(La Prensa). Quien se informe sobre la crisis hondureña comprende —aunque proclamase lo contrario— que el ex-presidente Manuel Zelaya, en su intento de preparar la reelección (azote sangriento en la historia iberoamericana), violó varios artículos constitucionales, entre otros el 42, inciso 5to., el 239, y el 374. Además, Zelaya atropelló la autoridad del Congreso, de la Corte Suprema y del Tribunal Supremo Electoral de Honduras. Desafió al ordenamiento legal, asaltó una base de la Fuerza Aérea y sustrajo las urnas electorales (previamente “arregladas” y enviadas desde Venezuela), para usarlas en una votación irrefutablemente ilegal y, además, fraudulenta.
Igualmente inequívoco es el Derecho Internacional en cuanto a las cualidades de todo mediador de conflictos: Imparcialidad, conocimiento y honorabilidad. Pero ocurre que don Oscar Arias, mediador en el problema hondureño, no reúne todas esas cualidades. Este señor se pronunció desde el inicio a favor de una de las partes en el caso señalado. Por ello, en homenaje a la honorabilidad, Arias debió inhibirse. Pero su adicción escénica es irrefrenable y aceptó “mediar” en cuanto le hicieron señas, sabiendo que su actuación sería una impostura.
Cuando el ex-presidente Zelaya llegó de sombrero y nocturno camisón al aeropuerto de San José, don Oscar (al recibir a su inesperado huésped), lo primero que hizo fue condenar “el golpe de Estado”, y esto que don Oscar estaba todavía medio dormido y no conocía a fondo ni los hechos ni la Constitución de Honduras. Ello, de inicio, marcaba sus preferencias y sería la primera entre una cadena de perlas. (sigue)
Foto/Reuters
Igualmente inequívoco es el Derecho Internacional en cuanto a las cualidades de todo mediador de conflictos: Imparcialidad, conocimiento y honorabilidad. Pero ocurre que don Oscar Arias, mediador en el problema hondureño, no reúne todas esas cualidades. Este señor se pronunció desde el inicio a favor de una de las partes en el caso señalado. Por ello, en homenaje a la honorabilidad, Arias debió inhibirse. Pero su adicción escénica es irrefrenable y aceptó “mediar” en cuanto le hicieron señas, sabiendo que su actuación sería una impostura.
Cuando el ex-presidente Zelaya llegó de sombrero y nocturno camisón al aeropuerto de San José, don Oscar (al recibir a su inesperado huésped), lo primero que hizo fue condenar “el golpe de Estado”, y esto que don Oscar estaba todavía medio dormido y no conocía a fondo ni los hechos ni la Constitución de Honduras. Ello, de inicio, marcaba sus preferencias y sería la primera entre una cadena de perlas. (sigue)
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