Friday, February 9, 2024

"Dos hermanas y un piano", obra de Nilo Cruz, regresa a las tablas de Miami. (por Wilfredo A. Ramos)


El pasado sábado 27 de enero, el escenario del Colony Theater, teatro de interesante estilo Art Deco, situado en el transitado paseo de Lincoln Road, de South Beach, fue testigo del estreno en esta ciudad de la versión en inglés de la obra del conocido dramaturgo cubano-americano Nilo Cruz, “Dos hermanas y un piano” (Two Sisters and a Piano), quien además asumió la dirección de la misma como ya es habitual. Para esta oportunidad contó con un elenco integrado por Maurice Compte, Stephanie Machado, Thais Menéndez y Gabriell Salgado, estando la producción a cargo del Miami New Drama, compañía teatral que tiene su sede en dicha instalación y que preside Michel Hausmann.

Cruz es un prolífico autor dramático con cerca de una veintena de obras escritas, de las cuales ha asumido su dirección tanto en montajes en inglés como en español en diversas agrupaciones teatrales y ciudades de este país, quien en el año 2003 fuera galardonado con el prestigio Premio Pulitzer en Drama, por su obra “Ana en el Trópico”.

Puestas de sus obras también han sido llevadas a las tablas por otros directores, no solo aquí en los propios Estados Unidos, sino en otras partes del mundo como Japón, Canadá, Rusia, Cuba, llegando la cifra alrededor de 16 países.

El público hispanohablante de esta ciudad ha tenido la oportunidad de disfrutar de dos puestas anteriores de dicha obra. La primera de ellas en Septiembre del 2006 -su estreno mundial- bajo la dirección del conocido director cubano-americano Marcos Casanova, en su antiguo espacio de Teatro 8, de la Pequeña Habana, con un elenco integrado por Marta Velazco, Grettel Trujillo, Chano Isidrón, Carlos Durán y Ernesto Tapia, estos dos últimos doblando personaje. La segunda representación estuvo bajo la dirección del mismo Cruz, en Diciembre del 2021, subiendo esta a las tablas del On-Stage Black Box del Miami Dade County Auditorium y por un solo día a las del Colony Theater también, asumiendo el elenco Laura Alemán, Carlos Acosta, Andy Barbosa e Ysmercy Salomón.


“Dos Hermanas y un piano”, va a contarnos la historia de dos hermanas, María Celia y Sofía, escritora la primera, pianista la segunda, que han sido llevadas a prisión debido a los puntos de vista divergentes de la primera con lo que acontece en la sociedad que le rodea. Tal circunstancia se va a ver también comprometida por el hecho que el esposo de la escritora ha logrado salir de Cuba y se encuentra haciendo gestiones para poder sacar a ambas del país como presas políticas. A estos personajes se suman los del teniente Portuondo, encargado del seguimiento y vigilancia de estas mujeres y Victor Manuel, el afinador de pianos, al cual le es permitido visitarlas con el fin de poder mejorar el abandonado estado en que se encuentra el gran piano de cola, que va a tener un gran peso simbólico en el desenvolvimiento del proceso dramático de esta pieza.

Esta es una obra que aunque de manera general pudiera hacer referencia a cualquier lugar donde se impongan represiones, censuras, cancelaciones, faltas de libertades y dictaduras -de ahí su alcance universal- en este texto su autor habla directamente de la lamentable situación que desde hace más de seis décadas sufre el pueblo cubano, bajo un régimen comunista que ha destruido al país. La acción que se desarrolla sobre el año 1991, el autor se encarga de situarla en el momento exacto en que la Habana realiza los Juegos Panamericanos -primer y único evento de esa magnitud celebrado en el país hasta el día de hoy- con el cual, además de obtener dinero, el régimen procuraba limpiar su negativa imagen represiva. De la anterior situación se puede deducir el por qué las protagonistas son transferidas desde la prisión donde se encontraban, hacia sus casas en calidad de prisioneras domiciliarias, suceso que el autor aprovecha oportunamente.

Aunque por el desarrollo de la trama en la obra, alguien pudiera pensar que la misma se desenvuelve como una posible historia de amores, tal superficial idea estaría totalmente alejada del verdadero conflicto en ella narrado. Para escribir dicho texto, según su autor, él hubo de inspirarse en los brutales acontecimientos que sufriera la poeta y periodista cubana María Elena Cruz Varela dentro de Cuba, debido a su oposición al gobierno totalitario imperante, dejando bien definida cual es la intención de denuncia que desarrolla la acción.


La propia Cruz Varela al hablar sobre la obra expresa en una entrevista que le hicieran para el medio Encuentro en la Red lo siguiente:
...la puesta en escena de "Dos hermanas y un piano", capta perfectamente la claustrofobia, el agobio, la agonía de los personajes por el encierro. Pero incluso va más allá de la circunstancia cubana, es una obra profundamente humana, extraterritorial.
Nilo Cruz se vale no solo de los crueles hechos de represión política, sino además de sentimientos muy personales, para hacer llegar al espectador el complejo universo de aquellos seres que tienen que vivir bajo el control autoritario de una tiranía de izquierdas, que aunque vergonzosa igualmente, se diferencia por mucho, de aquellas de derechas, por más que algunos miopes quieran colocarlas en igualdad de condiciones. Quien lo dude, lo invitamos a vivirla.

Según su autor, mientras se encontraba en el proceso de escritura de dicho texto, descubrió la manera eficaz de introducir una historia dentro de otra, efecto que le facilitaría escribir posteriormente su premiada obra “Ana en el Trópico”, elemento de construcción literaria éste que permitirá disponer tanto de hechos como motivaciones diversas que enriquecerán la acción y el mensaje de la obra, creando sobre el espectador un amplio abanico de sensaciones y reacciones.

Por el transcurso de la obra van a sobreponerse emociones y encontraremos acciones contradictorias que podrán crear sobre el espectador reacciones antagónicas. El autor se sumerge en la interioridad femenina con cautela, lucidez, pero con profundidad, logrando llegar a develar las debilidades y fuerzas de ambas mujeres, sometidas al arbitrario y terrible encierro, así como a la limitación de sus derechos ciudadanos como seres humanos.

La pieza es a la vez una cruda denuncia política y un manifiesto sobre la importancia que conlleva la libertad, es un recorrido por lo más bajo y lo más sublime del ser humano, llevado a las tablas con imaginación y cruda sinceridad.


Para esta ocasión, Cruz contó con una excelente producción que le permitió construir una muy bien concebida y realista escenografía, a cargo de Christopher y Justin Swader, la cual capta a la perfección el ambiente de una añejo apartamento habanero, con su decoración propia de décadas pasadas. El hecho de que desde la parte superior del escenario cuelguen diversos muebles y objetos, puntualiza la terrible situación que sufrían hasta hace tan solo algún tiempo, las personas que pretendían abandonar el país -posibilidad última que se encuentra en el futuro para estas dos mujeres- donde les eran inventariados todos los objetos personales de los miembros de dichas familias, con el objetivo de apropiarse de los mismo los sicarios del régimen. Igualmente sobrecogedor resultan las múltiples cartas que ocupan a modo de telones todo el espacio escénico, las cuales irán subiendo o bajando según el desarrollo de los acontecimientos.

Con respecto al vestuario, a cargo de Michiko Kitayama Skinner, observamos con sorpresa que el mismo no se encontraba acorde con la época en que se desarrolla la acción, ya que este respondía en todo momento más bien a las décadas del 50 y 60 del pasado siglo.

En cuanto al trabajo con el diseño de luces en manos de David Lander, así como el del sonido y música original, responsabilidad de Salomón Lerner, ambos ayudaron a lograr un perfecto producto artístico sobre el escenario del Colony, creando un espectáculo, el cual será recordado dentro del contexto teatral de esta ciudad.

Al valorar el trabajo de los actores, lamentablemente estamos en la obligación de hablar del pobre desempeño actoral de Thais Menéndez, en su importante rol de María Celia, motor de toda la acción dramática. La actriz maneja su personaje en todo momento a través de un muy pobre concepto de las emociones, su trabajo va a resultar demasiado lineal, poco expresivo, con un muy escaso desarrollo de las emociones. La lectura de las cartas -importantes momentos durante el transcurso de los hechos- son realizadas de manera fría y carente por completo de sentimientos, resultando en textos que parecieran ser recitados. En realidad su actuación nos sorprendió por completo teniendo en cuenta su amplia actividad teatral, dejando la impresión que no llegó a comprender e interiorizar la tragedia de su personaje ni el ambiente que la rodeaba.

El resto de los actores defendieron con efectividad sus respectivos personajes. Stephanie Machado asumió su juvenil y ansioso personaje con la superficialidad propia de la adolescente ansiosa de vivir su vida con libertad y que no entiende del todo lo que está sucediendo. Gabriell Salgado, por su parte, en el rol del afinador de pianos, encara con habilidad un personaje que provoca una ruptura interesante con la tensión dramática de la obra, el actor incorpora el aire de ligera comedia, que el autor le otorga al mismo, con facilidad y desenvolvimiento, pero teniendo en cuenta el contexto carcelario de la acción. El breve monólogo que brinda el actor, ya en los últimos momentos de la obra -elemento nuevo incorporado por el autor a esta puesta- le brinda la oportunidad de dejar salir a flote las dudas y convicciones con respecto a su relación con Sofía y la situación en que la misma se encuentra.

Por último, Maurice Compte, al incorporar al teniente Portuondo, ofrece una convincente actuación, logrando un personaje rico en matices y emociones, creando el adecuado oponente con su personaje al de María Celia, ambos encargados de ser el centro del conflicto. El actor logra meterse en la piel del repulsivo personaje con sinceridad y credibilidad, para de igual forma transitar por los distintos y audaces matices que al mismo le propone el autor.


Para finalizar estas líneas, se hace necesario no dejar de mencionar el impactante final con que en esta ocasión cierra dicha puesta, cuando el enorme piano -que ha funcionado como otro personaje a través del desarrollo de la obra- es elevado a formar parte de ese conjunto de muebles y artículos desarraigados a sus dueños, que cuelgan del techo del escenario como un nuevo testigo del continuado abuso, pero que de manera cómplice proyecta su sombra sobre el piso queriendo dejar constancia de su eterna presencia


Con esta nueva propuesta de “Dos hermanas y un piano”, la obra de Nilo Cruz mantiene su posicionamiento en las tablas miamenses, a las que siempre regresa a pesar de sus travesías por escenarios de otras ciudades y países, como lo hace quien vuelve siempre a casa.






Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami. Febrero 4, 2024

Fotos cortesía de Miami New Drama

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