Saturday, January 4, 2020

La Beneficiencia en Camagüey (por el Dr. Luis Adam Inspector Provincial de Sanidad. 1905)

La Beneficiencia en Camagüey.
Texto tomado de la Memoria Oficial de la Cuarta Conferencia
 de Beneficencia y Corrección de la Isla de Cuba.
 Celebrada en Camagüey del 22 al 24 de abril de 1905. 


por el Dr. Luis Adam
Inspector Provincial de Sanidad

Señoras y Señores:

Al tener la honra de dirigirme á los formantes de la Cuarta Conferencia, permítaseme expresar, siquiera de manera débil, la viva satisfacción que satura mi espíritu por haberse confirmado que no sufrí extravío, cuando en la poética Matanzas solicité fuese el viejo Camagüey la ciudad destinada á recibir los distinguidos huéspedes que la ilustran y que han contribuído poderosamente á que resulten efectivos los esfuerzos en pró de las Conferencias, dichosamente arraigadas en nuestra República.

Me impuse un deber que no por expontáneo es menos imperioso; la redacción de este informe, en el que, á grandes rasgos, haré compendioso historial de la Beneficencia principeña, y comienzo manifestando que cuando el Estado no puede llenar en toda la amplitud debida la misión educadora y tutelar que le incumbe, adquieren los particulares las responsabilidades y la gloria de iniciativa y consecución de las nobles empresas de socorrer y corregir á los que se hallan en trance de inferioridad.

En reducida esfera, con limitados horizontes, pero á la postre con finalidad útil, se han ido implantando aquí obras benéficas de carácter privado, de positiva importancia, desde hace cerca de dos siglos, desde principios del XVIII. Lo que tenemos en instituciones de caridad, tuvo origen en mandas piadosas, que fueron consagradas en períodos difíciles por un ilustre fraile de quien he de ocuparme en este trabajo, rindiendo á su memoria el tributo á que le hace acreedor su altísima significación moral. 

Nuestra nacionalidad de origen latino, aun en la infancia, carece del vigoroso espíritu de asociación tan fecundo en estados de organización distinta al nuestro; de pueblos que tienen, no obstante la sociabilidad, perfectamente definido y diferenciado el individualismo, y que por una feliz ponderación de aptitudes han subido mucho sobre el nivel que ocupan los de nuestra estructura, digo pues, que los pueblos de nuestro origen no abundan en instituciones profusamente dotadas, sin que la caridad fragmentaria si se me permite suple no pocas veces la insuficiencia de instituciones oficiales sistematizadas. 

Camagüey, desde la época de su fundación, primer cuarto del siglo XVI, hasta los primeros años del siglo XVIII, no tuvo cosa alguna que remotamente fuese hospital ó asilo, con carácter de permanencia, de estabilidad. Hasta el año 1728 no comenzó lo que puede llamarse beneficencia pública aquí; en ese año se funda el primer hospital principeño.

 SAN JUAN DE DIOS



A la munificencia de Don Gaspar Alonso de Betancourt se debe la fundación de un hospital destinado á recibir varones enfermos, pobres de solemnidad. La fábrica, terminada muy mediado el siglo XVIII, comprende extensa manzana, con el hospital, iglesia de bastante amplitud y hermosa huerta-jardín. El Asilo con capacidad para recibir más de setenta enfermos, sólo contenía, de ordinario, unos cuarenta y cinco pacientes. El capital de la fundación, antes de 1895, era de $52,479-00. El servicio facultativo era desempeñado por un Médico cirujano y un practicante, auxiliados por dos enfermeros. 

Desde la fundación hasta 1839, le administraron frailes de la comunidad de San Juan de Dios, y en esa fecha, decretada la exclaustración, fué dirigido éste, y los otros hospitales, por Juntas de patronos, que se mantuvieron 49 años, término en que, por Real Decreto, se crearon las Juntas gestoras, que cesaron con la intervención norte-americana.

La parquedad de recursos y la característica rutinaria del sistema colonial, determinaban un estado de inferioridad en lo que respecta á elementos de higiene y confortabilidad, no así en lo que se refiere á pericia facultativa, ni á interés y dedicación por los enfermos.

En el cariñoso cuidado de los desheredados de la fortuna, se señaló con vigoroso relieve un hermano lego de la extinguida Orden de San Juan de Dios, el bondadoso José Olallo Valdés, quien con abnegación sin límites, se consagró á la cariñosa y paternal asistencia de los pobres hospitalizados, y de los miserables que de fuera acudían á recibir sus poco técnicos, pero tiernísimos cuida dos. La dedicación del lego Olallo Valdés, del generoso hermano de los enfermos pobres, fué tan agradecida, que al ocurrir su fallecimiento, 7 de mayo de 1899, produjo intenso dolor en esta sociedad, motivador de que se rindiera al cadáver del humilde religioso, homenaje popular de proporciones extraordinarias. 

Con pocos recursos continuó vida lánguida el hospital de San Juan de Dios, empeorada durante la lucha última de emancipación, y así llegó al año de 1900, fecha de su clausura.

HOSPITAL DEL CARMEN

Primer Nosocomio de mujeres. Una dama de antigua familia principeña, Doña Eusebia Ciriaca de Varona, estableció en una casa de su propiedad, á sus expensas, un Asilo con solo diez y seis camas para que en él recibiesen albergue y asistencia médica mujeres pobres enfermas. Así, en pequeño, continuó la casa-hospital desde el año 1735 á 1808, época en que por el aumento de población se hizo necesario dar amplitud á las instituciones de caridad. La sucesión de Doña Rufina Hidalgo, siguiendo la generosa tradición de la familia, cedió extensos solares que le pertenecían, en la barriada del Carmen, para que en ellos se construyera un edificio de grandes dimensiones, mejor higienizable que el anterior, y al que fueran trasladados los enfermos que estaban en el fundado por la señora Varona.

En 1819 comenzó á adquirir extraordinaria importancia el Asilo benéfico, con la ingerencia del que llegó á ser el alma mater de la empresa, el Padre Valencia, quien tomando la vigorosa iniciativa que asumía en todo lo bueno, se propuso el ensanche y hermoseamiento del edificio, no contando con otros recursos que con los de su palabra en la cátedra sagrada, en la vía pública y en los hogares. En todos los lugares excitaba los sentimientos, movía el corazón del vecindario, que á manos llenas respondían al llamamiento del piadoso franciscano. Ese edificio del Carmen, concluído en 1835, es una de las contadas edificaciones que contribuyen á la menguada ornamentación de esta vetusta ciudad. 

Cuatro grandes salas del Hospital tenían capacidad para más de ochenta enfermas, pero el promedio de asistencia ha sido, en los últimos años, de sesenta. El servicio médico, análogo al de San Juan de Dios; el capital de la institución, antes de 1895, era de $ 107,334-00. 

En este hospital se recibían las presas que enfermaban en la cárcel pública, y durante las dos guerras de emancipación, á las señoras que el Gobierno colonial confinaba allí por desafectas á la dominación secular. 

LEPROSERIA DE "SAN LAZARO" 

Desde fines del siglo XVII, sin que pueda precisarse el año, por ser escasos los documentos de esa época, existían á kilómetro y medio de la ciudad, dirección Sudoeste, dos casas de guano, Hato Arriba y Hato Viejo, para albergue, sin asistencia regularizada, de leprosos blancos y negros respectivamente. El año 1735 concedió el Arzobispo de Santiago de Cuba, Sr. Laza de la Vega, autorización para que se edificara una ermita bajo la advocación de San Lázaro, pero ésta y el Hospitalillo no fueron terminadas hasta el año de 1746. Carecíase de fondos para sostener los enfermos, y ese estado de penuria determinó al Cabildo de la ciudad para salir procesionalmente, y recojer fondos para atender los perentorios servicios de la miserable leprosería. Seguíase allí vida que casi era muerte, hasta que llega el año de 1814 del pasado siglo, apareciendo la providencia de los que su frían, el Padre Valencia. 

Las maravillosas energías de que estaba dotado, la efusividad de su alma, las puso al servicio de la empresa, casi sobrehumana, de levantar un gran Hospital, emplazándolo en el mismo sitio que ocupaba la antigua leprosería de caña y guano. La obra emprendida en el año 1814, suspendida en 1815 y continuada en 1816, terminó en 1819. Realizábase con fondos obtenidos de cuestación, con limosnas del vecindario, que entregaba cuanto era necesario. 

Así fué erigido el hermoso y vasto edificio, construído á un kilómetro del puente del Tínima: "construcción airosa, elegante, que ostenta en la fechada principal esbelta galería de arcos y columnas de orden dórico, de bellísima perspectiva." Una gran puerta comunica esa galería con el interior de la fábrica, en el que las antiguas celdas han sido sustituídas por espaciosas salas. Dentro, á la izquierda de lo edificado, está el templo consagrado á San Lázaro, iglesia de buen gusto arquitectónico. Un extenso y frondoso jardín interior, antes con árboles frutales, y otro exterior, profusamente sembrados de arbustos y matas de olorosas flores, con fuentes surtidoras de agua, en el centro, contribuyen á darle tono apacible y poética amenidad al Asilo, obra de la dedicación de aquél justo de conmovedora y viva recordación en esta ciudad. 

Para aumentar los ingresos y sostener decorosamente á los asilados, por iniciativa del fundador, se construyeron, en los terrenos próximos, grandes corrales, para recibir, mediante módica retribución, piaras de ganado vacuno y caballar, que eran vendidos para occidente. También poseía San Lázaro un gran tejar en que se elaboraba material para la fábrica de la casa y para la venta pública. Organizó el Padre Espí una junta de gobierno, que llevó admirablemente la gestión del Hospital hasta 1838, en que muerto el fundador, se debilitó el espíritu de asociación. 

El amor á sus semejantes, que siempre caldeó el corazón del Padre Valencia, hizo que sus grandes empresas no quedaran solo para los habitantes de Camagüey, sino que necesitaba dilatarlo convenientemente, y así, fijándose en los peregrinos carentes de recursos que cruzaban en dirección al Santuario del Cobre, construyó una hospedería á ellos destinada. Esta obra, concluida en 1834, la costeó el comerciante español D. Esteban Riverol. Los fondos de "San Lázaro," en estos ixltimos años, fueron de $ 37,450. 

Poco tiempo después de la muerte del insigne fraile, las Juntas de gobierno, carentes de la ternura de sentimientos del primero, dejaron que los dementes, que estaban hospitalizados con los leprosos, fuesen tratados con la dureza típica de la época anterior al Dr. Pinel y á Mr. Howard. Algunas celdas de locos, verdaderas ergástulas, tenían potros y cadenas de tortura y sujeción cruel. No pocas veces el tratamiento de los locos, las consideraciones á las dementes, pendían del temperamento, de la educación, de las cualidades morales de administradores y personal subalterno del establecimiento.

DILAPIDACION DE UN LEGADO

La señora doña Josefa Betancourt, viuda de Recio, hizo edificar á sus expensas el Asilo "San Juan Nepomuceno," destinado á recibir huérfanas indigentes y á las irresponsables de extravíos de aquéllos que le hubieran dado el ser, institución análoga á los Asilos de Beneficencia de otras poblaciones. Para sostenimiento del Asilo, consagró la donante un capital de $ 237,000 en efectivo, joyas é inmuebles. 

Años antes de morir, como disposición testamentaria, hizo se formase un consejo trino de albaceas para custodia y manejo del capital, y esos señores procedieron de manera tan censurable en su gestión, que aquí, empleando extrema generosidad, diré que fueron muy infortunados en la conservación de la fortuna agena. Con los inmuebles se hizo lo que no puede decirse: tras pasos de dominio, litigios inexplicables; con el numerario, lo inconcebible: sufrió reducciones y mermas rayanas en la evaporación. Las fincas resultaron digeridas con el poderoso auxilio de Letrados, Procuradores y papel sellado; el efectivo, 3,333 onzas de oro, experimentó lenta y continua desaparición. No pocas onzas cruzaron el Atlántico en compañía de quien las guardaba... el resto desapareció, y así se explica el deplorable estado económico del Asilo magníficamente dotado por la señora Betancourt, viuda de Recio, que hoy sostiene escaso número de asiladas con limosnas del vecindario, y algún mezquino auxilio del Estado.

He procurado difuminar el cuadro, no señalar personas, vivas unas y muertas otras, que se han visto mezcladas en este turbio asunto. La índole de este trabajo y el momento de su lectura me imponen reserva y discreción tan grandes, como la cuantía del capital dilapidado. Saco á plaza el legado de la señora Betancourt, porque esa manda ha dejado en esta sociedad amargura y desaliento; hágolo, por estimar necesario la aplicación á la úlcera el cauterio de la publicidad. 

BENEFICENCIA DOMICILIARIA

En Camagüey se organizó, hace más de treinta años, la Sociedad Benéfica "Conferencias de Señoras y Caballeros de San Vicente de Paul", asociación que llegó á tener más de cien socios activos, y que prestó útiles servicios durante la guerra de los diez años. Dedicábase no sólo á repartir alimentos, ropa y medicina á los necesitados, sino que también distinguidos señores de la Conferencia instruían, facilitándoles libros y útiles de escritura, á párvulos y adultos menesterosos que lo solicitaban. En los años 1872 y 1873, con el objeto de arbitrar recursos con que aten der numerosas familias traídas por las tropas españolas del campo de la revolución, construyose un modesto teatrico, denominado de los pobres, administrado por una sección de la Conferencia, en el que trabajaron distinguidos aficionados líricos dramáticos. En la temporada de 1873 se obtuvieron buenos ingresos, distribuyéndolos en familias indigentes, en socorrer huérfanos, viudas, etcétera, pertenecientes no pocas á familias que antes del movi miento revolucionario de 1868, habían poseído bienes de fortuna.

La Conferencia fundó una escuela nocturna para los socorridos por la institución; en esa escuela daban clase visitadores de la misma, distinguiéndose los señores Agustín Betancourt, Pablo Guerra, Juan Izquierdo y otros más que realizaron labor ins tructiva y de moralización.

HOSPITAL GENERAL DE CAMAGÜEY

Foto correspondiente a los años 50 
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El edificio ocupado por el Hospital, fué construído por el Gobierno español, allá por el año de 1865. Dedicado primeramente á Cuartel de infantería, le destinaron á Hospital á poco de comenzar la guerra de los diez años, y así continuó, como hospital militar, en que se recibían lesionados en la campaña, pacientes de enfermedades infecciosas y enfermos de dolencias comunes, hasta la cesación de la soberanía española en Cuba.

El General Leonardo Wood, en visita que girara al Camagüey, determinó instalar aquí un gran Hospital y Escuela de enfermeras, utilizando para esos efectos el gran edificio que fuera antes Hospital Militar.

Para poner en condiciones de higiene y confortabilidad á esa gran fábrica, se invirtieron cantidades de importancia: en total la suma de $41,831-00 moneda americana. Para dirigir el establecimiento fué nombrado el Dr. J. M. Delgado; para instalar la Escuela de enfermeras, que por cierto ha superado con creces á lo que pudiera esperarse de ella, con ser mucho lo que vale la mujer en Camagüey, designaron como superintendente de Nurses á la inteligente y activa Mrs. Quintad.

El edificio Hospital situado en la parte Nordeste de la ciudad, la menos apropósito por la dirección de los vientos aliseos, afecta la forma de un cuadrilongo, con un cuerpo central de dos pisos, siendo el resto del edificio de una sola planta. Hoy están en condiciones de servicio siete salas, con un promedio de enfermos todo el establecimiento de 130. Una de las grandes reformas hechas, es la de cañerías para agua, distribuidas por toda la fábrica, de manera que en todo momento se tiene ese precioso líquido para todas las necesidades, traído de un pozo artesiano, gracias á una bomba potente.

Nuestro Hospital, montado á la moderna, con buena Sala de Operaciones, en la que se practican intervenciones quirúrgicas de importancia, con resultados muy satisfactorios, carece de una Sala de partos, necesidad sentida y reclamada, así como también de Sala ó pabellones para enfermedades infecciosas. Más de una ocasión se ha creado un verdadero conflicto por esta lamentable deficiencia. Recientemente se ha formulado un presupuesto para instalar una Sala destinada á la asistencia de tuberculosos.

También sería conveniente la instalación de un departamento que subsanase la carencia en esta ciudad de Casa de socorro y Dispensario de niños. La Casa de socorro es una necesidad imperiosa, dado que la ciudad es población de mucho radio de movimiento que se acrecienta, por ser un centro ferrocarrilero que cada día aumenta su esfera de acción.

Como demostración de la importancia del Hospital, diremos que el año último llegó el número de enfermos y heridos á la cifra de 1,600, y que el total de fallecidos da un tanto por ciento de mortalidad que no llega al cuatro por ciento.

La Escuela de Enfermeras del Hospital de Camagüey, que comenzó con un total de 30 alumnas próximamente, tiene hoy unas 26. La enseñanza recibida por las enfermeras camagüeyanas, ha sido tan eficaz y aprovechada, que no pocas están al frente de servicios en importantes departamentos hospitalarios de esta ciudad, y otros de la República. Dos enfermeras jefes, las señoritas Barreras y Pujol, han obtenido premios extraordinarios por las relevantes cualidades demostradas. En varios exámenes de prueba de grados, he tenido oportunidad de apreciar los conocimientos de las alumnas de este Hospital.

La conducta y la moralidad de las enfermeras, son ejemplares; en el establecimiento en que me ocupo, sólo ha habido motivos para plácemes y felicitaciones. Actualmente es Superintendente de Nurses, la estimable enfermera graduada Mrs. Pearson.

PERSONAL FACULTATIVO

Al frente del establecimiento, como Director facultativo, está el Dr. Antonio Fernández Garrido, celoso, diligente, y muy dedicado á la institución; es primer Cirujano el laborioso é ilustrado Dr. Florentino García Roura: Médico de visita el estudioso Dr. Manuel Delmonte, é interno del Hospital el activo Dr. Angel Aguero.

La administración del establecimiento es buena; nótanse algunas deficiencias, esto es cierto, pero debe advertirse, como descargo, que de día en día se acentúa la parquedad del Estado en subvenir á las ineludibles necesidades de un hospital como el de Camagüey. En los tiempos en que era Gobernador General de Cuba el General Leonardo Wood, los recursos para el establecimiento eran de cuantía: no se ponía cortapisas al capítulo de gastos.

ASILO DEL PADRE VALENCIA

Como resultado de la fusión de los Hospitales "San Juan de Dios," "Cármen" y "San Lázaro," surgió un Asilo, para ancianos y crónicos incurables, instalado en el antiguo Hospital del "Cármen," y con esta misma denominación.

El capital de los antiguos Hospitales, que llegó á la cifra de $197,000, quedó reducido á $124,000, por las pérdidas que sufrió la propiedad á que estaban afectos, porque muchos de ellos tenían imposiciones preferentes, y al rematarlos para obetener su cobro, no alcanzó el producto para el pago de lo que reconocían.

Como los recursos propios aun son escasos, el Estado cubre los deficit, por cantidades mensuales entregadas á la administración.

La primer Junta de Patronos del nuevo Asilo, la formaron los señores Francisco Moran, Roberto Luaces, Luis Vilardell, Faustino Caballero y Alcides Betancourt. Uno de los primeros acuerdos de la Junta, fué pedir á la Superioridad que se le diese al establecimiento benéfico el nombre de "Asilo del Padre Valencia," y así se logró en abril de 1902. Continuaban los asilados en el antiguo edificio del "Carmen", hasta la primavera de 1903, fecha en que se hizo el traslado al histórico "San Lázaro," después que la Junta de patronos, ya presidida por el Sr. Faustino Caballero, realizaba la difícil obra de reformarlo todo, reparando averías de consideración, porque durante la guerra de emancipación, alojadas tropas españolas en la antigua leprosería, hicieron destrozos dentro y fuera de la fábrica, dejándola en estado verdaderamente ruinoso.

Para realizar los trabajos, emprendidos bajo la constante inspección del Presidente de la Junta de Patronos, el Estado facilitó algunas cantidades con las que se han practicado trabajos que prueban el celo y la dedicación de los señores de la Junta.

Hoy, en el Asilo de crónicos y desvalidos, hay cuarto de baño, inodoros, agua en profusión, y se alumbra todo el edificio con aparatos de gas acetileno. Dado lo exiguo de las cantidades invertidas, sorprende la labor llevada á término en ese Establecimiento, uno de los mejor administrados de la República, como se evidenció durante debates habidos en la Conferencia de Matanzas, y en el que caben cien ó más personas; actualmente están internados unos 70, asistidos y alimentados perfectísimamente.

Grande es la diferencia entre el sombrío caserón que recluía dementes y leprosos hace cinco años, y el alegre, limpio y aseado Asilo á la moderna, que podrán contemplar los señores conferencistas en la próxima visita á la fundación en que yacen los restos de Fray de la Cruz Espí.

Poco tiempo después que cesara la soberanía española en Cuba, agostado el país, la gente trabajadora sin tener en qué ocuparse, con centenares de enfermos en las calles, una situación de miseria y dolor, que preocupó hondamente todos los espíritus. El Ayuntamiento, que comenzaba á recibir socorro del Estado, de terminó, mediado el mes de abril de 1889, crear un Dispensario para asistencia médica, domiciliaria y en consultas, facilitando gratuitamente las medicinas.

Esta organización estableció una Farmacia, dotada con $500 oro al mes para medicamentos, al frente de la que estuvo el farmacéutico Dr. Eduardo García Pulido. Cinco médicos, los Doctores Antonio Fernández Garrido, Miguel Ramírez, Esteban Morató, Octavio Freyre y Luis L. Adam, prestaban los servicios facultativos. Este Dispensario, por supresión de fondos al Ayuntamiento, se cerró en 30 de septiembre de 1900.

Hoy la asistencia médica municipal la tienen encomendada dos médicos, los Drs. Hernández y Martínez; y el suministro gratuito de medicamentos á los pobres de solemnidad, lo hace la farmacia del Hospital general, mediante la cantidad de $ 50 mensuales, que para ese fin entrega el Ayuntamiento.

Otra erogación del Municipio, es la de $40 oro, que entrega mensualmente al Asilo de "San Juan Nepomuceno," á la institución benéfica que inicuamente se le ha quitado su fuente de riqueza.

FRAY DE LA CRUZ ESPI



En Valencia, la riente ciudad del levante español, el año 1763, vino al mundo el Padre Espí; hizo los estudios elementales en las Escuelas Pías, en esa Institución por la que los camagüeyanos sentimos vivo afecto y honda gratitud. Desde la adolescencia inclinado á la vida religiosa, decidió lanzarse á peligrosas misiones evangelizadoras, y al efecto entró en la Orden de San Francisco. Cruzando el Atlántico llegó á las costas californianas, se internó en el país, y fueron tantas las privaciones y riesgos que sufriera, que resultó único superviviente de numerosa comunidad que intentara civilizar salvajes é inhospitalarias regiones del Oeste americano.

Llegado á Cuba en 1800, estuvo entre la capital y la villa de Trinidad, en la que hizo fundaciones, 13 años. El año 1813 del pasado siglo, señala el comienzo de una era excepcional en el antiguo Puerto Príncipe: el período de construcciones de sistematización en las empresas benéfico-moralizadoras que bosquejo. Entregose el piadoso fraile á un conjunto de edificaciones materiales y de conciencias, abrumadoras, imposibles para quien no hubiese sido él, para quien no hubiese poseído las singulares dotes que dichosamente concurrían en nuestro misionero.

Decían no pocos coetáneos: ¿De dónde sacará riquezas y energías para esa ingente labor? De una cantera inextinguible, de su fe, perseverancia y amor á sus semejantes, de manantial inagotable que manó perennemente de la superioridad moral que le caracterizó. Y cuando se le preguntaba ¿con qué cuenta usted, Padre, para estas empresas? respondía sin vacilación: con la Providencia, que es riquísima. Y, efectivamente, la Providencia favoreció con largueza los grandes empeños de quien edificó á "San Lázaro" y al "Cármen," de ese hombre superior que construyó uno de los pocos edificios presentables en Camagüey, la iglesia del Cármen.

En las edificaciones, dirigidas por él, y en las que actuaba de día, como maestro de obra, y de noche ocupando la cátedra del sacerdote, tomaban participación, sugestionados, cuantos elementos integraban esta sociedad, desde el mísero esclavo negro, mirado más que como persona, como cosa, dadas las preocupaciones de aquella época, hasta las damas principales, las que en sus delicadas manos cogían materiales y útiles de albañilería.

Incontrastable llegó á ser la influencia, la fascinación, ejercida por el fraile, que en los últimos años de su dilatada y gloriosa vida trató de erigir un Asilo y Correccional para niños pobres, que hubiese sido coronamiento de su extraordinaria labor de veinte y cinco años.

El Padre Valencia poseyó lo infrecuente, la unión de dos cosas no siempre concordadas, el puro ascetismo, la unción evangélica y el espíritu práctico, de aplicación inmediata.

Dedicóse á vigorizar los resortes de las buenas costumbres en el hogar, facilitando la reconciliación de matrimonios en diferencia, regularizando uniones ilegítimas, proponiendo, en síntesis, á que la vida se aceptase dentro de la más absoluta corrección.

Más de una vez alcanzó lo que excepcionalmente se obtiene con predicaciones y consejos: que volviesen á la vida honrada hombres fuera de la ley, en pleno bandidaje.

Septuagenario, su cuerpo, que no su espíritu, sucumbió á la pesadumbre de dolencia física, dejando de existir el 2 de mayo de 1838; y así murió quien había vivido en lo físico y lo espiritual para los demás, no para sí; quien tuvo como cama una desnuda tabla y por almohada un tosco ladrillo, que como reliquia, guardan almas piadosas.

Muy anciano, fatigado por el trabajo, en momentos críticos y de tribulación, durante mortíferas epidemias de cólera morbo, cargaba sobre sus débiles hombros miserables enfermos, encon trados en la vía pública, á los que prodigaba consuelos materiales y morales. El Padre Espí no limitó sus poderosas y útiles ini ciativas á las obras de beneficencia, no: hizo más, mucho más; fué poderoso elemento de cultura, contribuyendo á fomentar el buen gusto en la ornamentación urbana; amigo leal y cariñoso de los cubanos, favoreció á no pocos durante los tétricos días del feroz absolutismo del año 1823; abnegado enfermo de las grandes Instituciones hospitalarias que fundára, cooperó grandemente en todo lo propio y dignificador. Fué, como se dice en vocabu lario sociológico, un Representativo.

Como historia, como referencias auténticas, trasmitidas por testigos de responsabilidad, se relatan hechos extraordinarios realizados por influencia ó mediación de nuestro franciscano que, como Swedenbonrg, eligió la bondad por faro de su alma; del discípulo de aquel Francisco de Asís, designado elocuentemente por Emilio Castelar el Cristo de la edad media; del que fué en nuestro solar camagüeyano asceta ageno á las solicitaciones mundanales, angélico bienhechor de esta ciudad del Hatibonico y del Tínima.

Acaso la iglesia católica llegue á realizar los empeños conducentes á que el Apóstol de Camagüey forme en el número de los santos glorificados en los altares; quizá eso suceda; lo que sí puede afirmarse, es que el Padre Espí tiene un templo en el corazón de los hijos de este agradecido pueblo, templo en el que se le recuerda, se le ama y se le bendice.

En Camagüey se ha realizado algo por almas generosas que se juzgaron en el deber de consagrar parte de sus energías y de sus medios económicos al mejoramiento social. Y si bien el hombre no alcanza siempre su objeto, puede llegar á un resultado precioso: á la elevación del carácter moral; y así nuestra pobre humanidad — repetiré conceptos salidos de la elegante pluma del ilustre sociólogo italiano Aquilea Loria — bregando en lucha secular por mejorar sus instituciones sociales, alcanza involuntariamente algo muy distinto y mucho más grande, su propia reforma, él ennoblecimiento de su carácter, el coronamiento de la evolución biológica, gracias á los esfuerzos por crear un tipo humano elevado y puro.

En la medida de sus fuerzas y medios, eso es lo que han procurado los que iniciaron y son continuadores de estas Conferencias, que tienden á que se llegue en la familia cubana á la verdadera solidaridad, para bien de los individuos, ventaja para las instituciones democráticas que disfrutamos y satisfacción del sentimiento universal que une, alienta y conforta el amor.



(Se ha respetado el texto como fue escrito)

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