Friday, May 7, 2021

La dignidad de la persona humana. Apuntes sobre Doctrina Social de la Iglesia (2). Por el P. Alberto Reyes


“Dignidad” hace referencia al valor: ¿cuánto vale una persona?, ¿cuánto valgo como persona? 

El valor de una cosa viene determinada por aquel que la crea o que se reconoce con la potestad de decidir sobre ella. Los hombres ponemos precio a las cosas que producimos, pero también a lo que poseemos: tierras, recursos naturales, etc. Evidentemente, ninguna persona tiene derechos de propiedad absoluta sobre otra, ni siquiera sobre los hijos. Creados por Dios, sólo Dios tiene ese derecho de propiedad sobre el ser humano, nadie más.

Esto no se contrapone a que toda sociedad se organiza en torno a funciones que implican autoridad y poder de decisión de unos sobre otros, pero esta jerarquía no significa “dominio” sobre los individuos ni el reconocimiento de derechos de propiedad sobre los subordinados. La organización jerárquica de la sociedad es simplemente el medio para que la vida ciudadana fluya ordenadamente, y está concebida en clave de servicio a la comunidad y no de dominio sobre ella.

El ser humano, fin y no medio.

El ser humano es el único ser que vale por lo que es, no por lo que tiene ni por lo que puede ofrecer, sea en lo material, en lo intelectual o en lo social. Esto significa que:

- Lo importante es el bien de la persona, es decir, que toda persona pueda disponer de los recursos básicos que le permitan no sólo su sobrevivencia sino su realización plena.

- El ser humano nunca pude ser considerado ni tratado como un objeto utilizable, un instrumento o una cosa. Por lo tanto, ningún proyecto o ideal, por grandioso que sea (o pretenda ser) puede poner a la colectividad, las instituciones, la estructuras o los sistemas por encima del hombre concreto.

La persona no es un número, ni un eslabón de una cadena, ni un engranaje de un sistema. 

Ni una persona singular, ni un grupo, ni ninguna autoridad, ni el Estado tienen la potestad de utilizar al individuo para sus fines particulares, negándole su autonomía o sus derechos.

Por este motivo, toda convivencia humana tiene que fundarse en el bien común, que parte precisamente del reconocimiento de la dignidad del otro, de su valor, y que exige no aprovecharse de nadie, ni utilizar como instrumentos a unos en favor de otros, y a estar dispuestos incluso a sacrificar bienes particulares. 

Es, por tanto, condenable todo menosprecio, reducción o atropello de las personas y de sus derechos; todo atentado contra la vida humana, desde la oculta en el seno materno hasta la que se juzga como inútil o la que se está agotando en la ancianidad; toda violación o degradación de la convivencia entre los individuos, los grupos sociales y las naciones.

Por otra parte, el reconocimiento de la dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los seres humanos entre sí. De ahí que sea inaceptable cualquier tipo de discriminación: racial, económica, social, cultural, política, geográfica o religiosa. 

Las personas y la persona.

Como hemos visto, la búsqueda del bien común surge del reconocimiento del valor intrínseco de cada persona, y esto significa que, al organizar la sociedad, las estructuras que se crean para el bien de LAS personas, necesitan garantizar el bien de LA persona.

En el orden práctico, esto significa, por ejemplo, que todo Sistema de salud garantice el alcance y la calidad de la asistencia médica y farmacéutica a cada enfermo; que todo Sistema de educación garantice el adecuado progreso intelectual de cada individuo, según su capacidad; que las instancias de bienes y servicios (alimentación, ropa, calzado, vivienda, transporte…) sean asequibles a cada ciudadano. De lo contrario, estaríamos hablando de un bien común teórico y, en la práctica, ficticio, que no responde al bien concreto de la persona concreta. 

“El amor comienza hoy. Hoy sufre alguien. Hoy está tirado alguien en la calle. Hoy alguien pasa hambre. Hoy debemos comprometernos. El ayer es pasado. El mañana aún no existe. Sólo hoy podemos dar a conocer a Dios, amando, sirviendo, dando de comer a los hambrientos, vistiendo a los desnudos, proporcionando un techo a los pobres. ¡No esperes a mañana! Mañana llegarán a estar muertos si no les damos nada hoy”. Madre Teresa de Calcuta.



Texto tomado del Facebook del autor.

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