Wednesday, August 19, 2020

La visita especial a Puerto Príncipe de Joseph Alden Springer, en 1874 (por Carlos A. Peón-Casas)

 Teatro Principal. Mayo de 1874
Dibujo de Alden Springer  (al igual que todos los utilizados para ilustrar el texto). 
Están tomados de la versión digitalizada por Ana Dolores García,
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La mano amiga, del acucioso investigador local, Sr. Gilberto Espín, me ha facilitado esta agradabilísima sorpresa. El texto digitalizado por otras manos(1) también oriundas de nuestro terruño, y también amantísimas de nuestra memoria, corresponde al viajero norteamericano y presumiblente periodista Joseph Alden Springer, quien visitara la otrora ciudad principeña en el año citado, justo en medio de las contiendas libertarias de la Guerra Grande en territorio del Camagüey.

La lectura de este breve pero sustancioso reporte(2), es ciertamente revelador. Quizás como otros viajeros de su misma época, pienso en el caso del también norteño Samuel Hazard, de quien ya he referido en otra parte; el autor de esta crónica de viaje, que se presentó en la comarca como funcionario del Consulado Norteamericano en La Habana, tiene empero la singularidad de mirar otros detalles de la vida de la comarca, quizás los que aluden a la situación tan especial con que la guerra lo permeaba todo en aquella aciaga etapa. De allí nace quizás la singularidad de este reporte, que no por breve deja de ser significativo, y que ilustró el mismo con dibujos de los sitios que más relevancia tuvieron a su vista durante aquel periplo.

Fuerte en Nuevitas
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Veamos algunas “perlas”. El visitante que llega a la ciudad desde Nuevitas, por vía ferrocarrilera, en un convoy militar, atiborrado de noveles soldados españoles y material de guerra, en compañía de un coronel español que le servirá de cicerone durante su visita; desembarca en las proximidades del entonces Fuerte de Pueyo.


 Fuerte Pueyo
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Su primera reacción es tomar lápiz y papel para hacer su primer dibujo del sitio, un gesto a todas luces “comprometedor” si nos atenemos a que se trataba de un área de total interés militar. La primera anécdota que suscita aquella su osadía periodística la resume en muy pocas palabras cuando es conminado a :
la entrega de mi "dibujo" para inspección del Sargento Primero o Sargento de Guardia. (…) Después de unos minutos de tardanza, el Sargento regresó con el dibujo en la mano. Me observó cuidadosamente y entonces, más bien por mi impaciente pregunta de si podía haber alguna objeción en guardar el tosco diseño que había hecho, le hizo un examen crítico. No viendo nada en particular que se asemejara a un plan de fortificación militar, lo devolvió pidiendo perdón por los inconvenientes que me habían causado y que eran debidos a la situación anormal imperante(3).
Ya en la ciudad, toma una volanta hasta el Hotel Español, que sin precisar su ubicación exacta, nos aclara se hallaba muy cerca de la Iglesia de la Soledad. La primera impresión de su entorno alude a las ya clásicas descripciones de las calles en su mayoría de tierra, pero no fangosas: “debido a la naturaleza poro-arenosa del terreno, que rápidamente absorbe las fuertes lluvias de este período del año”(4), y el detalle notorio de la pobre iluminación en las noches que según atestigua:
no están iluminadas de noche con cargo al gasto público, pero es costumbre general de cada uno colgar un farol de cristal con lámpara de petróleo. Las calles principales están por tanto bien iluminadas, mientras las otras permanecen en total oscuridad(5).
De la profusión de iglesias, signo distintivo del Príncipe, deja cumplida mención luego de un recorrido que lo acerca a las más principales, empezando por las más céntricas y terminando en la de San José, a la que describe en su cercanía a la Cárcel local, el otrora Hospital Militar, la estación del Ferrocarril y en medio de ambos la Plaza del Vapor.
 
 Hospital Militar (actual Asilo de Ancianos)
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Para la mirada de un extraño, que no ha conocido la ciudad en mejores tiempos, se hace notoria, la pobreza de los principeños que habitan la ciudad, y que descontando a los de mejor situación económica, que se habían sumado a la contienda y lo habían perdido todo en aras de la independencia, el otro resto de otrora mejor posición y que se han quedado en la ciudad, también se han visto arruinados a causa de aquella. Su mirada es penetrante y así lo testimonia:
Durante las largas caminatas que hice alrededor de la ciudad, especialmente en los suburbios donde las casas son de pobre y miserable aspecto, daba tristeza ver a través de la puerta entreabierta a muchas personas acostadas en el suelo. Esperando por un comprador había también un racimo de plátanos, media calabaza, unas pocas frutas y tal vez media docena de huevos(6).
Para el resto de la población la situación puede ser peor, las mujeres se ganan la vida cosiendo las camisas de lo soldados españoles, la paga es insulsa: 1.60 la docena, pero el cronista aclara que sólo la mitad del precio era en efectivo, el resto lo recibían en mercancías. Del remanente y depauperado panorama social y económico deja una evidencia sustancial cuando afirma:
Con el oro a $260.00 como está ahora, la miseria de tales salarios es evidente, más aún cuando se considera que un huevo cuesta 12¢, un dulce 20¢ y 30¢, un plátano 15¢ y 20¢, un bollo de pan 10¢, el azúcar a 25¢ la libra, la carne a $1 la libra, una gallina o un pollo a $3 ó $4, y así todo lo demás en la misma proporción. Es de maravillarse cómo la clase más pobre puede siquiera sobrevivir(7).
Lo que sigue en su narración es a nuestro ver lo más relevante de su deposición de los hechos de su visita: un recorrido en compañía de su cicerone y otros oficiales españoles por los fuertes que rodeaban la ciudad, construidos a posteriori del temerario ataque que hiciera al ciudad Ignacio Agramonte en 1869.

 Iglesia de la Caridad
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Principiando por el de Punta de Diamante, ubicado a “media milla detrás de la Iglesia de la Caridad”, siguieron camino por entre trillos para alcanzar los de Garrido y el que denomina de forma extraña como Respiro de Agramonte(8); para pasar luego hacia el norte, al del Guayabo. Lo que sigue de aquel periplo circunvalante a la ciudad lo testimonia al decir que:
A través de dos millas o más por una vereda intrincada o trillo, llegamos al fuerte Polvorín, que se encuentra hacia el Oeste de la ciudad, cerca del Camino de La Habana. Antes de cruzar el Puente del Tínima, después de haber completado casi el circuito de la ciudad, pasamos un segundo fuerte Punta de Diamante, y luego de cruzar el puente llegamos a la Quinta Simoni, donde estaba estacionado un destacamento de Voluntarios.
Hacia el sur, nuestro cronista ubica otros fuertes como el de Serrano, ocupado por los Voluntarios, y hace mención a otros pequeños fortines, que coinciden perfectamente con las torres de vigilancia esparcidas entre aquellos, y que sumaban más de una docena.

La visita en plan “especial” de Joseph Springer al Puerto Príncipe de 1874 y el texto que la rememora, una singular “rareza bibliográfica” sólo al alcance de los pocos internautas del patio, constituye una apoyatura singular para entender la historia local, vista de manera singular por viajeros-cronistas, en un momento en que el añoso Puerto Príncipe, se debatía entre penurias sin cuento, bajo el terrible signo de Marte. Valga pues como necesaria re-actualización de hechos y memorias, en lo más cierto, parcialmente aireadas en este aquí y ahora, por los que detentan el responsable legado de Clío

Puente sobre el Río Hatibonico
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Iglesia Mayor



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  1. El texto tomado de Internet, es según se aclara, Colaboración especial de Ana Dolores García para Camagüeyanos por el Mundo.
  2. La traducción corrió a cargo del Dr. Antonio Giroud García: “miembro de una respetable y conocida familia camagüeyana. Estudió la Carrera Diplómatica en la Universidad de La Habana y en 1946 ganó por oposición el cargo de Cónsul de Cuba en Nueva York. En el año de 1949 pasó a Washington, D.C. como Secretario de la Embajada de Cuba ante el Gobierno de Estados Unidos, cargo que desempeñó hasta su renuncia en 1959 …Comenzó entonces a laborar en la Organización de Estados Americanos hasta su jubilación en 1983. Falleció en Miami el 4 de diciembre de 1990 a la edad de 73 años. (En A Modo de Presentación, palabras introductorias para el citado texto de Ana Dolores García.
  3. La visita especial a Puerto Príncipe. p.12
  4. Ibíd. p 14
  5. Ibíd.
  6. Ibíd. p. 15
  7. Ibíd.
  8. Revisando un croquis de la ubicación de los citados fuertes que data de 1870, no encontramos referentes para este en particular, y el caso del de Garrido, no aparece como tal sino como una torre de vigilancia. En Fortificaciones de la ciudad 1870. Biblioteca Nacional José Martí. 74 x 90. Escala 1: 7000

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