Tuesday, August 13, 2013

Adolfo Guzmán, el poeta de la canción y el bolero (por Waldo González López)

Nacido en La Habana de 1920, Adolfo José Guzmán González, notable compositor, pianista, instrumentista, director de orquesta, fue, por sobre todos sus méritos, uno de los más importantes músicos cubanos de la segunda mitad del siglo pasado, sobre todo cuando descolló como pocos con su exitosa creación y actividad musical a partir de la década de 1930-1940, hasta su fallecimiento.

A los ocho años inició estudios de piano con Alberto Falcón, que concluye en 1936. Más tarde, fue alumno de armonía, instrumentación y composición de Bernardo Moncada. Inició su carrera artística como pianista acompañante del cantante Floro Acosta, con quien formó el Dúo Ideal. Fue pianista acompañante del conjunto argentino Los Románticos Gauchos y del cantante también rioplantense Alberto Gómez, con quien realizara dos giras a República Dominicana. En 1938 integró como pianista Los Románticos Gauchos —al cual perteneciera el más tarde destacado actor Ricardo Dantés—, con el que se presentó en la radioemisora CMW Cadena Roja; en 1941 pasó a la RHC Cadena Azul, en la que acompañó al cantante argentino Alberto Gómez, con quien en 1944 viajó a Santo Domingo, República Dominicana. Ese año acompañó a las cantantes Libertad Lamarque, Amanda Ledesma y al cantante Hugo del Carril.

También dirigió las orquestas de los cabarés Montmartre y Zombie Club y La Habana Casino, como las de los teatros Campoamor y Warner (hoy cine Yara), a la vez que condujo la célebre agrupación Riverside y realizó las orquestaciones para grandes figuras de la música como Jorge Negrete y Tito Guízar, cuando se presentaron en Cuba. 

Como arreglista se le considera de innovador al introducir en la música conceptos contemporáneos, provenientes del jazz. Desde el cuatro de agosto de 1960 y hasta su fallecimiento (el 30 de julio de 1976) presidió el Instituto Cubano de Derechos Musicales. Organizó, con la recordada pianista, compositora y arreglista Isolina Carrillo («Dos gardenias») el Coro Gigante de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Entre 1967 y 1968 dirigió el cuarteto Los Modernistas. Fue director musical del Teatro Musical, donde dirigió las comedias musicales «Las vacas gordas», de Abelardo Estorino, y «El apartamento», de Jesús Gregorio (1968). Asimismo, «El vergonzoso en Palacio», de Tirso de Molina, y «Pato Macho», de Ignacio Gutiérrez (1969). Realizó giras por Checoslovaquia, RDA y Francia (1966). Participó en la Expo’67, en Montreal, Canadá y viajó a Polonia en 1969. En 1970 dirigió la Orquesta del ICR y la del Festival Internacional de la Canción de Varadero, lo que repetiría cinco años más tarde en la propia playa. Asimismo, condujo la del Teatro Musical y orquestó las aventuras televisuales Ulises, Los tres mosqueteros y Los insurgentes

Adolfo Guzmán —a quien se le dedicara durante años un justo homenaje: el Concurso Nacional de Música Cubana que ostentara su nombre— es una figura esencial, infaltable en la rica creación musical de la Isla. Figura muy querida por todos, hizo mucho por sus colegas. 

LA FAMILIA

El maestro Guzmán fue padre y esposo ejemplar. Tuvo tres hijos: el pianista Adolfo, la musicóloga Ligia (quien es investigadora del Museo Nacional de la Música) y la menor, profesora de música. Todos siguieron el camino del destacado padre y estudiaron en la Escuela Nacional de Arte. 

Mi vínculo con Ligia comenzó en la Escuela Nacional de Arte, durante la segunda mitad de los ’60: cuando ella estudiaba Música, y yo, primero Escenografía y Diseño y, luego, Musicalización y Sonido. Ya graduados ambos, muchos años después, en el Museo Nacional de la Música (donde yo creara la tercera de mis cinco tertulias de poesía, teatro y música) conversábamos sobre su padre y mi bolerista preferido: Vicentico Valdés, pues ya en ese tiempo yo preparaba mi Diccionario del Bolero Cubano (aún inédito), y le hablé de la antológica canción/bolero «No puedo ser feliz». Siempre dulce y amable como su padre, Ligia me facilitó un importante dato, ignorado entonces y ahora por muchos investigadores musicales: Adolfo fue el arreglista de no pocos discos de larga duración de ese inolvidable cantante y bolerista cubano, fallecido el cinco de junio de 1995 en la ciudad de Nueva York. 

Adolfo Guzmán desaparecería el 30 de julio de 1976, dejando tras de sí una obra mayor, considerada y respetada por todos los que aman la mejor música popular cubana. Hasta su fallecimiento, Guzmán trabajó como director de orquesta en la televisión, teatros y espectáculos musicales. Sus canciones y boleros sobresalen por la riqueza y el lirismo de sus textos, como por sus ricas y actualizadas orquestaciones, acordes con el jazz y otros ritmos de la música contemporánea.

Desde que compuso en 1938 su canción «Sin saber por qué» hasta la última de 1971: «He perdido la fe», corroboró su altísimo nivel como compositor de hermosos temas de notable lirismo. Dan fe de estas características que singularizan su significativo quehacer musical, además de la ya clásica «No puedo ser feliz», sus excelentes canciones y boleros: «Melancolía», «Cuando tú me quieras», «Libre de pecado», «Lloviendo», «Al fin, amor», «Profecía», «Te espero en la eternidad» y «Es tan fácil mentir». 

CON ESTHER BORJA

Guzmán fue pianista y acompañante de la gran diva de la canción cubana Esther Borja, en el recordado programa televisivo «Álbum de Cuba». Juntos estuvieron en ese importante espacio musical desde su inicio hasta su desaparición, durante 25 años.

CON BOLA DE NIEVE

En un evento realizado en la capital cubana, a propósito de un proyecto sobre el notable músico, revelaría su hija Ligia: 
Bola de Nieve era muy amigo de mi padre y visitaba nuestra casa con frecuencia. Cada vez que venía a vernos, después de conversar con mi papá durante algunas horas y tararear algunas melodías, se iba para la cocina con mi madre y allí se ponía a ayudarla. En una de esas visitas se me ocurrió preguntarle a papá que por qué se le llamaba a Ignacio Bola de Nieve, si ni siquiera el color de sus manos era blanco. Mi padre, muy serio, me respondió: «Por su alma, que es tan blanca, limpia, pura y transparente como la nieve al caer.» Me explicó además que ese nombre se lo había puesto Rita, de la que igualmente era un gran amigo.
Ligia asimismo confesaría que en una ocasión «No puedo ser feliz» debía interpretarla en México Rita Montaner, pero en el momento del estreno, una indisposición de «La Única», le impidió estrenarla y —para no quedar mal con el público que esperaba ansioso la presentación de la gran cantante— Rita convenció a su acompañante, el igualmente famoso Ignacio Villa (o Bola de Nieve, tal quedó inscrito su nombre en la historia de la música cubana) a que tocara al piano y cantara la composición de su gran amigo Adolfo Guzmán.

Apremiado por “La Única” y por el público impaciente, Bola salió al escenario. Y valiéndose de su maestría, con más improvisación y habilidad que conocimientos de aquella melodía tocó al piano y cantó “No puedo ser feliz”.

El éxito no se hizo esperar y, en carta enviada desde México a Guzmán, le comentó: “Hay noches en que tengo que cantar tu canción tres y cuatro veces. El público la pide incesantemente y llora de emoción al escucharla”.


A vuelta de correo el destacado pianista, devenido ya famoso compositor, director de una orquesta que llevaba su nombre, como también de un programa de la TV y varios de la radio, le contestó a Villa que si aquella composición hacía llorar tanto a la gente, pues que no la cantara más.

Por suerte, Bola de Nieve hizo caso omiso de la orden que le diera su gran amigo y continuó interpretando la melodía, no solamente en México, sino también en otros países de Latinoamérica, dándola a conocer internacionalmente. 

Insuflado por el triunfo logrado, instó a su amigo a que compusiera otra pieza similar, Guzmán complació su petición y escribió especialmente para él la melodía “Otro silencio”, la cual nunca llegó a las manos de Bola de Nieve, pues la muerte le sorprendió en México, poco tiempo después de haber hecho su petición. 

“Y como esa pieza fue compuesta para su gran amigo, mi padre, mientras él vivió, no quiso que nadie la interpretara. Ahora, que estamos dando a conocer toda su obra en un proyecto que patrocina la Empresa «Adolfo Guzmán», estamos difundiendo esta composición y otras que son tan desconocidas como la que le dedicara a Bola de Nieve”, aseguró Ligia Guzmán en otra parte del conversatorio.

MÁS CRITERIOS SOBRE GUZMÁN Y «NO PUEDO SER FELIZ» 

«No puedo ser feliz» ha engrandecido, y mucho, la carrera de otras figuras emblemáticas de la música iberoamericana. Tal es el caso del mundialmente conocido compositor e intérprete mexicano Armando Manzanero, quien —en el Medellín de 1966, con motivo de la presentación de uno de sus discos que incluía canciones de varios compositores de Latinoamérica— declaró que “de todas estas melodías la que más me hubiera gustado componer porque es una canción hermosa, porque es la que más me ha conmovido desde que la escuché la primera vez, es «No puedo ser feliz», del compositor cubano Adolfo Guzmán”.

Otro tanto afirmaría uno de los más grandes cantantes cubanos: René Cabell, quien después de dar a conocer la música cubana en varios países del continente, viejo y enfermo, decidió establecerse en Bogotá. Allí, en cierta ocasión se le preguntó, partiendo de sus grandes experiencias como músico, quiénes serían a su juicio los tres mejores compositores de su época. A lo que respondió visiblemente emocionado que entre ellos están “Julio Gutiérrez y Adolfo Guzmán. Julio por ‘Inolvidable’ y Adolfo por ‘No puedo ser feliz".

En estos dos compositores y en estas dos melodías, Cabell resumió una historia hermosa de la música cubana en aquellos años 50, cuando al decir de algunos historiadores y musicólogos, fue la época de oro en el quehacer de la composición y de la música cubana en general. 

Y otra personalidad cubana, como Cuca Rivero —quien durante décadas compartiera experiencias con el Maestro, sobre todo cuando ella dirigía el Coro del ICRT— precisaría su evocación: “Un músico superior, excelente como persona y familiarmente, muy querido, de gran sensibilidad con los problemas ajenos”.

Por último, otro destacado de la música cubana, el guitarrista y director orquestal Rey Montesinos —quien desde 1973 compartió con Guzmán sus labores como conductor de la Orquesta del ICRT— subrayó que fue un pianista excepcional, capaz de tocar las polonesas de Chopin con mucha facilidad al igual que acompañaba a cualquier cantante a la perfección sin ensayos previos. 

NO SÓLO CANCIONES Y BOLEROS

Entre otros de sus numerosos temas cantados por destacadas voces, figuran:
  •  «Amar, vivir» (Beatriz Márquez)
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  • «Mi tambor y yo» (Miguelito Cuní con Félix Chapottín)
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  • «Cuando me llega a la imaginación (Cuarteto Yo, tú, él y ella)
  • «En la tierra, en las espigas» (Grupo Síntesis)
  • «Para ser quién soy» (Mayra Caridad Valdés)
  • «Canción de este tiempo» (Gustavo Felipe Remedios)
  • «Amanecer de una verdad» (Los Modernistas)
  • «Manantial de inspiración» (Pedro Gómez con la Orquesta de Música Moderna)


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Waldo González López. Poeta, ensayista, critico teatral y literario, periodista cultural. Publica en varias páginas: Sobre teatro, en teatroenmiami.com, Sobre literatura, en Palabra Abierta y sobre temas culturales, en FotArTeatro, que lleva con la destacada fotógrafa puertorriqueña Zoraida V. Fonseca y, a partir de ahora, en Gaspar, El Lugareño

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