señaló además que “vinimos a encontrarnos con los dicasterios” y percibimos que cada uno de ellos “tiene mucha competencia” y también “mucha sintonía con el papa Francisco”.

Sobre la actual situación en Cuba, Mons. Dionisio habla con soltura, indicando que las cosas han cambiado mucho en los últimos años, sin negar que existen dificultades.

Indica por ejemplo que en las épocas difíciles, “muchas familias tenían miedo de entrar en la iglesia, a los bautizos, de que les vieran juntos allí”. En cambio ahora “los bautizos son colectivos porque hay pocos sacerdotes y estamos acostumbrados a eso. “Y si diez se bautizan hay 150 presentes, claro, no necesariamente católicos, pero sin temor”.

Añadió que “cada día hay mayor tolerancia”, porque “en los años difíciles del estalinismo y de la poca libertad religiosa, parecía que el pueblo cubano no era creyente, pero eso era falso, la gran mayoría de los cubanos cree en Dios”, indicó, y si bien reconoce que “tantos no son católicos, es un abanico enorme de creencias”. Si bien están aquellos para quien “la Iglesia es su referencia en cuanto al bautismo, la misa por los difuntos, las celebraciones particulares”, otras personas en cambio son cristianos, evangélicos y de otras creencias.

Señaló que “en el pueblo cubano está muy arraigada la devoción a la Virgen de la Caridad”, y que “creen en Dios”. Interrogado sobre la libertad religiosa precisó que “se puede predicar en los templos y en las casas de misión y se realizan peregrinaciones casa por casa”. Así, “la Virgen de la Caridad, sintetiza los mejores ideales del pueblo, que siente a la madre que les acoge”, dijo.

Sobre el viaje apostólico del papa Francisco a Cuba señaló que fue el más sentido porque es latinoamericano y porque se habla mucho de él en la radio, mientras que en los viajes anteriores la gente sabía muy poco sobre quién era un pontífice. Por ejemplo “el día que llegó Juan Pablo II oímos por primera vez el himno del viaje”, narró, y con Benedicto XVI “tuvimos problemas para colgar los carteles”.

Interrogado sobre los cubanos en Cuba y los cubanos en el exilio, indicó que “como pastores no podemos olvidar a los católicos cubanos que se han bautizado en Cuba, defendemos a quien se fue del país por el motivo que sea, si esa persona sigue queriendo a Cuba esa persona es cubana. Cuando pedimos por los cubanos pedimos por los que están en Cuba y fuera de Cuba”. En cambio, explicó que desde el punto de vista canónica “un cristiano que vive en Manila depende de esa diócesis”. (Leer texto completo)

En Memoria de Margarita Saa

Margarita at her Academy of Ballet in Philadelphia

Ramona at the National School of Ballet in Cuba
Fotos/PBS
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Thursday, May 4, 2017

Arzobispo de Santiago de Cuba: “Cuba está esperando cambios. Está esperando cambios...”


VATICANO, 04 May. 17 / 02:29 pm (ACI).- Los Obispos de Cuba, en visita ad limina en Roma, fueron recibidos por el Papa Francisco en el Palacio Apostólico de la Santa Sede este jueves 4 de mayo.

En declaraciones a Radio Vaticana, Mons. Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, destacó la importancia de mantener una relación fluida con la isla porque “Cuba está esperando cambios”.

“Algunos cambios se producen más velozmente que otros, pero nosotros los cubanos, cualesquiera que sean nuestras ideas personales, nos damos cuenta de que el pueblo puede vivir en mejores condiciones espirituales y materiales, y que las cosas deben cambiar”.

En cuanto a la religión, Mons. García Ibáñez afirmó que “existe una apertura en el sentido de que hay una mayor comprensión del hecho religioso, y el pueblo puede expresar la propia fe”.

Además de Mons. García, también estuvieron presentes el Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo Emérito de La Habana; el actual Arzobispo de la capital cubana, Mons. Juan de la Caridad García Rodríguez; y Mons. Wilfredo Pino Estévez, Arzobispo de Camagüey. (sigue en ACI Prensa)

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Leer entrevista completa en Radio Vaticana

Cómo enseñar a los niños el concepto de felicidad (por Christina Balinotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada a la familia por la Dra. Christina Balinotti (https://www.facebook.com/christina.balinotti), quien ha aceptado la invitación a compartir cada jueves, un tema relacionado con su proyecto Universidad de la Familia, programa académico extenso de 45 semanas, en la Humboldt International University. Los libros de la Dra. Christina Balinotti se pueden adquirir en Amazon en este enlace.
Para información e inscribirse en el programa puede acceder en este enlace. Para comunicarse puede escribir a Universidaddelafamilia.miami@gmail.com

Resumen de la decimoquinta conferencia ofrecida por la Dra. Christina  Balinotti en Humboldt International University, como parte del ciclo de conferencias semanales y promocionales del programa académico Universidad de la familia, Ahora si auspiciado por HIU y Miami Dade County, división Parents Academy, fundado y dirigido por la Dra. Balinotti.


Aristóteles decía que todos estamos de acuerdo en que deseamos ser felices, pero en cuanto intentamos explicar cómo podemos serlo comienzan las discrepancias.

Un símbolo frecuente de la felicidad es el conocido emoticón amarillo con una sonrisa dibujada. Si navegamos Internet encontraremos, además, cientos de frases hechas, clichés y slogans que repetimos y posteamos hasta el cansancio. Sin embargo, ¿somos capaces de definir la felicidad en su dimensión profunda y ponernos de acuerdo eliminando discrepancias? ¿Qué significa más allá de las etiquetas sociales? Me gustaría contribuir con algunas ideas extraídas de la filosofía y la psicología que arrojen luz al escurridizo y polifacético concepto de felicidad y cómo enseñarlo a nuestros niños.

Comenzaré señalando las diferencias existentes entre la concepción occidental y la oriental de la felicidad. En esta parte del mundo la felicidad es sentida como una emoción y, como tal, estado de ánimo pasajero. Euforia, alegría, exaltación. En cambio, para los orientales, constituye un sentimiento y, por ende, un afecto tranquilo, pensado y permanente. Desde el punto de vista neuropsicológico dichas diferencias, en efecto, existen.

Emoción y sentimiento no son sinónimos a pesar de sus similitudes. Las emociones constituyen reacciones, básicas primitivas y automáticas del organismo ante un estímulo externo. Un conjunto de respuestas neuroquímicas y hormonales. Tienen una duración que va desde un segundo a varios minutos. Se procesan en el cerebro límbico o emocional y se expresan en el cuerpo de manera involuntaria. Si te regalan un auto o ganas la lotería, inmediatamente, una revolución química ocurre en tu organismo. El ritmo cardíaco y la respiración se aceleran, te sonrojas, sientes ganas de llorar, en este caso, de alegría. Algo parecido ocurre si recibes una mala noticia o percibes algo que consideras desagradable. Ahora bien, ¿cómo se trasmuda la emoción en sentimiento? Diremos que la emoción experimentada se traslada al neo córtex o lóbulo frontal. Zona en la cual se produce el pensamiento, el cerebro que nos hace humanos, como les comentara en una de mis charlas anteriores. Allí la emoción se transforma en palabras y pensamientos. Implica pensar y reflexionar de manera consciente acerca de la experiencia emocional sentida. Además de evaluar a qué otras experiencias nos recuerda esa situación con lo cual estamos en presencia de un sentimiento. La felicidad es en conclusión, un sentimiento.

Resulta interesante subrayar que Aristóteles y Epicuro comparten una concepción similar y subjetiva de la felicidad basada en la armonía de los átomos del cuerpo. El filósofo estagirita distinguía entre placeres en el movimiento y placeres en el reposo. Epicuro, profundizando esta categorización, afirma que, los primeros agitan, alocadamente, los átomos del cuerpo, mientras los segundos facilitan su orden y disposición. El estado natural del hombre, dice, es la felicidad, vale decir, el equilibrio de los átomos del cuerpo. Que a uno no le pase nada excitante no significa que nuestra vida es aburrida y chata, sino feliz. Una armonía integral. Sinfónica del alma en la cual ningún instrumento desafina. En este sentido la etimología de la palabra felicidad agrega mucho al respecto. Desde el latín significa fecundo, beneficiado por la fecundidad. Desde el indoeuropeo, mamar, amamantar. Evoca la fertilidad y el alimento, lo maternal como eje primordial, basamento de toda vida.

Occidente privilegia, entonces, el placer en movimiento y Oriente el placer en el reposo. Los valores que se desprenden de ambas visiones son, en consecuencia, diferentes. De este lado del mundo la felicidad nos viene de afuera. Es objetiva y garantizada por la cantidad de dinero acumulado, la cantidad de amigos, éxitos y likes en Facebook. Alcohol, viajes y compras, más y más de lo que ya tenemos. La filosofía Oriental, por el contrario, la considera algo subjetivo. Una cualidad que nace del interior reflexivo de la persona. Esta es la clase de felicidad que debemos inculcar a nuestros hijos. Contrapeso cultural ¿Cómo? Con nuestro ejemplo de vida. El Psicólogo Albert Bandura, profesor emérito de la Universidad de Stanford concluyó luego de su experimento, The Bobo doll, que los niños aprenden observando a los demás. Y aquí entra en juego la autoridad experta. Aquella que enseña a través del ejemplo. ¿Recuerdan?

Claro que, para que este sentimiento de equilibrio interno se desarrolle, debemos tener cubiertas, en primer término, una serie de necesidades humanas básicas e ineludibles. Sin la satisfacción de dichas necesidades, huecos abiertos quedarán en nuestro interior. Vacíos que, de manera inevitable, buscaremos llenar con objetos materiales y situaciones que llegan del afuera. El psicólogo Abraham Maslow diseñó, a tal efecto, la pirámide de las necesidades humanas. Cuatro niveles de necesidades que una vez satisfechas, nos lanzan hacia la plenitud de la autorrealización personal o felicidad. En el primer nivel se encuentran las necesidades fisiológicas, aquellas que garantizan la supervivencia, agua, aire, comida, salud. El segundo nivel lo representa la necesidad de asegurar las primeras. Pasamos luego a la necesidad de ser aceptado en sociedad. Claro que, primero debemos ser aceptados y amados por nuestros padres. Esperados con ansias, programados. No ser el producto de un accidente si no de una decisión consciente. Por último, alcanzamos la estimación. Amor, respeto reconocimiento. Siempre y cuando nos hayamos sentido amados, respetados y reconocidos por nuestros padres. ¿Esto significa que dejamos al niño hacer lo que desea? ¿Sin límites ni reglas? Todo lo contrario. Recuerden aplicar lo que denomino amor responsable.

En la cúspide de la pirámide se encuentra la autorealización, producto del desarrollo paulatino de la autoestima básica a expensas de la gradual satisfacción de los imperativos bio-psico-sociales mencionados más arriba.

Hay dos clases de autoestima, una básica, estructural, columna vertebradora de nuestra personalidad y una autoestima circunstancial favorecida por las circunstancias de la vida. Despido laboral, fracaso universitario, muertes de seres amados, enfermedades. En definitiva, las crisis que a todos de una u otra forma nos ocurren. La autoestima básica es como el tronco fuerte de un árbol. Vientos y tempestades lo azotan pero no lo derriban.

Qué sucede en el caso de un niño que, a pesar de tener una vida plena, con padres que lo aman, respetan, reconocen y contienen en un marco de reglas familiares se siente abatido, aburrido sin ganas de ir a la escuela o realizar sus actividades preferidas. Esto vale para ti también, mamá o papá. En este caso sería adecuado atribuir el hecho a factores de índole biogenéticos que pudieran influir en su conducta. Déficit en ciertos neurotransmisores, tal vez, disparado por un estresor socio-ambiental, la escuela, los profesores, los amigos, muerte de un familiar amado o de una mascota. En este caso, será conveniente consultar al médico primario para que conduzca las derivaciones correspondientes.

¿Qué aprendimos hoy? 

1. Aprendimos, sobre bases psicológicas y filosóficas, que la felicidad es un sentimiento. Proviene de nuestro interior y, por lo tanto es subjetivo. Eduquemos a nuestros hijos en la valoración de lo permanente, lo íntimo del ser. Lo inmaterial. Apreciar los sentimientos y controlar y reconocer emociones. Todo lo material, efímero lo aprenderán de la cultura y es inevitable que así sea.
2. Comprender que una sólida autoestima básica lo protegerá del peligro de perder su equilibrio interno ante las crisis de la vida.
3. La importancia de satisfacer las necesidades básicas del niño que comienzan en lo biológico y culminan en lo social y se extienden a lo largo de toda la vida adulta. Su satisfacción constituye un antídoto y la primera vacuna que debemos administrar a nuestros hijos.

Hasta la próxima conferencia. Gracias por su atención.



 

Christina A. Balinotti: Escritora, Personalidad de Televisión y Radio. Experta en temas de Cultura y Psicología. Mujer de la Semana 2015 CNN Español. Pionera del Movimiento y Organización Femenidad Holística.

Fundadora/Directora del programa académico Universidad de la Familia, Ahora Sí, Miami 2016.

Ballet performance en La Habana

 

Wednesday, May 3, 2017

La verdadera historia de Robinson Crusoe (por Georges Ferdinandy)

Relato incluido en el libro El niño perdido (Editorial Silueta, Miami 2017). Se puede adquirir en Amazon en este enlace.



Es un hecho que, a petición del editor, y cediendo a mi débil carácter, introducía desde el principio innumerables cambios menores en mi historia bien conocida. ¡Qué más da! Los que tienen ambiciones saben que detrás de los logros se esconde siempre toda una gama de compromisos. Para que llegue a la luz lo esencial, en general se falsifican los detalles.

Sin embargo, cuando, hace poco, volví a leer las aventuras de mi juventud, me di cuenta de que se trataba aquí de algo más que de arreglos menores. Para lograr la gloria tan deseada, traicioné no sólo los detalles, sino también lo esencial.

He ahí por qué reanudo ahora mi interrumpida correspondencia con el editor de la historia de mi vida, echando al mar, botella tras botella, las correcciones a continuación. En la desembocadura del Orinoco, llueve desesperadamente. El vapor salado chorrea en los cristales de mis anteojos oxidados.

Acurrucado en la cabina de mi barco abandonado, temblando de fiebre, trato de salvar mi reputación.

***
Comienza mi historia afirmando que, para desesperación de mis pobres padres, quise ser marino desde mi más temprana edad. El peligro me atraía como si fuera un imán.

Es una forma de empezar inteligente, pero falsa. La verdad es que me fui por el mundo debido a la insistencia tenaz de mi madre. Fue a pesar de mi temperamento y de mis designios como me desposé con la aventura. El siete de diciembre de 1956, el día de mi partida, se consumó el viaje fatal de mi existencia. Más tarde, guiado por una desazón inexplicable, cambié esta fecha, como la mayoría de las fechas que aparecen en mi obra.

Es verdad, sin embargo, que la suerte se puso de mi lado. Poco más tarde, hubiera podido volver, ¡para qué negarlo! Pero ya me había envalentonado: después de atravesar el Rin, quise ver París.

En la Galia, fui seducido al instante por una joven. La primera a la que me unió el destino. A petición de mi editor, guardé silencio acerca de este episodio. Con toda razón: para mi historia, no tuvo consecuencias.

Ocho años más tarde, continué mi camino. Navegaba hacia el Nuevo Mundo en compañía de negreros cuando una tormenta, ilustrada con tanta insistencia en las ediciones sucesivas de mi viaje, me obligó a recalar en una isla desierta.

Nótese que no quería vender a los esclavos. Muy al contrario, pensaba en su liberación. Una locura de juventud que sería perniciosa esconder.

El naufragio desbarató mis proyectos.

***
Cuando la tempestad se calmó, vi a nuestro barco encallado a una milla marina de la costa. En una primera fase de mi nueva existencia, acercándome nadando, poco a poco recuperé el material necesario para sobrevivir.

Transportaba a tierra la carne seca y el ron, luego Céline, Cendrars, y Camus, encontrados en la biblioteca del capitán. Más tarde, mi editor eliminó estos detalles dándolos por inútiles.

Los reemplacé por pólvora, armas y utensilios.

En una palabra: puse bajo seguro mis reservas, lo que en una isla desierta puede hacer que la vida sea, incluso, aceptable.

Con la llegada de la estación de las lluvias, el barco desapareció en la neblina. Así que me olvidé de él. Ya no me sentaba en la costa para observar el horizonte. Tenía otras cosas que hacer.

En esta segunda fase de mi existencia de náufrago, descubrí el interior de la isla. Construí una casa, la cerqué. Fabriqué mesa y sillas rudimentarias. Terminados mis trabajos, me senté y empecé a redactar el diario que hoy conocen todos los niños en edad escolar.

Y los años pasaban. Poco a poco, me cansé de esa lucha cuyo único resultado tangible eran mis apuntes. ¿Escritos para qué? ¿Escritos para quién?

***
En mi biografía ni se menciona que fui torturado por diversas enfermedades: en primer lugar, la malaria y las fiebres tropicales de toda índole. Más de una vez creí que iba a perecer como un gusano. Luego, recobraba fuerzas. Al final de la estación de las lluvias, eliminaba de mis notas los pasajes intolerables escritos bajo el efecto de las drogas.

Tengo que confesar que, entre tanto, me entregué a la bebida. Mezclaba con leche de coco el ron de las reservas del capitán. Cada noche, entre la puesta del sol y la salida de la luna me emborrachaba. Otros pueden decir lo que quieren de este vicio, pero yo le debo mi vida.

Un día, en lo más profundo del desamparo, me puse a leer una Biblia encontrada en la cabina del capitán, y que ese pobre viejo probablemente nunca tocó. No saqué mucho provecho. No entré en una iglesia desde el día en que mis compañeros, los monaguillos, robaron las limosnas y estrangularon al párroco con el cable del teléfono.

Pues sí. No era el alegre leñador que presentan mis notas.

El tiempo pasó; cada día me aventuraba menos en el interior de la isla. Ni me tomaba ya la molestia de sentarme a la orilla del mar cuando caía la noche. Y esto, a pesar de que, durante la estación seca, se percibía una sombra en el horizonte. Una lengua de tierra sin duda, o quizás mi buque que, de vez en cuando, emergía de las ondas.

Tenía un papagayo, le enseñaba a hablar. Fue una de mis pocas alegrías ver a ese pequeño animal afectuoso posarse sobre mi hombro, y, ––¡Robinson! ¡Robinson! –llamarme por mi nombre que no oía desde hacía tanto tiempo.

***
Hacía ya veintitrés años que moraba en la isla, cuando un acontecimiento inesperado tiró por tierra mi vida al fin y al cabo tan serena. Una mañana, encontré huellas de pies humanos en la arena de la playa. Mi descubrimiento fue seguido por otros. Hasta el día en que le salvé la vida a Viernes, mi futuro compañero.

Así comenzó la mentira que degradó en un cuento para niños mi lamentable historia. Porque los caníbales no devoraban los tendones correosos de sus enemigos en sus banquetes repugnantes. Organizaban sus incursiones en compañía galante, como suelen hacerlas los hombres en el mundo entero. El hecho de que sacrificaran a sus víctimas al final de sus orgías era parte de su espontánea naturaleza. ¿Es sorprendente que yo observara excitado sus curiosas festividades?

Para mi libro, tuve que cambiar estos pasajes indecentes. Las graciosas indígenas se convirtieron así en guerreros sombríos, y Lunes –éste fue el nombre que le puse a mi dulce presa– en Viernes, el buen salvaje bien conocido de los niños.

Un lector sagaz hubiera adivinado que este ser suave y sumiso pertenecía al sexo opuesto. Tenía un pelo largo y liso, su piel era de seda, sus ojos, grandes y brillantes. Pero mis lectores no eran más que niños inocentes.

Cuando la apresé, y ella se arrodilló en la arena para abrazar mis rodillas, yo temblaba como las palmas agitadas por los vientos alisios.

Trato de atenerme a los hechos: a fin de cuentas, mi historia es una crónica. Lunes aprendió a vestirse, a hablar mi idioma. En la medida de lo posible, hice abstracción de su sexo. Ni en sueños hubiera pensado que, falsificando la verdadera naturaleza de nuestra relación, castraba la historia de mi vida.

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Cualquiera podría imaginar que, después de veintitrés años de abstinencia forzada, la vida de un joven macho se convertiría en una orgía ininterrumpida. Sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas. Me acostumbraba a la vida conyugal paso a paso, por decirlo así, y, cuando al fin mis coitos abundantes llegaron a ser cotidianos, en lugar de felicidad, fue una profunda tristeza la que se apoderó de mi espíritu. Empecé a echar de menos los ensueños apacibles de mi vida solitaria.

¡Cuántas veces me imaginé lo que hubiera sido mi existencia si Lunes hubiera sido Viernes, un varón! Pero mi esclava era una mujer, una auténtica mujer, que no tardó en tomar las riendas en mi paraíso terrenal.

Ya no temblaba a cada disparo de mi escopeta. Quería que cazáramos indígenas, que ella prepararía luego a la brocheta. Tuve que rendirme a la evidencia: aunque me lo había jurado, nunca perdió las ganas de devorar carne humana, como lo había hecho en su país.

Si me hubiera limitado a describir sus transformaciones, no hubiera tenido que inventar nuevos personajes para hacer avanzar el relato. Como el padre de Viernes, ese anciano ridículo. Pero mi editor tenía un miedo cerval de los movimientos feministas. Según él, nuestro libro no debía convertirse en una historia que motivara sus críticas.

Así sucedió, y ahora ya es tarde para lamentarme. Como consuelo, me digo que todos conocen bien las peripecias de Adán y Eva.

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Fueron tiempos difíciles. Al principio, varón cándido, intenté –a veces severo, a veces complaciente– hacer volver el curso de nuestra vida a su cauce original.

Pero mi isla ya no me pertenecía, y, con el paso de los años, mi pequeña Lunes, tan graciosa y dulce, se convirtió en una furia espantosa.

Jamás olvidaré el día en que, bajo pretexto de reorganizar la casa, rajó y quemó mi viejo escritorio, testigo de tantos esfuerzos y de tantas ilusiones. Con una escopeta bajo el brazo, buscaba mi diario que, por una intuición muy acertada, consideraba como su peor enemigo.

Una tarde, después de una larga ausencia, me senté otra vez en la playa. El viento soplaba, y, cuando la bruma se disipó, vi en el horizonte a mi barco, en su lugar de siempre, a una milla marina de la costa, encallado en las rocas.

El día siguiente, atravesé nadando la bahía, cargando sobre la cabeza mis apuntes. Así fue como se inició la tercera fase de mi vida de exiliado. Poco a poco, me puse a transportar a bordo mis efectos miserables: mis libros y mis utensilios.

Lunes no se dio cuenta de esas maniobras, y yo me envalentonaba, y pasaba más y más tiempo en la cabina del capitán, redactando mi diario interrumpido por tantos años.

He aquí como una mentira engendra otra. Ese tercer período de mi vida ni se menciona en la novela.

Entretanto –¡cuán inocente se puede ser!– aún soñaba que nuestra pesadilla había de terminarse algún día, y que Lunes volvería a ser la dulce esclava del principio. Le escribí cartas. Para ella, que no sabía leer. Componía poesías de amor. En mis regresos a la isla, se las recitaba. Ella me escuchaba distraída. Impasible, hacía girar, pedaleando, la piedra de afilar y amolaba nuestros cuchillos.

Un día arrojé al fuego todas aquellas tentativas ridículas. Así fue como terminó mi carrera de enamorado. Lunes descendió, una vez más, de la afiladora, y colocó sobre la mesa los cuchillos pulidos y desenfundados.

Ese día no gritó. Me examinó atentamente tocando mi pecho con suavidad. No había duda: tenías deseos de carne humana. No hay mejor manera de manifestarlo: sentí que mi último día se acercaba.

Al alba siguiente, hice un petate con el resto de mis pertenencias, y, antes de que se levantara el sol, cuando mi mujer estaba durmiendo todavía, roncando ruidosamente, de puntillas, como un ladrón, abandoné la isla.

Instalado a bordo, vi todavía por un tiempo la silueta robusta de Lunes que iba y venía gesticulando en la playa, profiriendo injurias en dirección al barco. Pero luego la estación de las lluvias volvió, cubriendo con un velo espeso el lugar de mi exilio, esa isla que por poco hubiera podido amar.

De ahí en adelante, todo es del editor. La guerra contra los caníbales, la sublevación de los marinos ingleses, todas esas cosas no son sino productos de su imaginación. De una imaginación pobre: después de cuarenta años de exilio, ningún ser sensato se dejaría involucrar en aventuras de esa índole.

Lamentablemente, es también obra de la fantasía la vuelta feliz a la patria, descrita al final del volumen, que es con la que sueño todavía en mis momentos de debilidad.

Guste o no, esta es la verdadera historia de mi vida. 



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Tuesday, May 2, 2017

Orlando Salgado y Marta García, un pas de deux de la vida real (por Baltasar Santiago Martín)


Orlando Salgado Bermúdez nació en San Antonio de los Baños, Cuba, en 1952, pero su familia se mudó para el reparto Mantilla de la capital cubana cuando él tenía 7 años, y unos meses después de haber cumplido los 9 ingresó en la Escuela Nacional de Arte (ENA), como él mismo cuenta en la entrevista que le hice desde Miami vía email.

El nombre de Orlando Salgado está indisolublemente ligado al de Marta García, su esposa durante 39 años; un ejemplar pas de deux de la vida real, que tanto en la escena –en su carácter de primeros bailarines del Ballet Nacional de Cuba (B.N.C.) en su época de oro– que como pareja sentimental escribieron una hermosa e inspiradora historia de amor, profesionalismo, rigor e integridad como artistas y como seres humanos.

Tuve la suerte de conocer y tratar a su hermano Francisco Salgado (E.P.D.) –quien también fuera una destacada figura del B.N.C. –, y gracias a él llegó a mis manos el libro de Marta, titulado Danzar mi vida, publicado en Madrid, España, por la Editorial Cumbres, dirigida por mi querida amiga Mayda Bustamante, a quien solicité que me ayudara a entrevistar a Marta y a Orlando, pero, a pesar de su respuesta afirmativa, lo fui dejando erróneamente “para más adelante”, y ahora, en vez de ser una entrevista con los dos, como todos hubiéramos querido, tuve que hacerla con Orlando en solitario, porque ya Marta, desgraciadamente, está en otra dimensión.

Orlando, ¿qué querías ser de pequeño antes de decidirte a estudiar ballet?

En realidad, no tenía una idea fija ni determinada. Me gustaba mucho la carpintería, ya que mi padre era un buen carpintero y estaba más ligado a ese oficio. Recuerdo el olor a madera muy agradablemente.

Nosotros, tres hermanos, no sabíamos qué era el ballet; éramos una familia de muy pocos recursos económicos y sin tradición alguna en el arte, y menos en el ballet. Nacidos en San Antonio de los Baños, hacía poco tiempo que nos habíamos trasladado a vivir al reparto Mantilla en la ciudad de La Habana. Al irse a inaugurar la Escuela Nacional de Arte de Cubanacan en el año 1962, se hace la convocatoria en los periódicos para las audiciones a las distintas manifestaciones artísticas que se estudiarían allí. Mi madre ve una posibilidad de que estudiáramos y de un alivio económico para ella. Por supuesto que mi madre inscribió a mi hermana Nancy (un año mayor que yo) para ballet, y a mi hermano Francisco (más conocido por Panchy, un año menor que yo) y a mí en música, específicamente violín.

El caso es que ese día en que mi madre con nosotros tres fue a la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC) para que le hicieran las pruebas físicas a mi hermana (se presentaban muchas niñas y ningún varón), a mi hermano y a mí nos cambió el destino totalmente. Mi hermana no fue aceptada, y mientras la esperábamos sentados en el portal de la casa colonial del BNC, Laura Alonso nos descubrió, preguntándonos qué hacíamos allí, a lo que le respondimos el motivo de nuestra presencia, entonces Laura le pidió a mi madre que si no le importaba que nos hicieran la prueba física y de ritmo para estudiar ballet, y mi madre le respondió que no había ningún inconveniente (creo que pensando que sería una cosa sin ninguna seguridad ni posibilidad). Laura nos coge inmediatamente por los brazos y nos lleva al salón de ballet y allí, Rodolfo Rodríguez (en ese momento primer bailarín y partenaire de Alicia Alonso) y ella nos hacieron la prueba requerida, ¡y el resultado fue que la pasamos satisfactoriamente! Laura le comunicó a mi madre que habíamos aprobado y que si ella quería, la semana siguiente ya podíamos estar becados en la Escuela Nacional de Arte (ENA) como estudiantes de ballet, pero mi madre por supuesto le hizo saber que la decisión final la tendría mi padre cuando le consultara. Pues para sorpresa de todos, la respuesta de él fue de que daba su consentimiento.

Y como dije antes, ese día nos cambió el destino y el futuro, para bien, a mi hermano Panchy y a mí.

¿Te acuerdas del momento en que descubriste tu don para la danza?

Pues debido a esa situación sui generis de cómo llegamos al mundo del ballet (que en ese primer grupo fue casi igual en su totalidad) el descubrimiento fue paulatino; fuimos acercándonos cada día más a ese arte a medida que lo estudiábamos e íbamos conociéndolo, también por las visitas que organizaba la escuela a las funciones del BNC. Y que a partir de los tres años de estudio participábamos en diferentes pequeños papeles junto al BNC en sus funciones y eso nos fue absorbiendo sin darnos cuenta en ese mundo mágico y sublime que es el ballet y el teatro.

¿Cuál fue el mejor consejo que te dieron tus padres?

De que, aunque existían esos estúpidos prejuicios acerca de que el ballet afeminaba a los hombres, ellos sabían qué éramos y como pensábamos nosotros, y eso nos dio, aparte de un gran apoyo, una seguridad y una tranquilidad absoluta.

¿Qué miedos has tenido que vencer para poder sobresalir en tu carrera y en tu vida?

Hablo por mi experiencia personal, pero también por las vivencias que he tenido durante muchos años con innumerables compañeros de profesión. El ballet es un arte muy difícil para llegar a dominar su técnica, necesita muchos años de un enorme trabajo y aprendizaje, además de una gran disciplina, pudiéramos decir que se realiza de una forma física completamente diferente a como es el cuerpo humano, por lo tanto, siempre estamos en constante trabajo de superación y dominio de ese instrumento que es el cuerpo del bailarín. Cuidar ese cuerpo-instrumento, pero a la vez exigirle más y más, es uno de los miedos a los que se enfrenta el bailarín cada día, pues debe cuidarlo inteligentemente, sin maltratarlo; evitar graves lesiones para seguir siendo mejor, pero a la vez, para que le dure lo más posible.

Otra cuestión es la superación constante, y a medida que vas ganando en nivel profesional, en categoría, debes ir tratando de que no se detenga ese nivel, ya que a partir de ese gran nivel te evaluarán también muy diferente y de forma más exigente.

Es difícil llegar, pero mantenerse arriba es aún más difícil.

No tenemos esa ventaja como el pintor o el escritor por ejemplo que van haciendo su obra y al terminarla, ya queda permanente en el lienzo, cartulina o papel. Nuestro arte es efímero y estás luchando constantemente con el físico, y lo que trabajaste en muchas horas de ensayo y muchos días muy duramente para una o varias funciones, al poco tiempo debes volver a realizarlo para seguir dominándolo y obtener buenos resultados.

En la vida personal, querer ser buena persona siempre y la búsqueda e intención constante de encontrar la felicidad. En mi caso la pude encontrar con la gran dicha y privilegio que he tenido de estar 39 años de una relación bellísima y amorosa con Marta García, a la que además de amarla mucho, la admiré y disfruté como esa gran artista y persona que fue.

“Entre el dolor y el gozo” es una sentencia que le escuché decir a un bailarín; ¿ese ha sido tu caso?

Por supuesto, ya te hablé de lo duro y doloroso que puede ser esta carrera, pero también ese gozo enorme que te da el recibir del publico sus aplausos y sus recuerdos imborrables de cuando te veían y admiraban, llevándolos guardados en sus corazones; eso es lo máximo para un artista.

¿Cuáles han sido tus personajes favoritos en tu carrera como bailarín?

Indiscutiblemente que tengo que empezar por el Don José del ballet Carmen, del coreógrafo Alberto Alonso. Después de haber interpretado mucho su cuerpo de baile acabado de entrar al BNC y después de interpretar el personaje de Escamillo (el torero) que también disfrutaba hacerlo, llega a mí el personaje de Don José, rol que me dio muchas alegrías y satisfacciones a nivel artístico y personal. Lo interpreté junto a Alicia Alonso por muchos años, tanto la obra completa como el pas de deux en muchos grandes e importantes teatros del mundo, así como en lugares de menor fama, plazas públicas, etc., además de interpretarlo y participar en su montaje con otras compañías de nivel internacional, obteniendo excelentes comentarios de importantes críticos y periódicos del mundo. También tengo que incluir al Albrecht, del ballet Giselle, entre los grandes clásicos y los tradicionales.

Por supuesto ese ballet de cuatro bailarines llamado Canto vital, de Azary Plisetski, que jugó un importantísimo espacio en mi carrera, como también en la confirmación de la existencia de un alto nivel en los bailarines hombres del BNC, que indiscutiblemente ha sido como una semilla para el gran desarrollo de la danza masculina en Cuba.

¿Cuándo y con qué bailarina fue tu debut como Albrecht?

Tengo la fecha un poco borrosa, pero creo recordar que fue en el año 1972; lo que sí recuerdo con seguridad es que fue con la primera bailarina Loipa Araújo.

  
¿Por qué es tan difícil de bailar ese personaje?

En los ballets tradicionales, la mayoría de las veces, la parte de más importancia, más destaque y peso lo lleva la bailarina, pero en el caso de Albrecht en el ballet Giselle, este personaje reúne una serie de retos muy difíciles, pero muy bellos, tanto como intérprete que como actor, ya que es un príncipe que se disfraza de campesino y debe tratar de ser lo que realmente no es, para así engañar a su nuevo capricho, la joven y bella Giselle, y sin darse cuenta se enamora de ella; entonces deja de ser un capricho al punto tal de que al ser descubierto por el guardabosque Hilarión y desenmascarado delante de su corte y su prometida, se les enfrenta por encima de cualquier consecuencia.

En el segundo acto va convencido y enamorado a pedirle perdón a Giselle a su tumba, a pesar de saber que las wilis toman venganza y hacen bailar a los hombres hasta morir. En el trabajo como partenaire es complicado, difícil, de mucha fuerza y resistencia, y muy demandante por supuesto de la parte técnica de ballet académico que requiere seguridad y destreza. Así que para mi criterio demanda ser buen actor, buen partenaire, ser fuerte y dominar la técnica clásica.

Me imagino que ser el Albrecht de Alicia Alonso después de la salida de Jorge Esquivel del Ballet Nacional de Cuba (BNC) fue un gran reto para tu carrera debido a la debilidad visual de Alicia; ¿cómo lograste ser su partenaire con tanta aparente facilidad?

Yo ya había bailado mucho con Alicia en el momento de la salida de Jorge Esquivel del BNC, incluso había bailado el segundo acto de Giselle estando él en la compañía. así que tenía parte del trabajo adelantado. Sabes que la primera vez que bailé como partenaire con ella yo tenía 19 años, y la última tenía 40 y algo. Así que conviví con ella ese proceso de su debilidad visual por mucho tiempo y ya sabía cómo poder bailar y cumplir con la misión o función de partenaire. Fue una gran enseñanza que me sirvió también para ser mejor con las demás compañeras de baile que tuve.

Has bailado con muchas primeras bailarinas de distintas generaciones y escuelas, ¿qué le aportó esa gran variedad de compañeras en escena a un primer bailarín como tú?

Cada bailarina es individual y muy diferente, aunque haga el mismo papel del mismo ballet que otra, y en una época en el BNC éramos pocos los primeros bailarines y bailábamos mucho con todas las primeras bailarinas, lo que ciertamente fue una escuela importantísima para el dominio de la técnica del pas de deux, pero además venían bailarinas a los Festivales Internacionales de Ballet sin compañero y solicitaban un partenaire del BNC. Ese intercambio de diferentes escuelas y disímiles versiones coreográficas nos aportó mucho también. Ya se hablaba de la calidad y fuerza del partenaire de la escuela cubana de ballet.

¿Crees que existe una cierta correspondencia entre la forma de bailar y la personalidad del bailarín?

Por supuesto, el bailarín refleja su personalidad en la escena cuando interpreta. Aunque haga personajes de cortes muy distintos, siempre su médula, su interior, lo llevará a ser único y diferente. Puede ser a veces más notorio, en otras menos, pero interpretas como eres; tu calidad humana, tu cultura y tu sensibilidad también afloran, independientemente de la técnica y de la parte interpretativa.

¿Te resultó muy difícil tomar la decisión de dejar de bailar?

Pues sinceramente no, tampoco a Marta, fui un bailarín que ha tenido una carrera activa muy larga, cosa no muy común entre los bailarines hombres. Bailábamos mucho y viajábamos mucho también. Creo que fue un proceso mental y físico, lógico y de total convencimiento. Llega un momento en que empiezas a sentir que es más duro físicamente y que las fuerzas no son ya las mismas, aunque en el BNC podíamos adecuar el repertorio a nuestra edad y profesionalismo; cosa muy importante para determinados roles que requieren una personalidad, experiencia y peso escénico. No hay ninguna frustración, sino mucha satisfacción por lo vivido y bailado.

¿Cuándo, cómo y por qué decidiste trabajar y vivir fuera de Cuba?

Fue a partir del contrato en la Argentina a Marta como directora y mío como maestro y ensayador del Ballet Estable del Teatro Colón de Buenos Aires, del año 2001 al 2004.

Las aspiraciones e inquietudes artísticas y profesionales se fueron incrementando y variando, como ya dije anteriormente; habíamos estado muchos años con el BNC y al dejar de bailar nos íbamos a dedicar totalmente a enseñar, a coreografiar y dirigir, es decir, a transmitir todo lo que habíamos aprendido.

Teníamos prestigio, gran reconocimiento, y los 4 años de trabajo allí en el Teatro Colón fueron de éxitos y de grandes experiencias. Fueron surgiendo otras posibilidades, otras propuestas de trabajo, y además estaba el tema familiar, pues mi hijo vivía en Madrid desde hacía años. Estaba casado con una española, llegaron los dos nietos españoles, y queríamos disfrutarlo y estar juntos. Predominó el espíritu familiar, y además la experiencia de lo novedoso y diferente en el trabajo.

¿Te sigues sintiendo vinculado al Ballet Nacional de Cuba?

Por supuesto que el BNC tiene la mayor importancia dentro de nuestra carrera artística. Crecimos artísticamente allí, nos educamos allí; fueron muchos años (en mi caso tres de refuerzo o aprendizaje como alumno, más 33 años como profesional, que suman 36), eso no se puede borrar ni obviar, sería muy ingrato por parte de uno. Allí también trabajamos con grandes artistas nacionales –varios de ellos fueron antes nuestros profesores– y además con artistas invitados de fama internacional. Tuvimos el privilegio de tener a Alicia, a Fernando y Alberto Alonso, tres grandes artistas y maestros con una enorme experiencia internacional que nos la supieron transmitir. Allí también empezamos nuestras carreras como maestros y ensayadores, de lo que precisamente vivimos ahora. Son muchas las razones por las cuales lo considero parte mía, aunque ya no como antes por supuesto, pero en el corazón sí.

¿Eres optimista con respecto al futuro del ballet clásico?

Pienso que el mundo va evolucionando en todo, algunas cosas para mejor y otras no tanto. En el ballet y en el arte pasa igual; lo que ha perdurado, es porque es bueno y al ser humano le gusta y desea conservarlo. Por eso existen los museos con obras artísticas antiguas de todas las épocas, realmente bellas y de gran valor artístico, pero el ballet no puede estar en un museo colgado de un lienzo; es arte vivo, su museo es el teatro y el escenario; conservarlos y tenerlos en el repertorio activo es obligación y necesidad del hombre. Lo que pasa es que esas obras requieren de una serie de condiciones y recursos que cada vez se hacen más difíciles, ya que todo va por la parte económica. Lo más actual, lo más contemporáneo, lo novedoso, lleva menos personal. Mientras menos gasto, mejor, más tecnología, y eso lo que se lleva ahora y que por supuesto dé más beneficios económicos. Pero el ballet clásico no morirá, seguirá siendo la mejor base para dominar la danza y seguirá viviendo.

 

¿Cuál es el mayor regalo que te ha dado la vida?

Mira, hay cosas en la vida que no se escogen, te tocan, te pertenecen, porque es así y así está establecido. Estoy muy orgulloso de la familia que me tocó, muy honesta, sincera y todos buena gente. Eso me enorgullece mucho. Los quiero.

Hay otras personas que tú escoges durante tu vida; si te equivocas, eso no perdura, pero si aciertas, es un gran privilegio y algo muy difícil de conseguir. El mejor regalo de mi vida ha sido sin dudas Marta García. Ha sido un gran privilegio, una enorme dicha haber sido bendecido con su amor y compañía.

¿Qué sigue para ti?, ¿tienes un proyecto emocionante entre manos o alguna otra meta a corto o largo plazo?

Actualmente, para ser sincero, estoy pasando por una etapa muy difícil de mi vida. La pérdida física de mi querido hermano Panchy, y al mes y medio siguiente la perdida física de mi amada esposa y compañera de vida, Marta García, me tiene en un estado de shock, que trato de superar con el trabajo, pero todo ha cambiado demasiado para mí. Sé que vendrán cambios –no puede seguir igual–, pero en este momento seguiré trabajando y la vida me irá diciendo qué debo hacer. Tengo mucho que dar y enseñar, y espero tener salud, fuerzas y oportunidades para darlo. Eso es lo que quiero.

Ballet:

De los grandes ballets tradicionales siempre he preferido Giselle. Su bella y triste historia de amor me conmueve, y además por las posibilidades que le brinda al personaje de Albrecht, tanto en lo interpretativo, en lo técnico, como en el trabajo de partenaire. Agregándole a esto que es muy duro, de fuerza y resistencia.

Ópera:

Por su historia y bella música, La Traviata, de Giuseppe Verdi, basada en La dama de las camelias, de Alejandro Dumas (hijo).

Libro:

Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y Danzar mi vida de Marta García. ¡Qué gran coincidencia con los apellidos!

Obra de arte:

Son tantas las grandes y hermosas obras de arte que ha creado el ser humano a través de los siglos que me gustan, que es difícil escoger una, pero te diré tres, la escultura La Victoria de Samotracia, los cuadros de Joaquín Sorolla y el Guernica de Pablo Picasso.

Película:

El Padrino (I parte) y también, La lista de Schindler.

Hobby:

Tuve por muchos años el hobby de coleccionar platos auténticos de artesanía popular, que compraba en los países que visitaba y otros que los amigos y compañeros me regalaban sabiendo de esa afición que tenía. Ahora no tengo ninguna, aunque me atrae mucho ese tipo de artesanía popular típica y folklórica de otros países.

Bebida:

Dependiendo de la ocasión y del clima pudiera variar, pero definitivamente soy de vino tinto.

Mascota:

Por la experiencia que he tenido soy de perros, y después de gatos.

Frase o lema:

“La perfección, en cualquier faceta de la vida, es meta inalcanzable, pero la búsqueda incesante de ella, es adorno y privilegio de pocos”.
Marta García

“Es más importante saber por qué se baila y después cómo se baila”.
Antonio Gades


Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín que comparta, en primicia con los lectores del blog, esta entrevista que le fue concedida por Orlando Salgado para ser publicada en la revista Caritate Abril-Mayo 2017. 







Gladys Cáceres. Actriz cubana que triunfó en Venezuela (por Juan Cueto-Roig)


Extrema derecha: Gladys Cáceres y Mario Martínez Casado
Actuación en Caracas de la Cía. de Mario Martínez Casado. 1953
Los otros actores no han podido ser identificados
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Gladys Cáceres en el programa televisivo El general murió al amanecer,
 de Unión Radio TV, Canal 4. La Habana. Circa 1953
Con Reynaldo Miravalles y José Torres
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 G. C. en La mala Ley. Radio Caracas TV.
 Con Luis Calderón y Gilberto Pinto
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 Gladys Cáceres, como cigarrera del programa televisivo El cabaret Regalías,
 de CMQ Televisión, Canal 6. La Habana. Circa 1953.
Según Gladys, aparecen también Normita Suárez y Rolando Ochoa
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(Datos tomados de la entrevista con la actriz y de un artículo de Luciano Castillo, del 8 de enero de 2013, publicado en la sección En primer plano, del blog Cubaliteraria.)


Gladys Cáceres nació el 30 de abril de 1924 en Santiago de Cuba. Participó en el Teatro Universitario durante sus estudios de Pedagogía en La Habana. En 1950 hizo su debut cinematográfico en SOA (Sin otro apellido), de Producciones Cruz-Bauzá Ltda., primera película filmada en la capital oriental. Gladys interpretó el papel de Flora Torres −una joven seducida por Anselmo, quien era forzado a casarse con la adinerada Elsa−. La película se estrenó el 4 de octubre de 1951, en el teatro Oriente, de Santiago de Cuba; y en La Habana, el 27 de ese mismo mes, en los cines Maxim, Encanto, Capitolio, América y Estrada Palma.

1946
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A principios de la década del cincuenta, Gladys se presentó en varias ciudades de Cuba con el exitoso vodevil de Mario Martínez Casado, compañía de la que también formaron parte Armando Bianchi, Rosita Fornés y, en la sección musical del espectáculo, la soprano Blanca Varela. «Bella mujer y muy buena actriz», así la recuerda Blanca.

Al final de la gira, Gladys se quedó en Venezuela, donde trabajó en la recién inaugurada televisión de ese país. Fue una de las más destacadas y constantes actrices de telenovelas de Radio Caracas Televisión. Por su labor artística recibió todos los elogios, reconocimientos y premios que se otorgan en Venezuela; entre ellos, la medalla de oro Al mérito en el trabajo, entregada personalmente a la actriz por el presidente Carlos Andrés Pérez, en 1997.

En Miami, ciudad donde reside desde 1999, ha actuado en el Paseo de las Artes, del Doral. Actualmente, se está preparando para interpretar de nuevo ¿Qué pasó con Bette Davis?, del reconocido autor venezolano Ibrahim Guerra.

 G. C. en El farsante. Radio Caracas TV. Con Manolo Coego
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 G. C. en La balandra Isabel llegó esta tarde. Radio Caracas TV
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G. C. en La soga. Televisa. Con Gilberto Pinto
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ENTREVISTA

Muchas personas, especialmente los artistas, son renuentes a mencionar su edad. En su caso, usted la ha declarado en varias ocasiones. Por lo tanto, me atrevo preguntarle la fecha y el lugar de su nacimiento.

Nací el 30 de Abril del 1924 en La Maya, un pequeño pueblo muy cerca de Santiago de Cuba.

¿Su secreto para mantenerse tan activa, saludable y entusiasta? ¿Practica un estricto régimen de alimentación?

No practico ningún régimen especial, pero nunca fumé, no como carne roja, voy diariamente al gimnasio y no tomo bebidas alcohólicas, ni siquiera en festividades.

¿Hubo antecedentes familiares que la influyeron en sus inquietudes artísticas?

No hubo ningún antecedente familiar que influyera en mis inquietudes artísticas.

¿Cómo fueron sus comienzos? ¿Tomó cursos de arte dramático?

1938
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Nunca tomé cursos de arte dramático. Mientras estudiaba Pedagogía en La Habana hice algo de teatro en la Universidad, intentos en la radio y en la televisión: de extra en el programa Cabaret Regalías. Lo más profesional fueron las funciones con la compañía de teatro de Mario Martínez Casado, con la que salí de Cuba, y una película: SOA («Sin otro apellido») que fue la primera película cubana hecha fuera de la Habana, en Santiago de Cuba; producida y dirigida por Sergio Miró y Rodolfo Hernández Giro; protagonizada por César del Campo en el papel de José Gerardo Torres, yo en el papel de Flora Torres, Gloria de Welbes en el papel de Gabriela Garal; además, Manuel de Esteves, Raúl Díaz, Sergio del Valle, Nilda Domínguez y Nidia Vivanco. Se estrenó en el teatro Oriente el 4 de Octubre de 1951; y en la Habana el 27 de Octubre.

¿Qué nos puede contar de las giras nacionales e internacionales con la Compañía Teatral de Mario Martínez Casado?

Hicimos funciones en varias ciudades de Cuba, recuerdo sobre todo la de Santiago de Cuba, estaba mi familia entre el público. Después, fuimos directamente a Venezuela; no visitamos ningún otro país.

¿Cuál fue su última actuación en Cuba?

Mi última actuación en Cuba fue con la compañía de M. Martínez Casado en Santiago.

¿Cómo reanudó su carrera en el extranjero?

En Marzo de 1953 salí de Cuba hacia Venezuela, contratada por la compañía de M. M. Casado. Llegué cuando estaba comenzando la televisión en ese país. Terminada la temporada de teatro, no quise regresar a Cuba, me quedé y empecé a trabajar en Televisa, como se llamaba la empresa que en esos momentos daba sus primeros pasos.

Decidí radicarme definitivamente en Caracas cuando contraje matrimonio con Vicenzo Pasariello, un italiano que no hablaba español; y yo no hablaba italiano: ¡cosas del amor! Él murió el 18 de enero de 1980. Tuvimos tres hijos: Nicolás, Duilio y Vicente.

¿Tuvo alguna vez miedo escénico?

Siempre tengo miedo escénico, en los primeros instantes de cada función y mucho peor el día del estreno; verdadero pánico que por suerte pasa, apenas digo el primer parlamento; después, la concentración en el personaje es muy intensa y no permite sentir nada que no sea el personaje que estoy interpretando.

¿Qué obra o interpretación recuerda con especial orgullo de sus incursiones en el teatro?

Difícil escoger, pero podría mencionar, «El Diario de una Camarera», monólogo de Octave Mirbeau, director Romeo Costea; y «A $2.50 la Cuba libre», autor y director Ibrahim Guerra.

¿Recuerda algún personaje desagradable o difícil de interpretar, y cómo logró superar esa animadversión o dificultad?

En la exitosa serie «Gómez II», escrita por José Ignacio Cabrujas, yo interpretaba a Regina, la hermana del general Juan Vicente Gómez. Fue en un momento muy difícil de mi vida: la muerte de mi esposo, ocurrida unos meses antes.

Como pedido personal de Cabrujas, yo debía hablar con un acento especial (acento gocho), como hablaba el general Gómez, manera de hablar de algunas regiones de Venezuela, lo cual logré a través de un casete que me consiguió uno de mis hijos donde las tías de un amigo mantenían una conversación con dicho acento.

También, como un pedido especial de Cabrujas, yo debía realizar unos movimientos con la boca como hacen quienes tienen dentadura postiza. Como ayuda del destino, de la vida, de Dios, mientras recibía un tratamiento por suero de medicina homeopática para aliviar los problemas intestinales que en esos momentos padecía, llegó, para hacerme compañía, alguien que hacía los movimientos bucales requeridos por Cabrujas, los cuales memoricé y usé para el personaje de Regina.

Gané dos premios, por ese trabajo "La Estrella de Venezuela" y "El Guaicaipuro de Oro".

Sobre esta obra, calificada como “obra maestra de nuestra televisión”, transmitida por Radio Caracas Televisión en 1981, copiamos de una reseña publicada en la prensa de la época: «Gladys Cáceres Gran Señora del Teatro se apodera de la pantalla chica para agigantarla con su escuálida y triste presencia… Voz, entonación, gestos, figura, toda en sí envuelta en un halo negativo encuentra en esta primerísima actriz otra de las actuaciones soberbias que nos está ofreciendo este Gómez II, dirigido por César Bolívar.»

¿Qué papel que no hizo le hubiera gustado interpretar?

Me hubiera hecho muy dichosa interpretar a Juana de Arco.

Cuéntenos algún hecho inesperado o contratiempo durante su carrera.

En «Lástima que sea una prostituta», de John Ford, había una escena en la que se producía un apagón. El actor José Simón Escalona y yo debíamos ir a la parte de atrás del escenario, pero yo no sé por qué caminé hacia la parte delantera y caí a los pies de una persona sentada en primera fila, que me miró asombrada. Yo, con una gran vergüenza, mentí diciéndole: "es que es así"; me levanté lo más rápido que pude y regresé al escenario. Me lesioné un tobillo, aprendí a caminar de manera que no se notara que tenía puesta una bota de yeso. Y terminé la temporada con gran esfuerzo, pero satisfecha.

¿Actores y actrices con los que ha actuado y su recuerdo de ellos?

Son muchísimos los actores y actrices con los que he trabajado, de todos tengo un lindo recuerdo, algunos ya no están como Mayra Alejandra, Carlos Márquez, Eva Moreno, Manolo Coego y unos cuantos más que nos han dicho adiós.

¿Trabajó alguna vez en la radio?

En la década del 80 hice Mamá Dolores, en una adaptación venezolana de «El derecho de nacer» para Radio Continente.

¿Alguno de sus hijos o nietos ha mostrado inclinación por el arte dramático?

Sólo uno de mis hijos, Vicente, ha mostrado cierta inclinación, aunque no muy fuerte. Hizo algunos papeles en TV y modelaje.

¿En qué países ha actuado además de Cuba y Venezuela? y, ¿qué recuerdos tiene de esas actuaciones?

En el año 1983 actué en París. Allí hice «Orinoco», de Emilio Carballido, producido por La Alianza Francesa. En New York hice «A $2.50 la Cuba Libre», de Ibrahim Guerra. La emoción de hacer teatro en NY es realmente indescriptible.

También, el 26 de septiembre de 1995, actué en el Colegio Universitario de Carey en Puerto Rico, durante el Festival Latinoamericano de Monólogos, con la obra «Soliloquio en negro tenaz», de José Gabriel Núñez.

¿Cuándo se mudó a Miami?

En 1999.

¿Planes futuros?

Mi único plan para el futuro es trabajar en un escenario hasta que Dios diga ¡Basta!


PRODUCCIONES TELEVISIVAS EN QUE HA ACTUADO GLADYS CÁCERES


Sus primeras actuaciones televisivas en Venezuela a partir de 1954
  • La casa del pantano (Televisa)
  • El que recibe las bofetadas (Televisa)
  • Todo un hombre (Televisa) Teatro del hogar
  • La soga (Televisa) Teatro del hogar
  • La mala ley (Televisa) Teatro del hogar
  • La balandra Isabel llegó esta tarde (RCTV)
Telenovelas: RCTV, Marte Televisión, Telemundo, Venevisión, Televisa, MegaTV.
 
 

  • 1972, Sacrificio de mujer (RCTV) - María Eugenia
  • 1973, Raquel (RCTV) - Daysy
  • 1983, Leonela (RCTV) - Estela Mirabal
  • 1983, Bienvenida Esperanza (RCTV) - Teodora Mendizabal
  • 1984, Azucena (RCTV) - Trinita
  • 1986, La dama de rosa (RCTV) - Mercedes Olvido Rangel
  • 1989, María María (Marte Televisión) - Casanova
  • 1991, La traidora (Marte Televisión) - Lorena
  • 1992, La loba herida (Marte Televisión) - Erika
  • 1993, Sirena (Marte Televisión)
  • 2003, Amor descarado (Telemundo) - Corina
  • 2004, Ángel rebelde (Venevisión) - Doña Consuelo Quiñones "Chela"
  • 2005, El amor no tiene precio (Televisa) - Hermosura
  • 2008, Gabriel, amor inmortal (MegaTv)

Pentatonix




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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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