Wednesday, May 30, 2018

Reflexiones del 30 de mayo de 2018. Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano del Exilio (por Matías Montes Huidobro)

Nota del blog: Agradezco a Matías Montes Huidobro, que comparta con los lectores del blog, el texto que presentó hoy 30 de mayo de 2018, en la celebración del Día de la Dramaturgia y el Teatro Cubano del Exilio.

Afiche del Festival
 de Teatro de Miami 2010
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En primer término quiero darles las gracias a Artefactus Cultural Project y en especial a Eddy Díaz Souza por invitarme a esta celebración, que tiene lugar en memoria de un investigador de las artes plásticas cubanas, José Escarpanter, que falleció hace unos años pero que sigue vivo entre nosotros. Lo mismo lo está José Triana, uno de los dramaturgos más importantes de todos los tiempos, que murió en París hace unos meses, así como Francisco Morín, fallecido el año pasado en Nueva York, y Dumé que murió en Miami hace uaños, que se convierten en una viva muestra de la vigencia total del teatro cubano en general y muy en particular del exilio.

Por ese motivo pensé que la noticia de este acto y su significado estarían en la primera página de Galería, en el Miami Herald en español, del pasado fin de semana, dedicadas a nuestra vida social y algo a la cultura, así que el domingo pasado corrí a buscarlo bajo la lluvia, que como está dirigida a la comunidad hispánica de Miami, (porque los americanos tendrán su galería en inglés y las que están en español no la leen), supuestamente dedicada a rendirle homenaje a artistas más o menos famosos, preferiblemente que no sean cubanos del exilio. Al abrirla, me encontré dos páginas enteras dedicadas a Donald Judd, pintor minimalista de cierta importancia, que como todos ustedes saben (y esto es un chiste) es altamente estimado por la cultura de habla hispana local. Pensé en Mijares y Antonia Iriz, que bien merecerían un reconocimiento de ese tipo. Bien pudieran hacerlo con Triana, porque la situación de nuestros dramaturgos desterrados es más difícil todavía: no tenemos galerías que nos vendan y no somos capitalizables.

En cuanto a la historia de la dramaturgia cubana, incluyendo el exilio, va en menos de una página. Tengo el privilegio de haber participado en el movimiento teatral cubano de la República, la Revolución y el Exilio, no precisamente por viejo, porque llegué al exilio cuando tenía treinta años, en 1961. Durante la República, a los 20 años, en 1951, Prometeo y Francisco Morín me premiaron y estrenaron “Sobre las mismas rocas”. Vivía, en San Lázaro 170, donde también vivió Dumé, cruzando la calle por donde estaba el Patronato del Teatro. Por esa década Vigilio Piñera estrena “Electra Garrigó”, “Jesús”, “La boda”; y Carlos Felipe “El Chino”, “Capricho en Rojo”, “El travieso Jimmy”, Ferrer, Ferreira, Manet, Alfonso, un par de obras a lo sumo un par de noches, y paren de contar: con ello termino el teatro cubano de la República. Con la Revolución vivo tres años, y hay que reconocerlo, cambió la cosa para mejorar, antes que se pusiera peor por razones políticas. Primero se puso “Tembladera” de Ramos, vino el boom de Piñera hasta que sacó las paticas del plato, a Felipe le estrenaron su “Requiem…” y muchos jóvenes empezaron a estrenar. A mí, en un período compacto de tres años me premiaron “Las vacas,” me estrenaron cinco obras, me publicaron cuatro y Rine Leal incluyó una de ellas en su antología de obras en un acto; pero como Fidel declaró aquello de con la Revolución todo y contra la Revolución nada, y yo siempre he escrito lo que me da la gana, me fui de Cuba. En cuanto al Exilio, poniendo mi caso de ejemplo, que ejemplar, lo reduzco a una pura cuestión matemática: en aproximadamente algo más de medio siglo, se han llevado a escena diez obras mías, aunque tengo escritas y publicadas unas treinta, algunas de ellas cortas y fáciles de montar, y cinco antologadas, un promedio de un estreno cada cinco años, lo cual demuestra lo jodido que es ser dramaturgo cubano en el exilio y lo mucho que se agradece cuando una obra nuestra se lleva a escena. Afortunadamente, contra una opinión generalizada, el teatro no es obligatoriamente para que se lleve a escena, porque mis obras las estreno en mi cabeza, aunque tengo que reconocer que estrenar estimula y ayuda, y que hacer teatro, en su mayor parte (a menos que esté bien subvencionado) es cosa de locos, y requiere un esfuerzo descomunal, como es el caso de Artefactus, y algunas agrupaciones teatrales merecedoras de nuestra más alta estima, que hacen teatro contra viento y marea.

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