Sunday, December 6, 2020

Nación y "nacionalidades" (por Julian Marías. "El país". España. Enero 15, 1978)


España ha sido la primera nación que ha existido, en el sentido moderno de esta palabra; ha sido la creadora de esta nueva forma de comunidad humana y de estructura política, hace un poco más de quinientos años -si se quiere dar una fecha representativa, sería 1474- Antes no había habido naciones: ni en la Antigüedad, ni en la Edad Media habían existido; ni fuera de Europa. Ciudades, imperios, reinos, condados, señoríos, califatos; naciones, no. Poco después de que España llegara a serlo, lo fueron Portugal, Francia, Inglaterra; con España, la primera «promoción»; más adelante, Holanda, Suecia, Prusia;. en un sentido peculiar, Austria, y desde fines del siglo XVII empieza a germinar algo así como una nación dentro de Rusia. Italia y Alemania no llegan a ser naciones hasta hace un siglo (aunque se sentían ya así, social si no políticamente, mucho antes, y verdaderamente lo eran).Políticamente, las expresiones «Monarquía española» y «Nación española» han precedido largamente a «España». El Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias (1611), da esta definición: «NACION. Del nombre latino natio, is, vale reyno o provincia estendida, como la nación española.» Ricardo de la Cierva, en un artículo impecable, acaba de recordar lo que ha sido siempre, cuantitativamente incluso, el uso constitucional de las expresiones «Nación» y «Nación española».

Hasta hace unos días, el anteproyecto de Constitución recién elaborado arroja por la borda, sin pestañear, la denominación cinco veces centenaria de nuestro país. Me pregunto hasta dónde puede llegar la soberbia -o la inconsciencia- de un pequeño grupo de hombres, que se atreven, por sí y ante sí, a romper la tradición política y el uso lingüistico de su pueblo, mantenido durante generaciones y generaciones, a través de diversos regímenes y formas de gobierno.

En la época en que el nombre «nación» se usa abusivamente -Naciones Unidas- por todos los países que son o se creen soberanos, desde los más grandes hasta los que apenas se encuentran en el mapa, con estructuras sociales y políticas que nada tienen que ver con la de la nación, resulta que la más vieja nación del mundo parece dispuesta a dejar de llamarse -y entenderse- así. El anteproyecto recurre a cualquier arbitrio imaginable con tal de escamotear el nombre «Nación»: «sociedad», «pueblo», «pueblos» y, sobre todo, «Estado español» -la denominación que puso en circulación el franquismo por no saber bien cómo llamarse, que ha ocupado tantos años los membretes de los impresos oficiales- Pero ocurre que estos conceptos no son sinónimos; y usarlos como si lo fueran significa una falta de claridad sobre las realidades colectivas, disculpable en la mayoría de los hombres, pero no en los autores de una Constitución.

Ahora que la Iglesia -sabiamente- ha añadido a los pecados de pensamiento, palabra y obra los de omisión, la de la palabra Nación en el texto constitucional propuesto resulta difícilmente perdonable. En él, en efecto, nunca se dice que España es una nación, lo cual equivale a decir que España no es una nación, ya que en ese texto era necesario decirlo. Me gustaría computar -en caliente, directamente- lo que de ello piensan los españoles, si se dan cuenta de lo que se intenta hacer con su país, es decir, con ellos (y con sus descendientes).

Pero no es esto sólo. La idea nacional se cuela en el anteproyecto, como de pasada, en el artículo dos, que dice así: «La Constitución se fundamenta en la unidad de España y la solidaridad entre sus pueblos y reconoce el derecho a autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran.» Yo no sé qué quiere decir que la Constitución «se fundamenta en la unidad de España»; entendería que la reconozca o la afirme o la proclame; pero esto no es demasiado grave. Sí lo es que el texto diga que integran España «nacionalidades y regiones». Explicaré por qué me parece así.

Esta Constitución, tan enemiga de toda «discriminación», la practica aquí en las más serias cuestiones. Según ella, hay en España dos realidades distintas, a saber, «nacionalidades» y «regiones». En una Constitución, habría que decir cuáles son -y me gustaría saber quién se atreve a hacerlo, y con qué autoridad-. Pero lo más importante es que no hay nacionalidades -ni en España ni en parte alguna-, porque «nacionalidad» no es el nombre de ninguna unidad social ni política, sino un nombre abstracto, que significa una propiedad, afección o condición. El Diccionario de Autoridades (1734) dice: «NACIONALIDAD. Afección particular de alguna nación,. o propiedad de ella.» Y la última edición (1970) del Diccionario de la Academia la define así: «Condición y carácter peculiar de los pueblos e individuos de una nación. 2. Estado propio de la persona nacida o naturalizada en una nación. »

Es decir, España no es una «nacionalidad», sino una nación. Los españoles tenemos «nacionalidad española»; existe la «nación España», pero no la «nacionalidad España» -ni ninguna otra-. Con la palabra «nacionalidad», en el uso de algunos políticos y periodistas en los últimos cuatro o cinco años, se quiere designar algo así como una «subnación»; pero esto no lo ha significado nunca esa palabra en nuestra lengua. El artículo del anteproyecto no sólo viola la realidad, sino el uso lingüístico.

Algunos defensores de esa acepción espúrea de la palabra «nacionalidad» invocan el precedente del famoso libro Las nacionalidades, publicado hace poco más de un siglo por D. Francisco Pi y Margall, catalán, republicano federal, uno de los presidentes del poder ejecutivo de la efímera I República Española (febrero de 1873 a enero de 1874). Ahora bien, al invocar ese libro demuestran no haberlo leído. Porque Pi y Margall no llamó nunca «nacionalidades» a ningún tipo de unidades político-sociales, ya que sabía muy bien la lengua española en que escribía -en que escribió tan copiosamente- Las «nacionalidades» de que habla son, no Francia, España, Alemania, Suiza o Estados Unidos, sino la nacionalidad francesa, la española, la alemana, la suiza, la norteamericana, etcétera. Usa la expresión en el sentido en que -todo el siglo XIX habló del «principio de las nacionalidades». A las naciones, Pi y Margall las llamaba «naciones»; y a lo que solemos llamar «regiones», casi siempre las denominaba con la vieja palabra romana, de amplísima significación, «provincias». Lo que pasa es que resulta más cómodo leer títulos que libros, y los antiguos, ni siquiera solían tener las socorridas solapas que tantas veces simulan un conocimiento inexistente.

Al hablar -con entusiasmo- del principio federalista, que Pi y Margall pretendía aplicar a todos los niveles, desde el municipio hasta Europa, escribe, por ejemplo:
«Yerra el que crea que por esto se hayan de disolver las actuales naciones. ¿Qué había de importar que aquí, en España, recobraran su autonomía Cataluña, Aragón, Valencia y Murcia, las dos Andalucías, Extremadura, Galicia, León, Asturias, las Provincias Vascongadas, Navarra, las dos Castillas, las islas Canarias, las de Cuba y Puerto-Rico, si entonces como ahora había de unirlas un poder central, armado de la fuerza necesaria para defender contra propios y extraños la integridad del territorio, sostener el orden cuando no bastasen a tanto los nuevos Estados, decidir las cuestiones que entre éstos surgiesen y garantizar la libertad de los individuos? La ración continuaría siendo la misma. Y ¿qué ventajas no resultarían del cambio? Libre el poder central de toda intervención en la vida interior de las provincias y los municipios, podría seguir más atentamente la política de los demás pueblos y desarrollar con más acierto la propia, sentir mejor la nación y darle mejores condiciones de vida, organizar con más economía los servicios y desarrollar los grandes intereses de la navegación y el comercio; libres por su parte las provincias de la sombra y tutela del Estado, procurarían el rápido desenvolvimiento de todos sus gérmenes de prosperidad y de riqueza: la agricultura, la industria, el cambio, la propiedad, el trabajo, la enseñanza, la moralidad, la justicia. En las naciones federalmente constituidas, la ciudad es tan libre dentro de la provincia como la provincia dentro del cuerpo general de la República.
Pi y Margall extiende la misma Consideración a otras nación es: «Otro tanto sucedería en Francia si se devolviese a sus provincias la vida de que disfrutaron, y en Italia, si se declarase autónomos sus antiguos reinos y repúblicas, y en la misma Inglaterra, si lo fuesen Escocia e Irlanda... Inglaterra, Italia y Francia seguirían siendo las naciones de ahora.» Pi y Margall habla constantemente de «grandes naciones» y «pequeñas naciones»: ni a unas ni a otras se le pasa por la cabeza llamar «nacionalidades». Y el libro III de Las nacionalidades se titula La Nación española.

¿De dónde viene entonces este uso caprichoso e inaceptable de la palabra «nacionalidad»? Es, simplemente, un anglicismo, de los que tanto gustan los que no tienen mucha familiaridad con la lengua inglesa. Si no me equivoco, procede de John Stuart Mill, que en su tratado sobre Representative Government (1861) usó la palabra nationality en su recta significación y, además, de manera imprecisa, como designación de una comunidad. Mill habla de feeling of nationality (sentimiento de nacionalidad), French nationality (nacionalidad francesa), etcétera. Pero también dice, por ejemplo-, «A portion of mankind may be said to constitute a Nationality if they are united among themselves by common sympathies which do not exist between them and any others, etcétera.» («Puede decirse que constituye una Nacionalidad una porción de humanidad si están unidos entre sí por simpatías comunes que no existen entre ellos y otros cualesquiera, etcétera.»).

Por esta vía -una teoría polítíca inglesa de mediados del siglo XIX- ha entrado en nuestra lengua una moda recentísima, imprecisa, que aparece con alguna frecuencia en nuestros periódicos y en los discursos de algunos políticos que acaso no saben muy bien de qué hablan. Parece demasiado que tan livianos motivos determinen la Constitución de la Nación española, introduzcan una arbitraria desigualdad entre sus miembros y pongan en pelígro la articulación inteligente y fecunda de un sistema de autonomías eficaces, fundadas en la realidad, no en oscuros rencores o en la confusión mental.

(Camagüey) Hotel Residencial, Puerto Príncipe


Recuerdo cuando Manolito tiraba la FM en directo, en los 80s, en el Panorama.


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"Avenida de los Mártires entre Francisco Agüero y Andrés Sánchez. Año 1946: Arq. Claudio Muns Blanchart.

"Edificio de cinco niveles con una línea de diseño art déco muy modesta que anuncia el tránsito hacia el racionalismo de la segunda mitad del XX. Su fachada principal presenta tres cuerpos bien definidos en sentido vertical. Los dos primeros correspondientes a las dos primeras plantas, uno con portal público y el superior con portal privado, se adecuan en sus puntales diferentes a los de las casas colindantes, en una clara intención de integración. El tercero abarca las tres plantas restantes cuya composición es en base a vanos estrechos y esbeltos con pequeños balcones. El ancho de la fachada también se divide en tres cuerpos mediante tres pilastras ranuradas, finalizadas en saetas que acentúan la verticalidad propia del art déco. Estas pilastras en la planta baja se convierten en grandes columnas cuadradas que soportan el portal, en el que se adosan falsas ménsulas que forman parte de la decoración. En la cuarta planta se observan, encima de los vanos, los recuadros decorativos de figuras geométricas típicos del déco camagüeyano, motivo que se repite a mayor escala en el plano interno de la fachada de la planta baja. El interior del hotel está transformado y no conserva elementos propios del estilo. En el último nivel, con una parte a cielo abierto radica el cabaret Panorama". (Información tomada de "Guía de arquitectura y paisaje de Camagüey y Ciego de Ávila" Año 2008)

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Publicidad año 1949
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Friday, December 4, 2020

Agendas ocultas (por Wendy Guerra Torres)




Texto tomado del Facebook de la autora






¿Entonces se trata de agendas ocultas? 

Si así fuera empezaríamos a recitar todas las agendas ocultas o visibles en las que participamos los cubanos sin ser consultados, incluso, siendo menores de edad. 

Estas cruzadas nos dejaron la convivencia e interacción en escuelas o centros de trabajo con guerrilleros, intelectuales de todas las izquierdas, latinoamericanas o de la Europa del Este, personas de otras culturas que pertenecieron a disímiles organizaciones que van desde el M-19 a la ETA, de los Tupamaro a los Montoneros, de los Sandinistas a los Chavistas, ellos han vivido en nuestro país por años y también, eran parte, poseían o traían bajo el brazo su memorándum oculto. Cada cual tenía una agenda, la suya y la de su organización, y no siempre en sus países de origen los ciudadanos aprobaban con agrado nuestra intervención ideológica en sus cambios internos, pero allí estuvo Cuba por décadas, cada uno con una hoja de la agenda en las manos, interpretando, improvisando, sin poder cotejar todo el cuaderno para enterarnos de lo que verdaderamente pasaba internamente en los entresijos de la Guerra de Angola, Etiopía o El Congo. Los entrenamos, amparamos, curamos, alfabetizamos, alimentamos ideológicamente, con armas, maestros, soldados o doctores, algunos de ellos hasta formaron parte de nuestras vidas, y son hoy pareja, padres, abuelos de nuestros amigos, hermanos, parte de nuestras familias que bien poco saben aun de la letra pequeña, corrida que duerme en sus agendas vintage, descoloridas. 

El gobierno cubano hizo su intervención económica y política en otras ideologías en nombre de un ideal. Para miles de personas fuimos, somos y seremos su peor adversario. No se trata de esconderse detrás de un enemigo para evitar un diálogo, de colocarnos en una barricada porque nos están atacando. Los únicos que nos estamos atacando somos nosotros mismos al no escucharnos y ponernos de acuerdo. Ya basta de pretextos, actos de repudios y canciones o consignas manipuladas y sacadas de contexto.

En Cuba no hay espacio para el trabajo independiente al Estado y nadie tiene un detector de enemigos que diga hasta dónde quién puede o no apoyar financieramente un proyecto.

Ya va siendo hora de que sintamos que resolver nuestros problemas con otros puntos de vista nos libera. Ser autónomos es lo único que nos independiza del resto y no se puede desoír nuestro historial independentista. El peor enemigo es el miedo que nos paraliza. 

Las personas que estaban ante el Ministerio de Cultura esperando una respuesta nunca se olvidaron de los jóvenes de San Isidro, de lo contrario, jamás hubiesen incluido todos estos puntos en sus pedidos:

1- Derecho a la libre creación.

2- Derecho al disenso. 

3- Revisión y cumplimento del debido proceso judicial a Denis Solís.

4- Que se le permita al artista Luis Manuel Otero Alcántara regresar a su domicilio. 

5- Cese del hostigamiento, la represión, la censura, el descrédito y la difamación por parte de las autoridades y los medios oficiales a la comunidad artística e intelectual cubana y a todo ciudadano que disienta de las políticas del Estado.

6- Reconocimiento y respeto al posicionamiento independiente. 

7- No más violencia policial, no más odio político, sea el amor y la poesía lo que una a este pueblo.

El pistoletazo lo dieron los miembros del Movimiento San Isidro y el abuso de poder hacia a ellos por sus actitudes, gestos y agenda, esa que a ellos les importa defender, la compartamos o no, nos guste o no, el resto lo hicieron los artistas e intelectuales cubanos, llamados por sus conciencias y sus propias voluntades.

Un país no debe poseer una sola agenda, una sola manera de ver la ideología, una sola voz para dictarla, y mucho menos un modo arbitrario de llevar la justicia que decreta, quién puede o no respirar, opinar, obrar bajo su cielo. Mi país debe tener 11 millones de agendas para comenzar a afinar el coro.

Estos días he visto con horror caer rayos y centellas sobre los nombres de los miembros de San Isidro, Tania Bruguera, Carlos Manuel Álvarez, Carlos Varela, Leoni Torres, Haydée Milanés y demás cubanos. A todos los han encendido con comentarios sectarios, racistas, excluyentes, homofóbicos, machistas que contienen una violencia y vulgaridad semejante a los actos de repudio de los 80 y de los actuales, organizados “espontáneamente” con autobuses, audio y meriendas incluidas.

El mundo ha visto con asombro el contraste entre el articulado discurso de artistas, intelectuales y activistas dispuestos a conversar sobre su realidad con respeto y brillantez, y el desarticulado, anémico modo de repetir consignas o retuitear ofensas de una oficialidad desgastada, torpe, sin criterio, que niega la realidad objetiva de un pueblo que necesita un cambio urgente para poder comer, vestir, asearse y vivir decentemente de sus talentos o habilidades.

Los lenguajes, los códigos, los objetivos, los puntos de vista, las prioridades, la información, los referentes, el pensamiento, el mundo tal y como lo conocíamos antes de la llegada de internet en Cuba ha cambiado. Los jóvenes han roto el candado de la jaula y saben que la única opción es revolucionarlo todo. Sus agendas no están ocultas, son un libro abierto. Es evidente, la transformación con diálogo o sin él ha comenzado. Dentro del cambio todo, fuera del cambio nada.

(Revista Social. Julio 1930) "Hay que tené boluntá". Un poema de Nicolás Guillén


 

La Madre (un poema de Thelma Delgado)



En la calle hay algarabía, música, alarde
Es la fiesta para la emperatriz
Son ya las horas de la tarde;
Ella se ha despertado adolorida, pero feliz.

Su cuerpo ahora diferente, está agotado
Ella sonríe y galopa con fuerza su sangre
Ya la vió! La tiene entre sus brazos!
Vida de su vida, carne de su carne.

Y entre lágrimas de felicidad y miedo
Que ruedan sobre su bella faz
La madre implora humildemente al cielo
Fuerza, valor, sabiduría y paz.



(Revista Social. Agosto 1917) El mayor encanto de la mujer cubana. Por Eulogio Horta


 

Thursday, December 3, 2020

Hospitales en el Camagüey de 1909


"Hospitals: There are established hospitals, and buildings that could be made immediately available, with capacity sufficient to accommodate nearly 2,000 patients.

Numerous residences could be readily converted into quarters for the sick. The hospitals and some of the buildings are as follows: 

American army hospital, one - quarter mile northwest of camp and one - half mile from railroad station, with which it is connected. Leased, double building, 70 by 30 feet; tile floor; one story with portico; large patio; no modern closets; cistern; artesian water from camp used; accommodations, 30 patients and corps men. Another similar house opposite; available in case of military emergency. 

General hospital, situated on open ground, northeast corner of city, opposite stations of Cuba and Nuevitas Railroads. A large building, 300 by 350 feet, inclosing patio. Central part of front building is two stories and used for nurses. The building was erected by Spaniards for infantry bar racks; was afterwards used by them as a hospital. Used by Americans as a barracks for 1,000 men, and again by Cuban Government as a hospital. Spaniards crowded 2,000 patients into the building, but the proper capacity is about 500. Has long wards on sides, private wards in front, and kitchens in Water supply pumped from city artesian well , near Hotel Camagüey, into tank on roof; good and ample; build ing has modern water - closets and bath . Building was renovated during first intervention; needs some repairs (1907). 

San Lázaro; public institution; home and hospital for aged poor. One mile west of town on Havana road, in suburb San Lázaro. Quadrangular building; one story; male and female wards on opposite sides of patio; cistern ; artesian well; windmill; baths and modern water - closets; a model institution. Has about 100 patients; could accommodate easily 300 or more. 

College of San Francisco. Available for hospital or bar racks, about 250 by 300 feet, inclosing patio; two stories; cistern; well; windmill ; modern water - closets, and good baths; could accommodate 500 patients. 

Hospital of Colonia Española, southeast of city. A house near Casino Campestre; a two - story stone building with balconies, 60 by 60 feet, and has an azotea. A private hospital for Spaniards; 20 patients; could accommodate 100. A good isolated hospital for contagious diseases; cistern; well; modern water - closets: bad condition.

Convent of San Juan de Dios, in plaza of and adjoining church of same name. Two stories; patio around cistern; used by Americans during first intervention. Was originally a hospital; now rented to poor people, and is in a very dilapidated and dirty condition ; would require great ex pense and labor to make necessary repairs ; cistern is dry and dirty; no conveniences."


(Military notes on Cuba, 1909. War Department, USA)

Carlos J. Finlay (por Frank de Varona)

Carlos Juan Finlay de Barrés nació en Camagüey, Cuba, el 3 de diciembre de 1833. Cien años después de su nacimiento se escogió el día del cumpleaños del descubridor de la cura de la fiebre amarilla para honrar a los médicos en las Américas. Finlay estudió en Francia de joven y más tarde se graduó en el Colegio de Medicina de Jefferson en Filadelfia, Estados Unidos, en 1855. Regresó a Cuba después de su graduación y revalidó su título en la Universidad de La Habana. Practicó medicina en varios lugares en Cuba. En 1860 y 1861 hizo estudios adicionales en París.

Dr. Finlay se interesó muy pronto en encontrar la cura a la fiebre amarilla viendo cuantos miles de personas se enfermaban y se morían de esta terrible enfermedad en los trópicos. Después de llevar a cabo cientos de experimentos durante muchos años, Finlay concluyó que el transmisor de la fiebre amarilla era un mosquito que él llamó Culex (después conocido como Stegomya Fasciata y ahora como Aëdes Aegypti).

La teoría de Dr. Finlay de la transmisión de la fiebre amarilla a través de un mosquito fue rechazada una y otra vez durante años por congresos mundiales de salud y miles de personas continuaron muriendo de esta enfermedad. Dr. Finlay asistió a la Conferencia Internacional de Sanidad en Washington, D.C. en febrero de 1881 y presentó su teoría la cual fue rechazada. En abril de 1888 una comisión estadounidense llegó a Cuba para investigar la fiebre amarilla y Finlay una vez más presentó su teoría que fue otra vez ignorada.

Durante el primer gobierno interventor estadounidense en Cuba otra comisión sobre la fiebre amarilla fue nombrada por el gobierno de los Estados Unidos e incluyó a los doctores Walter Reed, James Carroll, Arístides Agramonte y Jesse Lazear. Dr. Walter Reed, quien era el presidente de esta comisión, como otros médicos anteriores, no le prestó atención a la teoría de Finlay y se preparó para irse de Cuba. Sin embargo un evento hizo que tuviera que aplazar el viaje de regreso. El 31 de julio de 1900 Dr. Finlay estaba visitando a un joven médico naval. Dr. John Ross, quien había sido nombrado director del hospital Las Animas. Una vez más Dr. Finlay le dijo a su amigo Dr. Ross que para terminar con la fiebre amarilla todo lo que había que hacer era separar a los enfermos del mosquito Stegomya. Dr. Ross le preguntó, “¿Cómo usted se puede explicar que en este hospital nadie se ha contagiado trabajando con tantos pacientes que tienen fiebre amarilla y con tantos mosquitos?” Finlay le respondió: “Fumigue este edificio y mañana le probaré a usted que el mosquito Stegomya Fasciata no está presente en este lugar.” Al día siguiente después de fumigar concentraron cientos de miles de mosquitos muertos en el piso y en los muebles. Sin embargo ninguno de ellos era el mosquito que Finlay decía que era el transmisor de la fiebre amarilla.

El Dr. Ross convencido de que Finlay estaba correcto fue a ver al General Leonardo Wood, gobernador de Cuba, a explicarle lo sucedido en su hospital. El General Wood tenía una cita ese mismo día con Dr. Walter Reed. El general le pidió al Dr. Reed que examinara le teoría del Dr. Finlay y éste le contestó: “General, esa idea no tiene fundamento científico. Además, ya hemos gastado todos los fondos.” El General Wood ordenó que se transfirieran $10,000 de otra cuenta y le ordenó a Dr. Walter Reed que trabajara con Dr. Finlay.

Al Dr. Finlay se le pidió su colaboración y éste le dijo a uno de sus amigos:
Al fin confirmarán la teoría del mosquito. ¡Cuánto la ciencia se beneficiará! He esperado 19 años por este momento, pero al fin vamos a derrotar el dolor y la muerte causada por la terrible fiebre amarilla y el progreso no se detectará ante este implacable enemigo.
Dos médicos, Dr. Carroll y Dr. Lazear, se dejaron picar por el mosquito Stegomya y ambos se enfermaron. Dr. Lazear murió a los diez días. Al fin se escuchó a Dr. Finlay, aunque en ninguno de los reportes oficiales de la comisión estadounidense se incluyó su nombre. Dr. Reed se cogió la fama de ser el destructor de esta terrible enfermedad y en muchos libros aparece su nombre como tal.

El gobierno interventor de Estados Unidos ordenó la destrucción de este mosquito a través de Cuba y se erradicó esta terrible plaga. Dr. W.C. Gorgas hizo igual en Panamá lo cual permitió la construcción del canal interoceánico.

En Cuba Dr. Finlay fue honrado por la Academia Cubana de Ciencias y por el General Leonardo Wood. El gobierno de Cuba lo nombró Jefe de Sanidad y Presidente de la Junta Superior de la misma. Dr. Finlay murió en La Habana, Cuba, el 20 de agosto de 1915 reconocido por todos los cubanos como un gran científico. Después de su muerte fue reconocido por varios congresos internacionales de medicina como el verdadero descubridor de la transmisión de la fiebre amarilla a través del mosquito.

Existen numerosos monumentos por todo el mundo en memoria de este insigne científico camagüeyano y en París hay una calle que lleva su nombre. Hoy en día los médicos cubanos honran la memoria de este gran científico cubano que a pesar de que sus teorías fueron rechazadas e ignoradas durante años nunca cesó de insistir que él tenía la cura de esta horrible enfermedad. Gracias a él la humanidad se libró de una terrible plaga.

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Frank de Varona is an educator, historian, journalist, and internationally known expert on politics, economics, foreign affairs and national security issues. He was born in Cuba and, at the age of 17, he participated on the Bay of Pigs invasion in an effort to eradicate communism in Cuba. After spending two years in prison, he returned to the United States, where he earned three college degrees. He is married and has a daughter and a grandson.

Mr. de Varona had a 36-year career in the Miami-Dade County Public Schools as a social studies teacher, principal, region superintendent, and associate superintendent of instruction. He also was an associate professor of social studies in the College of Education at Florida International Education for seven years. Currently, he is a part-time Adult Education Coordinator in the Miami-Dade County Public Schools.

He has written 20 books and many articles in newspapers and magazines. Among his books are Hispanics in U.S. History Volume 1 and Volume 2 (1989), Hispanic Presence in the United States (1993), Latino Literacy: The Complete Guide to Our Hispanic History and Culture (1996) and Presencia hispana en los Estados Unidos: Quinto Centenario (2013). Mr. de Varona is the only Hispanic in the nation who has written three books in Spanish about Barack Obama: ¿Obama o McCain? (2008), El verdadero Obama (2010) and ¿Obama o Romney? (2012).

Calles y callejones de Camagüey: Callejón de los Ángeles o del Cañón, Finlay (por Marcos A. Tamames-Henderson)

Nota del blog: Texto publicado en el blog, gracias a la cortesía de Marcos Antonio Tamames-Henderson, una selección de su libro Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia.  


Foto/Blog Gaspar, El Lugareño (by Carlos Peón)
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El callejón de los Ángeles está definido por la cuadra que enlaza a la calle de La Reina y la de La Merced. Lasqueti asocia su nombre a la presencia en él de muchachas cuya hermosura era comparable con la de los ángeles, al tiempo que reconoce como primigenio del Cañón, avalando su permanencia a finales del XIX “por tener uno de los de grandes dimensiones sirviendo de guarda cantón en una de sus esquinas”. 

La primera polémica que se establece en el modo de nombrarlo está relacionada con su tipología y es protagonizada por los vecinos, según anuncia la prensa local el 25 de enero de 1888:
No es callejón. Pedimos que al Callejón de los Ángeles no se le llame callejón porque aunque de poca extensión, tiene la amplitud necesaria para que se le concedan los honores de calle. Muchas de este pueblo no son tan anchas. En cuanto a llamarle de los Ángeles, concedido, porque viven por allí muchas muchachas bonitas y graciosas. Llámesele, pues, Calle de los Ángeles.
¿Estaría detrás de este reclamo el quehacer de Lasqueti? Téngase en cuenta que su obra se publica justamente ese año.
El reconocimiento en esta calle al eminente científico Carlos J. Finlay tiene como punto de partida oficial la sesión del Ayuntamiento celebrada el 27 de agosto de 1915, cuando se da lectura de una carta enviada por vecinos y propietarios del callejón en la que comunican:
Que uno de los medios más usuales de que los pueblos se valen para perpetuar la memoria de aquellos de sus hijos que de alguna manera le han dado honra y prestigio a la patria, es sin dudas, designando algunas de las calles de la ciudad con el nombre de aquel a quien se requiere consagrar; y habiendo fallecido recientemente en La Habana el Dr. Finlay, hijo de este pueblo, que tanto se distinguió por sus éxitos científicos y sus sentimientos humanitarios parece indicado se consagre su memoria a la posteridad por el medio indicado. Se añade a dicho comentario la solicitud de que se sustituya el nombre del callejón por el de calle llamándola «Finlay» en lugar de Callejón de Los Ángeles o Del Cañón, como generalmente se le conoce”.
La carta está fechada el 23 de agosto y firmada por Pedro Garciarena, Juan Mandri, Francisco Duque Estrada, Carlos Guerra y otros. La propuesta se aprueba por unanimidad con la recomendación de colocar “dos planchas, una a la entrada y otra a la salida con el nombre “Finlay” para lo cual se vota un crédito de seis pesos con cargo al Capítulo de Imprevistos”. El acuerdo fue avalado por el alcalde municipal Félix de Quesada el 2 de septiembre de 1915. 

Importantes antecedentes existían en los lazos de la municipalidad y el científico, recuérdese que el 6 de noviembre de 1907 en su seno se designó al Dr. Eugenio Sánchez Agramonte para que representara a la municipalidad en el solemne acto de entrega de la medalla Mary Kingsley al sabio cubano, ocasión en la que el alcalde primero, Dr. Antonio J. de Moya, propuso la adquisición de un buen retrato del Dr. Finlay para el salón de sesiones del Ayuntamiento.

Pero tampoco resultaba el callejón de los Ángeles un espacio muy digno para recordar a una figura de la talla de Carlos J. Finlay pues si bien el 3 de diciembre de 1943 el Club de Leones de Camagüey había colocado una placa en la fachada del ecléctico inmueble número 15 moderno, considerada entonces como su casa natal, en la que se destacaba el médico como “descubridor del agente transmisor de la terrible fiebre amarilla” y “gloria de las Américas, a quien tanto debe la humanidad”; otra postura asumirían los miembros del Ayuntamiento unos meses después, el 10 de mayo de 1944, cuando acordó poner su nombre a la plaza de La Merced, ya rebautizada como Charles A. Dana, transfiriendo el nombre del norteamericano al callejón de los Ángeles.

De la resonancia del científico Finlay en la toponimia urbana internacional consta la comunicación enviada a la cámara municipal el 10 de febrero de 1947 que informa que “el Boletín Rotario de La Habana publicó la noticia de que el Club Rotario de Tegucigalpa, Honduras, le dirigió petición al Consejo del Distrito Central de la Ciudad el darle el nombre del camagüeyano Dr. Carlos J. Finlay a la calle que pasa por frente a la Dirección de Sanidad y a la Plaza contigua El Carrusel. Petición no solo confirmada por el Ayuntamiento sino también agradecida mediante correspondencia. Pero la suerte ya estaba echada y aunque pequeño resulta cotidiano reconocer este callejón con el nombre Finlay, mientras de los Ángeles o del Cañón han quedado como una curiosidad histórica cultural. Por otro lado, su valor patrimonial se reforzó al desbordar su integración al CH para convertirse en uno de los derroteros del área PCH. 

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Marcos Antonio Tamames-Henderson (Jamaica, Guantánamo, 1961). Lic. Historia del Arte (1997), MSc. en Historia del Arte y en Conservación y Rehabilitación de Centros Históricos (2007). Miembro de la Uneac, Unaic, Unhic. La Editorial Ácana ha publicado sus libros De la Plaza de Armas al Parque Agramonte. Iconografía, símbolos y significados (2001, 2da ed. 2003); Tras las huellas del patrimonio (2004); La ciudad como texto cultural. Camagüey 1514-1837 (2005); Una ciudad en el laberinto de la ilustración (2009) y La cofradía de los signos urbanos (2012). Premio Especial Roberto Balmaceda (Uneac, 2002), Juan Marinello (2006), Juan Torres Lasqueti (2005, 2010, 2011 y 2012), Ensayo Histórico Enfoque (2007), Crítica Histórica José Luciano Franco (2005), Publicaciones, teoría y crítica en el V Salón de Arquitectura (2005) y Jorge Enrique Mendoza (2004), entre otros.

Anuncio de Carlos Finlay en el "Diario de la Marina". Octubre 1868.



"Doctor D Carlos Finlay, recibe en su gabinete de consultas calle del Empedrado número 7, de 11 á 2 del día y en su casa calzada del Cerro 753, de 7 á 8 de la mañana".

Diario de la Marina. Octubre 1868

Wednesday, December 2, 2020

La imagen del Cristo Rey que vela por Camagüey (por Carlos A. Peon Casas)



El 31 de octubre de 1937 tiene un significado especial para la ciudad de Camagüey. Pocos, sin embargo, sabrán por qué. Si adelantara que se trató de un acontecimiento que marcó el corazón de los camagüeyanos, pero que aún más, marcaba en signo de fe a todo un pueblo, quizá estuviera dando una pista. El hecho acaecido tuvo, a no dudarlo, una relevancia que trascendió, y que fue más que un muy lucido acto social, del que se hicieran ecos las crónicas sociales de la época. Su sentido, el más profundo, comprometía no sólo la parte emotiva de los lugareños, sino que era en esencia, un acto de muy profunda reverencia y abandono a la Misericordia Divina. Ese día se consagraba nuestra ciudad y nuestra provincia de Camagüey a Cristo Rey. Por ello y a pesar del tiempo y del olvido, voluntario o no, hoy podemos con la misma intención, reeditarlo.

Ese domingo, los ojos de todo curioso que atravesara nuestro querido Parque Agramonte, no podrían dejar de tener un punto de obligada convergencia: la estatua de un Cristo Rey que con sus brazos abiertos, como queriendo abrazar con su gesto a toda la ciudad, remataba lo más alto de la torre de la Catedral. 

Y esa inusitada aparición sobre la torre de nuestra Catedral, era sin dudas, todo un acontecimiento que venía a instaurar desde ese día toda una tradición de fervor y confianza en la persona de quien nos dice siempre: Venid a mí, porque yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Se trataba de un gesto de entrañable confianza, y de una ocasión totalmente inusitada en toda la nación. Por primera vez, toda una ciudad, provincia y diócesis, encomendaba su haber y su poseer, “al que es Rey por naturaleza y por derecho de conquista, al que no puede dejar de serlo en el cielo y en la tierra, no a la manera pobre y enfermiza de los hombres, sino a la manera soberana, poderosa, sabia y santa de un Dios”, según expresara Monseñor Pérez Serantes en su Carta Pastoral, aparecida el 18 de octubre de ese mismo año, en ocasión de los actos preparatorios al acontecimiento, a producirse el propio día que la Iglesia celebra la Festividad de Jesucristo Rey. 

La idea de acometer tal empresa fue de Monseñor Pérez Serantes, el siempre querido y bien recordado obispo, que tanto bien hizo a esta diócesis y a nuestra patria. Su deseo tuvo un eco inmediato, primero en la persona del párroco de la Iglesia Catedral, luego en el pueblo lleno de fervor religioso, que se volcó a la idea con todo el corazón, para hacer finalmente posible el sueño del obispo de consagrar nuestra querida ciudad a Jesucristo Rey de la Gloria. Esa estatua, al decir del propio obispo en otro lugar de su Carta Pastoral, no debía considerársela como un adorno más de la catedral, o un motivo más de ornamentación de la ciudad. “Deseamos”, decía el obispo, “que todos comprendan lo que esta estatua significa y representa”, y su deseo alcanzaba a todos: los niños, los jóvenes, los padres, la familia toda. “Como faro luminoso que señala el puerto al navegante que cruza la inmensidad de los mares”, seguía diciendo el obispo, “así Jesucristo, cuya imagen colocamos en lo más alto para que se la divise bien de todos los ángulos de la ciudad, es el faro que nos señala el puerto de la vida”.

Las semanas precedentes a la fecha, marcaron el ajetreo inusitado en torno a tan céntrico sitio. Se procedía a la erección, primero de un pedestal donde descansaría la estatua y el mismo pueblo creyente que lo costeaba con sus limosnas, seguía con atención los progresos de la obra. Pero no sólo se hacían preparativos de índole material, también se preparaba el espíritu para que tal hecho revistiera un significado de profunda conversión. Durante nueve días anteriores al domingo 31, se tuvo una Novena a Cristo Rey, la que fuera dirigida por el propio Obispo. Se alistaban así los católicos camagüeyanos para tan alta celebración. 


El amanecer de aquel domingo fue definitivamente diferente para toda la ciudad. A las 4:30 de la mañana se impartió la Sagrada Comunión en la Catedral. Y a las 7:00, oficiaba Monseñor Pérez Serantes una Misa de Comunión General, de la que queda un recuerdo todavía palpable y vivo para todos nosotros, pues sesenta y dos años después, al remover la base de la estatua con motivo de las pertinentes reparaciones que la han embellecido, se hallaron, en dos recipientes de cristal, un centenar de pequeños recordatorios de la ocasión, firmados por todos y cada uno de los comulgantes de aquel día. Un bellísimo testimonio de la fe y devoción de nuestros antecesores.

Uno de los recordatorios hallados, 
durante la restauración realizada en el año 1999, 
 dentro de un recipiente de cristal,
 en la base de la escultura.
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Al término de la misa, se procedió a la bendición de la imagen y a la solemne consagración de la ciudad y provincia de Camagüey a Cristo Rey. Al caer la noche, vendría junto a las primeras sombras, el tan aguardado momento de ver resplandecer la imagen de Nuestro Señor, toda iluminada para la ocasión, como un faro que quería mostrar a todos el puerto seguro.

Los que aquella noche se agolparon en el parque Agramonte y en las inmediaciones, tuvieron, la certeza, de que aquella luz, más que símbolo sensible, era en verdad, una llama de compromiso personal, y un acicate para dejar a Dios actuar en sus vidas. “Sin Cristo”, decía Monseñor Pérez Serantes, en otro momento de su Carta, “no hay justicia, sin Cristo no hay caridad, no hay pureza ni fidelidad; sin Cristo no hay paz duradera ni hay hogar (…) Sin Cristo, se cae en el ateísmo que es la sima de todos los males y el súmmum de toda pobreza y miseria, clima propicio a toda degradación”.



Palabras que andando el tiempo nos serían muy caras, porque el profetismo del pastor era manifiesto. Palabras, que dichas para aquellos nuestros antecesores en la fe, están hoy muy bien dichas para todos nosotros, los católicos camagüeyanos de este aquí y ahora, pues al volver la mirada sobre la imagen de Cristo Rey, esta vez renovada de la patina del tiempo, estamos llamados a testimoniar a todos nuestros conciudadanos de nuestra fe y nuestra esperanza con renovado entusiasmo apostólico.

Ojalá que al mirar cada noche la estatua encendida de nuestro Señor, nos dejemos penetrar por su Luz, la que es Norte seguro en la noche oscura de nuestro caminar, y que siga resonando todavía en nuestros oídos aquella oración del obispo Pérez Serantes dicha en 1937 al buen Jesús que vela sobre nuestra ciudad:

…“Pedímoste, pues, oh buen Jesús, dulce, manso y humilde de corazón, a Ti que eres toda caridad, que permanezcas siempre con nosotros, que desde lo alto de esta torre donde tu imagen está, como de lo alto del cielo donde eternamente moras, nos bendigas, nos ilumines, y nos guíes, para que dóciles a tus santas y sabias enseñanzas, viendo con claridad la senda que debemos seguir, tengamos la fuerza necesaria para no detenernos, para no retroceder nunca, para resistir y luchar, siguiéndote a Ti, pues quien te sigue no camina en tinieblas”.



Perlas del Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)


Descubrimos para el curioso lector, en esta entrega de miércoles, estas curiosas perlas del decursar histórico de nuestro materno lar camagueyanensis. 

La oportunidad nos la brinda poder releer con enorme fruición y sorpresas siempre sobreañadidas, una peculiar obra biográfica dedicada precisamente a nuestra comarca: Camagüey. Biografía de una provincia, obra de la celebrada narradora y poetisa y también ensayista y crítica camagüeyana, la Dra. Mary Cruz del Pino. 

El libro fue dado a la prensa en el año de 1955, laureada por la Academia de la Historia de Cuba con el Premio José Miguel Tarafa, en la edición del año 1952, pensado ese año para una obra biográfica dedicada a la provincia de Camagüey. 

En sus contenidos la autora recorre de principio a fin las muchas coordenadas de nuestra antológica memoria histórica, descubriéndonos entresijos siempre reveladores de nuestra mejor identidad, como en un viaje de acendrado bojeo a las mejores esencias tangibles y no, de nuestro mejor ser y saber como pueblo. 

Las no pocas revelaciones que se desgranan en ese animado periplo nos sitúan en los albores civilizatorios de nuestra región, con la llegada de los tainos, y de sus prácticas agrícolas, en especial el de la confección del tan socorrido casabe, y de cuyas particularidades nos cuenta esta iniciática referencia o primer aderezo a nuestra lista: 
Los tainos de cada comunidad se reunían para la significativa tarea de la confección del casabe, Era un acto del grupo como unidad, y, aunque pudiera inferirse que constituía una indígena tendencia comunista, otra de sus características viene a desvirtuar tal suposición: los indios, como los actuales cubiteños, marcaban sus tortas antes de llevarlas al horno común-rasgo de bien definida individualización de la propiedad-en evitación de confusiones o despojos.[1]
En ese recorrido por los jalones de esta memoria histórica, la entonces muy joven escritora camagüeyana nos descubre detalles de sugerentes coordenadas. La de este minuto corresponde a un día cualquiera del año 1747, el año en que según se nos relata Fray Cristóbal de Sánchez Pavón, levantó el primer plano de la villa. Unos muy curiosos referentes a los principeños de entonces fueron adjuntados a aquel: 
Los consideraba aplicados al trabajo y al interés(a las ganancias), hospitalarios, generosos y valientes, así como poco dados al cultivo divino.(…)[2]
De lo anterior dicho deduce la autora a continuación que: 
“(…) la última negativa, nos asombra un tanto, ya que, especialmente durante el siglo XVIII, los camagüeyanos aportaron considerables sumas a la erección de templos (…) y esto sugiere un marcado sentimiento religioso.[3]
Para ese año del Señor de 1747, nos sigue abundando Mary Cruz: 
Puerto Príncipe era la segunda población de la isla por el número de sus habitantes. Habían aumentado las facilidades para la fabricación del azúcar y crecía la exportación maderera por los puertos de Guanaja y Vertientes. En el primero se estableció un astillero donde fueron fabricadas, con maderas de la región, las primeras volantas que rodaron por las calles principeñas. Tan resistentes y de tan buena calidad eran los productos forestales camagüeyanos que hasta en el Arsenal de La Habana se usaron para la construcción de barcos de guerra.[4]

Casi una centuria después la ya entonces ciudad de Puerto Príncipe se embarcaba en rumbos de expectante modernidad. Tal fue el caso que ahora se vuelve otra perla destacable, llegada de manos de un precursor sin cuento para la modernidad puerto principeña: Don Gaspar Betancourt Cisneros, mejor conocido como El Lugareño, así nos lo narra nuestra amable cicerone: 
Fue durante un San Juan, el de 1837, cuando El Lugareño, precursor de tantos aspectos de del desarrollo social y económico de Puerto Príncipe demostró prácticamente a los camagüeyanos como funcionaba un ferrocarril. Casi como jugando, para usar la vieja frase popular, diremos que dio magnífica lección objetiva y ganó con ella para la Compañía que habría de construir la vía férrea entre Nuevitas y Puerto Príncipe, la venta de acciones por valor de más de cien mil pesos. 

¿Quién podía resistir la atracción de aquella propaganda? Unos trabajadores, en comparsa carnavalesca, llevaban un tren de madera en miniatura, con su locomotora y carros de carga y pasajeros. De trecho en trecho, por las calles más céntricas y concurridas, los primeros ferrocarrileros, tendían la línea y hacían andar aquel sorprendente aparato (…) que dejara boquiabiertos en aquella época a los más cultos y civilizados.[5]
El siglo veinte en el Camagüey de siempre, llegaría primero con la intervención norteamericana y luego con el advenimiento de los tiempos de la primera república. De tales minutos hay otras perlas que entresacamos de este magnífico recorrido de manos de la autora de este libro singular. 

De la llegada del Ferrocarril de Cuba nos cuenta la autora que: 
“Ya durante la intervención americana, Van Horne, construyó el Ferrocarril de Cuba con quinientos setenta y tres kilómetros de recorrido –entre Santa Clara y Santiago pasando por Camagüey, del que partieron luego numerosos ramales, como el tan largamente proyectado a Santa Cruz del Sur.[6]
Y la ciudad cambió también de nombre…: 
Puerto Príncipe ya era Camagüey, no solo en el decir popular, sino oficialmente. El 22 de abril de 1903 el Consejo Provincial acordó cambiar a la provincia su nombre hispano por el taíno de la región(…) y el Municipio, por acuerdo del 10 de julio de ese mismo año, también dio carácter legal a la adopción del nombre de Camagüey en esta capital provincial.[7]

Ya en los tiempos del gobierno de Menocal, y justo para el centenario del nacimiento de nuestra Avellaneda: 
Se logró entonces que en 1913 sancionara una ley autorizando crédito de 10.000 para las fiesta del centenario y uno de 2000 para la erección de una estatua de la inmortal Tula en su ciudad natal, el la Plaza de Trías-hoy Parque Martí(…) En el concurso convocado al efecto ganó el primer premio Manuel Pascual, y el segundo el camagüeyano Esteban Betancourt; pero los murieron sin ver realizado el monumento a la poetisa.[8]
Justo para los tiempos en que este libro fuera escrito y publicado, en la quinta década del siglo veinte, Camagüey seguía teniendo razones para ser considerado un baluarte envidiable de prosperidad económica, la autora nos lo ilustra al referir al progreso ganadero de nuestra ancestral región: 
En el Censo Ganadero de 1952 la provincia camagüeyana aparece a la cabeza de las otras cinco, con un millón, ciento seis mil quinientas ochenta y tres reses vacunas, que representan el 27.4% del total de la República.[9]
De aquel sector de tanta pujanza, deja la autora de esta cercanía memoriosa a aquel Camagüey, una estampa muy singular con la que pretendemos dejar al lector con el mejor sabor de boca para el cierre de este recorrido tan sugerente por nuestras raíces y nuestras mejores esencias: 
La industria ganadera tiene actualmente en la provincia el más alto lugar. No sólo da vida y movimiento a la región, sino carácter y tipicidad a ciertas modas y costumbres que parecen traer a tierras cubanas un algo del oeste norteamericano, especialmente a la ciudad de Camagüey y sus alrededores. 

El ojo habituado de los pobladores nada extraño descubre en ese tipo de cowboy que pulula por sus calles y hasta hace corros en los cafés más céntricos, con sus zapatos de tacón alto, sus sombreros de fieltro y sus cintos repujados a la usanza de los tejanos, en la frontera de los Estados Unidos y México. 

(…) 

Erna Ferguson, en su volumen intitulado Cuba, escribió en 1946 estas frases que traduzco al español: Camagüey, me decían a menudo, es nuestra Virginia. Sus gentes se enorgullecen de ser camagüeyanos y lo toman como prueba de aristocracia, igual que los virginianos lo hacen. Pero la provincia de Camagüey, además de ser Virginia es Texas y en centro de la considerable riqueza ganadera de Cuba. Por las calles se ve al cowboy en altas botas, ancho sombrero y la guayabera-en español en el original-del vaquero hispanoamericano.[10]




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[1] Camagüey. Biografía de una provincia. Mary Cruz del Pino. Academia de la Historia de Cuba. La Habana, 1955. pp.4-5 
[2] Ibíd. p.41 
[3] Ibíd. 
[4] Ibíd. p.42 
[5] Ibíd. p.40 
[6] Ibíd. p.213 
[7] Ibíd. 
[8] Ibíd. p.216 
[9] Ibíd. p.240 
[10] Ibíd, p.241

(Bohemia. Diciembre 19, 1954) Fotos de Alicia Alonso


 

Tuesday, December 1, 2020

Sobre "Mujer de invierno" (por Rodrigo de la Luz)


Cuando el libro: Mujer de invierno se publicó yo tenía treinta y tres años; la edad de Cristo en el momento que fue crucificado por los romanos. El libro en su mayoría se había escrito en Cuba, más de diez años hantes.

Mi vida había transcurrido desde entonces, entre el dibujo, la actuación, algunos deportes, la cría de palomas y la lectura. Sin embargo sentía que había perdido mucho tiempo, que ya era demasiado viejo para publicar. Pero el peso de aquellos papeles en la gaveta, me atraía con más fuerzas que todo lo hecho anteriormente.

Cansado de corregirlos, decidí hacer una selección y organicé por segmentos un buen número de poemas que acaso no eran superiores. Sin embargo por alguna razón gozaron el privilegio de ser publicados con anterioridad a otros que tal ves eran mejores; y digo mejores, en cuanto a juicio, criterio, estética y cánones de la modernidad... porque en el corazón a veces no se exigen esos requisitos, esos parámetros.

El corazón dice: Me conmueve, o dice: No entiendo, no me habla a mí.

El corazón dice: Yo no determino, yo no juzgo, yo no sentencio, yo sólo puedo aceptar a quien me canta con honestidad.

Que critiquen los experimentados, los que saben de equilibrio, de moderación y de tendencias.

Con sus espacios de ocio y de poca sustancia, con sus cacofónicas combinaciones y su falta de imágenes, con todos sus adverbios y excesivos giros, con sus metáforas fabulescas, y sus finales imprevistos, con su neocriollismo rampante; los fui organizando para su publicación o su entierro.

Y así fue. En el dos mil dos, apareció el poemario. Supuse que sería un éxito, al menos en cuanto a regocijo se refiere...

Es cierto que me trajo disfrute y algo de paz; por cuanto ya veía publicado algo de mi trabajo.

Pero a su vez -no lo puedo ocultar- me trajo muchas dudas.

¿Que fórmula -si es que existe- nos conduce a la honestidad del poema?

¿Que define lo bueno de lo malo cuando el corazón impera? como ya dije antes.

Después de un tiempo me acostumbré a la idea. Me preparé para esgrimir cualquier tipo de críticas; de cualquier manera ya el poemario existía,y al menos no estaba plagado de faltas de ortografía, ni de erratas, ni de debilidades, ni de muletillas, ni del abrumador frío de los gabinetes; esto último muchas veces es lo peor, ya que contagia el alma del supuesto poeta: ¡fui felíz por un tiempo!

Entre Bécquer y Bukowski, entre Hesíodo y Vallejo, entre Safo y Sylvia Plath cantaba Homero enaltecido.

Luego me sometí a la violencia de las librerías.

Leí en casi todas, e incluso en muchas de las que ya hoy no existen. Leí vía Skype para otros países, y me presenté en múltiples programas de radio, llamé la atención de muchos y me busqué el odio de otros por destacarme; pagué mi propio precio, al igual que mi poesía.

La ingenuidad, la perseverancia, la osadía, a veces te hacen pagar muy caro -incluso con afrenta -por llegar más rápido al lugar que otros ambicionan.

Después de ese periodo devastador y prolífero, la magia y el disfrute los encontré en la soledad, y opté por escribir desde mi trinchera.

Entonces liberé a mi poesía de las palabras que gruñen y maldicen, que fustigan y recriminan.

Ahora es mi misionera: Algo me queda claro; ella evolucionó a lo largo de mis muchas lecturas. Desde entonces como un héroe anónimo, mis poemas fueron mi salvación, la penumbra en mi ciudad oscura, lo mejor y más  honesto que he podido hacer en este mundo.

Programa de Mano, de la función inaugural del Ballet de Camagüey, 1, 2 y 3 de diciembre de 1967 (Cortesía de Liliam Gómez)


 

Las dimensiones de la sexualidad y los diferentes modos de vivirla. (por Cecilia Alegria, La Dra Amor)

Nota  del blog: Espacio semanal de  Cecilia Alegría, La Dra. Amor,  dedicado al amor de pareja.


Revisando estudios sobre el tema para mi noveno libro SEXO SAGRADO Y LAZOS DEL ALMA -que deberá salir a la luz pública en febrero del 2018- encontré la investigación académica de Estefanía Franco, antropóloga de la Universidad Autónoma de México, quien plantea cuatro dimensiones de la sexualidad humana a la que yo agrego una quinta (que va al final):

Dimensión biológica (sexo)

Es el conjunto de características anatómicas, fisiológicas y endocrinas que diferencian a hombres y mujeres.

Dimensión pisco-afectiva

Es la dimensión humana que afecta a las emociones y sentimientos, y está relacionada con las creencias y valores de cada persona.

Dimensión sociocultural y ética

Cada sociedad establece unos valores y normas para justificar los comportamientos sexuales. En función de esos valores y normas se establece lo que es normal y anormal en el comportamiento sexual.

Dimensión clínica

Es la que trata de solucionar las disfunciones sexuales o la adicción al sexo, tanto si se deben a razones fisiológicas como psicológicas. Algunos problemas psicológicos como la ansiedad y la depresión, pueden originar problemas de convivencia, que repercuten en la vida sexual.

Dimensión espiritual

Supone vivir la sexualidad en el respeto de sí mismo y de los demás, en la valoración de sí y de los demás, sin caer en la cosificación o en el uso del otro.

Es encontrar a Dios en la propia sexualidad y en la de los demás. La sexualidad es un dinamismo de la totalidad de la persona que nos ofrece dos caminos para vivir nuestra vocación a la unión con otro ser. El camino amoroso de la vida en pareja, que es el que la mayoría reconoce como válido. Pero los hombres espirituales disponen de otro: lanzar toda la fuerza de su energía amorosa, centrarla en Dios y tener la experiencia de esa fusión total de lo finito con lo infinito. Los místicos cristianos lo han entendido así y lo convirtieron en su proyecto de vida espiritual. Ellos son los verdaderos maestros de este encuentro, de esta experiencia y de este camino sexuado de fusión con su creador. Todo esto en el contexto de la sexualidad como una energía, una fuerza positiva capaz de generar vida, plenitud y realización.

DIFERENTES MODOS DE VIVIR LA SEXUALIDAD


¿Están de acuerdo? ¿Ustedes qué opinan?...



 


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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (www.ladoctoraamor.com): Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Medios Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.

Ha publicado diez libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez (Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019) 

El Arbol de Navidad


(ACI Prensa) Los antiguos germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el "divino Idrasil" o el "dios Odín", al que le rendían culto cada año, en el solsticio de invierno, cuando suponían que se renovaba la vida. La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encino con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y cantaban adorando a su dios.

Cuentan que San Bonifacio, evangelizador de Alemania, derribó el árbol que representaba al dios Odín, y en el mismo lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano: las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador. Esta costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media y con las conquistas y migraciones llegó a América.

Poco a poco, la tradición fue evolucionando: se cambiaron las manzanas por esferas y las velas por focos que representan la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo.

Las esferas actualmente simbolizan las oraciones que hacemos durante el periodo de Adviento. Las esferas azules son oraciones de arrepentimiento, las plateadas de agradecimiento, las doradas de alabanza y las rojas de petición.

Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino que representa la fe que debe guiar nuestras vidas.

También se suelen poner adornos de diversas figuras en el árbol de Navidad. Éstos representan las buenas acciones y sacrificios, los "regalos" que le daremos a Jesús en la Navidad.

Para aprovechar la tradición: Adornar el árbol de Navidad a lo largo de todo el adviento, explicando a los niños el simbolismo. Los niños elaborarán sus propias esferas (24 a 28 dependiendo de los días que tenga el Adviento) con una oración o un propósito en cada una, y conforme pasen los días las irán colgando en el árbol de Navidad hasta el día del nacimiento de Jesús. 

(Ver Tradiciones y Costumbres Navideñas en ACI Prensa)
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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