Thursday, May 27, 2021

Del pecado en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


En los albores del siglo XX, el alcalde Emilio Bacardi proscribió en la ciudad de Santiago de Cuba el oficio más viejo del mundo, el cual se ejercía desde hacia muchos años en el callejón de Escudero, esto provocó que las prostitutas emigraran a otros barrios, con la consecuente queja de los vecinos; por lo que finalmente el alcalde decidió crear una zona de tolerancia en los alrededores del puerto, la cual con el paso del tiempo tendría la mayor concentración de burdeles en las calles de Factoría, Barracones, San Francisco baja, Heredia baja y Padre Pico.

La ZONA como popularmente se le llamaba era prácticamente invisible para los habitantes de la parte alta de la ciudad, las personas decentes no solían bajar allí y era un tema tabú en las conversaciones lo que allí ocurría. Para la sociedad civil santiaguera, orgullosa de su progreso y modernidad, la zona, era una suerte de fea cicatriz que debía ocultarse.

La zona de tolerancia contribuyó significativamente a que los santiagueros se voltearan de espaldas al mar, desapareciendo definitivamente la vieja costumbre de pasear por la Alameda para disfrutar de la brisa marina.

En el año de 1908 el alcalde Ambrosio Grillo destacó algunas de las ordenanzas municipales concebidas como “medidas tendentes a evitar la corrupción de las costumbres”, una de las cuales incluía la prohibición de que las meretrices viajaran en coches llevando el fuelle bajo.

En algunos periódicos de aquella época se reflejaba el enfrentamiento de la ley y el orden contra la prostitución. Así por ejemplo según la prensa, un vigilante de la Primera Estación denunció a Dalia Maria vecina de Trocha Sur por infringir la Orden No. 213, que prohíbe el ejercicio del amor libre…; en otra ocasión se denunciaba que habían comenzado a celebrarse bailes públicos, a los que asisten mujeres de vida alegre, en una casa de prolongación de la calle Corona.

Sin embargo fue el cronista Carlos Forment quien dejaría para la posteridad un inestimable testimonio sobre uno de los secretos mejor guardados de la ciudad, la tóxica presencia de la marinería yanqui, procedente de la base naval de Guantánamo, en la zona de tolerancia.

Con fecha 12 de febrero de 1907 escribe Forment en sus crónicas: “Cinco destroyers y un trasporte de guerra estadounidenses llegan a nuestro puerto para descansar bajando a tierra la tripulación, donde ha gastado gruesa cantidad de dinero.”

El día 30 del mismo mes, anota Forment: “Esta madrugada se produjo en la parte comercial próxima a los muelles, en la llamada “zona de tolerancia” una gran alarma y alteración del orden, al chocar marineros del buque norteamericano de guerra Tacoma, que se hallaban beodos, con la policía municipal cubana…”

Podría pensarse que la presencia de marinos norteamericanos en el puerto se circunscribió a los años de la segunda intervención; sin embargo en enero de 1957 el periódico Prensa Universal al referirse a los movimientos de buques en el puerto comentaba que: “ Según datos del Distrito Naval de Oriente, durante el año de 1956 hicieron su entrada en este puerto 113 unidades de la marina de guerra de Los Estados Unidos, que conducían 1 277 oficiales y 18 612 alistados, que francos de servicio, vinieron a disfrutar un fin de semana de asueto y descanso, después de los entrenamientos en la Base Naval de Guantánamo”. Estas cifras, según la misma fuente, no incluían los 4 000 marineros que arribaron ese año por vía aérea.

¡Evidentemente Caimanera estaba desbordada y era necesario traer los marinos francos de servicio a Santiago de Cuba!

¿Algunos marineros visitarían en Daiquirí la playa donde se produjo el desembarco, el fuerte de El Viso en el Caney, la loma de San Juan o los pecios hundidos durante la batalla naval de 1898? Es posible, pero sin dudas la mayoría eran los “turistas” con los que hacían su “zafra” los centenares de bares, cantinas y prostíbulos de la zona de tolerancia.

La frontera entre la zona y el centro histórico de la ciudad, estaba a la altura de la Plaza del Mercado; según testimonios de la época, muchas prostitutas y chulos por la madrugada solían subir la loma de la calle de la Marina (Aguilera) hasta una fonda que estaba frente a La Plaza, a la que popularmente le llamaba “el eructo”.

Esta frontera imaginaria, todos la respetaban y sólo existía un discreto control policial. En el maravilloso anecdotario de Roberto García Ibáñez, recogido por su hijo Roberto García Serrano, se incluye esta estupenda anécdota, según la cual en una ocasión un joven de una conocida familia de Vista Alegre, pasado de tragos, violó la frontera y subió con una mujer de la zona, hasta el Club 300, a unos metros del parque Céspedes. El portero que lo conocía bien, le dijo respetuosamente y con su mejor sonrisa: señor ud. puede pasar, pero la señora no, porque es de dudosa moralidad. A lo que el joven le respondió con desparpajo, señalando al interior del Club: mira chico, de dudosa moralidad son toda esas mujeres que están allá adentro, a esta la traigo de la casa de Lola Brangaña.

En la zona se iniciaron sexualmente varias generaciones de adolescentes y jóvenes santiagueros y allí tocando en los bares y cantinas, dieron sus primeros pasos algunos músicos que como Eliades Ochoa luego han sido muy famosos.

La sociedad santiaguera que por aquella época se escandalizaba con las mulatas que bailaban semidesnudas en las carrozas del carnaval, miraba para otra parte cuando se trataba de la zona. Por lo menos no hay constancia en la prensa de denuncias o campañas moralizadoras contra la prostitucion, por parte de instituciones cívicas, religiosas o fraternales ¡Nadie parece haber dicho una sola palabra en voz alta contra aquel pecado de la ciudad!





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

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