Saturday, September 3, 2022

No siempre podemos callar… (por Wilfredo A. Ramos)



Como ha venido siendo habitual, el Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, cerró su reciente edición, la número XXXVI, subiendo a escena una producción de Teatro Avante, institución creada en 1979 por Mario Ernesto Sánchez, quien tiene en sus manos la producción de dicho evento.

En esta oportunidad nuevamente, la obra escogida por dicha agrupación responde a un texto del dramaturgo cubano residente en España, Abel González Melo, quien posee un doctorado en Estudios Literarios y un Máster en Teatro por la Universidad Complutense de Madrid, así como una licenciatura en Teatrología por el Instituto Superior de Arte de Cuba. En la actualidad Melo es profesor de la Universidad Carlos III. Su obra dramática ha subido a escenarios de más de dos docenas de países y obtenido premios en eventos tanto dentro como fuera de Cuba.

Julio Rodríguez, Andy Barbosa, Alina Interian
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La obra en cuestión, “Mejor me callo”, comisionada por Teatro Avante, se propuso homenajear al gran actor, director y dramaturgo francés del siglo XVII, Jean-Baptiste Poquelin, conocido mundialmente como Moliere, en el 400 aniversario de su nacimiento. La importancia de este autor ha sido tal que es considerado el ‘Padre de la Comedia Francesa’, siendo traducida su obra a una importante cantidad de idiomas alrededor del mundo, así como es considerado el autor de mayor frecuencia sobre los escenarios.

Según nota aparecida en el programa del festival, cito “... Los temas y argumentos del indiscutible padre de la comedia moderna resultan hoy tan vigentes como en el siglo XVII, y las situaciones de sus obras nos ayudan a desentrañar, entre la reflexión y la risa, la complejidad humana. La rica galería de personajes molierescos ha servido de base a la nueva trama, que reescribe y actualiza los conflictos clásicos y conecta la tradición literaria y artística con el presente”. Sobre los anteriores presupuestos González Melo se lanza a trasladar hacia el presente la trama argumental de “Tartufo” (Le Tartuffe ou l’Imposteur), posiblemente la obra más conocida y representada de este autor, en la cual se ataca la hipocresía y manipulación de aquellos ‘falsos devotos’ tanto en lo religioso, en lo moral, como en lo político, siendo este último aspecto el de mayor importancia y urgencia para el autor.

Alina Interian, Andy Barbosa
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Es habitual encontrarnos sobre los escenarios versiones y adaptaciones de relevantes obras de importantes autores, con las cuales se trata, aprovechando el discurso original de dichos textos, traer sus mensajes hasta nuestros días. Todos somos conscientes que a través del teatro se puede hacer partícipe al público de conflictos y problemáticas que son inherentes al ser humano de todas las épocas, porque ellas han estado presente a todo lo largo de la historia de la humanidad.

El texto que nos ocupa, el cual subió al escenario del Carnival Studio Theater del Adrienne Arsht Center for the Performing Arts entre el 28 y el 31 del pasado mes de Julio, se propuso ofrecernos su visión contemporánea de los males sociales que Moliere criticó severamente en su momento y que hoy están presente igualmente en nuestra sociedad. Para ello González Melo va a trasladar la acción desde la Francia del rey Luis XIV hacia el interior de una empresa comercial en nuestros días, administrada familiarmente, donde tratará de dibujar los mismos personajes encontrados en el texto original.


Yani Martín, Ysmercy Salomón
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Si bien la idea, nada novedosa, pero aceptable como reto artístico, de trasladar un texto clásico y enfundarlo de actualidad puede ser interesante, ello siempre obliga a que el dramaturgo-adaptador asuma un enorme riesgo, debido a que al pretender introducir nuevos temas y conflictos en la trama, estos contaminen el cauce de las ideas, de los planteamientos base del texto original, siendo lo anterior, en nuestra apreciación, lo ocurrido en el escenario de “Mejor me callo”.

Yani Martín, Ysmercy Salomón
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El autor de esta obra ‘por encargo’ propuso convertir su obra no solo en una denuncia de determinadas actitudes humanas, sino en un responso aleccionador con discursos de un muy marcado sentido de adoctrinamiento, demasiados comprometidos con los de ciertos sectores de la sociedad contemporánea, a través de los que se busca imponer una determinada agenda, violentando conceptos y visiones que no tienen por qué ser compartidos por todos. Me refiero, a la introducción gratuita de la temática homosexual dentro de la obra, la cual no solo convierte a esta en un panfleto demagogo, sino también en un libelo adoctrinador, buscando incluirse en la corriente del discurso ideológico de moda. Si al convertir a la que en el texto original es la pareja de enamorados de Mariana y Valerio, en la pareja de amantes Marta y Cristina, se introduce un nuevo conflicto cuya temática implosiona el argumento, al sugerir que Gonzalo (Orgón en el original) está enamorado de Anastasio (Tartufo), hace que la obra se convierta en un desfile de situaciones de tonos ‘cantinflescos’, interesadas en ‘epatar’ de modernidad, las cuales en nada le aportan conceptualmente a la configuración del libreto primigenio.

Algo que sorprende y no de manera favorable hacia el final de la obra, es el tratamiento que se le da al mismo por parte del autor, entregando un producto tal como si de una puesta del peor teatro del ‘realismo socialista’ se tratara, donde los actores despojándose de sus respectivos personajes, rompen con la famosa cuarta pared (algo que ya habían venido haciendo por breves instantes a través de toda la obra) para enfrentarse desde el proscenio al público, entablando de esta manera una ridícula y seudo moralizante arenga de matices socio-ideológicos, que nos hizo recordar lo más fatuo y demagogo de ese tipo de teatro politizante.

Con respecto a la puesta en escena, en ella se aprecian algunos aspectos arbitrarios durante el transcurso de la misma, como son la entradas y salidas indiscriminadas de los actores por dos puertas que aparecen formando parte de la escenografía, las cuales supuestamente deben marcar al parecer, una, la salida hacia la calle, mientras que la otra hacia el interior de la empresa, pero por las que los actores se van a mover indistintamente, confundiendo la acción. Llama también la atención que con las múltiples ocasiones en que la puerta, que supuestamente conduciría a la calle, es abierta, solo en una oportunidad deja escuchar el sonido del tráfico proveniente desde la calle.


Sobre el diseño escenográfico, lo apreciado abruma al espacio escénico, convirtiéndolo en esta oportunidad, en un obvio ‘set de televisión’ abigarrado de elementos en el que predomina la función decorativa sobre la utilitaria, incluso donde los mismos llegan a resultar embarazosos para apropiado movimiento de los actores. De igual manera, una gigantesca puerta, que también funciona como pantalla de proyección, detrás de la cual se esconde una supuesta habitación secreta, resulta un elemento de tamaño desproporcionado dentro del propio concepto escenográfico y demasiado incómodo para ser manipulado por la actriz encargada de dicha acción.

En referencia al desempeño de los actores, el trabajo de estos podemos considerarlo de manera muy irregular, no encontrando que el mismo mantenga un rango constante en su nivel. El tono de comedia que debiera permanecer en la obra se ve alterado en múltiples ocasiones, alcanzando al de la farsa, pudiéndose apreciar incluso por momentos sobre el escenario un marcado acento que podría traer a la memoria al del habanero Teatro Alhambra, donde lo sainetero campeaba por sus fueros. El descontrol de las emociones en ciertos personajes contribuye a alimentar tal ambiente, así como también la manera en que se proyectan algunos diálogos, que en ocasiones llegan hasta un nivel de histeria.

Por otra parte, el constante movimiento, sin un lógico apoyo en la dramaturgia escénica, crea un ambiente de desplazamientos caóticos, dando lugar a que los actores tropiecen de manera constante con el mobiliario, lo que además de ensuciar la acción, produce una distracción para los propios actores, al añadirles una innecesaria tarea escénica más.

Ysmercy Salomón, Yani Martín, Alina Interian
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Estos elementos analizados muestran lamentablemente que la puesta en escena adoleció en lo fundamental de un débil trabajo en cuanto a la dirección de actores se refiere, la cual no pudo lograr que fueran eliminados los vicios y defectos de actuación arrastrados por los miembros del elenco, atentando con el buen resultado de sus respectivos desempeños.

Si el título de la obra posee cierta carga irónica, que el propio autor se encarga de señalar en una entrevista que se le hiciera en esta ciudad, ese mismo estado podríamos sustentarlo al hacer la valoración de lo visto sobre el escenario, ya que no siempre es posible quedarse sin decir nada.



Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Agosto 20, 2022

Fotos/Mario Ernesto Sánchez.

Andy Barbosa, Julio Rodríguez
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Yani Martín, Ysmercy Salomón, 
Alina Interian, Julio Rodríguez, Andy Barbosa
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