Friday, April 17, 2015

Poemas (de Tinito Díaz)

Nota del blog: Agradezco a Tinito Díaz que comparta con los lectores del blog esta selección de textos suyos, incluidos en su poemario Deltedio (Ediciones Hoy no he visto el Paraíso).



 Foto/Ulises Regueiro
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Eliseo (in memoriam)

... y ahora, sea este otro pretexto para reencontrarnos
como polillas “vestiti di ritagli di giornali
en la inmundicia que despide el tedio,
a través del licor del verso,
esa espiritualidad que fluye
en la indecible música del silencio,
se funden el espectro y la materia,
para definirse en las palabras que robo de algún libro,
palabras que como las putas se van con cualquier cliente.
En el rechinar del recuerdo: el niño y su tirapiedra
tras los gorriones del verano,
la adolescencia sobre el índice del reloj en la mesita
que Rafael, le hizo a mi tía en la calle Manrique.
Mis primeros encuentros con Poesis, el parque de los leones;
octosílabo que rescato en el pozo de la memoria.
No es raro que me sienta conmovido ante la elísea costumbre
                  de los leones, su complejo de Argos Panoptes,
el chirreo de los solares, tantos versos chapoteados
                  de San Rafael a Obispo,
                  de Obispo a San Rafael,
la obstinada procesión de alguien que recorre la ciudad por matar el tiempo,
                  para ahora contar las arrugas de aquellos días,
                  pero es que el exilio tiene cara de cíclope,
como Kristo la tiene de bárbaro, “Deus est anima brutorum”,
sus tribus de arcángeles mitomaniácos, en las pocilgas de 10deOctubre,
los portales, ya no son los portales y la calzada es otra cosa,
                  la túnica de la madona y el niño rubicundo,
                  entre el grajo y los inodoros a la intemperie,
se pudren los rezos en la iglesia, agoniza la paloma del espíritu santo.
Porque no solo la gracia, también la vergüenza se ha perdido
como la paloma que muere en el cenáculo, mientras las iyalochas invocan a San Dima.
Con qué oscura nostalgia escribo sobre la adolescencia y sus escombros,
aunque ya no conozco a ese país de hedores innombrables;
tú, tampoco amigo mío, da fe ello la hambruna;
más bien limítate a soñar como eran entonces:
                  “Los días de tu vida
la escalinata y el soliloquio de las nubes cheguevaristas, no es sino una mueca
que el tiempo va pincelando con “istrumenti mai veduti
el evangelio de la tierra donde en cenizas te resumes
hediondo a coronilla, el cráneo del lagarto sobre la grava,
la pipa que en un pedestal he puesto, no te rías, hablo en serio;
                la pipa grácil con que te invoco.
El incienso que desprende tu voz en la penumbra,
el hedor de los libros como la estancia donde se aloja mi consciencia,
el hedor afable de los libros, mi refugio.
Eliseo, limítate a soñar como era entonces, no repares en estos predios,
acicalados por el chisme y la mediocridad, ¿y la poesía?
hay que invocar a San Dima para que la encuentre.
En estos predios como ladrones se reparten el cuerpo de Kristo,
la vanagloria del viandante en el gallinero; David reducido a polvo,
como la basura que el mar escupe hacía el malecón donde en espíritu me encuentro,
                  «leer», amigo, «leer» es como mejor puedo definir este proceso,
                  la poesía, como un rostro que se refleja en el espejo ciego,
                  al que lanzamos un escollo y se astilla en mil pedazos.




De un modo de comportamiento (Gonzalito)


Solía masturbarse a la intemperie,
deambular como un zombi por las calles y recoger colillas,
alimentarse con las migajas de sarcasmo que la plebe
le ofrecía; animal concéntrico en la mugre, el mundo
se condensaba en torno suyo. La mugre lo amparó del invierno
durante muchos años.

Solía orinar en las esquinas mientras charlaba con sus dioses.
Hoy pasa las horas en una cápsula:

a) ya nadie le grita pajizo
b) sus parientes le cocinan y hasta le ayudan a bañarse
c) fuma cigarros importados

PERO no hay unidad de medida para el peso de su angustia;
la mugre ya no lo ampara del invierno.



Conversación con Bernardo Soares

... y otra vez en esta habitación
infestado por el tedio,
encuentro mi cuerpo,
que es poca cosa en apariencia,
radiografía,
leve cual la luz que me impregna
mientras pienso
en lo pequeño que soy sin serlo,
en lo grande que soy sin serlo,
la inteligencia apenas me sirve
para revocarme entre la grasa y la pintura,
día tras día almuerzo un plato de mugre
con ensalada de letras.
Teniendo en cuenta que la poesía
no es más que las vivencias del poeta,
creo imágenes con mis sentimientos,
las coloco como mi padre,(el albañil),
colocaba los bloques.
Mi padre, que nunca puso un bloque
en nuestra casa -así de simple-
como quien niega una moneda
por no meterse la mano en el bolsillo.
De tanto contemplar la ceniza de mis peregrinaciones,
el fluido de la palabra según la libera el pre-consciente,
comprime la sangre en la cabeza,
de tanto fijar los ojos contra el sepulcro del ayer
¿Qué valor moral o psicológico puede existir
en pronunciarme contra lo absurdo?
No tengo ganas de sublevarme contra su cotidianidad.
Quiero tomar consciencia de sus capacidades,
asirlas con los dientes,
al fin y al cabo ya he perdido un par de muelas,
en esta ciudad donde la divina envidia
ocupa el palco de La Divine Comédie
contemplo su cofradía como hecho consumado,
soy una mosca más en este caldo de hígado,
en este caldo que derrama el mes de enero.
Como una gota de luz sobre mi cara,
la imagen de Nossa Senhora Aparecida,
Nossa Senhora sin cabeza como en las redes de Porto Itaguacu,
Nossa Senhora da conceicao como «Cacaca»
también yo, soy una imagen; el bagazo de un recuerdo,
tal vez por la secuela de ser hijo único,
cuando nací, mi hermana ya era ceniza.
A veces la siento mientras duermo,
intento alcanzarla pero es la funda,
el manto de Nuestra Señora Aparecida.
Aún conservo la estatuilla que me regaló
Rosangela, aquella tarde en Santos,
qué saudade, se precipita sobre mí como un zombi,
saudade que roe -viciosamente- mi osamenta,
(....
....) el tedio arañándome la espalda.
Me siento a veces como un trapo con el que alguien se sopla la nariz,
en este lodo donde seré siempre un extranjero
en este lodo donde se revuelcan el talentoso y el mediocre.
en este lodo donde mi fantasma intenta extirparme una (aflicción pueril
y lavarme el alma,
debes lavar tu alma como lo haces con el cuerpo
insiste mi fantasma, cual la nota que germina del silencio que despide
el oro mínimo del tiempo.
Esa angustia de estar limitado a un cuerpo,
a los sentimientos que de él fluyen como burbujas, en pasajes que construyo con el presente,
estoy desvalido en el presente y eso pesa como el cansancio de la consciencia,
todo en exceso pesa, hasta el intelecto,
se diluye dejando un vacío negro como el luto,
un vacío que vertemos en el cáliz del prójimo,
porque es más fácil desacreditar al prójimo, que a uno (mismo,
la aristocracia salvaje del hombre,
lo que conocemos como «política del buen vecino»
¡Qué desgracia!
Ah, pero en la antigüedad los dioses eran salvajes
y se manifestaban en forma animal:
             Dios cabeza de asno
             Dios cabeza de carnero
             Dios cabeza de elefante
             Dios cabeza de jabalí
             Dios cabeza de pájaro
             Dios cabeza de perro
             Dios cabeza de pescado
             Dios cabeza de serpiente
Así eran los dioses en la antigüedad, hasta que el hombre se empeñó en ultrajar su forma, desdoblándose en otros dioses:
             Cabeza de burro
             Cabeza de chivo
             Cabeza de trompa
             Cabeza de cochino
             Cabeza de pollo
             Cabeza de salchicha
             Cabeza de cherna
             Cabeza de culebra
La inconsciencia de la consciencia del humano y sus secreciones teológicas,
en torno a la consciencia de la inconsciencia como un diezmo
por el carbonífero aire que respiramos .
Aun cuando hay en mí una carencia antigua, me queda la (gracia de hilvanar versos
y esa gracia es el motor que me impulsa porque en ella me transporto hacía otras vidas.
Pero de qué sirve esa gracia, sí no puedo acariciarla. Para (qué me sirve el intelecto, sino para vomitar mi angustia,
esa angustia que resurge camuflada en un poema ante el (rigor del pre-consciente.
Sin embargo, esa es mi estética. No es que yo sea gran cosa,
más bien soy un guajiro como Caeiro,
solo que me falta el rebaño
y la altura no me acompaña,
por tanto dejémoslo ahí,
meu caro Bernardo,
sigo en esta habitación,
infestado por el tedio.
Debo enjabonar mi alma,
restregarla hasta que sangre,
cual la moneda que se desprende de la mano
y cae entre dos mendigos.


 
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Jesús Alberto Díaz Hernández «Tinito» (29 de Mayo, 1971, Pinar del Río). Escritor, dibujante. Estudió licenciatura en lengua inglesa en el Instituto Pedagógico de Pinar del Río. Tiene publicados varios poemarios: «Discurso en la penumbra», Editorial Hoy no he visto el paraíso (2012) ”Sanctasanctórum”, Editorial Eriginal Books (2012), “Deltedio”, Editorial Hoy no he visto el paraíso (2014). Sus poemas han aparecido en varios blogs y revistas literarias, tales como: Otro Lunes, Caña Santa, Inactual y La Peregrina. Textos suyos han sido traducidos al francés. Actualmente reside en Miami, Florida.

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