Wednesday, April 27, 2016

Mary Carmen Catoya y Daniel Sarabia brillan en Coppelia (por Baltasar Santiago Martín)

Foto/ Pedro Portal, El Nuevo Herald
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Mary Carmen Catoya y Daniel Sarabia brillan en Coppelia



por Baltasar Santiago Martín
Texto publicado originalmente en la revista Caritate, Abril-Mayo 2016


El ballet Coppelia o la muchacha de los ojos color de esmalte, con coreografía de Arthur Saint Léon y música de Leo Delibes, fue estrenado el 25 de mayo de 1870 en la Ópera de París, y 146 años después sigue sin perder el encanto y la magia de cuando se estrenó.

Su argumento está basado en el cuento El espíritu del sueño, de Hoffmann. La celosa Swanilda ha descubierto a Frank, su novio, lanzándole besos a una joven que aparece sentada tras la ventana de la casa del misterioso Doctor Coppelius, y al encontrar la llave que providencialmente el doctor ha perdido al sacar su pañuelo en la plaza, convence a sus amigas para penetrar en la vivienda, donde encuentran varios simpáticos muñecos de cuerda a los que ponen en movimiento. Coppelius las sorprende, y todas, menos Swanilda, logran escapar. Entonces irrumpe Frank por una ventana, tras subir por una escalera de mano, y el anciano doctor lo emborracha y lo duerme, con planes siniestros: robarle su aliento vital para insuflárselo a la “niña de sus ojos”, que resulta ser otra muñeca. Como Swanilda la ha suplantado en su asiento, cuando Coppelius la trae de su habitación y trata de sacarle la sangre a Frank, simula cobrar vida, para alegría del anciano, y logra impedirlo. Mientras baila, consigue despertar a Frank, y juntos huyen de la juguetería, donde su dueño queda desconsolado. El ballet finaliza con la boda de los enamorados. 

En la historia del Ballet Nacional de Cuba, compañía que puso a la isla caribeña y a América Latina en el mapa del ballet mundial, este simpático ballet tiene singular importancia, pues Alberto Alonso lo bailó con quien sería su futura cuñada, Alicia Alonso, el 20 de marzo de 1935, en el Teatro Auditórium de la capital cubana, en lo que sería el debut de ambos en este ballet-divertimento.

“El ballet Coppelia ha sido una obra que llegó a mi repertorio desde etapas muy tempranas. Cuando todavía era alumna de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, interpreté este ballet por primera vez, en un montaje de mi maestro Nikolái Yavorski, y con Alberto Alonso como partenaire. Era una versión resumida y más sencilla que las posteriores, pero más parecida a estas que lo que pudiera imaginarse. (…) El papel de Swanilda fue uno de mis preferidos. Muchos lo han calificado, dentro de ciertos límites, como un personaje soubrette, por su femineidad, picardía juvenil y carácter alegre. Sé que, sin querer, establecí ciertas tradiciones en el virtuosismo técnico del personaje, y hasta algunas bailarinas a veces me han dicho, en tono de reproche, que cuando se enfrentan al Vals con que hace su primera aparición en escena Swanilda, se acuerdan de mí. Pero en definitiva todos lo agradecen, a favor de la danza (…)”, ha dicho Alicia sobre su experiencia en Coppelia.

Otro hito importante de la historia del ballet Coppelia en Latinoamérica fue cuando, el 9 de enero de 1955, Alicia Alonso e Ígor Youskévich compartieron la difusión directa al aire de este ballet, que marcó su debut ante las cámaras de televisión nacionales, unas de las pioneras en América Latina (1950).

Hay que agradecer –y mucho– entonces al Maestro Vladimir Issaev y a su dedicada troupé del Arts Ballet Theater of Florida que dirige, el montaje de los tres actos de Coppelia aquí en el sur de la Florida, ya que se presentó primero en la ciudad de Aventura y luego, el fin de semana siguiente, en Fort Lauderdale –que fue cuando pude disfrutarla, el domingo 13 de marzo de 2016. 

Coppelia es un ballet que comienza en grande, con ese famoso Vals donde tantas primeras bailarinas han dejado su impronta, y Mary Carmen Catoya, la feliz Swanilda de la función que vi, no defraudó a los espectadores, pues su interpretación fue muy fresca y fluida y reafirmó su clase de prima ballerina en pleno dominio de sus facultades.

Daniel Sarabia, un bailarín de reconocida trayectoria recién incorporado al grupo, se lució desde el inicio como el casquivano, enamoradizo y coqueto Frank, tanto en sus variaciones como acompañando a Mary Carmen en los pas de deux, así como en la parte actoral y las graciosas pantomimas que este ballet cómico demanda. 

Roberto Rodríguez, a su vez, brindó un convincente Dr. Coppelius, que no por ser un papel más histriónico que otra cosa carece de importancia, pues un mal Coppelius puede echar a perder Coppelia. Roberto interactuó con Catoya y con Sarabia como un consumado artista, y en el segundo acto hasta ejecutó algunos pasos de baile que incorporó para bien a la coreografía original.

Regresando a Mary Carmen, en el segundo acto ya mencionado logró el apogeo de su actuación, pues aquí Swanilda tiene que simular que es la muñeca mecánica creada por Coppelius, y su conversión en mujer fue un momento sublime, a la altura de la también sublime música de Leo Delibes. Luego, ya “pletórica de vida”, brindó una danza española exquisita y una danza escocesa impecable. 

El cuerpo de baile cumplió eficazmente su cometido, sobre todo las amigas de Swanilda, que desde el inicio fueron sus simpáticas “cómplices”, y bailaron toda la coreografía con gran acople y musicalidad.

Ya en el tercer acto, Hinano Eto y Ramil Bagmanov se lucieron en las czardas, sobre todo Hinano, pues Ramil debe pulir su trabajo como partenaire, mientras que Saori Morioka y Jaime Reitor bailaron el dueto Dawn (“Atardecer”) con seguridad y elegancia, máxime cuando estamos celebrando el feliz regreso de Jaime a los escenarios.

El Vals de las Horas, otro momento cumbre de la obra, esta vez en una versión muy particular del maestro Vladimir Issaev, omitió los números para el reloj humano que las bailarinas debían haber conformado al final y simbolizó con los colores saturados de los trajes las distintas horas del día.

Después de todo ese desfile dancístico, en el que participaron también los alumnos de la academia de ballet de Issaev –atardecer, czardas y reloj mediante– aparecieron los felices novios para su boda, donde la maestría de Mary Carmen y Daniel se impuso para ostentarnos su estirpe de primeros bailarines en el pas de deux final, en el que ninguno de los dos escatimó su poderoso arsenal técnico, por lo que les auguramos nuevos éxitos, tanto a ella como a Daniel Sarabia, arropados ambos por el esforzado equipo de Arts Ballet Theater of Florida bajo la dirección del maestro Issaev.





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