Wednesday, March 24, 2021

Cézanne en Hemingway. Sus influencias pictóricas en la concepción del paisaje narrativo hemingwayano (por Carlos A. Peón-Casas)

Nota preliminar: Aprovecho para anunciar que Carlos ha iniciado el blog "La Bitácora de Hemingway" , dedicado a compartir sus estudios sobre el escritor norteamericano.  Les invito a visitarle en este enlace.



Hemingway, alguna vez, medio en broma o quizás en serio, qui lo sa, llegó a afirmar que de no haber sido el narrador que fue, hubiera querido ser pintor(2).

Y es que su gusto personalísimo por las obras de Miro, Masson o Juan Gris-todos sus contemporáneos-, de los cuales tenía cuadros, o su inmensa cercanía a Picasso y Fernand Leger, es un hecho trascendental que influyó decisivamente en su formación intelectual. 

Pero en ningún caso, sin que llegaran a ser una influencia en sus creaciones literarias, y por ende inevitables alusiones a esos pintores modernos y contemporáneos, o a algunos también fuera de tal periodización, como pudo ser el caso del célebre creador renacentista Mantegna(3). Amén de otras preferencias por autores de la talla de un Greco o un Goya, cercanos en su inevitable accionar a escenarios de la España que amó con incondicionalidad.

Sin embargo, la proximidad admirativa del Hemingway narrador, por las técnicas innovadoras del arte pictórico de Paul Cézanne, y aún más, las influencias, que se acusan de aquellas en su obra narrativa, no resultarían muy obvias, para un lector principiante de su corpus narrativo, si acaso no fuera ya un conocedor a priori de la obra del escritor norteamericano y del pintor galo.

Cézanne había muerto dos décadas antes de la llegada del joven reportero Hemingway a un París habitado por las reminiscencias inevitables del arte del que sin dudas fuera maestro indiscutido del Post Impresionismo, y de quien, por no se sabe qué misteriosos senderos, acabaría prendado de su saber hacer pictórico, para incorporarlo luego, en un proceso de oportuna deglución, sus recónditas reminiscencias a su estilo narrativo.

En una temprana carta de Hemingway dedicada a Gertrude Stein su inevitable mecenas parisina, en 1924, le hablaba ya a las claras de tales influencias. No hay recato alguno en el joven aprendiz de narrador cuando le afirma tácitamente que:
I have finished two long short stories, one of them not much good, and the other very good(…) where I am trying to do the country like Cezanne…(4)
Y no puede ser de otro modo. Es precisamente en la casa de aquella ya reconocida mecenas, de los jóvenes norteamericanos expatriados, aspirantes a ganarse un sitio en la República de la Letras, y a la que ella signara con su famosa afirmación de: “la generación perdida”, donde el joven reportero Hemingway admiraría por primera vez y de primerísima mano obras del singular maestro que abriría las puertas de par en par a la pintura más innovativa a la generación de los pintores cubistas.

Lilliam Ross lo recuerda en su Retrato de Hemingway:
Hemingway fue presentado a la obra de Cezanne en el estudio de la calle de las Fleurus durante sus regulares visitas a la Stein, cuando aquella era su mentora. Había dos cuadros del artista, y la Stein no escondía su propia deuda con el pintor en relación a su propias teorías sobre la estructura en la escritura(5)
Poco se sabe de cuales pudieron haber sido aquellos lienzos primarios, presentados ante su vista en la casa de su amiga y mentora, cualesquiera que fueran, marcarían indefectiblemente los derroteros e aquella futura influencia pictórica en su obra descriptiva, y de manera sobresaliente en sus descripciones paisajísticas.

En aquellos tempranos años parisinos igualmente Hemingway fue asiduo caminante cada tarde por los sombreados senderos de grava del parque de Luxemburgo, donde igualmente se recreaba con los Cézannes y los Monets coleccionados en su Museo. Baker deja evidencias de aquellas visitas contemplativas:
(al mirarlos) se deleitaba pensando para sí mismo que lo que habían logrado con sus pinturas y lienzos, eran lo mismo que habría conseguido con su ardua labor con las palabras en la habitación de aquel viejo hotel(6)
Pudo haber sido allí mismo donde Hemingway se deleitara por vez primera por el cuadro: Rocas—Bosque de Fontainebleau, que ya en su madurez volvería a contemplar en una visita suya a la colección de Cézanne guardada para entonces en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. De aquella ocasión, y en discurso rememorativo apuntaría a la propia Lillian que:
Eso es lo que tratamos de hacer en nuestra escritura, esto y lo otro, y los bosques, y las rocas en las que tuvimos que treparnos. Cézanne es mi pintor favorito(…)(7)
Lo cierto es que tras ambigua y hermética reflexión que ni Hemingway, ni la propia Lillian Ross pretendieron nunca esclarecer, el leit motiv hemingwayano frente a la impecable técnica pictórica de Cézanne a la hora de dar vida a sus paisajes no fue otro que, otra vez en sus propias palabras:
Escribir historias de un modo tan objetivo y real como las pinturas de Cézanne, recrear el paisaje como Cézanne lo había plasmado(8)
Tan temprano en su accionar creativo como a la altura de su segunda novela Adiós a las Armas, y justo en el opening de la novela, la técnica narrativa resulta muy paisajística, a la hora de describir la locación que ocupa el narrador cercano al frente. Así lo retrata Hemingway:
Aquel año al final del verano, vivíamos en una casa de un pueblo que, mas allá del rio y de la llanura miraba a las montañas. En el lecho de rio había piedrezuelas guijarros, blancos bajo el sol, y el agua era clara y fluía, delante de la casa y se alejaban por el camino, y el polvo que levantaban cubrían las hojas de los arboles. Los troncos también estaban polvorientos(…)

La llanura estaba cubierta de cosechas. Había muchos vergeles y, en el horizonte, las montañas se destacaban pardas y desnudas. En ellas todavía se combatía y, al atardecer, veíamos los relámpagos de la artillería. En la oscuridad se hubiera dicho que eran relámpagos de verano, sin embargo las noches eran frescas y no se tenia la impresión de que amenazara tempestad(…)

También se luchaba en esa montaña, pero sin resultado, y en otoño, cuando aparecieron las lluvias, las hojas de los castaños empezaron a caer y no se vio mas que ramas desnudas y troncos ennegrecidos(…) Al llegar el invierno, una lluvia persistente comenzó a caer, y la lluvia trajo el cólera…(9)
El manejo de este paisaje donde la naturaleza, parece ajena a los avatares de la guerra, recrea sin embargo, la morbidez y el desasosiego de la refriega. 

Sin dudas, es precisamente en Cézanne donde se puede encontrar el modelo imitado, donde se da con lujo de detalles la objetivación del elemento representado por medio de un alejamiento aparente, y que conduce finalmente a una elaboración “consciente y normativa de la sensación original’’(10)

Igualmente, su técnica implicaba ‘’la omisión de colores, dejando lugares en blanco en el lienzo’’; Hemingway por su parte, omitía los detalles en sus textos: el concepto archiconocido de la teoría del iceberg, ‘’que ayudaba a añadir sentido a las narraciones de manera que el lector pudiera acceder a los conceptos sumergidos’’(11).

Tomemos como ejemplo para ilustrar lo anteriormente dicho una de las series mas portentosas del creador galo ya citado: Las Montañas de Sainte- Victoire(12), donde los críticos hablan por la primera vez de lo que la síntesis pueda lograr con ‘’la partición mecánica del espacio y la creación de una nueva dimensión emocional’’(13)

Compárese entonces esa vista siempre enigmática del accidente geográfico, con la descripción ya citada de Hemingway en Adiós a las Armas, o con cualquier otra de las muchas alusiones al paisaje en su obra, y el resultado será un asombrosos parecido, no ya por los efectos malintencionados de un copista avezado que quiere parafrasear mas que re-crear una realidad, sino por el armonioso contraste que la pagina escrita logra, al transmitirnos las necesarias coordenadas de la profundidad, el valor de los colores y sus tonalidades, y en suma, de la vitalidad de un paisaje que emula, aventajándoles, con aquellos que se conforman solo con la reproducción física de las esencias mas epidérmicas y no se zambulle en el alma oculta de la realidad. La diferencia es precisamente que la descripción tiene ‘’alma’’, y genera sensaciones que pueden ser percibidas sensorialmente.

En “El rio de los dos corazones”- una narración que recrea además de la cercanía al paisaje, la necesaria noción de lo sensorial-, podemos apreciar una vez mas como Hemingway es capaz de hacer un contraste muy señalado entre el paisaje, y la percepción que personaje tiene de aquel:
No había nada mas allá de su vista que una llanura de pinos que se extendía hasta las azules y lejanas colinas que marcaban la altura del Lago Superior. Las veía con dificultad e la lejanía que se le perdía por sobre la cálida luz de los pinos. Si las miraba fijamente se le perdían, pero si lo hacia con los ojos entrecerrados, entonces estaban allí, las colinas lejanas sobe una elevación el terreno(14).
A Nick Adams, el alter ego del narrador, le confiaría el segundo, en la primera versión del relato de marras, un monologo interior a modo de cierre del relato donde de paso, estaría confiándonos sus muy particulares observaciones sobre sus principios estéticos:
El, Nick (si) quería escribir sobre el paisaje, debería hacerlo como Cézanne lo había hecho en su pintura. Tu pudieras lograrlo si lo intentaras. Si lo vivieras con tus propios ojos. Porque era algo que no podrías comunicar con palabras(…) El sabría como Cézanne hubiera pintado este pedazo de río. Dios, si estuviera solo aquí para hacerlo(…)(15)
Cézanne por su parte, lo entendió muy bien cuando le decía a su hijo: 
El arte es una armonía paralela a la naturaleza. Pintar no es copiar servilmente, es captar una armonía entre las relaciones numerosas y trasladar esas relaciones a cierta escala propia, desarrollándola con una lógica nueva y original(16)
Por allí esta el detalle que Hemingway parecía apreciar más en el creador de Las Montañas de Provenza o de El Golfo de Marsella visto desde L. Estaque(17). Se trata en prime lugar de la necesaria descomposición de ese paisaje como figura geométrica, donde el efecto natural, al decir del propio Cézanne, el tratamiento dado a los cilindros, esferas y conos que conforma el resultado final de la obra, y que integran el todo estable y sólido de la naturaleza, en contraste con los cambiantes movimientos del alma humana.

Esa distinción que hace posible en los textos de Hemingway darle al lector no solo la sensación física el paisaje sino además el estado anímico, es parte proverbial en todas sus narraciones, y tiene destaques señalados en momentos descriptivos que tienen un gran peso en toda su obra, y que integran el todo estable y solido de la naturaleza, en contraste con los cambiantes movimientos del alma humana, primordialmente en muchos de los ‘’paisajes’’ hemingwayanos, desde Fiesta hasta La Breve vida feliz de Francis Macomber, desde la corriente del Golfo, pasando por España y singularizados a los de Africa.

A efectos de este acercamiento, me atrevo a priorizar uno poco mentado, donde creo entender que se da muy bien la simbiosis ya contrastada entre el paisaje y la sensación como arquetipos singulares de lo constante y lo voluble. Pienso en su narración El Vino de Wyoming(18) no muy oportunamente trabajada por sus críticos, y la hermosa descripción de apertura y cierre de la misma, la de las montañas lejanas, azules y nevadas en sus cimas, vistas desde la frescura del porche, donde un narrador ensimismado paladea con fruición una cerveza helada:
Era una tarde cálida en Wyoming, las montañas estaban a gran distancia y se podía ver la nieve en sus cimas, pero no brindaban sombra, y en el valle los campos de trigo amarilleaban, el camino estaba polvoriento por el paso de los autos, y todas las pequeñas casa de madera en un extremo del pueblo se resecaban al sol(19)
Hemingway sabe hacer con sus palabras, con su dicción, y con su estilo paratáctico, el mejor cuadro donde la estabilidad del ambiente natural, es el mejor de los fondos posibles para proyectar las cambiantes circunstancias e su personajes, acosados todos por la sensación de que el vacío y el dolor les aguardan inevitables, y de que el tiempo por vivir es mas pasajero que lo que muchos se atreven a imaginar. Entendamos de una vez que leer las descripciones de los paisajes en Hemingway tiene el mismo signo que genera pararnos frente al lienzo todavía húmedo done los colores de la vida se han acomodado lo mejor posible para recordarnos que la existencia también se pinta con palabras. Su talento como narrador toca si dudas, y muchas veces, las mismas coordenadas del pintor.

En el cierre de El Vino de Wyoming nos retrata otro paisaje con la misma maestría la mirada de un consagrado artista
La carretera asfaltada se acababa. Seguía un camino de grava que dejaba la planicie se perdía entre dos colinas y ascendía entre ellas. El suelo de las colinas era rojo, la salvia crecía en grupos grisáceos, y a medida que el camino ascendía, podíamos mirar mas allá de a través de las colinas, la planicie de los valles que chocaban con las montañas. Se veían cada vez mas lejanas y lucias mas parecidas que nunca a las de España. El camino hizo una curva subió de nuevo, y por delante había un grupo de urogallos, que levantaron el vuelo tan pronto nos acercamos a ellos, agitando fuertemente sus alas, remontando el aire en largos giros para posarse luego en la ladera de una colina mas abajo(20)
La cuestión que se impone, al leer este fragmento, es si dudas s seria posible escribir como se pinta. La respuesta nos parece de una certeza mas que evidente Hemingway fue capaza de mejorar su estilo mirando los cuadros de Cézanne, cualquier lector de su obra es capaz de pintar su propio cuadro en las intrincadas coordenadas de su mente gracias a “la sustancia inmejorable su estilo, al balance tan perfecto entre lo imaginario y lo real, y a la armonía con la naturaleza a la hora de todas sus caracterizaciones”(21). Al final, el lector acaba también siendo un creador, y eso es si dudas la mejor cualidad que toda obra de arte, cualquiera sea su genero, puede tener. Con Hemingway tenemos asegurado ese privilegio.









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  1. Paul Cézane (Aix –en-Provence, Francia, 1839-id.,1906. Pintor francés. Hijo de un banquero, comenzó sus estudios en el colegio Bourbon de su ciudad natal, donde entabló relación con Emile Zola. Prosiguió en la escuela de dibujo y posteriormente se matriculó, por influencia paterna, en la facultad de derecho, aunque pronto comprendió que su verdadera vocación era la pintura. Instaló su primer estudio en la casa de campo de su padre hasta que en 1861 su madre y su hermana lo apoyaron para reunirse en Paris con su amigo Zola(…) Una vez en la capital francesa se inscribió en la Academia Suiza para preparar el ingreso a en la de Bellas Artes. En el Museo del Louvre descubrió la obra de Caravaggio y de Velázquez y este hallazgo marcó profundamente su evolución artística.(…) En 1886 su obra fue rechazada por el Salón de Otoño por vez primera, lo que se repetiría una y otra vez hasta el final de sus días y provocó en él un profundo resquemor,(…) Como sus coetáneos se convenció de la importancia de pintar al aire libre(…)en 1872 realizó una colección de paisajes en Louvecieiennes junto a Pissarro y otros artistas que inauguraron su denominado “período impresionista”. En 1878 se estableció casi permanentemente en Provenza alcanzando progresivamente la madurez expresiva que iba a configurar uno de los estilos más influyentes del ate del siglo XX. (…) En 1886 murió su padre y Cézanne abandonó a su esposa y su hijo, pasando a instalarse a Aix, donde pintaría la serie de cuadros de la montaña de Sainte-Victorie(…) en 1895 el marchante Amboise Vollard organizó, con el apoyo de Pissarro, Renoir y Monet, una exposición sobre su obra que fue bien recibida por la crítica.(…) El primer Salón de Otoño de 1904 le dedicó una sala de forma exclusiva lo que sería un acontecimiento fundamental para el devenir de las primeras vanguardias y una especie de reconocimiento casi póstumo(…) Dicha exposición confirmó a Cézanne como el padre de cubistas y fauvistas, y ejerció un gran impacto sobre artistas como Picasso, Braque o Derain. (…) Consagrado definitivamente en la retrospectiva que se le dedicó un año después de su muerte, Cézanne es considerado una de las figuras más influyentes del ate del siglo XX. En Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E.(2004). Biografía de Paul Cézanne. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona(España) Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografía/c/cezanne.htm el 19 de agosto de 2020.
  2. Citado por Michael Reynolds en Sarah Bayliss: ″ The Old Man and the paintbrush″, ARTnews. (Summer 1999), p. 34
  3. Andrea Mantegna (1431-1506). De este ultimo citado nos vienen las primeras referencias en: “El Cristo Muerto” y “El Martirio de San Sebastián” a los que Hemingway alude en su narración “El revolucionario”, y en cuya anécdota un comunista que viaja por Italia se resiste a la vista del primero, aduciendo que simplemente no le gusta, aunque la verdadera razón, subyacente, tiene que ver con el hecho de que al personaje tal obra le recuerda las torturas que le fueron infringidas por sus captores, prefiriendo en lugar de Mantegna las reproducciones de Giotto o Piero della Francesca. Resulta coincidentemente curioso que en otro lugar, esta vez en Adiós a las Armas, se aluda otra vez a El Cristo muerto en términos de ‘’montones e huecos de clavos”, algo que en materia descriptiva, y de la mano de un escritor realista e impávido como Hemingway, refiere inevitablemente a las experiencias que por su crudeza serian las ultimas que alguien prefiriera recordar. No es aventurado conjeturar que Hemingway hubiera conocido de primera mano estas obras maestras en sus primeras andanzas europeas, y – entrando otra vez en el campo de lo especulativo-, que sintiera una especial repulsión por Mantegna por alguna experiencia personal al respecto; no huelga comentar que El Cristo muerto se puede admirar en Milán, ciudad donde Hemingway paso su convalecencia después de herido en el frente italiano.
  4. (He terminado dos historias largas, una no muy buena, y la otra sí(…) donde trato de representar el paisaje como Cézanne).Ernest Hemingway to Gertrude Stein and Alice Toklas, 15 August (1924). En The Letters of Ernest Hemingway (1923-1925). Edited by Sandra Spanier, Defazio III & Trogdon. Cambridge University Press, New York, 2013 p. 141.
  5. Lillian Ross. Portrait of Hemingway. En http:/departments.edu/engdept/commonroom/volume_five/number_one/Lat/index.html#:¬:Cezanne.
  6. Carlos Baker. Ernest Hemingway: A Life Story. New York: Scribner, 1969, p.85
  7. Ibíd.
  8. Ibíd. Otra acotación de una relevante biógrafa de Hemingway: Mary V. Dearborn complementa muy bien el panorama de aquellas elucubraciones hemingwayanas a la Ross, al decirle aquel mismo día que “no solo escribió como Cézanne, sino también como Mr. Johann Sebastian Bach”(Ross, 51) En Mary V. Dearborn: Ernest Hemingway. A Biography. New York, 2017, Alfred A. Knopf, p.531
  9. Ernest Hemingway: Adiós a las Armas, p. 5-6
  10. Elle Charles Hammand: El Renacimiento I. Aguilar, Madrid, 1969 pp. 77-83
  11. Ernest Hemingway, París era una fiesta, citado por Sarah Wright en The Influence of Paul Cezanne art work on Hemingways writing style. University of North Carolina. Pembroke (El articulo esta tomado de Internet). Hemingway se imbricaría con aquel desde los primeros tiempos parisinos, y en su Paris era una fiesta, acabara por reconocer que admirando sus cuadros en el Museo de Luxemburgo, aprendió todo lo que un narrador necesita para componer un paisaje con palabras. A propósito de la técnica del iceberg que tanta fama le da al creador norteamericano, referimos al lector a esa sensacional pieza maestra Los Asesinos, narración donde el nivel de detalles que se omiten, redundan al final en una eclosión de realidades que es el propio lector quien tiene que desentrañar, sobre todo en lo referente a la solución e la historia. Otros momentos de su narrativa hacen evidente tal técnica de manera muy convincente, pienso en otra narración como puede ser ‘’Alla en Michigan”, o en “Colinas como elefantes blancos”.
  12. Paul Cézanne, Pinacoteca de los Genios, p. XIV-XV
  13. Elle Charles Hammand. Óp. cit
  14. Ernest Hemingway The Short Stories. “Big Two Hearted Rivers Part I’’, p. 211 El texto citado es una traducción personal.
  15. Carlos Baker. Ernest Hemingway: A Life Story. New York: Scribner, 1969 p.85
  16. Ibid.
  17. Paul Cézanne. Pinacoteca de los Genios, p V.
  18. Todas las citas traducidas correspondientes a ese relato son de mi autoría. Consúltese si es de interés la que corresponde a J Gomez del Castillo para Luis de Caralt en Los Asesinos, Barcelona 1991.
  19. Ernest Hemingway. The Short Stories. Wyne of Wyoming. p.450
  20. Ibíd. p 466
  21. Sara Wright, Óp. cit.

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