Tuesday, September 17, 2013

Crónica: Mi Eliseo Diego personal (por Waldo González López)


Yo lo admiraba desde que lo descubrí en sus versos sugerentes y aunadores de hondas lecturas y lectores. Y, en particular, mucho me habían deslumbrado los textos de uno de sus poemarios (para mí el preferido): Oscuro esplendor

Yo sabía que él había creado la Sala Juvenil de la Biblioteca Nacional José Martí, y desde 1971, cuando visitaba este ámbito, lo veía de lejos, pero no me acercaba por el respeto que imponía su imagen de poeta inglés. Así, sólo vendría a conocer in situ a Eliseo Diego, en 1972, gracias a una de las visitas semanales que yo hacía a la más importante Biblioteca cubana, para escuchar lo mejor del “arte de bien combinar los sonidos” en el espacioso salón del segundo piso, donde charlaba con un inquieto creador que ya admiraba y con quien a menudo conversaba, en camino de una amistad que luego se ampliaría…, pero contaré en otro momento esta anécdota sobre el relevante compositor Carlos Fariñas, a la postre director de la Sala de Música. 

Mas, el objetivo primero de tales visitas a la BNC era, por supuesto, el para mí añorado y feliz encuentro con dos poetas y ensayistas admirados: Fina (García Marruz) y Cintio (Vitier), siempre en sus “celdas”, según nominaban ─a lo monástico─ sus mínimos ‘enclaustros’, donde laboraban toda la jornada y donde no pocos escritores, de variada estipe, los visitábamos para charlar, intercambiar criterios y, como yo, aprender de su cultura literaria. 

Bien, pues, tuve la buena suerte de que un buen día, se apareciera su ‘hermano’ Eliseo (Diego), al que fui presentado por Fina y Cintio. Me ganó de inmediato ese aire tan especial dieguino, que le otorgaba un sello distintivo, por su cariz inalterable, su breve barba y su cansino andar, peculiaridades que le otorgaban una particular impronta que lo distinguía entre todos los poetas cubanos. Y entre los que, por supuesto, brillaba por su poética esencial, sugerente y alusiva, como un pez de tinieblas, para decirlo con un excelente verso del común colegamigo Félix Pita Rodríguez. 

Claro que, a partir de ese momento, Eliseo continuaría siendo mi poeta preferido del Grupo Orígenes, como Fina y Cintio, mi poetisa y mi ensayista de cabecera, respectivamente.

EN LA FACULTAD DE LETRAS Y ARTE

En 1972, este cronista ingresaría en la Universidad de La Habana, en cuya Facultad de Letras y Arte, cursaría la carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana, donde, cuatro años más tarde (1976), concursé en el entonces prestigioso (y desde tiempo atrás, injustamente desaparecido) Concurso “13 de Marzo”, del alto centro de estudios.

Fui invitado a la entrega de premios (en la que yo aspiraba a uno de los lauros en la categoría de Poesía para Niños), y allí encontraría al Poeta. Cuál no sería mi sorpresa cuando, al leer el acta el propio Eliseo, Presidente de tal ‘género’, me anunció como ganador del lauro de ese año. 

La alegría tenía que ser mucha, pues era el primer Concurso Nacional en el que yo participaba y el también primer premio que yo obtenía y, más aún, el recibirlo de manos del que, con Félix Pita Rodríguez, constituía para el joven poeta que era yo entonces, el dueto esencial de la poesía contemporánea.

A partir de ahí, claro, la ingente amistad de Maestro y discípulo se acrecentaría con charlas en distintos lugares y, además, con un hecho que mucho valoré: Al confesarle a Eliseo que su poemario preferido por mí era Oscuro esplendor, me lo obsequió con una sencilla pero hermosa y anticipadora dedicatoria, en la que, con su menuda letra, escribió:
Para Waldo González,
       a quien tanto estimo y
      de quien tanto espero:
             su amigo

          Eliseo Diego
                              Agosto de 1976
Justamente, cuando le dije que ya conocía Oscuro esplendor y que era, entre los suyos, mi poemario preferido, para satisfacción del joven poeta, me respondió que justamente ése era también el de su preferencia.

SU PRÓLOGO

Esa noche no le dije nada, pues no me pareció pertinente, pero dos o tres días más tarde, al encontrarnos le solicité que, como los organizadores me dijeron que escogiera un prologuista. Así, le solicité un prólogo que iría en el frontispicio del breve libro que, —como homenaje a otro de los grandes poetas preferidos: Juan Ramón Jiménez— lo titulé Poemas y canciones, influido por el notable autor de Platero y yo

Sin dudarlo, Eliseo aceptó y me dijo que recogiera dos días más tarde el prólogo en su hogar. Así hice. Y me llevaría otra sorpresa, al leer aquella hermosa prosa poética: “Palabras para abrir un cofrecillo mágico”, donde subrayara:
Verdadera poesía es la que nos pone frente a la belleza oculta de la vida, dejándonos buscar la respuesta a solas. ¿Qué importa que los poemas, o los lectores, tengan pequeño o grande el tamaño? Las palabras serán siempre mágicas, abriéndonos los ojos a la verdad del sol y la luna, del tomeguín y el caballito de mar, de la montaña y el río y los ciclos del agua, del comandante que se atreve a arrancarle a la mañana las semillas de un hoy nuevo y el campesino que con amor las siembra en una tierra ya de todos.

Dentro de su breve libro Waldo González López supo encerrar muchas cosas, sonrientes, bellas e importantes, y encontró palabras sencillas ─ni trabalenguas ni ñoñerías─ que con sólo leerlas atentamente llaman a las criaturas y las hacen aparecer ante nosotros, vivir otra vez iluminadas.

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES DE UNA HONDA AMISTAD

Luego volvimos a coincidir en otros momentos, en los que, para dicha del aún joven poeta que era yo, compartíamos jurados con otros queridos colegamigos.

Así, una y otra vez, disfrutaba ─quien ahora teclea con salvaje nostalgia evocando aquel tiempo de Poesía y Vida─ la siempre dilecta compañía del Poeta, cuyo finísimo sentido del humor nos acompañaba en cada uno de tales encuentros como jurados de eventos de Talleres Literarios, en los que fungíamos como jurados. 

Luego sería su partida a México, donde, mucho después y lamentablemente, fallecería a causa de la altura de la capital mexicana, lo que afectaría la salud del Poeta, cuyo sensible corazón no pudo soportar tal dimensión de «la región más transparente», para decirlo con el título de una gran novela de uno de los más singulares narradores latinoamericanos, el Premio Cervantes mexicano Carlos Fuentes, recién fallecido.

UN RECUERDO PARA ELISEO DIEGO

Ya lo dije arriba y lo he dicho en otras ocasiones: de los enormes poetas cubanos, los que más han influido e influirán en mi quehacer lírico, está en primer lugar el Premio Nacional de Literatura Eliseo Diego. 

Por ello, escribí hace muchos años e incluí en varios de mis poemarios, el siguiente texto que de algún modo evoca su entrañable presencia, pues creadores como Eliseo Diego no suelen repetirse a menudo.

En mi primer poemario Este himno, la vida (Editorial Arte y Literatura, 1977), incluí este brevísimo texto:
SUEÑO Y CANCIÓN

                   “como quien dice adiós a lo perdido”
                                Eliseo Diego

En su cara la luz juega
como mariposa blanca:
allí donde tanto sueña
el niño vuela y se escapa

Por los senderos del agua
y el camino de la hierba:
allí donde tanto canta
el niño deja su huella.
Mucho más tarde, en mi enseguida agotada antología de poemas cubanos sobre boleros y canciones Añorado encuentro (Ediciones Extramuros, 2001), incluí su hermoso poema “Las guitarras”, que enseguida transcribo:
Los músicos halagan sus cariñosas guitarras. La muerte, de antiguo dril, escucha inmóvil.
Los músicos elogian al sol y enumeran con delicia las dulzuras más importantes.
La muerte, de antigua dril, escucha inmóvil.
Lentos, los músicos acallan sus cariñosas guitarras.
La muerte vira la cara.
ESTA CÁRCEL DE AIRE PURO…

Por último, en Esta cárcel de aire puro. Panorama de la décima cubana en el siglo XX. I parte (1900-1959), Editora Abril, 2010, mi esposa, la investigadora y editora Mayra Hernández Menéndez, y yo incluimos dos de sus excelentes espinelas:
EL RETRATO

Tu seca barba en la mano
me convence de una vez.
Si en la penumbra te ves
un poco en sueños, lejano,
si el amarillo malsano
del tiempo mágico empaña
la realidad que te baña
en su luz parda, qué importa.
Entre sus dedos la corta
barba de nieve acompaña.

EL ESPEJO

Está dormido el espejo
en la noche del verano.
Las sillas, la mesa, el piano,
dan un lívido reflejo
como en los sueños de un viejo
las memorias de otros años.
Y el hilo que va en los paños
iluminando el misterio,
es el rojo farol serio
del tren distante y extraño.

BRILLANTE ESPLENDOR DE ELISEO DIEGO

Cierto: brillante esplendor el de este Poeta que todo lo que tocó ─tal un Rey Midas tropical─ lo convirtió en el oro de los días, tal titularía uno de sus últimos poemarios. 

Superviviente del reino frágil de la memoria, Eliseo supo, como nadie, otorgar vida a lo que sólo él sabía y podía otorgarle existencia: las cosas de la vida.

Así, bien se merecía esta crónica en la que evoco su gran Poesía, su cautivante bonhomía, su inefable estar y permanecer. 



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Waldo González López. Poeta, ensayista, critico teatral y literario, periodista cultural. Publica en varias páginas: Sobre teatro, en teatroenmiami.com, Sobre literatura, en Palabra Abierta y sobre temas culturales, en FotArTeatro, que lleva con la destacada fotógrafa puertorriqueña Zoraida V. Fonseca y, a partir de ahora, en Gaspar, El Lugareño

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