Friday, May 14, 2021

¿Es la libertad personal un obstáculo para el bien común? Apuntes sobre Doctrina Social de la Iglesia (3). Por P. Alberto Reyes



Creados para el bien: una cuestión de identidad.

La Doctrina Social de la Iglesia parte de la visión del ser humano como alguien creado a imagen y semejanza de Dios. Esto significa que nuestra identidad más profunda es el bien. El mal es posterior a la Creación, y si bien es cierto que se metió profundamente en nuestras raíces, no es parte de nuestra naturaleza primigenia.

Por lo tanto, cuando hacemos el bien, no sólo nos conectamos con Dios, que es el Bien Supremo, sino que nos conectamos con lo más profundo de nosotros mismos. Por eso, cuando hacemos el bien nos sentimos en armonía y paz, porque entramos en comunión con lo que esencialmente somos: amor y bondad.

Por el contrario, cuando hacemos el mal, vamos contra nosotros mismos, actuamos en contra de nuestra identidad. Todo mal es una auto agresión, aunque sea un mal hecho a otros y por propia voluntad. No estamos concebidos para hacer el mal, y cuando lo hacemos, perdemos la paz, la alegría y la armonía interior.

Identidad y libertad.

Sin embargo, nuestra naturaleza no nos obliga a elegir el bien. Por el contrario, la elección del bien es un camino activo y responsable que depende de cada ser humano. Dios es libertad y, por lo tanto, el ser humano sólo puede encaminarse al bien desde la libertad.

¿Qué entendemos por libertad? La libertad, en clave cristiana, es la capacidad de elegir el bien mayor. Es diferente al “libre albedrío”, que es la posibilidad de hacer lo que nos venga en gana, sea bueno o malo. La libertad sólo es posible desde la elección del bien. Lo contrario es someterse a alguna esclavitud: la esclavitud de la ira, la violencia, el egoísmo, el resentimiento, etc.

Así pues, la búsqueda y la elección del bien es un camino personal que el mismo Dios respeta.

Libertad y sociedad.

Pero vivimos en sociedad, y obviamente, es necesario conjugar la propia libertad y la búsqueda del propio bien con el hecho de vivir en comunidad, respetando la libertad del otro y el bien común.

En este sentido, la organización de toda sociedad debe siempre:

- Respetar y favorecer todo aquello que facilite a cada ser humano la búsqueda del bien y la verdad: la libertad religiosa, la pluralidad ideológica, la diversidad de sistemas de pensamiento y enseñanza, la libre expresión y circulación de la información, la cultura del debate y del disenso respetuoso…, porque bloquear o impedir la búsqueda del bien y de la verdad sólo puede conducir a una tiranía.

- Permitir la pluralidad de opciones políticas, en todo lo que la “política” significa: la preocupación por la “polis”, por la ciudad. En otras palabras, la pluralidad de opciones en la búsqueda de todo lo que contribuya al buen funcionamiento social. Decía Voltaire: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.

- Facilitar todo mecanismo que contribuya a la realización plena del potencial humano, ofreciendo medios para incentivar y materializar la creatividad y el espíritu de emprendimiento, porque de nada sirve la inteligencia creativa si carece de medios y estructuras que le permitan expresarse.

- Impedir todo lo que conlleve a la instrumentalización del ser humano, utilizándolo como “pieza necesaria” en proyectos económicos, sociales o políticos, ni siquiera en nombre de un supuesto progreso social, presente o futuro, porque toda utilización del ser humano es una forma de esclavizarlo.

- Impedir toda restricción injusta de la vida cotidiana, del desarrollo del pensamiento, del uso de los bienes y de las relaciones personales y familiares que obstruyan el ejercicio de los derechos y la libertad individual, porque la vida privada de las personas es sagrada.

Todo ser humano está llamado a comprometerse con el bien común, pero no puede ser obligado a ello, ni sería este un camino válido de solución, pues, de hecho, ninguna implicación social será efectiva y duradera si no parte de una decisión personal. 

La función de las autoridades públicas y de los que tienen responsabilidad política, jurídica o profesional frente a los demás, no es sólo velar por el respeto de todo lo que contribuya a la libertad del individuo, sino además facilitar la confluencia entre el correcto uso de las libertades individuales y el beneficio del bien común. De este modo, cumplirán su papel de ser conciencia atenta al servicio de la buena marcha de la sociedad y primeros testigos de una convivencia civil digna del ser humano.


Tomado del Facebook del autor

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