Tuesday, October 26, 2010

El Trago de los Tigres (Novela inédita de Sindo Pacheco)

Parte 3. Capítulo 7: Ronaldo Santana, compañero



por Sindo Pacheco
(para el blog Gaspar, El Lugareño)





El Teatro de la Facultad estaba repleto. En la mesa presidencial, Marta Miriam, dos profesores, y un invitado especial, todos con los rostros graves, solemnes: silencio, atendieran allá, por favor, ya iban a empezar…: bien compañeros, todos sabíamos, compañeros, el momento histórico que estábamos pasando, compañeros, y el esfuerzo que hacía nuestro gobierno para garantizar la educación y el bienestar, y no podíamos permitir, de ninguna manera, compañeros, que elementos ajenos al Proceso, invadieran los Centros de Estudios; y sin más preámbulos, empezaríamos analizando el caso de José Matías, que se pusiera de pie el compañero. Y José Matías estaba pálido, y miraba hacia todas direcciones como si buscara algo, como si hubiera perdido algo importante, las tablas de la ley; los que desearan opinar del compañero, levantaran la mano; usted, compañera Alicia, qué tenía que decir; y la voz de Alicia era viril, Matías estaba grave, frito, liquidado, era un antisocial, contrarrevolucionario, homosexual; eras eso, Matías, un compañero homosexual, maricón, que le gustan los machos, y había que limpiar el Centro, higienizarlo, hacerle una pofilaxis, Matías, y fíjate bien, analiza que tú lo ensucias, lo cagas, lo llenas de vergüenza, compañero; sin embargo, esta asamblea era tan democrática, compañeros, que aún así, le concedía a Matías el derecho a la defensa: ¿deseaba alegar algo el compañero…? Y Matías negó con la cabeza y siguió mirándose los zapatos, nada tenía que alegar, solo el silencio, ese silencio que otorga; y ante aquellas evidencias irrefutables, la asamblea proponía su expulsión: los que estaban de acuerdo en contra los que se abstenían…, unanimidad; gracias, compañeros; podía sentarse, José, no tenía que irse ahora mismo, se sentara, viera que no era el único, y escuchara que Carlos Beltrán —favor se pusiera de pie— era un compañero que no asistía a las reuniones ni a la guardia ni a las actividades de su colectivo estudiantil, compañeros, y que había tenido manifestaciones incompatibles con un compañero revolucionario, por lo que también pedían su expulsión.

Y Carlos Beltrán no estaba de acuerdo, claro que no, a él nadie, ni siquiera el Estado podía quitarle el derecho a la educación, compañeros, él había nacido en Cuba como todos; pero viera, compañero, a él no lo expulsaba la Universidad ni el Estado Cubano, que era demasiado generoso, lo expulsaban los estudiantes, la Federación de Estudiantes, es decir, la FEU, los propios compañeros, así que mirara bien, compañero, cómo hablaba del Estado, se midiera bien no fuera a ser, compañero, que tuviera consecuencias peores: La Universidad era para los compañeros, compañeros (aplausos, aplausos prolongados, ovación); y fueron llamando a más compañeros, algunos eran revolucionarios, pero tenían novios o novias o amistades, o se juntaban con otros compañeros de dudoso comportamiento, que iban a las Iglesias o a los Templos, y levantaran la mano los que tenían algo que decir, y los que estén de acuerdo, y en contra; y se fue Matías, compañero, y Beltrán, compañero, y Ronaldo Rony Santana, compañero, que ya no estaría más en el aula y lo extrañábamos, y era como si una cosa completa le cercenaran un pedazo: Susana nos estamos muriendo, nos estamos ahogando, sentimos vergüenza de quedarnos callado, de no defenderlos, y sentimos mucha rabia de toda esta mierda; no te dijimos nada de aquel asco, de las ganas de irnos de este mundo para no entristecerte; sólo queríamos tener a alguien que nos comprendiera, que nos dijera: piénsalo bien, y luego decide por ti mismo, para irnos sin remordimientos, para tener el valor de decirle a Panchita y a Paquito: viejos, nos fuimos al carajo, quítense esos humos de su hijo ingeniero, profesional, hombre de bien; esta vez no nos botaron, nos fuimos solos, solitos, con buenas notas y el curso aprobado. Adiós Susana. Tal vez llores por cuarta vez, o tal vez lloremos juntos, gracias por confiar en nosotros, toma el corazón y no lo entregues a cualquiera, no te olvidaremos, vendremos a verte, te escribiremos, estaremos en tu graduación, mucha suerte. Nos despedimos así, como el que piensa verse al día siguiente o en la próxima encarnación, como si ella fuera ésa, la mujer que un día iba a pasar por nuestras vidas sin saber que pasaba.


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1 comment:

Teresa Dovalpage said...

Lo más terrible de esas situaciones es ser culpable de no hablar, de no defender, de ser....apáticos. ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas de que nos acusaban tantas veces de ser apáticos? Y quizás tenían razón, fuimos apáticos por NO defender a los otros apáticos, acusados también injustamente. Qué trabalenguas, qué horror, qué confusión...
Gracias por "dejar constancia del hecho" como dirían aquéllos en su terrible lenguaje burocrático...

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