Thursday, March 31, 2022

"Siempre se olvida algo": una puesta de “teatro del absurdo” nada absurda. (por Baltasar Santiago Martín)

Fotos: Arocha 
(Cortesía de Artefactus Teatro)
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Tal y como escribí el 16 de enero de 2012 sobre una puesta de esta misma obra –reseña que fue publicada en el blog Artefactus Teatro el martes 24 de enero:
Para poder entender mejor y disfrutar a cabalidad una obra de Virgilio Piñera bajo la etiqueta de teatro del absurdo del que el autor cardenense fue precursor en Cuba –hay quienes argumentan que hasta primero que Ionescu, su precursor “oficial” a nivel mundial con La soprano calva– ayuda mucho que el espectador conozca un poco sobre el autor y su vida, porque el llamado “teatro del absurdo” es un plato bastante difícil de digerir para las personas que solamente están acostumbradas a ver filmes de Hollywood y telenovelas latinoamericanas.

Virgilio, como todos los grandes creadores e innovadores, fue también un hombre “diferente”, que desde niño se percató de que no formaba parte del “rebaño”; “un hombre muy irónico, cuya ironía tenía una agudeza y una maestría incomparable, y que de pronto podía ser tan ingenuo como un niño”, según el testimonio del actor cubano Adolfo Llauradó, ya fallecido.

Recién llegado de la Argentina, donde estuvo viviendo en tres ocasiones antes de 1959 –prueba de que ser homosexual no era un estigma en la cultura cubana precastrista– Virgilio le declaró al periodista Ernesto Padura, del periódico habanero El Mundo: “Hay una sola palabra para situar el tono de la vida cubana de hoy: el disparate. Ello se advierte en lo político, lo social, lo económico, aun en la simple relación entre las personas domina el absurdo (…) Tal parece que todos se hubieran propuesto este esquema enrevesado de razonar: ¿se levanta usted temprano? Respuesta: mi tía se llama Cacha”.

Esta gran inconformidad suya con el absurdo que según él predominaba en la vida nacional cubana antes de 1959 –el remedio resultó ser muchísimo peor que la enfermedad, algo reconocido hasta por el propio Virgilio, ya curado de su “efusividad” revolucionaria después de ser marginado por su homosexualidad–, unida a su lúcida percepción de que “de un escritor, de un pintor, de un poeta, de un músico, se hablaba siempre, en el mejor de los casos, conmiserativamente, cuando no en son de abierta burla (…) como si se tratara de un bicho raro”, lo llevaron a reflejar en sus cuentos y en su teatro ese absurdo que repelía, pero que a la vez, sublimado por su talento, le sirvió para poner en escena ese subyacente drama nacional, ridiculizándolo con su fina y demoledora ironía, cual si el drama de la accidentada fábrica de vinagre de su padre le hubiera impregnado el alma con el agrio producto, todo lo cual le valió en no pocas ocasiones el calificativo de “loco”.

A pesar de lo “difícil” de su teatro y de sus cuentos, muchas de sus obras se representaron en La Habana antes de 1959 y una parte significativa de su poesía y de su prosa fue publicada, tanto en Cuba como en la Argentina, donde de febrero de 1946 a diciembre de 1947 fue becario de la Comisión Nacional de Cultura de Buenos Aires; de abril de 1950 a 1954 –en pleno mandato de Domingo Perón (1946- 1955) – fue “empleado administrativo” del consulado cubano en la capital argentina, y de enero de 1955 a noviembre de 1958, corresponsal de la revista cubana Ciclón, dirigida por José Rodríguez Feo; etapa en que Jorge Luis Borges –otro “loco difícil” como él– incluyó su cuento En el insomnio en la antología Cuentos breves y extraordinarios (1955).

Como dato interesante, Virgilio publicó en 1942 su cuento El conflicto, sobre el poder de la mente que quiere “detener el suceso en su punto de máxima saturación”, y Borges en 1943 El milagro secreto, con temática parecida, prueba ello de la existencia en ambos de la misma necesidad estilística de provocar a la sociedad con sus textos deliberadamente absurdos e ilógicos.

Y regresando de 2012 a 2022, el viernes 11 de marzo tuve el placer de ver de nuevo Siempre se olvida algo, ahora en versión y dirección de Eddy Díaz-Souza, en la acogedora sala de ARTEFACTUS CULTURAL CENTER, que también –y tan bien– Eddy dirige, en el marco del VI Festival Casandra de Teatro dedicado a la Mujer, celebrado en Miami del 5 al 12 de marzo de 2022.

Esbozados a grandes rasgos el autor y su vida para poder entender mejor la obra, toca ahora hacerle la “biopsia” a esta puesta teatral “sobre el olvido”, que paradójicamente ha marcado mi memoria como para hacerle esta elogiosa reseña que va “en progreso”.

Lo primero que quiero destacar es la agilidad y la frescura del montaje, que sin dudas hubiera agradado a Virgilio, quien, pese a sus “absurdos” argumentos, fue un creador muy metódico.

Belkis Proenza como “Lina”, Vivian Morales como “Chacha”, Miriam Bermúdez como “la señora Camacho”, Aylín Silva como “Tota” y Osmel Poveda como “el hombre que se refugia semidesnudo en casa de Lina cuando huye del marido de una amante”, estuvieron todos deliciosos en sus personajes, con el tono de farsa perfecto que una obra de este tipo requiere, inevitablemente cómica cuando la asumen excelentes comediantes como ellos, y sin la menor vulgaridad.

Vivian Morales y Belkis Proenza
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Belkis Proenza, Vivian Morales, 
Aylín Silva y Miriam Bermúdez
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Confieso que hacía tiempo que no me reía tanto en una obra de teatro como lo hice esa noche en Artefactus, gracias al “influjo” de Virgilio, convocado como eficaz medium por Eddy, y con una también eficaz “mesa” bajo su “bola de cristal” cuyas muy sólidas cinco “patas” hicieron imposible que la obra “cojeara”.

Vivian Morales, Aylín Silva, 
Osmel Poveda, Belkis Proenza y Miriam Bermúdez
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No quiero concluir sin decir que, además de reír tanto con la obra, me alegró mucho también el reencuentro con esas tres formidables actrices que tanto admiro y quiero, cuyos desempeños he seguido muy de cerca desde que llegué a Miami: Belkis Proenza, Miriam Bermúdez y Vivian Morales, a las que nada les falta, y que otro elemento importantísimo en el éxito indiscutible de la obra fue el maquillaje de Adela Prado y el diseño de la escenografía del propio Eddy, a cargo de Aylín Silva y de Carlos Arteaga, responsable también este último de la producción general, así como agradecer la colaboración especial de Carlos Artime.

Creo que Eddy y su Artefactus pueden sentirse muy satisfechos con esta puesta –y en general, con su heroica misión de que el teatro siga vivito y coleando en Miami–, para que a los espectadores, aunque “siempre se les olvide algo”, no sea regresar al teatro.


Miami, 30 de marzo de 2022.

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