Tuesday, September 2, 2025

Gran Gala Clásica del XXX Festival Internacional de Ballet de Miami. (por Baltasar Santiago Martín)


El sábado 16 de agosto de 2025 tuvo lugar, en el Fillmore Jackie Gleason Theater de la ciudad de Miami Beach, la Gran Gala Clásica del XXX Festival Internacional de Ballet de Miami, que comenzó con las palabras del Maestro Eriberto Jiménez, director artístico del Festival, quien dio la bienvenida a los presentes y evocó en su discurso el inolvidable legado de Pedro Pablo Peña, fundador del Festival y su mentor y maestro.

A continuación, se procedió a la entrega del premio “Una vida para la danza” –una estilizada estatuilla del artista plástico mexicano David Camorlinga, inspirada en la prima ballerina Maya Plisétskaia– al primer bailarin forever Julio Boca, actual director artístico del Ballet Estable del prestigioso Teatro Colón de Buenos Aires, República Argentina, por su muy reconocida trayectoria artística, quien agradeció con sentidas palabras el importante premio recibido.

David Camorlinga – quien también hizo uso de la palabra– y Eriberto Jiménez antes de la entrega del premio. Foto: Abelardo Reguera.
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Julio Boca, David Camorlinga y Eriberto Jiménez
 durante la entrega del premio. 
Foto: Abelardo Reguera.
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La función comenzó con Vow, coreografía de Ariel Rose y 1953, de Olafur Arnaulds, como banda sonora; defendido de forma brillante por Mayrel Martínez y Maikel Hernández, una de las parejas emblemáticas de Dimensions Dance Theatre of Miami, la excelente troupé dirigida artísticamente por Jennifer Kronemberg y Carlos Guerra.

Mayrel es una bailarina a la que sigo desde que la vi bailar por primera vez, ya que tiene, además de un arsenal técnico de bravura, una suavidad y un encanto, tanto en el escenario como fuera de él, que la hacen una intérprete ideal para cualquier ballet romántico, o de los llamados “blancos” –aunque también su ductilidad le ha permitido brillar como Mirtha, la hierática Reina de las Wilis del ballet Giselle–, pero en Vow ella fue tal cual es en la vida real: dulce, delicada, sin la menor dureza, pero con unas puntas y unos arabesques (extensiones) a 180 grados de una belleza, limpieza y facilidad admirables.

¿Y de Maikel qué?, pues, bueno, que él le brindó en todo momento el soporte perfecto para que ella desplegara sus alas, y si bien Ariel Rose no es como Auguste Bournonville, su coreografía le permitió a Maikel ser mucho más que solo el acompañante de la prima ballerina, con un trabajo muy hermoso también per se.

Mayrel Martínez y Maikel Hernández
 en Vow. Foto: Abelardo Reguera.
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A continuación, Mariana Restrepo y Andrés Felipe Vargas, de la Compañía Colombiana de Ballet, con José Manuel Ghiso como director artístico, salieron a escena convertidos en Aurora y Desirée, para interpretar el pas de deux de su boda en el ballet La bella durmiente del bosque, coreografía de Marius Petipa y música de Piotr I. Chaikovski.

Ambos lograron una interpretación muy hermosa, como si fueran de verdad los príncipes enamorados del inmortal cuento de hadas, sin omitir detalle alguno de la coreografía original, sobre todo esas tres pasmosas y arriesgadas “agarradas” que Fonteyn y Nureyev bordaron para la posteridad, a los que Mariana y Andrés Felipe honraron con su bravura, estilo e interpretación, tal y como este ballet demanda.

Mariana Restrepo y Andrés Felipe Vargas en el pas de deux de La bella durmiente del bosque. Foto: Abelardo Reguera.
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Si bien Mariana y Andrés Felipe me hicieron evocar a los paradigmáticos Fonteyn y Nureyev en La bella…, para mí fue inevitable recordar a Alicia Alonso y a Jorge Esquivel –o con Orlando Salgado, ambos inolvidables–, al ver a Melissa de Oliveira e Igor Monteiro en el adagio del segundo acto del ballet El lago de los cisnes, coreografía de Raúl Candal sobre la de Marius Petipa y música de Piotr I. Chaikovski.

La Odette de Mariana llegó como cisne, con el adecuado port de bras, y al levantarla Andrés como su dedicado Sigfrido, ya era la princesa libre del embrujo por un breve tiempo, como debe ser, sin abusar del aleteo como erróneamente suelen hacer otras bailarinas, ya que es un paso a dos entre un hombre y una mujer, no entre un hombre y un cisne.

Igor Monteiro y Melissa de Oliveira en El lago de los cisnes. Foto: Abelardo Reguera.
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En un tempo lento y pausado, a lo Alonso, ambos bordaron la coreografía con suma elegancia y delicadeza, prueba de que el Ballet Nacional Sodre de Uruguay al que pertenecen –con Maria Riccetto como su directora artística–, salvaguarda con admirable rigor la herencia y la tradición clásica.

A seguidas, Marizé Fumero y Eric Figueredo, del Ballet de Milwaukee, dirigido artísticamente por Mikael Pink, se adueñaron del escenario del Fillmore para hacer bueno el título de su entrega: Where the Light Touches / Donde la luz toca, coreografiado por el propio Eric, porque lo iluminaron todo con su virtuosismo y su bravura técnica, ambos vestidos del color del mejor vino tinto, tal y como ellos son – y de una excelente cosecha.

Después de haber podido catar la espumeante actuación “vinícola” de Marizé y de Eric, Rachele Buriassi y Steven Loch, de Les Grands Ballets Canadiens y el Miami City Ballet respectivamente, nos remontaron hasta la tumba del bosque donde duerme para siempre Giselle, con el Grand Adagio del segundo acto del ballet homónimo, música de Adolph Adam y coreografía de Jules Perrot y Jean Corelli, el cual ambos recrearon hasta el más mínimo detalle, sobre todo Rachele, que es una bailarina exquisita, que lo reúne todo: belleza, rigor técnico e interpretación, y ello con el más cuidado estilo romántico, a lo Alonso, Fracci y Fonteyn.

Rachele Buriassi y Steven Loch en Giselle. Foto: Abelardo Reguera.
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Su arabesque girando en planta y luego casi a 180 grados, así como sus raudos y sin pausas entrechats quatre, fueron impecables, mientras que Steven, como su solícito partenaire, le brindó el más esmerado soporte, amén de brillar también en su variación.

Tocó entonces al Cuban Classical Ballet of Miami / Ballet Clásico Cubano de Miami, dirigido artísticamente por Eriberto Jimenez, “sacar la cara por el patio, por la casa”, con Minkus Divertimento, y de verdad que tanto Natalie Álvarez, Eleni Gialas, Ihosvany Rodríguez como Kelvin Rabines, sus representantes e intérpretes, lo hicieron muy bien, sin altibajos, con gran acople, tanto en sus solos como cuando Natalie y Eleni bailaron sincronizadas, y luego Ihosvani y Kelvin, así como en parejas mixtas, y al final, ya los cuatro juntos.

Eleni Gialas, Kevin Rabines, Natalie Álvarez
 e Ihosvani Rodríguez, en Minkus Divertimento.
Foto/Simon Soong
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Natalie Álvarez en Minkus Divertimento.
 Foto: Abelardo Reguera.
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Después de un adecuado y necesario intermedio, durante el cual hubo una reunión aparte, en un salón del teatro, del Maestro Eriberto Jiménez con las personas acreedoras de un reconocimiento por el 30 aniversario del Festival (entre las cuales me encontraba yo) –en presencia también del primer bailarín forever Julio Boca–, subimos todos al escenario para ser presentados al público y agradecer tan honrosa distinción, y luego dio ya comienzo la segunda parte de la Gala.

Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Ballet de Milwaukee, fueron los responsables de llevarnos al París de La boheme, de Giacomo Puccini, con “El vals de Musetta” de esa hermosa ópera, coreografiado por el propio Arionel y tocado al piano por el maestro Isaac Rodríguez –con una grabación orquestal añadida– como banda sonora del intenso adagio que protagonizaron de forma magistral; ambos dos inmensos artistas que honraron con su presencia ya habitual este Festival en su muy feliz 30 aniversario.

Arionel Vargas, Isaac Rodríguez y Marizé Fumero en “El vals de Musetta”. Foto: Abelardo Reguera.
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Emily Bromberg y Ariel Morilla, de Dimensions Dance Theatre of Miami, con Jennifer Kronenberg y Carlos Guerra como sus directores artísticos, salieron después de “los parisinos” a “revivir” a Dafne y a Apolo en el ballet homónimo; coreografía de Ben Needham-Wood y música de Arvo Pärt, con una iluminación muy intimista firmada por Joshua Gumbinner y vestidos por Susan Roemer de S-Curve Appare; Emily completa como la recatada náyade, pero Ariel solo a medias, con su hermoso pecho apolíneo al descubierto.

Como ya yo había visto este ballet antes (el sábado 12 de julio de 2025, en el Denis C. Moss Center / Centro Denis C. Moss), voy a repetir lo que escribí sobre el mismo en aquella primera ocasión:
Inspirado en la escultura a tamaño real de Apolo y Dafne de Gian Lorenzo Bernini en el Museo Borghese de Roma, Ben Needham-Wood ha creado una interpretación contemporánea del clásico mito de la hermosa Náyade Dafne, hija del dios río Peneo, y Apolo, el dios de la luz. Ambos han sido golpeados por las flechas de Cupido (Eros). Apolo, herido por una flecha dorada, se enamora locamente de Dafne. Sin embargo, Dafne está decidida a permanecer soltera e intocable por un hombre para siempre. Aunque siente simpatía por la situación de Apolo, ha sido golpeada por una flecha de plomo que endurece su corazón ante sus avances lujuriosos, y no desea nada más que escapar de él. Peneo, en un acto de misericordia, utiliza el poder de la metamorfosis para salvar a Dafne de la persistencia abrumadora de Apolo, transformándola en un laurel. Apolo, a su vez, impone su poder de vida eterna para hacer que las hojas del laurel sean siempre verdes, de modo que pueda capturar y aferrarse a su belleza para siempre’, texto ofrecido en inglés en el programa digital, que traduje al español para una mejor comprensión y disfrute de esta coreografía para una historia algo parecida a la de Diana y Acteón, pero sin intento de asesinato de Apolo por parte de Dafne.

Mi única objeción es que este no es un adagio de amor propiamente dicho, tal y como lo pareció para el que no conoce la historia, por lo que sugiero a Ben que enfatice que Dafne no corresponde al amoroso asedio de Apolo y que Dafne finalice el adagio estática con sus brazos como ramas de un laurel.

Por lo demás, Emily y Ariel bailaron como dioses, como si lo fueran en realidad, que ya es mucho decir.
Pues, efectivamente, parece que Ben sí siguió mi consejo, porque, en esta segunda ocasión, Dafne finalizó el adagio estática con sus brazos en alto, como ramas de un laurel, y Apolo abrazado a ella como a un árbol.

Emily Bromberg y Ariel Morilla
 en Apolo y Dafne.
 Foto: Simon Soong.
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Ariel Morilla en Apolo y Dafne.
Fotos: Simon Soong.
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De esta conmovedora historia de la mitología griega, Vlada Shevchenco (Nikiya) y Gennaro Sorbino (Solor), del National Ballet Theatre of Kosice, Slovakia, con Gennaro Sorbino como director artístico, nos transportaron, gracias a la magia del ballet, a la India, con el pas de deux de La Bayadera.

El estreno de La Bayadera se produjo en San Petersburgo, Rusia, en 1877, con coreografía de Marius Petipa, música del austríaco Ludwig Minkus, y diseños de Piotr Lambkin, Konstantín Ivanov, Orest Allegri y Adolf Kwapp (la palabra “bayadera” tuvo su origen cuando los navegantes portugueses, entre los siglos XV y XVI, llegaron a la India, y las llamaron “bailadeiras”, de donde ha derivado a “bayaderas”).

En el pas de deux que vimos, Solor, bajo la influencia del opio, desesperado por la muerte de su amada bayadera Nikiya, la ve en el Reino de las Sombras y baila con ella en una ensoñación irreal, que Vlada y Gennaro hicieron muy vívida y creíble, porque, al igual que en Giselle, el amor logró que los protagonistas se pudieran volver a encontrar más allá de la muerte.

Vlada Shevchenco (Nikiya) y Gennaro Sorbino (Solor) en La bayadera. Foto: Abelardo Reguera.
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De la India de las míticas bayaderas, Rachele Buriassi, de Les Grands Ballets Canadiens (dirigido artísticamente por Ivan Cavallari) –a quien ya habíamos visto antes, por cierto, como una gran Giselle– nos regresó a París, con Bolero, coreografía de Hermano Sbatzza y música del francés Maurice Ravel, que considero que es un trabajo muy pobre y repetitivo al que por ello Rachele no le pudo sacar mejor partido, a pesar de su ya probado talento; en fin, que su fuerte es lo clásico y no este tipo de ballet.

Y después de Bolero, continuamos anclados en la capital francesa, esta vez gracias al pas de deux La llama de París, coreografía de Vasili Vainonen y música de Boris Asáfiev, con Valeria García y René Julián, de la Compañia Nacional de Danza de México, dirigida artísticamente por Erick Rodríguez, como los jóvenes portadores de la antorcha de la Revolución del l4 de julio de 1789, que en esta su entrega miamense, también lograron tomar La Bastilla del arte, con su efervescente interpretación, tanto desde el adagio, sus respectivas variaciones como en su exultante coda.

Valeria García y René Julián 
en La llama de París.
 Fotos: Abelardo Reguera.
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Y, señoras y señores, ya en este punto de la gala, el Fillmore parece más una agencia de viajes que un teatro de South Beach, porque ahora nos vamos para Verona, con el Ballet de Monterrey (México), bajo la dirección artística de Yosvani Ramos, para ver a Ana Leticia Ferreira y a Axel Jaramillo convertidos en los míticos Julieta y Romeo, con la partitura de Serguéi Prokófiev y la coreografía de Marcelo Gómez.

Para empezar, dicha coreografía me pareció bastante pobre, en comparación con la de Kenneth MacMillan, que es la que más he visto, pero Ana Leticia y Axel, gracias a su frescura e ímpetu juvenil, le sacaron todo el jugo posible, y hasta la enriquecieron con un apasionado y romántico beso, que me hizo pensar que eran pareja en la vida real, pero no; en realidad son dos jóvenes y talentosos artistas que se dejaron llevar por la emoción de la leyenda que interpretaban.

Y como broche de amor –que es mucho más importante que el oro– de esta extensa y variada gala, Amanda Pérez y Alejandro Olivera, del Ballet de Cincinnati, con Cervilio Amador como director artístico, vinieron desde la antigua India –que no de Cincinnati– para presentar en Miami el pas de deux del ballet El talismán, coreografiado por Marius Petipa y música de Riccardo Drigo, con el que impactaron por su bravura técnica, amén de una muy cuidada interpretación de sus respectivos personajes, pues Amanda es aquí la bella diosa Ella, hija de Amravati, la Diosa del Cielo; mientras que Alejandro es el joven maharajá Noureddine, que se enamora de ella y le esconde el talismán con que Ella puede regresar al Cielo donde vive (si quieren saber cómo termina la historia, la guglean).

1-Amanda Pérez y Alejandro Olivera en El talismán.
2- Alejandro Olivera en El talisman.
Fotos: Abelardo Reguera.
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Y aunque no debo ser tan entusiasta como crítico, no puedo dejar de decir que Alejandro es… digno hijo de la gran cantante cubana Ivette Cepeda, pues verlo bailar rebasó todas las expectativas que tenía sobre él, por lo que le auguro una gran carrera imparable, siempre que, aunque vuele, mantenga los pies en la tierra.




Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Hialeah, 24 de agosto de 2025.

Fotos: Abelardo Reguera & Simon Soong.

Monday, September 1, 2025

No es justo (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.


Del poemario Y me han dolido los cuchillos (Editorial Capiro, Cuba, 1991)


No es justo

Cursi vs. Cursi


Has hablado mal de mí, muchacha,
has dicho: “él no supo tocarme el
   corazón”.
Y eso no es justo, muchacha,
yo no podía
tocarte
lo que no tenías.


Diciembre 1988


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Non è giusto

Volgare vs. Volgare


Hai parlato male di me, ragazza,
Hai detto: “lui non ha saputo toccarmi il
   cuore”.
E questo non è giusto, ragazza,
io non potevo
toccarti
quel che non avevi.


Dicembre 1988




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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.

En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.

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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

(USA) Labor Day History

Labor Day: What it Means

Labor Day, the first Monday in September, is a creation of the labor movement and is dedicated to the social and economic achievements of American workers. It constitutes a yearly national tribute to the contributions workers have made to the strength, prosperity, and well-being of our country.

Labor Day Legislation

Through the years the nation gave increasing emphasis to Labor Day. The first governmental recognition came through municipal ordinances passed during 1885 and 1886. From these, a movement developed to secure state legislation. The first state bill was introduced into the New York legislature, but the first to become law was passed by Oregon on February 21, 1887. During the year four more states — Colorado, Massachusetts, New Jersey, and New York — created the Labor Day holiday by legislative enactment. By the end of the decade Connecticut, Nebraska, and Pennsylvania had followed suit. By 1894, 23 other states had adopted the holiday in honor of workers, and on June 28 of that year, Congress passed an act making the first Monday in September of each year a legal holiday in the District of Columbia and the territories.

Founder of Labor Day

More than 100 years after the first Labor Day observance, there is still some doubt as to who first proposed the holiday for workers.

Some records show that Peter J. McGuire, general secretary of the Brotherhood of Carpenters and Joiners and a cofounder of the American Federation of Labor, was first in suggesting a day to honor those "who from rude nature have delved and carved all the grandeur we behold."

But Peter McGuire's place in Labor Day history has not gone unchallenged. Many believe that Matthew Maguire, a machinist, not Peter McGuire, founded the holiday. Recent research seems to support the contention that Matthew Maguire, later the secretary of Local 344 of the International Association of Machinists in Paterson, N.J., proposed the holiday in 1882 while serving as secretary of the Central Labor Union in New York. What is clear is that the Central Labor Union adopted a Labor Day proposal and appointed a committee to plan a demonstration and picnic. (read more at U.S. Department of Labor's website)

Sunday, August 31, 2025

Gala de danza moderna y contemporánea del XXX Festival Internacional de Ballet de Miami (por Baltasar Santiago Martín)


La ya tradicional y esperada inclusión de la “Gala de danza moderna y contemporánea” en esta significativa e importante trigésima edición del Festival Internacional de Ballet de Miami, se realizó nada menos que durante cuatro días y en cuatro diferentes locaciones: el jueves 7 de agosto, en el Brickell City Center; el viernes 8 de agosto, en el Teatro Manuel Artime de la Pequeña Habana; el sábado 9 de agosto, en el Deniss C. Moss Cultural Arts Center y el domingo 10 de agosto, en el Amaturo Broward Center for the Performing Arts de Fort Lauderdale, función que fue a la que asistí en horas de la tarde.

La representación comenzó con el dueto Oír la inmensa noche, coreografía de Dayme del Toro y música de Miguel Martínez, sobre la cual se superpuso el "Poema 20" de Pablo Neruda (en el programa de mano no aparece el nombre de quien tan bien lo recita), de su libro 20 poemas de amor y una canción desesperada, que no por archiconocido deja de ser conmovedor, porque el amor y el desamor –que al final es como otro tipo de amor– nos ha tocado a todos

Patricia Ortega –con su maleta de viaje lista para su aparente huida– y Jonas Padilla como su causante, ambos de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea de la República Dominicana, dirigida artísticamente por Edmundo Poy, fueron los encargados de danzar los versos de Neruda: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche (…) Ella me quiso, a veces yo también la quería / Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos (…) Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero / Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido (…) /Aunque este sea el último dolor que ella me causa / y estos sean los últimos versos que yo le escribo”; y la verdad es que los dos lograron imbuirse del espíritu de estos versos y transmitirlos de forma muy convincente por medio de su danza.

A continuación, Sofía Téllez y Emily Rodríguez, de Cuerpo Etéreo (México), dirigido por Brisa Escobedo y Jaime Sierra, salieron a defender Rooster (que en español quiere decir Gallo, aunque no vi nada que me lo recordara), coreografiado por la propia Brisa Escobedo y música de Donovan Sierra, con la novedad del uso de lo que en Cuba llamamos una “chivichana”, para que una de las dos, acostada sobre dicho artefacto, se desplazara hasta la otra, en una especie de juego cinético al que no le hallé un sentido claro; en todo caso, que eran dos gallinas (hens) autotransportadas en vez de gallos.

Aprovecho para decir que, en general, los coreógrafos deben definir mejor qué quieren expresar con sus coreografías, porque no se trata solo de hilvanar o concatenar pasos para una música determinada, sino que deben darle al menos una lógica, un sentido, para el público que está expectante en su asiento.

Yo, confieso, prefiero los ballets con argumento, aunque la tendencia actual sea evadir esto y no contar ninguna historia, como prefería hacer el genial Balanchine –salvando las distancias– y así todo el Miami City Ballet tuvo que “desbalanchinarse” y montar los grandes clásicos, como Coppélia, Giselle y El lago de los cisnes, para atraer al público, que como yo, prefiere las historias.

Materia en tránsito –un título que creo que le hubiera venido mejor a Rooster– fue el tema siguiente de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea de la República Dominicana, coreografiado por Erick Roque y música de Diván Gattamorta, Coh y Abul Morgard, interpretado por el propio coréografo; un solo que le permitió lucir sus dotes artísticas y su ductilidad como bailarín, a la vez que su talento como coreógrafo.

Después de tanto intenso “tráfico” escénico –la “chivichana” mexicana seguida del “tránsito” dominicano–, Natalia Rocamonde, en representación del Ballet Clásico Cubano de Miami / Cuban Classical Ballet of Miami, dirigido por el Maestro Eriberto Jiménez, salió a escena para bailar Semblanzas, un solo coreografiado por ella misma, con música de David Dorantes, en que jugó muy airosa, a lo Isadora, con un largo chal negro y dejó una fresca y grata impresión en la audiencia; yo, al menos, feliz de que su largo chal no se enredara en una de las rueditas de la chivichana de Rooster y la estrangulara como a la Duncan.

Regresaron entonces al escenario del Amaturo cinco integrantes de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, de República Dominicana (en el programa dice “Patricia Ortega, Dayme del Toro, Wileydy Contreras, Jeremy Caro, Ana Espino y Wilma Lluberes”, pero solo vi en escena a cinco, no a seis, así que ellos me dirán quién de ellos faltó), para ofrecer Yo desaparezco, con coreografía de Michael Foley y un collage musical como banda sonora –de Gluck, Caldara, Poulenc, Gounod y Schubert, la voz de David Daniels (lo que escuché fue una voz de soprano o de contratenor) y Martin Katz como pianista.

En medio de la febril e intensa interacción entre las tres mujeres y los dos hombres –que me recordó la tendencia actual de las series de Netflix, sobre todo de las españolas como Élite–, los dos hombres mostraron cierta atracción sexual entre ellos, pero todo terminó con dos de las mujeres aparejadas a la izquierda, otra pareja mixta a la derecha, y el hombre sobrante en el medio; en fin, que felices esos cuatro y el pobre hombre del medio a buscar pareja en las redes sociales.

A seguidas, Ariel Morilla interpretó el solo Narciso, inspirado en el mito griego homónimo – “uno de los mitos griegos de mayor vigencia, clave en los tiempos del ego”, según palabras al respecto de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso–, con música de Nikolái Tcherepnin y coreografía de Eriberto Jiménez; un trabajo muy atractivo y logrado de Eriberto, que Morilla asumió con gran entrega y adecuada proyección escénica, por ser un personaje que se enamora de sí mismo cuando se ve reflejado en el agua de un estanque, muy bien representado en el piso del escenario por un círculo de luz, en el que finalmente se “sumergió” nuestro “Narciso” Morilla; un drama muy profundo que hasta se incorporó como adjetivo al idioma español: “narcisista”.

Ariel Morilla como Narciso. 
Foto: Ismael Requejo.
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Narciso, Caravaggio (1597-1599)
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Después de la “desaparición” de Ariel en el “estanque” de luz del escenario, hubo un adecuado intermedio, tras el cual la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, de la República Dominicana, volvió al stage con Hombres en fuga, con coreografía de Dayme del Toro y música de Ori Lichtik, Jason Charles Walker & Jeremy Mage; con Patricia Ortega, Wileydy Contreras, Jeremy Caro, Ana Espino y Wilma Lluberes, que desde mi asiento parecían todos hombres, entregados a una interesante coreografía grupal, evocadora a mi juicio de las pugnas que pueden existir aun entre amigos, pero sobre todo entre rivales, que en este caso, después de forcejear, terminaron en paz, como suele suceder en estos ambientes de barrio y/o en una valla de gallos o palenque, escenario real posible de esta propuesta.

Y para finalizar esta gala, Brisa Escobedo o Emily Rodríguez, Mayra Alarcón, Sofía Téllez, Jafet Gutiérrez y Santiago Morales, de Cuerpo Etéreo, se hicieron dueños del escenario para presentar Experimento (según ellos, “un estudio de la felicidad”), con coreografía de Jaime Sierra, codirector del ensemble azteca junto a Brisa; banda sonora y edición de la misma por Ismael Chía, que fue un colorido y exultante colofón de esta variada fiesta danzaria, con una sorprendente nube que cambiaba de color sobre sus cabezas.

Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por tanta entrega y devoción por el ballet y el arte en general, fiel continuador del legado del inolvidable Maestro Pedro Pablo Peña.




Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Hialeah, 20 de agosto de 2025.

Lejanía, ausencia y reencuentro en la obra de Héctor Santiago. (por Wilfredo A. Ramos)


Entre los días 15 y 24 de agosto, la compañía teatral Havanafama estuvo presentando la obra Balada de un verano, del dramaturgo cubanoamericano Héctor Santiago, bajo la dirección de Juan Roca, contando con las actuaciones de Verónica Albruza, actriz argentina, y Christian Ocón, actor nicaragüense, producción que subió al escenario de la sala Artefactus, en la barriada miamense de Kendall.

En realidad, dicha puesta ha resultado ser una versión de la obra original -Balada de un verano en la Habana- realizada por el propio autor, a pedido del director, quien interesado en el mensaje del texto deseaba en lo posible, despojarlo del ambiente cubano del que trata la pieza, para de esa forma convertirlo en uno que pudiera alcanzar mayor universalidad.

Esta obra escrita en 1992 tuvo su estreno mundial en la ciudad de Miami en el año 1996, bajo la dirección del prestigioso director cubano Heberto Dumé, con un elenco integrado por Marta Velazco y Juan Carlos Antón, habiendo permanecido en cartelera entre el 21 de abril y el 26 de mayo, en el espacio del desaparecido Creation Art Center que dirigía Pedro Pablo Peña. Otras dos propuestas de dicha obra han tenido lugar en la Ciudad de los Ángeles, una a cargo de Jorge Folguera en el año 2000, en la sede de Teatro Studio Havanafama -antes de que esa agrupación se trasladara hacia Miami- mientras la otra estuvo a cargo del Grupo de Teatro Sinergia, bajo la dirección de Gerardo Gutiérrez en el 2019, reponiéndose este 2025.

El tema tratado en la obra aborda el reencuentro de la familia que se ha visto separada debido a la división que impone el exilio político, situación que provoca enfrentamientos, rencores, nostalgias, desarraigos y anhelos que tal delicado hecho arrastra. En el caso cubano, donde dicha situación ha marcado inexorablemente la vida nacional desde el año 1959, en que con la llegada al poder de una llamada ‘revolución verde como las palmas’, más tarde convertida en ‘roja como la sangre’, todo un país daría un vuelco brutal llevándolo a que se produjera una desgarradora ruptura familiar, fruto de divisiones ideológicas y partidas al exilio, separación que durante dos décadas- hasta 1979- fue llevada a execrables extremos por parte del nuevo régimen instalado en la isla, que aunque con matices ha continuado hasta la actualidad.

A propósito de un asunto que para el pueblo cubano presupone un verdadero trauma, imposible de superar y que el mismo aumenta más con cada día que pasa, es que dicho tema ha llegado a los escenarios a partir de la pluma de diversos dramaturgos que han visto en este, un material necesario para volcar sus propias opiniones, visiones y experiencias al respecto, las que con mayor o menor acierto han transitado dicho camino, aunque en algunas ocasiones no han escapado a cierto esquematismo al enfrentar el tema.

Entre las varias obras que abordan dicha realidad podremos citar Alguna cosita que alivie el sufrir, de René Alomá; Siempre tuvimos miedo, de Leopoldo Hernández; Nadie se va del todo, de Pedro Monge Rafuls; La Señora de la Habana, de Luis Santeiro; Me voy para Cuba…Fua!, de Mario Martin; Bicycle Country, de Nilo Cruz, todas ellas escritas en los Estados Unidos, mientras que en Cuba, el dramaturgo Alberto Pedro Torriente, impactó la escena de la isla con su texto Week-End en Bahía, en 1986, el cual tampoco pudo escapar de determinados estereotipos al momento de hablar de la vida más allá de sus fronteras, aunque mejor suerte al respecto corrió la obra El último bolero, firmada por Cristina Rebull e Ilena Prieto, estrenada también en la Habana, en 1998 y que ha tenido varias puestas en esta ciudad de Miami.

A través del desarrollo de la acción, la obra en cuestión de Héctor Santiago se propone otro objetivo además de presentar ante nuestros ojos su percepción sobre el dilema del reencuentro familiar motivado por la partida hacia el exilio de cierta parte de sus miembros. El autor se empeña en realizar un homenaje al teatro cubano introduciendo en los diálogos nombres de personajes y autores imprescindibles de la dramaturgia nacional. Escucharemos hablar de Tulipa, Agamenón, Camila, María Antonia, el Chino, los Romagueras, Virgilio, Yarini, Sara, Lila la mariposa, Rosa la China, pero al mismo tiempo algunos textos y situaciones dramáticas nos llevaran a evocar obras como Aire Frio, Contigo pan y cebolla, Electra Garrigó, La noche de los asesinos, Nadie se va del todo.

Otro aspecto de interés en esta obra es que la misma va a desenvolverse en una sugerida atmósfera de ‘misa espiritual’ donde amén de evocar, se habla con los muertos de la familia, incluso donde aquellos se hacen presentes y dialogan con ambos personajes, reproduciendo momentos pasados de sus vidas. Como resultado, se podría argumentar acerca de la presencia de dos personajes más en la obra, el de la madre y el padre, los cuales de manera circunstancial cobran vida por momentos dentro de la misma.


La visión ofrecida por Juan Roca se desarrolla en todo momento dentro de un clima de extrema sobriedad, casi sombrío podría decirse, haciendo que la trama se desenvuelva en un ambiente impregnado de cierto extrañamiento que lo aleja de la cotidianidad de la vida real, provocando una atmósfera algo densa donde los personajes nos podrían hacer suponer que nos encontramos en presencia de un reencuentro entre dos muertos. Por otra parte, la concepción del vestuario presenta cierta ambigüedad, debido a que mientras que el personaje femenino -Teresa- nos propone una imagen más propia de una obra lorquiana -blusa y saya de color oscuro, la primera de cuello alto, mangas largas y la segunda llegando hasta el piso, bastón incluido- en el caso del masculino -Santiago- este viste un traje totalmente actual, donde además se destaca una estrafalaria y enorme flor de tela en la solapa del saco -a juego con el pañuelo en el cuello- para reafirmar innecesariamente su condición de homosexual, elementos estos que crean mayor incongruencia con el ambiente en general de la obra.

El concepto de puesta en escena se centra en crear un acertado espacio, el de la añeja casa familiar que ha quedado paralizada en el tiempo, mostrando los imprescindibles y anticuados elementos de mobiliario que permiten conducir la acción. La utilización de dos cortinas transparentes a cada lado del proscenio, detrás de las cuales se traslada la acción hacia momentos de la vida pasada de los personajes, es un elemento logrado y que aporta ese espíritu fantasmagórico que rodea la obra.

Con respecto al desempeño actoral, ambos muestran un desafortunado dramatismo, el cual resta naturalidad a sus caracterizaciones y diálogos, aspecto que resulta mucho más obvio en el caso de Abruza, quien durante todo el tiempo arrastra su personaje hacia un rumbo teatral mucho más cercano a los sobreactuados estilos propios del teatro del siglo XIX. En el caso de Ocón, aunque no escapa a ciertos momentos de ampulosidad expresiva, logra no obstante mantener un mayor equilibrio de adecuada naturalidad, su personaje convence más. Un problema notorio observado en ambos es la falta de transiciones creíbles entre los diferentes estados de ánimos y por ende en las reacciones provocadas por estos. Si debemos agradecer una buena proyección de las voces, así como una clara dicción por parte de los dos actores, lo que permite disfrutar del texto en todo momento.

En cuanto al interés por dirigir el contenido de la obra hacia un sendero que exponga un mensaje más universal, despojando el texto de todo aquello que hiciera referencia a la situación cubana, en realidad a nuestro entender tal efecto no se consigue del todo, ya que la propia dinámica de los acontecimientos que van desenvolviéndose sobre el escenario y lo que se dice, nos remiten ineludiblemente al acontecer insular. Ningún otro país, ha pasado por las específicas condiciones oprobiosas que aún continúa sufriendo Cuba, nación que se consume ante la inercia de sus ciudadanos, la indolencia de sus gobernantes y del resto del mundo. Si bien aquella parte del espectador no cubano pueda sobrecogerse por sentirse trasladado a experiencias personales, este texto, por más que desee ocultarse, grita CUBA de principio a fin, y eso resulta imposible de negar.

No obstante hay que destacar, valorar y tener en cuenta, el esfuerzo de Juan Roca, por ser uno de los pocos directores de escena de origen cubano en esta ciudad, que se interese en llevar a escena obras de dramaturgos cubanos del exilio -algo que ha hecho en no pocas oportunidades- lo que constituye una deuda para las tablas de esta ciudad, donde dicha abundante y rica dramaturgia es casi desconocida, por ignorancia, desinterés o mala voluntad. Esperemos, como siempre, que este también lamentable tema pueda en algún momento ser superado.




Wilfredo A. Ramos.
Miami, agosto 26, 2025.

Fotos/Arturo Arocha

¡No abandones, oh Madre! A tus hijos. (por el P. Gaztelu)

En la Novena de la Virgen de la Caridad del Cobre, les dejamos la transcripción de la Homilía a la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, escrita por Monseñor Ángel María Gaztelu y Gorriti, Párroco que fuera de la Iglesia del Espíritu Santo en La Habana Vieja. El Padre Gaztelu fue Miembro Fundador del “Grupo Orígenes”, de permanente trascendencia en la vida espiritual y cultural cubana en el siglo XX.

El documento original es del escritor e historiador cubano Alejandro González Acosta, residente en México, quien ha tenido la gentileza de ofrecérmelo para su publicación en Gaspar, El Lugareño. Teresa Fernández Soneira

Reproducción facsimilar de un grabado de la Virgen de la Caridad del Cobre, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, Habana: 1852. Es una especial contribución del querido amigo, cubano apasionado, Don Emilio Cueto, residente en Washington, y que me obsequió una reproducción del original impreso, proveniente de su espléndida colección particular, que mucho agradezco. Alejandro González Acosta.
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Nota: Realicé algunas levísimas correcciones ortográficas, pero respeté puntualmente los subrayados originales del texto, que responden a la intención del autor. Alejandro González Acosta, Tlalpan, 31 de agosto de 20

Vista de la Villa y Santuario del Cobre,
 lámina del siglo XIX.
 Imagen de la Internet.
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Homilía -Nuestra Sra. de la Caridad del Cobre. -



- No concedió privilegio igual a ninguna otra nación- Non fecit taliter…

La Santísima Virgen María, desde que Ntro. Señor Jesu-Xto, momentos antes de expirar en la + la legara como Madre de todos los hombres en la persona del evangelista S. Juan, no ha cesado nunca de velar solícita y maternal sobre todos ellos, prodigándoles a manos llenas, su amparo, protección y auxilio a través de todos los tiempos, circunstancias y vicisitudes personales e históricas.

Estos cuidados, tan amorosa y solícitamente maternales, los ha venido manifestando de modo especialmente sensible en sus prodigiosas y múltiples apariciones que, con emoción y piedad hondas, con flor de leyenda, registran históricamente las tradiciones de los pueblos cristianos.

Evoquemos –ajustándonos a los límites de una simple homilía- algunas de estas aludidas apariciones, iniciando su evocación con la que la primitiva tradición cristiana estima como “primicia y flor” de todas las apariciones de la Virgen María, siendo ésta la visita que en “carne mortal” antes de su Asunción al cielo, hizo al apóstol Santiago, en un pilar, orillas del Ebro en Zaragoza. Mas, por razón de lo indicado antes, viéndonos obligados a pasar por alto las múltiples, sucesivas, imponentes y portentosas apariciones marianas a los distintos pueblos cristianos, … resaltemos algunas de las que más de cerca, en tiempo y devoción, nos impresionan, siendo éstas la de Guadalupe y las más recientes las de Lourdes y Fátima; y sobre todas ellas –por obvias razones religiosas y cubanas, la de su “poética” aparición sobre las azules aguas de la bahía de Nipe, signada con el augusto nombre de la Caridad, y cuya fiesta, hoy día de su Natividad, con honda emoción y filial piedad, celebra como a su tutelar Patrona el pueblo cubano.

El hermoso mensaje que encierra y señala el título y nombre de su aparición diciendo: “Yo soy la Virgen de la Caridad”, nos hizo recordar el versículo del salmo, citado al inicio de esta plática: No concedió privilegio igual a ninguna otra nación; pues ciertamente, la Virgen María en sus numerosas apariciones a ninguna otra nación se apareció, señalándola y honrándola con tan excelso título y hermoso nombre, cual es el de Caridad, Amor. Buenas pruebas de esto nos las dan S. Juan evangelista, afirmando: “Dios es amor”, y S. Pablo, cuando en su exaltado himno –verdadera rapsodia- al Amor, canta: “Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que un bronce que resuena y campana cuyo tañido se lo llevara el viento. El amor nunca pasará… Ahora mientras pasamos por esta vida tenemos fe, esperanza y amor, los tres. Pero el mayor de los tres es el amor".

-Así, en efecto, para que nuestra vida sea real, verdadera y auténticamente cristiana nos son del todo necesarias la Fe, la Esperanza y el Amor, y en el modo y medida que creamos, esperemos y amemos en esta vida a Dios y a nuestros hermanos, lograremos nuestra salvación eterna.

Penetrados de las excelencias espirituales que encierran el título y mensaje de Amor con los que la Virgen María quiso la venerara y honrara el pueblo cubano, recordemos, una vez más, con emoción y devoción filiales, su prodigiosa aparición sobre las aguas de la bahía de Nipe.

De los varios datos históricos que, con plena veracidad, garantizan la aparición de la Virgen de la Caridad, citaremos, por cuanto de excepcional valor verídico tiene, la declaración jurada, que como testigo ocular del portento, depuso ante el juez competente, Beneficiado Juan Ortiz Montejo, el negro esclavo, Juan Moreno –el popularmente llamado, “negrito del bote de la Caridad del Cobre”- cuya declaración la hizo, a los 75 años de acaecida esta aparición –hacia 1604 y 16 12 años, contando él a la sazón 85 años de edad, en los términos siguientes: “Que siendo niño de 10 años de edad, fue por ranchar a la Bahía de Nipe en compañía de Rodrigo de Hoyos y Juan de Hoyos, hermanos e indios naturales, los cuales iban a coger sal y habían ranchado en Cayo Francés que está en medio de la Bahía de Nipe para con buen tiempo ir a la salina, estando una mañana la mar en calma salieron de dicho Cayo Francés antes de salir el sol los dichos Juan y Rodrigo Hoyos y este declarante Juan Moreno embarcados en una canoa para dicha salina, apartados de dicho Cayo Francés, vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua y acercándose les pareció un pájaro. Dijeron estos indios parece una niña y en estos discursos llegados, reconocieron y vieron la imagen de Ntra. Sra. la Santísima Virgen con un Niño Jesús en los brazos sobre una tablilla pequeña y en dicha tablilla unas letras grandes, las cuales leyó el dicho Rodrigo Hoyos y decían: Yo soy la Virgen de la Caridad."

Así es, tal cual nos narran estas sencillas, verídicas y en medio de su espontánea ingenuidad poéticas palabras, dichas por el negro esclavo, testigo presencial del prodigio, cómo quiso, cual aurora naciente, bella como la luna y escogida como el sol”, aparecerse la Virgen María al pueblo cubano, marcándole en señal de su maternal protección con el sello de oro de la Caridad, del amor: esencia y corona de la Fe cristiana y prenda salvífica de vida eterna.

-Que la caridad en su doble y complementaria vertiente de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, defina y selle todos nuestros pensamientos, actos y deseos.- Que, a plena luz, el mensaje de la Virgen del Cobre, sea el ideal que inspire existencialmente nuestras vidas y que su fiel y filial seguimiento nos una y reúna, cada vez más estrechamente, con tan amorosa Madre; a fin de que por su eficaz intercesión alcance de su divino Hijo, la salvación de Cuba y de todos sus hijos.

- “Si de Cuba en las comarcas – erigiste, Señora, un altar – para hacer la mansión de prodigios – y a tus hijos de dicha colmar – No abandones, oh, Madre a tu pueblo –salva a Cuba de llanto y afán – y tu nombre será nuestro escudo –nuestro amparo tus gracias serán”.







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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos. Relatos y Evocaciones. Antología 1986-2023.

Saturday, August 30, 2025

El apego es un vínculo obsesivo (por Orlanda Torres)

Nota del blog: Sección semanal en el blog Gaspar, El Lugareño, gracias a la cortesía de la psicóloga Orlanda Torres, quien ha aceptado la invitación a compartir con los lectores sus consejos y reflexiones sobre los conflictos cotidianos.



Hay que diferenciar los tipos de apegos. Cabe señalar que existen apegos necesarios como el vínculo afectivo del bebe con su madre en los primeros años de vida.

Aquí abordaré sobre el apego innecesario y perjudicial para el ser humano.

Cuando renunciamos a los apegos al principio suele tornarse difícil. Dejar ese estado de confort, pero a la misma vez de infelicidad nos produce inseguridad y descontento.

¿Cómo dejar lo seguro por algo desconocido? En realidad, suele ser una decisión dificultosa, pero que después de realizada, la podemos visualizar como la mejor decisión tomada en nuestra vida.

El apego puede llevarnos a vivir una vida de infelicidad por largo tiempo, esa dificultad que nos creamos, cuando no podemos abandonar lo que nos lastima, nos sumerge y nos imposibilita alcanzar las metas que realmente deseamos.

Muchas veces seguir ligado a ese apego tan doloroso nos destina a estar girando en un mismo punto sin oportunidad de crecimiento. 

Hay que reconocer que cuando se tiene miedo e inseguridad, las personas crean un vínculo de dependencia anormal por el temor a sufrir o fracasar. Esto puede afectar la estabilidad emocional, porque se puede llegar a tener un comportamiento disfuncional.

Existe el apego enfermizo, aquel que nos hace dependiente o adictos, podríamos mencionar a los aparatos inteligentes, no podemos vivir sin ellos. Nos convertimos en esclavos del sonido de estos aparatos que controlan nuestra vida y perjudican a la misma vez nuestros afectos.

Otro mucho más delicado es el apego de pareja, cuando no damos libertad a la persona escogida y creamos patrones dañinos, esto hace que se produzca una dependencia muchas veces insana.

Todo vínculo afectivo controlador y dependiente terminará rompiéndose, porque el apego lastima y daña esa relación de codependencia, donde sus lazos afectivos están siendo prácticamente violentados y distorsionados.

Cuando practicamos el desapego damos luz a la relación, somos seres autónomos, cada uno debe vivir su propia libertad, si amas verdaderamente a la otra persona debes dejarla ser libre, para que esa persona se auto realice y viva en plenitud. El apego no hace más que sofocar una relación hasta enfermarla.

El apego es pobreza espiritual, cuando nos sentimos seguro en lo conocido, aunque nos lastime, nos volvemos prisionero de un acondicionamiento que está lacerando nuestro ser día a día hasta que nos convierte en seres verdaderamente mustios. No evolucionamos, no crecemos y nos sumergimos al punto que puede deteriorar nuestro ser.

Cuando le damos paso a lo desconocido estamos creando un mundo nuevo, donde podemos descubrir nuestras verdaderas potencialidades, si no nos lazamos a lo nuevo, nos convertimos en victimas de nuestros propios temores y arrastraremos un pasado que no nos dejara avanzar.

Si nos desligamos del apego y damos paso al desapego nos convertimos en seres más felices porque lo desconocido, aunque trae incertidumbre lleva también un poco de felicidad y magia hacia un horizonte nuevo lleno de posibilidades y eso nos motiva a vivir.

Para conseguir nuestros objetivos, no es necesario continuar el mismo camino, podemos cambiarlo en cualquier momento, lo importante es que nos lleve a la meta a pesar de que tengamos que transitar un trayecto desconocido.

Recordemos que mientras más nos apegamos a las cosas más infelicidad nos puede producir, es necesario despojarse de todo aquello que nos ate. Todos merecemos alcanzar la libertad y en la libertad se encuentra la verdadera plenitud de la vida.






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Orlanda Torres: Psicóloga, Escritora, Educadora, Orientadora Motivacional.

Autora del libro "Volando en Solitario" año 2015, Guayaquil - Ecuador. (Disponible en Amazon Kindle)
-Estudió en Miami Dade College: Certificate of Florida “Child Development Associate Equivalency”. Maestra de Educación Preescolar e Infantil en la ciudad de Miami.
-Licenciada en Psicología graduada en el 02/2017 - Atlantic International University.

-Orientadora Motivacional y Conferencias pueden contactar a Orlanda Torres a través de la página que administra www.fb.com/vivencialhoy

Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2016
-La Estancia en el Paraíso de los Sueños
-Relación de Pareja y su gran Desafío
-Es la Felicidad una Elección

Conferencia en Radio - Miami, Florida
-Positivo Extremo Radio: Entrevista 123Teconte “Regreso a Clases y La Adolescencia”
-¿Como aprender a ser feliz?- Edificio Trade Building-.Innobis Coworking, Guayaquil - Ecuador
-La Inteligencia Emocional en la Relacion de Pareja- WENS Consulting Group, Guayaquil - Ecuador
Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2018
- Ser Mujer

Administra:
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Instagram: orlanda.torres.3

Friday, August 29, 2025

Cuba y España, entre amores, guerras y olvidos (por Roberto Méndez Martínez)


Basta con revisar un libro tan documentado como Amos, siervos y revolucionarios: la literatura de las guerras de Cuba (1868-1898) de Jorge Camacho para comprobar que la producción novelesca derivada de esas contiendas en la Isla no estuvo a la altura – ni en cantidad ni en calidad- de las creaciones poéticas ni de la imaginería constituida por daguerrotipos, grabados, pinturas, dibujos y hasta algún rústico fragmento cinematográfico asociado a la intervención norteamericana que cierra el período.

La aparición de un título fundamental para las letras cubanas: Cecilia Valdés, en su versión definitiva en 1882 resulta sintomática. Si bien la trama se sitúa en la primera mitad de la centuria, su análisis de los problemas sociales de la colonia parece indicar de manera elocuente no solo las causas de la contienda iniciada en 1868, sino las razones fundamentales que impedirían el triunfo de los criollos alzados diez años después. Un Villaverde históricamente anexionista parece corregir sus rumbos aunque a su fallecimiento en 1894 estos no quedaran muy claros.

Las novelas en el período de entreguerras insisten en la clave antiesclavista como es el caso de Francisco de Anselmo Suárez y Romero que, aunque supuestamente concluida en 1839 solo encuentra circunstancias más propicias para darla a la luz tras el Pacto del Zanjón, en 1880. Otras se ocupan de exhibir y hasta caricaturizar la corrupción de funcionarios y comerciantes peninsulares como Mi tío el empleado de Ramón Meza que se inscribe dentro del ideario del Partido Liberal Autonomista al estudiar y exhibir las causas de los males coloniales para buscarles un remedio evolutivo que excluía una nueva confrontación armada.

Si se desea leer en clave literaria las guerras por la independencia habría sumergirse en los Episodios de la Revolución cubana de Manuel de la Cruz o en Episodios de la guerra. Mi vida en la manigua (Relato del Coronel Ricardo Buenamar) (1898) de Raimundo Cabrera, pero el material que más abunda está en los diarios de campaña – Carlos Manuel de Céspedes, Máximo Gómez, Antonio Maceo, José Martí, Fermín Valdés Domínguez-, así como en cartas, discursos, artículos y libros de memorias.

El advenimiento de la República aportó un sabor contradictorio al tratamiento del tema, mientras comienzan a divulgarse documentos y testimonios de tales contiendas y se realizan los primeros análisis de esa historia reciente, las novelas que aluden a ella están cargadas de un sabor escéptico al desmitificar tanto a los contendientes criollos como a su adversarios hispanos y se intenta adivinar en ellos la raíz de los problemas de la recién estrenada República como se muestra en las dos novelas de Carlos Loveira: Generales y doctores y Juan Criollo, así como en La manigua sentimental Jesús Castellanos se cuestiona en tono muy pesimista la estatura moral de una parte de los insurrectos.

En años recientes han surgido en la literatura escrita en Cuba algunos ejemplos de novelas consagradas a reinterpretar determinadas personalidades conductoras de las guerras de independencia: La Concordia (2012) de Evelio Traba se centra en la contradictoria figura de Carlos Manuel de Céspedes; Infidente (2015) de Nelton Pérez se ocupa del José Martí adolescente, desterrado en la hacienda El Abra de Isla de Pinos; por su parte Yandrey Lay publicó en el muy reciente 2024 Cuba y la noche, una especie de ucronía ubicada en 1906 en la que José Martí es presidente de la República y Antonio Maceo encabeza la oposición, la obra procura responder desde un punto de vista muy personal esa pregunta que fue y sigue resultando frecuente entre los que debaten sobre la historia insular: ¿Cómo serían esos próceres caídos si hubieran sobrevivido y conducido la vida republicana del país? Y sobre todo ¿Habrían logrado modificar el ayer y el hoy de Cuba?

En el mismo año que veía la luz la novela de Lay, la editorial Verbum dio a conocer otra, escrita por una autora cubana pero que ha vivido desde su juventud en los Estados Unidos: De amores y guerras. Cuba y España de Uva de Aragón (La Habana, 1944). Lo más llamativo en ella es la radical diferencia de su enfoque con los libros antes citados.

En primer término no es una narración centrada en la figura de un héroe. Por sus páginas desfilan como sombras proyectadas al fondo, en un diorama, Céspedes, Agramonte, Maceo, Martí. Unas veces sencillamente entran por un momento en la existencia de uno de los personajes, como ocurre con Salvador Cisneros al que se retrata con elegancia y dulzura románticas a través de los ojos de Sara Escobar; en otros casos se alude a ellos como parte del marco histórico donde se desenvuelve la obra; y también sufren la crítica o la sencilla aversión de aquellos que desde una defensa integrista de la patria española no aceptan posición separatista alguna, es el caso del gallego Waldo Álvarez Insua para quien Máximo Gómez y Calixto García eran dictadores mientras que Ignacio Agramonte “mandaba como un reyezuelo en Camagüey”. Unos años después, elogiará sin reservas “la abnegación, el patriotismo y el noble desinterés de los Voluntarios de la isla de Cuba” así como “la política previsora y acertadísimas disposiciones del ilustre Valeriano Weyler”.

Por otra parte, no se busquen en esas páginas grandes batallas sino apenas sus consecuencias sobre aquellos que toman parte del relato: la marcha de Sara y su familia al campo insurrecto; el fusilamiento en Baracoa de José Dolores Catá y las vicisitudes para sobrevivir de sus hijos Emelina y Álvaro; los retornos de Waldo con su familia a Galicia, cada vez más contrariado en la medida en que declina el poder español en la isla y la síntesis de muchas de esas historias en la figura del futuro escritor y diplomático Alfonso Hernández Catá, hijo de español y cubana, cuya filiación intelectual se nutre de ambas tierras y está más allá de resentimientos y frustraciones.

Me atrevería a señalar que la autora no se interesa por centrar la atención en personajes individuales, aunque después de concluir la lectura se nos queden prendidos a la memoria especialmente ciertos caracteres femeninos como María Dolores, Mercedes Lila o Emelina. El foco de la novela, aunque titula cada una de sus ocho partes con el nombre de un personaje, es la familia. De ahí que la acción siga a un núcleo formado por una criolla con un militar español: Emelina e Ildefonso y paralelamente a un extraño triángulo trazado entre María Sara Escobar, esposa legal del norteamericano Mateo Galt pero amante del gallego Waldo Álvarez Insua.

Si bien la base documental de esto es el mismísimo árbol genealógico de la autora, se apoya también en una circunstancia histórica conocida por la sociedad cubana del siglo XIX pero generalmente dejada de lado en la narrativa: las cubanas casadas con peninsulares asociados al poder colonial. Basta con devolver a la memoria los casos de dos escritoras: Aurelia Castillo, desposada con un oficial del ejército español y Martina Pierra que formó una fecunda pareja con José de Poo, oficial condecorado del cuerpo de Voluntarios. Tales enlaces no eran considerados tan raros en su tiempo, pero cuando los sucesos de esa centuria pasaron a ser historia en la siguiente comenzó a mirarse tal cosa como una especie de absurdo gracias a una visión maniquea del devenir nacional.


Uva tiende a devolver las cosas a una lógica histórica: Cuba, aun en los momentos de mayor polarización de sus corrientes políticas no vivió una guerra civil entre españoles y cubanos, sino que ambos quedaron entrelazados en el crecimiento de la población junto con descendientes de indios, africanos, chinos y hasta comenzó a hacerse visible la presencia de norteamericanos, que aumentaría significativamente a partir de 1898.

La escritora se desmarca de ciertos esquemas ideológicos para ofrecernos una imagen más viva de una sociedad que no se comportó como dos ejércitos enfrentados: Emelina siente reparos de ofrecer su mano a un militar español cuando ella es hija de una víctima del poder colonial, pero el talante ético del soldado vence los obstáculos y se conforma un matrimonio donde no faltan los desacuerdos pero se construye un hogar feliz. Sara es un personaje todavía más rico: la necesidad familiar la impele a casarse con el norteamericano Galt, aunque le repugne tanto dejar el campo insurrecto como dedicarse a coser uniformes para los españoles y además unir su vida con alguien cuya cultura le resulta extraña. Luego, cuando el cónyuge se convierte en alguien enfermo y paralizado, establece relaciones con un peninsular, lleno de amor y filantropía por Galicia, su patria chica, pero que es incapaz de reconocer una Cuba que no sea absolutamente española. Ella no se rinde sencillamente ante las ideas de su esposo, difiere de ellas con frases o con silencios, pero acepta una vida que comparte muchas aspiraciones de su esposo y comprende los diversos talantes con que sus hijos orientan sus vidas particulares.

No soy de los que otorga demasiada importancia a la clasificación genérica de una obra. Aragón desde que comenzó la redacción de este libro lo designó como novela, pero me consta – gracias a la correspondencia que sostuvimos y a algunos intercambios sobre asuntos históricos- que a la vez insistía en que trasuntaba hechos de sus antepasados, historias reales que ella completaba y realzaba con una elaboración artística. Por esas rutas, más que novela, he sentido tener entre las manos una gran crónica o unas memorias prenatales. No hay que olvidar que Uva publicó en 2021 El reino de la infancia. Memorias de mi vida en Cuba y De amores y guerras junto a ella podría constituir una especie de “precuela”.

En la cultura cubana ha habido una tradición apreciable de mujeres que escribieron memorias, baste con citar a Dolores María Ximeno y Cruz (Lola María) que aporta recuerdos invaluables sobre la sociedad matancera de mediados del siglo XIX; Renée Méndez Capote, excepcional narradora de recuerdos familiares y personales de las primeras décadas de la República; Dulce María Loynaz, cuya tradición familiar fuertemente ligada a la historia insular motivó a su talento a dejar el relato de hechos y personajes entrelazados con su vida; y Fina García Marruz quien al contar su existencia, desde la infancia hasta el matrimonio, dejó una imagen singular de la vida doméstica, el ambiente cultural y la gestación de un importante movimiento literario y artístico. Al menos en este libro, más que la herencia de un creador de ficciones como su abuelo Alfonso Hernández Catá, percibo en Uva a una de esas memoriosas cubanas.

En favor de tal afirmación encuentro su insistencia en la veracidad del relato, apoyado en la construcción de un árbol genealógico y en la validación de los hechos narrados a partir de su coincidencia con fuentes documentales. Así mismo, toma de las memorias cierto detallismo en la narración que muchas veces prefiere la reiteración antes que la elegante elipsis en su discurso, como ocurre con los viajes a Galicia de Sara y familia, las sucesivas enfermedades y muertes de hijos, así como las abundantes páginas de Waldo reproducidas in extenso para caracterizar su pensamiento. Algunos de esos asuntos podrían haberse sintetizado, trabajarlos como es usual en los novelistas atendiendo no tanto a lo que ocurrió en realidad sino a la verosimilitud de su argumento que muchas veces implica eliminar reiteraciones y concentrarse en pasajes significativos. Pero la autora insiste a cada paso en que lo relatado ocurrió así y hasta nos ofrece elementos para su verificación. No son defectos, sino decisiones de la autora que prefiere dar mayor jerarquía al discurso histórico que al de ficción.

En último caso puedo decir que disfruté muchísimo con la lectura de esta obra, donde hay una huella de la larga experiencia periodística de la escritora y sobre todo de su talento especial para redactar crónicas vívidas. Al avanzar en la lectura sentí que Aragón sin proponérselo me trasladaba a la casona de mi abuelo materno en Camagüey, allí donde pasé una parte importante de infancia y me vi abriendo aquel librero donde, junto a las obras casi completas de Víctor Hugo y Alejandro Dumas, era posible encontrar los libros de Alberto Insua (que en realidad era Alvares Insua y Escobar): El negro que tenía el alma blanca y sus prolijas, dilatadas e interesantes Memorias. Muy cerca estaban algunos de los primeros relatos de Alfonso Hernández Catá que leí en mi adolescencia, especialmente recuerdo la viva impresión que me causó “Los muertos”, pieza sobre la que he vuelto una y otra vez en diversas épocas de mi vida.

En aquel hogar había también una síntesis de sangres diversas, desde la sombra de un comerciante asturiano y oficial de Voluntarios que llegó a convertirse en uno de los mayores propietarios de la región, hasta la familia criolla de su yerno donde hubo desde mujeres que sirvieron de mensajeras a Antonio Maceo, hasta amigos fraternos de Fermín Valdés Domínguez y Rubén Martínez Villena.

Gracias Uva de Aragón por devolverme a aquella mansión donde yo leía en una mecedora en el portal junto a la galería de arecas y hortensias, mientras en la cocina preparaban para el almuerzo lo mismo unos moros y cristianos que una munyeta catalana. A partir de ahora, en mi nuevo hogar en Extremadura, cuando alguien me pregunte por enésima vez si los cubanos somos un tipo particular de españoles u “otra cosa”, demoraré un poco más en elaborar mi respuesta porque quizá somos esto, aquello y algo más.

El Síndrome de Peter Pan: del niño que se niega a crecer (por Cecilia Alegría, La Doctora Amor)

Nota del blog: Espacio semanal de Cecilia Alegría, La Dra. Amor, dedicado al amor de pareja.


Este popular síndrome no se refiere a una patología especifica, -ya que no está reconocido como trastorno psicológico por la Asociación Americana de Psiquiatría-, sino a unos rasgos genéricos de carácter.

¿Conoces a un hombre adulto, hecho y derecho, que no logra asumir las responsabilidades que la adultez impone y que llega a los 30 con una mentalidad adolescente, queriendo divertirse, huyendo de la realidad y viviendo en una burbuja llena de juegos y fantasías como si todavía fuera un niño? Es probable que padezca del Síndrome de Peter Pan.

Suelen ser hombres a los que les cuesta conseguir un trabajo estable, tienen 40 años y siguen viviendo con sus padres -es más, son mantenidos por ellos- y tampoco logran consolidar relaciones amorosas estables porque al cabo de cierto tiempo se aburren y además le tienen miedo al compromiso. Cuando entablan relaciones afectivas, éstas suelen ser muy superficiales. Les cuesta mucho trabajo conseguir amigos verdaderos. Lo mismo ocurre en el terreno sentimental y sexual. Con frecuencia permanecen solteros, “picando de flor en flor”.

Pero atención, no todos los adultos que viven en casa de sus padres son felices con ese estatus. Podríamos decir que existen dos clases de Síndrome de Peter Pan: uno socioeconómico, que es impuesto por la sociedad actual y la crisis económica. Otro individual o psicológico, determinado por los rasgos de la personalidad.

Los Peter Pan auténticos suelen ser egoístas, narcisistas, no reconocen sus errores cuando los cometen y le echan la culpa a otros para no asumir la responsabilidad de sus actos.

El libro “El síndrome de Peter Pan: Los hombres que nunca crecieron” del Dr. Dan Kiley, hizo popular el concepto en 1983, pero mucho antes el psicoanalista Carl Gustav Jung propuso el término “pueraeternus” (niño eterno) para referirse a este tipo de jóvenes-adultos, a principios del siglo XX. Sir James Matthew Barrie creó el personaje de Peter Pan en 1904 y en 1953 Disney lo dio a conocer al mundo a través de la película de dibujos animados que lleva su nombre.

Uno de los personajes más actuales que se cita a la hora de hablar de este síndrome, es el famoso cantante Michael Jackson, quien vivió desde su más tierna infancia rodeado de caprichos y aduladores. Los más cercanos a él dicen que era como un niño atrapado en un cuerpo de hombre. El cantante hizo realidad la fantasía de crear su propio “Neverland” (El país de Nunca Jamás) al comprarse una enorme finca, con parque de atracciones incluido, donde vivía rodeado de niños.

Otras características comunes al Peter Pan actual son:

  • Miedo a la soledad.
  • Mucha inseguridad y baja autoestima.
  • Tiene necesidad de atención de quien le rodea.
  • Su actitud se centra en recibir, pedir y criticar con poca tolerancia a la frustración.
  • Centrado en sí mismo y en sus problemas, sin preocuparse por quien le rodea.
  • Siente insatisfacción constante con lo que tiene, desea tenerlo todo sin ningún esfuerzo.
  • Se la pasa metido en los video juegos y otras diversiones por Internet.
Entre las posibles causas del síndrome encontramos dos extremos:
  • Una infancia excesivamente feliz, donde fue sobreprotegido, de manera tal que el hombre puede llegar a idealizarla, es decir, busca perpetuar e inmortalizar momentos felices viviendo en un estado de infancia constante que se niega a superar.
  • Una infancia muy infeliz o carente de afecto. Donde la función del síndrome es recuperar la infancia robada, mediante la libertad que otorga el ser adulto, es decir, recuperar el tiempo perdido.
Qué hacer para sanar. –

Se recomienda la psicoterapia que ayudará al paciente a asumir la responsabilidad de sus propios actos y emociones, aumentando su tolerancia a la frustración e incrementando su nivel de autoestima de forma progresiva, a través del aprendizaje de estrategias para el proceso de toma de decisiones y resolución de problemas.

Ser adulto significa decidir crecer, adoptar metas y objetivos en la vida. Renunciar a algunas cosas para progresar, responsabilizarse de los propios errores y tolerar la frustración del día a día. Madurar no significa perder el niño que llevamos dentro sino lograr mantener un equilibrio entre ambas partes del ser humano: el adulto y el niño interior.




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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (www.ladoctoraamor.com):

Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.

Ha publicado doce libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez (Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019), El Poder del Amor Grape: como restaurar tu matrimonio después de una infidelidad (2021). Amanecer con Dios (2021), Del Amor Tóxico al Amor Extraordinario (2022). El continuo aprendizaje de la felicidad (Editorial El Shaddai,  2023). La Caridad empieza por la casa (2024).
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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