Wednesday, March 23, 2016

El padre McGrath, jesuita, Hemingway y una historia por contar (por Carlos A. Peón-Casas)


La alusión a una “protección” otorgada al escritor Ernest Hemingway por la Compañía de Jesús, es una afirmación, si no gratuita, por lo menos, poco fundamentada hasta donde se sabe. Procede del testimonio de su amigo José Luis Herrera Sotolongo, al escritor Norberto Fuentes, autor del reconocidísimo Hemingway en Cuba, para algunos, “la biblia de los hemingwayanos cubanos”, aunque en mi modesta opinión, nunca hay que exagerar…

José Luis Herrera Sotolongo, realmente un amigo cercanísimo a Ernest Hemingway desde los tiempos de la Guerra Civil Española, afirma lo anterior cuando está refiriendo a las para él inexistentes creencias religiosas de Papa, pero acotando de inmediato:
(…) Mas tenía una protección por parte de los jesuitas. No sé por qué, pero una cosa que, al parecer venía de los ancestros familiares. De acuerdo con esto Hemingway estaba bajo el amparo de los jesuitas. Podía contar con la ayuda de esta orden en un momento determinado, o esconderse en uno de sus conventos, o hacer uso de ellos. Hemingway recibía por correo una publicación norteamericana de la orden(1)
Su argumento, en honor a la verdad, resulta de entrada contradictorio: Hemingway, nos dice antes: “no tiene religión”(2); y a renglón seguido nos lo ubica como un verdadero protegee de los padres jesuitas, con derecho de asilo incluido. Pero, lo más insólito a mi ver, es que aduce cualquier cercanía con la Compañía, a la de los ancestros hemingwayanos, todos protestantes de pura cepa. Realmente un verdadero dislate que hasta donde sé, nadie ha intentado corregir, y que se recoge en el libro de Fuentes como un testimonio más, sin oportunos cuestionamientos por parte de aquel.

En verdad, lo que si es absolutamente cierto, es que Hemingway tuvo amistad, o al menos cercanía, con un sacerdote jesuita en particular: el padre Thomas J.S. Mcgrath, a quien frecuentó durante los años de su estadía en Key West, tal y como lo testimonia Paul Hendrickson en su enjundiosos libro de coordenadas biográficas(3): Hemingway’s Boat, ciertamente muy revelador de más de un arista controvertida en la vida de Hemingway, y en especial en las coordenadas que lo conectaron con su yate Pilar. 

La historia va entonces por coordenadas marineras. El sacerdote de marras, un animoso pescador como Hemingway, concurre un buen día, desde Miami. donde residía, hasta Key West, para contarse entre los no pocos invitados de Papa y abordar, el recién estrenado yate Pilar. El suceso nos remite a mayo de 1934. 

El suceso nos remite a mayo de 1934. De aquella ocasión queda la evidencia que se nos relata en el ya citado libro, en que ambos se enrolan en las lides pescatorias desde el yate, y por azares del destino, son co-partícipes de una sensacional captura, pero escuchemos del propio Hendrickson, los intríngulis de aquel suceso poco aireado entre nosotros:
(…) Un sacerdote jesuita, el padre McGrath, que vino de Miami y quien más bien se había invitado a bordo, a sí mismo, para una tarde de pesca, se agencia un record de captura con anzuelo para todo el Atlántico, en un lugar conocido como la Barrera de las Diez Brazas, a unas ocho millas de Key West. El sacerdote, que era más un pescador de caña desde el muelle, que un verdadero marino de mar afuera, no pudo cobrar el peje debido a que sufría una artritis severa en su brazo izquierdo. Por ello, el capitán del Pilar se hizo cargo, y terminó el empeño, en cuarenta minutos de impar lucha, hasta que la bella pieza derrotada fuera ensartada y subida a bordo(…) Esa noche, era oficialmente pesada frente a ocho testigos en las fiables pesas del frigorífico de Charles Thomson(…) 119 libras y media de peso y 9 pies y tres cuartos de largo(…) Pero la más grande captura jamás conseguida en el Atlántico con vara y carrete, se marcará con un asterisco en el libro de los records: anzuelada por Thomas J.S. McGrath, cobrada por Ernest Hemingway de Cayo Hueso(…)(4)
La anécdota empero, sigue teniendo otros matices, que nos serán develados más adelante; sobre todo en lo que concierne al record de aquel marlín subrepticio para la temporada que todavía no empezaba, y que no pudo ser atribuido a dos personas, pero que evidentemente, se produce a bordo del barco de Papa, justo doce días después que lo estrenara, y que indudablemente hubiera sido:
(…) un muy apetecible bocado para el hombre que lo lograra(…) pero estaban en mayo, y en los alrededores de Key West eran esperables el Martín pescador, el pejerey, el sábalo, el bonito, el tiburón, el amberjack, el delfín, la barracuda-pero ¿que eran aquellos al lado de un marlín?
Por ende, la celebración que siguió a la captura tuvo sin dudas un sabor agridulce para un Hemingway que de cualquier modo, como sigue anotando Hendrickson: “hizo muchas fotografías en el muelle, descorchó el whisky y el champán(…)”(5). El sacerdote, en cambio fue más parco: “Father McGrath no se apuntó para las fotos pero sí para el champán”(6).

Unos días después, Hemingway revisó con interés el reporte del periódico local Citizen, en que un cronista, presumiblemente avisado por él mismo, parecía achacarle todo el protagonismo de la jornada, en detrimento de la verdad de un suceso de méritos compartidos con el anónimo jesuita:
Ernest Hemingway, el autor está ansioso por conocer el record de captura de un pez vela en el Atlántico, porque ha obtenido una pieza, que si no es el record, debe estar cerca. Mientras faenaba el martes en la tarde en su yate Pilar, capturó uno de los más esplendidos especímenes que jamás haya visto. El pez era de una perefección inigualable(7).
Ese mismo día, “espoleado quizás por su consciencia de deportista honorable, comenzó a quitarse el mérito por la captura”(8) y así se lo comunicaba a su amigo Gringrich: al darle detalles del suceso, pero en la euforia mal contenida, pifiaba el nombre del jesuita, y hasta el sexo del pez:
Estaba tan bellamente proporcionado que no parecía lo que pesaba. Yo no lo reclamaré porque yo no lo anzuelé, por eso estoy tratando que el Padre MacGrath lo reclame. De cualquier modo lo considerarán un record para el Atlántico”(9).
El padre, por su parte, ya en Miami, nos sigue contando Hendrickson, concibió un anónimo reporte del suceso, que logró con suerte insertar en las páginas del Miami Herald bajo el sugerente titular de “Testigo ocular”. Hemingway leyó el artículo, y ni corto ni perezoso, le hizo llegar de inmediato un telegrama al sacerdote:
“La historia y las fotos están bien conmigo, ya que se aclara que Hemingway ha rechazado firmemente reclamar el record a su nombre ya que otra persona fue quien consiguió el pez aunque reclama el record Atlántico por el pez ya que fue pesado en pesas calibradas ante ocho testigos. Pausa. Agradezco fotos. Envío cuenta. Saludos(10).



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  1. Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. p. 130
  2. Ibíd.
  3. Otras biografías serias como la del investigador Carlos Baker, (Ernest Hemingway. A Life Story) por cierto, la única consentida en vida, por Papa, no deja constancia alguna del hecho al que aludimos
  4. Hemingway’s Boat. Paul Hendrickson. Vintage Books. London.2013. p.132
  5. Ibíd. p.205
  6. Ibíd.
  7. Ibíd. p.206
  8. Ibíd.
  9. Ibíd
  10. Ibíd.

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