Monday, November 16, 2020

El Templete de La Habana. Un monumento a la fe. (por Teresa Fernández Soneira)

El Templete
 a comienzos del siglo XX
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Bernal Díaz del Castillo, uno de los más importantes historiadores de la conquista de América, afirmó que aquellos que se habían lanzado a las Indias habían ido “por servir a Dios y a su Majestad, para dar luz a los que estaban en tinieblas, y también por haber riquezas que todos los hombres buscamos”. La fe, la valentía y el honor fueron capaces de elaborar el engranaje de una obra tan portentosa. Por haberse celebrado recientemente los 500 años de la fundación de La Habana, repaso hoy uno de los más antiguos escenarios de esa epopeya: el Templete.

Después de realizar el bojeo de la Isla en 1514, Diego Velázquez escogió un lugar cerca del río Mayabeque, en la costa sur del occidente de Cuba, para el asentamiento de la villa. Pero después de cuatro años, y de advertir que el lugar era insalubre, se decidió mudar al grupo de 50 colonos allí establecidos a la costa norte para fundar la nueva villa de San Cristóbal de La Habana. La comitiva de hombres, caballos y provisiones emprendió la expedición, y después de largas jornadas llegaron al lugar elegido junto al Puerto de Carenas. Allí, no lejos de la orilla del mar, levantaron un altar debajo de una ceiba y celebraron una misa al aire libre para prepararse espiritualmente y para dar gracias por la nueva fundación. Seguidamente el primer cabildo prestó juramento.

Se cuenta que con el correr del tiempo aquella majestuosa ceiba, testigo de los históricos hechos, se secó, pero el lugar siguió siendo de especial significación para los habaneros como conmemorativo de la instalación de los españoles en esa ciudad. Con el objeto de recoger esta tradición, en 1754 se erigió un monumento en el extremo noroeste de la Plaza de Armas, frente a la Casa de Gobierno que consistía en una columna de tres caras con una pequeña estatua de la Virgen del Pilar en lo alto. Desde varias leguas de distancia de la capital transportaron tres ceibas que fueron plantadas alrededor del obelisco y se colocó una lápida con la siguiente inscripción: “Detén el paso caminante; adorna este sitio un árbol, una ceiba frondosa, más bien diré signo memorable de la prudencia y antigua religión de la joven ciudad pues ciertamente bajo su sombra fue inmolado solemnemente en esta ciudad el autor de la salud. Fue unida por primera vez en reunión de los prudentes concejales y no perezca en lo porvenir la fe habanera”.

Segundo obispo de Cuba, 
Juan José Díaz de Espada y Landa (1756-1832)
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En 1828 bajo el gobierno del capitán Dionisio Vives, se construyó en el lugar un templete, obra de Antonio de la Torre y Cárdenas, siendo bendecido el monumento por el obispo Espada y Landa. El edificio, de estilo neoclásico, tiene un pórtico con seis columnas toscanas y un tímpano coronado al frente. Su interior es muy sencillo: el pavimento es de mármol y las paredes están decoradas con tres lienzos del artista francés Jean-Baptiste Vermay (1786 - 1833), quien fuera director de la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro de La Habana, y cuyos restos reposan hoy en este Templete. Los lienzos de Vermay representan la primera misa, el primer Cabildo y la fiesta de la inauguración. Al pequeño edificio se le rodeó con un elegante enverjado en bronce, y en la portada se colocó un escudo con las armas de la ciudad y la inscripción: “La siempre fidelísima ciudad de La Habana”.

La Habana, ciudad de monumentos, balcones, patios, fortalezas y templos, es una de las más antiguas del continente americano y, aunque como dijera aquella ilustre cubana de mediados del siglo XIX, Mercedes Santa Cruz, condesa de Merlín, “Cuba no tiene…ni pirámides, ni torreones ruinosos, solamente un árbol gigante y las cenizas de Colón”, también yo añadiría que posee un hermoso Templete que representa la fe y la honra de todos aquellos hombres que antes de comenzar su ardua labor de colonización, se reunieron a la sombra de un árbol para orar.

Óleo de Jean-Baptiste Vermay (1786-1833), pintor francés afincado en Cuba, titulado "La primera Misa dicha en Cuba por el Padre Las Casas bajo la ceiba memorable". Realizado en 1826 y es una de las obras que adornan las paredes del Templete. Tomado de Cathlicvs. ©


Nota: Texto publicado originalmente en La Voz Católica, el 26 de septiembre 1990.



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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas.

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